Hace 97 años, un 7 de noviembre, la historia del planeta cambió para siempre. Con la consigna “Todo el poder a los soviets”, es decir, al poder popular, Lenin, al frente del Partido Bolchevique, encabezó a las masas de obreros y campesinos en el inédito y difícil -como bien pronto se reveló- proceso de transición socialista para construir una “sociedad libre de productores libres”, la sociedad comunista.
La importancia de esta revolución radica no solo en que partió a la historia en un antes y un después e impuso una agenda al capital monopolista de Estado, dominante absoluto hasta ese momento. Luego de derrotar a las catorce potencias intervencionistas en la guerra civil de 1918 a 1921, el poder soviético, junto a iniciar una era de construcción pacífica del socialismo, con la derrota política y militar del nazifascismo presentó una alternativa antimperialista a los pueblos e impuso al capitalismo una política para tratar de contenerlo y confrontarlo por medios “pacíficos”: el llamado Estado benefactor.
1. Octubre, siempre rojo
Lenin supo visualizar de
manera acabada el pro-blema
Por Rogelio Roldán
Hace 97 años, un 7 de noviembre,
la historia del planeta cambió para
siempre. Con la consigna “Todo
el poder a los soviets”, es decir, al po-der
popular, Lenin, al frente del Partido
Bolchevique, encabezó a las masas de
obreros y campesinos en el inédito y di-fícil
-como bien pronto se reveló- proce-so
de transición socialista para construir
una “sociedad libre de productores li-bres”,
la sociedad comunista.
La importancia de esta revolución ra-dica
no solo en que partió a la historia
en un antes y un después e impuso una
agenda al capital monopolista de Esta-do,
dominante absoluto hasta ese mo-mento.
Luego de derrotar a las catorce
potencias intervencionistas en la guerra
civil de 1918 a 1921, el poder soviético,
junto a iniciar una era de construcción
pacífica del socialismo, con la derrota
política y militar del nazifascismo pre-sentó
una alternativa antimperialista a
los pueblos e impuso al capitalismo una
política para tratar de contenerlo y con-frontarlo
por medios “pacíficos”: el llama-do
Estado benefactor. También, basado
en su potencia económica y militar y en
su política exterior pacifista, de respeto
a la autodeterminación de los pueblos,
impuso a los estados del gran capital
concentrado varias décadas sin gue-rras,
al menos no a escala planetaria.
Estos elementos, demuestran no solo
la importancia y originalidad de esa re-volución
sino y, más que nada, la vigen-cia
de sus propuestas.
Con variada intención se ha escrito y
teorizado largamente acerca de la impor-tancia
histórica del Octubre Rojo, mucho
más -incluido el absurdo del “fin de la
historia”- sobre su derrumbe.
Sin embargo, en los sesudos análisis
realizados al respecto, poco se habla
de la ideología guía y directriz de aquel
“asalto al cielo” como dijeron los poetas.
En opinión de quien esto escribe, no se
puede analizar esta bisagra de la histo-ria
sin estudiar a fondo el papel de Vladi-mir
Ilich Lenin, del leninismo. Hoy la lu-cha
de clases expresa uno de sus costa-dos
más agudos en la intensa batalla de
ideas que vivimos, de ahí la utilidad de
recurrir a la vigencia de su pensamien-to
y al ejemplo de su práctica política al
frente del partido de los bolcheviques.
Lenin supo visualizar de manera acaba-da
el problema clave de la revolución: la
cuestión del poder. Ligó dialécticamente
esa mirada con su convicción de la ac-tualidad
de la revolución socialista, esto
es el enfoque de todos y cada uno de
los problemas particulares del momento
en su concreta relación con la totalidad
histórico-social, su consideración como
momentos de la liberación y desaliena-ción
del proletariado.
De ahí que pusiera el centro de su en-foque
y de su actividad en el papel de los
soviets como instrumento de la autono-mía
obrera y el del partido como partido
de clase, que asume la funcionalidad his-tórica
de guía del sujeto social pueblo,
con centralidad en el proletariado, para
aportar a su transformación en bloque
político de la revolución.
Precisamente en el papel de los soviets
como poder popular -y del partido de
clase como orientador del éste- se basó
la estrategia de Lenin para dirigir el pro-ceso
de transición socialista, tarea que
quedó trunca al momento de su muerte
en 1924. A partir de ahí la directiva dog-mática
licuó el protagonismo obrero y
popular en un aparato estatal burocrá-tico
que vació de contenido a la revolu-ción
y terminó por llevarla al colapso sie-te
décadas después. Tanto el abandono
del leninismo por una directiva burocrá-tica,
como el rechazo del mismo por la
socialdemocracia internacional muestra
hoy, en particular en Europa, el fracaso
de las políticas de conciliación y convi-vencia
con el gran capital monopólico,
hoy en crisis civilizatoria. Sirva de mues-tra
el hecho que, hace pocos días, el Llo-yd’s
Bank despidió a nueve mil emplea-dos,
en una de las zonas que se dicen
protegidas por el modelo de endeuda-miento
externo. Igualmente el obispo de
Roma acaba de decir que: “En los paí-ses
de Europa, y acá en Italia, se pasó un
poquitito del cuarenta por ciento de jóve-nes
desocupados. Ya saben lo que sig-nifica
el cuarenta por ciento de jóvenes,
toda una generación; anular a toda una
generación para mantener el equilibrio.
Descarte de niños, descarte de ancianos
que no producen, y tenemos que sacrifi-car
una generación de jóvenes para po-der
reequilibrar un sistema en el cual en
el centro está el dios dinero y no la per-sona
humana”.
Frente a esa cruda realidad, en Nues-tramérica,
junto a Cuba socialista, se de-sarrollan,
no linealmente, procesos an-timperialistas
en Nicaragua, Venezuela,
Bolivia, Ecuador y otros países. Esto en
medio de un clima de intenso debate por
parte de amplias masas populares, de-bate
de más en más enfilado a asumir
posiciones de izquierda consecuente.
La consolidación de este proceso de li-beración
nacional y social depende pri-mordialmente
de un mayor despliegue
del factor subjetivo, la conciencia y la or-ganización
de una regularidad histórica
que nos hermana con el Octubre Rojo: la
generación de un vasto y vigoroso poder
alternativo que integre por la base a las
masas populares a escala continental.
Los comunistas reivindicamos como
herencia este ejemplo de una revolu-ción
que, pese a su derrota por falta y no
por exceso de marxismo-leninismo, con
su riqueza sigue marcando la época de
transición desde la liberación nacional al
comunismo.
clave de la revolu-ción:
la cuestión del poder.