1. Tito Macio Plauto L a c o m e d i a d e l a o l l a
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PERSONAJES
EUCLIÓN, viejo. Adrián
ESTÁFILA, vieja esclava. Ainhoa
EUNOMIA, hermana deMegadoro, madrede Licónides. Sara
MEGADORO, viejo. Fernando
ESTRÓBILA, esclavo. Marina
CONGRIÓN, cocinero. Pedro
ÁNTRAX, cocinero. André A.
PITÓDICO, esclavo. Diego
LICÓNIDES, joven. Mario
ESCLAVO DELICÓNIDES. André B.
FEDRIA, joven, hija deEuclión. Jana
FLAUTISTAS. Andrea y kenda
PRÓLOGO DIOS LAR. APARECEN EUCLIÓN, FEDRIA, LICÓNIDES Y MEGADORO.
LAR —(OFF) Yo soy el dios LAR de esta familia deaquí. Ya hace muchos años que estoy instalado en esta casa y encargado
de su tutela, en tiempos ya del padre y del abuelo del que vive ahora en ella.La cosa es que el abuelo me vino un día con
muchas súplicas y me encomendó en secreto un tesoro, fue y lo enterró en medio del hogar, pidiéndome que yo me
hiciera cargo deello.Cuando murió, de lo avaro que era, no lequiso dar el tesoro a su hijo, prefirió dejarlesin una perra
que indicarledóndeestaba escondido.Me puse a observar si el hijo me hacía un poco de caso.Pero era igual de tacaño
que el padre, no se ocupaba de mí y me hacía muy pocas ofrendas.Así que yo por mi parte hiceexactamente lo mismo,
nunca le ofrecí el tesoro, o sea que se murió tan pobre como había vivido.Dejó un hijo de su misma rácana condición,
Euclión,que es el que viveactualmente aquí en la casa y que tiene una hija única,Fedria,queno deja pasar un día sin
venir a rezarme: me ofrece incienso,vino o lo que sea y me pone coronas deflores.Ella ha sido la causapor la quehe
hecho encontrar el tesoro a Euclión,su padre, para que la pudiera casar así más fácilmente, si es que quiere. Porque la
sedujo un joven de una familia demuchas campanillas.Él sabequién es ella,pero ella no sabe quién es él y el padreno
sabenada de nada.Por obra mía va a pedirla hoy en matrimonio el viejo ese que vive ahí al lado,pero eso lo hago sólo con
el fin de que se casemás fácilmente con ella el joven que la sedujo.Y es que el viejo que la va a pedir en matrimonio es tío
del joven que la sedujo de noche, en la vigiliadeCERES. Pero ya está nuestro viejo Euclión gritando ahí dentro como de
costumbre. Está echando a la vieja Estáfilafuera,para que no se entere de nada.Seguro que es que quiere darleuna
vuelta al tesoro,no sea que se lo roben.
ACTO I
ESCENA PRIMERA EUCLIÓN, ESTÁFILA
EUC. — ¡Fuera, fuera, maldición!¡mirona,más quemirona!
ESTÁ. — Pero, ¿por qué me pegas? ¡Desgraciada demí!
EUC. — ¿Que por qué te pego, desgraciada!Pues para quelo seas de verdad y para que lleves una vejez tal como te la
mereces, de mala que eres.
ESTÁ. — Pero, ¿por qué me echas ahora de casa?
EUC. — ¿A ti te voy a tener que dar yo explicaciones? ¡Retírate de la puerta! ¡Mira qué manera de moverse! ¡Como llegue
a echar mano de un palo o de un látigo,verás cómo te alargo esos pasitosdetortuga!
ESTÁ. — ¡Mejor prefería verme en la horca que tener que servir en tu casa!
EUC. — ¡Mira cómo protesta para sus adentros,la maldita!Los ojos te voy a sacar,malvada,para queno puedas andar
espiando lo que hago. Retírate más, un poco más, un —¡eh!, para ahí—.Te juro que si te mueves de ahí o si vuelves la cara
para aquí antes de que yo te lo ordene, vas a acabar en la horca,a ver si así aprendes.No he visto en mi vida una vieja más
mala que ésta. ¡Menudo miedo le tengo!, en la nuca tiene ojos,la maldita.Para mí que se huele dónde está escondido el
oro. Voy a comprobar si está todavía el oro allí en su escondite. (Entra en casa.)
ESTÁ. — Por Dios,qué locura leha entrado a mi amo: que ahora me echa de casa hasta diezveces al día... Por Dios,se
pasa las noches enteras en vela, por el día no se mueve de casa… Yno sé ya cómo ocultarlela deshonra desu hija,que
está a punto de dar a luz; me parece que la mejor solución sería echarmeuna soga al cuello y quedarme colgando.
LA COMEDIA DE LA OLLA
(Aulularia)
Tito Macio Plauto
2. Tito Macio Plauto L a c o m e d i a d e l a o l l a
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ESCENA SEGUNDA EUCLIÓN, ESTÁFILA
EUC. — Está todo en orden. ¡Qué desahogo! (A Estáfela.) ¡Entra y vigila!
ESTÁ. — ¿Que vigiledentro? ¿Para qué? ¿Para que no se lleven la casa? Porqueotra cosa no veo yo que puedan sacar de
ahí los ladrones,está toda vacía,no hay más que arañas.
EUC. —Quiero quedarme con mis arañas,bruja.Entra y cierra la puerta,enseguida vuelvo. Mucho cuidado, mientras yo
esté fuera, no quiero que dejes entrar a nadieen mi casa. Todavía te digo más,así venga la buena suerte en persona,no la
dejes entrar.
ESTÁ. — ¡Por Dios!,de eso me parece que se cuida ya ella misma,porquehasta ahora no ha puesto jamás los pies en esta
casa,a pesar de no andar lejos depor aquí.
EUC. — Calla y adentro contigo.
ESTÁ. — Callo y entro.
EUC. — Cierra por favor la puerta con los dos pestillos.Yo vuelvo enseguida. (Estáfela entra en casa.) Se me parte el alma
de tener que salir decasa.Juro que me voy completamente a la fuerza.Pero yo sé lo que me hago. Porque es que el jefe
de nuestra CURIA ha dicho que va a hacer un reparto de una moneda de plata por cabeza; si lo dejo y no voy a por ello,
enseguida van a sospechar todos de que tengo un tesoro en casa,porque es muy increíbleque una persona pobre como
yo deje pasar la ocasión deir a recoger dinero, sea la cantidad que sea.No hay que levantar sospechas.Así que a por la
monedita y luego a casita lo más pronto posible.
ACTO II
ESCENA PRIMERA EUNOMIA, MEGADORO
EUN. —Hermano, al grano: el motivo por el que te he traído aquí a solas es para poder hablar con tranquilidad contigo de
tus intereses familiares.
ME. — Soy todo oídos. A ver, hermana, ¿de qué se trata?
EUN. — Se trata de una cosa que ojalá te traiga felicidad sin término:
ME. — ¡Dios lo haga!
EUN. — quiero que contraigas matrimonio:
ME. — ¡Dios mío!
EUN. — quiero que contraigas matrimonio:para quetengas hijos.
ME. — ¡Dios mío, muerto soy!
EUN. — Pero, ¿qué pasa?
ME. — Pobre de mí, tus palabrasson más duras quela piedra.Antes morir que casarme.
EUN. — Es por tu bien.
ME. —De todos modos, estoy dispuesto a ello,si me das una mujer con la condición deque entre mañana en casa y
pasado mañana la saquen...Si estás de acuerdo con esta condición,entonces, enseguida, haz los preparativosdela boda.
EUN. — Yo, hermano, ya te encontré una, que tiene una buena dote, pero... es un poco mayor, una mujer de media edad.
ME. — ¿De media edad? ¿Me permites hacerte una pregunta, hermana?
EUN. —Dispara.
ME. — Si un hombre de más de media edad, se casa con una mujer de edad media, si seda el caso de que la vi eja se
queda en estado del viejo, ¿no crees que la criatura recibedetodas todas el nombre de Póstumo? Yo, hermana, quiero
ahorrartey aminorartetodos esos cuidados.Graciasa Dios y a nuestros mayores, tengo suficientes riquezas .
EUN. — Dime entonces, quién es la que quieres tomar por esposa.
ME. — Ahora mismo. ¿Conoces tú al viejo este pobrete de aquí al lado,Euclión?
EUN. —Claro que le conozco y, por Dios,que no es mala persona.
ME. — Su hija Fedria,quees soltera,quiero pedir por esposa. Ya sé lo que vas a decir:que es pobre; pues pobre y todo,
me gusta.
EUN. — ¿Vas entonces a pedir su mano?
ME. — Más temprano que tarde. Mirad,por ahí viene el padre, Euclión,dejadnos.
EUN. —Que te vaya bien, hermano. (Entra en casa.)
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ESCENA SEGUNDA EUCLIÓN, MEGADORO
EUC. — No, si tenía yo el presentimiento al salir decasa deque iba en tonto, y por eso me marchaba a disgusto:no se ha
presentado nadiede la curia,ni el jefe que iba a hacer el reparto. ¿Y si lo saben todos? Hasta mis vecinos me saludan
todos más atentos que antes, se acercan,separan conmigo, me dan la mano, me preguntan qué tal estás,cómo se anda,
qué haces.
ME. — ¡Salud y suerte, Euclión!
EUC. — Queda con Dios,Megadoro.
ME. — ¿Qué tal,cómo se anda,qué haces?
EUC. — (Aparte) Sabe ya que tengo el oro, por eso me saluda tan atento. ¿Se lo habrá soplado la vieja?- Contento y bien
de salud,gracias.
ME. — Dime, pues, ¿de qué te quejas?
EUC. —Me estoy quejando de mi pobreza. Tengo una muchacha soltera ya mayor, sin dote y que no hay quien la case.
ME. — No te apures,Euclión. Atiéndeme un momento que tengo que hablartede un asunto que nos interesa a los dos.
EUC. — (Aparte.) ¡Ay desgraciado demí, eso es que me han soplado el oro!
ME. — ¿A dónde vas?
EUC. — Ahora mismo vuelvo, que tengo que ir a casa a ver una cosa. (Entra en casa.)
ME. — Caray,me parece que en cuanto lediga algo de la hija,de que me la dé en matrimonio, va a pensar que me burlo
de él; es que yo no he visto nadieque se ande con más estrecheces a causa desu pobreza.
EUC. — (Aparte, saliendo de casa.) Gracias a Dios,todo está en orden. ¡Menudo miedo tenía! Antes de entrar en casa,casi
me desmayo. Aquí me tienes, Megadoro, para lo que quieras mandar.
ME. — Gracias.Vamos a ver, contéstame francamente y sin reparos a lo que te pregunte.
EUC. — De acuerdo,con tal que no me preguntes algo que yo no tenga gana de decir.
ME. — Dime, ¿qué opinión te merece mi linaje?
EUC. — Buena.
ME. — ¿Me tienes por una persona honorable?
EUC. — Desde luego.
ME. — ¿Qué dices de mi conducta?
EUC. — Digo que no es ni mala ni reprobable.
ME. — ¿Sabes... la edad que tengo?
EUC. — Sé que es elevada,lo mismo que tus riquezas.
ME. — Yo, por mi parte, bien sabeDios que siempre he creído, y lo sigo creyendo, que eres lo que se diceun ciudadano sin
tacha.
EUC. — (Aparte.) A éste leda el tufo del oro. ¿Qué es lo que quieres entonces de mí?
ME. — Puesto que tú estás bien informado sobremi persona y yo sobrela tuya, ahora,para bien mío, tuyo y de tu hija,te
pido que me la des por esposa.Prométemelo.
EUC. — ¿Me estás pidiendo en matrimonio a mi hija? Vamos,Megadoro, te burlas de mí.
ME. — Por Dios que no es mi intención el burlarmede ti; no bromeo con temas tan serios.
EUC. — ¿Por qué me pides entonces la mano de mi hija Fedria? Tú eres un hombre rico y yo el último de los pobretones,
no tengo dote que darle.
ME. — Déjate de dotes, con tal de que sea de buena condición,bastantedotada está.
EUC. — No, yo te lo digo, porque no vayas a pensar que he encontrado un tesoro.
ME. — Lo sé, no hace falta que me lo avises;prométeme la mano de tu hija.
EUC. — Sea. (Se oyen unosgolpes de zacho.) ¡Santo Dios,ahora sí que estoy perdido!
ME. — ¿Qué te pasa?
EUC. — ¿Qué es lo que ha sonado,algo así como un ruido metálico? (Entra corriendo en casa.)
ME. — (Volviéndose a mirar hacia su casa.) No, es que he mandado cavar aquí en casa el jardín.¿Pero dónde está éste? Se
ha marchado sin darme una contestación.
EUC. —(Aparte, saliendo de casa.) Gracias a Dios,todo en orden.
ME. — Entonces, ¿qué? ¿Me prometes la mano de tu hija?
EUC. — Pero sin dote. Te la prometo. Pero ten presente que hemos convenido que no llevaría dote al matrimonio.
ME. — Lo sé. ¿Tienes algo en contra de que celebremos la boda hoy mismo?
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EUC. — De ninguna manera,todo lo contrario.
ME. — Entonces me voy para hacer los preparativos. Yo me encargo de organizar el …..
EUC. — Bien.
ME. — (A su esclavo.) ¡Tú, Estróbila,ven conmigo enseguida deprisa al mercado!
EUC. — Se fue. ¡Dioses inmortales,lo que puede el oro! Estoy seguro que es que se ha enterado de que tengo un tesoro
en casa y no está más que deseando echarlela garra,por eso se ha empeñado en emparentarse conmigo.
ESCENA TERCERA EUCLIÓN, ESTÁFILA Y FEDRIA
EUC. — ¿Dónde estás,demonio?, Estáfila,te estoy llamando.¿Es que estás sorda? Deprisa,lavay purificael cacho de
vajillaquehay en casa,que he prometido a mi hija:hoy mismo la caso con Megadoro.
ESTÁ. — Que sea para bien, pero por Dios,no puede ser con tanta prisa.
EUC. — Calla y vete. Ocúpate de que esté todo a punto cuando vuelva del foro. Y cierra la casa,ahoramismo vuelvo. (Se
va.)
ESTÁ. — Dios mío, ¿qué hago yo ahora? Estamos al borde de la perdición,lo mismo yo que la hija del amo,que está a
punto de dar a luzy se va a descubrir su deshonra.
FEDRIA— ¿Qué ocurre Estáfila?
ESTÁ. — Hasta ahora os hemos tenido oculta y en secreto, pero ya es imposible. Vuestro padre os ha prometido:
FED. — ¡Dios mío!
ESTÁ. — hoy mismo os casáiscon Megadoro.
ME. — ¡Dios mío, muerta soy!
ESTÁ. — Antes de lo que pensáis si alguien os ve aquí fuera luciendo la deshonra.¡Entrad! ¡Aprisa!¡Dios mío, la palos que
voy a tener que tragarme!
ESCENA CUARTA ESTRÓBILA, ÁNTRAX, CONGRIÓN, FALUTISTAS y PITÓDICO
ESTR. — Bien, flautistas y cocineros,mi amo,el que os ha contratado en el mercado, celebra hoy su boda.
TOD@S- ¡Bien!
ESTR. — Me ha dado orden de hacer de todos vosotros dos partes equitativas.
ÁN. — Hm, te lo digo a las claras,a mí no me partes tú; yo me quedo entero. (Risas)
ESTR. —Euclión,el vecino de aquí al lado,es el padrela novia.Por eso mi amo me ha dado orden de que se le dé la mitad
de la compra,uno de los cocineros y una de las flautistas.
ÁN. — ¿Dices entonces que la mitad para aquí y la mitad para vuestra casa?
ESTR. — Exacto.
CO. — ¿Qué, es que no podía el viejo este hacer la compra de su dinero para las bodas dela hija?
ESTR. — ¡Ja! Ese viejo es más seco que la piedra pómez, ¡Uf!, así lepidieras prestada el hambreno te la daría.
ÁN. — ¿De verdad?
CO. — ¿Es posible?
ESTR. — Para que te hagas una idea: ¡cuando se baña,llora,porquese gasta agua! Hace poco lecortó el barbero las uñas y
se llevó todas las recortaduras para casa.
ÁN. — ¡Caray!,sí que es un tío roñoso de verdad.
ESTR. — ¿Que si es roñoso? Cientos de cosas te podría contar, si tuviéramos tiempo. Pero a ver, no hay tiempo que
perder, repartámonos.Ántrax y Frigida sequedan en nuestra casa. Llevaos adentro la mitad de los cestos.Congrión y
Eleusia, con lo que queda, os vais a la casa del padrede la novia,venid conmigo.
PI. — ¿Y yo?
ESTR. — A ti no te conozco, ¿qué eres?
PI.- Esclavo.
ESTR. — Esclavos somos todos. ¿Qué tipo de esclavo eres? ¿Eres pedagogo, artesano? No importa,serás mi ayudante.
PI. — Vale.
ESCENA SEXTA ESTRÓBILO, ESTÁFILA, CONGRIÓN y PITÓDICO
ESTR. — ¡Estáfila,sal y ábrenos!
ESTÁ. — ¿Quién va?
ESTR. — Soy yo, Estróbila.
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ESTÁ. — ¿Qué es lo que quieres?
ESTR. — Que dejes pasar a este cocinero y a esta flautista;y también la compra para la fiesta de las bodas;es para Euclión
de parte de Megadoro.
ESTÁ. — Oye, tú, ¿son las bodas deCeres lo que vais a celebrar?
ESTR. — ¿Por qué?
ESTÁ. — Pues porque no veo vino por ninguna parte.
ESTR. — Pero se traerá cuando venga el amo del mercado.
ESTÁ. — Aquí nosotros no tenemos ni gota de leña.
PI. — ¿Tenéis vigas?
ESTÁ. — ¡Sí que tenemos!
PI. — Pues entonces hay también leña,no hace falta ir fuera a buscarla.
ESTÁ. — ¿Pero qué dice este tío?
PI. —No, no he dicho nada.
ESTR. — No lehagas caso. Llévalos dentro.
ESTÁ. — ¡Venid conmigo!
ESCENA SÉPTIMA ESTRÓBILO y EUCLIÓN
ESTR. — Nosotros entretanto vamos a ver qué se cuece por nuestra casa. (Camino de casa se encuentra con Euclión que
viene del mercado) Buenas tardes, Euclión, bonitas flores.
EUC. — Así es, he comprado este poquillo deincienso y estas coronas deflores, que le pondré a nuestro lar en el hogar,
para que haga feliza mi hija en su matrimonio.Al principio fui al mercado,con la intención de echar la casa por la ventana,
pero todo está muy caro: el borrego, la vaca,la ternera, el atún, el cerdo: todo caro. Si echas la casa por la ventana en un
día de fiesta,tienes que privartelos demás días, lo más sensato es casar a mi hija con el menor gasto posible.
ESTR. — Claro.Tacaño
EUC. — ¿Qué?
ESTR. — ¡Felizaño!
ESCENA OCTAVA ESTRÓBILA y CONGRIÓN
EUC. — Pero, ¿mi casa abierta? Ydentro, ¡qué jaleo!Desgraciado demí, me están robando.
CO. — (Desde dentro.) Eulesia,ve a pedirlea algún vecino una olla más grandeque ésta, si es posible;ésta es pequeña,
aquí no coge.
EUC. — ¡Ay de mí, estoy perdido! Me roban el oro, buscan una olla.Muerto soy si no me doy prisa a entrar en casa.
APOLO, yo te suplico,ven en mi socorro,ayúdame. (Entra en casa y seoyen golpes y gritos.)
ACTO III
ESCENA PRIMERA CONGRIÓN
CO. — (Saliendo de casa de Euclión.) Desgraciado,me ha molido a palos.Estoy todo dolorido,muerto, se ha ensañado
conmigo un viejo.
ESCENA SEGUNDA EUCLIÓN, CONGRIÓN
EUC. — Ven para acá,¿a dónde vas? ¡Sujetadle, sujetadle!
CO. — ¿A qué vienen esos gritos,loco?
EUC. — Vienen a que voy a dar cuenta de ti a la policía.
CO. — ¿Pero, por qué?
EUC. — Porque tienes un cuchillo.
CO. — Como debe un cocinero.
EUC. — Pero, ¿qué es lo que tenías tú que hacer en mi casa durantemi ausencia,sin mi autorización? Eso es lo que quiero
saber.
CO. — Hemos venido a guisar para la boda.
EUC. — Maldición,¿qué tienes tú que meterte en si yo como crudo o guisado,o es que eres acaso mi tutor?
CO.— Yo quiero saber si nos dejas o no nos dejas que preparemos aquí la cena.
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EUC. — Y yo quiero saber,si van a quedar o no van a quedar a salvo mis cosasen mi casa.
CO. — A mí no me falta de nada,no creas que voy a querer nada tuyo.
EUC. — No te quiero andando libremente de acá para allápor todos los rincones demi casa y de sus habitaciones .Si
hubieras estado allí dondeestaba tu oficio,en la cocina,no llevaríaslacabeza partida en dos:bien merecido te lo tienes. Y
ahora,para que lo sepas,como llegues a acercarteun tanto así aquí a la puerta sin mi autorización,voy a hacer de ti el
más desgraciado delos mortales,ya lo sabes.
CO. — ¿A dónde vas? Y ahora,¿qué hago? Anda que no he venido aquí con mala suerte. Me han contratado por una
moneda, pero ya es más que mi salario lo queme hace falta para el médico.
ESCENA TERCERA EUCLIÓN, CONGRIÓN
EUC. — (Salede su casa con la olla.) Ni un instante soltaré esto. Ni hablar dedejarlo aquí en medio de tan grandes
peligros.(A los cocineros.) Ea,entra ya a guisar,a hacer y a trajinar ya lo queos dé la gana.
CO. — A buena hora, después que me has llenado la cabeza de rachas a fuerza de palos.
EUC. — Anda, adentro: se os ha contratado para trabajar,no para echar discursos.
CO. — Eh, abuelo, entonces te voy a exigir también una paga por los golpes que me has dado,¡caray!,yo he sido
contratado para guisar y no para recibir palos.
EUC. — Llévame si quieres a los tribunales,no te pongas cargante. Anda, vete ya a preparar la cena o lárgatede una vez a
la horca.
CO. — Lo mismo digo.
ESCENA CUARTA EUCLIÓN
EUC. — Esto me pasa por entrar en tratos con un rico.Megadoro, ha sido él, seguro, me ha mandado a un cocinero con un
gallo para robármela (señalando a la olla). Y por si era poco, el gallo había empezado a escarbar justo donde estaba
escondida.Lo he cogido in flagranti.
ESCENA QUINTA MEGADORO, EUCLIÓN
EUC. — Ahí viene mi compadre Megadoro.
ME. — ¿Qué hay, Euclión?
ESCENA SEXTA EUCLIÓN, MEGADORO
ME. — Me parece que no harías mal en ponerte un poco más elegante para las bodas detu hija.
EUC. — De verdad, Megadoro, ni a mí ni a nadiepobre nos interesa que la gente sepa lo que tenemos en la “olla”.
ME. — Pero bueno, tú tienes lo suficientey Dios así lo quiera y te aumente cada vez más lo que ahora tienes.
EUC. —Eso de «lo que ahora tienes» no me hace gracia.Éste sabelo que tengo lo mismo que yo. La vieja lo ha dicho todo.
ME. — ¿A qué andas ahí haciendo corrillo aparte?
EUC. — ¡Caray!,estaba pensando, y con razón, cómo podría culparte.
ME. — Pero, ¿qué es lo que pasa?
EUC. — ¿Que qué pasa? Después que me has llenado mi casa deladrones: me has metido dentro un cocinero, una
flautista y hasta un gallo,además de la compra.Ni un Dios sería capazde vigilarlos.
ME. — Bien, Euclión, no me des las gracias,no hay que darlas, tenemos que echar hoy un copeo juntos.
EUC. — Te juro que yo, desde luego, de beber, nada.
ME. — Que sí, hombre, que voy a mandar traer una garrafa devino viejo de mi casa.
EUC. — ¡Que no!, que no quiero, yo no bebo más que agua.
ME. — Ya verás la borrachera quevas coger hoy. Me retiro al baño, para prepararmepara el oficio religioso.
EUC. — (Aparte.) Yo me sé lo que pretende éste. La borrachera que vas coger hoy, eso, para dejarme fuera de combate
con el vino y así,quedarseesto que llevo to aquí.(Señalando a la olla.) Pero ya tomaré yo mis medidas y no va a conseguir
más que perder vino y tiempo.
Ahora lo mejor es, olla querida,que te llevefuera de casa,al templo de la Fidelidad.Allí te dejarébien escondida.(Se
dirigeal templo.)