1. Publicado en: Observatorio de Recursos Humanos y Relaciones Laborales, Nº 4, julio-agosto 2006
Foto:Baharri http://confidenciasdeungerente.blogspot.com
Efrén Martín, gerente de y profesor de la Universidad de Deusto
www.fvmartin.net
Ciega nos parece la justicia, porque no ve el
reparto de recursos como a nosotros nos
conviene, tengamos o no razón.
A unos les indigna trabajar mucho y recibir
poco; y les enloquece ver que otros trabajan
poco y reciben mucho. Éstos otros no suelen
quejarse de su “suerte” (ni locos la llamarían
injusticia). Los primeros tienden a volverse
reivindicativos y los segundos corruptos.
Aristóteles definió así la justicia: Trato igual a
los iguales y distinto a los distintos. Si alguien
pide lo que no le corresponde, hay que
negárselo; y dárselo a quien le corresponda,
aunque no lo pida. Al usar una sola palabra
(justicia), podemos errar y ser injustos, porque
en la equidad no existe un criterio, sino cuatro:
Igualdad: igual condición, igual trato.
Poder: distinta posición, distinto trato.
Mérito: diferente rendimiento, diferente trato.
Necesidad: Quien más necesita, más debe
recibir.
Se ha de tener una gran perspectiva, para
ser justo y utilizar cada criterio
sensatamente; porque todo ser humano apela
al concepto que más les beneficia.
La flexibilidad es muy importante: quien
opera siempre atendiendo a la necesidad, se
ve pronto rodeado de “llorones”; quien sólo
valora el mérito, crea una manada de lobos
solitarios, que no se ayudan entre si para
conseguir el premio. Los que ceden al poder,
pronto son amenazados y los que dan “café
para todos” a todos descontentan.
Para mayor conflicto, la dirección prefiere
valorar mérito y poder; mientras el comité
defiende igualdad y necesidad. En Babel era
más fácil entenderse.
Finalmente, la equidad se logra no sólo con
pedir. Precisa también agradecer y contribuir
para mantener lo que nos es valioso. Casos:
Una gerente nos confió: “Este año ha sido
de bonanza y he pensado incluir, en la
Cesta de Navidad de nuestros 15
empleados, un jamón de Jabugo; en lugar
del habitual Serrano. Pero no lo voy a
hacer, aunque me apena; porque temo que
ellos no aceptarán de buen grado volver al
Serrano, cuando los resultados no sean tan
buenos”.
Otro empleado nos contó: “Hace años, la
empresa nos dio un estupendo banquete
por Navidad. Nos gustó tanto, que
escribimos una carta al gerente, dándole las
gracias”:
-¿Y qué pasó al año siguiente?, pregunté.
- La cena fue aún mejor”, respondió.
-¿Se mantuvo en años sucesivos?, inquirí.
-“No”.
-¿Seguisteis echando la carta?, apuntillé.
-“No”.
¡Por no poner un sello!, todo se estropeó.
La costumbre hace que dejemos de valorar
las cosas y, por ello, las perdemos. En
cambio, “eell aaggrraaddeecciiddoo,, mmeerreeccee lloo rreecciibbiiddoo yy
mmeerreeccee rreecciibbiirr mmááss”.
Gracias, por su atención.