Aprender idiomas desde pequeños mejora la atención y sirve como entrenamiento mental, ya que el cerebro de los niños es como una esponja durante los primeros años y pueden alimentarlo con estímulos lingüísticos. Aprender un segundo idioma ayuda a desarrollar la tolerancia a la frustración, a adaptarse a diferentes situaciones, y permite que los niños aprendan de manera natural y sin esfuerzo incluso desde bebés a través del juego.