Defensa del precio de la leche y el empleo ganadero
1. Nadie trabaja para perder*
Por: José Félix Lafaurie Rivera
La culpa no es de la vaca. La abundante oferta de leche fresca y el exceso de
inventarios de leche procesada que existe en el mercado, soslayan los graves
problemas estructurales que acusa la cadena láctea. Más grave aún, son los
elementos inmediatos utilizados como punta de lanza por la industria para
proponer bajar el precio pagado al productor, en una coyuntura signada por la
crisis mundial.
La de los productores e industriales es una puja ya tradicional en las que se ha
transado, por una parte, con las cartas de la contrición y el reconocimiento
implícito de los problemas estructurales, y por otra, con las promesas y el ejercicio
de la autoridad estatal para evitar los efectos de las posiciones dominantes de los
procesadores con los productores, en espera de un mejor equilibrio en el futuro y,
sobre todo, del fortalecimiento de la cadena. Pero el estado del arte no mejora,
sino que se empeora.
Es una situación que dejó de ser coyuntural desde hace mucho rato –
precisamente por el tratamiento de “paños de agua tibia” que caracterizó a las
soluciones–, para convertirse en problema estructural, pero que en esta
oportunidad reviste mayor complejidad porque se da en un momento de
desaceleración de la economía, que impacta el empleo y la calidad de vida de los
sectores sociales más vulnerables de la población.
Hoy los industriales pujan por comprar a más bajo precio la materia prima, y lo
hacen bajo la lógica empresarial –que no es muy distante de la bancaria–, y ver
dónde obtienen la mayor utilidad, o cómo enjugar sus pérdidas. El camino más
fácil es el proveedor, utilizando su debilidad en la cadena. Además con una
estructura altamente rentable –como lo muestran los resultados en las noticias de
prensa– ¿para qué hacer esfuerzos en mejorar la cadena, máxime que es un
mercado oligopólico? Las cinco empresas más grandes compran el 60% de la
2.
leche del canal formal, que entre otras cosas, sólo representa menos del 50% del
total de la leche producida en Colombia. En otros términos, hay una abundante
oferta por fuera del mercado formal que sirve de colchón para modificar precios,
y a eso se añade el poder de mercado que tiene la industria.
¿Y del empleo y el ingreso en el sector ganadero qué? ¿Eso no importa? ¿No
importa que la población infantil vulnerable no tome leche?
Si hay algo que la recesión mundial haya puesto de acuerdo a teorizantes de la
economía, empresarios y gobiernos, es sobre la urgencia de revitalizar la
demanda agregada. Así también se ha entendido por estos lares, convirtiéndose,
la defensa del empleo, en la mejor propuesta contracíclica que se haya expuesto,
por lo menos como una expresión de voluntad.
En esto del empleo, el gremio ganadero tiene una particularidad y es que la gran
mayoría de ganaderos reviste la doble condición de patrón y empleador. De los
cerca de 500.000 ganaderos, 401.000 son pequeños (el 82%) que generan su
propio empleo y obtienen su ingreso de la producción de carne y leche. Son
productores que no alcanzan a ganar, léase bien, un salario mínimo mensual.
Pero, ahí están.
Esos excedentes de leche hay que llevarlos a la población infantil vulnerable. Los
ganaderos no aceptamos la baja de precio. Aceptamos que la diferencia de precio
se lleve a un fondo común para adquirir leche con destino a dicha población. Hay
que preservar la oferta de productos y defender el ingreso. En eso no se pueden
equivocar los empresarios, ni el Gobierno. Nadie trabaja para otros. Como
tampoco nadie trabaja para perder.
*Publicado el 8 de mayo de 2009.