Escrito 43 feb. 2007 el espíritu de dios en nosotros
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DE: JAIME DÍAZ PAGE –MEXICO-
FEBRERO 2007
ESCRITO 43
EL ESPÍRITU DE DIOS EN NOSOTROS
EL AJUSTADOR DIVINO
Amados amigos estudiantes de la Revelación divina que representa El Libro de
Urantia, los saludo cordialmente. En esta ocasión hablaremos de la enseñanza sobre “El
Espíritu en el Hombre” que preparó para nosotros un sabio y amoroso Mensajero
Poderoso asignado al servicio de nuestro planeta Urantia.
Desde más allá del tiempo y del espacio, desde las alturas de la gloria eterna,
desde los mundos sagrados del Paraíso, descienden los divinos enviados del Padre
Universal, los Ajustadores divinos, para encontrarse con nosotros así como somos y
donde nos encontremos, y entonces, por medio de una asociación de fe, abrazan
amorosamente nuestras almas y se embarcan en el seguro y certero camino de regreso
hacia el Paraíso, la morada eterna del Padre Universal. Sin detenerse nunca, estos
monitores divinos se aseguran que nuestras almas sean elevadas hasta las mismas
alturas de gloria desde las cuales ellos originalmente descendieron para esta misión de
misericordia y servicio divino. 380:4.
Aquellos de nosotros que adoptemos la guía y enseñanza de nuestro propio
Ajustador residente, con toda seguridad alcanzaremos los altos niveles de la gloria
eterna. Seremos conocidos como los hijos de Dios por la fe, los que realmente
renacimos del Espíritu de la Verdad por medio de la fe. Este es un requisito para
alcanzar la sobrevivencia espiritual del alma y lograr la vida eterna. 380:5.
Nuestros Espíritus divinos y personales son la fuente continua de servicio divino
y estímulo para todos nosotros, los seres humanos. Todo nuestro poder y realización
espiritual (logro), se debe a su misericordia divina y es debido a ella que somos
renovados por nuestro propio espíritu Ajustador. Debemos saber que tanto nuestra
vida espiritual como nuestra energía física se consumen, se agotan; nuestros esfuerzos
espirituales nos producen cierto agotamiento espiritual. Toda nuestra experiencia de
ascensión espiritual es concreta, efectiva y espiritual; por eso, verdaderamente está
escrito, “Es el Espíritu el que vivifica” “El Espíritu da vida”. 380:6.
Las doctrinas religiosas más elevadas no tienen poder para transformar nuestro
carácter humano, ni controlar nuestro comportamiento, nuestra conducta. La semilla de
la verdad teórica está muerta, los conceptos morales más altos no tienen ninguna
consecuencia en nosotros, a menos que, y hasta que, el Espíritu divino exhale sobre las
formas de la verdad y vivifique las formulas de la rectitud. Es por ello que nuestro
amado Maestro Jesús declaró: “No solamente en palabras, sino también en el poder
y en el Espíritu Santo”. 380:7.
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Se nos ha enseñado: “Vosotros sois el templo de Dios, y el Espíritu de Dios
reside en vosotros”. Que los que han recibido y han reconocido la Presencia de Dios
en sí mismos, han nacido del Espíritu; pero nos enseñan que no basta que se haya
donado este Espíritu a nosotros, sino que nuestro Espíritu divino debe dominar cada
fase de nuestra experiencia humana. 381:1.
La presencia del Espíritu divino en nosotros es el agua de la vida que impide el
descontento humano y el ansia insatisfecha de nuestra mente humana no
espiritualizada. Cuando somos estimulados y motivados regularmente por nuestro
espíritu, entonces desaparecen el descontento y el ansia, puesto que el agua espiritual
recibida se convierte en nosotros en un manantial de satisfacción que fluye sin cesar
hacia la vida. Nuestras almas, divinamente regadas por nuestro Espíritu, prácticamente
se vuelven independientes del medio ambiente material en cuanto a los regocijos del
vivir y las satisfacciones de la existencia terrenal, encontrándose iluminadas y
refrescadas espiritualmente, así como moralmente fortalecidas y dotadas. 381:2.
La herencia de tendencias animales y el estímulo elevado de nuestra dotación
espiritual, difícilmente se armonizan y unifican en nuestra corta vida en la tierra, pero el
Espíritu combinado (dotaciones espirituales) nunca cesa de ayudarnos a subordinar
nuestra naturaleza humana a la guía de nuestro Espíritu personal, el Ajustador divino.
Es verdad que en nuestro interior existe una conspiración de fuerzas espirituales que nos
ayudan a liberarnos de la esclavitud material y los impedimentos finitos. El propósito de
toda esta conspiración espiritual es que seamos fortalecidos con poder a través del
Espíritu interior que reside en nosotros. 381:3,4.
Nuestro Espíritu interior y personal, nunca nos presiona, nunca nos azuza,
siempre nos respeta, solo nos guía, nos conduce amorosamente. Si somos aprendices
voluntariosos que deseamos alcanzar los niveles espirituales reales y las alturas divinas,
si sinceramente deseamos alcanzar la meta eterna de la perfección, conocer a Dios,
asemejarnos a él y estar frente a él en el Paraíso, entonces nuestro Espíritu divino
nos guiará suave y amorosamente por el camino de la filiación (hijos de Dios) y el
verdadero progreso espiritual. Cada paso que demos debe ser de buena voluntad, de
cooperación inteligente y alegre con nuestro Espíritu interior divino. La dominación de
nuestro Espíritu en nosotros nunca será ejercida mediante la coerción o la compulsión.
La bondad, el amor, y la sabiduría recibidos de nuestro Espíritu divino se reflejarán en
nuestra alma en perfecta armonía y sincronización con él. 381:5.
Si aceptamos inteligentemente y sin reserva alguna la guía espiritual de nuestro
Ajustador divino, desarrollaremos gradualmente una conciencia positiva de contacto
divino y certeza de comunión espiritual con él. Tarde o temprano el Espíritu da
testimonio con nuestro espíritu (el Ajustador) de que somos hijos de Dios. 381:6.
Cuando permitimos ser guiados por nuestro Espíritu Ajustador durante
nuestra vida humana, mostramos cada vez más las características espirituales de nuestro
espíritu interior a través de nuestro carácter y conducta humanos; de esta manera,
tomamos conciencia de la guía-estímulo (dominación) del espíritu en nuestra vida
humana. Las características mostradas por nosotros en nuestra vida humana, son nada
más y nada menos que los frutos espirituales provenientes de nuestro espíritu interior,
como son: el amor, la alegría, la paz, la resignación, la gentileza, la bondad, la fe, la