Este documento justifica la reclamación de Carlos María Isidro al trono español apoyándose en principios como la tradición y la religión. Defiende un modelo absolutista y antiliberal de monarquía, haciendo referencias constantes a Dios. Representa las ideas del carlismo como el mantenimiento de los fueros, la defensa de la Iglesia católica y la oposición a los cambios liberales.
1. TEXTO: MANIFIESTO DE ABRANTES
1.- Naturaleza y contexto del documento
Es un documento de carácter histórico, tiene un marcado acento político (muchos autores han
definido este documento como el punto de partida de la I Guerra Carlista), y aunque no
podríamos decir que sea religioso, tiene un evidente sesgo debido a las múltiples referencias a
Dios que tiene el documento (no debemos olvidar la necesaria justificación entre religiosidad y
absolutismo).
Este documento es el resultado del enfrentamiento sostenido durante la última parte del reinado
de Fernando VII (1823-1833) entre los realistas más intransigentes (llamados entonces
“apostólicos” o “puros”) y los más moderados, que arranca con la persecución y la Amnistía de
1824 contra los liberales. Las posturas de ambos bandos del realismo se fueron radicalizando
como lo demuestra el hecho de los sucesivos conflictos producidos por los realistas “puros”:
levantamiento del Capitán General de Aragón (1824), manifiestos como el de Españoles, unión y
alerta (1825) y el Manifiesto de los Realistas Puros (1826) que denunciaban los manejos
“liberales” que tenían atada la voluntad del rey e incluso aventuraban la posibilidad de sustituir al
monarca por Carlos María Isidro, su hermano, para mantener firmemente la autoridad real, y a
partir de ese momento dichos realistas “puros” pasaron a denominarse también “carlistas”. Los
dos hechos que terminaron por distanciar definitivamente a los dos bandos fueron la Revuelta de
los malcontents (o agraviados) que afectó al campo catalán en 1827 y fue alentada por los
carlistas; y sin duda alguna la más importante fue la disposición de la sucesión al trono, con la
derogación de la Ley Sálica y la recuperación de la legislación alfonsina de las Partidas a través
de la Pragmática de la Sanción (1829). A pesar de la claridad de la disposición, la confusión final
del reinado debido a los problemas de salud del monarca planteaba dudas en la forma de la
sucesión de Fernando VII.
Tras la muerte del Fernando VII (septiembre de 1833), su hermano reclamó el trono
aprovechando las complejas circunstancias de las disposiciones legales, rechanzando la
autoridad de la Reina Gobernadora e iniciando un conflicto dinástico (I Guerra Carlista – 18331839/1840) que rápidamente adquirió aspectos sociales, económicos, territoriales y religiosos.
Aunque el resultado de la contienda no fue favorable a sus intereses, el Carlismo arraigó
profundamente en sociedades rurales y tradicionales; contrarias a los cambios que establecía un
modelo liberal de Estado. Aunque como tal el Carlismo fue derrotado en 1876 (final de la III
Guerra Carlista), el movimiento se transformó; abandonó los planteamientos dinásticos (que
serán a partir de aquí anecdóticos), y reforzó planteamientos ideológicos que se resumían en
lemas como: “Dios, Patria y Rey”; y sirvieron de base tanto al Franquismo como al Nacionalismo
Vasco.
2.- Ideas principales y secundarias
La idea principal del documento es la justificación de la defensa de los intereses dinásticos de
Carlos María Isidro sobre el trono de España (aunque niega abiertamente su reclamación),
apoyándose en principios como la Tradición (en la ley de sucesión) y la Religión.
Podemos además destacar las siguientes ideas secundarias:
a.- Las constantes referencias religiosas dentro del documento con el doble objetivo de mantener
la estrecha relación entre una monarquía absoluta y un planteamiento religioso que la mantenga,
por un lado; mientras que por otro, también es una forma de garantizarse el apoyo de los
católicos (especialmente de los más radicales).
b.- La fidelidad abierta mostrada hacia su hermano como elemento simbólico de la Monarquía, y
contra la cual no actuaría (ya que lo llama traición) contrasta con la amenaza contra aquellas
autoridades que no sean tan fieles como él a la Monarquía que ahora representa.
2. c.- El maniqueísmo del final del documento manifestado en la distribución de los premios para
los buenos (los que están con él, con Dios y su ley) y los castigos para los malos (que son los
que están sencillamente en contra).
Comentario:
Este texto es muy ilustrativo porque refleja con claridad muchos aspectos del
movimiento carlista, un movimiento político y social que condicionará la historia
española durante gran parte del siglo XIX (guerras carlistas) y que incluso llegará
al siglo XX (Guerra civil española, Franquismo e incluso Transición).
El carlismo se presenta como una ideología tradicionalista y antiliberal que
recogía la herencia de movimientos como los malcontents o los apostólicos de la
década ominosa (1823-1833). A través del texto podemos observar algunos de sus
ideas más importantes:
La defensa del absolutismo, incluso de origen divino, como se observa en esta
frase, “la ruina de los tronos que el Sumo Hacedor tiene establecidos para bien de la
humanidad”. En un momento en que se habla ya de “ciudadanos”, el texto hace mención
todavía a “ los leales y fieles vasallos”. Lógicamente, el antiliberalismo está presente en todo
el documento, y se identifica con robos, asesinatos, inmoralidad, antipatriotismo y
sacrilegios.
- La defensa de la religión (“los protectores del altar”) es otro elemento
esencial de este movimiento, y en el texto se hacen contínuas referencias
al Sumo Hacedor, al Dios Santo y al carácter catolico de la población
alavesa.
- La permanencia de los fueros y privilegios típicos del Antiguo Régimen, en
peligro frente a la uniformidad jurídica y territorial defendida por los
liberales (como lo demuestra la división provincial de España, de este
mismo 1833).
Así pues, bajo el lema “Dios, Patria y Fueros” se agrupaban los defensores de la
legitimidad dinástica de don Carlos (denominado por sus seguidores como Carlos
V), de la monarquía absoluta, de la preeminencia social de la Iglesia, del
mantenimiento del Antiguo Régimen y de la conservación de un sistema foral
particularista.
-
Otro aspecto del carlismo que podemos analizar a través de este documento
es su implantación geográfica y social. El fenómeno carlista fue más general en las
provincias forales del Norte (País Vasco, Navarra) y en otras zonas antiguamente
forales: Aragón (Maestrazago), Cataluña, Valencia, Galicia o Castilla (en algunas
comarcas).
3. Socialmente, el carlismo fue un movimiento tan heterogéneo como el liberalismo. Sus
grupos dirigentes provienen de la Iglesia, en su mayoría antiliberal, y muy perjudicada
por las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos que suponían la pérdida de
privilegios en la Iglesia. El apoyo de la pequeña nobleza local, oligarquías rurales y
ciudadanas que habían combinado la propiedad de la tierra y el monopolio del poder
local con diversas situaciones de privilegio y tenían miedo de que el liberalismo pudiera
acabar con los fundamentos tradicionales de su poder (en tema fiscal, vinculaciones
señoriales, control de ayuntamientos). El carlismo contó también con el apoyo de
sectores amplios del artesanado y del campesinado, y en este sentido adoptó la forma de
una protesta popular y campesina. El motivo de su apoyo fue el cambio en las formas en
la propiedad colectiva tradicional impuestas por el liberalismo frente a los privilegios
forales. Muchos campesinos fueron expulsados de las tierras desamortizadas sin recibir
tierras en propiedad, o bien se sintieron perjudicados por el nuevo sistema fiscal e
impositivo liberal.