1. Sacrificarse, no suicidarse*
Por: José Félix Lafaurie Rivera
Las crisis lecheras en nuestro país son recurrentes y anunciadas. La actual es más
compleja y sensible, por cuenta de una sobreoferta estacional, cuya salida ha sido
reducida al tema del precio.
Pero la sobreoferta –de apenas 20.000 toneladas-, no es el problema. Tampoco lo es el
precio. Nuestro problema es la incapacidad crónica y estructural, para colocar la oferta
de leche en los mercados interno e internacional.
¿Por qué tal incapacidad, si hemos registrado crecimiento sostenido en la producción
del orden del 5% en los últimos años? Porque estamos lejos de un nivel realmente
competitivo. No es un problema exclusivo de la producción primaria, sino de toda la
cadena.
En las zonas de lechería especializada, la producción está soportada en un alto
componente de producción minifundista. En las de trópico bajo, donde predomina el
doble propósito con la leche como producción marginal, la baja productividad es aún
más evidente, con ordeños diarios promedio de 3,25 litros por vaca. Pero lejos de pensar
que habría que reducir la producción, hay que elevar la productividad. Ese es un
compromiso de FEDEGÁN.
¿Más leña al fuego? Claro que la mayor productividad acentuará la sobreoferta, pero a la
vez permitirá colocarla a un precio más bajo y competitivo. Hay que romper los
paradigmas del ganadero, obsesionado por el precio alto, cuando lo que debería
preocuparle es alcanzar escalas de producción y niveles de productividad que permitan
colocar la totalidad de la oferta, en forma permanente y a precios competitivos.
Pero el problema lechero también le concierne a la industria –que debe modernizarse y
ser más productiva–, a los canales de comercialización y al Gobierno, pues la
competitividad de toda la cadena nunca será suficiente, mientras subsista la
competencia indebida de los subsidios a los productores de los países desarrollados.
2.
Debe existir un componente de política pública –expreso, integral y sin temores–, para
promover y fomentar la producción competitiva de leche y sus derivados, y su posterior
colocación en los mercados. Ella debe proveer financiación para ampliar la
infraestructura nacional de procesamiento y almacenamiento, como también
mecanismos que eviten el abuso de los productores de insumos en un extremo, y de los
industriales y comercializadores en el otro.
La política pública debe mantener los incentivos al almacenamiento de leche y, al
margen de mezquinos intereses particulares, diseñar instrumentos para orientar los
excedentes de leche que no puedan ser colocados en el exterior, hacia los mercados
asistenciales y con precio diferenciado.
Yo invito a los grandes industriales cooperativos y a quienes se opusieron sin permitir
siquiera el debate, a que volvamos, sin recelos ni predisposiciones, sobre la propuesta de
un sistema de cesiones en el mercado interno, para alimentar un fondo que permita
comprar leche, en forma masiva, permanente y a precio diferenciado, con destino al
mercado asistencial. Al Gobierno le corresponde poner el tema sobre la mesa y liderar
un debate responsable y desapasionado.
Para zanjar el litigio de precios, los ganaderos pondremos nuestra cuota de sacrificio,
como corresponde en épocas difíciles, pero FEDEGÁN defenderá una fórmula que no
condene al ganadero a vender por debajo del costo, mientras la industria sí conserva
celosamente sus márgenes. Es la opción de conservar el precio de agosto de 2008, de
718 pesos por litro, frente a la posición de la industria, sencillamente inaceptable, de
volver al precio de febrero de 2007, de 697 pesos por litro.
La ganadería lechera puede sacrificarse en aras de una solución de cadena. Lo que no
puede hacer es suicidarse para que los demás eslabones puedan atravesar la crisis con
holgura.
* Publicado el 24 de abril de 2009.