1. LA INVENCIÓN DEL LIBRO
Érase una vez un país como este, en un mundo como este, en otro tiempo como este, porque el
tiempo es siempre igual en cualquier parte; en él la gente trabajaba, luchaba, amaba, se divertía,
pero de otra manera. En ese país nació un genio, una obra de arte de la naturaleza. Nació un hombre
que pensó que la mejor forma de entretener a la gente era contando historias, reales o inventadas,
tiernas o de terror, de lo que fuera.
Las historias se contaban, se volvían a contar, pero ya no eran iguales, la fantasía del contador
añadía o borraba cosas. Y las historias reales o inventadas se transformaban y pasaban, por ejemplo
de historias de amor a historias de horror o de humor.
Era un genio. Lo he dicho, ¿verdad?. Pensó que debía guardar las historias en algún sitio. Pero
¿cómo?. Pensó, caviló, reflexionó, razonó e inventó. ¡Ya está! Las guardaré en un LIBRO, se dijo.
Acababa de inventar el LIBRO. A lo mejor fue otro, pero no importa. Una máquina del tiempo, una
maravilla de la traslación al pasado y al futuro; a la realidad y a la ficción; a un país lejano o a otro
planeta.
Se inventó una historia genial, claro. La archivó, guardó, escribió en un gran libro y la lanzó al
universo de la fantasía para ser leída y gozada y representada y estudiada y... en todos los tiempos y
en todos los países del mundo universal.
Los genios también hacen sus maletas y se van a otros mundos a otras mejores vidas. Esto de
mejores nunca se ha podido probar. Este nuestro genio lo hizo un 23 de abril de 1616.
¿Fue Miguel de Cervantes? O acaso ¿William Shakespeare inventó el libro? Qué importa si esta
historia es real o inventada. Lo que importa es que Cervantes escribió Don Quijote de la Mancha.