1. La leche derramada*
Por: José Félix Lafaurie Rivera
Presidente ejecutivo de Fedegán
Qué bueno sería para el país, tener unas mejores relaciones productivas y
comerciales entre los productores de leche y los industriales del sector lácteo.
Tendríamos un sector integrado, jalonando para un solo lado, con una visión en
donde el país crece apoyado en estos dos sectores y donde a la par de las
rentabilidades, aumentan los beneficios sociales. Pero lastimosamente eso, que
no parece excesivo pedir, queda en el campo de los sueños.
Si bien, en el pasado reciente, las relaciones entre ambos se han desarrollado en
el marco del Consejo Nacional Lácteo, CNL (creado en 1999), y desde el cual se ha
edificado el más importante órgano de coordinación e impulso de la cadena,
infortunadamente se ha avanzado muy poco respecto a las asimetrías en el poder
de negociación que se registran en el sector y que hasta el momento ha ido en
detrimento del ganadero.
En efecto, somos muchos productores que, paradójicamente, no es una ventaja
frente a los procesadores –más si lo es para el país-, por la dispersión geográfica.
Es una debilidad que se magnifica en los costos de transacción. La caracterización
por tamaño de los diferentes agentes lo dice todo. En una orilla están los
productores, que se caracterizan por su alta fragmentación en pequeños
(403.832) y medianos (85.567) ganaderos, con economías de subsistencia;
frágiles, dispersos e indefensos. En la otra, los industriales, organizados en diez
(10) grandes empresas que desarrollan su actividad en forma monopsónica en
algunas regiones, y oligopsónica a nivel nacional.
Pero adicionalmente hoy cada uno de esos sectores tiene una visión de futuro
diferente. Los ganaderos de leche, honrando un compromiso con el país y
apoyados en la política de seguridad democrática, han aumentado en
2.
productividad. En la última década, la producción total aumentó en más de 1.300
millones de litros, al pasar de 5.208 millones en 1997, a 6.537 millones en 2008.
Más de la mitad de ese aumento se logró en el último quinquenio, con
incrementos sostenidos en el volumen de producción de 2% anual.
Estas ganancias –fruto de la productividad y de la empresarización– no se
correlacionan con los precios pagados al productor, pues además de que se
registra en el último año tendencia a la baja, los costos de producción muestran
incrementos sustanciales. Así, por ejemplo, en Cundinamarca, los precios, en
promedio, han pasado de $ 872 en noviembre de 2008 a $863 en febrero de 2009;
en Boyacá, han bajado de $ 834 a $796 en el mismo lapso; en Antioquia, los
precios brutos han tenido un comportamiento decreciente, al pasar de $ 927 en
noviembre de 2008 a $ 897 en enero de 2009. Respecto a los costos, la sal por
ejemplo, el bulto de 40 kilogramos en el último año pasó de 40.000 a 70.000
pesos, y el bulto de 50 kilogramos de urea paso de 50.000 a 105.000 pesos, por
sólo mencionar unos productos.
Lo lamentable de esta destorcida de los precios, es que los ganaderos no fueron
escuchados. Fedegán hizo, en su momento, una propuesta que beneficiaba a
productores, procesadores y consumidores, pero especialmente favorecía a la
población infantil vulnerable, y ante la cual la industria y Analac consideraron
lesiva (¿?). Aquellos $30 por litro, aportados por todos, menos del 4% del precio
de referencia, palidecen hoy a la luz de los precios, amén de que subsiste el
problema estructural, el cual puede sintetizarse en los siguientes puntos:
1. Falta de capacidad de procesamiento y almacenamiento
2. No hay válvulas de escape (comercio internacional frágil, concentrado en
Venezuela y dependiendo de la voluntad política de su gobierno).
3. Volvemos a la única válvula natural, y es el mercado informal, que resulta
incontrolable y con grandes impactos en competitividad y altos riesgos para
la salud pública. Aún así, el mercado colapsó y los resultados saltan a la vista:
baja en el precio al ganadero con un inventario de 10 días de producción.
3.
Sabíamos de antemano, que la fórmula propuesta por Fedegán y aceptada por el
gobierno –utilizar una combinación de recursos incluidos los del Fondo de
Estabilización de Precios–, era insuficiente, pero quisimos demostrar nuestra
actitud y voluntad política frente al tema.
Lastimosamente esa bonanza de leche, no les llegó a los colombianos. Tampoco
cayó una gota para los ganaderos que, por el contrario, vieron disminuidos sus
ingresos. Es un absurdo.
Todo lo anterior nos lleva a concluir que del canibalismo no quedan sino los
huesos, y que sólo un acuerdo integral -con mirada de mediano y largo plazo- nos
puede beneficiar a todos. Este acuerdo debe incluir los siguientes puntos:
• Medidas para ampliar capacidad instalada
• Evaluación del esquema cesión/compensación para mercados asistenciales
• Avanzar en la formalización de la comercialización de leche cruda
• Restablecimiento del sistema cuota/excedente en el sistema de precios (por
ganadero)
• Evaluación de la política de libertad vigilada/controlada de insumos para la
producción, y
• Avanzar en el tema de las exportaciones.
Por lo pronto, lo único que nos queda es regular la oferta, dándole toda la leche al
ternero. Sabemos que esa será la leche mejor pagada en este año. Mientras no
tengamos en mente el largo plazo, estaremos condenados a repetir esta triste
historia y volver sobre la leche derramada.
*Publicado en la Revista Colombia Ganadera.