3. DICCIONARIO IDEOLÓGICO
CLAVES PARA EL USO
L
as palabras son unidades teñidas de magia. La re‐
flexión sobre la manera de manejarlas, de tratarlas, de
acariciarlas o vilipendiarlas debe conducirnos a un me‐
jor uso, a un acuerdo con nuestro pensamiento que nos
facilite dar justo nombre al entorno. Las palabras, las ex‐
presiones, llegan a turbar, a conmocionar o sobrecoger, e
igualmente a encantar, hechizar o seducir, y también con
ellas conseguimos rehusar a quien molesta o inclinar a
quien cautiva. Pueden pasearse por la mente y compla‐
cerla o herirla junto con asuntos transcendentes o trivia‐
les, réplicas inofensivas o insultantes, interpretaciones
llevaderas o doloridas. Esa habilidad mental o expresiva
para ponerle nombre a las cosas ha sido y sigue siendo
privilegio de unos cuantos sabios, y desdicha de quienes
no han sido capaces de llamar a las cosas como más con‐
viene. Y como la realidad no es sino la lectura que hace‐
mos de ella con las palabras, más vale emparejar los con‐
ceptos con las voces que más favorece la comunicación.
3
4. Rafael del Moral
LA TRADICIÓN DE DICCIONARIOS IDEOLÓGICOS
L
a voluntad de repertoriar el léxico de una lengua se
inició con una de las grandes de la humanidad, el
griego. Lo hizo el gramático y retórico Julius Pollux,
nacido en Náucratis, Egipto, hacia el año 135. Vivió
unos cincuenta y siete años y redactó una tipificación de
palabras que llamó Onomasticon, algo así como «libro pa‐
ra dar nombre a las cosas». Lo dividió en diez partes y lo
clasificó por materias. Sirvió para conocer, entre otros
términos, los objetos de la vida diaria, listados de insultos,
los adjetivos que frecuentan la descripción de una obra
literaria. En el año 1502, época del renacimiento aquella
obra se versionó al latín, en Venecia, y resultó particular‐
mente útil para una mejor contemplación del mundo clá‐
sico heleno.
El Amara Kosha, el «vocabulario inmortal» o «tesoro
de Amara» es una clasificación de unas 10.000 palabras
del sánscrito dividida en tres partes. Lo redactó hacia el
año 375, en estructurado esquema, el gramático y erudito
Amara Simha, tal vez un monje budista. Tenía la intención
de servir como ayuda a la memoria en la búsqueda de pa‐
labras olvidadas. Hoy se considera un libro clásico de
permanente referencia.
4
5. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
Las clasificaciones ideológicas cayeron en el olvido,
como tantos otros asuntos re‐
lacionados con el conocimien‐
to científico, hasta que Peter
Mark Roget publicó en 1852 su
Thesaurus of english words
and phrases classified and
arranged so as to facilitate the
expression of ideas and assist
in literary composition, hoy
conocido como Roget’s The‐
saurus. Aquella brillante clasi‐
ficación fue admirada y consul‐
tada por los usuarios como uno de los grandes dicciona‐
rios ingleses. Consiguió el Thesaurus de Roget una catego‐
rización y ordenamiento tan útil e interesante que aún
hoy ocupa un lugar en los hogares anglófonos con la mis‐
ma frecuencia y uso que el Petit Larousse preside las con‐
sultas de los usuarios francófonos, o el
Diccionario de la Real Academia Española
los acuerdos lingüísticos o discrepancias
de los hispanohablantes. Se sirven los an‐
glófonos del diccionario onomasiológico o
de significantes con la misma naturalidad
con que el resto del mundo usa el alfabé‐
tico y no echan de menos la modalidad
acostumbrada, a pesar de que las palabras ocupan un lu‐
5
6. Rafael del Moral
gar sin las tradicionales explicaciones que las visten de
sentido.
El mundo francófono, interesado por un instrumento
de parecido servicio y provecho, adaptó la estructura en
un diccionario publicado por la prestigiosa editorial La‐
rousse. Hoy gana terreno en su uso, cada vez más amplio.
La lengua portuguesa cuenta con la disposición clasifi‐
catoria de Carlos Spitzer llamada Dicionário analógico da
língua portuguesa (1952), obra inspirada en la de Roget. Y
la lengua rusa ha desarrollado el Tematichekii slovar russ‐
kogo iasika [Diccionario temático de la lengua rusa]
(2000), distante también de la alfabetización
y con tantas variantes y especificidades que
sirve de valiosa ayuda a sus usuarios.
Nadie se interesó, sin embargo, por cons‐
truir ese entramado para la lengua española.
Y no parece adecuado pensar que se trate de menospre‐
cio a tan interesante modo del conocimiento, no, más va‐
le explicarlo diciendo que, cuando pudo interesar, cuando
pudo interesarnos, apareció un lingüista excepcional, an‐
tecesor de una lexicógrafa única: eran Julio Casares y Ma‐
ría Moliner.
6
7. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
Julio Casares Sánchez
nació en Granada veinti‐
trés años antes que María
Moliner, en 1877, y murió
en 1964, diecisiete años
antes que ella. La historia
lo conocerá y recordará
por su original legado, re‐
cogido en un manual lexi‐
cográfico, ya clásico, su
Diccionario ideológico de
la lengua española. El tra‐
bajo aúna rigor y ameni‐
dad dentro de un nuevo concepto para abordar el estudio
de los significados de las palabras y las relaciones de afi‐
nidad establecidas entre ellas. Casares estudió derecho,
que no lingüística, en 26 la Universidad De Madrid, pero
también… música. Con veintinueve años accedió a su pri‐
mer empleo: formar parte como violinista en la orquesta
del Teatro Real de Madrid. Pero aquello no le proporcionó
estabilidad económica alguna. Necesitado de actividad
laboral menos sujeta a los vaivenes de la fortuna tuvo que
buscar otra cosa. Y no se protegió en la jurisprudencia,
que era su formación, ni en la enseñanza, amparo de tan‐
tos lingüistas, ni siquiera en la vida bohemia y variada de
los músicos, no, en nada de eso: hubo de trabajar durante
algún tiempo en…un taller de ebanistería. Abandonó por
7
8. Rafael del Moral
entonces toda actividad remunerada y se concentró en la
preparación de unas oposiciones para funcionario en el
Ministerio de Estado, es decir, el camino que tanto ha
asegurado la estabilidad de los españoles durante el siglo
XX. Lo demás, como tantas veces ocurre, fue una carrera
guiada por el trabajo y las favorables influencias del azar.
Interesado por las lenguas orientales, y estudioso por li‐
bre de aquéllas, fue nombrado agregado cultural en la
Embajada de España en Tokio. Le interesaba el japonés,
pero también el fenómeno lingüístico. De regreso a Ma‐
drid cultivó los círculos intelectuales, escribió ensayos y
artículos relacionados con la lengua y la literatura, ganó
prestigio intelectual y, en su progresivo ascenso en pues‐
tos de la Administración, fue nombrado delegado de Es‐
paña en la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra, y
más tarde miembro de la Real Academia Española, y lue‐
go, en 1936, secretario perpetuo. Desde cargo tan privile‐
giado, presentó en numerosas ocasiones el proyecto de
elaborar, en equipo, su Diccionario ideológico. No creye‐
ron en él. Los académicos se mostraron tan reacios a su
idea como a incorporar algunas de las propuestas meto‐
dológicas a las técnicas lexicográficas tradicionales que
regulaban la revisión periódica del Diccionario de la Real
Academia Española. Ante la falta de entusiasmo, Casares
emprendió por cuenta propia la redacción de su legado.
Trabajó en su diccionario tal vez unos quince años, y lo
publicó en 1942. Aquella primera edición, revisada en la
8
9. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
posterior, encontró su versión definitiva en 1959. Desde
entonces sus listados permanecen vírgenes, invariados.
Nadie los ha modernizado. Casares había tenido la oca‐
sión de conocer los grandes diccionarios ideológicos que
enriquecían la lexicografía inglesa, francesa y alemana
sembrada por Roget. La parte alfabética no ofrece nove‐
dad: es un mero listado de palabras con su significado. La
primera parte, que él llama sinóptica, es una atractiva cla‐
sificación de ideas en cuarenta páginas. La central, la lla‐
mada analógica, recoge su verdadera aportación al estu‐
dio del léxico. Pero a diferencia de las obras europeas,
Casares no se atrevió a abordar el revolucionario orden
semántico o lógico, o de significados, y, más conservador
que sus colegas, se refugió en el alfabético. A pesar de
todo, el lector puede partir de su propia competencia lin‐
güística, es decir, de las ideas ya maduras acerca de un
concepto, para llegar a todas las palabras que lo designan
o que tienen alguna relación de signi‐
ficado con él. Este procedimiento
permite, entre otras innovaciones,
localizar una voz desconocida a partir
de una idea aproximada del concepto
general que se busca; seguir la pista
de términos emparentados con el
que se posee, pero más precisos y
exactos que los originariamente con‐
cebidos; manejar toda la serie léxico‐
9
10. Rafael del Moral
semántica de una idea o concepto y, en general, tener
acceso al vocabulario que integra el campo semántico de
una voz. Al conjuro de la idea, a la llamada del concepto,
Casares ofrece en tropel las voces, seguidas de las sino‐
nimias, analogías, antítesis y referencias. Nos regala un
metódico inventario del inmenso caudal de palabras cas‐
tizas que por desconocidas u olvidadas no prestan servicio
alguno, otras cuya existencia se sabe o se presume, pero
que, dispersas y agazapadas en las columnas, resultan in‐
accesibles mientras no conozcamos de antemano su re‐
presentación en la frase. Pero lo que destaca, lo que dig‐
nifica al diccionario de Casares es que ha reunido las pa‐
labras en torno a un hiperónimo o palabra sugerente que
él concibe. Como tantos intelectuales del siglo XX que han
dedicado su vida a la investigación, que han alejado su
pensamiento del mundo para concentrarlo en la lingüísti‐
ca, Casares murió con casi noventa años, probablemente
pensando más en la vida de sus revoltosas palabras que
en cualquier otra peregrina y triste imagen de la senec‐
tud.
María Moliner Ruiz no pertenece exactamente a la ge‐
neración de Casares, ni siquiera a la de los atildados lin‐
güistas del siglo XX, ni a las clases académicas, ni al en‐
cumbrado, y tal vez altivo, cuerpo docente, pero sí a ese
reducido grupo de personas decididas, tenaces, capaces
de cultivar con mimo y esmero el mágico y seductor
10
11. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
mundo de la lexicografía. Mujer intere‐
sada por las palabras y sus significados,
y para muchos marcadamente natural y
franca, al igual que Mark Peter Roget y
Julio Casares dedicó buena parte de su
vida a la composición de otra gran obra,
el Diccionario de uso del español. Lo pu‐
blicó cuando contaba sesenta y seis
años. Casares lo había hecho a los se‐
senta y cuatro y Roget a los setenta y tres.
Los tres repertorios son resultado de una labor indivi‐
dual, solitaria, y obras de madurez, que es cuando se han
agitado, ajustado y acomodado las palabras multitud de
veces en la vida, en lecturas y conversaciones; que es
cuando la mente alcanza la cuajada y henchida riqueza
léxica. Pues bien, la obra de María Moliner es, una vez
más, el resultado de una serie de circunstancias a veces
favorables, a veces adversas, pero en una detenida lectu‐
ra biográfica de la autora parece como si los contratiem‐
pos hubieran contribuido a un mejor logro de sus objeti‐
vos. Las grandes obras personales no son el resultado de
una minuciosa programación, sino el alumbramiento, la
conjunción de un abanico de eventos entre los que el tra‐
bajo, la inteligencia y la paciencia ocupan un lugar de pri‐
vilegio. Si por cualquier circunstancia Moliner hubiera de‐
jado su obra a medias o casi acabada, no la llamaríamos
lexicóloga, sino bibliotecaria. Allí, entre libros, debió de
11
13. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
ros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Entre 1922, fecha en la
que empieza a trabajar como funcionaria, y 1970, año en
que se jubila, a María Moliner nadie la conoce por otro
oficio que el de bibliotecaria y conservadora de libros.
Primero en el archivo de Simancas, después en Murcia,
Valencia, y luego, en su traslado a Madrid para acercarse
a su marido, en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros
Industriales. Lo que nadie puede saber muy bien es cuán‐
do, ni cómo, ni por qué, inició la elaboración de su egregia
obra. Supongamos que fue hacia la década de los cin‐
cuenta, y que, en labor parecida a la constancia que exi‐
gen otros menesteres, pero con mente privilegiada, invir‐
tió también unos quince años de trabajo…Conocemos sus
instrumentos: una máquina de escribir, un lápiz y una
goma… Y sus carencias:
nunca dispuso de un privi‐
legio universitario, ni aca‐
démico, ni de otra institu‐
ción, ni recibió favor algu‐
no que le permitiera des‐
arrollar ese hormigueo en
sus búsquedas, esa clasifi‐
cación tan ajustada, esas
palabras y expresiones tan
propias. El hecho es que en
1966 la editorial Gredos,
que no Espasa, editorial de
13
14. Rafael del Moral
la Real Academia Española, publicó el primer volumen del
Diccionario de uso del español, y un año después el se‐
gundo. ¿Qué hace una bibliotecaria ocupando los espa‐
cios reservados a los profesores de universidad, a los aca‐
démicos, a los eruditos? Por entonces, sólo por entonces,
cuando María Moliner contaba con sesenta y siete años,
el mundo empieza a conocer su obra. Pero poca gente se
hizo eco de aquel excepcional evento. El Diccionario de
uso del español, y esto es lo que aquí interesa, informa,
entre otras cosas, de las ideas afines a las palabras, pero
también sobre los primos hermanos y primos lejanos, y
ofrece ámbitos de parentesco, pero siempre en orden al‐
fabético. Sus listados son interesantes, pero en la práctica
resultan poco útiles. Moliner, sin embargo, dejó sembra‐
dos los campos.
Fernando Corripio, nacido en Madrid en 1928, murió
en 1993 también sin sospechar el re‐
lieve de su obra. En 1985 la editorial
Herder publicó su aportación a la cla‐
sificación del léxico. Si los diccionarios
de Casares y Moliner fueron respeta‐
dos, su Diccionario de ideas afines
resultó, y sigue siendo, de gran utili‐
dad. Muchas generaciones de redac‐
tores de periódicos, de escritores y de
estudiantes lo tuvieron sobre su mesa
14
15. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
en busca de la palabra necesitada, de ese término rápido
y expresivo que ni Casares ni Moliner proporcionaban con
la misma eficacia. Nada impedía que aquellos volúmenes
blancos y negros, el de Casares y el de Moliner, ocuparan
tan amplios espacios en las 29 estanterías de quienes a
diario necesitaban redactar. El Corripio, en definitiva, era
el que estaba a mano sobre la mesa, con los filos de sus
páginas corroídos por el uso. La reciente edición, corregi‐
da y aumentada, es de gran ayuda para el estudiante, pa‐
ra el redactor, para el escritor y para cualquier usuario de
la lengua. Unas veces gracias a su clasificación alfabética,
y otras a pesar de ella. Corripio ofrece torrentes de pala‐
bras, agazapadas, seguidas, conectadas, palabras que
evocan en abanico posibilidades salpicadas de ideas. Co‐
mo la ordenación es tradicional, es decir, alfabética, nece‐
sita incorporar entradas sin más desarrollo que unos
cuantos sinónimos.
En 1995, en la gran década de la lingüística, vio la luz el
Diccionario ideológico Vox. No es éste un trabajo indivi‐
dual, sino, por primera vez para este tipo de investiga‐
ción, colectivo. No tiene estructura alfabética, sino, por
primera vez también, ideológica. Recoge
unas 75 000 palabras, acepciones inclui‐
das, y las clasifica en 1274 grandes cam‐
pos semánticos, es decir más que Roget,
pero menos que Casares, Moliner y Co‐
15
16. Rafael del Moral
rripio, organizados en cinco partes. Consciente de la limi‐
tación, persuadido de la dificultad de sus listados, o tal
vez en consideración al usuario tradicional, el Diccionario
ideológico Vox añade otro diccionario más: el semasioló‐
gico, que duplica en extensión a los dos anteriores. Parece
como si desde el principio aceptara las limitaciones del
ordenamiento conceptual. Añadiremos que no explora en
el riquísimo campo de las expresiones, ni en los usos léxi‐
cos regionales españoles o americanos. La uniformidad en
el tratamiento lo hace interesante como descripción. Re‐
sulta, sin embargo, frágil, quebradizo y tan frío que no
parece haber llegado a ser una herramienta útil.
En 1998 la editorial Verbum publicó mi Diccionario te‐
mático del español. La tipificación contiene unas 60000
palabras ordenadas en un millar de campos semánticos.
Los pasos que me llevaron a construir aquel libro se con‐
funden ahora en el pasado. Tal vez quise poner un léxico
elemental a disposición de los extranjeros que aprenden
nuestra lengua y se me fue la mano y el ímpetu; o quizá
fui atacado por ese permanente gusanillo que nos dice
cosas aunque no queramos oírlas; o no
sé qué…, pero desde algún sitio me sen‐
tía empujado a buscar, a ordenar, a pu‐
lir, a limar, a ajustar… Hasta que le puse
fin, porque las cosas no son eternas, y
se lo estregué a mi editor y consejero
16
17. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
Pío E. Serrano, a quien tanto debo. Parecía que mis lista‐
dos, tan mimados, tan permanentemente agitados, habí‐
an de quedar, puestos negro sobre blanco, sellados para
muchos años, pero apenas habían pasado tres cuando un
nuevo e incontrolable anhelo me indujo a corregir, revisar
y ampliar epígrafes, campos, listas y listadillos.
ATLAS LÉXICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA
D
esde entonces, y hasta la reciente aparición en la
editorial Herder de mi Diccionario Ideológico ‐ Atlas
léxico de la lengua española, no he abandonado las
pesquisas. Han pasado nueve años de trabajo con‐
tinuado. Durante los veranos intenso, moderado en pe‐
riodos lectivos. Y podría seguir buscando y añadiendo y
colocando palabras y expresiones, pues el léxico es infini‐
to, si no fuera porque he querido llevarle la contraria a
Elisabeth de Boisgrollier, mi mujer, que desde antiguo
llama a esta dedicación «el mito de Sísifo». Y como no
quise darle una vez más la razón, mandé mi manuscrito al
editor. Y encontré en Herder, la editorial de mi admirado
Fernando Corripio, el soporte necesario para su difusión.
No podía tener un apoyo mejor, ni pareja más elegante, ni
editorial más propicia. Espero que ahora deje de ser mito,
y también anhelo dar descanso a mi mente antes de que
el tiempo y las palabras me sequen el cerebro.
17
18. Rafael del Moral
Pero hablemos del Atlas léxico. La primera sorpresa
para el usuario es que el diccionario no respeta el orden
alfabético. Casares, Moliner y Corripio eligieron la tradi‐
ción, y tuvieron que renunciar al orden lógico de las ideas.
Roget no renunció, de ahí su encanto, pero utilizó tantas
páginas para el índice alfabético como para el cuerpo ide‐
ológico, y esa misma solución eligió el Diccionario ideoló‐
gico Vox. El Diccionario temático del español optó por un
índice de hiperónimos que facilitara la búsqueda, y esa
solución me ha parecido también aquí la más práctica
aunque exija una postura activa por parte del usuario,
que ha de localizar, con ayuda de los índices, el campo
semántico por el que muestra interés. La ventaja es que si
no acierta en la primera búsqueda, la vecindad puede
ayudarle en la localización.
Mi interés consistía en dejar fotografiado el patrimonio
léxico en un diccionario de orden
lógico, de campos semánticos, en
un práctico y versado atlas de vo‐
cablos, en una de esas clasifica‐
ciones que ya sirvieron para la
lengua griega y para el sánscrito, y
que prestaban un envidiable ser‐
vicio como fiel instrumento de
consulta al inglés y al francés y al
18
19. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
ruso. Para ello me propuse clasificar más de 200 000 pa‐
labras y expresiones de todas las épocas y del hispanismo
actual con la intención de contestar a preguntas del tipo:
¿cuántas palabras dedicamos a nombrar en abstracto o
en concreto determinada realidad? ¿Disponemos de la
más adecuada para lo que queremos decir o existen otras
con mayor propiedad y justeza? ¿Son las mismas en todos
los dominios hispanohablantes? ¿De qué manera y en qué
orden rozan sus significados? ¿Con qué adjetivos, todos
agrupados, podemos describir la belleza de una persona,
la posición de los hombres frente a las riquezas? ¿Con qué
sustantivos damos nombre a los libros según su contenido
o a las personas según su relación con la música? ¿De qué
verbos nos servimos para distinguir las acciones realiza‐
das con los brazos? ¿Cómo disponer de todas ellas de
manera que los significados se entrecrucen, superpongan,
froten o acaricien?
Y para dar respuesta elegí un orden que permitiera
que el hablante conozca las palabras que son, las que
siendo no utilizamos, las que fueron y ya no se usan, las
que acaban de ser y las recién incorporadas, las que fre‐
cuentan el uso coloquial, las ingeniosas, las que se usan
como variantes en el inmenso dominio del hispanismo y
también, por qué no, las vulgares y malsonantes.
19
20. Rafael del Moral
Muchos estudiantes, profesores, investigadores y
usuarios de la segunda o tercera lengua de la humanidad
tal vez agradezcan tener a su alcance la posibilidad de
consultar ordenadamente el léxico, el valor en sí y el rela‐
cional que corresponde a cada palabra.
Los apartados, es verdad, han sido sometidos, necesa‐
riamente, a la ecuanimidad del autor porque el léxico na‐
ce y crece de manera desbaratada y ajustado a las capri‐
chosas necesidades, porque las palabras recogen una am‐
plia diversidad de situaciones en el tiempo y en el espa‐
cio, y porque no existen compartimentos mágicos. Por
eso el lexicógrafo ha de transformarse en taxónomo del
mundo, en observador de la realidad visible e invisible,
concreta y abstracta, para proporcionar al usuario una
mirada lógica y, cuando menos, poco discutible, aunque
siempre debatible, de su entorno.
Los epígrafes por tanto, base de la clasificación, no son
conceptos en busca de significado, sino campos de signifi‐
cados:
50.08 conferencia
discurso, parlamento, alocución, alegación, alegato, prédica, pro‐
clama, argumentación, disertación, charla, enunciado,
DESPRESTIGIADO: soflama, DESUSADO: eloquio ∙ pregón, p. literario ∙ mo‐
nólogo, soliloquio ∙ INÚTIL E INSUSTANCIAL: vaniloquio, ELOGIOSO: laudato‐
ria, panegírico, RECRIMINATORIO: filípica, catilinaria, MOLESTO: perorata,
20
21. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
EN BOCA DE PERSONAJE FEMENINO CÉLEBRE: heroida, EN BOCA DE LA PERSONA
MUERTA: idolopeya, LAMENTO POR LA MUERTE: elegía, DESPECTIVO E IRÓNICO
speech
MILITAR arenga
RELIGIÓN sermón, homilía, plática, prédica, predicación, vespertina O
vespertino, sermón de tabla, palabra de Dios
COLOQUIAL algarabía, guirigay, chinchorrería, matraquería, explicade‐
ras ∙ MODOS: tonillo, retintín, recancanilla, locuela ∙ música celestial
PARTES: introito, exordio, insinuación ∙ argumentación, narración,
proposición, periodo ∙ epílogo, epilogación ∙ refutación
FINAL EFICAZ: peroración
La presentación de los distintos campos permite des‐
cubrir las fronteras significativas entre unas palabras y
otras, elegir el término que más conviene, recordar la pa‐
labra que alguna vez supimos y hemos olvidado o topar‐
nos con una nueva que no sospechábamos que existía, y
también indagar o complacernos en la riqueza léxica de
un ámbito de nuestro interés:
A. Elegir el término adecuado para cada contexto.
B. Seleccionar la palabra que corresponde a un deter‐
minado significado.
C. Descubrir la riqueza léxica de un determinado cam‐
po de significados.
D. Disponer, en imprevisible e inimaginable uso, de un
catálogo sistemático del léxico y expresiones de la lengua
española.
21
22. Rafael del Moral
Sabemos que en el teatro hay actores, directores, es‐
pectadores y tal vez recordamos al decorador, al acomo‐
dador y en circunstancias especiales al apuntador, pero
rara vez tenemos en la memoria el mapa completo de las
personas que participan en la función. En el capítulo co‐
rrespondiente, encontramos la exposición de todas las
palabras de ese campo sin que ninguna quede exenta de
explicación:
83.03 teatro y personas
EN GRUPO:
— compañía, comparsa, gangarilla, garnacha, COMPAÑÍA PEQUEÑA:
bojiganga, COLOQUIAL pipirijaina, farándula, DESUSADO carátula, ANTIGUO
cambaleo (SEIS CÓMICOS), ñaque (DOS CÓMICOS)
— reparto, repertorio, elenco
— coro, corista, coreuta, DESUSADO suripanta, DIRECTOR DEL CORO EN LAS
TRAGEDIAS GRIEGAS: cautor
— dramaturgo, comediógrafo, entremesista, farsista, libretista, mimó‐
grafo, parodista, zarzuelista ∙ autor de teatro
— empresario ∙ representante, GRECIA ANTIGUA: corego o corega
— director, d. de escena,
actor, actriz
— comediante, cómico, comediógrafo, personaje, histrión, actor de
reparto, cómico de la legua, DESUSADO farsante, alzapuertas
— heroína, farsanta, histrionisa, figuranta, vedette, estrella, dama, d.
joven
— protagonista, primer actor, héroe ∙ antagonista, contrafigura ∙
suplente o sobresaliente ∙ galán, galancete ∙ intérprete, recitante,
declamador
— cantante, comprimario ∙ EJECUTABA PARTE BREVE EN LAS ÓPERAS: partiqui‐
no
22
23. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
— figurante, figura, extra, secundario, acompañamiento,
INDEPENDIENTE PARA HACER UN PAPEL: bolo, DE ÍNFIMA IMPORTANCIA: parte de
por medio o racionista ∙ QUE CAMBIABA LA VOZ: bululú ∙ QUE RECITABA EL
PRÓLOGO: faraute ∙ DESUSADO, QUE HACE EL PAPEL DE ANCIANO: barba
— COLOQUIAL comicastro, farandulero, sainetero, farsista, figurón ∙ QUE
AÑADE PALABRAS DE SU INVENCIÓN: morcillero
gracioso
— bufón, bobo, humorista, caricato, bufo, mimo, pantomimo, fanto‐
che, truhán
— DISFRAZADOS: botarga, transformista, CON DISFRAZ GROTESCO: homarra‐
che o moharracho o moharrache
— EN LA COMEDIA DEL ARTE: arlequín, polichinela, pulchinela, Giovanni,
Pantaleón, il bufone, il capitano, il dottore, il vecchio, principessa
COLABORADORES:
— apuntador, apunte, consueta, DESUSADO traspunte (AVISA A CADA
ACTOR CUANDO HA DE SALIR A ESCENA)
— decorador, diseñador, escenógrafo, maquillador, peluquero,
tramoyista
— acomodador, taquillero, arroje, encargada del guardarropa, porte‐
ro, COLOQ sacasillas, metemuertos, metesillas y sacamuertos
— tramoyista, alumbrante
— CADA UNO DE LOS HOMBRES QUE SE ARROJABAN DESDE EL TELAR: arroje
público
— espectador, COLOQUIAL reventador, alabardero (MIEMBRO DE LA CLAQUE),
tifus (QUE DISFRUTA PASE DE FAVOR), ANT mosquetería, mosquetero (ASISTEN
Y ESTÁN DE PIE)
— concurrencia, respetable, claque (INVITADOS A APLAUDIR)
23
24. Rafael del Moral
CRITERIOS DE CLASIFICACIÓN
P
artes, capítulos, epígrafes y listados, en este orden,
sirven para subordinar y encasillar palabras y expre‐
siones. La disposición se apoya en la lógica. Partes,
capítulos, epígrafes y listados conectan al modo de
un árbol, desde el tronco (partes), pasando por las ramas
principales (capítulos) y las secundarias (epígrafes) hasta
las alejadas (listados). Una palabra, un concepto, y luego
otro, domina desde su significado más amplio o hiperó‐
nimo al grupo de palabras o hipónimos que contiene.
Pongamos un ejemplo: La palabra esfenoides, aparece
entre etmoides y vómer, y se encuentra precedida de una
brevísima explicación: HUESOS, en un listado dependiente
de otro. El hiperónimo que define este listado es nariz,
compartimiento que pertenece al epígrafe 30.02 cabeza,
del capítulo 30. ANATOMÍA, en la parte 3, que es la desti‐
nada al CUERPO HUMANO. Así pues la voz esfenoides está
definida por los hiperónimos cuerpo humano, anatomía,
cabeza, nariz y hueso, que a su vez sirven para definir a
otras palabras vecinas o cercanas. Los diccionarios sema‐
siológicos o de clasificación alfabética y significados son
mucho más exigentes en espacio para cada una de las ex‐
plicaciones. El resto del significado queda anclado por su
colocación en la lista: se trata de un hueso de la nariz en‐
tre el etmoides y el vómer.
24
25. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
LAS PARTES son ocho y giran en torno al hombre y la
mujer, bloque central de la clasificación. Son la parte ter‐
cera, CUERPO HUMANO, y cuarta, ESPÍRITU HUMANO. En
ellas aparecen palabras y expresiones relacionadas con el
hombre y la mujer y su entorno vital directo, así como las
que se refieren a su mente, razón o pensamiento. Las dos
primeras partes (PRINCIPIOS GENERALES y ORDEN DE LOS
ELEMENTOS) recogen los términos que, con independen‐
cia de los individuos, existen de manera física o concep‐
tual acerca del mundo, la tierra o el universo. Las cuatro
restantes desarrollan la convivencia (VIDA EN SOCIEDAD,
ACTIVIDADES ECONÓMICAS, COMUNICACIÓN, ARTE‐
OCIO).
LOS CAPÍTULOS son unos diez para cada una de las
ocho partes y se conciben para que cualquier palabra o
expresión tenga cabida en ellos. El orden en que aparecen
respeta los principios lógicos. Todos van precedidos por el
número de la parte a que pertenecen. La tercera, por
ejemplo, se inicia con la anatomía y su entorno: primero
las que constituyen el ser (30. ANATOMÍA, 31. SENTIDOS),
a continuación las que refieren su desarrollo (32. CICLO
DE LA VIDA, 33. ENFERMEDAD, 34. SANIDAD), y luego las
necesidades alimenticias (35. COMIDA, 36. BEBIDA), para
acabar con las de protección (37. CONFECCIÓN, 38.
VESTIDO, 39. VIVIENDA).
25
26. Rafael del Moral
LOS EPÍGRAFES suman alrededor de 1.600 y están al
servicio del desarrollo del capítulo en el siguiente orden:
El capítulo 21, por ejemplo, PLANETA TIERRA, lo forman
24 epígrafes, que guardan continuidad lógica: los catorce
primeros están dedicados a la clasificación de nombres o
sustantivos: ciencias, historia, divisiones, mar, agua, cli‐
ma, calor, frío, humedad y viento. Los tres siguientes cla‐
sifican a los adjetivos y adverbios que más frecuentan el
campo semántico del capítulo: los destinados a la descrip‐
ción de un territorio, el agua y la meteorología. Los res‐
tantes son verbos y expresiones relacionadas con el agua
estancada y la corriente, con la lluvia, con el fuego y con
la meteorología. En los epígrafes las palabras se avecinan
por significados, yacen pegadas y seguidas en categorías y
tipificaciones:
LOS LISTADOS superan los veinte mil y desarrollan el
contenido de los epígrafes y procuran tener en cuenta el
26
27. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
orden de colocación más favorable para el usuario, que es
aquel en el que la palabra o expresión se encuentra en la
vecindad de su ámbito significativo. Las palabras prece‐
den a las expresiones, y éstas a las frases de comparación
ingeniosa, y quedan para el final los refranes. Los usos
cultos generalizados en el dominio del español preceden
a los relegados a regiones o provincias españolas. Siguen
los términos desusados (DESUS) y antiguos (ANT); y luego los
coloquiales (COLOQ), desprestigiados (DESPREST), malsonantes
(MALSON) y vulgares (VULG). Como estos últimos dependen
tanto de la subjetividad de los usuarios, y también de la
nuestra, y sobre todo del contexto en que se utilicen,
hemos tenido que valorar de manera muy general las vo‐
ces y expresiones precedidas de estas tan sutiles marcas.
Somos conscientes de que para algunos usuarios podría
parecer malsonante lo que para otros es coloquial, por
mencionar uno de entre los muchos transvases apreciati‐
vos posibles que dejamos al apego, simpatía y estima del
lector. Las voces del español de América vienen ordena‐
das desde las grandes regiones (AM CENT, AM MER), hasta las
que limitan su uso a algunos países. Si varios países utili‐
zan el mismo término, éstos preceden a los que no lo
comparten. En algunos casos pueden utilizarse otras or‐
denaciones lógicas, como de menor a mayor (números),
de abajo arriba (medidas), aparición en el espacio (plane‐
tas del sistema solar) o en el tiempo (movimientos artísti‐
cos), el orden también puede regirse por el criterio de uso
27
28. Rafael del Moral
y, cuando no aparece una disposición evidente para la
clasificación, el listado puede recurrir al orden alfabético.
El término siesta aparece en cuatro epígrafes distintos,
en listados precedidos de la palabra guía correspondien‐
te:
• 16.01 números cardinales, en el listado precedido
por la palabra guía seis, pues recuerda que es la sexta
hora en la división romana del día.
• 18.02 horas, en el listado precedido por la palabra
guía la hora, pues se alude con ella a ese momento del día
(«Sucedió a la hora de la siesta»).
• 30.09 funciones vitales, en el listado precedido por la
palabra guía sueño, pues alude a esa función del organis‐
mo: «echar la siesta», expresión reflejada también en el
apartado de expresiones, precedida del hiperónimo dor‐
mir.
• 86.03 canto religioso, en el listado precedido por la
expresión guía: EN ALABANZA, pues alude a las composi‐
ciones que se tocaban en las iglesias por la tarde.
El verbo regar, por su parte, figura en los siguientes
epígrafes:
28
29. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
• 21.19 acción y agua, encabezando un listado.
• 26.12 acciones y plantaciones, en el listado precedi‐
do por la palabra RIEGO y acompañada de un listado de
acciones afines: «irrigar ∙ aguar, inundar, anegar, embal‐
sar, encharcar ∙ rociar, mojar, humedecer».
• 36.18 beber, en el listado precedido por la palabra
guía tomar, y precedida de la abreviatura FIG, que re‐
cuerda el uso retórico del verbo.
• 67.22 ganado y acción, precedida de las palabras guía
LA ABEJA, y con el significado de humedecer los vasos en
que está la cría.
LA CONSULTA
L
as palabras se alojan en células dependientes, rela‐
cionadas mediante fronteras semánticas. Cada una
de ellas permite invitar en sus dependencias a otras
nuevas, a las recuperadas del pasado y también a las
que, desde otras lenguas, son bien recibidas y encajadas.
Tres maneras se ofrecen para su manejo:
29
30. Rafael del Moral
a) BÚSQUEDA LIBRE por las páginas. La interpretación
del orden para navegar solicita del usuario una ligera
adaptación de su pensamiento al esquema clasificatorio, y
no se aleja de lo que muchas mentes coincidirían en con‐
cluir. El orden responde a esquemas y principios tan lógi‐
cos que respeta los estamentos más generalizados, y faci‐
lita la búsqueda directamente por las páginas del ámbito
o campo necesitado.
b) BÚSQUEDA DESDE EL ÍNDICE CONCEPTUAL, en las
últimas páginas, en el que aparecen partes, capítulos y
epígrafes referidos a cuantas posibilidades de campos de
significados rodean al hombre.
c) BÚSQUEDA DESDE EL ÍNDICE ALFABÉTICO, formado
por unas 15 000 entradas que recogen capítulos, epígra‐
fes, palabras guía y algunas palabras más que sirven de
referencia para el rápido acceso a los conceptos busca‐
dos.
Frases de ayuda en versalita dotan a algunas palabras
o expresiones del significado que no le proporcionan las
vecinas. El caso más frecuente es el de aquellos listados
en los que de una lista de sinónimos o casi‐sinónimos se
separa una o dos voces que necesitan un apoyo concep‐
tual. Comparto y acepto la opinión que puedan tener al‐
gunos usuarios sobre la subjetividad de este criterio.
30
31. CLAVES PARA EL USO DEL DICCIONARIO IDEOLÓGICO
APORTACIÓN
P
ocas son las lenguas del mundo que tienen el privi‐
legio de disponer de un estudio semántico ideológi‐
co, conceptual o temático de su léxico, apenas una
docena. La nuestra, sondeada por los listados de Ca‐
sares, protegida en los catálogos de Moliner, atizada y
sacudida por los empeños de Corripio, manipulada por los
del Diccionario temático, no queda, sin embargo tan ideo‐
lógicamente descrita como en los manuales del inglés, del
francés y del ruso.
El Atlas léxico de la lengua española nace con la inten‐
ción de reflejar, como en mágico espejo, el lugar que le
corresponde a cada una de las palabras y expresiones de
nuestro patrimonio léxico activo, del conocido aunque
nunca usado, y del repartido por los dominios de nuestro
idioma. Esa soñada recopilación ha de confiar en sí mis‐
ma, en su propia estructura. Para ello presenta a la vez,
informa al tiempo tanto de significantes o palabras y ex‐
presiones como de significados o conceptos, sin rodeos ni
contorsiones. Deseo que sea un instrumento de trabajo
tan útil como ameno, tan generoso para ofrecer como
hospitalario para recibir, que se conciba como manual
práctico para los cientos de millones de usuarios del es‐
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