3. El «Castillo», maya. Chlcherí-Itzá. Siglo x-xi.
P R Ó L O G O
Qu e el conocimiento de la historia de las Artes plás
ticas sea útilísimo, cuando no necesario, a toda
persona medianamente culta, es verdad tantas veces incul
cada que huelga repetirla aquí. De lo que no podemos excu
sarnos es de dar dazón a este Resum en g r á fic o de i.a H is to
r ia PEI, A r te : ciertamente que no tiene la pretensión de
enseñar nada nuevo a los que están iniciados en la materia,
sino que únicamente se propone vulgarizar las ideas más
fundamentales, señalando sintéticamente lo característico
de cada agrupación de arte, el nacimiento y desarrollo de los
diversos estilos, así como la influencia que han tenido unos
en otros.
Aunque juzgamos contrarias a la verdad histórica las
limitaciones cronológicas y por lo tanto convencionales las
divisiones por períodos que suelen hacerse al estudiar el
desarrollo de las civilizaciones, aceptamos no obstante las
ya establecidas y consagradas, en obsequio a la claridad y
1
4. sencillez, con tal de que no se prescinda de las mutuas in
fluencias de pueblos y épocas.
Dirigidos por este criterio, adoptamos el siguiente plan:
Después de estudiar por vía de introducción el arte del
período prehistórico, examinaremos las dos grandes civili
zaciones de Oriente, a saber: la egipcia y la caldeo-asiria,
y como consecuencia natural, la de los pueblos vecinos, como
Judea, Fenicia y Persia, que, por no haber tenido arte propio,
no hicieron sino copiar de diversos modos el de aquellos
pueblos. Después, damos una rápida ojeada sobre un grupo
de civilizaciones que han tenido escasa influencia en Europa,
como las de la India, China, Japón y América.
Siguen luego Grecia, Etruria, Roma, orígenes y forma
ción del arte cristiano en sus dos ramas, arte latino occi
dental y arte oriental, o sea bizantino. En éste nos detendre
mos de un modo particular (y por extensión, en el arte árabe)
por la influencia que tuvo en el arte románico.
Expondremos después la formación del arte gótico, el
carácter con que se introduce en España, hasta su más glo
rioso apogeo, el Renacimiento, que produjo en nuestro país
núcleos bien caracterizados, que serán también objeto de
particular atención, y las épocas ulteriores hasta el presente.
M
m
iim
i.Ii IIii (ti |i;i li'.nrm llil, M n d r id .
2
5. F ig . 1. Bisonte. Cueva de Altamira, Santander.
PREHISTORIA
E l A rte de l a s c iv il iz a c io n e s r u d im e n t a r ia s
Bajo este título resumire
mos dos grupos estudiados
muy brevemente y a guisa de
introducción. — I. El arte del
período llamado prehistórico,
el anterior a las noticias que
los escritores griegos y ro
manos de la Antigüedad nos
han transmitido de los pue
blos del norte y occidente de
Europa. — II. El de aquellos
pueblos así antiguos como
modernos, que, por permane
cer estacionados en su civi
lización, como viviendo en
pleno período prehistórico,
han repetido constantemente
sus procedimientos construc
tivos y artísticos.
Prescindiendo de las divi
siones que generalmente se
establecen para el estudio de
la Prehistoria, nos fijaremos
de un modo especial en las
manifestaciones de arte de
los dos grupos mencionados.
Primitivamente el hombre
vivía al abrigo de los árbo
les y de los resaltos de las
peñas, ocupando comarcas li
mitadas y sin extender sus
correrías. De ahí las llama-
3
6. F ig . 2. Cueva artificial en
Champaña.
das estaciones al aire libre,
o sea, determinadas localida
des en donde la abundancia
de fragmentos labrados (ge
n o . 5. Menhir do Cardón».
F ig . 3. Cueva artificial en
Son Covas. Mallorca.
neralmente sílex y otras pie
dras toscamente talladas)
que en ellas se hallan espar
cidos, denotan que sirvieron
de morada al hombre en re
motos tiempos.
En España es notable la
estación de San Isidro del
Campo cerca del Manzana
res, en el término de Madrid.
No han quedado restos de
templos ni de tumbas propia
mente tales.
F ig . 6. Alineaciones de Carnac.
Francia.
4
7. Más adelante se observa
que el hombre mora en las
cavernas (cuevas de varias
cámaras) y grutas (cuevas de
una sola cámara), se dedica
a la caza y se hace nómada;
aparecen en esta época las
primeras manifestaciones de
arte con la representación ru
dimentaria de seres vivos en
sus útiles e instrumentos, y
adorna las cuevas que habita
F ig . 8. Dolmen. Stennis.
Oreadas.
con pinturas y relieves a me
nudo de extraordinario méri
to artístico a pesar de la po
breza de medios empleados
(/¿Sí- 1)-
Después el hombre se hace
sedentario, se dedica a la
agricultura; se observan ya
útiles de piedra pulimentada
y aparecen los primeros dibu
jos de líneas geométricas que
decoran sus instrumentos, ya
más perfeccionados.
Finalmente aparece la A r
q u ite c tu ra en su acepción
propia, pues presenta ya los
F ig . 7. Cromlech de Stonehen-
ge. Inglaterra.
p r in c ip a le s elementos de
construcción.
C o n s t r u c c io n e s p r im it iv a s
I. C O N S T R U C C IO N E S
SU B TER R Á N EA S.— No sólo
utilizaba el hombre las gru:
tas y cavernas naturales, sino
que las abría él mismo en si
tios a propósito; de ahí las
C uevas a rtific ia le s , primiti
vo modelo de vivienda a imi
tación de la naturaleza (fi
guras 2-3).
F ig . 9. Cabaña. Him alaya.
5
8. F ig . 10. Cabaña. India.
II. TÚ M U LO S Y OTRAS
C O N S T R U C C IO N E S DE
TIERRA. — Son montecillos
do tierra o piedra o bien de
ambas cosas a la vez, que
servían de sepultura a uno o
varios cadáveres.
En España se encuentran
los llamados castros, en G a
licia, especie de parapetos de
Fig. 12. Cabaña en 1
11 copa do
un árbol.
tierra que debían de ser for
tificaciones (fig. 4).
III. C O NSTRUCCIONES
M E G A LÍTIC A S . — Son cons
trucciones hechas con gran
des bloques, como indica su
etimología (grande y piedra).
M e n u ir (piedra-larga, pe-
rafita). Es una piedra gran-
F ig . 11. Palafito sobre pilotes.
de sin labrar, implantada en
el suelo (fig. 5).
A lin eacio n es. Son grupos
de menhires formando líneas
(fig. 6).
C kom lechs (círculos). Son
grupos de menhires forman
do círculo (fig. 7).
Dolmen. Piedra horizontal
colocada sobre otras verti
ca les (fig. 8).
6
9. í 'ig . 13. Tienda. Asia.
IV. CO NSTRUC CIO NES
DE M AD E RA. — Es el mate
rial de construcción y tipo de
morada que ha pasado por
todas las épocas hasta nues
tros días, cultivándose en ca
si todas las latitudes.
Véanse como ejemplo las
siguientes: Cabañas. Las hay
de varias clases (figs. 9-10-
12). — P a la fit o s o cabañas
lacustres sobre pilotes, de
Suiza, Saboya, etc. (fig. 11).
F ig . 15. Máscara tshokwé.
África. Museo de Leopoldville.
F ig . 14. Puente. India.
Tiendas (fig. 13). — P u e n te s
(fig- 14).
A r t e african o. — Como
culturas rudimentarias hemos
de destacar las africanas, po
co estudiadas aún, pero que
nos ofrecen obras tan im
portantes como las adjuntas
(figs. 15 y 16). El arte africa
no sobresale en la talla.
Fig . 1C. Retrato de un rey del
Benin. África occidental.
7
10. F ig . 17. Escritura jeroglífica egipcia. Estela de Pambc.
Museo Arqueológico de Florencia.
EGIPTO
Una de las más antiguas
civilizaciones históricas, si no
la más antigua, es la egipcia:
se la ha llamado la abuela
de las naciones cultas. El
Egipto está situado al norte
de África y se extiende a lo
largo del Nilo y su delta has
ta su desembocadura en el
Mediterráneo (fig. 18).
ÉI’OCAS d e l a rte egipcio. —
P u e d e n señalarse cuatro
grandes períodos en el de
senvolvimiento de la historia
política del antiguo Egipto,
que se relacionan de una ma-
nerfi bastante exacta con las
evoluciones de su historia.
I. P e río d o M e n fita (capi
tal Menlis). — II. P e río d o Te-
hanO (capital Tebas). — III.
P k k ío d o S aíta (supremacía de
Sai¡¡ y otras ciudades del
delta).— IV. Pkkíodo de do
minación GRIEGA.
La nota culminante del ca
rácter nacional de los egip
cios fue la religiosidad.
A rq u ite c tu ra . — En el pe
ríodo Menfita es notable el
arte egipcio por sus monu
mentos funerarios: los tem
plos han desaparecido. En los
períodos Tebano y Saíta son
11. y la gran pirámide de Cheops.
F ig . 19. La Esfinge
Fig . 20. Sección longitudinal de
la gran pirámide.
igualmente interesantes las
tumbas; los templos revisten
toda la importancia que pier
den más tarde.
Prescindiendo de la divi
sión política citada, estudia
remos el arte egipcio según
el método establecido en el
plan general de esta obra.
A r q u it e c t u r a fu n e r a r ia .—
El egipcio creía que su vida
eterna quedaba asegurada
con la duración indefinida
del cadáver; por esto dio tan
grande importancia a su ar
quitectura funeraria.
Pirám ides. Son túmulos re
gios del período Menfita, se
pulturas de monarcas de la
F ig . 21. Campo de mastabas.
12. cuarta dinastía. La de Cheops,
que es la más grande (figu
ra 19), alcanza 137 metros de
altura. En su construcción
trabajaron 100 000 hombres,
que se relevaban cada tres
meses, durante treinta años.
Los corredores que se ven
en la sección de la pirámide
(fig. 20), tienen por objeto
desorientar a los que quisie
sen violar la cámara sepul
cral, colocada en el centro de
la construcción. La verdadera
entrada está situada en la
cara norte, oculta por el re
vestimiento exterior. El co
rredor que aparece debajo de
la línea de tierra, es el cami-
F ig . 23. Estela funeraria egipcia
del faraón Uto.
F ig . 22. Puerta de una mastaba.
no que siguieren los opera
rios, después de depositar los
sarcófagos y de tapar el co
rredor de entrada.
M astabas. Son sepulturas
de los particulares de Menfis,
cuya necrópolis estaba situa
da cerca de las pirámides. De
construcción maciza y planta
rectangular, sus paredes se
inclinan simétricamente ha
cia el centro común (fig. 21).
Constan de una cámara ac
cesible al público, el serdab
o cámara donde se guarda
ban las estatuas imagen del
10
13. Fig . 24. Hipogeos de
Beni-Hasán. Fig . 25. Planta de un hipogeo.
F ig . 26. Momia Figs. 27 y 28. Relieve tumbal y ataúd
egipcia. Envoltura. egipcios.
14. muerto, y de una cueva fu
neraria, donde descansa el
sarcófago que guarda la mo
mia, y a la que se desciende
por un pozo (fig. 22).
Estei.as. Son losas o ta
blas de piedra u otras ma-
Fic. 30. Canopes.
tenas con inscripciones en
pintura o relieve (fig. 23).
Generalmente forman parte
de una tumba y ostentan la
filiación del difunto. Algunas
veces constituyen por sí solas
un monumento votivo.
La estela ha perdurado en
todas las épocas y países,
liasta nuestros días. Püede
considerarse, en parte, como
mi desarrollo culto del men-
lili prehistórico.
IIiI'imikon. Son tumbas ex-
I'HVH'Iiim en ln roca. Pertene-
n li ni 111 i |i ulo Tel>ano. Los
|il|iM|ii'ini mili'N llenen Icm-
pln ti........ Im exterior, del
i|ii> i ii111111 |im liIpnm'OH par-
1 ll lililí l I lllllll lllll lli IIrlll
1 1 .iiiñli H h i N)
Los hipogeos constan de ur,
vestíbulo con dos columnas;
de una o varias cámaras, en
una de las cuales está situa
do el pozo que conduce a la
cueva del sarcófago, y final
mente de una cámara poste
rior, que guarda la estatua
retrato del difunto (fig. 25).
A c c e s o r io s de l a s tum bas.
S a r c ó fa g o , en el que se en
cierra el ataúd que guarda
• • • •
•• c • •
• • • •
• • • •
Fio. 31. Planta del templo de
Karnak.
15. F ig . 32. Avenida de esfinges del templo de Karnak.
la momia. Generalmente es
de granito o de basalto (fi
gura 27).
A taú d , contiene la momia.
Suele ser de madera y rica
mente decorado y colorido
(fig. 28), lo mismo que el en
voltorio de cartón que prote
ge el cadáver (fig. 26).
M esa de ofren d as, para los
sacrificios. Es de piedra con
relieves que representan pa
nes de ofrenda, vasos, etc.
(fig. 29).
Canope, vasija de tierra.
Suele haber cuatro en cada
tumba, y guardan las vísce-
xas del cadáver, extraídas al
embalsamarlo (fig. 30).
A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
Del período Menfita apenas
tenemos datos.
El llamado templo de la es
finge, cerca de las pirámides
(véase página 9), parece, se
gún antiguas inscripciones
que a él hacen referencia,
pertenecer a una época remo
tísima.
La esfinge tallada en la
roca parece simbolizar la sín
tesis de los elementos; es de
grandes proporciones (su na
riz mide dos metros).
El templo que la acompa
ñaba no presenta restos de
pintura ni inscripción alguna.
Del período Tebano posee
mos datos precisos.
13
16. F ig . 33. Pilonos del templo de Medinet-Habu.
Tomaremos por tipo un
templo del grupo de cons
trucciones religiosas de Kar-
nak, y en líneas generales
daremos idea de su disposi
ción y estructura basándonos
en la planta de la figura 31.
El templo egipcio es un
monumento que la piedad del
Faraón erige para alcanzar
el favor de los dioses; en él
no tiene acceso el público
para orar; solamente el rey
y los sacerdotes penetran en
el templo.
Está siempre rodeado de
un espacio o recinto sagrado
con pequeños lagos para las
barcas sagradas, y cercado
por un muro.
Sus principales elementos
son: A. Avenida orillada de
esfinges, algunas veces de
Fig. 34. Obelisco dr JlalnlicpRul, firan extensión (fig. 32). La
Karríak, de Karnak alcanza hasta dos
14
17. Fig . 35. Reconstitución de la sala hipóstila del templo de Amón,
Karnak.
kilómetros. — B. Varios pilo-
nos o puertas monumentales,
dando uno de ellos entrada
al recinto sagrado (fig. 33). —
C. Sala hipetra o patio por-
ticado. — D. Sala hipóstila o
de techo sostenido por colum
nas. — E. Cámara del ídolo y
cámaras accesorias para el
culto interno.
F ig . 36. Baris.
Junto al pilono de entrada
y a cada lado de la puerta
levántanse obeliscos (fig. 34),
piedras monolíticas (de un
solo bloque) de carácter de
corativo ; llevan inscripcio
nes en elogio del Faraón. Los
patios y las salas solían repe
tirse y algunos templos ocu
paban grandes extensiones
(fig. 35). El de Karnak mide
en conjunto 365 metros de
longitud; las columnas de la
F ig . 37. Nao.
sala hipóstila alcanzan 23 me
tros de altura.
A c c e so r io s d e lo s t e m
p l o s . — N ao o t a b e r n á c u l o ,
15
18. F ig . 39. Diversos capiteles egipcios.
capillita de piedra que encie
rra la imagen (fig. 37).—
B a ris, barca sagrada, que
flotaba en las lagunas del re
cinto sagrado en las grandes
fiestas (fig. 36). — A lt a r , es
pecie de p ila ; de las piezas
materiales del culto era la
más importante (fig. 38).
T ipos de capiteles egip
cios. — La disposición y las
proporciones de los pilares,
columnas y capiteles de los
templos presentan variados
tipos, dando lugar a clasifica
ciones que no detallaremos.
inspirados en el sol y la luna.
Durante la dominación de los
F ig . 38. Altar.
Toiomeos, la influencia grie
ga hizo perder el carácter a
las construcciones egipcias,
como se observa en el grupo
I ,(ni enjillóles están in spirados
lloiio n ilm e iite <>n la flora lo-
cnl (lulo, pupilo, etc.).
liOH )>rlnclpule» (fig. 39),
11**11 tljioii illreclou ol L olifor-
iiir ( I ") y el ( 'tnnjHinifonnc
I 11), ,v como Il|>oi; liccuiidn-
i Ion 11 iti i IvmiIom . 1 <'nitfrifor-
lio t.'l"), i I Oiir/lln/m m e ('1")
y 1 1i|i ( 'ii ni /
m
imi lili i l la (li")
I I iiy IihiiIiIi o Ion 1 1ii11mi Ion jil
lio oii O hIiluro ((I") c /«luco,
de edificios de la isla de Filé,
que desde la construcción, en
1902, de la gran presa de
Asuán permanece nueve me
ses del año sumergida en
aguas del N ilo; al vaciarse
en junio el embalse, la isla
reaparece, y puede visitarse
durante el verano (fig. 33).
A r q u it e c t u r a civil. — L a
casa. Del estudio de las pin
turas y relieves que decoran
1
0
19. F ig . 40. Edfú. Templo de Horus.
los templos y las tumbas, que
representan viviendas de par-
Fig . 41. Casa de campo egipcia.
Reconstitución de Cnipiez.
ticulares, podemos deducir
algunos datos. Las casas aco
modadas estaban emplazadas
en el centro de jardines, ais
lándose así de la vía pública
(fig. 41) ; en las casas modes
tas se encuentra siempre un
patio que era el centro de la
vida de fam ilia; las habita
ciones de la planta baja esta
ban destinadas para corrales,
granero, bodega y cocina, y
el piso alto para vivienda.
El palacio. Edificio desti
nado al recreo, no tenía el
carácter de perpetuidad de
los tem plos: no quedan restos
de esta clase de edificios. Se
componían de múltiples cons-
17
20. trucciones para alojamiento
de la inmensa servidumbre
del Faraón y su familia.
E s c u ltu ra . — En el período
Menfita conviene fijarse en
las estatuas halladas en las
tumbas y que generalmente
se tallaban en madera o pie
dra ; son verdaderos retratos
del muerto ejecutados con
sumo arte y de un realismo
sorprendente (fig. 42).
Esta perfección es debida
en gran parte a las creencias
religiosas de este pueblo,
pues si el egipcio creía que
su vida eterna quedaba ase
gurada con la conservación
del cadáver, como hemos di
cho anteriormente, tenia la
misma seguridad de alcanzar
reposo eterno si se conserva
ba el retrato fiel del muerto,
en el caso de que la momia
fuese destruida.
Los bajorrelieves que deco
ran las salas de las mastabas
presentan escenas de la vida
del difunto. Son, como to
dos los egipcios, de poca pro
fundidad en el modelado a
causa de la dureza de la pie
dra: siempre policromados a
tonos planos y de un valor ar
tístico inferior al de las esta
tuas antes citadas.
Las inscripciones jeroglífi
cas que necesariamente acom
pañaban a los bajorrelieves,
F ig . 42. La reina Nefertit,
esposa de Ejnaton.
Museo de Wiesbaden.
al par que servían de decora
ción, explicaban la historia
del personaje glorificado.
En el período Tebano la
escultura pierde los caracte
res que la avaloraban en el
anterior, pues abandonando
la observación del natural
para dar más esbeltez a las
figuras, cae en el convencio
nalismo.
El arte se hace más nacio
nal ; se pone al servicio de la
arquitectura y decora las pa
redes de los templos enal
teciendo y celebrando sus
divinidades y reyes (fig. 44).
18
21. Fig . 43. Escribas. Relieve de Tell el Amarna. Museo Arqueológico
de Florencia.
Los hipogeos estaban deco
rados igual que las mastabas.
En el período Saíta, el ar
te siente la influencia del
griego y pierde su carácter.
P in tu ra . — Es inferior a la
escultura ; trata asuntos reli
giosos, históricos y de género.
Son interesantísimos los de
este último grupo, que deco
Fig , 44. Cacería del faraón Ramsés III. Relieve de un pilono de
Medinet-Habu.
19
22. Fig . 45. Friso de la tumba de Huy.
ran las tumbas y representan
escenas de la vida del difunto.
Obsérvese que los egipcios
dibujan la cabeza y los pies
de perfil, aunque la figura
esté de frente y que repre
sentan siempre la figura hu
mana en su juventud (fig. 45).
D ib u jo .— Se han conserva
do. también dibujos egipcios,
sobre hojas de papiro.
El papiro es una planta
muy abundante en las orillas
del Nilo. De sus largos tallos
se formaban láminas u hojas
asimismo llamadas papiros.
Sobre ellas se podía escribir
y dibujar. Se usaron mucho
en la antigüedad y aun du
rante la Edad Media, hasta
que los árabes introdujeron
el papel en Europa (fig. 46).
F ig . 46. El juicio d<‘l alma, l’ apiro funerario hallado en Tebas.
20
23. F ig . 47. Escritura cuneiforme. Código de Hammurabi. Detalle.
Museo del Louvre.
CALDEA Y ASIRIA
En el terreno, llamado en
la antigüedad Mesopotamia,
entre los ríos Tigris y Éufra-
tes, se desarrollaron las civi
lizaciones de dos poderosos
Fig . 49. Estela de Hammurabi.
Museo del Louvre.
Fig . 48. Mesopotamia.
pueblos. C aldea al sur, junto
al golfo Pérsico, con su capi
tal Babilonia, y A s ir ía más
al norte con Nínive como cen
tro más importante (fig. 48).
A pesar de confundirse sus
civilizaciones, Caldea fue la
que influyó más poderosa
mente en Asiría. Era su re
ligión lúgubre, llena de ritos
21
24. terribles; éstos y su carácter
guerrero y conquistador dio
origen a un arte de expresión
dura y violenta. Su ciencia
favorita fue la astronomía.
Sus construcciones son de
ladrillo y adobes (ladrillos
secados al so l); hacían poco
uso de la piedra, de ahí la
poca solidez de sus edificios.
Caracteriza su arquitectura
el empleo de la bóveda como
sistema de construcción.
A r q u it e c t u r a fu n e r a r ia .—
No tiene la importancia de
la egipcia. Las tumbas que
se conocen son de escaso in
terés artístico.
A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
El templo se reduce en su
forma general a una torre es
calonada llamada zigurat, a
la que dan acceso rampas ex
teriores (fig. 50). Han que
dado escasos restos de ellos.
Parece que constaban, gene
ralmente, de ocho pisos y que
F ig . 51. Al tur.
Fig . 50. Zigurat mesopotámico
(templo-pirámide).
servían también de observa
torios astronómicos.
Hacia la mitad de la altu
ra del templo había una cá
mara para descanso de los
que subían al santuario situa
do en la torre superior y en
el que no había estatua al
guna, según datos de anti
guos historiadores.
En otros templos existía
también un santuario en la
parte baja, con la estatua del
dios.
A c c e s o rio s de lo s tem plos.
Poseían los caldeos y asirios
varios objetos de culto y sím
bolos religiosos:
El altar, de mármol o pie
dra común, de varias formas
(fig. 51).
22
25. F ig . 52. Globo alado.
El globo alado, que signifi
caba el dios solar protector
del r e y : en él se ve la in
fluencia egipcia (fig. 52).
El ÁRBOL SAGRADO. No Se
conoce de una m an era cierta
su significado: se encuentra
repetido m u y a m en udo ( fi
gura 53).
Nos han dejado también
estelas para perpetuar hechos
notables, generalmente gue
rreros, y obeliscos con igual
objeto que las estelas, pero
de menos importancia que
los egipcios (fig. 49).
A r q u it e c t u r a civil. — L a
casa. Según se desprende de
los bajorrelieves de la época,
la casa caldea y asiría puede
resumirse en dos tipos cons
tructivos: casas de cubierta
nhn
V
Í! P
con terraza sobre vigas, y ca
sas de cubierta en forma de
cúpula (fig 54).
El palacio. — Es más cono
cido que el templo gracias a
las recientes exploraciones,
que han puesto al descubier
to múltiples ruinas, y a los
Fig . 54. Los dos tipos de casa
mesopotámica, según aparecen
en bajorrelieves.
Fig . 53. Árbol simbólico, con
genio alado.
modernos estudios que han
facilitado el conocimiento de
la cultura caldeo-asiria con
la interpretación de su escri
tura cuneiforme (de forma de
cuña) (fig. 47).
Generalmente cada monar
ca levanta un palacio, exten
sa sucesión de patios y salas
con un sinfín de habitaciones
para su servidumbre. En el
palacio de Sargón, en Kor-
23
26. F ig . 55, Palacio de Sargón en Korsabad. Reconstitución.
F ig . 56. Portada del palacio real de Korsabad.
24
27. .lUau, empezado en el ano
772 antes de J. C. (fig. 55)..
lian podido observarse hasta
m.is de treinta patios y dos
cientas habitaciones, siendo
mis muros de gran espesor,
por causa de la flojedad del
material empleado, lo que
daba al edificio un aspecto
Kig. 57. Relieve asirio. Toma de
Nínive (I milenio a. J.C.).
de robustez que realmente no
poseía: de ahí sus mal con
servados restos.
En la reconstitución de di-
eho palacio puede verse el
vasto patio de entrada, er
uno de cuyos lados se abren
Jas comunicaciones con el ex
terior, alrededor de los otros
tres se desarrollan los gran
des departamentos del pala
cio, para habitación del rey,
satas ae recepción, cuadras,
depósitos de víveres, talleres,
armerías, cuarteles, etc.
E s c u ltu ra . — La escultura
en esos pueblos es de un
gran valor histórico, pues es
tá dedicada generalmente a
perpetuar las hazañas de sus
monarcas, decorando median
te grandes bajorrelieves los
muros de los palacios. Trata
también asuntos de género.
Sus bajorrelieves se dife
rencian de los egipcios por
la acentuación del modelado
debido quizás, en parte, al
empleo de materiales gene
ralmente mucho más blandos.
Presenta escasa variedad
en los movimientos y expre
sión de sus figuras, en cuya
rudeza se observa la gran im
portancia que este pueblo da
ba a la fuerza física.
F ig . 58. Toro alado del palacio
de Korsabad. Museo del Louvre.
25
28. Fie. 59. Leona herida. Relieve asirio. British Museum.
En cambio, en la represen- fielmente la forma, sobre to-
tación de animales llegan a do en algunas especies, como
gran altura, reproduciendo el león, en que la vida es ex-
Fic. 60. Ninive. Deportación de gentes. Relieve asirio.
26
29. liMJtda con enérgica maes-
iritt (fa s. 59 ).
Son notables y típicos los
lortix alados con cabeza hu-
iimiiu, generalmente tallados
i ii un solo bloque de grandes
dimensiones, que decoran las
puertas en el exterior de los
|)Mlucios (figs. 56 y 58).
Como en Egipto, policro-
nuibnn también los bajorre-"
lleves. arte que pasó a Persia.
Pintura. — Su principal
manifestación se revela en
Ion ladrillos esmaltados, d e
tiran brillantez en el colorido,
quo servían de revestimiento
mlits paredes.
Sus asuntos están tratados
«■ii tonos planos (azul y ama
rillo generalmente) acentua
dos por un perfil oscuro. Re
presentan escenas de la vi
da ordinaria o actos de la
corte, ceremonias religiosas,
o asuntos puramente decora
tivos.
Las cualidades de coloris
tas que poseían los caldeos y
asirios. las empleaban tam
bién en la fábrica de tapices,
muy conocidos y apreciados
en todas las grandes metró
polis de la época, donde los
introducían los mercaderes
asirios, al par que sus mo
narcas hacían sentir el peso
de sus conquistas. En la Ro
ma de Augusto se codiciaban
todavía las telas de Asiría.
F ig . 61. Pintura mural. Palacio asirio de T el Barsib.
27
30. F ig . 62. Friso de terracota esmaltada. Korsabad.
FENICIA, JUDEA Y PEKSIA
FENICIA. — Situada en el
Asia, en la estrecha zona
comprendida entre el Medi
terráneo y el monte Líbano,
tuvo centros importantes de
civilización, como Sidón, Ti
ro, etc. (fig. 63).
Pueblo positivista, activo,
comerciante y colonizador,
carece de amor propio políti
co y acepta todos los gobier
nos con tal que favorezcan
sus intereses. A l extender su
comercio per el Mediterráneo,
fundó colonias como Cartago
al norte de África, en la isla
de Chipre, Gades (Cádiz) al
sur de España, Ibiza en las
Baleares, etc.
Los fenicios son los inven
tores de la escritura alfabé
tica.
Su E s c u lt u r a se limita a
las estatuas de divinidades
que fabrican para el comer
cio, imitando el arte egipcio
y el caldeo-asirio, como des
pués imitaron el griego, mez
clando sus elementos (fig u
ra 64).
JUDEA. — No florecieron
las bellas arles, principalmen
te la escultura, porque la ley
mosaica le puso limitación a
fin de evitar que el pueblo
escogido cayese en la idola
tría de las regiones comarca
nas.
28
31. Fig. 64. Figura púnica de barro.
Madrid. Museo Arqueológico.
El templo que Salomón
levantó en Jerusalén en el si
glo x i antes de J. C„ fue
debido a artistas fenicios. A
pesar de haber sido destruido
por Tito, se ha podido deter
minar algo de su aspecto y
proporciones por lo que de él
refiere la Biblia y por el es
tudio de sus restos
PERSIA.—Su arte es la úl
tima manifestación del genio
antiguo de Oriente, pues con
servaba todavía su esplendor
cuando el arte griego había
influido ya en Egipto y Cal-
dea-Asiria (siglo iv y v antes
de J. C.).
No obstante ser el arte per-
F ig . 65. Relieve. Escalinata de Persépolis.
2 - M.D.D. 29
32. Fig . 66. Capitel. Persépolis.
Museo de Teherán.
F ig . 67. Cabeza. Persépolis.
Museo de Teherán.
sa reflejo de aquellas dos
poderosas civilizaciones que
hemos estudiado, desarrolla
algunos elementos propios
como la típica forma de ca
pitel con elementos de dos
animales unidos y dispuestos
para sostener dos jácenas (f i
gura. 66).
En su E s c u lt u r a se obser
va tam bién la m ezcla d e las
influencias citadas. E s m enos
ex a g e ra d a que la asiría en su
m odelado (fig. 67).
Durante la dominación de
los Sasánidas (siglo m des
pués de J. C.). Persia tuvo
una época brillante. Más tar
de influyó en el arte sirio y
bizantino.
Conservó elementos del ar
te indígena, al par que sufrió
la influencia griega y roma
na ; descúbrese esta mezcla
de estilos en casi todas las
obras de este período, pero
se observa de una manera
manifiesta en los famosos re
lieves tallados en la roca que
representan asuntos varios.
Forman también parte de
este grupo varios pueblos del
Asia Menor, como los hititas.
y les monumentos conocidos
con el nombre de nuragas y
talayots en las islas de Cerde-
ña y Menorca, templos de
Malta, etc.
30
33. F ig . 68. Bronces rituales chinos. Siglos x i-m a. J.C.
PUEBLOS CUYO ARTE HA TENIDO ESCASA
INFLUENCIA EN EUROPA
IN D IA . — (Indostán, Indo
china, Ceilán, etc.).
A r q u it e c t u r a .— Los monu
mentos más antiguos que co
nocemos. probablemente no
son anteriores a nuestra era.
Domina en ellos la exagera
ción de líneas de decoración,
prolija y tumultuosa (figu
ras 70-71-72).
F i g . 69. Stupa, o relicario-edificio de Sanchi, India.
31
34. F ig . 70. Escultura simbólico-
decorativa. India.
Fig . 71. Tempo de Adinatha.
Abu. Siglo x i i .
Fig . 72. Siva danzante
Siglos xm -xiv. India.
F ig . 73. Detalle de un fresco.
Ajanta. Siglo vn. India.
32
35. E s c u ltu ra . — Toma por
asuntos escenas de la mito
logía brahmánica y budista;
composiciones recargadas, de
líneas amaneradas y blando
moldeado (figs. 70-72).
P in tu ra . — De característi
cas semejantes a la escultura
y dedicada principalmente al
retrato. Se conserva casi ex
clusivamente en frescos mu
rales y en miniaturas ( fig. 73).
F ig. 74. Puerta de la tumba de Wang. Modelo en piedra. Dinastía
Han (siglo iii a. J.C. - siglo iii d. J.C.).
CHINA. — El arte chino es
muy distinto de los anterior
mente reseñados. En los pri
meros siglos de nuestra era
fue influenciada por el arte
persa y el hindú, pero conser
vó su carácter propio.
Se distingue por la extra
ordinaria fantasía y compli
cación de los motivos orna
mentales, por la estilización
(interpertación convencional
de un objeto, que hace resal
tar sus rasgos más caracte
rísticos), y por la importan
cia dada al arte suntuario (ob
jetos de lujo).
A rq u ite c tu ra . — Recuerda
la de la India. Construyen ca
si siempre con entramado de
madera y dan gran importan
cia a la cubierta (figs. 74 y
76). En arquitectura militar,
es famosa la Gran Muralla,
que defendía la China septen
trional de las invasiones tár
taras; mide 2000 km de lon
gitud ; fue construida hacia
el siglo iii antes de J. C. (fi
gura 75).
A r t e su n tu a rio . — La pin
tura y la escultura propia
mente dichas (figs. 78 y 79),
son importantes. Pero sobre
todo, adquieren un extraordi
nario esplendor aplicadas a
la elaboración de objetos de
cerámica, de porcelana (que
33
36. Fig . 75. L a Gran Muralla china vista desde el interior.
F ig . 76. Templo del Cielo. F ig . 77. Bronce chino de la
Pekín. China. dinastía Shang.
34
37. ai parecer lúe inventada por
ellos) y bronce (fig. 77). Me
recen especial mención las jo
yas y vasijas esculpidas en
jade y ágata (piedras muy
duras, de colotes diversos) y
los muebles, cajas y objetos
de adorno, recubiertos de la
ca (barniz duro y brillante
hecho con la resina de ciertos
árboles de Oriente).
Los chinos fueron muy há
biles en la pintura sobre ma
dera, seda y porcelana, y en
la confección de tejidos ar
tísticos.
JAPÓN.—La historia de su
arte es más conocida que la
«le la China. Éste está forma-
Fig . 78. Pintura de Chao Ju.
Col. Freer. Washington.
do esencialmente de elemen
tos chinos, y también de ele-
I' tu Vil KHcultura china.
T uiiiIiun de IVkfn.
F ig . 80. Torre de Yahushiyi.
Japón.
35
38. Fig . 81. Buda. Período Heian.
Kioto.
mentos indios y persas, pero
presenta un carácter espe
cial, por el uso de la madera
como material favorito de
construcción (fig. 80).
E s c u ltu ra . — Se manifiesta
principalmente en objetos de
bronce modelados con gran
arte (fig. 81).
P in tu ra . — E s interesan
tísima: han existido varias
escuelas, hasta que en el si
glo xvn, siglo de oro del arte
japonés, nace una escuela na
turalista por excelencia que
lleva a gran altura la perfec
ción de la línea. Fue su fun
dador el celebrado maestro
Hokusai (fig. 82).
Fig. 82. El monte Fuji, por Hokusai.
36
39. ]■'!<;. 83. El Chac Mool, del templo de Chichen-ltzfi. Musco Nacional
de MóS’ico.
ARTE ABORIGEN AMERICANO
l'!n América es difícil fijar
el dricen de la arquitectura
nnlerior a la época de los des-
nilprliiiientos, si bien puede
lilli imirsc cine sus monumen-
1
1 iliiliin, sólo, de cuatro si
llín: miles de la conquista;
m observa en ellos marcada
IliIIiletieiii asiática.
I iii ruinas existentes ocu-
l"iii mui |ie(|ueñn extensión,
l'ili hiiliimenle en Méjico y
I i m i eiieimlrumos restos de
• lliin
M ILICO 1.11 arquitectura
un |li mili e exulleíante y ri
ca. Recuerda la de la India.
El uso de la piedra blanda,
muy abundante en aquel país,
contribuye sin duda a las
complicadas formas de su de
coración, al revés de lo que
acontece en el Perú, como
luego veremos.
La forma corriente de sus
construcciones es apiramida
da ; emplean la columna sin
capitel, que suplen por una
especie de abaco de forma
circular o cuadrada.
Escultuiw. — Alcanzó una
extraordinaria perfección (fi-
37
41. F ig . 86. Atlante tolteca. P irá
mide de Quetzalcoatl. Tula.
Siglo xi.
Ijuras 83-86). Las reproduc
ciones de animales y las más-
curas funerarias esculpidas
en piedras muy duras y a me
nudo pintadas o recubiertas
ilo mosaico son de una sor
prendente belleza.
Los relieves, de asuntos re-
IihIohos, tratados simbólica
m e n t e , recuerdan los de la
Imlli) (figs. 85-88), así como
I>
i escultura decorativa, que
nnli'iiln «ran variedad de for-
niH
M«eométricas, recuerda las
•I' 1'lilnrt y Japón (fig. 85).
l’lNTtJHA. -También en este
mi le fueron muy diestros los
mujlrniioii, tanto en la pintu-
Ki ni frenco, que decoraba
li tupín i (mínelos y sepulcros,
Fig . 87. Piedra del Sol. Azteca.
Bloque de pórfido de 6,70 m de
diámetro y 0,91 m de espesor.
Museo Nacional de Méjico.
F ig . 88. Relieve con un príncipe
maya. Procede de Palenque.
Museo Arqueológico Nacional,
Madrid.
39
42. A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
Sus teocalis o templos son
construcciones apiramidadas,
de planta cuadrilateral y per
fectamente orientadas a los
cuatro puntos cardinales (f i
gura 84).
Tienen anexas edificacio
nes para viviendas de los
sacerdotes y dependencias del
culto.
A r q u it e c t u r a c iv il. — E l
palacio. Inmensa serie de ha
bitaciones, algunas de gran
capacidad, que se desarrollan
alrededor de patios, y de las
F ig . 90. Puerta del Sol. Tiahuanaco. Bolivia.
Fig . 89. Miniatura de estilo
precolombino. Méjico.
como en las miniaturas de
los códices (fig. 89).
40
43. Fio. 91. Relieve de un monolito
del Museo de Lima.
Sus templos ocupaban gran
extensión y tenían edificios
anexos para el alojamiento
de los peregrinos.
E s c u lt u r a y p in tu ra. — De
caracteres semejantes a las
de Méjico, especialmente en
las estilizaciones geométricas
empleadas como motivo de
decoración (fig. 91).
La manifestación más im
portante del refinado senti
miento artístico de los indios
peruanos la encontraremos
en las vasijas de barro pin
tadas, verdaderas esculturas
policromadas que alcanzan, a
menudo, un grado de realis
mo impresionante (fig. 92).
Hay otras muy estilizadas.
cuales las inmediatas a la
i'iilrada sirven para la vida
oficial, y las interiores para
l<i familia. Las fachadas se
de ioran, generalmente, con
n>l leves geométricos profusa
mente aplicados.
I'KKÜ. — Su arquitectura
i") de carácter sencillo, sin
lii> exuberancias de la meji-
i mui, niu duda por'el uso de
(ili iluí de «ran dureza; tan
m
Iii mii Ini ile en aquella región
I Un 1
)0). F ig . 92. Retrato en arcilla.
Cultura mochica. Perú.
41
44. Fig . 93. Frontón occidental del Partenón. Atenas. Reconstitución.
GRECIA
o de arte modificado por las
influencias de Asia y Egipto.
De esta época son los poe
mas «La Ilíada» y «La Odi
sea». En la cerámica domina
el llamado estilo geométrico.
Época A rc a ic a (del siglo vn
hasta principios del v antes
de J. C.), período de elabora
ción de la gran arquitectura
griega.
Época clásica (siglo de Pe-
ricles, v antes de J. C.), la
más brillante del arte griego.
Época H e le n ístic a (del si
glo iv a la conquista de Egip
to por los romanos, año 31 an
tes de J. C.).
En la época Arcaica' em
pieza, pues, el esplendor del
arte. Dieron los griegos for
ma artística exterior a la
construcción; de ahí resultan
los conjuntos arquitectónicos
llamados órdenes o sea la re
solución artística del problf-
Fig. 94. Puerta de las Leonas. ma de sostener una cubierta
Micenas. Siglo x v i i a. J.C. sobre columnas.
ÉPOCAS DE SU A R T E .—
Pueden señalarse cinco:
JÉpoca M icénica, llamada
así por haberse hallado en
Micenas sus principales mo
numentos. (fig. 94).
Época hom érica (del si
glo x i al vn antes de J. C.)
42
45. Fig . 95. Orden dórico.
Se desarrollaron según el
estudio que vamos a hacer de
olios seguidamente.
En los órdenes se distin
guen dos elementos: el sus
tentante, constituido por la
columna: base, fuste, capitel.
h i. m
i Iv.tudo actual del Parte-
ItAh, Acrópolis de Atenas.
El sostenido o entablamento,
compuesto de arquitrabe, fri
so y cornisa (fig. 95).
Los órdenes son: el Dóri
co, el Jónico y el Corintio.
El ord en D ó ric o es robus
to y sencillo: la columna ca
rece de base, pues arranca
directamente del zócalo, y el
fuste es acanalado a arista
viva.
El friso consta de dos par
tes que van repitiéndose, me-
topa y triglifo y el capitel es
tá reducido a una moldura
llamada equino, de extrema
da belleza (figs. 95-96-97).
El ord en Jónico es esbelto
y gracioso. Su columna tiene
base y las canales del fuste
están separadas por planos.
Él arquitrabe presenta casi
siempre tres planos con un
ligero saliente del uno sobre
el otro. El capitel es de vo
lutas (curva en espiral) (fi
guras 98-99-102).
El o rd en C o rin tio se dis
tingue del anterior por el ca-
F ig . 97. Capitel dórico.
46. F ig . 99. Capitel jónico.
tituidas por unas figuras de
mujer llamadas cariátides ¡(fi
guras 103-104).
Fig . 100. Capitel corintio.
Olimpeión. Atenas. F ig . 101. Capitel corintio.
Fig . 98. Templo de la Victoria
Áptera, Acrópolis de Atenas.
pitel compuesto con hojas de
acanto (figs. 100-101).
En el Erecteion de Atenas,
templo de orden jónico, exis
te una galería o templete en
que las columnas fueron sus-
A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
El templo griego es, general
mente, un edificio cuadran-
gular con cubierta de dos
vertientes, y un pórtico que
puede estar solamente en la
fachada principal y sostenido
por dos columnas (templo in
antis, fig. 105) o rodeando
todo el edificio (fig. 107) en
cuyo caso recibe los nombres
de tetrástilo, hexástilo, oc-
tástilo, etc., según el número
de columnas que tiene en la
fachada principal. Las co
lumnas de los pórticos y los
entablamentos corresponden
44
47. Fig . 102. Orden jónico.
a los órdenes descritos. En
las fachadas anterior y pos
terior, entre la cornisa hori
zontal y las dos inclinadas
del tejado, queda un espacio
triangular, el frontón, ador
nado con grupos escultóricos
(fig- 93).
La disposición interior del
templo se explica en la figu
ra 106.
A r q u it e c t u r a fu n e r a r ia . —
Una gran variedad se obser
va en las sepulturas del pue
blo griego, desde el simple
montón de tierra y la tumba
excavada en la roca, hasta la
construida ex profeso (figu
ra 108). Existe también gran
| ii, |{i:i. Tribuna de las cariátides del F ig . 104. Copia roma-
Erecteión, Atenas. na de una cariátide.
45
48. Fig. 105. Templo in antis. Tesoro
de los atenienses, Delfos.
número de estelas de piedra
con retratos u objetos alusi
vos al muerto, o con decora
ciones de hojas de acanto,
palmeras, etc. (fig. 109).
A r q u it e c t u r a civil. — L a
casa. D ifícil es sujetar la ca
sa griega a un tipo uniform e;
como en todas las épocas y
localidades, refleja la posi
ción social y económica de
sus moradores. Hasta el si
glo v fue muy sencilla; la
casa suntuosa de este siglo
puede considerarse dividida
en dos partes: andrón o ha
bitaciones destinadas a los
hombres y gineceo, habitacio
nes de vida íntima y de las
mujeres.
Los p a l a c i o s helénicos eran
de gran suntuosidad. Se ig
nora el destino y carácter de
sus compartimientos.
C o n stru c c io n e s p ara r e u
niones públicas. — La impor
tancia que se daba a la vida
de relación, hizo que se desa
rrollaran construcciones es
peciales, como:
El Agora, especie de plaza
pública y centro de vida de
la ciudad, donde además de
celebrarse los mercados, te
nían lugar reuniones públicas
o consejos para tratar asun
tos locales. Eran de planta
cuadrada y rodeadas de pór
ticos dobles y de suntuosos
edificios. La torre llamada
de Andrónico o de los vien
tos, formaba parte de la de
Atenas y en ella había un
reloj público (fig. 112).
A. Pronaos
o vestíbulo.
B Naos
C. Epistho-
domos
donde se guarda
divinidad.
Fig . 106. Planta de un templo
griego.
46
50. F ig . 109. Estela sepulcral ática
del cementerio de Erídanos.
Atenas.
El gim n asio era el terreno
o edificio en que se realiza
ban los ejercicios corporales
tales como carrera, salto, lan
zamiento de peso, de disco y
de jabalina.
La p a le s t ra , parte del gim
nasio en que se celebraban
el pugilato y la lucha, era
un edificio cubierto y perfec
tamente acondicionado. Ge
neralmente ocupaba el centro
del gimnasio y se considera
ba la sección más importan
te del mismo (fig. 111).
En los h ipód rom os se ha
cían las carreras de caballos
y en los e sta d io s las carreras
a pie.
El t e a t r o , lugar de reunión
el más importante, no tanto
por su carácter de diversión
como por celebrar el pueblo
en él sus asambleas. Era el
edificio de más suntuosidad
(fig. 113-114-115).
Lo constituían tres partes
esenciales: la gradería (cu-
nei) para los espectadores;
la orquesta, de planta semi
circular, en medio de la cual
se elevaba una ara, y la es
cena, de planta rectangular y
de poca profundidad, con
tres puertas en el muro del
fondo. Los llamados Odeonex
se destinaban solamente ;i
audiciones musicales y se di
F ig . 110. Escultura decorativa
del teatro de Dionisio, Atenas.
48
51. ferenciaban de los teatros en
que carecían de orquesta.
E s c u l t u r a . — La represen
tación más primitiva de la
escultura helénica es una im
perfecta imitación del natu
ral : figuras envaradas, sin
expresión, las extremidades
pegadas al cuerpo formando
i r T T T T T T n
• • 1 • P I» w •
• 1 • I • • I •
: U2iL-LJLl.J_JLJ
„ 112 Torre de Andrónico
biG. 111. Planta de un gimnasio. Fig. i i ¿- vientos Atenas.
P, palestra. o
F ig . 113. Teatro de Delfos. Grecia.
49
52. una sola pieza: se denominan
xoana (en singular xoanon)
(fig. 116).
El gran escultor Dédalo se
separa del modelo de los
xoana y fijándose en la na
turaleza da más vida a sus
figuras. Desde entonces es
constante el progreso de la
escultura griega pudiendo
señalar tres escuelas princi
pales como centros de arte
que se fundieron para formar
una sola durante el siglo v.
Son las siguientes:
E s c u e la Jó n ic a de A s ia . —
Se caracteriza por la riqueza
y gracia de sus composicio
nes.
Fig . 114. Planta de un teatro
griego.
E s c u e la á tica . Más seque
dad de contornos y más duro
modelado (fig. 118).
E s c u e la D ó r ic a. Superior a
las anteriores; robustez en la
ejecución y constante obser
vación de la realidad (figu
ra 119).
F ig . 115. Reconstitución del escenario de un teatro griego.
50
53. i'iG. 116. Hera de Samos, posi
ble copia de un «xoanon».
Así fue perfeccionándose
la escultura, llegando a su
apogeo en el siglo v antes de
J. C., o sea el llamado siglo
de Pericles.
De esta época son los fri
sos del Partenón obra de Fi-
dias, y la Dem eter (Ceres) de
Gnido (British Museum) (f i
guras 120-121). Se explica
que este pueblo llegara a tan
alto grado de perfección en
la representación plástica del
cuerpo humano, al conside
rar que a la fina percepción
de lo bello que le era propia,
unía la constante visión del
modelo vivo en baños, gim
nasios, etc.
P in tu ra . — Los escritores
de la Antigüedad ensalzaron
Fie. 117. Gorgona. Templo de Corcira. Hacia 580 a. J.C.
Museo Arqueológico de Corfú.
51
54. Fig . 118. Figura arcaica. Museo
de la Acrópolis. Atenas.
más a los pintores griegos
que a los escultores y a los
arquitectos. Todo hace supo
ner que fue en la pintura don
de el genio artístico de Grecia
alcanzó su máxima perfec
ción, pero, desgraciadamente,
no se ha conservado ni una
sola obra, y todo cuanto sa
bemos de ella es lo que de
jaron escrito los historiadores
y los literatos coetáneos. Po
demos, sin embargo, hacer
nos una idea de qué serían
viendo los frescos que se des
cubrieron en Pompeya que
seguramente fueron influi
das por modelos helénicos, y
los retratos hallados en Egip
to, pintados sobre tabla, que
siguen, pero menos, lo griego.
Por fortuna han llegado
hasta nosotros vasos pinta
dos, siendo esta decoración, al
principio, muy imperfecta en
el siglo vi antes de J. C. con
la representación de figuras
negras sobre fondo rojo. Pero
en el siglo v antes de J. C.,
así como el arte griego en ge
neral, llegó a una gran per
fección (figs. 122-123). Cam-
Fig . 119. Hércules del frontón
oriental del templo de Afalii
Egina. Gliptoteca de Munich,
52
55. Fig . 120. Friso occidental del Partenón. British-Museum.
Im 121. Demeter de Gnido.
British Museum.
bia y mejora la técnica, las
figuras son rojas sobre fondo
negro, el dibujo es más deli
cado y de trazo más hábil.
Los ceramistas reproducen
los temas de las pinturas más
célebres e imitan a los pinto
res. En el siglo iv aparecen
vasos pintados en colores so
bre fondo blanco; la cerámi
ca griega alcanza en ellos su
mejor momento. Hacia el año
300 a. de J. C. cesa la fabri
cación de cerámica pintada
y se producen solamente va
sijas sin ornamentación, se
ñalando la etapa final de un
gran arte y de una gran cul
tura.
53
56. F ig . 122. Pintura de figuras negras sobre fondo claro. Siglo vi a. J.C.
De un vaso procedente de Vulci.
.íMiiáítóí
FIG. 123. Eufronio. Efebo a caballo. Fondo de una copa.
Hacia 500 a. J.C.
54
57. Fig. 124. Los «toros» de Guisando. El Tiemblo. Ávila.
ARTE IBÉRICO
Ya en los tiempos históri
cos, pero antes de que los ro-
nianos conquistaran España,
Ion primitivos pueblos que
ocupaban la península produ
jeron obras de arte muy dig
nas de consideración.
Los monumentos más anti
guos del arte indígena son,
(.('juramente, los verracos, fi
guras de cerdos rudamente
esculpidas por los celtas que
poblaban la Meseta Central y
(¡alicia. Se ignora el signifi
cado y aplicación de estas ex-
Iruñas esculturas que suelen
hallarse agrupadas (fig. 124).
En Andalucía y en Levan
te se han hallado curiosas es
tatuas con cuerpo de toro en
actitud de reposo y cabeza de
hombre barbado, que, según
la opinión de muchos arqueó
logos, demuestran la influen
cia del arte mesopotámico en
el ibérico, influencia que ha
bría llegado a través de los
fenicios o de los egeos (figu
ra 125).
Se han encontrado en esta
misma región numerosas es
culturas que revelan una in
fluencia del arte griego del
siglo vi antes de J. C. Entre
ellas, resaltan por su gran va
lor artístico las representacio
nes humanas de los santua
rios ibéricos del Cerro de los
Santos y del Llano de la Con
solación, ambos cercanos al
pueblo de Montealegre, en la
provincia de Albacete, y so
bre todo la famosa Dama de
Elche, actual arquetipo del
arte iberogriego (fig. 127),
obra de gran belleza.
55
58. Fig . 125. La «Bicha» de Bala- Fig . 126. Cabeza del Llano de la
zote. Museo Arqueológico Nació- Consolación. Museo Arqueológi-
nal, Madrid. co, Barcelona.
Fig . 127. La Dama de Elche.
Museo del Prado.
56
59. Fig. 128. Tapa de sepulcro etrusco.
ETRURIA
H1 pueblo etrusco, cuyo ori
gen es aún difícil de precisar,
forma en el siglo x antes de
.1
, C. una poderosa confede
ración en el centro de Italia
y se extiende por el norte y
Niir, donde funda varias ciu
dades. Su arte, influido por el
arlo griego y el oriental, ejer
ció gran influencia sobre el
in te romano. Como caracte
rística de su sistema cons
tructivo hay que hacer notar
id empleo del arco y la bóve
da de piedra.
A h q u it e c t u r a r e l ig io s a . —
Sus templos, de planta casi
cuadrada, eran de madera y
con pórticos solamente en la
fucilada principal, lo que los
distingue de los templos grie
gos. Estaban profusamente
adornados con cerámica de
colores.
A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia . —
Sus tumbas están excavadas
en la tierra o en la roca; al
gunas de ellas tienen torres
exteriores cónicas, otras pre
sentan colinas artificiales en
forma de túmulo (fig. 129).
E s c u l t u r a . — Los etruscos
usaron preferentemente el ba
rro cocido y el bronce como
material escultórico. Sus fi
guras de dioses, de grandes
personajes o de animales rea
les o fabulosos, tienen una
expresión de vida muy pecu
liar. Son muy característicos
57
60. F ig . 129. Tumba etrusca en forma de túmulo.
los grupos escultóricos que se
hallan en las tapas de los
sarcófagos, de tendencia rea
lista (figs. 128-130).
P in t u r a . — Muy influida
por la griega, tanto en los
temas como en los procedi
mientos. Las obras conserva
das son frescos hallados en
las tumbas (fig. 131).
F ig . 130. Escultura etrusca. F ig . 131. Pintura etrusca.
Hacia 500 a. J.C. Siglo vi a. J.C.
Museo del Louvre.
. )
61. I'K; 132. La loba de Capitolio. Bronce etrusco. Roma. (Los niños
son del Renacimiento.)
ROMA
El pueblo romano, de ca
rácter eminentemente prácti
co, poca importancia dio al
nrlo en las primeras épocas
ilo su historia, de influencia
puramente etrusca. A l con
quistar Grecia (siglo n an-
Ios de J. C.) tomó afición a la
i iillura helénica y protegió a
los artistas griegos, llamados
ii liorna, al propio tiempo que
infinidad de jóvenes romanos
no afanaban en el estudio del
arte importado por aquéllos,
naciendo hacia el fin de la
Itopública un arte que adop
ta dol etrusco el principio de
ciinstrucción en bóvedas de
hormigón (no de piedra, como
hemos dicho de Etruria), con
el objeto de ser fácilmente
empleado en todas las locali
dades de sus extensas con
quistas. Esta modificación da
por resultado un sistema pro
pio de construcción que de
cora con elementos griegos;
alcanza su pleno desarrollo en
los siglos i y ii del Imperio,"
mostrándose rico y fastuoso,
pero menos delicado que el
griego. Comienza a decaer
en el siglo i i i .
A r q u it e c t u r a . — C arácter
y époc as. — El carácter gene
ral de la arquitectura roma-
59
62. F ig 133. Reconstitución del tem
plo etrusco de Faleria. Museo de
la Villa Julia, Roma.
na es de grandiosidad, robus
tez y riqueza, unidas a un sen
tido a la vez teatral y marca
damente utilitario.
En la historia de su Arqui
tectura y en general de su
arte, pueden considerarse tres
épocas que corresponden a
sus divisiones políticas: Mo
narquía, República e Imperio.
I. M o n arq u ía. Domina el
arte de influencia etrusca (fi
gura 133).
II. R epública. Ostenta un
arte de imitación griega. De
sarrolla el orden corintio y
crea el orden compuesto con
elementos del capitel jónico
y del corintio (figs. 134-135).
-III. Im perio. El arte de esta
época es síntesis de las dos
influencias, etrusca y griega,
elevado al más alto grado de
perfección constructiva en
grandes dimensiones (figu
ra 136).
La decadencia empieza a
notarse en las célebres rui
nas de Palm ira y de Baal-
beck (fig. 137).
A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
El templo romano es deriva
ción directa del templo grie
go con modificaciones'que se
deben a las necesidades del
culto y a las formas nuevas
de construcción, unidas a las
tendencias artísticas de la
época. Así vemos que intro
ducen la bóveda y la cúpula
para cubrir los templos circu
lares, y en lugar de la gra
dería que rodea el templo
Fig . 134. Orden compuesto.
griego, se valen de un zócalo
con escaleras sólo en la par
te anterior (podium ).
Los hay de planta rectan
gular como los de Nimes y
Vienne (fig. 138).
Y de planta circular como
el de Vesta (figs. 139-140).
60
A
63. A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia .—
Los enterramientos en Roma
se verificaban por inhuma
ción, guardando el cadáver en
sarcófagos (fig. 141), o por
incineración (cremación del
cadáver), depositando las ce
nizas en las llamadas urnas
cinerarias de cerámica, me
tal, etc.
Ambos se encerraban en
tumbas de diferentes formas,
de influencia etrusca y grie
ga, como los llamados colum
barios (por presentar el as
pecto interior de palomares),
en los que se guardaban las
urnas en nichos sobrepuestos
en hileras (fig. 142).
Fio. 13(>. El Panteón de Agripa. Roma.
61
F ig . 135. Templo romano de
planta redonda. Tívoli.
Otras, en forma de túmulo
o de templo, como el mauso-
64. F ig . 137. Columnata del templo F ig . 138. Templo romano de
de Baalbek. Siria. Augusto y Livia. Vienne, Francia
a menudo los sepulcros en
forma de torre cuadrada. En
Tarragona tenemos un buen
ejemplo de los mismos (figu
ra 144).
La idea de estela griega se
continúa en Roma con el
nombre de cipo.
La llamada pira era el mo
numento formado de maderas
y otras materias combusti-
F ig . 140. Planta del templo
de Vesta.
leo de Adriano en Roma (hoy
castillo de San Angelo) y el
de Augusto (fig. 143), con in
fluencia etrusca.
Durante el Imperio se usan
Fig . 139. Templo de Vesta.
Roma.
62
65. bles que se quemaban con el
cadáver.
A r q u it e c t u r a c iv il . — En .
ella se ostenta la verdadera
importancia de la arquitec
tura romana con todo su es
plendor y riqueza. Sus monu
mentos conmemorativos: la
Fig . 141. Sarcófago do Escipión Barbado. Vaticano.
fc'ia. 142. Columbario romano. Vía Apia. Roma.
63
66. Fig . 143. Mausoleo de Augusto.
Reconstitución.
columna de honor para glo
rificar la memoria de per
sonajes célebres (fig. 145) y
los arcos del triunfo para per
petuar la memoria de grandes
hechos son de gran valor ar
tístico (figs. 146-147). Unos y
Fig . 145. Pormenor de la Co
lumna de M. Aurelio. Roma.
otros suelen aparecer recu
biertos de hermosos relieves
de carácter narrativo y ale
górico.
E dificacion es p ara re u n io
nes públicas. — E l fo r o . Vie
ne a ser el agora griega, mer-
F ig . 144. Sepulcro llamado
«Torre de los Escipiones»
Tarragona.
cado público al par que cen
tro político y social de la ciu
dad (fig. 148).
L a B a s íl ic a . Edificio para
reunirse los comerciantes, co
mo las lonjas de la Edad Me
dia, y donde se celebraban las
asambleas populares. Su es
tudio es interesante, porque
su estructura dio origen a la
disposición de la basílica
cristiana (figs. 149-150).
64
67.
68. F ig . 148. Vista del Foro de Roma. Reconstitución.
L a s t e r m a s . Edificios des
tinados a baños y ejercicios
de natación: también había
en ellas gimnasio, pero con
carácter secundario ( figura
151). A l desarrollarse la cul
tura romana, las termas fue-
ron un lugar de reunión y de
vida intelectual. Las de Cara-
calla en Roma son el verda
dero tipo, como se ve por la
adjunta planta de gran su-
F ig . 149. Ruinas de la basílica de
Pompeya.
Fig . 150. Planta d
<
>
una basílica rorranu,
66
69. Fig . 151. Termas de Caracalla, según reconstitución de Viollet
le Duc.
perficie, en las que se levan
tan importantes cuerpos de
edificio para los servicios de
hombres y mujeres (fig. 152).
Las principales dependencias
eran el tepidarium o salas ti
bias, baños calientes, pisci
nas, salas de masajes y perfu-
67
70. Fig . 153. Sección del anfiteatro
Flavio, de Roma.
mes, etc., y tam bién salas de
conversación, de con feren
cias, bibliotecas, etc.
E l a n fite a tro . E s el edi
ficio esencialm ente rom ano,
de plan ta o v a la d a y com pli
cad a construcción, pues h a de
dispon er de locales p ara las
Fig . 154. Planta del anfiteatro
Flavio, de Roma.
fieras destinadas a las lu
chas, p a ra los gladiadores,
canalizaciones con el objeto
de con vertir la pista en pisci
n a en las fiestas navales, etc.
(figs. 153 a 156)
E l te a tro , así com o el c ir
co, el hipódrom o y el estadio,
F ig . 155. Anfiteatro Flavio, llamado el Coliseo. Vista exterior. Roma.
68
71. F ig . 156. El Coliseo. Roma. Vista del interior.
son edificaciones del mismo
Upo que las de igual clase que
se levantan en G recia; se ob
servan algunas ligeras va
riantes constructivas que no
afectan a su estructura gene
ral, más suntuosa.
El teatro, principalmente,
era decorado con más rique
za y complejidad que el tea
tro griego.
La casa. Las¡ casas roma
nas primitivas estaban se
paradas unas de otras por
medio de andronas, y consta
ban solamente de un patio
(atriurn), ya abierto, ya con
cubierta a dos vertientes que
arrojaban las aguas al exte
rior; alrededor de este patio
se desarrollaban las habita
ciones. Más tarde, se supri
mió la androna, y las aguas
de la cubierta sé vertieron en
el interior (im p lu viu m ). En
Pompeya tenemos todos los
tipos de casa romana, desde
F ig . 157. Casa romana.
Pompeya. Reconstitución.
69
72. Fig . 158. Peristilo. Casa do Vetio. Pompeya.
/
Fig. 159. Acueducto romano de Segovia.
70
73. F ig. 1()0. Cabeza en bronce de
J. Bruto. Museo de Roma.
las más sencillas a las más
opulentas (figs. 157-158).
P u e n t e s , a c u e d u c to s y cal
z a d a s. Los romanos fueron
grandes ingenieros. Constru
yeres larguísimas calzadas
(caminos espaciosos, empe
drados) por las que Roma se
comunicaba con las poblacio
nes más importantes de su di
latado imperio. Los puentes
que levantaron eran sólidos
y bellos; muchos se han con
servado hasta nuestros días.
Para llevar el agua a las po
blaciones que carecían de
ella, edificaron monumentales
acueductos; el de Segovia es
F ig . 161. Livia como la diosa
Fortuna. Vaticano.
uno de los más importantes
(fig. 159), como también el de
Tarragona y el Pont du Gard.
E s c u l t u r a . — La escultura
romana sufrió las influencias
etrusca y helenística, pero
algunos escultores adquieren
originalidad, inspirándose en
el natural, que reproducen
con realismo.
Este carácter se manifiesta
en las estatuas y bustos his
tóricos que hoy admiramos
en los museos (figs. 160-161).
Trata también la escultura
romana los asuntos políticos
contemporáneos, en bajorre
lieves conmemorativos de las
71
74. Fig . 162. Pintura arquitectónica.
Boscorcale. Siglo i. /
numerosas conquistas de este
pueblo (fig. 145).
P in t u r a . — Es más cono
cida que la griega, gracias a
los descubrimientos moder
Fig . 163. Cabeza de muchacha.
Procede de Herculano. Museo de
Nápoles.
nos en Roma, y sobre todo en
Pompeya. Generalmente al
fresco da sensación de vid a ;
fue ejecutada algunas veces
por artistas griegos romaniza-
B
’ig . 164. Mosaico de la batalla de Alejandro y Darío.
Musco de Nápoles.
72
75. <|oh. Llena como elemento de-
i unitivo el interior de los edi
ficios públicos y casas particu
lares, aun las poco acomoda
das. En general trata asuntos
mitológicos, escenas de amor
cillos trabajando en diferen
tes oficios, o representa cons
trucciones de fantasía, etc.
(figura 162).
En Egipto, en las sepultu
ras de la época romana, se
han encontrado, junto a las
momias, magníficos retratos
pintados (el busto solamen
te), al parecer de autores gre-
colatinos (fig. 165).
M o s a ic o s . — Emplearon los
romanos frecuentemente el
mosaico, conocido ya de los
griegos, de un modo especial
en los pavim entos; casi siem
b re con dibujos de pura orna
mentación pero algunas ve
ces desarrollaron grandes
composiciones, como en el
que se representa la batalla
de Alejandro contra Darío
(figura 164).
v. D ecadencia r o m a n a . — La
unidad del imperio romano,
que, por estar formado de ele
mentos tan heterogéneos, era
más bien política, cayó al im
pulso de varias causas, que
no son de este lugar, siendo
la principal el cambio radical
experimentado en el espíritu
de la sociedad pagana, deca
dente al nacer el cristianismo.
F ig . 165. Retrato de mujer
egipcio-romano. Fayum.
73
76. F ig . 166. Sarcófago paleocristiano. San Francisco de Rávena.
ARTE CRISTIANO
Es la expresión del espíritu
nuevo sobre la forma antigua.
Tosca imitación en sus co
mienzos del arte romano, se
desarrolla y da origen a una
verdadera regeneración ar
tística.
P e r ío d o de fo r m a c ió n
del a rte c r is t ia n o
I. E l de la s c atacum bas
(del siglo II al IV ).
II. E l df, la s b a s ílic a s
III. E l de la in f l u e n c ia
b iz a n t in a (del siglo V I al X )
en que queda completamente
formado el arte románico.
Estudiaremos ahora los dos
primeros períodos y dejare
mos el tercero para cuando
veamos el arte románico.
I. P e r ío d o df. fo r m a c ió n
del a r te c r is t ia n o : C ata
c u m b a s . — El cristianismo, du-
Fic. 167. Planta parcial do un
piso de las catacumbas do Calix
to. Roma. A, ambulacro; B, lócu
lo; C, cubículo; I), cátedra.
74
77. F ig . 168. Catacumba de Domitila, Roma.
rante los tres primeros siglos
de su existencia, oprimido por
las persecuciones, no pudo
pensar en las manifestaciones
artísticas y, por otra parte,
perduraba todavía la influen
cia de la ley mosaica que ha
bía puesto limitaciones a la
práctica de las bellas artes,
por las razones expuestas an
teriormente, y los cristianos
miraban como objeto de ido
latría las obras del arte pa
gano. No obstante, el arte
cristiano se desarrolla paula
tinamente porque el senti
miento popular lo favorece y
la Iglesia apoya este senti
miento porque gusta de ver
representados bajo formas
sensibles los misterios y ob
jetos de su culto.
Éste se practicaba en luga
res escondidos, de ahí las ca
tacumbas, que es donde hay
que estudiar el arte cristiano
en este primer período. Las
catacumbas son necrópolis
subterráneas destinadas a se
pultura de todos los que pro
fesan la religión de Jesu
cristo. Las hay en diferentes
partes del Imperio, pero las
más importantes son las de
Roma.
Las de Calixto (fig. 167).
75
78. F ig . 169. Orfeo. Atenas.
Museo Bizantino.
ocupan un área de mucha
extensión y constan de tres
planos o pisos horizontales
superpuestos casi paralelos,
comunicados por rampas o
escaleras formando infinidad
de corredores (ambulacros)
donde se abren los nichos
(lo cu li), y las cámaras (cu-
bícula) (fig. 168), destinadas
a una familia o a sepulturas
de Papas, que son de planta
rectangular. Algunas de estas
cámaras están destinadas al
culto y en ellas se encuentra
una cátedra. Hay además los
arcosolium, nichos abiertos
en la roca, cuya parte supe
rior forma una bóveda.
D eco ració n de la s c a tac um
b as. — Fácilmente se com
prenderá las dificultades con
que tuvieron que luchar los
primitivos cristianos para
desarrollar el arte, por la con
tinua vigilancia y constantes
persecuciones de que eran
objeto. Protegidos únicamen
te por la ley general romana
que prescribía respeto a las
tumbas, pudieron a su ampa
ro realizar la decoración de
las catacumbas.
La P in t u r a , en general, se
reduce a una imitación de los
asuntos paganos, con el sim
ple cambio de la significación
de sus escenas: así Orfeo
amansando a las fieras con su
música, representa la acción
benéfica de Cristo (fig. 169).
Domina siempre el carácter
simbólico y alegórico en sus
composiciones. Tratan tam-
76
79. I>ién asuntos del Antiguo y
Nuevo Testamento con igual
carácter y factura, pero es
preciso hacer constar que, a
pesar de esta imitación del
arte pagano, el cristianismo
ostenta desde el principio
concepciones artísticas pro
pias, que paulatinamente se
van desarrollando.
La E s c u l t u r a se practica
•lún con mayores dificultades
que la pintura. D ifícil era la
introducción de grandes blo
ques en las catacumbas y más
difícil ejecutar las obras en
el interior.
Existen algunos bajorrelie
ves esculpidos en sarcófagos,
de mármol o pórfido (figura
166), que representan asuntos
idénticos a los ejecutados en
pintura y pertenecientes a los
primeros tiempos. Aumentan
en los siglos iv y v.
Fió 171. El Buen Pastor. Relieve
del siglo v. Iglesia de la Santa
Cruz, Écija. Sevilla.
Es frecuente hallar en ellos
el anagrama de Cristo, com-
F ig . 172. Sección transversal de la basílica de San Pablo Extra
muros. Roma.
77
80. F ig . 173. Basílica de San Pablo Extramuros. Roma.
puesto de una X y de una P,
forma de que se valían para
indicar el nombre de Cristo
en (griego X p is t o s ), y las
letras alfa y omega, primera
y última del abecedario grie
go, para significar el princi
pio y el fin de todas las cosas
(figs. 166-170).
Las estatuas (hay muy po
cas), y relieves, representan
casi exclusivamente al Buen
Pastor (fig. 171).
Obsérvese que, a pesar de
manifestarse en todas las
obras la influencia de Jesu
cristo y su doctrina, no re
presentan nunca asuntos de
la sagrada Pasión, ni nada
que haga referencia a los tor
mentos de los mártires.
II. P e río d o de form ación
DEL ARTE CRISTIANO: L a BASÍ
LICA. — La libertad de la
Iglesia, obtenida por el edic
to de Milán (año 313) hace
cambiar los destinos de la so
ciedad e influye poderosa
mente en el arte.
El culto se practica ya en
público: por el momento se
aprovechan las construccio
nes romanas para las ceremo
nias religiosas, y así vemos
que la basílica pagana (véa
se página 66) se convierte en
78
81. F ig . 174. Basílica de San Apollinare in Classe. Rávena.
cristiana y que su planta es
la adoptada para las nuevas
iglesias que empiezan a cons
truirse en gran número (el
papa Silvestre funda más de
veinte), como la Lateranense,
la Vaticana, etc., y lo mismo
sucede en Roma que en el
resto de Italia, España y
sur de Europa en general.
La imitación de la basílica
pagana es tan completa, que
en algunos casos toma el ca
rácter de verdadera reproduc
ción ; tal sucede, por ejemplo,
con la grandiosa basílica de
San Pablo Extramuros, de
Roma, que en sus dimensio
nes, disposición de la planta,
número de columnas, etc.,
copia fielmente la basílica
Ulpia (fig. 172).
La cubierta de la basílica,
generalmente, está sostenida,
por armaduras de madera a
dos vertientes; la nave cen
tral suele ser de mayor ele
vación para iluminarla con
las ventanas abiertas en el
muro que domina las vertien
tes laterales.
Se modifica, en la basílica,
la disposición del capitel, ya
que, en vez de sostener el ar-
79
82. F ig . 175. Planta de la basílica
de San Clemente. Roma.
quitrabe, como en Grecia y
Roma (véase página 43), sos
tiene el arco.
El altar era de reducidas
dimensiones, y detrás de él,
en el fondo del ábside, estaba
situada la cátedra, sitial, de
piedra generalmente, para el
oficiante.
Ésta es la disposición ge
neral de la basílica latina,
disposición que, a pesar de
haberse ido transformando de
siglo en siglo, ha llegado
hasta nuestros días con esca
sas variantes.
Los tipos de basílicas pue
den reducirse a dos más co
munes :
I. Basílica de cinco naves,
como la de San Pablo Extra
muros, de Roma, que fue em
pezada en el año 386 y se ter
minó en tiempos del empera
dor Honorio a principios del
siglo v ; es uno de los templos
latinos de mayores dimensio
nes que se conocen (figuras
172-173).
II. Busílicas de tres naves,
como las de San Clemente y
Santa María la Mayor, am
bas también en Roma.
Las basílicas solían tener
adosado un baptisterio, capi
lla de planta poligonal o cir
cular que contenía la piscina
para verificar el bautizo por
inmersión según la práctica
de la época.
E s c u l t u r a y p in t u r a de este
SEGUNDO PERÍODO. — DECORA
CIÓN de la s basílicas. — Con
tinuando la tradición del arte
de las catacumbas, la escul
tura de este período es una
imitación del arte pagano, co
mo se observa en los capite
80
83. F ig . 176. Friso decorativo copto. Siglo v.
les de esos templos, que de
rivan del tipo corintio.
En las pinturas murales de
las basílicas se reproducen,
en los primeros tiempos, los
asuntos de las catacumbas;
ya en el siglo iv aparecen
las primeras representaciones
gráficas de Jesús, qué van
perfeccionándose hasta ofre
cer entre los siglos v y vn fi
guras que son un precedente
de lo románico por el espíri
tu y el estilo.
En los siglos v iii y ix se
observan ya crucifijos y vír
genes precedentes de los ro
mánicos asimismo.
La más antigua represen
tación de la crucifixión de
Jesucristo se encuentr.a en un
manuscrito siríaco guardado
en la Biblioteca Laurentina
de Florencia; se remonta al
año 586. Pertenece al arte bi
zantino (fig. 177).
Se usa el mosaico para de
corar muros y ábsides y en
los sarcófagos, que recuerdan
F ig . 177. Crucifixión. Evangelia
rio de Rabula. Siria. Biblioteca
Laurenciana. Florencia.
el estilo romano, se desarro
llan asuntos de la vida de Je
sucristo y del Antiguo Testa
mento, etc.
81
84. F ig . 178. Antepecho bárbaro de la catedral de Coire (Chuz). Suiza.
ARTE BARBARO
Mientras se desarrolla el
arte cristiano primitivo, ha
cia fines del siglo v, empieza
a manifestarse con caracteres
propios el arte bárbaro, lla
mado así porque es el de los
pueblos invasores del impe
rio romano. En él vemos la
perpetuación de temas artís
ticos de la última Edad del
Bronce, con influencias me-
sopotámicas y romanas. Son
características de este arte las
ornamentaciones y estiliza
ciones caligráficas de símbo
los religiosos o guerreros a
los que más tarde vienen a
juntarse los cristianos, for
mando complicadas lacerías
de difícil interpretación que
se desarrollan en los relieves
(fig. 178), en las miniaturas
de códices (fig. 181) y en la
orfebrería (fig. 180-182), ar
tes en que los bárbaros de
mostraron más aptitud y afi
ción. Los restos arquitectóni
cos son escasísimos y de poco
valor artístico; el más impor
tante es sin duda la Tumba
— -de Teodorico (fig. 179).
Este arte, influyó en el ro
mánico, en el que persisten
algunos de sus motivos orna
mentales.
F ig . 179. Tumba de Teodorico.
Rávena.
82
85. ujnoucen
F ig . 180. A ra del siglo x-xi.
Plata. Museo diocesano de
Gerona.
F ig . 181. Miniatura del Libro de
Kells. Museo de Dublín, Irlanda.
F ig . 182. Fíbulas irlandesas. Museo de Dublín, Irlanda.
83
86. F ig . 183. Símbolos cristianos de un sarcófago di'l siglo v.
S. Apollinaire, Rávena.
ARTK B IZA N TIN O
A r t e b i z a n t i n o . — A me
dida que va desapareciendo
el imperio de Occidente, os
tenta su brillo el de Orien
te, de cuya civilización fue
centro Constantinopla, dondci.
nació el arte bizantino. Éste
creó un nuevo sistema cons
tructivo con bóveda, consis
tente en cubrir los espacios
por medio de cúpulas cuyas
presiones se contrarrestan
mutuamente. La decoración
se inspira en los elementos
del arte oriental, principal
mente del persa; dio por re
sultado un tipo del todo ori
ginal.
A r q u it e c t u r a r e l ig io s a . —
Los templos bizantinos se
clasifican en varios grupos
por la disposición de su plan
ta, que afecta distintas for
mas según sea la estructura
de la cubierta.
No nos detendremos en es
te estudio, demasiado técni
co, y nos fijaremos en el tipo
característico y que es el más
complicado, o sea el de cú
pula sobre planta cuadrada,
solución que aparece en el
siglo vi.
F ig . 184. Planta de Santa Sofía.
Constantinopla.
84
87. I»!n modelo Santa Sofía de
Cuntí,mtinopla, templo edifi-
i iitlo por Justiniano en 532,
i|iio tanto por su interior, de
esplendorosa riqueza, con
l'ijvestimientos de mármol,
mosaicos, etc., como por su
jupccto exterior (la cúpula,
construcción atrevidísim a,
mide 31 metros de diámetro),
de austera grandeza puede
considerarse como el arque
tipo de-los templos bizanti
nos (figs. 184-185-186).
Posteriormente aumenta el
número de cúpulas, como en
San Marcos de Venecia, que
tiene cinco (figs. 187-188).
F ig . 186. Interior de Santa Sofía de Constantinopla.
85
Fig . 185. Santa Sofía de Cons
tantinopla, hoy convertida en
mezquita.
88. F ig . 187. Basílica de San-Márcos. Vcnccia.
Fig. 188. Interior de San Marcos. Vcnecia.
86
89. Kig. 189. Catedral de la Dormi-
ción. Moscú. Siglo xvi.
En Rusia, cristianizada por
los bizantinos, perduró este
arte, con características pro
pias, hasta bien entrada la
Edad Moderna (fig. 189).
A r q u it e c t u r a c iv il : E l pa
lacio. — Quedan poquísimos
vestigios arqueológicos, pero
por descripciones de escrito
res medievales se sabe que
los palacios bizantinos os
tentaban una ornamentación
fastuosa de mosaicos, oro,
mármoles y joyas en profu
sión no igualada. Se cree que
su estructura arquitectónica
era semejante a la de los tem
plos, con las variaciones exi
gidas por su función de v i
vienda, y que abundaban en
ellos los patios y jardines.
L a casa. Era de planta muy
elemental, que se repetía en
los edificios de mayores di
mensiones. La fachada está
protegida por un pórtico, del
que arranca la escalera (fi
gura 190).
La e s c u l t u r a . — La esta
tuaria ocupa un lugar secun
dario en el arte bizantino. En
cambio en los relieves, espe
cialmente en los dípticos y
polípticos de marfil, y en las
arquillas que servían de reli
carios, sobrevive la tradición
helenística (figs. 183-191). En
la escultura ornamental de
capiteles, frisos, etc., se reali
zan complicadas estilizacio
nes de temas vegetales que
más parecen obra de orfebre
que de escultor.
P in t u r a s y mosaicos. —
Las pinturas más antiguas
que decoraban las paredes de
los templos, han desapareci
do. Quedan, afortunadamen
te, los mosaicos, cuyos asun
tos, tomados generalmente de
los libros santos, son una re
petición de los tratados por
87
90. F ig . 191. Tríptico bizantino llamado de Harbaville.
F ig . 192. Mosaico bizantino (siglo vi). Rávena, Italia.
88
91. Fig . 193. Tela de las Brujas. Sicilia. Hacia 1200.
la pintura. Los mosaicos des
tacan sus composiciones so
bre fondo de oro o azul oscu
ro, y, un perfil negro recorta
las figuras, en las que el ar
tista evita el escorzo, así como
la perspectiva, y tiende siem
pre a la simetría (fig. 192).
P o l ic r o m ía de l ib r o s . —
Las miniaturas de los manus
critos tienen verdadera im
portancia artística; con mu
cha frecuencia vienen a ser
como una reducción de la
gran pintura, así como en las
iniciales adornadas se repiten
los motivos de la escultura
ornamental.
T e jid o s . — Los tejidos bi
zantinos alcanzaron grande y
justificada fama, y, durante
la Edad Media, fueron envia
dos muchos a Occidente. Los
dos temas principales que se
hallan en los mismos son: es
cenas de caza o reproducción
de animales, en que se mani
fiesta una fuerte influencia
persa y mesopotámica, y te
mas religiosos, en los que se
continúa la tradición pictóri
ca (fig. 193).
89
92. F ig . 194. Tablero decorativo de la Aljafería. Zaragoza.
ARTE ARABE
La Arabia es la extensa
península bañada por el mar
Rojo, el mar de Omán y el
golfo Pérsico.
Fig . 195. Nim bar de la mezquita
de Alá-Eddin. Konia.
Los árabes, al extender
rápidamente sus conquistas,
lejos de rechazar las civili
zaciones extranjeras, las es
tudiaban, y, no poseyendo
un arte original, se dejaron
influir notablemente por los
pueblos que habían conquis
tado. Efectivamente, el arte
árabe nace de la influencia
bizantina y persa. A estos
pueblos piden los árabes ar
tistas para construir y deco
rar sus edificios.
En España, al construir
Abderramán la mezquita de
Córdoba en el siglo vm, se
vale de les elementos sumi
nistrados por el imperio bi
zantino.
Prescindiremos de la clasi
ficación por escuelas de los
diferentes grupos arquitectó
nicos y solamente diremos
que a pesar de presentar un
carácter general uniforme en
90
93. F i g . 196. El patio de la gran mezquita de Damasco.
todas sus construcciones se
observan algunas diferencias
por las circunstancias de lo
calidad y época.
En todas partes se mani
fiesta por el uso de la cúpula
bizantina, que modifica, dan
do lugar a características so
luciones propias de su arte.
Emplea la arcada y con pre
ferencia los arcos lobulados
y de herradura, así como la
columna con capiteles de dis
tintas form as: todo material
mente calado con rica y exu
berante decoración.
A r q u i t e c t u r a r e l i g i o s a . —
La m e z q u i t a . No es la mo
rada de Dios, sino solamente
un edificio destinado a la ora
ción.
Los elementos esenciales de
toda mezquita son: el mirhab,
nicho de grandes proporcio
nes que señala a los fieles la
dirección de La Meca, ciudad
F i g . 197. Mihrab. Detalle.
Mezquita de Córdoba.
91
94. F ig . 198. Mezquita de Mohammed-Alí. E) Cairo.
santa de los seguidores de
Mahoma; en las grandes mez
quitas el mirhab se sustituye
por una especie de capilla
abovedada y separada del
resto del templo por una va
lla : es la maksura; sólo está
permitida la entrada a este
recinto al príncipe o jefe
supremo de la nación; el
F i g . 199. Mezquita de Ornar, en Jerusalén.
92
95. Fig . 200. Tumbas de los sultanes mamelucos. El Cairo. Siglo xv
nimbar (fig. 195), colocado
junto al mirhab, es como un
púlpito, desde el cual un
sacerdote lee al pueblo ver
sos del Corán, libro sagrado
de los mahometanos; la pis
cina de las abluciones, situada
en el centro de un patio, don
de se cumple el rito de lavar
se antes de la oración; el
minarete, lugar elevado desde
donde un sacerdote anuncia,
a gritos, la hora de la plega
ria.
Las mezquitas, de un modo
general, pueden clasificarse
en dos tipos:
I. Formado por un patio
cuadrangular limitado por
cuatro pórticos; uno de ellos,
generalmente más profundo
y más alto cobija el mirhab o
la maksura, y puede formar
un cuerpo de edificio. A este
tipo pertenecen la mezquita
de Córdoba, y la Mayor de
Damasco (figs. 196-197).
II. Cuyo conjunto parece
una iglesia bizantina, conte
niendo, en el centro, el patio
con la piscina de las ablucio
nes. Los pórticos han sido
convertidos en naves; la plan
ta suele ser cruciforme. Este
tipo es el más corriente en las
mezquitas egipcias (fig. 198).
Hay asimismo mezquitas
conmemorativas o funerarias,
de planta poligonal o circu
lar, como la de Ornar en Je-
rusalén (fig. 199).
Es frecuente que, adosados
a la mezquita, haya una es
cuela y un hospital.
93
96. Fig . 201. El Taj Mahal. Agrá.
India.
A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia .- -
Los enterramientos de califas
y grandes personajes ya he
mos dicho que se verificaban
en las llamadas mezquitas se
pulcrales (figs. 200-201).
Las sepulturas comunes tie
nen muy poca importancia:
las acompaña a menudo una
estela.
A r q u it e c t u r a c iv il . — L a
casa. A pesar de variar no
tablemente la distribución de
la planta en la casa árabe,
según las circunstancias de
lugar y época, se observan
en ella, como carácter general
dos partes esenciales: la des
tinada a la vida íntima, que
podemos llamar interior, y laí
exterior, para recibimiento de’
los forasteros, formada casi
exclusivamente por el patio,]
que tiene gran importancia
en la vida árabe; en él se re
cibe y se trabaja. Lo tienen
hasta las casas más modestas.
Están provistos de aljibes y
plantas de adorno.
Los árabes procuran redu
cir en lo posible la comunica
ción con el exterior, y aun
ésta la velan con espesas ce
losías.
Los res ta n tes comparti
mientos están destinados a la
Fig . 202. Planta de una casa de
Damasco. A, pórtico; B, patio;
C, mandaran, habitación situada
al fondo del patio, generalmente
decorada con riqueza y con sur
tidor de agua, sirve de recibidor;
D, dependencias secundarias: co
cina, horno, etc.; E, sala y habi
taciones varias.
94
97. Fig . 203. Patio de los Arrayanes. Alhambra. Granada.
vid a ín tim a y a usos diversos
(fia. 202).
Los palacios. El conjunto
de edificios qu e constituyen el
palacio carece de sim etría en
su p la n ta : de sencillo aspec
to exterior, ostenta g ra n
riq u eza en la p ro fu sa deco
ración de sus habitaciones,
patios y salas.
El palacio musulmán más
antiguo que se conoce es el
de Ammán, en Siria, del que
sólo se conserva una peque
ña parte del patio.
El más antiguo de España
de que se conserva memoria
es el de Medina Azzahra en
Córdoba, y como muy notable
el de la A ljafería en Zara
goza. Sobrepuja a todos el de
la Alhambra de Granada (fi
gura 203).
Tienen los árabes varios
edificios destinados a servi
cios públicos, tales como la
enseñanza, la beneficencia,
el comercio y la higiene; los
caravanserrallos, especie de
posadas situadas en los cami
nos que conducen a las gran
des ciudades; baños, que han
tenido siempre una especial
importancia en los países de
civilización musulmana; exis
ten aún muchos. Hospitales:
en el s. x ii eran numerosos;
hoy casi han desaparecido
por completo. Los llamados
madrizas, colegios públicos,
a los que suele acompañar
una mezquita y un hospital.
95
98. F ig . 204. Castillo de Coca (Segovia). Detalle.
En ellos además se atendía
a la manutención y gastos de
estudio de los educandos. Su
arquitectura ofrece los carac
teres generales que ya hemos
descrito.
Fig . 205. Arquilla árabe (siglo x i-x ii). Museo de Burgos.
96
99. Algunas de las construc-
rimics militares presentan un
r.niii aspecto arquitectónico,
como puede observarse en el
rastillo de Coca, en España
(fábrica de ladrillos) y cuyas
formas recuerdan las de la
arquitectura persa (fig. 204).
P i n t u r a y e s c u l t u r a . — La
religión mahometana prohíbe
la representación plástica de
personas y animales; ello
explica que el arte árabe no
cuente con escultura y pintu
ra propiamente dichas. Ésta
se reduce a las miniaturas de
los libros, y de aquélla tene
mos poquísimos ejemplos.
A r t e s i n d u s t r i a l e s . — La
capacidad artística de los
árabes se aplicó sobre todo a
las artes industriales. La de
coración a base de complica
das figuras geométricas enla
zadas con temas vegetales,
que se conocen con el nombre
de arabescos, es característi
ca y dominante: la hallamos
en el estuco pintado o atau-
rique y en los azulejos (ladri
llos vidriados de varios colo
res) que revisten los muros
de las viviendas; en las cerá
micas, bronces, marfiles, ar-
tesonados, muebles, esmaltes,
joyas, telas y tapices. En las
artes menores destacaron los
árabes (figs. 194-205).
ARTE MUDEJAR
Es el que se produce por
influencia musulmana en las
regiones cristianas de Espa
ña, durante los siglos ix-xv.
Esta influencia alcanza una
gran importancia *en Castilla
y Andalucía, donde la imagi
nación árabe fantasea sobre
el arte bizantino y da por re
sultado las más ricas mues
tras de este arte, como en
Santa María la Blanca, de
Toledo (fig. 206). En arqui
tectura se usa siempre el arco
de herradura.
F ig . 206. Interior de la Sinagoga
de Sta. María la Blanca (Toledo).
97
100. Fig . 207. Dintel de Saint-Genis-les-Fonts. Rosellón. Francia.
A R TE RO M ANICO
Vistos los dos primeros pe
ríodos de formación del arte
cristiano (Catacambas-Basíli-
cas) y conociendo también el
arte bizantino, pasemos a es
tudiar el tercer período, o
sea el de injlue.nc.ia bizantina
sobre el arte latino occiden
tal, del siglo vi al x, época
en que se forma el arte ro
mánico.
Varias fueron las causas
que obraron sobre el deca
dente arte occidental; influ
yeron sobre todo el oriente y
el norte de Europa, y de un
modo especial el arte bizan
tino.
I n f l u e n c ia b iz a n t in a . Fue
grande en tiempo de Car-
lomagno, quien, deseoso de
reconstruir el imperio de Oc
cidente y de regenerar las
artes, mandó traer artistas de
Bizancio, que hicieron obras
completamente influidas por
el gusto bizantino. Es la más
notable la capilla de Santa
F i g . 208. Planta de la capilla de
Santa María de Aquisgrán.
101. Fig . 209. Capilla de Aquisgrán.
Interior.
María del palacio del Empe
rador en Aquisgrán, cuya dis
posición recuerda San Mar
cos de Venecia (figs. 208-209).
En Francia y en la Marca
Hispánica, hoy Cataluña, se
encuentran también restos
de arquitectura precarolingia
y carolingia (fig. 210) como
se observa en las iglesias de
San Pedro y San Miguel
de Tarrasa, y San Pedro de
las Puellas, en Barcelona.
No haremos el estudio de
los diferentes grupos y escue
las de arte románico y de las
mutuas influencias de unos
núcleos sobre otros, por ser
ajeno a nuestro propósito; di
remos solamente que el arte
románico iniciado en el si
glo x llegó a su apogeo en el
siglo x n y que en el siglo x m
siente ya la influencia del ar
te gótico, iniciándose así el
período llamado de transición.
A r q u it e c t u r a . — La cons
trucción románica se deriva
de la construcción romana,
acomodada a las necesidades
de la época, que obligaron
a economizar los materiales.
Usa como forma exterior
definitiva la que nace de su
estructura.
Las piezas fundamentales
de la construcción románica
son los arcos y las bóvedas
F ig . 210. Baptisterio de San M i
guel de Tarrasa.
99
102. llamadas de canon seguido
(figura 212) que llevan las
presiones a lo largó de los
muros, y las cúpulas (figu
ra 211), construidas sobre
planta cuadrada, en el en
cuentro de nave y crucero.
Fig . 211. Cúpula románica.
A r q u it e c t u r a f u n e r a r ia .—
Siguiendo la tradición de las
catacumbas, el monumento
funerario típico del período
románico es el sarcófago em-
Fig . 212. Bóveda de cañón.
plazado en los claustros y en
los pórticos de las iglesias.
En el siglo x i i se colocan
en los muros interiores de las
iglesias (fig. 213).
— A r q u it e c t u r a re lig io s a . —
En los monasterios, centros
de civilización de la Edad Me
dia, es donde debemos fijar
nuestra atención al estudiar
las grandes obras de arqui
tectura religiosa románica.
La iglesia románica es hija
Fig . 213. Monumento funerario. Siglo xii-
Basilica de San Vicente, Ávila.
103. Dos naves
(Taxó d’Avall)
F ig . 214. Plantas de cruz latina.
Una nave
(S . Benito de Bages)
de la antigua basílica latina,
transformada por la influen
cia bizantina y acomodada a
las necesidades de la época.
Vemos desarrollarse los dos
brazos transversales (tran-
septo) entre el presbiterio y
la nave, para separar a los
monjes del pueblo, y dar a la
planta la forma de cruz; las
torres, hoy llamadas campa
narios, para el acecho y la
defensa; el cimborio sobre el
crucero, y finalmente el em
pleo de la bóveda en vez de
la cubierta de madera de las
basílicas latinas.
Desde el punto de vista de
su planta puede establecerse
la siguiente clasificación:
F ig . 215. Plantas radiales.
101
104. F ig . 216. Á b sid es d el m on a sterio
clu n ia cen se de P a ra y -le -M o n ia l.
I. Ig l e s ia s de c r u z l a t in a :
(eje longitudinal más largo
que el transversal) de cinco,
Fig . 218. Cripta de San Isidoro
de León.
de tres, de dos (rarísimas) y
de una nave (fig. 214) con
ábsides (fig. 216).-^
II. I g l e s ia s r a d ia l e s : de
cruz griega, cuadrilobuladas,
trilobuladas, circulares y po
ligonales (fig. 215).
F ig . 217. Nártex de la iglesia de
Queralps (Gerona).
A c ce so r io s de la s ig l e s ia s .
Pueden considerarse como ac
cesorios :
L a c r ip t a . Pequeña iglesia
inferior, recuerdo de las ca
tacumbas.
E l n á r t e x . Se conserva de
la basílica latina: es una es
pecie de pórtico ante la fa
chada principal (fig. 217).
L a s to r r e s c a m p a n a r io s .
Su forma y emplazamiento
102
105. F i g . 219. Catedral de Worms,
Alemania. Siglo x ii.
varían según las épocas y lu
gares. Se levantan en la fa
chada, a un lado o a ambos
lados de la iglesia, en su par
te posterior, etc. (figs. 219 y
220).
E l c l a u s t r o . Patio portica-
do como el de las primitivas
mezquitas y como los pórti
cos que precedían a las basí
licas latinas. Es el lazo de
unión entre la iglesia y otras
construcciones (fig. 222).
E l a ltar y el r e ta blo . Los
primitivos altares solían ser
huecos como los sarcófagos o
dispuestos en forma de mesa
sostenida por un pilar o va
rias columnas, o por ambos
elementos a la vez (fig. 223).
El retablo acompañó al altar:
era generalmente de peque
ñas dimensiones.
La p ila b a u t is m a l . Nace en
el siglo vi al abolirse el bau
tismo por inmersión.
L a cátedra e pis c o p a l . Silla
monumental de piedra que
ocupaba el obispo; estaba si
tuada detrás del altar que en
las catedrales se alzaba, ais
lado, en el centro del presbi
terio (fig. 224).
M o n a s t e r io s . — Las tradi
ciones romanas de la planta
se conservan también en los
monasterios, ya que desarro
llan una serie de edificios
F ig . 220. San Clemente
de Tahull.
103
106. F ig . 221. Las murallas de Ávila.
alrededor de uno o varios pa- ces de mucha extensión y no
tios (claustros). presentan simetría alguna en
Su conjunto es algunas ve- sus construcciones, en las que
Fie. 222. Claustro del monasterio de S. Stefano, Bolonia.
104
107. F ig . 223. Baldaquino de Tosas F ig . 224. Trono episcopal de la
(siglo xm ). Museo de Arte de catedral de Bari, Italia.
Cataluña.
F ig . 225. Puerta Real. Monasterio de Poblet (Tarragona).
105
108. se atendía principalmente a la
comodidad y buena orienta
ción. Los monasterios se le
vantan generalmente lejos de
las ciudades y eran, no sólo
focos de cultura, sino verda
deros centros agrícolas e in
dustriales, amurallados (figu
ras 225-226) como ciudades
( figura 221).
En las construcciones cis-
tercienses de nuestro país se
observa a menudo el uso del
arco apuntado, llamado oji
va, de modo que esta forma,
que tardó aún en desarrollar
se en otras localidades, era
F i g . 226. Planta del monasterio
de Silos: A, iglesia; B, sala ca
pitular; C, claustro; D, depen
dencias monacales..
aquí conocida, como en Fran
cia, en el siglo xn.
Fie. 227. La «Pahería». Lérida.
106
109. A r q u it e c t u r a c iv il . — Son
Iiiii pocos los edificios civi-
It ii románicos que han subsis-
I lilo hasta nuestros días, y tan
dUpersos, que no podemos
hacernos una idea clara de lo
que fueron la casa y el pala
cio románicos. En Francia y
Alemania, Italia y España se
conservan algunos edificios
públicos y casas privadas, de
los cuales sólo las fachadas
sí* han salvado de la ruina o
de las reformas. En España
son dignos de mención un pa
lacio en Estella (Navarra), la
casa comunal de Lérida ('fi
nura 227) y una casa en Tá-
rrega.
Fig . 228. Fortificaciones de
Carcassonne. Detalle.
F ig . 229. Pórtico de la Gloria. Fig . 230. Templo de Ripoll.
Catedral de Santiago de Detalle de la portada, siglo xn.
Compostela.
107
110. F ig s . 231 y 232. El rey Salomón y la reina de Saba.
Museo del Louvre.
F ig . 233. La Santa Cena. Arca de San Félix. Siglo xi.
San Millán de la Cogolla (Logroño).
108
111. F i g . 234. Arquivoltas de la portada del siglo x i i i
de la catedral de Valencia.
E l c a s t i l l o . Puede con
siderarse en él dos partes: la
destinada a la habitación y la
parte fortificada para la de
fensa ; domina el conjunto la
torre llamada del homenaje,
último refugio en caso de apu
ro (fig. 228).
E s c u l t u r a ,— Aunque la es
cultura románica tiene dos
aspectos, el de los altos y ba
jos relieves, y el de las esta
tuas, hay que estudiarlos en
conjunto, porque se funden
en una sola obra artística, ya
que muchas veces la estatua
reemplaza el fuste de una
columna, se mezcla con los
elementos decorativos orna
mentales y está a menudo
sujeta a la decoración arqui
tectónica (fig. 229 a 233).
La escultura de imágenes,
F i g . 235. Pintura mural romá
nica. Museo de Arte de Cataluña.
109
112. F ig . 236. Pavimento de mosaico. Santa María de Riooll (Gerona).
y aun los relieves de retablos,
etcétera, suelen ser policro
mados.
Su carácter general es de
síntesis del gusto romano y
oriental, y como no podía co
piar la escultura en grande
del arte bizantino por no ha
berla éste practicado, según
hemos dicho ya en su lugar,
copió las figuras y ornamen
tos reproducidos en los mar
files, en los bellos y numero
sos mosaicos, piezas de orfe
brería y miniaturas.
La ornamentación escultó
rica está inspirada en ele
mentos geométricos y en la
fauna y la flora (animales y
plantas).
Los ELEMENTOS GEOMÉ
TRICOS son abundantísimos:
dientes de sierra, escamas,
polígonos, y círculos entrela
zados, cuerdas y trenzados,
etcétera (fig. 234).
La f a u n a es numerosa; así
vemos animales apocalípticos
como símbolo de los Evange
listas ; representación de ani
males reales como el león, el
perro, el ciervo, e imaginarios
como sirenas, grifos, etc. (fi
gura 234).
L a f l o r a es, en general,
imitación de la romana (figu
ra 234), pero con nuevo estilo.
P in t u r a . — P in t u r a m u
r a l. La vemos empleada
en los monumentos del arte
románico que no contienen
decoración escultórica. Se
pintan muros, bóvedas y a
veces incluso la fachada. Es
muy influenciada por las pin-
110
113. Fie. 237. Frontal románico (pintura sobre tabla) de la Seo de Urgel.
turas, mosaicos y miniatu
ras bizantinas (fig. 235).
El carácter general de la
ornamentación románica con
siste en representar los ele
mentos de la naturaleza com
binados fantásticamente.
El mosaico presenta tam
bién influencias orientales y
romanas (fig. 236).
P in t u r a sobr e ta bla. —
Puede estudiarse muy bien
en los frontales pintados, cu
yos caracteres generales son
los mismos que hemos cita
do al hablar de la pintura
mural (fig. 237). Lo mismo
podemos decir de la minia
tura (fig. 238).
Fig. 238. Fernando I. Miniatura
del «Libro de Estampas (s. x i i ).
Catedral de León.
111
114. Fig . 239. Miniaturas de las «Cantigas de Santa M aría» de Alfonso X.
El Escorial (Madrid).
ARTE GÓTICO
Entre los acontecimientos
políticos que influyeron en el
desarrollo de las artes de los
siglos x i i y x m fue el m ás
importante el cambio experi
mentado en el modo de ser
de las ciudades al libertarse
del poder feudal. Desarrolló
se entonces la vida municipal
por el nacimiento de corpora
ciones obreras y mercantiles
que, con gran intensidad de
vida propia, fueron el alma
de la sociedad de esta época.
De ahí que la catedral, que
es el monumento más impor
tante del arte gótico y como
su construcción típica, reúna
el doble carácter, religioso y
civil, ya que sirve para las
ceremonias del culto y para
reunirse las corporaciones a
discutir sus intereses, para la
celebración de fiestas de ca
rácter popular, representa
ción de misterios, etc. Se com
prende, pues, el entusiasmo
con que las poblaciones con
tribuían con su dinero y su
trabajo a la construcción de
las catedrales.
A r q u it e c t u r a g ó tic a . — Su
estructura es derivación de la
románica y por tanto también
de la romana. Obedece a la
necesidad de cubrir grandes
naves e iluminarlas. Se inicia
a mediados del siglo xn, en el
dominio real francés de la
Isla de Francia. El monumen-
112 V
115. ti) característico más antiguo
de data cierta es la iglesia
de la abadía de Saint-Denis
ti 137 a 1144) (fig. 240).
Los elementos constitutivos
de la arquitectura gótica son,
casi todos ellos, más antiguos
(lúe ella misma, ya que no es
la presencia de un elemento
lo que caracteriza una arqui
tectura, sino su empleo artís
tico. El arco apuntado se ha
bía usado ya en Oriente, el
arbotante y batarel en edifi
cios de la Borgoña y la bó
veda ojival tiene precedentes
en Roma y en Siria (véase
el final de la pág. 106).
El principio fundamental
de la construcción gótica es
la bóveda sobre un crucero
de arcos ojivos o bóveda de
crucería (fig. 241), de tal mo
do que las presiones de ésta
se dirigen a los ángulos de
Fig . 240. Interior del templo
de Saint-Denis (1144).
cada entramado, contrarres
tadas por un contrafuerte o
botarel (fig. 242 B ), y el uso
del arbotante (fig. 242 C ) en
el exterior para contrarres-
Fig . 241. Bóveda de crucería.
113
Fig . 242. Contrafuerte
y arbotante.
116. F ig . 243. Fachada lateral de Nuestra Señora de París
(véanse los contrafuertes y arbotantes).
F ig . 244. Fachada principa) do
Nuestra Señora de París.
F ig . 245. Catedral de Reims.
Siglo x i i i .
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