Este documento discute la naturaleza cambiante versus permanente de la identidad humana. Argumenta que tenemos una "identidad del ser" permanente basada en principios universales y un carácter, y una "identidad del estar" cambiante basada en nuestras conductas y valores que varían según la situación. Advierte que cuando las personas se convierten en "masa" manipulable siguiendo tendencias pasajeras, pierden su libertad de pensamiento y se vuelven efímeras como las flores de un día.
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
FV y profesor Deusto sobre identidad permanente y cambiante
1. Efrén Martín, gerente de FV y profesor de Deusto Business School
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Los geógrafos escribimos sobre cosas eternas. ¡Vas a describirme tu planeta! ¡Oh! Mi tierra —dijo el principito— no es interesante, todo es muy pequeño. Tengo tres volcanes, dos en actividad y uno extinguido. Tengo también una flor. De las flores no tomamos nota. ¿Por qué? ¡Son lo más bonito! Porque las flores son efímeras. ¿Qué significa "efímera"? Que está amenazada de próxima desaparición. ¿Mi flor está amenazada de desaparecer? Indudablemente.
(Antoine de Saint-Exupéry)
Nº 93 septiembre 2014 http://confidenciasdeungerente.blogspot.com www.fvmartin.net
Probablemente ni Parménides (“Nada cambia, todo permanece”) ni Heráclito (“Todo cambia, nada permanece”) fueron conscientes del impacto que sus reflexiones tendrían en nuestras vidas. Ni siquiera hoy acertamos a comprender cómo somos o cómo podríamos ser. ¿Permanentes o cambiantes?
Stephen R. Covey distinguía una ética del Carácter (virtudes) y otra de la Personalidad (habilidades). Son dos niveles de identidad: Identidad del Ser. Todos percibimos que, siempre y en el fondo, somos los mismos. Un carácter perenne centrado en principios universales. Identidad del Estar. El variar de situaciones nos lleva a mudar de conductas y valores. En la superficie, somos lo que pensamos y sentimos en cada instante. Una personalidad con motivación fugaz sujeta a la moda de la imagen.
Esta forma de “estar” es hija de la novedad y cambia con el cambio; integrando los ritmos individuales en una multitud, a base de pura y dura repetición. Ortega y Gasset ya identificó el cambio acelerado que nos envuelve, cuyos efectos nos convierten en hombre-masa (hoy diría hombre/mujer-masa): “un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más
que sobre unas cuantas y pobres abstracciones. Más que un hombre, es sólo un caparazón (que) carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. Siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa”.
Lo más peligroso de esta identidad, de quita y pon, es su fácil manipulación. Según el humorista Andrés Rábago: “Cuando los hombres se hacen masa, los demagogos los hornean”. La libertad de pensamiento consiste en poder cambiar de opinión y librarse de prejuicios. No existe tal, cuando quien dirige el proceso no es el propio interesado, sino quienes quieren que pensemos como ellos.
Clanes, clases, etnias, naciones y credos nos visten cual pétalos caducos visten una endeble flor; pues pese a su permanencia aparente, las ideologías no son montañas inamovibles. Son inventos pasajeros que nos inventan y atrapan en un pensamiento único, hasta que un nuevo paradigma redefina la personalidad-masa.
Cultivemos el carácter-reflexivo, para conectar con verdades permanentes; porque movernos por momentáneos intereses nos hace efímeros, nos convierte en…
Flor de un día