2. Habrá señales en el sol, en la
luna y en las estrellas, y
sobre la tierra perturbación
de las naciones…
Cuando estas cosas
comenzaren a
suceder, cobrad ánimo y
levantad la cabeza, porque se
acerca vuestra liberación.
Lc 21, 25-28
3. Los textos apocalípticos que leemos nos pueden recordar la
situación del tiempo actual: el caos se apodera del mundo.
Hablamos de crisis económica, de valores, en las relaciones, en
las familias, en la política y en la sociedad.
4. En nuestro corazón también se dan apocalipsis, luchas interiores.
Recordamos las noches oscuras de San Juan de la Cruz, o la
agonía del propio Cristo ante la inmediatez de su pasión, en
Getsemaní.
5. Frente al caos, es importante asumir el conflicto interior y
levantar la mirada. «Levantad la cabeza porque se acerca
vuestra liberación.» La Iglesia, sabia pedagoga, aprovecha el
tiempo de Adviento para hacernos una llamada a la esperanza.
6. Pero, ¿qué esperamos?
No esperamos algo, sino a
Alguien.
Y, como quien prepara la casa
para un invitado, también
hemos de adecuar nuestro
corazón, vistiéndolo con el
color de la esperanza.
7. Esperamos a Jesús, que culmina nuestros deseos y expectativas.
La espera no es un estado psicológico, sino una actitud que pide
trabajo y constancia. Tener encendida la lámpara de la
esperanza nos da un norte, un sentido.
8. Hemos de esperar en la humanidad: en los familiares, en los
amigos, en nuestros compañeros; los sacerdotes en los
feligreses, los maestros en los alumnos, los empresarios en los
trabajadores, los políticos en los ciudadanos… y viceversa.
Para esperar se necesita paz interior, confianza, paciencia y
comprensión con los ritmos vitales de los demás.
9. En cada etapa de la vida se dan
unas crisis:
- En la juventud se da la crisis
de fe.
- En la vejez se da la crisis del
amor.
- En la madurez surgen dudas
angustiosas: ¿vale la pena todo
aquello por lo que hemos
creído y luchado? ¿Servirán de
algo nuestros esfuerzos?
Es la crisis de la esperanza.
10. ¿Cómo superar la crisis de
esperanza?
Jesús nos invita a elevar la
mirada y contemplar nuestra
vida con perspectiva serena y
alta.
Nuestros conflictos solo se
resolverán ante Dios: solo con
él llegará la liberación.
11. Instalarse en la esperanza nos
libera de tres males:
- la apatía,
- la desconfianza,
- el abatimiento.
Y entonces nace la madurez
espiritual, que nos permite
asumir y dar un sentido
trascendente al dolor.
12. Cuando se lucha y se trabaja
con empeño, con convicción,
sin esperar compensaciones,
nunca hay un fracaso.
El fracaso es rendirse,
desanimarse, abandonar.
Pero en manos de Dios todo
cobra sentido y podemos
crecer, como persona y como
una comunidad. Y
avanzaremos hacia el Reino
que se nos anuncia.