Salvador inventó un coche que no contaminaba pero no se vendía. Años después, cuando la contaminación y escasez de petróleo eran graves, su invento tuvo éxito y se vendió mucho, aunque Salvador murió el mismo día que se hizo famoso. Sus hijos heredaron las ganancias de su invento.
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El gran invento
1. EL
GRAN
INVENTO
Érase
una
vez
un
inventor
llamado
Salvador.
Un
día
se
puso
a
pensar
en
un
invento
pero
no
se
le
ocurría
ninguno.
De
repente,
pasó
un
coche
por
delante
de
él
y…
¡eureka!
Se
le
ocurrió
un
invento:
crear
un
coche
que
no
contaminara.
Después
de
muchos
años
dándole
vueltas
a
la
idea,
por
fin
lo
consiguió
y
lo
construyó.
Lo
puso
a
la
venta
pero
no
se
vendía.
No
podía
entender
por
qué
no
se
vendía
así
que
repasó
su
invento
por
si
había
algún
error
pero
todo
funciona
a
perfectamente
y
su
invento
seguía
sin
venderse.
Algunos
vecinos
del
pueblo
se
reían
de
su
invento
y
decían:
¡Tantos
años
encerrado
trabajando
para
nada!
¡vaya
pérdida
de
tiempo!
Otros,
sin
embargo,
sentían
pena.
Salvador
se
deprimió
mucho
porque
nadie
se
interesaba
por
su
invento,
así
que
abandonó
los
inventos
y
se
puso
a
trabajar
en
una
panadería.
Esperó
varios
años
pero
el
invento
no
se
vendía
y
entonces
se
puso
tan
triste
y
deprimido
que
ya
ni
siquiera
quería
trabajar
en
la
panadería.
Todo
el
mundo
intentaba
animarle
pero
no
podían.
Pasaron
muchos
años
más,
la
gente
se
fue
dando
cuenta
de
que
los
coches
normales
contaminaban
mucho
y
querían
un
coche
menos
contaminante.
Además,
el
petróleo
estaba
a
punto
de
gastarse
y
ahora
era
muy
complicado
encontrar
gasolina.
De
repente,
todo
el
mundo
quería
comprar
el
coche
de
Salvador.
Los
coches
se
vendían
como
churros
y
ya
nadie
quería
los
otros
coches
antiguos.
La
noticia
salió
en
todos
los
periódicos
pero
esa
misma
tarde
Salvador
se
murió
así
que
todas
las
ganancias
de
su
invento
se
las
dejó
a
sus
hijos
que
se
hicieron
ricos
gracias
a
su
padre.
Fin
Sergio
Parra
Rodríguez