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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN

                           2° Encuentro Institucional de Tutorías
                       Formación y actualización en la Acción Tutorial


               Algunos rasgos prospectivos de los programas de tutoría

                                       Alejandra Romo López1



Introducción

Hablar de estudiar el futuro podría ser algo que, por lo menos, nos genere
sorpresas. ¿Cómo estudiar algo que todavía no ocurre? Y que no sabemos qué
tan cerca o tan lejos queda.

           Lo que en lo inmediato puedo intuir y creo que estarán de acuerdo conmigo,
es que el futuro, ese desconocido, es algo que ya, desde ahora, nos tiene
preocupados. Y, la verdad, me alegra mucho.

           Puedo suponer que nos inquieta de manera diferente a lo que significan
ciertas necesidades para “sobrellevar el futuro” inmediato, como son las de pagar
la renta de nuestra morada; la lavadora a crédito que sacamos de Viana; las
pesadas mensualidades del Jaguar último modelo que adquirimos la semana
pasada. ¿Imaginan por qué?, porque en un área académica como en la que
trabajamos estoy convencida que queremos, podemos y debemos intervenir.

           Esa intervención puede también tener diferentes significados y alcances:
puede ser para observar y no hacer nada, para manipular la información a nuestro
antojo y llegar incluso a mostrar una realidad que no es o, en el mejor de los
casos, para tomar decisiones, de manera anticipada, que transformen esa realidad
que veíamos venir y que, a todas luces, juzgamos que no nos conviene.

           Pero claro, no se trata, en ningún momento, de adivinar ese futuro, de
soñarlo románticamente, o de contratar al mago del circo para que, por una
módica cuota nos lo dibuje como él lo ve.
1
    Directora de Investigación Educativa, ANUIES, México

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Me alegra mucho saber que no vivimos al día; que en nuestro espacio de
autoridad y de intervención académica, el programa de tutoría, los estudiantes,
esos personajes que justifican nuestro trabajo y que por ellos mismos decimos que
se nos quita el sueño, merecen un trabajo específico que se ubica en los terrenos
de la planeación; es decir, de un esfuerzo formal de previsión, organizado,
sistemático, que apela a un uso racional de los recursos y que tiene la pretensión
de mejorar el estado actual de cosas.

      Hablamos de poco más de una década de arduo trabajo en la materia de
acompañar al estudiante con una perspectiva académica más allá de lo que
acontece en el aula, y eso implica una acumulación de ricas experiencias que sin
duda nos han marcado a todos: a los que ejercen esta noble función y a quienes
se han visto servidos por ella, aun cuando su balance no sea del todo favorable.
Hemos sufrido; hemos aprendido; hemos disentido; pero sobre todo, hemos sido
sacudidos por un proceso que nos ha cambiado. Toca ahora saber si el cambio
solamente nos movió de lugar, nos pasó por encima y ni cuenta nos dimos, o logró
transformarnos.

      En cualquiera de los resultados, me atrevo a pensar que hay suficientes
motivos para indagar qué sigue y, partiendo de tal experiencia, hacer una de tres
cosas: 1) decidir si permanecemos pasivos, cómodamente instalados esperando
lo que tenga que pasar; 2) nos comportamos obedientes haciendo lo que señala
“el manual” o, 3) definitivamente actuamos con audacia para mejorar, enfrentando
los riesgos que tengamos que enfrentar.

      En mi opinión, si deseamos trascender y hacerlo con la garantía de que
nuestro esfuerzo puede lograr un impacto importante y perdurar en el tiempo,
propongo seguir la tercera opción y ¡no hacer del futuro una fuente de
preocupación para todos, sino el centro del interés común!



Algunas consideraciones de carácter teórico y contextual

Verdad incuestionable es que el pasado no se puede cambiar; no hay nada que
hacer sobre él (pero sí “con” él). Se dice que, en contraste, “el futuro es un
                                                                                 2
horizonte amplio y abierto en el que ciframos nuestros ideales y esperanzas, es un
ámbito en el que podemos imaginar y crear…, el futuro es el ámbito de la voluntad
(Miklos y Tello, 1991)”.

       Si eso es así, tenemos frente a nosotros un plazo que podemos diseñar. En
ese ejercicio, que se va construyendo día con día, pueden y deben participar todos
los que integran una comunidad que persigue los mismos propósitos. Es más,
debiera ser considerado un terreno de oportunidades.

       El estudio de la prospectiva puede ser apasionante; pero también complejo.
Si bien no es algo sobre lo que tengamos certeza, sí es un ambiente que nos
plantea escenarios distintos y múltiples retos, por cuanto a su naturaleza y a su
diversidad;   nos   exige,   así   mismo,    disponer   recursos    de   todo   tipo,
fundamentalmente los que ponen a prueba nuestra imaginación, en particular,
cuando deseamos que realmente se produzca el cambio deseado. ¿Qué hacer
entonces para alcanzar ese porvenir tan deseado?

       Teóricamente, el estudio del futuro muestra diversos enfoques: desde las
proyecciones, las cuales, a partir de datos del pasado y sobre métodos
matemáticos o estadísticos arriban al futuro. Las predicciones tienen origen en
enunciados irrebatibles sobre lo que habrá de suceder. Otro enfoque está
soportado en las previsiones o toma de acciones para enfrentar anticipadamente
fenómenos que surgirán más adelante. Hacer pronósticos significa construir juicios
razonados sobre un asunto que dará soporte a un programa de acción. En suma,
estos cuatro enfoques sustentan sus afirmaciones en el pasado y en el presente;
en hechos conocidos y consumados.

       Los estudios prospectivos, por su parte, imaginan el porvenir “a partir del
futuro y no del presente;… construyen [el futuro] a partir de la realidad, siempre en
función de la selección de aquellos futuros que hemos diseñado y calificado como
posibles y deseables (Miklos y Tello, 1991)”.

       Pero, ¿qué puede tener de ventajoso operar con una visión prospectiva en
un mundo tremendamente cambiante y convulsionado en todos los aspectos;
donde más que prevenir, invertimos mucho tiempo y esfuerzo en remediar? Justo

                                                                                   3
por ello, cuando se promueve una mayor interacción social, en parte derivada de
las alternativas y alcance de los medios de comunicación, pero enfrentada a una
creciente incertidumbre, la prospectiva nos ofrece una infinidad de opciones para
tomar nuevas decisiones, empezando, incluso, por comprender mejor nuestro
presente.

      ¿Qué claves puede contener el presente, o también el pasado, que nos
aporten información para el diseño estratégico de nuevas acciones? Es evidente
que en el presente hay un hilo conductor para conocer la narrativa del futuro; para
formular la agenda del cambio en el futuro (Santana Vega, 2009). No se trata, por
tanto, de valorar la precisión con la que se cumplen los hechos señalados, sino de
garantizar un proceso de participación para un cambio satisfactorio, basado en la
creatividad y en una visión integradora.

      Y esa agenda de cambio no depende exclusivamente de más y nuevas
leyes e instrumentos normativos, sino, en mayor medida, de lograr que cada
quien, en su espacio de influencia, se reconozca como un ser con potencial de
creatividad, así como de construcción permanente de ideas, en correspondencia
con un marco de políticas educativas de calidad.

      Esto último nos habla de la importante presencia de un contexto mucho
más amplio que la sola actividad tutorial. Es decir, apoyar el mejoramiento futuro
de los programas de tutoría debe ser visto como un esfuerzo institucional para
mejorar otros indicadores institucionales de calidad, con los cuales deberá
articularse y reflejarse, tales como: cualificación y formación de docentes;
procesos de innovación y de investigación, de gestión, de evaluación educativa.

      Por otro lado, estamos muy acostumbrados a pensar en la tutoría y en la
orientación como dos vías separadas y, en el menos malo de los casos, que
avanzan en paralelo. Por deformaciones profesionales, casi siempre, se ignora
que una es parte de la otra y que, desde la perspectiva de la tutoría, ésta tiene una
misión incuestionablemente orientadora. Más allá de ello, no reparamos en la
importancia de reconocer suficientemente a la tutoría como parte inherente a la
función docente. Señalan Roa y del Río (2010), que “la acción tutorial es la parte

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más cercana, más humana y más cálida de la orientación, la que se interesa por
los aspectos más personales y menos técnicos de la orientación”.

         Estos mismos autores, en el marco del enfoque interpretativo simbólico
(Movimiento Progresista), en confirmación de la importancia de la tutoría como
parte de la función docente, ponen al profesor ya no como un transmisor de
conceptos, sino como creador de un ambiente propicio para el aprendizaje del
alumno por sí mismo. En ese sentido, dan al sujeto alumno un nuevo papel,
mucho menos pasivo y de mayor corresponsabilidad, acompañado por un profesor
capaz de:

     •    Lograr el crecimiento individual por medio de la interacción de un
          ambiente favorable.
     •    Lograr el aprendizaje a través de la experiencia.
     •    Preocuparse por los intereses, ritmos y estilos de aprendizaje de cada
          alumno.
     •    Lograr el desarrollo del alumno como persona.
     •    Fomentar el ámbito social del alumno y el desarrollo con los otros
          miembros de la comunidad que se establece en el aula.
     •    Fomentar la responsabilidad del alumno.
     •    Desarrollar su capacidad para “aprender a aprender”.


         En términos contextuales, en la etapa actual de desarrollo de la educación
superior en México, recientemente la ANUIES propone el tránsito hacia una nueva
generación de políticas dirigidas a las personas y a la sociedad, que con una
visión de Estado, den mejores respuestas a las necesidades en este sector
educativo. Ello se plantea a partir de dos ejes principales: primero, garantizar la
inclusión de los jóvenes en los procesos de formación avanzada y, segundo, la
consecución de niveles superiores de calidad y responsabilidad social de las
instituciones y actores participantes en los procesos de transmisión, generación y
divulgación del conocimiento.

         Se tiene la convicción que la educación tiene que ser portadora de una
condición de mayor calidad en la que, responsablemente, se logre incorporar a


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millones de mexicanos que contribuyan al desarrollo del país y a la implantación
de una cultura de paz, en aras de fortalecer la democracia y alcanzar el bienestar
y la cohesión sociales.

       Es posible pensar en un mejor país, distinto al que ahora vemos, mientras
más jóvenes se incorporen a una carrera de nivel superior, donde puedan
aprovechar sus capacidades intelectuales, de desarrollo personal y de
socialización, tanto en el tiempo que dura su formación, como a través de un
egreso exitoso, con oportunidades de inserción económica, en condiciones
propicias para su desarrollo profesional.

       No podemos continuar padeciendo los efectos de las crisis: una mundial, de
carácter económico y la otra, la de valores que nos ha hecho perder la brújula de
la formación escolar para un mejor futuro. De la primera, el documento de ANUIES
destaca algunos puntos:

   •   Tasa de desempleo 1990-2010, con balance negativo en las áreas más
       urbanizadas de la República: 2.8% en 1992, por 6.0% en 2011.
   •   Nivel del desempleo urbano (personas económicamente activas en
       localidades con 100,000 habitantes y más): 6.2%.
   •   Desempleo en los jóvenes entre 14 y 29 años de edad, entre 1998 y 2011:
       aproximadamente 1.7 veces superior al del total de la PEA (14 años y más),
       y casi 3 veces mayor en el rango de 30 años y más. Casi 10% de la
       población económicamente activa de México está desempleada.
   •   2010, 7.7% de los ocupados (3,3 millones de personas) trabajaban sin
       recibir ingresos; el 27.5% de los profesionistas y técnicos obtenía ingresos
       iguales o menores a los tres salarios mínimos.

Las IES (ANUIES, 2012) tienen la gran oportunidad de contribuir a la inclusión
social de los jóvenes y de la población en general, mediante esfuerzos como:

   •   Enfatizar, desde la responsabilidad social, en la renovación de las funciones
       sustantivas, al diseñar proyectos de desarrollo con visión de largo alcance y
       elevado compromiso con el desarrollo del país y el bienestar de la
       población;
   •   Deben formar profesionales capaces de generar, adaptar, recrear y aplicar
       conocimientos de elevada calidad y pertinencia social;
   •   Contribuir al fortalecimiento de la transparencia en el país por medio del
       acceso a la información y la rendición de cuentas.


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•   Promover el pleno ejercicio de la ciudadanía mediante una formación
       humanística, crítica y reflexiva, basada en los principios éticos, en la
       defensa de los derechos humanos y en los valores de la democracia.

       En el espacio educativo el énfasis está en el tema del aprendizaje, por lo
que lo relevante es verificar qué es lo que logra hacer el estudiante, en términos
de adquisición de conocimientos, de desarrollo de actitudes, y de habilidades, con
la intervención planificada y profesional del tutor. Por eso pensamos que la tutoría,
en su acepción de actividad docente, constituye una poderosa estrategia para
propiciar las condiciones que permitan un aprendizaje real; una dinámica que
promueva que se deje de depender de la docencia como forma exclusiva frente a
grupo y contribuir así a integrar y operar sistemas de formación que, de manera
mucho más clara ayuden a desterrar los tradicionales y perjudiciales procesos de
“instrucción”, contribuyendo así a fomentar la inclusión en un esquema de mayor
responsabilidad.

       Queremos estudiantes y prospectos de profesionistas independientes y
autónomos y no, no es una redundancia expresarlo así. Queremos sujetos
independientes porque tienen cómo serlo, porque son capaces de adquirir y
desarrollar por sí mismos el conjunto de habilidades para un aprendizaje efectivo;
y, autónomos porque sabrán ejercer el análisis crítico, aplicar con autoridad
suficiente el método científico, con una actitud innovadora.

       Esta postura cabe en varios de los Ejes estratégicos y propuestas de la
ANUIES para el periodo 2012-18:

   •   Ampliación de la cobertura de la educación superior con un nuevo sentido,
       que permita llegar en diez años, a una tasa bruta de cobertura del 60%, en
       modalidades escolarizada, abierta y a distancia. Lo mejor será incorporar a
       más mexicanos a un sistema de educación superior de instituciones
       sólidas, con altos estándares de calidad y pertinencia social.
   •   En el compromiso de dar atención prioritaria a las necesidades de
       desarrollo local, los programas y acciones institucionales e
       interinstitucionales de vinculación con el entorno constituyen elementos
       estratégicos.
   •   La evaluación y el aseguramiento de la calidad, fundamentales para el
       desarrollo de la educación superior, a partir de nuevas estrategias e

                                                                                    7
instrumentos correspondientes a la naturaleza del trabajo académico,
       dirigidos a lograr un impacto en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
   •   Estabilizar la carrera académica, para que sea una profesión desarrollada
       en condiciones laborales dignas en cuanto a sus procesos de
       incorporación, desarrollo, consolidación, jubilación y renovación
       generacional.
   •   Los estudiantes, centrales en la educación superior, en tanto futuros
       profesionales, científicos y humanistas para el desarrollo, deberán ser
       sujetos de movilidad y portabilidad interinstitucional, mediante
       financiamiento y sistemas de créditos académicos.

   Son grandes y múltiples los retos en el futuro inmediato. Las IES están
comprometidas en una tarea de invaluables alcances si tan sólo atendiesen uno
sólo de los ejes descritos. Pero la vía no tendría que ser atender uno por uno,
sino, justamente, actuar con pensamiento estratégico y aprovechar la inercia para
abordarlos de manera integrada, con una visión prospectiva; es decir, de imaginar
el escenario más factible para satisfacer necesidades prioritarias y minimizar
problemas.

   Hay, en todo ello, una participación importante de la tutoría. Saber cómo y con
qué nos obliga a hacernos la siguiente pregunta:

¿Qué queremos para el futuro?

Primero, saber de qué tamaño es el problema. Ante una mayor cobertura, se
anuncia una multiplicación de tareas; tareas que no podrían ser enfrentadas si no
se dispone de una mayor cantidad y calidad de recursos. Entre éstos debe estar el
de la inteligencia y la organización racional de los disponibles. Los programas
hacia la vinculación, prácticamente tendrían que fungir como el eje fundamental de
la formación, por lo que la mira debe ser puesta en la referencia permanente al
entorno.

       Sin duda que la experiencia generada con la operación de programas de
tutoría habrá dado ya mucha luz respecto de los procesos e instrumentos para la
evaluación y el seguimiento. Igualmente, ser tutor significa, para muchos docentes
cómo se habrá transformado su visión de la docencia y de la importancia de la



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actualización y cómo enfrentar un mejor desarrollo personal, hasta, por qué no, el
retiro digno. De los estudiantes, de esos nunca dejaremos de hablar.

      No se trata aquí de hacer dos listados: uno, el de las propuestas de la
ANUIES y, enfrente de él, el de las acciones de tutoría en un sentido prospectivo,
en principio, porque ningún listado ha sido hecho a la medida del otro. De lo que sí
se trata es de imaginar cómo proceder, una vez que reconocemos que la tarea es
compleja. En la UADY se cuenta con un muy interesante trabajo de evaluación del
impacto de la tutoría (2011) que significa un punto de llegada y, más
atractivamente retador, un punto de partida para construir una visión prospectiva.

      En segundo lugar, habríamos de saber si estamos de acuerdo en el
siguiente marco de referencia:

      La tutoría se ha ganado un espacio visible en escenarios educativos
resultantes de procesos de convergencia en lo político y económico, tales como el
Espacio Europeo de Educación Superior o, el acuerdo cultural y educativo del
Mercosur en América Latina. La implantación de sistemas y/o programas de
tutoría ha respondido a un conjunto de problemas ancestrales en nuestros
sistemas de educación superior, que van desde el difícil acceso, los lamentables
índices de rezago, deserción, escasa titulación y egreso, bajos niveles de
preparación y, en consecuencia, dificultades para lograr una inserción laboral
inmediata y acorde con la formación elegida.

      Las propuestas generadas, en general son de dos tipos: descriptivo y
normativo, y frecuentemente se ligan a prescripciones sobre prácticas tutoriales
deseables. Mayormente provienen de países europeos, tal vez como resultado de
los cambios socioeconómicos y políticos ocurridos. Sus numerosas experiencias
han dado lugar a una gran producción de documentos, manuales y libros que
contienen definiciones del rol del tutor, que atienden el nuevo rol del docente,
vinculadas a modelos de orientación educativa lo mismo que a modelos de
docencia.

      En el caso mexicano, las políticas educativas expresadas por organismos
internacionales han tenido eco en el planteamiento del nuevo rol del profesor

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como guía, acompañante del estudiante y cómo se va conformando una nueva
visión, una visión prospectiva de las relaciones que se establecen entre al menos
dos personajes centrales en el proceso educativo: el docente-tutor y el estudiante.

        En este sentido, se precisa, tal como lo postulan Gairín et al (2004), “romper
el contrato social perverso implícitamente existente [entre docente-tutor y
estudiante] de lección-apuntes-examen-créditos y convertirlo en autoestudio-
tutoría-trabajo-evaluación-satisfacción”. Con el consiguiente cambio cultural, por
ejemplo, el que lleve a contar con un docente mucho más sensible ante los
mensajes e intereses de sus estudiantes, a fin de lograr mejores relaciones con el
alumnado.

        Más allá del cambio en el propio docente en funciones de tutor, según esta
nueva secuencia propuesta por Gairín y otros, el cambio tiene que ocurrir en el
sistema institucional en su conjunto; en los perfiles y en los procesos ligados a
una cadena de metas, de acciones y de compromisos que todos esperaríamos
ocurra en las mejores condiciones y con generosos resultados.

        En la realidad de nuestros contextos latinoamericanos, y siguiendo a Mirian
Capelari (2009), estudiosa argentina de nuestra experiencia en tutoría, conocer los
motivos y problemas que busca resolver el tutor, son determinantes en el rumbo
de su ejercicio, en las modalidades de intervención y de interacción, así como en
su inserción en el entramado institucional. Al respecto, ofrece cuatro distintas
configuraciones respecto del perfil del tutor:

   I.      El tutor como parte un dispositivo institucional de tipo remedial para
           solucionar dificultades situadas en los alumnos

Se le concibe como parte de un dispositivo más amplio, estructurado a partir de
dificultades de los alumnos detectadas en la institución, y atribuidas a muy
distintos factores, en general, externos a la universidad. Su principal motivación es
solucionar o corregir dichas dificultades. En la trama institucional, la tutoría
permanece como una instancia poco articulada con las restantes actividades
académicas.



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II.       El tutor como orientador que brinda respuestas personalizadas a
             distintas necesidades y problemáticas de los estudiantes

Entre los factores causales sobre los que se actúa están desorientación
vocacional, falta de información sobre aspectos institucionales y académicos,
carencia de conocimientos previos necesarios para iniciar los aprendizajes,
dificultades en la organización para el estudio y la utilización de metodologías
apropiadas, desmotivación y problemas socioafectivos, relacionales y económicos,
entre otros.

   En esta configuración, la actividad tutorial es proactiva más que reactiva. Se
centra menos en el abordaje de dificultades y más en potenciar nuevos
conocimientos, informaciones, capacidades y habilidades. El aprendizaje de los
alumnos es un aspecto importante pero no el único sobre el que intervenir.

   III.      El tutor como orientador/promotor de aprendizajes académicos en los
             alumnos

La tutoría aquí se percibe como un soporte fundamental del proceso de
enseñanza-aprendizaje; como motivación hacia el estudio, apoyo y orientación en
los aprendizajes o espacio de mediación entre expertos y novatos que trabajan
colaborativamente, desarrollando capacidades y competencias autogestionarias.
De ahí que se le reconozca su carácter más proactivo que reactivo, ya que las
intervenciones se centran en potenciar nuevos conocimientos, habilidades o
actitudes.

   La intervención es del tipo de ayudas personalizadas, frente a dificultades
detectadas, con la finalidad de nivelar conocimientos. El rol del tutor implica dos
funciones diferentes, la de orientar y la de enseñar, mediante prácticas
diferenciadas entre sí. La modalidad de interacción que predomina es la de “tutor-
alumnos”, pero se producen otras interacciones como “tutor-autoridades”, y “tutor-
docentes”.

   IV.       El tutor como una forma especial de ser docente




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En este caso, el tutor es un docente que cumple la función de enseñanza bajo un
formato pedagógico innovador que lo distingue del rol tradicional. Su función de
enseñanza de contenidos específicos del currículo, la desempeña bajo
determinadas modalidades metodológicas, tales, que se identifica como el sujeto
que más allá de transmitir contenidos, es el que promueve y orienta el
autoaprendizaje del alumno; cuya labor no es accesoria, sino fundamental para
lograr aprendizajes.

       En esta configuración de tutoría, la motivación se identifica con la
optimización de los aprendizajes en el marco de cambios institucionales, tales
como planes de estudio flexibles, nuevas formas de organización institucional
(tiempos, espacios, agrupamientos), fomento a la interdisciplina y estrategias de
enseñanza innovadoras, entre otras.

       El tutor ocupa un lugar central en la institución. La función docente y la
tutoría coinciden en la misma persona. Es decir, el tutor es el docente con un rol
redefinido, que ocupa un lugar clave en los aprendizajes y en el marco de nuevos
planteamientos curriculares y de concepciones sobre el currículo, la didáctica, el
aprendizaje y la enseñanza.

       Concluye, finalmente Capelari, en que “el rol de tutor parece vislumbrarse
como un puente entre distintos roles, como una bisagra que acompaña el cambio
de actividades y funciones actuales de la universidad en la transición hacia
propuestas pedagógicas más complejas y, en algunos casos, más innovadoras”.

       Lo anterior también implica admitir que, pese a reconocer las capacidades
actuales de los estudiantes para construir sus decisiones, hay que insistir en que
durante su paso por una institución universitaria tienen que aprender a escuchar, a
tomar confianza sobre sí mismos, a ser responsables de sus actos, de sus
decisiones; saber acomodarse a los cambios, asumir su autonomía, tener
iniciativa, saber trabajar con otros.

       La función tutorial, en suma, no debe ser jamás considerada como un
“añadido”; no es, tampoco, una nueva función en la educación superior. Lejos de
ello, debe ser asumida como parte integrante de todo modelo universitario que se

                                                                                 12
respete por su carácter de tarea de acompañamiento formativo. Digamos que, en
esa medida, la tutoría resulta ser una herramienta privilegiada.

      Tenemos, por eso o, gracias a eso, una oportunidad para trabajar el futuro,
para hacer prospectiva y así, como lo define la Real Academia Española, Mirar
desde lejos. Finalmente, yo pienso: Mirar lejos, pero no tan lejos como para no
apreciar la dimensión de lo que nos interesa; no tan cerca como para perdernos
en lo menos importante.



Referencias bibliográficas


ANUIES (2012). Inclusión con responsabilidad social. Una nueva generación de
políticas de educación superior. ANUIES, México, 68 p.
Capelari, M. I. (2009). Las configuraciones del rol del tutor en la Universidad
argentina: aportes para reflexionar acerca de los significados que se construyen
sobre el fracaso educativo en la educación superior. En: Revista Iberoamericana
de Educación, nº 49/8, 10 de julio, OEI.
Gairín, J, M. Feixas et al (2004). La tutoría académica en el Escenario Europeo
de la Educación Superior. En: Revista Interuniversitaria de Formación de
Profesorado, Vol. 18, Núm. 001, Universidad de Zaragoza, p. 61 a 77.
Roa V., J. M. y del Río B., J. E. (2010). Estilos docentes y acción tutorial y
orientadora. En: Revista Iberoamericana de Educación, Núm. 52/6, Organización
de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).
Santana Vega, L. (2009). Orientación psicopedagógica, estudios prospectivos y
sociedad de la información. En: Revista Iberoamericana de Educación, No. 48/3.
UADY (2011). Evaluación del impacto de la tutoría 2002-2011. Coordinación del
Sistema de Atención al Estudiante.




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  • 1. UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN 2° Encuentro Institucional de Tutorías Formación y actualización en la Acción Tutorial Algunos rasgos prospectivos de los programas de tutoría Alejandra Romo López1 Introducción Hablar de estudiar el futuro podría ser algo que, por lo menos, nos genere sorpresas. ¿Cómo estudiar algo que todavía no ocurre? Y que no sabemos qué tan cerca o tan lejos queda. Lo que en lo inmediato puedo intuir y creo que estarán de acuerdo conmigo, es que el futuro, ese desconocido, es algo que ya, desde ahora, nos tiene preocupados. Y, la verdad, me alegra mucho. Puedo suponer que nos inquieta de manera diferente a lo que significan ciertas necesidades para “sobrellevar el futuro” inmediato, como son las de pagar la renta de nuestra morada; la lavadora a crédito que sacamos de Viana; las pesadas mensualidades del Jaguar último modelo que adquirimos la semana pasada. ¿Imaginan por qué?, porque en un área académica como en la que trabajamos estoy convencida que queremos, podemos y debemos intervenir. Esa intervención puede también tener diferentes significados y alcances: puede ser para observar y no hacer nada, para manipular la información a nuestro antojo y llegar incluso a mostrar una realidad que no es o, en el mejor de los casos, para tomar decisiones, de manera anticipada, que transformen esa realidad que veíamos venir y que, a todas luces, juzgamos que no nos conviene. Pero claro, no se trata, en ningún momento, de adivinar ese futuro, de soñarlo románticamente, o de contratar al mago del circo para que, por una módica cuota nos lo dibuje como él lo ve. 1 Directora de Investigación Educativa, ANUIES, México 1
  • 2. Me alegra mucho saber que no vivimos al día; que en nuestro espacio de autoridad y de intervención académica, el programa de tutoría, los estudiantes, esos personajes que justifican nuestro trabajo y que por ellos mismos decimos que se nos quita el sueño, merecen un trabajo específico que se ubica en los terrenos de la planeación; es decir, de un esfuerzo formal de previsión, organizado, sistemático, que apela a un uso racional de los recursos y que tiene la pretensión de mejorar el estado actual de cosas. Hablamos de poco más de una década de arduo trabajo en la materia de acompañar al estudiante con una perspectiva académica más allá de lo que acontece en el aula, y eso implica una acumulación de ricas experiencias que sin duda nos han marcado a todos: a los que ejercen esta noble función y a quienes se han visto servidos por ella, aun cuando su balance no sea del todo favorable. Hemos sufrido; hemos aprendido; hemos disentido; pero sobre todo, hemos sido sacudidos por un proceso que nos ha cambiado. Toca ahora saber si el cambio solamente nos movió de lugar, nos pasó por encima y ni cuenta nos dimos, o logró transformarnos. En cualquiera de los resultados, me atrevo a pensar que hay suficientes motivos para indagar qué sigue y, partiendo de tal experiencia, hacer una de tres cosas: 1) decidir si permanecemos pasivos, cómodamente instalados esperando lo que tenga que pasar; 2) nos comportamos obedientes haciendo lo que señala “el manual” o, 3) definitivamente actuamos con audacia para mejorar, enfrentando los riesgos que tengamos que enfrentar. En mi opinión, si deseamos trascender y hacerlo con la garantía de que nuestro esfuerzo puede lograr un impacto importante y perdurar en el tiempo, propongo seguir la tercera opción y ¡no hacer del futuro una fuente de preocupación para todos, sino el centro del interés común! Algunas consideraciones de carácter teórico y contextual Verdad incuestionable es que el pasado no se puede cambiar; no hay nada que hacer sobre él (pero sí “con” él). Se dice que, en contraste, “el futuro es un 2
  • 3. horizonte amplio y abierto en el que ciframos nuestros ideales y esperanzas, es un ámbito en el que podemos imaginar y crear…, el futuro es el ámbito de la voluntad (Miklos y Tello, 1991)”. Si eso es así, tenemos frente a nosotros un plazo que podemos diseñar. En ese ejercicio, que se va construyendo día con día, pueden y deben participar todos los que integran una comunidad que persigue los mismos propósitos. Es más, debiera ser considerado un terreno de oportunidades. El estudio de la prospectiva puede ser apasionante; pero también complejo. Si bien no es algo sobre lo que tengamos certeza, sí es un ambiente que nos plantea escenarios distintos y múltiples retos, por cuanto a su naturaleza y a su diversidad; nos exige, así mismo, disponer recursos de todo tipo, fundamentalmente los que ponen a prueba nuestra imaginación, en particular, cuando deseamos que realmente se produzca el cambio deseado. ¿Qué hacer entonces para alcanzar ese porvenir tan deseado? Teóricamente, el estudio del futuro muestra diversos enfoques: desde las proyecciones, las cuales, a partir de datos del pasado y sobre métodos matemáticos o estadísticos arriban al futuro. Las predicciones tienen origen en enunciados irrebatibles sobre lo que habrá de suceder. Otro enfoque está soportado en las previsiones o toma de acciones para enfrentar anticipadamente fenómenos que surgirán más adelante. Hacer pronósticos significa construir juicios razonados sobre un asunto que dará soporte a un programa de acción. En suma, estos cuatro enfoques sustentan sus afirmaciones en el pasado y en el presente; en hechos conocidos y consumados. Los estudios prospectivos, por su parte, imaginan el porvenir “a partir del futuro y no del presente;… construyen [el futuro] a partir de la realidad, siempre en función de la selección de aquellos futuros que hemos diseñado y calificado como posibles y deseables (Miklos y Tello, 1991)”. Pero, ¿qué puede tener de ventajoso operar con una visión prospectiva en un mundo tremendamente cambiante y convulsionado en todos los aspectos; donde más que prevenir, invertimos mucho tiempo y esfuerzo en remediar? Justo 3
  • 4. por ello, cuando se promueve una mayor interacción social, en parte derivada de las alternativas y alcance de los medios de comunicación, pero enfrentada a una creciente incertidumbre, la prospectiva nos ofrece una infinidad de opciones para tomar nuevas decisiones, empezando, incluso, por comprender mejor nuestro presente. ¿Qué claves puede contener el presente, o también el pasado, que nos aporten información para el diseño estratégico de nuevas acciones? Es evidente que en el presente hay un hilo conductor para conocer la narrativa del futuro; para formular la agenda del cambio en el futuro (Santana Vega, 2009). No se trata, por tanto, de valorar la precisión con la que se cumplen los hechos señalados, sino de garantizar un proceso de participación para un cambio satisfactorio, basado en la creatividad y en una visión integradora. Y esa agenda de cambio no depende exclusivamente de más y nuevas leyes e instrumentos normativos, sino, en mayor medida, de lograr que cada quien, en su espacio de influencia, se reconozca como un ser con potencial de creatividad, así como de construcción permanente de ideas, en correspondencia con un marco de políticas educativas de calidad. Esto último nos habla de la importante presencia de un contexto mucho más amplio que la sola actividad tutorial. Es decir, apoyar el mejoramiento futuro de los programas de tutoría debe ser visto como un esfuerzo institucional para mejorar otros indicadores institucionales de calidad, con los cuales deberá articularse y reflejarse, tales como: cualificación y formación de docentes; procesos de innovación y de investigación, de gestión, de evaluación educativa. Por otro lado, estamos muy acostumbrados a pensar en la tutoría y en la orientación como dos vías separadas y, en el menos malo de los casos, que avanzan en paralelo. Por deformaciones profesionales, casi siempre, se ignora que una es parte de la otra y que, desde la perspectiva de la tutoría, ésta tiene una misión incuestionablemente orientadora. Más allá de ello, no reparamos en la importancia de reconocer suficientemente a la tutoría como parte inherente a la función docente. Señalan Roa y del Río (2010), que “la acción tutorial es la parte 4
  • 5. más cercana, más humana y más cálida de la orientación, la que se interesa por los aspectos más personales y menos técnicos de la orientación”. Estos mismos autores, en el marco del enfoque interpretativo simbólico (Movimiento Progresista), en confirmación de la importancia de la tutoría como parte de la función docente, ponen al profesor ya no como un transmisor de conceptos, sino como creador de un ambiente propicio para el aprendizaje del alumno por sí mismo. En ese sentido, dan al sujeto alumno un nuevo papel, mucho menos pasivo y de mayor corresponsabilidad, acompañado por un profesor capaz de: • Lograr el crecimiento individual por medio de la interacción de un ambiente favorable. • Lograr el aprendizaje a través de la experiencia. • Preocuparse por los intereses, ritmos y estilos de aprendizaje de cada alumno. • Lograr el desarrollo del alumno como persona. • Fomentar el ámbito social del alumno y el desarrollo con los otros miembros de la comunidad que se establece en el aula. • Fomentar la responsabilidad del alumno. • Desarrollar su capacidad para “aprender a aprender”. En términos contextuales, en la etapa actual de desarrollo de la educación superior en México, recientemente la ANUIES propone el tránsito hacia una nueva generación de políticas dirigidas a las personas y a la sociedad, que con una visión de Estado, den mejores respuestas a las necesidades en este sector educativo. Ello se plantea a partir de dos ejes principales: primero, garantizar la inclusión de los jóvenes en los procesos de formación avanzada y, segundo, la consecución de niveles superiores de calidad y responsabilidad social de las instituciones y actores participantes en los procesos de transmisión, generación y divulgación del conocimiento. Se tiene la convicción que la educación tiene que ser portadora de una condición de mayor calidad en la que, responsablemente, se logre incorporar a 5
  • 6. millones de mexicanos que contribuyan al desarrollo del país y a la implantación de una cultura de paz, en aras de fortalecer la democracia y alcanzar el bienestar y la cohesión sociales. Es posible pensar en un mejor país, distinto al que ahora vemos, mientras más jóvenes se incorporen a una carrera de nivel superior, donde puedan aprovechar sus capacidades intelectuales, de desarrollo personal y de socialización, tanto en el tiempo que dura su formación, como a través de un egreso exitoso, con oportunidades de inserción económica, en condiciones propicias para su desarrollo profesional. No podemos continuar padeciendo los efectos de las crisis: una mundial, de carácter económico y la otra, la de valores que nos ha hecho perder la brújula de la formación escolar para un mejor futuro. De la primera, el documento de ANUIES destaca algunos puntos: • Tasa de desempleo 1990-2010, con balance negativo en las áreas más urbanizadas de la República: 2.8% en 1992, por 6.0% en 2011. • Nivel del desempleo urbano (personas económicamente activas en localidades con 100,000 habitantes y más): 6.2%. • Desempleo en los jóvenes entre 14 y 29 años de edad, entre 1998 y 2011: aproximadamente 1.7 veces superior al del total de la PEA (14 años y más), y casi 3 veces mayor en el rango de 30 años y más. Casi 10% de la población económicamente activa de México está desempleada. • 2010, 7.7% de los ocupados (3,3 millones de personas) trabajaban sin recibir ingresos; el 27.5% de los profesionistas y técnicos obtenía ingresos iguales o menores a los tres salarios mínimos. Las IES (ANUIES, 2012) tienen la gran oportunidad de contribuir a la inclusión social de los jóvenes y de la población en general, mediante esfuerzos como: • Enfatizar, desde la responsabilidad social, en la renovación de las funciones sustantivas, al diseñar proyectos de desarrollo con visión de largo alcance y elevado compromiso con el desarrollo del país y el bienestar de la población; • Deben formar profesionales capaces de generar, adaptar, recrear y aplicar conocimientos de elevada calidad y pertinencia social; • Contribuir al fortalecimiento de la transparencia en el país por medio del acceso a la información y la rendición de cuentas. 6
  • 7. Promover el pleno ejercicio de la ciudadanía mediante una formación humanística, crítica y reflexiva, basada en los principios éticos, en la defensa de los derechos humanos y en los valores de la democracia. En el espacio educativo el énfasis está en el tema del aprendizaje, por lo que lo relevante es verificar qué es lo que logra hacer el estudiante, en términos de adquisición de conocimientos, de desarrollo de actitudes, y de habilidades, con la intervención planificada y profesional del tutor. Por eso pensamos que la tutoría, en su acepción de actividad docente, constituye una poderosa estrategia para propiciar las condiciones que permitan un aprendizaje real; una dinámica que promueva que se deje de depender de la docencia como forma exclusiva frente a grupo y contribuir así a integrar y operar sistemas de formación que, de manera mucho más clara ayuden a desterrar los tradicionales y perjudiciales procesos de “instrucción”, contribuyendo así a fomentar la inclusión en un esquema de mayor responsabilidad. Queremos estudiantes y prospectos de profesionistas independientes y autónomos y no, no es una redundancia expresarlo así. Queremos sujetos independientes porque tienen cómo serlo, porque son capaces de adquirir y desarrollar por sí mismos el conjunto de habilidades para un aprendizaje efectivo; y, autónomos porque sabrán ejercer el análisis crítico, aplicar con autoridad suficiente el método científico, con una actitud innovadora. Esta postura cabe en varios de los Ejes estratégicos y propuestas de la ANUIES para el periodo 2012-18: • Ampliación de la cobertura de la educación superior con un nuevo sentido, que permita llegar en diez años, a una tasa bruta de cobertura del 60%, en modalidades escolarizada, abierta y a distancia. Lo mejor será incorporar a más mexicanos a un sistema de educación superior de instituciones sólidas, con altos estándares de calidad y pertinencia social. • En el compromiso de dar atención prioritaria a las necesidades de desarrollo local, los programas y acciones institucionales e interinstitucionales de vinculación con el entorno constituyen elementos estratégicos. • La evaluación y el aseguramiento de la calidad, fundamentales para el desarrollo de la educación superior, a partir de nuevas estrategias e 7
  • 8. instrumentos correspondientes a la naturaleza del trabajo académico, dirigidos a lograr un impacto en el proceso de enseñanza-aprendizaje. • Estabilizar la carrera académica, para que sea una profesión desarrollada en condiciones laborales dignas en cuanto a sus procesos de incorporación, desarrollo, consolidación, jubilación y renovación generacional. • Los estudiantes, centrales en la educación superior, en tanto futuros profesionales, científicos y humanistas para el desarrollo, deberán ser sujetos de movilidad y portabilidad interinstitucional, mediante financiamiento y sistemas de créditos académicos. Son grandes y múltiples los retos en el futuro inmediato. Las IES están comprometidas en una tarea de invaluables alcances si tan sólo atendiesen uno sólo de los ejes descritos. Pero la vía no tendría que ser atender uno por uno, sino, justamente, actuar con pensamiento estratégico y aprovechar la inercia para abordarlos de manera integrada, con una visión prospectiva; es decir, de imaginar el escenario más factible para satisfacer necesidades prioritarias y minimizar problemas. Hay, en todo ello, una participación importante de la tutoría. Saber cómo y con qué nos obliga a hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué queremos para el futuro? Primero, saber de qué tamaño es el problema. Ante una mayor cobertura, se anuncia una multiplicación de tareas; tareas que no podrían ser enfrentadas si no se dispone de una mayor cantidad y calidad de recursos. Entre éstos debe estar el de la inteligencia y la organización racional de los disponibles. Los programas hacia la vinculación, prácticamente tendrían que fungir como el eje fundamental de la formación, por lo que la mira debe ser puesta en la referencia permanente al entorno. Sin duda que la experiencia generada con la operación de programas de tutoría habrá dado ya mucha luz respecto de los procesos e instrumentos para la evaluación y el seguimiento. Igualmente, ser tutor significa, para muchos docentes cómo se habrá transformado su visión de la docencia y de la importancia de la 8
  • 9. actualización y cómo enfrentar un mejor desarrollo personal, hasta, por qué no, el retiro digno. De los estudiantes, de esos nunca dejaremos de hablar. No se trata aquí de hacer dos listados: uno, el de las propuestas de la ANUIES y, enfrente de él, el de las acciones de tutoría en un sentido prospectivo, en principio, porque ningún listado ha sido hecho a la medida del otro. De lo que sí se trata es de imaginar cómo proceder, una vez que reconocemos que la tarea es compleja. En la UADY se cuenta con un muy interesante trabajo de evaluación del impacto de la tutoría (2011) que significa un punto de llegada y, más atractivamente retador, un punto de partida para construir una visión prospectiva. En segundo lugar, habríamos de saber si estamos de acuerdo en el siguiente marco de referencia: La tutoría se ha ganado un espacio visible en escenarios educativos resultantes de procesos de convergencia en lo político y económico, tales como el Espacio Europeo de Educación Superior o, el acuerdo cultural y educativo del Mercosur en América Latina. La implantación de sistemas y/o programas de tutoría ha respondido a un conjunto de problemas ancestrales en nuestros sistemas de educación superior, que van desde el difícil acceso, los lamentables índices de rezago, deserción, escasa titulación y egreso, bajos niveles de preparación y, en consecuencia, dificultades para lograr una inserción laboral inmediata y acorde con la formación elegida. Las propuestas generadas, en general son de dos tipos: descriptivo y normativo, y frecuentemente se ligan a prescripciones sobre prácticas tutoriales deseables. Mayormente provienen de países europeos, tal vez como resultado de los cambios socioeconómicos y políticos ocurridos. Sus numerosas experiencias han dado lugar a una gran producción de documentos, manuales y libros que contienen definiciones del rol del tutor, que atienden el nuevo rol del docente, vinculadas a modelos de orientación educativa lo mismo que a modelos de docencia. En el caso mexicano, las políticas educativas expresadas por organismos internacionales han tenido eco en el planteamiento del nuevo rol del profesor 9
  • 10. como guía, acompañante del estudiante y cómo se va conformando una nueva visión, una visión prospectiva de las relaciones que se establecen entre al menos dos personajes centrales en el proceso educativo: el docente-tutor y el estudiante. En este sentido, se precisa, tal como lo postulan Gairín et al (2004), “romper el contrato social perverso implícitamente existente [entre docente-tutor y estudiante] de lección-apuntes-examen-créditos y convertirlo en autoestudio- tutoría-trabajo-evaluación-satisfacción”. Con el consiguiente cambio cultural, por ejemplo, el que lleve a contar con un docente mucho más sensible ante los mensajes e intereses de sus estudiantes, a fin de lograr mejores relaciones con el alumnado. Más allá del cambio en el propio docente en funciones de tutor, según esta nueva secuencia propuesta por Gairín y otros, el cambio tiene que ocurrir en el sistema institucional en su conjunto; en los perfiles y en los procesos ligados a una cadena de metas, de acciones y de compromisos que todos esperaríamos ocurra en las mejores condiciones y con generosos resultados. En la realidad de nuestros contextos latinoamericanos, y siguiendo a Mirian Capelari (2009), estudiosa argentina de nuestra experiencia en tutoría, conocer los motivos y problemas que busca resolver el tutor, son determinantes en el rumbo de su ejercicio, en las modalidades de intervención y de interacción, así como en su inserción en el entramado institucional. Al respecto, ofrece cuatro distintas configuraciones respecto del perfil del tutor: I. El tutor como parte un dispositivo institucional de tipo remedial para solucionar dificultades situadas en los alumnos Se le concibe como parte de un dispositivo más amplio, estructurado a partir de dificultades de los alumnos detectadas en la institución, y atribuidas a muy distintos factores, en general, externos a la universidad. Su principal motivación es solucionar o corregir dichas dificultades. En la trama institucional, la tutoría permanece como una instancia poco articulada con las restantes actividades académicas. 10
  • 11. II. El tutor como orientador que brinda respuestas personalizadas a distintas necesidades y problemáticas de los estudiantes Entre los factores causales sobre los que se actúa están desorientación vocacional, falta de información sobre aspectos institucionales y académicos, carencia de conocimientos previos necesarios para iniciar los aprendizajes, dificultades en la organización para el estudio y la utilización de metodologías apropiadas, desmotivación y problemas socioafectivos, relacionales y económicos, entre otros. En esta configuración, la actividad tutorial es proactiva más que reactiva. Se centra menos en el abordaje de dificultades y más en potenciar nuevos conocimientos, informaciones, capacidades y habilidades. El aprendizaje de los alumnos es un aspecto importante pero no el único sobre el que intervenir. III. El tutor como orientador/promotor de aprendizajes académicos en los alumnos La tutoría aquí se percibe como un soporte fundamental del proceso de enseñanza-aprendizaje; como motivación hacia el estudio, apoyo y orientación en los aprendizajes o espacio de mediación entre expertos y novatos que trabajan colaborativamente, desarrollando capacidades y competencias autogestionarias. De ahí que se le reconozca su carácter más proactivo que reactivo, ya que las intervenciones se centran en potenciar nuevos conocimientos, habilidades o actitudes. La intervención es del tipo de ayudas personalizadas, frente a dificultades detectadas, con la finalidad de nivelar conocimientos. El rol del tutor implica dos funciones diferentes, la de orientar y la de enseñar, mediante prácticas diferenciadas entre sí. La modalidad de interacción que predomina es la de “tutor- alumnos”, pero se producen otras interacciones como “tutor-autoridades”, y “tutor- docentes”. IV. El tutor como una forma especial de ser docente 11
  • 12. En este caso, el tutor es un docente que cumple la función de enseñanza bajo un formato pedagógico innovador que lo distingue del rol tradicional. Su función de enseñanza de contenidos específicos del currículo, la desempeña bajo determinadas modalidades metodológicas, tales, que se identifica como el sujeto que más allá de transmitir contenidos, es el que promueve y orienta el autoaprendizaje del alumno; cuya labor no es accesoria, sino fundamental para lograr aprendizajes. En esta configuración de tutoría, la motivación se identifica con la optimización de los aprendizajes en el marco de cambios institucionales, tales como planes de estudio flexibles, nuevas formas de organización institucional (tiempos, espacios, agrupamientos), fomento a la interdisciplina y estrategias de enseñanza innovadoras, entre otras. El tutor ocupa un lugar central en la institución. La función docente y la tutoría coinciden en la misma persona. Es decir, el tutor es el docente con un rol redefinido, que ocupa un lugar clave en los aprendizajes y en el marco de nuevos planteamientos curriculares y de concepciones sobre el currículo, la didáctica, el aprendizaje y la enseñanza. Concluye, finalmente Capelari, en que “el rol de tutor parece vislumbrarse como un puente entre distintos roles, como una bisagra que acompaña el cambio de actividades y funciones actuales de la universidad en la transición hacia propuestas pedagógicas más complejas y, en algunos casos, más innovadoras”. Lo anterior también implica admitir que, pese a reconocer las capacidades actuales de los estudiantes para construir sus decisiones, hay que insistir en que durante su paso por una institución universitaria tienen que aprender a escuchar, a tomar confianza sobre sí mismos, a ser responsables de sus actos, de sus decisiones; saber acomodarse a los cambios, asumir su autonomía, tener iniciativa, saber trabajar con otros. La función tutorial, en suma, no debe ser jamás considerada como un “añadido”; no es, tampoco, una nueva función en la educación superior. Lejos de ello, debe ser asumida como parte integrante de todo modelo universitario que se 12
  • 13. respete por su carácter de tarea de acompañamiento formativo. Digamos que, en esa medida, la tutoría resulta ser una herramienta privilegiada. Tenemos, por eso o, gracias a eso, una oportunidad para trabajar el futuro, para hacer prospectiva y así, como lo define la Real Academia Española, Mirar desde lejos. Finalmente, yo pienso: Mirar lejos, pero no tan lejos como para no apreciar la dimensión de lo que nos interesa; no tan cerca como para perdernos en lo menos importante. Referencias bibliográficas ANUIES (2012). Inclusión con responsabilidad social. Una nueva generación de políticas de educación superior. ANUIES, México, 68 p. Capelari, M. I. (2009). Las configuraciones del rol del tutor en la Universidad argentina: aportes para reflexionar acerca de los significados que se construyen sobre el fracaso educativo en la educación superior. En: Revista Iberoamericana de Educación, nº 49/8, 10 de julio, OEI. Gairín, J, M. Feixas et al (2004). La tutoría académica en el Escenario Europeo de la Educación Superior. En: Revista Interuniversitaria de Formación de Profesorado, Vol. 18, Núm. 001, Universidad de Zaragoza, p. 61 a 77. Roa V., J. M. y del Río B., J. E. (2010). Estilos docentes y acción tutorial y orientadora. En: Revista Iberoamericana de Educación, Núm. 52/6, Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Santana Vega, L. (2009). Orientación psicopedagógica, estudios prospectivos y sociedad de la información. En: Revista Iberoamericana de Educación, No. 48/3. UADY (2011). Evaluación del impacto de la tutoría 2002-2011. Coordinación del Sistema de Atención al Estudiante. 13