2. Una navidad en bicicleta
Autora: Ayelén Olivares Q.
En una ciudad colonial y encantada, había una vez, una niña llamada Yely,
activa y soñadora que le encantaba su bicicleta porque con ella vivió las
historias más bonitas y conmovedoras que hoy forman parte de su misión.
Yely nos cuenta:
-Cuando era niña constantemente salía en bicicleta de paseo por mi conjunto,
extensas casas y coloridos jardines lo conformaban. Me encantaba sentir el
soplo del viento en mi cabello y el vigor que me producía la velocidad, pero
había una fecha en la que era ineludible salir, diciembre.
Una semana antes de las festividades navideñas salía con la bici por la tarde,
en el camino vi a Oswaldo, sucio de tanto correr en la cancha tras el balón de
fútbol, aún recuerdo cuando lo conocí. Él y su amigo Raúl jugaban un mini
partido.
Yo era nueva en el conjunto, ellos amistosamente me llamaron.
- Yely, ven a jugar (les apasionaba el fútbol).
Los saludé con la mano, les agradecí y les respondí que por ahora no, y
continué hasta la entrada de mi casa donde empezaría mi cuenta, [¿que
contaba?] Iba casa por casa viendo cuales tenían colocada la decoración
navideña, día tras día las contaba y registraba en una libreta, después de
acabar regresaba a mi casa a degustar de una deliciosa comida hecha por mi
padre y me dirigía a mi cama para descansar y estar lista para el día siguiente.
El 24 de diciembre, unas horas antes de navidad, salí para mi última cuenta, se
podía decir que todas las casas estaban listas para la gran celebración, a punto
de marcharme me fijé que una de las casas esquineras no estaba
ornamentada, la curiosidad me invadió, así que decidí tocar la puerta.
Toc, toc, toc
- ¿Quién es? Interrogó alguien desde el interior de la casa.
- Soy Yely, su vecina.
En eso salió a recibirme una viejecita de cabellos blancos como la nieve
y rostro arrugado, sus ojos apenas se podían divisar.
3. - ¡Pasa! Me dijo gentilmente…y
aproveché la ocasión para preguntarle:
- Señora. ¿por qué aún no ha
decorado su casa?
Con lágrimas en los ojos y voz temblorosa
me dijo:
- No tengo adornos, además la edad
le ha traído varios problemas a mi salud, entre ellos terribles dolores de
espalda.
Su respuesta me conmovió tanto, que me propuse ayudarla a pesar del poco
tiempo del que disponía. Subí a mi bicicleta y poco a poco, con la ayuda de
algunos vecinos cercanos, llené con adornos la canasta que llevé para
recoger las generosas donaciones y fui a su casa a entregársela.
Al llegar usé la pequeña llave que estaba debajo de la alfombra marrón a la
entrada y vi que se había quedado dormida, aproveché para arreglar todo,
también llevé algo de pollo con ensalada de tomate que había en mi casa y le
serví.
Cuando despertó se alegró mucho de ver su casa en verde y rojo:
- ¡Oh qué maravilla!, es navidad, gracias mi pequeña, es el mejor regalo
anticipado de cumpleaños ya que mañana cumpliré noventa.
Quedé asombrada, la abracé y le dije que también traje algo de comer.
Pasaron los minutos, degustamos felices la cena y la dejé descansar.
Con la alegría que sentía mi corazón por haber compartido con aquella
anciana, me fui a mi casa para pasar con mi cariñosa familia un rato,
conversamos, cantamos y abrimos los regalos, la pasamos bien pero yo me
sentía lánguida, así que me despedí y fui a mi cuarto a dormir.
La mañana siguiente salí con la bicicleta a comprar un pequeño pastel de
chocolate, que me dijo la viejecita que le encantaba, para celebrar su
cumpleaños; también compré unas coloridas cintas, globos y unas velitas con
forma de número nueve y cero que formaban su número de años desde ese
día.
Otra vez me encontraba frente a su casa, abrí la puerta cuidadosamente, la
busqué con la mirada, pues quería darle una sorpresa. Pero que tal, la
sorprendida fui yo, al darme cuenta que algo no estaba bien:
4. - Señora!, señora! -repliqué, al no recibir respuesta me acerqué y noté que no
respiraba!
Salí por ayuda y vi a Oswaldo, con desesperación le pedí que llamara a la
ambulancia urgentemente, la pobre viejecita… había muerto… no lo podía
creer… en shock me fijé que dejó una nota que decía: - “Gracias por todo,
disfruta tu vida al máximo y sigue haciendo feliz a la gente con tu carisma,
buena suerte pequeña ’’.
Triste por su muerte, me vinieron miles de ideas y el recuerdo de haberla
podido ayudar y brindado un momento de alegría, aún recuerdo su cara con
esa expresión de felicidad como diciéndome que hice una buena acción.
- Siempre que subo en una bicicleta no dejo de pedalear hasta encontrar
en el camino a alguien a quien ayudar, y sí, es por eso que me encanta
mi bicicleta porque aparte de divertirme siento un impulso enorme de
ayudar a la gente, mi familia lo sabe y me apoya.
- MI BICICLETA es una de las mejores aliadas para brindar felicidad,
tienes que ver la cara que ponen las personas cuando las ayudo.
- Oswaldo, Raúl y yo hemos crecido y ahora empieza otra historia…
Imágenes tomadas de https://www.google.com.ec/search?q
FIN
5. DATOS BIOGRÁFICOS
AYELÉN RUTH OLIVARES QUELAL
Nació el 16 de agosto del 2004 en Quito, al calor del hogar formado por su padre el Sr.
Héctor Miguel Olivares Alonso y su madre la Sra. Grace Quelal, comparte sus juegos y
opiniones con su hermana Anaís.
Ayelén es un nombre de origen mapuche (aborigen chileno) y significa alegría, su familia
paterna es chilena.
Sus primeros años de estudio los realizó en la escuela Helena Cortés Bedoya, actualmente
cursa el noveno Año de EGB paralelo “A” de la Unidad Educativa Réplica Juan Pío Montúfar; es
una destacada estudiante.
Organiza muy bien su tiempo ya que forma parte del grupo Scout N°18 Sagrados Corazones de
Rumipamba.
El 10 de febrero del 2014 fue invitada por el ex Presidente Rafael Correa, al acto cívico de
cambio de guardia presidencial en Carondelet. Vive en San José de Morán, Quito.
Es autora del cuento: “Una navidad en bicicleta”.