Este documento resume la conflictiva construcción del Estado liberal en España entre 1833 y 1874. Hubo una etapa de regencias marcada por el conflicto carlista y el ascenso de los liberales. La regencia de María Cristina (1833-1840) vio la promulgación del Estatuto Real y la Constitución de 1837. La regencia de Espartero (1840-1843) terminó con su caída. El reinado de Isabel II (1843-1868) alternó entre gobiernos moderados y progresistas hasta su derrocamiento en 1868.
Tema 6. la conflictiva construcción del estado liberal (1833 1874)
1. IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España.
TEMA 6. LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO
LIBERAL (1833-1874)
0. Introducción
1. La etapa de regencias. El carlismo y las opciones liberales. (1833-1843).
1.1. El conflicto carlista.
2. La evolución política (1833- 1843)
2.1. La regencia de María Cristina (1833-1840)
2.2. La regencia de Espartero (1840-1843)
3. El reinado de Isabel II (1843-1868)
3.1. La Década Moderada (1844-1854)
3.2. El Bienio Progresista (1854-1856)
3.3. La Unión Liberal y el retorno al moderantismo (1856-1868)
4. El Sexenio Democrático
4.1. La revolución de 1868 y la caída de la monarquía isabelina
4.2. La monarquía democrática (1869-1873)
4.3. El reinado de Amadeo I (1870-1873)
5. La Primera República (1873-1874)
6. El nacimiento del movimiento obrero español. La Asociación Internacional de
Trabajadores
0. Introducción
El periodo isabelino significará la definitiva liquidación del Antiguo Régimen y el
establecimiento de un sistema de libertades y de instituciones representativas, similar en
mayor o menor grado, a los demás países de Europa que estaban experimentando el
mismo proceso de instauración de regímenes liberales. En Francia la revolución de 1830
había liquidado la monarquía de Carlos X, colocando en el trono al "rey burgués" Luis
Felipe de Orleans.
La muerte de Fernando VII había dejado con escasas posibilidades de pervivencia al
sistema absolutista. Pero fue un periodo de grandes incertidumbres, ya que la heredera
del trono tenía sólo tres años, y su tío Carlos María Isidro se sentía legítimo heredero.
Éste, para conseguir el trono movilizará a sus fieles en un conflicto armado que
ensangrentó el proceso de transición durante varios años. Pero la sublevación carlista
sólo consiguió empujar a la regente María Cristina a ponerse en manos de los
adversarios políticos de su difunto esposo, los liberales, para asegurar en el trono a su
hija, la futura Isabel II.
Los rasgos que caracterizarán este período serán los siguientes:
- Sociedad articulada en torno a la tierra, con una base agrícola y ganadera que
no alcanzará hasta más tarde el desarrollo industrial de otras zonas de Europa.
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- Emergencia de la clase burguesa, que se funde con la nobleza tradicional
creando una clase oligárquica agraria e industrial que monopoliza el poder.
Aumentó la conflictividad social entrando en una dinámica propia de las
sociedades industriales.
- Fuertes resistencias en España por parte de los grupos privilegiados del
Antiguo Régimen hacia los cambios que suponen la sociedad liberal-
burguesa.
- Permanente intervención de la Corona a favor de una opción política que
representaban los moderados, quienes controlaban con un sufrago de por sí
restringido (censitario) el acceso de otras fuerzas al poder, por lo que la vía
insurreccional se convirtió en la única posibilidad de cambio político.
- El protagonismo de la figura militar en la vida política.
1. La etapa de regencias. el carlismo y las opciones liberales. (1833-1843).
1.1. El conflicto carlista.
Tras la muerte de Fernando VII, su esposa Mª Cristina es nombrada regente en nombre
de su hija Isabel II. Pero en el exilio, su hermano Carlos María Isidro se autoproclama
rey de España en el Manifiesto de Abrantes. En torno a él surge el partido “Carlista”,
que se enfrentará militarmente al gobierno durante varios años (1833-1840). Más que un
pleito dinástico, se trató de un conflicto ideológico en el que los tradicionalistas
(ultraconservadores) luchaban contra la revolución liberal.
Bandos en conflicto:
- El carlismo era partidario del realismo exaltado, del absolutismo y del
Antiguo Régimen, del integrismo religioso y la defensa de los Fueros. Un
grupo importante de la sociedad urbana y especialmente de la sociedad rural,
apoyó al bando carlista. Sus principales apoyos se encontraban entre los
religiosos de las órdenes afectadas por las desamortizaciones liberales, una
parte menos numerosa del clero secular, miembros no destacados del
ejército, nobles provincianos (viejos hidalgos-propietarios) y parte del
campesinado que sufría desde comienzos del siglo XIX un retroceso en sus
condiciones de vida. Tuvieron especial predicamento entre el País Vasco,
Navarra y Cataluña, muy tradicionalistas, católicos y aferrados a sus fueros,
y algunos sectores artesanales vascos recelosos del desarrollo de la gran
industria y de las reformas capitalistas.
- Isabelinos o Cristinos: Liberales que regresaron del exilio junto a seguidores
de Isabel II y de su madre. Pretendían liquidar el Antiguo Régimen y la
implantación de un sistema político liberal (aunque con tendencias diversas).
La mayoría de la población defendió la legalidad vigente, pero destacaban en
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el bando isabelino la mayor parte de los cargos de la administración y de la
burocracia provincial y municipal, los miembros del ejército, clases medias,
financieros y comerciantes, los de profesiones liberales, alta nobleza, gran
parte del clero secular y la mayoría de los sectores populares.
En conjunto el carlismo representaba un mundo rural y tradicionalista, opuesto al
liberalismo urbano y capitalista. La mayor parte de las clases urbanas no apoyaron el
carlismo, lo que su fracaso, y la razón por la que sólo dominaron las zonas rurales.
Nunca llegaron a formar un verdadero ejército, actuando como partidas de guerrilleros.
Además, sólo tuvieron el apoyo, más testimonial que eficaz, de las potencias
absolutistas de Europa Central y Oriental. En cambio, los liberales contaron con el
apoyo activo de Gran Bretaña, Francia y Portugal -que vivía una situación semejante-
mediante la Cuádruple Alianza (1834).
En cuanto al conflicto bélico:
La guerra estalló en 1833, y finalizó en 1840. Se desarrolló sobre todo en dos áreas: el
territorio vasco-navarro y el Maestrazgo (Castellón), aunque las correrías afectaron a
todo el país. Las fases fueron éstas:
1.- Etapa de iniciativa carlista (1833-35): el foco principal estuvo en el País Vasco y
Navarra, pero hubo otros en Aragón, Cataluña, Valencia y las dos Castillas. Los
liberales frenan a los carlistas en las ciudades: en una de ellas, Bilbao, murió el general
carlista Zumalacárregui.
2.- Extensión del conflicto (1835-37): se inician expediciones al sur del Ebro, donde se
puso de manifiesto el escaso apoyo al carlismo, que no era capaz de cohesionar
territorios, fracasando en la toma de Madrid y Bilbao (defendida por el general
Espartero). Por cierto, en esta fase hubo sucesos en nuestra comarca.
3.- Victoria liberal: ante la imposible victoria, el carlismo se dividió en facciones: una
derecha intransigente, reacia a la rendición o pacto; y un sector moderado o
transaccionista, que con Maroto a la cabeza firmó la Paz o Convenio de Vergara (1839);
mientras otro general, Cabrera, continuó la Guerra en el Maestrazgo hasta 1840.
El final de la guerra significó el triunfo del liberalismo. Y lugares como Navarra y País
Vasco, que conservaban sus Fueros a pesar de los Decretos de Nueva Planta, sufrieron
la restricción foral. El carlismo perdió fuerza en 1840, pero no desapareció y
esporádicamente rebrotaría, obstaculizando la política del reinado de Isabel II a través
de dos nuevas guerras.
2. La evolución política (1833- 1843)
2.1. La regencia de María Cristina (1833-1840)
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Las fuerzas liberales, a las que había recurrido la regente Mª Cristina para mantener las
aspiraciones al trono de Isabel II, tuvieron que atender varios frentes: la guerra civil, la
liquidación del Antiguo Régimen y la implantación del régimen liberal. Mª Cristina era
muy poco dada a las ideas propias del liberalismo por lo que los liberales tuvieron que
forzar la caída de su ministro principal, Cea Bermúdez (su principal aportación fue
desarrollar un reformismo administrativo de tradición ilustrada, creando el Ministerio de
Fomento, encabezado por Javier de Burgos, artífice de la nueva división provincial,
1833) y sustituirlo por Martínez de la Rosa para empezar a trasformar la sociedad.
Esta resistencia de Mª Cristina hacia el liberalismo produjo una división entre los
liberales en dos tendencias:
- Los moderados integrados por la alta burguesía y la aristocracia junto con los
altos funcionarios civiles, militares y alto clero. Según su modelo de Estado
liberal, la soberanía reside en el rey y las cortes; otorgan mayores
atribuciones a la monarquía sobre las cortes; son partidarios de una
formulación limitada de los derechos individuales y de un sufragio censitario
muy restringido (0,14%).
- Los progresistas integrados por las clases medias, la pequeña burguesía y las
capas populares urbanas. Otorgan a las Cortes la competencia legislativa y la
ejecutiva a la monarquía. Son partidarios de una formulación amplia de
derechos incluido el de la libertad religiosa y de que vote un porcentaje más
amplio de la población (entre un 3 y un 5%).
En 1834 el nuevo ministro Martínez de la Rosa en un intento de unir ambos sectores
ante la amenaza carlista promueve la elaboración del Estatuto Real:
Se trata de una carta otorgada (similar a una constitución). El nuevo texto proponía que
la soberanía era compartida, reservándose la Corona enormes poderes, como la
convocatoria y disolución de las Cortes, la iniciativa y la sanción de las leyes y el
nombramiento del Jefe de Gobierno o Presidente del Consejo de Ministros. Tampoco
hay una declaración de derechos ni se regulan los poderes ejecutivo y judicial. Se limita
a crear unas Cortes bicamerales, con una Cámara de los Próceres, elegida por la Corona,
y la Cámara de Procuradores, elegida por un sufragio indirecto y censitario tan
restringido que no llegaba al 0'15 % de la población.
El Estatuto supuso un freno para realizar las reformas que necesitaba un país arruinado
y envuelto en la guerra carlista. Este malestar ya provoca en 1934 un claro malestar
social, plasmados en diversos actos anticlericales. Dicha tensión social hará que la
regente llame al Conde de Toreno a formar gobierno, el cual incorpora a Mendizabal
como Ministro. La regente María Cristina se vio obligada a restablecer la Constitución
de 1812 y entregar el gobierno a los progresistas quienes convocaron elecciones a
Cortes Constituyentes. Será Mendizabal el que al aumentar los conflictos sociales y el
pronunciamiento de los sargentos de la Granja (1836) forme gobierno junto a Calatrava.
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Durante el gobierno de Mendizábal se lleva a cabo una desamortización eclesiástica,
según analizaremos más adelante. A su vez Calatrava se centra en elaborar un texto
constitucional de acuerdo con los tiempos e ideales del liberalismo progresista: la
Constitución de 1837, un texto flexible que no contentó a ningún grupo enteramente,
pero que hizo posible el gobierno.
Principales aportaciones de la Constitución de 1937:
- Se proclama la soberanía nacional, aunque en todo el articulado se aprecia una
tendencia al pacto con la Corona.
- La Corona, inviolable, conserva el poder ejecutivo y aumenta respecto al texto de 1812
su capacidad de intervenir en el poder legislativo, con un amplio derecho de veto
- Mantenimiento de las Cortes bicamerales: Congreso y Senado.
- Derechos y libertades: libertad de imprenta, la inviolabilidad del domicilio, el habeas
corpus, e incluso puede intuirse la libertad de cultos.
- Autonomía de gestión de los ayuntamientos.
- Restauración de la Milicia Nacional (voluntarios dependientes del poder local)
- Sufragio masculino directo y restringido.
De 1837 a 1840 se suceden en el gobierno las facciones liberales (progresistas y
moderados), hasta que en 1840 se desata una crisis a causa de la Ley de Ayuntamientos,
en la que los moderados pretendieron modificar la normativa vigente acerca de la
elección popular de los alcaldes (que aseguraba el dominio progresista en la
administración local) y sustituirla por la designación directa de esos cargos por la Reina.
El conflicto enfrentó directamente a la Regente con Espartero (líder progresista),
terminando con la renuncia de María Cristina (que se exilió a Francia).
2.2. La regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero, gracias a su prestigio como general en la guerra carlista, se convierte en
símbolo militar del progresismo, inaugurando una etapa política caracterizada por la
activa participación de los militares en el gobierno del país.
Fue elegido regente entre el descontento de los moderados y de los propios progresistas
en desacuerdo con muchas de sus medidas, tales como la falsificación electoral,
nepotismo, estrategias de caudillo y la dura represión para responder a las revueltas de
Barcelona en 1842 (cuyo sector textil se manifestaba en contra de las medidas
librecambistas y pro-británicas del gobierno, que perjudicaba la producción y venta de
sus paños). En 1843 un pronunciamiento realizado por los propios progresistas le obliga
a abandonar el poder y exiliarse en Londres. Aunque el poder lo ocuparán los
moderados, dirigidos por otro militar ambicioso, Ramón María Narváez, "El Espadón
de Loja". Puede decirse que la nefasta gestión de Espartero hundió las posibilidades de
éxito del proyecto progresista.
3. El reinado de Isabel II (1843-1868)
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La princesa Isabel con tan solo trece años (1843) es proclamada mayor de edad. Tres
años después se declaró la segunda guerra carlista (1846-1849) porque no se casó con el
pretendiente Carlos Luis de Borbón. Finalmente, la reina fue casada con su primo,
Francisco de Asís de Borbón, para dar una teórica estabilidad a la familia regia.
En lo político los gobiernos moderados comienzan un proceso de construcción de la
nueva administración y de su estructura institucional, en el que impusieron su visión
doctrinaria y pudieron monopolizar el gobierno toda la década. El protagonista del
periodo es el general Narváez, que contribuirá al robustecimiento del poder de la
Corona, a la centralización política y a la monopolización del poder gracias a un sistema
electoral restringido.
3.1. La Década Moderada (1844-1854)
La acción política de Narvaez se caracterizó inicialmente por una contrarreforma sobre
lo establecido por la Constitución de 1837. Se suprimió la Milicia Nacional, sustituida
por un nuevo cuerpo en 1844, la Guardia Civil; Supresión del carácter electivo de los
alcaldes en los municipios, pasando ahora a ser elegidos por el Gobierno; control
directo de la imprenta y la libertad de prensa. Todo esto se culmina con la elaboración
de la Constitución de 1845, la cual 1845 restringía las libertades en comparación con la
de 1837 pero sin llegar a los límites que fijaba el Estatuto Real. La soberanía estaba
compartida por la Corona y las Cortes que son bicamerales (el Senado sigue siendo
elegido por la Corona); la Corona controla el poder ejecutivo, también plantea
iniciativas legislativas e incluso puede vetar las leyes aprobadas por las Cortes;
formulación limitada de derechos como el de imprenta aunque establece la censura
previa; reconoce el principio de inamovilidad de los jueces; los ayuntamientos dejan de
ser elegidos por los vecinos y finalmente el Estado, que es confesionalmente católico,
paga a los sacerdotes.
En cuanto a las principales reformas políticas destacan:
- La centralización y reforma del estado: se aplican la reforma provinciales de
Javier de Burgos desde 1845.
- Reformas de Hacienda y reforma fiscal (Ley Mon-Santillán, 1845) que no
consiguieron acabar con el mayor esfuerzo de las clases populares y para el
fraude fiscal.
- Concordato con la iglesia católica de 1851: supuso la reconciliación de la
Iglesia de Roma con el Estado español: en virtud del cual, Roma acepta la
desamortización, mientras que el gobierno reconoce la confesionalidad del
Estado y se compromete a mantener y proteger al clero, así como la
presencia de la Iglesia en la enseñanza.
- La Ley Moyano de Instrucción pública (1857) cuyo objetivo era el de que la
educación llegara a todos las clases sociales.
El asfixiante dominio moderado sólo fue cuestionado por una nueva sublevación carlista
en 1846 y un movimiento revolucionario popular en 1846, duramente reprimido. Como
consecuencia de ello, en 1849 el ala izquierda de los progresistas, encabezada por
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Nicolás María Rivero, se escinde creando el Partido Demócrata, que reivindica el
sufragio universal, tanto a nivel nacional como local, la justicia a través de los jurados,
las libertades de imprenta, reunión, asociación y culto, además de la intervención estatal
en cuestiones de asistencia social e instrucción en beneficio de las clases populares.
Los moderados también radicalizaron su programa y en 1852 se presenta el proyecto de
reforma constitucional del nuevo jefe de gobierno, el extremeño Juan Bravo Murillo.
Establecía una reducción aún mayor del sufragio, la devolución de la soberanía a la
Corona y un aumento de sus atribuciones frente a las Cortes; y la restauración de ciertos
privilegios a la nobleza, como los mayorazgos y hacer senadores hereditarios a los
grandes de España. Además, desaparecía la libertad de imprenta. En conjunto convertía
al régimen prácticamente en una dictadura. Tanto que el proyecto fue rechazado por
buena parte de los propios moderados, que organizaron en 1854 un pronunciamiento
para derribar al gobierno.
3.2. El Bienio Progresista (1854-1856)
Dicho pronunciamiento será realizado por los generales moderados Dulce, Ros de
Olano y Leopoldo O'Donnell en Vicálvaro (Vicalvarada). Su fracaso inicial les deja en
una situación comprometida, pero el joven moderado Antonio Cánovas del Castillo
redacta el Manifiesto de Manzanares que se convierte en la base ideológica del
pronunciamiento y convence a los progresistas para apoyarlo. El Manifiesto de
Manzanares establecía reivindicaciones progresistas como cambios en la ley electoral,
libertad de imprenta, abolición de consumos, restauración de la Milicia Nacional, etc…
Desde 1854, los progresistas se convierten en protagonistas, que alientan los tumultos.
Ante esta inestabilidad la reina llama de nuevo al general Espartero, con el objeto sobre
todo de poner fin al proceso revolucionario. De este modo Espartero forma un gobierno
progresista, colaborando O´Donnell hata que éste gira a posiciones más conservadoras.
Principales obras del Bienio Progresista:
- Constitución de 1856 (La non-nata). Se redactó pero no llegará a ser
promulgada. Además de la soberanía nacional y el sufragio universal,
declaraba un amplio conjunto de derechos individuales, abriendo las puertas
a la libertad de culto. Frente al poder monárquico establecía un Senado
electivo y fijaba los periodos de sesiones parlamentarias, restauraba la
autonomía de los ayuntamientos, la Milicia Nacional y los jurados. Era una
constitución democrática, bastante más avanzada que la de 1837.
- La Desamortización civil de Pascual Madoz (1855). Afectó a los bienes
inmuebles de los ayuntamientos, a las tierras que le quedaban a la Iglesia, a
las órdenes militares, a las cofradías y a las instituciones benéficas.
- La Ley de Ferrocarriles, que posibilitará la implantación de ese transporte en
España.
- Leyes bancarias, que favorecen la expansión económica.
Pero toda esta obra política no fue acompañada del necesario consenso social. Además
de la previsible oposición de los moderados y la Iglesia, una serie de factores hicieron
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que las protestas populares fuesen constantes desde 1855: la subida de los precios
agrícolas como consecuencia de las malas cosechas, el malestar por la desamortización
de los bienes municipales, y los efectos de una terrible epidemia de cólera. A su vez el
incipiente malestar obrero produjo la primera huelga general de nuestra historia en
Cataluña, seguida de la abolición de las nacientes asociaciones obreras, lo que ahondó el
malestar de los obreros.
3.3. La Unión Liberal y el retorno al moderantismo (1856-1868)
Tomando como excusa la tensa y difícil situación social y económica, O'Donnell, en
connivencia con la Corona, se impuso con el ejército mientras Espartero huyó
nuevamente al exilio. Los sectores moderados impidieron así la democratización del
régimen político: se disolvieron la Milicia Nacional y las Cortes Constituyentes, se
suspendió la desamortización eclesiástica, aunque no la civil, y se restableció la
Constitución de 1845.
Narváez le sustituye pocos meses después al frente del gobierno y, además de reprimir
con enorme dureza a los progresistas, promueve otra ley de reforma en 1857 similar al
proyecto de Bravo Murillo de 1852.
En 1858 vuelve O´Donell, apoyado en la Unión Liberal (partido de centro fundado por
O´Donell en 1856 que integraba a los moderados más progresistas y a los progresistas
más moderados) que gobernó durante una etapa de relativa estabilidad política y social
gracias al crecimiento económico una intensa actividad en política exterior con la guerra
de África (1859-60), la anexión de Santo Domingo (1860-1865) y la intervención en
México (1861-1862), acciones en las que alcanzó una notable fama el general Prim,
futuro líder progresista.
A finales de 1856 O’Donell es sustituido por Narváez, al renunciar el primero debido a
las reticencias de la reina a mantener las medidas desamortizadoras, las divisiones
internas de su partido y el malestar social. Narváez restablece el régimen de 1845 y
suprime el Acta Adicional y la ley desamortizadora.
La descomposición del régimen y el aumento de la represión política se manifestó con
toda su dureza contra los estudiantes universitarios en la "noche de San Daniel"1
(1865)
y en la represión del fracasado pronunciamiento del Cuartel de San Gil (1866) que
causó un fuerte malestar en amplios grupos del ejército.
4. El Sexenio Democrático
El reinado de Isabel II, con el monopolio de los moderados sobre el poder, la falta de
expresión de la soberanía nacional, la constante restricción de las libertades y derechos,
puso de manifiesto el fracaso del modelo liberal. La situación de crisis económica y la
acentuación de la represión bajo el gobierno de González Bravo sólo podían
desembocar en una revolución.
4.1. La revolución de 1868 y la caída de la monarquía isabelina
1
La manifestación universitaria de la noche de San Daniel de 1865 se realizó a favor del Catedrático
Castelar, expedientado en la Universidad.
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El 18 de Septiembre de 1868 se produce el pronunciamiento del almirante Topete en
Cádiz, apoyado por generales como Prim, Serrano y Dulce. Derrotadas las fuerzas
gubernamentales en la Batalla de Alcolea cayó el gobierno y la reina cruzó la frontera
exiliándose en Francia. Pero esta victoria no habría sido posible sin la formación de
Juntas revolucionarias por toda España, con grupos armados conocidos como
Voluntarios de la Libertad y un programa más radical que el de los militares.
Se tratará de la última revolución que lidera la burguesía, con la intención (como antes)
de gobernar con un golpe de estado. Sin embargo el apoyo popular hizo que adquiera
tintes revolucionarios. No sólo querían derrocar a la Reina, sino introducir reformas
para modernizar el sistema liberal, hacerlo más democrático (eliminar el sufragio
censitario, participar las clases populares, etc.). Los objetivos eran:
- Lograr el respeto de los derechos ciudadanos.
- Reconocer la soberanía nacional.
- Constituir unas Cortes constituyentes, elegidas mediante sufragio universal.
Por eso, este movimiento era distinto de los anteriores. Además, los protagonistas eran
dobles y antagónicos: la burguesía pretendía acabar con los obstáculos que impedían la
modernización del sistema capitalista, y las clases populares querían transformar las
estructuras de la propiedad agraria (que no se arreglaron con las desamortizaciones). Así
pues, “La Gloriosa” comienza con el típico pronunciamiento militar, apoyado por la
burguesía. Pero, al intervenir activamente el pueblo, se convierte en revolución. Tendrá
grandes repercusiones.
En este sentido las fuerzas políticas en este período se reestructuraron en torno a cuatro
bloques:
- Los carlistas, tras la renuncia de don Juan en Carlos VII, aceptan el juego
parlamentario momentáneamente, con lo que se incorporan al sistema.
- Los moderados, se aprovecha del uso de la libertad de prensa para demandar el regreso
de Isabel II, con apoyos de la grandeza de España y grandes latifundistas.
- En el centro se situaba la tendencia monárquico-democrática, que integran las fuerzas
firmantes del Pacto de Ostende: progresistas, unionistas y algunos demócratas que
aceptan la monarquía.
- A la izquierda quedaba situado el Partido Republicano Federal, una facción
distanciada de los demócratas (los que se oponían a la monarquía).
4.2. La monarquía democrática (1869-1873).
Tras el alzamiento se forma un Gobierno Provisional que volvió a quedar en manos de
los grupos de poder tradicionales, con el unionista Francisco Serrano, y el progresista
Juan Prim i Prats a la cabeza. Este gobierno, preocupado por la defensa de los principios
de propiedad privada, orden público y unidad nacional, frente a los posibles excesos
revolucionarios, se dedicó sobre todo a la disolución de las Juntas Revolucionarias, que
se habían conformado como un auténtico poder paralelo. Para ello se proclaman las
libertades de imprenta, asociación y reunión, el sufragio universal para los varones
mayores de 25 años, la libertad de cultos, se vuelve a expulsar a los jesuitas y se cierran
los conventos. Sin embargo se trata de una revolución política, pero sin medidas
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sociales y económicas que pudieran satisfacer las aspiraciones materiales de las clases
populares. Tras las elecciones municipales en diciembre de 1868, se celebran elecciones
para formar unas Cortes Constituyentes en enero de 1869.
Son las primeras elecciones generales democráticas de nuestra historia, y la primera vez
que la construcción de un nuevo régimen político se basa en el sufragio. Aunque
también estaban presentes los carlistas y los moderados, estas elecciones se plantearon
como un pulso entre los republicanos, que habían vencido en veinte capitales
provinciales de la periferia, y los monárquicos o "cimbrios", la coalición de unionistas,
progresistas y demócratas. Los cimbrios obtuvieron la mayoría absoluta, aunque los
republicanos obtuvieron 85 diputados. Con esa mayoría, los grupos más moderados de
la revolución pasan a controlar también las Cortes.
La nueva Constitución de 1869 proclama la soberanía nacional, expresada mediante el
sufragio universal masculino. Establece un régimen monárquico, la división de poderes,
y regula la responsabilidad política del gobierno ante las Cortes. Los poderes del rey se
mantienen más o menos como en las constituciones anteriores, con los límites usuales a
la autoridad real. Esto se debe sobre todo a la confianza de los legisladores en el talante
liberal del nuevo monarca.
Sus rasgos más democráticos se apreciaban en una exhaustiva declaración de derechos
individuales, con la consideración de "naturales, absolutos e inlegislables",
reconociendo las libertades de prensa, asociación, reunión, enseñanza, habeas corpus,
inviolabilidad del domicilio y correspondencia, y la libertad de cultos, aunque el Estado
se compromete al mantenimiento del clero católico. También se restablecen los jurados.
Además, para asegurar la independencia del poder judicial, se establece en la
constitución el sistema de acceso a la judicatura por oposición.
El nuevo régimen constitucional es una monarquía sin rey, que establece
provisionalmente a Serrano como regente y Prim como jefe de gobierno, dedicándose
en primer lugar a buscar un candidato idóneo para el trono español. Tras considerar las
candidaturas del Duque de Montpensier, el alemán Leopoldo de Hohenzollern, el rey
portugués Fernando de Coburgo, y Espartero, el 16 de Noviembre de 1870 las Cortes
nombran rey de España al italiano Amadeo de Saboya. La elección por las Cortes
supuso un triunfo de los progresistas y de los demócratas, pero no de los unionistas. Por
supuesto, republicanos y carlistas lo rechazaron por razones diferentes. El asesinato de
Prim días antes de su coronación, supuso un rudo golpe para el rey.
4.3. El reinado de Amadeo I (1870-1873)
Aunque fue una persona honesta y formada, Amadeo se vio sin ningún tipo de apoyos
en el país, especialmente tras el asesinato de Prim su principal valedor. En este sentido
se encontró con una serie de problemas y rechazos:
- En primer lugar un problema que ya se había iniciado en 1968 durante el Gobierno
Provisional, el nuevo alzamiento en Cuba: A la vez que los sucesos anteriores, se
producen movimientos independentistas en Cuba y Puerto Rico. En la primera, tras el
"Grito de Yara" lanzado por el criollo Manuel Céspedes, pretendían crear una república
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independiente con el apoyo de una guerrilla, de los esclavos, de plantadores, etc. El
origen estuvo en el brutal sometimiento político y económico que ejercía España. De
nada sirvieronn las promesas del Gobierno Provisional (Prim), ofreciendo mejoras
políticas por la vía del diálogo: incluso se llegó a proponer el traspaso de la isla a
EEUU. El conflicto se radicalizó, originando la “Guerra Larga”, en la que los
insurrectos, apoyados por los norteamericanos, fueron incapaces de vencer a las tropas
españolas. En 1878 se firma la “Paz de Zanjón”, que no sería más que una tregua
transitoria en el conflicto.
- La oposición de la Iglesia debido a la postura anticlerical de la casa de Saboya durante
la unificación italiana. Preferían, a igual que la aristocracia y parte del ejército, al hijo
de Isabel II: Alfonso.
- La nobleza latifundista se le oponía porque los principios democráticos del régimen
podían derivar hacia el socialismo y la disolución del orden tradicional (deseaban la
vuelta al liberalismo doctrinario que, con el voto censitario, alejase las probabilidades
de cualquier revolución).
- La burguesía, sobre todo la catalana, se distanció del régimen descontenta con la
política librecambista, retirando incluso el apoyo financiero a Amadeo y optando por
Alfonso XII.
- La monarquía de Amadeo fue atacada incluso por las clases populares. Así como por
los demócratas y por los republicanos. Y no digamos por las fuerzas obreras, agrupadas
en la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), controlada por los anarquistas.
- El nuevo alzamiento carlista: Sería el último intento de los sectores tradicionalistas
para hacerse con el trono. La caída de Isabel II renovó las esperanzas del carlismo, un
movimiento que 30 años después de la 1ª guerra aún tenía adeptos. Durante la etapa de
Amadeo, con la esperanza de alcanzar el poder sin la ayuda de las armas, actúa dentro
del marco constitucional. En mayo de 1872, aprovechando la creciente impopularidad
de Amadeo I y las actuaciones del gobierno contra los intereses de la Iglesia, se reinicia
la Guerra y entra en España Carlos VII pero los carlistas son derrotados y don Carlos
tuvo que refugiarse en Francia.
Los partidos (unionistas, progresistas -que desaparece-, etc.) estaban divididos y
Amadeo no fue capaz de agruparlos. La coalición y los gobiernos se desunieron unos
tras otros. Sagasta y Serrano se suceden en el gobierno, hasta que el estallido de la
nueva guerra carlista y los problemas de orden público llevan a Serrano a pedir al rey la
suspensión de las garantías constitucionales (libertades). La negativa de Amadeo
originó la dimisión de Serrano; sustituido por Ruiz Zorrilla, que ganó las nuevas
elecciones con el Partido Radical (nueva facción escindida de los progresistas). El final
del reinado tuvo su origen en la insubordinación de los oficiales de Artillería: Zorrilla
presentó un decreto al rey para disolver dicho cuerpo, pero eso conllevaba un doble
12. IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España.
problema para Amadeo: si firmaba, se enemistaba con los militares; y, si no lo hacía,
con los escasos políticos que le eran fieles. De modo que presentó su renuncia en
febrero de 1873.
5. La Primera República (1873-1874).
Tras la abdicación de Amadeo, Congreso y Senado (en contra de lo que dictaba la
Constitución) se constituyen en Asamblea Nacional y asumen la soberanía. Los
republicanos están divididos en "unitarios" y "federales"; parte de estos últimos, los más
radicales, conocidos como "los intransigentes" o los "gorros colorados", con el apoyo de
las nacientes asociaciones obreras, protagonizarán constantes conflictos e insurrecciones
con el objetivo de alcanzar el sueño federal.
El primer gobierno, radical-republicano, presidido por el federalista moderado
Estanislao Figueras, convoca elecciones para unas Cortes Constituyentes, pero fue su
sustituto, Francesc Pi i Margall, un federalista ideológicamente muy cercano al
socialismo utópico y a las asociaciones obreras, el que presentó el proyecto
constitucional, que no llegó a aprobarse y que convertía a España en una República
Federal compuesta por 17 estados, intentando abordar por primera vez el problema
regional de España y el conflicto cubano. Por primera vez se incluía una separación
radical entre la Iglesia y el Estado.
Además, este proyecto venía acompañado por un amplio programa legislativo de
carácter social que incluía la abolición de la esclavitud en Puerto Rico y la supresión de
las quintas y los impuestos de consumos. Otras medidas socioeconómicas avanzadas
quedarán definitivamente aparcadas, al igual que la Constitución ya que en esos
momentos (Julio de 1873) se produce la insurrección cantonal. Se trata de la formación
de pequeñas repúblicas y cantones independientes que no reconocían la autoridad del
gobierno central. Los intransigentes tomaban la iniciativa frente a lo que consideraban
"tibieza" del gobierno a la hora de realizar reformas. Desde Cartagena se extienden por
Andalucía, Levante, y algunas zonas del interior. Estos movimientos estuvieron
aderezados con insurrecciones sociales de signo anarquista o marxista, bajo la forma de
protestas agrarias, antimilitaristas y contra los impuestos.
La inexperiencia y falta de control de los líderes federalistas hizo que el movimiento
escapase al control del gobierno, desprestigiando no sólo al federalismo, sino también al
republicanismo en general. Además, acentuó la reacción conservadora de la burguesía,
cada vez más temerosa de que los excesos revolucionarios comprometiesen su posición
social y económica. Y también reactivó el conflicto carlista, que aprovechó la debilidad
del gobierno para extenderse hacia el sur.
Para el régimen, la principal consecuencia del movimiento cantonalista fue la
derechización de la República. Los nuevos presidentes, Nicolás Salmerón y Emilio
Castelar, aplicarán una política de orden y unidad que se traducirá en un incremento del
poder de los militares, nuevamente convertidos en árbitros de la situación. También se
desarrolla un ejercicio casi dictatorial del poder, evitando el control parlamentario, y se
va a producir un distanciamiento cada vez mayor de la base social de la revolución de
1868. Esto molestaba a buena parte de los republicanos, que intentaron arrebatarle el
13. IES Vistazul. 2º Bach. Historia de España.
poder a Castelar mediante una moción de confianza. Para evitarlo se produce el golpe
de estado del general Pavía el 3 de Enero de 1874, que disuelve las Cortes al frente de la
Guardia Civil. Castelar se negó a asumir un poder obtenido de forma ilegal, pero el
general Serrano, secundado por Sagasta, aceptó.
Cánovas, partidario de Alfonso XII, al igual que las clases conservadoras, a lo largo de
1874, conspira a favor de la Restauración, junto a terratenientes, banqueros y muchos
políticos, convencidos de que sólo una reorientación autoritaria salvaguardaría sus
intereses.
Mientras, Serrano refuerza el orden público: disuelve la AIT, acaba con el problema
cantonal, con la Guerra Carlista (en la que participa personalmente) y refuerza el
aparato militar. Aunque no logra estabilizar su régimen autoritario; de modo que, a
finales de 1874, la totalidad de la clase política pensaba en la Restauración: aunque se
dudaba de la vía a seguir, si la militar o la civil. Cánovas se inclinaba por la civil, o
acción política. Pero los acontecimientos se precipitan al pronunciarse Martínez
Campos en Sagunto a favor de la monarquía. El gobierno de Madrid, al comprobar que
el nuevo movimiento contaba con el apoyo de los militares, no opuso resistencia y se
consumaba la Restauración.
6. El nacimiento del movimiento obrero español. La Asociación Internacional de
Trabajadores.
La revolución del 68 permitió el afloramiento de un movimiento obrero que había
permanecido en la clandestinidad en los principales centros industriales, especialmente
en Cataluña.
Pero el reconocimiento del derecho de asociación del Gobierno Provisional y la
propaganda de la Asociación Internacional de Trabajadores (I Internacional)
permitieron el auge del asociacionismo obrero. En 1870 se celebró en Barcelona el
Congreso Nacional Obrero, done se constituyó la Federación Regional Española de la
AIT. Como los republicanos habían recogido las reivindicaciones obreras, los
movimientos obreros tendrán siempre un fuerte cariz republicano.
La llegada a España de G. Fanelli en 1868 supuso la incorporación de importantes
sectores andaluces, catalanes y madrileños a las ideas anarquistas. Esto hizo que los
representantes españoles en el congreso de la Internacional en Bruselas (1868)
defendiesen las ideas anarquistas de no participar en política, lo que fue denunciado por
Engels. La llegada de P. Lafargue, yerno de Marx, permitió equilibrar las fuerzas y crear
un cierto grupo marxista que será el núcleo del futuro PSOE.
Los acontecimientos de la Comuna de París supusieron un fuerte golpe para las clases
conservadoras que presionarían a Sagasta para que declarase fuera de la ley a las
organizaciones obreras.
Pero las disensiones de Marx y Bakunin afectaron seriamente a los obreros españoles.
Los próximos a Marx crearon la Nueva Federación Madrileña y los restantes se
autoexcluyeron, reuniéndose en un Congreso de Córdoba (1872-3), donde reforzaron
sus posiciones anarquistas.