UNIDAD DIDACTICA nivel inicial EL SUPERMERCADO.docx
Antologia de-poemas3d
1. Escuela Secundaria General Ricardo
Flores Magón
“Antología de poemas de Francisco de
Quevedo”
-Monserrath Rivera Galarza 3D
-Alondra Mayte Caldera C 3D
-Juan Carlos Villalba Carrillo 3D
Cd. Lerdo, Dgo. A 11 de noviembre de 2016
4. PRÓLOGO
La poesía amorosa de Quevedo (1580-1645), considerada la más
importante del siglo XVII, cautivaron todos los géneros literarios de esos
tiempos, escribió sonetos satíricos y burlescos en los que expuso sus
pensamientos.
Lo más original de Quevedo de la obra literaria radica en el estilo,
vinculado al conceptismo barroco. Quevedo consideró el amor como un
ideal inalcanzable, una paradoja dolorosa, en donde el placer queda
descartado.
5. Francisco de Quevedo
Quevedo nació en Madrid en el seno de una familia de hidalgos
provenientes de la aldea de Vejorís, en las montañas de Cantabria. Fue
bautizado en la parroquia de san génesis el 26 de septiembre de 1580.
Nació cojo, con ambos pies deformes y una severa miopía; quizá por ello
pasó una infancia solitaria y triste en la Villa y Corte, rodeado de nobles y
potentados, ya que sus padres desempeñaban altos cargos en Palacio,
soportando las pullas de otros niños y entregándose compulsivamente a la
lectura. Su madre, María de Santibáñez, era dama de la reina, y su padre,
Pedro Gómez de Quevedo, era el secretario de la hermana del rey Felipe
II, María de Austria. Pero Quevedo tuvo que superar muy pronto otra
amargura, quedarse huérfano de padre a los seis años, de forma que le
además, cuando contaba once años, falleció su hermano Pedro
nombraron por tutor a un pariente lejano, Agustín de Villanueva; en 1591,
De precoz inteligencia, lo llevaron al Colegio Imperial de la Compañía de
Jesús, en lo que hoy es el Instituto de San Isidro de Madrid, y después
estudió Teología en Alcalá sin llegar a ordenarse, así como lenguas
antiguas y modernas. Es lugar común que durante la estancia de la Corte
en Valladolid circularon los primeros poemas de Quevedo que imitaban o
parodiaban los de Luis de Góngora bajo seudónimo (Miguel de Musa) o
no, y el poeta cordobés detectó con rapidez al joven que minaba su
reputación y ganaba fama a su costa, de forma que decidió atacarlo con
una serie de poemas; Quevedo le contestó y ese fue el comienzo de una
enemistad que no terminó hasta la muerte del cisne cordobés, quien dejó
en estos versos constancia de la deuda que Quevedo le tenía contraída.
6. A una adultera
Sólo en ti, Lesbia, vemos que ha perdido
el adulterio la vergüenza al cielo,
pues que tan claramente y tan sin velo
has los hidalgos huesos ofendido.
Por Dios, por ti, por mí, por tu marido,
que no sepa tu infamia todo el suelo:
cierra la puerta, vive con recelo,
que el pecado nació para escondido.
No digo yo que dejes tus amigos,
mas digo que no es bien que sean notados
de los pocos que son tus enemigos.
Mira que tus vecinos afrentados,
dicen que te deleitan los testigos
de tus pecados más que tus pecados
7. A una nariz
Erase un hombre a una nariz pegado,
erase una nariz superlativa,
erase una nariz sayón y escriba,
erase un pez espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
erase una alquitara pensativa,
erase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más marizado
Erase un espolón de una galera,
Erase una pirámide de Egipto;
las doce tribus de narices era.
Erase un amicísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Años fuera delito
8. Amante sin reposo
Está el ave en el aire con sosiego,
en la agua el pez, la salamandra en fuego,
y el hombre, en cuyo ser todo se encierra,
está en la sola tierra.
Yo solo, que nací para tormentos,
la boca tengo en aire suspirando,
el cuerpo en tierra está peregrinando,
los ojos tengo en agua noche y día,
y en fuego el corazón y el alma mía
9. Definición de amor
¿Rogarla? ¿Desdeñarme? ¿Amarla?
¿Seguirla? ¿Defenderse? ¿Asirla? ¿Airarse?
¿Querer y no querer? ¿Dejar tocarse
ya persuasiones mil mostrarse firme?
¿Tenerla bien? ¿Probar a desasirse?
¿Luchar entre sus brazos y enojarse?
¿Besarla a su pesar y ella agraviarse?
¿Probar, y no poder, a despedirme?
¿Decirme agravios? ¿Reprenderme el gusto?
¿Y en fin, a beaterías de mi prisa,
dejar el ceño? ¿No mostrar disgusto?
¿Consentir que la aparte la camisa?
¿Hallarlo limpio y encajarlo justo?
Esto es amor y lo demás es risa.
10. Definiendo el amor
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo
11. Dice que el sol templa la nieve...
Miro este monte que envejece enero,
y cana miro caducar con nieve
su cumbre, que aterido, oscuro y breve,
la mira el sol, que la pintó primero.
Veo que en muchas partes, lisonjero,
o regal sus hielos o los bebe;
que agradecido a su piedad se mueve
el músico cristal, libre y parlero.
Mas en los Alpes de tu pecho airado
no miro que tus ojos a los míos
regalen, siendo fuego, el hielo amado.
Mi propia llama multiplica fríos
y en mis cenizas mismas ardo helado,
envidiando la dicha de estos ríos
12. Miré los muros de la patria mía...
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo; vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.
13. Preso en los laberintos del amor...
Tras arder siempre, nunca consumirse,
y tras siempre llorar, nunca acosarme;
tras tanto caminar, nunca cansarme,
y tras siempre vivir, jamás morirme;
Después de tanto mal, no arrepentirme;
tras tanto engaño, no desengañarme;
después de tantas penas, no alegrarme,
y tras tanto dolor, nunca reírme;
En tantos laberintos, no perderme,
ni haber tras tanto olvido recordado,
¿qué fin alegre puede prometerme?
Antes muerto estaré que escarmentado;
ya no pienso tratar de defenderme,
sino de ser de veras desdichado
14. Qué imagen de la muerte rigurosa...
¿Qué imagen de la muerte rigurosa,
qué sombra del infierno me maltrata?
¿Qué tirano cruel me sigue y mata
con vengativa mano licenciosa?
¿Qué fantasma, en la noche temerosa,
el corazón del sueño me desata?
¿Quién te venga de mí, divina ingrata,
más por mi mal que por tu bien hermosa?
¿Quién, cuando, con dudoso pie y incierto,
piso la soledad de aquista arena, me puebla de cuidados el
desierto?
15. Quejase de lo esquivo de su dama
El amor conyugal de su marido
su presencia en el pecho le revela;
teje de día en la curiosa tela
lo mismo que de noche ha destejido.
Denle combates interés y olvido,
y de fe y esperanza se abroquela,
hasta que dando el viento en popa y vela,
le restituye el mar a su marido.
Ulises llega, goza su querida,
que por gozarla un día dio veinte años
a la misma esperanza de un difunto.
Mas yo sé de una fiera embravecida
que veinte mil tejiera por mis daños,
y al fin mis daños son no verme un punto.
16. EPÍLOGO
Ésta antología contiene una variedad de poemas de Francisco de
Quevedo, quien la mayor parte de su infancia la paso en la corte, ya que
sus papás tenían un puesto muy importante, escribió aproximadamente
875 poemas los cuales presentan la mayoría de los subgéneros de su
época. La primera impresión de sus obras fue en 1605 denominada
Primera parte de las flores de poetas ilustres de España. Posteriormente
casi todos sus poemas aparecieron en dos obras: El Parnaso Español y Las
Tres Musas Últimas Castellanas.