1. Juventud y grupos de pares*
Rogelio Marcial
En la historia del hombre, los grupos humanos han significado la oportunidad
de compartir intereses y actividades imposibles de desarrollar de manera individual.
Con diversos fines y medios, los grupos se insertan en la interacción social como
instancias mediadoras entre el hombre particular y su mundo inmediato, llevando a
cabo funciones específicas en la relación entre el individuo y la sociedad mayor.
La existencia de grupos humanos ha permeado todos los niveles de la vida de
los hombres particulares. El desarrollo que presentan las sociedades modernas,
cada vez con más fuerza, ha obligado a que los individuos encuentren en el grupo
social este papel de mediación con la sociedad, en lo que respecta a la asimilación
de las normas y los usos sociales. El grupo humano se convierte así en un espacio
en el cual el particular se apropia de la socialidad, lo que contribuye en gran medida
a la formación de la vida cotidiana de los sujetos sociales.1
De esta manera, la formación de grupos sociales de diversa índole ha sido
una característica histórica en la evolución del hombre, y las especificidades que
presentan responden a la forma en que se estructura la interacción de una sociedad
en particular; contribuyendo con ello a la construcción de identidades sociales.
...no puede ya pasarnos desapercibido que durante todo su pasado el hombre ha
basado mucho de su identidad en identidades grupales mutuamente excluyentes
en la forma de tribus, naciones, castas, religiones, etcétera.2
Sin embargo, el inmenso abanico de la existencia de grupos humanos en la
sociedad convierte esta temática en algo de suyo complejo, sobre todo cuando se
intenta estudiar las dimensiones estructural, funcional y psicológica de las diversas
grupalidades sociales. Esta diversificación, y la dificultad de inmiscuirse en la
evolución natural de los grupos humanos, ha dado por resultado el escaso
conocimiento que tiene la propia sociedad sobre los grupos de pares que se
organizan en su seno.3
*
En Desde la esquina se domina, Zapopan, el Colegio de Jalisco, 1996, pp. 39-62.
1
Heller, Sociología de la vida cotidiana..., pp. 69 y ss.
2
Erikson, Sociedad y adolescencia, p. 53.
3
Después de mencionar el origen etimológico incierto de la palabra grupo y de enfatizar que éste
adquiere un sentido social sólo a partir del siglo XVIII, Jean Maisonneuve, La dinámica de grupos,
Buenos Aires, Nueva Visión, 1977, p. 7, agrega: “El grupo abarca conjuntos sociales de talla y
estructura muy variadas, desde colectividades nacionales hasta las bandas más efímeras. El único
rasgo común a todos esos conjuntos consiste a la vez en la pluralidad de los individuos y en su
solidaridad implícita, por lo demás más o menos fuerte. En ese sentido, el lenguaje común es
significativo por sí mismo: el término de ‘miembros’ aplicado de modo espontáneo a los individuos que
componen un grupo recuerda la imagen de un ‘cuerpo’ del cual serían partes a la vez dependientes y
móviles; recuerda, asimismo, lo que esas personas diferentes pueden tener en común y hacer juntas.
Además, el grupo está vinculado a la idea de ‘fuerza’. La expresión ‘agruparse’ expresa muy bien la
intención de reforzamiento mutuo de individuos que en aislamiento se sienten impotentes”. Con
2. De esta forma, es posible comprender que si para la constitución de
identidades sociales el grupo humano tiene una importante relevancia, en el caso de
los grupos juveniles tal instancia social adquiere mayor significado; debido a que,
como vimos, en este periodo vital la especificación identitaria tiene una primera
definición primordial.
Es así que la inserción de jóvenes adolescentes en los diversos grupos de
pares, la interacción con compañeros en las mismas condiciones generacionales,
educativas, clasistas y/o culturales, contribuye a que su desarrollo personal se
enfoque hacia determinadas características con respecto a su persona, a la idea
sobre sí ya la manera en que interpreta la realidad que le rodea.
Si se considera el estatuto de los adolescentes y el hecho de que intentan
distanciarse del compromiso familiar sin estar verdaderamente comprometidos ni
reconocidos socialmente, es evidente que los grupos de compañeros constituirán
un medio de vida privilegiado, necesario para un desarrollo armónico y
particularmente cargado desde el punto de vista afectivo.4
En cualquier periodo de la vida del hombre la constitución de grupos humanos
puede basarse en diferentes orígenes. Por un lado, los objetivos del grupo pueden
ser diversos y ello marcará el grado de solidaridad que se desarrolle en su seno, así
como las formas de organización, jerarquización y liderazgo internos. A su vez, por el
otro lado, el grupo puede ser un medio para alcanzar ciertos objetivos, aunque
también puede ser en sí un fin el estar en grupo, el estar juntos.
Sin embargo, es evidente que en la adolescencia el primer factor de unión en
los grupos de pares son los lazos de amistad que se presentan entre los jóvenes.
Debido a ello, el punto de vista psicológico ha establecido una evolución genética de
las características intrínsecas en las relaciones de amistad entre los adolescentes. Al
principio del periodo adolescente (de los II a los 13 años aproximadamente) los lazos
de amistad se encuentran más centrados en las actividades en común que en la
respecto a la dificultad de estudiar a los grupos en su ambiente natural. Henri Lehalle, Psicología de
los adolescentes, México, Conaculta/Grijalbo, 1986, p. 109, afirma: “...los grupos de pares constituyen
por naturaleza (¡y afortunadamente!) un objeto de estudio poco susceptible de ser observado
directamente. La técnica de ‘observación participativa’ se utiliza a menudo, pero supone una
cualidades personales, por parte del observador, innegables y, además, siempre se puede pensar que
la simple presencia de una persona externa al grupo modifica el funcionamiento de dicho grupo”.
4
Ibid., p. 108. Al respecto apunta Powell: “El grado hasta el cual los jóvenes tienen la oportunidad de
participar en actividades de la comunidad y de los grupos, puede ser un factor de importancia para
ayudarlos a desarrollar una conducta efectiva”. Powell, op. cit., p. 222. Cabe agregar la importancia
que tienen los grupos de pares en la construcción identitaria de los adolescentes (individual y
colectiva), la cual tiene su origen en factores muy específicos de este periodo de vida; aunque en
ocasiones, y por circunstancias fundamentadas en la interacción social, tal identidad reaccione ante
las bases normativas de la sociedad: “Durante la adolescencia, las actividades de grupo contribuyen a
la emergencia de una identidad personal, constituyen a su vez, para los jóvenes, una manera de
existir y de hacerse un lugar en la sociedad. El adolescente aislado o los grupos que no tienen los
medios necesarios materiales o culturales para afirmar su identidad haciendo algo reaccionan de
manera aparentemente diferente, pero las razones profundas de estas manifestaciones son sin duda
alguna bastante semejantes” .Lehalle, op. cit., p. 115.
3. interacción misma. Posteriormente (entre los 14 y 16 años) la confianza recíproca es
la exigencia en las relaciones de amistad, el aspecto de seguridad toma importancia.
Finalmente (de los 17 años en adelante) las relaciones amistosas se tornan menos
pasionales, se busca un énfasis en la diferencia personal y la posibilidad de la
interacción interpersonal; la diferencia es valorada y enriquece la constitución
identitaria del adolescente.5
Por encima de este factor evolutivo de la amistad en los grupos juveniles, las
variables de semejanza y complementariedad juegan un papel importante en las
características grupales y en la construcción de una identidad grupal. En este
sentido, un importante estudio que ha revisado diversas investigaciones sobre
grupos de pares en la adolescencia,6
señala la gran semejanza entre los amigos
durante la adolescencia, referido a aspectos como la actitud hacia la escuela, los
gustos culturales (música, modo de vestir, diversiones), la misma tendencia, en su
caso, a consumir alcohol o drogas, las expectativas e ilusiones, etcétera. Tal
semejanza puede resultar de una influencia mutua o puede ser que el vínculo
amistoso se base en la elección de compañeros precisamente por esa similitud; y las
diferencias que necesariamente subsisten a pesar de esa semejanza, pueden ser el
resultado de una decisión deliberada de complementariedad.
Lo que se encuentra en el centro de los vínculos grupales y la constitución de
identidades entre los jóvenes, ha sido llamado por Erikson “la necesidad de cierta
difusión del yo adolescente”, refiriéndose con ello a:
Las experiencias en que son expandidos algunos límites del sí mismo para incluir
una identidad más amplia, con ganancias compensatorias en el tono emocional,
en la certidumbre cognoscitiva y en la convicción ideológica, presentándose todo
esto dentro de estados de amor, de unión sexual y de amistad, de discipulado y
de seguimiento y de inspiración creadora. Tales estados pueden, por supuesto,
presentarse dentro de afiliaciones culturalmente sancionadas o en grupos
autoafirmantes que ocupan un lugar en el borde de la sociedad.7
Es precisamente por lo anterior, por lo que dentro de toda sociedad los
adolescentes buscan formar parte de grupos en los que encuentran a otros jóvenes
con los que puedan compartir expectativas, vivencias y gustos; y en muchos casos
estos grupos juveniles se convierten en verdaderas instancias de autodefensa y
rebeldía ante las normas y valores impulsados por el mundo adulto.
Pocas veces el joven se identifica con sus padres; por lo contrario, se rebela
contra el dominio, el sistema de valores y la intrusión de éstos en su vida privada,
ya que necesita separar su identidad de la de ellos. Con todo, existe una
necesidad desesperada de pertenecer socialmente a un grupo. Sus compañeros,
la pandilla y la "barra" ayudan al individuo a encontrar su propia identidad dentro
5
Lehalle, op. cit., p. 109 y ss.
6
T. J. Berndt, “The Features and Effects if Friendship in Early Adolescence”, en Child Development,
núm. 53, 1982. Citado en la obra de Lehalle.
7
Erikson, Sociedad..., p. 130.
4. del contexto social. El sentimiento de solidaridad en grupos y "barras" de
adolescentes es fuerte... y tanto los consiguientes sentimientos gregarios como la
propia no tolerancia de las "diferencias" −incluso aspectos menores de lenguaje,
gestos y vestimenta− constituyen una "defensa necesaria" contra los peligros de
auto difusión que existen durante ese periodo.8
De igual forma, los grupos de pares durante la adolescencia suelen ser
variados y, como se adelantara más arriba, pueden estar formados a partir de
diferentes objetivos. Tal variedad puede esquematizarse en diferentes tipos-ideales
de grupos juveniles, aunque las fronteras entre ellos son altamente móviles y entre
un tipo y otro pueden existir varios grupos intermedios. Asimismo, el paso de un tipo
a otro en la mayoría de los casos se presenta más por deslizamiento, que por un
ruptura definitiva.9
Así, existen los llamados grupos de base institucional, como los grupos
escolares, deportivos, religiosos, etcétera; éstos existen en la medida en que una
institución social propicia la interacción entre los jóvenes. También están los grupos
espontáneos comúnmente identificados como "camarillas", en los que se aglutinan
de cuatro a nueve compañeros unidos por el interés de una amistad compartida.
Pueden existir grupos meramente informales o cuasi-grupos, que se conforman por
una amalgama de jóvenes con ligeras interacciones entre ellos. Finalmente, existen
también las bancadas, grupos espontáneos que reúnen a más de diez adolescentes
y que establecen códigos y rituales que los identifican al interior y los diferencian
hacia el exterior.
Sin embargo, la mayoría de los grupos de jóvenes han sido evaluados
negativamente por la mirada de la sociedad y sus instituciones. En el erróneo
entendido de que el joven adolescente sólo debe preocuparse por aprovechar
productivamente su tiempo en el adiestramiento físico, moral e intelectual para una
vida futura, se olvida todo un mundo de significados para la juventud que se
encuentra en el hecho de compartir con otros jóvenes, en las mismas condiciones
socio-culturales, las experiencias del tiempo libre y la construcción de identidades
grupales. Muchas veces sin un conocimiento cierto de los diferentes grupos
juveniles, se les considera como un espacio de pérdida del tiempo y un lugar propicio
para adquirir “malas mañas” siempre originadas en los de más compañeros.
La mirada de los adultos y de la sociedad en general sobre los grupos de jóvenes
es, a menudo, ambigua. La envidia se mezcla con la inquietud y las típicas quejas
enmascaran a veces unos ciertos celos o lamentaciones. Además, tales actitudes
son, con frecuencia, estereotipadas.10
8
Muuss, Teorías de la adolescencia, México; Paidós, 1989, pp. 50-51.
9
Para una caracterización de los grupos juveniles de pares ver las obras citadas de Lehalle y
Maisonneuve.
10
Lehalle, op. cit., p. 108. Al respecto apunta Valenzuela ¡A la brava, ese! Cholos, punks y chavos
banda, Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte, 1998, p. 21: "...la juventud se ha expresado dentro de
organizaciones sociales, sindicales, políticas, estudiantiles y barriales, o mediante expresiones propias
de determinados grupos que asumen formas particulares en su expresión, las cuales pueden ir desde
5. Esta actitud de desconocimiento, estigmatización y desvalorización hacia los
grupos juveniles, y hacia la rebeldía juvenil en general, ha sido reproducida por la
gran mayoría de las sociedades en la historia del hombre, aún cuando algunos
grupos juveniles (actitudes, modas, manifestaciones) han evidenciado los aspectos
negativos de las bases sociales a que se enfrentan. En nuestras sociedades
modernas, la descalificación de las expresiones de las culturas juveniles ha tomado
una fuerte expansión.
La rebelión que aleja a los jóvenes de sus hogares y los agrupa en pandillas
de otros parecidos a ellos, ha sido recibida por la publicidad como un fenómeno
nuevo, reflejo del deterioro del sistema de valores de nuestro tiempo. Dudamos
seriamente de que éste sea un fenómeno único, puesto que cada generación parece
haber tenido su grupo de inconformes. El individuo barbado, de cabello largo y sucio,
probablemente sea diferente de sus predecesores inconformes, pero los problemas
subyacentes siguen siendo los mismos básicamente.11
A pesar de ello debemos tener en consideración que aunque, como
indicamos, no siempre es igual para la totalidad de la juventud, durante este periodo
de vida la búsqueda por una identidad personal y de grupo tiende a poner a prueba
las valorizaciones y normatividad que imperan en la sociedad. No puede ser extraño,
entonces, que las actitudes de muchos jóvenes se contrapongan a la realidad que
van conociendo durante el proceso propio de socialización; y que de alguna forma la
transgresión de esos valores y normas tenga un significado atrayente para estos
jóvenes que buscan ubicar lo que implica apegarse a esas normas o rechazarlas
abiertamente.
Es inevitable que las actividades de los grupos de jóvenes choquen, en uno u otro
momento, con la reprobación de los padres o de la sociedad y con las
"prohibiciones". Si no se produjeran estos choques, el grupo de adolescentes se
asimilaría a los adultos y no podría afirmar su originalidad ni su identidad. En
última instancia, se podría decir que las prohibiciones no tienen interés más que
en el caso de que algunas puedan ser transgredidas... ¡y otras no! En este
sentido, el problema de la sociedad y de los adultos en general es el del límite de
las transgresiones tolerables. Recíprocamente, los jóvenes deben tomar
conciencia de este límite ya sea como real, ya sea descentrándose y aceptando el
punto de vista del otro.12
De esta forma, los jóvenes encuentran en el grupo de pares un elemento que
contribuye a enfrentar al mundo adulto y cuestionarlo o aceptarlo. Las implicaciones
de ello pueden ser muy variadas en la vida inmediata de los jóvenes adolescentes,
pero en la mayoría de los casos coadyuvan en los difíciles procesos de socialización
el vestuario, el lenguaje, la manifestación gráfica o normas propias de comportamiento que en muchos
casos pueden resultar contradictorias con la cultura hegemónica. Este tipo de fenómenos recibe un
tratamiento que puede ir del rechazo al paternalismo por parte de ‘la sociedad global’”.
11
Marvin Powell, La psicología de la adolescencia, México, FCE, 1992, p. 360.
12
Lehalle, op. cit., p. 115.
6. que les son exigidos por parte de la sociedad moderna. Las actividades y
expresiones de algunos grupos juveniles pueden encontrar en diversas
manifestaciones culturales una forma de decir y evidenciar los problemas y
expectativas que en su vida cotidiana enfrentan los adolescentes, e interpretarlas de
acuerdo con los códigos que se establecen al interior del grupo juvenil. De la misma
forma, muchos grupos juveniles llegan a estructurarse como un espacio de
esparcimiento y socialización que se erige de manera paralela a instituciones
sociales como la familia, la escuela o la parroquia; y aunque difícilmente llegan a
sustituirlas, dentro del grupo el joven establece una forma de ser, una forma de
relacionarse y una visión propia de su realidad.
Resulta necesario entonces, para lograr ubicar el papel que juegan los grupos
juveniles para sus propios actores y para el conjunto de la sociedad, entenderlos
como una forma de identidad grupal, que tiene su origen en los procesos subjetivos y
objetivos de individuos concretos en una sociedad moderna siempre cambiante, y
que representa una posibilidad de expresión juvenil que busca un lugar en la
sociedad de acuerdo con las condiciones cotidianas de su desarrollo interpersonal.