LA “CULTURA POLICIAL” EN LA DEMOCRATIZACIÓN DE LAS POLICÍAS MEXICANAS
1. El reto de la cultura policial en la
democratización de las policías en
México
Mario Gutierrez Martinez
2. Consolidación democrática e instituciones
policiales
Desde hace más de dos décadas México vive diversos procesos que pueden englobarse en las
conocidas etiquetas de la “transición” y la “consolidación” democrática. Entre sus principales
“rutas” se han señalado la construcción de instituciones electorales confiables, el desarrollo de un
sistema de partidos más plural y competitivo y la libertad de expresión en la conformación del
debate público.
La centralidad que para la consolidación democrática tienen las policías está asociada a sus
funciones de brindar seguridad a la población y garantizar el mantenimiento del orden
(Dammert, 2007) y a las capacidades de que dispone (detener, usar la fuerza pública, etc.),
vertebrales para la defensa y vigencia de los derechos de la población, pero que también
representan la posibilidad de su violación casual o sistemática.
3. Parte de las policías en el ejercicio cotidiano de sus
actividades y de las representaciones acerca de su
funcionamiento que tienen los diferentes grupos de la
población depende su legitimidad y con ella, en alguna
medida, la del propio Estado y de la ley. Esta
centralidad del actor policial no hace sino destacar más
el abandono que sus instituciones han vivido
tradicionalmente (a pesar del constante incremento del
presupuesto desde hace más de una década) y, en
particular, de las condiciones de vida y de trabajo de
sus integrantes. El olvido ha sido también académico,
con un escaso volumen de investigaciones que tengan
como su objeto y preocupación lo que ocurre en el
interior de las instituciones policiales,3 los
condicionantes del abuso o la reproducción de las
organizaciones y sus prácticas.
4. Sin embargo, el contexto en el que se fue dando una mayor preocupación pública por las
instituciones policiales en México estuvo menos caracterizado por el reconocimiento del lugar clave
que tienen en la construcción de un Estado democrático de derecho y más por su ineficacia para
dar respuesta al aumento de los índices delictivos.4 A ello se suma la aceptación de que las
instituciones policiales y de justicia encuentran importantes limitaciones para poder brindar
seguridad ante el delito y, por tanto, que han dejado de ser los únicos actores involucrados en su
producción.
5. Contexto histórico e institucional
El primer balance de la nueva mirada sobre las corporaciones policiales, instituciones que
generalmente se desarrollaron con gran autonomía de cualquier forma de control social e
incluso político (Martínez de Murguía, 1998), arroja grandes rezagos en su desarrollo profesional,
malas condiciones de trabajo, alta participación en distintas formas de corrupción e ineficacia en
los objetivos directamente vinculados con el combate al delito y la seguridad de la población. A
su vez, el mayor escrutinio también se ancla en la preocupación por los abusos y violaciones a
los derechos humanos que las policías realizaron y realizan como forma “normal” de hacer su
trabajo o debido a objetivos totalmente ajenos a su función. Más de década y media del
funcionamiento del sistema de comisiones de los derechos humanos evidenciaron las
características y, con matices, las permanencias de distintas formas de abuso sistemático.
6. A pesar de (o por) tales condicionantes históricas en su conformación, las policías en México fueron
durante gran parte del siglo XX instituciones efectivas para el mantenimiento del control político. A
su vez, ante una delincuencia con diferentes características de las actuales (menos compleja,
organizada y violenta), las policías desarrollaron habilidades para su administración, habilidades
ajenas al desarrollo de instituciones profesionales y transparentes, sino, todo lo contrario,
caracterizadas por una sistemática violación de los derechos de la población (a la vez que
autoritarias en su interior y basadas en redes de lealtad personalizada). Sin embargo, no debe
pensarse en un control jerárquico vertical y central sobre cuerpos policiales disciplinados, pues lo
que prevalecía era una combinación de falta de profesionalismo, autonomía, redes de colaboración
con grupos delictivos e impunidad, en las que los referentes legales no jugaron un papel relevante
en su accionar cotidiano, al ser supeditadas a intereses individuales y de grupo o a su eventual uso
político.
7. Las instituciones policiales se revelan, así, como una parte más (difícilmente podría ser de otra
manera) de un Estado tradicionalmente patrimonialista, clientelar, atravesado por distintos vínculos
personales y grupales. Como evidencia de la sedimentada vinculación entre la policía y distintas
formas de delincuencia, en la que las prácticas de corrupción y actividades delictivas se entrelazan
con los objetivos organizacionales, suele traerse a colación casos como los de la Dirección Federal
de Seguridad a partir de la década de los cuarenta o, en el caso del Distrito Federal, de la División
de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, creada por Arturo Durazo (bajo su mando
de 1976 a 1982), considerada como paradigma del vínculo existente entre autoridades policiales y
grupos criminales.
8. Tomando como base dicha matriz histórica constitutiva de las policías en México (que coincide con
la hegemonía, en diferentes niveles de gobierno, del Partido Revolucionario Institucional), se han
establecido algunas hipótesis acerca del los cambios producidos por los reacomodos en la
distribución del poder político durante las últimas dos décadas, sus consecuencias en las relaciones
con las corporaciones policiales, así como su impacto en los fenómenos delictivos.
Podríamos decir que, si bien las policías contaban con altos niveles de autonomía, ésta se
incrementa aún más cuando los incentivos para alinearse con las autoridades políticas tienen
menos fuerza, ya que el futuro de los mandos policiales quienes realmente controlan la
operatividad policías depende menos de administraciones cambiantes.
9. Las policías y los intentos de reforma
La seguridad pública en México es legalmente una responsabilidad compartida de los tres
niveles de gobierno. Las instituciones policiales se organizan con criterios de función y de
jurisdicción. Por función, la policía se divide en Preventiva y Judicial (de investigación). Por
jurisdicción, a cada orden de gobierno (federal, estatal y municipal) le corresponden instituciones
policiales propias. En el nivel municipal solamente actúan policías preventivas, mientras que en el
nivel estatal, del Distrito Federal y federal, les corresponden instituciones de policía preventiva y
judicial. Los policías del país que tienen más contacto cotidiano con la población son los
preventivos municipales, estatales y del Distrito Federal.
10. En las distintas policías, al igual que en otras realidades institucionales, se reflejan las enormes
disparidades del país entre municipios, estados y regiones (demográficas, sociales, económicas,
políticas, culturales, etc.). Sin embargo, más allá de las grandes variaciones entre las más de 1 600
corporaciones policiales en México, el aumento de los índices delictivos en el curso de las últimas
décadas las colocó en un lugar central de las preocupaciones de la población y de la opinión
pública.
En general, la respuesta nacional buscó privilegiar la coordinación financiera y operativa entre los
distintos niveles de gobierno, así como desarrollar nuevas instituciones y fuerzas, tal como lo revela
la creación del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 1995, la formación de la Policía Federal
Preventiva en 1999 y su puesta bajo la órbita de una nueva Secretaría de Seguridad Pública en el
año 2000; la creación de la Agencia Federal de Investigación (AFI) en 2002, el actual intento de
unificar las dos policías en el nivel federal y la refundación del Sistema Nacional de Seguridad
Pública.
11. Por otro lado, en México, las policías, tanto federal como estatal, tienen históricamente una
estructura fuertemente centralizada y militar. Los militares han ido incrementando su participación
en la política nacional de seguridad, a partir de su ya larga vinculación con las operaciones
antidrogas, así como mediante la presencia de militares retirados o dados de baja en mandos y
fuerzas policiales. Estos procesos han sostenido la militarización y los aspectos más punitivos del
modelo de seguridad pública.
Señalar las dificultades para transformar las prácticas policiales mexicanas llevó a apuntar las
complejidades para modificar la “cultura policial”: un muro de formas de operar y entendimientos
sedimentados que traba o desvirtúa todo proceso de cambio. Sin embargo, salvo algunas pocas
investigaciones, no se ha generado una masa suficiente de estudios empíricos que intenten
describir con mayor profundidad la “cultura policial” y sus particularidades para distintas
instituciones policiales en México (así como sus posibles palancas de cambio). El análisis de la
“cultura policial” es un aspecto clave para entender la operatividad policial y las diferentes
estrategias para modelar una reforma policial democrática con mayores posibilidades de éxito.
12. PRINCIPALES COMPONENTES DE LA
“CULTURA POLICIAL”
La “cultura policial” no puede ser vista como un concepto valorativo de carga negativa. Es decir,
no debe ser pensada como todas las características reprobables y todos los obstáculos que por
inercia traen las corporaciones, formas históricas de “hacer las cosas”, que no coinciden con lo
establecido en leyes y marcos normativos racionales y transparentes. Tampoco sería adecuado
definir la “cultura policial” a partir de la separación del mundo policial en dos universos con
fronteras claras: el formal y el informal, y adjudicarle a la “cultura policial” la orientación de la
acción solamente en el segundo de los casos. Las prácticas y los significados propios de la
“cultura policial” se mantienen a un lado u otro de la división entre lo formal y lo informal.
Pueden establecer muchas relaciones con la formalidad vigente: pueden reforzarla, ser
indiferentes a ella, contradecirla, usarla para otros fines, parasitarla, etc.
13. Los significados, valores y normas que enmarcan las prácticas cotidianas del trabajo policial no se
oponen necesariamente al “profesionalismo” ni la profesionalización policial es un proceso
transparente que pueda operar al margen de las mediaciones culturales. En su lugar, un
profesionalismo que logre ser efectivo será aquel que pueda dotar de sentido a las experiencias de
los policías en la calle, al conectarse con su realidad ocupacional y organizacional.
“cultura policial”, sino de lograr que principios democráticos y sus mejoresprácticas asociadas sean
parte de la cultura operacional de la policía. Por otro lado, la homogeneidad y, en cierta medida, el
automatismo de la cultura policial han sido exagerados. Suelen señalarse como rasgo central de la
cultura policial la “solidaridad interna”, principal muro contra la posibilidad de sancionar malas
prácticas y delitos cometidos por los policías.
14. La cultura de la policía: ambientes y
mecanismos de respuesta
¿Cuáles son las principales características de estos entornos que delimitan los problemas a los
que la cultura policial busca dar distintas respuestas y posibilidades de ajuste? En el entorno
ocupacional, es decir, el espacio de relación con la comunidad, se mencionan tres rasgos:
peligro, mantenimiento de su carácter de autoridad y la exigencia de obtener resultados. Según
el trabajo de Skolnick, a estos elementos reaccionará la working personality del policía. En el
entorno organizacional resalta la posibilidad de sanción por parte de los mandos, los controles
burocráticos y de otras instituciones del sistema de justicia, así como las tensiones y
ambigüedades derivadas de las distintas funciones asociadas al trabajo policial.
15. Ámbitos de las policías
En el ámbito de las policías preventivas suelen señalarse tres principales funciones: “la aplicación
de la ley” (disuadir o reprimir delitos y faltas), “el mantenimiento del orden” (la regulación de una
serie de comportamientos o situaciones de convivencia que no están, al menos directamente,
relacionados con conductas ilegales) y la prestación de una serie de “servicios a la población”,
como brindar información o atender a personas accidentadas.
La segunda y la tercera pueden ocupar la mayor parte de la labor cotidiana de la policía, pero
oficialmente (y también socialmente) suele reconocerse y destacarse la primera de ellas.
16. ORGANIZACIÓN Y CULTURA POLICIAL
La caracterización que presentamos, por las investigaciones a las que hace referencia, recupera
los rasgos de algunas de las más importantes corporaciones policiales preventivas de las zonas
urbanas del país. Instituciones policiales que representan un porcentaje significativo de la fuerza
policial del país y, por tanto, también de los contactos que cotidianamente sostienen con la
población.
Las policías, por los rasgos estructurales de su función y la ausencia de cambios profundos en el
conjunto de reglas e incentivos que la conforman, continúan mayormente ancladas en la
autonomía y el patrimonialismo y, por consiguiente, aún con la fuerte presencia de redes de
corrupción administrativa y operativa.
17. PROBLEMAS DE LA CULTURA POLICIAL
PARA LA DEMOCRATIZACIÓN DE LAS
POLICÍAS
la cultura policial que representan retos para su transformación y para la democratización de las
principales corporaciones de policía preventiva en México. La ausencia de un modelo policial.
Si, como nos muestran las investigaciones que hemos citado, el principal referente para la acción
policial cotidiana es un ejercicio de “supervivencia” o la incertidumbre propia de la “falta de
garantías”, en gran parte generada por la propia institución, el primer “modelo de policía” a
seguir, realmente operante, será el del policía “experimentado” que sabe cómo sortear estos
obstáculos. Cualquier modelo de policía orientado a objetivos organizacionales vinculados a las
supuestas funciones formales quedará en segundo plano. La conformación de un “modelo de
buen policía” tiene entre sus espacios privilegiados.
18. Dicho modelo deberá institucionalizar sus valores y normas en los incentivos formales de ambas
etapas y, en lo posible, también tendrá que reflejarse y alinearse con los incentivos informales que
se desarrollen entre los distintos niveles jerárquicos y en su interior. En la mayoría de las policías
preventivas mexicanas, por las carencias de formación y las debilidades o distorsiones de los
incentivos establecidos desde la supervisión y la evaluación (desde otro punto de vista, de sus
procedimientos para la rendición de cuentas), dicho modelo queda supeditado a las lógicas y
reglas, mayormente informales, de los mandos operativos. A ello se agrega que las instituciones
policiales en México suelen promover formalmente un modelo de “buen policía”, orientado al
combate de la delincuencia, por sobre modelos en los que la prevención,
19. El reforzamiento de la lógica de la desconfianza interna y externa. La ausencia de certidumbres
institucionales para el trabajo policial y sus consecuencias incrementa la desconfianza dentro de la
propia organización, la ansiedad aunada a condiciones estresantes de trabajo y, con ello, la lógica
de “sospecha” frente a la población. La tipificación de situaciones y personas que necesita
desarrollar un oficial no suele ser un ámbito de capacitación formalizado en las policías mexicanas,
que aporten recursos interpretativos y estrategias para su abordaje.
20. En segundo lugar, la selectividad que se va desarrollando en la institución en función de las
respuestas actitudinales de los candidatos. Los mandos de las instituciones pueden considerar que
una persona no tiene “carácter” para ser policía si éste se desmorona o reacciona de una forma
emocional fuera de lo común ante una primera situación de violencia o alta tensión. Esa propia
selectividad favorece la continuidad de elementos que mantienen los rasgos más aceptados del
“duro”.
21. de corrupción formen parte de expectativas previas en no pocos casos. Sin embargo, es claro que
durante el tiempo de la socialización en el trabajo en la calle es cuando se evidencia la existencia de
esa otra “carrera policial”, que puede alcanzar una mejor estructuración que las debilidades y faltas
de recursos institucionales para el impulso a un servicio de carrera policial claro y con incentivos
adecuados.