2. ¿Señor, donde estabas...?
Confié en tu promesa de socorrerme,
porque dijiste que nunca me dejarias solo,
sin embargo...
Experimente la soledad en la larga
marcha.
Me caí muchas veces, bajo el cansancio
que me dominaba.
3. Llore insoportable llanto, siempre que la
desesperación se alojo en mi.
Perdí el rumbo en la noche larga sin
ninguna estrella de esperanza.
Con frecuencia desistí de continuar, en
buena hora seguí adelante.
Experimente recelos que me
enloquecieron en diversas ocasiones.
4. La falta de amor me dejo herido y triste.
La persecución ingrata de los que se
volvieron en contra de mi, atrofio mis
sentimientos, marcándome con amargura.
Llego, por fin, cansado y triste...
Y te pregunto: -¿Por qué me abandonaste,
Señor?.
5. -Jamás te deje, hijo querido.
Yo soy la fuerza que te condujo hasta aquí,
auxiliándote para vencer las dificultades que
fortalecieron tu animo, reanimando tu ser en
todo el áspero trayecto.
No luche en tus batallas, que eran tuyas, pero
te sustente cuando desfalleciste: señalándote el
rumbo cuando andabas en la sombra de la
noche: hablándote sin palabras, en la soledad;
animándote cuando caías para que pudieras
levantarte y continuar...
6. Hijo mío, llegaste hasta mi, porque yo estoy en
ti a través de esa fuerza que te impulsa en
dirección al Padre.
No me ves pero me sientes
No me oyes pero me percibes
No conversas conmigo
No obstante yo soy quien te guió hasta aquí
Estrella polar en el cielo de las almas, que
indica siempre el norte dichoso del amor y
la esperanza.
7. Hijo mío, llegaste hasta mi, porque yo estoy en
ti a través de esa fuerza que te impulsa en
dirección al Padre.
No me ves pero me sientes
No me oyes pero me percibes
No conversas conmigo
No obstante yo soy quien te guió hasta aquí
Estrella polar en el cielo de las almas, que
indica siempre el norte dichoso del amor y
la esperanza.