La no-ciudad tiene una mala reputación y se percibe como un caos urbano y la destrucción de la ciudad como forma de vida social. Jane Jacobs argumentó que una ciudad necesita espacios públicos donde la gente pueda interactuar, y que sin esa dimensión pública y expresión de vida colectiva, una ciudad es solo un conjunto de edificios sin alma. La ciudad depende de sus centros donde fluye la gente y las ideas, dándole sentido a la experiencia urbana.