Este documento discute las lecturas bíblicas del día que tratan sobre el dinero y la justicia social. Señala que el dinero se ha convertido en un "dios" para muchos, incluso para los creyentes, y que la mentalidad de carencia lleva a las personas a esforzarse por acumular más riqueza. Jesús advierte que no se puede servir a Dios y al dinero. Aunque los "hijos del mundo" son más astutos que los "hijos de la luz" en la búsqueda de riqueza fácil, los cristianos
1. LOS ASTUTOS HIJOS DEL MUNDO
25º DOMINGO ORDINARIO – CICLO C
Las lecturas de hoy tocan un tema candente: el dinero y la justicia
social. Es candente porque, lo queramos o no, el dinero hoy es un
«dios» y hasta los creyentes, sin darnos cuenta, algunas veces le
rendimos culto. ¡Estamos tan angustiados por el miedo a la pobreza y
nos apegamos tanto a los bienes materiales! Nuestra mentalidad de
carencia nos hace afanarnos y trabajar para conseguir más y más
dinero. La mayoría lo hacemos honradamente, pero algunos toman
atajos y hacen trampa, como el administrador astuto de la parábola
que cuenta Jesús. Muchos son los que saben de «ingeniería financiera»
y se embarcan en negocios muy lucrativos, auténticos «pelotazos» que
les aportan ganancias cuantiosas casi sin esfuerzo, jugando con el
dinero ajeno. La crisis mundial que sufrimos es en parte fruto de estos
abusos. Pero en parte es debida a que casi todos, ricos y pobres,
acabamos idolatrando el dinero. Si fuera posible, ¡cuántos querrían ser
millonarios y ganar mucho haciendo poco esfuerzo!
Las palabras de Jesús parecen un poco ambiguas. ¿Es que acaso nos
invita a ser como estos timadores? No, porque termina diciendo con
rotundidad: no puedes servir a Dios y al dinero. Entonces, ¿a qué se
refiere? También lo explica: los hijos del mundo son más astutos que
los hijos de la luz. Es decir, los adoradores del dinero fácil, del éxito,
del poder y la riqueza son muy inteligentes y trabajan sin descanso,
empleando toda su creatividad para sus fines egoístas. Nosotros, que
queremos un mundo mejor y tenemos una hermosa misión en la tierra,
a veces somos todo lo contrario: perezosos, torpes, pánfilos, poco
ingeniosos y faltos de entusiasmo y motivación. ¿Qué nos pasa? La
inteligencia y la astucia no están reñidas con el bien: hay una astucia
bondadosa que está al servicio de la caridad, y hemos de descubrirla.
De hecho, cuando amamos sinceramente el Espíritu Santo nos inspira
y nos brinda dones preciosos: la inteligencia, el entendimiento, el
consejo… Jesús alaba a los ricos y a los negociantes en eso: en su
diligencia, en su habilidad y en el uso de sus talentos. Y nos invita a
ser como ellos en esto.
En cuanto al fin de nuestros esfuerzos, Jesús siempre fue claro:
servimos al otro, buscamos su bien, queremos construir reino de Dios
en este mundo. Un reino de justicia, donde los deseos y el clamor de
los salmos y de los profetas se hacen realidad. En la primera lectura,
el profeta Amós arremete contra los usureros y los ricos propietarios
que explotan al pueblo con sus impuestos y engañan en sus
transacciones comerciales. El problema no es el dinero en sí, sino
endiosarlo. Bien utilizado, es un gran medio. Pero nunca debe ser el
fin que perseguimos. La meta de todo negocio y todo trabajo siempre
ha de ser el bien del ser humano.