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Prostitución femenina
Mª teresa giménez BARBAT
Bien pagá, si tu eres la bien pagá,
porque tus besos compré.
Y a mí te supiste dar
por un puñao de parné.
Bien pagá, bien pagá.
Bien pagá fuiste mujé.
Letra de R. Perelló
Musica de J. Mostazo
Una mirada actual al fenómeno
de la prostitución femenina
La prostitución no es un oficio; o no debe-
ría serlo. Pero sí es uno de los sistemas de
explotación más antiguos del mundo. De
hecho, se pierde en la noche de los tiempos
y nos hace partícipes de él a humanos, pre
humanos y seres mucho más alejados de
nosotros. Las hembras de algunas especies
animales somos traficantes de sexo y los
machos obsequiosos colaboradores. Para
darse cuenta de ello sólo es necesario aso-
marse a los numerosos libros de etología,
biología, psicología evolutiva o antropolo-
gía que hablan de los aspectos sociales del
sexo. Darwin tuvo una peligrosa idea y sus
consecuencias no han hecho más que em-
pezar. Una de las que derivan de la cabal
comprensión del darwinismo que nos han
procurado en los últimos 30 o 40 años dis-
ciplinas como la psicología evolucionista es
que, a partir de ese momento, nos converti-
mos en sospechoso de nuestros propios
motivos. El camino ya había sido? abierto
por el psicoanálisis (Freud posterior a Da-
rwin) con sus teorías del inconsciente. Pero
esas sólo fueron fantasías que como máxi-
mo nos pueden servir de metáforas para ex-
presar el acervo de automatismos innatos
que se relacionan con nuestras emociones
cotidianas y nuestros sentimientos más pro-
fundos. Vemos cómo las pequeñas debilida-
des, las tentaciones, las concesiones a la
fuerza de las circunstancias arrojan otra luz
cuando se examinan bajo el prisma da-
rwinista. Hemos perdido la inocencia y ya
no sirven los buenos pretextos de antaño.
La “sociedad” o el “mundo que nos hizo
así” siguen teniendo algo que ver. Pero no
son los exclusivos responsables. Ninguna
educación, ninguna sociedad ideal nos crea-
rá de cero. Con Darwin nada nos es ya aje-
no y nos vemos representados en compor-
tamientos que reprobamos pero que identi-
ficamos en lo más íntimo. Lo mismo suce-
de con la prostitución.
¿Qué es la prostitución?
No es fácil examinarse. Para una mujer, es
duro aceptar que se vendió más veces de
las que se admite y que jugó al juego an-
cestral macho-que-compra/hembra-que-
vende aún cuando pensaba que estaba por
encima de ello. Para un hombre, no siem-
pre es satisfactorio comprobar que com-
pró sexo cuando creyó que le regalaban
amor y que, a pesar de sus convicciones
morales, también participó y fue cómpli-
ce del mismo juego.
Hombres y mujeres experimentan sen-
timientos encontrados ante el fenómeno
de la prostitución. Día sí y día no, es tema
de debate en cualquier ámbito, público o
privado. El problema es: ¿entendemos qué
es la prostitucion? ¿Es algo impuesto por
una sociedad en la que dominan aún los
hombres? ¿Es un sistema de explotación
masculino, resultado del patriarcado? ¿Es
verdad que aún hay “mucha represión” y
por eso el hombre busca una clase de mu-
jer que le ofrece lo que no le da la suya?
Vamos a ver si podemos entender al-
go de este apasionante fenómeno de la
mano de la ciencia. Un artículo aproxi-
mativo como éste tiene obvias limitacio-
nes. Pero puede dar una visión del asunto
que no es la más habitual cuando se tra-
tan temas como éste en revistas no espe-
cializadas. En los últimos 20 años, la Psi-
cología Evolucionista1 unida a la antropo-
logía de corte darwinista nos ha facilitado
datos nuevos para la valoración de esta
práctica. Para muchos investigadores, la
prostitucion femenina sería una conse-
cuencia lógica de una dinámica sexual en
la que unos demandan, otros están en si-
tuación de ofertar y donde las mujeres
tienen la llave.
El psicólogo evolucionista Nigel Bar-
ber dice: “Las prostitutas son casi siempre
mujeres porque el acceso sexual es un re-
curso limitado que las mujeres, y no los
hombres, controlan”2. También para él la
prostitución es, en realidad, una estrategia
biológica innata. En un sentido general,
la prostitucion es un sistema de explota-
ción de las necesidades del otro3 muy
particular puesto que, en principio, es
puntual e indiscriminada. Está claro que
hay más tipos de explotación. Podemos
hablar de algunas no necesariamente rela-
cionadas con el sexo como el esclavismo4.
Lo que tienen en común, como formas de
explotación, es que ambas son consustan-
ciales con la naturaleza humana. El fuerte
(o el que tiene algo que ofrecer que otro
necesita) suele aprovecharse del débil.
Quien quiera plantearse erradicar la pros-
titucion ha de enfrentarse a su innatismo
y a la peculiaridad de ser una explotación
con víctimas –en un sentido amplio– vo-
luntarias.
Dinámicas sexuales
entre machos y hembras
A principios de los 70 Robert Trivers pro-
puso la idea de la Inversión Parental5. Esta
12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■
Nº 187
1 En el sentido que se le da hoy en día: la psico-
logía que nos vincula al tronco común con los demás
animales.
2 The Science of Romance. Secrets of the Sexual Brain.
Prometheus Books. 2002.
3 El proxenetismo es un parasitismo muy exitoso
de esta explotación. Por desgracia para nosotras los más
fuertes siempre se aprovechan mejor.
4 Que tampoco está necesariamente relacionado
con el racismo, y esto da para otro debate.
5 Trivers, R. L. (1972) Parental Investment and Sex-
ual Selection. B. Campbell (Ed.).
13Nº187■
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA
teoría describe y señala la inversión dife-
rencial del esfuerzo reproductivo entre
machos y hembras en la naturaleza. Para
resumirla diremos que generalmente son
las hembras las que invierten más en su
descendencia, en aspectos que van desde el
mayor coste relativo de un óvulo respecto
a un espermatozoide, el de una gestación
más o menos prolongada de la que son
ellas las únicas responsables o el de una
lactancia que las impide volver a concebir
un nuevo hijo durante una época más o
menos extensa. Eso, comparado con la pe-
queña y barata semilla masculina; la, en
términos generales, escasa colaboración
del macho en la crianza y su capacidad
continua para engendrar nuevos hijos es-
tablece una relación asimétrica que condu-
ce a un llamado “conflicto de intereses”
entre ambos sexos. Adoptando cada uno
su propia estrategia, las hembras tenderán
a ser más selectivas con los machos a los
que permiten acceso sexual, ya que se jue-
gan más y con efectos en un espacio de
tiempo más largo si el elegido resulta ser
un caballo perdedor en términos evoluti-
vos. Por otro lado, los machos tenderán a
maximizar el número de oportunidades
para dejar toda la descendencia posible, ya
que su apuesta pasa por la cantidad y no
por la calidad. Siguiendo este razonamien-
to, el ser humano, como un primate más,
se ve inmerso en una lógica “innata” que
configura la dinámica de la relación ma-
cho/hembra. En esta visión, la reproduc-
ción sexual tiene mucho de explotación
mutua. No es demasiado romántica pero,
como veremos, arroja un potente chorro
de luz a estos primates antagónicos que
parecen unos de Venus y otros de Marte.
Veremos como este hecho está en la raíz
de la presencia abrumadora de la prostitu-
ción al servicio del macho y no de la hem-
bra, que está por otros asuntos.
Cómo enfocamos
las relaciones sexuales
Según una visión muy generalizada entre
los investigadores actuales, los hombres
obtienen ventaja evolutiva a través de la
cantidad de encuentros sexuales. Como
ellos tienden a maximizar el número de
oportunidades, demandan más sexo6. En
las sociedades humanas, el número de
miembros de cada sexo está bastante
igualado. Por este motivo nunca hay to-
das las mujeres disponibles que ellos de-
searían. La competencia entre machos es
la tónica. Machos que no sólo han de
competir entre ellos cuando son jóvenes,
sino que es en ese período cuando se en-
cuentran con el competidor más temible
de todos: el hombre maduro y con recur-
sos. Los hombres con poder desean mu-
jeres a las que sólo exigen juventud y
atractivo físico. Es por ello que, en pleno
crecimiento, muchos varones se ven ex-
cluidos del mercado sexual y ese es uno
de los motivos, por cierto, por el que
muchos de los delincuentes son hombres
y solteros7.
6 Sin embargo, en la edad más exigente, la juven-
tud, suelen tener más problemas. Al final de la adoles-
cencia y durante toda la juventud, en la mayor parte
de las sociedades, siempre hay un exceso de varones
que pasan la mano por la pared en cuanto a conocer
mujeres. Es más frecuente a esa edad encontrar hombres
vírgenes que mujeres. A partir de los 30 años, eso em-
pieza a ir a la inversa y son progresivamente las mujeres
las que se van quedando para vestir santos, puesto que
disminuyen los hombres por motivos de mayor sinies-
tralidad y de menor resistencia biológica.
7 Es un tema algo siniestro, pero revelador, del que
sólo daré unas pinceladas. David Buss, en el libro El ase-
sino de la puerta de al lado, dice: “Casi todo el mundo
expresa en algún momento alguna voluntad de matar, sea
para evitar ser muerto o para proteger a sus hijos de una
amenaza”. Aclara que su estudio revela las circunstancias
especificas en que la gente dice que mataría, y que los
hombres “incrementan las posibilidades de matar cuanto
más difícil tienen encontrar una mujer; las mujeres no”.
Sí, hay diferencias de actitud generales, pero son parti-
cularmente interesantes las que hacen referencia a la vio-
lencia.
Prostitución femenina
14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■
Nº 187
Las hembras de la mayoría de las es-
pecies suelen ser las cortejadas debido a
que, por su propia naturaleza, favorecen
una relación de calidad antes que la bús-
queda de oportunidades indiscriminadas
de intercambio sexual8. Por ello, en mu-
chas ocasiones los machos les ofrecen pe-
queños o no tan pequeños obsequios para
acceder a sus favores. En este cortejo sue-
len recibir desde regalos como piedreci-
llas, flores o granos en el caso de algunas
aves hasta, por parte de las hembras de los
primates, porciones realmente substancia-
les en el reparto de alimentos, de favores
en la protección de los hijos o en la defen-
sa ante los agresores. Nuestra especie es
heredera de estas últimas. Ya sé que esto
puede sonar ofensivo para algunas muje-
res, y con resonancias de tradiciones mo-
rales o religiosas donde la mujer es vista
como la “débil”, la “tentadora” o la de
moral frágil y poco fiable. O, peor, con
posiciones ultra conservadoras. Por ceder
a lo políticamente correcto, señalo que
Anselmo Garcia Ambrosio, un biólogo
que se manifiesta decididamente de iz-
quierdas, en su libro La conjura de los ma-
chos aporta profusión de ejemplos sacados
de la documentación antropológica y afir-
ma con contundencia: “en las culturas
preagrícolas, en cuyo régimen de relativa
libertad sexual femenina no existen pros-
titutas como tales (pero), en cambio las
mujeres tienen pocos reparos en aceptar
regalos a cambio de sexo”9. Como deci-
mos, los machos humanos, como sus ho-
mólogos animales, tienen urgencia por al-
go que ellas viven con más tranquilidad y
pueden ofrecerlo, cuando lo consideran
necesario, a quien esté dispuesto a demos-
trar que lo valora.
En resumidas cuentas, la mujer ha si-
do tradicionalmente la receptora de los
regalos10. Uno de los recursos más valio-
sos que una mujer puede ofrecer es el
sexo, por lo que ha desarrollado mecanis-
mos psicológicos que le permiten resistir-
se a regalarlo de forma indiscriminada11.
La compra de favores sexuales por parte
de los hombres es un hecho conocido
universalmente. Y es, precisamente, el his-
torial evolutivo por un lado y el hallazgo
de un comportamiento transcultural por
otro el que apoya la tesis de un innatismo
en la estrategia “sexo por ventajas”. Esto
tiene una repercusión extraordinaria en la
forma de contemplarse mutuamente por
ambos sexos.
Cómo vemos el sexo
Las mujeres y los hombres tienen una dis-
tinta postura ante el sexo que es estadísti-
camente remarcable. Cuando se preguntó
a 104 universitarias con qué frecuencia flir-
teaban con un hombre –sabiendo que no
querían acostarse con él– para obtener un
favor o un trato especial, respondieron que
con una frecuencia media de 3 puntos en
una escala de 4. El 3 significaba “a veces” y
el 4 “a menudo”. La puntuación masculina
fue de 2 puntos. En el mismo estudio las
mujeres confesaban comportarse a menu-
do como “embusteras sexuales”12. Lejos de
mí señalar a las mujeres como las únicas
embusteras: ellos no son más honrados. Lo
que ocurre es que mienten en lo que les es
más útil. El hombre es, de alguna manera,
un producto de las mujeres y viceversa. So-
mos fruto de la selección sexual. Nos he-
mos hecho así. Y ellos exhiben tendencias
de engaño similares cuando la estrategia es
fingir compromiso amoroso o profundidad
de sentimientos. Así que, en este juego, to-
dos manipulan. Somos mentirosos con el
sexo.
La dicotomía virgen/puta
Los hombres, para casarse, las prefieren
dependientes y controladas. Un estudio
8 Siempre que sean ellas las que se encarguen de los
hijos. Esto es así muy especialmente en aquellas especies
animales en las que la parte grande de la carga en cuanto
a la crianza de los hijos la llevan ellas. Existen animales
cuyos machos se responsabilizan de la crianza y son ellos
los “costosos”, así que las hembras les cortejan y ellos son
“críticos” y exigentes.
9 La conjura de los machos. Ed. Tusquets ( Metate-
mas). 2005.
10 No estoy hablando de nada parecido a la dote,
costumbre casi universal, donde las familias que más
aporten a un matrimonio serán las del novio o de la
novia dependiendo según sea la sociedad, monógama o
poliginica.
11 La evolucion del deseo. David Buss. Alianza Edi-
torial. 1996.
12 Idem.
teresa giménez
15Nº187■
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA
demuestra que la tasa de divorcio en las
parejas en las que ella gana más que él es
un 50% superior que la de las parejas en
las que el marido gana más que la espo-
sa13. La periodista Maureen Dowd14 cree
que da en el clavo del temor fundamental
de las mujeres de éxito solteras: “el aroma
del poder masculino es un afrodisíaco pa-
ra las mujeres, pero el olor del poder fe-
menino deja fríos a los hombres”15. No
es lo que les atrae. Las prefieren guapas a
poderosas y, de manera instintiva, requie-
ren de la fidelidad para asegurarse que no
están criando hijos de otro. Necesitan
mujeres fiables para su casa; pero les gus-
tan todas. Y ahí se abre la paradoja. Sien-
do animales que tienden a maximizar los
encuentros sexuales, se sienten atraídos
por todo el sexo fácil y sin ataduras que
puedan encontrar y no les importará sa-
crificar una parte de sus recursos en fun-
ción de la valoración que hagan de la
oportunidad.
Así, los hombres se mueven entre dos
figuras femeninas igualmente deseables:
la mujer modosa, virgen y que da mues-
tras de ser fiable como pareja y madre de
los hijos; y las de fácil acceso pero que se
ofrecen a otros hombres. Se le llama a es-
ta dicotomía la de la “virgen/puta” y es
un dilema conocido por la mayoría de
culturas del mundo.
Invertir en la juventud
Una mujer joven está preparada, configu-
rada casi, para conocer que se halla en el
momento adecuado para obtener oportu-
nidades que determinarán con gran pro-
babilidad su lugar en la sociedad y el tipo
de ventajas que van a disfrutar en el futu-
ro ella y sus hijos. Maureen Dowd, sin
necesidad de psicología evolutiva, que no
menciona en su libro, tiene claro que las
mujeres aún están programadas para bus-
car hombres mayores con recursos y que
“los machos lo están para buscar mujeres
jóvenes que se les queden mirando con
adoración”. Efectivamente, la mujer se
juega desde tiempo inmemorial, como se
lo jugaron sus abuelas ancestrales, mucho
más en el negocio de la reproducción.
Nuestro instinto nos lleva a proteger
nuestra capacidad reproductiva más que
a dilapidar el sexo en aventuras gratuitas
en el sentido más amplio. Aún hoy en día
es más fácil que un médico se case con
una enfermera que una médico con un
enfermero.
Que sea natural no significa
que sea inevitable
Todo lo expuesto anteriormente es un es-
tado generalizado de opinión entre inves-
tigadores de diversos campos científicos
relacionados con el hombre, la naturaleza
y la cultura. No dice nada de cómo debe-
rían ser las cosas, sino que advierte sobre
ciertos automatismos. La falacia naturalis-
ta es la que nos lleva a considerar que algo
ha de ser bueno o inevitable por ser natu-
ral o innata. El “es” no implica un “debe”.
Antes al contrario. Con un conocimiento
verdadero de las más recientes investiga-
ciones, los propios actos, presentes y pasa-
dos, se nos convierten en material de co-
nocimiento profundo de nuestra natura-
leza como humanos. Esto abre un mundo
enriquecedor siempre que no nos justifi-
quemos en un determinismo irremediable
que nos salva de la responsabilidad de
nuestras acciones. Sin creer en el libre al-
bedrío la vida en sociedad sería imposible
y el ser humano no tiene sentido fuera de
su mundo social. Por este motivo, y como
verán enseguida, el mío es un alegato con-
tra la legalización de un innatismo que no
nos favorece. En la maravillosa película
La reina de África, el personaje interpreta-
do por Humphey Bogart se escuda en su
naturaleza para no hacer lo que se supone
que debe hacer. Y Rose Sayer/ Katherine
Hepburn le responde: “La naturaleza, Mr.
Allnut, es de lo que partimos para supe-
rarnos”16. Pienso lo mismo que ella.
Por qué nos incomoda la prostitucion
1) Por la violencia que implica
Aunque los límites son borrosos no está
bien vista la prostitución en ninguna par-
te del mundo. Motivos hay varios, pero
señalo sólo dos17. Por un lado, la exclu-
sión de la mujer del mercado del matri-
monio y, en resumen, de la “normalidad”
(el hombre, tradicional y atávicamente,
da una gran importancia a la garantía de
paternidad), y, por otro, el riesgo “labo-
ral” de esta supuesta profesión: se ataca
un cierto sentido del pudor que también
es innato, se violentan determinadas fron-
teras entre la intimidad de las personas
(higiene, olores, defectos físicos), concu-
rren el abuso, las enfermedades relaciona-
das y es una fuente potencial de agresión.
Una de las señales que delatan que difícil-
mente pueda considerarse eso como una
profesión “normal” es la reticencia de
quienes la practican a considerar la suya
como un medio de vida recomendable
para sus propias hijas.
2) Por su relación con el amor
Vivimos entre paradojas: a las mujeres no
les gusta que las traten como a objetos
sexuales o que se las valore con baremos
que no controlan como la juventud o la
belleza. Por lo menos deja de gustarles
cuando ya no los disfrutan. A los hom-
bres, aunque se aprovechen de ello de ma-
nera manifiesta y evidente para todo
quien tenga ojos, no les gusta que se les
trate como objetos de éxito o que se les
valore por lo abultado de su cartera y por
la importancia de su posición en un mun-
do competitivo.
Queremos que nuestras relaciones con
el sexo opuesto tengan una categoría su-
perior y el sexo está profundamente rela-
cionado con el amor, la más alta categoría
de todas. Por ello, tanto hombres como
mujeres se sienten incómodos cuando se
enfrentan a la prostitucion. Por hablar só-
lo de “química” señalaremos que la famo-
sa oxitocina es la hormona de la satisfac-
ción y la plenitud afectiva. No sólo se ha-
lla presente en el momento álgido o en el
crescendo de la excitación sexual, sino
luego. Se supone que es la responsable de
elaborar engarces afectivos y sentimenta-
les, marcando el cerebro con fijaciones de
larga duración y cementando interdepen-
dencias afectivas18. Como cuenta Alun
Anderson19, la oxitocina incrementa el
sentimiento de confianza hacia los de-
más20. La oxitocina nos lleva a la entrega:
por eso se le llama “la hormona del
amor”.
Como todo el mundo desea ser queri-
do hay hombres que salen con sentimien-
tos contradictorios de una relación en la
que ha intervenido el interés, sea el que
sea. Y las mujeres tienen el sentimiento de
culpa ancestral de no haberse mantenido
en el lado bueno de la dicotomía puta/
virgen, el otro lado de la raya en que las
16 Nature, Mr. Allnut, is what we are put in this
world to rise above”
17 En muchas culturas se comprende que una
mujer favorezca a quien le regala más cosas o le ofrece
mayor seguridad material en un futuro de pareja.
18 Se han hallado defectos en receptores de oxitoci-
na asociados con el autismo.
19 Alun Anderson. http://www.lanacion.com.ar/
archivo/Nota.asp?nota_id=823797. también en http://
en.wikipedia.org/wiki/Lindsay_Anderson.
20 Es más ,dice que, en recientes experimentos de
laboratorio en un curioso juego llamado “el juego del in-
versor” (investement game) muchos de estos “inversores”
estuvieron dispuestos a confiar su dinero a un extraño
después de haber sido rociados con un spray de oxito-
cina.
13 Idem.
14 ¿Son necesarios los hombres? Maureen Dowd. An-
toni Bosch editor 2006.
15 Tanto lo cree así que opina que el poder se está
quedando por detrás de la igualdad.
Prostitución femenina
16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■
Nº 187
mujeres han criado a sus hijos y a sus nie-
tos con el apoyo y compañía de un padre
o de un marido procurador fiable de afec-
to y de recursos.
Una visión sobre la prostitucion
Desde una visión darwinista, la prostitu-
cion no es erradicable. Pero que sea un
innatismo no tiene porque ser una prácti-
ca aceptable. También es un innatismo la
violencia oportunista, la tendencia natural
a aprovecharnos de los demás en cual-
quier circunstancia, sea un bolso descui-
dado o un conocido en apuros al que po-
dríamos sacar demasiado barata la venta
de su coche nuevo. La prostitucion, como
la poliginia de alguna manera, y al igual
que otros instintos de explotación como
el esclavismo, aparece cuando las condi-
ciones económicas y de reparto desigual
del poder lo permiten. Todos tenemos es-
tas tendencias ventajistas dentro de noso-
tros. Pero desde hace siglos individuos ex-
cepcionales, las religiones y otros sistemas
morales basados o no en la revelación han
reflexionado sobre nuestra naturaleza y
han creado normas o principios orienta-
dos a la consecución de sociedades más
dignas y vivibles para todos. La cultura y
la educación son grandes logros universa-
les y tenemos un concepto de esa digni-
dad bastante claro, aunque a veces se pro-
duzcan apagones. Un apagón bastante ge-
neral en este momento es la tendencia fal-
samente progresista a otorgar un recono-
cimiento profesional a una práctica indig-
na amparándose en el pretexto falaz de
que es una “realidad” o de que “está en la
calle”. También ha hecho estragos la resa-
ca de una necesaria “liberación sexual”
que se ha salido de su ámbito original.
El debate sobre su legalización
En la web, de la Asociación de Gays, Les-
bianas, Transexuales y Bisexuales de Eus-
kadi21, se describen los tres sistemas más
comunes de posición frente a la prostitu-
ción y podemos usarlos de referente para
determinar la situación legal o marco le-
gislativo de la prostitución. 1) El prohibi-
cionismo, que prohíbe la prostitución y
ejerce la represión contra las mujeres que
la tienen como oficio, que la organizan o
la explotan. 2) El reglamentarismo, por el
que se admite este oficio y se regula me-
diante un control policial y sanitario, se
habilitan o diseñan vías para su confina-
miento bien en establecimientos especiali-
zados o “casas de lenocinio” o en determi-
nados espacios en la vía pública conve-
nientemente reglamentados. 3) El aboli-
cionismo, por el que se persigue al proxe-
neta pero no a la prostituta, y que no per-
mite que se abran o se tengan casas de le-
nocinio pero tampoco reconoce a la pros-
titucion como práctica legal. 
En España se han dado los dos últi-
mos sistemas, siendo el abolicionismo el
que impera en la actualidad. La conclu-
sión que lleva a cabo el estudio de dicha
web es que los sistemas abolicionistas co-
mo el nuestro “impiden desarrollar el tra-
bajo a las mujeres que ejercen la prostitu-
ción, aumentan el control social sobre
ellas y por ende la estigmatización, ade-
más de potenciar el desarrollo de la crimi-
nalidad y de que no se reconocen los de-
rechos como trabajadoras de las mujeres”.
Un modesto punto de vista
En mi opinión el sistema abolicionista es
el único sensato. En él no está la prostitu-
ta penalizada, cosa de agradecer puesto
que la mayoría de las veces ella es su pro-
pia víctima. Es cierto, como dice el estu-
dio, que “el control aumenta cuando se
regulariza” pero porque existen censos y
controles obligatorios. Tampoco es cierto
que “potencia la criminalidad”: el país
más extremadamente abolicionista es Sue-
cia, que penaliza a los clientes y, aunque
sea un sistema muy discutible, no ha ha-
bido aumento de la criminalidad por ello.
Al contrario, las mafias de proxenetas han
desplazado sus redes a otros lugares y la
prostitucion en general ha descendido. En
los países donde es legal y donde las pros-
titutas disfrutan de derechos laborales, es-
tas mismas mafias han florecido especta-
cularmente.
En septiembre del 2005, conocimos
en Cataluña la existencia del borrador de
una futura ley de la Generalitat sobre la
regularización de la prostitución. Desde
entonces, es un debate continuo en esta
comunidad y fuera de ella. La anterior
Consellera d´Interior, Montserrat Tura, lo
planteó en términos que implicaban tra-
tar la prostitucion como cualquier otra
actividad laboral que proteja los derechos
y obligaciones de los trabajadores. Pero,
¿qué tiene de progresista regular la explo-
tación de hombres por mujeres, o de
hombres por otros hombres a través de los
cuerpos de las más desafortunadas? Si se
trata de hacer legal lo que es ley en la ca-
lle, ¿a qué esperamos para profesionalizar
el hurto al descuido en mercados y mer-
cadillos? En España, la misma prensa de
nivel, ya no hablemos de los tabloides, se
lucra con la publicación de anuncios de
prostitución. Parece que es el único país
europeo con esta peculiaridad. El creci-
miento de la prostitucion en nuestro país
no es comparable al de ningún otro. Ca-
taluña es ya una referencia mundial 22.
Conclusión
A pesar de todo lo expuesto, a pesar de
saber que hay un alto componente de in-
natismo en “el cambio de sexo por venta-
jas”, el ser humano es producto de la na-
turaleza y de la cultura. Ambos, hombres
y mujeres, somos resultado de una evolu-
ción en unas condiciones económicas y
sociales con poco que ver con las que aho-
ra disfrutamos. Vivimos en una sociedad
que ha sabido elaborar algo tan emanci-
pador como la Carta de Derechos Huma-
nos. Ya no deseamos encorsetarnos en
ideologías, pero eso no significa carecer de
ideales o, por lo menos, de ideas. Y legali-
zar la prostitucion es una mala idea. Co-
mo dice Gemma Lienas al final de su li-
bro Quiero ser puta:
“Respeto el derecho de determinadas mujeres
(un 5% de las prostitutas) a mercadear con su cuer-
po, de la misma manera que entiendo que una per-
sona llegue a vender un riñón, a alquilar su útero o
a exhibir su enanismo en un circo –por necesidad o
porque le gusta el dinero fácil– pero no considero
que los derechos individuales constituyan un moti-
vo para legislar y legalizar situaciones que vulneran
los derechos del resto de prostitutas o, en general,
de todas la mujeres y que no permitirían alcanzar
nunca el objetivo de una sociedad más justa e igua-
litaria”23. n
Mª Teresa Giménez Barbat es antropóloga y es-
critora. Autora de Polvo de Estrellas.21 http://www.hegoak.com/prost/prost–l1.html.
22 http://www.nodo50.org/mujeresred/article.
php3?id_article=442
23 Idem.

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  • 1. Prostitución femenina Mª teresa giménez BARBAT Bien pagá, si tu eres la bien pagá, porque tus besos compré. Y a mí te supiste dar por un puñao de parné. Bien pagá, bien pagá. Bien pagá fuiste mujé. Letra de R. Perelló Musica de J. Mostazo Una mirada actual al fenómeno de la prostitución femenina La prostitución no es un oficio; o no debe- ría serlo. Pero sí es uno de los sistemas de explotación más antiguos del mundo. De hecho, se pierde en la noche de los tiempos y nos hace partícipes de él a humanos, pre humanos y seres mucho más alejados de nosotros. Las hembras de algunas especies animales somos traficantes de sexo y los machos obsequiosos colaboradores. Para darse cuenta de ello sólo es necesario aso- marse a los numerosos libros de etología, biología, psicología evolutiva o antropolo- gía que hablan de los aspectos sociales del sexo. Darwin tuvo una peligrosa idea y sus consecuencias no han hecho más que em- pezar. Una de las que derivan de la cabal comprensión del darwinismo que nos han procurado en los últimos 30 o 40 años dis- ciplinas como la psicología evolucionista es que, a partir de ese momento, nos converti- mos en sospechoso de nuestros propios motivos. El camino ya había sido? abierto por el psicoanálisis (Freud posterior a Da- rwin) con sus teorías del inconsciente. Pero esas sólo fueron fantasías que como máxi- mo nos pueden servir de metáforas para ex- presar el acervo de automatismos innatos que se relacionan con nuestras emociones cotidianas y nuestros sentimientos más pro- fundos. Vemos cómo las pequeñas debilida- des, las tentaciones, las concesiones a la fuerza de las circunstancias arrojan otra luz cuando se examinan bajo el prisma da- rwinista. Hemos perdido la inocencia y ya no sirven los buenos pretextos de antaño. La “sociedad” o el “mundo que nos hizo así” siguen teniendo algo que ver. Pero no son los exclusivos responsables. Ninguna educación, ninguna sociedad ideal nos crea- rá de cero. Con Darwin nada nos es ya aje- no y nos vemos representados en compor- tamientos que reprobamos pero que identi- ficamos en lo más íntimo. Lo mismo suce- de con la prostitución. ¿Qué es la prostitución? No es fácil examinarse. Para una mujer, es duro aceptar que se vendió más veces de las que se admite y que jugó al juego an- cestral macho-que-compra/hembra-que- vende aún cuando pensaba que estaba por encima de ello. Para un hombre, no siem- pre es satisfactorio comprobar que com- pró sexo cuando creyó que le regalaban amor y que, a pesar de sus convicciones morales, también participó y fue cómpli- ce del mismo juego. Hombres y mujeres experimentan sen- timientos encontrados ante el fenómeno de la prostitución. Día sí y día no, es tema de debate en cualquier ámbito, público o privado. El problema es: ¿entendemos qué es la prostitucion? ¿Es algo impuesto por una sociedad en la que dominan aún los hombres? ¿Es un sistema de explotación masculino, resultado del patriarcado? ¿Es verdad que aún hay “mucha represión” y por eso el hombre busca una clase de mu- jer que le ofrece lo que no le da la suya? Vamos a ver si podemos entender al- go de este apasionante fenómeno de la mano de la ciencia. Un artículo aproxi- mativo como éste tiene obvias limitacio- nes. Pero puede dar una visión del asunto que no es la más habitual cuando se tra- tan temas como éste en revistas no espe- cializadas. En los últimos 20 años, la Psi- cología Evolucionista1 unida a la antropo- logía de corte darwinista nos ha facilitado datos nuevos para la valoración de esta práctica. Para muchos investigadores, la prostitucion femenina sería una conse- cuencia lógica de una dinámica sexual en la que unos demandan, otros están en si- tuación de ofertar y donde las mujeres tienen la llave. El psicólogo evolucionista Nigel Bar- ber dice: “Las prostitutas son casi siempre mujeres porque el acceso sexual es un re- curso limitado que las mujeres, y no los hombres, controlan”2. También para él la prostitución es, en realidad, una estrategia biológica innata. En un sentido general, la prostitucion es un sistema de explota- ción de las necesidades del otro3 muy particular puesto que, en principio, es puntual e indiscriminada. Está claro que hay más tipos de explotación. Podemos hablar de algunas no necesariamente rela- cionadas con el sexo como el esclavismo4. Lo que tienen en común, como formas de explotación, es que ambas son consustan- ciales con la naturaleza humana. El fuerte (o el que tiene algo que ofrecer que otro necesita) suele aprovecharse del débil. Quien quiera plantearse erradicar la pros- titucion ha de enfrentarse a su innatismo y a la peculiaridad de ser una explotación con víctimas –en un sentido amplio– vo- luntarias. Dinámicas sexuales entre machos y hembras A principios de los 70 Robert Trivers pro- puso la idea de la Inversión Parental5. Esta 12 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■ Nº 187 1 En el sentido que se le da hoy en día: la psico- logía que nos vincula al tronco común con los demás animales. 2 The Science of Romance. Secrets of the Sexual Brain. Prometheus Books. 2002. 3 El proxenetismo es un parasitismo muy exitoso de esta explotación. Por desgracia para nosotras los más fuertes siempre se aprovechan mejor. 4 Que tampoco está necesariamente relacionado con el racismo, y esto da para otro debate. 5 Trivers, R. L. (1972) Parental Investment and Sex- ual Selection. B. Campbell (Ed.).
  • 2. 13Nº187■ CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA teoría describe y señala la inversión dife- rencial del esfuerzo reproductivo entre machos y hembras en la naturaleza. Para resumirla diremos que generalmente son las hembras las que invierten más en su descendencia, en aspectos que van desde el mayor coste relativo de un óvulo respecto a un espermatozoide, el de una gestación más o menos prolongada de la que son ellas las únicas responsables o el de una lactancia que las impide volver a concebir un nuevo hijo durante una época más o menos extensa. Eso, comparado con la pe- queña y barata semilla masculina; la, en términos generales, escasa colaboración del macho en la crianza y su capacidad continua para engendrar nuevos hijos es- tablece una relación asimétrica que condu- ce a un llamado “conflicto de intereses” entre ambos sexos. Adoptando cada uno su propia estrategia, las hembras tenderán a ser más selectivas con los machos a los que permiten acceso sexual, ya que se jue- gan más y con efectos en un espacio de tiempo más largo si el elegido resulta ser un caballo perdedor en términos evoluti- vos. Por otro lado, los machos tenderán a maximizar el número de oportunidades para dejar toda la descendencia posible, ya que su apuesta pasa por la cantidad y no por la calidad. Siguiendo este razonamien- to, el ser humano, como un primate más, se ve inmerso en una lógica “innata” que configura la dinámica de la relación ma- cho/hembra. En esta visión, la reproduc- ción sexual tiene mucho de explotación mutua. No es demasiado romántica pero, como veremos, arroja un potente chorro de luz a estos primates antagónicos que parecen unos de Venus y otros de Marte. Veremos como este hecho está en la raíz de la presencia abrumadora de la prostitu- ción al servicio del macho y no de la hem- bra, que está por otros asuntos. Cómo enfocamos las relaciones sexuales Según una visión muy generalizada entre los investigadores actuales, los hombres obtienen ventaja evolutiva a través de la cantidad de encuentros sexuales. Como ellos tienden a maximizar el número de oportunidades, demandan más sexo6. En las sociedades humanas, el número de miembros de cada sexo está bastante igualado. Por este motivo nunca hay to- das las mujeres disponibles que ellos de- searían. La competencia entre machos es la tónica. Machos que no sólo han de competir entre ellos cuando son jóvenes, sino que es en ese período cuando se en- cuentran con el competidor más temible de todos: el hombre maduro y con recur- sos. Los hombres con poder desean mu- jeres a las que sólo exigen juventud y atractivo físico. Es por ello que, en pleno crecimiento, muchos varones se ven ex- cluidos del mercado sexual y ese es uno de los motivos, por cierto, por el que muchos de los delincuentes son hombres y solteros7. 6 Sin embargo, en la edad más exigente, la juven- tud, suelen tener más problemas. Al final de la adoles- cencia y durante toda la juventud, en la mayor parte de las sociedades, siempre hay un exceso de varones que pasan la mano por la pared en cuanto a conocer mujeres. Es más frecuente a esa edad encontrar hombres vírgenes que mujeres. A partir de los 30 años, eso em- pieza a ir a la inversa y son progresivamente las mujeres las que se van quedando para vestir santos, puesto que disminuyen los hombres por motivos de mayor sinies- tralidad y de menor resistencia biológica. 7 Es un tema algo siniestro, pero revelador, del que sólo daré unas pinceladas. David Buss, en el libro El ase- sino de la puerta de al lado, dice: “Casi todo el mundo expresa en algún momento alguna voluntad de matar, sea para evitar ser muerto o para proteger a sus hijos de una amenaza”. Aclara que su estudio revela las circunstancias especificas en que la gente dice que mataría, y que los hombres “incrementan las posibilidades de matar cuanto más difícil tienen encontrar una mujer; las mujeres no”. Sí, hay diferencias de actitud generales, pero son parti- cularmente interesantes las que hacen referencia a la vio- lencia.
  • 3. Prostitución femenina 14 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■ Nº 187 Las hembras de la mayoría de las es- pecies suelen ser las cortejadas debido a que, por su propia naturaleza, favorecen una relación de calidad antes que la bús- queda de oportunidades indiscriminadas de intercambio sexual8. Por ello, en mu- chas ocasiones los machos les ofrecen pe- queños o no tan pequeños obsequios para acceder a sus favores. En este cortejo sue- len recibir desde regalos como piedreci- llas, flores o granos en el caso de algunas aves hasta, por parte de las hembras de los primates, porciones realmente substancia- les en el reparto de alimentos, de favores en la protección de los hijos o en la defen- sa ante los agresores. Nuestra especie es heredera de estas últimas. Ya sé que esto puede sonar ofensivo para algunas muje- res, y con resonancias de tradiciones mo- rales o religiosas donde la mujer es vista como la “débil”, la “tentadora” o la de moral frágil y poco fiable. O, peor, con posiciones ultra conservadoras. Por ceder a lo políticamente correcto, señalo que Anselmo Garcia Ambrosio, un biólogo que se manifiesta decididamente de iz- quierdas, en su libro La conjura de los ma- chos aporta profusión de ejemplos sacados de la documentación antropológica y afir- ma con contundencia: “en las culturas preagrícolas, en cuyo régimen de relativa libertad sexual femenina no existen pros- titutas como tales (pero), en cambio las mujeres tienen pocos reparos en aceptar regalos a cambio de sexo”9. Como deci- mos, los machos humanos, como sus ho- mólogos animales, tienen urgencia por al- go que ellas viven con más tranquilidad y pueden ofrecerlo, cuando lo consideran necesario, a quien esté dispuesto a demos- trar que lo valora. En resumidas cuentas, la mujer ha si- do tradicionalmente la receptora de los regalos10. Uno de los recursos más valio- sos que una mujer puede ofrecer es el sexo, por lo que ha desarrollado mecanis- mos psicológicos que le permiten resistir- se a regalarlo de forma indiscriminada11. La compra de favores sexuales por parte de los hombres es un hecho conocido universalmente. Y es, precisamente, el his- torial evolutivo por un lado y el hallazgo de un comportamiento transcultural por otro el que apoya la tesis de un innatismo en la estrategia “sexo por ventajas”. Esto tiene una repercusión extraordinaria en la forma de contemplarse mutuamente por ambos sexos. Cómo vemos el sexo Las mujeres y los hombres tienen una dis- tinta postura ante el sexo que es estadísti- camente remarcable. Cuando se preguntó a 104 universitarias con qué frecuencia flir- teaban con un hombre –sabiendo que no querían acostarse con él– para obtener un favor o un trato especial, respondieron que con una frecuencia media de 3 puntos en una escala de 4. El 3 significaba “a veces” y el 4 “a menudo”. La puntuación masculina fue de 2 puntos. En el mismo estudio las mujeres confesaban comportarse a menu- do como “embusteras sexuales”12. Lejos de mí señalar a las mujeres como las únicas embusteras: ellos no son más honrados. Lo que ocurre es que mienten en lo que les es más útil. El hombre es, de alguna manera, un producto de las mujeres y viceversa. So- mos fruto de la selección sexual. Nos he- mos hecho así. Y ellos exhiben tendencias de engaño similares cuando la estrategia es fingir compromiso amoroso o profundidad de sentimientos. Así que, en este juego, to- dos manipulan. Somos mentirosos con el sexo. La dicotomía virgen/puta Los hombres, para casarse, las prefieren dependientes y controladas. Un estudio 8 Siempre que sean ellas las que se encarguen de los hijos. Esto es así muy especialmente en aquellas especies animales en las que la parte grande de la carga en cuanto a la crianza de los hijos la llevan ellas. Existen animales cuyos machos se responsabilizan de la crianza y son ellos los “costosos”, así que las hembras les cortejan y ellos son “críticos” y exigentes. 9 La conjura de los machos. Ed. Tusquets ( Metate- mas). 2005. 10 No estoy hablando de nada parecido a la dote, costumbre casi universal, donde las familias que más aporten a un matrimonio serán las del novio o de la novia dependiendo según sea la sociedad, monógama o poliginica. 11 La evolucion del deseo. David Buss. Alianza Edi- torial. 1996. 12 Idem.
  • 4. teresa giménez 15Nº187■ CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA demuestra que la tasa de divorcio en las parejas en las que ella gana más que él es un 50% superior que la de las parejas en las que el marido gana más que la espo- sa13. La periodista Maureen Dowd14 cree que da en el clavo del temor fundamental de las mujeres de éxito solteras: “el aroma del poder masculino es un afrodisíaco pa- ra las mujeres, pero el olor del poder fe- menino deja fríos a los hombres”15. No es lo que les atrae. Las prefieren guapas a poderosas y, de manera instintiva, requie- ren de la fidelidad para asegurarse que no están criando hijos de otro. Necesitan mujeres fiables para su casa; pero les gus- tan todas. Y ahí se abre la paradoja. Sien- do animales que tienden a maximizar los encuentros sexuales, se sienten atraídos por todo el sexo fácil y sin ataduras que puedan encontrar y no les importará sa- crificar una parte de sus recursos en fun- ción de la valoración que hagan de la oportunidad. Así, los hombres se mueven entre dos figuras femeninas igualmente deseables: la mujer modosa, virgen y que da mues- tras de ser fiable como pareja y madre de los hijos; y las de fácil acceso pero que se ofrecen a otros hombres. Se le llama a es- ta dicotomía la de la “virgen/puta” y es un dilema conocido por la mayoría de culturas del mundo. Invertir en la juventud Una mujer joven está preparada, configu- rada casi, para conocer que se halla en el momento adecuado para obtener oportu- nidades que determinarán con gran pro- babilidad su lugar en la sociedad y el tipo de ventajas que van a disfrutar en el futu- ro ella y sus hijos. Maureen Dowd, sin necesidad de psicología evolutiva, que no menciona en su libro, tiene claro que las mujeres aún están programadas para bus- car hombres mayores con recursos y que “los machos lo están para buscar mujeres jóvenes que se les queden mirando con adoración”. Efectivamente, la mujer se juega desde tiempo inmemorial, como se lo jugaron sus abuelas ancestrales, mucho más en el negocio de la reproducción. Nuestro instinto nos lleva a proteger nuestra capacidad reproductiva más que a dilapidar el sexo en aventuras gratuitas en el sentido más amplio. Aún hoy en día es más fácil que un médico se case con una enfermera que una médico con un enfermero. Que sea natural no significa que sea inevitable Todo lo expuesto anteriormente es un es- tado generalizado de opinión entre inves- tigadores de diversos campos científicos relacionados con el hombre, la naturaleza y la cultura. No dice nada de cómo debe- rían ser las cosas, sino que advierte sobre ciertos automatismos. La falacia naturalis- ta es la que nos lleva a considerar que algo ha de ser bueno o inevitable por ser natu- ral o innata. El “es” no implica un “debe”. Antes al contrario. Con un conocimiento verdadero de las más recientes investiga- ciones, los propios actos, presentes y pasa- dos, se nos convierten en material de co- nocimiento profundo de nuestra natura- leza como humanos. Esto abre un mundo enriquecedor siempre que no nos justifi- quemos en un determinismo irremediable que nos salva de la responsabilidad de nuestras acciones. Sin creer en el libre al- bedrío la vida en sociedad sería imposible y el ser humano no tiene sentido fuera de su mundo social. Por este motivo, y como verán enseguida, el mío es un alegato con- tra la legalización de un innatismo que no nos favorece. En la maravillosa película La reina de África, el personaje interpreta- do por Humphey Bogart se escuda en su naturaleza para no hacer lo que se supone que debe hacer. Y Rose Sayer/ Katherine Hepburn le responde: “La naturaleza, Mr. Allnut, es de lo que partimos para supe- rarnos”16. Pienso lo mismo que ella. Por qué nos incomoda la prostitucion 1) Por la violencia que implica Aunque los límites son borrosos no está bien vista la prostitución en ninguna par- te del mundo. Motivos hay varios, pero señalo sólo dos17. Por un lado, la exclu- sión de la mujer del mercado del matri- monio y, en resumen, de la “normalidad” (el hombre, tradicional y atávicamente, da una gran importancia a la garantía de paternidad), y, por otro, el riesgo “labo- ral” de esta supuesta profesión: se ataca un cierto sentido del pudor que también es innato, se violentan determinadas fron- teras entre la intimidad de las personas (higiene, olores, defectos físicos), concu- rren el abuso, las enfermedades relaciona- das y es una fuente potencial de agresión. Una de las señales que delatan que difícil- mente pueda considerarse eso como una profesión “normal” es la reticencia de quienes la practican a considerar la suya como un medio de vida recomendable para sus propias hijas. 2) Por su relación con el amor Vivimos entre paradojas: a las mujeres no les gusta que las traten como a objetos sexuales o que se las valore con baremos que no controlan como la juventud o la belleza. Por lo menos deja de gustarles cuando ya no los disfrutan. A los hom- bres, aunque se aprovechen de ello de ma- nera manifiesta y evidente para todo quien tenga ojos, no les gusta que se les trate como objetos de éxito o que se les valore por lo abultado de su cartera y por la importancia de su posición en un mun- do competitivo. Queremos que nuestras relaciones con el sexo opuesto tengan una categoría su- perior y el sexo está profundamente rela- cionado con el amor, la más alta categoría de todas. Por ello, tanto hombres como mujeres se sienten incómodos cuando se enfrentan a la prostitucion. Por hablar só- lo de “química” señalaremos que la famo- sa oxitocina es la hormona de la satisfac- ción y la plenitud afectiva. No sólo se ha- lla presente en el momento álgido o en el crescendo de la excitación sexual, sino luego. Se supone que es la responsable de elaborar engarces afectivos y sentimenta- les, marcando el cerebro con fijaciones de larga duración y cementando interdepen- dencias afectivas18. Como cuenta Alun Anderson19, la oxitocina incrementa el sentimiento de confianza hacia los de- más20. La oxitocina nos lleva a la entrega: por eso se le llama “la hormona del amor”. Como todo el mundo desea ser queri- do hay hombres que salen con sentimien- tos contradictorios de una relación en la que ha intervenido el interés, sea el que sea. Y las mujeres tienen el sentimiento de culpa ancestral de no haberse mantenido en el lado bueno de la dicotomía puta/ virgen, el otro lado de la raya en que las 16 Nature, Mr. Allnut, is what we are put in this world to rise above” 17 En muchas culturas se comprende que una mujer favorezca a quien le regala más cosas o le ofrece mayor seguridad material en un futuro de pareja. 18 Se han hallado defectos en receptores de oxitoci- na asociados con el autismo. 19 Alun Anderson. http://www.lanacion.com.ar/ archivo/Nota.asp?nota_id=823797. también en http:// en.wikipedia.org/wiki/Lindsay_Anderson. 20 Es más ,dice que, en recientes experimentos de laboratorio en un curioso juego llamado “el juego del in- versor” (investement game) muchos de estos “inversores” estuvieron dispuestos a confiar su dinero a un extraño después de haber sido rociados con un spray de oxito- cina. 13 Idem. 14 ¿Son necesarios los hombres? Maureen Dowd. An- toni Bosch editor 2006. 15 Tanto lo cree así que opina que el poder se está quedando por detrás de la igualdad.
  • 5. Prostitución femenina 16 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■ Nº 187 mujeres han criado a sus hijos y a sus nie- tos con el apoyo y compañía de un padre o de un marido procurador fiable de afec- to y de recursos. Una visión sobre la prostitucion Desde una visión darwinista, la prostitu- cion no es erradicable. Pero que sea un innatismo no tiene porque ser una prácti- ca aceptable. También es un innatismo la violencia oportunista, la tendencia natural a aprovecharnos de los demás en cual- quier circunstancia, sea un bolso descui- dado o un conocido en apuros al que po- dríamos sacar demasiado barata la venta de su coche nuevo. La prostitucion, como la poliginia de alguna manera, y al igual que otros instintos de explotación como el esclavismo, aparece cuando las condi- ciones económicas y de reparto desigual del poder lo permiten. Todos tenemos es- tas tendencias ventajistas dentro de noso- tros. Pero desde hace siglos individuos ex- cepcionales, las religiones y otros sistemas morales basados o no en la revelación han reflexionado sobre nuestra naturaleza y han creado normas o principios orienta- dos a la consecución de sociedades más dignas y vivibles para todos. La cultura y la educación son grandes logros universa- les y tenemos un concepto de esa digni- dad bastante claro, aunque a veces se pro- duzcan apagones. Un apagón bastante ge- neral en este momento es la tendencia fal- samente progresista a otorgar un recono- cimiento profesional a una práctica indig- na amparándose en el pretexto falaz de que es una “realidad” o de que “está en la calle”. También ha hecho estragos la resa- ca de una necesaria “liberación sexual” que se ha salido de su ámbito original. El debate sobre su legalización En la web, de la Asociación de Gays, Les- bianas, Transexuales y Bisexuales de Eus- kadi21, se describen los tres sistemas más comunes de posición frente a la prostitu- ción y podemos usarlos de referente para determinar la situación legal o marco le- gislativo de la prostitución. 1) El prohibi- cionismo, que prohíbe la prostitución y ejerce la represión contra las mujeres que la tienen como oficio, que la organizan o la explotan. 2) El reglamentarismo, por el que se admite este oficio y se regula me- diante un control policial y sanitario, se habilitan o diseñan vías para su confina- miento bien en establecimientos especiali- zados o “casas de lenocinio” o en determi- nados espacios en la vía pública conve- nientemente reglamentados. 3) El aboli- cionismo, por el que se persigue al proxe- neta pero no a la prostituta, y que no per- mite que se abran o se tengan casas de le- nocinio pero tampoco reconoce a la pros- titucion como práctica legal.  En España se han dado los dos últi- mos sistemas, siendo el abolicionismo el que impera en la actualidad. La conclu- sión que lleva a cabo el estudio de dicha web es que los sistemas abolicionistas co- mo el nuestro “impiden desarrollar el tra- bajo a las mujeres que ejercen la prostitu- ción, aumentan el control social sobre ellas y por ende la estigmatización, ade- más de potenciar el desarrollo de la crimi- nalidad y de que no se reconocen los de- rechos como trabajadoras de las mujeres”. Un modesto punto de vista En mi opinión el sistema abolicionista es el único sensato. En él no está la prostitu- ta penalizada, cosa de agradecer puesto que la mayoría de las veces ella es su pro- pia víctima. Es cierto, como dice el estu- dio, que “el control aumenta cuando se regulariza” pero porque existen censos y controles obligatorios. Tampoco es cierto que “potencia la criminalidad”: el país más extremadamente abolicionista es Sue- cia, que penaliza a los clientes y, aunque sea un sistema muy discutible, no ha ha- bido aumento de la criminalidad por ello. Al contrario, las mafias de proxenetas han desplazado sus redes a otros lugares y la prostitucion en general ha descendido. En los países donde es legal y donde las pros- titutas disfrutan de derechos laborales, es- tas mismas mafias han florecido especta- cularmente. En septiembre del 2005, conocimos en Cataluña la existencia del borrador de una futura ley de la Generalitat sobre la regularización de la prostitución. Desde entonces, es un debate continuo en esta comunidad y fuera de ella. La anterior Consellera d´Interior, Montserrat Tura, lo planteó en términos que implicaban tra- tar la prostitucion como cualquier otra actividad laboral que proteja los derechos y obligaciones de los trabajadores. Pero, ¿qué tiene de progresista regular la explo- tación de hombres por mujeres, o de hombres por otros hombres a través de los cuerpos de las más desafortunadas? Si se trata de hacer legal lo que es ley en la ca- lle, ¿a qué esperamos para profesionalizar el hurto al descuido en mercados y mer- cadillos? En España, la misma prensa de nivel, ya no hablemos de los tabloides, se lucra con la publicación de anuncios de prostitución. Parece que es el único país europeo con esta peculiaridad. El creci- miento de la prostitucion en nuestro país no es comparable al de ningún otro. Ca- taluña es ya una referencia mundial 22. Conclusión A pesar de todo lo expuesto, a pesar de saber que hay un alto componente de in- natismo en “el cambio de sexo por venta- jas”, el ser humano es producto de la na- turaleza y de la cultura. Ambos, hombres y mujeres, somos resultado de una evolu- ción en unas condiciones económicas y sociales con poco que ver con las que aho- ra disfrutamos. Vivimos en una sociedad que ha sabido elaborar algo tan emanci- pador como la Carta de Derechos Huma- nos. Ya no deseamos encorsetarnos en ideologías, pero eso no significa carecer de ideales o, por lo menos, de ideas. Y legali- zar la prostitucion es una mala idea. Co- mo dice Gemma Lienas al final de su li- bro Quiero ser puta: “Respeto el derecho de determinadas mujeres (un 5% de las prostitutas) a mercadear con su cuer- po, de la misma manera que entiendo que una per- sona llegue a vender un riñón, a alquilar su útero o a exhibir su enanismo en un circo –por necesidad o porque le gusta el dinero fácil– pero no considero que los derechos individuales constituyan un moti- vo para legislar y legalizar situaciones que vulneran los derechos del resto de prostitutas o, en general, de todas la mujeres y que no permitirían alcanzar nunca el objetivo de una sociedad más justa e igua- litaria”23. n Mª Teresa Giménez Barbat es antropóloga y es- critora. Autora de Polvo de Estrellas.21 http://www.hegoak.com/prost/prost–l1.html. 22 http://www.nodo50.org/mujeresred/article. php3?id_article=442 23 Idem.