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INTRODUCCIÓN
El ser humano es una entidad global for-
mada por tres dimensiones, biológica, psi-
cológica y social, que dan lugar a manifes-
taciones biosociales, psicobiológicas y psi-
cosociales del desarrollo. Como soporte y
puente entre la persona y el ambiente en el
que ésta se desenvuelve, y también como
conexión entre muchas de las operaciones
humanas entre sí, se encuentra la motrici-
dad (actividad física, deporte), la cual
repercute en tres grandes áreas: biomotriz,
psicomotriz y sociomotriz. Por tanto, la
práctica deportiva puede hacerse partícipe
de la formación integral del ser humano,
105
(*) Universidad de Valencia.
EL VALOR DEL DEPORTE EN LA EDUCACIÓN INTEGRAL
DEL SER HUMANO
MELCHOR GUTIÉRREZ SANMARTÍN (*)
RESUMEN. Aunque cada día son más numerosos los investigadores y expertos que
abogan por la práctica deportiva como capaz de aportar al ser humano importantes
beneficios físicos, psicológicos y sociales, su capacidad para la educación integral de
la persona, también se oyen voces que resaltan el mal funcionamiento que el depor-
te viene arrastrando en los últimos tiempos. Por otro lado, a pesar de atribuírsele al
deporte tantos beneficios, son pocas las personas que mantienen un estilo de vida
activo y perdurable a lo largo de la vida adulta. Por todo ello, en este artículo pre-
sentamos algunas propuestas encaminadas a desarrollar la práctica físico-deportiva
en su vertiente positiva, a la vez que reclamamos una mayor atención para la edu-
cación física y el deporte escolar en los planes educativos y formativos, puesto que,
tal como se viene demostrando, son espacios especialmente apropiados para instau-
rar en niños y jóvenes los estilos de vida activos y saludables.
ABSTRACT. Even though there are more and more researchers and experts everyday
who consider sport practice can provide human being with important physical,
psychological and social benefits, its capacity for the education of whole person, the-
re are also voices which underline the poor functioning of sport during the last few
years. On the other hand, in spite of attributing so many benefits to sport, few peo-
ple follow an active life style throughout their adult life. That is why, in this article,
we present some proposals in order to develop physical-sport activity in its positive
side, at he same time we claim that more attention be given to physical education
and school sport in the educational and formative plans as they are ideal contexts to
instil active and healthy life styles in children and young people.
Revista de Educación, núm. 335 (2004), pp. 105-126.
Fecha de entrada: 29-03-2004 Fecha de aceptación: 28-06-2004
puesto que guarda relación con todos estos
elementos, no limitándose únicamente a
las repercusiones físicas, sino teniendo
también una gran capacidad de influencia
sobre las funciones psicológicas (emocio-
nales) y sociales (relacionales).
Pero cabe hacer una observación. Has-
ta tiempos muy recientes, cuando se habla-
ba del desarrollo de la persona se hacía
casi exclusivamente refiriéndose a las pri-
meras edades, hasta llegar a la adolescen-
cia. Sin embargo, actualmente la considera-
ción de la persona desde la perspectiva del
ciclo vital (life span), hace que contemple-
mos el desarrollo del ser humano durante
toda su existencia. Este nuevo enfoque,
además de suponer una valiosa perspectiva
filosófica y social, aporta un nuevo modelo
de educación, una educación permanente,
una educación que se extiende a lo largo
de toda la vida de la persona.
Decir que el deporte contiene en sí mis-
mo un importante cúmulo de valores, tanto
sociales como personales, y que revierten
en beneficio de sus practicantes, no parece
que sea una aportación novedosa, puesto
que ya los clásicos pregonaron el valor del
deporte como formador del carácter.
Arnold (1991) nos recuerda la creencia tra-
dicional de que a través de la participación
en juegos y deportes surgen cualidades tan
admirables como lealtad, cooperación,
valor, resolución, fuerza de voluntad,
dominio de sí mismo, resistencia, perseve-
rancia o determinación.
Sin embargo, aunque el deporte viene
formando parte de la educación y la cultu-
ra de la humanidad desde los tiempos más
remotos, a lo largo de la historia ha pasado
por diferentes vicisitudes, disfrutado de
unas épocas de florecimiento y auge, en las
cuales se ha dado tanta importancia a la for-
mación del cuerpo como a la del espíritu, y
sufriendo otras en las que el ostracismo y el
olvido han relegado lo físico a un segundo
plano. Afortunadamente, en las últimas
décadas el deporte ha dejado de constituir
un mero espectáculo de divertimento para
ser considerado, nuevamente, como una
excelente herramienta para la educación
integral de las personas. Así, viene resaltán-
dose su valor formativo desde los primeros
106
GRÁFICO I
La motricidad y las diferentes dimensiones del desarrollo en su aportación
a la educación integral del ser humano (adaptado a partir de Gutiérrez, 2003)
MOTRI-
CIDAD
DIMENSIÓN
BIOLÓGICA
DIMENSIÓN
SOCIAL
DIMENSIÓN
PSICOLÓGICA
ÁREA
BIOMOTRIZ
ÁREA
PSICOMOTRIZ
ÁREA
SOCIOMOTRIZ
MANIFESTACIÓN
BIOSOCIAL
MANIFESTACIÓN
PSICOSOCIAL
MANIFESTACIÓN
PSICOBIOLÓGICA
A través de: conocimientos, procedimientos, actitudes y valores
DESARROLLO A LO LARGO DEL CICLO VITAL (LIFE SPAN)
días de nacimiento del individuo, favore-
ciendo su desarrollo motor y psicomotor;
pasando por el proceso de socialización
del período dedicado al deporte y activi-
dad física en el medio escolar; siguiendo
con la práctica física y deportiva a lo largo
de la juventud y madurez, unas veces
como medio de relajación del estrés coti-
diano, otras como complemento de ocio;
hasta ser considerado útil, finalmente,
como medio de estimulación del ánimo de
vida y de activación psicosocial en la vejez,
sin olvidar otros muchos beneficios para la
salud física y mental, aspectos destacados
por autores como Biddle (1993a, b), Berger
(1996), Berger y McInman (1993), Blázquez
(1995), Cruz (2003, 2004), Gutiérrez (1995,
2003), Pejenaute (2001) y Sánchez (1996,
2001), entre otros.
Pero a la vez que el deporte ha pasado
a ocupar un primer plano en nuestros días,
con la alta consideración educativa y for-
mativa antes mencionada, también ha dado
lugar a dos vertientes cada vez más distan-
ciadas en el terreno de sus manifestacio-
nes: por un lado, el deporte espectáculo
con la persecución constante de la exce-
lencia y el triunfo y, por otro lado, la prác-
tica física y deportiva como medios de edu-
cación integral, contacto con la naturaleza,
promoción de la salud, alivio del estrés,
búsqueda de nuevas sensaciones y aventu-
ras, disfrute y relación social, aspectos lúdi-
cos y formativos más próximos al deporte
para todos, según manifiestan Oja y Tela-
ma (1991).
Aunque aparentemente estas dos ver-
tientes se encuentran claramente diferen-
ciadas, la realidad es que viene producién-
dose una constante invasión de los mode-
los profesionalizados del deporte adulto,
del deporte espectáculo, sobre esos otros
modelos más educativos del deporte, esos
modelos más encaminados a convertir el
deporte en un estilo de vida activo, saluda-
ble y perdurable en el tiempo (Gutiérrez,
2000). Esto ocurre, según Knop (1993),
porque el deporte destinado a niños y
jóvenes se ha visto sometido a una fuerte
presión que busca el triunfo por encima de
todo, donde ganar es lo único que importa,
siendo acompañado por un incremento de
la violencia y el engaño.
Por eso, después de numerosos análi-
sis e investigaciones, psicólogos, sociólo-
gos y educadores parecen estar cada vez
más de acuerdo en que el deporte será
bueno o malo según cómo se desarrolle su
práctica. Nos decía Huxley (1969) que,
bien utilizado, el deporte puede enseñar
resistencia y estimular un sentimiento de
juego limpio y respeto por las normas, un
esfuerzo coordinado y la subordinación de
los intereses personales a los de grupo; sin
embargo, mal utilizado, puede promover la
vanidad personal, el deseo codicioso de
victoria y odio entre rivales, y un espíritu
corporativo de intolerancia y desdén por
los demás (Arnold, 1991).
Así pues, frente a la defensa del valor
del deporte como importante herramienta
para la educación integral del ser humano,
también se levantan voces críticas que
resaltan su lado oscuro, el que hace que
sus practicantes se vean arrastrados por los
modelos del deporte espectáculo y copien
lo peor de sus manifestaciones: agresivi-
dad, violencia, afán desmesurado de triun-
fo y otras cualidades socialmente no dese-
ables. Ante esta división de opiniones, a lo
largo de este artículo presentaremos las
cualidades positivas del deporte, a la vez
que pondremos de relieve las condiciones
en que debe desarrollarse su práctica para
que tales efectos positivos puedan alcan-
zarse.
De acuerdo con lo anteriormente
expuesto, debemos aprovechar la celebra-
ción del «Año Europeo de la Educación a
través del Deporte» para que ésta se con-
vierta en algo más que un simple aconte-
cimiento festivo con final en el comienzo
del nuevo año. Consideramos que debe
servir, entre otras funciones importantes,
para reconocerle al deporte su capacidad
de múltiples aportaciones a la educación
107
integral del ser humano, para resaltar los
valores más positivos derivados de su prác-
tica y proponer la eliminación de los aspec-
tos negativos que últimamente se le vienen
asociando, dándole un nuevo enfoque en
favor de recuperar la verdadera esencia del
juego.
¿QUÉ ENTENDEMOS POR DEPORTE?
Con frecuencia encontramos utilizados
como sinónimos los términos actividad físi-
ca, ejercicio físico y deporte, aunque tienen
significados diferentes, acabando por
emplear el término actividad física como
aglutinador de todos ellos. Blasco (1994),
matizando estos términos, considera activi-
dad física «cualquier movimiento corporal
producido por los músculos esqueletales
que conlleva un gasto de energía». De
acuerdo con esta definición, actividad físi-
ca lo es prácticamente todo, desde subir las
escaleras y pasear, hasta tocar el piano o
cocinar. Se denomina ejercicio físico a la
actividad física planeada, estructurada y
repetitiva con el objetivo de adquirir, man-
tener o mejorar la forma física. Por último,
se entiende como deporte la actividad físi-
ca de naturaleza competitiva y gobernada
por reglas institucionalizadas.
Pero la cuestión no queda aún resuelta,
puesto que también cuando hablamos de
deporte se hace necesario especificar a qué
tipo de deporte nos estamos refiriendo. En
este sentido, Blázquez (1995) considera
«deporte recreativo» aquel que es practicado
por placer y diversión, sin ninguna inten-
ción de competir o superar a un adversario,
únicamente por disfrute o goce; entiende
por «deporte competitivo» el practicado con
la intención de vencer a un adversario o de
superarse a sí mismo; y el «deporte educati-
vo» sería aquel cuya pretensión fundamen-
tal es colaborar al desarrollo armónico y de
potenciar los valores del individuo.
Como afirma Sánchez (1995), deporte
puede ser «toda actividad física que el
individuo que la practica asuma como un
esparcimiento y que suponga para él un
cierto compromiso de superación, de reto,
de cumplimiento o superación de metas,
compromiso que en un principio no es
necesario que se establezca más que con
uno mismo».
La forma de interpretar estos términos
no es universal. Así, Shephard (1994)
manifiesta que las concepciones europea
y americana del deporte difieren de una
forma sustancial, ya que la concepción
americana define el deporte como «activi-
dad física vigorosa que es comprendida en
una búsqueda de placeres tales como la
interacción social, animación, competi-
ción, peligro y estimulación vertiginosa»,
mientras que la concepción europea del
deporte (Oja, 1991), comprende «todas las
actividades físicas recreativas, no sólo los
juegos competitivos, sino también las acti-
vidades individuales relacionadas con la
salud y la condición aeróbica». Dice Sán-
chez (2001) que tal noción coincide más
con la definición que sobre este concepto
propone la Carta Europea del Deporte, que
está fundamentalmente vinculada a la idea
de deporte para todos, y que es la siguien-
te: «toda forma de actividad física que, a tra-
vés de una participación, organizada o no,
tiene por objetivo la expresión o la mejora
de la condición física y psíquica, el des-
arrollo de las relaciones sociales y la obten-
ción de resultados en competición de
todos los niveles».
En la literatura especializada encontra-
mos que los autores americanos suelen uti-
lizar con mayor frecuencia el término ejer-
cicio físico (Weinberg y Gould, 1996),
mientras que en nuestro contexto acostum-
bramos a emplear el de actividad física o
actividad físico-deportiva para englobar
también al deporte.
La manifestación humana alrededor de la
cual se conceptualiza lo que denominamos
como educación física por un lado y depor-
te por otro es única, y ésta es su actividad
física, manifestación a la que según las
108
épocas o tendencias se ha denominado en
su acepción general con los términos de
ejercicio físico, movimiento corporal o acti-
vidad motriz.
(Sánchez, 1995: 77)
Atendiendo a todo esto, en los siguien-
tes apartados no abordaremos tanto el
deporte entendido como competición y
búsqueda de triunfos, sino el deporte y la
actividad física (o la práctica físico-deporti-
va) en su vertiente de herramienta y com-
plemento para la educación integral de la
persona, sin pretender con ello ignorar el
valor que la competición, conveniente-
mente planteada, pueda significar para el
desarrollo personal y social.
EFECTOS POSITIVOS DE LA PRÁCTICA
FÍSICO-DEPORTIVA
Hace ya más de una década que Oja y Tela-
ma (1991), recogiendo las conclusiones de
los trabajos presentados en el Congreso
Mundial de Deporte para Todos, celebrado
en Finlandia en 1990, hacen especial hin-
capié en el valor del deporte para la forma-
ción integral de la persona, es decir, para
todas y cada una de sus áreas del desarro-
llo, tanto para las físicas (forma física, salud
y prevención de la enfermedad) como para
las psicológicas (autoestima, personalidad,
calidad de vida) y las sociales (relación con
los demás, rendimiento en el empleo, evi-
tación de la soledad), además de poder
influir sobre el desarrollo moral y la pro-
moción de diversos valores sociales y per-
sonales.
Actualmente, al deporte se le reconoce
su capacidad como elemento integrador de
colectivos inmigrantes (Heinemann, 2002;
Medina, 2002), medio para enseñar respon-
sabilidad a jóvenes en riesgo (Hellison,
1995), herramienta para la prevención y tra-
tamiento de las drogodependencias (Martí-
nez, 1999), mecanismo favorecedor de la
reinserción en las instituciones penitencia-
rias (Negro, 1995), útil en la recuperación
social de los barrios marginales (Balibrea,
Santos y Lerma, 2002), favorecedor de la
socialización de personas mayores, y acti-
vador de diversas funciones en las perso-
nas con discapacidad (Goldberg, 1995).
El deporte es un fenómeno social cada
vez más incorporado al ámbito de lo coti-
diano en la sociedad contemporánea, que
afecta en gran medida al concepto de cali-
dad de vida, se incorpora dentro del gran
espectro del ocio como elemento cataliza-
dor de la salud física y psicológica del indi-
viduo y, cada vez más, se utiliza como pro-
ducto, objeto de intercambio social y eje
económico en muchos casos.
El deporte permite, por medio de una
actividad física más o menos sistemática,
recuperar las posibilidades funcionales ori-
ginales y jugar un papel profiláctico y tera-
péutico para prevenir y eliminar estados de
fatiga o de agotamiento psíquico debido a
tensiones repetidas (Cecchini, 1998). Las
demandas sociales obligan a las personas a
que se integren en un contexto que exige
dedicación y rendimiento. Como conse-
cuencia de ello, el tiempo libre se ha con-
vertido en una vía de realización que ayu-
da al individuo a desarrollarse social y per-
sonalmente. La actividad física nos es
inmensamente útil para combatir las enfer-
medades de moda con alto nivel de morta-
lidad, como son las cardiovasculares, en
cuya etiología se encuentra el sedentaris-
mo y el desequilibrio, tensión física-inac-
ción física como factores de alta responsa-
bilidad (García Ferrando, 2001).
Como señala Brandon (1999), la activi-
dad física y el deporte son terapias no far-
macológicas efectivas para reducir el
estrés, los trastornos del sueño, depresión,
ansiedad y otros deterioros que surgen a lo
largo del proceso de envejecimiento. Tam-
bién Biddle (1993b) expone que actual-
mente se reconoce que ciertas formas de
actividad física pueden estar relacionadas
con el bienestar psicológico y reducir el
riesgo de algunos problemas de salud, tan-
to físicos como mentales y que la literatura
109
especializada que contempla la investiga-
ción sobre los posibles beneficios de salud
mental para las personas mayores que
practican regularmente ejercicio físico es
cada vez más abundante. Así, por ejemplo,
existe un importante consenso en las afir-
maciones hechas por el Instituto Nacional
de Salud Mental de Estados Unidos (Mor-
gan y Goldston, 1987) en cuanto a que el
ejercicio:
• se encuentra asociado con la reduc-
ción de estados de ansiedad,
• a largo plazo, está asociado con
reducciones de rasgos como el neu-
roticismo,
• puede ser un buen aliado para el tra-
tamiento profesional de la depre-
sión,
• favorece la reducción de varios índi-
ces de estrés, y
• tiene efectos emocionales beneficio-
sos a lo largo de todas las edades y
para todos los géneros.
Stephens (1988), en un análisis de
amplias investigaciones con población nor-
teamericana, concluyó que el nivel de acti-
vidad física estaba positivamente relaciona-
do con el humor, bienestar general y bajos
niveles de depresión y ansiedad, principal-
mente para las mujeres de edad avanzada.
Como un aspecto importante de la
salud mental, investigadores y educadores
vienen prestando cada vez mayor atención
a la autoestima (Biddle, 1993b). En este sen-
tido, Gruber (1986), en una revisión sobre la
actividad física y el desarrollo de la autoes-
tima en niños, encontró evidencias de una
repercusión positiva del ejercicio sobre esta
variable, siendo mayores sus efectos en
personas con discapacidad y para activida-
des de fitness más que para las creativas,
aunque todas las actividades físicas mostra-
ron tener una positiva influencia sobre la
autoestima de los sujetos analizados.
Castillo (1995), resumiendo la informa-
ción procedente de diferentes publicacio-
nes informa que la investigación desarro-
llada sobre las posibles repercusiones de la
práctica físico-deportiva ha ofrecido los
siguientes resultados:
– la actividad física está relacionada
positivamente con la salud, de tal
manera que varios tipos de actividad
física son efectivos para mejorar los
aspectos mentales, sociales y físicos
de las personas;
– la actividad física parece estar rela-
cionada con otras conductas de
salud tales como los hábitos de
fumar, la alimentación y la higiene,
por lo que aumentando la práctica
de actividad física, se podría influir
en otros hábitos relacionados con la
salud;
– los años escolares representan un
período crítico en el desarrollo de
hábitos de práctica de actividad físi-
ca y deportiva.
En este mismo sentido se expresan
Berger y McInman (1993), considerando
que el deporte, el ejercicio, la recreación y
la danza ofrecen maravillosos medios para
instaurar estilos de vida que sean perdura-
bles, enriquecedores, estimulantes y salu-
dables. En una revisión de la literatura
científica, concluyeron que el ejercicio
contribuye potencialmente a la calidad de
vida en varios sentidos. El ejercicio incre-
menta el bienestar psicológico a lo largo de
la vida, aumenta el autoconcepto y provee
de oportunidades para experimentar
momentos álgidos. Desafortunadamente,
tales beneficios son experimentados por
un pequeño porcentaje de gente, aquellos
que ejercitan frecuentemente.
También Balaguer y García Merita
(1994) destacaron que la actividad física
posee efectos beneficiosos para la salud.
En un trabajo desarrollado con muestras
españolas, encontraron una relación positi-
va entre la realización de actividad física de
forma regular y la mejora del autoconcep-
to-autoestima, los estados de ánimo, la
mejora de la depresión y la mejora de la
110
ansiedad. Además, la actividad física pare-
ce estar positiva o negativamente relacio-
nada con otras conductas tales como
fumar, dieta e higiene.
La actividad física también parece ser
capaz de ejercer efectos positivos sobre
otras áreas del desarrollo humano. Field,
Diego y Sanders (2001) concluyen que los
estudiantes con mayor nivel de ejercicio
presentan mejores relaciones con sus
padres (en cuanto a intimidad, calidad en
las relaciones, frecuencia de manifestacio-
nes afectivas y apoyo familiar), menor
depresión, emplean mayor cantidad de
tiempo en actividades deportivas, menor
uso de drogas y tienen mejor rendimiento
académico que los estudiantes con menor
nivel de ejercicio.
Como puede apreciarse, son cada vez
más numerosos los autores que coinciden
en señalar la práctica física regular como un
elemento generador de multitud de benefi-
cios psicológicos y sociales. La evidencia
acumulada sugiere que para la población
general, la actividad física estructurada y
planificada está asociada con beneficios
psicológicos en cuatro grandes áreas:
mejor estado de ánimo, reducción del
estrés, autoconcepto más positivo y más
elevada calidad de vida. Naturalmente,
estos beneficios son aún más destacados
en poblaciones especiales tales como las
personas clínicamente depresivas o ansio-
sas, quienes padecen enfermedades coro-
narias, los mayores de edad y quienes
padecen ciertas enfermedades específicas.
Además, el ejercicio, especialmente si es
habitual, también está asociado con una
gran cantidad de beneficios físicos. Debido
a ello, tanto los investigadores como los
profesionales de la actividad física y la
salud están buscando las formas de aumen-
tar el número de personas que persiga y
mantenga los estilos de vida activos.
Sin embargo, como señalaba reciente-
mente Daley (2002), a pesar de la evidencia
que apoya la relación entre el ejercicio y el
bienestar, la mayoría de la gente permanece
sedentaria. En el pasado, parecía que los
jóvenes tenían asumida su condición de
personas físicamente activas, pero el con-
texto social y los cambios tecnológicos
producidos alrededor de las últimas déca-
das han afectado de manera significativa en
los niveles de actividad física de los niños,
prefiriendo éstos actividades sedentarias
(televisión, ordenador, videojuegos) y via-
jar en coche más que en bicicleta. Estos
cambios también parecen haber modifica-
do los estilos de vida de los jóvenes y los
patrones de actividad física general, hasta
el punto de llegar a constituir serios pro-
blemas de salud en ambientes industriali-
zados (Daley, 2002; Sallis y Patrick, 1994).
Otra intervención que apoya este mis-
mo punto de vista es la de Singer (1996),
señalando que la documentación cada vez
más precisa sobre los efectos favorables de
la salud, longevidad y beneficios psicológi-
cos asociados a la participación en prácti-
cas regulares de ejercicio, ha venido cre-
ciendo de forma progresiva, y que por ello,
pocos pueden decir actualmente que no
conocen las ventajas de la práctica física,
debido a la gran cantidad de testimonios
sobre su evidencia científica. Entonces, se
pregunta, ¿por qué la mayoría de las perso-
nas intentan evitar el esfuerzo y la actividad
física vigorosa en cualquiera de sus formas?
Abundando en esta idea decía Berger
(1996) que algo debe de estar equivocado,
porque no se entiende que el ejercicio esté
asociado a tantas bondades y sin embargo
haya tan pocas personas que lo practiquen
con suficiente intensidad y frecuencia
como para beneficiarse de tales ventajas.
Por eso, dice Rainer Martens (1996)
que tal vez el objetivo más importante de
los profesionales de la actividad física sea
convertir a los niños en practicantes activos
para toda la vida. Según este autor, todos
queremos que nuestros niños y jóvenes
tengan un amplio conocimiento acerca de
las actividades físicas, adquieran la habili-
dad necesaria para implicarse en una
amplia variedad de actividades y sepan
111
apreciar los beneficios de una vida activa.
De este modo, el reto de todos los intere-
sados en mejorar la salud pública es cono-
cer cómo impedir la tendencia hacia la
inactividad física en los escolares, cómo
influir en los niños para que desarrollen
hábitos de ejercicio físico y lo trasladen a la
vida adulta. De aquí que un objetivo prin-
cipal de nuestra tarea debería consistir en
conocer por qué la mayoría de los adultos
son inactivos, y esto sólo es posible si par-
timos de un análisis sobre cómo iniciamos
a los niños en la actividad física y el depor-
te (Gutiérrez, 2000).
DEPORTE, ACTIVIDAD FÍSICA Y ESTILOS
DE VIDA ACTIVOS Y SALUDABLES
Supongo que estaremos de acuerdo en que
el estilo de vida que predomina en nuestra
sociedad es un estilo sedentario caracteri-
zado por altos índices de estrés. Este estilo
de vida, relacionado con carencia de activi-
dad física, ha ocasionado diversos proble-
mas psicológicos tales como ansiedad,
depresión y estados de ánimo poco saluda-
bles. Para contrarrestar este efecto, nume-
rosos gobiernos se han hecho eco de esta
problemática, incorporando la actividad
física y el deporte en sus programas de pro-
moción de la salud. En estos países se están
llevando a cabo acciones para cambiar la
actitud y la conducta de sus ciudadanos
respecto a la práctica deportiva, de tal
manera que la educación físico-deportiva
es considerada como un área importante
en el desarrollo personal y en la mejora de
la calidad de vida, valorándose como
medio apropiado para conseguir dos
demandas básicas de nuestra sociedad: la
mejora funcional de la imagen corporal y la
salud, y el uso constructivo del tiempo de
ocio mediante actividades físicas, recreati-
vas y deportivas.
En diferentes foros se viene señalando
que la edad escolar representa un período
crítico en el desarrollo de los hábitos de
práctica física como hábitos que trasladará
a la vida adulta. Según diversas estadísticas,
la mayoría de los niños de 10 años partici-
pan en varios tipos de actividad física, pero
esta tasa decrece significativamente a lo lar-
go de la década, de manera que a los 17
años, un 80% de los jóvenes han abandona-
do el contexto del deporte. Y esto constitu-
ye un serio problema porque la participa-
ción en este tipo de actividades normal-
mente no es reemplazada por ningún otro
tipo de ejercicio físico, hecho que no es sólo
significativo respecto a la salud y bienestar
de los niños y adolescentes, sino también
en relación con la probable importancia de
la actividad física como una parte del estilo
de vida saludable del adulto.
Hace ya dos décadas que Iverson y
cols. (1985) afirmaban que la escuela
representa un escenario ideal para influir
en la práctica de la actividad física en niños
y jóvenes y que unos buenos programas de
actividad física en los colegios podrían
aportar el conocimiento y las destrezas
necesarias para los hábitos de práctica físi-
ca a lo largo de la vida.
El desarrollo temprano de prácticas
saludables parece ser primordial tanto para
la salud infantil como para la calidad de
vida de los adultos. Numerosos investiga-
dores han indicado que los patrones de
conducta de actividad física se establecen
tempranamente en la vida de los jóvenes.
Es del todo importante que los jóvenes se
impliquen en programas de práctica física
porque la vida sedentaria muy pronto fijará
en ellos los esquemas para adoptar una
vida también inactiva en su etapa adulta,
argumento poderoso por el que deben
promocionarse tanto el deporte como la
educación física en las escuelas (Corbin,
Dale y Pangrazy, 1999).
Decía Greendorfer (1992) que los
patrones de ejercicio grabados en la ado-
lescencia permanecen, sin lugar a dudas,
como el mejor «predictor» de los niveles de
actividad adulta. Kelder y cols. (1994) indi-
caron que los hábitos adquiridos en edades
112
jóvenes reflejan el tipo de conductas en la
vida adulta, que los patrones de conducta
consolidados durante la infancia son, a
menudo, mantenidos a lo largo de toda la
vida. Por consiguiente, parece lógico que
las escuelas deban centrarse en la promo-
ción de la participación de los jóvenes en
las prácticas de actividad física y deportiva
para la consolidación de estilos de vida
activos y perdurables.
Sallis y Patrick (1994) sugieren que la
actividad física regular durante la infancia
puede incrementar la posibilidad de que
los jóvenes se conviertan en adultos acti-
vos, y no cabe duda que la actividad física
tiene un positivo efecto sobre la salud,
como han demostrado diversos investiga-
dores (Kelder y cols., 1994; Pate y cols.,
1999).
Locke (1996) afirma que cualquier
estrategia encaminada a promocionar una
vida saludable en los adultos a través de la
actividad física, no logrará ni siquiera un
modesto éxito si no se afronta de lleno lo
que ocurre con los niños y adolescentes en
la educación física escolar. Lo que pasa
muy a menudo en las clases de educación
física, es que sin directrices para la prepa-
ración de la sensibilidad adulta, los niños
se enseñan unos a otros a odiar el deporte
y el ejercicio, a devaluarse a sí mismos y a
crear estilos de vida sedentarios como for-
mas de escape por encima de la humilla-
ción y el miedo.
Fox (1996) ha comentado que las
escuelas proporcionan una de las pocas
oportunidades de abarcar a todos los indi-
viduos para proponerles los programas físi-
cos, y la última oportunidad de captar a
toda la audiencia sin coste adicional. Ade-
más, la escuela ofrece tres oportunidades
principales para que la gente joven sea físi-
camente activa: a) los juegos durante el
recreo, b) las clases de educación física, y
c) las actividades físico-deportivas extracu-
rriculares. Una vez que los jóvenes dejan el
contexto escolar estas oportunidades se
reducen y las ocupaciones laborales no
proporcionan tantas posibilidades de man-
tenerse físicamente activos. Por lo tanto,
parece claro que los profesionales de la
actividad física y el deporte necesitan tra-
bajar en favor de la normalización del ejer-
cicio físico y las actividades durante las cla-
ses de educación física y actividades extra-
curriculares, puesto que la actividad física
podrá formar parte de los estilos de vida de
estos jóvenes cuando sean adultos.
Decía Martens (1996) que hemos
aprendido mucho acerca de la fisiología y
la psicología de la actividad física en lo que
respecta a los niños y jóvenes; hemos reco-
nocido especialmente los beneficios salu-
dables de la actividad física y las habilida-
des psicológicas y sociales que pueden
aprenderse cuando se está implicado en la
práctica deportiva y actividades físicas
recreativas; y también hemos aprendido
una considerable cantidad de cosas acerca
de los principios del comportamiento
humano en general y más específicamente
de lo que se refiere a la participación de los
jóvenes en actividad física, pero nuestra
más seria necesidad es aplicar lo que aho-
ra sabemos.
Como vemos, existe el convencimiento
general de que si los niños y adolescentes
adquieren estilos de vida activos y saluda-
bles, los hábitos instaurados en las prime-
ras edades influirán significativamente mar-
cando la continuidad de este estilo en la
edad adulta, y también que si los estilos de
vida activos acompañan a los estilos de
vida saludables, podremos potenciar éstos
a través de la actividad física y el deporte
(Gutiérrez, 2000).
Todas estas argumentaciones llevaron
a la Academia Americana de Kinesiología y
Educación Física a que la reunión anual de
dicha asociación, celebrada en Vail (Colo-
rado) en octubre de 1995, tratara el tema
monográfico de «La Calidad de Vida a tra-
vés del Movimiento, la Salud y la Forma
Física». En esta reunión se resaltó que hace
más de treinta años, la mayoría de los
miembros de la Academia se distanciaron
113
considerablemente del mundo de la escue-
la, los profesores, los currículos y los pro-
blemas de preparación y desarrollo en edu-
cación física. Hoy, esto parece un error y se
sugiere la vuelta a la consideración del
contexto escolar y las clases de educación
física como medio más apropiado para
proponer a los niños y jóvenes la adopción
de un estilo de vida activo que perdure en
su comportamiento a lo largo del tiempo.
No obstante, cuando Martens (1996)
aludía al poder de las experiencias tempra-
nas de actividad física, simultáneamente
alertaba de ciertos peligros, debido a que
el deporte juvenil, para algunos al menos,
puede ser fuertemente «deseducativo»,
puesto que los niños no sólo pueden
aprender lecciones distorsionadas acerca
del deporte y el ejercicio, sino que también
pueden adquirir imágenes de ellos mismos
como incapaces e indignos.
Esta es una idea que también ha señala-
do recientemente Daley (2002), indicando
que muchos niños ven el deporte y las acti-
vidades físicas extraescolares como única-
mente para aquellos que son capaces, talen-
tosos y buenos deportistas y por tanto las
rechazan. Tal vez esta imagen se haya de-
sarrollado porque la actividad física en las
escuelas se ha basado tradicionalmente en
la participación en deportes competitivos,
algo que aún se mantiene hoy, como puede
verse en relación con el deporte en Inglate-
rra. Por eso, Roberts y Brodie (1994) señala-
ban que el deporte es la actividad de una
gran minoría entre una gran mayoría de
gente inactiva. Este énfasis en el deporte
competitivo puede estar negando a muchas
personas la oportunidad de participar en
actividades cotidianas de las cuales obtener
una satisfacción y la inclinación a continuar
activos a lo largo de su vida. Si bien es ver-
dad que estos autores se refieren a contex-
tos ingleses y americanos, no es menos cier-
to que tales afirmaciones podríamos aplicar-
las a muchos de nuestros propios contextos.
No debemos olvidar que el significado
personal del deporte es muy complejo, de
tal manera que una persona puede hacer
ejercicio por sentirse mejor, otra puede
buscar la excitación y el alto riesgo en el
deporte; unos pueden hacer ejercicio para
perder peso o mejorar su apariencia y otros
para conseguir vivir sanos durante 100
años. Cada persona que mantiene un estilo
de vida activo tiene sus propias motivacio-
nes y el ejercicio adquiere un significado
personal para cada participante, razón por
la cual la oferta que se haga de las activida-
des físicas deberá tener en consideración
esta gran diversidad de intenciones.
Entonces, de acuerdo con todo lo
expuesto hasta el momento, ¿cómo debería
plantearse la práctica deportiva para que
realmente contribuya a la educación inte-
gral de «todas» las personas? En los siguien-
tes apartados procuraremos sugerir algu-
nas respuestas a tan importante pregunta.
DEPORTE, EDUCACIÓN EN VALORES
Y DESARROLLO MORAL
Psicólogos, pedagogos, sociólogos y edu-
cadores físicos vienen destacando el valor
educativo del deporte para el desarrollo
psicosocial del individuo y como medio de
integración social y cultural. Quienes
defienden este planteamiento, consideran
el deporte como una herramienta apropia-
da para enseñar a todos, pero sobre todo a
los más jóvenes, virtudes y cualidades posi-
tivas como justicia, lealtad, afán de supera-
ción, convivencia, respeto, compañerismo,
trabajo en equipo, disciplina, responsabili-
dad, conformidad y otras (Cruz, 2004;
Gutiérrez, 1994, 1995, 2003; Kleiber y
Roberts, 1981; Sage, 1998). Pero a su vez,
no podemos ignorar que cada día son más
frecuentes las prácticas deportivas que se
olvidan de esos valores y resaltan la vani-
dad personal, intolerancia, alineaciones ile-
gales, empleo de drogas para mejorar el
rendimiento, conductas agresivas y abun-
dancia de trampas (Shields y Bredemeier,
1995). También señalan algunos autores el
114
excesivo empeño puesto en el triunfo, y
que la competición reduce los comporta-
mientos prosociales y promueve conductas
antisociales (Bay-Hinitz y cols. 1994; Beller
y Stoll, 1995; Priest y cols. 1999; Stephens y
Bredemeier, 1996).
En este mismo sentido se expresaba
Hardman (1998) al indicar que en los últi-
mos años se ha producido una clara
comercialización del deporte, por lo que
algunas escuelas del Reino Unido, ejemplo
tradicional del fair play, han juzgado nece-
sario introducir un código deportivo de
conducta para combatir el declive de la
deportividad en las competiciones escola-
res, considerado una consecuencia del
deporte de alto nivel.
Pero seamos optimistas y aboguemos
por el lado bueno, el que permite obtener
cualidades positivas a través de la práctica
deportiva, sin olvidar, no obstante, que tan-
to los propios practicantes como los siste-
mas organizativos y educativos, a diferen-
tes niveles, deberán mantenerse alerta y
poner todos los medios a su alcance para
evitar caer en la vertiente no deseable.
Son muchos los valores que pueden traba-
jarse mediante la práctica deportiva. Por
ejemplo, valores utilitarios (esfuerzo, dedi-
cación, entrega), valores relacionados con
la salud (cuidado del cuerpo, consolidación
de hábitos alimentarios o higiénicos), valo-
res morales (cooperación, respeto a las nor-
mas). Ahora bien, para educar en valores, el
deporte debe plantearse de forma que per-
mita: 1) fomentar el autoconocimiento y
mejorar el autoconcepto, 2) potenciar el
diálogo como mejor forma de resolución de
conflictos, 3) la participación de todos, 4)
potenciar la autonomía personal, 5) aprove-
char el fracaso como elemento educativo, 6)
promover el respeto y la aceptación de las
diferencias individuales, y 7) aprovechar las
situaciones de juego, entrenamiento y com-
petición para trabajar las habilidades socia-
les encaminadas a favorecer la convivencia.
(Amat y Batalla, 2000)
En consonancia con este planteamien-
to, podemos señalar que en las dos últimas
décadas se han desarrollado diversos pro-
gramas de intervención destinados al desa-
rrollo de valores en los contextos de la acti-
vidad física y el deporte, entre los cuales
Shields y Bredemeier (1995) y Weiss y
Smith (2002) destacan como más significa-
tivos los siguientes: «fair-play para niños»
(Bredemeier y cols., 1986; Gibbons,
Ebbeck y Weiss, 1995; Wandzilak et al.,
1988); «desarrollo de habilidades para la
vida» (Danish y Nellen, 1997); «enseñanza
de responsabilidad social y personal» (Has-
tie y Buchanan, 2000; Hellison, 1995); «pro-
gramas de educación sociomoral» (Miller,
Bredemeier y Shields, 1997); y «deporte
para la paz» (Ennis y cols., 1999), entre
otros. Todos estos programas se basan en
dos teorías principales: la teoría del apren-
dizaje social (Bandura, 1986), y la teoría del
desarrollo estructural, fundamentada en el
desarrollo del razonamiento moral (Haan,
1978; Kohlberg, 1969; Rest, 1984).
En nuestro propio marco social y edu-
cativo, aunque aún resultan insuficientes,
cada día son más abundantes los progra-
mas de este tipo que están utilizando la
educación física y el deporte como recur-
sos para el desarrollo de valores, desarrollo
moral y desarrollo de la responsabilidad
personal y social (Escartí y cols., 2002;
Gutiérrez y cols., 2002; Gutiérrez y Vivó,
2002; Jiménez, 2000; Pardo, 2003; Vivó,
2001), obteniendo resultados de notable
consideración.
¿CÓMO HA DE SER EL DEPORTE PARA
QUE RESULTE EDUCATIVO?
La educación hoy ha superado las concep-
ciones reduccionistas de antaño, conci-
biéndose como una actividad que busca el
desarrollo de todas las capacidades de la
persona, así como su inclusión en la cultu-
ra actual mediante la transmisión y disfrute
de los bienes que la constituyen y, sin
duda, uno de los elementos que confor-
man esta cultura es el deporte (Vázquez,
115
2001). Pero este deporte ha de ser educati-
vo, y para que lo sea, ha de permitir el de-
sarrollo de las aptitudes motrices y psico-
motrices en relación con los aspectos afec-
tivos, cognitivos y sociales de la personali-
dad del individuo, como afirmara Le
Boulch (1991).
En este mismo sentido se expresan
Contreras, de la Torre y Velázquez (2001)
indicando que el enorme auge que ha teni-
do en las últimas décadas el deporte cen-
trado en la competición y el rendimiento,
su gran difusión a través de los cada vez
más omnipresentes medios de comunica-
ción, y su poderosa capacidad de influen-
cia en otras vertientes de la práctica depor-
tiva, constituyen algunos de los factores
que han propiciado la transposición acríti-
ca de su significado, formas, métodos y
valores al ámbito escolar, lo que ha supues-
to frecuentemente una desvirtuación del
significado y sentido que deben tener tales
aspectos en el contexto educativo.
Por eso, reconociendo la trascendencia
de la socialización infantil y juvenil a través
de los juegos y deportes, el Consejo de
Europa (1967-91) comunicó a sus miem-
bros cuáles habían de ser, al menos, las
funciones que debía cumplir el deporte
destinado a los niños y jóvenes:
• Respetar, en su unidad, todos los
aspectos de la persona.
• Desarrollar la capacidad de cada
cual para evaluar sus propias posibi-
lidades y desarrollar los distintos
aspectos de su personalidad en el
respeto de sí mismo y de los demás.
• Favorecer una práctica deportiva de
ocio en un ambiente de diversión,
sin olvidar el rigor del aprendizaje.
• Adoptar una pedagogía del éxito
que no conduzca a logros demasia-
do fáciles o a fracasos de graves
consecuencias.
• Proponer un amplio abanico de acti-
vidades individuales y colectivas.
• Permitir que cada cual elija las acti-
vidades según sus gustos, necesida-
des y placer que le aporten. (Gutié-
rrez, 2003: 49).
116
PROMOVER LA SALUD DE LOS JÓVENESPROMOVER LA SALUD DE LOS JÓVENES
SOCIALIZAR A LOS JÓVENES EN DESTREZAS DEPORTIVASSOCIALIZAR A LOS JÓVENES EN DESTREZAS DEPORTIVAS
ENSEÑAR VALORES Y GUÍAS DE COMPORTAMIENTOENSEÑAR VALORES Y GUÍAS DE COMPORTAMIENTO
EDUCACIÓN INTEGRAL
DEBE SER MÁS QUE UNA ACTIVIDAD FÍSICA Y LÚDICA
Exaltar al individuo Desarrollar personal idad Sometimiento a reglas
DEBE SER MÁS QUE UNA ACTIVIDAD FÍSICA Y LÚDICA
Exaltar al individuo Desarrollar personal idad Sometimiento a reglas
DEPORTE ESCOLAR
GRÁFICO II
Funciones del deporte infantil y juvenil, según el Consejo de Europa
Desarrollar personalidad
Todo esto es enormemente importante
porque, como afirmara Elaine McHugh
(1995), algunos de los beneficios asociados
con la actividad física incluyen: aprender a
depender unos de otros, aumentar la auto-
estima y autoconfianza, construir un senti-
miento de responsabilidad y trabajo en
equipo, desarrollar la persona al completo
y adquirir buena deportividad.
En 1988, la reforma educativa británica
apostó claramente por un currículo escolar
encaminado a promover el desarrollo espi-
ritual, moral, cultural, mental y físico de los
alumnos, y que los estudiantes debían pre-
pararse para las oportunidades, posibilida-
des y experiencias de la vida adulta. De
aquí que una concepción amplia de la salud
mental en relación con la educación física
permitirá a los profesores promover algunas
de estas metas y ayudar a promover el dis-
frute y la motivación por la actividad física
en los niños para que éstos se conviertan en
adultos activos, lo cual puede suponer una
significativa contribución tanto al desarrollo
individual de los niños como a la salud
pública general (Biddle, 1993a).
Devís (1995) proponía una serie de
cambios sobre los que debería incidir una
verdadera reforma del deporte escolar para
que éste fuese verdaderamente educativo:
– sobre la trascendencia social que se
concede a la victoria y el resultado
en el deporte;
– sobre la competición como único
valor ligado a la participación depor-
tiva;
– sobre la rivalidad, competitividad y
agresividad que puede surgir en el
deporte, y que se oponen a ciertos
valores morales como la coopera-
ción, el respeto o la igualdad; y
– sobre la utilización política, ideológi-
ca y económica que tiene el deporte.
También reforzando la idea de que el
deporte debe cumplir con una serie de
requisitos para que resulte educativo, J.
Cruz expone lo siguiente:
Este modelo de deporte debería valorar
aspectos como la asistencia a los entrena-
mientos y competiciones, el esfuerzo, la
cooperación con los compañeros, la com-
petición deportiva con los contrarios –res-
petando el reglamento– y el hecho de
divertirse y pasárselo bien, por encima de
los resultados. Por tanto, para que el depor-
te pueda llegar a ser una tarea educativa y
de integración social y cultural se deberán
revisar los objetivos del deporte en edad
escolar, el papel de los padres, técnicos o
entrenadores y compañeros, así como árbi-
tros y organizadores de competiciones, sin
olvidar los modelos que ofrece el deporte
profesional y el tratamiento informativo
que de esto hacen los medios de comuni-
cación.
(Cruz, 2003: 16)
Un aspecto al que se le viene prestan-
do gran atención últimamente es el de la
agresividad en los contextos deportivos.
Los resultados obtenidos en investigacio-
nes como las de Bredemeier (1994, 1995)
sugieren que la conducta agresiva en el
deporte está relacionada con la atmósfera
moral de su equipo, incluyendo normas
sobre la agresión, percepción de los juga-
dores sobre estas normas y las característi-
cas del entrenador, así como las motivacio-
nes morales de los jugadores para compor-
tarse de una determinada manera. Luego,
parece estar en manos de los entrenadores
y educadores físicos una gran parte de la
respuesta a cómo debe ser el deporte para
que resulte educativo. En una investigación
desarrollada por Guivernau y Duda (2002),
los deportistas manifiestan que están más
dispuestos a cometer agresiones si entien-
den que su entrenador apoya tales conduc-
tas. Esto resalta, una vez más, la capacidad
de influencia que los «otros significativos»
tienen sobre el clima moral que se crea en
los equipos deportivos y las consecuencias
que pueden derivarse de sus prácticas.
Otra vertiente que también está resul-
tando reveladora para comprender el com-
portamiento de los deportistas es la que
contempla las orientaciones de meta y los
climas motivacionales en los contextos
117
deportivos. En este sentido, Tod y Hodge
(2001) exponen que los deportistas cuyo
perfil se caracteriza por una mayor orienta-
ción al ego, tienden a emplear niveles de
razonamiento moral menos maduros,
influenciados por los intereses propios y
las actitudes de ganar a toda costa. Por el
contrario, los deportistas cuyo perfil de
metas está formado por una combinación
de orientaciones al ego y a la tarea, tienden
a emplear mayores niveles de madurez en
su razonamiento moral, caracterizándose
por una mayor preocupación hacia los
demás. Una vez más se comprueba que el
razonamiento moral de los deportistas se
ve influenciado por variables situacionales
tan importantes como el clima creado por
los otros significativos. Por eso decía
Arnold (1998) que el grado en que las acti-
vidades físicas pueden utilizarse instru-
mentalmente a los efectos de los objetivos
de la educación dependerá siempre, en
una u otra medida, de la intención, el
conocimiento, la imaginación y la destreza
del profesor, entrenador o educador físico
en general.
Pedro Pejenaute apuntaba más allá de
cuanto hemos indicando hasta ahora, seña-
lando:
En una nueva forma de entender la educa-
ción como educación permanente, en la
que el discente principal ya no es el niño, ni
tan siquiera el joven, sino la persona a lo
largo de toda su existencia, hay que consi-
derar la actividad deportiva como una prác-
tica y un aprendizaje que se debe propiciar
a lo largo de toda la vida, como parte inte-
grante de la calidad de vida y de la educa-
ción integral de la persona. El aprendizaje y
la práctica deportiva es un valor incuestio-
nable en esta sociedad intercultural del
conocimiento, que une a los ciudadanos de
la aldea global a través de este lenguaje
universal que es el deporte. Pero, al mismo
tiempo, constituye una clara referencia
sobre el nivel de educación, cultura y cali-
dad de vida y cota de bienestar de las socie-
dades y de los países más desarrollados.
(Pejenaute, 2001: 97)
La educación integral que actualmente
pretendemos debe ser una educación de
carácter ecológico, que mejore las relacio-
nes del individuo con su propio cuerpo y
con el entorno físico. En ella, la actividad
deportiva debe ser una actividad lúdica,
pero educativa, es decir, intencional, siste-
mática y rigurosa. Por ello, la exigencia de
la planificación de la formación no puede
tener únicamente una finalidad compensa-
toria, hay que planificar la educación
deportiva de las personas como actividad
continuada a lo largo de toda la vida.
UNA PROPUESTA ECOLÓGICA PARA
OPTIMIZAR EL VALOR EDUCATIVO
DEL DEPORTE
Hasta aquí, hemos venido aportando argu-
mentos que justifican el valor educativo del
deporte, y hemos apuntado algunas condi-
ciones en que la actividad física y el depor-
te deben practicarse para que realmente
proporcionen ese componente educativo
que todos deseamos. Ahora, intentamos
dar un paso más y exponer la necesidad de
que la práctica físico-deportiva sea enmar-
cada dentro del engranaje de un plantea-
miento global o ecológico para que sus
efectos resulten más significativos y apro-
piados. Pretendemos decir con esto que, a
pesar de que las individualidades tienen
gran importancia en el conjunto general,
será este marco global el que aporte mejo-
res resultados para los objetivos planteados
en la práctica deportiva.
En este gráfico, mostramos las diversas
relaciones que se establecen entre los dis-
tintos microsistemas, mesosistemas y
macrosistemas que constituyen el modelo
ecológico. Pero una cuestión importante es
que estas relaciones han de mantenerse
dinámicas para que unas influyan sobre las
otras y todas ellas aporten beneficios al
conjunto general, lo cual sólo ocurrirá si
tales relaciones son coherentes y se ajustan
al objetivo final: la educación integral.
118
Como vemos, en el centro del sistema
encontramos al deportista, la persona. No
cabe duda que es el propio sujeto quien
debe tener una idea, una filosofía adecuada
de lo que debe ser su práctica deportiva si
quiere que ésta sea educativa, para lo cual
habrá de seguir las condiciones y principios
señalados en apartados anteriores.
Muy próximos a cada deportista se en-
cuentran los que denominamos sus «otros
significativos» o agentes socializadores,
personas dotadas de una gran capacidad
para influir sobre las decisiones y formas
de actuar ante el fenómeno de la práctica
deportiva. Como señala Cruz (2004), los
agentes de socialización en el deporte en
edad escolar (padres, compañeros, con-
trincantes, equipo técnico, árbitros, directi-
vos, espectadores, deportistas profesiona-
les, ...) deben llevar a cabo una serie de
funciones para integrar a los jóvenes en el
ámbito deportivo, entre las que se consi-
deran primordiales las que tienen como
propósito fomentar el fair play y la depor-
tividad, concretadas éstas en promover el
respeto, proporcionar entrenamientos de
calidad que garanticen la consecución de
los objetivos educativos del deporte, ense-
ñar los reglamentos y velar por su cumpli-
miento, y promover la deportividad
actuando como ejemplares modelos de
autocontrol.
Aunque la edad escolar (infancia y
adolescencia) es el período de vida en que
los «otros significativos» ejercen mayor
repercusión, no debemos olvidar que el
proceso de socialización de la persona es
continuo, y que a todas las edades recibe
influencias de estos agentes, como ocurre
con las ideas transmitidas por los medios
de comunicación de masas. Mediante este
sistema, y a lo largo de toda nuestra exis-
tencia, nos vemos incitados a seguir deter-
minadas pautas, a consumir determinados
productos y a interpretar de una determi-
nada manera la práctica física y deportiva,
estableciendo modas y proponiendo esti-
los de vida.
Junto a esto, la filosofía o forma de
entender el deporte en los centros escolares
119
Sistema social general
Política educativa y deportiva
Política educativa y deportiva
Centros
escolares
Organizaciones
deportivas
Medios de
comunicación social
Leyes, normas,
reglamentos
ALUMNO
DEPORTISTAPadres
EntrenadoresProfesores
Hermanos
Seguidores Compañeros
Sistema social general
GRÁFICO III
Modelo ecológico para la optimización del valor educativo del deporte
(adaptado a partir de Gutiérrez, 1995, 2003)
y las organizaciones deportivas, será deter-
minante en el desarrollo de su práctica. De
este modo, si el objetivo prioritario de una
organización deportiva es el rendimiento y
la competición, la práctica que desarrolle
será distinta a la de otro centro que se ha
marcado como objetivo fundamental la
participación de todos, la promoción de la
salud, la diversión y el respeto a las reglas
del juego en cada manifestación deportiva.
Incluso dentro de un mismo sistema com-
petitivo, son muchas las formas posibles de
actuación de sus responsables (organiza-
dores, técnicos, árbitros, ...) en favor de un
deporte basado en el juego limpio y funda-
mentado en el componente educativo. Los
centros escolares son organizaciones socia-
les muy relevantes en las que se puede
potenciar la consolidación de una adecua-
da forma de entender y vivir el deporte.
Un elemento también destacable en el
proceso de socialización a través de la acti-
vidad física es el conjunto de relaciones
que se establecen entre los centros escola-
res y las organizaciones deportivas. En este
sentido, consideramos poco sensato que
los centros educativos y las organizaciones
deportivas mantengan la lucha por compe-
tencias que, en muchos casos, venimos
observando. Parece más lógico y prove-
choso establecer un modelo tripartito de
actuación en el que se contemple la parti-
cipación del ámbito escolar, el municipal y
el de las asociaciones deportivas, con una
filosofía compartida. De esta forma, en vez
de estar proponiendo iniciativas por sepa-
rado y a veces en direcciones contrapues-
tas, se podrían aunar esfuerzos y establecer
unas pautas comunes en cuanto a los prin-
cipios que deben caracterizar a la práctica
deportiva para que ésta resulte educativa.
No tiene mucho sentido que un alumno
reciba ciertas ideas en la clase de educa-
ción física y pocas horas más tarde experi-
mente las contrarias en el entrenamiento
deportivo.
Un marco que engloba a todas estas
unidades sociales es el marco de la política
educativa y deportiva. Aunque cada perso-
na debe disfrutar la libertad de actuar como
su conciencia le indique, en ciertos casos,
sus actuaciones vienen determinadas por la
legislación educativa y deportiva emanada
de órganos superiores, siendo muy impor-
tantes las orientaciones que éstos marquen.
Así por ejemplo, la Ley del Deporte es un
referente de capital importancia para la
puesta en marcha de la práctica físico-
deportiva en nuestra sociedad.
La Ley del Deporte establece que la Educa-
ción Física y el Deporte forman parte de la
educación integral de la persona y, por lo
tanto, como parte sustancial del sistema
educativo, debe estar regulada por Ley. Sin
embargo, sus referencias se dirigen a la
obligatoriedad de esta actividad de la ense-
ñanza en todos los niveles previos al de la
enseñanza universitaria.
No obstante, esta normativa recoge nítida-
mente la necesidad de la formación y la
práctica deportiva en el contexto de la for-
mación continuada de la persona: El depor-
te se constituye como un elemento funda-
mental del sistema educativo y su práctica
es importante en el mantenimiento de la
salud y, por tanto, es un factor corrector de
desequilibrios sociales que contribuye al
desarrollo de la igualdad entre los ciudada-
nos, crea hábitos favorecedores de la inser-
ción social y, asimismo, su práctica en
equipo fomenta la solidaridad. Todo esto
conforma el deporte como elemento deter-
minante de la calidad de vida y la utiliza-
ción activa y participativa del tiempo de
ocio en la sociedad contemporánea.
(Pejenaute, 2001: 101)
Por encima de estos planteamientos de
política organizativa y educativa se encuen-
tra la esfera que compone la ideología del
sistema social general que, como podemos
apreciar por las informaciones ofrecidas en
los diversos medios de comunicación, pue-
de presentar diferencias entre unas culturas
y otras, así como entre unas épocas y otras
dentro de una misma cultura. Bien es cier-
to, no obstante, que cada día se van
haciendo menores estas diferencias, fruto
de la construcción de la «aldea global» o
120
«sociedad red», como expone Castells
(1999).
En consonancia con esto último, Gar-
cía Ferrando, refiriéndose a la orientación
de la sociedad española en la actual época
postmoderna, señala lo siguiente:
En el campo del ocio y del deporte, el avan-
ce del proceso postmodernizador significa
fractura y diversificación, declinar de las
organizaciones deportivas jerarquizadas o
burocratizadas o, lo que es lo mismo,
repliegue del deporte federado y de los clu-
bes deportivos tradicionales, y eclosión de
formas diferentes, con un fuerte compo-
nente individualizador de ejercitarse corpo-
ralmente y de hacer deporte. Ello no signi-
fica que el deporte de competición, sobre
todo en su versión más elevada de desem-
peño, el deporte profesional y de alta com-
petición, haya perdido relevancia. Más bien
al contrario, ha cobrado un protagonismo
mediático como nunca lo ha tenido, de tal
manera que su presencia en los ámbitos del
entrenamiento y de la publicidad así como
el volumen económico que moviliza, se ha
ido incrementando según ha ido avanzan-
do la década.
(García Ferrando, 2001: 96)
Así pues, sólo con la unidad de criterio
entre las fuerzas que emanan de todas y
cada una de las unidades personales y
sociales que integran este modelo ecológi-
co será posible diseñar y experimentar una
práctica deportiva educativa, una práctica
que abarque a todos y durante toda la vida.
Esto puede parecer una utopía, como ya
han considerado algunos, pero nadie pue-
de negar que si cada uno de nosotros
adopta una postura en sintonía con el plan-
teamiento global propuesto, la práctica
deportiva podrá terminar siendo verdade-
ramente educativa.
CONCLUSIONES
Aunque en los anteriores apartados se han
venido destacando las ideas más importan-
tes sobre cada uno de los temas abordados,
como conclusión podemos señalar lo
siguiente:
• En primer lugar, cabe resaltar la exis-
tencia de un convencimiento gene-
ral sobre el gran valor de la práctica
deportiva como generadora de
numerosos beneficios tanto físicos
como psicológicos y sociales.
• Paralelamente a este valor atribuido
al deporte, hay que poner el acento
en que la práctica deportiva ha de
llevarse a cabo en unas determina-
das condiciones para que realmente
favorezca la educación integral del
ser humano.
• Para que la práctica deportiva ejerza
los efectos positivos señalados, ésta
ha de ser continuada, no es suficien-
te una práctica ocasional y esporádi-
ca para obtener sus beneficios.
• Existe una evidente contradicción
entre los numerosos beneficios atri-
buidos por todos a la práctica depor-
tiva y la escasa cantidad de gente
que se mantiene físicamente activa.
• Parece sobradamente demostrado
que para instaurar estilos de vida
activos, saludables y capaces de
mantenerse en la vida adulta, éstos
han de adquirirse en las edades
jóvenes, fundamentalmente en el
contexto de la educación física y el
deporte escolar. A pesar de todo, al
menos en contextos ingleses y ame-
ricanos, se reconoce el error de
haber menospreciado el valor de
estos ambientes y se recomienda
una nueva reconducción de la acti-
vidad física en la escuela para recu-
perar todos sus efectos.
• Consideramos importante señalar
una evidente contradicción en nues-
tra sociedad, porque no se com-
prende que cada vez son más los
investigadores que abogan por la
importancia de la educación física, e
incluso así se reconoce también en
la propia Ley del Deporte, y sin
121
embargo cada día es menor el espa-
cio que se le concede en el currícu-
lo escolar.
• De numerosas investigaciones se
deduce que para que el deporte favo-
rezca la educación integral de la per-
sona, es decir, para que permita a sus
practicantes desarrollar su personali-
dad y promover los valores y virtudes
más deseables, ha de practicarse en
un clima apropiado en el que resulta
especialmente importante la orienta-
ción de valores de técnicos, entrena-
dores, profesores y demás agentes
socializadores («otros significativos»).
• Además de la actividad física esco-
lar, enmarcada en la educación for-
mal, deben existir otros contextos en
los que también pueda practicarse el
deporte, aquellos que la sociedad, a
través de sus gobernantes, debe pro-
mocionar y facilitar para que nadie
deje de beneficiarse de los efectos
positivos de dicha práctica a lo largo
de toda la vida. Para ello, será nece-
sario establecer programas físicos
diversos, como los que cada vez más
se vienen ofreciendo dentro de la
estructura del «deporte para todos».
• Para que la práctica física y deporti-
va aporte unos beneficios más signi-
ficativos y generalizados, se propo-
ne un modelo de actuación global o
modelo ecológico, en el que entran
en juego numerosos agentes y uni-
dades sociales, y de cuyas relacio-
nes, si son positivas, puede surgir un
nuevo planteamiento, una nueva
filosofía, capaz de contrarrestar los
afectos, a veces no tan deseables,
del deporte competitivo, sobre todo
en su manifestación de deporte
espectáculo.
• Por último, como hemos señalado al
principio de este artículo, nos cabe la
esperanza de que este Año Europeo
de la Educación a través del Depor-
te sirva para despertar múltiples
sensibilidades y crear una concien-
cia más amplia en torno a lo educa-
tivo y formativo que puede resultar
para todos el deporte conveniente-
mente practicado.
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El valor del deporte

  • 1. INTRODUCCIÓN El ser humano es una entidad global for- mada por tres dimensiones, biológica, psi- cológica y social, que dan lugar a manifes- taciones biosociales, psicobiológicas y psi- cosociales del desarrollo. Como soporte y puente entre la persona y el ambiente en el que ésta se desenvuelve, y también como conexión entre muchas de las operaciones humanas entre sí, se encuentra la motrici- dad (actividad física, deporte), la cual repercute en tres grandes áreas: biomotriz, psicomotriz y sociomotriz. Por tanto, la práctica deportiva puede hacerse partícipe de la formación integral del ser humano, 105 (*) Universidad de Valencia. EL VALOR DEL DEPORTE EN LA EDUCACIÓN INTEGRAL DEL SER HUMANO MELCHOR GUTIÉRREZ SANMARTÍN (*) RESUMEN. Aunque cada día son más numerosos los investigadores y expertos que abogan por la práctica deportiva como capaz de aportar al ser humano importantes beneficios físicos, psicológicos y sociales, su capacidad para la educación integral de la persona, también se oyen voces que resaltan el mal funcionamiento que el depor- te viene arrastrando en los últimos tiempos. Por otro lado, a pesar de atribuírsele al deporte tantos beneficios, son pocas las personas que mantienen un estilo de vida activo y perdurable a lo largo de la vida adulta. Por todo ello, en este artículo pre- sentamos algunas propuestas encaminadas a desarrollar la práctica físico-deportiva en su vertiente positiva, a la vez que reclamamos una mayor atención para la edu- cación física y el deporte escolar en los planes educativos y formativos, puesto que, tal como se viene demostrando, son espacios especialmente apropiados para instau- rar en niños y jóvenes los estilos de vida activos y saludables. ABSTRACT. Even though there are more and more researchers and experts everyday who consider sport practice can provide human being with important physical, psychological and social benefits, its capacity for the education of whole person, the- re are also voices which underline the poor functioning of sport during the last few years. On the other hand, in spite of attributing so many benefits to sport, few peo- ple follow an active life style throughout their adult life. That is why, in this article, we present some proposals in order to develop physical-sport activity in its positive side, at he same time we claim that more attention be given to physical education and school sport in the educational and formative plans as they are ideal contexts to instil active and healthy life styles in children and young people. Revista de Educación, núm. 335 (2004), pp. 105-126. Fecha de entrada: 29-03-2004 Fecha de aceptación: 28-06-2004
  • 2. puesto que guarda relación con todos estos elementos, no limitándose únicamente a las repercusiones físicas, sino teniendo también una gran capacidad de influencia sobre las funciones psicológicas (emocio- nales) y sociales (relacionales). Pero cabe hacer una observación. Has- ta tiempos muy recientes, cuando se habla- ba del desarrollo de la persona se hacía casi exclusivamente refiriéndose a las pri- meras edades, hasta llegar a la adolescen- cia. Sin embargo, actualmente la considera- ción de la persona desde la perspectiva del ciclo vital (life span), hace que contemple- mos el desarrollo del ser humano durante toda su existencia. Este nuevo enfoque, además de suponer una valiosa perspectiva filosófica y social, aporta un nuevo modelo de educación, una educación permanente, una educación que se extiende a lo largo de toda la vida de la persona. Decir que el deporte contiene en sí mis- mo un importante cúmulo de valores, tanto sociales como personales, y que revierten en beneficio de sus practicantes, no parece que sea una aportación novedosa, puesto que ya los clásicos pregonaron el valor del deporte como formador del carácter. Arnold (1991) nos recuerda la creencia tra- dicional de que a través de la participación en juegos y deportes surgen cualidades tan admirables como lealtad, cooperación, valor, resolución, fuerza de voluntad, dominio de sí mismo, resistencia, perseve- rancia o determinación. Sin embargo, aunque el deporte viene formando parte de la educación y la cultu- ra de la humanidad desde los tiempos más remotos, a lo largo de la historia ha pasado por diferentes vicisitudes, disfrutado de unas épocas de florecimiento y auge, en las cuales se ha dado tanta importancia a la for- mación del cuerpo como a la del espíritu, y sufriendo otras en las que el ostracismo y el olvido han relegado lo físico a un segundo plano. Afortunadamente, en las últimas décadas el deporte ha dejado de constituir un mero espectáculo de divertimento para ser considerado, nuevamente, como una excelente herramienta para la educación integral de las personas. Así, viene resaltán- dose su valor formativo desde los primeros 106 GRÁFICO I La motricidad y las diferentes dimensiones del desarrollo en su aportación a la educación integral del ser humano (adaptado a partir de Gutiérrez, 2003) MOTRI- CIDAD DIMENSIÓN BIOLÓGICA DIMENSIÓN SOCIAL DIMENSIÓN PSICOLÓGICA ÁREA BIOMOTRIZ ÁREA PSICOMOTRIZ ÁREA SOCIOMOTRIZ MANIFESTACIÓN BIOSOCIAL MANIFESTACIÓN PSICOSOCIAL MANIFESTACIÓN PSICOBIOLÓGICA A través de: conocimientos, procedimientos, actitudes y valores DESARROLLO A LO LARGO DEL CICLO VITAL (LIFE SPAN)
  • 3. días de nacimiento del individuo, favore- ciendo su desarrollo motor y psicomotor; pasando por el proceso de socialización del período dedicado al deporte y activi- dad física en el medio escolar; siguiendo con la práctica física y deportiva a lo largo de la juventud y madurez, unas veces como medio de relajación del estrés coti- diano, otras como complemento de ocio; hasta ser considerado útil, finalmente, como medio de estimulación del ánimo de vida y de activación psicosocial en la vejez, sin olvidar otros muchos beneficios para la salud física y mental, aspectos destacados por autores como Biddle (1993a, b), Berger (1996), Berger y McInman (1993), Blázquez (1995), Cruz (2003, 2004), Gutiérrez (1995, 2003), Pejenaute (2001) y Sánchez (1996, 2001), entre otros. Pero a la vez que el deporte ha pasado a ocupar un primer plano en nuestros días, con la alta consideración educativa y for- mativa antes mencionada, también ha dado lugar a dos vertientes cada vez más distan- ciadas en el terreno de sus manifestacio- nes: por un lado, el deporte espectáculo con la persecución constante de la exce- lencia y el triunfo y, por otro lado, la prác- tica física y deportiva como medios de edu- cación integral, contacto con la naturaleza, promoción de la salud, alivio del estrés, búsqueda de nuevas sensaciones y aventu- ras, disfrute y relación social, aspectos lúdi- cos y formativos más próximos al deporte para todos, según manifiestan Oja y Tela- ma (1991). Aunque aparentemente estas dos ver- tientes se encuentran claramente diferen- ciadas, la realidad es que viene producién- dose una constante invasión de los mode- los profesionalizados del deporte adulto, del deporte espectáculo, sobre esos otros modelos más educativos del deporte, esos modelos más encaminados a convertir el deporte en un estilo de vida activo, saluda- ble y perdurable en el tiempo (Gutiérrez, 2000). Esto ocurre, según Knop (1993), porque el deporte destinado a niños y jóvenes se ha visto sometido a una fuerte presión que busca el triunfo por encima de todo, donde ganar es lo único que importa, siendo acompañado por un incremento de la violencia y el engaño. Por eso, después de numerosos análi- sis e investigaciones, psicólogos, sociólo- gos y educadores parecen estar cada vez más de acuerdo en que el deporte será bueno o malo según cómo se desarrolle su práctica. Nos decía Huxley (1969) que, bien utilizado, el deporte puede enseñar resistencia y estimular un sentimiento de juego limpio y respeto por las normas, un esfuerzo coordinado y la subordinación de los intereses personales a los de grupo; sin embargo, mal utilizado, puede promover la vanidad personal, el deseo codicioso de victoria y odio entre rivales, y un espíritu corporativo de intolerancia y desdén por los demás (Arnold, 1991). Así pues, frente a la defensa del valor del deporte como importante herramienta para la educación integral del ser humano, también se levantan voces críticas que resaltan su lado oscuro, el que hace que sus practicantes se vean arrastrados por los modelos del deporte espectáculo y copien lo peor de sus manifestaciones: agresivi- dad, violencia, afán desmesurado de triun- fo y otras cualidades socialmente no dese- ables. Ante esta división de opiniones, a lo largo de este artículo presentaremos las cualidades positivas del deporte, a la vez que pondremos de relieve las condiciones en que debe desarrollarse su práctica para que tales efectos positivos puedan alcan- zarse. De acuerdo con lo anteriormente expuesto, debemos aprovechar la celebra- ción del «Año Europeo de la Educación a través del Deporte» para que ésta se con- vierta en algo más que un simple aconte- cimiento festivo con final en el comienzo del nuevo año. Consideramos que debe servir, entre otras funciones importantes, para reconocerle al deporte su capacidad de múltiples aportaciones a la educación 107
  • 4. integral del ser humano, para resaltar los valores más positivos derivados de su prác- tica y proponer la eliminación de los aspec- tos negativos que últimamente se le vienen asociando, dándole un nuevo enfoque en favor de recuperar la verdadera esencia del juego. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR DEPORTE? Con frecuencia encontramos utilizados como sinónimos los términos actividad físi- ca, ejercicio físico y deporte, aunque tienen significados diferentes, acabando por emplear el término actividad física como aglutinador de todos ellos. Blasco (1994), matizando estos términos, considera activi- dad física «cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueletales que conlleva un gasto de energía». De acuerdo con esta definición, actividad físi- ca lo es prácticamente todo, desde subir las escaleras y pasear, hasta tocar el piano o cocinar. Se denomina ejercicio físico a la actividad física planeada, estructurada y repetitiva con el objetivo de adquirir, man- tener o mejorar la forma física. Por último, se entiende como deporte la actividad físi- ca de naturaleza competitiva y gobernada por reglas institucionalizadas. Pero la cuestión no queda aún resuelta, puesto que también cuando hablamos de deporte se hace necesario especificar a qué tipo de deporte nos estamos refiriendo. En este sentido, Blázquez (1995) considera «deporte recreativo» aquel que es practicado por placer y diversión, sin ninguna inten- ción de competir o superar a un adversario, únicamente por disfrute o goce; entiende por «deporte competitivo» el practicado con la intención de vencer a un adversario o de superarse a sí mismo; y el «deporte educati- vo» sería aquel cuya pretensión fundamen- tal es colaborar al desarrollo armónico y de potenciar los valores del individuo. Como afirma Sánchez (1995), deporte puede ser «toda actividad física que el individuo que la practica asuma como un esparcimiento y que suponga para él un cierto compromiso de superación, de reto, de cumplimiento o superación de metas, compromiso que en un principio no es necesario que se establezca más que con uno mismo». La forma de interpretar estos términos no es universal. Así, Shephard (1994) manifiesta que las concepciones europea y americana del deporte difieren de una forma sustancial, ya que la concepción americana define el deporte como «activi- dad física vigorosa que es comprendida en una búsqueda de placeres tales como la interacción social, animación, competi- ción, peligro y estimulación vertiginosa», mientras que la concepción europea del deporte (Oja, 1991), comprende «todas las actividades físicas recreativas, no sólo los juegos competitivos, sino también las acti- vidades individuales relacionadas con la salud y la condición aeróbica». Dice Sán- chez (2001) que tal noción coincide más con la definición que sobre este concepto propone la Carta Europea del Deporte, que está fundamentalmente vinculada a la idea de deporte para todos, y que es la siguien- te: «toda forma de actividad física que, a tra- vés de una participación, organizada o no, tiene por objetivo la expresión o la mejora de la condición física y psíquica, el des- arrollo de las relaciones sociales y la obten- ción de resultados en competición de todos los niveles». En la literatura especializada encontra- mos que los autores americanos suelen uti- lizar con mayor frecuencia el término ejer- cicio físico (Weinberg y Gould, 1996), mientras que en nuestro contexto acostum- bramos a emplear el de actividad física o actividad físico-deportiva para englobar también al deporte. La manifestación humana alrededor de la cual se conceptualiza lo que denominamos como educación física por un lado y depor- te por otro es única, y ésta es su actividad física, manifestación a la que según las 108
  • 5. épocas o tendencias se ha denominado en su acepción general con los términos de ejercicio físico, movimiento corporal o acti- vidad motriz. (Sánchez, 1995: 77) Atendiendo a todo esto, en los siguien- tes apartados no abordaremos tanto el deporte entendido como competición y búsqueda de triunfos, sino el deporte y la actividad física (o la práctica físico-deporti- va) en su vertiente de herramienta y com- plemento para la educación integral de la persona, sin pretender con ello ignorar el valor que la competición, conveniente- mente planteada, pueda significar para el desarrollo personal y social. EFECTOS POSITIVOS DE LA PRÁCTICA FÍSICO-DEPORTIVA Hace ya más de una década que Oja y Tela- ma (1991), recogiendo las conclusiones de los trabajos presentados en el Congreso Mundial de Deporte para Todos, celebrado en Finlandia en 1990, hacen especial hin- capié en el valor del deporte para la forma- ción integral de la persona, es decir, para todas y cada una de sus áreas del desarro- llo, tanto para las físicas (forma física, salud y prevención de la enfermedad) como para las psicológicas (autoestima, personalidad, calidad de vida) y las sociales (relación con los demás, rendimiento en el empleo, evi- tación de la soledad), además de poder influir sobre el desarrollo moral y la pro- moción de diversos valores sociales y per- sonales. Actualmente, al deporte se le reconoce su capacidad como elemento integrador de colectivos inmigrantes (Heinemann, 2002; Medina, 2002), medio para enseñar respon- sabilidad a jóvenes en riesgo (Hellison, 1995), herramienta para la prevención y tra- tamiento de las drogodependencias (Martí- nez, 1999), mecanismo favorecedor de la reinserción en las instituciones penitencia- rias (Negro, 1995), útil en la recuperación social de los barrios marginales (Balibrea, Santos y Lerma, 2002), favorecedor de la socialización de personas mayores, y acti- vador de diversas funciones en las perso- nas con discapacidad (Goldberg, 1995). El deporte es un fenómeno social cada vez más incorporado al ámbito de lo coti- diano en la sociedad contemporánea, que afecta en gran medida al concepto de cali- dad de vida, se incorpora dentro del gran espectro del ocio como elemento cataliza- dor de la salud física y psicológica del indi- viduo y, cada vez más, se utiliza como pro- ducto, objeto de intercambio social y eje económico en muchos casos. El deporte permite, por medio de una actividad física más o menos sistemática, recuperar las posibilidades funcionales ori- ginales y jugar un papel profiláctico y tera- péutico para prevenir y eliminar estados de fatiga o de agotamiento psíquico debido a tensiones repetidas (Cecchini, 1998). Las demandas sociales obligan a las personas a que se integren en un contexto que exige dedicación y rendimiento. Como conse- cuencia de ello, el tiempo libre se ha con- vertido en una vía de realización que ayu- da al individuo a desarrollarse social y per- sonalmente. La actividad física nos es inmensamente útil para combatir las enfer- medades de moda con alto nivel de morta- lidad, como son las cardiovasculares, en cuya etiología se encuentra el sedentaris- mo y el desequilibrio, tensión física-inac- ción física como factores de alta responsa- bilidad (García Ferrando, 2001). Como señala Brandon (1999), la activi- dad física y el deporte son terapias no far- macológicas efectivas para reducir el estrés, los trastornos del sueño, depresión, ansiedad y otros deterioros que surgen a lo largo del proceso de envejecimiento. Tam- bién Biddle (1993b) expone que actual- mente se reconoce que ciertas formas de actividad física pueden estar relacionadas con el bienestar psicológico y reducir el riesgo de algunos problemas de salud, tan- to físicos como mentales y que la literatura 109
  • 6. especializada que contempla la investiga- ción sobre los posibles beneficios de salud mental para las personas mayores que practican regularmente ejercicio físico es cada vez más abundante. Así, por ejemplo, existe un importante consenso en las afir- maciones hechas por el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos (Mor- gan y Goldston, 1987) en cuanto a que el ejercicio: • se encuentra asociado con la reduc- ción de estados de ansiedad, • a largo plazo, está asociado con reducciones de rasgos como el neu- roticismo, • puede ser un buen aliado para el tra- tamiento profesional de la depre- sión, • favorece la reducción de varios índi- ces de estrés, y • tiene efectos emocionales beneficio- sos a lo largo de todas las edades y para todos los géneros. Stephens (1988), en un análisis de amplias investigaciones con población nor- teamericana, concluyó que el nivel de acti- vidad física estaba positivamente relaciona- do con el humor, bienestar general y bajos niveles de depresión y ansiedad, principal- mente para las mujeres de edad avanzada. Como un aspecto importante de la salud mental, investigadores y educadores vienen prestando cada vez mayor atención a la autoestima (Biddle, 1993b). En este sen- tido, Gruber (1986), en una revisión sobre la actividad física y el desarrollo de la autoes- tima en niños, encontró evidencias de una repercusión positiva del ejercicio sobre esta variable, siendo mayores sus efectos en personas con discapacidad y para activida- des de fitness más que para las creativas, aunque todas las actividades físicas mostra- ron tener una positiva influencia sobre la autoestima de los sujetos analizados. Castillo (1995), resumiendo la informa- ción procedente de diferentes publicacio- nes informa que la investigación desarro- llada sobre las posibles repercusiones de la práctica físico-deportiva ha ofrecido los siguientes resultados: – la actividad física está relacionada positivamente con la salud, de tal manera que varios tipos de actividad física son efectivos para mejorar los aspectos mentales, sociales y físicos de las personas; – la actividad física parece estar rela- cionada con otras conductas de salud tales como los hábitos de fumar, la alimentación y la higiene, por lo que aumentando la práctica de actividad física, se podría influir en otros hábitos relacionados con la salud; – los años escolares representan un período crítico en el desarrollo de hábitos de práctica de actividad físi- ca y deportiva. En este mismo sentido se expresan Berger y McInman (1993), considerando que el deporte, el ejercicio, la recreación y la danza ofrecen maravillosos medios para instaurar estilos de vida que sean perdura- bles, enriquecedores, estimulantes y salu- dables. En una revisión de la literatura científica, concluyeron que el ejercicio contribuye potencialmente a la calidad de vida en varios sentidos. El ejercicio incre- menta el bienestar psicológico a lo largo de la vida, aumenta el autoconcepto y provee de oportunidades para experimentar momentos álgidos. Desafortunadamente, tales beneficios son experimentados por un pequeño porcentaje de gente, aquellos que ejercitan frecuentemente. También Balaguer y García Merita (1994) destacaron que la actividad física posee efectos beneficiosos para la salud. En un trabajo desarrollado con muestras españolas, encontraron una relación positi- va entre la realización de actividad física de forma regular y la mejora del autoconcep- to-autoestima, los estados de ánimo, la mejora de la depresión y la mejora de la 110
  • 7. ansiedad. Además, la actividad física pare- ce estar positiva o negativamente relacio- nada con otras conductas tales como fumar, dieta e higiene. La actividad física también parece ser capaz de ejercer efectos positivos sobre otras áreas del desarrollo humano. Field, Diego y Sanders (2001) concluyen que los estudiantes con mayor nivel de ejercicio presentan mejores relaciones con sus padres (en cuanto a intimidad, calidad en las relaciones, frecuencia de manifestacio- nes afectivas y apoyo familiar), menor depresión, emplean mayor cantidad de tiempo en actividades deportivas, menor uso de drogas y tienen mejor rendimiento académico que los estudiantes con menor nivel de ejercicio. Como puede apreciarse, son cada vez más numerosos los autores que coinciden en señalar la práctica física regular como un elemento generador de multitud de benefi- cios psicológicos y sociales. La evidencia acumulada sugiere que para la población general, la actividad física estructurada y planificada está asociada con beneficios psicológicos en cuatro grandes áreas: mejor estado de ánimo, reducción del estrés, autoconcepto más positivo y más elevada calidad de vida. Naturalmente, estos beneficios son aún más destacados en poblaciones especiales tales como las personas clínicamente depresivas o ansio- sas, quienes padecen enfermedades coro- narias, los mayores de edad y quienes padecen ciertas enfermedades específicas. Además, el ejercicio, especialmente si es habitual, también está asociado con una gran cantidad de beneficios físicos. Debido a ello, tanto los investigadores como los profesionales de la actividad física y la salud están buscando las formas de aumen- tar el número de personas que persiga y mantenga los estilos de vida activos. Sin embargo, como señalaba reciente- mente Daley (2002), a pesar de la evidencia que apoya la relación entre el ejercicio y el bienestar, la mayoría de la gente permanece sedentaria. En el pasado, parecía que los jóvenes tenían asumida su condición de personas físicamente activas, pero el con- texto social y los cambios tecnológicos producidos alrededor de las últimas déca- das han afectado de manera significativa en los niveles de actividad física de los niños, prefiriendo éstos actividades sedentarias (televisión, ordenador, videojuegos) y via- jar en coche más que en bicicleta. Estos cambios también parecen haber modifica- do los estilos de vida de los jóvenes y los patrones de actividad física general, hasta el punto de llegar a constituir serios pro- blemas de salud en ambientes industriali- zados (Daley, 2002; Sallis y Patrick, 1994). Otra intervención que apoya este mis- mo punto de vista es la de Singer (1996), señalando que la documentación cada vez más precisa sobre los efectos favorables de la salud, longevidad y beneficios psicológi- cos asociados a la participación en prácti- cas regulares de ejercicio, ha venido cre- ciendo de forma progresiva, y que por ello, pocos pueden decir actualmente que no conocen las ventajas de la práctica física, debido a la gran cantidad de testimonios sobre su evidencia científica. Entonces, se pregunta, ¿por qué la mayoría de las perso- nas intentan evitar el esfuerzo y la actividad física vigorosa en cualquiera de sus formas? Abundando en esta idea decía Berger (1996) que algo debe de estar equivocado, porque no se entiende que el ejercicio esté asociado a tantas bondades y sin embargo haya tan pocas personas que lo practiquen con suficiente intensidad y frecuencia como para beneficiarse de tales ventajas. Por eso, dice Rainer Martens (1996) que tal vez el objetivo más importante de los profesionales de la actividad física sea convertir a los niños en practicantes activos para toda la vida. Según este autor, todos queremos que nuestros niños y jóvenes tengan un amplio conocimiento acerca de las actividades físicas, adquieran la habili- dad necesaria para implicarse en una amplia variedad de actividades y sepan 111
  • 8. apreciar los beneficios de una vida activa. De este modo, el reto de todos los intere- sados en mejorar la salud pública es cono- cer cómo impedir la tendencia hacia la inactividad física en los escolares, cómo influir en los niños para que desarrollen hábitos de ejercicio físico y lo trasladen a la vida adulta. De aquí que un objetivo prin- cipal de nuestra tarea debería consistir en conocer por qué la mayoría de los adultos son inactivos, y esto sólo es posible si par- timos de un análisis sobre cómo iniciamos a los niños en la actividad física y el depor- te (Gutiérrez, 2000). DEPORTE, ACTIVIDAD FÍSICA Y ESTILOS DE VIDA ACTIVOS Y SALUDABLES Supongo que estaremos de acuerdo en que el estilo de vida que predomina en nuestra sociedad es un estilo sedentario caracteri- zado por altos índices de estrés. Este estilo de vida, relacionado con carencia de activi- dad física, ha ocasionado diversos proble- mas psicológicos tales como ansiedad, depresión y estados de ánimo poco saluda- bles. Para contrarrestar este efecto, nume- rosos gobiernos se han hecho eco de esta problemática, incorporando la actividad física y el deporte en sus programas de pro- moción de la salud. En estos países se están llevando a cabo acciones para cambiar la actitud y la conducta de sus ciudadanos respecto a la práctica deportiva, de tal manera que la educación físico-deportiva es considerada como un área importante en el desarrollo personal y en la mejora de la calidad de vida, valorándose como medio apropiado para conseguir dos demandas básicas de nuestra sociedad: la mejora funcional de la imagen corporal y la salud, y el uso constructivo del tiempo de ocio mediante actividades físicas, recreati- vas y deportivas. En diferentes foros se viene señalando que la edad escolar representa un período crítico en el desarrollo de los hábitos de práctica física como hábitos que trasladará a la vida adulta. Según diversas estadísticas, la mayoría de los niños de 10 años partici- pan en varios tipos de actividad física, pero esta tasa decrece significativamente a lo lar- go de la década, de manera que a los 17 años, un 80% de los jóvenes han abandona- do el contexto del deporte. Y esto constitu- ye un serio problema porque la participa- ción en este tipo de actividades normal- mente no es reemplazada por ningún otro tipo de ejercicio físico, hecho que no es sólo significativo respecto a la salud y bienestar de los niños y adolescentes, sino también en relación con la probable importancia de la actividad física como una parte del estilo de vida saludable del adulto. Hace ya dos décadas que Iverson y cols. (1985) afirmaban que la escuela representa un escenario ideal para influir en la práctica de la actividad física en niños y jóvenes y que unos buenos programas de actividad física en los colegios podrían aportar el conocimiento y las destrezas necesarias para los hábitos de práctica físi- ca a lo largo de la vida. El desarrollo temprano de prácticas saludables parece ser primordial tanto para la salud infantil como para la calidad de vida de los adultos. Numerosos investiga- dores han indicado que los patrones de conducta de actividad física se establecen tempranamente en la vida de los jóvenes. Es del todo importante que los jóvenes se impliquen en programas de práctica física porque la vida sedentaria muy pronto fijará en ellos los esquemas para adoptar una vida también inactiva en su etapa adulta, argumento poderoso por el que deben promocionarse tanto el deporte como la educación física en las escuelas (Corbin, Dale y Pangrazy, 1999). Decía Greendorfer (1992) que los patrones de ejercicio grabados en la ado- lescencia permanecen, sin lugar a dudas, como el mejor «predictor» de los niveles de actividad adulta. Kelder y cols. (1994) indi- caron que los hábitos adquiridos en edades 112
  • 9. jóvenes reflejan el tipo de conductas en la vida adulta, que los patrones de conducta consolidados durante la infancia son, a menudo, mantenidos a lo largo de toda la vida. Por consiguiente, parece lógico que las escuelas deban centrarse en la promo- ción de la participación de los jóvenes en las prácticas de actividad física y deportiva para la consolidación de estilos de vida activos y perdurables. Sallis y Patrick (1994) sugieren que la actividad física regular durante la infancia puede incrementar la posibilidad de que los jóvenes se conviertan en adultos acti- vos, y no cabe duda que la actividad física tiene un positivo efecto sobre la salud, como han demostrado diversos investiga- dores (Kelder y cols., 1994; Pate y cols., 1999). Locke (1996) afirma que cualquier estrategia encaminada a promocionar una vida saludable en los adultos a través de la actividad física, no logrará ni siquiera un modesto éxito si no se afronta de lleno lo que ocurre con los niños y adolescentes en la educación física escolar. Lo que pasa muy a menudo en las clases de educación física, es que sin directrices para la prepa- ración de la sensibilidad adulta, los niños se enseñan unos a otros a odiar el deporte y el ejercicio, a devaluarse a sí mismos y a crear estilos de vida sedentarios como for- mas de escape por encima de la humilla- ción y el miedo. Fox (1996) ha comentado que las escuelas proporcionan una de las pocas oportunidades de abarcar a todos los indi- viduos para proponerles los programas físi- cos, y la última oportunidad de captar a toda la audiencia sin coste adicional. Ade- más, la escuela ofrece tres oportunidades principales para que la gente joven sea físi- camente activa: a) los juegos durante el recreo, b) las clases de educación física, y c) las actividades físico-deportivas extracu- rriculares. Una vez que los jóvenes dejan el contexto escolar estas oportunidades se reducen y las ocupaciones laborales no proporcionan tantas posibilidades de man- tenerse físicamente activos. Por lo tanto, parece claro que los profesionales de la actividad física y el deporte necesitan tra- bajar en favor de la normalización del ejer- cicio físico y las actividades durante las cla- ses de educación física y actividades extra- curriculares, puesto que la actividad física podrá formar parte de los estilos de vida de estos jóvenes cuando sean adultos. Decía Martens (1996) que hemos aprendido mucho acerca de la fisiología y la psicología de la actividad física en lo que respecta a los niños y jóvenes; hemos reco- nocido especialmente los beneficios salu- dables de la actividad física y las habilida- des psicológicas y sociales que pueden aprenderse cuando se está implicado en la práctica deportiva y actividades físicas recreativas; y también hemos aprendido una considerable cantidad de cosas acerca de los principios del comportamiento humano en general y más específicamente de lo que se refiere a la participación de los jóvenes en actividad física, pero nuestra más seria necesidad es aplicar lo que aho- ra sabemos. Como vemos, existe el convencimiento general de que si los niños y adolescentes adquieren estilos de vida activos y saluda- bles, los hábitos instaurados en las prime- ras edades influirán significativamente mar- cando la continuidad de este estilo en la edad adulta, y también que si los estilos de vida activos acompañan a los estilos de vida saludables, podremos potenciar éstos a través de la actividad física y el deporte (Gutiérrez, 2000). Todas estas argumentaciones llevaron a la Academia Americana de Kinesiología y Educación Física a que la reunión anual de dicha asociación, celebrada en Vail (Colo- rado) en octubre de 1995, tratara el tema monográfico de «La Calidad de Vida a tra- vés del Movimiento, la Salud y la Forma Física». En esta reunión se resaltó que hace más de treinta años, la mayoría de los miembros de la Academia se distanciaron 113
  • 10. considerablemente del mundo de la escue- la, los profesores, los currículos y los pro- blemas de preparación y desarrollo en edu- cación física. Hoy, esto parece un error y se sugiere la vuelta a la consideración del contexto escolar y las clases de educación física como medio más apropiado para proponer a los niños y jóvenes la adopción de un estilo de vida activo que perdure en su comportamiento a lo largo del tiempo. No obstante, cuando Martens (1996) aludía al poder de las experiencias tempra- nas de actividad física, simultáneamente alertaba de ciertos peligros, debido a que el deporte juvenil, para algunos al menos, puede ser fuertemente «deseducativo», puesto que los niños no sólo pueden aprender lecciones distorsionadas acerca del deporte y el ejercicio, sino que también pueden adquirir imágenes de ellos mismos como incapaces e indignos. Esta es una idea que también ha señala- do recientemente Daley (2002), indicando que muchos niños ven el deporte y las acti- vidades físicas extraescolares como única- mente para aquellos que son capaces, talen- tosos y buenos deportistas y por tanto las rechazan. Tal vez esta imagen se haya de- sarrollado porque la actividad física en las escuelas se ha basado tradicionalmente en la participación en deportes competitivos, algo que aún se mantiene hoy, como puede verse en relación con el deporte en Inglate- rra. Por eso, Roberts y Brodie (1994) señala- ban que el deporte es la actividad de una gran minoría entre una gran mayoría de gente inactiva. Este énfasis en el deporte competitivo puede estar negando a muchas personas la oportunidad de participar en actividades cotidianas de las cuales obtener una satisfacción y la inclinación a continuar activos a lo largo de su vida. Si bien es ver- dad que estos autores se refieren a contex- tos ingleses y americanos, no es menos cier- to que tales afirmaciones podríamos aplicar- las a muchos de nuestros propios contextos. No debemos olvidar que el significado personal del deporte es muy complejo, de tal manera que una persona puede hacer ejercicio por sentirse mejor, otra puede buscar la excitación y el alto riesgo en el deporte; unos pueden hacer ejercicio para perder peso o mejorar su apariencia y otros para conseguir vivir sanos durante 100 años. Cada persona que mantiene un estilo de vida activo tiene sus propias motivacio- nes y el ejercicio adquiere un significado personal para cada participante, razón por la cual la oferta que se haga de las activida- des físicas deberá tener en consideración esta gran diversidad de intenciones. Entonces, de acuerdo con todo lo expuesto hasta el momento, ¿cómo debería plantearse la práctica deportiva para que realmente contribuya a la educación inte- gral de «todas» las personas? En los siguien- tes apartados procuraremos sugerir algu- nas respuestas a tan importante pregunta. DEPORTE, EDUCACIÓN EN VALORES Y DESARROLLO MORAL Psicólogos, pedagogos, sociólogos y edu- cadores físicos vienen destacando el valor educativo del deporte para el desarrollo psicosocial del individuo y como medio de integración social y cultural. Quienes defienden este planteamiento, consideran el deporte como una herramienta apropia- da para enseñar a todos, pero sobre todo a los más jóvenes, virtudes y cualidades posi- tivas como justicia, lealtad, afán de supera- ción, convivencia, respeto, compañerismo, trabajo en equipo, disciplina, responsabili- dad, conformidad y otras (Cruz, 2004; Gutiérrez, 1994, 1995, 2003; Kleiber y Roberts, 1981; Sage, 1998). Pero a su vez, no podemos ignorar que cada día son más frecuentes las prácticas deportivas que se olvidan de esos valores y resaltan la vani- dad personal, intolerancia, alineaciones ile- gales, empleo de drogas para mejorar el rendimiento, conductas agresivas y abun- dancia de trampas (Shields y Bredemeier, 1995). También señalan algunos autores el 114
  • 11. excesivo empeño puesto en el triunfo, y que la competición reduce los comporta- mientos prosociales y promueve conductas antisociales (Bay-Hinitz y cols. 1994; Beller y Stoll, 1995; Priest y cols. 1999; Stephens y Bredemeier, 1996). En este mismo sentido se expresaba Hardman (1998) al indicar que en los últi- mos años se ha producido una clara comercialización del deporte, por lo que algunas escuelas del Reino Unido, ejemplo tradicional del fair play, han juzgado nece- sario introducir un código deportivo de conducta para combatir el declive de la deportividad en las competiciones escola- res, considerado una consecuencia del deporte de alto nivel. Pero seamos optimistas y aboguemos por el lado bueno, el que permite obtener cualidades positivas a través de la práctica deportiva, sin olvidar, no obstante, que tan- to los propios practicantes como los siste- mas organizativos y educativos, a diferen- tes niveles, deberán mantenerse alerta y poner todos los medios a su alcance para evitar caer en la vertiente no deseable. Son muchos los valores que pueden traba- jarse mediante la práctica deportiva. Por ejemplo, valores utilitarios (esfuerzo, dedi- cación, entrega), valores relacionados con la salud (cuidado del cuerpo, consolidación de hábitos alimentarios o higiénicos), valo- res morales (cooperación, respeto a las nor- mas). Ahora bien, para educar en valores, el deporte debe plantearse de forma que per- mita: 1) fomentar el autoconocimiento y mejorar el autoconcepto, 2) potenciar el diálogo como mejor forma de resolución de conflictos, 3) la participación de todos, 4) potenciar la autonomía personal, 5) aprove- char el fracaso como elemento educativo, 6) promover el respeto y la aceptación de las diferencias individuales, y 7) aprovechar las situaciones de juego, entrenamiento y com- petición para trabajar las habilidades socia- les encaminadas a favorecer la convivencia. (Amat y Batalla, 2000) En consonancia con este planteamien- to, podemos señalar que en las dos últimas décadas se han desarrollado diversos pro- gramas de intervención destinados al desa- rrollo de valores en los contextos de la acti- vidad física y el deporte, entre los cuales Shields y Bredemeier (1995) y Weiss y Smith (2002) destacan como más significa- tivos los siguientes: «fair-play para niños» (Bredemeier y cols., 1986; Gibbons, Ebbeck y Weiss, 1995; Wandzilak et al., 1988); «desarrollo de habilidades para la vida» (Danish y Nellen, 1997); «enseñanza de responsabilidad social y personal» (Has- tie y Buchanan, 2000; Hellison, 1995); «pro- gramas de educación sociomoral» (Miller, Bredemeier y Shields, 1997); y «deporte para la paz» (Ennis y cols., 1999), entre otros. Todos estos programas se basan en dos teorías principales: la teoría del apren- dizaje social (Bandura, 1986), y la teoría del desarrollo estructural, fundamentada en el desarrollo del razonamiento moral (Haan, 1978; Kohlberg, 1969; Rest, 1984). En nuestro propio marco social y edu- cativo, aunque aún resultan insuficientes, cada día son más abundantes los progra- mas de este tipo que están utilizando la educación física y el deporte como recur- sos para el desarrollo de valores, desarrollo moral y desarrollo de la responsabilidad personal y social (Escartí y cols., 2002; Gutiérrez y cols., 2002; Gutiérrez y Vivó, 2002; Jiménez, 2000; Pardo, 2003; Vivó, 2001), obteniendo resultados de notable consideración. ¿CÓMO HA DE SER EL DEPORTE PARA QUE RESULTE EDUCATIVO? La educación hoy ha superado las concep- ciones reduccionistas de antaño, conci- biéndose como una actividad que busca el desarrollo de todas las capacidades de la persona, así como su inclusión en la cultu- ra actual mediante la transmisión y disfrute de los bienes que la constituyen y, sin duda, uno de los elementos que confor- man esta cultura es el deporte (Vázquez, 115
  • 12. 2001). Pero este deporte ha de ser educati- vo, y para que lo sea, ha de permitir el de- sarrollo de las aptitudes motrices y psico- motrices en relación con los aspectos afec- tivos, cognitivos y sociales de la personali- dad del individuo, como afirmara Le Boulch (1991). En este mismo sentido se expresan Contreras, de la Torre y Velázquez (2001) indicando que el enorme auge que ha teni- do en las últimas décadas el deporte cen- trado en la competición y el rendimiento, su gran difusión a través de los cada vez más omnipresentes medios de comunica- ción, y su poderosa capacidad de influen- cia en otras vertientes de la práctica depor- tiva, constituyen algunos de los factores que han propiciado la transposición acríti- ca de su significado, formas, métodos y valores al ámbito escolar, lo que ha supues- to frecuentemente una desvirtuación del significado y sentido que deben tener tales aspectos en el contexto educativo. Por eso, reconociendo la trascendencia de la socialización infantil y juvenil a través de los juegos y deportes, el Consejo de Europa (1967-91) comunicó a sus miem- bros cuáles habían de ser, al menos, las funciones que debía cumplir el deporte destinado a los niños y jóvenes: • Respetar, en su unidad, todos los aspectos de la persona. • Desarrollar la capacidad de cada cual para evaluar sus propias posibi- lidades y desarrollar los distintos aspectos de su personalidad en el respeto de sí mismo y de los demás. • Favorecer una práctica deportiva de ocio en un ambiente de diversión, sin olvidar el rigor del aprendizaje. • Adoptar una pedagogía del éxito que no conduzca a logros demasia- do fáciles o a fracasos de graves consecuencias. • Proponer un amplio abanico de acti- vidades individuales y colectivas. • Permitir que cada cual elija las acti- vidades según sus gustos, necesida- des y placer que le aporten. (Gutié- rrez, 2003: 49). 116 PROMOVER LA SALUD DE LOS JÓVENESPROMOVER LA SALUD DE LOS JÓVENES SOCIALIZAR A LOS JÓVENES EN DESTREZAS DEPORTIVASSOCIALIZAR A LOS JÓVENES EN DESTREZAS DEPORTIVAS ENSEÑAR VALORES Y GUÍAS DE COMPORTAMIENTOENSEÑAR VALORES Y GUÍAS DE COMPORTAMIENTO EDUCACIÓN INTEGRAL DEBE SER MÁS QUE UNA ACTIVIDAD FÍSICA Y LÚDICA Exaltar al individuo Desarrollar personal idad Sometimiento a reglas DEBE SER MÁS QUE UNA ACTIVIDAD FÍSICA Y LÚDICA Exaltar al individuo Desarrollar personal idad Sometimiento a reglas DEPORTE ESCOLAR GRÁFICO II Funciones del deporte infantil y juvenil, según el Consejo de Europa Desarrollar personalidad
  • 13. Todo esto es enormemente importante porque, como afirmara Elaine McHugh (1995), algunos de los beneficios asociados con la actividad física incluyen: aprender a depender unos de otros, aumentar la auto- estima y autoconfianza, construir un senti- miento de responsabilidad y trabajo en equipo, desarrollar la persona al completo y adquirir buena deportividad. En 1988, la reforma educativa británica apostó claramente por un currículo escolar encaminado a promover el desarrollo espi- ritual, moral, cultural, mental y físico de los alumnos, y que los estudiantes debían pre- pararse para las oportunidades, posibilida- des y experiencias de la vida adulta. De aquí que una concepción amplia de la salud mental en relación con la educación física permitirá a los profesores promover algunas de estas metas y ayudar a promover el dis- frute y la motivación por la actividad física en los niños para que éstos se conviertan en adultos activos, lo cual puede suponer una significativa contribución tanto al desarrollo individual de los niños como a la salud pública general (Biddle, 1993a). Devís (1995) proponía una serie de cambios sobre los que debería incidir una verdadera reforma del deporte escolar para que éste fuese verdaderamente educativo: – sobre la trascendencia social que se concede a la victoria y el resultado en el deporte; – sobre la competición como único valor ligado a la participación depor- tiva; – sobre la rivalidad, competitividad y agresividad que puede surgir en el deporte, y que se oponen a ciertos valores morales como la coopera- ción, el respeto o la igualdad; y – sobre la utilización política, ideológi- ca y económica que tiene el deporte. También reforzando la idea de que el deporte debe cumplir con una serie de requisitos para que resulte educativo, J. Cruz expone lo siguiente: Este modelo de deporte debería valorar aspectos como la asistencia a los entrena- mientos y competiciones, el esfuerzo, la cooperación con los compañeros, la com- petición deportiva con los contrarios –res- petando el reglamento– y el hecho de divertirse y pasárselo bien, por encima de los resultados. Por tanto, para que el depor- te pueda llegar a ser una tarea educativa y de integración social y cultural se deberán revisar los objetivos del deporte en edad escolar, el papel de los padres, técnicos o entrenadores y compañeros, así como árbi- tros y organizadores de competiciones, sin olvidar los modelos que ofrece el deporte profesional y el tratamiento informativo que de esto hacen los medios de comuni- cación. (Cruz, 2003: 16) Un aspecto al que se le viene prestan- do gran atención últimamente es el de la agresividad en los contextos deportivos. Los resultados obtenidos en investigacio- nes como las de Bredemeier (1994, 1995) sugieren que la conducta agresiva en el deporte está relacionada con la atmósfera moral de su equipo, incluyendo normas sobre la agresión, percepción de los juga- dores sobre estas normas y las característi- cas del entrenador, así como las motivacio- nes morales de los jugadores para compor- tarse de una determinada manera. Luego, parece estar en manos de los entrenadores y educadores físicos una gran parte de la respuesta a cómo debe ser el deporte para que resulte educativo. En una investigación desarrollada por Guivernau y Duda (2002), los deportistas manifiestan que están más dispuestos a cometer agresiones si entien- den que su entrenador apoya tales conduc- tas. Esto resalta, una vez más, la capacidad de influencia que los «otros significativos» tienen sobre el clima moral que se crea en los equipos deportivos y las consecuencias que pueden derivarse de sus prácticas. Otra vertiente que también está resul- tando reveladora para comprender el com- portamiento de los deportistas es la que contempla las orientaciones de meta y los climas motivacionales en los contextos 117
  • 14. deportivos. En este sentido, Tod y Hodge (2001) exponen que los deportistas cuyo perfil se caracteriza por una mayor orienta- ción al ego, tienden a emplear niveles de razonamiento moral menos maduros, influenciados por los intereses propios y las actitudes de ganar a toda costa. Por el contrario, los deportistas cuyo perfil de metas está formado por una combinación de orientaciones al ego y a la tarea, tienden a emplear mayores niveles de madurez en su razonamiento moral, caracterizándose por una mayor preocupación hacia los demás. Una vez más se comprueba que el razonamiento moral de los deportistas se ve influenciado por variables situacionales tan importantes como el clima creado por los otros significativos. Por eso decía Arnold (1998) que el grado en que las acti- vidades físicas pueden utilizarse instru- mentalmente a los efectos de los objetivos de la educación dependerá siempre, en una u otra medida, de la intención, el conocimiento, la imaginación y la destreza del profesor, entrenador o educador físico en general. Pedro Pejenaute apuntaba más allá de cuanto hemos indicando hasta ahora, seña- lando: En una nueva forma de entender la educa- ción como educación permanente, en la que el discente principal ya no es el niño, ni tan siquiera el joven, sino la persona a lo largo de toda su existencia, hay que consi- derar la actividad deportiva como una prác- tica y un aprendizaje que se debe propiciar a lo largo de toda la vida, como parte inte- grante de la calidad de vida y de la educa- ción integral de la persona. El aprendizaje y la práctica deportiva es un valor incuestio- nable en esta sociedad intercultural del conocimiento, que une a los ciudadanos de la aldea global a través de este lenguaje universal que es el deporte. Pero, al mismo tiempo, constituye una clara referencia sobre el nivel de educación, cultura y cali- dad de vida y cota de bienestar de las socie- dades y de los países más desarrollados. (Pejenaute, 2001: 97) La educación integral que actualmente pretendemos debe ser una educación de carácter ecológico, que mejore las relacio- nes del individuo con su propio cuerpo y con el entorno físico. En ella, la actividad deportiva debe ser una actividad lúdica, pero educativa, es decir, intencional, siste- mática y rigurosa. Por ello, la exigencia de la planificación de la formación no puede tener únicamente una finalidad compensa- toria, hay que planificar la educación deportiva de las personas como actividad continuada a lo largo de toda la vida. UNA PROPUESTA ECOLÓGICA PARA OPTIMIZAR EL VALOR EDUCATIVO DEL DEPORTE Hasta aquí, hemos venido aportando argu- mentos que justifican el valor educativo del deporte, y hemos apuntado algunas condi- ciones en que la actividad física y el depor- te deben practicarse para que realmente proporcionen ese componente educativo que todos deseamos. Ahora, intentamos dar un paso más y exponer la necesidad de que la práctica físico-deportiva sea enmar- cada dentro del engranaje de un plantea- miento global o ecológico para que sus efectos resulten más significativos y apro- piados. Pretendemos decir con esto que, a pesar de que las individualidades tienen gran importancia en el conjunto general, será este marco global el que aporte mejo- res resultados para los objetivos planteados en la práctica deportiva. En este gráfico, mostramos las diversas relaciones que se establecen entre los dis- tintos microsistemas, mesosistemas y macrosistemas que constituyen el modelo ecológico. Pero una cuestión importante es que estas relaciones han de mantenerse dinámicas para que unas influyan sobre las otras y todas ellas aporten beneficios al conjunto general, lo cual sólo ocurrirá si tales relaciones son coherentes y se ajustan al objetivo final: la educación integral. 118
  • 15. Como vemos, en el centro del sistema encontramos al deportista, la persona. No cabe duda que es el propio sujeto quien debe tener una idea, una filosofía adecuada de lo que debe ser su práctica deportiva si quiere que ésta sea educativa, para lo cual habrá de seguir las condiciones y principios señalados en apartados anteriores. Muy próximos a cada deportista se en- cuentran los que denominamos sus «otros significativos» o agentes socializadores, personas dotadas de una gran capacidad para influir sobre las decisiones y formas de actuar ante el fenómeno de la práctica deportiva. Como señala Cruz (2004), los agentes de socialización en el deporte en edad escolar (padres, compañeros, con- trincantes, equipo técnico, árbitros, directi- vos, espectadores, deportistas profesiona- les, ...) deben llevar a cabo una serie de funciones para integrar a los jóvenes en el ámbito deportivo, entre las que se consi- deran primordiales las que tienen como propósito fomentar el fair play y la depor- tividad, concretadas éstas en promover el respeto, proporcionar entrenamientos de calidad que garanticen la consecución de los objetivos educativos del deporte, ense- ñar los reglamentos y velar por su cumpli- miento, y promover la deportividad actuando como ejemplares modelos de autocontrol. Aunque la edad escolar (infancia y adolescencia) es el período de vida en que los «otros significativos» ejercen mayor repercusión, no debemos olvidar que el proceso de socialización de la persona es continuo, y que a todas las edades recibe influencias de estos agentes, como ocurre con las ideas transmitidas por los medios de comunicación de masas. Mediante este sistema, y a lo largo de toda nuestra exis- tencia, nos vemos incitados a seguir deter- minadas pautas, a consumir determinados productos y a interpretar de una determi- nada manera la práctica física y deportiva, estableciendo modas y proponiendo esti- los de vida. Junto a esto, la filosofía o forma de entender el deporte en los centros escolares 119 Sistema social general Política educativa y deportiva Política educativa y deportiva Centros escolares Organizaciones deportivas Medios de comunicación social Leyes, normas, reglamentos ALUMNO DEPORTISTAPadres EntrenadoresProfesores Hermanos Seguidores Compañeros Sistema social general GRÁFICO III Modelo ecológico para la optimización del valor educativo del deporte (adaptado a partir de Gutiérrez, 1995, 2003)
  • 16. y las organizaciones deportivas, será deter- minante en el desarrollo de su práctica. De este modo, si el objetivo prioritario de una organización deportiva es el rendimiento y la competición, la práctica que desarrolle será distinta a la de otro centro que se ha marcado como objetivo fundamental la participación de todos, la promoción de la salud, la diversión y el respeto a las reglas del juego en cada manifestación deportiva. Incluso dentro de un mismo sistema com- petitivo, son muchas las formas posibles de actuación de sus responsables (organiza- dores, técnicos, árbitros, ...) en favor de un deporte basado en el juego limpio y funda- mentado en el componente educativo. Los centros escolares son organizaciones socia- les muy relevantes en las que se puede potenciar la consolidación de una adecua- da forma de entender y vivir el deporte. Un elemento también destacable en el proceso de socialización a través de la acti- vidad física es el conjunto de relaciones que se establecen entre los centros escola- res y las organizaciones deportivas. En este sentido, consideramos poco sensato que los centros educativos y las organizaciones deportivas mantengan la lucha por compe- tencias que, en muchos casos, venimos observando. Parece más lógico y prove- choso establecer un modelo tripartito de actuación en el que se contemple la parti- cipación del ámbito escolar, el municipal y el de las asociaciones deportivas, con una filosofía compartida. De esta forma, en vez de estar proponiendo iniciativas por sepa- rado y a veces en direcciones contrapues- tas, se podrían aunar esfuerzos y establecer unas pautas comunes en cuanto a los prin- cipios que deben caracterizar a la práctica deportiva para que ésta resulte educativa. No tiene mucho sentido que un alumno reciba ciertas ideas en la clase de educa- ción física y pocas horas más tarde experi- mente las contrarias en el entrenamiento deportivo. Un marco que engloba a todas estas unidades sociales es el marco de la política educativa y deportiva. Aunque cada perso- na debe disfrutar la libertad de actuar como su conciencia le indique, en ciertos casos, sus actuaciones vienen determinadas por la legislación educativa y deportiva emanada de órganos superiores, siendo muy impor- tantes las orientaciones que éstos marquen. Así por ejemplo, la Ley del Deporte es un referente de capital importancia para la puesta en marcha de la práctica físico- deportiva en nuestra sociedad. La Ley del Deporte establece que la Educa- ción Física y el Deporte forman parte de la educación integral de la persona y, por lo tanto, como parte sustancial del sistema educativo, debe estar regulada por Ley. Sin embargo, sus referencias se dirigen a la obligatoriedad de esta actividad de la ense- ñanza en todos los niveles previos al de la enseñanza universitaria. No obstante, esta normativa recoge nítida- mente la necesidad de la formación y la práctica deportiva en el contexto de la for- mación continuada de la persona: El depor- te se constituye como un elemento funda- mental del sistema educativo y su práctica es importante en el mantenimiento de la salud y, por tanto, es un factor corrector de desequilibrios sociales que contribuye al desarrollo de la igualdad entre los ciudada- nos, crea hábitos favorecedores de la inser- ción social y, asimismo, su práctica en equipo fomenta la solidaridad. Todo esto conforma el deporte como elemento deter- minante de la calidad de vida y la utiliza- ción activa y participativa del tiempo de ocio en la sociedad contemporánea. (Pejenaute, 2001: 101) Por encima de estos planteamientos de política organizativa y educativa se encuen- tra la esfera que compone la ideología del sistema social general que, como podemos apreciar por las informaciones ofrecidas en los diversos medios de comunicación, pue- de presentar diferencias entre unas culturas y otras, así como entre unas épocas y otras dentro de una misma cultura. Bien es cier- to, no obstante, que cada día se van haciendo menores estas diferencias, fruto de la construcción de la «aldea global» o 120
  • 17. «sociedad red», como expone Castells (1999). En consonancia con esto último, Gar- cía Ferrando, refiriéndose a la orientación de la sociedad española en la actual época postmoderna, señala lo siguiente: En el campo del ocio y del deporte, el avan- ce del proceso postmodernizador significa fractura y diversificación, declinar de las organizaciones deportivas jerarquizadas o burocratizadas o, lo que es lo mismo, repliegue del deporte federado y de los clu- bes deportivos tradicionales, y eclosión de formas diferentes, con un fuerte compo- nente individualizador de ejercitarse corpo- ralmente y de hacer deporte. Ello no signi- fica que el deporte de competición, sobre todo en su versión más elevada de desem- peño, el deporte profesional y de alta com- petición, haya perdido relevancia. Más bien al contrario, ha cobrado un protagonismo mediático como nunca lo ha tenido, de tal manera que su presencia en los ámbitos del entrenamiento y de la publicidad así como el volumen económico que moviliza, se ha ido incrementando según ha ido avanzan- do la década. (García Ferrando, 2001: 96) Así pues, sólo con la unidad de criterio entre las fuerzas que emanan de todas y cada una de las unidades personales y sociales que integran este modelo ecológi- co será posible diseñar y experimentar una práctica deportiva educativa, una práctica que abarque a todos y durante toda la vida. Esto puede parecer una utopía, como ya han considerado algunos, pero nadie pue- de negar que si cada uno de nosotros adopta una postura en sintonía con el plan- teamiento global propuesto, la práctica deportiva podrá terminar siendo verdade- ramente educativa. CONCLUSIONES Aunque en los anteriores apartados se han venido destacando las ideas más importan- tes sobre cada uno de los temas abordados, como conclusión podemos señalar lo siguiente: • En primer lugar, cabe resaltar la exis- tencia de un convencimiento gene- ral sobre el gran valor de la práctica deportiva como generadora de numerosos beneficios tanto físicos como psicológicos y sociales. • Paralelamente a este valor atribuido al deporte, hay que poner el acento en que la práctica deportiva ha de llevarse a cabo en unas determina- das condiciones para que realmente favorezca la educación integral del ser humano. • Para que la práctica deportiva ejerza los efectos positivos señalados, ésta ha de ser continuada, no es suficien- te una práctica ocasional y esporádi- ca para obtener sus beneficios. • Existe una evidente contradicción entre los numerosos beneficios atri- buidos por todos a la práctica depor- tiva y la escasa cantidad de gente que se mantiene físicamente activa. • Parece sobradamente demostrado que para instaurar estilos de vida activos, saludables y capaces de mantenerse en la vida adulta, éstos han de adquirirse en las edades jóvenes, fundamentalmente en el contexto de la educación física y el deporte escolar. A pesar de todo, al menos en contextos ingleses y ame- ricanos, se reconoce el error de haber menospreciado el valor de estos ambientes y se recomienda una nueva reconducción de la acti- vidad física en la escuela para recu- perar todos sus efectos. • Consideramos importante señalar una evidente contradicción en nues- tra sociedad, porque no se com- prende que cada vez son más los investigadores que abogan por la importancia de la educación física, e incluso así se reconoce también en la propia Ley del Deporte, y sin 121
  • 18. embargo cada día es menor el espa- cio que se le concede en el currícu- lo escolar. • De numerosas investigaciones se deduce que para que el deporte favo- rezca la educación integral de la per- sona, es decir, para que permita a sus practicantes desarrollar su personali- dad y promover los valores y virtudes más deseables, ha de practicarse en un clima apropiado en el que resulta especialmente importante la orienta- ción de valores de técnicos, entrena- dores, profesores y demás agentes socializadores («otros significativos»). • Además de la actividad física esco- lar, enmarcada en la educación for- mal, deben existir otros contextos en los que también pueda practicarse el deporte, aquellos que la sociedad, a través de sus gobernantes, debe pro- mocionar y facilitar para que nadie deje de beneficiarse de los efectos positivos de dicha práctica a lo largo de toda la vida. Para ello, será nece- sario establecer programas físicos diversos, como los que cada vez más se vienen ofreciendo dentro de la estructura del «deporte para todos». • Para que la práctica física y deporti- va aporte unos beneficios más signi- ficativos y generalizados, se propo- ne un modelo de actuación global o modelo ecológico, en el que entran en juego numerosos agentes y uni- dades sociales, y de cuyas relacio- nes, si son positivas, puede surgir un nuevo planteamiento, una nueva filosofía, capaz de contrarrestar los afectos, a veces no tan deseables, del deporte competitivo, sobre todo en su manifestación de deporte espectáculo. • Por último, como hemos señalado al principio de este artículo, nos cabe la esperanza de que este Año Europeo de la Educación a través del Depor- te sirva para despertar múltiples sensibilidades y crear una concien- cia más amplia en torno a lo educa- tivo y formativo que puede resultar para todos el deporte conveniente- mente practicado. BIBLIOGRAFÍA AMAT, M. y BATALLA, A.: «Deporte y educa- ción en valores», en Aula de Innova- ción Educativa, 91 (2000), pp. 10-13. ARNOLD, P. J.: Educación Física, movimien- to y currículum. Madrid, Morata, 1991. — Sport, Ethics and Education. London, Cassell, 1998. BALAGUER, I. y GARCÍA MERITA, M.: «Exercici físic i benestar psicològic», en Anuari de Psicologia, 1 (1994), pp. 3-26. BALIBREA, E.; SANTOS, A. y LERMA, I.: «Activi- dad física, deporte e inserción social: un estudio exploratorio sobre los jóve- nes en barrios desfavorecidos», en Apunts, educación física y deportes, 69 (2002), pp. 106-111. BANDURA, A.: Social foundations of thought and action: A social cognitive theory. Englewood Cliffs, Prentice Hall, 1986. BAY-HINITZ, A.; PETERSON, R. y QUILITCH, H.: «Cooperative games: A way to modify aggressive and cooperative behaviors in young children», en Journal of Applied Behavior Analysis, 27 (1994), pp. 435-446. BELLER, J. M. y STOLL, S. K.: «Moral reasoning of high school student athletes and general students: Empirical study ver- sus personal testimony», en Pediatric Exercise Science, 7 (1995), pp. 352-363. BERGER, B. G.: «Psychological benefits of an active lifestyle: What we know and what we need to know», en Quest, 48, 3 (1996), pp. 330-353. BERGER, B. G. y MCINMAN, A.: «Exercise and quality of life», EN R. N. SINGER; M. MUR- PHEY y L. K. TENNANT (Eds.): Handbook of research on sport psychology. New York, Macmillan, 1993. 122
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