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NUESTRO
DESTINO
ENSEÑANZAS BÍBLICA
SOBRE LOS
ÚLTIMOS TIEMPOS
STANLEY
M. HORTON
Contenido
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Title Page
Prefacio
Introducción: Buenas nuevas
El evangelio
Sustitutos para la verdad
El Dios de esperanza
El Dios que hace el pacto
Una bendita esperanza
1. La muerte y el estado intermedio
Vida y muerte
Enseñanza del Antiguo Testamento
Enseñanza del Nuevo Testamento
Otras nociones del más allá
2. La Resurrección y el Rapto
La resurrección en el Antiguo Testamento
La resurrección en el Nuevo Testamento
Preparación por el Espíritu Santo para la Resurrección y el Rapto
Una advertencia necesaria
Otras teorías sobre el regreso de Jesús
Dos aspectos de la Segunda Venida de Cristo
El tribunal de Cristo
La cena de las bodas del Cordero
3. La Tribulación
El reino introducido mediante juicio
Un vistazo general de la historia
Siete años de tribulación
La abominación desoladora
La ira de Dios y el Cordero
Interpretaciones del libro de Apocalipsis
Visiones de Juan El Anticristo
Armagedón
4. El tiempo del Rapto
Postribulacionistas
Mesotribulacionistas
Pretribulacionistas
Cómo esperar la venida de Cristo
El reino presente
El reino por venir
5. Puntos de vista en cuanto al Milenio
Tres puntos de vista
Milenialismo inicial
El surgimiento del amilenialismo
El surgimiento del postmilenialismo
El surgimiento del dispensacionalismo
Conceptos liberales
Asuntos clave para los premilenialistas
6. El Reino Milenial
Profecías del Antiguo Testamento
La realidad del reino venidero
Los creyentes juzgan y reinan con Cristo
7. El Juicio Final
Satanás liberado
La necesidad del juicio
La certeza del juicio
El juicio ante el Gran Trono Blanco
Otros juicios
Serias advertencias
8. El estado final de los malos
La ira santa de Dios
El destino de los perdidos
Otros conceptos
9. El estado final de los justos
Completa satisfacción
Cielo nuevo y tierra nueva
La nueva Jerusalén
Las edades eternas venideras
Un glorioso cumplimiento
Glosario
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Prefacio
Enseñar sobre las últimas cosas profetizadas y la bendita esperanza del creyente en Cristo
ha sido mi privilegio y gozo por un período de cuarenta y seis años. La fe en Cristo incluye
con anza, obediencia y expectación. Estas han sido más y más importantes para mí
conforme el Espíritu Santo continúa obrando en mi vida y ministerio. Escribo teniendo en
mente a mis estudiantes, que están sirviendo a Dios por todo el mundo. Deseo que ellos, y
las personas a quienes ministran, reciban aliento al estudiar lo que la Biblia dice en cuanto
a las últimas cosas.
Siguiendo el uso de la NVI se usa «Señor» en versalitas en donde el hebreo del Antiguo
Testamento tiene el nombre divino personal del Señor, Jehová.1
En los pasajes bíblicos que se citan destaco con cursivas las palabras que quiero recalcar.
Para facilitar la lectura las palabras hebreas, arameas y griegas se transliteran con letras
del español.
Se usan unas pocas abreviaturas:
gr.: griego
heb.: hebreo
lat.: latín
RVR.: Reina Valera Revisada, Revisión de 1960.
LBLA.: La Biblia de las Américas
LXX.: Septuaginta, traducción del Antiguo Testamento al griego hecha en Alejandría,
Egipto, en los dos siglos antes de Cristo.
VP.: Versión Popular.
KJV.: King James Version, en inglés.
NIV.: New International Version, en inglés.
Mi agradecimiento especial al Dr. Zenas Bicket, al Dr. Edgar Lee y al Dr. Jesse Moon por
haber leído el manuscrito y hecho valiosas sugerencias. Gracias especiales también para
Glen Ellard y su equipo editorial en Gospel Publishing House y a todos los que ayudaron a
preparar este libro.
1. El hebreo tiene solamente las consonantes YHWH. Tradiciones posteriores siguieron el latín JHVH y añadieron las vocales de
la palabra hebrea para «Señor» para recordarles leer Señor en lugar del nombre divino. Sin embargo, esto nunca tuvo la intención
de que se leyera «Jehová».
Introducción: Buenas nuevas
EL EVANGELIO
La palabra «evangelio» quiere decir «buenas nuevas». El hecho central de estas buenas
nuevas lo dio Pedro en el día de Pentecostés: «A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos
nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, y habiendo recibido del Padre el
Espíritu Santo prometido, ha derramado esto que ustedes ahora ven y oyen. David no subió
al cielo, y sin embargo declaró: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que
ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”» (Hechos 2:32-35).
Son buenas noticias no solo el hecho de que Jesús resucitó de los muertos, sino que
también está a la diestra de Dios el Padre en el lugar de autoridad, intercediendo por
nosotros, y «tenemos ante el Padre a un intercesor» (1 Juan 2:1). Desde el trono sigue
derramando el Espíritu Santo sobre los creyentes para ayudarnos y darnos poder. También
está esperando el tiempo cuando Dios diga que ya basta y lo envíe de nuevo victorioso
sobre todos sus enemigos (Hebreos 10:13).
Pedro dijo adicionalmente las buenas nuevas de que la promesa del derramamiento del
Espíritu Santo no era simplemente para el Día de Pentecostés, sino para todos los que se
arrepientan y sean bautizados: «Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre
de Jesucristo para perdón de sus pecados—les contestó Pedro—, y recibirán el don del
Espíritu Santo. En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los
extranjeros, es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar»
(Hechos 2:38-39).
El llamado, no obstante, no es simplemente para venir a Cristo y recibir perdón y poder.
Pedro exhortó: «¡Sálvense de esta generación perversa!» (Hechos 2:40). Esa exhortación es
incluso más necesaria hoy. Vivimos en un mundo en el que el futuro parece ser más y más
incierto. El gran cientí co Alberto Einstein, después de la Segunda Guerra Mundial, destacó
que el temor entre las naciones iba en aumento, así como el hambre, la injusticia, los
con ictos territoriales, y la politiquería por el poder.1 A pesar de todos los esfuerzos
presentes por la paz, esto todavía es verdad. La naturaleza humana caída no ha cambiado.
Juan el Bautista llamó a los no creyentes que no se arrepentían «¡Camada de víboras!»
(Mateo 3:7). Jesús los lla-mó hipócritas, perros, cerdos, guías ciegos, llenos de codicia e
indulgencia propia, y que pertenecían a su padre el diablo (Mateo 7:5-6; 23:24-25, 28; Juan
8:44). Envió a sus discípulos «como ovejas en medio de lobos» (Mateo 10:16). Pedro
escribió:
Esto les espera sobre todo a los que siguen los corrompidos deseos de la naturaleza humana y desprecian la autoridad del Señor.
¡Atrevidos y arrogantes que son! No tienen reparo en insultar a los seres celestiales, mientras que los ángeles, a pesar de
superarlos en fuerza y en poder, no pronuncian contra tales seres ninguna acusación insultante en la presencia del Señor. Pero
aquéllos blasfeman en asuntos que no entienden. Como animales irracionales, se guían únicamente por el instinto, y nacieron
para ser atrapados y degollados. Lo mismo que esos animales, perecerán … Su concepto de placer es entregarse a las pasiones
desenfrenadas en pleno día.… Tienen los ojos llenos de adulterio y son insaciables en el pecar; seducen a las personas
inconstantes; son expertos en la avaricia, ¡hijos de maldición! (2 Pedro 2:10-14).
Judas añade que «son refunfuñadores y criticones; se dejan llevar por sus propias
pasiones; hablan con arrogancia y adulan a los demás para sacar ventaja.… Ellos les
decían: “En los últimos tiempos habrá burladores que vivirán según sus propias pasiones
impías”. Éstos son los que causan divisiones y se dejan llevar por sus propios instintos, pues
no tienen el Espíritu» (Judas 16,18-19). Cómo escribía el pastor Guy Duty: «La mente
moralmente enferma se hunde más y más en la escala moral».2
LAS ÚNICAS BUENAS NUEVAS QUE QUEDAN
No obstante, la mayoría de las personas del mundo todavía esperan lo mejor, aun cuando
los medios de comunicación actuales nos dan muy poca esperanza, muy pocas buenas
noticias. A decir verdad el evangelio, las «buenas nuevas» de Dios, son casi las únicas
noticias realmente buenas que quedan. Estas buenas nuevas miran al pasado, presente y al
futuro. Son las buenas nuevas de que Dios, que creó todas las cosas por medio de Jesucristo
(Juan 1:3), ama a toda persona del mundo y desea dar sus bendiciones y tener comunión
con cada uno de nosotros. Son las buenas nuevas de que Jesús murió por todos, y que su
muerte puso en efecto un nuevo pacto que ofrece no solo salvación y comunión con Dios
por medio de Jesús, sino también el don del Espíritu Santo y la esperanza segura del
retorno de Cristo y nuestra participación en gloria eterna (Romanos 8:9-10, 23-24; 15:13; 2
Corintios 3:8, 11-12; Efesios 3:16-19; Colosenses 1:17; 1 Pedro 4:14). Son buenas noticias,
también, de que a pesar de la corrupción de este mundo, en donde quiera que una persona
se arrepiente y se vuelve a Dios sus pecados son limpiados y vendrán del Señor tiempos de
refrigerio. El griego indica que podemos tener estas temporadas de refrigerio, estos tiempos
de poderoso avivamiento espiritual, precisamente hasta el momento en que Jesús regrese a
esta tierra.
Estas buenas nuevas dan signi cado a la vida hoy. Todavía podemos in uenciar a
nuestro mundo a favor de Cristo. Todavía podemos esperar ver derramamientos tipo
Pentecostés y miles salvados y añadidos a la iglesia, como está sucediendo en realidad en
muchas partes del mundo precisamente en estos días. Podemos y debemos ser «la sal de la
tierra», y ejercer un efecto sazonador y preservador en los que nos rodean. Podemos y
debemos ser «la luz del mundo», dejando que brille nuestra «luz delante de todos, para que
ellos puedan ver las buenas obras de [nosotros] … y alaben al Padre que está en el cielo»,
como Jesús ordenó (Mateo 5:13-16). Guardarse de la corrupción del mundo no quiere decir
darle la espalda al mundo y a sus necesidades. No quiere decir abstenernos de participar en
el proceso político o en los esfuerzos de la comunidad para mejorar nuestra situación.
Nuestras buenas obras incluyen no solamente impartir bendiciones espirituales, sino
también ayudar a los pobres y hacer lo que podamos para reducir la corrupción y violencia
que afecta a nuestro mundo y su medio ambiente.
Hace mucho tiempo la humanidad como un todo en efecto se alejó de Dios (Romanos
1:18-23). Pero Dios no se alejó de nosotros. Vino a la corriente de la vida e historia humana
para revelarse y para preparar el camino para la dádiva de su Hijo. La muerte y
resurrección de Jesús garantiza que todos los que creen en él no perecerán sino que tendrán
vida eterna (Juan 3:16). Esta vida está disponible al presente mediante el ministerio del
Espíritu Santo. Después tenemos la promesa adicional de que: «Este mismo Jesús … vendrá
otra vez de la misma manera» en que los discípulos le vieron «irse» (Hechos 1:11). Una
nube le recibió. Él volverá en las nubes, tal como él mismo indicó cuando se re rió a la
profecía de Daniel 7:13 en su juicio ante el sanedrín (vea Mateo 26:64).
ESCATOLOGÍA: REALIDAD, NO ESCAPE
Aunque debemos evitar la especulación no bíblica, descuidamos, para peligro nuestro, lo
que la Biblia dice respecto al cumplimiento futuro del plan y propósito eterno de Dios.3 El
término técnico para este estudio es «escatología», de la palabra griega escatos, «último», y
logos, «palabra», «mensaje», «conocimiento». Los pentecostales, junto con muchos de los que
creen en la Biblia, siempre han reconocido que la escatología «forma el marco central y
esencial de la teología del Nuevo Testamento».4 Llama la atención a la verdad de que Dios
es un Dios personal que tiene un propósito y un plan para el futuro, tanto como para el
presente, y que se puede con ar en que él va a llevar a cabo su plan. Nos hace saber que el
mundo se equivoca al buscar un futuro mejor mediante el evolucionismo y el mero esfuerzo
humano. Nos «recuerda que la redención de la historia debe ser a n de cuentas un milagro
de la gracia».5 Nos permite saber, también, que Dios se interesa por los individuos. Para el
evolucionista el individuo tiene escasa importancia. El Nuevo Testamento ofrece salvación y
un futuro bendito, no para la humanidad en general, sino para individuos, para «todo el
que cree» (Juan 3:16-18).
Como Alf Corell destaca: «la escatología no es una huida de la realidad.… Por el
contrario, conlleva una percepción cada vez más honda del signi cado de la realidad. Se
funda en la revelación dada en el pasado, … experimentada aquí en el presente», y nos da
seguridad del cumplimiento futuro.6 Dios envió a su Hijo «cuando se cumplió el plazo»
(Gálatas 4:4). Esto implica el cumplimiento de un plan. Pero ese plan no terminó con la
primera venida de Cristo. Debido a que Jesús vino somos redimidos «a n de que fuéramos
adoptados como hijos» (Gálatas). Así llegamos a ser herederos de Dios con una herencia
futura que será nuestra cuando Jesús vuelva y nosotros participemos en su gloria (Romanos
8:17; Gálatas 4:7). Entonces él reinará «hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus
pies.… para que Dios sea todo en todos» (1 Corintios 15:25-28). Desde esta perspectiva se
puede decir que toda teología es en última instancia escatología.
La escatología de nitivamente no es «un apéndice de sobra de las preocupaciones
principales de la vida presente», sino que «es la con anza de que “el que comenzó tan
buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6).
Nos asegura que “cuando Cristo, que es la vida de [nosotros], se mani este, entonces
también [nosotros seremos] manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:4)».7 Él es nuestra
esperanza (Colosenses 1:27), y la esperanza de su retorno da signi cado a la vida. Él es el
triunfador, y el futuro a n de cuentas le pertenece a él.8 Consecuentemente, «el futuro no
es una categoría menor». La Biblia en toda su enseñanza claramente apunta a la
consumación que viene. «Todas las energías vitales de los profetas, apóstoles y mártires
enfocan eventos todavía por venir que iluminan toda la vida presente».9
SUSTITUTOS PARA LA VERDAD
El mundo fuera de Cristo ha perdido su camino. Muchos rechazan la luz que la Biblia
arroja sobre la senda de la vida. Todavía no saben lo maravilloso y con able que es la guía
del Espíritu Santo. Como resultado el mundo no sabe adónde nos están conduciendo los
rápidos cambios en las relaciones del mundo y la historia. Stephen Travis recalcó que para
los no creyentes «es como si la raza humana fueran pasajeros en un avión a reacción que
acelera, sin nadie en la cabina del piloto».10 La incertidumbre de la vida moderna ha hecho
que un espíritu de desesperanza envuelva a algunos al punto en que creen que el mundo se
va a destruir a sí mismo.11 Si una bomba nuclear no nos destruye, la contaminación lo hará.
Algunos cierran sus ojos a esto mediante ilusiones. Otros tratan de olvidar sumergiéndose
en indulgencia propia y diversiones. Multitudes tratan de escapar acudiendo a las losofías
humanísticas, místicas o paganas, o se dejan atrapar por las prácticas del ocultismo en un
vano intento de tratar de controlar el futuro o por lo menos hallar algo de esperanza para
él. Ignoran las advertencias bíblicas contra la astrología, la adivinación, los espiritistas y
médiums, brujería, satanismo y adora-ción pagana. Todas estas cosas no solo son insensatas
e inútiles (Isaías 44:25), sino que también contaminan y son aborrecibles para el único Dios
verdadero (Levítico 19:31; Deuteronomio 18:9-12).12 Son parte del territorio del diablo y
solo pueden llevar hacia abajo por el camino ancho de la destrucción (Mateo 7:13).
También tienen una noción errada de la historia que resulta del engaño satánico.
FILOSOFÍAS PAGANAS
La mayoría de las antiguas losofías paganas miraban a la historia como cíclica, sin
principio ni n, ni una meta especí ca. Los descubrimientos arqueológicos en Ugarit, al
norte de Tiro y Sidón, muestran que las personas tenían miedo de que «dioses ancianos,
poderes destructivos, y campos de muerte» estaban procurando exterminar «la lámpara del
orden civilizado», produciendo así «un retorno universal al principio del ciclo, y … caos».13
Los cananitas verían en los dioses Baal y Mot «un ritmo de estaciones entre la vida y la
muerte» que «no proveía mucho incentivo para ningún planeamiento a largo plazo … La
creencia griega de la vida [también] era completamente pesimista».14 Muchos paganos
enseñaban la reencarnación; es decir, que se suponía que a una vida le seguía otra en un
ciclo interminable. Los hindúes, sin embargo, no la consideran un bene cio. Procuran negar
el anhelo de vivir, esperando bajarse de la rueda de la vida, perder su identidad, y ser
tragados en un brahmán o un atmán, supuestamente una «gran alma» del universo.15 Esta
«gran alma», sin embargo, resulta ser algo que sus lósofos aducen que no se puede decir
que exista y tampoco se puede decir que no exista. Las personas que se dejan in uir por
estas losofías por lo general no se dan cuenta del vacío que tales enseñanzas sin sentido
introducen en la vida humana. Esta noción cíclica de la historia no tiene una respuesta real
para los problemas de la vida humana. Tampoco lo tiene una creencia lineal de la historia
divorciada de sus raíces bíblicas, como en el caso de muchas ideas modernas del progreso.
Desde René Descartes (1637) los lósofos seculares han hecho de la humanidad el centro
de todo. Emmanuel Kant (1783) hizo de la razón humana la única autoridad. Hoy los
esfuerzos humanos todavía tratan de dirigir al mundo a la democracia, libertad y un nuevo
orden. Pero más bien, «conducen a una nueva esclavitud y a una autodestrucción
potencial».16 La losofía existencial moderna también se enfoca en el ser humano «e ignora
las dimensiones cósmicas de las Escrituras».17
RESPUESTA BÍBLICA
La Biblia, por otro lado, se levanta en juicio contra todas esas ideas e imaginaciones
humanísticas. Nos da «una esperanza y una promesa que no podemos lograr mediante
nuestros propios esfuerzos». Revela lo que es primordialmente una creencia lineal de la
historia, que tiene a Dios como Creador y Redentor.18 Hubo un principio real. Dios tuvo en
la creación un plan que mostró su interés por los creados a su imagen. Tuvo un plan en la
redención que se concentró en el derramamiento de su amor por la humanidad en la cruz
(Juan 3:16). Será el para llevar el plan a la práctica y a su gran consumación, sin tener
que volver al principio, sino con algo mucho mejor: una consumación que traerá el reino
milenial, y a la larga un nuevo cielo y una tierra nueva, y la nueva Jerusalén que él está
preparando.
Debido al pecado «este mundo, en su forma actual, está por desaparecer» (1 Corintios
7:31). Debe ser así, porque el futuro reino solo puede venir en su plenitud y perfección
mediante juicio (Daniel 2:44-45). Sin embargo, debido a que Jesús vino, el poder del reino,
el gobierno y salvación de Dios, ha entrado de una nueva manera en la historia y nos
prepara para que tengamos parte en «su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro
Señor» (Efesios 3:11).
Ese propósito eterno fue ya una parte del plan de Dios antes de la creación del universo.
Su plan tuvo un principio real y tendrá una consumación real. El texto en hebreo de Génesis
1:1 pone el énfasis principal en la frase «en el principio».19 Las religiones paganas antiguas
por lo general evadían la idea de un principio. Si hablaban de la creación, era por lo
general la creación de algo que ya existía allí, tal como la tierra, el aire, el fuego y el agua,
el lodo, o un cuerpo gigantesco.20 Imaginaban a sus dioses como luchando entre sí, sin
ningún Dios del universo verdaderamente soberano. Ni siquiera se imaginaban que podría
haber un Dios que es lo su cientemente grande, que tiene poder su ciente, y es lo
su cientemente sabio como para crear algo de la nada. A Baal, por ejemplo, no se le veía
como «el que hizo fértil al mundo, sino más bien el que hace fértil [su parte del] mundo …
llega a ser el medio por el cual obtenemos cosas … un dios que se puede usar», en lugar de
adorarlo verdaderamente.21 Pero la Biblia sigue señalando a Dios como Creador. Es más,
solo él puede crear. El hebreo del Antiguo Testamento nunca usa la palabra «crear» (bará)
para nadie sino que siempre Dios es el sujeto.
El mismo Dios que nos creó nos ama lo su ciente para redimirnos. La Biblia es un registro
del desdoblamiento de su gran plan de redención, un plan que nos da una esperanza
segura. Como creyentes en Jesús somos nuevas criaturas espiritualmente, y esperamos una
resurrección con un nuevo cuerpo y a n de cuentas una eternidad con un nuevo cielo, una
nueva tierra, y una creación completamente nueva. Por consiguiente, la escatología no es
solo el estudio de las últimas cosas; se relaciona con todo lo que enseña la Biblia. Sobre
todo, trata de la delidad de Dios y nos da la seguridad de que la victoria nal es suya, no
de Satanás.22
Como creyentes en Jesús también tenemos al Espíritu Santo como «otro Consolador»
(Parakletos, «ayudador», Juan 14:16), que nos capacita para servir a Dios y unos a otros
mientras nos prepara para la vida venidera. Como experiencia del poder otorgado el
bautismo prometido en el Espíritu Santo concede dones y ministerios. Pero también hace
más. El poder del Espíritu Santo trae un surgimiento y desbordamiento de esperanza, una
esperanza ja en el Dios de la esperanza, una esperanza de recompensas eternas reservadas
para nosotros en el cielo, una esperanza de resurrección, una esperanza del retorno de
Cristo y su reino milenial, una esperanza de gloria eterna que supera con mucho todos «los
sufrimientos ligeros y efíme-ros que ahora padecemos» (2 Corintios 4:17). Podemos en esta
edad saborear «la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero» (Hebreos 6:5).
EL DIOS DE ESPERANZA
El apóstol Pablo oraba: «Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a
ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo»
(Romanos 15:13). El «poder» (gr. dunamei) consiste en las poderosas acciones y dones del
Espíritu en el presente.23 En donde estas cosas son evidentes, como en el avivamiento
pentecostal, siempre hay un desbordamiento de esperanza de que el Señor con toda certeza
vendrá y que la gloria y bendiciones de la edad milenial son reales.24
UNA ESPERANZA SEGURA
Debido a que nuestra esperanza viene del Dios deesperanza que con rmó su promesa con
juramento, y las «realidades inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta»
(Hebreos 6:17-18), no conlleva conectado ningún sentido de incertidumbre. Se le llama
esperanza solo porque no la tenemos todavía (Romanos 8:24-25). Por consiguiente es una
esperanza segura, «como rme y segura ancla del alma» (Hebreos 6:19). Sabemos que
nunca nos desilusionará «porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el
Espíritu Santo que nos ha dado» (Romanos 5:5).
El Espíritu Santo hace real el amor de Dios en nuestra experiencia. Esto quiere decir que
el Dios que nos amó lo su ciente para enviar a Jesús a que muriera en el Calvario por
nuestros pecados, nos ama lo su ciente para hacer toda provisión a n de vernos
perseverar hasta la gloria (Romanos 5:9-10; 8:17-20) y hace viva la esperanza cristiana. No
es sorpresa entonces que el mismo comienzo del avivamiento pentecostal del siglo veinte se
caracterizó por una expectación intensa del retorno de nuestro Señor Jesucristo a la tierra.25
Dios siempre ha sido el Dios de la esperanza. Un análisis del primer capítulo de Génesis
muestra que en la creación hubo una secuencia paso a paso; correspondencia entre los días
primero y cuarto, segundo y quinto, tercero y sexto; equilibrio con un acto creador distinto
en cada uno de los días primero, segundo, cuarto y quinto; con dos actos creadores distintos
en el día tercero y también en el día sexto. Finalmente hubo clí-max conla creación del
hombre y de la mujer a imagen de Dios. Todos estos hechos indican que Dios creó según un
plan. Antes de que el plan fuera puesto en efecto, había expectación, o esperanza, indicado
por el continuo moverse del Espíritu de Dios sobre el océano primitivo. Esa esperanza halló
su cumplimiento inicial en la comunión que Dios disfrutaba con Adán y Eva al aire del día
(Génesis 3:8).
UNA ESPERANZA CONTINUA
Aun cuando esa comunión fue rota por el pecado Dios no abandonó su esperanza para la
humanidad. Aunque castigó a Adán y a Eva, y a la serpiente que la tentó, en medio de ese
castigo Dios ofreció esperanza al prometer que la descendencia de la mujer aplastaría la
cabeza de la serpiente (Génesis 3:15). Luego proveyó para Adán y Eva ropas de pieles de
animales sacri cados, lo que era una ilustración de antemano de la cobertura de los
pecados mediante la sangre sacri cial, hecho en última instancia por la sangre de Jesús.
Desde ese punto en adelante Dios empezó un plan de redención que ofrecería salvación a
todos los que acudan a él por fe. De nuevo, el mismo hecho de que podemos ver el
desdoblamiento de este plan en la Biblia muestra que había esperanza.26
En tiempo de Enós, unos pocos acudieron a Dios y le invocaron pidiendo bendición
(Génesis 4:26). Pero para el tiempo de Noé el mundo se había corrompido tanto y estaba
tan lleno de violencia que Dios «se arrepintió de haber hecho al ser humano en la tierra, y
le dolió en el corazón» así que decidió castigar a la raza humana (Génesis 6:5-7,11-13). Pero
incluso allí había esperanza, porque Noé anduvo con Dios y halló gracia (Génesis 6:8-9). En
su gracia Dios le dio direcciones para que hiciera un arca, lo que signi có salvación para
Noé y su familia.
Sin embargo, un nuevo comienzo no resolvió los problemas del mundo. En el tiempo de la
torre de Babel (Génesis 11:1-9), el mundo se había alejado de nuevo de Dios y estaba
consumido por la pasión de la autopreservación y autoexaltación en un orden mundial
uni cado. Dios no solo los esparció, sino que dejó de tratar con el mundo como un todo y lo
entregó a sus pecados (Romanos 12:24,26) de modo que sus pecados trae-rían sobre la
humanidad parte de su castigo y la prepararía para ver su necesidad de un Salvador.
Pero Dios no abandonó su plan para la humanidad. Halló a un hombre, Abraham, que
respondería por fe. A él Dios le dio una promesa incondicional cuádruple de bendición: para
sí mismo, para sus descendientes, para la tierra y para todas las naciones, mediante un
único descendiente que iba a venir (Génesis 12:1-3). Dios se reveló de esta manera como el
Dios de la promesa, y desde Abraham la Biblia se proyecta hacia adelante.27
EL DIOS QUE HACE EL PACTO
La promesa a Abraham fue con rmada por el pacto de Dios y su juramento, dos cosas
«inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta» (Hebreos 6:17-18). Dios con rmó
adicionalmente la promesa a Isaac (Génesis 26:3-4) y a Jacob (Génesis 28:3-14) y luego, en
el Éxodo, a la nación de Israel (Éxodo 6:8).28 Dios la cumpliría a su manera, y esta
seguridad fue intensi cada tanto por los profetas posteriores como por el Nuevo
Testamento.29
EL PACTO DE LA LEY
En el monte Sinaí Dios trajo a Israel a una relación del pacto consigo mismo al darles la
ley por medio de Moisés. No obstante, la ley no era el propósito nal de Dios. Todavía Dios
te-nía en mente bendiciones para todas las naciones del mundo. Israel era una nación
escogida como siervo para ayudar en la realización de ese propósito. Fueron escogidos de la
misma manera que los comandos de la Segunda Guerra Mundial fueron un grupo escogido;
escogidos para ir al territorio enemigo y abrir una cabeza de playa para que otros pudieran
penetrar. El mundo entero había llegado a ser territorio de Satanás; Israel debía llegar a ser
en la Tierra Prometida como una cabeza de playa para preparar el camino a n de que las
bendiciones de Dios se extendieran a las naciones por medio del Prometido que vendría.
Sin embargo el mundo no estaba listo para Cristo y la cruz. Israel tampoco fue el testigo
necesario como preparación para el esparcimiento del evangelio. Consecuentemente, la ley
fue dada como un tutor temporal (gr. paidagogos, Gálatas 3:24) para llevar a Israel por los
siglos hasta que «se cumplió el plazo» y «Dios envió a su Hijo» (Gálatas 4:4).
Aunque Dios «Dio a conocer sus caminos a Moisés» y fue «clemente y compasivo» (Salmo
103:7-8), Israel seguía cayendo una vez tras otra en el pecado y la idolatría. Sin embargo, a
pesar de esos fracasos, Dios envió profetas para reforzar el pacto y para animarlos con la
esperanza de una restauración y bendición futuras. Esa esperanza incluía una revelación
paso a paso del Mesías prometido, el Profeta ungido de Dios, Sacerdote y Rey. Algunos
críticos, diciendo que los pasajes de esperanza son adiciones posteriores, han visto a los
profetas como proclamadores de nada como no sea ruina y desesperanza. Pero es imposible
«desacreditar el surgimiento de la esperanza profética que mira … a la restauración … en la
cual Dios reina en los corazones de los hombres y especialmente por medio del hijo de
David».30
La profecía de Natán le aseguró a David que Dios vigilaría para que siempre hubiera un
hombre en el trono. Esto especí -camente se proyectaba hacia adelante al que haría eterno
el trono de David. La profecía también deja en claro que si los descendientes de David
pecaban, serían castigados «con varas y azotes»(2 Samuel 7:14). Por consiguiente, puesto
que Israel en efecto cayó una vez tras otra en la idolatría, Dios llevó a su n el reino
davídico y envió al pueblo al exilio.
Los profetas muestran, sin embargo, que el propósito de Dios al enviar a su pueblo a
Babilonia fue para librarse de su idolatría (Jeremías 29:8-13). Esto en efecto tuvo lugar. En
el destierro empezaron a darse cuenta de quiénes eran los verdaderos profetas y mediante
el estudio de los profetas vieron la necedad de la idolatría.31 Cuando regresaron se
propusieron reconstruir el templo y restaurar la adoración pura al Señor. Cuando llegó el
tiempo en que Jesús nació en Belén, los judíos y sus sinagogas estaban esparcidos por todo
el mundo conocido y se les reconocía como un pueblo que servía al único Dios y que
sostenían altas normas de moralidad.
Desdichadamente su concepto del Mesías se enfocaba solo en los aspectos terrenales de su
reino (o gobierno). Esperaban a un hombre que sería simplemente un hombre, y su
esperanza era más temporal y política que religiosa.32 Querían a alguien que derrocara al
Imperio Romano e hiciera de los judíos los gobernantes del mundo. Sin embargo, debido a
que en efecto te-nían las Escrituras, sus sinagogas llegaron a ser una base para el rápido
esparcimiento del evangelio en el primer siglo.
Con la venida de Jesús y su muerte en la cruz la obra de la ley quedó terminada y ya no
era necesaria. En realidad, la ley había llegado a ser una barrera que separaba a los judíos
del resto de las naciones (los gentiles). Pero Jesús «es nuestra paz: de los dos pueblos ha
hecho uno solo, derribando mediante su sacri cio el muro de enemistad que nos separaba,
pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de
los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en
un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad» (Efesios 2:14-16).
EL NUEVO PACTO
Habiendo quedado abolido el pacto de la ley, la muerte de Cristo y el derramamiento de
su sangre puso en efecto un pacto completamente nuevo (Hebreos 8:13; 9:15— 10:18). Este
pacto promete «la herencia eterna» (Hebreos 9:15), y nos asegura que Jesús «aparecerá por
segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo
esperan» (Hebreos 9:28).33
Luego, como siempre, la Biblia hace una aplicación práctica para el presente.
Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y
vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de
la familia de Dios. Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente
puri cados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. Mantengamos rme la esperanza que
profesamos, porque el es el que hizo la promesa. Preocupémonos los unos por los otros, a n de estimularnos al amor y a las
buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor
razón ahora que vemos que aquel día se acerca (Hebreos 10:19-25).34
En este pasaje también vemos, presentado muy contundentemente, que la «Segunda
Venida es la secuencia histórica inevitable de la primera venida. Las dos están
indisolublemente unidas».35
El apóstol Pablo tenía en mente una aplicación práctica similar cuando les dijo a los
creyentes tesalonicenses: «Los recordamos constantemente delante de nuestro Dios y Padre
a causa de la obra realizada por su fe, el trabajo motivado por su amor, y la constancia
sostenida por su esperanza en nuestro Señor Jesucristo». Esta fe, esperanza y amor era el
resultado de que el evangelio había llegado a ellos «no sólo con palabras sino tam-bién con
poder, es decir, con el Espíritu Santo y con profunda convicción». Ellos «recibieron el
mensaje con la alegría que infunde el Espíritu Santo», y llegaron a ser un modelo debido a
que «se convirtieron a Dios dejando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y
esperar del cielo a Jesús, su Hijo a quien resucitó, que nos libra del castigo venidero» (1
Tesalonicenses 1:2-10).
Pedro también, en vista del juicio nal en fuego del día del Señor, dice: «Ya que todo será
destruido de esa manera, ¿no de-berían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una
conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día de Dios?» (2 Pedro 3:11-
12). Luego, en vista de los nuevos cielos y nueva tierra que vendrían, añade: «esfuércense
para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con él» (2 Pedro 3:14).
UNA BENDITA ESPERANZA
Hemos visto que hubo una progresión dirigida por Dios en la historia que condujo a la
primera venida de Cristo. Como dice en Gálatas 4:4-5: «Pero cuando se cumplió el plazo,
Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que
estaban bajo la ley, a n de que fuéramos adoptados como hijos». Pero la plenitud de esos
derechos toda-vía no son nuestros, porque el pasaje bíblico sigue diciendo: «Ustedes ya son
hijos. Dios ha enviado a [sus] corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba! iPadre!»
Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho tam-bién heredero»
(Gálatas 4:6-7). La palabra «heredero» mira hacia adelante aquí a una herencia futura,
ligando así la primera venida a la promesa de la Segunda Venida e implicando que
podemos esperar una progresión ordenada por Dios hacia su cumplimiento.36
La primera venida està ligada a la Segunda Venida también cuando la Biblia habla de la
gracia de Dios que trae salvación. Esa gracia salvadora «nos enseña a rechazar la impiedad
y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio
propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro
gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad
y puri car para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien» (Tito 2:11-14). «Bendita»
(gr. makarian) implica una plenitud de bendición, felicidad y gozo mediante el inmerecido
favor de la gracia de Dios. Aunque nosotros, como creyentes, somos bendecidos ahora, hay
mucho más que vendrá.
Jesucristo es nuestra esperanza ahora (1 Timoteo 1:1), y Cristo en nosotros es la
esperanza de la gloria venidera (Colosenses 1:27), porque: «Cuando Cristo, que es la vida de
[nosotros], se mani este, entonces también [nosotros seremos] manifestados con él en
gloria» (Colosenses 3:4). Como Paul Minear destaca: «La vida en Cristo sin esperanza es
inconcebible. En dondequiera que hay vida en Cristo hay una esperanza viva».37 Minear
también destaca que la palabra «esperanza» (gr. elpis) nunca se halla en plural en el Nuevo
Testamento. Hay solo una esperanza que es real, que es consistente con la realidad y la
voluntad de Dios, y que es algo por lo que vale la pena vivir.38
EXPECTATIVAS DE LA IGLESIA PRIMITIVA
Es obvio que el Nuevo Testamento considera al reino, en el sentido de reino de Dios,39 ya
presente en Jesús durante su ministerio en la tierra. Por medio de él los creyentes pueden
«vivir bajo el dominio de la justicia de Dios como dádiva de la gracia de Dios» (Mateo 6:33;
13:44-46).40 En él «el futuro ya ha empezado».41 El reino era una realidad presente,
conforme lo de-mostraba poderosamente su expulsión de los demonios por el Espíritu de
Dios (Mateo 12:28). Era un tesoro, una perla hermosa de gran precio (Mateo 13:44-46),
inmediatamente disponible para todos los que se hacían como niños (Mateo 18:3-4; 19:14).
Estaba cerca de los que se arrepentían (Mateo 4:17). Sin embargo, la plenitud del reino no
vendrá sino cuando Jesús regrese (Mateo 26:23), tiempo cuando los creyentes entrarán en
la plenitud de su vida eterna y participarán de la felicidad del Maestro (Mateo 25:21,23,46).
Por medio de Jesús el poder y presencia de Dios irrumpían en la escena humana de una
nueva manera, y el futuro habrá de ser «el desdoblamiento y terminación de lo que ya
existía en Cristo y en el Espíritu y que él llevó triunfalmente a pesar del … sufrimiento y la
muerte».42
Después, cuando el Espíritu Santo vino como otro Consolador en Pentecostés, Pedro
interpretó el «después» de Joel como «en los últimos días» (Joel 22:28; Hechos 2:17).43 En
otras palabras, reconoció que la edad de la iglesia, la edad del Espíritu Santo, es la última
edad antes de la edad del reino, «la edad venidera».44 El interés de Pedro, sin embargo, no
era el tiempo del retorno de Cristo. Su preocupación era lograr que la gente se arrepintiera
y aprovechara la promesa divina de perdón de pecados y la dádiva del Espíritu Santo a n
de que pudieran ser salvados «de esta generación perversa» (Hechos 2:38-40). La gente de
esa generación se dirigía en dirección equivocada y estaba tratando de arrastrar consigo a
otros (Romanos 1:32). Los que acudían a Cristo podrían ser una diferencia por la santidad
en sus vidas y por su influencia en sus comunidades.
No hay duda de que la iglesia primitiva en efecto esperaba que Jesús volviera muy
pronto, incluso durante su vida. Los tesalonicenses estaban esperándole con tal expectación
que cuando algunos de ellos murieron, los que quedaron temían que los que habían muerto
tal vez se hubieran perdido la alegría del retorno de Jesús. Pablo tuvo que asegurarles que
los muertos en Cristo no se perderían nada, porque ellos resucitarían primero, y juntos con
ellos, los creyentes vivos serían arrebatados para reunirse con Cristo en el aire (1
Tesalonicenses 4:13-18).
Esa esperanza seguiría siendo una esperanza viva para Pablo y un poderoso incentivo
para una vida santa. Fue hacia el nal de su vida que escribió que esperaba «la bendita
esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tito
2:11-14).
Esa esperanza seguía viva en el corazón de Pablo incluso cuando sabía que estaba a
punto de morir como mártir. En su última carta proclamó esta esperanza una vez más: «Por
lo de-más me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel
día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida» (2
Timoteo 4:8). Estaba seguro también de su llegada segura al reino celestial del Señor (2
Timoteo 4:18).
El libro de Apocalipsis muestra que la esperanza del retorno de Cristo seguía siendo fuerte
hacia el nal del primer siglo, siendo las últimas palabras registradas del Señor resucitado y
ascendido: «Sí, vengo pronto» y la respuesta de la iglesia es «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!»
(Apocalipsis 22:20). De este modo el Dios de esperanza revelado en Jesús concentró la
atención en el hecho de que Jesús en efecto vendrá. Esto pone una urgencia a la invitación
de venir a Jesús, un sentido de inminencia que él quiere que mantengamos. Tenemos que
dar la misma respuesta que Juan dio en Patmos y orar que Jesús venga pronto. En verdad
él viene en triunfo, para reinar como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16).
Jesús mismo recalcó que «este evangelio del reino se predi-cará en todo el mundo como
testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el n» (Mateo 24:14). Habrá un n, y
no simplemente un corte, o un callejón sin salida. La palabra « n» aquí implica un reunirlo
todo y una consumación. Dios reunirá todo lo necesario para cumplir su plan glorioso.
Algo de lo que tendrá lugar Dioslo ha revelado en las profe-cías de la Biblia. Sin embargo,
Apocalipsis 10:3-4 dice cómo el apóstol Juan oyó siete truenos que hablaban. Tenían un
mensaje. Pero cuando Juan se disponía a escribirlo, una voz del cielo lo detuvo. Esto quiere
decir que van a suceder algunas cosas que Dios ha escogido no dejarnos saber por
adelantado. Hay sorpresas por delante que son parte tan real de su plan como las que ya
nos ha revelado.
EL IMPACTO DEL FUTURO SOBRE EL PRESENTE
En realidad, al recorrer la Biblia vemos que Dios está mucho más interesado en decirnos
su voluntad para la vida presente que en darnos todos los detalles del futuro. Toda la
Escritura inspirada que Dios no ha dado es «útil para enseñar, para reprender, para corregir
y para instruir en la justicia, a n de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado
para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16-17). Las «preciosas y magní cas promesas» de la
Biblia nos son dadas para que «luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo
debido a los malos deseos [o lujuria], llegue[mos] a tener parte en la naturaleza divina» (2
Pedro 1:4).
Por ejemplo, cuando Isaías predijo cómo las naciones un día buscarían al Señor, deseando
su instrucción, dijo: «¡Ven, pueblo de Jacob, y caminemos a la luz del SEÑOR!» (Isaías 2:2-5).
En otras palabras, puesto que todas las naciones un día vendrán, con certeza a Israel, en
lugar de actuar como la vieja naturaleza de Jacob, deberían aprovechar su oportunidad
presente. Dios quería que vivieran en comunión con él en el presente. Isaías estaba así
trayendo el futuro no para satisfacer la curiosidad de ellos, sino para retarlos a la santidad
y a un crecimiento y madurez espiritual.
Las enseñanzas de Jesús en cuanto al futuro también tienen el propósito de ser un reto
para nosotros. «No son especulaciones sobre el n, ni visiones para fascinar la curiosidad
ociosa. Fueron enseñanzas sobre fidelidad hasta el fin, firmeza, valor, servicio y amor».45
Juan nos presentó el mismo reto cuando declaró que cuando Jesús vuelva seremos como
él es, es decir, seremos transformados a su semejanza con cuerpos transformados y
glori cados. Después, Juan dijo: «Todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se puri ca a sí
mismo, así como él es puro» (1 Juan 3:2-3). Este reto a una vida santa sigue siendo la
principal razón para predicar y enseñar lo que la Biblia dice en cuanto a las últi-mas cosas,
o los tiempos del fin.
Este interés por la santidad, pureza, santidad y justicia es la principal razón para escribir
este libro. Ninguna enseñanza de la Biblia es más controversial que la de la profecía y los
tiempos del n. Las diferencias de opinión abundan. Personas buenas, que han nacido de
nuevo, que aman a Jesús, creen en la Biblia como la Palabra inspirada e infalible de Dios,
dedicados a la adoración y la alabanza, con frecuencia tienen diferencias serias en este
aspecto.46
Pero estas verdades son demasiado importantes como para que el creyente las descuide.
Todos, de una manera u otra, somos como los Tesalonicenses que «se convirtieron a Dios
dejando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar del cielo a Jesús, su Hijo a
quien resucitó, que nos libra del castigo venidero» (1 Tesalonicenses 1:9-10). Lo que Dios
hizo en y por la vida, muerte y resurrección de Jesús es el sólido cimiento tanto de la fe
como de la esperanza.47
Sin embargo, las diferencias de interpretación no deben impedirnos tener comunión unos
con otros en Cristo. Tampoco las di cultades de interpretación deben impedirnos estudiar y
predicar las verdades de la escatología. Como W. A. Whitehouse destacó: «Para que por el
Espíritu del creyente humilde sea alimentado de las palabras y obras de Jesús (y esto, con
certeza, en la sustancia de la predicación efectiva), entonces la hebra y trama escatológica
de estas palabras y obra» debe llegar a ser parte de nuestro pensamiento en este día
moderno.48 Algo en lo que podemos convenir es esto: la Biblia presenta una segura
esperanza para los creyentes, una esperanza que no nos defraudará (Romanos 5:5). Como
los ángeles les dijeron a los que vieron a Jesús ascender al cielo: «Este mismo Jesús, que ha
sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto
irse» (Hechos 1:11).
UNA GRAN NECESIDAD
El mundo necesita esta esperanza y necesita saber que nuestro Dios es el Dios de
esperanza. La sociedad moderna se ha hecho el centro de todo. Los que todavía conservan
la esperanza del progreso automático se han olvidado de que Dios es el Dios del futuro
tanto como del pasado. Al hablar de un nuevo orden por el cual esperan salvar al mundo de
sus problemas, se han separado del cimiento bíblico que les dio la esperanza y dirección,
porque fue la Biblia la que introdujo la misma idea de progreso. El resultado ha sido
explotación del medio ambiente junto con aumento en la pobreza, pecado y falta de
sentido; así como con el aumento del peligro de la autodestrucción.49 Los creyentes deben
ponerse rmes contra todas estas cosas. Al mismo tiempo, estas cosas llaman la atención a
otro lado del futuro. Vendrá un día, y debe venir, «cuando nalmente el mal quede abolido»
y «la justicia finalmente prevalezca».50
Nuestra esperanza, como la del antiguo Israel, está solo en Dios. No podemos depender
del progreso humano, o de la abundancia de información disponible ahora desde el punto
de vista humano. En medio de la corrupción presente de la sociedad necesitamos el poder
del Espíritu Santo, no solo para testi car de Cristo, sino también para hacernos abundar en
esperanza, sabiendo que Dios es el. El Dios que nos amó tanto que envió a su Hijo a morir
por nosotros nos ama lo su ciente como para proveer todo lo necesario para que
perseveremos hasta la misma gloria que está preparando para nosotros (Romanos 5:5-10).
De este modo, no nos va a faltar nada que necesitemos ahora y el gozo de nuestra salvación
será su ciente para contradecir las a rmaciones del comunismo, la psicología freudiana y
todo lo demás que intenta contradecir las buenas noticias del evangelio.51
Podemos estar seguros también de que Dios quiere que examinemos la Biblia todos los
días como lo hacían los bereanos (Hechos 17:11). El Espíritu Santo inspiró todas las
Escrituras (2 Timoteo 3:16-17) y quiere que nuestro estudio de la Biblia sea un deleite. Con
su ayuda podemos captar nociones de las verdades de la escatología y usarlas para animar
a otros y edificarlos en nuestra fe santa.
Como Stephen Travis destaca, «esta esperanza no es ilusión imaginaria … ni tampoco
escapismo». Es «un motivo poderoso para una vida cristiana positiva y el cambio social …
para cambiar nuestras vidas e in uir en la sociedad».52 Aunque Satanás todavía es «dios de
este mundo» que «ha cegado la mente de estos incrédulos» (2 Corintios 4:4), ya es un
enemigo derrotado. Jesús, el Señor de gloria, «dio su vida por nuestros pecados para
rescatarnos de este mundo malvado» (Gálatas 1:4). Aunque la victoria nal todavía es
futura, su resurrección y el derramamiento de su Espíritu nos capacita para vivir «en un
nuevo plano» (Hechos 2:33; 5:32; Gálatas 4:3-7), y «la esperanza del retorno de Cristo pone
las cosas en una nueva perspectiva».53
Esperar implica trabajar (Mateo 24:45-51; Lucas 19:12-26), y nuestra esperanza da un
nuevo signi cado a todo nuestro trabajo, incluso el más mundano. Esperar también
signi ca pelear la batalla de la fe; la única buena batalla (2 Timoteo 4:7). Dios nos ha
provisto de una armadura que nos permite estar rmes y victoriosos contra todas las
artimañas del diablo (Efesios 6:10-18). Nuestra actitud, no obstante, debe ser diferente de la
de los que pelean las batallas del mundo; no tenemos que ser beligerantes, ni tenemos que
temer lo que el mundo teme. Con Cristo como Señor de nuestros corazones podemos dar
razón de nuestra esperanza, y podemos hacerlo «con gentileza y res-peto» (1 Pedro 3:14-15).
Y sin atraer la atención a nosotros mismos, podemos hacer nuestras buenas obras (Mateo
6:1-4).
De este modo podemos avanzar, manteniendo nuestros ojos en Jesús, regocijándonos
incluso en medio del sufrimiento, viviendo por el Espíritu, manteniéndonos al paso con él
conforme nos guía (Gálatas 5:25). Tal vez no podamos cambiar el curso del mundo como un
todo, en su carrera desbocada de cabeza hacia el día del Anticristo, pero sí podemos hacer
nuestra parte para ayudar y salvar a tantos como sea posible. Jesús les dijo a los judíos
desterrados en Babilonia: «Multiplíquense allá, y no disminuyan. Además, busquen el
bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al SEÑOR por ella, porque el
bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad» (Jeremías 29:6-7). Nosotros
también necesitamos orar y buscar la paz y prosperidad del lugar donde vivimos. Entonces
por la gracia alcanzaremos la meta que Dios nos ha jado y llevaremos a otros con
nosotros. ¡Esas son verdaderamente buenas noticias!
PREGUNTAS PARA ESTUDIO
1. ¿Por qué el estudio de la escatología es esencial para entender y proclamar el
evangelio?
2. ¿Cuáles son las razones para decir que toda la teología es a fin de cuentas escatología?
3. ¿Por qué condena la Biblia las prácticas del ocultismo, la astrología, adivinación y
otros intentos parecidos para predecir el futuro?
4. ¿Qué efectos surte en nuestra vida diaria una creencia lineal de la historia, y cómo se
compara esto con el efecto de una creencia cíclica?
5. ¿Qué relación tiene Génesis 1 con el estudio de la escato-logía?
6. ¿De qué maneras el Espíritu Santo anima nuestra esperanza cristiana?
7. ¿Cuál es la importancia de la promesa cuádruple dada a Abraham? ¿Cómo se aplica
ella a nosotros hoy?
8. ¿Cómo se relaciona el pacto de Dios con David a las promesas de la primera y segunda
venidas de Cristo?
9. ¿De qué maneras la Segunda Venida de Cristo se liga a su primera venida?
10. ¿Cuál es el propósito principal de enseñar y predicar la Segunda Venida de nuestro
Señor Jesucristo?
11. La iglesia primitiva esperaba que Jesús viniera pronto, sin embargo, se dedicaron y
ocuparon en esparcir el evangelio. ¿En qué sentido podemos nosotros tener la misma
expectación al extender el evangelio hoy?
12. ¿Cuáles son algunas maneras en que podemos afectar las necesidades de nuestra
comunidad y nación, y al mismo tiempo fomentar entre la gente de hoy una esperanza viva
en el Dios de la esperanza?
1. Otto Nathan y Heinz Norden, eds., Einstein on Peace (Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1980), 355-56.
2. Vea Guy Duty, Christ’s Coming and the World Church (Minneapolis: Bethany Fellowship, 1971), 119.
3. W. A. Whitehouse, «The Modern Discussion of Eschatology», en Eschatology, William Manson, G. W. H. Lampe, T. F.
Torrance, W. Al Whitehouse (Edinburgh, Escocia: Oliver & Boyd, 1953), 66-67, 77, 79, 89.
4. Eldin Villafañe, The Liberating Spirit (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1993), 184.
5. James M. Childs, Jr., Christian Anthropology and Ethics (Filadelfia: Fortress Press, 1978), 126.
6. Alf Corell, Consummatum est:Eschatology and the Church in the Gospel of St. John, trad. Order of the Holy Paraclete, Whitby
(Londres: Society for Promotion of Christian Knowledge, 1958), 7
7. Dale Moody, The Hope of Glory (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1964), 15.
8. Jürgen Moltman, Theology of Hope:On the Ground and the Implications of a Christian Eschatology, trad. Jams W. Leitch de la
5a ed. alemana (Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1867), 16-17, reconoció esto, aunque en su teología separa la esperanza
de la historia y, junto con un lado del católico romano John Baptist Metz, inspiró una teología de la liberación tibial reino de
Dios como una metáfora y procura hacer cambios radicales políticos y sociales en el presente. Cf. Stanley F. Morton, ed.,
Systematic Theology (Springfield, Mo.: Gospel Publishing House, 1994), 617; Donald G. Blowesch, A Theology of World and Spirit
(Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1992), 106.
9. Thomas C. Oden, Life in the Spirit, vol. 3, Systematic Theology (San Francisco: Harper, HarperCollins Publications, 1992),
368, 371, 373.
10. Stephen Travis, The Jesus Hope (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1992), 10.
11. Vea Oden, Life in the Spirit, 375.
12. G. C. Berkouwer, The Return of Christ, trad. James Van Oosterom (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co.,
1972), 11.
13. Ulrich E. Simon, The End Is Not Yet (Digswell Place, Welwyn, Inglaterra: James Nisbet & Co., 1964), 4.
14. Hans Schwarz, On the Way to the Future: A Christian View of Eschatology in the Light of Current Trends in Religion,
Philosophy, and Science, ed. rev. (Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1979), 17.
15. Vea Swami Adiswarananda, «Hinduism», en How Di erent Religions View Death and Afterlife, ed. Christopher J. Johnson y
Marsha G. McGee (Philadelphia: Charles Press, Publishers, 1991), 159-62, 175.
16. Schwarz, On the Way to the Future, 25, cf. 125, 127, 158.
17. Zachary Hayes, What Are They Saying about the End of the World? (Nueva York: Paulist Press, 1983), 7. Él destaca que
Rudolf Bultmann usó la losofía de Martín Heidegger para interpretar los símbolos de la Biblia como místicos y para separar la
escatología completamente de la cronología, negando todo reino venidero. Mucho del pensamiento católico romano moderno ha
sido in uido en esta dirección al comparar R. Bultmann, J. Moltmann, W. Pannerberg, J. Jeremias, y O. Culmann. Vea Zachary
Hayes, Visions of the Future:A Study of Christian Eschatology (Wilmington, Del: Michael Glazier, 1985), 13.
18. Oscar Cullmann, Christ and Time, ed. rev., trad. Floyd W. Filson (Philadelphia: Westminster Press, 1964), 105.
19. La oración hebrea normalmente empieza con el verbo, pero se puede poner cualquier cosa primero por énfasis, como en
Génesis 1:1.
20. James B. Pritchard, ed., The Ancient Near East: An Anthology of Text and Pictures, vol. 1 (Princeton, N.J.: Princeton
University Press, 1973), 35.
21. A. J. Conyers, The Eclipse of Heaven: Rediscovering the Hope of a World Beyond (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press,
1992), 131.
22. Joseph Papin, ed., The Eschaton:A Community of Love (Villanova, Pa.: Villanova University Press, 1971), 59.
23. Neill Quinn Hamilton, The Holy Spirit and Eschatology in Paul, Scottish Journal of Theology Occasional Papers, no. 6
(Edinburg, Escocia: Oliver & Boyd, 1957), 35.
24. Esto fue cierto en el avivamiento de la calle Azusa en Los Angeles (1906–1908), tal como mi madre y sus padres lo
experimentaron. El Espíritu Santo creó en ellos un intenso deseo de ver pronto la venida de Jesús.
25. James R. Go , Jr., «Closing Out the Church Afe: Pentecostals Fave the Twenty- rst Century», Pneuma 14:1 (primavera
1992): 12
26. Esta es una profunda esperanza que liga «el destino de todos los gentiles [«naciones»] a la victoria del «gentil Jesús» (Isaías
42:1-4; Mateo 12:18,20-21). La palabra griega (elpis) siempre se halla en singular en la Biblia, nunca en plural; hay solo una
esperanza por la que puede vivir la humanidad. Paul Sevier Minear, The Christian Hope and the Second Coming (Philadelphia:
Westminster Press, 1954), 19, 23.
27. William J. Dalton, Aspects of New Testament Eschatology (Nedlands, Australia: University of Western Australia Press,
1968), 4.
28. T. V. Farris, Mighty to Save:A Study of Old Testament Soteriology (Nashville: Broadman Press, 1993), 72-73.
29. Dalton, Aspects of New Testament Eschatology, 5.
30. Simon, The End Is Not Yet, 14.
31. Obsérvense las tremendas ironías en las descripciones de la idolatría (Isaías 40:18-20; 44:9-20; Oseas 4:12; 13:2; Amós
5:26).
32. George Raymond Beasley-Murray, Jesus and the Future: An Examination of the Criticism of the Exchatological Discourse,
Mark 13 with Special Reference to the Little Apocalypse Theory (Londres: Macmillan & Co., 1954), 14-15.
33. Hebreos 9:28 da base para referirse al retorno de Cristo como la «Segunda Venida». Cf. Travis, The Jesus Hope, 51.
34. El «día» no se re ere a un período de veinticuatro horas sino más bien a un pe-ríodo de la actividad de Dios, dure cuanto
dure. Vea J. E. Fison, The Christian Hope:The Presence and the Parousia (Londres: Longsman, Green & Co., 1954), 94.
35. Edgar Young Mullins, The Christian Religion in Its Doctrinal Expression (Valley Forge, Pa.:Judson Press, 1917), 451.
36. Geerhardus Vos, The Pauline Eschatology (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1972), 83.
37. Minear, Christian Hope, 28.
38. Ibid., 22, 26.
39. Jesús dio un nuevo signi cado a las frases «reino de Dios» y «reino de los cielos», que aparece solo rara vez en la literatura
judía (incluyendo los rollos sectarios del Mar Muerto) fuera de los Evangelios. La mayoría de las frases que Jesús usó en cone-
xión con el reino «no tienen paralelo (ni siquiera en lo secular) en el lenguaje de los contemporáneos de Jesús». Joachim
Jeremias, New Testament Theology, trad. John Bowden (Nueva York: Charles Scribners’s Sons, 1971), 32.
40. William David Kirkpatrick, «Christian Hope», Southwestern Journal of Theology, 36:2 (primavera 1994): 39.
41. Hendrikus Berkhof, Well-Founded Hope (Richmond, Va.: John Knox Press, 1969), 11.
42. Ibid., 19.
43. Esta no fue idea de Pedro. Pedro fue inspirado por el mismo Espíritu Santo que inspiró a Joel.
44. Vea R. P. D. Hanson, The Attractiveness of God: Essays in Christian Doctrine (Richmond, Va.: John Knox Press, 1973), 190-
91. El destaca que la frase «Segunda Venida no se usa en el Nuevo Testamento porque la primera venida era tan escatoló-gica que
la Segunda Venida no podía ser más que una consumación, antes que una introducción, de la escatología».
45. Conyers, The Eclipse of Heaven, 49.
46. Hubo un tiempo cuando evadía las oportunidades para enseñar y predicar sobre la profecía. Pensaba que sin que importe
lo que diga, lastimaría los sentimientos de alguien o lo haría pensar que estaba tratando de trastornar sus ideas y esperanzas.
47. Kirkpatrick, «Christian Hope», 33.
48. W. A. Whitehouse, «The Modern Discussion of Eschatology», 66.
49. Schwarz, On the Way to the Future, 25.
50. Thomas N. Finger, Christian Theology: An Eschatological Approach, vol. 1 (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1985),
145.
51. Vea Berkhof, Well-Founded Hope, 19.
52. Travis, The Jesus Hope, 2.
53. Finger, Christian Theology, 37, 102.
Capítulo 1
La muerte y el estado intermedio
Parte de la escatología trata de las últimas cosas en lo que respecta a nuestra vida
presente, y la cuestión de la muerte y lo que sucede en el estado intermedio, el estado entre
la muerte y el retorno de Cristo.1 Aunque la Biblia dice mucho en cuanto a la muerte, dice
comparativamente muy poco respecto al más allá. Se preocupa más en cuanto a cómo vivir
esta vida presente de una manera que agrade a Dios. Quiere que estemos listos para el
retorno de Cristo y las cosas gloriosas que siguen. Eso es más importante que los detalles de
las condiciones temporales que al presente caracterizan el más allá.2
VIDA Y MUERTE
NOCIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO
El Antiguo Testamento reconoce la brevedad yfragilidad de la vida. Job, en su angustia,
dijo: «Mis días se van más veloces que una lanzadera, … mi vida es un suspiro» (Job 7:6-7).
David hablaba de la muerte como «el camino de todos en la tierra» (1 Reyes 2:2, RVR),
observando: «El hombre es como la hierba, sus días orecen como la or del campo:
sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno» (Salmo 103:15-16).
Por otro lado, el Antiguo Testamento fomenta un optimismo saludable, poniendo más
énfasis en la vida como un don de Dios que se debe disfrutar junto con sus bendiciones
(Salmo 128:5-6).3 Una larga vida se consideraba como una bendición especial de Dios
(Salmo 91:16). El suicidio era extremadamente raro. Había que evitar la muerte tanto como
fuera posible. En la ley, Dios puso ante Israel una alternativa: amar la obediencia
signi caba vida y bendición; la desobediencia y la rebelión de idolatría resultaría en muerte
y destrucción (Deuteronomio 30:15-20). Esto fue cierto incluso cuando el rey Saúl se suicidó,
porque la Biblia dice: «Saúl murió por haberse rebelado contra el SEÑOR, … Por eso el SEÑOR
le quitó la vida» (1 Crónicas 10:13-14). Dios tiene el control último sobre la vida y la
muerte; sin embargo, permite causas intermedias, incluso nuestro propio descuido, decisión
expresa o necedad, para acortar o terminar la vida.
Al mismo tiempo la muerte está en el mundo como resultado del pecado y es inevitable
para todos, porque todos han pecado (Génesis 2:17; 3:19,22-23; Romanos 3:23; 5:12; 6:23).
Esto se reconoció en el tiempo de Enós, cuyo nombre signi ca «mortal». El conocimiento de
que todos morirían ejerció un buen efecto inicialmente, porque: «Desde entonces se comen-
zó a invocar el nombre del SEÑOR» (Génesis 4:26). Los santos del Antiguo Testamento
siguieron ese ejemplo al mirar una vez tras otra al Señor para protegerles de la muerte y
prolongar sus vidas. Se consideraba a la muerte como un enemigo, que traía a icción, por
lo general expresada en gritos, alaridos y profundo lamento (Mateo 9:23; Lucas 8:52).
Incluso así, el lamento era por la pérdida de la presencia corporal del ser querido, porque,
como Salomón escribió, «el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio» (Eclesiastés 12:7).
NOCIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO
El Nuevo Testamento reconoce que la muerte entró en el mundo por el pecado, y debido a
que todos han pecado, la muerte viene a todos (Romanos 5:12). Pone n a nuestra
oportunidad de tomar decisiones que afectarían nuestro futuro eterno (Hebreos 9:27; cf.,
Efesios 5:15-16; Colosenses 4:5).4 El Nuevo Testamento también señala a la muerte como
enemigo, «el último enemigo», que no será destruido sino en el juicio nal (1 Corintios
15:26; Apocalipsis 20:14). Sin embargo, para el creyente, la victoria de Jesús sobre el diablo
ha librado «a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante
toda la vida» (Hebreos 2:14-15). ¡Ya no hay que temer a la muerte! «Dios ha dicho: “Nunca
te dejaré; jamás te abando-naré”». Así que podemos decir con toda con anza: «El Señor es
quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?» (Hebreos 13:5-6). La
muerte ha perdido su aguijón (1 Corintios 15:56-57).
Aunque el cuerpo natural inevitablemente se deteriora, los creyentes «por dentro nos
vamos renovando día tras día» (2 Corintios 4:16). Consecuentemente, podemos encarar la
muerte y ser «más que vencedores por medio de aquel que nos amó» porque «ni la muerte ni
la vida, … ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha
manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 8:36-39). La muerte ya no rompe
nuestra comunión con nuestro Señor. Podemos a igirnos por la muerte de seres queridos
debido a la pérdida personal, pero no «como esos otros [humanidad caída, que no cree en
Cristo] que no tienen esperanza» (1 Tesalonicenses 4:13).
Para los no creyentes la muerte es una experiencia que destroza y pone n a todas sus
esperanzas y sueños, y todo aquello por lo que han vivido y han trabajado. Debido a que en
esta vida han permanecido «muertos en sus transgresiones y pecados» (Efesios 2:1), la
muerte física también pone n a sus oportunidades de hallar a Cristo y de obtener vida
eterna y recompensa en el cielo. Nada queda para ellos excepto los efectos del pecado y del
mal que sufrirán en el in erno. Habrá, no obstante, grados de castigo en el in erno, tal
como habrá grados de recompensa en el cielo (Lucas 12:47-48; 1 Corintios 15:41-42; cf.
Mateo 23:15; Hebreos 10:29). Los grados de castigo se re eren a la intensidad del castigo, y
no a su duración en tiempo, porque los que mueren en sus pecados están perdidos
eternamente.5
La fe en Cristo da una nueva actitud. La muerte no les roba a los creyentes nada de lo que
era su razón de vivir y esperar. Como dijo el apóstol Pablo: «para mí el vivir es Cristo y el
morir es ganancia» (Filipenses 1:21); o sea, morir quiere decir ganar en Cristo, más de
Cristo; y eso es mejor que cualquier cosa en esta vida (Filipenses 1:23). Pablo dijo que su
vida era «derramada sobre el sacri cio» (Filipenses 2:17; 2 Timoteo 4:6), ofrenda que daba
gloria a Dios. Su muerte, por consiguiente, no era una derrota, sino una «partida» (gr.
exodos), «como el éxodo de Egipto, una liberación triunfante, un camino que lo llevaría a
una mejor nación que la tierra prometida de Canaán (Hebreos 11:16).6 Pablo esperaba ir
directamente a la presencia de Cristo y tener gozo y paz superiores a cualquier cosa que
conocemos en esta vida (Romanos 8:38-39; Filipenses 1:23; cf. Lucas 16:22; 23:43).
ENSEÑANZA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Aunque mucho de lo que sabemos de la vida después de la muerte no se reveló sino hasta
el tiempo del Nuevo Testamento, el Antiguo Testamento sí sostiene la esperanza para la
vida des-pués de la muerte. La mayoría de los israelitas del Antiguo Testamento parecen
haber tenido por lo menos una vaga idea del más allá. Pero debido a que el énfasis recae en
servir a Dios en esta vida algunos eruditos dicen que la mayoría de los israelitas no creían
en una vida en el más allá. Esto sería muy extraño y muy contrario a todas las culturas que
los rodeaban. Los egipcios hacían grandes preparativos para lo que creían que tendría lugar
en el más allá. También creían en el juicio después de la muerte. En las tumbas del Valle de
los Reyes, frente al Nilo y a Luxor, vi pinturas en las paredes que muestran a personas
compareciendo ante los dioses, una la de personas que se alejan alegres, y otras que se
alejan de cabeza, decapitados. Todo entierro canaanita incluía una lámpara, un cántaro de
aceite, y un cántaro de comida.7 Los israelitas, sin embargo, simplemente envolvían el
cuerpo en lino, lo ungían con especias, y lo ponían en una tumba o lo enterraban. Esto no
quería decir una menor creencia en el más allá, porque hablaban de que el espíritu iba a un
lugar llamado Seol8 o a la presencia de Dios (Salmo 23:6).
Si los israelitas en realidad no creían en una vida después de la muerte, la Biblia por
cierto hubiera llamado la atención a esto.9 Más bien, Salomón reconoció que Dios «ha
puesto eternidad en el corazón del hombre [humanidad]» (Eclesiastés 3:11). Esto implica
que fuimos hechos para la eternidad y, por consiguiente, aunque podemos disfrutar de las
buenas cosas que nos da, no podemos hallar satisfacción en ellas. A menos que estemos
muertos en pecado, nuestro mismo ser clama por comunión eterna con Dios.
Otra frase indica que los santos del Antiguo Testamento esperaban una vida en el más
allá. Dios le dijo a Moisés, después que este subió al monte (el monte Nebo en la cordillera
Abarim) y vio al otro lado a la tierra prometida: «Partirás de este mundo para reunirte con
tus antepasados, como tu hermano Aarón» (Números 27:13). Aarón, sin embargo, fue
sepultado en el monte Hor, y nadie sabe dónde Dios sepultó a Moisés (Números 20:27-28;
Deuteronomio 34:1,5-6). Por consiguiente, ser «reunido con tus antepasados» puede muy
difícilmente referirse a la tumba. La frase también implica que «su pueblo» todavía existe,
que no está aniquilado ni es una nulidad, como Jesús mismo lo señaló (Lucas 20:38).
EL LUGAR DEL MÁS ALLÁ
En el Antiguo Testamento el lugar del más allá para los malos a menudo se llama Seol
(por lo general traducido como «in erno» o «el sepulcro»).10 También se lo identi ca con
«abadón», «Abadón, lugar de destrucción» (Job 26:6; 31:12; Salmo 88:11; Proverbios 27:20),
y bor, «el abismo», literalmente una cisterna, pero usado metafóricamente como la entrada
del Seol, o como sinónimo del mismo Seol (Salmo 30:3; Isaías 14:15; Ezequiel 31:14).
Cuando se traduce «in erno» (KJV), sin embargo, no es el lugar donde Satanás tiene su
cuartel general, ni tampoco está controlado por Satanás. Dios gobierna allí (1 Samuel 2:6;
Salmo 139:8; Amós 9:2).
El Seol no es el sepulcro. Debido a que Seol «abismo», «sepulcro», «destrucción», y «muerte»
a veces aparece en paralelo la construcción gramatical (p. ej.: Salmo 30:3; 88:11-12),
algunos dicen que tanto Seol como «abismo» siempre signi ca «el sepulcro».11 Sin embargo,
cuando la Biblia habla de sepulcros de una manera inequívoca, como cuando los israelitas le
preguntaron a Moisés: «¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para
morir en el desierto?» (Éxodo 14:11), se usa normalmente otra palabra, quever. Cuando
Jacob pensaba que José había sido destrozado por algún animal y obviamente no estaba en
un sepulcro, pensaba que estaba en él Seol (Génesis 37:35). La Biblia también habla de
personas que tienen alguna clase de existencia en el Seol (Isaías 14:9-10; Ezequiel 31:21).
Dios actúa poderosamente e interviene en él Seol (Salmo 139:8; Amós 9:2), y el Seol no
puede hacer nada contra él (Job 26:6). En consecuencia, otros lo limitan a un lugar en el
más allá y dicen que nunca quiso decir el sepulcro.12
A menudo se citan tres pasajes (Salmos 6:5; 115:17-18; Isaías 38:17-19) para mostrar que
Seol es el sepulcro.13 Salmo 6:5 dice: «En la muerte nadie te recuerda; en el sepulcro, ¿quién
te alabará?» El recuerdo es, sin embargo, paralelo a la alabanza. La misma palabra (heb.
zakkar) se usa para una mención solemne de Dios entre el pueblo (Éxodo 3:15). Habla de un
recordar activo aquí la tierra, que termina cuando la persona muere. En otras palabras,
cuando el espíritu va a al Seol la alabanza y testimonio de esa persona a las personas aquí
en la tierra cesa.
El Salmo 115:17 habla de que los muertos van al silencio. Esto es desde el punto de vista
de las personas en la tierra. Sin embargo, el salmista pasa a decir: «Somos nosotros los que
alabamos al SEÑOR desde ahora y para siempre» (v. 18), lo que implica una esperanza mejor
y ciertamente no descarta alabar al Señor en el más allá.
El rey Ezequías en su oración dijo: «Sin duda, fue para mi bien pasar por tal angustia.
Con tu amor me guardaste de la fosa destructora, y le diste la espalda a mis pecados. El
sepulcro [heb., Seol] nada te agradece; la muerte no te alaba. Los que descienden a la fosa
nada esperan de tu delidad» (Isaías 38:17-18). Aquí Ezequías se preocupaba por su
testimonio y su resultado entre el pueblo. El perdón divino de sus pecados impidió que fuera
al lugar de castigo. Ahora que había sido sanado vería la delidad de Dios, y la vio, por
quince años adicionales (Isaías 38:5).
En realidad Seol a menudo se describe como una profundidad que contrasta con la altura
del cielo (Job 11:8; Salmo 139:8; Amós 9:2). A menudo el contexto se re ere a la ira de Dios
(Job 14:13; Salmos 6:1,5; 88:3, 7; 89:46,48), y a veces tanto a la ira como al fuego
(Deuteronomio 32:22). En algunos casos las referencias son breves, y parece que se lo trata
simplemente como un lugar o el estado de los muertos. Allí a los muertos se les llama
refaim, o lo que se pudiera llamar «fantasmas» (Isaías 14:9; 26:14).14 Otros pasajes se
re eren a algunos de los muertos como elojim, en el sentido de «seres espirituales
poderosos» (1 Samuel 28:13).15
Seol traducido como Hades. En donde el Nuevo Testamento cita pasajes del Antiguo
Testamento que se re eren al Seol lo traduce con la palabra Hades, que se ve, no como el
lugar vago del que hablaban los griegos paganos sino como un lugar de castigo (Lucas
10:15; 16:23-24; cf. Apocalipsis 6:8; 20:13).16 Pedro también describe a los malos de los días
de Noé como «espíritus encarcelados» (1 Pedro 3:19-20).17
El Seol como lugar para los malos. En vista de esto es importante observar que el Antiguo
Testamento no enseña que todos van al Seol. Es cierto que Job habló de la muerte como,
una bet moed «casa de reunión» para todos los vivos (Job 32:23). Pero simplemente se
refería al hecho de que todos morimos, no de que todos vayamos al mismo lugar cuando
morimos.
Algunos santos del Antiguo Testamento tuvieron una mejor esperanza. Enoc y Elías
fueron llevados directamente al cielo (Génesis 5:24; 2 Reyes 2:11; Hebreos 11:5). Cuando
David sintió la ira de Dios debido a su pecado clamó por misericordia para no ir al Seol (p.
ej., Salmo 6:1-5,9). Pero cuando su fe cre-ció, su esperanza fue que «en la casa del SEÑOR
habitaré para siempre» (Salmo 23:6; cf. Salmo 17:15).
Aunque el Nuevo Testamento identi ca el Salmo 16:10 con la muerte y la resurrección de
Jesús, el versículo que sigue indica que la senda de la vida que Dios da a conocer conduce al
gozo en su presencia y a placeres eternos a su diestra. El Salmo 49:15 dice, después de
considerar la suerte de los malos que se dirigen al Seol, «Dios, sin embargo, redimirá mi
alma de la mano del Seol, porque él me llevará [a sí mismo]» (traducción del autor). Es
decir, se personi ca al Seol como tratando de agarrarlo y de arrastrarlo al lugar de castigo,
pero Dios lo redime y lo rescata para que escape y no vaya al Seol y más bien vaya a la
presencia de Dios.18
El Seol como lugar de castigo. Varios pasajes indican que el Seol es un lugar de castigo para
los malos (Salmo 9:17; cf. Números 16:33; Job 26:6; Salmos 30:17-18; 49:13-15; 55:15;
88:11-12; Proverbios 5:5; 7:27; 9:18; 15:10-11; 27:20; Isaías 38:18).19 Dios dice de los
idólatras: «Se ha encendido el fuego de mi ira, que quema hasta lo profundo del abismo
[heb. Seol]» (Deuteronomio 32:22). «Bajan [cambian su orientación total] al sepulcro [heb.
Seol] los malvados, todos los paganos [heb. goyim, «naciones»] que de Dios se olvidan»
(Salmo 9:17). «¡Que sorprenda la muerte a mis enemigos! ¡Que caigan vivos al sepulcro
[heb. Seol], pues en ellos habita la maldad!» (Salmo 55:15; cf. 55:23. «Tan colmado estoy de
calamidades que mi vida está al borde del sepulcro [heb. Seol]. Ya me cuentan entre los que
bajan a la fosa; … El peso de tu enojo ha recaído sobre mí» (Salmo 88:3-4, 7). «Su casa
lleva derecho al sepulcro [heb. Seol]; ¡conduce al reino de la muerte!» (Proverbios 7:27). «La
mujer necia es escandalosa, … y llama a los que van por el camino, … «¡Vengan conmigo,
inexpertos! —dice a los faltos de juicio—.… Pero éstos ignoran que allí está la muerte, que
sus invitados caen al fondo de la fosa [heb. Seol]» (Proverbios 9:13,15-16,18). Cuando Dios
pronunció juicio sobre la ciudad de Tiro la comparó con «los que descienden a la fosa [heb.
Seol]», y dijo: «Te convertiré en objeto de espanto, y ya no vol-verás a existir» (Ezequiel
26:19-21).
Después, cuando el juicio cayó sobre las hordas de Egipto, «En medio del abismo [heb.
Seol], los guerreros más fuertes y valientes hablarán de Egipto y de sus aliados. Y dirán:
“¡Ya han descendido a la fosa! ¡Yacen tendidos entre los paganos que murieron a lo de
espada!”» (Ezequiel 32:18-21). Es más, todos los que Ezequiel menciona como estando en el
Seol son malos.20 Cuando Coré reunió a sus seguidores en oposición a Moisés y a Aarón,
Dios le dijo a Moisés que advirtiera a la asamblea: «¡Aléjense de las tiendas de estos impíos!
No toquen ninguna de sus pertenencias, para que ustedes no sean castigados por los
pecados de ellos … la tierra se abrió debajo de ellos; se abrió y se los tragó, … Bajaron
vivos al sepulcro [heb. Seol]» (Números 16:23-33).
Por otro lado, cuando la médium espiritista de Endor dijo que veía a un espíritu saliendo
de la tierra (heb. jaaretz) parecido a un anciano vestido con un manto (1 Samuel 28:13-14),
po-dría haberse estado re riendo a su cuerpo saliendo del sepulcro y no es prueba de que su
alma estaba en un mundo subterráneo así como tampoco lo prueba el hecho de que Jesús
llamó a Láza-ro de la tumba (Juan 12:17).21
El salmista Asaf escribió que, en contraste a la destrucción de los malvados, «Me guías con
tu consejo, y más tarde me aco-gerás en gloria», es decir, en el cielo (Salmo 73:18-19,24-26;
cf. Salmos 16:9,11; 17:15).22 Salomón también declaró que «la senda de la vida conduce
hacia arriba [al lugar de arriba] a n de evitar el Seol abajo» (Proverbios 15:24, traducción
del autor).23 El mensaje de Dios a Balaam le hizo reconocer que la muerte del justo es mejor
que la muerte de los malos (Números 23:10).
DOS COMPARTIMIENTOS EN EL SEOL
Posiblemente debido a la in uencia de las ideas griegas, y posiblemente también debido a
que Jacob, lamentándose, habló de descender al Seol adonde había ido su hijo José, los ju-
díos posteriormente, considerando a Jacob y a José justos, razonaban que tanto los justos y
los malos iban al Seol. Así concluyeron que debe haber un lugar especial en el Seol para los
justos. A esto se podría llamar divisiones en el Seol: un lugar para los justos así como un
lugar para los malos (1 Enoc 22:1-14).24 Sin embargo, Jacob en ese momento rehusó ser
con-solado, sin duda pensando que tanto él como José estaban de alguna manera bajo el
castigo de Dios. No hay nada que indique que Jacob buscará al Señor de nuevo después de
que recibió las noticias de que José estaba vivo (Génesis 45:28—46:1). Por consiguiente,
Jacob probablemente consideraba el Seol un lugar de castigo. En realidad, ningún pasaje
del Antiguo Testamento claramente exige que se divida al Seol en dos compartimientos: uno
para castigo y otro para bendición.25
El Dr. William Shedd (1820–94) dio un argumento clásico contra la idea de dos
compartimientos. Él recalcó:
[El Seol] es un mal aterrador, de castigo, mencionados por los escritores sagrados para disuadir a los hombres a que no pequen,
… y cualquier in-terpretación que esencialmente modi ca esto debe por consiguiente ser errónea. [Porque para que sea una]
alarma para los malos, [debe ser pertinente] solo para ellos. Si los buenos tienen parte en ello, su poder aterrador desaparece …
No es respuesta a esto decir que el Seol contiene dos divisiones, Hades y Paraíso, y que los malos van al primero. Esto no está en
el texto bíblico, ni en su conexión. A los malos se les amenaza con el Seol … no se les amenaza con una parte … sino con el todo
… El Seol es uno, indiviso, y homogéneo en la representación inspirada … El Seol bí-blico siempre es un mal, y nada sino un mal
… Decir que «Bajan al sepulcro [heb. Seol] los malvados» (Salmo 9:17) implica que los justos no bajarán; simplemente para decir
que «para castigar a los que no conocen a Dios ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesús. Ellos sufrirán el castigo de la
destrucción eterna» (2 Tesalonicenses 1:8-9), implica que los que en efecto obedecen no lo sufrirán. Decir que los «pasos» de la
prostituta «van derecho al sepulcro [heb. Seol]» (Proverbios 5:5), es lo mismo que decir que «los que cometen inmoralidades
sexuales, … recibirán como herencia el lago de fuego y azufre» (Apocalipsis 21:8). Librar «del sepulcro [heb. Seol]» por la
disciplina de los padres (Proverbios 23:14), no es librarle ni del sepulcro ni del mundo de los espíritus, sino del futuro tormento
que espera a los moralmente indisciplinados.26
ENSEÑANZA DEL NUEVO TESTAMENTO
El énfasis del Nuevo Testamento recae en la resurrección del cuerpo antes que lo que
sucede inmediatamente después de la muerte. La muerte no fue nunca la intención original
de Dios para la humanidad, y a n de cuentas «no habrá más muerte» (Apocalipsis 21:4; la
muerte será «devorada por la victoria» (1 Corintios 15:54). Aunque todavía es un
enemigo,27 los salvos ya no deben temer a la muerte (1 Corintios 15:55-57; Hebreos 2:15).
Para el creyente el vivir es Cristo y el morir es ganancia; es decir, morir quiere decir una
relación personal más íntima con Cristo, en efecto más de él (Filipenses 1:21). De este
modo, morir e ir a estar con Cristo es mucho mejor que quedar en el cuerpo presente,
aunque debemos quedarnos aquí tanto como Dios lo considere necesario (Filipenses 1:23-
24). Entonces la muerte nos da descanso de nuestras labores y sufrimientos terrenales (es
decir, cesarán), y una entrada a la gloria (2 Corintios 4:17; cf. 2 Pedro 1:10-11; Apocalipsis
14:13).
Jesús, en Lucas 16:19-31, describió a un hombre rico anónimo28 que se vestía como rey y
todos los días disfrutaba de un banquete completo con diversión. A su puerta yacía un
mendigo llamado Lázaro, cubierto de llagas, que quería las migajas que barrían por la
puerta para que se las comieran los perros callejeros. Estos animales de basurero, inmundos
bajo la ley, le la-mían las llagas, lo que lo hacía inmundo. Lázaro tenía solo una cosa a su
favor: su nombre,29 que quiere decir «Dios es mi ayuda» e indica que a pesar de todo él
mantenía su fe en Dios.
Cuando murió los ángeles llevaron a Lázaro al lado de Abraham,30 que era ciertamente
un lugar de bendición, porque recibiría consuelo allí. El rico, después de la muerte, se halló
en la agonía de los fuegos del Hades. Cuando miró hacia arriba, es decir, al cielo (cf. Mateo
8:11-12; Lucas 13:28-29), vio a Abraham y a Lázaro «muy lejos». Pero era demasiado tarde
para que recibiera ayuda, porque Abraham le dijo: «hay un gran abismo entre nosotros y
ustedes, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco
pueden los de allá para acá» (Lucas 16:26). En otras palabras, vemos que el destino del
malo como del bueno no puede ser cambiado después de la muerte.31 Algunos tratan este
relato como una parábola, puesto que sigue a una serie de parábolas, pero incluso en sus
parábolas Jesús nunca dijo algo que se brindará a malos entendidos o sea contrario a la
verdad.32
La diferencia en el estado del rico y el de Lázaro también parece implicar que a su muerte
hubo un juicio respecto a su destino. Tradicionalmente a esto se le ha llamado el juicio
particular en contraste al tribunal de Cristo después del rapto y al juicio ante el Gran Trono
Blanco después del milenio.
CON EL SEÑOR
El deseo del apóstol Pablo, sin embargo, no era estar con Abraham sino con el Señor.
Indicó que tan pronto como dejara el cuerpo (al morir), estaría presente con el Señor (2
Corintios 5:6-9; Filipenses 1:23). Esta fue la promesa de Jesús al ladrón moribundo en la
cruz: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43), implicando
compañerismo inmediato.33 En una visión Pablo fue arrebatado al tercer cielo, al que
también llama paraíso (2 Corintios 12:1-5), identi cando así al paraíso con el cielo.34 Allí
«escuchó cosas indecibles que a los humanos no se nos permite expresar» (12:4).35
Esteban vio el cielo abierto y a Jesús de pie a la diestra de Dios. Entonces Esteban oró:
«Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu» (Hechos 7:56,59). Claramente, Esteban esperaba
que al morir su espíritu estaría de inmediato en el cielo con Jesús.36
Hebreos 8:1-2 también declara que Jesús «se sentó a la derecha del trono de la Majestad
en el cielo, el que sirve en el santuario». Esto está en línea con otros pasajes que reconocen
que hay un lugar especial en el cielo en donde Dios se mani esta de una manera especial
en su trono (Salmo 103:19; Isaías 57:15; 63:15; 66:1; Mateo 5:34).
Salomón reconoció que «los cielos, por altos que sean» no pueden contener a Dios (1
Reyes 8:27), porque Dios está presente en todas partes «arriba en el cielo y abajo en la
tierra» (Deuteronomio 4:39; cf. Josué 2:11). Pero muchos pasajes muestran que Dios puede
manifestarse a sí mismo y su gloria en lugares especí cos, y lo hace especialmente en el
cielo.37
UN LUGAR PREPARADO
Jesús habla del cielo como un lugar preparado donde hay abundante espacio (Juan 14:2),
no temporal sino «moradas eternas» (Lucas 16:9). Es un lugar de gozo, de comunión con
Cristo y otros creyentes, y que resuena con adoración y canto (Apocalipsis 4:10-11; 5:8-14;
14:2-3; 15:2-4). Allí ellos «des-cansarán de sus fatigosas tareas» (Apocalipsis 14:13).
«Descanso», sin embargo, no quiere decir dormir, ni estar inerte u ocioso. En la Biblia,
descanso «conlleva la idea de satisfacción en el trabajo y gozo en el logro», sugiriendo así
trabajo, adoración, y libertad de los efectos de todo lo que es malo.38
Pablo anhelaba estar con Cristo (Filipenses 1:23) y, debido a que «somos ciudadanos del
cielo», anhelaba con ansias que Jesús regresara y transformara «nuestro cuerpo miserable
para que sea como su cuerpo glorioso» (Filipenses 3:20-21). Debido a que el cuerpo de
resurrección será inmortal, y no sujeto a la muerte o a la decadencia, y debido a que Pablo
parece sustraerse de la idea de ser un espíritu desnudo (2 Corintios 5:3-4), algunos enseñan
que en el estado intermedio entre la muerte y la resurrección los creyentes serán espíritus
sin cuerpo que, sin embargo, recibirán consuelo al estar con Cristo.
Otros enseñan que a la muerte los creyentes recibirán un cuerpo temporal «celestial», al
observar que Moisés y Elías aparecieron en el monte de la trans guración con algún tipo de
cuerpo y que a las almas de los mártires en el cielo se les dan vestidos blancos (Lucas 9:30-
32; Apocalipsis 6:9-11). Sin embargo, Pablo esperaba ir a estar con el Señor, y el estar
ausente del cuerpo difícilmente quiere decir estar en otro cuerpo.39 Ade-más, la resurrección
del cuerpo tiene lugar claramente en el tiempo de la venida de Jesús por su iglesia
(Filipenses 3:20-31; 1 Tesalonicenses 4:16-17).40
Sea cual sea el caso, es claro que nos conoceremos unos a otros en el cielo, de la misma
manera que el rico conoció quién era Abraham.
OTRAS NOCIONES DEL MÁS ALLÁ
EL SUEÑO DEL ALMA
Debido a que Jesús, re riéndose a Lázaro y a la hija de Jairo, dijo que estaban
«durmiendo» (Mateo 9:24; Juan 11:11), y debido a que Pablo se re ere a la muerte como
«dormir» (1 Corintios 15:6,18,20,51; 1 Tesalonicenses 4:13-15; 5:10), algunos,
especialmente la Iglesia Cristiana de Adviento y los Adventistas del Séptimo Día, han
desarrollado una teoría de la psicopaniqui o sueño del alma.41 Sin embargo, Jesús y Pablo
usaron «dormir» simplemente como gura, para indicar que no hay que temer la muerte
sino que es una entrada a una quietud y reposo, que Jesús también identi ca con el
paraíso.42
Oscar Cullmann, reaccionando a las ideas griegas de la inmortalidad del alma, enseñaba
que los muertos en verdad estaban dormidos, pero «en proximidad a Cristo».43 Se
despertarán refrescados, como una persona que ha tenido un sueño agradable. La mayoría
de los que enseñan el sueño del alma, sin embargo, van al extremo. Dicen que el alma, o
espíritu, no está simplemente en estado de estupor después de la muerte, sino que la
persona total está muerta y el alma o el espíritu desaparece de la existencia hasta que es
vuelto a crear en la resurrec-ción.44 Algunos comparan esto a cambiar un bombillo de luz.
La luz está apagada hasta que su circuito se reconecta al mover el interruptor a la posición
de encendido. Pero la luz que aparece no es la misma luz. Si «el alma dejó de existir a la
muerte, y una nueva alma fuera creada en la resurrección no puede ser posiblemente la
misma alma, y no podría ser justamente recompensada o castigada por lo que el alma
anterior ha hecho».45
El que Dios no sea «Dios de muertos, sino de vivos» tam-bién signi ca que Abraham, Isaac
y Jacob estaban (y están) vivos, no extinguidos (Mateo 22:32). Luego, Moisés y Elías en el
monte de la trans guración sabían lo que estaba sucediendo y hablaban con Jesús «de la
partida [gr. exodos, incluyendo su muerte, resurrección y ascensión], de Jesús, que él estaba
por llevar a cabo en Jerusalén» (Lucas 9:31). Entendían que esto signi caría también algo
para ellos. Pedro usó la misma palabra, éxodo, re riéndose a su muerte (2 Pedro 1:15), así
como Pablo (2 Timoteo 4:6).
Como los santos del Antiguo Testamento, y como la iglesia en toda la historia ha
sostenido por lo general, la muerte para el creyente puede solamente signi car entrar en la
presencia del Señor, y no ponerse a dormir.46 Cuando uno de los criminales cruci cados con
Jesús dijo: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino», Jesús le contestó: «Te
aseguro que hoy es-tarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:42-43); no durmiendo, y no
extinguido de la existencia.47
Pablo entendió que después de la muerte él podría percibir si estaba desnudo en espíritu o
no.48 «Dormir», por consiguiente, es un término que se usa para nuestro punto de vista
presente y se puede aplicar solo al cuerpo.49 Es el cuerpo el que es resucitado a vida en la
resurrección (cf. Mateo 27:52).50 El espí-ritu sigue conscientemente vivo. No solo que es así,
sino que los muertos están «en Cristo» (1 Tesalonicenses 4:16; Apocalipsis 14:13), y no
«envueltos por él de una manera quietista e improductiva», sino compartiendo «según su
propio grado en el estado glori cado de Jesús», con la «certidumbre de ser ellos mismos
transformados a su debido tiempo».51
Otros suponen que después de la muerte la persona no se extingue de la existencia sino
que pasa a un estado de estupor. Por cierto que ni Lázaro, ni Abraham, ni el rico estaban
inconscientes o en un estado de estupor. Sabían lo que estaba pasando, y Lázaro estaba
recibiendo «consuelo» (Lucas 16:25).52 El libro de Apocalipsis también llama la atención a
la vida consciente y de bendición que disfrutan los que ya están en el cielo (5:9; 6:10-11;
7:9-10).
EL PURGATORIO
Los católicos romanos declaran por autoridad de su iglesia que todos los elegidos futuros,
excepto los santos especiales y mártires53, deben pasar por el purgatorio (una condición
antes que un lugar) para ser purificados, rejuvenecidos, ser hechos inmortales, y preparados
para entrar en el cielo.54 Esta doctrina no tiene base en la Biblia. Agustín introdujo la idea
en el siglo cuarto,55 pero la palabra «purgatorio» no se usó sino hasta el siglo doce, y la
doctrina no se desarrolló por completo sino hasta el Concilio de Trento en el siglo
dieciséis.56
Algunos católicos romanos especulan que el purgatorio está más cerca al cielo que al
in erno. Algunos toman los fuegos como literales, con llamas aterradoras y cada vez más
intensas, pero que esto «no es parte de los pronunciamientos dog-máticos de la iglesia»,
aunque la iglesia de Roma ha permitido y sigue permitiendo que tales enseñanzas circulen.
Otros espiritualizan los fuegos o los combinan con agua como una especie de sauna
espiritual. Así dicen que el purgatorio «no es un estado de horror ymiseria», sino que tiene
«una nota de con anza y gozo» y «un elemento de dulzura y esperanza», aunque el
sufrimiento es real. Sin embargo, el sufrimiento puede ser intenso para algunos, pero
«puede ser que muchas almas pasen por esta puri cación como por una brisa de
primavera».57
Agustín también introdujo la idea de que la oración, buenas obras, y el decir la misa
ayuda a los muertos a atravesar sus sufrimientos. Gregorio el Grande fue más allá y dijo que
el decir la misa, como repetición del sacri cio de Cristo, liberta del purgatorio a las almas.
En el siglo once las indulgencias aparecieron como una manera conveniente de reducir o
acortar los sufrimientos del purgatorio.58 Lutero reaccionó contra su abuso, y el abuso de los
días de Lutero ya no se permite en las iglesias católicas romanas.
EL LIMBO
Algunos católicos romanos también conjeturaron que hay una condición llamada limbo
para los nenes no bautizados y otro limbo para los santos del Antiguo Testamento, en
donde sufrían castigo temporal hasta que Jesús murió.59 Entonces el alma de Jesús
descendió al limbo de los santos del Antiguo Testamento «para presentarles la beatí ca
visión de Dios», y desde su ascensión ellos han estado en el cielo.60
«Al presente generalmente se rechaza» el limbo (para los infant es) a favor de la idea de
que a los infantes y a los severamente retardados se les presentará, después de su muerte, la
oferta divina de vida eterna y se les permitirá aceptarla o rechazarla.61 Un profesor católico
romano destaca que «el magisterio jerárquico no ha ofrecido una posición clara, de nitiva,
en el asunto de limbo» y sugiere que la doctrina debería «ser elimina-da del mapa de la
escatología».62
ESPIRITISMO
El espiritismo (a menudo llamado espiritualismo) enseña que los médiums se pueden
comunicar con los muertos, por lo general mediante un espíritu «de control», y que los
espíritus de los muertos siguen en la proximidad de la tierra.63 «Hay una insistencia casi
universal de que el mundo supraterrestre se compone de siete u ocho esferas, cada una más
un poco más alta que la anterior».64 Esto es contrario a la seguridad de que a la muerte el
creyente está «presente con el Señor».
La Biblia enfáticamente advierte en contra de todo intento de comunicarse con los
muertos. «No acudan a la nigromancia, ni busquen a los espiritistas, porque se harán
impuros por causa de ellos. Yo soy el SEÑOR su Dios» (Levítico 19:31). «También me pondré
en contra de quien acuda a la nigromancia y a los espiritistas, y por seguirlos se prostituya.
Lo eliminaré de su pueblo» (Levítico 20:6). Cualquier apoyo en médiums espiritistas es un
rechazo de la dirección del Señor así como de cualquier relación con él. Por eso la ley exigía
que se matara a los médiums (Levítico 20:27).
La práctica de los espiritistas y médiums estaba entre las costumbres detestables de las
naciones que clamaban castigo divino (Deuteronomio 18:9-12). Isaías se re rió a estas ense-
ñanzas de la ley cuando dijo:
Si alguien les dice: «Consulten a las pitonisas y a los agoreros que susurran y musitan; ¿acaso no es deber de un pueblo consultar
a sus dioses y a los muertos, en favor de los vivos?», yo les digo: «¡Aténganse a la ley y al testimonio!» Para quienes no se atengan
a esto, no habrá un amanecer. Ustedes habrán de enfurecerse cuando, angustiados y hambrientos, vaguen por la tierra.
Levantando los ojos al cielo, maldecirán a su rey y a su Dios, y clavando la mirada en la tierra, sólo verán a icción, tinieblas y
espantosa penumbra; ¡serán arrojados a una oscuridad total! (Isaías 8:19-22).
De este modo a los espiritistas y a los que los consultan se les identifica como rebeldes que
caen bajo el juicio de Dios.65
Esto fue cierto del rey Saúl cuando consultó a la médium espiritista de Endor (1 Samuel
28:4-25). Debido a que Saúl se había alejado del Señor, la presencia del ejército listeo le
llenó de terror. Trató de buscar palabra del Señor, pero el Señor no le contestó
personalmente, ni por sueños, ni por el urim de los sacerdotes, ni por los profetas. Aunque
Saúl había proscrito previamente el espiritismo y sentenciado a muerte a los espiritistas
ahora acudió a una médium espiritista buscando ayuda.
La Biblia dice que la mujer vio: «a Samuel» (v. 12). La apari-ción de Samuel ante ella se
ha entendido de varias maneras: Algunos suponen que la mujer simplemente vio
mentalmente a Samuel y entonces por algún tipo de telepatía mental discernió los
pensamientos de Saúl. Otros suponen que un demonio apa-reció simulando ser Samuel.66
Sin embargo, ella se asustó por la aparición de Samuel; era obviamente algo diferente a lo
que ella estaba acostumbrada. En vista de su reacción de asombro y terror, parece ser más
probable que la mujer esperaba un espíritu de demonio, en tanto que Dios en realidad
permitió que el espí-ritu de Samuel apareciera a n de con rmarle a Saúl la sentencia
divina de derrota y muerte. Lo que Samuel dijo está de acuerdo con sus profecías previas (1
Samuel 15:26, 28). En cumplimiento de esto, los ejércitos de Israel fueron derrotados.
Después Saúl se suicidó (1 Samuel 31:4). Así, no hay nada en el relato que indique que los
médiums espiritistas en realidad pueden comunicarse con los muertos.
Jesús también dejó en claro que el rico en el Hades no podía comunicarse con sus cinco
hermanos que todavía estaban vivos, y se le negó su petición de que se les enviara a
alguien de los muertos (Lucas 16:27-30).
REENCARNACIÓN
Algunas religiones orientales, debido a su creencia cíclica de la historia que niega un
principio y un n, enseñan la reencarna-ción: cuando muere a la persona se le da una
nueva identidad y nace en otra vida como un animal, un ser humano, o incluso un dios.
Sostienen que las acciones de la persona generan una fuerza, karma, que demanda
trasmigración y determina el destino de esa persona a la próxima existencia.67 Así, al pasar
de una existencia a la otra, se supone que la persona gradualmente se puri ca y se salva.
En India suponen que esto puede tomar hasta seiscientas mil reencarnaciones.68
La Biblia, no obstante, deja en claro que «¡hoy es el día de salvación!» (2 Corintios 6:2).
No podemos salvarnos nosotros mismos por nuestras buenas obras. Dios ha provisto una
salva-ción plena por medio de Jesucristo que expía nuestro pecado y cancela nuestra culpa.
No necesitamos otra vida para tratar de resolver los pecados y errores de esta vida o de
alguna supuesta existencia anterior. Es más, «así como está establecido que los seres
humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio, también Cristo fue ofrecido en
sacri cio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya
no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación [incluyendo las bendiciones
completas de nuestra herencia] a quienes lo esperan» (Hebreos 9:27-28).
Es evidente también que el juicio de los creyentes tiene que ver solamente con «lo bueno
o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo» durante esta vida presente (2 Corintios
5:10). Los no creyentes no tienen otra oportunidad después de la muerte (Romanos 2:5-6, 8;
cf. Romanos 1:18). En el momento de la muerte el destino de la persona ya es jo (Mateo
13:42; 24:51; 25:30; Lucas 16:19-31; Juan 8:24; 2 Corintios 5:10; 6:2; Hebreos 9:27).
Es claro que cuando Moisés y Elías aparecieron en el monte de la trans guración todavía
eran Moisés y Elías. Jesucristo también retuvo su identidad después de su muerte y resurrec-
ción. Él dijo: «Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tó-quenme y vean; un espíritu
no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo» (Lucas 24:39). «Este mismo Jesús», no
alguna reencarnación, volverá del cielo a la tierra (Hechos 1:11). Le conoceremos, y nos
conoceremos unos a otros.
Pablo esperaba conocer a los tesalonicenses, porque ellos serían su esperanza, gozo y
corona en la que él y sus colabora-dores se gloriarían «delante de nuestro Señor Jesús para
cuando él venga» (1 Tesalonicenses 2:19; cf. 2 Corintios 1:14). Cuando nuestro Señor venga
los creyentes recibirán recompensas, «una herencia indestructible, incontaminada e
inmarchitable», y todas las bendiciones que están incluidas en «la salvación que se ha de
revelar en los últimos tiempos» (1 Pedro 1:4-5).
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  • 1.
  • 4. Contenido Cover Title Page Prefacio Introducción: Buenas nuevas El evangelio Sustitutos para la verdad El Dios de esperanza El Dios que hace el pacto Una bendita esperanza 1. La muerte y el estado intermedio Vida y muerte Enseñanza del Antiguo Testamento Enseñanza del Nuevo Testamento Otras nociones del más allá 2. La Resurrección y el Rapto La resurrección en el Antiguo Testamento La resurrección en el Nuevo Testamento Preparación por el Espíritu Santo para la Resurrección y el Rapto Una advertencia necesaria Otras teorías sobre el regreso de Jesús Dos aspectos de la Segunda Venida de Cristo El tribunal de Cristo La cena de las bodas del Cordero 3. La Tribulación El reino introducido mediante juicio Un vistazo general de la historia Siete años de tribulación La abominación desoladora
  • 5. La ira de Dios y el Cordero Interpretaciones del libro de Apocalipsis Visiones de Juan El Anticristo Armagedón 4. El tiempo del Rapto Postribulacionistas Mesotribulacionistas Pretribulacionistas Cómo esperar la venida de Cristo El reino presente El reino por venir 5. Puntos de vista en cuanto al Milenio Tres puntos de vista Milenialismo inicial El surgimiento del amilenialismo El surgimiento del postmilenialismo El surgimiento del dispensacionalismo Conceptos liberales Asuntos clave para los premilenialistas 6. El Reino Milenial Profecías del Antiguo Testamento La realidad del reino venidero Los creyentes juzgan y reinan con Cristo 7. El Juicio Final Satanás liberado La necesidad del juicio La certeza del juicio El juicio ante el Gran Trono Blanco Otros juicios Serias advertencias 8. El estado final de los malos La ira santa de Dios El destino de los perdidos
  • 6. Otros conceptos 9. El estado final de los justos Completa satisfacción Cielo nuevo y tierra nueva La nueva Jerusalén Las edades eternas venideras Un glorioso cumplimiento Glosario About the Author Copyright About the Publisher
  • 7. Prefacio Enseñar sobre las últimas cosas profetizadas y la bendita esperanza del creyente en Cristo ha sido mi privilegio y gozo por un período de cuarenta y seis años. La fe en Cristo incluye con anza, obediencia y expectación. Estas han sido más y más importantes para mí conforme el Espíritu Santo continúa obrando en mi vida y ministerio. Escribo teniendo en mente a mis estudiantes, que están sirviendo a Dios por todo el mundo. Deseo que ellos, y las personas a quienes ministran, reciban aliento al estudiar lo que la Biblia dice en cuanto a las últimas cosas. Siguiendo el uso de la NVI se usa «Señor» en versalitas en donde el hebreo del Antiguo Testamento tiene el nombre divino personal del Señor, Jehová.1 En los pasajes bíblicos que se citan destaco con cursivas las palabras que quiero recalcar. Para facilitar la lectura las palabras hebreas, arameas y griegas se transliteran con letras del español. Se usan unas pocas abreviaturas: gr.: griego heb.: hebreo lat.: latín RVR.: Reina Valera Revisada, Revisión de 1960. LBLA.: La Biblia de las Américas LXX.: Septuaginta, traducción del Antiguo Testamento al griego hecha en Alejandría, Egipto, en los dos siglos antes de Cristo. VP.: Versión Popular. KJV.: King James Version, en inglés. NIV.: New International Version, en inglés. Mi agradecimiento especial al Dr. Zenas Bicket, al Dr. Edgar Lee y al Dr. Jesse Moon por haber leído el manuscrito y hecho valiosas sugerencias. Gracias especiales también para Glen Ellard y su equipo editorial en Gospel Publishing House y a todos los que ayudaron a preparar este libro. 1. El hebreo tiene solamente las consonantes YHWH. Tradiciones posteriores siguieron el latín JHVH y añadieron las vocales de la palabra hebrea para «Señor» para recordarles leer Señor en lugar del nombre divino. Sin embargo, esto nunca tuvo la intención de que se leyera «Jehová».
  • 8. Introducción: Buenas nuevas EL EVANGELIO La palabra «evangelio» quiere decir «buenas nuevas». El hecho central de estas buenas nuevas lo dio Pedro en el día de Pentecostés: «A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, y habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, ha derramado esto que ustedes ahora ven y oyen. David no subió al cielo, y sin embargo declaró: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”» (Hechos 2:32-35). Son buenas noticias no solo el hecho de que Jesús resucitó de los muertos, sino que también está a la diestra de Dios el Padre en el lugar de autoridad, intercediendo por nosotros, y «tenemos ante el Padre a un intercesor» (1 Juan 2:1). Desde el trono sigue derramando el Espíritu Santo sobre los creyentes para ayudarnos y darnos poder. También está esperando el tiempo cuando Dios diga que ya basta y lo envíe de nuevo victorioso sobre todos sus enemigos (Hebreos 10:13). Pedro dijo adicionalmente las buenas nuevas de que la promesa del derramamiento del Espíritu Santo no era simplemente para el Día de Pentecostés, sino para todos los que se arrepientan y sean bautizados: «Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados—les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo. En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los extranjeros, es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar» (Hechos 2:38-39). El llamado, no obstante, no es simplemente para venir a Cristo y recibir perdón y poder. Pedro exhortó: «¡Sálvense de esta generación perversa!» (Hechos 2:40). Esa exhortación es incluso más necesaria hoy. Vivimos en un mundo en el que el futuro parece ser más y más incierto. El gran cientí co Alberto Einstein, después de la Segunda Guerra Mundial, destacó que el temor entre las naciones iba en aumento, así como el hambre, la injusticia, los con ictos territoriales, y la politiquería por el poder.1 A pesar de todos los esfuerzos presentes por la paz, esto todavía es verdad. La naturaleza humana caída no ha cambiado. Juan el Bautista llamó a los no creyentes que no se arrepentían «¡Camada de víboras!» (Mateo 3:7). Jesús los lla-mó hipócritas, perros, cerdos, guías ciegos, llenos de codicia e indulgencia propia, y que pertenecían a su padre el diablo (Mateo 7:5-6; 23:24-25, 28; Juan 8:44). Envió a sus discípulos «como ovejas en medio de lobos» (Mateo 10:16). Pedro escribió: Esto les espera sobre todo a los que siguen los corrompidos deseos de la naturaleza humana y desprecian la autoridad del Señor. ¡Atrevidos y arrogantes que son! No tienen reparo en insultar a los seres celestiales, mientras que los ángeles, a pesar de superarlos en fuerza y en poder, no pronuncian contra tales seres ninguna acusación insultante en la presencia del Señor. Pero aquéllos blasfeman en asuntos que no entienden. Como animales irracionales, se guían únicamente por el instinto, y nacieron
  • 9. para ser atrapados y degollados. Lo mismo que esos animales, perecerán … Su concepto de placer es entregarse a las pasiones desenfrenadas en pleno día.… Tienen los ojos llenos de adulterio y son insaciables en el pecar; seducen a las personas inconstantes; son expertos en la avaricia, ¡hijos de maldición! (2 Pedro 2:10-14). Judas añade que «son refunfuñadores y criticones; se dejan llevar por sus propias pasiones; hablan con arrogancia y adulan a los demás para sacar ventaja.… Ellos les decían: “En los últimos tiempos habrá burladores que vivirán según sus propias pasiones impías”. Éstos son los que causan divisiones y se dejan llevar por sus propios instintos, pues no tienen el Espíritu» (Judas 16,18-19). Cómo escribía el pastor Guy Duty: «La mente moralmente enferma se hunde más y más en la escala moral».2 LAS ÚNICAS BUENAS NUEVAS QUE QUEDAN No obstante, la mayoría de las personas del mundo todavía esperan lo mejor, aun cuando los medios de comunicación actuales nos dan muy poca esperanza, muy pocas buenas noticias. A decir verdad el evangelio, las «buenas nuevas» de Dios, son casi las únicas noticias realmente buenas que quedan. Estas buenas nuevas miran al pasado, presente y al futuro. Son las buenas nuevas de que Dios, que creó todas las cosas por medio de Jesucristo (Juan 1:3), ama a toda persona del mundo y desea dar sus bendiciones y tener comunión con cada uno de nosotros. Son las buenas nuevas de que Jesús murió por todos, y que su muerte puso en efecto un nuevo pacto que ofrece no solo salvación y comunión con Dios por medio de Jesús, sino también el don del Espíritu Santo y la esperanza segura del retorno de Cristo y nuestra participación en gloria eterna (Romanos 8:9-10, 23-24; 15:13; 2 Corintios 3:8, 11-12; Efesios 3:16-19; Colosenses 1:17; 1 Pedro 4:14). Son buenas noticias, también, de que a pesar de la corrupción de este mundo, en donde quiera que una persona se arrepiente y se vuelve a Dios sus pecados son limpiados y vendrán del Señor tiempos de refrigerio. El griego indica que podemos tener estas temporadas de refrigerio, estos tiempos de poderoso avivamiento espiritual, precisamente hasta el momento en que Jesús regrese a esta tierra. Estas buenas nuevas dan signi cado a la vida hoy. Todavía podemos in uenciar a nuestro mundo a favor de Cristo. Todavía podemos esperar ver derramamientos tipo Pentecostés y miles salvados y añadidos a la iglesia, como está sucediendo en realidad en muchas partes del mundo precisamente en estos días. Podemos y debemos ser «la sal de la tierra», y ejercer un efecto sazonador y preservador en los que nos rodean. Podemos y debemos ser «la luz del mundo», dejando que brille nuestra «luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de [nosotros] … y alaben al Padre que está en el cielo», como Jesús ordenó (Mateo 5:13-16). Guardarse de la corrupción del mundo no quiere decir darle la espalda al mundo y a sus necesidades. No quiere decir abstenernos de participar en el proceso político o en los esfuerzos de la comunidad para mejorar nuestra situación. Nuestras buenas obras incluyen no solamente impartir bendiciones espirituales, sino también ayudar a los pobres y hacer lo que podamos para reducir la corrupción y violencia que afecta a nuestro mundo y su medio ambiente. Hace mucho tiempo la humanidad como un todo en efecto se alejó de Dios (Romanos 1:18-23). Pero Dios no se alejó de nosotros. Vino a la corriente de la vida e historia humana para revelarse y para preparar el camino para la dádiva de su Hijo. La muerte y
  • 10. resurrección de Jesús garantiza que todos los que creen en él no perecerán sino que tendrán vida eterna (Juan 3:16). Esta vida está disponible al presente mediante el ministerio del Espíritu Santo. Después tenemos la promesa adicional de que: «Este mismo Jesús … vendrá otra vez de la misma manera» en que los discípulos le vieron «irse» (Hechos 1:11). Una nube le recibió. Él volverá en las nubes, tal como él mismo indicó cuando se re rió a la profecía de Daniel 7:13 en su juicio ante el sanedrín (vea Mateo 26:64). ESCATOLOGÍA: REALIDAD, NO ESCAPE Aunque debemos evitar la especulación no bíblica, descuidamos, para peligro nuestro, lo que la Biblia dice respecto al cumplimiento futuro del plan y propósito eterno de Dios.3 El término técnico para este estudio es «escatología», de la palabra griega escatos, «último», y logos, «palabra», «mensaje», «conocimiento». Los pentecostales, junto con muchos de los que creen en la Biblia, siempre han reconocido que la escatología «forma el marco central y esencial de la teología del Nuevo Testamento».4 Llama la atención a la verdad de que Dios es un Dios personal que tiene un propósito y un plan para el futuro, tanto como para el presente, y que se puede con ar en que él va a llevar a cabo su plan. Nos hace saber que el mundo se equivoca al buscar un futuro mejor mediante el evolucionismo y el mero esfuerzo humano. Nos «recuerda que la redención de la historia debe ser a n de cuentas un milagro de la gracia».5 Nos permite saber, también, que Dios se interesa por los individuos. Para el evolucionista el individuo tiene escasa importancia. El Nuevo Testamento ofrece salvación y un futuro bendito, no para la humanidad en general, sino para individuos, para «todo el que cree» (Juan 3:16-18). Como Alf Corell destaca: «la escatología no es una huida de la realidad.… Por el contrario, conlleva una percepción cada vez más honda del signi cado de la realidad. Se funda en la revelación dada en el pasado, … experimentada aquí en el presente», y nos da seguridad del cumplimiento futuro.6 Dios envió a su Hijo «cuando se cumplió el plazo» (Gálatas 4:4). Esto implica el cumplimiento de un plan. Pero ese plan no terminó con la primera venida de Cristo. Debido a que Jesús vino somos redimidos «a n de que fuéramos adoptados como hijos» (Gálatas). Así llegamos a ser herederos de Dios con una herencia futura que será nuestra cuando Jesús vuelva y nosotros participemos en su gloria (Romanos 8:17; Gálatas 4:7). Entonces él reinará «hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies.… para que Dios sea todo en todos» (1 Corintios 15:25-28). Desde esta perspectiva se puede decir que toda teología es en última instancia escatología. La escatología de nitivamente no es «un apéndice de sobra de las preocupaciones principales de la vida presente», sino que «es la con anza de que “el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6). Nos asegura que “cuando Cristo, que es la vida de [nosotros], se mani este, entonces también [nosotros seremos] manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:4)».7 Él es nuestra esperanza (Colosenses 1:27), y la esperanza de su retorno da signi cado a la vida. Él es el triunfador, y el futuro a n de cuentas le pertenece a él.8 Consecuentemente, «el futuro no es una categoría menor». La Biblia en toda su enseñanza claramente apunta a la consumación que viene. «Todas las energías vitales de los profetas, apóstoles y mártires enfocan eventos todavía por venir que iluminan toda la vida presente».9
  • 11. SUSTITUTOS PARA LA VERDAD El mundo fuera de Cristo ha perdido su camino. Muchos rechazan la luz que la Biblia arroja sobre la senda de la vida. Todavía no saben lo maravilloso y con able que es la guía del Espíritu Santo. Como resultado el mundo no sabe adónde nos están conduciendo los rápidos cambios en las relaciones del mundo y la historia. Stephen Travis recalcó que para los no creyentes «es como si la raza humana fueran pasajeros en un avión a reacción que acelera, sin nadie en la cabina del piloto».10 La incertidumbre de la vida moderna ha hecho que un espíritu de desesperanza envuelva a algunos al punto en que creen que el mundo se va a destruir a sí mismo.11 Si una bomba nuclear no nos destruye, la contaminación lo hará. Algunos cierran sus ojos a esto mediante ilusiones. Otros tratan de olvidar sumergiéndose en indulgencia propia y diversiones. Multitudes tratan de escapar acudiendo a las losofías humanísticas, místicas o paganas, o se dejan atrapar por las prácticas del ocultismo en un vano intento de tratar de controlar el futuro o por lo menos hallar algo de esperanza para él. Ignoran las advertencias bíblicas contra la astrología, la adivinación, los espiritistas y médiums, brujería, satanismo y adora-ción pagana. Todas estas cosas no solo son insensatas e inútiles (Isaías 44:25), sino que también contaminan y son aborrecibles para el único Dios verdadero (Levítico 19:31; Deuteronomio 18:9-12).12 Son parte del territorio del diablo y solo pueden llevar hacia abajo por el camino ancho de la destrucción (Mateo 7:13). También tienen una noción errada de la historia que resulta del engaño satánico. FILOSOFÍAS PAGANAS La mayoría de las antiguas losofías paganas miraban a la historia como cíclica, sin principio ni n, ni una meta especí ca. Los descubrimientos arqueológicos en Ugarit, al norte de Tiro y Sidón, muestran que las personas tenían miedo de que «dioses ancianos, poderes destructivos, y campos de muerte» estaban procurando exterminar «la lámpara del orden civilizado», produciendo así «un retorno universal al principio del ciclo, y … caos».13 Los cananitas verían en los dioses Baal y Mot «un ritmo de estaciones entre la vida y la muerte» que «no proveía mucho incentivo para ningún planeamiento a largo plazo … La creencia griega de la vida [también] era completamente pesimista».14 Muchos paganos enseñaban la reencarnación; es decir, que se suponía que a una vida le seguía otra en un ciclo interminable. Los hindúes, sin embargo, no la consideran un bene cio. Procuran negar el anhelo de vivir, esperando bajarse de la rueda de la vida, perder su identidad, y ser tragados en un brahmán o un atmán, supuestamente una «gran alma» del universo.15 Esta «gran alma», sin embargo, resulta ser algo que sus lósofos aducen que no se puede decir que exista y tampoco se puede decir que no exista. Las personas que se dejan in uir por estas losofías por lo general no se dan cuenta del vacío que tales enseñanzas sin sentido introducen en la vida humana. Esta noción cíclica de la historia no tiene una respuesta real para los problemas de la vida humana. Tampoco lo tiene una creencia lineal de la historia divorciada de sus raíces bíblicas, como en el caso de muchas ideas modernas del progreso. Desde René Descartes (1637) los lósofos seculares han hecho de la humanidad el centro de todo. Emmanuel Kant (1783) hizo de la razón humana la única autoridad. Hoy los esfuerzos humanos todavía tratan de dirigir al mundo a la democracia, libertad y un nuevo
  • 12. orden. Pero más bien, «conducen a una nueva esclavitud y a una autodestrucción potencial».16 La losofía existencial moderna también se enfoca en el ser humano «e ignora las dimensiones cósmicas de las Escrituras».17 RESPUESTA BÍBLICA La Biblia, por otro lado, se levanta en juicio contra todas esas ideas e imaginaciones humanísticas. Nos da «una esperanza y una promesa que no podemos lograr mediante nuestros propios esfuerzos». Revela lo que es primordialmente una creencia lineal de la historia, que tiene a Dios como Creador y Redentor.18 Hubo un principio real. Dios tuvo en la creación un plan que mostró su interés por los creados a su imagen. Tuvo un plan en la redención que se concentró en el derramamiento de su amor por la humanidad en la cruz (Juan 3:16). Será el para llevar el plan a la práctica y a su gran consumación, sin tener que volver al principio, sino con algo mucho mejor: una consumación que traerá el reino milenial, y a la larga un nuevo cielo y una tierra nueva, y la nueva Jerusalén que él está preparando. Debido al pecado «este mundo, en su forma actual, está por desaparecer» (1 Corintios 7:31). Debe ser así, porque el futuro reino solo puede venir en su plenitud y perfección mediante juicio (Daniel 2:44-45). Sin embargo, debido a que Jesús vino, el poder del reino, el gobierno y salvación de Dios, ha entrado de una nueva manera en la historia y nos prepara para que tengamos parte en «su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Efesios 3:11). Ese propósito eterno fue ya una parte del plan de Dios antes de la creación del universo. Su plan tuvo un principio real y tendrá una consumación real. El texto en hebreo de Génesis 1:1 pone el énfasis principal en la frase «en el principio».19 Las religiones paganas antiguas por lo general evadían la idea de un principio. Si hablaban de la creación, era por lo general la creación de algo que ya existía allí, tal como la tierra, el aire, el fuego y el agua, el lodo, o un cuerpo gigantesco.20 Imaginaban a sus dioses como luchando entre sí, sin ningún Dios del universo verdaderamente soberano. Ni siquiera se imaginaban que podría haber un Dios que es lo su cientemente grande, que tiene poder su ciente, y es lo su cientemente sabio como para crear algo de la nada. A Baal, por ejemplo, no se le veía como «el que hizo fértil al mundo, sino más bien el que hace fértil [su parte del] mundo … llega a ser el medio por el cual obtenemos cosas … un dios que se puede usar», en lugar de adorarlo verdaderamente.21 Pero la Biblia sigue señalando a Dios como Creador. Es más, solo él puede crear. El hebreo del Antiguo Testamento nunca usa la palabra «crear» (bará) para nadie sino que siempre Dios es el sujeto. El mismo Dios que nos creó nos ama lo su ciente para redimirnos. La Biblia es un registro del desdoblamiento de su gran plan de redención, un plan que nos da una esperanza segura. Como creyentes en Jesús somos nuevas criaturas espiritualmente, y esperamos una resurrección con un nuevo cuerpo y a n de cuentas una eternidad con un nuevo cielo, una nueva tierra, y una creación completamente nueva. Por consiguiente, la escatología no es solo el estudio de las últimas cosas; se relaciona con todo lo que enseña la Biblia. Sobre todo, trata de la delidad de Dios y nos da la seguridad de que la victoria nal es suya, no de Satanás.22
  • 13. Como creyentes en Jesús también tenemos al Espíritu Santo como «otro Consolador» (Parakletos, «ayudador», Juan 14:16), que nos capacita para servir a Dios y unos a otros mientras nos prepara para la vida venidera. Como experiencia del poder otorgado el bautismo prometido en el Espíritu Santo concede dones y ministerios. Pero también hace más. El poder del Espíritu Santo trae un surgimiento y desbordamiento de esperanza, una esperanza ja en el Dios de la esperanza, una esperanza de recompensas eternas reservadas para nosotros en el cielo, una esperanza de resurrección, una esperanza del retorno de Cristo y su reino milenial, una esperanza de gloria eterna que supera con mucho todos «los sufrimientos ligeros y efíme-ros que ahora padecemos» (2 Corintios 4:17). Podemos en esta edad saborear «la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero» (Hebreos 6:5).
  • 14. EL DIOS DE ESPERANZA El apóstol Pablo oraba: «Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo» (Romanos 15:13). El «poder» (gr. dunamei) consiste en las poderosas acciones y dones del Espíritu en el presente.23 En donde estas cosas son evidentes, como en el avivamiento pentecostal, siempre hay un desbordamiento de esperanza de que el Señor con toda certeza vendrá y que la gloria y bendiciones de la edad milenial son reales.24 UNA ESPERANZA SEGURA Debido a que nuestra esperanza viene del Dios deesperanza que con rmó su promesa con juramento, y las «realidades inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta» (Hebreos 6:17-18), no conlleva conectado ningún sentido de incertidumbre. Se le llama esperanza solo porque no la tenemos todavía (Romanos 8:24-25). Por consiguiente es una esperanza segura, «como rme y segura ancla del alma» (Hebreos 6:19). Sabemos que nunca nos desilusionará «porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado» (Romanos 5:5). El Espíritu Santo hace real el amor de Dios en nuestra experiencia. Esto quiere decir que el Dios que nos amó lo su ciente para enviar a Jesús a que muriera en el Calvario por nuestros pecados, nos ama lo su ciente para hacer toda provisión a n de vernos perseverar hasta la gloria (Romanos 5:9-10; 8:17-20) y hace viva la esperanza cristiana. No es sorpresa entonces que el mismo comienzo del avivamiento pentecostal del siglo veinte se caracterizó por una expectación intensa del retorno de nuestro Señor Jesucristo a la tierra.25 Dios siempre ha sido el Dios de la esperanza. Un análisis del primer capítulo de Génesis muestra que en la creación hubo una secuencia paso a paso; correspondencia entre los días primero y cuarto, segundo y quinto, tercero y sexto; equilibrio con un acto creador distinto en cada uno de los días primero, segundo, cuarto y quinto; con dos actos creadores distintos en el día tercero y también en el día sexto. Finalmente hubo clí-max conla creación del hombre y de la mujer a imagen de Dios. Todos estos hechos indican que Dios creó según un plan. Antes de que el plan fuera puesto en efecto, había expectación, o esperanza, indicado por el continuo moverse del Espíritu de Dios sobre el océano primitivo. Esa esperanza halló su cumplimiento inicial en la comunión que Dios disfrutaba con Adán y Eva al aire del día (Génesis 3:8). UNA ESPERANZA CONTINUA Aun cuando esa comunión fue rota por el pecado Dios no abandonó su esperanza para la humanidad. Aunque castigó a Adán y a Eva, y a la serpiente que la tentó, en medio de ese castigo Dios ofreció esperanza al prometer que la descendencia de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15). Luego proveyó para Adán y Eva ropas de pieles de animales sacri cados, lo que era una ilustración de antemano de la cobertura de los pecados mediante la sangre sacri cial, hecho en última instancia por la sangre de Jesús. Desde ese punto en adelante Dios empezó un plan de redención que ofrecería salvación a todos los que acudan a él por fe. De nuevo, el mismo hecho de que podemos ver el desdoblamiento de este plan en la Biblia muestra que había esperanza.26
  • 15. En tiempo de Enós, unos pocos acudieron a Dios y le invocaron pidiendo bendición (Génesis 4:26). Pero para el tiempo de Noé el mundo se había corrompido tanto y estaba tan lleno de violencia que Dios «se arrepintió de haber hecho al ser humano en la tierra, y le dolió en el corazón» así que decidió castigar a la raza humana (Génesis 6:5-7,11-13). Pero incluso allí había esperanza, porque Noé anduvo con Dios y halló gracia (Génesis 6:8-9). En su gracia Dios le dio direcciones para que hiciera un arca, lo que signi có salvación para Noé y su familia. Sin embargo, un nuevo comienzo no resolvió los problemas del mundo. En el tiempo de la torre de Babel (Génesis 11:1-9), el mundo se había alejado de nuevo de Dios y estaba consumido por la pasión de la autopreservación y autoexaltación en un orden mundial uni cado. Dios no solo los esparció, sino que dejó de tratar con el mundo como un todo y lo entregó a sus pecados (Romanos 12:24,26) de modo que sus pecados trae-rían sobre la humanidad parte de su castigo y la prepararía para ver su necesidad de un Salvador. Pero Dios no abandonó su plan para la humanidad. Halló a un hombre, Abraham, que respondería por fe. A él Dios le dio una promesa incondicional cuádruple de bendición: para sí mismo, para sus descendientes, para la tierra y para todas las naciones, mediante un único descendiente que iba a venir (Génesis 12:1-3). Dios se reveló de esta manera como el Dios de la promesa, y desde Abraham la Biblia se proyecta hacia adelante.27
  • 16. EL DIOS QUE HACE EL PACTO La promesa a Abraham fue con rmada por el pacto de Dios y su juramento, dos cosas «inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta» (Hebreos 6:17-18). Dios con rmó adicionalmente la promesa a Isaac (Génesis 26:3-4) y a Jacob (Génesis 28:3-14) y luego, en el Éxodo, a la nación de Israel (Éxodo 6:8).28 Dios la cumpliría a su manera, y esta seguridad fue intensi cada tanto por los profetas posteriores como por el Nuevo Testamento.29 EL PACTO DE LA LEY En el monte Sinaí Dios trajo a Israel a una relación del pacto consigo mismo al darles la ley por medio de Moisés. No obstante, la ley no era el propósito nal de Dios. Todavía Dios te-nía en mente bendiciones para todas las naciones del mundo. Israel era una nación escogida como siervo para ayudar en la realización de ese propósito. Fueron escogidos de la misma manera que los comandos de la Segunda Guerra Mundial fueron un grupo escogido; escogidos para ir al territorio enemigo y abrir una cabeza de playa para que otros pudieran penetrar. El mundo entero había llegado a ser territorio de Satanás; Israel debía llegar a ser en la Tierra Prometida como una cabeza de playa para preparar el camino a n de que las bendiciones de Dios se extendieran a las naciones por medio del Prometido que vendría. Sin embargo el mundo no estaba listo para Cristo y la cruz. Israel tampoco fue el testigo necesario como preparación para el esparcimiento del evangelio. Consecuentemente, la ley fue dada como un tutor temporal (gr. paidagogos, Gálatas 3:24) para llevar a Israel por los siglos hasta que «se cumplió el plazo» y «Dios envió a su Hijo» (Gálatas 4:4). Aunque Dios «Dio a conocer sus caminos a Moisés» y fue «clemente y compasivo» (Salmo 103:7-8), Israel seguía cayendo una vez tras otra en el pecado y la idolatría. Sin embargo, a pesar de esos fracasos, Dios envió profetas para reforzar el pacto y para animarlos con la esperanza de una restauración y bendición futuras. Esa esperanza incluía una revelación paso a paso del Mesías prometido, el Profeta ungido de Dios, Sacerdote y Rey. Algunos críticos, diciendo que los pasajes de esperanza son adiciones posteriores, han visto a los profetas como proclamadores de nada como no sea ruina y desesperanza. Pero es imposible «desacreditar el surgimiento de la esperanza profética que mira … a la restauración … en la cual Dios reina en los corazones de los hombres y especialmente por medio del hijo de David».30 La profecía de Natán le aseguró a David que Dios vigilaría para que siempre hubiera un hombre en el trono. Esto especí -camente se proyectaba hacia adelante al que haría eterno el trono de David. La profecía también deja en claro que si los descendientes de David pecaban, serían castigados «con varas y azotes»(2 Samuel 7:14). Por consiguiente, puesto que Israel en efecto cayó una vez tras otra en la idolatría, Dios llevó a su n el reino davídico y envió al pueblo al exilio. Los profetas muestran, sin embargo, que el propósito de Dios al enviar a su pueblo a Babilonia fue para librarse de su idolatría (Jeremías 29:8-13). Esto en efecto tuvo lugar. En el destierro empezaron a darse cuenta de quiénes eran los verdaderos profetas y mediante el estudio de los profetas vieron la necedad de la idolatría.31 Cuando regresaron se
  • 17. propusieron reconstruir el templo y restaurar la adoración pura al Señor. Cuando llegó el tiempo en que Jesús nació en Belén, los judíos y sus sinagogas estaban esparcidos por todo el mundo conocido y se les reconocía como un pueblo que servía al único Dios y que sostenían altas normas de moralidad. Desdichadamente su concepto del Mesías se enfocaba solo en los aspectos terrenales de su reino (o gobierno). Esperaban a un hombre que sería simplemente un hombre, y su esperanza era más temporal y política que religiosa.32 Querían a alguien que derrocara al Imperio Romano e hiciera de los judíos los gobernantes del mundo. Sin embargo, debido a que en efecto te-nían las Escrituras, sus sinagogas llegaron a ser una base para el rápido esparcimiento del evangelio en el primer siglo. Con la venida de Jesús y su muerte en la cruz la obra de la ley quedó terminada y ya no era necesaria. En realidad, la ley había llegado a ser una barrera que separaba a los judíos del resto de las naciones (los gentiles). Pero Jesús «es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacri cio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad» (Efesios 2:14-16). EL NUEVO PACTO Habiendo quedado abolido el pacto de la ley, la muerte de Cristo y el derramamiento de su sangre puso en efecto un pacto completamente nuevo (Hebreos 8:13; 9:15— 10:18). Este pacto promete «la herencia eterna» (Hebreos 9:15), y nos asegura que Jesús «aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan» (Hebreos 9:28).33 Luego, como siempre, la Biblia hace una aplicación práctica para el presente. Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios. Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente puri cados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. Mantengamos rme la esperanza que profesamos, porque el es el que hizo la promesa. Preocupémonos los unos por los otros, a n de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca (Hebreos 10:19-25).34 En este pasaje también vemos, presentado muy contundentemente, que la «Segunda Venida es la secuencia histórica inevitable de la primera venida. Las dos están indisolublemente unidas».35 El apóstol Pablo tenía en mente una aplicación práctica similar cuando les dijo a los creyentes tesalonicenses: «Los recordamos constantemente delante de nuestro Dios y Padre a causa de la obra realizada por su fe, el trabajo motivado por su amor, y la constancia sostenida por su esperanza en nuestro Señor Jesucristo». Esta fe, esperanza y amor era el resultado de que el evangelio había llegado a ellos «no sólo con palabras sino tam-bién con poder, es decir, con el Espíritu Santo y con profunda convicción». Ellos «recibieron el mensaje con la alegría que infunde el Espíritu Santo», y llegaron a ser un modelo debido a
  • 18. que «se convirtieron a Dios dejando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar del cielo a Jesús, su Hijo a quien resucitó, que nos libra del castigo venidero» (1 Tesalonicenses 1:2-10). Pedro también, en vista del juicio nal en fuego del día del Señor, dice: «Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no de-berían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable y esperando ansiosamente la venida del día de Dios?» (2 Pedro 3:11- 12). Luego, en vista de los nuevos cielos y nueva tierra que vendrían, añade: «esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con él» (2 Pedro 3:14).
  • 19. UNA BENDITA ESPERANZA Hemos visto que hubo una progresión dirigida por Dios en la historia que condujo a la primera venida de Cristo. Como dice en Gálatas 4:4-5: «Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, a n de que fuéramos adoptados como hijos». Pero la plenitud de esos derechos toda-vía no son nuestros, porque el pasaje bíblico sigue diciendo: «Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a [sus] corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba! iPadre!» Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho tam-bién heredero» (Gálatas 4:6-7). La palabra «heredero» mira hacia adelante aquí a una herencia futura, ligando así la primera venida a la promesa de la Segunda Venida e implicando que podemos esperar una progresión ordenada por Dios hacia su cumplimiento.36 La primera venida està ligada a la Segunda Venida también cuando la Biblia habla de la gracia de Dios que trae salvación. Esa gracia salvadora «nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y puri car para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien» (Tito 2:11-14). «Bendita» (gr. makarian) implica una plenitud de bendición, felicidad y gozo mediante el inmerecido favor de la gracia de Dios. Aunque nosotros, como creyentes, somos bendecidos ahora, hay mucho más que vendrá. Jesucristo es nuestra esperanza ahora (1 Timoteo 1:1), y Cristo en nosotros es la esperanza de la gloria venidera (Colosenses 1:27), porque: «Cuando Cristo, que es la vida de [nosotros], se mani este, entonces también [nosotros seremos] manifestados con él en gloria» (Colosenses 3:4). Como Paul Minear destaca: «La vida en Cristo sin esperanza es inconcebible. En dondequiera que hay vida en Cristo hay una esperanza viva».37 Minear también destaca que la palabra «esperanza» (gr. elpis) nunca se halla en plural en el Nuevo Testamento. Hay solo una esperanza que es real, que es consistente con la realidad y la voluntad de Dios, y que es algo por lo que vale la pena vivir.38 EXPECTATIVAS DE LA IGLESIA PRIMITIVA Es obvio que el Nuevo Testamento considera al reino, en el sentido de reino de Dios,39 ya presente en Jesús durante su ministerio en la tierra. Por medio de él los creyentes pueden «vivir bajo el dominio de la justicia de Dios como dádiva de la gracia de Dios» (Mateo 6:33; 13:44-46).40 En él «el futuro ya ha empezado».41 El reino era una realidad presente, conforme lo de-mostraba poderosamente su expulsión de los demonios por el Espíritu de Dios (Mateo 12:28). Era un tesoro, una perla hermosa de gran precio (Mateo 13:44-46), inmediatamente disponible para todos los que se hacían como niños (Mateo 18:3-4; 19:14). Estaba cerca de los que se arrepentían (Mateo 4:17). Sin embargo, la plenitud del reino no vendrá sino cuando Jesús regrese (Mateo 26:23), tiempo cuando los creyentes entrarán en la plenitud de su vida eterna y participarán de la felicidad del Maestro (Mateo 25:21,23,46). Por medio de Jesús el poder y presencia de Dios irrumpían en la escena humana de una nueva manera, y el futuro habrá de ser «el desdoblamiento y terminación de lo que ya existía en Cristo y en el Espíritu y que él llevó triunfalmente a pesar del … sufrimiento y la
  • 20. muerte».42 Después, cuando el Espíritu Santo vino como otro Consolador en Pentecostés, Pedro interpretó el «después» de Joel como «en los últimos días» (Joel 22:28; Hechos 2:17).43 En otras palabras, reconoció que la edad de la iglesia, la edad del Espíritu Santo, es la última edad antes de la edad del reino, «la edad venidera».44 El interés de Pedro, sin embargo, no era el tiempo del retorno de Cristo. Su preocupación era lograr que la gente se arrepintiera y aprovechara la promesa divina de perdón de pecados y la dádiva del Espíritu Santo a n de que pudieran ser salvados «de esta generación perversa» (Hechos 2:38-40). La gente de esa generación se dirigía en dirección equivocada y estaba tratando de arrastrar consigo a otros (Romanos 1:32). Los que acudían a Cristo podrían ser una diferencia por la santidad en sus vidas y por su influencia en sus comunidades. No hay duda de que la iglesia primitiva en efecto esperaba que Jesús volviera muy pronto, incluso durante su vida. Los tesalonicenses estaban esperándole con tal expectación que cuando algunos de ellos murieron, los que quedaron temían que los que habían muerto tal vez se hubieran perdido la alegría del retorno de Jesús. Pablo tuvo que asegurarles que los muertos en Cristo no se perderían nada, porque ellos resucitarían primero, y juntos con ellos, los creyentes vivos serían arrebatados para reunirse con Cristo en el aire (1 Tesalonicenses 4:13-18). Esa esperanza seguiría siendo una esperanza viva para Pablo y un poderoso incentivo para una vida santa. Fue hacia el nal de su vida que escribió que esperaba «la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tito 2:11-14). Esa esperanza seguía viva en el corazón de Pablo incluso cuando sabía que estaba a punto de morir como mártir. En su última carta proclamó esta esperanza una vez más: «Por lo de-más me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida» (2 Timoteo 4:8). Estaba seguro también de su llegada segura al reino celestial del Señor (2 Timoteo 4:18). El libro de Apocalipsis muestra que la esperanza del retorno de Cristo seguía siendo fuerte hacia el nal del primer siglo, siendo las últimas palabras registradas del Señor resucitado y ascendido: «Sí, vengo pronto» y la respuesta de la iglesia es «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!» (Apocalipsis 22:20). De este modo el Dios de esperanza revelado en Jesús concentró la atención en el hecho de que Jesús en efecto vendrá. Esto pone una urgencia a la invitación de venir a Jesús, un sentido de inminencia que él quiere que mantengamos. Tenemos que dar la misma respuesta que Juan dio en Patmos y orar que Jesús venga pronto. En verdad él viene en triunfo, para reinar como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16). Jesús mismo recalcó que «este evangelio del reino se predi-cará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el n» (Mateo 24:14). Habrá un n, y no simplemente un corte, o un callejón sin salida. La palabra « n» aquí implica un reunirlo todo y una consumación. Dios reunirá todo lo necesario para cumplir su plan glorioso. Algo de lo que tendrá lugar Dioslo ha revelado en las profe-cías de la Biblia. Sin embargo, Apocalipsis 10:3-4 dice cómo el apóstol Juan oyó siete truenos que hablaban. Tenían un mensaje. Pero cuando Juan se disponía a escribirlo, una voz del cielo lo detuvo. Esto quiere
  • 21. decir que van a suceder algunas cosas que Dios ha escogido no dejarnos saber por adelantado. Hay sorpresas por delante que son parte tan real de su plan como las que ya nos ha revelado. EL IMPACTO DEL FUTURO SOBRE EL PRESENTE En realidad, al recorrer la Biblia vemos que Dios está mucho más interesado en decirnos su voluntad para la vida presente que en darnos todos los detalles del futuro. Toda la Escritura inspirada que Dios no ha dado es «útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a n de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16-17). Las «preciosas y magní cas promesas» de la Biblia nos son dadas para que «luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos [o lujuria], llegue[mos] a tener parte en la naturaleza divina» (2 Pedro 1:4). Por ejemplo, cuando Isaías predijo cómo las naciones un día buscarían al Señor, deseando su instrucción, dijo: «¡Ven, pueblo de Jacob, y caminemos a la luz del SEÑOR!» (Isaías 2:2-5). En otras palabras, puesto que todas las naciones un día vendrán, con certeza a Israel, en lugar de actuar como la vieja naturaleza de Jacob, deberían aprovechar su oportunidad presente. Dios quería que vivieran en comunión con él en el presente. Isaías estaba así trayendo el futuro no para satisfacer la curiosidad de ellos, sino para retarlos a la santidad y a un crecimiento y madurez espiritual. Las enseñanzas de Jesús en cuanto al futuro también tienen el propósito de ser un reto para nosotros. «No son especulaciones sobre el n, ni visiones para fascinar la curiosidad ociosa. Fueron enseñanzas sobre fidelidad hasta el fin, firmeza, valor, servicio y amor».45 Juan nos presentó el mismo reto cuando declaró que cuando Jesús vuelva seremos como él es, es decir, seremos transformados a su semejanza con cuerpos transformados y glori cados. Después, Juan dijo: «Todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se puri ca a sí mismo, así como él es puro» (1 Juan 3:2-3). Este reto a una vida santa sigue siendo la principal razón para predicar y enseñar lo que la Biblia dice en cuanto a las últi-mas cosas, o los tiempos del fin. Este interés por la santidad, pureza, santidad y justicia es la principal razón para escribir este libro. Ninguna enseñanza de la Biblia es más controversial que la de la profecía y los tiempos del n. Las diferencias de opinión abundan. Personas buenas, que han nacido de nuevo, que aman a Jesús, creen en la Biblia como la Palabra inspirada e infalible de Dios, dedicados a la adoración y la alabanza, con frecuencia tienen diferencias serias en este aspecto.46 Pero estas verdades son demasiado importantes como para que el creyente las descuide. Todos, de una manera u otra, somos como los Tesalonicenses que «se convirtieron a Dios dejando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar del cielo a Jesús, su Hijo a quien resucitó, que nos libra del castigo venidero» (1 Tesalonicenses 1:9-10). Lo que Dios hizo en y por la vida, muerte y resurrección de Jesús es el sólido cimiento tanto de la fe como de la esperanza.47 Sin embargo, las diferencias de interpretación no deben impedirnos tener comunión unos
  • 22. con otros en Cristo. Tampoco las di cultades de interpretación deben impedirnos estudiar y predicar las verdades de la escatología. Como W. A. Whitehouse destacó: «Para que por el Espíritu del creyente humilde sea alimentado de las palabras y obras de Jesús (y esto, con certeza, en la sustancia de la predicación efectiva), entonces la hebra y trama escatológica de estas palabras y obra» debe llegar a ser parte de nuestro pensamiento en este día moderno.48 Algo en lo que podemos convenir es esto: la Biblia presenta una segura esperanza para los creyentes, una esperanza que no nos defraudará (Romanos 5:5). Como los ángeles les dijeron a los que vieron a Jesús ascender al cielo: «Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse» (Hechos 1:11). UNA GRAN NECESIDAD El mundo necesita esta esperanza y necesita saber que nuestro Dios es el Dios de esperanza. La sociedad moderna se ha hecho el centro de todo. Los que todavía conservan la esperanza del progreso automático se han olvidado de que Dios es el Dios del futuro tanto como del pasado. Al hablar de un nuevo orden por el cual esperan salvar al mundo de sus problemas, se han separado del cimiento bíblico que les dio la esperanza y dirección, porque fue la Biblia la que introdujo la misma idea de progreso. El resultado ha sido explotación del medio ambiente junto con aumento en la pobreza, pecado y falta de sentido; así como con el aumento del peligro de la autodestrucción.49 Los creyentes deben ponerse rmes contra todas estas cosas. Al mismo tiempo, estas cosas llaman la atención a otro lado del futuro. Vendrá un día, y debe venir, «cuando nalmente el mal quede abolido» y «la justicia finalmente prevalezca».50 Nuestra esperanza, como la del antiguo Israel, está solo en Dios. No podemos depender del progreso humano, o de la abundancia de información disponible ahora desde el punto de vista humano. En medio de la corrupción presente de la sociedad necesitamos el poder del Espíritu Santo, no solo para testi car de Cristo, sino también para hacernos abundar en esperanza, sabiendo que Dios es el. El Dios que nos amó tanto que envió a su Hijo a morir por nosotros nos ama lo su ciente como para proveer todo lo necesario para que perseveremos hasta la misma gloria que está preparando para nosotros (Romanos 5:5-10). De este modo, no nos va a faltar nada que necesitemos ahora y el gozo de nuestra salvación será su ciente para contradecir las a rmaciones del comunismo, la psicología freudiana y todo lo demás que intenta contradecir las buenas noticias del evangelio.51 Podemos estar seguros también de que Dios quiere que examinemos la Biblia todos los días como lo hacían los bereanos (Hechos 17:11). El Espíritu Santo inspiró todas las Escrituras (2 Timoteo 3:16-17) y quiere que nuestro estudio de la Biblia sea un deleite. Con su ayuda podemos captar nociones de las verdades de la escatología y usarlas para animar a otros y edificarlos en nuestra fe santa. Como Stephen Travis destaca, «esta esperanza no es ilusión imaginaria … ni tampoco escapismo». Es «un motivo poderoso para una vida cristiana positiva y el cambio social … para cambiar nuestras vidas e in uir en la sociedad».52 Aunque Satanás todavía es «dios de este mundo» que «ha cegado la mente de estos incrédulos» (2 Corintios 4:4), ya es un enemigo derrotado. Jesús, el Señor de gloria, «dio su vida por nuestros pecados para
  • 23. rescatarnos de este mundo malvado» (Gálatas 1:4). Aunque la victoria nal todavía es futura, su resurrección y el derramamiento de su Espíritu nos capacita para vivir «en un nuevo plano» (Hechos 2:33; 5:32; Gálatas 4:3-7), y «la esperanza del retorno de Cristo pone las cosas en una nueva perspectiva».53 Esperar implica trabajar (Mateo 24:45-51; Lucas 19:12-26), y nuestra esperanza da un nuevo signi cado a todo nuestro trabajo, incluso el más mundano. Esperar también signi ca pelear la batalla de la fe; la única buena batalla (2 Timoteo 4:7). Dios nos ha provisto de una armadura que nos permite estar rmes y victoriosos contra todas las artimañas del diablo (Efesios 6:10-18). Nuestra actitud, no obstante, debe ser diferente de la de los que pelean las batallas del mundo; no tenemos que ser beligerantes, ni tenemos que temer lo que el mundo teme. Con Cristo como Señor de nuestros corazones podemos dar razón de nuestra esperanza, y podemos hacerlo «con gentileza y res-peto» (1 Pedro 3:14-15). Y sin atraer la atención a nosotros mismos, podemos hacer nuestras buenas obras (Mateo 6:1-4). De este modo podemos avanzar, manteniendo nuestros ojos en Jesús, regocijándonos incluso en medio del sufrimiento, viviendo por el Espíritu, manteniéndonos al paso con él conforme nos guía (Gálatas 5:25). Tal vez no podamos cambiar el curso del mundo como un todo, en su carrera desbocada de cabeza hacia el día del Anticristo, pero sí podemos hacer nuestra parte para ayudar y salvar a tantos como sea posible. Jesús les dijo a los judíos desterrados en Babilonia: «Multiplíquense allá, y no disminuyan. Además, busquen el bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al SEÑOR por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad» (Jeremías 29:6-7). Nosotros también necesitamos orar y buscar la paz y prosperidad del lugar donde vivimos. Entonces por la gracia alcanzaremos la meta que Dios nos ha jado y llevaremos a otros con nosotros. ¡Esas son verdaderamente buenas noticias!
  • 24. PREGUNTAS PARA ESTUDIO 1. ¿Por qué el estudio de la escatología es esencial para entender y proclamar el evangelio? 2. ¿Cuáles son las razones para decir que toda la teología es a fin de cuentas escatología? 3. ¿Por qué condena la Biblia las prácticas del ocultismo, la astrología, adivinación y otros intentos parecidos para predecir el futuro? 4. ¿Qué efectos surte en nuestra vida diaria una creencia lineal de la historia, y cómo se compara esto con el efecto de una creencia cíclica? 5. ¿Qué relación tiene Génesis 1 con el estudio de la escato-logía? 6. ¿De qué maneras el Espíritu Santo anima nuestra esperanza cristiana? 7. ¿Cuál es la importancia de la promesa cuádruple dada a Abraham? ¿Cómo se aplica ella a nosotros hoy? 8. ¿Cómo se relaciona el pacto de Dios con David a las promesas de la primera y segunda venidas de Cristo? 9. ¿De qué maneras la Segunda Venida de Cristo se liga a su primera venida? 10. ¿Cuál es el propósito principal de enseñar y predicar la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo? 11. La iglesia primitiva esperaba que Jesús viniera pronto, sin embargo, se dedicaron y ocuparon en esparcir el evangelio. ¿En qué sentido podemos nosotros tener la misma expectación al extender el evangelio hoy? 12. ¿Cuáles son algunas maneras en que podemos afectar las necesidades de nuestra comunidad y nación, y al mismo tiempo fomentar entre la gente de hoy una esperanza viva en el Dios de la esperanza? 1. Otto Nathan y Heinz Norden, eds., Einstein on Peace (Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1980), 355-56. 2. Vea Guy Duty, Christ’s Coming and the World Church (Minneapolis: Bethany Fellowship, 1971), 119. 3. W. A. Whitehouse, «The Modern Discussion of Eschatology», en Eschatology, William Manson, G. W. H. Lampe, T. F. Torrance, W. Al Whitehouse (Edinburgh, Escocia: Oliver & Boyd, 1953), 66-67, 77, 79, 89. 4. Eldin Villafañe, The Liberating Spirit (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1993), 184. 5. James M. Childs, Jr., Christian Anthropology and Ethics (Filadelfia: Fortress Press, 1978), 126. 6. Alf Corell, Consummatum est:Eschatology and the Church in the Gospel of St. John, trad. Order of the Holy Paraclete, Whitby (Londres: Society for Promotion of Christian Knowledge, 1958), 7 7. Dale Moody, The Hope of Glory (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1964), 15.
  • 25. 8. Jürgen Moltman, Theology of Hope:On the Ground and the Implications of a Christian Eschatology, trad. Jams W. Leitch de la 5a ed. alemana (Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1867), 16-17, reconoció esto, aunque en su teología separa la esperanza de la historia y, junto con un lado del católico romano John Baptist Metz, inspiró una teología de la liberación tibial reino de Dios como una metáfora y procura hacer cambios radicales políticos y sociales en el presente. Cf. Stanley F. Morton, ed., Systematic Theology (Springfield, Mo.: Gospel Publishing House, 1994), 617; Donald G. Blowesch, A Theology of World and Spirit (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1992), 106. 9. Thomas C. Oden, Life in the Spirit, vol. 3, Systematic Theology (San Francisco: Harper, HarperCollins Publications, 1992), 368, 371, 373. 10. Stephen Travis, The Jesus Hope (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1992), 10. 11. Vea Oden, Life in the Spirit, 375. 12. G. C. Berkouwer, The Return of Christ, trad. James Van Oosterom (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1972), 11. 13. Ulrich E. Simon, The End Is Not Yet (Digswell Place, Welwyn, Inglaterra: James Nisbet & Co., 1964), 4. 14. Hans Schwarz, On the Way to the Future: A Christian View of Eschatology in the Light of Current Trends in Religion, Philosophy, and Science, ed. rev. (Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1979), 17. 15. Vea Swami Adiswarananda, «Hinduism», en How Di erent Religions View Death and Afterlife, ed. Christopher J. Johnson y Marsha G. McGee (Philadelphia: Charles Press, Publishers, 1991), 159-62, 175. 16. Schwarz, On the Way to the Future, 25, cf. 125, 127, 158. 17. Zachary Hayes, What Are They Saying about the End of the World? (Nueva York: Paulist Press, 1983), 7. Él destaca que Rudolf Bultmann usó la losofía de Martín Heidegger para interpretar los símbolos de la Biblia como místicos y para separar la escatología completamente de la cronología, negando todo reino venidero. Mucho del pensamiento católico romano moderno ha sido in uido en esta dirección al comparar R. Bultmann, J. Moltmann, W. Pannerberg, J. Jeremias, y O. Culmann. Vea Zachary Hayes, Visions of the Future:A Study of Christian Eschatology (Wilmington, Del: Michael Glazier, 1985), 13. 18. Oscar Cullmann, Christ and Time, ed. rev., trad. Floyd W. Filson (Philadelphia: Westminster Press, 1964), 105. 19. La oración hebrea normalmente empieza con el verbo, pero se puede poner cualquier cosa primero por énfasis, como en Génesis 1:1. 20. James B. Pritchard, ed., The Ancient Near East: An Anthology of Text and Pictures, vol. 1 (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1973), 35. 21. A. J. Conyers, The Eclipse of Heaven: Rediscovering the Hope of a World Beyond (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1992), 131. 22. Joseph Papin, ed., The Eschaton:A Community of Love (Villanova, Pa.: Villanova University Press, 1971), 59. 23. Neill Quinn Hamilton, The Holy Spirit and Eschatology in Paul, Scottish Journal of Theology Occasional Papers, no. 6 (Edinburg, Escocia: Oliver & Boyd, 1957), 35. 24. Esto fue cierto en el avivamiento de la calle Azusa en Los Angeles (1906–1908), tal como mi madre y sus padres lo experimentaron. El Espíritu Santo creó en ellos un intenso deseo de ver pronto la venida de Jesús. 25. James R. Go , Jr., «Closing Out the Church Afe: Pentecostals Fave the Twenty- rst Century», Pneuma 14:1 (primavera 1992): 12 26. Esta es una profunda esperanza que liga «el destino de todos los gentiles [«naciones»] a la victoria del «gentil Jesús» (Isaías 42:1-4; Mateo 12:18,20-21). La palabra griega (elpis) siempre se halla en singular en la Biblia, nunca en plural; hay solo una esperanza por la que puede vivir la humanidad. Paul Sevier Minear, The Christian Hope and the Second Coming (Philadelphia: Westminster Press, 1954), 19, 23.
  • 26. 27. William J. Dalton, Aspects of New Testament Eschatology (Nedlands, Australia: University of Western Australia Press, 1968), 4. 28. T. V. Farris, Mighty to Save:A Study of Old Testament Soteriology (Nashville: Broadman Press, 1993), 72-73. 29. Dalton, Aspects of New Testament Eschatology, 5. 30. Simon, The End Is Not Yet, 14. 31. Obsérvense las tremendas ironías en las descripciones de la idolatría (Isaías 40:18-20; 44:9-20; Oseas 4:12; 13:2; Amós 5:26). 32. George Raymond Beasley-Murray, Jesus and the Future: An Examination of the Criticism of the Exchatological Discourse, Mark 13 with Special Reference to the Little Apocalypse Theory (Londres: Macmillan & Co., 1954), 14-15. 33. Hebreos 9:28 da base para referirse al retorno de Cristo como la «Segunda Venida». Cf. Travis, The Jesus Hope, 51. 34. El «día» no se re ere a un período de veinticuatro horas sino más bien a un pe-ríodo de la actividad de Dios, dure cuanto dure. Vea J. E. Fison, The Christian Hope:The Presence and the Parousia (Londres: Longsman, Green & Co., 1954), 94. 35. Edgar Young Mullins, The Christian Religion in Its Doctrinal Expression (Valley Forge, Pa.:Judson Press, 1917), 451. 36. Geerhardus Vos, The Pauline Eschatology (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1972), 83. 37. Minear, Christian Hope, 28. 38. Ibid., 22, 26. 39. Jesús dio un nuevo signi cado a las frases «reino de Dios» y «reino de los cielos», que aparece solo rara vez en la literatura judía (incluyendo los rollos sectarios del Mar Muerto) fuera de los Evangelios. La mayoría de las frases que Jesús usó en cone- xión con el reino «no tienen paralelo (ni siquiera en lo secular) en el lenguaje de los contemporáneos de Jesús». Joachim Jeremias, New Testament Theology, trad. John Bowden (Nueva York: Charles Scribners’s Sons, 1971), 32. 40. William David Kirkpatrick, «Christian Hope», Southwestern Journal of Theology, 36:2 (primavera 1994): 39. 41. Hendrikus Berkhof, Well-Founded Hope (Richmond, Va.: John Knox Press, 1969), 11. 42. Ibid., 19. 43. Esta no fue idea de Pedro. Pedro fue inspirado por el mismo Espíritu Santo que inspiró a Joel. 44. Vea R. P. D. Hanson, The Attractiveness of God: Essays in Christian Doctrine (Richmond, Va.: John Knox Press, 1973), 190- 91. El destaca que la frase «Segunda Venida no se usa en el Nuevo Testamento porque la primera venida era tan escatoló-gica que la Segunda Venida no podía ser más que una consumación, antes que una introducción, de la escatología». 45. Conyers, The Eclipse of Heaven, 49. 46. Hubo un tiempo cuando evadía las oportunidades para enseñar y predicar sobre la profecía. Pensaba que sin que importe lo que diga, lastimaría los sentimientos de alguien o lo haría pensar que estaba tratando de trastornar sus ideas y esperanzas. 47. Kirkpatrick, «Christian Hope», 33. 48. W. A. Whitehouse, «The Modern Discussion of Eschatology», 66. 49. Schwarz, On the Way to the Future, 25. 50. Thomas N. Finger, Christian Theology: An Eschatological Approach, vol. 1 (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1985), 145. 51. Vea Berkhof, Well-Founded Hope, 19. 52. Travis, The Jesus Hope, 2. 53. Finger, Christian Theology, 37, 102.
  • 28. La muerte y el estado intermedio Parte de la escatología trata de las últimas cosas en lo que respecta a nuestra vida presente, y la cuestión de la muerte y lo que sucede en el estado intermedio, el estado entre la muerte y el retorno de Cristo.1 Aunque la Biblia dice mucho en cuanto a la muerte, dice comparativamente muy poco respecto al más allá. Se preocupa más en cuanto a cómo vivir esta vida presente de una manera que agrade a Dios. Quiere que estemos listos para el retorno de Cristo y las cosas gloriosas que siguen. Eso es más importante que los detalles de las condiciones temporales que al presente caracterizan el más allá.2
  • 29. VIDA Y MUERTE NOCIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO El Antiguo Testamento reconoce la brevedad yfragilidad de la vida. Job, en su angustia, dijo: «Mis días se van más veloces que una lanzadera, … mi vida es un suspiro» (Job 7:6-7). David hablaba de la muerte como «el camino de todos en la tierra» (1 Reyes 2:2, RVR), observando: «El hombre es como la hierba, sus días orecen como la or del campo: sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno» (Salmo 103:15-16). Por otro lado, el Antiguo Testamento fomenta un optimismo saludable, poniendo más énfasis en la vida como un don de Dios que se debe disfrutar junto con sus bendiciones (Salmo 128:5-6).3 Una larga vida se consideraba como una bendición especial de Dios (Salmo 91:16). El suicidio era extremadamente raro. Había que evitar la muerte tanto como fuera posible. En la ley, Dios puso ante Israel una alternativa: amar la obediencia signi caba vida y bendición; la desobediencia y la rebelión de idolatría resultaría en muerte y destrucción (Deuteronomio 30:15-20). Esto fue cierto incluso cuando el rey Saúl se suicidó, porque la Biblia dice: «Saúl murió por haberse rebelado contra el SEÑOR, … Por eso el SEÑOR le quitó la vida» (1 Crónicas 10:13-14). Dios tiene el control último sobre la vida y la muerte; sin embargo, permite causas intermedias, incluso nuestro propio descuido, decisión expresa o necedad, para acortar o terminar la vida. Al mismo tiempo la muerte está en el mundo como resultado del pecado y es inevitable para todos, porque todos han pecado (Génesis 2:17; 3:19,22-23; Romanos 3:23; 5:12; 6:23). Esto se reconoció en el tiempo de Enós, cuyo nombre signi ca «mortal». El conocimiento de que todos morirían ejerció un buen efecto inicialmente, porque: «Desde entonces se comen- zó a invocar el nombre del SEÑOR» (Génesis 4:26). Los santos del Antiguo Testamento siguieron ese ejemplo al mirar una vez tras otra al Señor para protegerles de la muerte y prolongar sus vidas. Se consideraba a la muerte como un enemigo, que traía a icción, por lo general expresada en gritos, alaridos y profundo lamento (Mateo 9:23; Lucas 8:52). Incluso así, el lamento era por la pérdida de la presencia corporal del ser querido, porque, como Salomón escribió, «el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio» (Eclesiastés 12:7). NOCIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO El Nuevo Testamento reconoce que la muerte entró en el mundo por el pecado, y debido a que todos han pecado, la muerte viene a todos (Romanos 5:12). Pone n a nuestra oportunidad de tomar decisiones que afectarían nuestro futuro eterno (Hebreos 9:27; cf., Efesios 5:15-16; Colosenses 4:5).4 El Nuevo Testamento también señala a la muerte como enemigo, «el último enemigo», que no será destruido sino en el juicio nal (1 Corintios 15:26; Apocalipsis 20:14). Sin embargo, para el creyente, la victoria de Jesús sobre el diablo ha librado «a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida» (Hebreos 2:14-15). ¡Ya no hay que temer a la muerte! «Dios ha dicho: “Nunca te dejaré; jamás te abando-naré”». Así que podemos decir con toda con anza: «El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?» (Hebreos 13:5-6). La muerte ha perdido su aguijón (1 Corintios 15:56-57). Aunque el cuerpo natural inevitablemente se deteriora, los creyentes «por dentro nos
  • 30. vamos renovando día tras día» (2 Corintios 4:16). Consecuentemente, podemos encarar la muerte y ser «más que vencedores por medio de aquel que nos amó» porque «ni la muerte ni la vida, … ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 8:36-39). La muerte ya no rompe nuestra comunión con nuestro Señor. Podemos a igirnos por la muerte de seres queridos debido a la pérdida personal, pero no «como esos otros [humanidad caída, que no cree en Cristo] que no tienen esperanza» (1 Tesalonicenses 4:13). Para los no creyentes la muerte es una experiencia que destroza y pone n a todas sus esperanzas y sueños, y todo aquello por lo que han vivido y han trabajado. Debido a que en esta vida han permanecido «muertos en sus transgresiones y pecados» (Efesios 2:1), la muerte física también pone n a sus oportunidades de hallar a Cristo y de obtener vida eterna y recompensa en el cielo. Nada queda para ellos excepto los efectos del pecado y del mal que sufrirán en el in erno. Habrá, no obstante, grados de castigo en el in erno, tal como habrá grados de recompensa en el cielo (Lucas 12:47-48; 1 Corintios 15:41-42; cf. Mateo 23:15; Hebreos 10:29). Los grados de castigo se re eren a la intensidad del castigo, y no a su duración en tiempo, porque los que mueren en sus pecados están perdidos eternamente.5 La fe en Cristo da una nueva actitud. La muerte no les roba a los creyentes nada de lo que era su razón de vivir y esperar. Como dijo el apóstol Pablo: «para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21); o sea, morir quiere decir ganar en Cristo, más de Cristo; y eso es mejor que cualquier cosa en esta vida (Filipenses 1:23). Pablo dijo que su vida era «derramada sobre el sacri cio» (Filipenses 2:17; 2 Timoteo 4:6), ofrenda que daba gloria a Dios. Su muerte, por consiguiente, no era una derrota, sino una «partida» (gr. exodos), «como el éxodo de Egipto, una liberación triunfante, un camino que lo llevaría a una mejor nación que la tierra prometida de Canaán (Hebreos 11:16).6 Pablo esperaba ir directamente a la presencia de Cristo y tener gozo y paz superiores a cualquier cosa que conocemos en esta vida (Romanos 8:38-39; Filipenses 1:23; cf. Lucas 16:22; 23:43).
  • 31. ENSEÑANZA DEL ANTIGUO TESTAMENTO Aunque mucho de lo que sabemos de la vida después de la muerte no se reveló sino hasta el tiempo del Nuevo Testamento, el Antiguo Testamento sí sostiene la esperanza para la vida des-pués de la muerte. La mayoría de los israelitas del Antiguo Testamento parecen haber tenido por lo menos una vaga idea del más allá. Pero debido a que el énfasis recae en servir a Dios en esta vida algunos eruditos dicen que la mayoría de los israelitas no creían en una vida en el más allá. Esto sería muy extraño y muy contrario a todas las culturas que los rodeaban. Los egipcios hacían grandes preparativos para lo que creían que tendría lugar en el más allá. También creían en el juicio después de la muerte. En las tumbas del Valle de los Reyes, frente al Nilo y a Luxor, vi pinturas en las paredes que muestran a personas compareciendo ante los dioses, una la de personas que se alejan alegres, y otras que se alejan de cabeza, decapitados. Todo entierro canaanita incluía una lámpara, un cántaro de aceite, y un cántaro de comida.7 Los israelitas, sin embargo, simplemente envolvían el cuerpo en lino, lo ungían con especias, y lo ponían en una tumba o lo enterraban. Esto no quería decir una menor creencia en el más allá, porque hablaban de que el espíritu iba a un lugar llamado Seol8 o a la presencia de Dios (Salmo 23:6). Si los israelitas en realidad no creían en una vida después de la muerte, la Biblia por cierto hubiera llamado la atención a esto.9 Más bien, Salomón reconoció que Dios «ha puesto eternidad en el corazón del hombre [humanidad]» (Eclesiastés 3:11). Esto implica que fuimos hechos para la eternidad y, por consiguiente, aunque podemos disfrutar de las buenas cosas que nos da, no podemos hallar satisfacción en ellas. A menos que estemos muertos en pecado, nuestro mismo ser clama por comunión eterna con Dios. Otra frase indica que los santos del Antiguo Testamento esperaban una vida en el más allá. Dios le dijo a Moisés, después que este subió al monte (el monte Nebo en la cordillera Abarim) y vio al otro lado a la tierra prometida: «Partirás de este mundo para reunirte con tus antepasados, como tu hermano Aarón» (Números 27:13). Aarón, sin embargo, fue sepultado en el monte Hor, y nadie sabe dónde Dios sepultó a Moisés (Números 20:27-28; Deuteronomio 34:1,5-6). Por consiguiente, ser «reunido con tus antepasados» puede muy difícilmente referirse a la tumba. La frase también implica que «su pueblo» todavía existe, que no está aniquilado ni es una nulidad, como Jesús mismo lo señaló (Lucas 20:38). EL LUGAR DEL MÁS ALLÁ En el Antiguo Testamento el lugar del más allá para los malos a menudo se llama Seol (por lo general traducido como «in erno» o «el sepulcro»).10 También se lo identi ca con «abadón», «Abadón, lugar de destrucción» (Job 26:6; 31:12; Salmo 88:11; Proverbios 27:20), y bor, «el abismo», literalmente una cisterna, pero usado metafóricamente como la entrada del Seol, o como sinónimo del mismo Seol (Salmo 30:3; Isaías 14:15; Ezequiel 31:14). Cuando se traduce «in erno» (KJV), sin embargo, no es el lugar donde Satanás tiene su cuartel general, ni tampoco está controlado por Satanás. Dios gobierna allí (1 Samuel 2:6; Salmo 139:8; Amós 9:2). El Seol no es el sepulcro. Debido a que Seol «abismo», «sepulcro», «destrucción», y «muerte» a veces aparece en paralelo la construcción gramatical (p. ej.: Salmo 30:3; 88:11-12),
  • 32. algunos dicen que tanto Seol como «abismo» siempre signi ca «el sepulcro».11 Sin embargo, cuando la Biblia habla de sepulcros de una manera inequívoca, como cuando los israelitas le preguntaron a Moisés: «¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto?» (Éxodo 14:11), se usa normalmente otra palabra, quever. Cuando Jacob pensaba que José había sido destrozado por algún animal y obviamente no estaba en un sepulcro, pensaba que estaba en él Seol (Génesis 37:35). La Biblia también habla de personas que tienen alguna clase de existencia en el Seol (Isaías 14:9-10; Ezequiel 31:21). Dios actúa poderosamente e interviene en él Seol (Salmo 139:8; Amós 9:2), y el Seol no puede hacer nada contra él (Job 26:6). En consecuencia, otros lo limitan a un lugar en el más allá y dicen que nunca quiso decir el sepulcro.12 A menudo se citan tres pasajes (Salmos 6:5; 115:17-18; Isaías 38:17-19) para mostrar que Seol es el sepulcro.13 Salmo 6:5 dice: «En la muerte nadie te recuerda; en el sepulcro, ¿quién te alabará?» El recuerdo es, sin embargo, paralelo a la alabanza. La misma palabra (heb. zakkar) se usa para una mención solemne de Dios entre el pueblo (Éxodo 3:15). Habla de un recordar activo aquí la tierra, que termina cuando la persona muere. En otras palabras, cuando el espíritu va a al Seol la alabanza y testimonio de esa persona a las personas aquí en la tierra cesa. El Salmo 115:17 habla de que los muertos van al silencio. Esto es desde el punto de vista de las personas en la tierra. Sin embargo, el salmista pasa a decir: «Somos nosotros los que alabamos al SEÑOR desde ahora y para siempre» (v. 18), lo que implica una esperanza mejor y ciertamente no descarta alabar al Señor en el más allá. El rey Ezequías en su oración dijo: «Sin duda, fue para mi bien pasar por tal angustia. Con tu amor me guardaste de la fosa destructora, y le diste la espalda a mis pecados. El sepulcro [heb., Seol] nada te agradece; la muerte no te alaba. Los que descienden a la fosa nada esperan de tu delidad» (Isaías 38:17-18). Aquí Ezequías se preocupaba por su testimonio y su resultado entre el pueblo. El perdón divino de sus pecados impidió que fuera al lugar de castigo. Ahora que había sido sanado vería la delidad de Dios, y la vio, por quince años adicionales (Isaías 38:5). En realidad Seol a menudo se describe como una profundidad que contrasta con la altura del cielo (Job 11:8; Salmo 139:8; Amós 9:2). A menudo el contexto se re ere a la ira de Dios (Job 14:13; Salmos 6:1,5; 88:3, 7; 89:46,48), y a veces tanto a la ira como al fuego (Deuteronomio 32:22). En algunos casos las referencias son breves, y parece que se lo trata simplemente como un lugar o el estado de los muertos. Allí a los muertos se les llama refaim, o lo que se pudiera llamar «fantasmas» (Isaías 14:9; 26:14).14 Otros pasajes se re eren a algunos de los muertos como elojim, en el sentido de «seres espirituales poderosos» (1 Samuel 28:13).15 Seol traducido como Hades. En donde el Nuevo Testamento cita pasajes del Antiguo Testamento que se re eren al Seol lo traduce con la palabra Hades, que se ve, no como el lugar vago del que hablaban los griegos paganos sino como un lugar de castigo (Lucas 10:15; 16:23-24; cf. Apocalipsis 6:8; 20:13).16 Pedro también describe a los malos de los días de Noé como «espíritus encarcelados» (1 Pedro 3:19-20).17 El Seol como lugar para los malos. En vista de esto es importante observar que el Antiguo
  • 33. Testamento no enseña que todos van al Seol. Es cierto que Job habló de la muerte como, una bet moed «casa de reunión» para todos los vivos (Job 32:23). Pero simplemente se refería al hecho de que todos morimos, no de que todos vayamos al mismo lugar cuando morimos. Algunos santos del Antiguo Testamento tuvieron una mejor esperanza. Enoc y Elías fueron llevados directamente al cielo (Génesis 5:24; 2 Reyes 2:11; Hebreos 11:5). Cuando David sintió la ira de Dios debido a su pecado clamó por misericordia para no ir al Seol (p. ej., Salmo 6:1-5,9). Pero cuando su fe cre-ció, su esperanza fue que «en la casa del SEÑOR habitaré para siempre» (Salmo 23:6; cf. Salmo 17:15). Aunque el Nuevo Testamento identi ca el Salmo 16:10 con la muerte y la resurrección de Jesús, el versículo que sigue indica que la senda de la vida que Dios da a conocer conduce al gozo en su presencia y a placeres eternos a su diestra. El Salmo 49:15 dice, después de considerar la suerte de los malos que se dirigen al Seol, «Dios, sin embargo, redimirá mi alma de la mano del Seol, porque él me llevará [a sí mismo]» (traducción del autor). Es decir, se personi ca al Seol como tratando de agarrarlo y de arrastrarlo al lugar de castigo, pero Dios lo redime y lo rescata para que escape y no vaya al Seol y más bien vaya a la presencia de Dios.18 El Seol como lugar de castigo. Varios pasajes indican que el Seol es un lugar de castigo para los malos (Salmo 9:17; cf. Números 16:33; Job 26:6; Salmos 30:17-18; 49:13-15; 55:15; 88:11-12; Proverbios 5:5; 7:27; 9:18; 15:10-11; 27:20; Isaías 38:18).19 Dios dice de los idólatras: «Se ha encendido el fuego de mi ira, que quema hasta lo profundo del abismo [heb. Seol]» (Deuteronomio 32:22). «Bajan [cambian su orientación total] al sepulcro [heb. Seol] los malvados, todos los paganos [heb. goyim, «naciones»] que de Dios se olvidan» (Salmo 9:17). «¡Que sorprenda la muerte a mis enemigos! ¡Que caigan vivos al sepulcro [heb. Seol], pues en ellos habita la maldad!» (Salmo 55:15; cf. 55:23. «Tan colmado estoy de calamidades que mi vida está al borde del sepulcro [heb. Seol]. Ya me cuentan entre los que bajan a la fosa; … El peso de tu enojo ha recaído sobre mí» (Salmo 88:3-4, 7). «Su casa lleva derecho al sepulcro [heb. Seol]; ¡conduce al reino de la muerte!» (Proverbios 7:27). «La mujer necia es escandalosa, … y llama a los que van por el camino, … «¡Vengan conmigo, inexpertos! —dice a los faltos de juicio—.… Pero éstos ignoran que allí está la muerte, que sus invitados caen al fondo de la fosa [heb. Seol]» (Proverbios 9:13,15-16,18). Cuando Dios pronunció juicio sobre la ciudad de Tiro la comparó con «los que descienden a la fosa [heb. Seol]», y dijo: «Te convertiré en objeto de espanto, y ya no vol-verás a existir» (Ezequiel 26:19-21). Después, cuando el juicio cayó sobre las hordas de Egipto, «En medio del abismo [heb. Seol], los guerreros más fuertes y valientes hablarán de Egipto y de sus aliados. Y dirán: “¡Ya han descendido a la fosa! ¡Yacen tendidos entre los paganos que murieron a lo de espada!”» (Ezequiel 32:18-21). Es más, todos los que Ezequiel menciona como estando en el Seol son malos.20 Cuando Coré reunió a sus seguidores en oposición a Moisés y a Aarón, Dios le dijo a Moisés que advirtiera a la asamblea: «¡Aléjense de las tiendas de estos impíos! No toquen ninguna de sus pertenencias, para que ustedes no sean castigados por los pecados de ellos … la tierra se abrió debajo de ellos; se abrió y se los tragó, … Bajaron vivos al sepulcro [heb. Seol]» (Números 16:23-33).
  • 34. Por otro lado, cuando la médium espiritista de Endor dijo que veía a un espíritu saliendo de la tierra (heb. jaaretz) parecido a un anciano vestido con un manto (1 Samuel 28:13-14), po-dría haberse estado re riendo a su cuerpo saliendo del sepulcro y no es prueba de que su alma estaba en un mundo subterráneo así como tampoco lo prueba el hecho de que Jesús llamó a Láza-ro de la tumba (Juan 12:17).21 El salmista Asaf escribió que, en contraste a la destrucción de los malvados, «Me guías con tu consejo, y más tarde me aco-gerás en gloria», es decir, en el cielo (Salmo 73:18-19,24-26; cf. Salmos 16:9,11; 17:15).22 Salomón también declaró que «la senda de la vida conduce hacia arriba [al lugar de arriba] a n de evitar el Seol abajo» (Proverbios 15:24, traducción del autor).23 El mensaje de Dios a Balaam le hizo reconocer que la muerte del justo es mejor que la muerte de los malos (Números 23:10). DOS COMPARTIMIENTOS EN EL SEOL Posiblemente debido a la in uencia de las ideas griegas, y posiblemente también debido a que Jacob, lamentándose, habló de descender al Seol adonde había ido su hijo José, los ju- díos posteriormente, considerando a Jacob y a José justos, razonaban que tanto los justos y los malos iban al Seol. Así concluyeron que debe haber un lugar especial en el Seol para los justos. A esto se podría llamar divisiones en el Seol: un lugar para los justos así como un lugar para los malos (1 Enoc 22:1-14).24 Sin embargo, Jacob en ese momento rehusó ser con-solado, sin duda pensando que tanto él como José estaban de alguna manera bajo el castigo de Dios. No hay nada que indique que Jacob buscará al Señor de nuevo después de que recibió las noticias de que José estaba vivo (Génesis 45:28—46:1). Por consiguiente, Jacob probablemente consideraba el Seol un lugar de castigo. En realidad, ningún pasaje del Antiguo Testamento claramente exige que se divida al Seol en dos compartimientos: uno para castigo y otro para bendición.25 El Dr. William Shedd (1820–94) dio un argumento clásico contra la idea de dos compartimientos. Él recalcó: [El Seol] es un mal aterrador, de castigo, mencionados por los escritores sagrados para disuadir a los hombres a que no pequen, … y cualquier in-terpretación que esencialmente modi ca esto debe por consiguiente ser errónea. [Porque para que sea una] alarma para los malos, [debe ser pertinente] solo para ellos. Si los buenos tienen parte en ello, su poder aterrador desaparece … No es respuesta a esto decir que el Seol contiene dos divisiones, Hades y Paraíso, y que los malos van al primero. Esto no está en el texto bíblico, ni en su conexión. A los malos se les amenaza con el Seol … no se les amenaza con una parte … sino con el todo … El Seol es uno, indiviso, y homogéneo en la representación inspirada … El Seol bí-blico siempre es un mal, y nada sino un mal … Decir que «Bajan al sepulcro [heb. Seol] los malvados» (Salmo 9:17) implica que los justos no bajarán; simplemente para decir que «para castigar a los que no conocen a Dios ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesús. Ellos sufrirán el castigo de la destrucción eterna» (2 Tesalonicenses 1:8-9), implica que los que en efecto obedecen no lo sufrirán. Decir que los «pasos» de la prostituta «van derecho al sepulcro [heb. Seol]» (Proverbios 5:5), es lo mismo que decir que «los que cometen inmoralidades sexuales, … recibirán como herencia el lago de fuego y azufre» (Apocalipsis 21:8). Librar «del sepulcro [heb. Seol]» por la disciplina de los padres (Proverbios 23:14), no es librarle ni del sepulcro ni del mundo de los espíritus, sino del futuro tormento que espera a los moralmente indisciplinados.26
  • 35. ENSEÑANZA DEL NUEVO TESTAMENTO El énfasis del Nuevo Testamento recae en la resurrección del cuerpo antes que lo que sucede inmediatamente después de la muerte. La muerte no fue nunca la intención original de Dios para la humanidad, y a n de cuentas «no habrá más muerte» (Apocalipsis 21:4; la muerte será «devorada por la victoria» (1 Corintios 15:54). Aunque todavía es un enemigo,27 los salvos ya no deben temer a la muerte (1 Corintios 15:55-57; Hebreos 2:15). Para el creyente el vivir es Cristo y el morir es ganancia; es decir, morir quiere decir una relación personal más íntima con Cristo, en efecto más de él (Filipenses 1:21). De este modo, morir e ir a estar con Cristo es mucho mejor que quedar en el cuerpo presente, aunque debemos quedarnos aquí tanto como Dios lo considere necesario (Filipenses 1:23- 24). Entonces la muerte nos da descanso de nuestras labores y sufrimientos terrenales (es decir, cesarán), y una entrada a la gloria (2 Corintios 4:17; cf. 2 Pedro 1:10-11; Apocalipsis 14:13). Jesús, en Lucas 16:19-31, describió a un hombre rico anónimo28 que se vestía como rey y todos los días disfrutaba de un banquete completo con diversión. A su puerta yacía un mendigo llamado Lázaro, cubierto de llagas, que quería las migajas que barrían por la puerta para que se las comieran los perros callejeros. Estos animales de basurero, inmundos bajo la ley, le la-mían las llagas, lo que lo hacía inmundo. Lázaro tenía solo una cosa a su favor: su nombre,29 que quiere decir «Dios es mi ayuda» e indica que a pesar de todo él mantenía su fe en Dios. Cuando murió los ángeles llevaron a Lázaro al lado de Abraham,30 que era ciertamente un lugar de bendición, porque recibiría consuelo allí. El rico, después de la muerte, se halló en la agonía de los fuegos del Hades. Cuando miró hacia arriba, es decir, al cielo (cf. Mateo 8:11-12; Lucas 13:28-29), vio a Abraham y a Lázaro «muy lejos». Pero era demasiado tarde para que recibiera ayuda, porque Abraham le dijo: «hay un gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco pueden los de allá para acá» (Lucas 16:26). En otras palabras, vemos que el destino del malo como del bueno no puede ser cambiado después de la muerte.31 Algunos tratan este relato como una parábola, puesto que sigue a una serie de parábolas, pero incluso en sus parábolas Jesús nunca dijo algo que se brindará a malos entendidos o sea contrario a la verdad.32 La diferencia en el estado del rico y el de Lázaro también parece implicar que a su muerte hubo un juicio respecto a su destino. Tradicionalmente a esto se le ha llamado el juicio particular en contraste al tribunal de Cristo después del rapto y al juicio ante el Gran Trono Blanco después del milenio. CON EL SEÑOR El deseo del apóstol Pablo, sin embargo, no era estar con Abraham sino con el Señor. Indicó que tan pronto como dejara el cuerpo (al morir), estaría presente con el Señor (2 Corintios 5:6-9; Filipenses 1:23). Esta fue la promesa de Jesús al ladrón moribundo en la cruz: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43), implicando compañerismo inmediato.33 En una visión Pablo fue arrebatado al tercer cielo, al que
  • 36. también llama paraíso (2 Corintios 12:1-5), identi cando así al paraíso con el cielo.34 Allí «escuchó cosas indecibles que a los humanos no se nos permite expresar» (12:4).35 Esteban vio el cielo abierto y a Jesús de pie a la diestra de Dios. Entonces Esteban oró: «Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu» (Hechos 7:56,59). Claramente, Esteban esperaba que al morir su espíritu estaría de inmediato en el cielo con Jesús.36 Hebreos 8:1-2 también declara que Jesús «se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo, el que sirve en el santuario». Esto está en línea con otros pasajes que reconocen que hay un lugar especial en el cielo en donde Dios se mani esta de una manera especial en su trono (Salmo 103:19; Isaías 57:15; 63:15; 66:1; Mateo 5:34). Salomón reconoció que «los cielos, por altos que sean» no pueden contener a Dios (1 Reyes 8:27), porque Dios está presente en todas partes «arriba en el cielo y abajo en la tierra» (Deuteronomio 4:39; cf. Josué 2:11). Pero muchos pasajes muestran que Dios puede manifestarse a sí mismo y su gloria en lugares especí cos, y lo hace especialmente en el cielo.37 UN LUGAR PREPARADO Jesús habla del cielo como un lugar preparado donde hay abundante espacio (Juan 14:2), no temporal sino «moradas eternas» (Lucas 16:9). Es un lugar de gozo, de comunión con Cristo y otros creyentes, y que resuena con adoración y canto (Apocalipsis 4:10-11; 5:8-14; 14:2-3; 15:2-4). Allí ellos «des-cansarán de sus fatigosas tareas» (Apocalipsis 14:13). «Descanso», sin embargo, no quiere decir dormir, ni estar inerte u ocioso. En la Biblia, descanso «conlleva la idea de satisfacción en el trabajo y gozo en el logro», sugiriendo así trabajo, adoración, y libertad de los efectos de todo lo que es malo.38 Pablo anhelaba estar con Cristo (Filipenses 1:23) y, debido a que «somos ciudadanos del cielo», anhelaba con ansias que Jesús regresara y transformara «nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso» (Filipenses 3:20-21). Debido a que el cuerpo de resurrección será inmortal, y no sujeto a la muerte o a la decadencia, y debido a que Pablo parece sustraerse de la idea de ser un espíritu desnudo (2 Corintios 5:3-4), algunos enseñan que en el estado intermedio entre la muerte y la resurrección los creyentes serán espíritus sin cuerpo que, sin embargo, recibirán consuelo al estar con Cristo. Otros enseñan que a la muerte los creyentes recibirán un cuerpo temporal «celestial», al observar que Moisés y Elías aparecieron en el monte de la trans guración con algún tipo de cuerpo y que a las almas de los mártires en el cielo se les dan vestidos blancos (Lucas 9:30- 32; Apocalipsis 6:9-11). Sin embargo, Pablo esperaba ir a estar con el Señor, y el estar ausente del cuerpo difícilmente quiere decir estar en otro cuerpo.39 Ade-más, la resurrección del cuerpo tiene lugar claramente en el tiempo de la venida de Jesús por su iglesia (Filipenses 3:20-31; 1 Tesalonicenses 4:16-17).40 Sea cual sea el caso, es claro que nos conoceremos unos a otros en el cielo, de la misma manera que el rico conoció quién era Abraham.
  • 37. OTRAS NOCIONES DEL MÁS ALLÁ EL SUEÑO DEL ALMA Debido a que Jesús, re riéndose a Lázaro y a la hija de Jairo, dijo que estaban «durmiendo» (Mateo 9:24; Juan 11:11), y debido a que Pablo se re ere a la muerte como «dormir» (1 Corintios 15:6,18,20,51; 1 Tesalonicenses 4:13-15; 5:10), algunos, especialmente la Iglesia Cristiana de Adviento y los Adventistas del Séptimo Día, han desarrollado una teoría de la psicopaniqui o sueño del alma.41 Sin embargo, Jesús y Pablo usaron «dormir» simplemente como gura, para indicar que no hay que temer la muerte sino que es una entrada a una quietud y reposo, que Jesús también identi ca con el paraíso.42 Oscar Cullmann, reaccionando a las ideas griegas de la inmortalidad del alma, enseñaba que los muertos en verdad estaban dormidos, pero «en proximidad a Cristo».43 Se despertarán refrescados, como una persona que ha tenido un sueño agradable. La mayoría de los que enseñan el sueño del alma, sin embargo, van al extremo. Dicen que el alma, o espíritu, no está simplemente en estado de estupor después de la muerte, sino que la persona total está muerta y el alma o el espíritu desaparece de la existencia hasta que es vuelto a crear en la resurrec-ción.44 Algunos comparan esto a cambiar un bombillo de luz. La luz está apagada hasta que su circuito se reconecta al mover el interruptor a la posición de encendido. Pero la luz que aparece no es la misma luz. Si «el alma dejó de existir a la muerte, y una nueva alma fuera creada en la resurrección no puede ser posiblemente la misma alma, y no podría ser justamente recompensada o castigada por lo que el alma anterior ha hecho».45 El que Dios no sea «Dios de muertos, sino de vivos» tam-bién signi ca que Abraham, Isaac y Jacob estaban (y están) vivos, no extinguidos (Mateo 22:32). Luego, Moisés y Elías en el monte de la trans guración sabían lo que estaba sucediendo y hablaban con Jesús «de la partida [gr. exodos, incluyendo su muerte, resurrección y ascensión], de Jesús, que él estaba por llevar a cabo en Jerusalén» (Lucas 9:31). Entendían que esto signi caría también algo para ellos. Pedro usó la misma palabra, éxodo, re riéndose a su muerte (2 Pedro 1:15), así como Pablo (2 Timoteo 4:6). Como los santos del Antiguo Testamento, y como la iglesia en toda la historia ha sostenido por lo general, la muerte para el creyente puede solamente signi car entrar en la presencia del Señor, y no ponerse a dormir.46 Cuando uno de los criminales cruci cados con Jesús dijo: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino», Jesús le contestó: «Te aseguro que hoy es-tarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:42-43); no durmiendo, y no extinguido de la existencia.47 Pablo entendió que después de la muerte él podría percibir si estaba desnudo en espíritu o no.48 «Dormir», por consiguiente, es un término que se usa para nuestro punto de vista presente y se puede aplicar solo al cuerpo.49 Es el cuerpo el que es resucitado a vida en la resurrección (cf. Mateo 27:52).50 El espí-ritu sigue conscientemente vivo. No solo que es así, sino que los muertos están «en Cristo» (1 Tesalonicenses 4:16; Apocalipsis 14:13), y no «envueltos por él de una manera quietista e improductiva», sino compartiendo «según su
  • 38. propio grado en el estado glori cado de Jesús», con la «certidumbre de ser ellos mismos transformados a su debido tiempo».51 Otros suponen que después de la muerte la persona no se extingue de la existencia sino que pasa a un estado de estupor. Por cierto que ni Lázaro, ni Abraham, ni el rico estaban inconscientes o en un estado de estupor. Sabían lo que estaba pasando, y Lázaro estaba recibiendo «consuelo» (Lucas 16:25).52 El libro de Apocalipsis también llama la atención a la vida consciente y de bendición que disfrutan los que ya están en el cielo (5:9; 6:10-11; 7:9-10). EL PURGATORIO Los católicos romanos declaran por autoridad de su iglesia que todos los elegidos futuros, excepto los santos especiales y mártires53, deben pasar por el purgatorio (una condición antes que un lugar) para ser purificados, rejuvenecidos, ser hechos inmortales, y preparados para entrar en el cielo.54 Esta doctrina no tiene base en la Biblia. Agustín introdujo la idea en el siglo cuarto,55 pero la palabra «purgatorio» no se usó sino hasta el siglo doce, y la doctrina no se desarrolló por completo sino hasta el Concilio de Trento en el siglo dieciséis.56 Algunos católicos romanos especulan que el purgatorio está más cerca al cielo que al in erno. Algunos toman los fuegos como literales, con llamas aterradoras y cada vez más intensas, pero que esto «no es parte de los pronunciamientos dog-máticos de la iglesia», aunque la iglesia de Roma ha permitido y sigue permitiendo que tales enseñanzas circulen. Otros espiritualizan los fuegos o los combinan con agua como una especie de sauna espiritual. Así dicen que el purgatorio «no es un estado de horror ymiseria», sino que tiene «una nota de con anza y gozo» y «un elemento de dulzura y esperanza», aunque el sufrimiento es real. Sin embargo, el sufrimiento puede ser intenso para algunos, pero «puede ser que muchas almas pasen por esta puri cación como por una brisa de primavera».57 Agustín también introdujo la idea de que la oración, buenas obras, y el decir la misa ayuda a los muertos a atravesar sus sufrimientos. Gregorio el Grande fue más allá y dijo que el decir la misa, como repetición del sacri cio de Cristo, liberta del purgatorio a las almas. En el siglo once las indulgencias aparecieron como una manera conveniente de reducir o acortar los sufrimientos del purgatorio.58 Lutero reaccionó contra su abuso, y el abuso de los días de Lutero ya no se permite en las iglesias católicas romanas. EL LIMBO Algunos católicos romanos también conjeturaron que hay una condición llamada limbo para los nenes no bautizados y otro limbo para los santos del Antiguo Testamento, en donde sufrían castigo temporal hasta que Jesús murió.59 Entonces el alma de Jesús descendió al limbo de los santos del Antiguo Testamento «para presentarles la beatí ca visión de Dios», y desde su ascensión ellos han estado en el cielo.60 «Al presente generalmente se rechaza» el limbo (para los infant es) a favor de la idea de que a los infantes y a los severamente retardados se les presentará, después de su muerte, la
  • 39. oferta divina de vida eterna y se les permitirá aceptarla o rechazarla.61 Un profesor católico romano destaca que «el magisterio jerárquico no ha ofrecido una posición clara, de nitiva, en el asunto de limbo» y sugiere que la doctrina debería «ser elimina-da del mapa de la escatología».62 ESPIRITISMO El espiritismo (a menudo llamado espiritualismo) enseña que los médiums se pueden comunicar con los muertos, por lo general mediante un espíritu «de control», y que los espíritus de los muertos siguen en la proximidad de la tierra.63 «Hay una insistencia casi universal de que el mundo supraterrestre se compone de siete u ocho esferas, cada una más un poco más alta que la anterior».64 Esto es contrario a la seguridad de que a la muerte el creyente está «presente con el Señor». La Biblia enfáticamente advierte en contra de todo intento de comunicarse con los muertos. «No acudan a la nigromancia, ni busquen a los espiritistas, porque se harán impuros por causa de ellos. Yo soy el SEÑOR su Dios» (Levítico 19:31). «También me pondré en contra de quien acuda a la nigromancia y a los espiritistas, y por seguirlos se prostituya. Lo eliminaré de su pueblo» (Levítico 20:6). Cualquier apoyo en médiums espiritistas es un rechazo de la dirección del Señor así como de cualquier relación con él. Por eso la ley exigía que se matara a los médiums (Levítico 20:27). La práctica de los espiritistas y médiums estaba entre las costumbres detestables de las naciones que clamaban castigo divino (Deuteronomio 18:9-12). Isaías se re rió a estas ense- ñanzas de la ley cuando dijo: Si alguien les dice: «Consulten a las pitonisas y a los agoreros que susurran y musitan; ¿acaso no es deber de un pueblo consultar a sus dioses y a los muertos, en favor de los vivos?», yo les digo: «¡Aténganse a la ley y al testimonio!» Para quienes no se atengan a esto, no habrá un amanecer. Ustedes habrán de enfurecerse cuando, angustiados y hambrientos, vaguen por la tierra. Levantando los ojos al cielo, maldecirán a su rey y a su Dios, y clavando la mirada en la tierra, sólo verán a icción, tinieblas y espantosa penumbra; ¡serán arrojados a una oscuridad total! (Isaías 8:19-22). De este modo a los espiritistas y a los que los consultan se les identifica como rebeldes que caen bajo el juicio de Dios.65 Esto fue cierto del rey Saúl cuando consultó a la médium espiritista de Endor (1 Samuel 28:4-25). Debido a que Saúl se había alejado del Señor, la presencia del ejército listeo le llenó de terror. Trató de buscar palabra del Señor, pero el Señor no le contestó personalmente, ni por sueños, ni por el urim de los sacerdotes, ni por los profetas. Aunque Saúl había proscrito previamente el espiritismo y sentenciado a muerte a los espiritistas ahora acudió a una médium espiritista buscando ayuda. La Biblia dice que la mujer vio: «a Samuel» (v. 12). La apari-ción de Samuel ante ella se ha entendido de varias maneras: Algunos suponen que la mujer simplemente vio mentalmente a Samuel y entonces por algún tipo de telepatía mental discernió los pensamientos de Saúl. Otros suponen que un demonio apa-reció simulando ser Samuel.66 Sin embargo, ella se asustó por la aparición de Samuel; era obviamente algo diferente a lo que ella estaba acostumbrada. En vista de su reacción de asombro y terror, parece ser más
  • 40. probable que la mujer esperaba un espíritu de demonio, en tanto que Dios en realidad permitió que el espí-ritu de Samuel apareciera a n de con rmarle a Saúl la sentencia divina de derrota y muerte. Lo que Samuel dijo está de acuerdo con sus profecías previas (1 Samuel 15:26, 28). En cumplimiento de esto, los ejércitos de Israel fueron derrotados. Después Saúl se suicidó (1 Samuel 31:4). Así, no hay nada en el relato que indique que los médiums espiritistas en realidad pueden comunicarse con los muertos. Jesús también dejó en claro que el rico en el Hades no podía comunicarse con sus cinco hermanos que todavía estaban vivos, y se le negó su petición de que se les enviara a alguien de los muertos (Lucas 16:27-30). REENCARNACIÓN Algunas religiones orientales, debido a su creencia cíclica de la historia que niega un principio y un n, enseñan la reencarna-ción: cuando muere a la persona se le da una nueva identidad y nace en otra vida como un animal, un ser humano, o incluso un dios. Sostienen que las acciones de la persona generan una fuerza, karma, que demanda trasmigración y determina el destino de esa persona a la próxima existencia.67 Así, al pasar de una existencia a la otra, se supone que la persona gradualmente se puri ca y se salva. En India suponen que esto puede tomar hasta seiscientas mil reencarnaciones.68 La Biblia, no obstante, deja en claro que «¡hoy es el día de salvación!» (2 Corintios 6:2). No podemos salvarnos nosotros mismos por nuestras buenas obras. Dios ha provisto una salva-ción plena por medio de Jesucristo que expía nuestro pecado y cancela nuestra culpa. No necesitamos otra vida para tratar de resolver los pecados y errores de esta vida o de alguna supuesta existencia anterior. Es más, «así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio, también Cristo fue ofrecido en sacri cio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación [incluyendo las bendiciones completas de nuestra herencia] a quienes lo esperan» (Hebreos 9:27-28). Es evidente también que el juicio de los creyentes tiene que ver solamente con «lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo» durante esta vida presente (2 Corintios 5:10). Los no creyentes no tienen otra oportunidad después de la muerte (Romanos 2:5-6, 8; cf. Romanos 1:18). En el momento de la muerte el destino de la persona ya es jo (Mateo 13:42; 24:51; 25:30; Lucas 16:19-31; Juan 8:24; 2 Corintios 5:10; 6:2; Hebreos 9:27). Es claro que cuando Moisés y Elías aparecieron en el monte de la trans guración todavía eran Moisés y Elías. Jesucristo también retuvo su identidad después de su muerte y resurrec- ción. Él dijo: «Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tó-quenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo» (Lucas 24:39). «Este mismo Jesús», no alguna reencarnación, volverá del cielo a la tierra (Hechos 1:11). Le conoceremos, y nos conoceremos unos a otros. Pablo esperaba conocer a los tesalonicenses, porque ellos serían su esperanza, gozo y corona en la que él y sus colabora-dores se gloriarían «delante de nuestro Señor Jesús para cuando él venga» (1 Tesalonicenses 2:19; cf. 2 Corintios 1:14). Cuando nuestro Señor venga los creyentes recibirán recompensas, «una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable», y todas las bendiciones que están incluidas en «la salvación que se ha de
  • 41. revelar en los últimos tiempos» (1 Pedro 1:4-5).