6° SEM30 WORD PLANEACIÓN PROYECTOS DARUKEL 23-24.docx
Unidad 5
1. UCASAL – ESCUELA DE EDUCACIÓN Y PERFECCIONAMIENTO DOCENTE
CARRERA: LICENCIATURA EN GESTIÓN EDUCATIVA
MÓDULO: ECONOMÍA DE LA EDUCACIÓN
Prof. Marco Antonio Limarino Cazón
Alumnos: Fernando Vaca Mentesana
Hugo Zavodsky
José Luis Peñaranda
Marcos Marín
Año: 2.016
Unidad 5: PRESUPUESTO
EL FINANCIAMIENTO PÚBLICO DE LA EDUCACIÓN EN ARGENTINA
El financiamiento público de la educación, se ve reflejado en el presupuesto destinado por el
Estado a los distintos niveles educativos.
Se expresa mediante la Ley de Presupuesto que se aprueba cada año.
El financiamiento de la educación es la preocupación principal de los responsables de los
procesos de cambio educativo. En la Argentina la principal fuente de recursos para la
educación son los impuestos; dada nuestra estructura federal, se trata de ingresos recaudados
tanto a nivel provincial como nacional.
Los recursos provinciales se componen de los recursos tributarios, los no tributarios y los de
capital.
Los recursos nacionales son los provenientes de impuestos nacionales. Dentro de éstos, los
principales son los regulados por la Ley de Coparticipación Federal de Impuestos y las sucesivas
normas legales y pactos fiscales entre el Estado Nacional y los estados provinciales.
2. LAS FUENTES DE FINANCIAMIENTO
- La vía presupuestaria
Es el aumento de la masa absoluta del gasto educativo por la vía de la asignación de mayores
recursos en el presupuesto anual. Esto tiene un límite, que está dado por la disponibilidad de
recursos fiscales y las demandas de otros sectores sociales (tales como salud, minoridad, etc.),
o sea que sólo podría hacerse a expensas de la desatención de servicios también considerados
prioritarios. Por eso es la vía menos factible.
- El incremento de los impuestos
Esta posibilidad siempre se encuentra latente. Sin embargo, desde hace dos décadas la
tendencia internacional es la de eliminar gravámenes o disminuir la presión impositiva.
Además, en general, cuando ésta sube es para cubrir déficits presupuestarios, no para
aumentar los recursos para áreas sociales. Por lo tanto, más allá de la prioridad que se le
asigne al sector, estarían primando criterios de competitividad económica. En la medida que el
paradigma continúe siendo el de favorecer a los sectores productivos propiamente dichos,
tampoco se puede esperar demasiado de esta fuente (ni para ésta ni para otras dimensiones
sociales).
- La mayor participación del sector privado
Básicamente, el sector privado contribuye o puede contribuir al financiamiento de la
educación por dos vías: a) el gasto de las familias y, b) el de las empresas. El primero
comprende desde las vestimentas, útiles y demás materiales escolares tales como los libros de
texto, hasta el pago de aranceles para sufragar las escuelas de gestión privada. Con excepción
de estos últimos, el resto de los gastos de las familias son realizados, también, por aquéllas
que envían a sus hijos a escuelas públicas. Naturalmente, la excepción la constituyen los
alumnos a quienes el Estado o alguna otra organización –escolar o no– facilita los medios para
la adquisición o entrega en forma directa de esos materiales, etc.
3. En lo que respecta a la contribución de las empresas a la educación básica, tradicionalmente su
aporte se ha limitado al padrinazgo de escuelas o al desarrollo de actividades con objetivos
focalizados en premios, becas de estudio y otros beneficios, además de la capacitación que
puedan ofrecer en sus propios ámbitos de trabajo, pero aquí nos estamos refiriendo a su
ayuda a la educación formal.
El financiamiento Externo:
El destino de esta fuente de recursos suele ser el financiamiento de infraestructura,
equipamiento y gastos salariales no tradicionales (tales como reformas en la administración,
asistencia técnica, capacitación, etc.). Desde esta perspectiva, su aporte se hace necesario en
la medida que en el sistema nunca alcanzan los recursos para esos fines. No obstante, siempre
subsiste el interrogante de los motivos por los que se debe recurrir a este tipo de
financiamiento.
La Eficiencia del Gasto:
Se debe atender la posibilidad de mejorar la asignación de los recursos que actualmente se
destinan. Esto no es otra cosa que lograr una eficaz distribución de las partidas. Aumentar la
eficiencia no significa simplemente reducir costos ya que una disminución paralela de los
resultados no es eficiencia, es ajuste. Aquélla implica la posibilidad de hacer más con los
mismos recursos o hacer lo mismo con menos.
Distribución de los Recursos:
El 91,9% del presupuesto educativo que ejecutan las provincias y la Ciudad de Buenos Aires se
destina a los salarios del personal docente y de maestranza. El restante 8,1% se dedica a
infraestructura, equipamiento, servicios públicos y ayudas sociales. En las universidades
nacionales se observa una situación similar, con un 90% del gasto en salarios.
Esta situación implica una priorización del componente remuneratorio en desmedro de los
otros gastos que redunda en materiales didácticos inadecuados, desactualización tecnológica y
condiciones de enseñanza que no son óptimas. Existen programas nacionales en distintas
dependencias (Ministerios de Educación, de Planificación Federal, de Trabajo o la ANSES)
específicamente dedicados al financiamiento de la infraestructura, al equipamiento, a las
becas ya la provisión de computadoras. Además, las escuelas públicas financian parte de los
gastos no salariales con aportes delas cooperadoras y los establecimientos de gestión privada
hacen lo propio con los aranceles cobrados a los alumnos.
Las universidades nacionales, por su parte, utilizan lo recaudado por la prestación de servicios
de consultoría. Sin embargo, estos ingresos son más inestables que las transferencias salariales
y sus gastos asociados suelen ser la variable de ajuste ante la baja de los recursos.
La priorización del gasto salarial, en parte por la presión sindical, hace que las escuelas cuenten
en muchos casos con un déficit en las condiciones de cursada. Si bien el personal es siempre el
gasto educativo más importante y significativo, una participación salarial cercana al 75% del
presupuesto –como lo sugiere el Consejo Interuniversitario Nacional– sería más acorde a las
necesidades de adquisición y renovación del equipamiento e infraestructura, que suelen
mostrar deterioros históricos.
En cuanto a la distribución por niveles educativos, el presupuesto público se distribuye en un
44,7% para el nivel inicial y primario, un 33,4% para el nivel medio y un 21,8% para el superior.
Estas cifras no muestran una distribución muy diferente a la de la matrícula (48,8%, 32,1% y
4. 19,0% respectivamente), aunque en realidad algunos factores compensan las diferencias de
costos. Por ejemplo, el nivel primario es el más económico, pero tiene el mayor componente
de alumnos rurales (un 11,2%), que son más caros de educar por el menor tamaño de los
cursos. Por su parte, el nivel superior es el más oneroso, pero esto no se ve cabalmente
reflejado porque no existen subsidios a los aranceles de las universidades privadas, a las que
asiste el 20,2% de los alumnos. En el financiamiento educativo intervienen distintos niveles de
gobierno. Las provincias y la C.A.B.A. soportan el mayor esfuerzo porque tienen a su cargo
todos los servicios de enseñanza, desde el nivel inicial hasta el superior no universitario,
quedando a cargo del Estado nacional el sector universitario, un componente salarial de todos
los maestros y profesores (el Fondo Nacional de Incentivo Docente) y distintos programas de
infraestructura, equipamiento, becas, capacitación docente y apoyo a escuelas carenciadas.
Como consecuencia del proceso de transferencia de escuelas a las jurisdicciones culminado en
la década del 90, la responsabilidad primaria del costo educativo recae en las provincias, que
erogan el 70,9% del presupuesto educativo frente a un 29,1% que abona el Estado nacional.
Ante la debilidad de los Estados provinciales en la extracción de recursos y la fortaleza relativa
de la Nación, el perjuicio para el sector educativo parece evidente. Además, en un país con
desigualdades regionales muy marcadas, el financiamiento descentralizado castiga a las
regiones más rezagadas: el Noreste y el Noroeste argentinos.
Desafíos
En el sistema educativo argentino se observan logros notables en la última década en materia
de financiamiento, con un aumento de los recursos que permitió el incremento de la matrícula
en los niveles inicial (del 52,9% al 67,5% entre los años 2001 y 2010) y secundario (del 82,0% al
86,5% entre los años 2001 y 2010), el aumento de los salarios docentes, la mayor dotación de
equipamiento e infraestructura escolar, el fortalecimiento de la educación técnica, la entrega
masiva de computadoras en el nivel secundario y la creación de nuevas universidades. Más allá
de estos aciertos, subsisten grandes desafíos vinculados con la asignación de recursos, entre
los cuales cabe señalar:
1 - El aumento del presupuesto público educativo, en primer término hasta la meta legal del
6% y luego superarla: un sistema de calidad con cobertura universal desde el nivel inicial hasta
el medio (y muy masivo en el nivel superior) exigirá más recursos.
2 - El rediseño e incremento de los salarios, que si bien subieron en la última década, deben
hacerlo aún más para atraer y retener a buenos maestros y profesores. Además, el sistema
salarial debe incorporar una carrera docente que premie y motive las conductas virtuosas y
desmotive las negativas. Esto ha sido remarcado, con matices diferenciales, tanto desde
visiones ultra-liberales que persiguen fines punitivos como desde sectores sindicales que
buscan dignificar la profesión.
3 - La reasignación de los subsidios a la educación privada. En la medida en que algunas
escuelas del sector privado segmenten y excluyan alumnos en función de su condición social (y
peor aún, busquen captar a los mejores estudiantes pobres potenciando las disparidades inter-
sectoriales), cabe el debate sobre la posibilidad de re-direccionar más recursos hacia las
escuelas estatales y privadas subsidiadas de mayor diversidad social.
4 - La ampliación de la jornada escolar, con un 30% de la matrícula con jornada completa, es
una meta contenida en la Ley 26.075 de Financiamiento Educativo. Actualmente se ha
cumplido sólo un tercio de este objetivo y se requerirán importantes fondos para su logro.