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CAPÍTULO 65
667
Introducción
Las neoplasias hematológicas forman un grupo de
enfermedades que provienen de la expansión clonal
de células hematopoyéticas, determinando el estado
de diferenciación de la transformación celular el feno-
tipo de la enfermedad.
Afectan a la población anciana de forma predominan-
te. Tanto la leucemia aguda no linfoblástica (LANL), leu-
cemia linfática crónica (LLC), como mieloma múltiple
(MM), tienen patrones característicos de incremento de
incidencia con la edad (tabla 1). Además, salvo las leuce-
mias agudas, tienen un comienzo insidioso, frecuente-
mente irreconocible de otras enfermedades. A menudo,
la comorbilidad, frecuente en los ancianos, hace que no
se beneficien de intervenciones como la quimioterapia o
radioterapia, por su toxicidad. Sin embargo, los recientes
avances en inmunoterapia y terapia molecular han mejo-
rado las posibilidades de tratamiento, evitando toxicidad.
Leucemias agudas
A pesar de considerarse enfermedades de la infan-
cia, las leucemias agudas son más frecuentes en
geriatría que en pediatría. La leucemia aguda no lin-
foblástica (LANL) es la forma más común de leucemia
en los pacientes adultos. En la leucemia linfoblástica
aguda (LLA), tras un primer pico de incidencia en la
infancia, se sigue de un período de baja incidencia en
la edad adulta, presentando un segundo pico a partir
de los 80 años. Los principales factores de riesgo para
leucemia aguda incluyen los síndromes mielodisplási-
cos, síndromes mieloproliferativos y haber sido tratado
anteriormente con quimio o radioterapia. También se
han implicado algunos factores ambientales, como el
tabaquismo, exposiciones a radiaciones ionizantes y
sustancias químicas, como benceno o pesticidas.
Las manifestaciones clínicas incluyen un comienzo
abrupto con quejas inespecíficas, fatiga, anorexia,
pérdida de peso y debilidad. Las discrasias hematoló-
gicas contribuyen a los síntomas. En la LANL una
cuarta parte de los pacientes pueden presentar dolor
óseo difuso, debido a la expansión de blastos en la
médula y a la infiltración perióstica. A diferencia de la
LLA las adenopatías son raras y la esplenomegalia lla-
mativa sugiere síndrome mieloproliferativo previo.
Otros síntomas incluyen afectación de tejidos blandos
NEOPLASIAS HEMATOLÓGICAS
Inmaculada Rodríguez Díaz-Regañón
Tabla 1. Incidencia de neoplasias hematológicas
Neoplasia Incidencia /100.000/año
Global > 80 años
Leucemias agudas. 15 160
Síndromes mieloproliferativos crónicos:
Leucemia mieloide crónica. 1,5
Policitemia vera. 2
Trombocitemia esencial. 2
Metaplasia mieloide con mielofibrosis. 0,5
Leucemia linfática crónica. 1-2 13-34
Mieloma múltiple. 3 37
Linfomas malignos:
Linfomas no Hodgkin 3-6 40
Linfoma Hodgkin 2 7
y piel (típicos de las leucemias monocíticas), masas
tumorales, afectación del sistema nervioso central (a
menudo silente), coagulación intravascular diseminada
y la posibilidad de desarrollar una complicación rara
secundaria a infartos cerebrales hemorrágicos, la leu-
costasis, que incluye confusión, infiltrados pulmonares
y microtrombos en la exploración del fondo de ojo.
Para ella es de riesgo recuentos leucocitarios altos;
constituye una emergencia oncológica, que debe ser
tratada con leucoféresis o altas dosis de hidroxiurea.
En LANL se pueden producir múltiples alteraciones
electrolíticas, especialmente si los recuentos celulares
son altos, con niveles séricos elevados de lactato des-
hidrogenasa (LDH), psedohipoglucemia, hipoxemia o
hiperkaliemia, debidas a lisis de blastos o hemoliza-
ción de la muestra en el tubo (1).
Las leucemias agudas presentan un curso fulminan-
te si no son tratadas, con una supervivencia media
menor de 4 meses. El tratamiento está basado en
inducir la remisión con quimioterapia intensiva. Los fár-
macos empleados dependen del tipo de leucemia. En
la LANL el régimen estándar incluye una combinación
de dos fármacos, por lo general, arabinósido de citosi-
na (Ara-C) y una antraciclina (daunorobicina, idarubici-
na o mitoxantrone). La quimioterapia de inducción pro-
duce aplasia medular, que suele durar de dos a tres
semanas, pero a veces más tiempo, asociándose con
infecciones y sangrado y presentando una mortalidad
mayor que en pacientes jóvenes. La probabilidad de
remisión en pacientes mayores de 60 años es de apro-
ximadamente un 50%, mientras que los porcentajes de
mortalidad oscilan entre 12% y 60%. La estrategia
actual se ha centrado en el desarrollo de nuevos regí-
menes de quimioterapia y la mejora del tratamiento de
soporte, favorecida por el conocimiento de la biología
de transformación neoplásica. Se comprobó que el
empleo de menores dosis de Ara-C no era superior al
tratamiento estándar con la ventaja de poder emplear-
se en situaciones especiales como insuficiencia cardia-
ca o en quienes no hay buena situación para recibir
quimioterapia de inducción. También se han sustituido
en los regímenes la antraciclina estándar (daunorubici-
na) por idarubicina o mitoxantrona, estas últimas con
menor cardiotoxicidad. Se han publicado numerosos
estudios que evalúan el empleo de factores de creci-
miento hematopoyéticos como el factor estimulante de
colonias granulocíticas (G-CSF) y factor estimulante de
colonias granulocíticas-monocíticas (GM-CSF) durante
el período de aplasia medular, ofreciendo distintos
resultados. En el estudio Easterm Co-operative Onco-
logy Group (ECOG) se administró GM-CSF tras docu-
mentarse mediante biopsia medular aplasia, mientras
que en otros estudios se administraba al final de la qui-
mioterapia sin tener en cuenta la comprobación de la
aplasia. Otros factores que pueden contribuir a los dis-
tintos resultados son la fuente de factor de crecimien-
to, la edad de los pacientes y el grado de diferenciación
de las células neoplásicas. Una vez alcanzada la remi-
sión, la quimioterapia de consolidación tiene beneficios
discutibles, debido a la alta toxicidad del régimen
estándar con altas dosis de Ara-C.
En general, los tratamientos intensivos tienen peor
respuesta en los ancianos. Sin embargo, varios estu-
dios han demostrado que, una vez conseguida la
remisión, la duración de ésta no se afecta por la edad,
de modo que el pronóstico depende de alcanzar la
remisión y tolerabilidad a la quimioterapia. De hecho,
en los estudios epidemiológicos, los tratamientos
menos intensivos tienen un papel pronóstico impor-
tante. El deterioro funcional previo, medido por el
ECOG Performance Status (tabla 2), también es indi-
cador de mal pronóstico.
Síndromes mieloproliferativos crónicos
(SMPC)
Son alteraciones clonales de la célula madre hema-
topoyética, caracterizados por la proliferación en la
médula ósea, de una o más líneas celulares mieloides
(granulocítica, eritroide y megacariocítica). Pueden cursar
con un grado variable de mielofibrosis. En su evolución
tienen el potencial de sufrir progresión de la enfermedad
y fallo medular debido a mielofibrosis, hematopoyesis
inefectiva o transformación en una fase blástica aguda.
Son enfermedades de adultos, con edad de presenta-
ción comprendida entre 50 y 70 años. El tratamiento de
los SMPC no está encaminado a la curación de la
enfermedad, sino a la supervivencia y mantenimiento
de una situación clínica óptima. La excepción la cons-
tituye la leucemia mieloide crónica (LMC) que requiere
un tratamiento más agresivo.
Leucemia mieloide crónica (LMC)
Es el SMPC de mayor importancia clínica, por su
frecuencia y pronóstico, presentando un incremento
de incidencia con la edad. Además, es el único SMPC
668
TRATADO
deGERIATRÍA para residentes
Tabla 2. ECOG (WHO) Performance
Status
0: Totalmente activo, sin restricción física.
1: Restricción en actividades más pesadas, pero
manejo ambulatorio y capaz de llevar a cabo
tareas ligeras.
2: Incapaz de realizar cualquier actividad de trabajo,
pero manejo ambulatorio y capaz de autocuidado,
permanece en cama menos de la mitad del día.
3: Capaz sólo de realizar algunas actividades de
autocuidado, pero en cama la mayor parte del día.
4: Encamado y totalmente dependiente.
ECOG: Easterm Co-operative Oncology Group.
con alteración molecular conocida, consistente en una
alteración citogenética recurrente, el cromosoma Phi-
ladelfia, causada por translocación de material genéti-
co de los cromosomas 9 y 22. La t (9; 22) inserta una
parte del protoncogen Abelson (c-abl) situado en el
brazo largo del cromosoma 9, dentro del gen bcr, en
el brazo largo del cromosoma 22, siendo el gen
quimérico (bcr/abl) el desencadenante de la patogé-
nesis. Dependiendo de la sensibilidad del método de
detección, se ha demostrado su presencia en aproxi-
madamente el 95% de todos los casos de LMC. No
se ha identificado agente etiológico responsable, aun-
que la exposición a radiación condiciona mayor ries-
go.
La clínica característica se produce en dos o, a
veces, tres fases: crónica, acelerada y aguda o blásti-
ca, comprendiendo un período aproximado de tres
años. La presentación clínica es variable. Hasta un
40% de los pacientes pueden estar asintomáticos al
diagnóstico, descubriéndose la enfermedad por la
detección de leucocitosis, que puede exceder
200.000 células por mililitro, en una analítica de rutina.
La anemia y la trombopenia suelen contribuir a la pre-
sencia de síntomas. La clínica más frecuente incluye
fatiga, anorexia y molestias abdominales, con sensa-
ción de plenitud, relacionados con la esplenomegalia,
produciéndose generalmente con un comienzo gra-
dual. Tras un período de tiempo variable en fase cró-
nica, puede producirse una fase de aceleración en la
que se constata aumento de leucocitosis, a pesar de
tratamiento, empeorando las citopenias y progresan-
do la esplenomegalia. La transformación blástica se
asocia a fiebre recurrente, pérdida de peso y sudora-
ción. Además puede haber linfadenopatías, dolor
óseo u otra manifestación de enfermedad extramedu-
lar, apareciendo un número creciente de células blás-
ticas en médula ósea y sangre periférica. La transfor-
mación blástica se produce en un 50% de los casos
en línea mieloide, linfoide en 25% y no diferenciada el
restante 25%. Normalmente la fase blástica tiene un
pronóstico fatal, con una media de supervivencia de 3
a 9 meses (2).
El diagnóstico se confirma por el incremento de leu-
cocitos, con la presencia de formas celulares mieloi-
des inmaduras en sangre periférica. La médula ósea
muestra hipercelularidad, con predominio de diferen-
ciación granulocítica.
El avance en el conocimiento de la patogenia de la
enfermedad ha propiciado el desarrollo en el trata-
miento, con terapias que tienen el potencial de erradi-
car el clon del cromosoma Philadelfia+, mejorando el
pronóstico. La terapia estándar consistía en hidroxiu-
rea, con el objetivo de mantener recuento de leucoci-
tos entre 10.000 y 20.000 por mililitro. El interferón alfa
ha mostrado mejoría de la supervivencia comparado
con hidroxiurea, mejorando la respuesta cariotípica,
así como la progresión de la enfermedad. La asocia-
ción con quimioterapia puede mejorar el porcentaje de
pacientes con remisión citogenética. Sin embargo, en
los ensayos clínicos se incluyen pocos pacientes
ancianos y, aunque la edad no se ha asociado con
menor respuesta, los pacientes mayores de 60 años
tienen mayor toxicidad. El trasplante de médula ósea
no se considera en los ancianos por la alta mortalidad.
El desarrollo de un compuesto que inhibe directamen-
te el producto de fusión bcr/abl (Imatinib mesilato)
constituye un área prometedora. Los resultados inicia-
les sugieren excelente actividad con mínima toxicidad,
importante en los pacientes ancianos que toleran mal
altas dosis de interferón. La edad no predice indepen-
diente resultados, encontrándose en los pacientes
que no han sido tratados previamente, respuesta
completa citogenética del 87% en pacientes mayores
de 60 años. Por ello, el significado pronóstico de las
variables clínicas ha cambiado, siendo fundamentales
las asociadas a respuesta a tratamiento con Imitanib.
El seguimiento de los pacientes que alcanzan res-
puesta citogenética completa para detectar enferme-
dad residual se realiza con técnicas de PCR. Aquellos
con los niveles más bajos de transcripción bcr-abl tie-
nen la mayor duración de remisión y supervivencia
libre de enfermedad (2).
Policitemia vera (PV)
Es un SMPC caracterizado por un aumento excesi-
vo de masa eritrocitaria, y en menor medida de mega-
cariocitos y mielocitos. Su etiología es desconocida.
Es una enfermedad insidiosa, con un comienzo
gradual y que se puede asociar con supervivencia
prolongada. El curso clínico es variable comprendien-
do distintas fases. Inicialmente una asintomática, aso-
ciada únicamente con aumento de la masa de eritro-
citos y ligera esplenomegalia. En la siguiente fase
aumentan otras líneas y aparecen complicaciones,
como trombosis o hemorragia. Puede ocurrir una fase
inactiva, que no se requiera terapia para el control de
la proliferación celular y una fase de metaplasia mie-
loide postpolicitemia. Si no se controla la proliferación
de eritrocitos y plaquetas, se produce un incremento
de la viscosidad de la sangre, que produce enlenteci-
miento del flujo sanguíneo a órganos críticos, produ-
ciendo manifestaciones cardiovasculares y del siste-
ma nervioso central, como confusión, angina y
claudicación. Las complicaciones trombóticas son
una causa importante de morbimortalidad. Un 14%
de los pacientes tienen una complicación trombótica
antes del diagnóstico, y hasta en un 20% en la pre-
sentación de la enfermedad. Se manifiestan como
ictus, infarto de miocardio, oclusiones arteriales y
complicaciones tromboembólicas.
La incidencia de trombosis durante el seguimiento
es del 3,4% al año, con evidencia de mayor riesgo en
los pacientes de edad avanzada y/o trombosis previa.
669
Situaciones clínicas más relevantes. Neoplasias hematológicas
Las complicaciones hemorrágicas son menos fre-
cuentes, produciéndose en un 15 a 30% de los
pacientes. El prurito generalizado se manifiesta en la
mitad de los pacientes y puede ser intolerable. Las
causas más prevalentes de muerte con las trombosis
(29%), leucemización aguda (15%) y otras neoplasias
(15%). Hay que tener en cuenta que se trata de una
enfermedad progresiva. Aproximadamente un 15% de
los pacientes sufren transformación a metaplasia mie-
loide después de 15 años, y un 50% después de 20
años, a pesar de tratamiento. La leucemia aguda den-
tro de la evolución de la PV debe considerarse como
estadio final en el curso de la enfermedad o como com-
plicación de la terapia mielosupresiva (3).
El diagnóstico combina datos clínicos y de labora-
torio, siguiéndose los criterios del grupo de estudio de
PV (PVSG) (tabla 3).
El tratamiento debe ser individualizado, categori-
zando a los pacientes en grupos de bajo o alto riesgo
para trombosis según parámetros clínicos (edad
mayor a 60 años, eventos trombóticos previos y
hematocrito elevado).
Los pacientes con bajo riesgo deberían tratarse
tanto por el riesgo de trombosis como por el incre-
mento de transformación a LANL o mielofibrosis con
metaplasia, siendo la primera opción las flebotomías.
En los pacientes de alto riesgo se emplean agentes
citorreductores. Tanto los agentes alcalinizantes, el
fósforo radiactivo, como la hidroxiurea, están asocia-
dos con incremento del riesgo de leucemia (3). Las fle-
botomías pueden reducir el hematocrito rápidamente.
Sin embargo, en los pacientes ancianos, debemos ser
cautelosos para evitar producir cambios hemodinámi-
cos que podrían producir compromiso de la circula-
ción. El PVSG evaluó los tres tratamientos más comu-
nes: flebotomía, fósforo radiactivo y clorambucilo,
observando que, en los pacientes tratados con flebo-
tomía de forma aislada, existía un mayor riesgo de
complicaciones trombóticas, independientemente del
nivel de hematocrito o plaquetas, mientras que los
pacientes tratados con fósforo radiactivo o clorambu-
cilo tenían mayor riesgo de desarrollar leucemia
aguda. La hidroxiurea se propone como primera
opción en la mayoría de los pacientes. Es bien tolera-
da y parece que tiene menor riesgo de desarrollar leu-
cemia aguda.
El interferón α ha demostrado en estudios en fase II
reducción de la masa eritrocitaria y mejoría de la esple-
nomegalia, leucocitosis y trombocitemia en la mayoría
de los pacientes, siendo particularmente útil en el tra-
tamiento del prurito. Es más efectivo en las fases ini-
ciales de la enfermedad, donde presenta menos efec-
tos adversos, que son el principal problema, sobre
todo en la población anciana. El objetivo del trata-
miento debe ser mantener el rango de hematocrito
entre el 42 y 45%, ya que existe una relación directa
entre el nivel de hematocrito y el riesgo de episodios
oclusivos vasculares. El pronóstico de los pacientes
controlados es excelente, siendo frecuente la supervi-
vencia a largo plazo. El diagnóstico diferencial se plan-
tea con otras causas de aumento de masa eritrocita-
ria, en especial la patología respiratoria crónica.
Trombocitemia esencial (TE)
Es un SMPC caracterizado por una hiperplasia
megacariocítica que cursa con incremento persisten-
te en la cifra de plaquetas (> 600.000 por mililitro). La
incidencia exacta es desconocida y tampoco se
conoce su etiología. Las principales manifestaciones
clínicas están relacionadas con el recuento elevado
de plaquetas, provocando tanto episodios hemorrá-
gicos como trombóticos. Los pacientes ancianos
son particularmente propensos a complicaciones
tromboembólicas por la comorbilidad. Las plaquetas
también son cualitativamente anormales, así que la
frecuencia de estas complicaciones no está relacio-
nada con el número absoluto de plaquetas circulan-
tes. El diagnóstico diferencial se plantea con trombo-
citosis reactivas, como infecciones crónicas o
enfermedades inflamatorias y neoplasias epiteliales,
incluso subclínicas.
El diagnóstico es de exclusión respecto al resto de
los SMPC que pueden cursar con trombocitosis. De
nuevo es importante la división en función del ries-
go (3). Los pacientes con bajo riesgo trombótico no
precisan tratamiento. En los pacientes de alto riesgo,
el tratamiento estándar es la hidroxiurea. El nuevo
agente antiplaquetario, Anagrelide, puede inhibir la
agregación plaquetaria y la producción de plaquetas.
El interferón alfa también tiene actividad sobre esta
enfermedad, pudiéndose asociar a hidroxiurea. El
670
TRATADO
deGERIATRÍA para residentes
Tabla 3. Criterios diagnósticos de
policitemia vera (PVSG)
A1: Volumen eritrocitario (varón > 36 ml/kg y mujer
> 32 ml/kg).
A2: Saturación arterial de oxígeno > 92%.
Esplenomegalia.
A3: Trombocitosis (plaquetas > 400 * 10 9/l).
B1: Leucocitosis (leucocitos > 12 * 10 9/l).
B2: Fosfatasa alcalina granulocítica elevada (en
ausencia de fiebre o infección).
B3: Vitamina B12 sérica > 900 pg/ml o CCLB12
sérica > 2.200 pg/ml.
* Diagnóstico con las siguientes combinaciones: A1+ A2+ A3
o A1+ A2*+ 2 criterios B.
PVSG: Grupo de estudio de policitemia vera.
pronóstico es similar a la policitemia vera, con super-
vivencia prolongada.
Metaplasia mieloide con mielofibrosis (MMMF)
Es el SMPC menos frecuente, caracterizado por
mieloproliferación y fibrosis gradual de la médula ósea,
con hematopoyesis extramedular. Existe una expan-
sión primaria clonal de una célula hematopoyética y
una mielofibrosis secundaria que se deben a alteracio-
nes del estroma y una producción excesiva de facto-
res de crecimiento hematopoyético, fibrogénicos y
angiogénicos, por parte de las células hematopoyéti-
cas.
La sintomatología suele ser de inicio insidioso y se
relaciona con la presencia de esplenomegalia y las
consecuencias de la anemia u otras citopenias. Es
rara la presentación como MMMF oculta por hemato-
poyesis extramedular en pulmón, gastrointestinal, sis-
tema nervioso o genitourinario.
El diagnóstico se realiza en función de los hallazgos
clínicos y la presencia de fibrosis en la biopsia medu-
lar. Conlleva el peor pronóstico tras LMC.
Síndromes linfoproliferativos crónicos
de expresión leucémica
Leucemia linfática crónica (LLC)
Es la leucemia más frecuente en los países occi-
dentales. Su prevalencia elevada se debe a dos facto-
res fundamentales. Por un lado, la edad media de pre-
sentación es 3 de 65 años, con aumento de incidencia
progresivo, que varía de 12,8 a 34,5 por 100.000
habitantes, hasta los 85 años, según datos estadouni-
denses; con el crecimiento de la población anciana
aumentará del número de casos. Por otro lado, la
supervivencia es alta (5).
Generalmente es una neoplasia de linfocitos B acti-
vados, siendo el fenotipo de células T raro. La célula B
típica de la LLC tiene tinción positiva con anticuerpos
a CD5, que normalmente son antígenos de células T,
lo que ha llevado a pensar que la célula maligna es un
estadio intermedio de la diferenciación de la célula B,
aunque su origen exacto es desconocido. Los linfoci-
tos en LLC presentan inmunoglobulinas de superficie
en número inferior a los linfocitos normales. Además,
la reducción marcada de la producción normal de anti-
cuerpos, manifestada como hipogammaglobulinemia
global, provoca gran incidencia de infecciones. Por
otro lado, existe un incremento paradójico de compli-
caciones autoinmunes, incluyendo anemias hemolíti-
cas. La etiología también es desconocida, aunque
existen datos que apoyan una base genética (4).
En su presentación clínica puede existir una amplia
variedad de síntomas y signos. Es asintomática hasta
en un 25% de pacientes, mientras que otros pueden
sufrir distintos grados de «síntomas B», como debili-
dad, pérdida de peso y fiebre. En los ancianos, la
manifestación inicial puede ser exacerbación de pato-
logía coronaria o enfermedad cerebrovascular. En la
exploración aparecen linfadenopatías, sobre todo en
regiones cervical, axilar y supraclavicular, mientras que
las inguinales son raras. La esplenomegalia se
encuentra en un 50% de pacientes en la presentación
de la enfermedad, y la hepatomegalia se puede desa-
rrollar con la progresión del cuadro. El curso de la
enfermedad también es variable. En algunos pacien-
tes, la enfermedad permanece estable sin causar mor-
bilidad significativa, con una expectativa de vida simi-
lar a la población normal para su edad. En otros
pacientes, sin embargo, puede asociarse con morbili-
dad importante y causar la muerte en 2 ó 3 años tras
el diagnóstico. Los pacientes con LLC tienen una
mayor incidencia de neoplasias secundarias que la
población general. Las infecciones y complicaciones
hemorrágicas son las causas más frecuentes de
muerte.
El diagnóstico requiere la demostración de linfocito-
sis mantenida y de infiltración linfocítica de la médula
ósea en ausencia de otras causas. Los linfocitos son
de pequeño tamaño, con cromatina condensada en
grumos y escaso citoplasma, rompiéndose con facili-
dad al efectuar las extensiones de sangre periférica,
dando lugar a las típicas «sombras de Grumprecht».
Tanto el diagnóstico como el estadiaje se guían por
dos clasificaciones, que se han combinado (tabla 4).
El tratamiento generalmente está orientado al con-
trol de la enfermedad. No se inicia tratamiento hasta
que las citopenias son marcadas o se desarrollan lin-
671
Situaciones clínicas más relevantes. Neoplasias hematológicas
Tabla 4. Sistemas de estadiaje en la leucemia linfática crónica (LLC)
Rai Binet Supervivencia (años)
Linfocitosis 0 A 8-10
Linfadenopatías I B I 5-6
Hepato/esplenomegalia II B II 5-6
Anemia III C 2,5
Trombocitopenia IV C 2,5
fadenopatías u organomegalias sintomáticas. En
general se inicia con un agente alquilante. El más utili-
zado es Clorambucil, a dosis bajas diarias o en forma
de pulsos, durante dos a cuatro semanas. La combi-
nación con prednisona no ha mejorado los resultados.
Los análogos de las purinas, como fludarabina, son
agentes activos frente a LLC. Su mecanismo de
acción es complejo, incluyendo inducción de apopto-
sis. Produce un alto porcentaje de remisiones comple-
tas y una respuesta mayor que clorambucilo, aunque
sin mejoría de la supervivencia total debido a que está
asociado a aumento de toxicidad, especialmente en
pacientes ancianos, con insuficiencia renal. Los anti-
cuerpos monoclonales recombinantes han demostra-
do actividad frente a la enfermedad, siendo especial-
mente útiles en la enfermedad mínima residual. El
Interferón α también produce respuesta, a pesar de no
ser completa, en pacientes en estadio temprano, que
no han recibido tratamiento previo. La terapia de
soporte es muy importante debido al gran número de
fenómenos clínicos asociados, como los autoinmu-
nes, que requieren tratamiento con esteroides, solos o
en combinación con terapia citotóxica. El G-CSF se
debe considerar en las neutropenias severas. También
ha demostrado beneficio sobre la anemia, el empleo
de Eritropoyetina recombinante humana. De todos
modos, dado que lLLC no es una enfermedad cura-
ble, es más importante el mantenimiento de la calidad
de vida y la terapia paliativa (5).
Gammapatías monoclonales
Constituyen un grupo de trastornos caracterizados
por la proliferación clonal de células plasmáticas que
producen una proteína homogénea de carácter mono-
clonal, identificado como componente M.
Mieloma múltiple (MM)
Es una neoplasia frecuente, representando el 10%
de las neoplasias hematológicas, y el 1% de todas las
neoplasias. Su incidencia también se incrementa con
la edad, pasando de un 2 por 100.000 por debajo de
los 50 años, a un 20-25 por 100.000 en la década de
los 70 años. La edad media al diagnóstico se sitúa por
encima de los 60 años. La etiología es desconocida,
aunque se han identificado factores tanto genéticos
como ambientales. El MM puede seguirse de una
gammapatía monoclonal de significado incierto (GMI),
desarrollándose MM hasta en un 16% de los pacien-
tes en los estudios de seguimiento (6). La célula de ori-
gen también es desconocida. Las células plasmáticas
tienen, por sí mismas, bajo potencial proliferativo, de
modo que la transformación maligna ocurre en un
estadio más temprano. Las alteraciones cariotípicas
son frecuentes, produciéndose hasta en un 30 a 50%
de los pacientes.
Las manifestaciones clínicas se producen por la
combinación de distintos factores que incluyen la pro-
liferación del clon de células malignas, la elaboración
de citoquinas por las células plasmáticas malignas y el
acúmulo de componente M en el plasma y los tejidos.
El síntoma más frecuente es el dolor óseo, de locali-
zación preferentemente en columna vertebral y parrilla
costal, de características mecánicas y aumentando
gradualmente de intensidad. Cuando el dolor es súbi-
to indica colapso vertebral o fractura espontánea. Los
síntomas y signos sistémicos incluyen palidez, debili-
dad, astenia, disnea y palpitaciones, la mayoría provo-
cados por la anemia. Los signos de trombocitopenia,
como equimosis, púrpura o epistaxis también son
comunes. Las infecciones aparecen como conse-
cuencia de la neutropenia y déficit de inmunoglobuli-
nas, siendo frecuentes las localizaciones respiratoria y
urinaria y constituyendo la causa más frecuente tanto
de morbilidad como de mortalidad. La enfermedad
renal también es frecuente. La mayoría de los pacien-
tes presentan proteinuria de cadenas ligeras, que pre-
cipitan en los túbulos renales, dando lugar al denomi-
nado riñón del mieloma. La hipercalcemia es frecuente
en los pacientes con lesiones óseas destructivas,
pudiendo provocar anorexia, náuseas, vómitos, poliu-
ria, polidipsia, estreñimiento y deshidratación. En los
pacientes ancianos puede producir mareo, confusión
y coma. La hiperviscosidad y las complicaciones de la
infiltración amiloide son más raras.
En la mitad de los casos la proteína monoclonal es
IgG, en un 20% IgA y en un 12% IgM, mientras que en
un 10% de los pacientes se producen sólo cadenas
ligeras. El estudio cualitativo de las inmunoglobulinas
mediante inmunoelectroforesis es imprescindible para
identificar la clase que se produce en exceso y confir-
mar el carácter monoclonal.
La supervivencia media tras el diagnóstico es de 30
meses. El sistema clínico de estadiaje de Durie y Salo-
672
TRATADO
deGERIATRÍA para residentes
Tabla 5. Criterios diagnósticos de
MM
Criterios mayores:
> 30% células plasmáticas en médula ósea.
Componente M: IgG > 3,5 g/dl, IgA > 2g/dl, proteína
Bence-Jones > 1g/24 horas.
Criterios menores:
10-30% células plasmáticas en médula ósea.
Componente M con límites menores de los
mencionados previamente.
Lesiones óseas líticas.
Descenso de los niveles normales de
inmunoglobulinas.
MM: Mieloma múltiple.
mon, que se basa en la correlación entre presentación
clínica y carga celular del mieloma, incluye datos analí-
ticos, como los niveles de hemoglobina y calcio, nive-
les componente M y grado de lesión ósea, dividiendo
a los pacientes en tres grupos con diferente expectati-
va de vida. Se han añadido otros factores pronósticos
más recientes, como son los niveles de beta–2-micro-
globulina y el índice de proliferación celular, que reflejan
el grado de proliferación de las células plasmáticas. La
combinación de estos dos últimos parámetros permite
dividir a los pacientes en dos grupos pronósticos:
pronóstico favorable (supervivencia > 6 años), en el
que los valores son bajos, y pronóstico desfavorable
(supervivencia < 2 años), con niveles altos (7).
La mayoría de los pacientes con MM presentan
datos de enfermedad activa al diagnóstico, por lo que
requieren tratamiento citostático. Sin embargo, los
pacientes con mieloma quiescente o GMI deben con-
trolarse sin tratamiento hasta que existan signos de
progresión. La combinación clásica de melfalán y
prednisona (MP) es todavía el tratamiento estándar en
la mayoría de los pacientes. Si existe trombocitopenia
o insuficiencia renal es mejor emplear Ciclofosfamida
en lugar de melfalán. Las pautas poliquimioterápicas
suelen obtener mayor número de respuestas, pero no
han demostrado aumento de supervivencia. El inter-
ferón α también ha sido estudiado como monoterapia,
pero parece menos efectivo que la quimioterapia con-
vencional.
Sin embargo, se ha observado in vitro efecto sinér-
gico con agentes citostáticos. La terapia inmunomo-
duladora probablemente es más efectiva cuando exis-
te enfermedad mínima residual, observándose que,
como terapia de mantenimiento tras MP, se asocia
con respuesta prolongada, aunque sin aumento de
supervivencia. La eritropoyetina recombinante huma-
na ha demostrado ser efectiva en la anemia asociada
a MM. Asimismo, el G-CSF se utiliza para acortar el
período de neutropenia tras quimioterapia, pero tam-
bién se ha comprobado su efectividad en inducir recu-
peración hematopoyética, movilizando las clonas celu-
lares en la sangre periférica (7).
Linfomas
Son neoplasias del sistema linfoide que asientan
preferentemente en los ganglios linfáticos e incluyen
Enfermedad de Hodgkin y Linfomas no Hodgkin.
Constituyen la cuarta neoplasia más frecuente en
ambos sexos y, en general, la mayoría ocurren en
pacientes mayores de 60 años. Existen distintas enti-
dades caracterizadas por diferentes patrones de
extensión, comportamiento clínico y origen celular.
Normalmente, la clasificación de los linfomas se reali-
za de acuerdo con la Working Formulation y el esta-
diaje según el sistema de Ann Arbor (tabla 6).
Linfomas no Hodgkin (LNH)
En las últimas décadas se ha producido un cons-
tante incremento en la incidencia de la enfermedad en
los países occidentales, particularmente entre la
población anciana. No existe una etiología clara, aun-
que se han identificado factores de riesgo. Entre ellos,
el principal es la inmunodeficiencia, adquirida, iatrogé-
nica o genética. Los factores ambientales también
están implicados, asociándose varios virus, como el
virus de Epstein-Barr (EBV) con el linfoma de Burkitt en
África, el virus de leucemia de células T humano
(HTLV-1) con la leucemia-linfoma T del adulto y el virus
de la hepatitis C (VHC) ligado a varios linfomas de
células B. Las infecciones bacterianas también están
implicadas, como el Helicobacter pylori asociada a lin-
foma gástrico. Las anomalías cromosómicas se dan
con frecuencia en los pacientes con linfoma. Las
translocaciones entre cromosomas 14 y 18 son las
más frecuentes en los LNH.
La clasificación de los linfomas no Hodgkin puede
ser confusa debido a la diversidad morfológica. La
Working Formulation (WF) es una clasificación patoló-
gica fácil de entender por los clínicos y muy útil para
resolver controversias y predecir supervivencia y cura-
ción de diferentes tipos de LNH. No obstante, los
avances en citogenética y genética molecular han
favorecido una mejor definición de las neoplasias lin-
foides, teniendo en cuenta nuevas entidades clínico-
patológicas de significación pronóstica específica. El
International Lymphoma Study Group (ILSG) incluyó la
revisión de las nuevas entidades, proponiendo una
nueva clasificación (también llamada REAL) que inclu-
ye linfomas ganglionares y extraganglionares. Otras
673
Situaciones clínicas más relevantes. Neoplasias hematológicas
Tabla 6. Sistema de estadiaje Ann
Arbor de los linfomas
I. Afectación de una sola región ganglionar.
IE. Afectación de un solo órgano o región
extralinfática.
II. Afectación de dos o más regiones ganglionares
situadas a un mismo lado del diafragma.
IIE. Afectación de una o más regiones a un lado del
diafragma y de un territorio extralinfático por
contigüidad.
III. Afectación de regiones ganglionares situadas a
ambos lados del diafragma.
IIIS. Igual que III, pero con afectación del bazo.
IIIE. Igual que III, pero con afectación extralinfática
por contigüidad.
IV. Afectación difusa o diseminada de uno o más
órganos o tejidos extralinfáticos con
participación de los ganglios linfáticos o sin ella.
clasificaciones están basadas en parámetros clínicos
combinados con índices pronósticos. El interés de una
correcta clasificación se centra, sobre todo, en el
pronóstico, de modo que muchos clínicos prefieren la
división en linfomas poco agresivos, con curso indo-
lente, que normalmente se presentan con pocos sín-
tomas, pero enfermedad diseminada, y linfomas agre-
sivos, que se presentan como enfermedad localizada,
pero que pueden curarse con quimioterapia, incluso
en estadios avanzados (9).
Los pocos estudios que han comparado las carac-
terísticas en pacientes jóvenes y ancianos con LNH
no han encontrado diferencias sustanciales en estos
grupos de población. La cuantificación de los tipos
histológicos de LNH en ancianos es difícil debido a las
dificultades en la clasificación y por la falta de concor-
dancia entre los mencionados sistemas. Ya que los
ancianos se excluyen frecuentemente de los ensayos
clínicos, los datos patológicos de LNH son fragmenta-
dos y, normalmente, se refieren a una clasificación, sin
mencionar los términos equivalentes en la WF. A pesar
de ello, en las distintas series se ha documentado que
en los ancianos, las formas más frecuentes son los lin-
fomas «difuso de células grandes», «células grandes»
o « inmunoblástico». En las series de casos revisadas
se comprueba que es más frecuente la presentación
extraganglionar, siendo el tracto gastrointestinal la
localización más afecta.
La investigación de factores clínicos relevantes para
el pronóstico ha generado varios índices pronósticos.
El más utilizado es el Internacional Prognostic Index
(IPI) que se desarrolló para predecir resultados en
pacientes con LNH agresivos tratados con combina-
ciones de regímenes quimioterápicos que incluían
antraciclina. Se encontraron cinco características que
tenían efecto similar e independiente en la superviven-
cia: edad, niveles séricos de LDH, «Performance Sta-
tus», estadio anatómico y el número de lugares extra-
ganglionares afectos. A pesar de que el citado sistema
se diseñó para pacientes menores de 60 años, es apli-
cable también a los ancianos, teniendo en cuenta úni-
camente los factores clínicos, LDH y estado funcional.
Sin embargo, la relevancia de la medida funcional en
los ancianos ha sido poco estudiada, a pesar de reco-
nocerse el papel de la Valoración Geriátrica Integral
(VGI) que ha probado utilidad en predecir mortalidad y
discapacidad en enfermos ancianos en distintos nive-
les asistenciales. Existen también factores pronósticos
celulares y moleculares, como la sobreexpresión de
proteína bcl2 y p53, que han demostrado pronóstico
desfavorable en supervivencia libre de enfermedad y
supervivencia total.
Linfomas de bajo grado
Suponen de un 20 a un 40% del total de linfomas
no Hodgkin. Los principales representantes son: linfo-
ma linfocítico de células pequeñas, folicular con pre-
dominio de células hendidas pequeñas y folicular mixto.
Típicamente presentan un curso insidioso, indolente,
con linfadenopatías progresivas o con citopenias, hepa-
toesplenomegalia, compresión de estructuras, como
uréteres, venas o conductos biliares. Normalmente no
tienen síntomas B. La evaluación del estadio no es
tan importante como en los linfomas agresivos o la
enfermedad de Hodgkin, ya que la mayoría de los
pacientes presentan enfermedad avanzada (estadios
III o IV), por lo que no se realiza laparotomía para el
estadiaje.
Los objetivos del tratamiento son generalmente
paliativos. Los pacientes con estadio limitado de la
enfermedad pueden beneficiarse de tratamiento cura-
tivo con radioterapia. En la mayoría de los pacientes,
que tienen enfermedad avanzada (estadios III/IV o
estadio I/II con síntomas B), el manejo viene determi-
nado por la severidad de los síntomas y el grado de
compromiso de los órganos afectos. Tradicionalmen-
te, los pacientes asintomáticos con recuentos celula-
res normales sin compromiso de órganos ni masas
pueden observarse hasta que la enfermedad se haga
sintomática o desarrollen compromiso clínico. Los
problemas locales se pueden tratar con radioterapia,
mientras que los sistémicos requieren quimioterapia.
Su elección depende de la urgencia que se requiera
en la respuesta. El clorambucilo o ciclofosfamida, con
o sin un curso breve de prednisona, constituyen la
mejor opción de tratamiento, siendo bien tolerados. El
principal problema es la supresión medular por las
dosis elevadas empleadas, debiéndose evitar el uso
prolongado de prednisona. Si se requiere una res-
puesta rápida, se puede elegir tratamiento intravenoso
con ciclofosfamida, vincristina y prednisona (CVP),
aunque la tolerancia es peor, produciendo neuropatía
o miopatía secundaria a la prednisona. Fludarabina es
un agente de segunda línea que puede emplearse en
los pacientes con linfomas. En los ancianos no causa
toxicidad aguda, pero las neutropenias predisponen a
infecciones, por lo que debe utilizarse con precau-
ción (8).
La supervivencia en los estadios avanzados es de 5
a 7 años. El pronóstico es peor que en los pacientes
jóvenes. De todos modos, el curso de la enfermedad
suele ser indolente, a no ser que se produzcan trans-
formación en un linfoma de intermedio o alto grado,
donde el tratamiento de intervención suele ser combi-
nación de quimioterapia.
Linfomas agresivos
Se incluyen el linfoma folicular con predominio de
células grandes, difuso de células hendidas o no hen-
didas, difuso mixto e inmunoblástico. Suponen aproxi-
madamente el 40% del total de linfomas. La presenta-
ción clínica más frecuente son las adenopatías
674
TRATADO
deGERIATRÍA para residentes
difusas, siendo muy rara la afectación de la médula
ósea. Cuando ésta afecta la médula ósea existe una
correlación elevada con la afectación del sistema ner-
vioso central, confiriendo mal pronóstico. Es frecuente
el origen extraganglionar, fundamentalmente el tracto
gastrointestinal. Predominantemente son linfomas de
células B, aunque un 20% pueden ser células con
inmunofenotipo T, aunque con idéntico comporta-
miento.
Tienen respuesta a quimioterapia, y un tanto por
ciento elevado de pacientes se puede curar. Los regí-
menes con antraciclinas son los más empleados. En
los estadios tempranos (I o IIA) en pacientes ancianos
se puede emplear quimioterapia, con tres ciclos de
CHOP (ciclofosfamida, adriamicina, vincristina y pred-
nisona) seguidos de radioterapia de la región afecta,
obteniendo buenos resultados, ya que se tolera bien la
quimioterapia. En pacientes frágiles o con enfermeda-
des intercurrentes, se puede emplear radioterapia ais-
lada, proporcionando también excelentes resultados
en control de la enfermedad. En los estadios avanza-
dos (II/IV) y en los linfomas muy agresivos, el trata-
miento estándar, para pacientes de todas las edades,
son ocho cursos de quimioterapia tipo CHOP, demos-
trando en estudios aleatorizados, ventaja frente a
otros regímenes terapéuticos. Las dosis utilizadas en
quimioterapia se han estudiado específicamente en la
población anciana, dada la mayor susceptibilidad de
toxicidad. Se ha demostrado que las dosis utilizadas
son tan importantes en los ancianos como en los jóve-
nes, con implicaciones pronósticas. No obstante, hay
que tener en cuenta la comorbilidad, ya que se ha
documentado que al menos un 20% de los pacientes
mayores de 70 años tienen otra enfermedad impor-
tante que compromete la vida, no siendo factible el
tratamiento curativo. En casos seleccionados puede
emplearse con intención paliativa ciclofosfamida o
radioterapia (8). La inmunoterapia con el anticuerpo
monoclonal rituximab (anti-CD-20) también se ha
estudiado en los ancianos. Se ha demostrado en
pacientes con linfomas B agresivos, tratados con
combinación CHOP más rituximab, frente a CHOP,
mejoría en inducción de respuesta completa, menores
recaídas y mayor supervivencia. La profilaxis primaria
con factores de crecimiento (G-CSF) ha demostrado
efectividad minimizando la incidencia, severidad y
duración de neutropenia en los ancianos con LNH,
ayudando a mantener las dosis adecuadas del esque-
ma terapéutico elegido (9).
No obstante, el factor pronóstico más importante
en los LNH es la edad. En el grupo de 65 a 85 años,
sin contraindicación para tratamiento, tienen una pro-
babilidad del 35% al 45% de supervivencia libre de
enfermedad a los cuatro años.
Linfoma Hodgkin (LH)
La incidencia de la enfermedad sigue una distribu-
ción bimodal, con un primer pico entre los 15 y 30 años
y un segundo pico después de los 50 años. El
diagnóstico depende del hallazgo histológico de la
célula de Reed-Stenberg, que es una célula de gran
tamaño dotada de dos o más nucleolos. Histológica-
mente se divide en cuatro subtipos: predominio lin-
focítico, celularidad mixta, depleción linfocítica y
esclerosis nodular. Aunque el patrón histológico más
frecuente en todos los grupos de edad es la esclero-
sis nodular, en los estudios realizados en ancianos se
observa un aumento del patrón celularidad mixta.
Esta división tiene implicaciones pronósticas, ya que
los tipos predominio linfocítico y esclerosis nodular
tienen mejor pronóstico. La etiología es desconocida.
Sin embargo, en estudios epidemiológicos, el EBV y
otros virus oncogénicos se han relacionado con la
enfermedad. Los pacientes con inmunodeficiencia y
enfermedades autoinmunes también tienen mayor
riesgo. Se ha sugerido que la etiología sería distinta
en los dos picos de edad, implicándose la etiología
viral en los jóvenes, mientras que en los ancianos es
más una neoplasia convencional.
Existen, además, características diferenciales con
los pacientes jóvenes. La presentación de la enferme-
dad en los ancianos es diferente, debido a la frecuen-
cia de síntomas B y el estadio más avanzado de la
enfermedad al diagnóstico, así como la diferente dis-
tribución de los subtipos histológicos, afectando estas
diferencias a la supervivencia. Los pacientes ancianos
tienen de forma más frecuente síntomas sistémicos y
enfermedad abdominal. La presentación inicial son
adenopatías, en general localizadas en un solo territo-
rio ganglionar. Las regiones más afectas son la supra-
clavicular, axilar e inguinal, siendo en más del 70% de
los casos palpables. Un tercio de los pacientes de-
sarrollan síntomas B, con fiebre, sudoración y pérdida
de peso mayor del 10% del peso corporal. Otros sín-
tomas como fatiga, debilidad y prurito, a pesar de ser
comunes, no se consideran síntomas B. La presencia
de síntomas B tiene implicaciones pronósticas adver-
sas. Además, se producen otros síntomas provoca-
dos por la sustitución del tejido linfoide por la neopla-
sia, contribuyendo a inmunodeficiencia e infecciones.
La afectación de la médula ósea también es más fre-
cuente en pacientes ancianos y en las formas avanza-
das, con síntomas B e histologías desfavorables. La
masa tumoral puede provocar compromiso de órga-
nos vitales, invadiéndolos y produciendo incluso la
muerte.
El diagnóstico se realiza por biopsia. En la enferme-
dad de Hodgkin es extremadamente importante el
estadiaje clínico para determinar el tratamiento a apli-
car. El procedimiento usual para establecer el estadio
abarca el siguiente proceso. En primer lugar, una
675
Situaciones clínicas más relevantes. Neoplasias hematológicas
anamnesis completa, interrogando específicamente
sobre síntomas B estableciendo si el paciente perte-
nece a la categoría A o B. La exploración física debe
ser meticulosa, con especial atención en todos los
territorios ganglionares periféricos. Las pruebas de
laboratorio incluyen bioquímica con función hepática y
renal, niveles de ácido úrico y LDH y hemograma com-
pleto con VSG. La tomografía computarizada (CT)
debe incluir pulmón, abdomen y pelvis. El escáner con
Galio 67 es también una exploración útil, tanto en el
diagnóstico inicial como en el seguimiento, ya que
puede valorar imágenes residuales detectadas por CT
después del tratamiento y cuya naturaleza no está
clara. La linfografía en la evaluación de ganglios
periaórticos e iliacos es mejor que el CT para detectar
el tamaño de los ganglios linfáticos involucrados. Y en
casos en los que el estadio clínico puede cambiar la
modalidad del tratamiento, laparotomía (algunas veces
incluyendo esplenectomía) con biopsias de hígado y
ganglios. La biopsia de la médula ósea se realiza si se
va a cambiar tratamiento. Los pacientes ancianos, en
los que normalmente la enfermedad se manifiesta en
un estadio avanzado, no se benefician de esta última
intervención.
El linfoma Hodgkin es una neoplasia con tratamien-
to curativo, por lo que ésta debería ser la intención en
todos los casos posibles. La modalidad de tratamiento
elegida depende del estadio de la enfermedad. Cuan-
do la enfermedad está localizada (estadios IA, IIA, IB,
IIB) se trata con radioterapia, pudiendo ir o no precedi-
da por ciclo breve de quimioterapia. Los estadios más
avanzados requieren combinación con quimioterapia.
Existen distintos esquemas de tratamiento, el primero
desarrollado, MOPP (mecloretamina, vincristina, pro-
carbazina, prednisona) demostró supervivencia prolon-
gada libre de enfermedad, pero presenta numerosas
complicaciones. El régimen ABVD (adriamicina, bleo-
micina, vinblastina, dexametasona) ha demostrado ser
incluso más efectivo, con menos toxicidad, por lo que
se recomienda, junto con radioterapia cuando existen
masas mayores de 10 centímetros, en aquellos pacien-
tes que pueden tolerar el tratamiento con intención
curativa (8). Los regímenes híbridos MOPP/ABVD tam-
bién han demostrado más efectividad que el MOPP
solo. Se han usado distintos regímenes en pacientes
ancianos, omitiendo o reduciendo dosis de fármacos
específicos componentes del esquema ABVD y otros
similares, reduciendo de este modo la toxicidad, pero
presentando también menor respuesta. Los pacientes
frágiles o extremadamente ancianos pueden recibir tra-
tamiento paliativo con vinblastina o radioterapia. Los
pacientes que presentan una recaída después de
radioterapia curativa deben tratarse con quimioterapia,
presentando alta probabilidad de respuesta a trata-
miento. Los pacientes que recaen, con enfermedad
localizada después de quimioterapia, deben tratarse
con radioterapia de rescate. En el caso de los pacien-
tes que presentan recaída, en los 12 meses de inicio
de tratamiento, se puede emplear quimioterapia de
rescate, pero existen pocas evidencias en los pacien-
tes ancianos.
Existen varios estudios que han evaluado los facto-
res pronósticos asociados a supervivencia. La edad
ha sido uno de los factores asociados a peor pronós-
tico. Sin embargo, estos estudios se deben interpretar
con cautela por la falta de homogeneidad e intensidad
del tratamiento y en los procedimientos de estadiaje
empleados. Además, cuando se emplean tanto esta-
diaje adecuado como dosis terapéuticas similares, los
resultados no son tan diferentes a los pacientes jóve-
nes. Otros factores que influyen en el pronóstico son
la masa tumoral, los niveles de LDH y la afectación
diseminada.
Valoración geriátrica integral (VGI)
en ancianos con cáncer
La VGI es un proceso diagnóstico multidimensional
dirigido a determinar en ancianos frágiles las capacida-
des y limitaciones médicas, funcionales, mentales y
sociales, con el objetivo de desarrollar un plan de inter-
vención integral (ver también capítulo 4). Estos aspec-
tos, evaluados en la VGI, afectan a la supervivencia de
los pacientes ancianos y/o con enfermedad neoplási-
ca, con incremento del riesgo de mortalidad. La eva-
luación del «Performance Status» (PS) con el índice de
Karnofsky o el sistema Eastern Co-operative Oncology
Group (ECOG) tiene una utilidad limitada en los pacien-
tes ancianos. En este grupo de población, las escalas
que miden actividades basales de la vida diaria (ABVD)
y actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD) son
más sensibles, ya que miden otros aspectos como la
independencia para usar transporte, teléfono o mane-
jo de la medicación, que son importantes para la adhe-
rencia al diagnóstico y tratamiento. A pesar de ser un
instrumento fundamental en la práctica geriátrica, su
utilización en oncología no se ha desarrollado. El Italian
Group of Geriatric Oncology (GIOGer) comprobó la efi-
cacia de VGI en los pacientes ancianos con cáncer,
demostrando recogida de información homogénea en
comorbilidad y discapacidad, que permitía reconocer a
los pacientes con mayor riesgo de desarrollar compli-
caciones por el tratamiento, haciendo posible un
manejo óptimo e individualizado en pacientes tumora-
les (10). Se benefician de forma fundamental de esta
intervención los ancianos frágiles, definidos como
aquellos que mantienen la homeostasis en condiciones
no estresantes, pero con mayor riesgo de desarrollar
complicaciones como toxicidad relacionada con trata-
miento y pérdida de función. A nivel práctico se consi-
deran ancianos frágiles aquellos con edad superior a
85 años, dependientes en una o más ABVD y la pre-
sencia de tres o más enfermedades asociadas o sín-
dromes geriátricos. La introducción sistemática de la
676
TRATADO
deGERIATRÍA para residentes
VGI permite una clasificación fisiológica de los pacien-
tes que deja desarrollar diferentes estrategias terapéu-
ticas de forma individualizada. En los pacientes con
cáncer es importante en la evaluación de la expectati-
va de vida, la identificación de ancianos frágiles y la
predicción de tolerancia a tratamiento antineoplásico.
Conclusiones
El manejo de los pacientes ancianos con neoplasias
hematológicas requiere estrategias terapéuticas
específicas. Es fundamental la VGI para elegir la deci-
sión terapéutica y el posterior seguimiento en cada
paciente. Además, hay que tener presente que, en
geriatría es más importante el mantenimiento de la
función y calidad de vida, ya que debido a la comorbi-
lidad, los pacientes a menudo pueden fallecer por otra
enfermedad.
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Med 1997; 13 (2): 227-44.
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677
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  • 1. CAPÍTULO 65 667 Introducción Las neoplasias hematológicas forman un grupo de enfermedades que provienen de la expansión clonal de células hematopoyéticas, determinando el estado de diferenciación de la transformación celular el feno- tipo de la enfermedad. Afectan a la población anciana de forma predominan- te. Tanto la leucemia aguda no linfoblástica (LANL), leu- cemia linfática crónica (LLC), como mieloma múltiple (MM), tienen patrones característicos de incremento de incidencia con la edad (tabla 1). Además, salvo las leuce- mias agudas, tienen un comienzo insidioso, frecuente- mente irreconocible de otras enfermedades. A menudo, la comorbilidad, frecuente en los ancianos, hace que no se beneficien de intervenciones como la quimioterapia o radioterapia, por su toxicidad. Sin embargo, los recientes avances en inmunoterapia y terapia molecular han mejo- rado las posibilidades de tratamiento, evitando toxicidad. Leucemias agudas A pesar de considerarse enfermedades de la infan- cia, las leucemias agudas son más frecuentes en geriatría que en pediatría. La leucemia aguda no lin- foblástica (LANL) es la forma más común de leucemia en los pacientes adultos. En la leucemia linfoblástica aguda (LLA), tras un primer pico de incidencia en la infancia, se sigue de un período de baja incidencia en la edad adulta, presentando un segundo pico a partir de los 80 años. Los principales factores de riesgo para leucemia aguda incluyen los síndromes mielodisplási- cos, síndromes mieloproliferativos y haber sido tratado anteriormente con quimio o radioterapia. También se han implicado algunos factores ambientales, como el tabaquismo, exposiciones a radiaciones ionizantes y sustancias químicas, como benceno o pesticidas. Las manifestaciones clínicas incluyen un comienzo abrupto con quejas inespecíficas, fatiga, anorexia, pérdida de peso y debilidad. Las discrasias hematoló- gicas contribuyen a los síntomas. En la LANL una cuarta parte de los pacientes pueden presentar dolor óseo difuso, debido a la expansión de blastos en la médula y a la infiltración perióstica. A diferencia de la LLA las adenopatías son raras y la esplenomegalia lla- mativa sugiere síndrome mieloproliferativo previo. Otros síntomas incluyen afectación de tejidos blandos NEOPLASIAS HEMATOLÓGICAS Inmaculada Rodríguez Díaz-Regañón Tabla 1. Incidencia de neoplasias hematológicas Neoplasia Incidencia /100.000/año Global > 80 años Leucemias agudas. 15 160 Síndromes mieloproliferativos crónicos: Leucemia mieloide crónica. 1,5 Policitemia vera. 2 Trombocitemia esencial. 2 Metaplasia mieloide con mielofibrosis. 0,5 Leucemia linfática crónica. 1-2 13-34 Mieloma múltiple. 3 37 Linfomas malignos: Linfomas no Hodgkin 3-6 40 Linfoma Hodgkin 2 7
  • 2. y piel (típicos de las leucemias monocíticas), masas tumorales, afectación del sistema nervioso central (a menudo silente), coagulación intravascular diseminada y la posibilidad de desarrollar una complicación rara secundaria a infartos cerebrales hemorrágicos, la leu- costasis, que incluye confusión, infiltrados pulmonares y microtrombos en la exploración del fondo de ojo. Para ella es de riesgo recuentos leucocitarios altos; constituye una emergencia oncológica, que debe ser tratada con leucoféresis o altas dosis de hidroxiurea. En LANL se pueden producir múltiples alteraciones electrolíticas, especialmente si los recuentos celulares son altos, con niveles séricos elevados de lactato des- hidrogenasa (LDH), psedohipoglucemia, hipoxemia o hiperkaliemia, debidas a lisis de blastos o hemoliza- ción de la muestra en el tubo (1). Las leucemias agudas presentan un curso fulminan- te si no son tratadas, con una supervivencia media menor de 4 meses. El tratamiento está basado en inducir la remisión con quimioterapia intensiva. Los fár- macos empleados dependen del tipo de leucemia. En la LANL el régimen estándar incluye una combinación de dos fármacos, por lo general, arabinósido de citosi- na (Ara-C) y una antraciclina (daunorobicina, idarubici- na o mitoxantrone). La quimioterapia de inducción pro- duce aplasia medular, que suele durar de dos a tres semanas, pero a veces más tiempo, asociándose con infecciones y sangrado y presentando una mortalidad mayor que en pacientes jóvenes. La probabilidad de remisión en pacientes mayores de 60 años es de apro- ximadamente un 50%, mientras que los porcentajes de mortalidad oscilan entre 12% y 60%. La estrategia actual se ha centrado en el desarrollo de nuevos regí- menes de quimioterapia y la mejora del tratamiento de soporte, favorecida por el conocimiento de la biología de transformación neoplásica. Se comprobó que el empleo de menores dosis de Ara-C no era superior al tratamiento estándar con la ventaja de poder emplear- se en situaciones especiales como insuficiencia cardia- ca o en quienes no hay buena situación para recibir quimioterapia de inducción. También se han sustituido en los regímenes la antraciclina estándar (daunorubici- na) por idarubicina o mitoxantrona, estas últimas con menor cardiotoxicidad. Se han publicado numerosos estudios que evalúan el empleo de factores de creci- miento hematopoyéticos como el factor estimulante de colonias granulocíticas (G-CSF) y factor estimulante de colonias granulocíticas-monocíticas (GM-CSF) durante el período de aplasia medular, ofreciendo distintos resultados. En el estudio Easterm Co-operative Onco- logy Group (ECOG) se administró GM-CSF tras docu- mentarse mediante biopsia medular aplasia, mientras que en otros estudios se administraba al final de la qui- mioterapia sin tener en cuenta la comprobación de la aplasia. Otros factores que pueden contribuir a los dis- tintos resultados son la fuente de factor de crecimien- to, la edad de los pacientes y el grado de diferenciación de las células neoplásicas. Una vez alcanzada la remi- sión, la quimioterapia de consolidación tiene beneficios discutibles, debido a la alta toxicidad del régimen estándar con altas dosis de Ara-C. En general, los tratamientos intensivos tienen peor respuesta en los ancianos. Sin embargo, varios estu- dios han demostrado que, una vez conseguida la remisión, la duración de ésta no se afecta por la edad, de modo que el pronóstico depende de alcanzar la remisión y tolerabilidad a la quimioterapia. De hecho, en los estudios epidemiológicos, los tratamientos menos intensivos tienen un papel pronóstico impor- tante. El deterioro funcional previo, medido por el ECOG Performance Status (tabla 2), también es indi- cador de mal pronóstico. Síndromes mieloproliferativos crónicos (SMPC) Son alteraciones clonales de la célula madre hema- topoyética, caracterizados por la proliferación en la médula ósea, de una o más líneas celulares mieloides (granulocítica, eritroide y megacariocítica). Pueden cursar con un grado variable de mielofibrosis. En su evolución tienen el potencial de sufrir progresión de la enfermedad y fallo medular debido a mielofibrosis, hematopoyesis inefectiva o transformación en una fase blástica aguda. Son enfermedades de adultos, con edad de presenta- ción comprendida entre 50 y 70 años. El tratamiento de los SMPC no está encaminado a la curación de la enfermedad, sino a la supervivencia y mantenimiento de una situación clínica óptima. La excepción la cons- tituye la leucemia mieloide crónica (LMC) que requiere un tratamiento más agresivo. Leucemia mieloide crónica (LMC) Es el SMPC de mayor importancia clínica, por su frecuencia y pronóstico, presentando un incremento de incidencia con la edad. Además, es el único SMPC 668 TRATADO deGERIATRÍA para residentes Tabla 2. ECOG (WHO) Performance Status 0: Totalmente activo, sin restricción física. 1: Restricción en actividades más pesadas, pero manejo ambulatorio y capaz de llevar a cabo tareas ligeras. 2: Incapaz de realizar cualquier actividad de trabajo, pero manejo ambulatorio y capaz de autocuidado, permanece en cama menos de la mitad del día. 3: Capaz sólo de realizar algunas actividades de autocuidado, pero en cama la mayor parte del día. 4: Encamado y totalmente dependiente. ECOG: Easterm Co-operative Oncology Group.
  • 3. con alteración molecular conocida, consistente en una alteración citogenética recurrente, el cromosoma Phi- ladelfia, causada por translocación de material genéti- co de los cromosomas 9 y 22. La t (9; 22) inserta una parte del protoncogen Abelson (c-abl) situado en el brazo largo del cromosoma 9, dentro del gen bcr, en el brazo largo del cromosoma 22, siendo el gen quimérico (bcr/abl) el desencadenante de la patogé- nesis. Dependiendo de la sensibilidad del método de detección, se ha demostrado su presencia en aproxi- madamente el 95% de todos los casos de LMC. No se ha identificado agente etiológico responsable, aun- que la exposición a radiación condiciona mayor ries- go. La clínica característica se produce en dos o, a veces, tres fases: crónica, acelerada y aguda o blásti- ca, comprendiendo un período aproximado de tres años. La presentación clínica es variable. Hasta un 40% de los pacientes pueden estar asintomáticos al diagnóstico, descubriéndose la enfermedad por la detección de leucocitosis, que puede exceder 200.000 células por mililitro, en una analítica de rutina. La anemia y la trombopenia suelen contribuir a la pre- sencia de síntomas. La clínica más frecuente incluye fatiga, anorexia y molestias abdominales, con sensa- ción de plenitud, relacionados con la esplenomegalia, produciéndose generalmente con un comienzo gra- dual. Tras un período de tiempo variable en fase cró- nica, puede producirse una fase de aceleración en la que se constata aumento de leucocitosis, a pesar de tratamiento, empeorando las citopenias y progresan- do la esplenomegalia. La transformación blástica se asocia a fiebre recurrente, pérdida de peso y sudora- ción. Además puede haber linfadenopatías, dolor óseo u otra manifestación de enfermedad extramedu- lar, apareciendo un número creciente de células blás- ticas en médula ósea y sangre periférica. La transfor- mación blástica se produce en un 50% de los casos en línea mieloide, linfoide en 25% y no diferenciada el restante 25%. Normalmente la fase blástica tiene un pronóstico fatal, con una media de supervivencia de 3 a 9 meses (2). El diagnóstico se confirma por el incremento de leu- cocitos, con la presencia de formas celulares mieloi- des inmaduras en sangre periférica. La médula ósea muestra hipercelularidad, con predominio de diferen- ciación granulocítica. El avance en el conocimiento de la patogenia de la enfermedad ha propiciado el desarrollo en el trata- miento, con terapias que tienen el potencial de erradi- car el clon del cromosoma Philadelfia+, mejorando el pronóstico. La terapia estándar consistía en hidroxiu- rea, con el objetivo de mantener recuento de leucoci- tos entre 10.000 y 20.000 por mililitro. El interferón alfa ha mostrado mejoría de la supervivencia comparado con hidroxiurea, mejorando la respuesta cariotípica, así como la progresión de la enfermedad. La asocia- ción con quimioterapia puede mejorar el porcentaje de pacientes con remisión citogenética. Sin embargo, en los ensayos clínicos se incluyen pocos pacientes ancianos y, aunque la edad no se ha asociado con menor respuesta, los pacientes mayores de 60 años tienen mayor toxicidad. El trasplante de médula ósea no se considera en los ancianos por la alta mortalidad. El desarrollo de un compuesto que inhibe directamen- te el producto de fusión bcr/abl (Imatinib mesilato) constituye un área prometedora. Los resultados inicia- les sugieren excelente actividad con mínima toxicidad, importante en los pacientes ancianos que toleran mal altas dosis de interferón. La edad no predice indepen- diente resultados, encontrándose en los pacientes que no han sido tratados previamente, respuesta completa citogenética del 87% en pacientes mayores de 60 años. Por ello, el significado pronóstico de las variables clínicas ha cambiado, siendo fundamentales las asociadas a respuesta a tratamiento con Imitanib. El seguimiento de los pacientes que alcanzan res- puesta citogenética completa para detectar enferme- dad residual se realiza con técnicas de PCR. Aquellos con los niveles más bajos de transcripción bcr-abl tie- nen la mayor duración de remisión y supervivencia libre de enfermedad (2). Policitemia vera (PV) Es un SMPC caracterizado por un aumento excesi- vo de masa eritrocitaria, y en menor medida de mega- cariocitos y mielocitos. Su etiología es desconocida. Es una enfermedad insidiosa, con un comienzo gradual y que se puede asociar con supervivencia prolongada. El curso clínico es variable comprendien- do distintas fases. Inicialmente una asintomática, aso- ciada únicamente con aumento de la masa de eritro- citos y ligera esplenomegalia. En la siguiente fase aumentan otras líneas y aparecen complicaciones, como trombosis o hemorragia. Puede ocurrir una fase inactiva, que no se requiera terapia para el control de la proliferación celular y una fase de metaplasia mie- loide postpolicitemia. Si no se controla la proliferación de eritrocitos y plaquetas, se produce un incremento de la viscosidad de la sangre, que produce enlenteci- miento del flujo sanguíneo a órganos críticos, produ- ciendo manifestaciones cardiovasculares y del siste- ma nervioso central, como confusión, angina y claudicación. Las complicaciones trombóticas son una causa importante de morbimortalidad. Un 14% de los pacientes tienen una complicación trombótica antes del diagnóstico, y hasta en un 20% en la pre- sentación de la enfermedad. Se manifiestan como ictus, infarto de miocardio, oclusiones arteriales y complicaciones tromboembólicas. La incidencia de trombosis durante el seguimiento es del 3,4% al año, con evidencia de mayor riesgo en los pacientes de edad avanzada y/o trombosis previa. 669 Situaciones clínicas más relevantes. Neoplasias hematológicas
  • 4. Las complicaciones hemorrágicas son menos fre- cuentes, produciéndose en un 15 a 30% de los pacientes. El prurito generalizado se manifiesta en la mitad de los pacientes y puede ser intolerable. Las causas más prevalentes de muerte con las trombosis (29%), leucemización aguda (15%) y otras neoplasias (15%). Hay que tener en cuenta que se trata de una enfermedad progresiva. Aproximadamente un 15% de los pacientes sufren transformación a metaplasia mie- loide después de 15 años, y un 50% después de 20 años, a pesar de tratamiento. La leucemia aguda den- tro de la evolución de la PV debe considerarse como estadio final en el curso de la enfermedad o como com- plicación de la terapia mielosupresiva (3). El diagnóstico combina datos clínicos y de labora- torio, siguiéndose los criterios del grupo de estudio de PV (PVSG) (tabla 3). El tratamiento debe ser individualizado, categori- zando a los pacientes en grupos de bajo o alto riesgo para trombosis según parámetros clínicos (edad mayor a 60 años, eventos trombóticos previos y hematocrito elevado). Los pacientes con bajo riesgo deberían tratarse tanto por el riesgo de trombosis como por el incre- mento de transformación a LANL o mielofibrosis con metaplasia, siendo la primera opción las flebotomías. En los pacientes de alto riesgo se emplean agentes citorreductores. Tanto los agentes alcalinizantes, el fósforo radiactivo, como la hidroxiurea, están asocia- dos con incremento del riesgo de leucemia (3). Las fle- botomías pueden reducir el hematocrito rápidamente. Sin embargo, en los pacientes ancianos, debemos ser cautelosos para evitar producir cambios hemodinámi- cos que podrían producir compromiso de la circula- ción. El PVSG evaluó los tres tratamientos más comu- nes: flebotomía, fósforo radiactivo y clorambucilo, observando que, en los pacientes tratados con flebo- tomía de forma aislada, existía un mayor riesgo de complicaciones trombóticas, independientemente del nivel de hematocrito o plaquetas, mientras que los pacientes tratados con fósforo radiactivo o clorambu- cilo tenían mayor riesgo de desarrollar leucemia aguda. La hidroxiurea se propone como primera opción en la mayoría de los pacientes. Es bien tolera- da y parece que tiene menor riesgo de desarrollar leu- cemia aguda. El interferón α ha demostrado en estudios en fase II reducción de la masa eritrocitaria y mejoría de la esple- nomegalia, leucocitosis y trombocitemia en la mayoría de los pacientes, siendo particularmente útil en el tra- tamiento del prurito. Es más efectivo en las fases ini- ciales de la enfermedad, donde presenta menos efec- tos adversos, que son el principal problema, sobre todo en la población anciana. El objetivo del trata- miento debe ser mantener el rango de hematocrito entre el 42 y 45%, ya que existe una relación directa entre el nivel de hematocrito y el riesgo de episodios oclusivos vasculares. El pronóstico de los pacientes controlados es excelente, siendo frecuente la supervi- vencia a largo plazo. El diagnóstico diferencial se plan- tea con otras causas de aumento de masa eritrocita- ria, en especial la patología respiratoria crónica. Trombocitemia esencial (TE) Es un SMPC caracterizado por una hiperplasia megacariocítica que cursa con incremento persisten- te en la cifra de plaquetas (> 600.000 por mililitro). La incidencia exacta es desconocida y tampoco se conoce su etiología. Las principales manifestaciones clínicas están relacionadas con el recuento elevado de plaquetas, provocando tanto episodios hemorrá- gicos como trombóticos. Los pacientes ancianos son particularmente propensos a complicaciones tromboembólicas por la comorbilidad. Las plaquetas también son cualitativamente anormales, así que la frecuencia de estas complicaciones no está relacio- nada con el número absoluto de plaquetas circulan- tes. El diagnóstico diferencial se plantea con trombo- citosis reactivas, como infecciones crónicas o enfermedades inflamatorias y neoplasias epiteliales, incluso subclínicas. El diagnóstico es de exclusión respecto al resto de los SMPC que pueden cursar con trombocitosis. De nuevo es importante la división en función del ries- go (3). Los pacientes con bajo riesgo trombótico no precisan tratamiento. En los pacientes de alto riesgo, el tratamiento estándar es la hidroxiurea. El nuevo agente antiplaquetario, Anagrelide, puede inhibir la agregación plaquetaria y la producción de plaquetas. El interferón alfa también tiene actividad sobre esta enfermedad, pudiéndose asociar a hidroxiurea. El 670 TRATADO deGERIATRÍA para residentes Tabla 3. Criterios diagnósticos de policitemia vera (PVSG) A1: Volumen eritrocitario (varón > 36 ml/kg y mujer > 32 ml/kg). A2: Saturación arterial de oxígeno > 92%. Esplenomegalia. A3: Trombocitosis (plaquetas > 400 * 10 9/l). B1: Leucocitosis (leucocitos > 12 * 10 9/l). B2: Fosfatasa alcalina granulocítica elevada (en ausencia de fiebre o infección). B3: Vitamina B12 sérica > 900 pg/ml o CCLB12 sérica > 2.200 pg/ml. * Diagnóstico con las siguientes combinaciones: A1+ A2+ A3 o A1+ A2*+ 2 criterios B. PVSG: Grupo de estudio de policitemia vera.
  • 5. pronóstico es similar a la policitemia vera, con super- vivencia prolongada. Metaplasia mieloide con mielofibrosis (MMMF) Es el SMPC menos frecuente, caracterizado por mieloproliferación y fibrosis gradual de la médula ósea, con hematopoyesis extramedular. Existe una expan- sión primaria clonal de una célula hematopoyética y una mielofibrosis secundaria que se deben a alteracio- nes del estroma y una producción excesiva de facto- res de crecimiento hematopoyético, fibrogénicos y angiogénicos, por parte de las células hematopoyéti- cas. La sintomatología suele ser de inicio insidioso y se relaciona con la presencia de esplenomegalia y las consecuencias de la anemia u otras citopenias. Es rara la presentación como MMMF oculta por hemato- poyesis extramedular en pulmón, gastrointestinal, sis- tema nervioso o genitourinario. El diagnóstico se realiza en función de los hallazgos clínicos y la presencia de fibrosis en la biopsia medu- lar. Conlleva el peor pronóstico tras LMC. Síndromes linfoproliferativos crónicos de expresión leucémica Leucemia linfática crónica (LLC) Es la leucemia más frecuente en los países occi- dentales. Su prevalencia elevada se debe a dos facto- res fundamentales. Por un lado, la edad media de pre- sentación es 3 de 65 años, con aumento de incidencia progresivo, que varía de 12,8 a 34,5 por 100.000 habitantes, hasta los 85 años, según datos estadouni- denses; con el crecimiento de la población anciana aumentará del número de casos. Por otro lado, la supervivencia es alta (5). Generalmente es una neoplasia de linfocitos B acti- vados, siendo el fenotipo de células T raro. La célula B típica de la LLC tiene tinción positiva con anticuerpos a CD5, que normalmente son antígenos de células T, lo que ha llevado a pensar que la célula maligna es un estadio intermedio de la diferenciación de la célula B, aunque su origen exacto es desconocido. Los linfoci- tos en LLC presentan inmunoglobulinas de superficie en número inferior a los linfocitos normales. Además, la reducción marcada de la producción normal de anti- cuerpos, manifestada como hipogammaglobulinemia global, provoca gran incidencia de infecciones. Por otro lado, existe un incremento paradójico de compli- caciones autoinmunes, incluyendo anemias hemolíti- cas. La etiología también es desconocida, aunque existen datos que apoyan una base genética (4). En su presentación clínica puede existir una amplia variedad de síntomas y signos. Es asintomática hasta en un 25% de pacientes, mientras que otros pueden sufrir distintos grados de «síntomas B», como debili- dad, pérdida de peso y fiebre. En los ancianos, la manifestación inicial puede ser exacerbación de pato- logía coronaria o enfermedad cerebrovascular. En la exploración aparecen linfadenopatías, sobre todo en regiones cervical, axilar y supraclavicular, mientras que las inguinales son raras. La esplenomegalia se encuentra en un 50% de pacientes en la presentación de la enfermedad, y la hepatomegalia se puede desa- rrollar con la progresión del cuadro. El curso de la enfermedad también es variable. En algunos pacien- tes, la enfermedad permanece estable sin causar mor- bilidad significativa, con una expectativa de vida simi- lar a la población normal para su edad. En otros pacientes, sin embargo, puede asociarse con morbili- dad importante y causar la muerte en 2 ó 3 años tras el diagnóstico. Los pacientes con LLC tienen una mayor incidencia de neoplasias secundarias que la población general. Las infecciones y complicaciones hemorrágicas son las causas más frecuentes de muerte. El diagnóstico requiere la demostración de linfocito- sis mantenida y de infiltración linfocítica de la médula ósea en ausencia de otras causas. Los linfocitos son de pequeño tamaño, con cromatina condensada en grumos y escaso citoplasma, rompiéndose con facili- dad al efectuar las extensiones de sangre periférica, dando lugar a las típicas «sombras de Grumprecht». Tanto el diagnóstico como el estadiaje se guían por dos clasificaciones, que se han combinado (tabla 4). El tratamiento generalmente está orientado al con- trol de la enfermedad. No se inicia tratamiento hasta que las citopenias son marcadas o se desarrollan lin- 671 Situaciones clínicas más relevantes. Neoplasias hematológicas Tabla 4. Sistemas de estadiaje en la leucemia linfática crónica (LLC) Rai Binet Supervivencia (años) Linfocitosis 0 A 8-10 Linfadenopatías I B I 5-6 Hepato/esplenomegalia II B II 5-6 Anemia III C 2,5 Trombocitopenia IV C 2,5
  • 6. fadenopatías u organomegalias sintomáticas. En general se inicia con un agente alquilante. El más utili- zado es Clorambucil, a dosis bajas diarias o en forma de pulsos, durante dos a cuatro semanas. La combi- nación con prednisona no ha mejorado los resultados. Los análogos de las purinas, como fludarabina, son agentes activos frente a LLC. Su mecanismo de acción es complejo, incluyendo inducción de apopto- sis. Produce un alto porcentaje de remisiones comple- tas y una respuesta mayor que clorambucilo, aunque sin mejoría de la supervivencia total debido a que está asociado a aumento de toxicidad, especialmente en pacientes ancianos, con insuficiencia renal. Los anti- cuerpos monoclonales recombinantes han demostra- do actividad frente a la enfermedad, siendo especial- mente útiles en la enfermedad mínima residual. El Interferón α también produce respuesta, a pesar de no ser completa, en pacientes en estadio temprano, que no han recibido tratamiento previo. La terapia de soporte es muy importante debido al gran número de fenómenos clínicos asociados, como los autoinmu- nes, que requieren tratamiento con esteroides, solos o en combinación con terapia citotóxica. El G-CSF se debe considerar en las neutropenias severas. También ha demostrado beneficio sobre la anemia, el empleo de Eritropoyetina recombinante humana. De todos modos, dado que lLLC no es una enfermedad cura- ble, es más importante el mantenimiento de la calidad de vida y la terapia paliativa (5). Gammapatías monoclonales Constituyen un grupo de trastornos caracterizados por la proliferación clonal de células plasmáticas que producen una proteína homogénea de carácter mono- clonal, identificado como componente M. Mieloma múltiple (MM) Es una neoplasia frecuente, representando el 10% de las neoplasias hematológicas, y el 1% de todas las neoplasias. Su incidencia también se incrementa con la edad, pasando de un 2 por 100.000 por debajo de los 50 años, a un 20-25 por 100.000 en la década de los 70 años. La edad media al diagnóstico se sitúa por encima de los 60 años. La etiología es desconocida, aunque se han identificado factores tanto genéticos como ambientales. El MM puede seguirse de una gammapatía monoclonal de significado incierto (GMI), desarrollándose MM hasta en un 16% de los pacien- tes en los estudios de seguimiento (6). La célula de ori- gen también es desconocida. Las células plasmáticas tienen, por sí mismas, bajo potencial proliferativo, de modo que la transformación maligna ocurre en un estadio más temprano. Las alteraciones cariotípicas son frecuentes, produciéndose hasta en un 30 a 50% de los pacientes. Las manifestaciones clínicas se producen por la combinación de distintos factores que incluyen la pro- liferación del clon de células malignas, la elaboración de citoquinas por las células plasmáticas malignas y el acúmulo de componente M en el plasma y los tejidos. El síntoma más frecuente es el dolor óseo, de locali- zación preferentemente en columna vertebral y parrilla costal, de características mecánicas y aumentando gradualmente de intensidad. Cuando el dolor es súbi- to indica colapso vertebral o fractura espontánea. Los síntomas y signos sistémicos incluyen palidez, debili- dad, astenia, disnea y palpitaciones, la mayoría provo- cados por la anemia. Los signos de trombocitopenia, como equimosis, púrpura o epistaxis también son comunes. Las infecciones aparecen como conse- cuencia de la neutropenia y déficit de inmunoglobuli- nas, siendo frecuentes las localizaciones respiratoria y urinaria y constituyendo la causa más frecuente tanto de morbilidad como de mortalidad. La enfermedad renal también es frecuente. La mayoría de los pacien- tes presentan proteinuria de cadenas ligeras, que pre- cipitan en los túbulos renales, dando lugar al denomi- nado riñón del mieloma. La hipercalcemia es frecuente en los pacientes con lesiones óseas destructivas, pudiendo provocar anorexia, náuseas, vómitos, poliu- ria, polidipsia, estreñimiento y deshidratación. En los pacientes ancianos puede producir mareo, confusión y coma. La hiperviscosidad y las complicaciones de la infiltración amiloide son más raras. En la mitad de los casos la proteína monoclonal es IgG, en un 20% IgA y en un 12% IgM, mientras que en un 10% de los pacientes se producen sólo cadenas ligeras. El estudio cualitativo de las inmunoglobulinas mediante inmunoelectroforesis es imprescindible para identificar la clase que se produce en exceso y confir- mar el carácter monoclonal. La supervivencia media tras el diagnóstico es de 30 meses. El sistema clínico de estadiaje de Durie y Salo- 672 TRATADO deGERIATRÍA para residentes Tabla 5. Criterios diagnósticos de MM Criterios mayores: > 30% células plasmáticas en médula ósea. Componente M: IgG > 3,5 g/dl, IgA > 2g/dl, proteína Bence-Jones > 1g/24 horas. Criterios menores: 10-30% células plasmáticas en médula ósea. Componente M con límites menores de los mencionados previamente. Lesiones óseas líticas. Descenso de los niveles normales de inmunoglobulinas. MM: Mieloma múltiple.
  • 7. mon, que se basa en la correlación entre presentación clínica y carga celular del mieloma, incluye datos analí- ticos, como los niveles de hemoglobina y calcio, nive- les componente M y grado de lesión ósea, dividiendo a los pacientes en tres grupos con diferente expectati- va de vida. Se han añadido otros factores pronósticos más recientes, como son los niveles de beta–2-micro- globulina y el índice de proliferación celular, que reflejan el grado de proliferación de las células plasmáticas. La combinación de estos dos últimos parámetros permite dividir a los pacientes en dos grupos pronósticos: pronóstico favorable (supervivencia > 6 años), en el que los valores son bajos, y pronóstico desfavorable (supervivencia < 2 años), con niveles altos (7). La mayoría de los pacientes con MM presentan datos de enfermedad activa al diagnóstico, por lo que requieren tratamiento citostático. Sin embargo, los pacientes con mieloma quiescente o GMI deben con- trolarse sin tratamiento hasta que existan signos de progresión. La combinación clásica de melfalán y prednisona (MP) es todavía el tratamiento estándar en la mayoría de los pacientes. Si existe trombocitopenia o insuficiencia renal es mejor emplear Ciclofosfamida en lugar de melfalán. Las pautas poliquimioterápicas suelen obtener mayor número de respuestas, pero no han demostrado aumento de supervivencia. El inter- ferón α también ha sido estudiado como monoterapia, pero parece menos efectivo que la quimioterapia con- vencional. Sin embargo, se ha observado in vitro efecto sinér- gico con agentes citostáticos. La terapia inmunomo- duladora probablemente es más efectiva cuando exis- te enfermedad mínima residual, observándose que, como terapia de mantenimiento tras MP, se asocia con respuesta prolongada, aunque sin aumento de supervivencia. La eritropoyetina recombinante huma- na ha demostrado ser efectiva en la anemia asociada a MM. Asimismo, el G-CSF se utiliza para acortar el período de neutropenia tras quimioterapia, pero tam- bién se ha comprobado su efectividad en inducir recu- peración hematopoyética, movilizando las clonas celu- lares en la sangre periférica (7). Linfomas Son neoplasias del sistema linfoide que asientan preferentemente en los ganglios linfáticos e incluyen Enfermedad de Hodgkin y Linfomas no Hodgkin. Constituyen la cuarta neoplasia más frecuente en ambos sexos y, en general, la mayoría ocurren en pacientes mayores de 60 años. Existen distintas enti- dades caracterizadas por diferentes patrones de extensión, comportamiento clínico y origen celular. Normalmente, la clasificación de los linfomas se reali- za de acuerdo con la Working Formulation y el esta- diaje según el sistema de Ann Arbor (tabla 6). Linfomas no Hodgkin (LNH) En las últimas décadas se ha producido un cons- tante incremento en la incidencia de la enfermedad en los países occidentales, particularmente entre la población anciana. No existe una etiología clara, aun- que se han identificado factores de riesgo. Entre ellos, el principal es la inmunodeficiencia, adquirida, iatrogé- nica o genética. Los factores ambientales también están implicados, asociándose varios virus, como el virus de Epstein-Barr (EBV) con el linfoma de Burkitt en África, el virus de leucemia de células T humano (HTLV-1) con la leucemia-linfoma T del adulto y el virus de la hepatitis C (VHC) ligado a varios linfomas de células B. Las infecciones bacterianas también están implicadas, como el Helicobacter pylori asociada a lin- foma gástrico. Las anomalías cromosómicas se dan con frecuencia en los pacientes con linfoma. Las translocaciones entre cromosomas 14 y 18 son las más frecuentes en los LNH. La clasificación de los linfomas no Hodgkin puede ser confusa debido a la diversidad morfológica. La Working Formulation (WF) es una clasificación patoló- gica fácil de entender por los clínicos y muy útil para resolver controversias y predecir supervivencia y cura- ción de diferentes tipos de LNH. No obstante, los avances en citogenética y genética molecular han favorecido una mejor definición de las neoplasias lin- foides, teniendo en cuenta nuevas entidades clínico- patológicas de significación pronóstica específica. El International Lymphoma Study Group (ILSG) incluyó la revisión de las nuevas entidades, proponiendo una nueva clasificación (también llamada REAL) que inclu- ye linfomas ganglionares y extraganglionares. Otras 673 Situaciones clínicas más relevantes. Neoplasias hematológicas Tabla 6. Sistema de estadiaje Ann Arbor de los linfomas I. Afectación de una sola región ganglionar. IE. Afectación de un solo órgano o región extralinfática. II. Afectación de dos o más regiones ganglionares situadas a un mismo lado del diafragma. IIE. Afectación de una o más regiones a un lado del diafragma y de un territorio extralinfático por contigüidad. III. Afectación de regiones ganglionares situadas a ambos lados del diafragma. IIIS. Igual que III, pero con afectación del bazo. IIIE. Igual que III, pero con afectación extralinfática por contigüidad. IV. Afectación difusa o diseminada de uno o más órganos o tejidos extralinfáticos con participación de los ganglios linfáticos o sin ella.
  • 8. clasificaciones están basadas en parámetros clínicos combinados con índices pronósticos. El interés de una correcta clasificación se centra, sobre todo, en el pronóstico, de modo que muchos clínicos prefieren la división en linfomas poco agresivos, con curso indo- lente, que normalmente se presentan con pocos sín- tomas, pero enfermedad diseminada, y linfomas agre- sivos, que se presentan como enfermedad localizada, pero que pueden curarse con quimioterapia, incluso en estadios avanzados (9). Los pocos estudios que han comparado las carac- terísticas en pacientes jóvenes y ancianos con LNH no han encontrado diferencias sustanciales en estos grupos de población. La cuantificación de los tipos histológicos de LNH en ancianos es difícil debido a las dificultades en la clasificación y por la falta de concor- dancia entre los mencionados sistemas. Ya que los ancianos se excluyen frecuentemente de los ensayos clínicos, los datos patológicos de LNH son fragmenta- dos y, normalmente, se refieren a una clasificación, sin mencionar los términos equivalentes en la WF. A pesar de ello, en las distintas series se ha documentado que en los ancianos, las formas más frecuentes son los lin- fomas «difuso de células grandes», «células grandes» o « inmunoblástico». En las series de casos revisadas se comprueba que es más frecuente la presentación extraganglionar, siendo el tracto gastrointestinal la localización más afecta. La investigación de factores clínicos relevantes para el pronóstico ha generado varios índices pronósticos. El más utilizado es el Internacional Prognostic Index (IPI) que se desarrolló para predecir resultados en pacientes con LNH agresivos tratados con combina- ciones de regímenes quimioterápicos que incluían antraciclina. Se encontraron cinco características que tenían efecto similar e independiente en la superviven- cia: edad, niveles séricos de LDH, «Performance Sta- tus», estadio anatómico y el número de lugares extra- ganglionares afectos. A pesar de que el citado sistema se diseñó para pacientes menores de 60 años, es apli- cable también a los ancianos, teniendo en cuenta úni- camente los factores clínicos, LDH y estado funcional. Sin embargo, la relevancia de la medida funcional en los ancianos ha sido poco estudiada, a pesar de reco- nocerse el papel de la Valoración Geriátrica Integral (VGI) que ha probado utilidad en predecir mortalidad y discapacidad en enfermos ancianos en distintos nive- les asistenciales. Existen también factores pronósticos celulares y moleculares, como la sobreexpresión de proteína bcl2 y p53, que han demostrado pronóstico desfavorable en supervivencia libre de enfermedad y supervivencia total. Linfomas de bajo grado Suponen de un 20 a un 40% del total de linfomas no Hodgkin. Los principales representantes son: linfo- ma linfocítico de células pequeñas, folicular con pre- dominio de células hendidas pequeñas y folicular mixto. Típicamente presentan un curso insidioso, indolente, con linfadenopatías progresivas o con citopenias, hepa- toesplenomegalia, compresión de estructuras, como uréteres, venas o conductos biliares. Normalmente no tienen síntomas B. La evaluación del estadio no es tan importante como en los linfomas agresivos o la enfermedad de Hodgkin, ya que la mayoría de los pacientes presentan enfermedad avanzada (estadios III o IV), por lo que no se realiza laparotomía para el estadiaje. Los objetivos del tratamiento son generalmente paliativos. Los pacientes con estadio limitado de la enfermedad pueden beneficiarse de tratamiento cura- tivo con radioterapia. En la mayoría de los pacientes, que tienen enfermedad avanzada (estadios III/IV o estadio I/II con síntomas B), el manejo viene determi- nado por la severidad de los síntomas y el grado de compromiso de los órganos afectos. Tradicionalmen- te, los pacientes asintomáticos con recuentos celula- res normales sin compromiso de órganos ni masas pueden observarse hasta que la enfermedad se haga sintomática o desarrollen compromiso clínico. Los problemas locales se pueden tratar con radioterapia, mientras que los sistémicos requieren quimioterapia. Su elección depende de la urgencia que se requiera en la respuesta. El clorambucilo o ciclofosfamida, con o sin un curso breve de prednisona, constituyen la mejor opción de tratamiento, siendo bien tolerados. El principal problema es la supresión medular por las dosis elevadas empleadas, debiéndose evitar el uso prolongado de prednisona. Si se requiere una res- puesta rápida, se puede elegir tratamiento intravenoso con ciclofosfamida, vincristina y prednisona (CVP), aunque la tolerancia es peor, produciendo neuropatía o miopatía secundaria a la prednisona. Fludarabina es un agente de segunda línea que puede emplearse en los pacientes con linfomas. En los ancianos no causa toxicidad aguda, pero las neutropenias predisponen a infecciones, por lo que debe utilizarse con precau- ción (8). La supervivencia en los estadios avanzados es de 5 a 7 años. El pronóstico es peor que en los pacientes jóvenes. De todos modos, el curso de la enfermedad suele ser indolente, a no ser que se produzcan trans- formación en un linfoma de intermedio o alto grado, donde el tratamiento de intervención suele ser combi- nación de quimioterapia. Linfomas agresivos Se incluyen el linfoma folicular con predominio de células grandes, difuso de células hendidas o no hen- didas, difuso mixto e inmunoblástico. Suponen aproxi- madamente el 40% del total de linfomas. La presenta- ción clínica más frecuente son las adenopatías 674 TRATADO deGERIATRÍA para residentes
  • 9. difusas, siendo muy rara la afectación de la médula ósea. Cuando ésta afecta la médula ósea existe una correlación elevada con la afectación del sistema ner- vioso central, confiriendo mal pronóstico. Es frecuente el origen extraganglionar, fundamentalmente el tracto gastrointestinal. Predominantemente son linfomas de células B, aunque un 20% pueden ser células con inmunofenotipo T, aunque con idéntico comporta- miento. Tienen respuesta a quimioterapia, y un tanto por ciento elevado de pacientes se puede curar. Los regí- menes con antraciclinas son los más empleados. En los estadios tempranos (I o IIA) en pacientes ancianos se puede emplear quimioterapia, con tres ciclos de CHOP (ciclofosfamida, adriamicina, vincristina y pred- nisona) seguidos de radioterapia de la región afecta, obteniendo buenos resultados, ya que se tolera bien la quimioterapia. En pacientes frágiles o con enfermeda- des intercurrentes, se puede emplear radioterapia ais- lada, proporcionando también excelentes resultados en control de la enfermedad. En los estadios avanza- dos (II/IV) y en los linfomas muy agresivos, el trata- miento estándar, para pacientes de todas las edades, son ocho cursos de quimioterapia tipo CHOP, demos- trando en estudios aleatorizados, ventaja frente a otros regímenes terapéuticos. Las dosis utilizadas en quimioterapia se han estudiado específicamente en la población anciana, dada la mayor susceptibilidad de toxicidad. Se ha demostrado que las dosis utilizadas son tan importantes en los ancianos como en los jóve- nes, con implicaciones pronósticas. No obstante, hay que tener en cuenta la comorbilidad, ya que se ha documentado que al menos un 20% de los pacientes mayores de 70 años tienen otra enfermedad impor- tante que compromete la vida, no siendo factible el tratamiento curativo. En casos seleccionados puede emplearse con intención paliativa ciclofosfamida o radioterapia (8). La inmunoterapia con el anticuerpo monoclonal rituximab (anti-CD-20) también se ha estudiado en los ancianos. Se ha demostrado en pacientes con linfomas B agresivos, tratados con combinación CHOP más rituximab, frente a CHOP, mejoría en inducción de respuesta completa, menores recaídas y mayor supervivencia. La profilaxis primaria con factores de crecimiento (G-CSF) ha demostrado efectividad minimizando la incidencia, severidad y duración de neutropenia en los ancianos con LNH, ayudando a mantener las dosis adecuadas del esque- ma terapéutico elegido (9). No obstante, el factor pronóstico más importante en los LNH es la edad. En el grupo de 65 a 85 años, sin contraindicación para tratamiento, tienen una pro- babilidad del 35% al 45% de supervivencia libre de enfermedad a los cuatro años. Linfoma Hodgkin (LH) La incidencia de la enfermedad sigue una distribu- ción bimodal, con un primer pico entre los 15 y 30 años y un segundo pico después de los 50 años. El diagnóstico depende del hallazgo histológico de la célula de Reed-Stenberg, que es una célula de gran tamaño dotada de dos o más nucleolos. Histológica- mente se divide en cuatro subtipos: predominio lin- focítico, celularidad mixta, depleción linfocítica y esclerosis nodular. Aunque el patrón histológico más frecuente en todos los grupos de edad es la esclero- sis nodular, en los estudios realizados en ancianos se observa un aumento del patrón celularidad mixta. Esta división tiene implicaciones pronósticas, ya que los tipos predominio linfocítico y esclerosis nodular tienen mejor pronóstico. La etiología es desconocida. Sin embargo, en estudios epidemiológicos, el EBV y otros virus oncogénicos se han relacionado con la enfermedad. Los pacientes con inmunodeficiencia y enfermedades autoinmunes también tienen mayor riesgo. Se ha sugerido que la etiología sería distinta en los dos picos de edad, implicándose la etiología viral en los jóvenes, mientras que en los ancianos es más una neoplasia convencional. Existen, además, características diferenciales con los pacientes jóvenes. La presentación de la enferme- dad en los ancianos es diferente, debido a la frecuen- cia de síntomas B y el estadio más avanzado de la enfermedad al diagnóstico, así como la diferente dis- tribución de los subtipos histológicos, afectando estas diferencias a la supervivencia. Los pacientes ancianos tienen de forma más frecuente síntomas sistémicos y enfermedad abdominal. La presentación inicial son adenopatías, en general localizadas en un solo territo- rio ganglionar. Las regiones más afectas son la supra- clavicular, axilar e inguinal, siendo en más del 70% de los casos palpables. Un tercio de los pacientes de- sarrollan síntomas B, con fiebre, sudoración y pérdida de peso mayor del 10% del peso corporal. Otros sín- tomas como fatiga, debilidad y prurito, a pesar de ser comunes, no se consideran síntomas B. La presencia de síntomas B tiene implicaciones pronósticas adver- sas. Además, se producen otros síntomas provoca- dos por la sustitución del tejido linfoide por la neopla- sia, contribuyendo a inmunodeficiencia e infecciones. La afectación de la médula ósea también es más fre- cuente en pacientes ancianos y en las formas avanza- das, con síntomas B e histologías desfavorables. La masa tumoral puede provocar compromiso de órga- nos vitales, invadiéndolos y produciendo incluso la muerte. El diagnóstico se realiza por biopsia. En la enferme- dad de Hodgkin es extremadamente importante el estadiaje clínico para determinar el tratamiento a apli- car. El procedimiento usual para establecer el estadio abarca el siguiente proceso. En primer lugar, una 675 Situaciones clínicas más relevantes. Neoplasias hematológicas
  • 10. anamnesis completa, interrogando específicamente sobre síntomas B estableciendo si el paciente perte- nece a la categoría A o B. La exploración física debe ser meticulosa, con especial atención en todos los territorios ganglionares periféricos. Las pruebas de laboratorio incluyen bioquímica con función hepática y renal, niveles de ácido úrico y LDH y hemograma com- pleto con VSG. La tomografía computarizada (CT) debe incluir pulmón, abdomen y pelvis. El escáner con Galio 67 es también una exploración útil, tanto en el diagnóstico inicial como en el seguimiento, ya que puede valorar imágenes residuales detectadas por CT después del tratamiento y cuya naturaleza no está clara. La linfografía en la evaluación de ganglios periaórticos e iliacos es mejor que el CT para detectar el tamaño de los ganglios linfáticos involucrados. Y en casos en los que el estadio clínico puede cambiar la modalidad del tratamiento, laparotomía (algunas veces incluyendo esplenectomía) con biopsias de hígado y ganglios. La biopsia de la médula ósea se realiza si se va a cambiar tratamiento. Los pacientes ancianos, en los que normalmente la enfermedad se manifiesta en un estadio avanzado, no se benefician de esta última intervención. El linfoma Hodgkin es una neoplasia con tratamien- to curativo, por lo que ésta debería ser la intención en todos los casos posibles. La modalidad de tratamiento elegida depende del estadio de la enfermedad. Cuan- do la enfermedad está localizada (estadios IA, IIA, IB, IIB) se trata con radioterapia, pudiendo ir o no precedi- da por ciclo breve de quimioterapia. Los estadios más avanzados requieren combinación con quimioterapia. Existen distintos esquemas de tratamiento, el primero desarrollado, MOPP (mecloretamina, vincristina, pro- carbazina, prednisona) demostró supervivencia prolon- gada libre de enfermedad, pero presenta numerosas complicaciones. El régimen ABVD (adriamicina, bleo- micina, vinblastina, dexametasona) ha demostrado ser incluso más efectivo, con menos toxicidad, por lo que se recomienda, junto con radioterapia cuando existen masas mayores de 10 centímetros, en aquellos pacien- tes que pueden tolerar el tratamiento con intención curativa (8). Los regímenes híbridos MOPP/ABVD tam- bién han demostrado más efectividad que el MOPP solo. Se han usado distintos regímenes en pacientes ancianos, omitiendo o reduciendo dosis de fármacos específicos componentes del esquema ABVD y otros similares, reduciendo de este modo la toxicidad, pero presentando también menor respuesta. Los pacientes frágiles o extremadamente ancianos pueden recibir tra- tamiento paliativo con vinblastina o radioterapia. Los pacientes que presentan una recaída después de radioterapia curativa deben tratarse con quimioterapia, presentando alta probabilidad de respuesta a trata- miento. Los pacientes que recaen, con enfermedad localizada después de quimioterapia, deben tratarse con radioterapia de rescate. En el caso de los pacien- tes que presentan recaída, en los 12 meses de inicio de tratamiento, se puede emplear quimioterapia de rescate, pero existen pocas evidencias en los pacien- tes ancianos. Existen varios estudios que han evaluado los facto- res pronósticos asociados a supervivencia. La edad ha sido uno de los factores asociados a peor pronós- tico. Sin embargo, estos estudios se deben interpretar con cautela por la falta de homogeneidad e intensidad del tratamiento y en los procedimientos de estadiaje empleados. Además, cuando se emplean tanto esta- diaje adecuado como dosis terapéuticas similares, los resultados no son tan diferentes a los pacientes jóve- nes. Otros factores que influyen en el pronóstico son la masa tumoral, los niveles de LDH y la afectación diseminada. Valoración geriátrica integral (VGI) en ancianos con cáncer La VGI es un proceso diagnóstico multidimensional dirigido a determinar en ancianos frágiles las capacida- des y limitaciones médicas, funcionales, mentales y sociales, con el objetivo de desarrollar un plan de inter- vención integral (ver también capítulo 4). Estos aspec- tos, evaluados en la VGI, afectan a la supervivencia de los pacientes ancianos y/o con enfermedad neoplási- ca, con incremento del riesgo de mortalidad. La eva- luación del «Performance Status» (PS) con el índice de Karnofsky o el sistema Eastern Co-operative Oncology Group (ECOG) tiene una utilidad limitada en los pacien- tes ancianos. En este grupo de población, las escalas que miden actividades basales de la vida diaria (ABVD) y actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD) son más sensibles, ya que miden otros aspectos como la independencia para usar transporte, teléfono o mane- jo de la medicación, que son importantes para la adhe- rencia al diagnóstico y tratamiento. A pesar de ser un instrumento fundamental en la práctica geriátrica, su utilización en oncología no se ha desarrollado. El Italian Group of Geriatric Oncology (GIOGer) comprobó la efi- cacia de VGI en los pacientes ancianos con cáncer, demostrando recogida de información homogénea en comorbilidad y discapacidad, que permitía reconocer a los pacientes con mayor riesgo de desarrollar compli- caciones por el tratamiento, haciendo posible un manejo óptimo e individualizado en pacientes tumora- les (10). Se benefician de forma fundamental de esta intervención los ancianos frágiles, definidos como aquellos que mantienen la homeostasis en condiciones no estresantes, pero con mayor riesgo de desarrollar complicaciones como toxicidad relacionada con trata- miento y pérdida de función. A nivel práctico se consi- deran ancianos frágiles aquellos con edad superior a 85 años, dependientes en una o más ABVD y la pre- sencia de tres o más enfermedades asociadas o sín- dromes geriátricos. La introducción sistemática de la 676 TRATADO deGERIATRÍA para residentes
  • 11. VGI permite una clasificación fisiológica de los pacien- tes que deja desarrollar diferentes estrategias terapéu- ticas de forma individualizada. En los pacientes con cáncer es importante en la evaluación de la expectati- va de vida, la identificación de ancianos frágiles y la predicción de tolerancia a tratamiento antineoplásico. Conclusiones El manejo de los pacientes ancianos con neoplasias hematológicas requiere estrategias terapéuticas específicas. Es fundamental la VGI para elegir la deci- sión terapéutica y el posterior seguimiento en cada paciente. Además, hay que tener presente que, en geriatría es más importante el mantenimiento de la función y calidad de vida, ya que debido a la comorbi- lidad, los pacientes a menudo pueden fallecer por otra enfermedad. Bibliografía 1. Extreman M. Acute leukemia in the elderly. Clin Geriatr Med 1997; 13 (2): 227-44. 2. Cortes J. Natural history and staging of chronic myelo- genous leukemia. Hematol/Oncol Clin North Am 2004; 18: 569-84. 3. Van Genderen PJ, Troost MM. Polycythaemia vera and essential trhrombocythaemia in the elderly. Drugs Aging 2000; 17 (2): 107-19. 4. Rozman C, Montserrat E. Chronic lymphocytic leuke- mia. N Eng J Med 1995; 333: 1052-7. 5. Rai KR. Chronic lymphocytic leukemia in the elderly popu- lation. Clin Geriatr Med 1997; 13 (2): 245-9. 6. Bataille R, Harousseau JL. Multiple Myeloma. N Eng J Med 1995; 336: 1657-64. 7. Ossenkoppele GJ. Treatment of multiple myeloma in elderly patients. New developments. Drugs Aging 1997; 11 (2): 152-64. 8. O’Reilly SE, Connors JM, Macpherson N, Klasa R, Hos- kins P. Malignant lymphomas in the elderly. Clin Geriatr Med 1997; 13 (2): 251-63. 9. Fratino L, Bernardi D. European experiences on aggressive non-Hodgkin’s lymphoma in elderly patients. Crit Rev Oncol/Hematol 2004; 51: 229-40. 10. Zagonel V. Importance of a comprehensive geriatric assessment in older cancer patients. Eur J Cancer 2001; 37 (S7): S229-S33. Lectura recomendada Gautier M, Bengtson EM, Liebers EM, Cohen HJ. Hemato- logic Malignancies. En: Cassel CK, Leipzing RM, Cohen HJ, Larson EB, Meier DE, editors. Geriatric Medicine. An eviden- ce-based approach 4th Edition. New York: Springer-Verlang; 2003. p. 487-506. Gilleece MH. Aging and the blood. En: Tallis RC, Fillit HM, editores. Brocklehurst’s Textbook of Geriatric Medicine and Gerontology. 6th Edition. Churchill Livingstone; 2003. p. 1242-68. Zagonel V, Monfardini S, Tirelli U, Carbone A, Pinto A. Mana- gement of hematologic malignancies in the elderly: 15-year experience at the Aviano Cancer Center, Italy. Crit Rev Oncol/Hematol 2001; 39: 289-305. Westin EH, Longo DL. Lymphoma and Myeloma in older patients. Semin Oncol 2004; 31: 198-205. Maartense F, Kluin-Nelemans HC, Noordijk EM. Non-Hodg- kin’s lymphoma in the elderly. A review with emphasis on elderly patients, geriatric assessment, and future perspecti- ves. An Hematol 2003; 82: 661-70. 677 Situaciones clínicas más relevantes. Neoplasias hematológicas