10 lectio lc 11, 1 13. señor enseñanos a ora rdocx
1. LECTIO DIVINA LC 11, 1-13
1. LECTURA: ¿Qué dice el texto?
11,1: Una vez estaba en un lugar orando. Cuando
terminó, uno de los discípulos le pidió:
—Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus
discípulos.
11,2: Jesús les contestó:
—Cuando oren, digan:
Padre,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino;
11,3: el pan nuestro de cada día danos hoy;
11,4: perdona nuestros pecados
como también nosotros
perdonamos a todos los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación.
11,5: Y les añadió:
—Supongamos que uno tiene un amigo que acude a
él a media noche y le pide: Amigo, préstame tres panes,
11,6: que ha llegado de viaje un amigo mío y no tengo
qué ofrecerle. 11,7: El otro desde dentro le responde: No
me vengas con molestias; estamos acostados yo y mis
niños; no puedo levantarme a dártelo. 11,8: les digo que,
si no se levanta a dárselo por amistad se levantará a
darle cuando necesita para que deje de molestarlo.
11,9: Y yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y
encontraras, llamen y se les abrirá, 11,10: porque quien
pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le
abre.
11,11: ¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide
pan, le da una piedra? O, si le pide pescado, ¿le dará en
vez de pescado una culebra? 11,12: O, si pide un huevo,
¿le dará un escorpión? 11,13: Pues si ustedes, que son
malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más
el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan! (Tomado de: “La Biblia de nuestro pueblo).
“Cada vez que recitamos el Padre Nuestro, nuestra voz
se entrelaza con la de la Iglesia, porque quién reza no
está jamás sólo. Todo fiel deberá buscar y podrá
encontrar en la verdad y riqueza de la oración cristiana,
enseñada por la Iglesia, el propio camino, el propio modo
de rezar... se dejará, por lo tanto, conducir... por el
2. Espíritu Santo, el cual le guía, por medio de Cristo, al
Padre” (Benedicto XVI).
El relato del viaje a Jerusalén (9,51-19,28) se enriquece
ahora con un nuevo episodio, en el que Jesús, a petición
de sus discípulos, les enseña a orar (Lc 1,1-4).
Fijémonos que la introducción de esta plegaria en la
narración evangélica de Lucas cuadra perfectamente
con su contexto inmediato. Hace muy poco, el propio
Jesús acaba de invocar al “Padre”, alabándole y dándole
gracias (Lc 10, 21-22: la revelación a los sencillos); a
continuación introdujo un “ejemplo” de amor al prójimo
(Lc 10, 29-37: el buen Samaritano), y por fin, pone de
relieve el significado de la escucha de la palabra como la
“única cosa” necesaria (Lc 10, 38-42: Martha y María). El
conjunto de estos episodios revela, con diferentes
modalidades, la actitud característica del discípulo con
respecto a Dios y los sentimientos que deben brotar de
esa actitud. Por otra parte, el “Padre nuestro” es el
primero de un conjunto de tres pasajes dedicados a la
oración; le siguen la parábola del amigo impertinente (Lc
11,5-8) y ciertas máximas sobre la eficacia de la oración
(Lc 11, 9-13), que alcanzan su punto culminante en la
donación del Espíritu, el don supremo que dará el Padre
a los que lo pidan (Lc 11, 13b).
La oración propiamente dicha va precedida en el
Evangelio de Lucas, de una introducción narrativa, que
proporciona el marco adecuado para la “enseñanza” del
Maestro. Ese marco es doble: por una parte, se presenta
al propio Jesús en Oración; por otra, suena la petición de
los discípulos, deseosos de aprender a orar.
En esta versión de Lucas, la oración consta de los tres
elementos siguientes: una invocación (“Padre”); dos
aspiraciones explícitamente dirigidas a Dios, en
segunda persona del singular, y tres peticiones, que se
le plantean en primera persona del plural. En la
formulación de Mateo se amplifican los componentes:
una invocación más extensa, tres deseos sobre el plan
de Dios y cuatro peticiones.
Con la oración del “Padre nuestro”, Jesús enseña –y
paralelamente autoriza- a sus discípulos a dirigirse a
Dios como “Padre”, precisamente con el titulo que el
mismo acaba de emplear para alabarle y darle gracias
(cf. Lc 10,21), y que resonará de nuevo en los momentos
más difíciles de su existencia (cf. Lc 22,42; 23,34.46).
Las cartas de Pablo (cf. Gal 4,6; Rom 8,15), que
conservan una tradición muy primitiva sobre la oración
inspirada por el Espíritu, no solo reproducen la
correspondencia aramea de la invocación “!Padre!”,
‘abba’, sino que constituyen un testimonio de que la
comunidad mantenía fresco el recuerdo del modo tan
característico con el que Jesús se dirigía a Dios; una
invocación típicamente suya, que carece de paralelos en
la tradición del judaísmo precristiano. El carácter de
intimidad que va inherente a esta invocación configura su
3. empleo en la comunidad cristiana. A Dios no se le llama
“Padre” en el sentido veterotestamentario de origen de la
colectividad racial, de instaurador del pueblo elegido o de
Señor de la alianza. En la comunidad cristiana, dirigirse a
Dios con el apelativo de “Padre” implica una intimidad
con Dios, afín a la que tiene el propio Jesús; Dios no es
solamente una personificación de la trascendencia, cuyo
señorío se eleva sobre los cielos, sino un ser cercano
que se preocupa del hombre y cuida de él, como un
padre cuida de su hijo. Ni Mateo ni Lucas entran en más
explicaciones sobre la paternidad de Dios, pero el
indiscutible trasfondo del arameo ‘abba’, que Lucas
traduce exactamente por pater, deja resonar toda la
gama de sus connotaciones.
Fijémonos que el empleo de la primera persona del
plural, en la segunda parte de la plegaria, indica
suficientemente que la oración se dirige a Dios en un
ambiente comunitario; oran –y oramos-
comunitariamente, como discípulos de Jesús.
Las dos frases desiderativas expresan una alabanza a
Dios, que brota del seno de la comunidad cristiana,
consciente de su filiación. El contenido de esas
aspiraciones supera las capacidades del ser humano; el
único que puede darles realidad cumplida es el mismo
Dios. En paralelismo bimembre, se pide a Dios su
intervención escatológica para que todos proclamemos
que su nombre es santo y para que su reino se
manifieste entre los hombres con su llegada definitiva.
El primer deseo del orante se refiere al “nombre” de Dios
y recoge el lenguaje veterotestamentario de textos como
2 Sm 6,2; Jr 7,11; Am 9,12. Pero, concretamente aun
más, lo que se refleja es una de las concepciones
típicamente veterotestamentarias, según la cual Dios
mismo se encargara de que su nombre “sea santificado”.
Los ecos de Ez 36,22-28 son inconfundibles: “Esto dice
el Señor: no lo hago por vosotros, casa de Israel, sino
por mi santo nombre, profanado por vosotros en las
naciones donde fuisteis. Mostrare la santidad de mi
nombre ilustre profanado entre los paganos, que
vosotros profanasteis en medio de ellos, y sabrán los
paganos que yo soy el Señor – oráculo del Señor-
cuando les muestre mi santidad en vosotros”.
Ahora bien: cuando la comunidad cristiana reivindica la
santidad del nombre de Dios, pidiendo al Padre se
manifieste esa cualidad de su ser, lo que desea es que
esa manifestación resplandezca primariamente en la
actividad de Jesús e incluya, al mismo tiempo la
actuación de sus discípulos.
El segundo deseo de la comunidad orante tiene como
objetivo “tu reino”, es decir, que la soberanía absoluta de
Dios sobre el acontecer humano llegue a su plena
madurez escatológica y se manifieste como realidad
consumada. También este deseo de la comunidad
orante se refiere, primariamente, a la acción de Dios, que
en esta nueva etapa, se manifiesta en y por medio de la
actividad de Jesús; pero ahora, concretamente después
4. de Pascua, en este nuevo periodo de su existencia, la
comunidad pide que ese “Reino” de Dios se vaya
encarnando progresivamente en la actualización
cotidiana del plan divino de salvación.
La segunda parte de la oración comunitaria, en la versión
de Lucas, completa la alabanza a Dios con una serie
triple de peticiones. La comunidad de discípulos depende
esencialmente del “Padre”. Por eso tiene que pedirle que
socorra sus necesidades diarias de sustento; tiene que
implorar su perdón, ya que el pecado es una realidad
humana, y tiene que rogarle que no la enfrente con
situaciones en las que pueda peligrar su actitud de
entrega y de confianza en el “Padre”.
Rememorando aquella experiencia, la actual comunidad
cristiana pide al “Padre” el sustento de cada día, y que
no la deje desfallecer en el momento de la prueba. El
punto de partida de la segunda petición es una toma de
conciencia de la situación existente del cristiano; aunque
hijo del “Padre”, el discípulo reconoce que vive en un
mundo de pecado: el mismo peca y, a la vez, es víctima
del pecado ajeno.
Después, Lucas toma una parábola de las tradiciones
populares de Palestina. Esta narración es propia de
Lucas. Al venir inmediatamente después del
“Padrenuestro”, la parábola actúa como una nueva
“exhortación a la oración”. En la composición de Lucas,
esta narración subraya cómo debe ser la oración de
petición, que se acaba de ejemplificar en el
“Padrenuestro”. La función más significativa de esta
parábola consiste en dar todo su relieve a la “insistencia”
con la que el hombre debe dirigirse a Dios. Este mismo
aspecto quedara subrayado, más adelante, en otra de
las parábolas exclusivas de Lucas: la del juez injusto (Lc
18, 1-8)
El tercer pasaje sobre el tema de la oración, está
íntimamente relacionado con los dos precedentes. De
hecho, la primera máxima de Jesús (vv. 9-10) da un
relieve particular a la necesidad de insistir con
perseverancia en la oración. Pero aquí se añaden
nuevas matizaciones.
En principio, los vv. 9-10 suenan como simples máximas
de sabiduría popular; pero de hecho, la triple
composición binaria, repetida dos veces, y dentro de
todo su contexto, parece dar especial relieve al tema de
la perseverancia en la oración. Se mencionan tres
modalidades de la petición humana, pedir, buscar,
llamar; cada una con su respectiva recompensa: don,
descubrimiento, acogida.
En los vv. 11-13 se establece una comparación entre el
Padre del cielo y la paternidad humana. Anteriormente,
en los vv. 5-8 se hablaba de relaciones entre “amigos”;
ahora se pone en primer plano una relación más
profunda, la que se da entre “padre” e “hijo”. La
comparación procede por contrastes: de menor a mayor,
5. de absurdo a razonable. En nuestra perspectiva humana,
resulta inconcebible que un padre, cuando su hijo le pide
algo de primera necesidad, como un pan o un pescado,
le de otra cosa de apariencia muy semejante, pero que
puede ser nociva para su salud. No hay duda que el
padre no osara engañar a su hijo y le dará lo mejor que
tenga. Pues eso mismo es lo que hace Dios, que solo
sabe dar cosas buenas al que se las pide. Lo que nos da
el Padre no se limita a “todo lo que necesitamos” cf. V.
8), sino que encierra el don supremo de su “Espíritu
Santo”.
2. MEDITACIÓN: ¿Qué nos dice el texto?
Platica con los compañeros cercanos:
1) ¿Con qué actitud oramos el “Padre Nuestro”?
¿Dejamos Reinar a Dios en nuestra vida? ¿Nos
contentamos con el pan de cada día?
¿Perdonamos a nuestros hermanos?
¿Pertenecemos a Dios o a Satanás?
2) ¿Oramos a Dios Padre de manera insistente y sin
desfallecer?
3) ¿Qué pretendemos con nuestra oración?
¿Queremos cumplir la voluntad de Dios en
nuestra vida? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu
Santo?
3. ORACIÓN: ¿Qué le digo a Dios como respuesta a
su Palabra?
¿Le pido? ¿Lo alabo? ¿Lo bendigo? ¿Le doy gracias?
¿Lo enfrento?
Recitemos el Salmo 93
Realeza eterna de Dios
El Señor es rey; está vestido de esplendor;
El Señor, está vestido y rodeado de poder;
Firme e inconmovible está la tierra.
Tu trono está firme desde siempre,
Tú existes desde la eternidad.
Levantan los ríos, Señor, su clamor,
Levantan su fragor;
Pero más que el clamor
De las aguas caudalosas,
Más fuerte que el oleaje del océano,
6. Más fuerte en el cielo es el Señor.
Tus mandamientos son inmutables, Señor,
La santidad adorna tu templo por años sin fin.
Con calma, y con confianza filial digamos la oración que
Jesús nos enseñó:
“Padre Nuestro”.
4. CONTEMPLACIÓN-ACCIÓN: ¿A qué me invita el
Señor con su Palabra? ¿A qué me comprometo
con el Señor?
Deseamos que Dios realice en nosotros su voluntad:
¿De qué manera podemos colaborar con Él para realizar
su voluntad? ¿para que Dios reine entre nosotros?
¿Qué actitudes o comportamiento nuevos quiero o
queremos realizar en nuestra vida?
Pongámonos de acuerdo en una frase que nos recuerde
nuestro compromiso.