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Portada: Estatua en piedra de la isla de Pascua.
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^ 0 7
/V i P'P
1 °1C
<3
La edición consta de 12.000 ejemplares.
El «Castillo», maya. Chlcherí-Itzá. Siglo x-xi.
P R Ó L O G O
Qu e el conocimiento de la historia de las Artes plás­
ticas sea útilísimo, cuando no necesario, a toda
persona medianamente culta, es verdad tantas veces incul­
cada que huelga repetirla aquí. De lo que no podemos excu­
sarnos es de dar dazón a este Resum en g r á fic o de i.a H is to ­
r ia PEI, A r te : ciertamente que no tiene la pretensión de
enseñar nada nuevo a los que están iniciados en la materia,
sino que únicamente se propone vulgarizar las ideas más
fundamentales, señalando sintéticamente lo característico
de cada agrupación de arte, el nacimiento y desarrollo de los
diversos estilos, así como la influencia que han tenido unos
en otros.
Aunque juzgamos contrarias a la verdad histórica las
limitaciones cronológicas y por lo tanto convencionales las
divisiones por períodos que suelen hacerse al estudiar el
desarrollo de las civilizaciones, aceptamos no obstante las
ya establecidas y consagradas, en obsequio a la claridad y
1
sencillez, con tal de que no se prescinda de las mutuas in­
fluencias de pueblos y épocas.
Dirigidos por este criterio, adoptamos el siguiente plan:
Después de estudiar por vía de introducción el arte del
período prehistórico, examinaremos las dos grandes civili­
zaciones de Oriente, a saber: la egipcia y la caldeo-asiria,
y como consecuencia natural, la de los pueblos vecinos, como
Judea, Fenicia y Persia, que, por no haber tenido arte propio,
no hicieron sino copiar de diversos modos el de aquellos
pueblos. Después, damos una rápida ojeada sobre un grupo
de civilizaciones que han tenido escasa influencia en Europa,
como las de la India, China, Japón y América.
Siguen luego Grecia, Etruria, Roma, orígenes y forma­
ción del arte cristiano en sus dos ramas, arte latino occi­
dental y arte oriental, o sea bizantino. En éste nos detendre­
mos de un modo particular (y por extensión, en el arte árabe)
por la influencia que tuvo en el arte románico.
Expondremos después la formación del arte gótico, el
carácter con que se introduce en España, hasta su más glo­
rioso apogeo, el Renacimiento, que produjo en nuestro país
núcleos bien caracterizados, que serán también objeto de
particular atención, y las épocas ulteriores hasta el presente.
M
m
iim
i.Ii IIii (ti |i;i li'.nrm llil, M n d r id .
2
F ig . 1. Bisonte. Cueva de Altamira, Santander.
PREHISTORIA
E l A rte de l a s c iv il iz a c io n e s r u d im e n t a r ia s
Bajo este título resumire­
mos dos grupos estudiados
muy brevemente y a guisa de
introducción. — I. El arte del
período llamado prehistórico,
el anterior a las noticias que
los escritores griegos y ro­
manos de la Antigüedad nos
han transmitido de los pue­
blos del norte y occidente de
Europa. — II. El de aquellos
pueblos así antiguos como
modernos, que, por permane­
cer estacionados en su civi­
lización, como viviendo en
pleno período prehistórico,
han repetido constantemente
sus procedimientos construc­
tivos y artísticos.
Prescindiendo de las divi­
siones que generalmente se
establecen para el estudio de
la Prehistoria, nos fijaremos
de un modo especial en las
manifestaciones de arte de
los dos grupos mencionados.
Primitivamente el hombre
vivía al abrigo de los árbo­
les y de los resaltos de las
peñas, ocupando comarcas li­
mitadas y sin extender sus
correrías. De ahí las llama-
3
F ig . 2. Cueva artificial en
Champaña.
das estaciones al aire libre,
o sea, determinadas localida­
des en donde la abundancia
de fragmentos labrados (ge­
n o . 5. Menhir do Cardón».
F ig . 3. Cueva artificial en
Son Covas. Mallorca.
neralmente sílex y otras pie­
dras toscamente talladas)
que en ellas se hallan espar­
cidos, denotan que sirvieron
de morada al hombre en re­
motos tiempos.
En España es notable la
estación de San Isidro del
Campo cerca del Manzana­
res, en el término de Madrid.
No han quedado restos de
templos ni de tumbas propia­
mente tales.
F ig . 6. Alineaciones de Carnac.
Francia.
4
Más adelante se observa
que el hombre mora en las
cavernas (cuevas de varias
cámaras) y grutas (cuevas de
una sola cámara), se dedica
a la caza y se hace nómada;
aparecen en esta época las
primeras manifestaciones de
arte con la representación ru­
dimentaria de seres vivos en
sus útiles e instrumentos, y
adorna las cuevas que habita
F ig . 8. Dolmen. Stennis.
Oreadas.
con pinturas y relieves a me­
nudo de extraordinario méri­
to artístico a pesar de la po­
breza de medios empleados
(/¿Sí- 1)-
Después el hombre se hace
sedentario, se dedica a la
agricultura; se observan ya
útiles de piedra pulimentada
y aparecen los primeros dibu­
jos de líneas geométricas que
decoran sus instrumentos, ya
más perfeccionados.
Finalmente aparece la A r ­
q u ite c tu ra en su acepción
propia, pues presenta ya los
F ig . 7. Cromlech de Stonehen-
ge. Inglaterra.
p r in c ip a le s elementos de
construcción.
C o n s t r u c c io n e s p r im it iv a s
I. C O N S T R U C C IO N E S
SU B TER R Á N EA S.— No sólo
utilizaba el hombre las gru:
tas y cavernas naturales, sino
que las abría él mismo en si­
tios a propósito; de ahí las
C uevas a rtific ia le s , primiti­
vo modelo de vivienda a imi­
tación de la naturaleza (fi­
guras 2-3).
F ig . 9. Cabaña. Him alaya.
5
F ig . 10. Cabaña. India.
II. TÚ M U LO S Y OTRAS
C O N S T R U C C IO N E S DE
TIERRA. — Son montecillos
do tierra o piedra o bien de
ambas cosas a la vez, que
servían de sepultura a uno o
varios cadáveres.
En España se encuentran
los llamados castros, en G a­
licia, especie de parapetos de
Fig. 12. Cabaña en 1
11 copa do
un árbol.
tierra que debían de ser for­
tificaciones (fig. 4).
III. C O NSTRUCCIONES
M E G A LÍTIC A S . — Son cons­
trucciones hechas con gran­
des bloques, como indica su
etimología (grande y piedra).
M e n u ir (piedra-larga, pe-
rafita). Es una piedra gran-
F ig . 11. Palafito sobre pilotes.
de sin labrar, implantada en
el suelo (fig. 5).
A lin eacio n es. Son grupos
de menhires formando líneas
(fig. 6).
C kom lechs (círculos). Son
grupos de menhires forman­
do círculo (fig. 7).
Dolmen. Piedra horizontal
colocada sobre otras verti­
ca les (fig. 8).
6
í 'ig . 13. Tienda. Asia.
IV. CO NSTRUC CIO NES
DE M AD E RA. — Es el mate­
rial de construcción y tipo de
morada que ha pasado por
todas las épocas hasta nues­
tros días, cultivándose en ca­
si todas las latitudes.
Véanse como ejemplo las
siguientes: Cabañas. Las hay
de varias clases (figs. 9-10-
12). — P a la fit o s o cabañas
lacustres sobre pilotes, de
Suiza, Saboya, etc. (fig. 11).
F ig . 15. Máscara tshokwé.
África. Museo de Leopoldville.
F ig . 14. Puente. India.
Tiendas (fig. 13). — P u e n te s
(fig- 14).
A r t e african o. — Como
culturas rudimentarias hemos
de destacar las africanas, po­
co estudiadas aún, pero que
nos ofrecen obras tan im­
portantes como las adjuntas
(figs. 15 y 16). El arte africa­
no sobresale en la talla.
Fig . 1C. Retrato de un rey del
Benin. África occidental.
7
F ig . 17. Escritura jeroglífica egipcia. Estela de Pambc.
Museo Arqueológico de Florencia.
EGIPTO
Una de las más antiguas
civilizaciones históricas, si no
la más antigua, es la egipcia:
se la ha llamado la abuela
de las naciones cultas. El
Egipto está situado al norte
de África y se extiende a lo
largo del Nilo y su delta has­
ta su desembocadura en el
Mediterráneo (fig. 18).
ÉI’OCAS d e l a rte egipcio. —
P u e d e n señalarse cuatro
grandes períodos en el de­
senvolvimiento de la historia
política del antiguo Egipto,
que se relacionan de una ma-
nerfi bastante exacta con las
evoluciones de su historia.
I. P e río d o M e n fita (capi­
tal Menlis). — II. P e río d o Te-
hanO (capital Tebas). — III.
P k k ío d o S aíta (supremacía de
Sai¡¡ y otras ciudades del
delta).— IV. Pkkíodo de do­
minación GRIEGA.
La nota culminante del ca­
rácter nacional de los egip­
cios fue la religiosidad.
A rq u ite c tu ra . — En el pe­
ríodo Menfita es notable el
arte egipcio por sus monu­
mentos funerarios: los tem­
plos han desaparecido. En los
períodos Tebano y Saíta son
y la gran pirámide de Cheops.
F ig . 19. La Esfinge
Fig . 20. Sección longitudinal de
la gran pirámide.
igualmente interesantes las
tumbas; los templos revisten
toda la importancia que pier­
den más tarde.
Prescindiendo de la divi­
sión política citada, estudia­
remos el arte egipcio según
el método establecido en el
plan general de esta obra.
A r q u it e c t u r a fu n e r a r ia .—
El egipcio creía que su vida
eterna quedaba asegurada
con la duración indefinida
del cadáver; por esto dio tan
grande importancia a su ar­
quitectura funeraria.
Pirám ides. Son túmulos re­
gios del período Menfita, se­
pulturas de monarcas de la
F ig . 21. Campo de mastabas.
cuarta dinastía. La de Cheops,
que es la más grande (figu­
ra 19), alcanza 137 metros de
altura. En su construcción
trabajaron 100 000 hombres,
que se relevaban cada tres
meses, durante treinta años.
Los corredores que se ven
en la sección de la pirámide
(fig. 20), tienen por objeto
desorientar a los que quisie­
sen violar la cámara sepul­
cral, colocada en el centro de
la construcción. La verdadera
entrada está situada en la
cara norte, oculta por el re­
vestimiento exterior. El co­
rredor que aparece debajo de
la línea de tierra, es el cami-
F ig . 23. Estela funeraria egipcia
del faraón Uto.
F ig . 22. Puerta de una mastaba.
no que siguieren los opera­
rios, después de depositar los
sarcófagos y de tapar el co­
rredor de entrada.
M astabas. Son sepulturas
de los particulares de Menfis,
cuya necrópolis estaba situa­
da cerca de las pirámides. De
construcción maciza y planta
rectangular, sus paredes se
inclinan simétricamente ha­
cia el centro común (fig. 21).
Constan de una cámara ac­
cesible al público, el serdab
o cámara donde se guarda­
ban las estatuas imagen del
10
Fig . 24. Hipogeos de
Beni-Hasán. Fig . 25. Planta de un hipogeo.
F ig . 26. Momia Figs. 27 y 28. Relieve tumbal y ataúd
egipcia. Envoltura. egipcios.
muerto, y de una cueva fu­
neraria, donde descansa el
sarcófago que guarda la mo­
mia, y a la que se desciende
por un pozo (fig. 22).
Estei.as. Son losas o ta­
blas de piedra u otras ma-
Fic. 30. Canopes.
tenas con inscripciones en
pintura o relieve (fig. 23).
Generalmente forman parte
de una tumba y ostentan la
filiación del difunto. Algunas
veces constituyen por sí solas
un monumento votivo.
La estela ha perdurado en
todas las épocas y países,
liasta nuestros días. Püede
considerarse, en parte, como
mi desarrollo culto del men-
lili prehistórico.
IIiI'imikon. Son tumbas ex-
I'HVH'Iiim en ln roca. Pertene-
n li ni 111 i |i ulo Tel>ano. Los
|il|iM|ii'ini mili'N llenen Icm-
pln ti........ Im exterior, del
i|ii> i ii111111 |im liIpnm'OH par-
1 ll lililí l I lllllll lllll lli IIrlll
1 1 .iiiñli H h i N)
Los hipogeos constan de ur,
vestíbulo con dos columnas;
de una o varias cámaras, en
una de las cuales está situa­
do el pozo que conduce a la
cueva del sarcófago, y final­
mente de una cámara poste­
rior, que guarda la estatua
retrato del difunto (fig. 25).
A c c e s o r io s de l a s tum bas.
S a r c ó fa g o , en el que se en­
cierra el ataúd que guarda
• • • •
•• c • •
• • • •
• • • •
Fio. 31. Planta del templo de
Karnak.
F ig . 32. Avenida de esfinges del templo de Karnak.
la momia. Generalmente es
de granito o de basalto (fi­
gura 27).
A taú d , contiene la momia.
Suele ser de madera y rica­
mente decorado y colorido
(fig. 28), lo mismo que el en­
voltorio de cartón que prote­
ge el cadáver (fig. 26).
M esa de ofren d as, para los
sacrificios. Es de piedra con
relieves que representan pa­
nes de ofrenda, vasos, etc.
(fig. 29).
Canope, vasija de tierra.
Suele haber cuatro en cada
tumba, y guardan las vísce-
xas del cadáver, extraídas al
embalsamarlo (fig. 30).
A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
Del período Menfita apenas
tenemos datos.
El llamado templo de la es­
finge, cerca de las pirámides
(véase página 9), parece, se­
gún antiguas inscripciones
que a él hacen referencia,
pertenecer a una época remo­
tísima.
La esfinge tallada en la
roca parece simbolizar la sín­
tesis de los elementos; es de
grandes proporciones (su na­
riz mide dos metros).
El templo que la acompa­
ñaba no presenta restos de
pintura ni inscripción alguna.
Del período Tebano posee­
mos datos precisos.
13
F ig . 33. Pilonos del templo de Medinet-Habu.
Tomaremos por tipo un
templo del grupo de cons­
trucciones religiosas de Kar-
nak, y en líneas generales
daremos idea de su disposi­
ción y estructura basándonos
en la planta de la figura 31.
El templo egipcio es un
monumento que la piedad del
Faraón erige para alcanzar
el favor de los dioses; en él
no tiene acceso el público
para orar; solamente el rey
y los sacerdotes penetran en
el templo.
Está siempre rodeado de
un espacio o recinto sagrado
con pequeños lagos para las
barcas sagradas, y cercado
por un muro.
Sus principales elementos
son: A. Avenida orillada de
esfinges, algunas veces de
Fig. 34. Obelisco dr JlalnlicpRul, firan extensión (fig. 32). La
Karríak, de Karnak alcanza hasta dos
14
Fig . 35. Reconstitución de la sala hipóstila del templo de Amón,
Karnak.
kilómetros. — B. Varios pilo-
nos o puertas monumentales,
dando uno de ellos entrada
al recinto sagrado (fig. 33). —
C. Sala hipetra o patio por-
ticado. — D. Sala hipóstila o
de techo sostenido por colum­
nas. — E. Cámara del ídolo y
cámaras accesorias para el
culto interno.
F ig . 36. Baris.
Junto al pilono de entrada
y a cada lado de la puerta
levántanse obeliscos (fig. 34),
piedras monolíticas (de un
solo bloque) de carácter de­
corativo ; llevan inscripcio­
nes en elogio del Faraón. Los
patios y las salas solían repe­
tirse y algunos templos ocu­
paban grandes extensiones
(fig. 35). El de Karnak mide
en conjunto 365 metros de
longitud; las columnas de la
F ig . 37. Nao.
sala hipóstila alcanzan 23 me­
tros de altura.
A c c e so r io s d e lo s t e m ­
p l o s . — N ao o t a b e r n á c u l o ,
15
F ig . 39. Diversos capiteles egipcios.
capillita de piedra que encie­
rra la imagen (fig. 37).—
B a ris, barca sagrada, que
flotaba en las lagunas del re­
cinto sagrado en las grandes
fiestas (fig. 36). — A lt a r , es­
pecie de p ila ; de las piezas
materiales del culto era la
más importante (fig. 38).
T ipos de capiteles egip­
cios. — La disposición y las
proporciones de los pilares,
columnas y capiteles de los
templos presentan variados
tipos, dando lugar a clasifica­
ciones que no detallaremos.
inspirados en el sol y la luna.
Durante la dominación de los
F ig . 38. Altar.
Toiomeos, la influencia grie­
ga hizo perder el carácter a
las construcciones egipcias,
como se observa en el grupo
I ,(ni enjillóles están in spirados
lloiio n ilm e iite <>n la flora lo-
cnl (lulo, pupilo, etc.).
liOH )>rlnclpule» (fig. 39),
11**11 tljioii illreclou ol L olifor-
iiir ( I ") y el ( 'tnnjHinifonnc
I 11), ,v como Il|>oi; liccuiidn-
i Ion 11 iti i IvmiIom . 1 <'nitfrifor-
lio t.'l"), i I Oiir/lln/m m e ('1")
y 1 1i|i ( 'ii ni /
m
imi lili i l la (li")
I I iiy IihiiIiIi o Ion 1 1ii11mi Ion jil
lio oii O hIiluro ((I") c /«luco,
de edificios de la isla de Filé,
que desde la construcción, en
1902, de la gran presa de
Asuán permanece nueve me­
ses del año sumergida en
aguas del N ilo; al vaciarse
en junio el embalse, la isla
reaparece, y puede visitarse
durante el verano (fig. 33).
A r q u it e c t u r a civil. — L a
casa. Del estudio de las pin­
turas y relieves que decoran
1
0
F ig . 40. Edfú. Templo de Horus.
los templos y las tumbas, que
representan viviendas de par-
Fig . 41. Casa de campo egipcia.
Reconstitución de Cnipiez.
ticulares, podemos deducir
algunos datos. Las casas aco­
modadas estaban emplazadas
en el centro de jardines, ais­
lándose así de la vía pública
(fig. 41) ; en las casas modes­
tas se encuentra siempre un
patio que era el centro de la
vida de fam ilia; las habita­
ciones de la planta baja esta­
ban destinadas para corrales,
granero, bodega y cocina, y
el piso alto para vivienda.
El palacio. Edificio desti­
nado al recreo, no tenía el
carácter de perpetuidad de
los tem plos: no quedan restos
de esta clase de edificios. Se
componían de múltiples cons-
17
trucciones para alojamiento
de la inmensa servidumbre
del Faraón y su familia.
E s c u ltu ra . — En el período
Menfita conviene fijarse en
las estatuas halladas en las
tumbas y que generalmente
se tallaban en madera o pie­
dra ; son verdaderos retratos
del muerto ejecutados con
sumo arte y de un realismo
sorprendente (fig. 42).
Esta perfección es debida
en gran parte a las creencias
religiosas de este pueblo,
pues si el egipcio creía que
su vida eterna quedaba ase­
gurada con la conservación
del cadáver, como hemos di­
cho anteriormente, tenia la
misma seguridad de alcanzar
reposo eterno si se conserva­
ba el retrato fiel del muerto,
en el caso de que la momia
fuese destruida.
Los bajorrelieves que deco­
ran las salas de las mastabas
presentan escenas de la vida
del difunto. Son, como to­
dos los egipcios, de poca pro­
fundidad en el modelado a
causa de la dureza de la pie­
dra: siempre policromados a
tonos planos y de un valor ar­
tístico inferior al de las esta­
tuas antes citadas.
Las inscripciones jeroglífi­
cas que necesariamente acom­
pañaban a los bajorrelieves,
F ig . 42. La reina Nefertit,
esposa de Ejnaton.
Museo de Wiesbaden.
al par que servían de decora­
ción, explicaban la historia
del personaje glorificado.
En el período Tebano la
escultura pierde los caracte­
res que la avaloraban en el
anterior, pues abandonando
la observación del natural
para dar más esbeltez a las
figuras, cae en el convencio­
nalismo.
El arte se hace más nacio­
nal ; se pone al servicio de la
arquitectura y decora las pa­
redes de los templos enal­
teciendo y celebrando sus
divinidades y reyes (fig. 44).
18
Fig . 43. Escribas. Relieve de Tell el Amarna. Museo Arqueológico
de Florencia.
Los hipogeos estaban deco­
rados igual que las mastabas.
En el período Saíta, el ar­
te siente la influencia del
griego y pierde su carácter.
P in tu ra . — Es inferior a la
escultura ; trata asuntos reli­
giosos, históricos y de género.
Son interesantísimos los de
este último grupo, que deco­
Fig , 44. Cacería del faraón Ramsés III. Relieve de un pilono de
Medinet-Habu.
19
Fig . 45. Friso de la tumba de Huy.
ran las tumbas y representan
escenas de la vida del difunto.
Obsérvese que los egipcios
dibujan la cabeza y los pies
de perfil, aunque la figura
esté de frente y que repre­
sentan siempre la figura hu­
mana en su juventud (fig. 45).
D ib u jo .— Se han conserva­
do. también dibujos egipcios,
sobre hojas de papiro.
El papiro es una planta
muy abundante en las orillas
del Nilo. De sus largos tallos
se formaban láminas u hojas
asimismo llamadas papiros.
Sobre ellas se podía escribir
y dibujar. Se usaron mucho
en la antigüedad y aun du­
rante la Edad Media, hasta
que los árabes introdujeron
el papel en Europa (fig. 46).
F ig . 46. El juicio d<‘l alma, l’ apiro funerario hallado en Tebas.
20
F ig . 47. Escritura cuneiforme. Código de Hammurabi. Detalle.
Museo del Louvre.
CALDEA Y ASIRIA
En el terreno, llamado en
la antigüedad Mesopotamia,
entre los ríos Tigris y Éufra-
tes, se desarrollaron las civi­
lizaciones de dos poderosos
Fig . 49. Estela de Hammurabi.
Museo del Louvre.
Fig . 48. Mesopotamia.
pueblos. C aldea al sur, junto
al golfo Pérsico, con su capi­
tal Babilonia, y A s ir ía más
al norte con Nínive como cen­
tro más importante (fig. 48).
A pesar de confundirse sus
civilizaciones, Caldea fue la
que influyó más poderosa­
mente en Asiría. Era su re­
ligión lúgubre, llena de ritos
21
terribles; éstos y su carácter
guerrero y conquistador dio
origen a un arte de expresión
dura y violenta. Su ciencia
favorita fue la astronomía.
Sus construcciones son de
ladrillo y adobes (ladrillos
secados al so l); hacían poco
uso de la piedra, de ahí la
poca solidez de sus edificios.
Caracteriza su arquitectura
el empleo de la bóveda como
sistema de construcción.
A r q u it e c t u r a fu n e r a r ia .—
No tiene la importancia de
la egipcia. Las tumbas que
se conocen son de escaso in­
terés artístico.
A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
El templo se reduce en su
forma general a una torre es­
calonada llamada zigurat, a
la que dan acceso rampas ex­
teriores (fig. 50). Han que­
dado escasos restos de ellos.
Parece que constaban, gene­
ralmente, de ocho pisos y que
F ig . 51. Al tur.
Fig . 50. Zigurat mesopotámico
(templo-pirámide).
servían también de observa­
torios astronómicos.
Hacia la mitad de la altu­
ra del templo había una cá­
mara para descanso de los
que subían al santuario situa­
do en la torre superior y en
el que no había estatua al­
guna, según datos de anti­
guos historiadores.
En otros templos existía
también un santuario en la
parte baja, con la estatua del
dios.
A c c e s o rio s de lo s tem plos.
Poseían los caldeos y asirios
varios objetos de culto y sím­
bolos religiosos:
El altar, de mármol o pie­
dra común, de varias formas
(fig. 51).
22
F ig . 52. Globo alado.
El globo alado, que signifi­
caba el dios solar protector
del r e y : en él se ve la in­
fluencia egipcia (fig. 52).
El ÁRBOL SAGRADO. No Se
conoce de una m an era cierta
su significado: se encuentra
repetido m u y a m en udo ( fi­
gura 53).
Nos han dejado también
estelas para perpetuar hechos
notables, generalmente gue­
rreros, y obeliscos con igual
objeto que las estelas, pero
de menos importancia que
los egipcios (fig. 49).
A r q u it e c t u r a civil. — L a
casa. Según se desprende de
los bajorrelieves de la época,
la casa caldea y asiría puede
resumirse en dos tipos cons­
tructivos: casas de cubierta
nhn
V 
Í! P
con terraza sobre vigas, y ca­
sas de cubierta en forma de
cúpula (fig 54).
El palacio. — Es más cono­
cido que el templo gracias a
las recientes exploraciones,
que han puesto al descubier­
to múltiples ruinas, y a los
Fig . 54. Los dos tipos de casa
mesopotámica, según aparecen
en bajorrelieves.
Fig . 53. Árbol simbólico, con
genio alado.
modernos estudios que han
facilitado el conocimiento de
la cultura caldeo-asiria con
la interpretación de su escri­
tura cuneiforme (de forma de
cuña) (fig. 47).
Generalmente cada monar­
ca levanta un palacio, exten­
sa sucesión de patios y salas
con un sinfín de habitaciones
para su servidumbre. En el
palacio de Sargón, en Kor-
23
F ig . 55, Palacio de Sargón en Korsabad. Reconstitución.
F ig . 56. Portada del palacio real de Korsabad.
24
.lUau, empezado en el ano
772 antes de J. C. (fig. 55)..
lian podido observarse hasta
m.is de treinta patios y dos­
cientas habitaciones, siendo
mis muros de gran espesor,
por causa de la flojedad del
material empleado, lo que
daba al edificio un aspecto
Kig. 57. Relieve asirio. Toma de
Nínive (I milenio a. J.C.).
de robustez que realmente no
poseía: de ahí sus mal con­
servados restos.
En la reconstitución de di-
eho palacio puede verse el
vasto patio de entrada, er
uno de cuyos lados se abren
Jas comunicaciones con el ex­
terior, alrededor de los otros
tres se desarrollan los gran­
des departamentos del pala­
cio, para habitación del rey,
satas ae recepción, cuadras,
depósitos de víveres, talleres,
armerías, cuarteles, etc.
E s c u ltu ra . — La escultura
en esos pueblos es de un
gran valor histórico, pues es­
tá dedicada generalmente a
perpetuar las hazañas de sus
monarcas, decorando median­
te grandes bajorrelieves los
muros de los palacios. Trata
también asuntos de género.
Sus bajorrelieves se dife­
rencian de los egipcios por
la acentuación del modelado
debido quizás, en parte, al
empleo de materiales gene­
ralmente mucho más blandos.
Presenta escasa variedad
en los movimientos y expre­
sión de sus figuras, en cuya
rudeza se observa la gran im­
portancia que este pueblo da­
ba a la fuerza física.
F ig . 58. Toro alado del palacio
de Korsabad. Museo del Louvre.
25
Fie. 59. Leona herida. Relieve asirio. British Museum.
En cambio, en la represen- fielmente la forma, sobre to-
tación de animales llegan a do en algunas especies, como
gran altura, reproduciendo el león, en que la vida es ex-
Fic. 60. Ninive. Deportación de gentes. Relieve asirio.
26
liMJtda con enérgica maes-
iritt (fa s. 59 ).
Son notables y típicos los
lortix alados con cabeza hu-
iimiiu, generalmente tallados
i ii un solo bloque de grandes
dimensiones, que decoran las
puertas en el exterior de los
|)Mlucios (figs. 56 y 58).
Como en Egipto, policro-
nuibnn también los bajorre-"
lleves. arte que pasó a Persia.
Pintura. — Su principal
manifestación se revela en
Ion ladrillos esmaltados, d e
tiran brillantez en el colorido,
quo servían de revestimiento
mlits paredes.
Sus asuntos están tratados
«■ii tonos planos (azul y ama­
rillo generalmente) acentua­
dos por un perfil oscuro. Re­
presentan escenas de la vi­
da ordinaria o actos de la
corte, ceremonias religiosas,
o asuntos puramente decora­
tivos.
Las cualidades de coloris­
tas que poseían los caldeos y
asirios. las empleaban tam­
bién en la fábrica de tapices,
muy conocidos y apreciados
en todas las grandes metró­
polis de la época, donde los
introducían los mercaderes
asirios, al par que sus mo­
narcas hacían sentir el peso
de sus conquistas. En la Ro­
ma de Augusto se codiciaban
todavía las telas de Asiría.
F ig . 61. Pintura mural. Palacio asirio de T el Barsib.
27
F ig . 62. Friso de terracota esmaltada. Korsabad.
FENICIA, JUDEA Y PEKSIA
FENICIA. — Situada en el
Asia, en la estrecha zona
comprendida entre el Medi­
terráneo y el monte Líbano,
tuvo centros importantes de
civilización, como Sidón, Ti­
ro, etc. (fig. 63).
Pueblo positivista, activo,
comerciante y colonizador,
carece de amor propio políti­
co y acepta todos los gobier­
nos con tal que favorezcan
sus intereses. A l extender su
comercio per el Mediterráneo,
fundó colonias como Cartago
al norte de África, en la isla
de Chipre, Gades (Cádiz) al
sur de España, Ibiza en las
Baleares, etc.
Los fenicios son los inven­
tores de la escritura alfabé­
tica.
Su E s c u lt u r a se limita a
las estatuas de divinidades
que fabrican para el comer­
cio, imitando el arte egipcio
y el caldeo-asirio, como des­
pués imitaron el griego, mez­
clando sus elementos (fig u ­
ra 64).
JUDEA. — No florecieron
las bellas arles, principalmen­
te la escultura, porque la ley
mosaica le puso limitación a
fin de evitar que el pueblo
escogido cayese en la idola­
tría de las regiones comarca­
nas.
28
Fig. 64. Figura púnica de barro.
Madrid. Museo Arqueológico.
El templo que Salomón
levantó en Jerusalén en el si­
glo x i antes de J. C„ fue
debido a artistas fenicios. A
pesar de haber sido destruido
por Tito, se ha podido deter­
minar algo de su aspecto y
proporciones por lo que de él
refiere la Biblia y por el es­
tudio de sus restos
PERSIA.—Su arte es la úl­
tima manifestación del genio
antiguo de Oriente, pues con­
servaba todavía su esplendor
cuando el arte griego había
influido ya en Egipto y Cal-
dea-Asiria (siglo iv y v antes
de J. C.).
No obstante ser el arte per-
F ig . 65. Relieve. Escalinata de Persépolis.
2 - M.D.D. 29
Fig . 66. Capitel. Persépolis.
Museo de Teherán.
F ig . 67. Cabeza. Persépolis.
Museo de Teherán.
sa reflejo de aquellas dos
poderosas civilizaciones que
hemos estudiado, desarrolla
algunos elementos propios
como la típica forma de ca­
pitel con elementos de dos
animales unidos y dispuestos
para sostener dos jácenas (f i­
gura. 66).
En su E s c u lt u r a se obser­
va tam bién la m ezcla d e las
influencias citadas. E s m enos
ex a g e ra d a que la asiría en su
m odelado (fig. 67).
Durante la dominación de
los Sasánidas (siglo m des­
pués de J. C.). Persia tuvo
una época brillante. Más tar­
de influyó en el arte sirio y
bizantino.
Conservó elementos del ar­
te indígena, al par que sufrió
la influencia griega y roma­
na ; descúbrese esta mezcla
de estilos en casi todas las
obras de este período, pero
se observa de una manera
manifiesta en los famosos re­
lieves tallados en la roca que
representan asuntos varios.
Forman también parte de
este grupo varios pueblos del
Asia Menor, como los hititas.
y les monumentos conocidos
con el nombre de nuragas y
talayots en las islas de Cerde-
ña y Menorca, templos de
Malta, etc.
30
F ig . 68. Bronces rituales chinos. Siglos x i-m a. J.C.
PUEBLOS CUYO ARTE HA TENIDO ESCASA
INFLUENCIA EN EUROPA
IN D IA . — (Indostán, Indo­
china, Ceilán, etc.).
A r q u it e c t u r a .— Los monu­
mentos más antiguos que co­
nocemos. probablemente no
son anteriores a nuestra era.
Domina en ellos la exagera­
ción de líneas de decoración,
prolija y tumultuosa (figu­
ras 70-71-72).
F i g . 69. Stupa, o relicario-edificio de Sanchi, India.
31
F ig . 70. Escultura simbólico-
decorativa. India.
Fig . 71. Tempo de Adinatha.
Abu. Siglo x i i .
Fig . 72. Siva danzante
Siglos xm -xiv. India.
F ig . 73. Detalle de un fresco.
Ajanta. Siglo vn. India.
32
E s c u ltu ra . — Toma por
asuntos escenas de la mito­
logía brahmánica y budista;
composiciones recargadas, de
líneas amaneradas y blando
moldeado (figs. 70-72).
P in tu ra . — De característi­
cas semejantes a la escultura
y dedicada principalmente al
retrato. Se conserva casi ex­
clusivamente en frescos mu­
rales y en miniaturas ( fig. 73).
F ig. 74. Puerta de la tumba de Wang. Modelo en piedra. Dinastía
Han (siglo iii a. J.C. - siglo iii d. J.C.).
CHINA. — El arte chino es
muy distinto de los anterior­
mente reseñados. En los pri­
meros siglos de nuestra era
fue influenciada por el arte
persa y el hindú, pero conser­
vó su carácter propio.
Se distingue por la extra­
ordinaria fantasía y compli­
cación de los motivos orna­
mentales, por la estilización
(interpertación convencional
de un objeto, que hace resal­
tar sus rasgos más caracte­
rísticos), y por la importan­
cia dada al arte suntuario (ob­
jetos de lujo).
A rq u ite c tu ra . — Recuerda
la de la India. Construyen ca­
si siempre con entramado de
madera y dan gran importan­
cia a la cubierta (figs. 74 y
76). En arquitectura militar,
es famosa la Gran Muralla,
que defendía la China septen­
trional de las invasiones tár­
taras; mide 2000 km de lon­
gitud ; fue construida hacia
el siglo iii antes de J. C. (fi­
gura 75).
A r t e su n tu a rio . — La pin­
tura y la escultura propia­
mente dichas (figs. 78 y 79),
son importantes. Pero sobre
todo, adquieren un extraordi­
nario esplendor aplicadas a
la elaboración de objetos de
cerámica, de porcelana (que
33
Fig . 75. L a Gran Muralla china vista desde el interior.
F ig . 76. Templo del Cielo. F ig . 77. Bronce chino de la
Pekín. China. dinastía Shang.
34
ai parecer lúe inventada por
ellos) y bronce (fig. 77). Me­
recen especial mención las jo­
yas y vasijas esculpidas en
jade y ágata (piedras muy
duras, de colotes diversos) y
los muebles, cajas y objetos
de adorno, recubiertos de la­
ca (barniz duro y brillante
hecho con la resina de ciertos
árboles de Oriente).
Los chinos fueron muy há­
biles en la pintura sobre ma­
dera, seda y porcelana, y en
la confección de tejidos ar­
tísticos.
JAPÓN.—La historia de su
arte es más conocida que la
«le la China. Éste está forma-
Fig . 78. Pintura de Chao Ju.
Col. Freer. Washington.
do esencialmente de elemen­
tos chinos, y también de ele-
I' tu Vil KHcultura china.
T uiiiIiun de IVkfn.
F ig . 80. Torre de Yahushiyi.
Japón.
35
Fig . 81. Buda. Período Heian.
Kioto.
mentos indios y persas, pero
presenta un carácter espe­
cial, por el uso de la madera
como material favorito de
construcción (fig. 80).
E s c u ltu ra . — Se manifiesta
principalmente en objetos de
bronce modelados con gran
arte (fig. 81).
P in tu ra . — E s interesan­
tísima: han existido varias
escuelas, hasta que en el si­
glo xvn, siglo de oro del arte
japonés, nace una escuela na­
turalista por excelencia que
lleva a gran altura la perfec­
ción de la línea. Fue su fun­
dador el celebrado maestro
Hokusai (fig. 82).
Fig. 82. El monte Fuji, por Hokusai.
36
]■'!<;. 83. El Chac Mool, del templo de Chichen-ltzfi. Musco Nacional
de MóS’ico.
ARTE ABORIGEN AMERICANO
l'!n América es difícil fijar
el dricen de la arquitectura
nnlerior a la época de los des-
nilprliiiientos, si bien puede
lilli imirsc cine sus monumen-
1
1 iliiliin, sólo, de cuatro si­
llín: miles de la conquista;
m observa en ellos marcada
IliIIiletieiii asiática.
I iii ruinas existentes ocu-
l"iii mui |ie(|ueñn extensión,
l'ili hiiliimenle en Méjico y
I i m i eiieimlrumos restos de
• lliin
M ILICO 1.11 arquitectura
un |li mili e exulleíante y ri­
ca. Recuerda la de la India.
El uso de la piedra blanda,
muy abundante en aquel país,
contribuye sin duda a las
complicadas formas de su de­
coración, al revés de lo que
acontece en el Perú, como
luego veremos.
La forma corriente de sus
construcciones es apiramida­
da ; emplean la columna sin
capitel, que suplen por una
especie de abaco de forma
circular o cuadrada.
Escultuiw. — Alcanzó una
extraordinaria perfección (fi-
37
38
F ig . 86. Atlante tolteca. P irá­
mide de Quetzalcoatl. Tula.
Siglo xi.
Ijuras 83-86). Las reproduc­
ciones de animales y las más-
curas funerarias esculpidas
en piedras muy duras y a me­
nudo pintadas o recubiertas
ilo mosaico son de una sor­
prendente belleza.
Los relieves, de asuntos re-
IihIohos, tratados simbólica­
m e n t e , recuerdan los de la
Imlli) (figs. 85-88), así como
I>
i escultura decorativa, que
nnli'iiln «ran variedad de for-
niH
M«eométricas, recuerda las
•I' 1'lilnrt y Japón (fig. 85).
l’lNTtJHA. -También en este
mi le fueron muy diestros los
mujlrniioii, tanto en la pintu-
Ki ni frenco, que decoraba
li tupín i (mínelos y sepulcros,
Fig . 87. Piedra del Sol. Azteca.
Bloque de pórfido de 6,70 m de
diámetro y 0,91 m de espesor.
Museo Nacional de Méjico.
F ig . 88. Relieve con un príncipe
maya. Procede de Palenque.
Museo Arqueológico Nacional,
Madrid.
39
A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
Sus teocalis o templos son
construcciones apiramidadas,
de planta cuadrilateral y per­
fectamente orientadas a los
cuatro puntos cardinales (f i­
gura 84).
Tienen anexas edificacio­
nes para viviendas de los
sacerdotes y dependencias del
culto.
A r q u it e c t u r a c iv il. — E l
palacio. Inmensa serie de ha­
bitaciones, algunas de gran
capacidad, que se desarrollan
alrededor de patios, y de las
F ig . 90. Puerta del Sol. Tiahuanaco. Bolivia.
Fig . 89. Miniatura de estilo
precolombino. Méjico.
como en las miniaturas de
los códices (fig. 89).
40
Fio. 91. Relieve de un monolito
del Museo de Lima.
Sus templos ocupaban gran
extensión y tenían edificios
anexos para el alojamiento
de los peregrinos.
E s c u lt u r a y p in tu ra. — De
caracteres semejantes a las
de Méjico, especialmente en
las estilizaciones geométricas
empleadas como motivo de
decoración (fig. 91).
La manifestación más im­
portante del refinado senti­
miento artístico de los indios
peruanos la encontraremos
en las vasijas de barro pin­
tadas, verdaderas esculturas
policromadas que alcanzan, a
menudo, un grado de realis­
mo impresionante (fig. 92).
Hay otras muy estilizadas.
cuales las inmediatas a la
i'iilrada sirven para la vida
oficial, y las interiores para
l<i familia. Las fachadas se
de ioran, generalmente, con
n>l leves geométricos profusa­
mente aplicados.
I'KKÜ. — Su arquitectura
i") de carácter sencillo, sin
lii> exuberancias de la meji-
i mui, niu duda por'el uso de
(ili iluí de «ran dureza; tan
m
Iii mii Ini ile en aquella región
I Un 1
)0). F ig . 92. Retrato en arcilla.
Cultura mochica. Perú.
41
Fig . 93. Frontón occidental del Partenón. Atenas. Reconstitución.
GRECIA
o de arte modificado por las
influencias de Asia y Egipto.
De esta época son los poe­
mas «La Ilíada» y «La Odi­
sea». En la cerámica domina
el llamado estilo geométrico.
Época A rc a ic a (del siglo vn
hasta principios del v antes
de J. C.), período de elabora­
ción de la gran arquitectura
griega.
Época clásica (siglo de Pe-
ricles, v antes de J. C.), la
más brillante del arte griego.
Época H e le n ístic a (del si­
glo iv a la conquista de Egip­
to por los romanos, año 31 an­
tes de J. C.).
En la época Arcaica' em­
pieza, pues, el esplendor del
arte. Dieron los griegos for­
ma artística exterior a la
construcción; de ahí resultan
los conjuntos arquitectónicos
llamados órdenes o sea la re­
solución artística del problf-
Fig. 94. Puerta de las Leonas. ma de sostener una cubierta
Micenas. Siglo x v i i a. J.C. sobre columnas.
ÉPOCAS DE SU A R T E .—
Pueden señalarse cinco:
JÉpoca M icénica, llamada
así por haberse hallado en
Micenas sus principales mo­
numentos. (fig. 94).
Época hom érica (del si­
glo x i al vn antes de J. C.)
42
Fig . 95. Orden dórico.
Se desarrollaron según el
estudio que vamos a hacer de
olios seguidamente.
En los órdenes se distin­
guen dos elementos: el sus­
tentante, constituido por la
columna: base, fuste, capitel.
h i. m
i Iv.tudo actual del Parte-
ItAh, Acrópolis de Atenas.
El sostenido o entablamento,
compuesto de arquitrabe, fri­
so y cornisa (fig. 95).
Los órdenes son: el Dóri­
co, el Jónico y el Corintio.
El ord en D ó ric o es robus­
to y sencillo: la columna ca­
rece de base, pues arranca
directamente del zócalo, y el
fuste es acanalado a arista
viva.
El friso consta de dos par­
tes que van repitiéndose, me-
topa y triglifo y el capitel es­
tá reducido a una moldura
llamada equino, de extrema­
da belleza (figs. 95-96-97).
El ord en Jónico es esbelto
y gracioso. Su columna tiene
base y las canales del fuste
están separadas por planos.
Él arquitrabe presenta casi
siempre tres planos con un
ligero saliente del uno sobre
el otro. El capitel es de vo­
lutas (curva en espiral) (fi­
guras 98-99-102).
El o rd en C o rin tio se dis­
tingue del anterior por el ca-
F ig . 97. Capitel dórico.
F ig . 99. Capitel jónico.
tituidas por unas figuras de
mujer llamadas cariátides ¡(fi­
guras 103-104).
Fig . 100. Capitel corintio.
Olimpeión. Atenas. F ig . 101. Capitel corintio.
Fig . 98. Templo de la Victoria
Áptera, Acrópolis de Atenas.
pitel compuesto con hojas de
acanto (figs. 100-101).
En el Erecteion de Atenas,
templo de orden jónico, exis­
te una galería o templete en
que las columnas fueron sus-
A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
El templo griego es, general­
mente, un edificio cuadran-
gular con cubierta de dos
vertientes, y un pórtico que
puede estar solamente en la
fachada principal y sostenido
por dos columnas (templo in
antis, fig. 105) o rodeando
todo el edificio (fig. 107) en
cuyo caso recibe los nombres
de tetrástilo, hexástilo, oc-
tástilo, etc., según el número
de columnas que tiene en la
fachada principal. Las co­
lumnas de los pórticos y los
entablamentos corresponden
44
Fig . 102. Orden jónico.
a los órdenes descritos. En
las fachadas anterior y pos­
terior, entre la cornisa hori­
zontal y las dos inclinadas
del tejado, queda un espacio
triangular, el frontón, ador­
nado con grupos escultóricos
(fig- 93).
La disposición interior del
templo se explica en la figu­
ra 106.
A r q u it e c t u r a fu n e r a r ia . —
Una gran variedad se obser­
va en las sepulturas del pue­
blo griego, desde el simple
montón de tierra y la tumba
excavada en la roca, hasta la
construida ex profeso (figu ­
ra 108). Existe también gran
| ii, |{i:i. Tribuna de las cariátides del F ig . 104. Copia roma-
Erecteión, Atenas. na de una cariátide.
45
Fig. 105. Templo in antis. Tesoro
de los atenienses, Delfos.
número de estelas de piedra
con retratos u objetos alusi­
vos al muerto, o con decora­
ciones de hojas de acanto,
palmeras, etc. (fig. 109).
A r q u it e c t u r a civil. — L a
casa. D ifícil es sujetar la ca­
sa griega a un tipo uniform e;
como en todas las épocas y
localidades, refleja la posi­
ción social y económica de
sus moradores. Hasta el si­
glo v fue muy sencilla; la
casa suntuosa de este siglo
puede considerarse dividida
en dos partes: andrón o ha­
bitaciones destinadas a los
hombres y gineceo, habitacio­
nes de vida íntima y de las
mujeres.
Los p a l a c i o s helénicos eran
de gran suntuosidad. Se ig­
nora el destino y carácter de
sus compartimientos.
C o n stru c c io n e s p ara r e u ­
niones públicas. — La impor­
tancia que se daba a la vida
de relación, hizo que se desa­
rrollaran construcciones es­
peciales, como:
El Agora, especie de plaza
pública y centro de vida de
la ciudad, donde además de
celebrarse los mercados, te­
nían lugar reuniones públicas
o consejos para tratar asun­
tos locales. Eran de planta
cuadrada y rodeadas de pór­
ticos dobles y de suntuosos
edificios. La torre llamada
de Andrónico o de los vien­
tos, formaba parte de la de
Atenas y en ella había un
reloj público (fig. 112).
A. Pronaos
o vestíbulo.
B Naos
C. Epistho-
domos
donde se guarda
divinidad.
Fig . 106. Planta de un templo
griego.
46
47
F ig . 109. Estela sepulcral ática
del cementerio de Erídanos.
Atenas.
El gim n asio era el terreno
o edificio en que se realiza­
ban los ejercicios corporales
tales como carrera, salto, lan­
zamiento de peso, de disco y
de jabalina.
La p a le s t ra , parte del gim­
nasio en que se celebraban
el pugilato y la lucha, era
un edificio cubierto y perfec­
tamente acondicionado. Ge­
neralmente ocupaba el centro
del gimnasio y se considera­
ba la sección más importan­
te del mismo (fig. 111).
En los h ipód rom os se ha­
cían las carreras de caballos
y en los e sta d io s las carreras
a pie.
El t e a t r o , lugar de reunión
el más importante, no tanto
por su carácter de diversión
como por celebrar el pueblo
en él sus asambleas. Era el
edificio de más suntuosidad
(fig. 113-114-115).
Lo constituían tres partes
esenciales: la gradería (cu-
nei) para los espectadores;
la orquesta, de planta semi­
circular, en medio de la cual
se elevaba una ara, y la es­
cena, de planta rectangular y
de poca profundidad, con
tres puertas en el muro del
fondo. Los llamados Odeonex
se destinaban solamente ;i
audiciones musicales y se di
F ig . 110. Escultura decorativa
del teatro de Dionisio, Atenas.
48
ferenciaban de los teatros en
que carecían de orquesta.
E s c u l t u r a . — La represen­
tación más primitiva de la
escultura helénica es una im­
perfecta imitación del natu­
ral : figuras envaradas, sin
expresión, las extremidades
pegadas al cuerpo formando
i r T T T T T T n
• • 1 • P I» w •
• 1 • I • • I •
: U2iL-LJLl.J_JLJ
„ 112 Torre de Andrónico
biG. 111. Planta de un gimnasio. Fig. i i ¿- vientos Atenas.
P, palestra. o
F ig . 113. Teatro de Delfos. Grecia.
49
una sola pieza: se denominan
xoana (en singular xoanon)
(fig. 116).
El gran escultor Dédalo se
separa del modelo de los
xoana y fijándose en la na­
turaleza da más vida a sus
figuras. Desde entonces es
constante el progreso de la
escultura griega pudiendo
señalar tres escuelas princi­
pales como centros de arte
que se fundieron para formar
una sola durante el siglo v.
Son las siguientes:
E s c u e la Jó n ic a de A s ia . —
Se caracteriza por la riqueza
y gracia de sus composicio­
nes.
Fig . 114. Planta de un teatro
griego.
E s c u e la á tica . Más seque­
dad de contornos y más duro
modelado (fig. 118).
E s c u e la D ó r ic a. Superior a
las anteriores; robustez en la
ejecución y constante obser­
vación de la realidad (figu ­
ra 119).
F ig . 115. Reconstitución del escenario de un teatro griego.
50
i'iG. 116. Hera de Samos, posi
ble copia de un «xoanon».
Así fue perfeccionándose
la escultura, llegando a su
apogeo en el siglo v antes de
J. C., o sea el llamado siglo
de Pericles.
De esta época son los fri­
sos del Partenón obra de Fi-
dias, y la Dem eter (Ceres) de
Gnido (British Museum) (f i­
guras 120-121). Se explica
que este pueblo llegara a tan
alto grado de perfección en
la representación plástica del
cuerpo humano, al conside­
rar que a la fina percepción
de lo bello que le era propia,
unía la constante visión del
modelo vivo en baños, gim ­
nasios, etc.
P in tu ra . — Los escritores
de la Antigüedad ensalzaron
Fie. 117. Gorgona. Templo de Corcira. Hacia 580 a. J.C.
Museo Arqueológico de Corfú.
51
Fig . 118. Figura arcaica. Museo
de la Acrópolis. Atenas.
más a los pintores griegos
que a los escultores y a los
arquitectos. Todo hace supo­
ner que fue en la pintura don­
de el genio artístico de Grecia
alcanzó su máxima perfec­
ción, pero, desgraciadamente,
no se ha conservado ni una
sola obra, y todo cuanto sa­
bemos de ella es lo que de­
jaron escrito los historiadores
y los literatos coetáneos. Po­
demos, sin embargo, hacer­
nos una idea de qué serían
viendo los frescos que se des­
cubrieron en Pompeya que
seguramente fueron influi­
das por modelos helénicos, y
los retratos hallados en Egip­
to, pintados sobre tabla, que
siguen, pero menos, lo griego.
Por fortuna han llegado
hasta nosotros vasos pinta­
dos, siendo esta decoración, al
principio, muy imperfecta en
el siglo vi antes de J. C. con
la representación de figuras
negras sobre fondo rojo. Pero
en el siglo v antes de J. C.,
así como el arte griego en ge­
neral, llegó a una gran per­
fección (figs. 122-123). Cam-
Fig . 119. Hércules del frontón
oriental del templo de Afalii
Egina. Gliptoteca de Munich,
52
Fig . 120. Friso occidental del Partenón. British-Museum.
Im 121. Demeter de Gnido.
British Museum.
bia y mejora la técnica, las
figuras son rojas sobre fondo
negro, el dibujo es más deli­
cado y de trazo más hábil.
Los ceramistas reproducen
los temas de las pinturas más
célebres e imitan a los pinto­
res. En el siglo iv aparecen
vasos pintados en colores so­
bre fondo blanco; la cerámi­
ca griega alcanza en ellos su
mejor momento. Hacia el año
300 a. de J. C. cesa la fabri­
cación de cerámica pintada
y se producen solamente va­
sijas sin ornamentación, se­
ñalando la etapa final de un
gran arte y de una gran cul­
tura.
53
F ig . 122. Pintura de figuras negras sobre fondo claro. Siglo vi a. J.C.
De un vaso procedente de Vulci.
.íMiiáítóí
FIG. 123. Eufronio. Efebo a caballo. Fondo de una copa.
Hacia 500 a. J.C.
54
Fig. 124. Los «toros» de Guisando. El Tiemblo. Ávila.
ARTE IBÉRICO
Ya en los tiempos históri­
cos, pero antes de que los ro-
nianos conquistaran España,
Ion primitivos pueblos que
ocupaban la península produ­
jeron obras de arte muy dig­
nas de consideración.
Los monumentos más anti­
guos del arte indígena son,
(.('juramente, los verracos, fi­
guras de cerdos rudamente
esculpidas por los celtas que
poblaban la Meseta Central y
(¡alicia. Se ignora el signifi­
cado y aplicación de estas ex-
Iruñas esculturas que suelen
hallarse agrupadas (fig. 124).
En Andalucía y en Levan­
te se han hallado curiosas es­
tatuas con cuerpo de toro en
actitud de reposo y cabeza de
hombre barbado, que, según
la opinión de muchos arqueó­
logos, demuestran la influen­
cia del arte mesopotámico en
el ibérico, influencia que ha­
bría llegado a través de los
fenicios o de los egeos (figu ­
ra 125).
Se han encontrado en esta
misma región numerosas es­
culturas que revelan una in­
fluencia del arte griego del
siglo vi antes de J. C. Entre
ellas, resaltan por su gran va­
lor artístico las representacio­
nes humanas de los santua­
rios ibéricos del Cerro de los
Santos y del Llano de la Con­
solación, ambos cercanos al
pueblo de Montealegre, en la
provincia de Albacete, y so­
bre todo la famosa Dama de
Elche, actual arquetipo del
arte iberogriego (fig. 127),
obra de gran belleza.
55
Fig . 125. La «Bicha» de Bala- Fig . 126. Cabeza del Llano de la
zote. Museo Arqueológico Nació- Consolación. Museo Arqueológi-
nal, Madrid. co, Barcelona.
Fig . 127. La Dama de Elche.
Museo del Prado.
56
Fig. 128. Tapa de sepulcro etrusco.
ETRURIA
H1 pueblo etrusco, cuyo ori­
gen es aún difícil de precisar,
forma en el siglo x antes de
.1
, C. una poderosa confede­
ración en el centro de Italia
y se extiende por el norte y
Niir, donde funda varias ciu­
dades. Su arte, influido por el
arlo griego y el oriental, ejer­
ció gran influencia sobre el
in te romano. Como caracte­
rística de su sistema cons­
tructivo hay que hacer notar
id empleo del arco y la bóve­
da de piedra.
A h q u it e c t u r a r e l ig io s a . —
Sus templos, de planta casi
cuadrada, eran de madera y
con pórticos solamente en la
fucilada principal, lo que los
distingue de los templos grie­
gos. Estaban profusamente
adornados con cerámica de
colores.
A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia . —
Sus tumbas están excavadas
en la tierra o en la roca; al­
gunas de ellas tienen torres
exteriores cónicas, otras pre­
sentan colinas artificiales en
forma de túmulo (fig. 129).
E s c u l t u r a . — Los etruscos
usaron preferentemente el ba­
rro cocido y el bronce como
material escultórico. Sus fi­
guras de dioses, de grandes
personajes o de animales rea­
les o fabulosos, tienen una
expresión de vida muy pecu­
liar. Son muy característicos
57
F ig . 129. Tumba etrusca en forma de túmulo.
los grupos escultóricos que se
hallan en las tapas de los
sarcófagos, de tendencia rea­
lista (figs. 128-130).
P in t u r a . — Muy influida
por la griega, tanto en los
temas como en los procedi­
mientos. Las obras conserva­
das son frescos hallados en
las tumbas (fig. 131).
F ig . 130. Escultura etrusca. F ig . 131. Pintura etrusca.
Hacia 500 a. J.C. Siglo vi a. J.C.
Museo del Louvre.
. )
I'K; 132. La loba de Capitolio. Bronce etrusco. Roma. (Los niños
son del Renacimiento.)
ROMA
El pueblo romano, de ca­
rácter eminentemente prácti­
co, poca importancia dio al
nrlo en las primeras épocas
ilo su historia, de influencia
puramente etrusca. A l con­
quistar Grecia (siglo n an-
Ios de J. C.) tomó afición a la
i iillura helénica y protegió a
los artistas griegos, llamados
ii liorna, al propio tiempo que
infinidad de jóvenes romanos
no afanaban en el estudio del
arte importado por aquéllos,
naciendo hacia el fin de la
Itopública un arte que adop­
ta dol etrusco el principio de
ciinstrucción en bóvedas de
hormigón (no de piedra, como
hemos dicho de Etruria), con
el objeto de ser fácilmente
empleado en todas las locali­
dades de sus extensas con­
quistas. Esta modificación da
por resultado un sistema pro­
pio de construcción que de­
cora con elementos griegos;
alcanza su pleno desarrollo en
los siglos i y ii del Imperio,"
mostrándose rico y fastuoso,
pero menos delicado que el
griego. Comienza a decaer
en el siglo i i i .
A r q u it e c t u r a . — C arácter
y époc as. — El carácter gene­
ral de la arquitectura roma-
59
F ig 133. Reconstitución del tem­
plo etrusco de Faleria. Museo de
la Villa Julia, Roma.
na es de grandiosidad, robus­
tez y riqueza, unidas a un sen­
tido a la vez teatral y marca­
damente utilitario.
En la historia de su Arqui­
tectura y en general de su
arte, pueden considerarse tres
épocas que corresponden a
sus divisiones políticas: Mo­
narquía, República e Imperio.
I. M o n arq u ía. Domina el
arte de influencia etrusca (fi­
gura 133).
II. R epública. Ostenta un
arte de imitación griega. De­
sarrolla el orden corintio y
crea el orden compuesto con
elementos del capitel jónico
y del corintio (figs. 134-135).
-III. Im perio. El arte de esta
época es síntesis de las dos
influencias, etrusca y griega,
elevado al más alto grado de
perfección constructiva en
grandes dimensiones (figu ­
ra 136).
La decadencia empieza a
notarse en las célebres rui­
nas de Palm ira y de Baal-
beck (fig. 137).
A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
El templo romano es deriva­
ción directa del templo grie­
go con modificaciones'que se
deben a las necesidades del
culto y a las formas nuevas
de construcción, unidas a las
tendencias artísticas de la
época. Así vemos que intro­
ducen la bóveda y la cúpula
para cubrir los templos circu­
lares, y en lugar de la gra­
dería que rodea el templo
Fig . 134. Orden compuesto.
griego, se valen de un zócalo
con escaleras sólo en la par­
te anterior (podium ).
Los hay de planta rectan­
gular como los de Nimes y
Vienne (fig. 138).
Y de planta circular como
el de Vesta (figs. 139-140).
60
A
A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia .—
Los enterramientos en Roma
se verificaban por inhuma­
ción, guardando el cadáver en
sarcófagos (fig. 141), o por
incineración (cremación del
cadáver), depositando las ce­
nizas en las llamadas urnas
cinerarias de cerámica, me­
tal, etc.
Ambos se encerraban en
tumbas de diferentes formas,
de influencia etrusca y grie­
ga, como los llamados colum­
barios (por presentar el as­
pecto interior de palomares),
en los que se guardaban las
urnas en nichos sobrepuestos
en hileras (fig. 142).
Fio. 13(>. El Panteón de Agripa. Roma.
61
F ig . 135. Templo romano de
planta redonda. Tívoli.
Otras, en forma de túmulo
o de templo, como el mauso-
F ig . 137. Columnata del templo F ig . 138. Templo romano de
de Baalbek. Siria. Augusto y Livia. Vienne, Francia
a menudo los sepulcros en
forma de torre cuadrada. En
Tarragona tenemos un buen
ejemplo de los mismos (figu ­
ra 144).
La idea de estela griega se
continúa en Roma con el
nombre de cipo.
La llamada pira era el mo­
numento formado de maderas
y otras materias combusti-
F ig . 140. Planta del templo
de Vesta.
leo de Adriano en Roma (hoy
castillo de San Angelo) y el
de Augusto (fig. 143), con in­
fluencia etrusca.
Durante el Imperio se usan
Fig . 139. Templo de Vesta.
Roma.
62
bles que se quemaban con el
cadáver.
A r q u it e c t u r a c iv il . — En .
ella se ostenta la verdadera
importancia de la arquitec­
tura romana con todo su es­
plendor y riqueza. Sus monu­
mentos conmemorativos: la
Fig . 141. Sarcófago do Escipión Barbado. Vaticano.
fc'ia. 142. Columbario romano. Vía Apia. Roma.
63
Fig . 143. Mausoleo de Augusto.
Reconstitución.
columna de honor para glo­
rificar la memoria de per­
sonajes célebres (fig. 145) y
los arcos del triunfo para per­
petuar la memoria de grandes
hechos son de gran valor ar­
tístico (figs. 146-147). Unos y
Fig . 145. Pormenor de la Co­
lumna de M. Aurelio. Roma.
otros suelen aparecer recu­
biertos de hermosos relieves
de carácter narrativo y ale­
górico.
E dificacion es p ara re u n io ­
nes públicas. — E l fo r o . Vie­
ne a ser el agora griega, mer-
F ig . 144. Sepulcro llamado
«Torre de los Escipiones»
Tarragona.
cado público al par que cen­
tro político y social de la ciu­
dad (fig. 148).
L a B a s íl ic a . Edificio para
reunirse los comerciantes, co­
mo las lonjas de la Edad Me­
dia, y donde se celebraban las
asambleas populares. Su es­
tudio es interesante, porque
su estructura dio origen a la
disposición de la basílica
cristiana (figs. 149-150).
64
F ig . 148. Vista del Foro de Roma. Reconstitución.
L a s t e r m a s . Edificios des­
tinados a baños y ejercicios
de natación: también había
en ellas gimnasio, pero con
carácter secundario ( figura
151). A l desarrollarse la cul­
tura romana, las termas fue-
ron un lugar de reunión y de
vida intelectual. Las de Cara-
calla en Roma son el verda­
dero tipo, como se ve por la
adjunta planta de gran su-
F ig . 149. Ruinas de la basílica de
Pompeya.
Fig . 150. Planta d
<
>
una basílica rorranu,
66
Fig . 151. Termas de Caracalla, según reconstitución de Viollet
le Duc.
perficie, en las que se levan­
tan importantes cuerpos de
edificio para los servicios de
hombres y mujeres (fig. 152).
Las principales dependencias
eran el tepidarium o salas ti­
bias, baños calientes, pisci­
nas, salas de masajes y perfu-
67
Fig . 153. Sección del anfiteatro
Flavio, de Roma.
mes, etc., y tam bién salas de
conversación, de con feren ­
cias, bibliotecas, etc.
E l a n fite a tro . E s el edi­
ficio esencialm ente rom ano,
de plan ta o v a la d a y com pli­
cad a construcción, pues h a de
dispon er de locales p ara las
Fig . 154. Planta del anfiteatro
Flavio, de Roma.
fieras destinadas a las lu ­
chas, p a ra los gladiadores,
canalizaciones con el objeto
de con vertir la pista en pisci­
n a en las fiestas navales, etc.
(figs. 153 a 156)
E l te a tro , así com o el c ir ­
co, el hipódrom o y el estadio,
F ig . 155. Anfiteatro Flavio, llamado el Coliseo. Vista exterior. Roma.
68
F ig . 156. El Coliseo. Roma. Vista del interior.
son edificaciones del mismo
Upo que las de igual clase que
se levantan en G recia; se ob­
servan algunas ligeras va­
riantes constructivas que no
afectan a su estructura gene­
ral, más suntuosa.
El teatro, principalmente,
era decorado con más rique­
za y complejidad que el tea­
tro griego.
La casa. Las¡ casas roma­
nas primitivas estaban se­
paradas unas de otras por
medio de andronas, y consta­
ban solamente de un patio
(atriurn), ya abierto, ya con
cubierta a dos vertientes que
arrojaban las aguas al exte­
rior; alrededor de este patio
se desarrollaban las habita­
ciones. Más tarde, se supri­
mió la androna, y las aguas
de la cubierta sé vertieron en
el interior (im p lu viu m ). En
Pompeya tenemos todos los
tipos de casa romana, desde
F ig . 157. Casa romana.
Pompeya. Reconstitución.
69
Fig . 158. Peristilo. Casa do Vetio. Pompeya.
/
Fig. 159. Acueducto romano de Segovia.
70
F ig. 1()0. Cabeza en bronce de
J. Bruto. Museo de Roma.
las más sencillas a las más
opulentas (figs. 157-158).
P u e n t e s , a c u e d u c to s y cal­
z a d a s. Los romanos fueron
grandes ingenieros. Constru­
yeres larguísimas calzadas
(caminos espaciosos, empe­
drados) por las que Roma se
comunicaba con las poblacio­
nes más importantes de su di­
latado imperio. Los puentes
que levantaron eran sólidos
y bellos; muchos se han con­
servado hasta nuestros días.
Para llevar el agua a las po­
blaciones que carecían de
ella, edificaron monumentales
acueductos; el de Segovia es
F ig . 161. Livia como la diosa
Fortuna. Vaticano.
uno de los más importantes
(fig. 159), como también el de
Tarragona y el Pont du Gard.
E s c u l t u r a . — La escultura
romana sufrió las influencias
etrusca y helenística, pero
algunos escultores adquieren
originalidad, inspirándose en
el natural, que reproducen
con realismo.
Este carácter se manifiesta
en las estatuas y bustos his­
tóricos que hoy admiramos
en los museos (figs. 160-161).
Trata también la escultura
romana los asuntos políticos
contemporáneos, en bajorre­
lieves conmemorativos de las
71
Fig . 162. Pintura arquitectónica.
Boscorcale. Siglo i. /
numerosas conquistas de este
pueblo (fig. 145).
P in t u r a . — Es más cono­
cida que la griega, gracias a
los descubrimientos moder­
Fig . 163. Cabeza de muchacha.
Procede de Herculano. Museo de
Nápoles.
nos en Roma, y sobre todo en
Pompeya. Generalmente al
fresco da sensación de vid a ;
fue ejecutada algunas veces
por artistas griegos romaniza-
B
’ig . 164. Mosaico de la batalla de Alejandro y Darío.
Musco de Nápoles.
72
<|oh. Llena como elemento de-
i unitivo el interior de los edi­
ficios públicos y casas particu­
lares, aun las poco acomoda­
das. En general trata asuntos
mitológicos, escenas de amor­
cillos trabajando en diferen­
tes oficios, o representa cons­
trucciones de fantasía, etc.
(figura 162).
En Egipto, en las sepultu­
ras de la época romana, se
han encontrado, junto a las
momias, magníficos retratos
pintados (el busto solamen­
te), al parecer de autores gre-
colatinos (fig. 165).
M o s a ic o s . — Emplearon los
romanos frecuentemente el
mosaico, conocido ya de los
griegos, de un modo especial
en los pavim entos; casi siem­
b re con dibujos de pura orna­
mentación pero algunas ve­
ces desarrollaron grandes
composiciones, como en el
que se representa la batalla
de Alejandro contra Darío
(figura 164).
v. D ecadencia r o m a n a . — La
unidad del imperio romano,
que, por estar formado de ele­
mentos tan heterogéneos, era
más bien política, cayó al im­
pulso de varias causas, que
no son de este lugar, siendo
la principal el cambio radical
experimentado en el espíritu
de la sociedad pagana, deca­
dente al nacer el cristianismo.
F ig . 165. Retrato de mujer
egipcio-romano. Fayum.
73
F ig . 166. Sarcófago paleocristiano. San Francisco de Rávena.
ARTE CRISTIANO
Es la expresión del espíritu
nuevo sobre la forma antigua.
Tosca imitación en sus co­
mienzos del arte romano, se
desarrolla y da origen a una
verdadera regeneración ar­
tística.
P e r ío d o de fo r m a c ió n
del a rte c r is t ia n o
I. E l de la s c atacum bas
(del siglo II al IV ).
II. E l df, la s b a s ílic a s
III. E l de la in f l u e n c ia
b iz a n t in a (del siglo V I al X )
en que queda completamente
formado el arte románico.
Estudiaremos ahora los dos
primeros períodos y dejare­
mos el tercero para cuando
veamos el arte románico.
I. P e r ío d o df. fo r m a c ió n
del a r te c r is t ia n o : C ata­
c u m b a s . — El cristianismo, du-
Fic. 167. Planta parcial do un
piso de las catacumbas do Calix­
to. Roma. A, ambulacro; B, lócu­
lo; C, cubículo; I), cátedra.
74
F ig . 168. Catacumba de Domitila, Roma.
rante los tres primeros siglos
de su existencia, oprimido por
las persecuciones, no pudo
pensar en las manifestaciones
artísticas y, por otra parte,
perduraba todavía la influen­
cia de la ley mosaica que ha­
bía puesto limitaciones a la
práctica de las bellas artes,
por las razones expuestas an­
teriormente, y los cristianos
miraban como objeto de ido­
latría las obras del arte pa­
gano. No obstante, el arte
cristiano se desarrolla paula­
tinamente porque el senti­
miento popular lo favorece y
la Iglesia apoya este senti­
miento porque gusta de ver
representados bajo formas
sensibles los misterios y ob­
jetos de su culto.
Éste se practicaba en luga­
res escondidos, de ahí las ca­
tacumbas, que es donde hay
que estudiar el arte cristiano
en este primer período. Las
catacumbas son necrópolis
subterráneas destinadas a se­
pultura de todos los que pro­
fesan la religión de Jesu­
cristo. Las hay en diferentes
partes del Imperio, pero las
más importantes son las de
Roma.
Las de Calixto (fig. 167).
75
F ig . 169. Orfeo. Atenas.
Museo Bizantino.
ocupan un área de mucha
extensión y constan de tres
planos o pisos horizontales
superpuestos casi paralelos,
comunicados por rampas o
escaleras formando infinidad
de corredores (ambulacros)
donde se abren los nichos
(lo cu li), y las cámaras (cu-
bícula) (fig. 168), destinadas
a una familia o a sepulturas
de Papas, que son de planta
rectangular. Algunas de estas
cámaras están destinadas al
culto y en ellas se encuentra
una cátedra. Hay además los
arcosolium, nichos abiertos
en la roca, cuya parte supe­
rior forma una bóveda.
D eco ració n de la s c a tac um ­
b as. — Fácilmente se com­
prenderá las dificultades con
que tuvieron que luchar los
primitivos cristianos para
desarrollar el arte, por la con­
tinua vigilancia y constantes
persecuciones de que eran
objeto. Protegidos únicamen­
te por la ley general romana
que prescribía respeto a las
tumbas, pudieron a su ampa­
ro realizar la decoración de
las catacumbas.
La P in t u r a , en general, se
reduce a una imitación de los
asuntos paganos, con el sim­
ple cambio de la significación
de sus escenas: así Orfeo
amansando a las fieras con su
música, representa la acción
benéfica de Cristo (fig. 169).
Domina siempre el carácter
simbólico y alegórico en sus
composiciones. Tratan tam-
76
I>ién asuntos del Antiguo y
Nuevo Testamento con igual
carácter y factura, pero es
preciso hacer constar que, a
pesar de esta imitación del
arte pagano, el cristianismo
ostenta desde el principio
concepciones artísticas pro­
pias, que paulatinamente se
van desarrollando.
La E s c u l t u r a se practica
•lún con mayores dificultades
que la pintura. D ifícil era la
introducción de grandes blo­
ques en las catacumbas y más
difícil ejecutar las obras en
el interior.
Existen algunos bajorrelie­
ves esculpidos en sarcófagos,
de mármol o pórfido (figura
166), que representan asuntos
idénticos a los ejecutados en
pintura y pertenecientes a los
primeros tiempos. Aumentan
en los siglos iv y v.
Fió 171. El Buen Pastor. Relieve
del siglo v. Iglesia de la Santa
Cruz, Écija. Sevilla.
Es frecuente hallar en ellos
el anagrama de Cristo, com-
F ig . 172. Sección transversal de la basílica de San Pablo Extra­
muros. Roma.
77
F ig . 173. Basílica de San Pablo Extramuros. Roma.
puesto de una X y de una P,
forma de que se valían para
indicar el nombre de Cristo
en (griego X p is t o s ), y las
letras alfa y omega, primera
y última del abecedario grie­
go, para significar el princi­
pio y el fin de todas las cosas
(figs. 166-170).
Las estatuas (hay muy po­
cas), y relieves, representan
casi exclusivamente al Buen
Pastor (fig. 171).
Obsérvese que, a pesar de
manifestarse en todas las
obras la influencia de Jesu­
cristo y su doctrina, no re­
presentan nunca asuntos de
la sagrada Pasión, ni nada
que haga referencia a los tor­
mentos de los mártires.
II. P e río d o de form ación
DEL ARTE CRISTIANO: L a BASÍ­
LICA. — La libertad de la
Iglesia, obtenida por el edic­
to de Milán (año 313) hace
cambiar los destinos de la so­
ciedad e influye poderosa­
mente en el arte.
El culto se practica ya en
público: por el momento se
aprovechan las construccio­
nes romanas para las ceremo­
nias religiosas, y así vemos
que la basílica pagana (véa­
se página 66) se convierte en
78
F ig . 174. Basílica de San Apollinare in Classe. Rávena.
cristiana y que su planta es
la adoptada para las nuevas
iglesias que empiezan a cons­
truirse en gran número (el
papa Silvestre funda más de
veinte), como la Lateranense,
la Vaticana, etc., y lo mismo
sucede en Roma que en el
resto de Italia, España y
sur de Europa en general.
La imitación de la basílica
pagana es tan completa, que
en algunos casos toma el ca­
rácter de verdadera reproduc­
ción ; tal sucede, por ejemplo,
con la grandiosa basílica de
San Pablo Extramuros, de
Roma, que en sus dimensio­
nes, disposición de la planta,
número de columnas, etc.,
copia fielmente la basílica
Ulpia (fig. 172).
La cubierta de la basílica,
generalmente, está sostenida,
por armaduras de madera a
dos vertientes; la nave cen­
tral suele ser de mayor ele­
vación para iluminarla con
las ventanas abiertas en el
muro que domina las vertien­
tes laterales.
Se modifica, en la basílica,
la disposición del capitel, ya
que, en vez de sostener el ar-
79
F ig . 175. Planta de la basílica
de San Clemente. Roma.
quitrabe, como en Grecia y
Roma (véase página 43), sos­
tiene el arco.
El altar era de reducidas
dimensiones, y detrás de él,
en el fondo del ábside, estaba
situada la cátedra, sitial, de
piedra generalmente, para el
oficiante.
Ésta es la disposición ge­
neral de la basílica latina,
disposición que, a pesar de
haberse ido transformando de
siglo en siglo, ha llegado
hasta nuestros días con esca­
sas variantes.
Los tipos de basílicas pue­
den reducirse a dos más co­
munes :
I. Basílica de cinco naves,
como la de San Pablo Extra­
muros, de Roma, que fue em­
pezada en el año 386 y se ter­
minó en tiempos del empera­
dor Honorio a principios del
siglo v ; es uno de los templos
latinos de mayores dimensio­
nes que se conocen (figuras
172-173).
II. Busílicas de tres naves,
como las de San Clemente y
Santa María la Mayor, am­
bas también en Roma.
Las basílicas solían tener
adosado un baptisterio, capi­
lla de planta poligonal o cir­
cular que contenía la piscina
para verificar el bautizo por
inmersión según la práctica
de la época.
E s c u l t u r a y p in t u r a de este
SEGUNDO PERÍODO. — DECORA­
CIÓN de la s basílicas. — Con­
tinuando la tradición del arte
de las catacumbas, la escul­
tura de este período es una
imitación del arte pagano, co­
mo se observa en los capite­
80
F ig . 176. Friso decorativo copto. Siglo v.
les de esos templos, que de­
rivan del tipo corintio.
En las pinturas murales de
las basílicas se reproducen,
en los primeros tiempos, los
asuntos de las catacumbas;
ya en el siglo iv aparecen
las primeras representaciones
gráficas de Jesús, qué van
perfeccionándose hasta ofre­
cer entre los siglos v y vn fi­
guras que son un precedente
de lo románico por el espíri­
tu y el estilo.
En los siglos v iii y ix se
observan ya crucifijos y vír­
genes precedentes de los ro­
mánicos asimismo.
La más antigua represen­
tación de la crucifixión de
Jesucristo se encuentr.a en un
manuscrito siríaco guardado
en la Biblioteca Laurentina
de Florencia; se remonta al
año 586. Pertenece al arte bi­
zantino (fig. 177).
Se usa el mosaico para de­
corar muros y ábsides y en
los sarcófagos, que recuerdan
F ig . 177. Crucifixión. Evangelia­
rio de Rabula. Siria. Biblioteca
Laurenciana. Florencia.
el estilo romano, se desarro­
llan asuntos de la vida de Je­
sucristo y del Antiguo Testa­
mento, etc.
81
F ig . 178. Antepecho bárbaro de la catedral de Coire (Chuz). Suiza.
ARTE BARBARO
Mientras se desarrolla el
arte cristiano primitivo, ha­
cia fines del siglo v, empieza
a manifestarse con caracteres
propios el arte bárbaro, lla­
mado así porque es el de los
pueblos invasores del impe­
rio romano. En él vemos la
perpetuación de temas artís­
ticos de la última Edad del
Bronce, con influencias me-
sopotámicas y romanas. Son
características de este arte las
ornamentaciones y estiliza­
ciones caligráficas de símbo­
los religiosos o guerreros a
los que más tarde vienen a
juntarse los cristianos, for­
mando complicadas lacerías
de difícil interpretación que
se desarrollan en los relieves
(fig. 178), en las miniaturas
de códices (fig. 181) y en la
orfebrería (fig. 180-182), ar­
tes en que los bárbaros de­
mostraron más aptitud y afi­
ción. Los restos arquitectóni­
cos son escasísimos y de poco
valor artístico; el más impor­
tante es sin duda la Tumba
— -de Teodorico (fig. 179).
Este arte, influyó en el ro­
mánico, en el que persisten
algunos de sus motivos orna­
mentales.
F ig . 179. Tumba de Teodorico.
Rávena.
82
ujnoucen
F ig . 180. A ra del siglo x-xi.
Plata. Museo diocesano de
Gerona.
F ig . 181. Miniatura del Libro de
Kells. Museo de Dublín, Irlanda.
F ig . 182. Fíbulas irlandesas. Museo de Dublín, Irlanda.
83
F ig . 183. Símbolos cristianos de un sarcófago di'l siglo v.
S. Apollinaire, Rávena.
ARTK B IZA N TIN O
A r t e b i z a n t i n o . — A me­
dida que va desapareciendo
el imperio de Occidente, os­
tenta su brillo el de Orien­
te, de cuya civilización fue
centro Constantinopla, dondci.
nació el arte bizantino. Éste
creó un nuevo sistema cons­
tructivo con bóveda, consis­
tente en cubrir los espacios
por medio de cúpulas cuyas
presiones se contrarrestan
mutuamente. La decoración
se inspira en los elementos
del arte oriental, principal­
mente del persa; dio por re­
sultado un tipo del todo ori­
ginal.
A r q u it e c t u r a r e l ig io s a . —
Los templos bizantinos se
clasifican en varios grupos
por la disposición de su plan­
ta, que afecta distintas for­
mas según sea la estructura
de la cubierta.
No nos detendremos en es­
te estudio, demasiado técni­
co, y nos fijaremos en el tipo
característico y que es el más
complicado, o sea el de cú­
pula sobre planta cuadrada,
solución que aparece en el
siglo vi.
F ig . 184. Planta de Santa Sofía.
Constantinopla.
84
I»!n modelo Santa Sofía de
Cuntí,mtinopla, templo edifi-
i iitlo por Justiniano en 532,
i|iio tanto por su interior, de
esplendorosa riqueza, con
l'ijvestimientos de mármol,
mosaicos, etc., como por su
jupccto exterior (la cúpula,
construcción atrevidísim a,
mide 31 metros de diámetro),
de austera grandeza puede
considerarse como el arque­
tipo de-los templos bizanti­
nos (figs. 184-185-186).
Posteriormente aumenta el
número de cúpulas, como en
San Marcos de Venecia, que
tiene cinco (figs. 187-188).
F ig . 186. Interior de Santa Sofía de Constantinopla.
85
Fig . 185. Santa Sofía de Cons­
tantinopla, hoy convertida en
mezquita.
F ig . 187. Basílica de San-Márcos. Vcnccia.
Fig. 188. Interior de San Marcos. Vcnecia.
86
Kig. 189. Catedral de la Dormi-
ción. Moscú. Siglo xvi.
En Rusia, cristianizada por
los bizantinos, perduró este
arte, con características pro­
pias, hasta bien entrada la
Edad Moderna (fig. 189).
A r q u it e c t u r a c iv il : E l pa­
lacio. — Quedan poquísimos
vestigios arqueológicos, pero
por descripciones de escrito­
res medievales se sabe que
los palacios bizantinos os­
tentaban una ornamentación
fastuosa de mosaicos, oro,
mármoles y joyas en profu­
sión no igualada. Se cree que
su estructura arquitectónica
era semejante a la de los tem­
plos, con las variaciones exi­
gidas por su función de v i­
vienda, y que abundaban en
ellos los patios y jardines.
L a casa. Era de planta muy
elemental, que se repetía en
los edificios de mayores di­
mensiones. La fachada está
protegida por un pórtico, del
que arranca la escalera (fi­
gura 190).
La e s c u l t u r a . — La esta­
tuaria ocupa un lugar secun­
dario en el arte bizantino. En
cambio en los relieves, espe­
cialmente en los dípticos y
polípticos de marfil, y en las
arquillas que servían de reli­
carios, sobrevive la tradición
helenística (figs. 183-191). En
la escultura ornamental de
capiteles, frisos, etc., se reali­
zan complicadas estilizacio­
nes de temas vegetales que
más parecen obra de orfebre
que de escultor.
P in t u r a s y mosaicos. —
Las pinturas más antiguas
que decoraban las paredes de
los templos, han desapareci­
do. Quedan, afortunadamen­
te, los mosaicos, cuyos asun­
tos, tomados generalmente de
los libros santos, son una re­
petición de los tratados por
87
F ig . 191. Tríptico bizantino llamado de Harbaville.
F ig . 192. Mosaico bizantino (siglo vi). Rávena, Italia.
88
Fig . 193. Tela de las Brujas. Sicilia. Hacia 1200.
la pintura. Los mosaicos des­
tacan sus composiciones so­
bre fondo de oro o azul oscu­
ro, y, un perfil negro recorta
las figuras, en las que el ar­
tista evita el escorzo, así como
la perspectiva, y tiende siem­
pre a la simetría (fig. 192).
P o l ic r o m ía de l ib r o s . —
Las miniaturas de los manus­
critos tienen verdadera im­
portancia artística; con mu­
cha frecuencia vienen a ser
como una reducción de la
gran pintura, así como en las
iniciales adornadas se repiten
los motivos de la escultura
ornamental.
T e jid o s . — Los tejidos bi­
zantinos alcanzaron grande y
justificada fama, y, durante
la Edad Media, fueron envia­
dos muchos a Occidente. Los
dos temas principales que se
hallan en los mismos son: es­
cenas de caza o reproducción
de animales, en que se mani­
fiesta una fuerte influencia
persa y mesopotámica, y te­
mas religiosos, en los que se
continúa la tradición pictóri­
ca (fig. 193).
89
F ig . 194. Tablero decorativo de la Aljafería. Zaragoza.
ARTE ARABE
La Arabia es la extensa
península bañada por el mar
Rojo, el mar de Omán y el
golfo Pérsico.
Fig . 195. Nim bar de la mezquita
de Alá-Eddin. Konia.
Los árabes, al extender
rápidamente sus conquistas,
lejos de rechazar las civili­
zaciones extranjeras, las es­
tudiaban, y, no poseyendo
un arte original, se dejaron
influir notablemente por los
pueblos que habían conquis­
tado. Efectivamente, el arte
árabe nace de la influencia
bizantina y persa. A estos
pueblos piden los árabes ar­
tistas para construir y deco­
rar sus edificios.
En España, al construir
Abderramán la mezquita de
Córdoba en el siglo vm, se
vale de les elementos sumi­
nistrados por el imperio bi­
zantino.
Prescindiremos de la clasi­
ficación por escuelas de los
diferentes grupos arquitectó­
nicos y solamente diremos
que a pesar de presentar un
carácter general uniforme en
90
F i g . 196. El patio de la gran mezquita de Damasco.
todas sus construcciones se
observan algunas diferencias
por las circunstancias de lo­
calidad y época.
En todas partes se mani­
fiesta por el uso de la cúpula
bizantina, que modifica, dan­
do lugar a características so­
luciones propias de su arte.
Emplea la arcada y con pre­
ferencia los arcos lobulados
y de herradura, así como la
columna con capiteles de dis­
tintas form as: todo material­
mente calado con rica y exu­
berante decoración.
A r q u i t e c t u r a r e l i g i o s a . —
La m e z q u i t a . No es la mo­
rada de Dios, sino solamente
un edificio destinado a la ora­
ción.
Los elementos esenciales de
toda mezquita son: el mirhab,
nicho de grandes proporcio­
nes que señala a los fieles la
dirección de La Meca, ciudad
F i g . 197. Mihrab. Detalle.
Mezquita de Córdoba.
91
F ig . 198. Mezquita de Mohammed-Alí. E) Cairo.
santa de los seguidores de
Mahoma; en las grandes mez­
quitas el mirhab se sustituye
por una especie de capilla
abovedada y separada del
resto del templo por una va­
lla : es la maksura; sólo está
permitida la entrada a este
recinto al príncipe o jefe
supremo de la nación; el
F i g . 199. Mezquita de Ornar, en Jerusalén.
92
Fig . 200. Tumbas de los sultanes mamelucos. El Cairo. Siglo xv
nimbar (fig. 195), colocado
junto al mirhab, es como un
púlpito, desde el cual un
sacerdote lee al pueblo ver­
sos del Corán, libro sagrado
de los mahometanos; la pis­
cina de las abluciones, situada
en el centro de un patio, don­
de se cumple el rito de lavar­
se antes de la oración; el
minarete, lugar elevado desde
donde un sacerdote anuncia,
a gritos, la hora de la plega­
ria.
Las mezquitas, de un modo
general, pueden clasificarse
en dos tipos:
I. Formado por un patio
cuadrangular limitado por
cuatro pórticos; uno de ellos,
generalmente más profundo
y más alto cobija el mirhab o
la maksura, y puede formar
un cuerpo de edificio. A este
tipo pertenecen la mezquita
de Córdoba, y la Mayor de
Damasco (figs. 196-197).
II. Cuyo conjunto parece
una iglesia bizantina, conte­
niendo, en el centro, el patio
con la piscina de las ablucio­
nes. Los pórticos han sido
convertidos en naves; la plan­
ta suele ser cruciforme. Este
tipo es el más corriente en las
mezquitas egipcias (fig. 198).
Hay asimismo mezquitas
conmemorativas o funerarias,
de planta poligonal o circu­
lar, como la de Ornar en Je-
rusalén (fig. 199).
Es frecuente que, adosados
a la mezquita, haya una es­
cuela y un hospital.
93
Fig . 201. El Taj Mahal. Agrá.
India.
A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia .- -
Los enterramientos de califas
y grandes personajes ya he­
mos dicho que se verificaban
en las llamadas mezquitas se­
pulcrales (figs. 200-201).
Las sepulturas comunes tie­
nen muy poca importancia:
las acompaña a menudo una
estela.
A r q u it e c t u r a c iv il . — L a
casa. A pesar de variar no­
tablemente la distribución de
la planta en la casa árabe,
según las circunstancias de
lugar y época, se observan
en ella, como carácter general
dos partes esenciales: la des­
tinada a la vida íntima, que
podemos llamar interior, y laí
exterior, para recibimiento de’
los forasteros, formada casi
exclusivamente por el patio,]
que tiene gran importancia
en la vida árabe; en él se re­
cibe y se trabaja. Lo tienen
hasta las casas más modestas.
Están provistos de aljibes y
plantas de adorno.
Los árabes procuran redu­
cir en lo posible la comunica­
ción con el exterior, y aun
ésta la velan con espesas ce­
losías.
Los res ta n tes comparti­
mientos están destinados a la
Fig . 202. Planta de una casa de
Damasco. A, pórtico; B, patio;
C, mandaran, habitación situada
al fondo del patio, generalmente
decorada con riqueza y con sur­
tidor de agua, sirve de recibidor;
D, dependencias secundarias: co­
cina, horno, etc.; E, sala y habi­
taciones varias.
94
Fig . 203. Patio de los Arrayanes. Alhambra. Granada.
vid a ín tim a y a usos diversos
(fia. 202).
Los palacios. El conjunto
de edificios qu e constituyen el
palacio carece de sim etría en
su p la n ta : de sencillo aspec­
to exterior, ostenta g ra n
riq u eza en la p ro fu sa deco­
ración de sus habitaciones,
patios y salas.
El palacio musulmán más
antiguo que se conoce es el
de Ammán, en Siria, del que
sólo se conserva una peque­
ña parte del patio.
El más antiguo de España
de que se conserva memoria
es el de Medina Azzahra en
Córdoba, y como muy notable
el de la A ljafería en Zara­
goza. Sobrepuja a todos el de
la Alhambra de Granada (fi­
gura 203).
Tienen los árabes varios
edificios destinados a servi­
cios públicos, tales como la
enseñanza, la beneficencia,
el comercio y la higiene; los
caravanserrallos, especie de
posadas situadas en los cami­
nos que conducen a las gran­
des ciudades; baños, que han
tenido siempre una especial
importancia en los países de
civilización musulmana; exis­
ten aún muchos. Hospitales:
en el s. x ii eran numerosos;
hoy casi han desaparecido
por completo. Los llamados
madrizas, colegios públicos,
a los que suele acompañar
una mezquita y un hospital.
95
F ig . 204. Castillo de Coca (Segovia). Detalle.
En ellos además se atendía
a la manutención y gastos de
estudio de los educandos. Su
arquitectura ofrece los carac­
teres generales que ya hemos
descrito.
Fig . 205. Arquilla árabe (siglo x i-x ii). Museo de Burgos.
96
Algunas de las construc-
rimics militares presentan un
r.niii aspecto arquitectónico,
como puede observarse en el
rastillo de Coca, en España
(fábrica de ladrillos) y cuyas
formas recuerdan las de la
arquitectura persa (fig. 204).
P i n t u r a y e s c u l t u r a . — La
religión mahometana prohíbe
la representación plástica de
personas y animales; ello
explica que el arte árabe no
cuente con escultura y pintu­
ra propiamente dichas. Ésta
se reduce a las miniaturas de
los libros, y de aquélla tene­
mos poquísimos ejemplos.
A r t e s i n d u s t r i a l e s . — La
capacidad artística de los
árabes se aplicó sobre todo a
las artes industriales. La de­
coración a base de complica­
das figuras geométricas enla­
zadas con temas vegetales,
que se conocen con el nombre
de arabescos, es característi­
ca y dominante: la hallamos
en el estuco pintado o atau-
rique y en los azulejos (ladri­
llos vidriados de varios colo­
res) que revisten los muros
de las viviendas; en las cerá­
micas, bronces, marfiles, ar-
tesonados, muebles, esmaltes,
joyas, telas y tapices. En las
artes menores destacaron los
árabes (figs. 194-205).
ARTE MUDEJAR
Es el que se produce por
influencia musulmana en las
regiones cristianas de Espa­
ña, durante los siglos ix-xv.
Esta influencia alcanza una
gran importancia *en Castilla
y Andalucía, donde la imagi­
nación árabe fantasea sobre
el arte bizantino y da por re­
sultado las más ricas mues­
tras de este arte, como en
Santa María la Blanca, de
Toledo (fig. 206). En arqui­
tectura se usa siempre el arco
de herradura.
F ig . 206. Interior de la Sinagoga
de Sta. María la Blanca (Toledo).
97
Fig . 207. Dintel de Saint-Genis-les-Fonts. Rosellón. Francia.
A R TE RO M ANICO
Vistos los dos primeros pe­
ríodos de formación del arte
cristiano (Catacambas-Basíli-
cas) y conociendo también el
arte bizantino, pasemos a es­
tudiar el tercer período, o
sea el de injlue.nc.ia bizantina
sobre el arte latino occiden­
tal, del siglo vi al x, época
en que se forma el arte ro­
mánico.
Varias fueron las causas
que obraron sobre el deca­
dente arte occidental; influ­
yeron sobre todo el oriente y
el norte de Europa, y de un
modo especial el arte bizan­
tino.
I n f l u e n c ia b iz a n t in a . Fue
grande en tiempo de Car-
lomagno, quien, deseoso de
reconstruir el imperio de Oc­
cidente y de regenerar las
artes, mandó traer artistas de
Bizancio, que hicieron obras
completamente influidas por
el gusto bizantino. Es la más
notable la capilla de Santa
F i g . 208. Planta de la capilla de
Santa María de Aquisgrán.
Fig . 209. Capilla de Aquisgrán.
Interior.
María del palacio del Empe­
rador en Aquisgrán, cuya dis­
posición recuerda San Mar­
cos de Venecia (figs. 208-209).
En Francia y en la Marca
Hispánica, hoy Cataluña, se
encuentran también restos
de arquitectura precarolingia
y carolingia (fig. 210) como
se observa en las iglesias de
San Pedro y San Miguel
de Tarrasa, y San Pedro de
las Puellas, en Barcelona.
No haremos el estudio de
los diferentes grupos y escue­
las de arte románico y de las
mutuas influencias de unos
núcleos sobre otros, por ser
ajeno a nuestro propósito; di­
remos solamente que el arte
románico iniciado en el si­
glo x llegó a su apogeo en el
siglo x n y que en el siglo x m
siente ya la influencia del ar­
te gótico, iniciándose así el
período llamado de transición.
A r q u it e c t u r a . — La cons­
trucción románica se deriva
de la construcción romana,
acomodada a las necesidades
de la época, que obligaron
a economizar los materiales.
Usa como forma exterior
definitiva la que nace de su
estructura.
Las piezas fundamentales
de la construcción románica
son los arcos y las bóvedas
F ig . 210. Baptisterio de San M i­
guel de Tarrasa.
99
llamadas de canon seguido
(figura 212) que llevan las
presiones a lo largó de los
muros, y las cúpulas (figu ­
ra 211), construidas sobre
planta cuadrada, en el en­
cuentro de nave y crucero.
Fig . 211. Cúpula románica.
A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia .—
Siguiendo la tradición de las
catacumbas, el monumento
funerario típico del período
románico es el sarcófago em-
Fig . 212. Bóveda de cañón.
plazado en los claustros y en
los pórticos de las iglesias.
En el siglo x i i se colocan
en los muros interiores de las
iglesias (fig. 213).
— A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
En los monasterios, centros
de civilización de la Edad Me­
dia, es donde debemos fijar
nuestra atención al estudiar
las grandes obras de arqui­
tectura religiosa románica.
La iglesia románica es hija
Fig . 213. Monumento funerario. Siglo xii-
Basilica de San Vicente, Ávila.
Dos naves
(Taxó d’Avall)
F ig . 214. Plantas de cruz latina.
Una nave
(S . Benito de Bages)
de la antigua basílica latina,
transformada por la influen­
cia bizantina y acomodada a
las necesidades de la época.
Vemos desarrollarse los dos
brazos transversales (tran-
septo) entre el presbiterio y
la nave, para separar a los
monjes del pueblo, y dar a la
planta la forma de cruz; las
torres, hoy llamadas campa­
narios, para el acecho y la
defensa; el cimborio sobre el
crucero, y finalmente el em­
pleo de la bóveda en vez de
la cubierta de madera de las
basílicas latinas.
Desde el punto de vista de
su planta puede establecerse
la siguiente clasificación:
F ig . 215. Plantas radiales.
101
F ig . 216. Á b sid es d el m on a sterio
clu n ia cen se de P a ra y -le -M o n ia l.
I. Ig l e s ia s de c r u z l a t in a :
(eje longitudinal más largo
que el transversal) de cinco,
Fig . 218. Cripta de San Isidoro
de León.
de tres, de dos (rarísimas) y
de una nave (fig. 214) con
ábsides (fig. 216).-^
II. I g l e s ia s r a d ia l e s : de
cruz griega, cuadrilobuladas,
trilobuladas, circulares y po­
ligonales (fig. 215).
F ig . 217. Nártex de la iglesia de
Queralps (Gerona).
A c ce so r io s de la s ig l e s ia s .
Pueden considerarse como ac­
cesorios :
L a c r ip t a . Pequeña iglesia
inferior, recuerdo de las ca­
tacumbas.
E l n á r t e x . Se conserva de
la basílica latina: es una es­
pecie de pórtico ante la fa­
chada principal (fig. 217).
L a s to r r e s c a m p a n a r io s .
Su forma y emplazamiento
102
F i g . 219. Catedral de Worms,
Alemania. Siglo x ii.
varían según las épocas y lu­
gares. Se levantan en la fa­
chada, a un lado o a ambos
lados de la iglesia, en su par­
te posterior, etc. (figs. 219 y
220).
E l c l a u s t r o . Patio portica-
do como el de las primitivas
mezquitas y como los pórti­
cos que precedían a las basí­
licas latinas. Es el lazo de
unión entre la iglesia y otras
construcciones (fig. 222).
E l a ltar y el r e ta blo . Los
primitivos altares solían ser
huecos como los sarcófagos o
dispuestos en forma de mesa
sostenida por un pilar o va­
rias columnas, o por ambos
elementos a la vez (fig. 223).
El retablo acompañó al altar:
era generalmente de peque­
ñas dimensiones.
La p ila b a u t is m a l . Nace en
el siglo vi al abolirse el bau­
tismo por inmersión.
L a cátedra e pis c o p a l . Silla
monumental de piedra que
ocupaba el obispo; estaba si­
tuada detrás del altar que en
las catedrales se alzaba, ais­
lado, en el centro del presbi­
terio (fig. 224).
M o n a s t e r io s . — Las tradi­
ciones romanas de la planta
se conservan también en los
monasterios, ya que desarro­
llan una serie de edificios
F ig . 220. San Clemente
de Tahull.
103
F ig . 221. Las murallas de Ávila.
alrededor de uno o varios pa- ces de mucha extensión y no
tios (claustros). presentan simetría alguna en
Su conjunto es algunas ve- sus construcciones, en las que
Fie. 222. Claustro del monasterio de S. Stefano, Bolonia.
104
F ig . 223. Baldaquino de Tosas F ig . 224. Trono episcopal de la
(siglo xm ). Museo de Arte de catedral de Bari, Italia.
Cataluña.
F ig . 225. Puerta Real. Monasterio de Poblet (Tarragona).
105
se atendía principalmente a la
comodidad y buena orienta­
ción. Los monasterios se le­
vantan generalmente lejos de
las ciudades y eran, no sólo
focos de cultura, sino verda­
deros centros agrícolas e in­
dustriales, amurallados (figu ­
ras 225-226) como ciudades
( figura 221).
En las construcciones cis-
tercienses de nuestro país se
observa a menudo el uso del
arco apuntado, llamado oji­
va, de modo que esta forma,
que tardó aún en desarrollar­
se en otras localidades, era
F i g . 226. Planta del monasterio
de Silos: A, iglesia; B, sala ca­
pitular; C, claustro; D, depen­
dencias monacales..
aquí conocida, como en Fran­
cia, en el siglo xn.
Fie. 227. La «Pahería». Lérida.
106
A r q u it e c t u r a c iv il . — Son
Iiiii pocos los edificios civi-
It ii románicos que han subsis-
I lilo hasta nuestros días, y tan
dUpersos, que no podemos
hacernos una idea clara de lo
que fueron la casa y el pala­
cio románicos. En Francia y
Alemania, Italia y España se
conservan algunos edificios
públicos y casas privadas, de
los cuales sólo las fachadas
sí* han salvado de la ruina o
de las reformas. En España
son dignos de mención un pa­
lacio en Estella (Navarra), la
casa comunal de Lérida ('fi­
nura 227) y una casa en Tá-
rrega.
Fig . 228. Fortificaciones de
Carcassonne. Detalle.
F ig . 229. Pórtico de la Gloria. Fig . 230. Templo de Ripoll.
Catedral de Santiago de Detalle de la portada, siglo xn.
Compostela.
107
F ig s . 231 y 232. El rey Salomón y la reina de Saba.
Museo del Louvre.
F ig . 233. La Santa Cena. Arca de San Félix. Siglo xi.
San Millán de la Cogolla (Logroño).
108
F i g . 234. Arquivoltas de la portada del siglo x i i i
de la catedral de Valencia.
E l c a s t i l l o . Puede con­
siderarse en él dos partes: la
destinada a la habitación y la
parte fortificada para la de­
fensa ; domina el conjunto la
torre llamada del homenaje,
último refugio en caso de apu­
ro (fig. 228).
E s c u l t u r a ,— Aunque la es­
cultura románica tiene dos
aspectos, el de los altos y ba­
jos relieves, y el de las esta­
tuas, hay que estudiarlos en
conjunto, porque se funden
en una sola obra artística, ya
que muchas veces la estatua
reemplaza el fuste de una
columna, se mezcla con los
elementos decorativos orna­
mentales y está a menudo
sujeta a la decoración arqui­
tectónica (fig. 229 a 233).
La escultura de imágenes,
F i g . 235. Pintura mural romá­
nica. Museo de Arte de Cataluña.
109
F ig . 236. Pavimento de mosaico. Santa María de Riooll (Gerona).
y aun los relieves de retablos,
etcétera, suelen ser policro­
mados.
Su carácter general es de
síntesis del gusto romano y
oriental, y como no podía co­
piar la escultura en grande
del arte bizantino por no ha­
berla éste practicado, según
hemos dicho ya en su lugar,
copió las figuras y ornamen­
tos reproducidos en los mar­
files, en los bellos y numero­
sos mosaicos, piezas de orfe­
brería y miniaturas.
La ornamentación escultó­
rica está inspirada en ele­
mentos geométricos y en la
fauna y la flora (animales y
plantas).
Los ELEMENTOS GEOMÉ­
TRICOS son abundantísimos:
dientes de sierra, escamas,
polígonos, y círculos entrela­
zados, cuerdas y trenzados,
etcétera (fig. 234).
La f a u n a es numerosa; así
vemos animales apocalípticos
como símbolo de los Evange­
listas ; representación de ani­
males reales como el león, el
perro, el ciervo, e imaginarios
como sirenas, grifos, etc. (fi­
gura 234).
L a f l o r a es, en general,
imitación de la romana (figu ­
ra 234), pero con nuevo estilo.
P in t u r a . — P in t u r a m u ­
r a l. La vemos empleada
en los monumentos del arte
románico que no contienen
decoración escultórica. Se
pintan muros, bóvedas y a
veces incluso la fachada. Es
muy influenciada por las pin-
110
Fie. 237. Frontal románico (pintura sobre tabla) de la Seo de Urgel.
turas, mosaicos y miniatu­
ras bizantinas (fig. 235).
El carácter general de la
ornamentación románica con­
siste en representar los ele­
mentos de la naturaleza com­
binados fantásticamente.
El mosaico presenta tam­
bién influencias orientales y
romanas (fig. 236).
P in t u r a sobr e ta bla. —
Puede estudiarse muy bien
en los frontales pintados, cu­
yos caracteres generales son
los mismos que hemos cita­
do al hablar de la pintura
mural (fig. 237). Lo mismo
podemos decir de la minia­
tura (fig. 238).
Fig. 238. Fernando I. Miniatura
del «Libro de Estampas (s. x i i ).
Catedral de León.
111
Fig . 239. Miniaturas de las «Cantigas de Santa M aría» de Alfonso X.
El Escorial (Madrid).
ARTE GÓTICO
Entre los acontecimientos
políticos que influyeron en el
desarrollo de las artes de los
siglos x i i y x m fue el m ás
importante el cambio experi­
mentado en el modo de ser
de las ciudades al libertarse
del poder feudal. Desarrolló­
se entonces la vida municipal
por el nacimiento de corpora­
ciones obreras y mercantiles
que, con gran intensidad de
vida propia, fueron el alma
de la sociedad de esta época.
De ahí que la catedral, que
es el monumento más impor­
tante del arte gótico y como
su construcción típica, reúna
el doble carácter, religioso y
civil, ya que sirve para las
ceremonias del culto y para
reunirse las corporaciones a
discutir sus intereses, para la
celebración de fiestas de ca­
rácter popular, representa­
ción de misterios, etc. Se com­
prende, pues, el entusiasmo
con que las poblaciones con­
tribuían con su dinero y su
trabajo a la construcción de
las catedrales.
A r q u it e c t u r a g ó tic a . — Su
estructura es derivación de la
románica y por tanto también
de la romana. Obedece a la
necesidad de cubrir grandes
naves e iluminarlas. Se inicia
a mediados del siglo xn, en el
dominio real francés de la
Isla de Francia. El monumen-
112 V
ti) característico más antiguo
de data cierta es la iglesia
de la abadía de Saint-Denis
ti 137 a 1144) (fig. 240).
Los elementos constitutivos
de la arquitectura gótica son,
casi todos ellos, más antiguos
(lúe ella misma, ya que no es
la presencia de un elemento
lo que caracteriza una arqui­
tectura, sino su empleo artís­
tico. El arco apuntado se ha­
bía usado ya en Oriente, el
arbotante y batarel en edifi­
cios de la Borgoña y la bó­
veda ojival tiene precedentes
en Roma y en Siria (véase
el final de la pág. 106).
El principio fundamental
de la construcción gótica es
la bóveda sobre un crucero
de arcos ojivos o bóveda de
crucería (fig. 241), de tal mo­
do que las presiones de ésta
se dirigen a los ángulos de
Fig . 240. Interior del templo
de Saint-Denis (1144).
cada entramado, contrarres­
tadas por un contrafuerte o
botarel (fig. 242 B ), y el uso
del arbotante (fig. 242 C ) en
el exterior para contrarres-
Fig . 241. Bóveda de crucería.
113
Fig . 242. Contrafuerte
y arbotante.
F ig . 243. Fachada lateral de Nuestra Señora de París
(véanse los contrafuertes y arbotantes).
F ig . 244. Fachada principa) do
Nuestra Señora de París.
F ig . 245. Catedral de Reims.
Siglo x i i i .
114
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  • 1.
  • 2. Portada: Estatua en piedra de la isla de Pascua. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en forma alguna, ni tampoco por medio alguno, sea éste eléctrica químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin la previa autorización escrita por parte de la Editorial. Printed in México — Impreso en México T.S.B.N. 968-6085-10-6 ©Editorial Gustavo Gili, S.A. Reservados todos los derechos A A O- Impreso en: La Impresora Azteca, S A. de C.V. Poniente 140 No. 181-1. Col. Industrial Vallejo, M éx., D.f- ^ 0 7 /V i P'P 1 °1C <3 La edición consta de 12.000 ejemplares.
  • 3. El «Castillo», maya. Chlcherí-Itzá. Siglo x-xi. P R Ó L O G O Qu e el conocimiento de la historia de las Artes plás­ ticas sea útilísimo, cuando no necesario, a toda persona medianamente culta, es verdad tantas veces incul­ cada que huelga repetirla aquí. De lo que no podemos excu­ sarnos es de dar dazón a este Resum en g r á fic o de i.a H is to ­ r ia PEI, A r te : ciertamente que no tiene la pretensión de enseñar nada nuevo a los que están iniciados en la materia, sino que únicamente se propone vulgarizar las ideas más fundamentales, señalando sintéticamente lo característico de cada agrupación de arte, el nacimiento y desarrollo de los diversos estilos, así como la influencia que han tenido unos en otros. Aunque juzgamos contrarias a la verdad histórica las limitaciones cronológicas y por lo tanto convencionales las divisiones por períodos que suelen hacerse al estudiar el desarrollo de las civilizaciones, aceptamos no obstante las ya establecidas y consagradas, en obsequio a la claridad y 1
  • 4. sencillez, con tal de que no se prescinda de las mutuas in­ fluencias de pueblos y épocas. Dirigidos por este criterio, adoptamos el siguiente plan: Después de estudiar por vía de introducción el arte del período prehistórico, examinaremos las dos grandes civili­ zaciones de Oriente, a saber: la egipcia y la caldeo-asiria, y como consecuencia natural, la de los pueblos vecinos, como Judea, Fenicia y Persia, que, por no haber tenido arte propio, no hicieron sino copiar de diversos modos el de aquellos pueblos. Después, damos una rápida ojeada sobre un grupo de civilizaciones que han tenido escasa influencia en Europa, como las de la India, China, Japón y América. Siguen luego Grecia, Etruria, Roma, orígenes y forma­ ción del arte cristiano en sus dos ramas, arte latino occi­ dental y arte oriental, o sea bizantino. En éste nos detendre­ mos de un modo particular (y por extensión, en el arte árabe) por la influencia que tuvo en el arte románico. Expondremos después la formación del arte gótico, el carácter con que se introduce en España, hasta su más glo­ rioso apogeo, el Renacimiento, que produjo en nuestro país núcleos bien caracterizados, que serán también objeto de particular atención, y las épocas ulteriores hasta el presente. M m iim i.Ii IIii (ti |i;i li'.nrm llil, M n d r id . 2
  • 5. F ig . 1. Bisonte. Cueva de Altamira, Santander. PREHISTORIA E l A rte de l a s c iv il iz a c io n e s r u d im e n t a r ia s Bajo este título resumire­ mos dos grupos estudiados muy brevemente y a guisa de introducción. — I. El arte del período llamado prehistórico, el anterior a las noticias que los escritores griegos y ro­ manos de la Antigüedad nos han transmitido de los pue­ blos del norte y occidente de Europa. — II. El de aquellos pueblos así antiguos como modernos, que, por permane­ cer estacionados en su civi­ lización, como viviendo en pleno período prehistórico, han repetido constantemente sus procedimientos construc­ tivos y artísticos. Prescindiendo de las divi­ siones que generalmente se establecen para el estudio de la Prehistoria, nos fijaremos de un modo especial en las manifestaciones de arte de los dos grupos mencionados. Primitivamente el hombre vivía al abrigo de los árbo­ les y de los resaltos de las peñas, ocupando comarcas li­ mitadas y sin extender sus correrías. De ahí las llama- 3
  • 6. F ig . 2. Cueva artificial en Champaña. das estaciones al aire libre, o sea, determinadas localida­ des en donde la abundancia de fragmentos labrados (ge­ n o . 5. Menhir do Cardón». F ig . 3. Cueva artificial en Son Covas. Mallorca. neralmente sílex y otras pie­ dras toscamente talladas) que en ellas se hallan espar­ cidos, denotan que sirvieron de morada al hombre en re­ motos tiempos. En España es notable la estación de San Isidro del Campo cerca del Manzana­ res, en el término de Madrid. No han quedado restos de templos ni de tumbas propia­ mente tales. F ig . 6. Alineaciones de Carnac. Francia. 4
  • 7. Más adelante se observa que el hombre mora en las cavernas (cuevas de varias cámaras) y grutas (cuevas de una sola cámara), se dedica a la caza y se hace nómada; aparecen en esta época las primeras manifestaciones de arte con la representación ru­ dimentaria de seres vivos en sus útiles e instrumentos, y adorna las cuevas que habita F ig . 8. Dolmen. Stennis. Oreadas. con pinturas y relieves a me­ nudo de extraordinario méri­ to artístico a pesar de la po­ breza de medios empleados (/¿Sí- 1)- Después el hombre se hace sedentario, se dedica a la agricultura; se observan ya útiles de piedra pulimentada y aparecen los primeros dibu­ jos de líneas geométricas que decoran sus instrumentos, ya más perfeccionados. Finalmente aparece la A r ­ q u ite c tu ra en su acepción propia, pues presenta ya los F ig . 7. Cromlech de Stonehen- ge. Inglaterra. p r in c ip a le s elementos de construcción. C o n s t r u c c io n e s p r im it iv a s I. C O N S T R U C C IO N E S SU B TER R Á N EA S.— No sólo utilizaba el hombre las gru: tas y cavernas naturales, sino que las abría él mismo en si­ tios a propósito; de ahí las C uevas a rtific ia le s , primiti­ vo modelo de vivienda a imi­ tación de la naturaleza (fi­ guras 2-3). F ig . 9. Cabaña. Him alaya. 5
  • 8. F ig . 10. Cabaña. India. II. TÚ M U LO S Y OTRAS C O N S T R U C C IO N E S DE TIERRA. — Son montecillos do tierra o piedra o bien de ambas cosas a la vez, que servían de sepultura a uno o varios cadáveres. En España se encuentran los llamados castros, en G a­ licia, especie de parapetos de Fig. 12. Cabaña en 1 11 copa do un árbol. tierra que debían de ser for­ tificaciones (fig. 4). III. C O NSTRUCCIONES M E G A LÍTIC A S . — Son cons­ trucciones hechas con gran­ des bloques, como indica su etimología (grande y piedra). M e n u ir (piedra-larga, pe- rafita). Es una piedra gran- F ig . 11. Palafito sobre pilotes. de sin labrar, implantada en el suelo (fig. 5). A lin eacio n es. Son grupos de menhires formando líneas (fig. 6). C kom lechs (círculos). Son grupos de menhires forman­ do círculo (fig. 7). Dolmen. Piedra horizontal colocada sobre otras verti­ ca les (fig. 8). 6
  • 9. í 'ig . 13. Tienda. Asia. IV. CO NSTRUC CIO NES DE M AD E RA. — Es el mate­ rial de construcción y tipo de morada que ha pasado por todas las épocas hasta nues­ tros días, cultivándose en ca­ si todas las latitudes. Véanse como ejemplo las siguientes: Cabañas. Las hay de varias clases (figs. 9-10- 12). — P a la fit o s o cabañas lacustres sobre pilotes, de Suiza, Saboya, etc. (fig. 11). F ig . 15. Máscara tshokwé. África. Museo de Leopoldville. F ig . 14. Puente. India. Tiendas (fig. 13). — P u e n te s (fig- 14). A r t e african o. — Como culturas rudimentarias hemos de destacar las africanas, po­ co estudiadas aún, pero que nos ofrecen obras tan im­ portantes como las adjuntas (figs. 15 y 16). El arte africa­ no sobresale en la talla. Fig . 1C. Retrato de un rey del Benin. África occidental. 7
  • 10. F ig . 17. Escritura jeroglífica egipcia. Estela de Pambc. Museo Arqueológico de Florencia. EGIPTO Una de las más antiguas civilizaciones históricas, si no la más antigua, es la egipcia: se la ha llamado la abuela de las naciones cultas. El Egipto está situado al norte de África y se extiende a lo largo del Nilo y su delta has­ ta su desembocadura en el Mediterráneo (fig. 18). ÉI’OCAS d e l a rte egipcio. — P u e d e n señalarse cuatro grandes períodos en el de­ senvolvimiento de la historia política del antiguo Egipto, que se relacionan de una ma- nerfi bastante exacta con las evoluciones de su historia. I. P e río d o M e n fita (capi­ tal Menlis). — II. P e río d o Te- hanO (capital Tebas). — III. P k k ío d o S aíta (supremacía de Sai¡¡ y otras ciudades del delta).— IV. Pkkíodo de do­ minación GRIEGA. La nota culminante del ca­ rácter nacional de los egip­ cios fue la religiosidad. A rq u ite c tu ra . — En el pe­ ríodo Menfita es notable el arte egipcio por sus monu­ mentos funerarios: los tem­ plos han desaparecido. En los períodos Tebano y Saíta son
  • 11. y la gran pirámide de Cheops. F ig . 19. La Esfinge Fig . 20. Sección longitudinal de la gran pirámide. igualmente interesantes las tumbas; los templos revisten toda la importancia que pier­ den más tarde. Prescindiendo de la divi­ sión política citada, estudia­ remos el arte egipcio según el método establecido en el plan general de esta obra. A r q u it e c t u r a fu n e r a r ia .— El egipcio creía que su vida eterna quedaba asegurada con la duración indefinida del cadáver; por esto dio tan grande importancia a su ar­ quitectura funeraria. Pirám ides. Son túmulos re­ gios del período Menfita, se­ pulturas de monarcas de la F ig . 21. Campo de mastabas.
  • 12. cuarta dinastía. La de Cheops, que es la más grande (figu­ ra 19), alcanza 137 metros de altura. En su construcción trabajaron 100 000 hombres, que se relevaban cada tres meses, durante treinta años. Los corredores que se ven en la sección de la pirámide (fig. 20), tienen por objeto desorientar a los que quisie­ sen violar la cámara sepul­ cral, colocada en el centro de la construcción. La verdadera entrada está situada en la cara norte, oculta por el re­ vestimiento exterior. El co­ rredor que aparece debajo de la línea de tierra, es el cami- F ig . 23. Estela funeraria egipcia del faraón Uto. F ig . 22. Puerta de una mastaba. no que siguieren los opera­ rios, después de depositar los sarcófagos y de tapar el co­ rredor de entrada. M astabas. Son sepulturas de los particulares de Menfis, cuya necrópolis estaba situa­ da cerca de las pirámides. De construcción maciza y planta rectangular, sus paredes se inclinan simétricamente ha­ cia el centro común (fig. 21). Constan de una cámara ac­ cesible al público, el serdab o cámara donde se guarda­ ban las estatuas imagen del 10
  • 13. Fig . 24. Hipogeos de Beni-Hasán. Fig . 25. Planta de un hipogeo. F ig . 26. Momia Figs. 27 y 28. Relieve tumbal y ataúd egipcia. Envoltura. egipcios.
  • 14. muerto, y de una cueva fu­ neraria, donde descansa el sarcófago que guarda la mo­ mia, y a la que se desciende por un pozo (fig. 22). Estei.as. Son losas o ta­ blas de piedra u otras ma- Fic. 30. Canopes. tenas con inscripciones en pintura o relieve (fig. 23). Generalmente forman parte de una tumba y ostentan la filiación del difunto. Algunas veces constituyen por sí solas un monumento votivo. La estela ha perdurado en todas las épocas y países, liasta nuestros días. Püede considerarse, en parte, como mi desarrollo culto del men- lili prehistórico. IIiI'imikon. Son tumbas ex- I'HVH'Iiim en ln roca. Pertene- n li ni 111 i |i ulo Tel>ano. Los |il|iM|ii'ini mili'N llenen Icm- pln ti........ Im exterior, del i|ii> i ii111111 |im liIpnm'OH par- 1 ll lililí l I lllllll lllll lli IIrlll 1 1 .iiiñli H h i N) Los hipogeos constan de ur, vestíbulo con dos columnas; de una o varias cámaras, en una de las cuales está situa­ do el pozo que conduce a la cueva del sarcófago, y final­ mente de una cámara poste­ rior, que guarda la estatua retrato del difunto (fig. 25). A c c e s o r io s de l a s tum bas. S a r c ó fa g o , en el que se en­ cierra el ataúd que guarda • • • • •• c • • • • • • • • • • Fio. 31. Planta del templo de Karnak.
  • 15. F ig . 32. Avenida de esfinges del templo de Karnak. la momia. Generalmente es de granito o de basalto (fi­ gura 27). A taú d , contiene la momia. Suele ser de madera y rica­ mente decorado y colorido (fig. 28), lo mismo que el en­ voltorio de cartón que prote­ ge el cadáver (fig. 26). M esa de ofren d as, para los sacrificios. Es de piedra con relieves que representan pa­ nes de ofrenda, vasos, etc. (fig. 29). Canope, vasija de tierra. Suele haber cuatro en cada tumba, y guardan las vísce- xas del cadáver, extraídas al embalsamarlo (fig. 30). A r q u it e c t u r a re lig io s a . — Del período Menfita apenas tenemos datos. El llamado templo de la es­ finge, cerca de las pirámides (véase página 9), parece, se­ gún antiguas inscripciones que a él hacen referencia, pertenecer a una época remo­ tísima. La esfinge tallada en la roca parece simbolizar la sín­ tesis de los elementos; es de grandes proporciones (su na­ riz mide dos metros). El templo que la acompa­ ñaba no presenta restos de pintura ni inscripción alguna. Del período Tebano posee­ mos datos precisos. 13
  • 16. F ig . 33. Pilonos del templo de Medinet-Habu. Tomaremos por tipo un templo del grupo de cons­ trucciones religiosas de Kar- nak, y en líneas generales daremos idea de su disposi­ ción y estructura basándonos en la planta de la figura 31. El templo egipcio es un monumento que la piedad del Faraón erige para alcanzar el favor de los dioses; en él no tiene acceso el público para orar; solamente el rey y los sacerdotes penetran en el templo. Está siempre rodeado de un espacio o recinto sagrado con pequeños lagos para las barcas sagradas, y cercado por un muro. Sus principales elementos son: A. Avenida orillada de esfinges, algunas veces de Fig. 34. Obelisco dr JlalnlicpRul, firan extensión (fig. 32). La Karríak, de Karnak alcanza hasta dos 14
  • 17. Fig . 35. Reconstitución de la sala hipóstila del templo de Amón, Karnak. kilómetros. — B. Varios pilo- nos o puertas monumentales, dando uno de ellos entrada al recinto sagrado (fig. 33). — C. Sala hipetra o patio por- ticado. — D. Sala hipóstila o de techo sostenido por colum­ nas. — E. Cámara del ídolo y cámaras accesorias para el culto interno. F ig . 36. Baris. Junto al pilono de entrada y a cada lado de la puerta levántanse obeliscos (fig. 34), piedras monolíticas (de un solo bloque) de carácter de­ corativo ; llevan inscripcio­ nes en elogio del Faraón. Los patios y las salas solían repe­ tirse y algunos templos ocu­ paban grandes extensiones (fig. 35). El de Karnak mide en conjunto 365 metros de longitud; las columnas de la F ig . 37. Nao. sala hipóstila alcanzan 23 me­ tros de altura. A c c e so r io s d e lo s t e m ­ p l o s . — N ao o t a b e r n á c u l o , 15
  • 18. F ig . 39. Diversos capiteles egipcios. capillita de piedra que encie­ rra la imagen (fig. 37).— B a ris, barca sagrada, que flotaba en las lagunas del re­ cinto sagrado en las grandes fiestas (fig. 36). — A lt a r , es­ pecie de p ila ; de las piezas materiales del culto era la más importante (fig. 38). T ipos de capiteles egip­ cios. — La disposición y las proporciones de los pilares, columnas y capiteles de los templos presentan variados tipos, dando lugar a clasifica­ ciones que no detallaremos. inspirados en el sol y la luna. Durante la dominación de los F ig . 38. Altar. Toiomeos, la influencia grie­ ga hizo perder el carácter a las construcciones egipcias, como se observa en el grupo I ,(ni enjillóles están in spirados lloiio n ilm e iite <>n la flora lo- cnl (lulo, pupilo, etc.). liOH )>rlnclpule» (fig. 39), 11**11 tljioii illreclou ol L olifor- iiir ( I ") y el ( 'tnnjHinifonnc I 11), ,v como Il|>oi; liccuiidn- i Ion 11 iti i IvmiIom . 1 <'nitfrifor- lio t.'l"), i I Oiir/lln/m m e ('1") y 1 1i|i ( 'ii ni / m imi lili i l la (li") I I iiy IihiiIiIi o Ion 1 1ii11mi Ion jil lio oii O hIiluro ((I") c /«luco, de edificios de la isla de Filé, que desde la construcción, en 1902, de la gran presa de Asuán permanece nueve me­ ses del año sumergida en aguas del N ilo; al vaciarse en junio el embalse, la isla reaparece, y puede visitarse durante el verano (fig. 33). A r q u it e c t u r a civil. — L a casa. Del estudio de las pin­ turas y relieves que decoran 1 0
  • 19. F ig . 40. Edfú. Templo de Horus. los templos y las tumbas, que representan viviendas de par- Fig . 41. Casa de campo egipcia. Reconstitución de Cnipiez. ticulares, podemos deducir algunos datos. Las casas aco­ modadas estaban emplazadas en el centro de jardines, ais­ lándose así de la vía pública (fig. 41) ; en las casas modes­ tas se encuentra siempre un patio que era el centro de la vida de fam ilia; las habita­ ciones de la planta baja esta­ ban destinadas para corrales, granero, bodega y cocina, y el piso alto para vivienda. El palacio. Edificio desti­ nado al recreo, no tenía el carácter de perpetuidad de los tem plos: no quedan restos de esta clase de edificios. Se componían de múltiples cons- 17
  • 20. trucciones para alojamiento de la inmensa servidumbre del Faraón y su familia. E s c u ltu ra . — En el período Menfita conviene fijarse en las estatuas halladas en las tumbas y que generalmente se tallaban en madera o pie­ dra ; son verdaderos retratos del muerto ejecutados con sumo arte y de un realismo sorprendente (fig. 42). Esta perfección es debida en gran parte a las creencias religiosas de este pueblo, pues si el egipcio creía que su vida eterna quedaba ase­ gurada con la conservación del cadáver, como hemos di­ cho anteriormente, tenia la misma seguridad de alcanzar reposo eterno si se conserva­ ba el retrato fiel del muerto, en el caso de que la momia fuese destruida. Los bajorrelieves que deco­ ran las salas de las mastabas presentan escenas de la vida del difunto. Son, como to­ dos los egipcios, de poca pro­ fundidad en el modelado a causa de la dureza de la pie­ dra: siempre policromados a tonos planos y de un valor ar­ tístico inferior al de las esta­ tuas antes citadas. Las inscripciones jeroglífi­ cas que necesariamente acom­ pañaban a los bajorrelieves, F ig . 42. La reina Nefertit, esposa de Ejnaton. Museo de Wiesbaden. al par que servían de decora­ ción, explicaban la historia del personaje glorificado. En el período Tebano la escultura pierde los caracte­ res que la avaloraban en el anterior, pues abandonando la observación del natural para dar más esbeltez a las figuras, cae en el convencio­ nalismo. El arte se hace más nacio­ nal ; se pone al servicio de la arquitectura y decora las pa­ redes de los templos enal­ teciendo y celebrando sus divinidades y reyes (fig. 44). 18
  • 21. Fig . 43. Escribas. Relieve de Tell el Amarna. Museo Arqueológico de Florencia. Los hipogeos estaban deco­ rados igual que las mastabas. En el período Saíta, el ar­ te siente la influencia del griego y pierde su carácter. P in tu ra . — Es inferior a la escultura ; trata asuntos reli­ giosos, históricos y de género. Son interesantísimos los de este último grupo, que deco­ Fig , 44. Cacería del faraón Ramsés III. Relieve de un pilono de Medinet-Habu. 19
  • 22. Fig . 45. Friso de la tumba de Huy. ran las tumbas y representan escenas de la vida del difunto. Obsérvese que los egipcios dibujan la cabeza y los pies de perfil, aunque la figura esté de frente y que repre­ sentan siempre la figura hu­ mana en su juventud (fig. 45). D ib u jo .— Se han conserva­ do. también dibujos egipcios, sobre hojas de papiro. El papiro es una planta muy abundante en las orillas del Nilo. De sus largos tallos se formaban láminas u hojas asimismo llamadas papiros. Sobre ellas se podía escribir y dibujar. Se usaron mucho en la antigüedad y aun du­ rante la Edad Media, hasta que los árabes introdujeron el papel en Europa (fig. 46). F ig . 46. El juicio d<‘l alma, l’ apiro funerario hallado en Tebas. 20
  • 23. F ig . 47. Escritura cuneiforme. Código de Hammurabi. Detalle. Museo del Louvre. CALDEA Y ASIRIA En el terreno, llamado en la antigüedad Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufra- tes, se desarrollaron las civi­ lizaciones de dos poderosos Fig . 49. Estela de Hammurabi. Museo del Louvre. Fig . 48. Mesopotamia. pueblos. C aldea al sur, junto al golfo Pérsico, con su capi­ tal Babilonia, y A s ir ía más al norte con Nínive como cen­ tro más importante (fig. 48). A pesar de confundirse sus civilizaciones, Caldea fue la que influyó más poderosa­ mente en Asiría. Era su re­ ligión lúgubre, llena de ritos 21
  • 24. terribles; éstos y su carácter guerrero y conquistador dio origen a un arte de expresión dura y violenta. Su ciencia favorita fue la astronomía. Sus construcciones son de ladrillo y adobes (ladrillos secados al so l); hacían poco uso de la piedra, de ahí la poca solidez de sus edificios. Caracteriza su arquitectura el empleo de la bóveda como sistema de construcción. A r q u it e c t u r a fu n e r a r ia .— No tiene la importancia de la egipcia. Las tumbas que se conocen son de escaso in­ terés artístico. A r q u it e c t u r a re lig io s a . — El templo se reduce en su forma general a una torre es­ calonada llamada zigurat, a la que dan acceso rampas ex­ teriores (fig. 50). Han que­ dado escasos restos de ellos. Parece que constaban, gene­ ralmente, de ocho pisos y que F ig . 51. Al tur. Fig . 50. Zigurat mesopotámico (templo-pirámide). servían también de observa­ torios astronómicos. Hacia la mitad de la altu­ ra del templo había una cá­ mara para descanso de los que subían al santuario situa­ do en la torre superior y en el que no había estatua al­ guna, según datos de anti­ guos historiadores. En otros templos existía también un santuario en la parte baja, con la estatua del dios. A c c e s o rio s de lo s tem plos. Poseían los caldeos y asirios varios objetos de culto y sím­ bolos religiosos: El altar, de mármol o pie­ dra común, de varias formas (fig. 51). 22
  • 25. F ig . 52. Globo alado. El globo alado, que signifi­ caba el dios solar protector del r e y : en él se ve la in­ fluencia egipcia (fig. 52). El ÁRBOL SAGRADO. No Se conoce de una m an era cierta su significado: se encuentra repetido m u y a m en udo ( fi­ gura 53). Nos han dejado también estelas para perpetuar hechos notables, generalmente gue­ rreros, y obeliscos con igual objeto que las estelas, pero de menos importancia que los egipcios (fig. 49). A r q u it e c t u r a civil. — L a casa. Según se desprende de los bajorrelieves de la época, la casa caldea y asiría puede resumirse en dos tipos cons­ tructivos: casas de cubierta nhn V Í! P con terraza sobre vigas, y ca­ sas de cubierta en forma de cúpula (fig 54). El palacio. — Es más cono­ cido que el templo gracias a las recientes exploraciones, que han puesto al descubier­ to múltiples ruinas, y a los Fig . 54. Los dos tipos de casa mesopotámica, según aparecen en bajorrelieves. Fig . 53. Árbol simbólico, con genio alado. modernos estudios que han facilitado el conocimiento de la cultura caldeo-asiria con la interpretación de su escri­ tura cuneiforme (de forma de cuña) (fig. 47). Generalmente cada monar­ ca levanta un palacio, exten­ sa sucesión de patios y salas con un sinfín de habitaciones para su servidumbre. En el palacio de Sargón, en Kor- 23
  • 26. F ig . 55, Palacio de Sargón en Korsabad. Reconstitución. F ig . 56. Portada del palacio real de Korsabad. 24
  • 27. .lUau, empezado en el ano 772 antes de J. C. (fig. 55).. lian podido observarse hasta m.is de treinta patios y dos­ cientas habitaciones, siendo mis muros de gran espesor, por causa de la flojedad del material empleado, lo que daba al edificio un aspecto Kig. 57. Relieve asirio. Toma de Nínive (I milenio a. J.C.). de robustez que realmente no poseía: de ahí sus mal con­ servados restos. En la reconstitución de di- eho palacio puede verse el vasto patio de entrada, er uno de cuyos lados se abren Jas comunicaciones con el ex­ terior, alrededor de los otros tres se desarrollan los gran­ des departamentos del pala­ cio, para habitación del rey, satas ae recepción, cuadras, depósitos de víveres, talleres, armerías, cuarteles, etc. E s c u ltu ra . — La escultura en esos pueblos es de un gran valor histórico, pues es­ tá dedicada generalmente a perpetuar las hazañas de sus monarcas, decorando median­ te grandes bajorrelieves los muros de los palacios. Trata también asuntos de género. Sus bajorrelieves se dife­ rencian de los egipcios por la acentuación del modelado debido quizás, en parte, al empleo de materiales gene­ ralmente mucho más blandos. Presenta escasa variedad en los movimientos y expre­ sión de sus figuras, en cuya rudeza se observa la gran im­ portancia que este pueblo da­ ba a la fuerza física. F ig . 58. Toro alado del palacio de Korsabad. Museo del Louvre. 25
  • 28. Fie. 59. Leona herida. Relieve asirio. British Museum. En cambio, en la represen- fielmente la forma, sobre to- tación de animales llegan a do en algunas especies, como gran altura, reproduciendo el león, en que la vida es ex- Fic. 60. Ninive. Deportación de gentes. Relieve asirio. 26
  • 29. liMJtda con enérgica maes- iritt (fa s. 59 ). Son notables y típicos los lortix alados con cabeza hu- iimiiu, generalmente tallados i ii un solo bloque de grandes dimensiones, que decoran las puertas en el exterior de los |)Mlucios (figs. 56 y 58). Como en Egipto, policro- nuibnn también los bajorre-" lleves. arte que pasó a Persia. Pintura. — Su principal manifestación se revela en Ion ladrillos esmaltados, d e tiran brillantez en el colorido, quo servían de revestimiento mlits paredes. Sus asuntos están tratados «■ii tonos planos (azul y ama­ rillo generalmente) acentua­ dos por un perfil oscuro. Re­ presentan escenas de la vi­ da ordinaria o actos de la corte, ceremonias religiosas, o asuntos puramente decora­ tivos. Las cualidades de coloris­ tas que poseían los caldeos y asirios. las empleaban tam­ bién en la fábrica de tapices, muy conocidos y apreciados en todas las grandes metró­ polis de la época, donde los introducían los mercaderes asirios, al par que sus mo­ narcas hacían sentir el peso de sus conquistas. En la Ro­ ma de Augusto se codiciaban todavía las telas de Asiría. F ig . 61. Pintura mural. Palacio asirio de T el Barsib. 27
  • 30. F ig . 62. Friso de terracota esmaltada. Korsabad. FENICIA, JUDEA Y PEKSIA FENICIA. — Situada en el Asia, en la estrecha zona comprendida entre el Medi­ terráneo y el monte Líbano, tuvo centros importantes de civilización, como Sidón, Ti­ ro, etc. (fig. 63). Pueblo positivista, activo, comerciante y colonizador, carece de amor propio políti­ co y acepta todos los gobier­ nos con tal que favorezcan sus intereses. A l extender su comercio per el Mediterráneo, fundó colonias como Cartago al norte de África, en la isla de Chipre, Gades (Cádiz) al sur de España, Ibiza en las Baleares, etc. Los fenicios son los inven­ tores de la escritura alfabé­ tica. Su E s c u lt u r a se limita a las estatuas de divinidades que fabrican para el comer­ cio, imitando el arte egipcio y el caldeo-asirio, como des­ pués imitaron el griego, mez­ clando sus elementos (fig u ­ ra 64). JUDEA. — No florecieron las bellas arles, principalmen­ te la escultura, porque la ley mosaica le puso limitación a fin de evitar que el pueblo escogido cayese en la idola­ tría de las regiones comarca­ nas. 28
  • 31. Fig. 64. Figura púnica de barro. Madrid. Museo Arqueológico. El templo que Salomón levantó en Jerusalén en el si­ glo x i antes de J. C„ fue debido a artistas fenicios. A pesar de haber sido destruido por Tito, se ha podido deter­ minar algo de su aspecto y proporciones por lo que de él refiere la Biblia y por el es­ tudio de sus restos PERSIA.—Su arte es la úl­ tima manifestación del genio antiguo de Oriente, pues con­ servaba todavía su esplendor cuando el arte griego había influido ya en Egipto y Cal- dea-Asiria (siglo iv y v antes de J. C.). No obstante ser el arte per- F ig . 65. Relieve. Escalinata de Persépolis. 2 - M.D.D. 29
  • 32. Fig . 66. Capitel. Persépolis. Museo de Teherán. F ig . 67. Cabeza. Persépolis. Museo de Teherán. sa reflejo de aquellas dos poderosas civilizaciones que hemos estudiado, desarrolla algunos elementos propios como la típica forma de ca­ pitel con elementos de dos animales unidos y dispuestos para sostener dos jácenas (f i­ gura. 66). En su E s c u lt u r a se obser­ va tam bién la m ezcla d e las influencias citadas. E s m enos ex a g e ra d a que la asiría en su m odelado (fig. 67). Durante la dominación de los Sasánidas (siglo m des­ pués de J. C.). Persia tuvo una época brillante. Más tar­ de influyó en el arte sirio y bizantino. Conservó elementos del ar­ te indígena, al par que sufrió la influencia griega y roma­ na ; descúbrese esta mezcla de estilos en casi todas las obras de este período, pero se observa de una manera manifiesta en los famosos re­ lieves tallados en la roca que representan asuntos varios. Forman también parte de este grupo varios pueblos del Asia Menor, como los hititas. y les monumentos conocidos con el nombre de nuragas y talayots en las islas de Cerde- ña y Menorca, templos de Malta, etc. 30
  • 33. F ig . 68. Bronces rituales chinos. Siglos x i-m a. J.C. PUEBLOS CUYO ARTE HA TENIDO ESCASA INFLUENCIA EN EUROPA IN D IA . — (Indostán, Indo­ china, Ceilán, etc.). A r q u it e c t u r a .— Los monu­ mentos más antiguos que co­ nocemos. probablemente no son anteriores a nuestra era. Domina en ellos la exagera­ ción de líneas de decoración, prolija y tumultuosa (figu­ ras 70-71-72). F i g . 69. Stupa, o relicario-edificio de Sanchi, India. 31
  • 34. F ig . 70. Escultura simbólico- decorativa. India. Fig . 71. Tempo de Adinatha. Abu. Siglo x i i . Fig . 72. Siva danzante Siglos xm -xiv. India. F ig . 73. Detalle de un fresco. Ajanta. Siglo vn. India. 32
  • 35. E s c u ltu ra . — Toma por asuntos escenas de la mito­ logía brahmánica y budista; composiciones recargadas, de líneas amaneradas y blando moldeado (figs. 70-72). P in tu ra . — De característi­ cas semejantes a la escultura y dedicada principalmente al retrato. Se conserva casi ex­ clusivamente en frescos mu­ rales y en miniaturas ( fig. 73). F ig. 74. Puerta de la tumba de Wang. Modelo en piedra. Dinastía Han (siglo iii a. J.C. - siglo iii d. J.C.). CHINA. — El arte chino es muy distinto de los anterior­ mente reseñados. En los pri­ meros siglos de nuestra era fue influenciada por el arte persa y el hindú, pero conser­ vó su carácter propio. Se distingue por la extra­ ordinaria fantasía y compli­ cación de los motivos orna­ mentales, por la estilización (interpertación convencional de un objeto, que hace resal­ tar sus rasgos más caracte­ rísticos), y por la importan­ cia dada al arte suntuario (ob­ jetos de lujo). A rq u ite c tu ra . — Recuerda la de la India. Construyen ca­ si siempre con entramado de madera y dan gran importan­ cia a la cubierta (figs. 74 y 76). En arquitectura militar, es famosa la Gran Muralla, que defendía la China septen­ trional de las invasiones tár­ taras; mide 2000 km de lon­ gitud ; fue construida hacia el siglo iii antes de J. C. (fi­ gura 75). A r t e su n tu a rio . — La pin­ tura y la escultura propia­ mente dichas (figs. 78 y 79), son importantes. Pero sobre todo, adquieren un extraordi­ nario esplendor aplicadas a la elaboración de objetos de cerámica, de porcelana (que 33
  • 36. Fig . 75. L a Gran Muralla china vista desde el interior. F ig . 76. Templo del Cielo. F ig . 77. Bronce chino de la Pekín. China. dinastía Shang. 34
  • 37. ai parecer lúe inventada por ellos) y bronce (fig. 77). Me­ recen especial mención las jo­ yas y vasijas esculpidas en jade y ágata (piedras muy duras, de colotes diversos) y los muebles, cajas y objetos de adorno, recubiertos de la­ ca (barniz duro y brillante hecho con la resina de ciertos árboles de Oriente). Los chinos fueron muy há­ biles en la pintura sobre ma­ dera, seda y porcelana, y en la confección de tejidos ar­ tísticos. JAPÓN.—La historia de su arte es más conocida que la «le la China. Éste está forma- Fig . 78. Pintura de Chao Ju. Col. Freer. Washington. do esencialmente de elemen­ tos chinos, y también de ele- I' tu Vil KHcultura china. T uiiiIiun de IVkfn. F ig . 80. Torre de Yahushiyi. Japón. 35
  • 38. Fig . 81. Buda. Período Heian. Kioto. mentos indios y persas, pero presenta un carácter espe­ cial, por el uso de la madera como material favorito de construcción (fig. 80). E s c u ltu ra . — Se manifiesta principalmente en objetos de bronce modelados con gran arte (fig. 81). P in tu ra . — E s interesan­ tísima: han existido varias escuelas, hasta que en el si­ glo xvn, siglo de oro del arte japonés, nace una escuela na­ turalista por excelencia que lleva a gran altura la perfec­ ción de la línea. Fue su fun­ dador el celebrado maestro Hokusai (fig. 82). Fig. 82. El monte Fuji, por Hokusai. 36
  • 39. ]■'!<;. 83. El Chac Mool, del templo de Chichen-ltzfi. Musco Nacional de MóS’ico. ARTE ABORIGEN AMERICANO l'!n América es difícil fijar el dricen de la arquitectura nnlerior a la época de los des- nilprliiiientos, si bien puede lilli imirsc cine sus monumen- 1 1 iliiliin, sólo, de cuatro si­ llín: miles de la conquista; m observa en ellos marcada IliIIiletieiii asiática. I iii ruinas existentes ocu- l"iii mui |ie(|ueñn extensión, l'ili hiiliimenle en Méjico y I i m i eiieimlrumos restos de • lliin M ILICO 1.11 arquitectura un |li mili e exulleíante y ri­ ca. Recuerda la de la India. El uso de la piedra blanda, muy abundante en aquel país, contribuye sin duda a las complicadas formas de su de­ coración, al revés de lo que acontece en el Perú, como luego veremos. La forma corriente de sus construcciones es apiramida­ da ; emplean la columna sin capitel, que suplen por una especie de abaco de forma circular o cuadrada. Escultuiw. — Alcanzó una extraordinaria perfección (fi- 37
  • 40. 38
  • 41. F ig . 86. Atlante tolteca. P irá­ mide de Quetzalcoatl. Tula. Siglo xi. Ijuras 83-86). Las reproduc­ ciones de animales y las más- curas funerarias esculpidas en piedras muy duras y a me­ nudo pintadas o recubiertas ilo mosaico son de una sor­ prendente belleza. Los relieves, de asuntos re- IihIohos, tratados simbólica­ m e n t e , recuerdan los de la Imlli) (figs. 85-88), así como I> i escultura decorativa, que nnli'iiln «ran variedad de for- niH M«eométricas, recuerda las •I' 1'lilnrt y Japón (fig. 85). l’lNTtJHA. -También en este mi le fueron muy diestros los mujlrniioii, tanto en la pintu- Ki ni frenco, que decoraba li tupín i (mínelos y sepulcros, Fig . 87. Piedra del Sol. Azteca. Bloque de pórfido de 6,70 m de diámetro y 0,91 m de espesor. Museo Nacional de Méjico. F ig . 88. Relieve con un príncipe maya. Procede de Palenque. Museo Arqueológico Nacional, Madrid. 39
  • 42. A r q u it e c t u r a re lig io s a . — Sus teocalis o templos son construcciones apiramidadas, de planta cuadrilateral y per­ fectamente orientadas a los cuatro puntos cardinales (f i­ gura 84). Tienen anexas edificacio­ nes para viviendas de los sacerdotes y dependencias del culto. A r q u it e c t u r a c iv il. — E l palacio. Inmensa serie de ha­ bitaciones, algunas de gran capacidad, que se desarrollan alrededor de patios, y de las F ig . 90. Puerta del Sol. Tiahuanaco. Bolivia. Fig . 89. Miniatura de estilo precolombino. Méjico. como en las miniaturas de los códices (fig. 89). 40
  • 43. Fio. 91. Relieve de un monolito del Museo de Lima. Sus templos ocupaban gran extensión y tenían edificios anexos para el alojamiento de los peregrinos. E s c u lt u r a y p in tu ra. — De caracteres semejantes a las de Méjico, especialmente en las estilizaciones geométricas empleadas como motivo de decoración (fig. 91). La manifestación más im­ portante del refinado senti­ miento artístico de los indios peruanos la encontraremos en las vasijas de barro pin­ tadas, verdaderas esculturas policromadas que alcanzan, a menudo, un grado de realis­ mo impresionante (fig. 92). Hay otras muy estilizadas. cuales las inmediatas a la i'iilrada sirven para la vida oficial, y las interiores para l<i familia. Las fachadas se de ioran, generalmente, con n>l leves geométricos profusa­ mente aplicados. I'KKÜ. — Su arquitectura i") de carácter sencillo, sin lii> exuberancias de la meji- i mui, niu duda por'el uso de (ili iluí de «ran dureza; tan m Iii mii Ini ile en aquella región I Un 1 )0). F ig . 92. Retrato en arcilla. Cultura mochica. Perú. 41
  • 44. Fig . 93. Frontón occidental del Partenón. Atenas. Reconstitución. GRECIA o de arte modificado por las influencias de Asia y Egipto. De esta época son los poe­ mas «La Ilíada» y «La Odi­ sea». En la cerámica domina el llamado estilo geométrico. Época A rc a ic a (del siglo vn hasta principios del v antes de J. C.), período de elabora­ ción de la gran arquitectura griega. Época clásica (siglo de Pe- ricles, v antes de J. C.), la más brillante del arte griego. Época H e le n ístic a (del si­ glo iv a la conquista de Egip­ to por los romanos, año 31 an­ tes de J. C.). En la época Arcaica' em­ pieza, pues, el esplendor del arte. Dieron los griegos for­ ma artística exterior a la construcción; de ahí resultan los conjuntos arquitectónicos llamados órdenes o sea la re­ solución artística del problf- Fig. 94. Puerta de las Leonas. ma de sostener una cubierta Micenas. Siglo x v i i a. J.C. sobre columnas. ÉPOCAS DE SU A R T E .— Pueden señalarse cinco: JÉpoca M icénica, llamada así por haberse hallado en Micenas sus principales mo­ numentos. (fig. 94). Época hom érica (del si­ glo x i al vn antes de J. C.) 42
  • 45. Fig . 95. Orden dórico. Se desarrollaron según el estudio que vamos a hacer de olios seguidamente. En los órdenes se distin­ guen dos elementos: el sus­ tentante, constituido por la columna: base, fuste, capitel. h i. m i Iv.tudo actual del Parte- ItAh, Acrópolis de Atenas. El sostenido o entablamento, compuesto de arquitrabe, fri­ so y cornisa (fig. 95). Los órdenes son: el Dóri­ co, el Jónico y el Corintio. El ord en D ó ric o es robus­ to y sencillo: la columna ca­ rece de base, pues arranca directamente del zócalo, y el fuste es acanalado a arista viva. El friso consta de dos par­ tes que van repitiéndose, me- topa y triglifo y el capitel es­ tá reducido a una moldura llamada equino, de extrema­ da belleza (figs. 95-96-97). El ord en Jónico es esbelto y gracioso. Su columna tiene base y las canales del fuste están separadas por planos. Él arquitrabe presenta casi siempre tres planos con un ligero saliente del uno sobre el otro. El capitel es de vo­ lutas (curva en espiral) (fi­ guras 98-99-102). El o rd en C o rin tio se dis­ tingue del anterior por el ca- F ig . 97. Capitel dórico.
  • 46. F ig . 99. Capitel jónico. tituidas por unas figuras de mujer llamadas cariátides ¡(fi­ guras 103-104). Fig . 100. Capitel corintio. Olimpeión. Atenas. F ig . 101. Capitel corintio. Fig . 98. Templo de la Victoria Áptera, Acrópolis de Atenas. pitel compuesto con hojas de acanto (figs. 100-101). En el Erecteion de Atenas, templo de orden jónico, exis­ te una galería o templete en que las columnas fueron sus- A r q u it e c t u r a re lig io s a . — El templo griego es, general­ mente, un edificio cuadran- gular con cubierta de dos vertientes, y un pórtico que puede estar solamente en la fachada principal y sostenido por dos columnas (templo in antis, fig. 105) o rodeando todo el edificio (fig. 107) en cuyo caso recibe los nombres de tetrástilo, hexástilo, oc- tástilo, etc., según el número de columnas que tiene en la fachada principal. Las co­ lumnas de los pórticos y los entablamentos corresponden 44
  • 47. Fig . 102. Orden jónico. a los órdenes descritos. En las fachadas anterior y pos­ terior, entre la cornisa hori­ zontal y las dos inclinadas del tejado, queda un espacio triangular, el frontón, ador­ nado con grupos escultóricos (fig- 93). La disposición interior del templo se explica en la figu­ ra 106. A r q u it e c t u r a fu n e r a r ia . — Una gran variedad se obser­ va en las sepulturas del pue­ blo griego, desde el simple montón de tierra y la tumba excavada en la roca, hasta la construida ex profeso (figu ­ ra 108). Existe también gran | ii, |{i:i. Tribuna de las cariátides del F ig . 104. Copia roma- Erecteión, Atenas. na de una cariátide. 45
  • 48. Fig. 105. Templo in antis. Tesoro de los atenienses, Delfos. número de estelas de piedra con retratos u objetos alusi­ vos al muerto, o con decora­ ciones de hojas de acanto, palmeras, etc. (fig. 109). A r q u it e c t u r a civil. — L a casa. D ifícil es sujetar la ca­ sa griega a un tipo uniform e; como en todas las épocas y localidades, refleja la posi­ ción social y económica de sus moradores. Hasta el si­ glo v fue muy sencilla; la casa suntuosa de este siglo puede considerarse dividida en dos partes: andrón o ha­ bitaciones destinadas a los hombres y gineceo, habitacio­ nes de vida íntima y de las mujeres. Los p a l a c i o s helénicos eran de gran suntuosidad. Se ig­ nora el destino y carácter de sus compartimientos. C o n stru c c io n e s p ara r e u ­ niones públicas. — La impor­ tancia que se daba a la vida de relación, hizo que se desa­ rrollaran construcciones es­ peciales, como: El Agora, especie de plaza pública y centro de vida de la ciudad, donde además de celebrarse los mercados, te­ nían lugar reuniones públicas o consejos para tratar asun­ tos locales. Eran de planta cuadrada y rodeadas de pór­ ticos dobles y de suntuosos edificios. La torre llamada de Andrónico o de los vien­ tos, formaba parte de la de Atenas y en ella había un reloj público (fig. 112). A. Pronaos o vestíbulo. B Naos C. Epistho- domos donde se guarda divinidad. Fig . 106. Planta de un templo griego. 46
  • 49. 47
  • 50. F ig . 109. Estela sepulcral ática del cementerio de Erídanos. Atenas. El gim n asio era el terreno o edificio en que se realiza­ ban los ejercicios corporales tales como carrera, salto, lan­ zamiento de peso, de disco y de jabalina. La p a le s t ra , parte del gim­ nasio en que se celebraban el pugilato y la lucha, era un edificio cubierto y perfec­ tamente acondicionado. Ge­ neralmente ocupaba el centro del gimnasio y se considera­ ba la sección más importan­ te del mismo (fig. 111). En los h ipód rom os se ha­ cían las carreras de caballos y en los e sta d io s las carreras a pie. El t e a t r o , lugar de reunión el más importante, no tanto por su carácter de diversión como por celebrar el pueblo en él sus asambleas. Era el edificio de más suntuosidad (fig. 113-114-115). Lo constituían tres partes esenciales: la gradería (cu- nei) para los espectadores; la orquesta, de planta semi­ circular, en medio de la cual se elevaba una ara, y la es­ cena, de planta rectangular y de poca profundidad, con tres puertas en el muro del fondo. Los llamados Odeonex se destinaban solamente ;i audiciones musicales y se di F ig . 110. Escultura decorativa del teatro de Dionisio, Atenas. 48
  • 51. ferenciaban de los teatros en que carecían de orquesta. E s c u l t u r a . — La represen­ tación más primitiva de la escultura helénica es una im­ perfecta imitación del natu­ ral : figuras envaradas, sin expresión, las extremidades pegadas al cuerpo formando i r T T T T T T n • • 1 • P I» w • • 1 • I • • I • : U2iL-LJLl.J_JLJ „ 112 Torre de Andrónico biG. 111. Planta de un gimnasio. Fig. i i ¿- vientos Atenas. P, palestra. o F ig . 113. Teatro de Delfos. Grecia. 49
  • 52. una sola pieza: se denominan xoana (en singular xoanon) (fig. 116). El gran escultor Dédalo se separa del modelo de los xoana y fijándose en la na­ turaleza da más vida a sus figuras. Desde entonces es constante el progreso de la escultura griega pudiendo señalar tres escuelas princi­ pales como centros de arte que se fundieron para formar una sola durante el siglo v. Son las siguientes: E s c u e la Jó n ic a de A s ia . — Se caracteriza por la riqueza y gracia de sus composicio­ nes. Fig . 114. Planta de un teatro griego. E s c u e la á tica . Más seque­ dad de contornos y más duro modelado (fig. 118). E s c u e la D ó r ic a. Superior a las anteriores; robustez en la ejecución y constante obser­ vación de la realidad (figu ­ ra 119). F ig . 115. Reconstitución del escenario de un teatro griego. 50
  • 53. i'iG. 116. Hera de Samos, posi ble copia de un «xoanon». Así fue perfeccionándose la escultura, llegando a su apogeo en el siglo v antes de J. C., o sea el llamado siglo de Pericles. De esta época son los fri­ sos del Partenón obra de Fi- dias, y la Dem eter (Ceres) de Gnido (British Museum) (f i­ guras 120-121). Se explica que este pueblo llegara a tan alto grado de perfección en la representación plástica del cuerpo humano, al conside­ rar que a la fina percepción de lo bello que le era propia, unía la constante visión del modelo vivo en baños, gim ­ nasios, etc. P in tu ra . — Los escritores de la Antigüedad ensalzaron Fie. 117. Gorgona. Templo de Corcira. Hacia 580 a. J.C. Museo Arqueológico de Corfú. 51
  • 54. Fig . 118. Figura arcaica. Museo de la Acrópolis. Atenas. más a los pintores griegos que a los escultores y a los arquitectos. Todo hace supo­ ner que fue en la pintura don­ de el genio artístico de Grecia alcanzó su máxima perfec­ ción, pero, desgraciadamente, no se ha conservado ni una sola obra, y todo cuanto sa­ bemos de ella es lo que de­ jaron escrito los historiadores y los literatos coetáneos. Po­ demos, sin embargo, hacer­ nos una idea de qué serían viendo los frescos que se des­ cubrieron en Pompeya que seguramente fueron influi­ das por modelos helénicos, y los retratos hallados en Egip­ to, pintados sobre tabla, que siguen, pero menos, lo griego. Por fortuna han llegado hasta nosotros vasos pinta­ dos, siendo esta decoración, al principio, muy imperfecta en el siglo vi antes de J. C. con la representación de figuras negras sobre fondo rojo. Pero en el siglo v antes de J. C., así como el arte griego en ge­ neral, llegó a una gran per­ fección (figs. 122-123). Cam- Fig . 119. Hércules del frontón oriental del templo de Afalii Egina. Gliptoteca de Munich, 52
  • 55. Fig . 120. Friso occidental del Partenón. British-Museum. Im 121. Demeter de Gnido. British Museum. bia y mejora la técnica, las figuras son rojas sobre fondo negro, el dibujo es más deli­ cado y de trazo más hábil. Los ceramistas reproducen los temas de las pinturas más célebres e imitan a los pinto­ res. En el siglo iv aparecen vasos pintados en colores so­ bre fondo blanco; la cerámi­ ca griega alcanza en ellos su mejor momento. Hacia el año 300 a. de J. C. cesa la fabri­ cación de cerámica pintada y se producen solamente va­ sijas sin ornamentación, se­ ñalando la etapa final de un gran arte y de una gran cul­ tura. 53
  • 56. F ig . 122. Pintura de figuras negras sobre fondo claro. Siglo vi a. J.C. De un vaso procedente de Vulci. .íMiiáítóí FIG. 123. Eufronio. Efebo a caballo. Fondo de una copa. Hacia 500 a. J.C. 54
  • 57. Fig. 124. Los «toros» de Guisando. El Tiemblo. Ávila. ARTE IBÉRICO Ya en los tiempos históri­ cos, pero antes de que los ro- nianos conquistaran España, Ion primitivos pueblos que ocupaban la península produ­ jeron obras de arte muy dig­ nas de consideración. Los monumentos más anti­ guos del arte indígena son, (.('juramente, los verracos, fi­ guras de cerdos rudamente esculpidas por los celtas que poblaban la Meseta Central y (¡alicia. Se ignora el signifi­ cado y aplicación de estas ex- Iruñas esculturas que suelen hallarse agrupadas (fig. 124). En Andalucía y en Levan­ te se han hallado curiosas es­ tatuas con cuerpo de toro en actitud de reposo y cabeza de hombre barbado, que, según la opinión de muchos arqueó­ logos, demuestran la influen­ cia del arte mesopotámico en el ibérico, influencia que ha­ bría llegado a través de los fenicios o de los egeos (figu ­ ra 125). Se han encontrado en esta misma región numerosas es­ culturas que revelan una in­ fluencia del arte griego del siglo vi antes de J. C. Entre ellas, resaltan por su gran va­ lor artístico las representacio­ nes humanas de los santua­ rios ibéricos del Cerro de los Santos y del Llano de la Con­ solación, ambos cercanos al pueblo de Montealegre, en la provincia de Albacete, y so­ bre todo la famosa Dama de Elche, actual arquetipo del arte iberogriego (fig. 127), obra de gran belleza. 55
  • 58. Fig . 125. La «Bicha» de Bala- Fig . 126. Cabeza del Llano de la zote. Museo Arqueológico Nació- Consolación. Museo Arqueológi- nal, Madrid. co, Barcelona. Fig . 127. La Dama de Elche. Museo del Prado. 56
  • 59. Fig. 128. Tapa de sepulcro etrusco. ETRURIA H1 pueblo etrusco, cuyo ori­ gen es aún difícil de precisar, forma en el siglo x antes de .1 , C. una poderosa confede­ ración en el centro de Italia y se extiende por el norte y Niir, donde funda varias ciu­ dades. Su arte, influido por el arlo griego y el oriental, ejer­ ció gran influencia sobre el in te romano. Como caracte­ rística de su sistema cons­ tructivo hay que hacer notar id empleo del arco y la bóve­ da de piedra. A h q u it e c t u r a r e l ig io s a . — Sus templos, de planta casi cuadrada, eran de madera y con pórticos solamente en la fucilada principal, lo que los distingue de los templos grie­ gos. Estaban profusamente adornados con cerámica de colores. A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia . — Sus tumbas están excavadas en la tierra o en la roca; al­ gunas de ellas tienen torres exteriores cónicas, otras pre­ sentan colinas artificiales en forma de túmulo (fig. 129). E s c u l t u r a . — Los etruscos usaron preferentemente el ba­ rro cocido y el bronce como material escultórico. Sus fi­ guras de dioses, de grandes personajes o de animales rea­ les o fabulosos, tienen una expresión de vida muy pecu­ liar. Son muy característicos 57
  • 60. F ig . 129. Tumba etrusca en forma de túmulo. los grupos escultóricos que se hallan en las tapas de los sarcófagos, de tendencia rea­ lista (figs. 128-130). P in t u r a . — Muy influida por la griega, tanto en los temas como en los procedi­ mientos. Las obras conserva­ das son frescos hallados en las tumbas (fig. 131). F ig . 130. Escultura etrusca. F ig . 131. Pintura etrusca. Hacia 500 a. J.C. Siglo vi a. J.C. Museo del Louvre. . )
  • 61. I'K; 132. La loba de Capitolio. Bronce etrusco. Roma. (Los niños son del Renacimiento.) ROMA El pueblo romano, de ca­ rácter eminentemente prácti­ co, poca importancia dio al nrlo en las primeras épocas ilo su historia, de influencia puramente etrusca. A l con­ quistar Grecia (siglo n an- Ios de J. C.) tomó afición a la i iillura helénica y protegió a los artistas griegos, llamados ii liorna, al propio tiempo que infinidad de jóvenes romanos no afanaban en el estudio del arte importado por aquéllos, naciendo hacia el fin de la Itopública un arte que adop­ ta dol etrusco el principio de ciinstrucción en bóvedas de hormigón (no de piedra, como hemos dicho de Etruria), con el objeto de ser fácilmente empleado en todas las locali­ dades de sus extensas con­ quistas. Esta modificación da por resultado un sistema pro­ pio de construcción que de­ cora con elementos griegos; alcanza su pleno desarrollo en los siglos i y ii del Imperio," mostrándose rico y fastuoso, pero menos delicado que el griego. Comienza a decaer en el siglo i i i . A r q u it e c t u r a . — C arácter y époc as. — El carácter gene­ ral de la arquitectura roma- 59
  • 62. F ig 133. Reconstitución del tem­ plo etrusco de Faleria. Museo de la Villa Julia, Roma. na es de grandiosidad, robus­ tez y riqueza, unidas a un sen­ tido a la vez teatral y marca­ damente utilitario. En la historia de su Arqui­ tectura y en general de su arte, pueden considerarse tres épocas que corresponden a sus divisiones políticas: Mo­ narquía, República e Imperio. I. M o n arq u ía. Domina el arte de influencia etrusca (fi­ gura 133). II. R epública. Ostenta un arte de imitación griega. De­ sarrolla el orden corintio y crea el orden compuesto con elementos del capitel jónico y del corintio (figs. 134-135). -III. Im perio. El arte de esta época es síntesis de las dos influencias, etrusca y griega, elevado al más alto grado de perfección constructiva en grandes dimensiones (figu ­ ra 136). La decadencia empieza a notarse en las célebres rui­ nas de Palm ira y de Baal- beck (fig. 137). A r q u it e c t u r a re lig io s a . — El templo romano es deriva­ ción directa del templo grie­ go con modificaciones'que se deben a las necesidades del culto y a las formas nuevas de construcción, unidas a las tendencias artísticas de la época. Así vemos que intro­ ducen la bóveda y la cúpula para cubrir los templos circu­ lares, y en lugar de la gra­ dería que rodea el templo Fig . 134. Orden compuesto. griego, se valen de un zócalo con escaleras sólo en la par­ te anterior (podium ). Los hay de planta rectan­ gular como los de Nimes y Vienne (fig. 138). Y de planta circular como el de Vesta (figs. 139-140). 60 A
  • 63. A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia .— Los enterramientos en Roma se verificaban por inhuma­ ción, guardando el cadáver en sarcófagos (fig. 141), o por incineración (cremación del cadáver), depositando las ce­ nizas en las llamadas urnas cinerarias de cerámica, me­ tal, etc. Ambos se encerraban en tumbas de diferentes formas, de influencia etrusca y grie­ ga, como los llamados colum­ barios (por presentar el as­ pecto interior de palomares), en los que se guardaban las urnas en nichos sobrepuestos en hileras (fig. 142). Fio. 13(>. El Panteón de Agripa. Roma. 61 F ig . 135. Templo romano de planta redonda. Tívoli. Otras, en forma de túmulo o de templo, como el mauso-
  • 64. F ig . 137. Columnata del templo F ig . 138. Templo romano de de Baalbek. Siria. Augusto y Livia. Vienne, Francia a menudo los sepulcros en forma de torre cuadrada. En Tarragona tenemos un buen ejemplo de los mismos (figu ­ ra 144). La idea de estela griega se continúa en Roma con el nombre de cipo. La llamada pira era el mo­ numento formado de maderas y otras materias combusti- F ig . 140. Planta del templo de Vesta. leo de Adriano en Roma (hoy castillo de San Angelo) y el de Augusto (fig. 143), con in­ fluencia etrusca. Durante el Imperio se usan Fig . 139. Templo de Vesta. Roma. 62
  • 65. bles que se quemaban con el cadáver. A r q u it e c t u r a c iv il . — En . ella se ostenta la verdadera importancia de la arquitec­ tura romana con todo su es­ plendor y riqueza. Sus monu­ mentos conmemorativos: la Fig . 141. Sarcófago do Escipión Barbado. Vaticano. fc'ia. 142. Columbario romano. Vía Apia. Roma. 63
  • 66. Fig . 143. Mausoleo de Augusto. Reconstitución. columna de honor para glo­ rificar la memoria de per­ sonajes célebres (fig. 145) y los arcos del triunfo para per­ petuar la memoria de grandes hechos son de gran valor ar­ tístico (figs. 146-147). Unos y Fig . 145. Pormenor de la Co­ lumna de M. Aurelio. Roma. otros suelen aparecer recu­ biertos de hermosos relieves de carácter narrativo y ale­ górico. E dificacion es p ara re u n io ­ nes públicas. — E l fo r o . Vie­ ne a ser el agora griega, mer- F ig . 144. Sepulcro llamado «Torre de los Escipiones» Tarragona. cado público al par que cen­ tro político y social de la ciu­ dad (fig. 148). L a B a s íl ic a . Edificio para reunirse los comerciantes, co­ mo las lonjas de la Edad Me­ dia, y donde se celebraban las asambleas populares. Su es­ tudio es interesante, porque su estructura dio origen a la disposición de la basílica cristiana (figs. 149-150). 64
  • 67.
  • 68. F ig . 148. Vista del Foro de Roma. Reconstitución. L a s t e r m a s . Edificios des­ tinados a baños y ejercicios de natación: también había en ellas gimnasio, pero con carácter secundario ( figura 151). A l desarrollarse la cul­ tura romana, las termas fue- ron un lugar de reunión y de vida intelectual. Las de Cara- calla en Roma son el verda­ dero tipo, como se ve por la adjunta planta de gran su- F ig . 149. Ruinas de la basílica de Pompeya. Fig . 150. Planta d < > una basílica rorranu, 66
  • 69. Fig . 151. Termas de Caracalla, según reconstitución de Viollet le Duc. perficie, en las que se levan­ tan importantes cuerpos de edificio para los servicios de hombres y mujeres (fig. 152). Las principales dependencias eran el tepidarium o salas ti­ bias, baños calientes, pisci­ nas, salas de masajes y perfu- 67
  • 70. Fig . 153. Sección del anfiteatro Flavio, de Roma. mes, etc., y tam bién salas de conversación, de con feren ­ cias, bibliotecas, etc. E l a n fite a tro . E s el edi­ ficio esencialm ente rom ano, de plan ta o v a la d a y com pli­ cad a construcción, pues h a de dispon er de locales p ara las Fig . 154. Planta del anfiteatro Flavio, de Roma. fieras destinadas a las lu ­ chas, p a ra los gladiadores, canalizaciones con el objeto de con vertir la pista en pisci­ n a en las fiestas navales, etc. (figs. 153 a 156) E l te a tro , así com o el c ir ­ co, el hipódrom o y el estadio, F ig . 155. Anfiteatro Flavio, llamado el Coliseo. Vista exterior. Roma. 68
  • 71. F ig . 156. El Coliseo. Roma. Vista del interior. son edificaciones del mismo Upo que las de igual clase que se levantan en G recia; se ob­ servan algunas ligeras va­ riantes constructivas que no afectan a su estructura gene­ ral, más suntuosa. El teatro, principalmente, era decorado con más rique­ za y complejidad que el tea­ tro griego. La casa. Las¡ casas roma­ nas primitivas estaban se­ paradas unas de otras por medio de andronas, y consta­ ban solamente de un patio (atriurn), ya abierto, ya con cubierta a dos vertientes que arrojaban las aguas al exte­ rior; alrededor de este patio se desarrollaban las habita­ ciones. Más tarde, se supri­ mió la androna, y las aguas de la cubierta sé vertieron en el interior (im p lu viu m ). En Pompeya tenemos todos los tipos de casa romana, desde F ig . 157. Casa romana. Pompeya. Reconstitución. 69
  • 72. Fig . 158. Peristilo. Casa do Vetio. Pompeya. / Fig. 159. Acueducto romano de Segovia. 70
  • 73. F ig. 1()0. Cabeza en bronce de J. Bruto. Museo de Roma. las más sencillas a las más opulentas (figs. 157-158). P u e n t e s , a c u e d u c to s y cal­ z a d a s. Los romanos fueron grandes ingenieros. Constru­ yeres larguísimas calzadas (caminos espaciosos, empe­ drados) por las que Roma se comunicaba con las poblacio­ nes más importantes de su di­ latado imperio. Los puentes que levantaron eran sólidos y bellos; muchos se han con­ servado hasta nuestros días. Para llevar el agua a las po­ blaciones que carecían de ella, edificaron monumentales acueductos; el de Segovia es F ig . 161. Livia como la diosa Fortuna. Vaticano. uno de los más importantes (fig. 159), como también el de Tarragona y el Pont du Gard. E s c u l t u r a . — La escultura romana sufrió las influencias etrusca y helenística, pero algunos escultores adquieren originalidad, inspirándose en el natural, que reproducen con realismo. Este carácter se manifiesta en las estatuas y bustos his­ tóricos que hoy admiramos en los museos (figs. 160-161). Trata también la escultura romana los asuntos políticos contemporáneos, en bajorre­ lieves conmemorativos de las 71
  • 74. Fig . 162. Pintura arquitectónica. Boscorcale. Siglo i. / numerosas conquistas de este pueblo (fig. 145). P in t u r a . — Es más cono­ cida que la griega, gracias a los descubrimientos moder­ Fig . 163. Cabeza de muchacha. Procede de Herculano. Museo de Nápoles. nos en Roma, y sobre todo en Pompeya. Generalmente al fresco da sensación de vid a ; fue ejecutada algunas veces por artistas griegos romaniza- B ’ig . 164. Mosaico de la batalla de Alejandro y Darío. Musco de Nápoles. 72
  • 75. <|oh. Llena como elemento de- i unitivo el interior de los edi­ ficios públicos y casas particu­ lares, aun las poco acomoda­ das. En general trata asuntos mitológicos, escenas de amor­ cillos trabajando en diferen­ tes oficios, o representa cons­ trucciones de fantasía, etc. (figura 162). En Egipto, en las sepultu­ ras de la época romana, se han encontrado, junto a las momias, magníficos retratos pintados (el busto solamen­ te), al parecer de autores gre- colatinos (fig. 165). M o s a ic o s . — Emplearon los romanos frecuentemente el mosaico, conocido ya de los griegos, de un modo especial en los pavim entos; casi siem­ b re con dibujos de pura orna­ mentación pero algunas ve­ ces desarrollaron grandes composiciones, como en el que se representa la batalla de Alejandro contra Darío (figura 164). v. D ecadencia r o m a n a . — La unidad del imperio romano, que, por estar formado de ele­ mentos tan heterogéneos, era más bien política, cayó al im­ pulso de varias causas, que no son de este lugar, siendo la principal el cambio radical experimentado en el espíritu de la sociedad pagana, deca­ dente al nacer el cristianismo. F ig . 165. Retrato de mujer egipcio-romano. Fayum. 73
  • 76. F ig . 166. Sarcófago paleocristiano. San Francisco de Rávena. ARTE CRISTIANO Es la expresión del espíritu nuevo sobre la forma antigua. Tosca imitación en sus co­ mienzos del arte romano, se desarrolla y da origen a una verdadera regeneración ar­ tística. P e r ío d o de fo r m a c ió n del a rte c r is t ia n o I. E l de la s c atacum bas (del siglo II al IV ). II. E l df, la s b a s ílic a s III. E l de la in f l u e n c ia b iz a n t in a (del siglo V I al X ) en que queda completamente formado el arte románico. Estudiaremos ahora los dos primeros períodos y dejare­ mos el tercero para cuando veamos el arte románico. I. P e r ío d o df. fo r m a c ió n del a r te c r is t ia n o : C ata­ c u m b a s . — El cristianismo, du- Fic. 167. Planta parcial do un piso de las catacumbas do Calix­ to. Roma. A, ambulacro; B, lócu­ lo; C, cubículo; I), cátedra. 74
  • 77. F ig . 168. Catacumba de Domitila, Roma. rante los tres primeros siglos de su existencia, oprimido por las persecuciones, no pudo pensar en las manifestaciones artísticas y, por otra parte, perduraba todavía la influen­ cia de la ley mosaica que ha­ bía puesto limitaciones a la práctica de las bellas artes, por las razones expuestas an­ teriormente, y los cristianos miraban como objeto de ido­ latría las obras del arte pa­ gano. No obstante, el arte cristiano se desarrolla paula­ tinamente porque el senti­ miento popular lo favorece y la Iglesia apoya este senti­ miento porque gusta de ver representados bajo formas sensibles los misterios y ob­ jetos de su culto. Éste se practicaba en luga­ res escondidos, de ahí las ca­ tacumbas, que es donde hay que estudiar el arte cristiano en este primer período. Las catacumbas son necrópolis subterráneas destinadas a se­ pultura de todos los que pro­ fesan la religión de Jesu­ cristo. Las hay en diferentes partes del Imperio, pero las más importantes son las de Roma. Las de Calixto (fig. 167). 75
  • 78. F ig . 169. Orfeo. Atenas. Museo Bizantino. ocupan un área de mucha extensión y constan de tres planos o pisos horizontales superpuestos casi paralelos, comunicados por rampas o escaleras formando infinidad de corredores (ambulacros) donde se abren los nichos (lo cu li), y las cámaras (cu- bícula) (fig. 168), destinadas a una familia o a sepulturas de Papas, que son de planta rectangular. Algunas de estas cámaras están destinadas al culto y en ellas se encuentra una cátedra. Hay además los arcosolium, nichos abiertos en la roca, cuya parte supe­ rior forma una bóveda. D eco ració n de la s c a tac um ­ b as. — Fácilmente se com­ prenderá las dificultades con que tuvieron que luchar los primitivos cristianos para desarrollar el arte, por la con­ tinua vigilancia y constantes persecuciones de que eran objeto. Protegidos únicamen­ te por la ley general romana que prescribía respeto a las tumbas, pudieron a su ampa­ ro realizar la decoración de las catacumbas. La P in t u r a , en general, se reduce a una imitación de los asuntos paganos, con el sim­ ple cambio de la significación de sus escenas: así Orfeo amansando a las fieras con su música, representa la acción benéfica de Cristo (fig. 169). Domina siempre el carácter simbólico y alegórico en sus composiciones. Tratan tam- 76
  • 79. I>ién asuntos del Antiguo y Nuevo Testamento con igual carácter y factura, pero es preciso hacer constar que, a pesar de esta imitación del arte pagano, el cristianismo ostenta desde el principio concepciones artísticas pro­ pias, que paulatinamente se van desarrollando. La E s c u l t u r a se practica •lún con mayores dificultades que la pintura. D ifícil era la introducción de grandes blo­ ques en las catacumbas y más difícil ejecutar las obras en el interior. Existen algunos bajorrelie­ ves esculpidos en sarcófagos, de mármol o pórfido (figura 166), que representan asuntos idénticos a los ejecutados en pintura y pertenecientes a los primeros tiempos. Aumentan en los siglos iv y v. Fió 171. El Buen Pastor. Relieve del siglo v. Iglesia de la Santa Cruz, Écija. Sevilla. Es frecuente hallar en ellos el anagrama de Cristo, com- F ig . 172. Sección transversal de la basílica de San Pablo Extra­ muros. Roma. 77
  • 80. F ig . 173. Basílica de San Pablo Extramuros. Roma. puesto de una X y de una P, forma de que se valían para indicar el nombre de Cristo en (griego X p is t o s ), y las letras alfa y omega, primera y última del abecedario grie­ go, para significar el princi­ pio y el fin de todas las cosas (figs. 166-170). Las estatuas (hay muy po­ cas), y relieves, representan casi exclusivamente al Buen Pastor (fig. 171). Obsérvese que, a pesar de manifestarse en todas las obras la influencia de Jesu­ cristo y su doctrina, no re­ presentan nunca asuntos de la sagrada Pasión, ni nada que haga referencia a los tor­ mentos de los mártires. II. P e río d o de form ación DEL ARTE CRISTIANO: L a BASÍ­ LICA. — La libertad de la Iglesia, obtenida por el edic­ to de Milán (año 313) hace cambiar los destinos de la so­ ciedad e influye poderosa­ mente en el arte. El culto se practica ya en público: por el momento se aprovechan las construccio­ nes romanas para las ceremo­ nias religiosas, y así vemos que la basílica pagana (véa­ se página 66) se convierte en 78
  • 81. F ig . 174. Basílica de San Apollinare in Classe. Rávena. cristiana y que su planta es la adoptada para las nuevas iglesias que empiezan a cons­ truirse en gran número (el papa Silvestre funda más de veinte), como la Lateranense, la Vaticana, etc., y lo mismo sucede en Roma que en el resto de Italia, España y sur de Europa en general. La imitación de la basílica pagana es tan completa, que en algunos casos toma el ca­ rácter de verdadera reproduc­ ción ; tal sucede, por ejemplo, con la grandiosa basílica de San Pablo Extramuros, de Roma, que en sus dimensio­ nes, disposición de la planta, número de columnas, etc., copia fielmente la basílica Ulpia (fig. 172). La cubierta de la basílica, generalmente, está sostenida, por armaduras de madera a dos vertientes; la nave cen­ tral suele ser de mayor ele­ vación para iluminarla con las ventanas abiertas en el muro que domina las vertien­ tes laterales. Se modifica, en la basílica, la disposición del capitel, ya que, en vez de sostener el ar- 79
  • 82. F ig . 175. Planta de la basílica de San Clemente. Roma. quitrabe, como en Grecia y Roma (véase página 43), sos­ tiene el arco. El altar era de reducidas dimensiones, y detrás de él, en el fondo del ábside, estaba situada la cátedra, sitial, de piedra generalmente, para el oficiante. Ésta es la disposición ge­ neral de la basílica latina, disposición que, a pesar de haberse ido transformando de siglo en siglo, ha llegado hasta nuestros días con esca­ sas variantes. Los tipos de basílicas pue­ den reducirse a dos más co­ munes : I. Basílica de cinco naves, como la de San Pablo Extra­ muros, de Roma, que fue em­ pezada en el año 386 y se ter­ minó en tiempos del empera­ dor Honorio a principios del siglo v ; es uno de los templos latinos de mayores dimensio­ nes que se conocen (figuras 172-173). II. Busílicas de tres naves, como las de San Clemente y Santa María la Mayor, am­ bas también en Roma. Las basílicas solían tener adosado un baptisterio, capi­ lla de planta poligonal o cir­ cular que contenía la piscina para verificar el bautizo por inmersión según la práctica de la época. E s c u l t u r a y p in t u r a de este SEGUNDO PERÍODO. — DECORA­ CIÓN de la s basílicas. — Con­ tinuando la tradición del arte de las catacumbas, la escul­ tura de este período es una imitación del arte pagano, co­ mo se observa en los capite­ 80
  • 83. F ig . 176. Friso decorativo copto. Siglo v. les de esos templos, que de­ rivan del tipo corintio. En las pinturas murales de las basílicas se reproducen, en los primeros tiempos, los asuntos de las catacumbas; ya en el siglo iv aparecen las primeras representaciones gráficas de Jesús, qué van perfeccionándose hasta ofre­ cer entre los siglos v y vn fi­ guras que son un precedente de lo románico por el espíri­ tu y el estilo. En los siglos v iii y ix se observan ya crucifijos y vír­ genes precedentes de los ro­ mánicos asimismo. La más antigua represen­ tación de la crucifixión de Jesucristo se encuentr.a en un manuscrito siríaco guardado en la Biblioteca Laurentina de Florencia; se remonta al año 586. Pertenece al arte bi­ zantino (fig. 177). Se usa el mosaico para de­ corar muros y ábsides y en los sarcófagos, que recuerdan F ig . 177. Crucifixión. Evangelia­ rio de Rabula. Siria. Biblioteca Laurenciana. Florencia. el estilo romano, se desarro­ llan asuntos de la vida de Je­ sucristo y del Antiguo Testa­ mento, etc. 81
  • 84. F ig . 178. Antepecho bárbaro de la catedral de Coire (Chuz). Suiza. ARTE BARBARO Mientras se desarrolla el arte cristiano primitivo, ha­ cia fines del siglo v, empieza a manifestarse con caracteres propios el arte bárbaro, lla­ mado así porque es el de los pueblos invasores del impe­ rio romano. En él vemos la perpetuación de temas artís­ ticos de la última Edad del Bronce, con influencias me- sopotámicas y romanas. Son características de este arte las ornamentaciones y estiliza­ ciones caligráficas de símbo­ los religiosos o guerreros a los que más tarde vienen a juntarse los cristianos, for­ mando complicadas lacerías de difícil interpretación que se desarrollan en los relieves (fig. 178), en las miniaturas de códices (fig. 181) y en la orfebrería (fig. 180-182), ar­ tes en que los bárbaros de­ mostraron más aptitud y afi­ ción. Los restos arquitectóni­ cos son escasísimos y de poco valor artístico; el más impor­ tante es sin duda la Tumba — -de Teodorico (fig. 179). Este arte, influyó en el ro­ mánico, en el que persisten algunos de sus motivos orna­ mentales. F ig . 179. Tumba de Teodorico. Rávena. 82
  • 85. ujnoucen F ig . 180. A ra del siglo x-xi. Plata. Museo diocesano de Gerona. F ig . 181. Miniatura del Libro de Kells. Museo de Dublín, Irlanda. F ig . 182. Fíbulas irlandesas. Museo de Dublín, Irlanda. 83
  • 86. F ig . 183. Símbolos cristianos de un sarcófago di'l siglo v. S. Apollinaire, Rávena. ARTK B IZA N TIN O A r t e b i z a n t i n o . — A me­ dida que va desapareciendo el imperio de Occidente, os­ tenta su brillo el de Orien­ te, de cuya civilización fue centro Constantinopla, dondci. nació el arte bizantino. Éste creó un nuevo sistema cons­ tructivo con bóveda, consis­ tente en cubrir los espacios por medio de cúpulas cuyas presiones se contrarrestan mutuamente. La decoración se inspira en los elementos del arte oriental, principal­ mente del persa; dio por re­ sultado un tipo del todo ori­ ginal. A r q u it e c t u r a r e l ig io s a . — Los templos bizantinos se clasifican en varios grupos por la disposición de su plan­ ta, que afecta distintas for­ mas según sea la estructura de la cubierta. No nos detendremos en es­ te estudio, demasiado técni­ co, y nos fijaremos en el tipo característico y que es el más complicado, o sea el de cú­ pula sobre planta cuadrada, solución que aparece en el siglo vi. F ig . 184. Planta de Santa Sofía. Constantinopla. 84
  • 87. I»!n modelo Santa Sofía de Cuntí,mtinopla, templo edifi- i iitlo por Justiniano en 532, i|iio tanto por su interior, de esplendorosa riqueza, con l'ijvestimientos de mármol, mosaicos, etc., como por su jupccto exterior (la cúpula, construcción atrevidísim a, mide 31 metros de diámetro), de austera grandeza puede considerarse como el arque­ tipo de-los templos bizanti­ nos (figs. 184-185-186). Posteriormente aumenta el número de cúpulas, como en San Marcos de Venecia, que tiene cinco (figs. 187-188). F ig . 186. Interior de Santa Sofía de Constantinopla. 85 Fig . 185. Santa Sofía de Cons­ tantinopla, hoy convertida en mezquita.
  • 88. F ig . 187. Basílica de San-Márcos. Vcnccia. Fig. 188. Interior de San Marcos. Vcnecia. 86
  • 89. Kig. 189. Catedral de la Dormi- ción. Moscú. Siglo xvi. En Rusia, cristianizada por los bizantinos, perduró este arte, con características pro­ pias, hasta bien entrada la Edad Moderna (fig. 189). A r q u it e c t u r a c iv il : E l pa­ lacio. — Quedan poquísimos vestigios arqueológicos, pero por descripciones de escrito­ res medievales se sabe que los palacios bizantinos os­ tentaban una ornamentación fastuosa de mosaicos, oro, mármoles y joyas en profu­ sión no igualada. Se cree que su estructura arquitectónica era semejante a la de los tem­ plos, con las variaciones exi­ gidas por su función de v i­ vienda, y que abundaban en ellos los patios y jardines. L a casa. Era de planta muy elemental, que se repetía en los edificios de mayores di­ mensiones. La fachada está protegida por un pórtico, del que arranca la escalera (fi­ gura 190). La e s c u l t u r a . — La esta­ tuaria ocupa un lugar secun­ dario en el arte bizantino. En cambio en los relieves, espe­ cialmente en los dípticos y polípticos de marfil, y en las arquillas que servían de reli­ carios, sobrevive la tradición helenística (figs. 183-191). En la escultura ornamental de capiteles, frisos, etc., se reali­ zan complicadas estilizacio­ nes de temas vegetales que más parecen obra de orfebre que de escultor. P in t u r a s y mosaicos. — Las pinturas más antiguas que decoraban las paredes de los templos, han desapareci­ do. Quedan, afortunadamen­ te, los mosaicos, cuyos asun­ tos, tomados generalmente de los libros santos, son una re­ petición de los tratados por 87
  • 90. F ig . 191. Tríptico bizantino llamado de Harbaville. F ig . 192. Mosaico bizantino (siglo vi). Rávena, Italia. 88
  • 91. Fig . 193. Tela de las Brujas. Sicilia. Hacia 1200. la pintura. Los mosaicos des­ tacan sus composiciones so­ bre fondo de oro o azul oscu­ ro, y, un perfil negro recorta las figuras, en las que el ar­ tista evita el escorzo, así como la perspectiva, y tiende siem­ pre a la simetría (fig. 192). P o l ic r o m ía de l ib r o s . — Las miniaturas de los manus­ critos tienen verdadera im­ portancia artística; con mu­ cha frecuencia vienen a ser como una reducción de la gran pintura, así como en las iniciales adornadas se repiten los motivos de la escultura ornamental. T e jid o s . — Los tejidos bi­ zantinos alcanzaron grande y justificada fama, y, durante la Edad Media, fueron envia­ dos muchos a Occidente. Los dos temas principales que se hallan en los mismos son: es­ cenas de caza o reproducción de animales, en que se mani­ fiesta una fuerte influencia persa y mesopotámica, y te­ mas religiosos, en los que se continúa la tradición pictóri­ ca (fig. 193). 89
  • 92. F ig . 194. Tablero decorativo de la Aljafería. Zaragoza. ARTE ARABE La Arabia es la extensa península bañada por el mar Rojo, el mar de Omán y el golfo Pérsico. Fig . 195. Nim bar de la mezquita de Alá-Eddin. Konia. Los árabes, al extender rápidamente sus conquistas, lejos de rechazar las civili­ zaciones extranjeras, las es­ tudiaban, y, no poseyendo un arte original, se dejaron influir notablemente por los pueblos que habían conquis­ tado. Efectivamente, el arte árabe nace de la influencia bizantina y persa. A estos pueblos piden los árabes ar­ tistas para construir y deco­ rar sus edificios. En España, al construir Abderramán la mezquita de Córdoba en el siglo vm, se vale de les elementos sumi­ nistrados por el imperio bi­ zantino. Prescindiremos de la clasi­ ficación por escuelas de los diferentes grupos arquitectó­ nicos y solamente diremos que a pesar de presentar un carácter general uniforme en 90
  • 93. F i g . 196. El patio de la gran mezquita de Damasco. todas sus construcciones se observan algunas diferencias por las circunstancias de lo­ calidad y época. En todas partes se mani­ fiesta por el uso de la cúpula bizantina, que modifica, dan­ do lugar a características so­ luciones propias de su arte. Emplea la arcada y con pre­ ferencia los arcos lobulados y de herradura, así como la columna con capiteles de dis­ tintas form as: todo material­ mente calado con rica y exu­ berante decoración. A r q u i t e c t u r a r e l i g i o s a . — La m e z q u i t a . No es la mo­ rada de Dios, sino solamente un edificio destinado a la ora­ ción. Los elementos esenciales de toda mezquita son: el mirhab, nicho de grandes proporcio­ nes que señala a los fieles la dirección de La Meca, ciudad F i g . 197. Mihrab. Detalle. Mezquita de Córdoba. 91
  • 94. F ig . 198. Mezquita de Mohammed-Alí. E) Cairo. santa de los seguidores de Mahoma; en las grandes mez­ quitas el mirhab se sustituye por una especie de capilla abovedada y separada del resto del templo por una va­ lla : es la maksura; sólo está permitida la entrada a este recinto al príncipe o jefe supremo de la nación; el F i g . 199. Mezquita de Ornar, en Jerusalén. 92
  • 95. Fig . 200. Tumbas de los sultanes mamelucos. El Cairo. Siglo xv nimbar (fig. 195), colocado junto al mirhab, es como un púlpito, desde el cual un sacerdote lee al pueblo ver­ sos del Corán, libro sagrado de los mahometanos; la pis­ cina de las abluciones, situada en el centro de un patio, don­ de se cumple el rito de lavar­ se antes de la oración; el minarete, lugar elevado desde donde un sacerdote anuncia, a gritos, la hora de la plega­ ria. Las mezquitas, de un modo general, pueden clasificarse en dos tipos: I. Formado por un patio cuadrangular limitado por cuatro pórticos; uno de ellos, generalmente más profundo y más alto cobija el mirhab o la maksura, y puede formar un cuerpo de edificio. A este tipo pertenecen la mezquita de Córdoba, y la Mayor de Damasco (figs. 196-197). II. Cuyo conjunto parece una iglesia bizantina, conte­ niendo, en el centro, el patio con la piscina de las ablucio­ nes. Los pórticos han sido convertidos en naves; la plan­ ta suele ser cruciforme. Este tipo es el más corriente en las mezquitas egipcias (fig. 198). Hay asimismo mezquitas conmemorativas o funerarias, de planta poligonal o circu­ lar, como la de Ornar en Je- rusalén (fig. 199). Es frecuente que, adosados a la mezquita, haya una es­ cuela y un hospital. 93
  • 96. Fig . 201. El Taj Mahal. Agrá. India. A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia .- - Los enterramientos de califas y grandes personajes ya he­ mos dicho que se verificaban en las llamadas mezquitas se­ pulcrales (figs. 200-201). Las sepulturas comunes tie­ nen muy poca importancia: las acompaña a menudo una estela. A r q u it e c t u r a c iv il . — L a casa. A pesar de variar no­ tablemente la distribución de la planta en la casa árabe, según las circunstancias de lugar y época, se observan en ella, como carácter general dos partes esenciales: la des­ tinada a la vida íntima, que podemos llamar interior, y laí exterior, para recibimiento de’ los forasteros, formada casi exclusivamente por el patio,] que tiene gran importancia en la vida árabe; en él se re­ cibe y se trabaja. Lo tienen hasta las casas más modestas. Están provistos de aljibes y plantas de adorno. Los árabes procuran redu­ cir en lo posible la comunica­ ción con el exterior, y aun ésta la velan con espesas ce­ losías. Los res ta n tes comparti­ mientos están destinados a la Fig . 202. Planta de una casa de Damasco. A, pórtico; B, patio; C, mandaran, habitación situada al fondo del patio, generalmente decorada con riqueza y con sur­ tidor de agua, sirve de recibidor; D, dependencias secundarias: co­ cina, horno, etc.; E, sala y habi­ taciones varias. 94
  • 97. Fig . 203. Patio de los Arrayanes. Alhambra. Granada. vid a ín tim a y a usos diversos (fia. 202). Los palacios. El conjunto de edificios qu e constituyen el palacio carece de sim etría en su p la n ta : de sencillo aspec­ to exterior, ostenta g ra n riq u eza en la p ro fu sa deco­ ración de sus habitaciones, patios y salas. El palacio musulmán más antiguo que se conoce es el de Ammán, en Siria, del que sólo se conserva una peque­ ña parte del patio. El más antiguo de España de que se conserva memoria es el de Medina Azzahra en Córdoba, y como muy notable el de la A ljafería en Zara­ goza. Sobrepuja a todos el de la Alhambra de Granada (fi­ gura 203). Tienen los árabes varios edificios destinados a servi­ cios públicos, tales como la enseñanza, la beneficencia, el comercio y la higiene; los caravanserrallos, especie de posadas situadas en los cami­ nos que conducen a las gran­ des ciudades; baños, que han tenido siempre una especial importancia en los países de civilización musulmana; exis­ ten aún muchos. Hospitales: en el s. x ii eran numerosos; hoy casi han desaparecido por completo. Los llamados madrizas, colegios públicos, a los que suele acompañar una mezquita y un hospital. 95
  • 98. F ig . 204. Castillo de Coca (Segovia). Detalle. En ellos además se atendía a la manutención y gastos de estudio de los educandos. Su arquitectura ofrece los carac­ teres generales que ya hemos descrito. Fig . 205. Arquilla árabe (siglo x i-x ii). Museo de Burgos. 96
  • 99. Algunas de las construc- rimics militares presentan un r.niii aspecto arquitectónico, como puede observarse en el rastillo de Coca, en España (fábrica de ladrillos) y cuyas formas recuerdan las de la arquitectura persa (fig. 204). P i n t u r a y e s c u l t u r a . — La religión mahometana prohíbe la representación plástica de personas y animales; ello explica que el arte árabe no cuente con escultura y pintu­ ra propiamente dichas. Ésta se reduce a las miniaturas de los libros, y de aquélla tene­ mos poquísimos ejemplos. A r t e s i n d u s t r i a l e s . — La capacidad artística de los árabes se aplicó sobre todo a las artes industriales. La de­ coración a base de complica­ das figuras geométricas enla­ zadas con temas vegetales, que se conocen con el nombre de arabescos, es característi­ ca y dominante: la hallamos en el estuco pintado o atau- rique y en los azulejos (ladri­ llos vidriados de varios colo­ res) que revisten los muros de las viviendas; en las cerá­ micas, bronces, marfiles, ar- tesonados, muebles, esmaltes, joyas, telas y tapices. En las artes menores destacaron los árabes (figs. 194-205). ARTE MUDEJAR Es el que se produce por influencia musulmana en las regiones cristianas de Espa­ ña, durante los siglos ix-xv. Esta influencia alcanza una gran importancia *en Castilla y Andalucía, donde la imagi­ nación árabe fantasea sobre el arte bizantino y da por re­ sultado las más ricas mues­ tras de este arte, como en Santa María la Blanca, de Toledo (fig. 206). En arqui­ tectura se usa siempre el arco de herradura. F ig . 206. Interior de la Sinagoga de Sta. María la Blanca (Toledo). 97
  • 100. Fig . 207. Dintel de Saint-Genis-les-Fonts. Rosellón. Francia. A R TE RO M ANICO Vistos los dos primeros pe­ ríodos de formación del arte cristiano (Catacambas-Basíli- cas) y conociendo también el arte bizantino, pasemos a es­ tudiar el tercer período, o sea el de injlue.nc.ia bizantina sobre el arte latino occiden­ tal, del siglo vi al x, época en que se forma el arte ro­ mánico. Varias fueron las causas que obraron sobre el deca­ dente arte occidental; influ­ yeron sobre todo el oriente y el norte de Europa, y de un modo especial el arte bizan­ tino. I n f l u e n c ia b iz a n t in a . Fue grande en tiempo de Car- lomagno, quien, deseoso de reconstruir el imperio de Oc­ cidente y de regenerar las artes, mandó traer artistas de Bizancio, que hicieron obras completamente influidas por el gusto bizantino. Es la más notable la capilla de Santa F i g . 208. Planta de la capilla de Santa María de Aquisgrán.
  • 101. Fig . 209. Capilla de Aquisgrán. Interior. María del palacio del Empe­ rador en Aquisgrán, cuya dis­ posición recuerda San Mar­ cos de Venecia (figs. 208-209). En Francia y en la Marca Hispánica, hoy Cataluña, se encuentran también restos de arquitectura precarolingia y carolingia (fig. 210) como se observa en las iglesias de San Pedro y San Miguel de Tarrasa, y San Pedro de las Puellas, en Barcelona. No haremos el estudio de los diferentes grupos y escue­ las de arte románico y de las mutuas influencias de unos núcleos sobre otros, por ser ajeno a nuestro propósito; di­ remos solamente que el arte románico iniciado en el si­ glo x llegó a su apogeo en el siglo x n y que en el siglo x m siente ya la influencia del ar­ te gótico, iniciándose así el período llamado de transición. A r q u it e c t u r a . — La cons­ trucción románica se deriva de la construcción romana, acomodada a las necesidades de la época, que obligaron a economizar los materiales. Usa como forma exterior definitiva la que nace de su estructura. Las piezas fundamentales de la construcción románica son los arcos y las bóvedas F ig . 210. Baptisterio de San M i­ guel de Tarrasa. 99
  • 102. llamadas de canon seguido (figura 212) que llevan las presiones a lo largó de los muros, y las cúpulas (figu ­ ra 211), construidas sobre planta cuadrada, en el en­ cuentro de nave y crucero. Fig . 211. Cúpula románica. A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia .— Siguiendo la tradición de las catacumbas, el monumento funerario típico del período románico es el sarcófago em- Fig . 212. Bóveda de cañón. plazado en los claustros y en los pórticos de las iglesias. En el siglo x i i se colocan en los muros interiores de las iglesias (fig. 213). — A r q u it e c t u r a re lig io s a . — En los monasterios, centros de civilización de la Edad Me­ dia, es donde debemos fijar nuestra atención al estudiar las grandes obras de arqui­ tectura religiosa románica. La iglesia románica es hija Fig . 213. Monumento funerario. Siglo xii- Basilica de San Vicente, Ávila.
  • 103. Dos naves (Taxó d’Avall) F ig . 214. Plantas de cruz latina. Una nave (S . Benito de Bages) de la antigua basílica latina, transformada por la influen­ cia bizantina y acomodada a las necesidades de la época. Vemos desarrollarse los dos brazos transversales (tran- septo) entre el presbiterio y la nave, para separar a los monjes del pueblo, y dar a la planta la forma de cruz; las torres, hoy llamadas campa­ narios, para el acecho y la defensa; el cimborio sobre el crucero, y finalmente el em­ pleo de la bóveda en vez de la cubierta de madera de las basílicas latinas. Desde el punto de vista de su planta puede establecerse la siguiente clasificación: F ig . 215. Plantas radiales. 101
  • 104. F ig . 216. Á b sid es d el m on a sterio clu n ia cen se de P a ra y -le -M o n ia l. I. Ig l e s ia s de c r u z l a t in a : (eje longitudinal más largo que el transversal) de cinco, Fig . 218. Cripta de San Isidoro de León. de tres, de dos (rarísimas) y de una nave (fig. 214) con ábsides (fig. 216).-^ II. I g l e s ia s r a d ia l e s : de cruz griega, cuadrilobuladas, trilobuladas, circulares y po­ ligonales (fig. 215). F ig . 217. Nártex de la iglesia de Queralps (Gerona). A c ce so r io s de la s ig l e s ia s . Pueden considerarse como ac­ cesorios : L a c r ip t a . Pequeña iglesia inferior, recuerdo de las ca­ tacumbas. E l n á r t e x . Se conserva de la basílica latina: es una es­ pecie de pórtico ante la fa­ chada principal (fig. 217). L a s to r r e s c a m p a n a r io s . Su forma y emplazamiento 102
  • 105. F i g . 219. Catedral de Worms, Alemania. Siglo x ii. varían según las épocas y lu­ gares. Se levantan en la fa­ chada, a un lado o a ambos lados de la iglesia, en su par­ te posterior, etc. (figs. 219 y 220). E l c l a u s t r o . Patio portica- do como el de las primitivas mezquitas y como los pórti­ cos que precedían a las basí­ licas latinas. Es el lazo de unión entre la iglesia y otras construcciones (fig. 222). E l a ltar y el r e ta blo . Los primitivos altares solían ser huecos como los sarcófagos o dispuestos en forma de mesa sostenida por un pilar o va­ rias columnas, o por ambos elementos a la vez (fig. 223). El retablo acompañó al altar: era generalmente de peque­ ñas dimensiones. La p ila b a u t is m a l . Nace en el siglo vi al abolirse el bau­ tismo por inmersión. L a cátedra e pis c o p a l . Silla monumental de piedra que ocupaba el obispo; estaba si­ tuada detrás del altar que en las catedrales se alzaba, ais­ lado, en el centro del presbi­ terio (fig. 224). M o n a s t e r io s . — Las tradi­ ciones romanas de la planta se conservan también en los monasterios, ya que desarro­ llan una serie de edificios F ig . 220. San Clemente de Tahull. 103
  • 106. F ig . 221. Las murallas de Ávila. alrededor de uno o varios pa- ces de mucha extensión y no tios (claustros). presentan simetría alguna en Su conjunto es algunas ve- sus construcciones, en las que Fie. 222. Claustro del monasterio de S. Stefano, Bolonia. 104
  • 107. F ig . 223. Baldaquino de Tosas F ig . 224. Trono episcopal de la (siglo xm ). Museo de Arte de catedral de Bari, Italia. Cataluña. F ig . 225. Puerta Real. Monasterio de Poblet (Tarragona). 105
  • 108. se atendía principalmente a la comodidad y buena orienta­ ción. Los monasterios se le­ vantan generalmente lejos de las ciudades y eran, no sólo focos de cultura, sino verda­ deros centros agrícolas e in­ dustriales, amurallados (figu ­ ras 225-226) como ciudades ( figura 221). En las construcciones cis- tercienses de nuestro país se observa a menudo el uso del arco apuntado, llamado oji­ va, de modo que esta forma, que tardó aún en desarrollar­ se en otras localidades, era F i g . 226. Planta del monasterio de Silos: A, iglesia; B, sala ca­ pitular; C, claustro; D, depen­ dencias monacales.. aquí conocida, como en Fran­ cia, en el siglo xn. Fie. 227. La «Pahería». Lérida. 106
  • 109. A r q u it e c t u r a c iv il . — Son Iiiii pocos los edificios civi- It ii románicos que han subsis- I lilo hasta nuestros días, y tan dUpersos, que no podemos hacernos una idea clara de lo que fueron la casa y el pala­ cio románicos. En Francia y Alemania, Italia y España se conservan algunos edificios públicos y casas privadas, de los cuales sólo las fachadas sí* han salvado de la ruina o de las reformas. En España son dignos de mención un pa­ lacio en Estella (Navarra), la casa comunal de Lérida ('fi­ nura 227) y una casa en Tá- rrega. Fig . 228. Fortificaciones de Carcassonne. Detalle. F ig . 229. Pórtico de la Gloria. Fig . 230. Templo de Ripoll. Catedral de Santiago de Detalle de la portada, siglo xn. Compostela. 107
  • 110. F ig s . 231 y 232. El rey Salomón y la reina de Saba. Museo del Louvre. F ig . 233. La Santa Cena. Arca de San Félix. Siglo xi. San Millán de la Cogolla (Logroño). 108
  • 111. F i g . 234. Arquivoltas de la portada del siglo x i i i de la catedral de Valencia. E l c a s t i l l o . Puede con­ siderarse en él dos partes: la destinada a la habitación y la parte fortificada para la de­ fensa ; domina el conjunto la torre llamada del homenaje, último refugio en caso de apu­ ro (fig. 228). E s c u l t u r a ,— Aunque la es­ cultura románica tiene dos aspectos, el de los altos y ba­ jos relieves, y el de las esta­ tuas, hay que estudiarlos en conjunto, porque se funden en una sola obra artística, ya que muchas veces la estatua reemplaza el fuste de una columna, se mezcla con los elementos decorativos orna­ mentales y está a menudo sujeta a la decoración arqui­ tectónica (fig. 229 a 233). La escultura de imágenes, F i g . 235. Pintura mural romá­ nica. Museo de Arte de Cataluña. 109
  • 112. F ig . 236. Pavimento de mosaico. Santa María de Riooll (Gerona). y aun los relieves de retablos, etcétera, suelen ser policro­ mados. Su carácter general es de síntesis del gusto romano y oriental, y como no podía co­ piar la escultura en grande del arte bizantino por no ha­ berla éste practicado, según hemos dicho ya en su lugar, copió las figuras y ornamen­ tos reproducidos en los mar­ files, en los bellos y numero­ sos mosaicos, piezas de orfe­ brería y miniaturas. La ornamentación escultó­ rica está inspirada en ele­ mentos geométricos y en la fauna y la flora (animales y plantas). Los ELEMENTOS GEOMÉ­ TRICOS son abundantísimos: dientes de sierra, escamas, polígonos, y círculos entrela­ zados, cuerdas y trenzados, etcétera (fig. 234). La f a u n a es numerosa; así vemos animales apocalípticos como símbolo de los Evange­ listas ; representación de ani­ males reales como el león, el perro, el ciervo, e imaginarios como sirenas, grifos, etc. (fi­ gura 234). L a f l o r a es, en general, imitación de la romana (figu ­ ra 234), pero con nuevo estilo. P in t u r a . — P in t u r a m u ­ r a l. La vemos empleada en los monumentos del arte románico que no contienen decoración escultórica. Se pintan muros, bóvedas y a veces incluso la fachada. Es muy influenciada por las pin- 110
  • 113. Fie. 237. Frontal románico (pintura sobre tabla) de la Seo de Urgel. turas, mosaicos y miniatu­ ras bizantinas (fig. 235). El carácter general de la ornamentación románica con­ siste en representar los ele­ mentos de la naturaleza com­ binados fantásticamente. El mosaico presenta tam­ bién influencias orientales y romanas (fig. 236). P in t u r a sobr e ta bla. — Puede estudiarse muy bien en los frontales pintados, cu­ yos caracteres generales son los mismos que hemos cita­ do al hablar de la pintura mural (fig. 237). Lo mismo podemos decir de la minia­ tura (fig. 238). Fig. 238. Fernando I. Miniatura del «Libro de Estampas (s. x i i ). Catedral de León. 111
  • 114. Fig . 239. Miniaturas de las «Cantigas de Santa M aría» de Alfonso X. El Escorial (Madrid). ARTE GÓTICO Entre los acontecimientos políticos que influyeron en el desarrollo de las artes de los siglos x i i y x m fue el m ás importante el cambio experi­ mentado en el modo de ser de las ciudades al libertarse del poder feudal. Desarrolló­ se entonces la vida municipal por el nacimiento de corpora­ ciones obreras y mercantiles que, con gran intensidad de vida propia, fueron el alma de la sociedad de esta época. De ahí que la catedral, que es el monumento más impor­ tante del arte gótico y como su construcción típica, reúna el doble carácter, religioso y civil, ya que sirve para las ceremonias del culto y para reunirse las corporaciones a discutir sus intereses, para la celebración de fiestas de ca­ rácter popular, representa­ ción de misterios, etc. Se com­ prende, pues, el entusiasmo con que las poblaciones con­ tribuían con su dinero y su trabajo a la construcción de las catedrales. A r q u it e c t u r a g ó tic a . — Su estructura es derivación de la románica y por tanto también de la romana. Obedece a la necesidad de cubrir grandes naves e iluminarlas. Se inicia a mediados del siglo xn, en el dominio real francés de la Isla de Francia. El monumen- 112 V
  • 115. ti) característico más antiguo de data cierta es la iglesia de la abadía de Saint-Denis ti 137 a 1144) (fig. 240). Los elementos constitutivos de la arquitectura gótica son, casi todos ellos, más antiguos (lúe ella misma, ya que no es la presencia de un elemento lo que caracteriza una arqui­ tectura, sino su empleo artís­ tico. El arco apuntado se ha­ bía usado ya en Oriente, el arbotante y batarel en edifi­ cios de la Borgoña y la bó­ veda ojival tiene precedentes en Roma y en Siria (véase el final de la pág. 106). El principio fundamental de la construcción gótica es la bóveda sobre un crucero de arcos ojivos o bóveda de crucería (fig. 241), de tal mo­ do que las presiones de ésta se dirigen a los ángulos de Fig . 240. Interior del templo de Saint-Denis (1144). cada entramado, contrarres­ tadas por un contrafuerte o botarel (fig. 242 B ), y el uso del arbotante (fig. 242 C ) en el exterior para contrarres- Fig . 241. Bóveda de crucería. 113 Fig . 242. Contrafuerte y arbotante.
  • 116. F ig . 243. Fachada lateral de Nuestra Señora de París (véanse los contrafuertes y arbotantes). F ig . 244. Fachada principa) do Nuestra Señora de París. F ig . 245. Catedral de Reims. Siglo x i i i . 114