El Futuro de la Educacion Digital JS1 Ccesa007.pdf
Pérez Romero, c. (2006)_unlocked.pdf
1. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 1
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
L e c t u r a 1
Pérez, C. (inédito). Relación entre comportamiento
y salud. Compilación de bibliografía
complementaria. FES-Iztacala SUAED
Psicología.
Personalidad y enfermedad .................................................................................. 2
Modelos de relación entre personalidad y salud............................................... 2
Modelo de la predisposición constitucional .................................................. 3
Personalidad como causante de conductas riesgosas ................................ 3
Psiconeuroinmunología como disciplina integradora ................................... 4
Relación entre el sistema neuroendocrino, sistema nervioso, variables de
personalidad y respuesta inmune..................................................................... 4
Relaciones entre comportamiento y salud desde una perspectiva
psiconeuroinmunológica................................................................................... 4
Estilos de vida y salud .......................................................................................... 5
Aproximaciones al concepto de estilo de vida.................................................. 6
Patrones y pautas de comportamiento relacionados con la salud.................... 7
Sentido de coherencia ................................................................................. 7
Fortaleza ...................................................................................................... 7
Control/sensación de control........................................................................ 8
Discriminación del riesgo ...................................................................................... 8
Discriminación de los estados internos ............................................................ 9
Informe de estado internos como síntomas ............................................... 10
Precisión en la discriminación de señales internas................................... 11
Percepción de señales internas y conducta de informe de síntomas......... 11
Estados internos, síntomas y conducta de búsqueda de ayuda ................ 12
Participantes del contacto paciente-profesional de la salud....................... 13
Discriminación de señales internas en enfermedades crónicas................. 13
Entrenamiento en discriminación de señales internas ............................... 14
Conducta y enfermedad...................................................................................... 15
Distinción entre enfermedad y trastorno......................................................... 15
Conceptos que relacionan conducta y enfermedad........................................ 16
Conceptos de dolor psicogénico y conducta de dolor .................................... 16
Concepto de rol de enfermo ........................................................................... 16
Concepto de conducta de enfermedad........................................................... 16
Conceptos de conducta de enfermedad crónica ............................................ 17
Conducta anormal de enfermedad y conducta anormal de tratamiento ......... 17
El concepto de somatización y la conducta de enfermedad........................... 18
Génesis y mantenimiento de la conducta de enfermedad ......................... 18
Conducta anormal como riesgo para la salud............................................ 19
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2. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 2
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
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No escapa a la evidencia la forma en que algunas personas se
recuperan con cierta rapidez de las mismas enfermedades y
trastorno que a otras causan largos periodos de convalecencia y/o
inconveniencias familiares y laborales. Los datos epidemiológicos
predicen que un alto porcentaje de individuos padecerán a lo largo
de su vida algún tipo de cáncer, una determinada infección o
cierto trastorno mental (Jenick y Cleroux, 1990). Tales hechos
ponen de manifiesto la existencia de ostensibles diferencias
individuales en la susceptibilidad a la enfermedad, en la respuesta
a la misma y en la posibilidad de recuperación. Muchas de las
enfermedades citadas parecen tener su “marcador genético”, de
tal modo que el individuo desde su concepción puede estar
“programado” para desarrollar alguna de tales enfermedades si en
su dotación genética así aparece especificado. Sin embargo, no
es menos cierto, si bien poseer ese marcador genético predispone
a la persona para desarrollar la enfermedad, en sí mismo no es
determinante de ella. Es por ello que cobra especial relevancia
hallar respuesta a cuestiones tales como, ¿de qué depende que
de ente todas aquellas personas que poseen el marcador
genético de determinada enfermedad y otras no? ¿qué factores
biopsicosociales predisponen o interactúan con la fisiología del
organismo para poner en marcha el proceso desencadenante de
la enfermedad? ¿La personalidad está asociada con ciertos
patrones de respuesta psicofisiológica? ¿Qué patrones
psicofisiológicos regulan la predisposición a la enfermedad?
¿Personalidades diferentes se hallan inextricablemente asociadas
con enfermedades diferentes?
Para estudiar desde una perspectiva científica la relación entre los
aspectos psicológicos (personalidad) y fisiológicos del individuo es
preciso clarificar los tres aspectos que se hallan implicados en la
misma, a saber: qué se entiende por personalidad, qué se
entiende por salud y/o enfermedad y, quizás, lo más importante
de esta cuestión, averiguar u profundizar en los mecanismos que
intervienen en esta interacción (Contrada et al., 1990). Los
estudios incluidos dentro de esta disciplina sostienen la hipótesis
de que el sistema nerviosos central puede influir en la función
inmune y que, por tanto, los factores psicológicos están
implicados en muchos de los factores causales que afectan la
susceptibilidad a la enfermedad. Es en este sentido que, a partir
del conocimiento actual sobre las influencias neurales y
endocrinas que recibe el sistema inmune (Antoni, 1987; Locke et
al., 1984; Maier et al., 1994) y del mecanismo de feedback que
éste mantiene con el sistema nervioso central (Basedovsky y
Sokin, 1977), los estudios realizados en el área de la
psiconeuroinmunología pretenden ofrecer una explicación
satisfactoria que dé cuenta de las interacciones entre tales
sistemas.
Modelos de relación entre personalidad y salud
Existen varios modelos explicativos que intentan dar cuenta de las
relaciones entre la conducta y salud en los individuos. Un primer
grupo de modelos explicativos podríamos caracterizarlos como
cognitivos por la importancia que le otorgan a estos aspectos para
fundamentar su enfoque. Dichos modelos son el de creencias
sobre la salud (Janz y Becker, 1984), el de la teoría de la utilidad
subjetiva esperada (Edwards, 1961), el de la teoría de la acción
razonada (Ajzen y Fishbein), 1980). Sin embargo, problemas
genéricos de estos modelos son la escasa capacidad predictiva,
los resultados incongruentes que han generado y el excesivo
peso que se deposita en las variables cognitivas.
Una alternativa a estas propuestas son los modelos centrados en
los rasgos de personalidad propuestos por Suls y Rittenhouse
(1990), que intentan explicar la relación entre comportamiento y
salud a partir de los rasgos temperamentales y de carácter que
determinan la forma de actuar de los individuos. Básicamente, son
tres los modelos que proponen una explicación causal entre
personalidad y salud: 1 la personalidad induce hiperactividad; 2
predisposición conductual; y 3 la personalidad como determinante
de conductas riesgosas. Las características de los mismos las
comentamos a continuación.
3. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 3
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
Personalidad como inductora de hiperactividad
Ciertas personas, en virtud de su constelación de rasgos,
responden de forma aguda y/o crónica, esto es, de forma puntual
y/o permanente, con una reactividad fisiológica exagerada a los
estresares. Según este modelo. La reactividad fisiológica está
determinada por la evaluación de las situaciones como más
estresantes de lo que en realidad son, o bien porque las
conductas realizadas por estos individuos producen respuestas
simpáticas o neuroendocrinas. Un ejemplo claro de aplicación de
este modelo es el patrón de conducta tipo A. Los individuos que
presentan este perfil de personalidad caracterizado por una
implicación laboral extrema, urgencia de tiempo, impaciencia,
hostilidad y competitividad, necesitan del éxito y el reconocimiento
social de forma constante. La competitividad y hostilidad que los
caracteriza delimitan un perfil cognitivo que provoca el desarrollo
de sentimientos y percepciones de amenaza lo cual, a su vez,
provoca un aumento del aurosal fisiológico que desencadena
respuestas tales como el aumento de la presión sanguínea, de la
tasa cardiaca y de la secreción de catecolaminas (Adn y NorAdn)
con el consiguiente efecto nocivo sobre arterias y vasos
sanguíneos.
Modelo de la predisposición constitucional
Este modelo, mucho menos estudiado que el anterior, sostiene,
básicamente, que las disposiciones de personalidad asociadas
con riesgo de enfermedad pueden ser sólo marcadores de alguna
debilidad física innata o anormalidades orgánicas que aumentan
la susceptibilidad a la enfermedad. Así mismo, el estilo de
personalidad puede ser por sí mismo inofensivo (desde una
perspectiva de la enfermedad física), pues puede servir
meramente para indicar la presencia de alguna anormalidad
subyacente que crea el riesgo de enfermedad. Los postulados de
este modelo son, fundamentalmente dos:
La disposición de personalidad tiene un fuerte origen
constitucional.
La predisposición constitucional aumenta la susceptibilidad a los
patógenos externos y/o al daño degenerativo de los órganos.
Desde la perspectiva de este modelo podría explicarse, por
ejemplo, que el patrón de conducta tipo A es constitucionalmente
hiperreactivo según los hallazgos de Krantz y Durel (1983), quines
comprobaron que los sujetos con perfil de personalidad tipo A
mostraban mayor reactividad (del sistema nervioso simpático y del
sistema adrenomedular), incluso bajo anestesia.
Personalidad como causante de conductas riesgosas
Este tercer modelo propone que los rasgos de personalidad
confieren mayor riesgo de enfermedad pues exponen a los
individuos a situaciones y circunstancias riesgosas.
Los tres modelos no tienen por qué constituir explicaciones
individualizadas sino que mantienen efectos bidireccionales y
recíprocos. En este sentido, una disposición genética a la
infección puede desarrollar un estilo cognitivo pesimista, lo cual, a
su vez, puede llevar al individuo a desarrollar conductas de riesgo.
Modelo biopsicosocial
(Fragmento tomado de Labiano, 1995, lectura de primer semestre
SUAED)
Este modelo, de gran aceptación en la actualidad, admite que la
salud y la enfermedad están multideterminadas, es decir, que las
causas que interactúan en los procesos saludables y patológicos
son de diversa naturaleza y origen, pues intervienen tanto
elementos de macroprocesos (tales como contexto social,
ambiente físico, circunstancias socioeconómicas, factores
climáticos, etc.) como otros de mricroprocesos (cambios
bioquímicos, pensamientos, emociones, etc.). En el presente, se
hace hincapié en la salud más que en la enfermedad. La salud se
entiende como un proceso-estado que se alcanza cuando hay
armonía biológica, psicológica y con el entorno socioambiental.
Este modelo enfoca la atención en los aspectos preventivos y en
la promoción de la salud humana, en la importancia de las
4. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 4
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
variables del medio ambiente, tanto físico como social. Además
estimula la creación de nuevas estrategias de la relación del ser
humano con su entorno, orientadas a crear un futuro más
saludable, combinando la elección personal con la
responsabilidad social. (Para ahondar más en el modelo
biosicosocial revisar la lectura de Labiano, 1995).
Psiconeuroinmunología como disciplina integradora
Un modelo explicativo de la relación que se establece entre
conducta y enfermedad propone una conexión entre la activación
fisiológica del individuo y el funcionamiento del sistema
inmunitario. En los últimos años ha aumentado el interés por
investigar en el campo de la psiconeuroinmunología, disciplina
que se encarga de estudiar las relaciones entre conducta, cerebro
y sistema inmune. La idea básica defendida por la
psiconeuroinmunología es que determinadas variables
psicológicas pueden ejercer una influencia determinante sobre el
sistema inmune (Ader, Felten y Cohen, 1991; Cohen y Herbert,
1996; Bayés, 1991, 1994).
Existen básicamente, tres vías distintas (Vidal y Tous, 1990) por
las cuales se puede intuir una relación entre diferentes tipos de
personalidad y respuesta inmunológica: 1) por la interrelación
entre el sistema neuroendocrino y el sistema inmunológico; 2) por
la interrelación entre el sistema nervioso central y el sistema
inmune, y 3) por medio de la percepción de situaciones y
estímulos estresantes en las que las características cognitivas
ligadas a la personalidad del individuo tiene un papel importante.
Relación entre el sistema neuroendocrino, sistema
nervioso, variables de personalidad y respuesta inmune
Dentro del emergente campo de la psiconeuroinmunología, varias
son las investigaciones que ponen de manifiesto la influencia de
factores psicosociales sobre la respuesta del sistema
inmunológico (Ader, Felten y Cohen, 1991). Uno de los más
estudiados ha sido el estrés (véase para una revisión Ader, Felten
y Cohen, 1993; Cohen y Williamson, 1991; y Borrás, 1995), el
cual, asociado con la secreción de diversas hormonas tales como
los glucocorticoides (cortisol y corticoesterona) cuyos efectos
inmunosupresores han sido ampliamente demostrados (Munck y
Guyre, 1991), se supone tiene un efecto depresor sobre el
sistema inmunológico. Así, encontramos trabajos que se centran
en el estrés provocado por situaciones de pérdida (Pettingale,
Hussein, Inayat, Tee, 1994), circunstancias laborales (Veranees,
Myhre, Aas, Hommes, Hansen y Tonder, 1991), conflictos
interpersonales (Kiecolt-Glaser, 1999), problemas clínicamente
amenazantes (Borrás, Bayés y Gasas, 1993), situaciones
académicas (Glaser, Pearson, Bonneau, Esterling, Atkinson y
Kiecolt-Glaser, 1991).
Relaciones entre comportamiento y salud desde una
perspectiva psiconeuroinmunológica
Los sistemas psicológicos y fisiológicos se interrelacionan, de tal
manera que los cambios en uno afectan a menudo el otro. De
hecho, ambos forman un circuito de feedback: los sistemas
endocrinos y nerviosos envían mensajes químicos en forma de
neurotransmisores y hormonas que aumentan a deprimen la
función inmune y, a su vez, células del sistema inmune segregan
5. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 5
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
sustancias tales como la ACTH que devuelven información al
cerebro. Por su parte, éste aparece como el centro de control para
mantener un balance en la función inmune, y es que una escasa
actividad inmunológica deja al individuo al acecho de diversas
infecciones y una excesiva actividad inmunológica ocasiona las
enfermedades autoinmunes.
Los factores psicosociales están muy relacionados con el estrés
que un individuo experimenta. Se cree que tales factores afectan
también a la función inmunológica. Por ejemplo, diversas
investigaciones han demostrado que los individuos bajo estrés de
larga duración e intensidad, que gozan de una fuerte red de apoyo
social, presentan un sistema inmune más eficaz en comparación
con otros individuos que soportan el mismo tipo de estrés pero no
gozan de ella (Esterlina, Kiecolt-Glaser y Glaser, 1996).
Una de las cuestiones que desde la psicología de la salud
preocupa a los investigadores es si los estilos de vida pueden
afectar el funcionamiento del sistema inmunológico. Existe
evidencia que sí. (ver siguiente apartado).
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La idea de uno o varios estilos favorecedores de la salud y uno o
varios estilos de vida de riesgo para la salud se ha convertido en
el principal estandarte de los defensores de la responsabilidad
personal en salud, a la vez que resulta la posibilidad más directa
de que la psicología de la salud exija su protagonismo en el
ámbito de la salud y la enfermedad. Como cualquier proceso de
creación de las grandes ideas que terminan por mover el mundo,
el proceso de creación del concepto “estilo de vida” ha sido largo
pero relativamente simple a partir de un determinado momento.
Pariendo de unos cuantos estudios epidemiológicos que
establecieron asociaciones en forma de correlaciones, entre
ciertos modos o formas de vivir y una mayor duración de la vida y
un menor impacto de ciertas enfermedades graves; pernoctando
en bastantes análisis concluyentes sobre economía de la salud y
el coste de dichos estilos en años de vida perdidos y en calidad
de la misma; encontrando en el camino la concordancia entre lo
que iba apareciendo como “estilo de vida saludable” y el modelo
de vivir que la ideología de la austeridad, de la vida recta y limpia
que tan profundamente anida en ciertas culturas persigue como
ideal, ha terminado por arribarse a una conclusión tan simple
como imperfecta: el estilo de vida es el culpable del deterioro de
nuestra salud y de las muertes prematuras, de modo que, si
queremos seguir una humanidad sana, la gente tiene que cambiar
y vivir de manera distinta para poder seguir vivo muchos años y
reducir la morbilidad de enfermedades costosísimas en vida y
dinero.
Explorando el surgimiento de la actual idea de estilo de vida como
responsable de la salud, pueden detectarse estudios pioneros y
experiencias que supusieron pistas para la elaboración de los
estudios epidemiológicos que dieron comienzo a la socialización
del concepto. Por ejemplo, Matarazzo (1984) relata ocasionales
estudios de campo de los efectos de ciertas prácticas de vida
sobre la salud en algunas comunidades de carácter religioso en
las que sus miembros se autoimponen un estilo de vida carente
de vicios tales como el consumo de alcohol, tabaco, drogas, café
o té, o mantenerse ociosos, así como la práctica de la moderación
en la alimentación, el descanso semanal, la práctica de
actividades recreativas, el mantenimiento de una actitud positiva y
de ayuda a los demás. En este plano socioantropológico,
Bergman (1978) relata los estudios de Alexander Leaf sobre los
estilos de vida de ciertas comunidades caracterizadas por unas
excelentes condiciones de salud y longevidad, quien, tras sus
estudios sobre los hunzas, caucasianos y vacabambanos, señaló
cinco denominadores comunes: a) la herencia (tener antepasados
longevos); b) una dieta escasa (alrededor de dos tercios del
promedio de calorías de la dieta estándar actual, y con muy poca
carne); c) actividad física mantenida (gente que vive en zonas
montañosas y que caminan mucho, trabajan y juegan
prácticamente hasta el día de su murete); d) una vida pacífica,
lenta y relajada (no existen horas), y e) social y sexualmente
activos hasta muy avanzada edad.
6. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 6
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
Belloc y Breslow, junto con sus colaboradores, han publicado
varios informes acerca del estudio desarrollado por el Laboratorio
de Población Humana del Departamento de Salud Pública del
estado de California durante los últimos años sesenta y setenta.
La primera encuesta sobre hábitos de vida y salud se llevó a cabo
en 1965 sobre una muestra de 6 928 personas adultas (Belloc y
Breslow, 1972), y fue contuinuada por otra de seguimiento a los
cinco años y medio sobre la misma población (Belloc, 1973), y
una nueva encuesta de seguimiento realizada en 1974 sobre 4
864 personas de la muestra original (Breslow y Enstrom, 1980).
Los resultados de la primera encuesta, (Belloc y Breslow, 1972)
indicaron que siete hábitos de vida correlacionaban con un mejor
estado de salud en quienes lo practicaban regularmente. Los
hábitos saludables identificados fueron:
Dormir siete u ocho horas diarias.
Tomar desayuno diariamente.
No tomar alimentos nunca o casi nunca entre comidas.
Mantenerse en el peso adecuado a la altura o próximo a ello.
No fumar.
No tomar alcohol o hacerlo moderadamente.
Llevar a cabo una actividad física regular.
El primer estudio de seguimiento confirmó la correlación entre
hábitos de vida y salud (Belloc, 1973), mostrando que la
proporción de hombres y mujeres para todos los grupos de edad
que habían muerto a lo largo de los cinco años y medio era menor
para el colectivo de aquellos que mantenían la práctica de los
hábitos de salud anteriores, resultando, además, que la relación
entre hábitos de salud y tasa de mortalidad era independiente de
otras variables tales como nivel socioeconómico.
Aproximaciones al concepto de estilo de vida
Se pueden detectar tres tendencias o aproximaciones a la
consideración del estilo de vida. Por un lado, una tendencia a
tratar el estilo de vida en forma genérica, casi periodística o
divulgativa; por otro, una tendencia a socializar el concepto de
estilo de vida, ampliándolo hasta traspasar los límites estrictos del
comportamiento; y finalmente, una tendencia o aproximación que
podríamos denominar como pragmática. En el primero de los
casos estamos ante la línea de pensamiento fiel a las
declaraciones políticas que mencionábamos y que han trasladado
a la cultura de masas los datos de los estudios epidemiológicos
convirtiendo, por el camino, en ideas de relación causal lo que
nació como hecho correlacional. Esta línea de pensamiento se
caracteriza por aceptar la idea del estilo de vida como una moral
saludable que cae bajo la responsabilidad del individuo, o bajo
una mezcla de responsabilidad del individuo y de la
administración pública, según el ámbito cultural. De esta forma de
pensar sobre el concepto de estilo de vida, ha terminado por
fabricarse desde las organizaciones oficiales responsables (OMS,
administraciones públicas de salud…) un nuevo paradigma de
salud pública (p. Ej., Afifi y Breslow, 1994; Frenk, 1994;
McGinnins, 1991) dominante en el mundo industrializado y en
fase de exportación al mundo en desarrollo que proclama la
prevención de las enfermedades a través del cambio en los estilos
de vida de la población. Sin embargo, el peligro inherente a esta
perspectiva es su excesiva concentración sobre la
responsabilidad individual y su falta de sensibilidad (salvo
contadas excepciones) sobre las circunstancias supraindividuales
que pueden estar moldeando y manteniendo estilos individuales
de vida insalubres.
En lo referente a la socialización del concepto, esta línea de
pensamiento ha querido enfatizar la idea apuntada de que el
constructo estilo de vida no se refiere exclusivamente a una
cuestión de hábitos personales de vida, sino que tiene también
que ver con la forma como las sociedades organizan el acceso a
la información, a la cultura y la educación, y a la propia salud y
sus determinantes, según los diferentes grupos sociales
(Kickbusch, 1995). Entendida en esta dimensión social, la
relación estilos de vida/salud implica “conocimientos,
competencias y actuaciones en esferas políticas tales como la
7. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 7
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
política de precios e impuestos, la regulación de advertencias en
productos nocivos, los derechos de los consumidores, los
acuerdos con instituciones sociales y organizativas sobre los
objetivos sociales, y los derechos humanos” (Kickbusch, 1995, p.
1). Desde este punto de vista, los estilos de vida son un asunto de
interacción entre responsabilidad individual y responsabilidad
política del estado, al entender que no es el individuo el único
responsable de, por ejemplo, morir por cáncer de pulmón tras
cuarenta años como fumador… En resumen, más que intentar
cambiar sólo el estilo de vida, se trataría de operar el cambio en
éste mediante el cambio de las condiciones de vida.
Por último, habíamos señalado también la existencia de una
tendencia o aproximación pragmática al concepto de estilo de
vida. Su posición es sencilla. Al margen de la discusión sobre el
concepto como tal y sus derivaciones sociales y políticas, parece
claro que numerosos datos indican que ciertas formas de hacer,
decir y pensar parecen ir mejor para la salud que otras. Obviando
en cierto modo la discusión sobre el concepto global, numerosos
autores e investigadores llevan años aportando datos sobre
relaciones salud-comportamiento. Las definiciones del estilo de
vida que surgen de esta aproximación buscan más s
operacionalización, y en este caso, la característica común es el
enfoque sobre ciertas pautas de comportamiento cuyo efecto es la
promoción de la salud o la potenciación de los riesgos. El énfasis
sobre salud o riesgos varía de autor a autor, de modo que resulta
corriente encontrar un uso preferente de términos como
conductas de salud, conductas preventivas (p. ej. Kasl y Cobb,
1996; Kirsht y Guten, 1983) y conductas de riesgo, que dejan
implícito el más abstracto término de estilo de vida.
Patrones y pautas de comportamiento relacionados con
la salud
Al margen de la discusión sobre el concepto de estilo de vida
saludable, numerosos aspectos o pautas de comportamiento han
sido consideradas como protectoras o promotoras de salud en sí
mismas. La información llegó en origen preferentemente de
estudios epidemiológicos que mostraron ciertas asociaciones
entre salud y algunas prácticas de vida, y entre salud y ciertas
formas de comportamiento agrupadas en constructor cognitivos.
Estos últimos tienen que ver con estilos de personalidad que se
han visto asociados al mantenimiento de la salud u otro tipo de
fenómenos referidos más al cómo se hacen las cosas, y a qué se
piensa sobre las cosas, que a qué cosas se hacen. En las que se
encuentran:
Sentido de coherencia
Antonovsky trató de analizar qué tipo de diferencias individuales
hacían posible que, de entre un determinado número de personas
sometidas a similares condiciones estresantes, algunas de ellas
llegasen a desarrollar algún tipo de patología mientras que otras
permanecían saludables. Sus estudios le llevaron a desarrollar
una hipótesis según la cual las personas que tienen sentido de
coherencia en sus vidas fuerte y bien integrado están mejor
preparadas para no verse afectadas por los agentes patógenos de
naturaleza psicológica o mricrobiológica que aquellas otras que
carecen o tienen menor sentido de coherencia en sus vidas. De
sus planteamientos se desprende, a modo prospectivo, que una
persona con alto de sentido de coherencia se considerará a sí
misma capaz de manejar los problemas que surjan, siendo
también capaz de tratar con éxito las situaciones y eventos
estresantes que amenazan su salud. Por el contrario, un bajo
sentido de coherencia se verá asociado con poca salud.
Fortaleza
Por otro lado, Rodin y Salovey (1989) agruparon bajo el descriptor
disposiciones fortalecedoras diversas características de
personalidad manifestadas de forma general en la disposición del
individuo a responder, o enfrentarse, a las dificultades que se le
8. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 8
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
presentan de forma optimista, firme, persistente y flexible, lo que
produciría como resultado un mejor mantenimiento de la salud y
evitación de la enfermedad. Entre dichas disposiciones incluían el
concepto de fortaleza de carácter, vigor o firmeza (Kobasa, 1982),
el de optimismo (Scheier y Carver, 1985) y el de autoeficacia
percibida (Bandura, 19777, 1982a). En concreto, dicho estilo de
personalidad actuaría propiciando valoraciones cognitivas
optimistas que amortiguarían los efectos nocivos del estrés, “de
forma que los eventos puedan ser vistos en perspectiva, y como
no siendo tan terribles después de todo” (Kobasa, Maddi y
Courington, 1981).
Control/sensación de control
Uno de los componentes del constructo anterior, el componente
control nos permite introducirnos en otra de las características
disposicionales que, por sí misma, ha recibido atención en
psicología de la salud como un elemento relacionado
beneficiosamente con la salud. Desde la publicación de los
estudios pioneros en la aplicación del concepto de control
(entendido como la posibilidad de elección y desempeño de
responsabilidad) como variable positivamente relacionada con la
salud (Langer y Rodin, 1976; Rodin y Langer, 1977) el estudio del
control o la sensación de control y su relación con la salud ha
tomado diversos derroteros. Varios estudios han informado que
una sensación de control en general, y de control sobre el trabajo
en particular, influyen indirectamente en la morbilidad y la
mortalidad a través de su impacto sobre las conductas relevantes
para la salud (Caplan y cols., 1975; Conway y cols., 1981;
Wickrama, Conger y Lorente, 1995). También relacionado con
este ámbito de estudio de control y salud, está el concepto de
locus de control como un intento de formulación psicológica más
elaborado. Primero Levenson (1973) y luego Wallston, Wallston y
DeVellis (1978) señalaron tres dimensiones o “locus de control”
relacionados con la salud: 1) un locus de control interno, basado
en la creencia de que la salud está determinada por la propia
conducta; 2) un locus de control externo, basado en la creencia de
que el mantenimiento de la salud depende de otros “poderosos”,
en concreto de los profesionales de la salud, y 3) descontrol o
control del azar, basado en la creencia de que la propia salud es
una cuestión ampliamente debida al azar, y que Levenson (1973)
denominó externalidad debida a la suerte.
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No hay comportamiento de riesgo más elemental que no darse
cuenta del riesgo, un fenómeno conocido técnicamente como
insensibilidad al riesgo. Dicho fenómeno ha sido estudiado bajo
diferentes descripciones y de diferentes puntos de vista, de
manera que términos como percepción del riesgo, insensibilidad
al riesgo, inconsciencia somática, fallo en la autorregulación,
sesgo optimista, optimismo irreal y sensación de invunerabilidad
señalan diferentes teorizaciones sobre los mismos hechos. Esto
es, algunos individuos por las razones que fuere, no son
conscientes, en el sentido de ser sensibles, a los riesgos que para
la salud suponen ciertos comportamientos, o no responden a
ciertas señales indicadoras de peligro llevando acabo
comportamientos de prevención o evitación.
El concepto de conciencia somática, definido por Cioffi (1991)
como el proceso mediante el cual una persona percibe, interpreta
y actúa sobre la información proveniente de su propio cuerpo, ha
agrupado el ámbito de estudios que abarcan el campo de
referencia a la percepción de las señales internas.
Cabe diferenciar entre el concepto de señal y el de síntoma. Las
señales pueden definirse como eventos corporales detectables
por otra persona o por el propio sujeto que presenta un referente
físico (hinchazón, bulto, etc.). A su vez, los síntomas son
acontecimientos subjetivos aparentes para la persona afectada y
pueden estar formados por señales que indican un proceso
patológico. De ello es fácil colegir que una persona con buena
capacidad de reconocimiento somático e interpretación correcta
9. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 9
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
de las señales estará en mejores condiciones para cuidar de su
salud que quien no posea tal capacidad.
Por otro lado, Duval y Wicklund (1972) formularon la teoría de la
consciencia de sí mismo o autoconciencia, cuyas premisas
básicas señalan que cuando un individuo es consciente de algún
aspecto de sí mismo, tiende a ser más preciso en términos de
expectativas y conductas autoinformadoras sobre dicho fenómeno
(Wicklund, 1975). Dentro de ésta línea de conceptualización se ha
producido abundante literatura en psicología de la salud
incorporando como una extensión el concepto de
autoconocimiento, de acuerdo al cual una persona que se
autoconoce presumiblemente será más precisa en la percepción e
interpretación de la información sobre sus estados internos, que
otra persona cuyo autoconocmiento es bajo (p. ej., Buss, 1980,
Fenigstein, Scheier y Buss, 1975; Gibbons y cols., 1979; Scheier y
Carver, 1997; Scheier, Carver y Gibbons, 1979). Otra teoría,
desde una perspectiva funcional, es la denominada teoría de la
percepción de sí mismo (Bem, 1967ª, b, 1970, 1972). Desde este
punto de vista, “los individuos llegan a conocer sus propias
actitudes, emociones y demás estados internos parcialmente
infiriéndolos de las observaciones de su propia conducta y/o de
las circunstancias en la que dicha conducta ocurre. Así, cuando
las señales internas son débiles, ambiguas o indescifrables, el
individuo está en la misma posición que un observador externo,
observador que debería necesariamente basarse sobre las
mismas señales externas para inferir los estados internos del
individuo (Bem, 1972, p. 2). Desde esta perspectiva funcional, la
teoría de la percepción de sí mismo aborda el comportamiento de
percepción e informe de las señales internas como un repertorio
sujeto al mismo tipo de leyes que el resto de comportamientos
(Bem, 1972), al margen que posea numerosas peculiaridades. De
tal modo, los informes verbales acerca de nuestro organismo no
están sujetos sólo y exclusivamente al control de los estímulos
privados que percibimos como estados o cambios en el
organismo, y que ab origine pusieron en marcha funcionalmente
dicho repertorio, sino que también pueden estar parcial, e incluso
totalmente, controlados por los eventos públicos que acompañan
o conforman el proceso de entrenamiento de la descripción de los
mismos típico de la comunidad verbal (Bem, 1964, 1965), lo que
produciría las frecuentes y extendidas diferencias individuales y
culturales en la percepción de las señales internas que
caracterizan a los seres humanos.
Discriminación de los estados internos
El estudio de la discriminación de los estados internos y
síntomas se ha establecido en psicología de la salud como una
firme y fructífera línea de investigación aplicada a la intervención
en algunos trastornos crónicos. Estado interno, síntoma o
sensación de los estados son términos que, siguiendo la
definición de Pennebaker (1982), los delimita como percepciones,
sentimiento o creencias acerca de los estados de nuestro cuerpo.
La percepción o discriminación de estados internos o síntomas es
un comportamiento complejo que implica al menos, dos aspectos.
Por un lado, le percepción de ciertas señales de nuestra actividad
fisiológica, y por otro, el informe verbal de la misma (que puede
estar basado en dicha percepción). En el ámbito de actuación de
la psicología de la salud, una sensación, síntoma o discriminación
de las señales provenientes de nuestro organismo tiene valor en
tanto pueda aportar información sobre nuestros estados internos
que resulte valiosa para el mantenimiento de la salud y la
prevención o el tratamiento de la enfermedad. Como Whitehead
(1983) recoge, ya Hertz (1911) comenzó a estudiar a principios de
siglo la percepción de señales internas o “conciencia sensorial”
producidas en el tracto alimentario, por medio de técnicas como la
introducción de fluidos, globos y sondas en el intestino por la boca
o por el recto, o mediante una gastronomía, ileostomía o
colostomía. De sus estudios concluyó que el tracto alimentario es
insensible al tacto desde la faringe hasta el canal anal, pero sí lo
es en este. Sin embargo, el ensanchamiento o distensión
(provocado por el globo introducido) sí es un tipo de sensación
detectable, aunque de diferente manera en diferentes lugares; por
ejemplo, en el esófago se percibe como una sensación de
plenitud, siendo capaz el sujeto de indicar el lugar en el que
10. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 10
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
“siente” tal estimulación, mientras que cuando se provoca en el
estómago se describe como una sensación de saciedad o
repleción, y cuando se provoca en el intestino delgado o grueso
se percibe como una sensación de plenitud o “estar lleno” que
suele ser atribuida a flatulencia, sin que los sujetos pudieran
localizar el lugar de estimulación en estos casos. Igualmente,
Hertz (1971) informó haber encontrado diferencias individuales en
la habilidad de los sujetos para discriminar o percibir las
sensaciones producidas por los diferentes estímulos sobre el
tracto alimentario, diferencias que atribuyó al aprendizaje o
sensibilización a ciertas estimulaciones que podría tener lugar en
algunos sujetos, de tal manera que unos mostraban mayor grado
de conciencia que otros respecto a sus señales internas o
cambios que ocurrían en su organismo.
Informe de estado internos como síntomas
En sí misma, la habilidad para percibir estados internos o
síntomas es altamente adaptativa, sin embargo, el informe de
estado interno está sujeto a un gran número de sesgos y
distorsiones, unos de naturaleza puramente perceptual, y otros de
naturaleza más diversa y que tienen relación con la multitud de
variables que determina el tipo de informa verbal en el que
finalmente se convierte cualquier comportamiento perceptivo. Así
pues, las señales internas compiten contra las señales externas y
ciertas condiciones harán más probable que los individuos tomen
conciencia de su estimulación interna. Empíricamente se confirmo
lo anterior en varios estudios pioneros que permitieron comprobar
cómo la probabilidad de percibir señales internas (síntomas o
emociones) era mayor cuanto menor era la información externa
presente. Por ejemplo, se encontró que individuos solteros que
vivían solos o estaban desempleados informaban de más
síntomas, tomaban más medicinas e informaban más sufrir
depresión que los individuos casados o con empleos. En el lado
contrario se encontrarían los individuos absortos en su trabajo y/o
mundo social, es decir muy controlados por las fuentes de
estimulación externa que les rodea y poco pendientes de las
fuentes de estimulación interna. En estos casos, Pennebaker
(1982) hipotetiza una mayor riesgo para la salud, consecuencia de
dicho control perceptual selectivo por dos razones. En primer
lugar, porque las personas sometidas a una intensa estimulación
externa persistente muestran mayores niveles de actividad
autonómica que terminar por afectar la salud. En segundo lugar,
porque la estimulación externa impide percibir sensaciones
corporales que pueden representar señales de desequilibrios
orgánicos. Es normal encontrar repertorios muy deficientes en
cuanto a la discriminación de las señales internas, y dependiendo
del tipo de error cometido en la discriminación de las señales
internas del organismo, las consecuencias varían, de modo que
las desventajas o peligros que comporta dicho fallo en la
percepción del propio organismo varía en función del sesgo o
error cometido. Pennebaker (1982), elaboró una tipología que
intenta apresar las diferentes casuísticas relacionadas con la
percepción de señales y se distinguen cuatro tipos de la manera
de percibir síntomas. Un primer tipo lo formarían aquellas
personas con incapacidad para percibir los síntomas(casos
extremos de insensibilidad al dolor). Un segundo tipo lo formarían
aquellos individuos que perciben sus síntomas correctamente
pero que no informan de ello. El tercer tipo sería aquellos
individuos que perciben y/o informan mal sus síntomas, de tal
manera que ello puede a conducirles a cometer errores en la
atribución de causas o significados a los síntomas. El cuarto tipo
implicaría a aquellas personas que se mantienen muy atentas a
las señales de su organismo y que tienden a informar como
síntomas estados o cambios que no están relacionados con
posibles patologías. Una forma, ya clásica, de medir la capacidad
de discriminación de los estados internos es el cuestionario
desarrollado en 1977 por Pennebaker y su equipo (Pennebaker,
Burman, Schaeffer y Harper, 1977) y conocido como PILL
(Pennebaker Inventory of Limbic Languidness). Consistente en un
listado de 54 ítems que representan otras tantas sensaciones
corporales y/o síntomas comunes requiere que la persona puntúe
sobre una escala de cinco valores aquel que corresponde a la
11. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 11
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
frecuencia con la que le suceden cada una de dichas experiencias
(desde un valor mínimo correspondiente a “nunca o muy
raramente experimento el síntoma”, hasta un valor máximo
correspondiente a experimentar el síntoma “más de una vez a la
semana”. Este cuestionario mide sólo la información de los
síntomas más no la precisión con la que los síntomas se informan.
Otra de las formas pioneras desarrolladas para evaluar la
tendencia individual a atender o no a las experiencias y eventos
internos fue la Private Self-Consciousness Scale (PSC),
elaborada por Fenigstein, Scheier y Buss (1975). Igualmente,
Miller, Murphy y Buss (1981) elaboraron la Private Body
Consciousness Scale (PBC) como un instrumento que permite
evaluar la tendencia a atender o no a las sensaciones físicas
internas y procesos corporales, y que ha sido empleada en varios
estudios (p.ej., Ahles, Casseus y Stalling, 1987; Baradell y Klein;
1993; Christensen y cols., 1996; Martin, Ahles y Jeffery, 1991).
Precisión en la discriminación de señales internas
El estudio de la precisión con la que las personas pueden
discriminar sus señales internas sí llegó a ser el objetivo de
numerosos estudios que han permitido conocer, con cierto grado
de detalle, algunas peculiaridades de un comportamiento tan
extremadamente sutil. Así, entre los estudios más representativos
cabe señalar los dedicados a la percepción del dolor (p. ej.,
Kafner y Goldfoot, 1996; Tesser y Conlee, 1975), de la fatiga y el
esfuerzo (Borg, 1962), del consumo de oxígeno y niveles de
lactato en sangre (ver Mihevic, 1981, para una revisión de estos
estudios), de las contracciones del estómago (Stunkard y Koch,
1964), de la distensión rectal (Whitehead, 1983; Whitehead y
cols., 1981), del nivel de glucosa en sangre (Pennebaker y cols.,
1981), de la temperatura de los dedos, la congestión nasal y la
tasa cardiaca (Pennebaker y Skelton, 1981), de la presión
sanguínea (Pennebaker y cols., 1982).
Por ejemplo, estudios que han señalado la importancia de la
percepción de señales internas han sido llevados a cabo con
individuos con y sin problemas de incontinencia fecal, en los que
se ha medido su capacidad de percepción de la distensión rectal
mediante globos inflables insertados en el recto (Whitehead,
Ángel y Schuster, 1981; Whitehead, 1983). En dichos estudios se
encontró que todos los sujetos normales participantes pudieron
detectar la distensión rectal provocada por el inflado del globo,
algo que sólo ocurrió en el 54% de los sujetos incontinentes.
Stunkard y Fox (1971) no encontraronla relación entre motilidad
estomacal y sensación de hambre, descubriendo que otros
factores externos (por ejemplo, el tiempo pasado desde la última
comida y otras estimulaciones relevantes) eran variables que
controlaban el informe de hambre más que las sensaciones
internas.
La conciencia, conocimiento o percepción de las señales internas
o estado internos depende de tres factores o fuentes de
información que configuran el resultado en forma de informe
verbal que transmite el sujeto sobre sus estados internos, a saber:
los cambios preceptúales generados por la actividad fisiológica,
las señales situacionales o ambientales (señales externas) y las
creencias acerca de todo ello.
Percepción de señales internas y conducta de informe de síntomas
Si por alguna razón un individuo es incapaz de reconocer los
cambios en su organismo que pueden anunciar futuros o actuales
procesos patológicos, o bien, aun percibiéndolos, no “reconoce”
su función como síntomas, es probable que su comportamiento de
informe de síntomas sea deficitario, representando un factor de
riesgo para su salud. Numerosos estudios han abordado el
desarrollo durante la infancia de los patrones o pautas de
comportamiento en lo que a informe de síntomas se refiere,
habiéndose generado diversas teorías ente las que destacan tres:
1) Teoría de la atención excesiva de los padres a la salud de sus
hijos, establece que si los padres se muestran excesivamente
atentos a la salud de su hijo, éste terminará por adquirir un patrón
de atención selectiva a las señales corporales que le harán ser
12. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 12
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
extremadamente sensible. 2) Teoría de la interpretación paterna
de las sensaciones, la cual establece que la manera en la cual los
niños organizan y perciben los síntomas y las sensaciones de su
cuerpo puede ser similar a la manera en la que lo hacen sus
padres. 3) Teoría de la ganancia secundaria, establece que el
comportamiento de informe de síntomas está muy relacionado
con la presencia de conflictos o tensión en las interacciones
familiares. De igual manera, Pennebaker (1982) integró en una
teoría más general del desarrollo del comportamiento de informe
de síntomas, en la que señala cuatro tipos de interacciones clave
en el desarrollo de este repertorio: 1) La ocurrencia de frecuentes
conflictos familiares provoca a) la ocurrencia de cambios
fisiológicos en el niño, b) provoca sentimientos de descontrol o
falta de competencia que minan la confianza del niño lo que hace
que su atención se desvíe hacia sí mismo y hace que se vuelva
más relevante aquello que sucede en su propio cuerpo. 2) Vivir en
un clima de inseguridad social ha sido relacionado con el informe
de síntomas de los sujetos como a) buscar aprobación de los
demás, de manera que estará muy atento a los aspectos de sí
mismo (peso, apariencia) que puedan ser importantes para los
demás adoptando patrones de comportamiento no saludable
(dietas, alimentos ligeros, etc.) que pueden propiciar directa o
indirectamente la sensibilidad a los síntomas. b) un individuo
inseguro es probable que se vea sometido a condiciones
estresantes o de tensión, lo que supone una mayor probabilidad
de estar expuesto a situaciones donde la mayor activación
fisiológica que se experimenta incrementa la probabilidad de
percibir cambios fisiológicos que se informen como síntomas. 3)
Una vez que el informe de síntomas tiene lugar, puede quedar
reforzado por a) producir una reducción del conflicto al momento
que los presentes (padres, compañeros, etc.) cesen en su
comportamiento beligerante y pasen a preocuparse y atender al
sujeto, y b) la eficacia del informe de síntomas como excusa para
el fracaso o la evitación de una obligación o compromiso. 4)
Consecuencia de una frecuente situación conflictiva es un estado
de actividad fisiológica extrema que, en tanto produce cambios en
los estados internos, puede hacer que la persona esté más atenta
a los cambios sensoriales o signos corporales.
Otra manera en la que ha sido abordada esta temática tiene sus
raíces en la perspectiva sociocultural de la percepción del riesgo,
la cual establece que la percepción de una persona acerca de su
ambiente, y su percepción y evaluación de los riesgos son
moldeadas socialmente por los factores de tipo moral, económico
y político. Este punto de vista se enlaza con la hipótesis de
Hansell y Mechanic (1986) de que las crisis personales,
discontinuidades socio ambientales y eventos importantes en la
vida inducen a ser más introspectivo, en tanto que demandan una
valoración del yo y el lugar ocupado en el mundo. Ciertamente,
Hansell y Machanic (1986) han intentado relacionar los
fenómenos de percepción e informe de síntomas mediante la
elaboración del constructo de introspectividad. La introspectividad
o disposición personal a la introspección es entendida como el
grado hasta el cual la atención es preferentemente enfocada, ya
sea sobre uno mismo, ya sea sobre el mundo exterior. Alguna
evidencia empírica se ha aportado sobre la relación entre atención
centrada en sí mismo y comportamiento de informe de síntomas y
conducta de enfermedad. Varios estudios han demostrado que la
atención centrada en sí mismo correlaciona con informes de
malestar psicológico y de síntomas físicos (p. ej., Duval y
Wicklind, 1972; Wicklund, 1975), y otros que centrar la atención
sobre algún aspecto del funcionamiento corporal incrementa el
informe de síntomas físicos (p. ej., Carvel, 1978; Carvel y Scheier,
1981; Pennebaker, 1982; Pennebaker y Skelton, 1978).
Igualmente Hansell y Mechanic (1985) encontraron que la
introspectividad estaba positivamente asociada con la emisión de
informes de malestar psicológico y de síntomas físicos comunes,
correlacionando negativamente con el nivel de autoestima y la
sensación de felicidad.
Estados internos, síntomas y conducta de búsqueda de ayuda
13. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 13
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
La ocurrencia de un cambio o alteración en nuestro organismo
que produce estimulación intero o propioceptiva puede ser
interpretado como algo normal o como algo preocupante, esto es,
una señal que anuncia o advierte la posibilidad que suframos
alguna enfermedad. En el último caso decimos que un individuo
interpreta el estado interno percibido como un síntoma. A su vez,
el grado de información que se disponga sobre dicho síntoma, la
disponibilidad de ayuda, las creencias personales que se tengan
acerca de la salud, etc., determinaran que la valoración del estado
interno como síntoma termine o no en un comportamiento de
búsqueda de ayuda relacionada con el mismo.
Según el constructo elaborado por Leigh y Reiser (1992) la
conducta de búsqueda de ayuda se refiere a la decisión que un
individuo toma de hacer algo acerca de un síntoma o malestar
(búsqueda médica, no médica como familiares amigos o seudo
profesionales o cuasi-médica como la automedicación o ayuda de
farmacéuticos).
Entre las variables más importante y que se han identificado en la
conducta de búsqueda de ayuda se encuentran la severidad y la
cualidad del síntoma, es decir, en cuanto mas aguda sea su
presentación mas severo aparezcan, mas doloroso resulte, mayor
amenaza ala supervivencia represente y mas persistente sea,
más probable es que un síntoma conduzca a la petición de ayuda.
Este comportamiento se ve afectado por una variedad de factores
entre los cuales Leigh y Reiser (1992) señalan como más
importantes la percepción de síntomas y enfermedades, ciertos
factores demográficos, el nivel de estrés al que el individuo se vea
sometido y su experiencia previa respecto a la enfermedad y el
sistema de salud.
Participantes del contacto paciente-profesional de la salud
Leigh y Reiser (1992) complilaron una propuesta de McWhinney
(1972) de taxonomía de la conducta de búsqueda de ayuda, la
cual contiene cinco categorías de causas precipitantes de
contacto paciente profesional que son: 1) superación de límite de
tolerancia, que recoge los casos en los que las causas del
contacto son el dolor, malestar y/incapacidad que esté
provocando síntoma o enfermedad. 2) superación de límite de
ansiedad, cuando el contacto o conducta de búsqueda de ayuda
tiene como motivo la ansiedad provocada por lo síntomas o
cambios percibidos.3) problemas de la vida presentados como
síntomas, tratándose de síntomas menores que ocurren en un
contexto en el que están presentes dificultades emocionales o
afectivas. 4) Causas administrativas, independientemente que el
sujeto padezca o no una enfermedad o experimente o no
síntomas. 5) Ausencia de enfermedad, casos en los que el motivo
de la visita es preventivo. Además se agrega otra categoría 6)
Búsqueda de ayuda extrínseca, ocasiones en las que, por
imposibilidad material o sobreentendida, otra persona distinta del
propio sujeto solicita la ayuda de un profesional.
Discriminación de señales internas en enfermedades crónicas
La percepción de señales internas y su correspondiente informes
son repertorios sutiles ampliamente afectados por diversas
variables entre las que se encuentran: las creencias que un
individuo ha desarrollado y mantiene sobre el funcionamiento de
su organismo, los conocimientos de anatomía y fisiología que
posean, los modelos a los que se haya estado exponiendo, las
contingencias experimentadas y las influencias socioculturales
que operan probabilizando las respuestas hacia ciertas
situaciones.
La naturaleza idiosincrásica de muchas creencias relacionadas
con la salud y el funcionamiento orgánico es un fenómeno que ya
Pennebaker (1982) estableció empíricamente sobre los datos de
percepción de diferentes estados internos (especialmente, datos
referidos a pacientes diabéticos), y que Leventhal y sus colegas
estudiaron también para la hipertensión. Creencias que pueden
ser precisas o imprecisas dependiendo de que señalen o no el
estado interno al que el informe verbal del sujeto asocia.
14. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 14
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
Circunscribiéndonos a los estudios de Leventhal y su grupo con
sujetos hipertensos, se encuentra el hecho de que la mayoría de
los pacientes que participaron informaron confiar en determinados
“síntomas” para obtener información sobre sus niveles de presión
sanguínea ajustando la toma de su medicación a dichas
estimaciones, aun cuando habían sido perfectamente informados
de que su enfermedad era asintomática. La regulación del
comportamiento por creencias falsas acerca de los síntomas
también ha sido encontrada en el caso de los pacientes
diabéticos, en los que resulta paradigmático el estudio de la
percepción de señales asociadas a las variaciones extremas del
nivel de glucosa en la sangre, siendo los estado hipoglucémicos
fenómenos de particular importancia, tanto por su trascendencia
de cara a la salud del paciente, como por el hecho de ser estados
fuertemente sintomáticos.
Entrenamiento en discriminación de señales internas
Si la mayoría de pacientes diabéticos utiliza sus creencias acerca
de los síntomas como la base para actuar y controlar la ocurrencia
de hipoglucemia, la precisión de tales creencias como indicadores
fiables del estado de salud se convierte en un indicador
importante de la capacidad del paciente para lograr una
autorregulación o autocuidado eficaz. Mejorar la precisión de los
pacientes en la detección de sus síntomas es, pues, un tipo de
intervención psicológica en el ámbito de la salud de enorme
trascendencia. En diabetes, dicha intervención es especialmente
importante en cuanto a la detección de hipoglucemias, al tratarse
de eventos que ponen en peligro la vida del paciente, que se
acompañan de abundante sintomatología y que resultan muy
frecuentes a lo largo de la vida del paciente diabético(ver por
ejemplo, Gil Roales-Nieto y Vílchez Joya, 1993). Por todo ello, la
diabetes mellitus ha terminado por convertirse en una de las
enfermedades crónicas en las que se ha puesto a prueba la
posibilidad de entrenar en una mejor percepción de las señales
internas proporcionadas por los cambios fisiológicos de
importancia en salud, y en un más preciso informe sobre las
mismas.
Se han diseñado y sometido a prueba diferentes métodos cuyo
propósito es la instrucción o entrenamiento de los pacientes en el
control de las hipoglucemias, y que han tratado de solventar las
limitaciones de la simple instrucción o educación, tomando la
forma de programas de discriminación de los estados
hipoglucémicos. Uno de estos programas desarrollado por el autor
(programa de discrminación de estados hipoglucémicos,
publicado en Gil Roales-Nieto y Vílchez, 1993), establece como
objetivos los siguientes, dirigidos al logro de una mejora en la
detección e interpretación de los síntomas, tratando con los dos
pasos o eslabones del modelo de control de las hipoglucemias de
Cox y cols. (1993) cuya naturaleza es conductual y que pueden,
por tanto, ser modificados directamente mediante una
intervención psicológica:
Objetivos del Programa de discriminación de señales internas de
estados hipoglucémicos.
(Gil Roales-Nieto, 1993)
Objetivos generales de la intervención
Lograr que el paciente sea sensible a las señales de su
organismo, en especial a las relacionadas con un descenso
severo del NGS.
Establecer qué señales o síntomas son sus propias señales de
hipoglucemia.
Lograr que discrimine la ocurrencia de las señales vinculadas a la
hipoglucemia.
Objetivos específicos (variables para cada paciente)
Mejorar la precisión en la detección de los síntomas específicos
indicadores del desarrollo de un estado hipoglucémico mediante:
a) la identificación de señales o síntomas predictivos de
hipoglucemia para cada paciente, y b) la identificación de señales
o síntomas erróneos o equívocos que cada paciente pueda
poseer como resultado de su experiencia.
15. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 15
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
Lograr la interpretación correcta de los síntomas detectados como
señales de hipoglucemia, aprendiendo a evaluar las posibles
explicaciones alternativas en cada momento o situación.
El programa consta de ciertos instrumentos, exige ciertos
repertorios como prerrequisitos del paciente y contiene un
procedimiento de aplicación que incluye 1) un período previo de
sesiones destinado a mejorar la sensibilidad del paciente hacia las
señales de su propio organismo (fase de intervención previa); 2)
un período de sesiones destinado a la aplicación de los ejercicios
de mejora en la discriminación de las señales hipoglucémicas
(fase de entrenamiento), y 3) un período destinado a la
confirmación a largo plazo de la capacidad señalizadota
hipoglucémica de los síntomas discriminados en la fase anterior
(fase de confirmación). Como prerrequisitos o conocimientos y
habilidades previas necesarias, el paciente debe saber qué es
una hipoglucemia, por qué razones se produce y cómo puede ser
controlada. Debe conocer también por qué razón se producen
ciertos síntomas que sirven para detectar su ocurrencia y qué
actividades, fenómenos o alteraciones de la salud pueden
magnificar o enmascarar dichos síntomas.
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Distinción entre enfermedad y trastorno
Desde una perspectiva médica, ya recogió Barondess (1979) el
reto de incorporar la distinción enfermedad / trastorno (y que ha
terminado por transformarse en la diferenciación enfermedad vs
conducta de enfermedad), planteado desde una perspectiva de
sociología de la salud por Mechanic (1966, 1972), Kleinman
(1975) y Kleinman, Eisenberg y Good (1978), desde bastante
antes de que la psicología de la salud abordase el asunto. El
planteamiento de Barondess afirma que la medicina como ciencia
y profesión se vio “obligada” a centrarse en las consideraciones
patogénicas y en el conocimiento y análisis de los órganos y
sistemas celulares, y en la comprensión de los mecanismos
moleculares y submoleculares para lograr la conquista del control
de las enfermedades. Esto trajo como consecuencia un abandono
o minusvaloración de otros asuntos confluentes , que vuelven a
ponerse sobre el tapete por la consideración de las dos
realidades, representada una por el concepto de trastorno o
alteración como “evento biológico caracterizado por cambios
anatómicos, fisiológicos o bioquímicos o por alguna combinación
de los mismos” y que significa “una ruptura en la estructura y/o
función de una o más partes del sistema corporal (...) debido a
una variedad de causas y pudiendo persistir, avanzar o regresar
de una variedad de mecanismos, y pudiendo ser o no
clínicamente aparente”. Y representada la otra por el concepto de
enfermedad o malestar, tenido por “un fenómeno humano, no
biológico, consistente en un conjunto de incomodidades y
dislocamientos psicosociales resultantes de la interacción de una
persona con su ambiente”. Esta distinción de los de los conceptos
de enfermedad y de trastorno terminó por imponerse como
concepto central en psicología de la salud relativamente pronto (p.
ej. Barondess, 1979; Fedoravicius, 1980; Halman, 1985; Lipkin,
1981; Wooley, Blackwell y Winget, 1978), y algunos autores (p. ej.
Cott, 1986) han señalado que tal distinción ofrece una serie de
avances y mejoras en el conocimiento y comprensión del
fenómeno de la enfermedad y su tratamiento, en tanto que
proporcionan: a) un marco conceptual y una definición operacional
precisa que permite la integración de las ciencias médicas y de la
conducta, así como la aplicación práctica, al ámbito de la
enfermedad, del conocimiento desarrollado en la psicología. b)
una fórmula y un conjunto formal de procedimientos para la
intervención interdisciplinaria y el manejo clínico de casos
completos. c) una oportunidad para la “desmedicalización”, al
separa las cuestiones médicas de las no médicas en los
problemas de salud, y delinear los casos en los que una
intervención clínica resulta indicada de aquellos para los que
resulta indicada una intervención conductual. d) Un marco para la
comunicación efectiva entre los profesionales de varias
disciplinas, así como entre los profesionales de la salud y los
16. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 16
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
propios implicados en el problema de salud (pacientes, familiares,
instituciones, etc.).
Por lo tanto, el concepto de trastorno o alteración debe ser
entendido bien como alguna disfunción del organismo que altera
sus funciones o las impide en algún grado, bien como la presencia
en el organismo de algún elemento extraño que provoca la
ocurrencia de un conjunto de respuestas del mismo a su
presencia. Por el contrario, el concepto de enfermedad debe ser
entendido como la respuesta global del organismo a la presencia
del trastorno. La enfermedad, por tanto, debe verse como un
comportamiento resultante de una compleja interacción entre
variables, entre las cuales están el trastorno o alteración, las
variables ambientales o contexto (internas y externas = familiares,
sociales, culturales, etc.) y las variables que el individuo porta
como tal (su experiencia al respecto, sus creencias, su esquema
de valores, su sensibilidad a unas u otras contingencias, su
capacidad de discriminación, etc.).
Conceptos que relacionan conducta y enfermedad
La distinción entre enfermedad y trastorno ha dado lugar a
numerosos conceptos mediante los cuales se ha intentado
operacionalizar ambos descriptores con mayor o menor fortuna,
que se describen a continuación.
Conceptos de dolor psicogénico y conducta de dolor
El concepto de dolor psicogénico es aplicable a los casos en los
que las exploraciones diagnósticas no encuentran relaciones
convincentes entre el dolor que la persona informa y la presencia
de daños corporales o condiciones estimulares nocivas (Fordyce,
1976). Un sentido en el uso del dolor psicogénico se refiere a las
ocasiones en que una persona manifiesta conducta de dolor que
no está en consonancia con la estimulación presente, de tal modo
que la discrepancia es achacada a algún tipo de personalidad
subyacente, problema motivacional o alteración psíquica.
El concepto de dolor, por su parte, debe ser entendido sólo por
eso, un comportamiento cuyas variables de control pueden ser
biológicas, psicológicas o una combinación de ambas, pero cuya
existencia para el paciente que lo muestra es tan real como en
uno como en otro caso.
Concepto de rol de enfermo
El concepto fue descrito por Talcot Parsons (1951) el cual denota
una serie de conductas que están asociadas con ciertos aspectos
de la función de un individuo dentro de la sociedad, las cuales
pueden resumirse en la manera siguiente (Parsons, 1951):
“A la persona enferma se le exime de sus roles sociales normales,
esto es de sus responsabilidades”. El grado de exención depende
de la severidad de su trastorno, y la exención requiere de la
legitimación de su rol de enfermo por un autoridad reconocida por
la sociedad (médico), a quien corresponde asegurarse: a) de que
los derechos que confiere el rol de enfermo son respetados por la
sociedad, y b) que la persona enferma será devuelta a sus roles
normales tan pronto como sea posible.
“La persona enferma no es responsable de su condición, por lo
tanto el individuo no tiene que responder ante la sociedad por su
condición”.
“La persona enferma debe intentar recuperar su estado de salud”.
“La persona enferma debe buscar ayuda de expertos
competentes y cooperar con el tratamiento”.
Concepto de conducta de enfermedad
Elaborado por Mechanic (1962), el concepto de conducta de
enfermedad toma como punto de partida el concepto ya revisado
del papel social de enfermo, sólo que en su concepción inicial, por
conducta de enfermedad, Mechanic (1978, 1981) se refirió a las
formas en las que los síntomas dados pueden ser
diferencialmente percibidos, evaluados y provocar una actuación
(o no actuación) en diferentes tipos de personas. Mechanic (1981)
17. MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 17
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
trató de explicar la amplia variabilidad existente en la respuesta a
la enfermedad, atribuyendo dicha variabilidad a razones como las
experiencias previas con la enfermedad, el entrenamiento
diferencial respecto a los síntomas o las consecuencias posibles;
esto es; establece como premisa crucial para la conceptualización
del fenómeno de la conducta de enfermedad, la consideración de
la enfermedad como una experiencia moldeada por múltiples
factores psicológicos, sociales y culturales, además de sus bases
biológicas. El concepto de conducta de enfermedad desarrollado
por este autor trata de describir las formas en las que una
persona responde a las indicaciones o señales de su organismo, y
las condiciones bajo las que dichas experiencias llegan a ser
vistas como anormales y calificadas como enfermedad. Un
conjunto de estudios contemporáneos de su formulación
mostraron que la conducta de enfermedad está sujeta a
diferencias a través de las culturas (p. ej., Greenley y Mechanic,
1976; Harwood, 1981), de las diferencias individuales (Sternbach,
1974), de la edad y el sexo (Foster y Anderson, 1978), y de la
historia personal de enfermedad y las variables situacionales
(Mechanic, 1986). A ello debe añadirse la influencia sobre la
conducta de la enfermedad de otros aspectos señalados por
Willmott (1989), como los estilos de modelamiento y reforzamiento
del comportamiento en la enfermedad que estudiaron Turkat
(1982) y Turkat y Noskin (1983).
Por tanto, la conducta de enfermedad se entiende como las
actividades emprendidas por una persona que “se siente mal”
antes de que reciba un diagnóstico médico; actividades, por tanto,
que están orientadas a determinar su estado de salud y descubrir
los posibles remedios. Brannon y Feist (1992) indicaron cuatro
factores que pueden afectar a la respuesta a los síntomas, y que
incluyen la renuencia personal a buscar ayuda, ciertos factores
sociales y demográficos (clases social o género), las
características de los síntomas (como visibilidad del síntoma,
severidad percibida, interferencia con la vida de la persona y la
frecuencia y persistencia) y la visión personal de la enfermedad
(factores relevantes tomados del entorno cultural y de la
experiencia personal).
Conceptos de conducta de enfermedad crónica
El concepto de conductas de enfermedad crónicas se aplica a
casos en los que se presenta una incapacidad desproporcionada
para los déficit o alteraciones orgánicas presentes, de modo que
supone la representación total del rol de la persona severamente
enferma, con una continua búsqueda y demanda de cuidados
dirigida a los médicos, la familia y los amigos. Comportamientos
como las protestas de desamparo, demandas de ayuda,
amenazas si no es atendido, hostilidad y excesivas quejas
aparecen como los componentes típicos de este tipo de casos.
Este término describe, pues, las diversas quejas, informes de
dolor y conductas de enfermedad que resultan refractarias al
empleo de tratamientos biomédicos habituales para el trastorno
del que se trate. Wooley, Blackwell y Wingett (1978) identificaron
ocho conductas coexistentes como parte del patrón de conductas
de enfermedad crónicas, que son: 1) demandas de cuidado y
atención; 2) manifestación de indefensión; 3) excesivo
cumplimiento de cualquier tratamiento; 4) hostilidad velada; 5)
amenazas de daño; 6) argumentación (discusión) contra los
puntos de vista contrarios; 7) desacuerdo con los profesionales
que tratan el problema, y 8) insensatez. El desarrollo y
mantenimiento de tal patrón ha sido teorizado desde una
perspectiva analítica como un producto de tres tipos de
interacciones: 1) el modelado de la conducta de enfermedad
durante la infancia; 2) el reforzamiento directo del patrón de
comportamiento por la familia, los amigos y los profesionales de la
salud; 3) el aprendizaje de la evitación de la ansiedad producida
por ciertos tipos de ejecución social o de responsabilidades.
Conducta anormal de enfermedad y conducta anormal de
tratamiento
Para Pilowsky (1969, 1978, 1986) el término conducta anormal de
enfermedad se otorgaría a los casos en los que una adecuada
evaluación médica dictaminaría que los síntomas del paciente no
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UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
son producidos por alteración o trastorno alguno, a pesar de lo
cual el paciente seguirá comportándose como enfermo a
despecho del informe médico. Ejemplos de la conducta anormal
son los casos informados en el estudio de Wielgosz, Fletcher,
McCants, McKinnis, Haney y Williams (1984), que evaluó la
conducta de enfermedad de 821 pacientes con síntomas de
trastornos coronarios (principalmente, dolor en el pecho) tras el
resultado de una angiografía que determinó la inexistencia de
trastorno coronario o la presencia de trastorno en grado
significante. Sin embargo, el 28% de los sujetos continuaron
informando de similares o más graves dolores de pecho a lo largo
del primer año después de la angiografía.
El concepto de somatización y la conducta de enfermedad
Desde el punto de vista de Kirmayer (1986) la somatización es el
resultado complejo de procesos que van paulatinamente
moldeando la experiencia y la expresión conductual de cada
episodio de enfermedad, hasta conformar un patrón de
comportamiento que definimos bajo el tópico de somatización, la
cual tiene según el mismo autor cuatro situaciones clínicas. La
primera de ellas es la consideración de la somatización como la
presentación somática de los que en realidad son trastornos
afectivos. La segunda es la consideración de la somatización
como atribución errónea de síntomas psicofisiológicos en casos
de pacientes con síntomas exacerbados por sucesos
emocionales, que pueden atribuir sus estados al padecimiento de
enfermedades o estados patológicos cuando su naturaleza es
psicofisiológica (esto es, se trata de cambios fisiológicos
producidos por variables psicológicas, como las cefaleas
tensionales, el síndrome del intestino irritable). La tercera
situación clínica de somatización es la que recoge los casos
clásicamente descritos como desórdenes somatoformes y
estudiados en psicopatología, como son la hipocondría, los
trastornos de conversión, los de somatización y el dolor
psicogénico. La cuarta situación clínica de somatización recoge
los casos en los que este fenómeno tiene lugar como una forma
de explicar los síntomas idiopáticos, esto es, los casos de
pacientes con síntomas somáticos de origen desconocido que se
“explican” como provenientes de algún tipo de alteración biológica
sin que exista la posibilidad de contrastar dicha afirmación.
Kirmayer (1986) establece que, en ausencia de la advertencia del propio
paciente sobre la presencia de su caso de variables psicosociales que
pueden explicar sus problemas físicos, un profesional clínico tiende a
hipotetizar la naturaleza psicológica de una sintomatología somática sólo
cuando se da alguna de las siguientes condiciones: 1. Cuando no hay
razones biológicas que expliquen los síntomas olas que se detectan no
parecen suficientes. 2. Cuando ninguna otra explicación conduce a
establecer u tatamiento eficaz. 3. Cuando el paciente muestra señales
de problemas psicológicos en la propia interacción clínica. 4. Cuando el
paciente, desafiante a la autoridad del clínico, muestra una pobre
adherencia al tratamiento prescrito.
Génesis y mantenimiento de la conducta de enfermedad
Algunos autores han intentado establecer hipótesis sobre la
génesis y mantenimiento de la conducta enfermedad que forman
parte ya del ideario disponible en psicología de la salud, pero el
resultado es incompleto o insatisfactorio. Para Lipkin (1981),
desde una perspectiva conductual, una influencia crítica sobre el
resultado de los episodios de conducta de enfermedad son las
reacciones de las personas presentes en el contexto del paciente:
estos es, sus familiares, amigos, el médico y demás profesionales
de la salud. Por ejemplo, para Lipkin (1981) especial cuidado
requiere el uso innecesario de analgésicos, tranquilizantes, en
tanto que el uso de este tipo de drogas para tratar síntomas tan
relativos a eventos transitorios asociados a problemas de la vida
(exceso de trabajo, falta de descanso) posee una significativa
amenaza de adaptación futura a las mismas por estos pacientes.
Igualmente, para los pacientes que presentan quejas menores
causadas por cambios en la vida o circunstancias temporales de
especial intensidad, y cuyos síntomas tienen la forma de
ansiedad, el pesar o la tensión, o la más elaborada de cefaleas
tensionales, molestia gástricas, dolor de espalda, desarreglos
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UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD
menstruales, etc., una solución farmacológica puede suponer el
fortalecimiento de una solución de enfermedad (de conducta de
enfermedad) que cada vez se hará más frecuente.
Conducta anormal como riesgo para la salud
Existe una relación entre enfermedad y trastornos de conducta.
Es frecuente encontrar alteraciones conductuales (p. ej.
Depresión) como consecuencias de procesos patológicos graves
o incapacitantes, a la vez que también se ha encontrado una
mayor vulnerabilidad a la enfermedad en individuos que sufren
trastornos conductuales. La presencia conjunta de alteraciones
conductuales y orgánicas recibe el nombre técnico de
comorbilidad. Así, numerosos estudios han puesto de relieve una
fuerte prevalencia de comorbilidad en pacientes en la práctica
médica general y en el contexto hospitalario, en concreto tasa de
30-40% (Feldman y cols., 1987; Lipowski, 1988ª,b). Asimismo,
Rodin y Voshart (1986) señalaban que el diagnóstico y
tratamiento de la depresión en pacientes médicamente enfermos
es una de las actividades principales de la psiquiatría de consulta.
Igualmente, Friedman y Booth-Kewley (1987) recogieron un buen
número de estudios que mostraban cómo los pacientes de
diferentes patologías informaban también de síntomas depresivos
y ansiedad.
Otro ejemplo de relación entre psicopatología y psicología de la
salud lo proporciona el estudio de la relación ente alexitimia y
propensión a ciertos trastornos (Acklin y Bernat, 1987; Apfel y
Sifneos, 1979; Fava, Baldaro y Osti, 1980; Sifneos, 1973). Por
alexitimia se entiende un patrón específico de comportamiento
caracterizado por dificultades en la capacidad de experimentar y
verbalizar el afecto (Sifneos, 1973). Algunos autores han señalado
que los individuos alexitímicos confunden los correlatos
fisiológicos de las emociones con señales o signos de
enfermedad, de tal modo que al interpretarlos como síntomas
inician un episodio de conducta de enfermedad que les lleva hasta
el médico (Willmott, 1989).
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