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Una_Navidad_franciscana_DICIEMBRE 2023 (1).pdf
1. 1
“Y, siendo sobremanera rico,
quiso escoger la pobreza en este mundo”
(2CtaF 5)
Todos sabemos que este año celebramos el
octavo centenario de que San Francisco, sus
hermanos y las gentes del valle de Rieti ce-
lebraran la Navidad en Greccio, tal como
nos cuenta 1Cel 84-86. Y es que era muy
grande la devoción que San Francisco tenía
por la fiesta de la Navidad de Cristo ya des-
de los comienzos de su conversión, y la in-
tensidad con la que la vivía. La Navidad para
Francisco resultaba “la fiesta de las fiestas”
(2C 199; cf. EP 114; LP 14). Por eso, en es-
te tiempo de gracia, es oportuno mirar a
Francisco para aprender de él a acoger y
celebrar la encarnación y el nacimiento de
nuestro Señor Jesucristo.
La Encarnación del Hijo de Dios
Es característico de Francisco el redescu-
brimiento de la humanidad de Jesús a lo
largo de su proceso cristiano. Ahí cobra sen-
tido y relieve su contemplación de la encar-
nación de Jesús. Lo que asombra y entu-
siasma a Francisco es que la “Palabra del
Padre, tan digna, tan santa y gloriosa, fue
anunciada por el mismo altísimo Padre des-
de el cielo, por medio del santo ángel Ga-
briel, [y vino] al seno de la santa y gloriosa
Virgen María en el que recibió la carne ver-
dadera de nuestra humanidad y fragilidad. Y
siendo sobremanera rico (cf. 2Cor 8,9), qui-
so escoger la pobreza en este mundo, junto
con la bienaventurada Virgen, su madre”
(2CtaF 4-5).
Francisco contempla el misterio de la en-
carnación desde la perspectiva de la ké-
nosis paulina: el abajamiento, la expropia-
ción del Hijo de Dios, que al venir a este
mundo renuncia a sus prerrogativas divinas,
se humilla a sí mismo y se hace pobre y
siervo por nosotros (cf. Flp 2, 5-8).
Este misterio de abajamiento y humillación
es determinante en el modo de seguir Fran-
cisco a Jesús mediante la pobreza y la mino-
ridad. “La suprema aspiración de Francisco,
su más vivo deseo y su más elevado propó-
sito, era observar en todo y siempre el santo
Evangelio y seguir la doctrina de nuestro
Señor Jesucristo y sus pasos con suma
atención, con todo cuidado, con todo el an-
UNA NAVIDAD FRANCISCANA SENCILLA,
GOZOSA Y SOLIDARIA
Comisión interfranciscana de
Justicia y Paz
e integridad de la Creación
DICIEMBRE 2023
2. 2
helo de su mente, con todo el fervor de su
corazón. En asidua meditación recordaba
sus palabras y con agudísima consideración
repasaba sus obras. Tenía tan presente en
su memoria la humildad de la encarnación y
la caridad de la pasión, que difícilmente
quería pensar en otra cosa” (1Cel 84).
Aquí está la razón por la que Francisco
amaba la Navidad -misterio de amor, pobre-
za y fragilidad-más que las demás fiestas. “Y
te damos gracias porque así como nos
creaste por tu Hijo, así también por el santo
amor con que nos amaste (cf. Jn 17,26),
hiciste que él, verdadero Dios y verdadero
hombre, naciera de la gloriosa siempre Vir-
gen beatísima Santa María, y quisiste que
nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por
su cruz y sangre y muerte” (1R 23,3)
Por eso, para Francisco, la Navidad es gozo
y fiesta y, al mismo tiempo, afirmación de
que la pobreza y la minoridad, unidas a la
cruz, han sido el camino de Jesús y, por eso,
deben serlo también de los franciscanos y
franciscanas.
Cuando leemos los textos de las primeras
biografías sobre cómo Francisco celebraba la
Navidad son esas las notas que destacan: el
gozo, la sencillez, la humildad y la pobreza, la
generosidad, el compartir con los pobres.
La Navidad, fiesta de alegría y gozo
Los relatos evangélicos destacan la alegría y
el gozo que reporta la encarnación del Señor.
Fue la Virgen María la primera en recibir el
anuncio del ángel Gabriel y su Magnificat era
ya el himno de exultación de todos los humil-
des. Juan Bautista, cuya misión es la de mos-
trarlo a Israel, había saltado de gozo en su
presencia cuando aún estaba en el seno de
su madre (cf. Lc 1,44). El gran gozo anuncia-
do por el ángel la noche de Navidad, lo será
de verdad para todo el pueblo (cf. Lc 8,10).
También Francisco “celebraba con inefable
alegría el nacimiento del niño Dios” (2Cel
199). “Quería que en este día todo cristiano
saltara de gozo en el Señor” (EP 114). “Este
es el día que hizo el Señor alegrémonos y
gocemos en él” (Ofp 25)
La Navidad era, pues, día de alegría y no de
penitencia. Por eso no había que ayunar ese
día aunque cayera en viernes. Había que
celebrarlo incluso dando de comer en abun-
dancia a los animales (cf. 2Cel 200) y un-
tando las paredes de carne, ya que no pue-
den comer (cf. 2Cel 199).
Pero la alegría de la Navidad, la alegría cris-
tiana, no es como la del mundo que preten-
de encontrarla en la acumulación de disfru-
te, diversión, compras, regalos, consumo...
Para Francisco el camino de la alegría le
lleva al desprendimiento y la generosidad.
El gozo de la pobreza
El gozo de la Navidad surge de la admira-
ción y el agradecimiento por el abajamiento
del Hijo de Dios, por haber recibido la carne
de nuestra humildad y fragilidad, por haber
escogido la pobreza de este mundo junto
con la bienaventurada Virgen, su madre (cf.
2CtaF 4-5). Porque la pobreza es vista como
camino salvador de Jesús, por eso la cele-
bración de la Navidad produce un gozo dis-
tinto: el gozo de la pobreza. Es un gozo que
tiene su manifestación festiva en la ausen-
cia, sí, del ayuno en esos días (cf. 1R 3,
11.13; 2R 3,5), pero que no encuentra su
expresión adecuada en una mesa “adorna-
da con refinamiento” (LP 74) y llena de man-
jares, que sería ofender a “madonna” po-
breza, según la fuerte lección que Francisco
dio a sus frailes en una Navidad, precisa-
mente en Greccio (cf. LP 74).
Este modo de entender y de vivir Francisco
la Navidad nos lleva a nosotros, especial-
mente a los hermanos de las regiones del
mundo que están mejor económicamente, a
revisar el modo como vivimos este importan-
te tiempo litúrgico. En muchas regiones del
mundo, particularmente y paradójicamente
en los países de tradición cristiana, la cele-
bración de la Navidad tiene una gran ambi-
güedad. Junto a valores como el fomento de
los encuentros familiares, la mayor predis-
posición a compartir y a reconciliarse, el
reavivar los sentimientos de fraternidad uni-
versal, las hermosas celebraciones litúrgicas
y la transmisión a los niños de aspectos im-
portantes de la fe por medio del Belén, nos
3. 3
encontramos con un consumismo y derro-
che en comidas, regalos, decoración, diver-
siones que ignoran a gran parte de la hu-
manidad que vive con lo imprescindible o
con menos que eso, y que igualmente ignora
el deterioro ecológico que ese consumismo
produce. Se hace necesario, también en
este tiempo, escuchar la advertencia de San
Pablo de no acomodarnos a los criterios de
este mundo (cf. Rom 12,2), sino que, imi-
tando a Francisco, vivamos la Navidad de tal
modo que resulte un “patente testimonio
profético contra los ‘falsos valores’ de nues-
tro tiempo” (CC.GG. OFM, 67).
El valor de lo pequeño y sencillo
El relato del pesebre que preparó el día de
Navidad en Greccio, que es un relato más
profundo y menos folklórico de lo que a ve-
ces pensamos, describe a Jesús en el miste-
rio de su humildad y su pobreza, de su ex-
clusión e indefensión, usando expresiones
como “invalidez del niño” (1Cel 84), “rey
pobre” (1Cel 86), “pequeña ciudad” (1Cel
86), pesebre, heno, buey y asno... “Allí la
simplicidad recibe honor, la pobreza es en-
salzada, la humildad es valorada”, comenta
Celano (1Cel 85).
En Greccio, junto a Francisco, aprendemos a
mirar, comprender y sentir de otra manera.
Acostumbrados a mirar lo que brilla, lo que
destaca, lo que da prestigio, se nos pide
descubrir y dejarnos vivificar por la presen-
cia misteriosa y silenciosa de Dios en lo pe-
queño y escondido, en lo sencillo, pobre y
humilde de nuestras vidas y de la vida.
Se nos invita a acercarnos a ese niño desde
la ternura y la pobreza y no desde el poder,
la agresividad o la prepotencia. Para encon-
trarnos con el niño no hay otro camino que
hacernos sencillos y pequeños, como los
personajes del Evangelio: María, José, los
pastores...
Greccio y Belén son una llamada a ser fieles
a una dimensión esencial de nuestra forma
vitae. Las Constituciones Generales OFM
dicen: “Para seguir más de cerca y reflejar
con mayor claridad el anonadamiento del
Salvador, adopten los hermanos la vida y la
condición de los pequeños de la sociedad,
morando siempre entre ellos como meno-
res” (CC.GG. 66,1; cf. CC.GG. 97,1). Greccio
y Belén nos llaman a observar los aconteci-
mientos y a leer la realidad desde los pobres
y a aprender de ellos porque es así como
verdaderamente les podremos servir.
Gratitud, gozo y restitución
Otro aspecto que encontramos en los rela-
tos de la celebración navideña de Francisco
es que el gozo por el don de Dios que es
Jesucristo que se hizo pobre, se dio a si
mismo (cf. Gál 1,4; 1Tim 2,6), dio su vida
(cf. Mc 10,45), dio su cuerpo (cf. Mt 26,26)
en el misterio de la cruz, conduce a Francis-
co a la generosidad y a la restitución: “Que-
ría que en este día los ricos den de comer
en abundancia a los pobres y hambrientos”
(2Cel 200).
En Belén nos encontramos con la lógica del
don. En Jesús “ha aparecido la Bondad de
Dios y su amor al hombre. No por las obras
de justicia que hayamos hecho nosotros,
sino que según su propia misericordia nos
ha salvado” (Tit 3,4-5: texto que se lee en la
Misa de la aurora de Navidad). En Jesús “ha
aparecido la gracia de Dios que trae la sal-
vación para todos los hombres” (Tit 2,11:
texto que se lee en la Misa de medianoche
de Navidad). Ante ese don extraordinario de
Dios brota el estupor, el agradecimiento y la
alabanza, pero también aprendemos la lógi-
ca del don: si Dios nos ha dado todo y se ha
dado a sí mismo en su Hijo, somos invitados
también a darnos totalmente a Él en una
restitución de nuestras vidas y nuestras
obras (cf. 1R 17,17). E igualmente hemos
de restituir a nuestros hermanos los dones
recibidos, también los económicos, pues no
somos propietarios sino administradores.
Francisco se consideraba ladrón si no com-
partía lo que tenía con los que estaban más
necesitados (cf. 2Cel 87), reconociendo su
derecho a participar de los bienes de la tie-
rra dados por Dios para todos.
De este modo la celebración de la Navidad
este año nos recuerda y ha de activar en
nosotros la puesta en práctica de formas
concretas de expropiación y de restitución
de nuestros bienes a los pobres, que son
4. 4
nuestros maestros y señores y a verificar en
cada Fraternidad local el uso de nuestros
espacios, buscando realizar opciones solida-
rias y generosas en el compartir.
Conclusión
Hermanos y hermanas, después de este
breve recorrido por la experiencia de Fran-
cisco os animamos a mirar y a celebrar la
Navidad desde la perspectiva de la minori-
dad vivida con gozo en el hoy de un mundo
donde abunda la pobreza y el deterioro de la
creación nos desafía. Tratar de vivir los valo-
res que nos ha transmitido Francisco: acogi-
da gozosa de la Palabra, agradecimiento por
todos los bienes que recibimos de Dios -en
primer lugar el don de su Hijo que viene dia-
riamente a nosotros en humilde apariencia
en la Eucaristía (cf. Adm 1, 17)-, cercanía y
servicio a los hermanos con los que vivimos,
encuentro con Dios en lo sencillo y pequeño
de la vida, compartir las condiciones de vida
de los pequeños de la sociedad y estar a su
servicio restituyéndoles nuestros bienes,
será sin duda la mejor manera de celebrar
la gran noticia del amor de Dios manifesta-
do en Cristo Jesús nacido en Belén. El mejor
modo de celebrar el IV Centenario de la Na-
vidad de Greccio. Y el mejor testimonio que
podemos dar a nuestro mundo de esa bue-
na noticia.
Para la reflexión personal y en grupo
1. ¿Qué sentimientos te produce la lectura de este artículo?
2. ¿Cómo cuestiona la manera de vivir Francisco la Navidad a nuestro modo
de celebrarla?
3. ¿Qué puedes/podéis hacer para vivir de manera más franciscana (cristia-
na) la Navidad?
ynoolvides...
Comisión interfranciscana de
Justicia y Paz
e integridad de la Creación