Explicación de las atrocidades cometidas por los funcionarios del rey belga Leopoldo II y más tarde del Estado belga en la colonia del Congo, y su recuerdo actual.
2. MAPA DEL “ESTADO LIBRE” DEL CONGO EN
1896 (realizado por Léon de Moor)
3. LEOPOLDO II DE SAJONIA-
COBURGO, REY DE BÉLGICA
(Bruselas 1835- Laeken 1909)
Segundo rey de los belgas entre
1865 y 1909, Leopoldo lideró los
esfuerzos colonizadores europeos de
la cuenca del Congo a fines del siglo
XIX. Logró que en la Conferencia de
Berlín se ratificara la existencia de
un “Estado Libre” (1885)
administrado por la Asociación
Internacional del Congo (que era de
su propiedad) y que tras el
escándalo de la revelación de las
atrocidades que estaba cometiendo
en él se vio forzado a donar a los
belgas en 1908. Usó este vastísimo
territorio como instrumento de
enriquecimiento personal, obteniendo
toneladas de caucho y marfil gracias
a un sistema de explotación de la
población local basado en castigos
inmisericordes que incluían la
amputación de manos y pies y
ejecuciones habituales. Provocó la
muerte de entre diez y millones de
4. Mientras en Europa se dedicaba a
rodear su obra de un aureola de
altruismo, en defensa del libre
comercio y lucha contra el tráfico
de esclavos, iba dictando normas
por las que expropiaba a los
pueblos congoleños de todas sus
tierras y recursos e incitaba a su
ejército privado, la Fuerza Pública,
a servirse de todo tipo de torturas,
secuestros y asesinatos para
someter a la población a los
trabajos forzados que, en un
brevísimo periodo de tiempo, le
convertiría en uno de los hombres
más ricos del mundo.
Para financiar tan colosal negocio
se sirvió de todo tipo de engaños
sobre su obra civilizadora,
consiguiendo aportaciones y
préstamos que nunca devolvería,
de todo tipo de empre- sas,
instituciones y el propio estado
belga, en 1889 y 1895.
5. Además de crear su propia empresa para la
extracción del caucho y marfil, concedía
tierras a empresas privadas a cambio de un
porcentaje sobre los beneficios. Fue el caso
de la Unión Minera del Alto Katanga, que a
partir de 1905 comenzó a extraer mineral
de cobre con la contrapartida del pago de
un porcentaje al estado, que no era otro
que el propio Leopoldo.
Pero, aunque ya en 1890, el misionero
americano G.W. Williams hizo la primera
denuncia sobre las monstrusidades de las
que fue testigo, aún tardaría 10 años en
estallar el escándalo en Europa. La
publicación de los relatos y datos recogidos
por escritores como Mark Twain o Joseph
Conrad, misioneros, diplomáticos, y sobre
todo los trabajos de Edmund Morel
consiguieron que los gobier- nos europeos
y EE.UU. comenzaran a investi- gar y
oponerse al exterminio que se estaba
realizando.
El parlamento belga, haciéndose eco de
este rechazo internacional, en 1908 obligó
al rey Leopoldo a ceder sus dominios a la
autoridad del gobierno, pasado a llamarse
6. Hasta la década de 1940 la nueva colonia belga fue suavizando los métodos brutales de control
económico y político de la población empleados en la época de Leopoldo II. Este territorio vivió
un período de relativa prosperidad económica en aquellos años. Al llegar a la década de 1950 la
población congoleña fue adhiriéndose al discurso nacionalista de líderes locales que exigieron el
fin del gobierno belga en el territorio. En 1955, una visita oficial del rey belga Balduino reforzó
este nacionalismo al rechazar varias demandas sociales, políticas y económicas de la población.
En 1957, el fracaso de las elecciones municipales alimentó aún más sentimiento
nacionalista. Al año siguiente, el Congreso Panafricano consolidó a los nuevos líderes
nacionalistas, entre quienes destacaba Patrice Lumumba. En 1959, una oleada de
manifestaciones terminó forzando al reino belga a reconocer la independencia de la
República Democrática del Congo.
7. Coincidiendo con el 50º aniversario de
la independencia del Congo Belga,
parece surgir en los últimos años una
oleada de nostalgia colonial en
Bélgica, combinada con nuevos
intentos de desmitificar un pasado
idealizado en extremo entre la
población.
Se ha hecho exposiciones, debates,
conferencias, se han elaborado
artículos, reportajes, libros e incluso
una nueva colección de cómics sobre
la cuestión colonial del Congo desde
diferentes ángulos, pero con una
limitada autocrítica hacia la actuación
del rey Leopoldo y más tarde del
Estado belga el periodo colonial o el
papel desempeñado por Bélgica en la
guerra civil posterior y el asesinato
del primer ministro Patrice Lumumba,
cuya muerte llegó a reclamar el diario
La Libre Belgique desde su editorial.
La visión más crítica procede del
cómic Africa Dreams, obra de Frédéric
Bihel, Jean-François Charles y Maryse
Charles. Se trata de una serie muy