3. Sufrimientos y sacrificios, ¿será este el
camino de la humillación que
necesitamos para alcanzar gracia y
salvación?
Y si no es este, ¿necesitamos
humillarnos? ¿por qué? ¿ante
quién?
4.
5. La misma noche que Jesús
fue entregado, previamente
compartió la cena y antes
instituyó el rito del
lavamiento de los pies con un
mensaje impactante para los
discípulos y para todos
nosotros.
6. El Señor Jesús, “habiendo
amado a los suyos, los amó
hasta el extremo” es decir los
amó hasta el fin, sin cesar y
hasta el extremo al que solo
puede llegar su amor.
7. Amó a los suyos aunque no
lo recibieron. Amó y ama a
los que no lo recibieron ni lo
reciben aún, pero son suyos.
Son sus hermanos, sus hijos,
su familia.
8. Y una manera clara y gráfica
de mostrar ese amor fue
lavando los pies.
9. “Y habiendo amado a los
suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el fin.
Estaba ahora en la misma
sombra de la cruz, y el dolor
torturaba su corazón. Sabía
que sería abandonado en la
hora de su entrega. Sabía que
se le daría muerte por el más
humillante procedimiento
aplicado a los criminales…
10. ... Conocía la ingratitud y crueldad de aquellos a quienes
había venido a salvar. Sabía cuán grande era el sacrificio
que debía hacer, y para cuántos sería en vano. Sus
pensamientos acerca de lo que él mismo debía sufrir
estaban siempre relacionados con sus discípulos. No
pensaba en sí mismo. Su cuidado por ellos era lo que
predominaba en su ánimo” (El deseado de todas las gentes, p. 599).
11.
12. “Sabiendo Jesús que el
Padre le había dado todas
las cosas en las manos
[…] se levantó de la cena”
(v.3, 4).
13. Conocía su rango, sabía de
su reino presente y futuro. Y
se levantó de la cena, no para
ser tratado como Rey sino
para brindar un servicio de
esclavos.
14. Ninguno de los discípulos
pensó en lavar, ellos estaban
discutiendo quien era el
mayor, no se rebajarían al
papel de siervos.
15. Y la máxima evidencia de la
humildad de Jesús fue lavar
los pies de Judas, el mayor
de los pecadores, aún
sabiendo que estaba
tramando entregarle.
16.
17. Jesús le pide a Pedro,
confianza y obediencia
aunque al momento no
entienda: lo entenderá
después.
18. En aquellos días los invitados
se bañaban en sus casas y al
llegar a la fiesta solo
necesitaban ser lavados los
pies sudorosos y
polvorientos.
19. Los que están lavados, es
decir los que recibieron el
evangelio, no necesitan
lavarse todo el cuerpo, pero
sí necesitan los pies, porque
todos los días el Señor
renueva su limpieza si
reconocemos nuestra
suciedad.
20.
21. “Pues si yo, el Señor y
Maestro he lavado vuestros
pies, vosotros también os
debéis lavaros los pies los
unos a los otros” (v.14).
22. Aquí vemos la excelencia de
la virtud de la humildad, ya
que Cristo le tributó el mayor
honor posible al humillarse a
sí mismo. Cuando vemos a
nuestro Maestro sirviendo
¿cómo podremos atrevernos
a vivir dominando?
23.
24. Debemos ir a Cristo para
obtener su gracia
purificadora. Pedro rehuía el
poner sus pies contaminados
en contacto con las manos de
su Señor y Maestro.