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Hazañas de Gedeón


       Gedeón, para aquellos que no se han interesado demasiado por conocer su
vida, era hijo de Joás, de la tribu de Manases. En sus días, Israel había
abandonado a Dios y estaba en una débil condición, atemorizado por los ladrones
madianitas, que saqueaban el país y hacían la vida, allí, intolerable. A veces, en
tiempo de aflicción, Israel, se arrepentía y clamaban al Señor. ¿Puede
simbólicamente su espíritu estar latente hoy, en el seno de la Iglesia, tal como lo
estuvo el de Elías en la persona de Juan el Bautista? La Escritura nos va a dejar en
evidencia que sí. Y al final de este estudio, usted podrá evaluar si usted lo tiene o
si está en oposición a él.
       “Y cuando los hijos de Israel clamaron a Jehová, a causa de los madianitas,
Jehová envió a los hijos de Israel un varón profeta, el cual les dijo: así ha dicho
Jehová Dios de Israel: yo os hice salir de Egipto, y os saqué de la casa de
servidumbre. Os libré de mano de los egipcios, y de mano de todos los que os
afligieron, a los cuales eché de delante de vosotros, y os di su tierra; y os dije: Yo
soy Jehová vuestro Dios: no temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra
habitáis; pero no habéis obedecido mi voz” (Jueces 6: 7-10).
       Esto deja en evidencia algunos aspectos muy claros. Hasta en los pueblos
más duros se levanta el clamor a Dios cuando llega el tiempo de la tribulación. Lo
mismo sucede con la vida individual de las personas. Ese varón profeta de este
texto, quizás sea el mismo que hoy Dios envía a su vida para decirle: “Mira un
poco atrás, mira de donde te saqué, recuerda y reacciona”. Todos sabemos que,
estando EN Cristo, no tenemos por qué temer a los distintos “dioses” que el
mundo secular adora y que se presentan en nuestra contra, pero debemos tener
especial cuidado en este aspecto esencial: no dejar de oír la voz de NUESTRO
Dios.
       “Y vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra,
la cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el
lagar, para esconderlo de los madianitas. Y el ángel de Jehová se le apareció, y le
dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente” (Jueces 6: 11-12).
      Observe cómo se produce el llamado en este caso particular; se le aparece
un ángel para anunciarle que ha sido llamado al ministerio. No lo nombra una
junta de notables por causa de sus antecedentes teológicos. Es Dios a través de su
mensajero. ¿Y qué hace él? Lo mismo que muchos de nosotros hemos hecho
alguna vez: dar excusas. En parte, acusa a Dios de haber abandonado a su pueblo
y luego, como esto le parece demasiado irreverente, expresa su propia ineptitud
para la tarea. ¿Qué hace Dios? Le asegura que la presencia divina está con él y de
la certeza del éxito que tendrá. Para ello se le da una señal sobrenatural para
animarlo en la fe, cuando produce fuego sobre la roca donde Gedeón había
puesto su ofrenda y la consume. Entonces la pregunta que nos cabe hoy, es:
¿Necesitaremos también nosotros una señal sobrenatural para salir de nuestras
excusas ante Su llamado?
       La batalla contra los madianitas fue el acontecimiento sobresaliente de la
vida de Gedeón. El primer suceso que conduce a esa batalla es la destrucción por
parte de Gedeón del altar de Baal y la imagen de Asera, y la construcción de un
altar a Dios. Primera batalla visible: contra la idolatría producto de la religiosidad.
Esta no es idolatría mundana, impía y secular; es idolatría religiosa. ¿Ya no existe?
       “Y edificó allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-salom; (Jehová es
paz) el cual permanece hasta hoy en Ofra de los abiezeritas. Aconteció que la
misma noche le dijo Jehová: toma un toro del hato de tu padre, el segundo toro
de siete años, y derriba el altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la
imagen de Asera que está junto a él; y edifica altar a Jehová tu Dios en la cumbre
de este peñasco en lugar conveniente; y tomando el segundo toro, sacrifícalo en
holocausto con la madera de la imagen de Asera que habrás cortado. Entonces
Gedeón tomó diez hombres de sus siervos, e hizo como Jehová le dijo. Más
temiendo hacerlo de día, por la familia de su padre y por los hombres de la
ciudad, lo hizo de noche. Por la mañana, cuando los de la ciudad se levantaron, he
aquí que el altar de Baal estaba derribado, y cortada la imagen de Asera que
estaba junto a él, y el segundo toro había sido ofrecido en holocausto sobre el
altar edificado” (Jueces 6: 24-28).
      Vayamos por un momento al hoy. ¿Qué ocurriría si un moderno Gedeón
emprendiera una campaña contra los falsos dioses adorados por mucha gente
que no conoce a Cristo? ¿Qué sucedería si ese mismo hombre también
emprendiera una dura batalla en contra de los dioses que ha levantado la religión
por causa de la falta notoria de presencia de Dios en sus templos? Quizás lo que
se cuenta a continuación y que significa el segundo suceso que lleva a la batalla
contra los madianitas.
“Y se dijeron unos a otros: ¿Quién ha hecho esto? Y buscando e
inquiriendo, les dijeron: Gedeón hijo de Joás lo ha hecho. Entonces los hombres
de la ciudad dijeron a Joás: saca a tu hijo para que muera, porque ha derribado el
altar de Baal y ha cortado la imagen de Asera que estaba junto a él. Y Joás
respondió a todos los que estaban junto a él: ¿Contenderéis vosotros por Baal?
¿Defenderéis su causa? Cualquiera que contienda por él, que muera esta mañana.
Si es un dios, contienda por sí mismo con el que derribó su altar. Aquel día
Gedeón fue llamado Jerobaal, esto es: Contienda Baal contra él, por cuanto
derribó su altar” (Jueces 6: 29-32).
        Después de reunirse los enemigos, Gedeón toca un cuerno y convoca a
Israel. Gedeón es animado dos veces y pasa por una prueba bastante severa antes
de atacar al enemigo. Luego está la que es quizás la anécdota más conocida de su
historia: cuando su fe es fortalecida por la señal del vellón.
      “Y Gedeón dijo a Dios: si has de salvar a Israel por mi mano, como has
dicho, he aquí yo pondré un vellón de lana en la era; y si el rocío estuviere en el
vellón solamente, quedando seca toda la otra tierra, entonces entenderé que
salvarás a Israel por mi mano como lo has dicho. Y aconteció así, pues cuando se
levantó de mañana, exprimió el vellón y sacó de él rocío, un tazón lleno de agua.
Más Gedeón dijo a Dios: no se encienda tu ira contra mí, si aún hablare esta vez:
solamente probaré ahora otra vez con el vellón. Te ruego que solamente el vellón
quede seco, y el rocío sobre la tierra. Y aquella noche lo hizo Dios así; sólo el
vellón quedó seco, y en toda la tierra hubo rocío” (Jueces 6: 36-40).
       No hay vueltas que darle. Aquí es donde su fe, indudablemente, fue
altamente fortalecida. Aunque luego, como se verá en la historia, esa misma fe
sería severamente probada por la reducción de su ejército, de la cantidad de
treinta y dos mil a solamente trescientos hombres.
      “Y Jehová dijo a Gedeón: el pueblo que está contigo es mucho para que yo
entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí,
diciendo: mi mano me ha salvado. Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo,
diciendo: quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de
Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil. Y
Jehová dijo a Gedeón: aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y allí te los
probaré; y del que yo te diga; vaya este contigo, irá contigo; más de cualquiera
que yo te diga: este no vaya contigo, el tal no irá” (Jueces 7: 2-8).
Entonces llevó el pueblo a las aguas; y Jehová dijo a Gedeón: cualquiera
que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquel pondrás aparte:
asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber. Y fue el
número de los que lamieron llevando el agua con la mano a su boca, trescientos
hombres; y todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber las
aguas. Entonces Jehová dijo a Gedeón: con estos trescientos hombres que
lamieron el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos: y váyanse
toda la demás gente cada uno a su lugar. Y habiendo tomado provisiones para el
pueblo, y sus trompetas, envió a todos los israelitas cada uno a su tienda, y retuvo
a aquellos trescientos hombres; y tenía el campamento de Madián abajo en el
valle.
       Lo que Dios temía, aquí, era a la vanidad guerrera de Israel, basada en el
poderío de un gran ejército. Él quería darles victoria pero que ellos no pudieron
siquiera pensar que el mérito les correspondía. En la prueba de las aguas, la figura
clave es el perro. En casi toda la Escritura, este animal es símbolo de pequeñez,
mansedumbre y humillación. Gente que bebiera como perros sin pensar en el qué
dirán, era lo que necesitaba Dios. Sin embargo, para animar a un aparentemente
dubitativo Gedeón, Dios le permitió una muy singular visita al campamento
enemigo.
       “Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y desciende al
campamento; porque yo lo he entregado en tus manos. Y si tienes temor de
descender, baja tú con Fura tu criado al campamento, y oirás lo que hablan; y
entonces tus manos se esforzarán, y descenderás al campamento. Y él descendió
con Fura su criado hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en
el campamento. Y los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban
tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran
innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud” (Jueces 7:
9-14).
      Cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando a un
compañero un sueño, diciendo: He aquí yo soñé un sueño: veía un pan de cebada
que rodaba hasta el campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal
manera que cayó, y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó. Y su compañero
respondió y dijo: esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás,
varón de Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el
campamento.
Que alguien que va a encarar una empresa importante para el Señor tenga
una visión o un sueño confirmándola, es importante y necesario, pero que el
sueño o la visión la tenga otro, le otorga un grado de credibilidad profética muy
superior. La victoria, entonces, era cuestión de fe y forma, pero con respecto al
modo…
      “Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, adoró; y
vuelto al campamento de Israel, dijo: levantaos, porque Jehová ha entregado el
campamento de Madián en vuestras manos. Y repartiendo los trescientos
hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y
cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los cántaros. Y les dijo: miradme a
mí, y haced como hago yo; he aquí que cuando yo llegue al extremo del
campamento, haréis vosotros como hago yo. Yo tocaré la trompeta, y todos los
que están conmigo; y vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de todo
el campamento, y diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón!” (Jueces 7: 15-18).
       Quiero consignar debidamente que la Trompeta es, a través de toda la
Escritura, símbolo del poder de Dios a partir de su palabra. Es su voz, incluso, dice
en un pasaje. También los cántaros.
      “Llegaron, pues Gedeón y los cien hombres que llevaba consigo, al extremo
del campamento, al principio de la guardia de la medianoche, cuando acababan
de renovar los centinelas; y tocaron las trompetas, y quebraron los cántaros que
llevaban en sus manos. Y los tres escuadrones tocaron las trompetas, y
quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las
trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de Gedeón! Y
se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento;
entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y huyendo” (Jueces 7: 19-21).
      Por favor; póngase una mano en el corazón y dígame. Racionalmente,
¿Puede existir una causa física por la cual trescientas trompetas, trescientos
cántaros rotos y trescientas antorchas encendidas pueden hacer huir
despavoridos a un ejército infinitamente superior?
       “Y los trescientos tocaban la trompeta; y Jehová puso la espada de cada
uno contra su compañero en todo el campamento. Y el ejército huyó hasta Bet-
sita, en dirección de Zerera, y hasta la frontera de Abel-Mehola en Tabat. Y
juntándose los de Israel, de Neptalí, de Aser y de todo Manasés, siguieron a los
madianitas. Gedeón también envió mensajeros por todo el monte de Efraín,
tomaron los vados de Bet-bara y del Jordán. Y tomaron a dos príncipes de los
madianitas, Oreb y Zeeb; y mataron a Oreb en la peña de Oreb, y a Zeeb lo
mataron en el lagar de Zeeb; y después que siguieron a los madianitas, trajeron
las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón al otro lado del río Jordán” (Jueces 7: 22-
25).
      El detalle singular de esta batalla es que, cuando comienzan a sonar las
trompetas de Gedeón, los madianitas en su campamento, empiezan a matarse
unos a otros entre ellos, sin que nada ni nadie pueda explicar la causa.
       “Pero los hombres de Efraín le dijeron: ¿Qué es esto que has hecho con
nosotros, no llamándonos cuando ibas a la guerra contra Madián? Y le
reconvinieron fuertemente. A los cuales él respondió: ¿Qué he hecho yo ahora
comparado con vosotros? ¿No es el rebusco de Efraín mejor que la vendimia de
Abiezer? Dios ha entregado en vuestras manos a Oreb y a Zeeb, príncipes de
Madián: ¿Y qué he podido yo hacer comparado con vosotros? Entonces el enojo
de ellos contra él se aplacó, luego que él habló esta palabra” (Jueces 8:1-3).
       Los hombres de Efraín no pudieron ver la obra de Dios detrás del triunfo de
Gedeón; sólo les preocupaba – por vanidad guerrera -, no haber formado parte
activa de ella.
      “Y vino Gedeón al Jordán, y pasó él y los trescientos hombres que traía
consigo, cansados, más todavía persiguiendo. Y dijo a los de Sucot: yo os ruego
que deis a la gente que me sigue algunos bocados de pan; porque están cansados,
y yo persigo a Zeba y a Zalmuna. Y los principales de Sucot respondieron: ¿Están
ya Zeba y Zalmuna en tu mano, para que demos pan a tu ejército? Y Gedeón dijo:
cuando Jehová haya entregado en mi mano a Zeba y a Zalmuna, yo trillaré vuestra
carne con espinos y abrojos del desierto. De allí subió a Peniel, y les dijo las
mismas palabras. Y los de Peniel le respondieron como habían respondido los de
Sucot. Y él habló también a los de Peniel, diciendo: cuando yo vuelva en paz,
derribaré esta torre” (Jueces 8:4-9).
       Creo que esto está decididamente claro. Tanto los de Sucot como los de
Peniel no deseaban arriesgarse ayudando a un ejército que no se sabía si era el
victorioso.
      “Y Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y con ellos su ejército como de
quince mil hombres, todos los que habían quedado de todo el ejército de los hijos
del oriente; pues habían caído ciento veinte mil hombres que sacaban espada”
(Jueces 8:10).
      Perdón hermano: ¿Usted está intentando decirme que trescientos hombres
no demasiado entrenados hicieron caer nada menos que a ciento veinte mil?
Mire; está en la Biblia y yo a la Biblia le creo, pero…dígame la verdad, ¿Usted no
cree que esto debe querer decir alguna otra cosa? ¡Es imposible! – Olvida algo:
Para Dios no hay nada imposible. – Sí, pero…– ¡Basta! Cuando colocamos la
palabra “pero” en algo relativo al evangelio, colocamos incredulidad.
       “Subiendo, pues, Gedeón por el camino de los que habitaban en tiendas al
oriente de Noba y de Hogbeha, atacó el campamento, porque el ejército no
estaba en guardia. Y huyendo Zeba y Zalmuna, él los siguió; y prendió a los dos
reyes de Madián, Zeba y Zalmuna, y llenó de espanto a todo el ejército. Entonces
Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla antes que el sol subiese, y tomó a un
joven de los hombres de Sucot, y le preguntó: y él le dio por escrito los nombres
de los principales y de los ancianos de Sucot, setenta y siete varones. Y entrando a
los hombres de Sucot, dijo: He aquí a Zeba y Zalmuna, y espinos y abrojos del
desierto, y castigó con ellos a los de Sucot. Asimismo derribó la torre de Peniel, y
mató a los de la ciudad” (Jueces 8:11-17).
       Ah, sí; a esta, no caben dudas que se la cobró Gedeón. Cuando tuvo un
resultado concreto para mostrar a Sucot y Peniel no sólo lo hizo sino que,
además, fue implacable en la revancha.
       “Luego dijo a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué aspectos tenían aquellos hombres
que matasteis en Tabor? Y ellos respondieron: cómo tú, así eran ellos, cada uno
parecía hijo de rey. Y él dijo: mis hermanos eran, hijos de mi madre. ¡Vive Jehová,
que si les hubierais conservado la vida, yo no os mataría! Y dijo a Meter su
primogénito: levántate y mátalos. Pero el joven no desenvainó su espada, porque
tenía temor, pues era aún muchacho. Entonces dijeron Zeba y Zalmuna: levántate
tú, y mátanos; porque como es el varón, tal es su valentía. Y Gedeón se levantó, y
mató a Zeba y a Zalmuna: y tomó los adornos de lunetas que sus camellos traían
al cuello” (Jueces 8:18-21).
      La dignidad, en la batalla, llegaba hasta la muerte, la manera y la mano. Es
indiscutible que Gedeón pasó a ser lo máximo para su gente. ¿Y cómo lo podría
premiar Israel?
“Y los israelitas dijeron a Gedeón: sé nuestro Señor, tú y tu hijo, y tu nieto;
pues nos has librado de mano de Madián. Más Gedeón respondió: no seré señor
sobre vosotros, ni mi hijo os enseñoreará: Jehová enseñoreará sobre vosotros”
(Jueces 8: 22-23).
        Fíjese que detalle: le ofrecieron la corona de Israel, y la rechazó. Él era
consciente que lo que se había hecho, lo había hecho Dios. La mejor prueba de la
falibilidad humana de Gedeón la vemos con la aventura del oro.
       “Y les dijo Gedeón: quiero haceros una petición; que cada uno me de los
zarcillos de su botín, (Pues traían zarcillos de oro, porque eran ismaelitas). Ellos
respondieron: de buena gana te lo daremos. Y tendiendo un manto, echó allí cada
uno de los zarcillos de su botín. Y fue el peso de los zarcillos de óleo que él pidió,
mil setecientos siclos de oro, sin las planchas y joyeles y vestidos de púrpura que
traían los reyes de Madián, y sin los collares que traían sus camellos al cuello. Y
Gedeón hizo de ellos un efod, el cual hizo guardar en su ciudad de Ofra; y todo
Israel se prostituyó tras ese efod en aquel lugar; y fue tropezadero a Gedeón y a
su casa” (Jueces 8: 24-27).
       Los zarcillos constituían más de diecisiete kilos de oro. El efod era una parte
decorativa de la vestidura sagrada, usada tanto por los sacerdotes hebreos como
por los paganos de la época. Era motivo de culto idolátrico. Gedeón fue juez de
Israel durante cuarenta años.
       “Así fue subyugado Madián delante de los hijos de Israel, y nunca más
volvió a levantar cabeza. Y reposó la tierra cuarenta años en los días de Gedeón”
(Jueces 8: 28).
      Finalmente, y tal como suele terminar toda historia mala o buena que
tenga como protagonista a un hombre o una mujer, llega el corolario a toda la
trayectoria, el final del ciclo de la vida: en este caso, la muerte de Gedeón.
      “Y murió Gedeón hijo de Joás en buena vejez, y fue sepultado en el
sepulcro de su padre Joás, en Ofra de los abiezeritas” (Jueces 8: 32).
      Varias son las características que formaron parte de la personalidad de
Gedeón. Más allá de lo que diga la historia y de lo que esta información pueda
enriquecer el conocimiento de quien acceda a ella, no debemos olvidar que
estamos hablando de un espíritu de Gedeón vivo y activo hoy en nuestras
congregaciones. De allí que será bueno considerar brevemente cada una de esas
características para, de alguna manera, ponerlas al lado de lo que podemos ver,
oír y palpar en nuestros días.
      Humildad: Gedeón de ninguna manera creía poder salvar él a Israel.
Suponía que por el hecho de ser su familia muy pobre y él mismo, el menor de
todos, no podía tener esa posibilidad.
       Precaución: Pese a su fe, que no era poca ni discutible, le pide a Dios una
clara señal de que ha hablado con él. Y como si esto no fuera suficiente, cuando
Dios le responde, vuelve a pedirle lo mismo.
       Espiritualidad: Edificó un altar a Jehová, por fe, antes que este le diera
claras muestras de su poder y su actividad en su favor.
      Obediencia: Cuando Dios mandó a Gedeón a derribar el altar de Baal y a
cortar la imagen de Asera, él se tomó algunas precauciones por la familia de su
padre y por los hombres de la ciudad, pero de ninguna manera pasó por su
cabeza la desobediencia al mandato.
      Inspiración divina: Dice que cuando tocó el cuerno y los abiezeritas se
reunieron con él, el Espíritu de Jehová vino sobre Gedeón.
       Comunión divina: Gedeón hablaba con Dios. Lo hizo para pedir la señal del
vellón, y lo obtuvo. Pero también Dios le hablaba a Gedeón. Lo vemos cuando le
avisa cómo va a probar al pueblo y cuando lo envía al campamento madianita.
     Estrategia: Dios le dijo que lo hiciera con esos trescientos hombres, pero el
cómo, se lo dejó a Gedeón y él supo tener una singular pero efectiva estrategia.
     Tacto: Lo tuvo para manejarse correcta y respetuosamente con los
hombres de Efraín ante el reclamo de estos.
        Lealtad a Dios: Cuando rechazó reinar sobre Israel le dio toda la gloria a
Dios.
      De todas estas características, surge inevitablemente la pregunta obligada:
¿Hay un espíritu de Gedeón morando u operando hoy en la iglesia que
conocemos? Así como los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová,
una parte de los hijos de Dios, hoy, están haciendo lo malo y, por ende, sufren las
consecuencias de la rebeldía y de la desobediencia.
Dios mandó a un profeta a decir sus verdades. Hoy lo sigue haciendo. Pero
ocurre un inconveniente. Si ese profeta no está reconocido oficialmente por las
organizaciones eclesiásticas tradicionales, que dicho sea de paso tienen métodos
muy particulares para reconocer estos ministerios, no tiene demasiada
aceptación su protagonismo. Entonces la duda de siempre, es: ¿Prestamos
nosotros atención y credibilidad a lo que dicen esos enviados de Dios, hoy? ¿O,
por el contrario, preferimos quedarnos con el recuerdo de la cómoda esclavitud
que teníamos en Egipto?
      Dios dijo entonces: No temáis a los dioses de los amorreos. ¿No estamos
hoy temerosos ante los dioses del mundo? ¿No es eso, quizás, lo que impide oír la
voz de Cristo?
      Lo primero que hizo Gedeón, en su naturaleza carnal, fue lamentarse de lo
mal que andaban las cosas. ¿No está sucediendo hoy algo parecido?
      Gedeón duda de su aptitud para salvar a su pueblo, porque ve con ojos
humanistas. No ve la menor posibilidad material de lograrlo, pero olvida un
pequeño detalle: Dios quiere que él se deje usar en fe para entonces Él poder
hacer lo que parece imposible. ¿Cuántos vellones pone diariamente el pueblo de
Dios para recibir una señal cierta que lo tranquilice? ¿Y por qué se supone que Él
tiene que acceder a eso que, de última, no es más que un claro mensaje de falta
de confianza?
       Gedeón obedece a Dios cuando este le ordena derribar las fortalezas de
idolatría, pero fíjese que lo hace de noche para no rozar con su familia y con la
sociedad. ¿No es esta una actitud muy parecida a la nuestra para con el avance
del humanismo, el cientifismo y hasta el esoterismo sincrético dentro de nuestras
iglesias?
       Cuando en el nombre del Señor derribamos los altares del humanismo y de
la religiosidad, siempre tendremos la oposición de los que vendrán a pedirnos
explicaciones. Entonces debatimos, discutimos, polemizamos, escribimos libros o
grabamos videos a favor y en contra, pero no tomamos el ejemplo de fe sencilla y
firme de Joás, padre de Gedeón, cuando dice: Si ese es un dios, contienda por sí
mismo con quien derribó su altar.
      Dios dice a Gedeón que el pueblo es mucho para pelear la batalla. Él sabía
que si les daba la victoria de esa manera, ellos se vanagloriarían a sí mismos. Por
eso les deja solamente a trescientos, cuando antes tenían 135 mil. ¿Sabe usted
que porcentaje representa esto? Apenas un 0,20%. Pregunto: ¿Quieres ser un
pastor de una iglesia de quinientos miembros?, ¿Esperas contar con doscientos
cincuenta y uno para emprender y ganar tu batalla? Si tienes el espíritu de
Gedeón operando en tu vida, con DOS miembros llenos del Espíritu Santo y un
corazón guerrero enamorado de Jesucristo, alcanza y sobra. Porque no lo va a
hacer usted, lo va a hacer Él a través suyo.
       Al igual que los de Sucot y Peniel, los que miran desde afuera su insólita
batalla, no le van a prestar ayuda alguna hasta no comprobar si realmente usted
ha tenido victoria. No le pida ayuda alguna al hombre carnal.
       Los reyes de Madián derrotados, debían ser ejecutados. Gedeón quiso
derivar eso que no le agradaba del todo, a su hijo. Pero este se asustó y debió
hacerlo él personalmente. Su enemigo, entienda, está derrotado, pero no envíe
de ningún modo a inmaduros a ejecutarlos, porque van a bambolearse de temor.
Dios los puso en su mano porque es a usted quien ha llamado.
       El pueblo, si usted lo lleva a la victoria, le va a ofrecer reinar, conducir,
liderar, ordenar, mandar, porque usted pasará a ser su segura y tranquila
garantía. Eso, tenga en cuenta que va a ser una pesada tentación muy compleja
de superar. Si tiene el espíritu de Gedeón, entregará esas ovejas al Gran Pastor, al
Todopoderoso, y no se atreverá jamás a compartir una gloria que no le
pertenece a usted sino a Él.
      Finalmente, si usted les pide su oro, su riqueza, ellos se la van a dar
gustosos. Pero recuerde qué rápido cambian los hijos de Dios su adoración al
Padre por la del efod, tipología clave de un ídolo humano. Y como, luego, se caen
estrepitosamente todas estas cosas conjuntamente con todos aquellos que las
sostienen, las defienden o las incentivan.

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Hazañas de gedeón

  • 1. Hazañas de Gedeón Gedeón, para aquellos que no se han interesado demasiado por conocer su vida, era hijo de Joás, de la tribu de Manases. En sus días, Israel había abandonado a Dios y estaba en una débil condición, atemorizado por los ladrones madianitas, que saqueaban el país y hacían la vida, allí, intolerable. A veces, en tiempo de aflicción, Israel, se arrepentía y clamaban al Señor. ¿Puede simbólicamente su espíritu estar latente hoy, en el seno de la Iglesia, tal como lo estuvo el de Elías en la persona de Juan el Bautista? La Escritura nos va a dejar en evidencia que sí. Y al final de este estudio, usted podrá evaluar si usted lo tiene o si está en oposición a él. “Y cuando los hijos de Israel clamaron a Jehová, a causa de los madianitas, Jehová envió a los hijos de Israel un varón profeta, el cual les dijo: así ha dicho Jehová Dios de Israel: yo os hice salir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre. Os libré de mano de los egipcios, y de mano de todos los que os afligieron, a los cuales eché de delante de vosotros, y os di su tierra; y os dije: Yo soy Jehová vuestro Dios: no temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis; pero no habéis obedecido mi voz” (Jueces 6: 7-10). Esto deja en evidencia algunos aspectos muy claros. Hasta en los pueblos más duros se levanta el clamor a Dios cuando llega el tiempo de la tribulación. Lo mismo sucede con la vida individual de las personas. Ese varón profeta de este texto, quizás sea el mismo que hoy Dios envía a su vida para decirle: “Mira un poco atrás, mira de donde te saqué, recuerda y reacciona”. Todos sabemos que, estando EN Cristo, no tenemos por qué temer a los distintos “dioses” que el mundo secular adora y que se presentan en nuestra contra, pero debemos tener especial cuidado en este aspecto esencial: no dejar de oír la voz de NUESTRO Dios. “Y vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente” (Jueces 6: 11-12). Observe cómo se produce el llamado en este caso particular; se le aparece un ángel para anunciarle que ha sido llamado al ministerio. No lo nombra una junta de notables por causa de sus antecedentes teológicos. Es Dios a través de su
  • 2. mensajero. ¿Y qué hace él? Lo mismo que muchos de nosotros hemos hecho alguna vez: dar excusas. En parte, acusa a Dios de haber abandonado a su pueblo y luego, como esto le parece demasiado irreverente, expresa su propia ineptitud para la tarea. ¿Qué hace Dios? Le asegura que la presencia divina está con él y de la certeza del éxito que tendrá. Para ello se le da una señal sobrenatural para animarlo en la fe, cuando produce fuego sobre la roca donde Gedeón había puesto su ofrenda y la consume. Entonces la pregunta que nos cabe hoy, es: ¿Necesitaremos también nosotros una señal sobrenatural para salir de nuestras excusas ante Su llamado? La batalla contra los madianitas fue el acontecimiento sobresaliente de la vida de Gedeón. El primer suceso que conduce a esa batalla es la destrucción por parte de Gedeón del altar de Baal y la imagen de Asera, y la construcción de un altar a Dios. Primera batalla visible: contra la idolatría producto de la religiosidad. Esta no es idolatría mundana, impía y secular; es idolatría religiosa. ¿Ya no existe? “Y edificó allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-salom; (Jehová es paz) el cual permanece hasta hoy en Ofra de los abiezeritas. Aconteció que la misma noche le dijo Jehová: toma un toro del hato de tu padre, el segundo toro de siete años, y derriba el altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está junto a él; y edifica altar a Jehová tu Dios en la cumbre de este peñasco en lugar conveniente; y tomando el segundo toro, sacrifícalo en holocausto con la madera de la imagen de Asera que habrás cortado. Entonces Gedeón tomó diez hombres de sus siervos, e hizo como Jehová le dijo. Más temiendo hacerlo de día, por la familia de su padre y por los hombres de la ciudad, lo hizo de noche. Por la mañana, cuando los de la ciudad se levantaron, he aquí que el altar de Baal estaba derribado, y cortada la imagen de Asera que estaba junto a él, y el segundo toro había sido ofrecido en holocausto sobre el altar edificado” (Jueces 6: 24-28). Vayamos por un momento al hoy. ¿Qué ocurriría si un moderno Gedeón emprendiera una campaña contra los falsos dioses adorados por mucha gente que no conoce a Cristo? ¿Qué sucedería si ese mismo hombre también emprendiera una dura batalla en contra de los dioses que ha levantado la religión por causa de la falta notoria de presencia de Dios en sus templos? Quizás lo que se cuenta a continuación y que significa el segundo suceso que lleva a la batalla contra los madianitas.
  • 3. “Y se dijeron unos a otros: ¿Quién ha hecho esto? Y buscando e inquiriendo, les dijeron: Gedeón hijo de Joás lo ha hecho. Entonces los hombres de la ciudad dijeron a Joás: saca a tu hijo para que muera, porque ha derribado el altar de Baal y ha cortado la imagen de Asera que estaba junto a él. Y Joás respondió a todos los que estaban junto a él: ¿Contenderéis vosotros por Baal? ¿Defenderéis su causa? Cualquiera que contienda por él, que muera esta mañana. Si es un dios, contienda por sí mismo con el que derribó su altar. Aquel día Gedeón fue llamado Jerobaal, esto es: Contienda Baal contra él, por cuanto derribó su altar” (Jueces 6: 29-32). Después de reunirse los enemigos, Gedeón toca un cuerno y convoca a Israel. Gedeón es animado dos veces y pasa por una prueba bastante severa antes de atacar al enemigo. Luego está la que es quizás la anécdota más conocida de su historia: cuando su fe es fortalecida por la señal del vellón. “Y Gedeón dijo a Dios: si has de salvar a Israel por mi mano, como has dicho, he aquí yo pondré un vellón de lana en la era; y si el rocío estuviere en el vellón solamente, quedando seca toda la otra tierra, entonces entenderé que salvarás a Israel por mi mano como lo has dicho. Y aconteció así, pues cuando se levantó de mañana, exprimió el vellón y sacó de él rocío, un tazón lleno de agua. Más Gedeón dijo a Dios: no se encienda tu ira contra mí, si aún hablare esta vez: solamente probaré ahora otra vez con el vellón. Te ruego que solamente el vellón quede seco, y el rocío sobre la tierra. Y aquella noche lo hizo Dios así; sólo el vellón quedó seco, y en toda la tierra hubo rocío” (Jueces 6: 36-40). No hay vueltas que darle. Aquí es donde su fe, indudablemente, fue altamente fortalecida. Aunque luego, como se verá en la historia, esa misma fe sería severamente probada por la reducción de su ejército, de la cantidad de treinta y dos mil a solamente trescientos hombres. “Y Jehová dijo a Gedeón: el pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: mi mano me ha salvado. Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo: quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil. Y Jehová dijo a Gedeón: aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y allí te los probaré; y del que yo te diga; vaya este contigo, irá contigo; más de cualquiera que yo te diga: este no vaya contigo, el tal no irá” (Jueces 7: 2-8).
  • 4. Entonces llevó el pueblo a las aguas; y Jehová dijo a Gedeón: cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquel pondrás aparte: asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber. Y fue el número de los que lamieron llevando el agua con la mano a su boca, trescientos hombres; y todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber las aguas. Entonces Jehová dijo a Gedeón: con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos: y váyanse toda la demás gente cada uno a su lugar. Y habiendo tomado provisiones para el pueblo, y sus trompetas, envió a todos los israelitas cada uno a su tienda, y retuvo a aquellos trescientos hombres; y tenía el campamento de Madián abajo en el valle. Lo que Dios temía, aquí, era a la vanidad guerrera de Israel, basada en el poderío de un gran ejército. Él quería darles victoria pero que ellos no pudieron siquiera pensar que el mérito les correspondía. En la prueba de las aguas, la figura clave es el perro. En casi toda la Escritura, este animal es símbolo de pequeñez, mansedumbre y humillación. Gente que bebiera como perros sin pensar en el qué dirán, era lo que necesitaba Dios. Sin embargo, para animar a un aparentemente dubitativo Gedeón, Dios le permitió una muy singular visita al campamento enemigo. “Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus manos. Y si tienes temor de descender, baja tú con Fura tu criado al campamento, y oirás lo que hablan; y entonces tus manos se esforzarán, y descenderás al campamento. Y él descendió con Fura su criado hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el campamento. Y los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud” (Jueces 7: 9-14). Cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando a un compañero un sueño, diciendo: He aquí yo soñé un sueño: veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó, y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó. Y su compañero respondió y dijo: esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento.
  • 5. Que alguien que va a encarar una empresa importante para el Señor tenga una visión o un sueño confirmándola, es importante y necesario, pero que el sueño o la visión la tenga otro, le otorga un grado de credibilidad profética muy superior. La victoria, entonces, era cuestión de fe y forma, pero con respecto al modo… “Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, adoró; y vuelto al campamento de Israel, dijo: levantaos, porque Jehová ha entregado el campamento de Madián en vuestras manos. Y repartiendo los trescientos hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los cántaros. Y les dijo: miradme a mí, y haced como hago yo; he aquí que cuando yo llegue al extremo del campamento, haréis vosotros como hago yo. Yo tocaré la trompeta, y todos los que están conmigo; y vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de todo el campamento, y diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón!” (Jueces 7: 15-18). Quiero consignar debidamente que la Trompeta es, a través de toda la Escritura, símbolo del poder de Dios a partir de su palabra. Es su voz, incluso, dice en un pasaje. También los cántaros. “Llegaron, pues Gedeón y los cien hombres que llevaba consigo, al extremo del campamento, al principio de la guardia de la medianoche, cuando acababan de renovar los centinelas; y tocaron las trompetas, y quebraron los cántaros que llevaban en sus manos. Y los tres escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de Gedeón! Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento; entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y huyendo” (Jueces 7: 19-21). Por favor; póngase una mano en el corazón y dígame. Racionalmente, ¿Puede existir una causa física por la cual trescientas trompetas, trescientos cántaros rotos y trescientas antorchas encendidas pueden hacer huir despavoridos a un ejército infinitamente superior? “Y los trescientos tocaban la trompeta; y Jehová puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento. Y el ejército huyó hasta Bet- sita, en dirección de Zerera, y hasta la frontera de Abel-Mehola en Tabat. Y juntándose los de Israel, de Neptalí, de Aser y de todo Manasés, siguieron a los madianitas. Gedeón también envió mensajeros por todo el monte de Efraín,
  • 6. tomaron los vados de Bet-bara y del Jordán. Y tomaron a dos príncipes de los madianitas, Oreb y Zeeb; y mataron a Oreb en la peña de Oreb, y a Zeeb lo mataron en el lagar de Zeeb; y después que siguieron a los madianitas, trajeron las cabezas de Oreb y de Zeeb a Gedeón al otro lado del río Jordán” (Jueces 7: 22- 25). El detalle singular de esta batalla es que, cuando comienzan a sonar las trompetas de Gedeón, los madianitas en su campamento, empiezan a matarse unos a otros entre ellos, sin que nada ni nadie pueda explicar la causa. “Pero los hombres de Efraín le dijeron: ¿Qué es esto que has hecho con nosotros, no llamándonos cuando ibas a la guerra contra Madián? Y le reconvinieron fuertemente. A los cuales él respondió: ¿Qué he hecho yo ahora comparado con vosotros? ¿No es el rebusco de Efraín mejor que la vendimia de Abiezer? Dios ha entregado en vuestras manos a Oreb y a Zeeb, príncipes de Madián: ¿Y qué he podido yo hacer comparado con vosotros? Entonces el enojo de ellos contra él se aplacó, luego que él habló esta palabra” (Jueces 8:1-3). Los hombres de Efraín no pudieron ver la obra de Dios detrás del triunfo de Gedeón; sólo les preocupaba – por vanidad guerrera -, no haber formado parte activa de ella. “Y vino Gedeón al Jordán, y pasó él y los trescientos hombres que traía consigo, cansados, más todavía persiguiendo. Y dijo a los de Sucot: yo os ruego que deis a la gente que me sigue algunos bocados de pan; porque están cansados, y yo persigo a Zeba y a Zalmuna. Y los principales de Sucot respondieron: ¿Están ya Zeba y Zalmuna en tu mano, para que demos pan a tu ejército? Y Gedeón dijo: cuando Jehová haya entregado en mi mano a Zeba y a Zalmuna, yo trillaré vuestra carne con espinos y abrojos del desierto. De allí subió a Peniel, y les dijo las mismas palabras. Y los de Peniel le respondieron como habían respondido los de Sucot. Y él habló también a los de Peniel, diciendo: cuando yo vuelva en paz, derribaré esta torre” (Jueces 8:4-9). Creo que esto está decididamente claro. Tanto los de Sucot como los de Peniel no deseaban arriesgarse ayudando a un ejército que no se sabía si era el victorioso. “Y Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y con ellos su ejército como de quince mil hombres, todos los que habían quedado de todo el ejército de los hijos
  • 7. del oriente; pues habían caído ciento veinte mil hombres que sacaban espada” (Jueces 8:10). Perdón hermano: ¿Usted está intentando decirme que trescientos hombres no demasiado entrenados hicieron caer nada menos que a ciento veinte mil? Mire; está en la Biblia y yo a la Biblia le creo, pero…dígame la verdad, ¿Usted no cree que esto debe querer decir alguna otra cosa? ¡Es imposible! – Olvida algo: Para Dios no hay nada imposible. – Sí, pero…– ¡Basta! Cuando colocamos la palabra “pero” en algo relativo al evangelio, colocamos incredulidad. “Subiendo, pues, Gedeón por el camino de los que habitaban en tiendas al oriente de Noba y de Hogbeha, atacó el campamento, porque el ejército no estaba en guardia. Y huyendo Zeba y Zalmuna, él los siguió; y prendió a los dos reyes de Madián, Zeba y Zalmuna, y llenó de espanto a todo el ejército. Entonces Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla antes que el sol subiese, y tomó a un joven de los hombres de Sucot, y le preguntó: y él le dio por escrito los nombres de los principales y de los ancianos de Sucot, setenta y siete varones. Y entrando a los hombres de Sucot, dijo: He aquí a Zeba y Zalmuna, y espinos y abrojos del desierto, y castigó con ellos a los de Sucot. Asimismo derribó la torre de Peniel, y mató a los de la ciudad” (Jueces 8:11-17). Ah, sí; a esta, no caben dudas que se la cobró Gedeón. Cuando tuvo un resultado concreto para mostrar a Sucot y Peniel no sólo lo hizo sino que, además, fue implacable en la revancha. “Luego dijo a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué aspectos tenían aquellos hombres que matasteis en Tabor? Y ellos respondieron: cómo tú, así eran ellos, cada uno parecía hijo de rey. Y él dijo: mis hermanos eran, hijos de mi madre. ¡Vive Jehová, que si les hubierais conservado la vida, yo no os mataría! Y dijo a Meter su primogénito: levántate y mátalos. Pero el joven no desenvainó su espada, porque tenía temor, pues era aún muchacho. Entonces dijeron Zeba y Zalmuna: levántate tú, y mátanos; porque como es el varón, tal es su valentía. Y Gedeón se levantó, y mató a Zeba y a Zalmuna: y tomó los adornos de lunetas que sus camellos traían al cuello” (Jueces 8:18-21). La dignidad, en la batalla, llegaba hasta la muerte, la manera y la mano. Es indiscutible que Gedeón pasó a ser lo máximo para su gente. ¿Y cómo lo podría premiar Israel?
  • 8. “Y los israelitas dijeron a Gedeón: sé nuestro Señor, tú y tu hijo, y tu nieto; pues nos has librado de mano de Madián. Más Gedeón respondió: no seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os enseñoreará: Jehová enseñoreará sobre vosotros” (Jueces 8: 22-23). Fíjese que detalle: le ofrecieron la corona de Israel, y la rechazó. Él era consciente que lo que se había hecho, lo había hecho Dios. La mejor prueba de la falibilidad humana de Gedeón la vemos con la aventura del oro. “Y les dijo Gedeón: quiero haceros una petición; que cada uno me de los zarcillos de su botín, (Pues traían zarcillos de oro, porque eran ismaelitas). Ellos respondieron: de buena gana te lo daremos. Y tendiendo un manto, echó allí cada uno de los zarcillos de su botín. Y fue el peso de los zarcillos de óleo que él pidió, mil setecientos siclos de oro, sin las planchas y joyeles y vestidos de púrpura que traían los reyes de Madián, y sin los collares que traían sus camellos al cuello. Y Gedeón hizo de ellos un efod, el cual hizo guardar en su ciudad de Ofra; y todo Israel se prostituyó tras ese efod en aquel lugar; y fue tropezadero a Gedeón y a su casa” (Jueces 8: 24-27). Los zarcillos constituían más de diecisiete kilos de oro. El efod era una parte decorativa de la vestidura sagrada, usada tanto por los sacerdotes hebreos como por los paganos de la época. Era motivo de culto idolátrico. Gedeón fue juez de Israel durante cuarenta años. “Así fue subyugado Madián delante de los hijos de Israel, y nunca más volvió a levantar cabeza. Y reposó la tierra cuarenta años en los días de Gedeón” (Jueces 8: 28). Finalmente, y tal como suele terminar toda historia mala o buena que tenga como protagonista a un hombre o una mujer, llega el corolario a toda la trayectoria, el final del ciclo de la vida: en este caso, la muerte de Gedeón. “Y murió Gedeón hijo de Joás en buena vejez, y fue sepultado en el sepulcro de su padre Joás, en Ofra de los abiezeritas” (Jueces 8: 32). Varias son las características que formaron parte de la personalidad de Gedeón. Más allá de lo que diga la historia y de lo que esta información pueda enriquecer el conocimiento de quien acceda a ella, no debemos olvidar que estamos hablando de un espíritu de Gedeón vivo y activo hoy en nuestras congregaciones. De allí que será bueno considerar brevemente cada una de esas
  • 9. características para, de alguna manera, ponerlas al lado de lo que podemos ver, oír y palpar en nuestros días. Humildad: Gedeón de ninguna manera creía poder salvar él a Israel. Suponía que por el hecho de ser su familia muy pobre y él mismo, el menor de todos, no podía tener esa posibilidad. Precaución: Pese a su fe, que no era poca ni discutible, le pide a Dios una clara señal de que ha hablado con él. Y como si esto no fuera suficiente, cuando Dios le responde, vuelve a pedirle lo mismo. Espiritualidad: Edificó un altar a Jehová, por fe, antes que este le diera claras muestras de su poder y su actividad en su favor. Obediencia: Cuando Dios mandó a Gedeón a derribar el altar de Baal y a cortar la imagen de Asera, él se tomó algunas precauciones por la familia de su padre y por los hombres de la ciudad, pero de ninguna manera pasó por su cabeza la desobediencia al mandato. Inspiración divina: Dice que cuando tocó el cuerno y los abiezeritas se reunieron con él, el Espíritu de Jehová vino sobre Gedeón. Comunión divina: Gedeón hablaba con Dios. Lo hizo para pedir la señal del vellón, y lo obtuvo. Pero también Dios le hablaba a Gedeón. Lo vemos cuando le avisa cómo va a probar al pueblo y cuando lo envía al campamento madianita. Estrategia: Dios le dijo que lo hiciera con esos trescientos hombres, pero el cómo, se lo dejó a Gedeón y él supo tener una singular pero efectiva estrategia. Tacto: Lo tuvo para manejarse correcta y respetuosamente con los hombres de Efraín ante el reclamo de estos. Lealtad a Dios: Cuando rechazó reinar sobre Israel le dio toda la gloria a Dios. De todas estas características, surge inevitablemente la pregunta obligada: ¿Hay un espíritu de Gedeón morando u operando hoy en la iglesia que conocemos? Así como los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, una parte de los hijos de Dios, hoy, están haciendo lo malo y, por ende, sufren las consecuencias de la rebeldía y de la desobediencia.
  • 10. Dios mandó a un profeta a decir sus verdades. Hoy lo sigue haciendo. Pero ocurre un inconveniente. Si ese profeta no está reconocido oficialmente por las organizaciones eclesiásticas tradicionales, que dicho sea de paso tienen métodos muy particulares para reconocer estos ministerios, no tiene demasiada aceptación su protagonismo. Entonces la duda de siempre, es: ¿Prestamos nosotros atención y credibilidad a lo que dicen esos enviados de Dios, hoy? ¿O, por el contrario, preferimos quedarnos con el recuerdo de la cómoda esclavitud que teníamos en Egipto? Dios dijo entonces: No temáis a los dioses de los amorreos. ¿No estamos hoy temerosos ante los dioses del mundo? ¿No es eso, quizás, lo que impide oír la voz de Cristo? Lo primero que hizo Gedeón, en su naturaleza carnal, fue lamentarse de lo mal que andaban las cosas. ¿No está sucediendo hoy algo parecido? Gedeón duda de su aptitud para salvar a su pueblo, porque ve con ojos humanistas. No ve la menor posibilidad material de lograrlo, pero olvida un pequeño detalle: Dios quiere que él se deje usar en fe para entonces Él poder hacer lo que parece imposible. ¿Cuántos vellones pone diariamente el pueblo de Dios para recibir una señal cierta que lo tranquilice? ¿Y por qué se supone que Él tiene que acceder a eso que, de última, no es más que un claro mensaje de falta de confianza? Gedeón obedece a Dios cuando este le ordena derribar las fortalezas de idolatría, pero fíjese que lo hace de noche para no rozar con su familia y con la sociedad. ¿No es esta una actitud muy parecida a la nuestra para con el avance del humanismo, el cientifismo y hasta el esoterismo sincrético dentro de nuestras iglesias? Cuando en el nombre del Señor derribamos los altares del humanismo y de la religiosidad, siempre tendremos la oposición de los que vendrán a pedirnos explicaciones. Entonces debatimos, discutimos, polemizamos, escribimos libros o grabamos videos a favor y en contra, pero no tomamos el ejemplo de fe sencilla y firme de Joás, padre de Gedeón, cuando dice: Si ese es un dios, contienda por sí mismo con quien derribó su altar. Dios dice a Gedeón que el pueblo es mucho para pelear la batalla. Él sabía que si les daba la victoria de esa manera, ellos se vanagloriarían a sí mismos. Por eso les deja solamente a trescientos, cuando antes tenían 135 mil. ¿Sabe usted
  • 11. que porcentaje representa esto? Apenas un 0,20%. Pregunto: ¿Quieres ser un pastor de una iglesia de quinientos miembros?, ¿Esperas contar con doscientos cincuenta y uno para emprender y ganar tu batalla? Si tienes el espíritu de Gedeón operando en tu vida, con DOS miembros llenos del Espíritu Santo y un corazón guerrero enamorado de Jesucristo, alcanza y sobra. Porque no lo va a hacer usted, lo va a hacer Él a través suyo. Al igual que los de Sucot y Peniel, los que miran desde afuera su insólita batalla, no le van a prestar ayuda alguna hasta no comprobar si realmente usted ha tenido victoria. No le pida ayuda alguna al hombre carnal. Los reyes de Madián derrotados, debían ser ejecutados. Gedeón quiso derivar eso que no le agradaba del todo, a su hijo. Pero este se asustó y debió hacerlo él personalmente. Su enemigo, entienda, está derrotado, pero no envíe de ningún modo a inmaduros a ejecutarlos, porque van a bambolearse de temor. Dios los puso en su mano porque es a usted quien ha llamado. El pueblo, si usted lo lleva a la victoria, le va a ofrecer reinar, conducir, liderar, ordenar, mandar, porque usted pasará a ser su segura y tranquila garantía. Eso, tenga en cuenta que va a ser una pesada tentación muy compleja de superar. Si tiene el espíritu de Gedeón, entregará esas ovejas al Gran Pastor, al Todopoderoso, y no se atreverá jamás a compartir una gloria que no le pertenece a usted sino a Él. Finalmente, si usted les pide su oro, su riqueza, ellos se la van a dar gustosos. Pero recuerde qué rápido cambian los hijos de Dios su adoración al Padre por la del efod, tipología clave de un ídolo humano. Y como, luego, se caen estrepitosamente todas estas cosas conjuntamente con todos aquellos que las sostienen, las defienden o las incentivan.