1. JAIME DÍAZ PAGE –MÉXICO-
DICIEMBRE 2011
ESCRITO 79
SOBRE EL ESPÍRITU EN EL HOMBRE
(TRES)
1 En verdad existe dentro de nosotros una conspiración de fuerzas
espirituales, una confederación de poderes divinos, que trabajan para liberarnos
finalmente de la esclavitud material y los impedimentos finitos. 381.3.
2 El propósito de esta ministración es que podamos ser fortalecidos con
poder en nuestro interior humano a través del espíritu de Dios, como pasos
preliminares hacia el logro final de la perfección de la fe y el servicio, una experiencia
en que nos hallaremos colmados de la entera plenitud de Dios, porque todos los que
son guiados por el espíritu de Dios son los hijos de Dios. 381.4
3 Nuestro espíritu nunca nos maneja, sólo nos guía. Si somos aprendices
voluntariosos, si queremos lograr niveles espirituales reales y alcanzar las alturas
divinas; si sinceramente deseamos alcanzar la meta eterna, entonces nuestro Espíritu
divino nos guiará dulce y amorosamente por el camino de la filiación y el progreso
espiritual. 381:5.
4 Cada paso que demos debe ser de buena voluntad, inteligente y de cooperación
alegre. Se nos comunica que el dominio del Espíritu nunca está matizado por la
coerción, ni comprometida por la compulsión. 381.5
5 Cuando aceptamos libre e inteligentemente la guía del espíritu, se
desarrolla gradualmente en nuestra mente humana una conciencia positiva de
contacto divino y seguridad de comunión espiritual con él; tarde o temprano “el
Espíritu atestigua con nuestro espíritu (el Ajustador) que somos criaturas de
Dios”. La historia demuestra que el Espíritu da testimonio “con nuestro espíritu”,
no para nuestro espíritu. 381.6
6 La conciencia del dominio del espíritu en un hombre o una mujer, es
acompañado rápidamente por manifestaciones crecientes de las características del
Espíritu en sus reacciones vitales al ser guiados por su espíritu. “Los frutos del
espíritu son el amor, la alegría, la paz, la resignación, la dulzura, la bondad, la fe,
la humildad, y la templanza”. 381:7.
7 Guiados por el espíritu y divinamente iluminados, aunque sufrimos y
cumplimos las obligaciones terrenales, comenzamos a vislumbrar las luces de la vida
eterna. Comprendiendo la verdad inspiradora y confortadora de que “El reino de Dios
no es comida ni bebida, sino rectitud, paz, y alegría en el Espíritu Santo”. Ante
cada penuria, nuestras almas nacidas del espíritu se sostienen por esa esperanza que
trasciende todo temor, porque el amor de Dios se esparce ampliamente en todos los
corazones de sus hijos a través de la presencia de su Espíritu divino. 381.7
NOTA: Este trabajo usa citas procedentes de El libro de Urantia, © 1993 que es la traducción al español de The Urantia Book, ©
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