COMO ANALIZAR LA COYUNTURA 2024 ANALISIS ECONOMICO Y POLITICO.pdf
Partenariado público privado
1. VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002
PANEL: “Innovación y gobernabilidad. El Modelo Barcelona.”
Partenariado público-privado: las Agendas Locales 21, participación y
corresponsabilidad
Txema Castiella
Director técnico de Educación Ambiental y Participación
Ayuntamiento de Barcelona
I) Introducción.
En las últimas décadas se han desarrollado diversos mecanismos para incrementar la
cooperación entre los agentes públicos y los actores privados y no gubernamentales. En el
mundo local, en concreto, la posición de la administración municipal como primera puerta de
contacto e interacción entre la sociedad y los poderes públicos –el principio de proximidad-
ha permitido desarrollar numerosas experiencias en múltiples direcciones. Los consejos
consultivos, las normas de participación, el derecho a la información, las transferencias de
capital, la gestión participada de servicios públicos, el patrocinio o los convenios de
colaboración son algunos ejemplos de ese universo en el que se desarrolla la cooperación
entre administraciones públicas, empresas, universidades y asociaciones y fundaciones.
Los beneficios sociales son patentes en muchos aspectos (aumento de recursos, incremento
de la eficacia, valor añadido especializado, innovación....), pero en otros persisten
componentes más intangibles: creación de clima social basado en el diálogo y la crítica
abierta, construcción de consenso cívico, confianza, permeabilidad y refuerzo de los
mecanismos de la democracia representativa.
La complejidad de nuestras sociedades abiertas y los cambios cada vez más acelerados hacen
necesario un fortalecimiento y renovación permanente de esos mecanismos de cooperación.
En los últimos 20 años la irrupción de un nuevo paradigma –el desarrollo sostenible- ha
supuesto un nuevo reto a la formulación de políticas públicas. La conciencia generalizada de
que el modelo de desarrollo actual –basado en un consumo ilimitado de recursos que son
finitos- genera graves perjuicios sociales, económicos y ambientales, está significando un
desafío global para la gobernabilidad local y global. Un desafío que afecta a la propia
perspectiva, límites y principios del desarrollo. Perspectiva porque incorpora con fuerza la
repercusión futura de nuestros actos; límites porque la capacidad de carga y reposición del
planeta no soporta el ritmo actual de crecimiento demográfico y de consumo de bienes y
recursos. Principios porque no es sostenible un sistema que provoca una creciente
desigualdad en el acceso a los bienes y a sus beneficios.
Estamos en un proceso de transición hacia un modelo de desarrollo más sostenible. Un
proceso que, por definición, habrá de ser gradual y cuya velocidad será proporcional al grado
de consenso social y de asunción de responsabilidades colectivas. En este sentido, la Cumbre
de la Tierra promovió, además de convenciones y tratados internacionales, un nuevo
instrumento de cooperación para el cambio: la Agenda 21, un plan de acción para el siglo XXI
basado en la participación y un enfoque holístico del desarrollo y sus consecuencias.
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En el mundo local ello se ha traducido en la experiencia de las Agendas Locales 21, que ha
venido a fortalecer los mecanismos de diálogo, participación y cooperación entre los
diferentes agentes. En esta ponencia se exponen las características de las Agendas 21
Locales, a través de la experiencia realizada en la ciudad de Barcelona y en el marco de la
acción impulsada por el ICLEI a nivel internacional.
II) Las Agendas 21 Locales y el desafío del desarrollo sostenible.
La Cumbre de la Tierra, organizada por Naciones Unidas en Río 1992, supuso la toma de
consciencia por parte de la comunidad internacional de los límites y los peligros del actual
modelo de desarrollo. Un modelo basado en una explotación de los recursos naturales (agua,
energía, suelo....) como si fueron ilimitados, poniendo en peligro la capacidad de renovación
de los mismos y deteriorando la calidad de vida ambiental del planeta, como vemos en el
fenómeno del cambio climático, la desertificación o la pérdida de biodiversidad. Asimismo, el
modelo de producción, consumo e intercambio genera nuevas desigualdades en el acceso a
los recursos y a sus beneficios.
La Agenda 21 era uno de los instrumentos propuestos para avanzar en la transición hacia el
desarrollo sostenible: un plan de acción para entrar en el siglo XXI en condiciones diferentes.
La Cumbre de Río invitó, además, a las ciudades a elaborar sus propias Agendas 21 Locales
que debían concretar las diferentes propuestas que permitieran conseguir la sostenibilidad
urbana. Compatibilizar el desarrollo económico, la producción y el trabajo, por una parte, con
la protección del entorno, los recursos naturales y la reducción de la huella ecológica.
Las Agendas 21 Locales (A21L) se presentan como un instrumento para hacer frente, de
manera global e innovadora, al nuevo desafío del desarrollo sostenible y se incorporan así al
mapa de los instrumentos y mecanismos para fortalecer la participación en el nivel local. Por
sus características (perspectiva a medio-largo plazo, transversalidad y participación) se sitúan
dentro del ámbito de los planes estratégicos. Es decir, su participación se extiende a la
definición de problemas o diagnosis, a la formulación de objetivos e, idealmente, a la
cooperación multisectorial para su realización.
Los principios de la Agenda Local 21 son su carácter estratégico (visión a medio/largo plazo),
un proceso de elaboración basado en la participación de los diferentes estamentos sociales y
la ciudadanía y la asunción de responsabilidades específicas en relación a objetivos
compartidos. Compartir la diagnosis de la situación y elaborar conjuntamente los objetivos
que la comunidad local se fija a medio plazo son los primeros requisitos para favorecer la co-
responsabilidad, es decir, la elaboración de planes de acción específicos (empresas,
administración, universidades, entidades y asociaciones).
Desde 1992, 6.200 administraciones, de más de 100 países, han desarrollado, según ICLEI,
procesos de planificación A21L con distintas metodologías, procedimientos y alcance. En
Europa, más de 1.200 ciudades se han adherido a la Carta de Aalborg, documento aprobado
en 1994 y que ha servido de impulso a la creación de las Agendas 21 Locales en Europa y la
introducción de políticas locales más sostenibles.
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III) La Agenda 21 de Barcelona. Principios y características.
La formulación teórica es, como casi siempre en las formulaciones teóricas, de fácil
enunciado. No obstante, la pregunta es ¿cómo articular procesos de participación, debate y
co-decisión en aspectos tan amplios y hasta abstractos como es el modelo de desarrollo?
Cada ciudad intenta dar su propia respuesta a este reto. En el caso de Barcelona, se ha
optado por un proceso de elaboración de la Agenda 21 basado en la responsabilidad
compartida, que se ha materializado en un Compromiso Ciudadano por la Sostenibilidad,
firmado por más de 100 “stakeholders” de nuestra ciudad entre los cuales figuran los
principales sindicatos y organizaciones empresariales y gremios, las principales
organizaciones cívicas, sociales y ecologistas, las universidades de la ciudad, asociaciones
sectoriales como el Club de Automovilistas o organizaciones de ayuda al desarrollo como
Intermón-Oxfam.
Este Compromiso recoge 10 objetivos a medio plazo, cada uno de ellos con 10 línias de
acción que los desarrollan y, en algunos casos, los concretan. Aunque esta ponencia se
centra más en el proceso que en los contenidos, nos ayudará recordar esos 10 objetivos:
• Proteger los espacios libres y la biodiversidad y ampliar el verde urbano.
• Defender la ciudad compacta y diversa, con un espacio público de calidad.
• Mejorar la movilidad y convertir la calle en un entorno acogedor.
• Conseguir niveles óptimos de calidad ambiental y conseguir una ciudad saludable.
• Preservar los recursos naturales y promover el uso de los renovables.
• Reducir la producción de residuos y fomentar la cultura de la reutilización y del reciclaje.
• Aumentar la cohesión social, fortaleciendo los mecanismos de equidad y participación.
• Potenciar la actividad económica orientada hacia un desarrollo sostenible.
• Progresar en la cultura de la sostenibilidad a través de la educación y la comunicación
ambiental.
• Reducir el impacto de la ciudad sobre el planeta y promover la cooperación internacional.
Muchas de las 100 líneas de acción apuntan actuaciones deseables para avanzar en la
dirección marcada, pero otras, cuando el consenso lo ha hecho posible, cuantifican los
objetivos. Podemos citar algunos ejemplos que pueden hacer más visible la naturaleza de
este Compromiso:
• Conseguir que el 50% del riego se realice con aguas freáticas, pluviales o regeneradas.
• Reducir la velocidad máxima a 30 Km/hora en todas las calles que no formen parte de la
red básica.
• Conseguir una calzada para peatones de 3 metros de amplitud.
• Conseguir que el 12% el consumo total energético de la ciudad provenga de energías
renovables.
• Alcanzar unos niveles de recogida selectiva y reciclaje del 75% para el papel/cartón, 80%
para el vidrio y 60% para otros envases.
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Se trata, por tanto, de objetivos compartidos, y el Compromiso de los firmantes implica la
aceptación de concretar en el próximo año medidas concretas en su propio ámbito de
actuación para contribuir a la consecución de dichos objetivos y, a su vez, implica la
aceptación de hacer públicos y compartir sus resultados.
Desde esta perspectiva, la Agenda 21 se prefigura como un instrumento de “governance” y
en esta ponencia intentaremos transmitir algunas características del proceso.
La premisa principal es que las grandes transformaciones sociales –y el desarrollo sostenible
deberá serlo- dependen en grado máximo del cambio de pautas y hábitos tanto en la
producción y el consumo como en las relaciones sociales. Y ese cambio de hábitos y pautas
sólo será posible desde la construcción de un nuevo consenso social que habrá de descansar
en un acuerdo lo más amplio posible.
Algunas de los principios de la Agenda 21 de Barcelona son:
• ESTRATEGIA. Su carácter de plan estratégico, con una visión a medio plazo, que se ha
concretado en el horizonte de una década (2002-2012). Esta perspectiva gradual, además
de ser realista, ofrece un marco amplio de acción para los distintos sectores y posee un
factor movilizador e ilusionante que es imprescindible en estos procesos de cambio.
• TRANSVERSALIDAD. Su carácter transversal, porque aborda el desarrollo sostenible
más allá de la dimensión ambiental, incorporando las dimensiones económica y social y el
papel que el sector privado y las organizaciones sociales pueden jugar en este proceso. La
A21L se convierte en un instrumento que ayuda a superar la fragmentación o la
segmentación de diferentes programas sectoriales y promueve, por tanto, un diálogo
multisectorial, tanto en el interior de la organización como en el exterior.
• PARTICIPACIÓN. Su carácter participativo se ejerce a diferentes niveles, desde los
agentes intermedios hasta las posibilidades individuales para tomar parte en el proceso,
mediante propuestas y valoraciones. Precisamente este sentido de “tomar parte” es el que
impregna la Agenda 21, no sólo para ganar mayor legitimidad del proceso –combinando
elementos de democracia participativa- sino para conseguir que el consenso se traduzca
después en acciones reales.
• CORESPONSABILIDAD. Ante el tipo de objetivos que hemos descrito, es fácil concluir
que, sin menoscabo de las importantes responsabilidades públicas, es necesario que todos
los agentes y toda la ciudadanía se implique en su consecución. El modelo de la Agenda
21 de Barcelona se significa especialmente porque no tiene como resultado un Plan de
Acción Municipal –en el que recogieran las diferentes demandas y propuestas- sino que
implica la realización de tantos Planes de Acción como actores han asumido el
Compromiso. Se refuerza así el esquema de que los pactos obligan no sólo a la
administración sino al conjunto de stakeholders que han tomado parte en el proceso y lo
han asumido voluntariamente.
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IV) Un proceso de “governance”.
Transversalidad y participación son dos ejes comunes de la mayoría de Agendas 21 Locales.
Transversalidad porque la complejidad y la interrelación de los aspectos sustantivos (desde la
producción y el consumo hasta las formas de planificación urbana, los sistemas de mobilidad
o la gestión de recursos como el agua o la energía) afectan al conjunto de la red de actores
sociales, económicos y ambientales de la comunidad.
Y participación porque la transición hacia un modelo de desarrollo más sostenible depende,
en buena medida, de la creación de un nuevo contrato social, basado en el diálogo, el
consenso y la acción conjunta para alcanzar objetivos compartidos.
Las administraciones públicas disponen de instrumentos de políticas públicas muy potentes
para orientar y canalizar el desarrollo y organizar la convivencia. Las actuaciones legislativas y
normativas que ejercen la función reguladora, la política fiscal, la política de inversión o las
políticas de promoción son algunos de los ejemplos más conocidos. En el caso del desarrollo
sostenible, todas ellas deben tener un lugar importante, pero no son suficientes. Los cambios
de hábitos y valores necesitan ser pactados y generar un nuevo consenso social.
¿Quiénes son los sujetos de este consenso social? En el caso de Barcelona se han
identificado tres redes que cubren un amplio espectro social. La idea de “red” es
consustancial a las nuevas formas de participación y gobernabilidad. Esa aproximación a la
idea de red que connecta diferentes puntos y que cobra sentido en la relación que establecen
entre sí esos centros es útil a la idea de transición pactada hacia la sostenibilidad.
Precisamente dos de las principales características de las redes participativas de “governance”
(Ismael Blanco, Ricard Gomà) son la no-existencia de un centro jerárquico monopolista y la
interdependencia, entendida no sólo como pluralidad sino como dependencia mutua.
La red de actores para la sostenibilidad estaría así constituida por tres redes específicas: 1) la
red de poderes públicos que abarca las diferentes administraciones, los técnicos y
funcionarios pero también instituciones de carácter público como centros escolares y
universidades; 2) la red ciudadana, que está formada por un conjunto heterogéneo de
asociaciones y movimientos ecologistas, asociaciones cívicas, sindicatos, organizaciones no
gubernamentales, empresas emergentes... y 3) la red económica de mercado, con las
empresas de servicios (gas, agua, electricidad...), las asociaciones empresariales y gremios,
los promotores. De entrada, ya existen interrelaciones entre estas tres redes, porque algunos
de los actores pertenecen simultáneamente a una o varias redes. Es el caso de los expertos o
profesionales, o de las centrales sindicales que son agentes socio-económicos o las
universidades que junto a su carácter público actuan a menudo como parte de las redes
ciudadanas. (Joan Font, Ricard Gomà, 2001).
La pluralidad de actores es lógicamente consustancial a la transversalidad de los ámbitos
sustantivos. Y como es previsible, se constatan intereses y valores diferentes y, en algunos
casos, contrapuestos. La administración pública hace frente a numerosas demandas y nuevas
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exigencias en el terreno de la sostenibilidad, las empresas ven con recelo nuevas normativas
o iniciativas que puedan suponer aumento de costes o, incluso, disminución del consumo, las
asociaciones y movimientos ecologistas ejercen de punta de lanza en la denuncia y la
sensibilización que merecen los nuevos retos, los sindicatos se han aproximado
tradicionalmente con prevención respecto al posible impacto negativo de la protección del
medio ambiente sobre la ocupación y los puestos de trabajo industriales. Y así podríamos
seguir.
¿Cuál es, en este contexto, el camino del consenso? Para llegar a un acuerdo entre
actores y redes tan dispares y con objetivos tan diferentes, cuando no contradictorios, es
necesario crear un marco de confianza y de interés mutuo, que permita avanzar en un clima
positivo. Y, aunque parezca obvio, hay que resaltar que estos procesos requieren que la
participación de los actores se garantice a lo largo de todas las etapas, incluyendo la previa
definición de un plan de trabajo consensuado.
En el caso de la experiencia de la Agenda 21 de Barcelona, podemos destacar algunas etapas
de este proceso de diálogo:
1) Definir liderazgo y órgano promotor. Un proceso de participación de estas
características ha de contar con un espacio de relación y de coordinación, donde se
materializa el consenso y desde el cuál se definen las reglas de juego y los
procedimientos.
2) Acordar un plan de trabajo. La decisión de lo que se va a hacer ha de ser compartida.
Es decir hay que participar para decidir qué participación, sobre qué y con qué
instrumentos.
3) Consensuar la diagnosis. La valoración colectiva de dónde estamos y cómo estamos es
un elemento imprescindible, es la base de futuros acuerdos. Esa diagnosis, que supone
establecer puntos fuertes y débiles, que señala los retos más importantes, es la garantía
futura del consenso. De alguna manera, es la formulación de la Agenda y está muy
vinculado con la filosofía y la visión de futuro que, en nuestro caso, vino delimitada por la
Carta de Aalborg, un documento de referencia internacional.
4) Definir los objetivos a conseguir. En el caso de Barcelona se trata de 10 grandes
objetivos que señalan las tendencias o direcciones genéricas hacia la que hay que caminar
para conseguir una ciudad más sostenible. No incorporan cuantificación sino que su valor
es, precisamente, su carácter de objetivos compartidos y, por lo tanto, su formulación ha
de ser apta para todos los actores.
5) Establecer las líneas de acción o lo que en terminología de l’ICLEI se denomina
opciones para la acción. Tienen una doble función: señalar pistas o opciones para trabajar
y, a la vez, ofrecer un amplio marco donde todos los actores puedan identificar sus
terrenos de acción, que no tienen por qué ser los mismos. Las líneas de acción sí que
señalan, en algunos casos, objetivos más específicos y cuantificados. (ver un ejemplo,
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residuos, por ejemplo).
6) Formular Planes de Acción. La Agenda 21 de Barcelona no contempla un único Plan de
Acción –generalmente responsabilidad del Ayuntamiento, donde se recogen las
propuestas y prioridades surgidas del proceso de participación- sino que se basa en una
pluralidad de Planes de Acción. Esta es, como hemos dicho, una de las características más
singulares del proceso.
7) Evaluación y seguimiento. Como cualquier plan de carácter estratégico, ha de
contemplarse la función evaluadora, con el fin de establecer y difundir los progresos y los
obstáculos, pero sobre todo, para poder retroalimentar el proceso. En el caso de
Barcelona, ello se prevé mediante un seguimiento anual por parte del Consejo, una
batería de indicadores, un banco de experiencias y la difusión de los planes de acción de
los diferentes actores.
V) Un espacio de diálogo y consenso: el Consejo Municipal de Medio Ambiente
y Sostenibilidad.
La concepción participativa y pluralista de las Agendas 21, como instrumento nuevo para
avanzar colectivamente hacia la sostenibilidad, ya contemplaba la idea de un Foro Ambiental,
un organismo que agrupara los diferentes actores implicados, idea que recogió el ICLEI en su
metodología para impulsar las Agendas 21.
También aquí cada ciudad ha de escoger su propia opción a partir de las características y
necesidades del proceso. En el caso de Barcelona, se optó por crear un Consejo consultivo,
aprovechando el reglamento Municipal de participación Ciudadana que regula las funciones y
características de estos organismos.
Así, en 1998, se creó el Consejo Municipal de Medio Ambiente y Sostenibilidad, un órgano de
participación y consulta que puede emitir informes y dictámenes sobre diferentes aspectos
municipales, sin carácter vinculante. No obstante, las Normas de este Consejo determinaban,
de manera excepcional, que este organismo sería el promotor de la Agenda 21 de Barcelona.
A la práctica, esta voluntad se ha convertido en la aceptación –por parte de todos los actores,
incluyendo el propio gobierno municipal- de que el Consejo era el lugar donde debía residir el
consenso y la aprobación de Agenda 21 de Barcelona.
Este ha sido un factor determinante para el éxito del proceso, porque todos los miembros del
Consejo se han sentido parte determinante de los resultados y no meros observadores o
asesores. A la práctica, ello se ha traducido en el hecho que la última y definitiva versión del
Compromiso Ciudadano por la Sostenibilidad se aprobó en este órgano de participación antes
de someterse a la firma por cada uno de los actores.
La composición del Consejo revela una voluntad de garantizar el pluralismo y el equilibrio
entre las partes. Las Normas definen un númerus clausus de sus miembros (actualmente
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120) que provienen del Gobierno municipal (electos representantes de todos los Grupos
políticos, de acuerdo a la proporción en que están presentes en el Consistorio y técnicos
municipales), del movimiento vecinal y ecologista, de los sindicatos, gremios y asociaciones
empresariales, de las empresas de servicios (agua, gas, electricidad, telefonia...), de las
universidades presentes en la ciudad y otros sectores. Existe también un grupo de 10
expertos, que a título individual, forman parte del Consejo por su bagaje y trayectoria
profesional e intelectual y hay además otros miembros observadores, con voz pero sin voto.
El Consejo está presidido por el Alcalde de la ciudad y una de las dos VicePresidencias la
ostenta un representante del movimiento ecologista y la otra del mundo empresarial.
El régimen de sesiones está regulado por las Normas y básicamente consta de dos reuniones
plenarias al año, cuatro reuniones de la Comisión permanente –más reducida- y un número
flexible de grupos de trabajo. El Ayuntamiento de Barcelona provee recursos técnicos –un
funcionario ejerce de Secretario Técnico- y de recursos económicos para ayudar en su
funcionamiento.
En este sentido, es interesante resaltar que hay algunas iniciativas que intentan reforzar la
identidad de grupo y la interrelación entre los miembros, favoreciendo la comunicación y la
cooperación entre ellos. Destaca el Boletín del Consejo, que periodicidad bimensual, que se
difunde al conjunto de las entidades de la ciudad, o los servicios de formación y publicaciones
para sus miembros. Todo esto sólo nos interesa ahora para resaltar la necesidad de fortalecer
la identidad de un colectivo que ha de asumir un reto importante, y en el cual hay que
favorecer un clima de confianza y un intercambio real sobre puntos de vista y valores. El
factor humano está presente en todas las dinámicas sociales y, también en estos procesos la
confianza es fruto del conocimiento y la interelación.
El Consejo ha jugado, desde su creación en 1998, ese papel de promotor y de liderazgo
colectivo, a lo largo de todo el proceso. Destacamos:
• La creación de 13 grupos de trabajo que, durante 6 meses cada uno de ellos, realizaron
informes de diagnóstico y propuestas sobre ámbitos como la biodiversidad, la energía, el
ciclo del agua, los residuos, la actividad económica o la educación ambiental. Estos grupos
estaban formados por miembros del Consejo y supusieron un primer ejercicio de
intercambio, diálogo y primer consenso en unos materiales que serían luego abiertos a
debate público.
• Aprobación de un plan de trabajo que incluía las características principales del proceso, su
calendario (a resaltar que se decidió formalizar el Compromiso Ciudadano antes del último
año, para no coincidir con período pre-electoral y facilitar así el consenso político) y el
plan de participación ciuadana.
• Aprobación del primer borrador de Compromiso Ciudadano para la Sostenibilidad-Agenda
21 de Barcelona, que después de una nueva fase de debate público, el mismo Consejo
aprobó –aceptando o rechazando algunas emmiendas- en versión definitiva el 21 de mayo
de 2.002. El Consejo ha sido, así, promotor de la participación ciudadana y receptor de las
propuestas e ideas resultantes.
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• Invitación a la Acción. El Consejo ha invitado formalmente a las entidades e instituciones
de la ciudad a sumarse a este proceso, firmando el Compromiso, así como al conjunto de
la ciudadanía. Independientemente del alto valor del compromiso de sus miembros, esa
invitación tiene una legitimidad mucho mayor en la ciudad que si proviniera solamente de
alguno de sus actores.
VI) El proceso de participación ciudadana.
La participación había de ser un elemento definitorio de la Agenda 21 de Barcelona, por
voluntad política y por voluntad de las partes. Pero ello no era fácil por diversos motivos: por
la propia dimensión de Barcelona, una gran ciudad de un millón y medio de habitantes, por el
escaso conocimiento ciudadano del proceso, por la complejidad técnica de algunos de los
temas (biodiversidad, energía, cambio climático....) y también por un calendario
relativamente limitado.
En estas circunstancias, podría haberse decidido que la fase de participación institucional, con
una intensa implicación de los miembros del Consejo, ya era suficiente para legitimar el
carácter participativo de la Agenda 21. Pero se optó por abrir el proceso al debate ciudadano,
sabiendo las limitaciones, pero también asumiendo que la Agenda 21 es una oportunidad de
información, de educación ambiental, de movilización y de sensibilización, y sobre todo, es un
instrumento de cambio social que requiere facilitar la participación de cuantos más actores,
colectivos y ciudadanos mejor.
Con la ayuda del Equipo de Análisis Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, se
diseñó un marco teórico, conceptual y operativo para desarrollar un proceso de participación
que debía combinar ambición con realismo, innovación con sistematización. La propuesta
desarrollada se puede sintetizar en los siguientes elementos:
• Tres fases: información, deliberación y concreción.
• Dos perspectivas de trabajo: Territorial y temática.
• Dos tipos de protagonistas: entidades y ciudadanía.
No corresponde ahora detallar cada uno de estos aspectos, pero destacar algunas
características:
• Sin información accesible y comprensible no hay participación. Una de las
dificultades ya mencionadas era el desconocimiento o la complejidad de algunos aspectos
sobre la diagnosis o las propuestas por no hablar del mismo proceso (menos de 1% de la
población de Barcelona había oído hablar en el año 2000 de las Agendas 21). Por eso, se
hizo un gran esfuerzo de comunicación, tanto para hacerla comprensible (los documentos
del Consejo se sintetizaron y se reescribieron en lenguaje menos técnico, se editaron y
distribuyeron miles de guías de educación ambiental sobre los aspectos tratados en la
Agenda 21....) así como accesible (se hizo llegar información de la Agenda 21 a los
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600.000 hogares de la ciudad, la web garantizó una información puntual de actos y
documentos, etc.).
• La participación es sinónimo de proximidad. Para favorecer un amplio debate
ciudadano se descentralizaron muchos de los actos e iniciativas en los barrios de
Barcelona. Los Distritos Municipales –diez en la ciudad- jugaron un papel importante
dinamizador del proceso, creando núcleos de la Agenda 21 con entidades de jóvenes,
entidades cívicas, escuelas o comerciantes. A lo largo de un año se realizaron más de 200
actos de información y debate en los barrios de la ciudad, de manera descentralizada,
abordando aquellos aspectos que les eran más prioritarios o interesantes. Más de 3.000
personas participaron directamente en esos actos, recogiéndose un total de más de 900
propuestas o sugerencias a los documentos del Consejo. También la comunidad educativa
tuvo su mecanismo de participación y más de 70 escuelas de Barcelona participaron en el
programa Agenda 21 Escolar, con la implicación de profesores, padres y madres y
alumnos.
• La participación requiere innovación en los métodos. Uno de los retos actuales
para cualquier proceso participativo es superar los viejos esquemas de actos-conferencias,
en los que la participación queda muy limitada. El propósito en este sentido de la Agenda
21 era ensayar y poner en práctica técnicas innovadoras que persiguiesen una
participación activa del conjunto de los asistentes en los actos. Así se emplearon diversas
técnicas, especialmente, el método “delibera” que permite a todos los participantes
posicionarse en grado de acuerdo o desacuerdo sobre diferentes aspectos y facilita la
exposición de argumentos, sobre todo de las minorías. En este tipo de procesos, uno de
los peligros a evitar es la monopolización del uso de la palabra por parte de determinados
actores (ya sean la administración, los expertos o los movimientos ecologistas). Se huyó
siempre que se pudo de las conferencias y las exposiciones iniciales procuraban no
rebasar los 15 minutos.
• Los procesos participativos requieren tiempo y recursos. Para hacer realidad el
principio de “tomar parte” o “sentirse parte de” es necesario que exista un calendario
suficientemente cómodo para que los protagonistas no tengan la sensación de que “todo
está hecho” y que sólo se les pide su opinión para legitimar un proceso. La opción del
Consejo fue en este sentido radical, porque de decidió destinar un año entero –2001- a
este proceso abierto de debate y participación, lo cual permitió que diferentes actores
organizaron sus propios actos con tiempo suficiente. Asimismo, el Ayuntamiento destinó
recursos económicos para facilitar el proceso (animadores de debate, medios técnicos,
actas de las reuniones, recogida de propuestas, etc.).
• Internet al servicio del debate público. La puesta en marcha de la web
www.bcn.es/agenda21, fue uno de los instrumentos novedosos del proceso. No sólo se
podía consultar los documentos (diagnósticos, propuestas, informes sectoriales... del
Consejo, sino que había instrumentos de información ciudadana como guías, indicadores,
un calendario de actos previstos y un mecanismo para participar activamente desde casa,
valorando las propuestas y enviando sugerencias, críticas e ideas. El web ha tenido una
media de 2.500 visitas mensuales durante todo el año y ha sido un instrumento
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estratégico en la fase final de redacción del Compromiso Ciudadano por la Sostenibilidad,
cuya redacción ha sido un ejercicio colectivo en el cual la mayoría de aportaciones de
entidades y ciudadanos se ha materializado a través de Internet.
VII) El Compromiso Ciudadano por la Sostenibilidad.
Este documento recoge el fruto del proceso de más de cuatro años de trabajo y es la
culminación de una fase especial de participación. Durante seis meses (diciembre 2001-mayo
2002) el primer borrador estuvo sometido a un proceso específico de debate y enmiendas. En
esta fase, la prioridad se focalizó en las entidades y agentes intermedios, así como en los
miembros del Consejo, aunque también era posible participar a nivel individual.
Se organizaron 10 Fórums temáticos –uno por cada objetivo propuesto- donde se discutieron
monográficamente las propuestas de objetivos y líneas de acción, acordando un redactado
final. Los Fórums eran abiertos, pero existía una condición previa: se debía haber contestado
previamente un cuestionario específico sobre cada tema, valorando los diferentes aspectos.
Se conseguía así una mayor calidad de las discusiones finales sin perder el grado de apertura.
Participaron en esta fase final 480 usuarios, 180 de los cuales representaban a entidades o
instituciones, y se discutieron más de 1.300 enmiendas. El Compromiso fue, pues, resultado,
de un proceso de elaboración colectiva.
El propósito era conseguir un documento que fuera breve y comprensible, que sintetizara los
objetivos y líneas de acción prioritarios después del proceso de debate, que ofreciera una
visión colectiva y negociada de la Barcelona sostenible que se pretendía para el futuro y que
fuera un marco en el que todos se sintieran comprometidos a trabajar. Ese documento fue
aprobado en Mayo por el Consejo y durante 2 meses fue ratificado por cada uno de las
organizaciones miembro. El propio Ayuntamiento aprobó el Compromiso en sesión plenaria de
junio de 2.002, con unanimidad de todos los grupos políticos. El 9 de Julio el Compromiso fue
firmado por 114 actores, muchos de ellos no presentes en el Consejo, y entre los cuales hay
instituciones públicas, entidades sociales y ecologistas, sindicatos, universidades, empresas,
gremios, etc.
¿Qué supone la firma del Compromiso? Como ya se ha avanzado, la firma del Compromiso
formaliza, con cierta solemnidad, la implicación de los actores en el proceso y los
compromete en dos direcciones. En primer lugar, a elaborar un plan de acción propio en el
cual expongan y concreten qué acciones voluntarias van a poner en marcha para contribuir a
los objetivos comunes. Este carácter voluntario significa que los diferentes actores pueden
escoger aquellos objetivos y aquellas líneas de acción que les sean más propias, significativas
o interesantes atendiendo a su posición y valores. El énfasis recae, pues, en impulsar los
avances de cada colectivo respecto a él mismo en el tiempo.
En segundo lugar, los firmantes se comprometen a hacer públicos sus planes de acción y a
compartir sus resultados. Este aspecto, que podría parecer accesorio, es importante para
seguir consolidando la idea de red y la idea de proyecto colectivo. El Consejo Municipal de
12. VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002
12
Medio Ambiente y Sostenibilidad es el depositario de las firmas así como de los Planes de
Acción y, a través de él, está previsto que el Ayuntamiento de Barcelona canalice nuevos
recursos para impulsar y ayudar a la realización de planes de acción, y para hacer efectivo el
intercambio de experiencias así como la difusión de buenas prácticas. Un conjunto de
indicadores servirán para complementar el grado de evaluación y seguimiento de este
proceso.
Desde del punto de vista del Gobierno Municipal, la Agenda 21 supone una oportunidad para
impulsar las nuevas políticas de sostenibilidad urbana, consiguiendo un mayor consenso
social. Pero sobre todo es una oportunidad para fortalecer la participación y la
responsabilidad compartida del conjunto de actores y para la ciudanía. Ello exige dedicar
recursos públicos al proceso pero demanda también una aceptación, reconocimiento e
impulso a los protagonistas, cada vez más diversos, poniendo en marcha mecanismos que
permitan conseguir el consenso –el mínimo denominador común- y compartir el liderazgo.
BIBLIOGRAFÍA
“Gobierno Locales y Redes Participativas”. Ismael Blanco y Ricard Gomà (coords.). Ed. Ariel,
Barcelona, 2002.
www.bcn.es/agenda21. Pueden consultarse los textos del Compromiso Ciudadano por la
Sostenibilidad en castellano y en ingés.
“Criteris i propostes per a la participació ciutadana de l’Agenda 21 de Barcelona”. Ricard
Gomà, Joan Font, UAB, noviembre 2000.
Normas reguladoras del Consejo Municipal de Medio Ambiente y Sostenibilidad. Pueden
consultarse en castellano e inglés en www.bcn.es/agenda21.
Guia Europea para la Planificación de las Agendas 21 Locales (ICLEI).
RESEÑA BIOGRÁFICA
Txema Castiella (Gijón, 1958) es Director de Educación Ambiental y Participación del
Ayuntamiento de Barcelona. Es, a su vez, Secretario Técnico del Consejo Municipal de Medio
Ambiente y Sostenibilidad, organismo consultivo promotor de la Agenda 21 de Barcelona.
Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona. Máster en Políticas Públicas y Sociales
por la Universidad Pompeu Fabra y la Universidad John Hopkins y diplomado en Función
Gerencial en la Administración Pública.
Funcionario del Ayuntamiento de Barcelona desde 1983 ha desempeñado responsabilidades
en los departamentos de Juventud, Servicios Sociales y ha sido Director de Promoción y
Participación Social.