El documento discute los problemas asociados con las deudas externas de los países en desarrollo. Señala que los términos de los préstamos a menudo impiden que los países deudores generen los ingresos necesarios para pagar sus deudas, y que las deudas privadas terminan siendo responsabilidad del estado. Además, los países endeudados se endeudan más para pagar intereses atrasados, lo que hace que sus deudas sean impagables. Solo una pequeña parte de los préstamos se destina al desarrollo, mientras que

1. -Deuda: Una deuda se establece por via de un contrato. Y un contrato
supone responsabilidades –y riesgos-por
ambas partes. Si en las condiciones contractuales para devolver un préstamo, se
impide la posibilidad de que el
prestatario genere el suficiente dinero para salir de su situación y a la par
pagar su deuda, se genera una
herramienta para manejar las condiciones de vida del prestado.
Aunque las deudas externas se componen de deudas públicas y privadas, en
la práctica sucede que los estados
actúan como garante de los privados. Así, todo termina siendo deuda pública, y
todos los ciudadanos deben hacer
frente a deudas de las que ni siquiera conocían que se adquirían.
Los países más endeudados se endeudan más y más en vanos intentos por
salir de sus situaciones, y los
prestamistas profesionales condicionan más y más las posibilidades de esos
países por salir adelante. Su
preocupación es la de mantener sus cobranzas y no la de ayudar a generar
condiciones para ellas. Las deudas
engordan con nuevas deudas para pagar intereses de las deudas atrasadas, que
terminan siendo impagables.
Pocos porcentajes de las deudas externas están dedicados a lograr
condiciones de desarrollo que permitan mejorar
las posibilidades de pago, sino a profundizar la dependencia de los países
deudores obligándolos a que sus
escasas producciones se dirijan a esos pagos y no a su desarrollo.
Paralelamente, los tratos de estas deudas son
normalmente negociados financieros, que benefician a sectores y grupos a los
cuales ningún tipo de desarrollo les
interesa.
Todo ello obliga en etapas como la actual, a una revisión profunda de las
deudas, determinando cuales porcentajes
se corresponden con los fines a los que decían dirigirse, o a especulaciones y
herramientas de dominación de unos
países o entidades sobre otros. De allí que, o se establecen inmediatamente
mecanismos que permitan
reestructurar las deudas externas –haciendo exclusión de cualquier porcentaje
ilícito o irrazonable-, o cualquier país
se verá en la obligación de declarar unilateralmente una moratoria de los pagos
de su deuda, analizarla por su
cuenta y establecer posibilidades reales de pago de las deudas que sean
legítimas.
La amenaza de que esos países –se verán privados de financiación externa– es una
falacia: esos países reciben
escasos –fondos frescos– (dinero constante y sonante), pues las mayores
cantidades se aplican a –pagos– de
anteriores intereses adeudados, engordando más las deudas ya –adquiridas–.
Una moratoria –consensuada o unilateral-, como parte de una batería de medidas
enderezadas al desarrollo de
todas las potencialidades de un país, será herramienta clave para poder
plantearse un programa de crecimiento
que permita atender a la independencia económica de ese país, y a la atención de
los que son, efectivamente, los
que producen.
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