3. (12:28-34) El Gran Mandamiento
alguna imperfección (Ex 12:5-6).
(12:28) La siguiente
prueba vino casi in-
mediatamente. Co-
mo el cordero Pas-
cual, Jesús fue exa-
minado por varios
días para ver si tenía
Los escribas, también llamados intérpre-
tes de la ley, eran un grupo de letrados
que hacían las veces de secretarios y no
tarios, podían ser fariseos o saduceos.
4. (12:28-34) El Gran Mandamiento
Puesto que eran expertos en la interpre-
tación y aplicación de la ley, siempre dis
cutían cual mandamiento era grande o
pequeño. Era natural que hiciesen la pre
gunta: ¿Cuál de los 613 mandamientos
era el más importante de todos?
“Y levantándose los escribas de la parte
de los fariseos…” (Hch 23:9b).
Existían tal cantidad de mandamientos y
preceptos, divididos entre graves o le-
ves. Sin embargo la maneras como mane
jaban este complejo sistema, seguía …
5. (12:28-34) El Gran Mandamiento
La hostilidad inicial de este escriba, en
particular, al oírlo responder muy bien a
los saduceos, se transformó en una ex-
presión de admiración genuina hacia Je-
sús. Así que aprovechó la ocasión para
hacer una pregunta bien intencionada,
puesto que no se ponían de acuerdo
entre todos los escribas en cual era la
respuesta: ¿Cuál mandamiento debe
ocupar el primer lugar entre todos?
… siendo inentendible para la mayoría de
la gente del pueblo.
6. (12:28-34) El Gran Mandamiento
pio fundamental del monoteísmo judío.
(12:29) El Shemá Is-
rael era la oración
más sagrada del ju-
daísmo: Escucha
Israel, Adonaí nues-
tro Señor, Adonaí
uno es. Es el princi-
“Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el
Señor es uno” (Dt 6:4).
¿Cuál es el mandamiento más importan-
te, para Jesús, entre los 613 existentes…
7. (12:28-34) El Gran Mandamiento
(12:30) ¡No sólo es esto, sino que subra-
ya el hecho de que Dios quiere que se le
ame! Dios quien es uno e invisible exige
amor y lealtad indivisibles.
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con todas
tus fuerzas” (Dt 6:5).
Amarás a Dios con todo lo que compren
de la totalidad de la existencia del hom-
bre, es decir con todo tu ser.
… en la ley de Moisés, la Torá?
8. (12:28-34) El Gran Mandamiento
Esto armoniza con el
hecho de que Él mis-
mo es el Dios de a-
mor. Esta es una ver-
dad que se enseña no
sólo en el NT, sino
también en pasajes
del AT.
“Pero Dios muestra su amor para con
nosotros en que, cuando aún éramos
pecadores, Cristo murió por todos no-
sotros” (Rom 5:8).
9. (12:28-34) El Gran Mandamiento
El alma, es el asiento de la actividad e-
mocional del hombre. La mente es el a-
siento de la vida intelectual, las disposi-
ciones y actitudes. La fuerza significa …
“Hace ya mucho tiempo, el Señor se hizo
presente y me dijo: Yo te amo con amor
eterno. Por eso te he prolongado mi
misericordia” (Jer 31:3).
El corazón representa el centro mismo
de la existencia del hombre. “Sobre toda
cosa guardada, guarda tu corazón; por-
que de él mana la vida” (Pr 4:23).
10. (12:28-34) El Gran Mandamiento
Debemos amar a Dios con todas las fa-
cultades con las que Él nos ha dotado.
… que debemos dar
todo de nosotros,
darnos por comple-
to a Dios. Corazón,
alma, mente, y fuer-
za deben cooperar
en amar a Dios.
En hebreo aparecen: corazón, alma y fuer
za, Marcos añade mente; resalta que el
amar a Dios merece todo lo que uno es.
11. (12:28-34) El Gran Mandamiento
Aunque no fue solicitado, Jesús agregó
un segundo mandamiento: “Ama a tu
prójimo como a ti mismo” (Lv 19:18b).
Hasta donde es sabido, nadie había uni-
do antes las declaraciones de Deuterono
mio y Levítico como el resumen de toda
la ley. Jesús lo enfatiza en esta ocasión.
(12:31) De haber parado aquí habría sido
una abstracción teórica sin una realidad
concreta, un mero culto farisaico a la
letra. Como Dios es amor, así el amar a
Dios se manifiesta en amar al prójimo.
12. (12:28-34) El Gran Mandamiento
Jesús no decía que eran el primer y el
segundo mandamiento, sino que ellos
dos se combinaban para dar la totalidad
de la obligación moral del hombre. “De
estos dos pende toda la ley y los profe-
tas” (Mt 22:40).
Amar a Dios es la única base segura para
amar a otra persona. Un amor que no es-
tá fundado en el amor divino sucumbirá
al egoísmo y al sentimentalismo.
Según Jesús, no es posible amar a Dios
sin amar al prójimo.
13. (12:28-34) El Gran Mandamiento
El amor a Dios nos llevar a amar al próji-
mo, y el amor del prójimo hacia nosotros
es una evidencia del amor de Dios.
Este amor por Dios debe dirigirse al ser
humano. Jesús estableció lo que es el
amor a Dios unido al amor por el hombre.
“Anden en el amor, como también Cristo
nos amó” (Ef 5:2). “Y nosotros tenemos
este mandamiento de él: El que ama a
Dios, ame también a su hermano” (1 Jn
4:21). “El que no ama, no ha conocido a
Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4:8).
14. (12:28-34) El Gran Mandamiento
(12:32) Con sumo de
leite el escriba acep-
tó la respuesta de
Jesús. Sus palabras
le produjeron una
honda impresión, y
fue sincero al reco-
nocerlo, incluso con gozo y entusiasmo:
“¡Excelente! Maestro, haces lo correcto
al afirmar lo que dices. “Se te ha mostra
do esto para que sepas que el Señor es
Dios, y no hay otro fuera de él” (Dt 4:35).
15. (12:28-34) El Gran Mandamiento
(12:33) Amar a Dios
con todo nuestro ser
es más importan te
que cumplir con los
sacrificios y las
exigencias de la reli-
gión.
“Lo que yo quiero es misericordia, y no
sacrificio; ¡conocimiento de Dios, más
que holocaustos!” (Os 6:6).
“¿Y crees que al Señor le gustan tus ho-
locaustos y ofrendas más que la …
16. (12:28-34) El Gran Mandamiento
“… obediencia a sus palabras? Entiende
que obedecer al Señor es mejor que ofre
cerle sacrificios, y que escucharlo con
atención es mejor que ofrecerle la grasa
de los carneros” (1 Sam 15:22).
“Aún si yo te ofreciera sacrificios, no es
eso lo que quieres; ¡no te agradan los
holocaustos! Los sacrificios que tú
quieres son el espíritu quebrantado; tú,
Dios mío, no desprecias al corazón
contrito y humillado” (Sal 51:16-17).
17. (12:28-34) El Gran Mandamiento
(12:34) Jesús quedó
impresionado por la
respuesta del escri-
ba. Había respondi-
do con inteligencia,
a pesar de los obstá
culos del judaísmo.
El escriba amaba y buscaba a Dios. Je-
sús, lo alentó, le dijo que no estaba lejos
del reino de Dios. Este escriba pudo ser
uno de aquellos que se convirtieron en
Jerusalén en Pentecostés.
18. (12:28-34) El Gran Mandamiento
Las preguntas en contra de Jesús termi-
nan aquí. Los que lo acusan no han en-
contrado nada que reprocharle, dejan de
interrogarle, aunque no desistirán en su
propósito de acabar con él. Jesús ha lo-
grado imponerse y callar a sus adversa-
rios. “Después de esto, nadie osaba
preguntarle algo”.
Jesús había desbaratado totalmente a la
oposición, y al hacerlo, había logrado
atraer hacia sí, a uno de los miembros de
aquel grupo tan intensamente hostil.
19. Conclusión
Notemos que estos mandamientos no
mencionan cosas materiales. Sólo Dios,
y nuestros semejantes son en verdad
importantes. Se ama a las personas y no
a las cosas.
No es posible amar a Dios y odiar a quie-
nes fueron hechos a su imagen: “Si algu
no dice: Yo amo a Dios, pero odia a su
hermano, es un mentiroso. Pues el que
no ama a su hermano a quien ha visto,
¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha
visto?” (1 Jn 4:20).
20. Conclusión
Es impresionante la descripción que ha-
ce el Señor de la manera con que debe-
mos amar tanto a Dios como al prójimo.
No se trata de simplemente amar a Dios
y abstenernos de hacer daño al prójimo.
Debemos ir más lejos, tenemos que a-
mar con el mayor y más completo afecto
posible, y lo incluye todo. Donde hay
amor no faltará nada intencionalmente.
Tenemos que amar a nuestro prójimo co
mo a nosotros mismos y tratarlo como
nos gustaría que nos traten.
21. Conclusión
Vemos en esta clase de amor un resu-
men de lo que debemos aspirar en nues-
tra vida práctica respecto a Dios y a los
demás. Hagamos frente con este amor a
cada situación que podamos enfrentar
en cuanto al bien y el mal.
¿Dónde están las personas que puedan
decir de verdad que aman así a Dios y a
los demás?
¿Dónde hay alguien en este mundo que
no tenga que declararse culpable al ser
probado por una ley así?
22. Conclusión
No nos sorprende que la Escritura diga:
“No hay justo, ni aun uno” (Rom 3:10).
“Por las obras de la ley ningún ser huma
no será justificado delante de Dios” (Rom
3:20). “Por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios” (Rom
3:23).
Hasta qué punto podemos llenarnos de
conocimiento religioso y, sin embargo,
nunca convertirnos ni ser salvos. Este
escriba no estaba lejos del reino de Dios
¿cuán lejos lo estás tú?