Este documento resume tres parábolas de Jesús narradas en Lucas 15: 1-32 sobre la misericordia de Dios hacia los pecadores. Jesús cuenta las parábolas de la oveja perdida, la dracma perdida y el hijo pródigo para enseñar que Dios se alegra más por un pecador arrepentido que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión. El documento también contrasta la actitud de los fariseos que juzgan a los pecadores con la misericordia infinita de Dios.
2. …solían acercarse a
Jesús los publicanos y
los pecadores a
escucharle. Los
fariseos y los escribas
murmuraban entre sí:
Este acoge a los
pecadores y come con
ellos…
Lucas 15, 1-32.
3. Muchos pecadores se acercaban a Jesús. ¿Quiénes
eran? Gentes que sentían que algo debía de cambiar en
sus vidas e intuían que en Dios estaba la respuesta.
Marginados y señalados socialmente, Jesús los
escuchaba y les hablaba al corazón.
4. Los escribas y fariseos eran gentes de buena reputación.
Estrictos cumplidores de la Ley, no reconocían fallo en su
conducta, se consideraban puros y formaban una élite con
influencia y poder sobre el resto de ciudadanos.
Hoy, podríamos ser nosotros, los cumplidores del
precepto, los que venimos a misa, los que juzgamos…
5. Cuando uno se
considera perfecto, ya
no necesita la
misericordia de Dios.
En realidad, casi no
necesita ni a Dios.
Jesús responde a los
fariseos con tres
parábolas: la oveja
descarriada, la dracma
perdida y el hijo
pródigo.
6. Más importante aún que la conversión es la
misericordia de Dios. No se trata tanto de esforzarse y
ganar méritos, como de recibir su gracia inmerecida.
Una relación mercantilista, que ofrece favores a cambio
de la salvación, no nos garantiza el cielo.
7. El cielo se alegra con
cada persona
hallada
Dios nos regala su perdón.
Es su amor infinito y su
iniciativa lo que nos salva.
El pastor se alegra
encontrando a la oveja, la
mujer festeja el hallazgo
de la dracma, el padre
llora de alegría ante el
hijo recobrado que vuelve
al hogar…
8. Salir a la búsqueda
La Iglesia —nosotros— ha de salir en busca de la oveja
perdida, como el buen pastor o la mujer que busca la
moneda. Hemos de salir a las periferias, dice el Papa
Francisco. Aventurarnos para ir a los que no conocen a
Dios o viven alejados de él.
9. Evangelizar con respeto
Pero nunca debemos forzar a la fe.
Invitar, ofrecer, regalar, no es colonizar. Tan sagrado es
creer como respetar la libertad del otro. La fe nunca
debe imponerse. Antaño la pedagogía era más
autoritaria. Hoy es necesario educar enamorando.
10. La ruptura, el
mayor sufrimiento
El retorno del hijo
pródigo es la historia de
una conversión. Pero
también la reparación de
una ruptura: la del
hombre que rompe con
Dios y se aleja de
él, creyéndose superior y
autosuficiente. Cree que
puede prescindir de su
amor y sufre en la
lejanía.
11. El hermano mayor
El hijo mayor de la parábola reacciona como un fariseo.
Si estuviera unido a su padre de verdad, se alegraría y se
sumaría a la fiesta. En cambio, tiene celos de la
compasión paterna. Y a nosotros, ¿nos irrita que Dios
sea bueno con los pecadores?
12. El hijo que no se fue de casa está mucho más
distante de su padre.
El que estaba cerca, en realidad estaba muy lejos.
Se enfada, ha roto con él.
¿Nos reconocemos en su actitud?
13. Dios es paz,
comprensión y misericordia.
Pero también es fiesta y alegría. Celebra la venida
de los que se convierten y vuelven a él. Todos
somos pecadores, todos necesitamos convertirnos
y recibir el perdón.
Cuando lleguemos a las puertas del cielo, no nos
reclamarán méritos, sino cuánto hemos amado…
y cuánto nos hemos dejado amar por Dios.