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CAPITULO 12
Desarrollo Socioemocional y Afectivo
Faas,A.E., Ferrero, M.J. y Nanzer, C.
1. Desarrollo de la personalidad
1.1. Posturas psicoanalíticas
1.1.1. La teoría de Freud
Los años preescolares: fase anal y fase fálica
Comenzando con una mirada histórica,sin duda los planteamientos psicoanalíticos
de Freud constituyen una de las aportaciones que más peso han tenido durante mucho
tiempo en el ámbito del desarrollo de la personalidad.Para este autor,el desarrollo de la
personalidad está ligado al curso de las pulsiones sexuales a lo largo de una sucesión de
estadios.Cada uno de estos estadios suponen la aparición de sucesivas zonas erógenas.
Las fases oral,anal y fálica no se suceden simplemente unas a otras,sino que se integran
y coexisten. La forma en que se resuelven los conflictos que deben afrontarse en
cada fase entre las pulsiones libidinales del niño y las expectativas y normas sociales,
supondrá la aparición y fijación de determinados rasgos de personalidad.
Desde la teoría freudiana, en los años preescolares, entre los 2 y 3 años el niño
se encuentra atravesando la fase anal y hacia los 3 a 5 años la fase fálica.
La Fase Anal (2-3 años)
Hacia el final del primer año se encuentra la transición entre la fase oral y la
fase anal freudianas.Alrededor de los dos años de vida, el niño ya ha desarrollado su
Yo, comienza a ser capaz de manejar su cuerpo (control de esfínteres) y su poder
frente a los otros, adquiriendo de este modo mayor autonomía. Para el psicoanálisis,
la expulsión de los excrementos produce emociones contradictorias en el niño. Por
un lado, pretende recompensar a la madre con ellos y, por el otro, en el acto de la
retención expresa su desacuerdo o negación a someterse a los deseos de ésta. El niño
siente placer en la zona anal en la tarea de retener-expulsar así como al ser higienizado
por su madre. Esta fase se inicia por el avance de maduración. En esta etapa la “caca”
para el niño adquiere un importante valor, ya que le otorga un carácter de “regalo”
que entrega como signo de amor a su madre. Freud decía que el niño vive esta etapa
como una forma de sentirse orgulloso por sus “creaciones”. No obstante, las heces
también cobran una carga agresiva y constituyen un elemento mediante el cual el niño
descarga sus desilusiones y frustraciones con los objetos amados.En este momento del
desarrollo cobra relevancia la ambivalencia afectiva amor-odio. De este modo, cuando
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los niños de esta edad juegan les da un enorme placer la suciedad y el desorden, así
como el dominio y la destrucción,lo cual se asocia con la zona corporal dominante y la
actividad que se despliega en esta etapa. En el juego suelen utilizarse diversos objetos
como por ejemplo juguetes para llenar-vaciar, objetos que puedan rodar, masa, barro,
entre otros.
La Fase Fálica (3-6años)
Estaeslafasecaracterísticadelniñopreescolar.Aquílazonaerógenapredominante
son los genitales externos.El descubrimiento de las diferencias entre genitales de niños
y niñas, provoca sentimientos de angustia y miedo. Pero el contenido psicológico más
importante en esta etapa es, sin duda, el atravesamiento del niño por lo que Freud
denomina Complejo de Edipo. La fase fálica es una fase fundamental para el psicoanálisis
ya que implica el tránsito de la díada madre-hijo a la situación triangular madre-padre-
hijo, siendo en esta triangulación donde se sentarían las bases y posterior estructura
de la personalidad adulta (Freud, 1905). Debido a esto el psicoanálisis denomina a esta
etapa “fálica-edípica”.Aquí entra en juego en el niño la relación paterna posibilitada por
la ruptura del vínculo simbiótico con la madre. Cuando el niño gana en autonomía, la
madre ya no satisface todas sus necesidades. Pero el vínculo “narcisista”, donde el otro
(la madre) es fantaseado como el que satisface todos los deseos, se supera cuando la
madre deja espacio para un tercero (el padre).Allí comienza la situación triangular: el
niño no posee todo lo que completa a su madre y la madre no logra toda la satisfacción
del niño. Surge entonces el tercero: el padre.
Para el psicoanálisis el “Complejo de Edipo” tiene un rol fundamental en la
estructuración de la personalidad. Como sostienen Griffa y Moreno:
“Al tercer año de vida, emergen las pulsiones sexuales de carácter genital y el niño erotiza el
vínculo con su madre. La madre, que es el primer objeto de amor, es también el primer objeto
sobre el que se concentra el deseo sexual humano. Por lo tanto, este último es, en primera
instancia, de naturaleza incestuosa.Así, como cuando tenía hambre y sed buscaba en la madre
satisfacer sus necesidades, al irrumpir la necesidad sexual intenta satisfacerla también con
ella. Fantasea la unión física sexual con la madre de modo similar a la que vivenció con el
pecho materno en la etapa oral. El descubrimiento de los órganos genitales, con las fantasías,
emociones y sentimientos que acompañan al mismo, adicionan un nuevo componente a la
relación madre-hijo.La presencia del padre es un límite a esta fantasía de fusión”(pp.95,2005).
En el varón, el Edipo se manifiesta con deseos incestuosos con la madre y
rivalidad con el padre. Cuando el niño interpreta que la madre tiene otros intereses
además de él: el padre, tiende a ver al mismo como rival. Esto genera sentimientos
ambivalentes con el padre. Freud decía que estos sentimientos de odio al padre se
desplazaban a otros objetos, explicando así los temores o “fobias” infantiles típicos de
esta edad (Freud, 1909). El temor al padre tiene un rol más importante en el Edipo del
varón, ya que el niño fantasea con la castración paterna. El miedo a la castración es el
responsable de la culminación de la situación edípica.En el niño,el temor a la castración
lleva a la renuncia de las fantasías incestuosas con la madre y a la identificación con el
padre. El sepultamiento del Complejo de Edipo, sólo posible si se admite la prohibición
del incesto, dejará como herederos el surgimiento del superyó (la ley paterna) y la
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identificación del niño con el progenitor de su mismo sexo. La prohibición del incesto
implica una salida exogámica. Se desplazan los afectos al exterior y la socialización que
implica la escuela instaura nuevos modelos de identificación (maestros, por ejemplo).
En la mujer el Edipo tiene ciertos bemoles ya que la niña debe atravesar por
la conflictiva del cambio de objeto amoroso, ubicando al padre en lugar de la madre
como objeto de amor. En esta conflictiva edípica, la niña erotiza el vínculo con el padre
abandonando la idea de que ella posee todo lo que satisface a la madre,fantaseando con
que ésta no le dio todo lo que le corresponde poseer e instalándose así el Complejo
de Castración. Esto es congruente con el descubrimiento de la diferencia de los sexos,
donde en función de la realidad exterior (presencia o no de pene) la mujer se viviría
en su inconsciente como castrada (Freud, 1925). Es esta “castración” la que le permite
orientar las fantasías incestuosas alrededor del padre.
El deseo por el progenitor del sexo opuesto y la rivalización con el progenitor
del mismo sexo es una característica de Complejo de Edipo tanto en la niña como
en el varón. En el varón, su sepultamiento dependerá del miedo a la castración vivido
como amenaza paterna por sus fantasías con su madre mientras que en la niña será
el saberse castrada (Complejo de Castración) lo que la ayudará a identificarse con
la madre atenuando sus fantasías amorosas con el padre. Sin embargo, es el padre el
que en función de su actitud con la madre debe colaborar para atenuar estos deseos.
Aunque para esta teoría, los deseos incestuosos hacia el padre no se resignan nunca
(y allí radica la elaboración de la femineidad) siendo el sepultamiento del Complejo de
Edipo en la mujer no tan radical como en el varón (Griffa y Moreno, 2005).
Para Freud el complejo de Edipo tiene una función prohibitiva y normativa ya que
orienta a la exogamia y a la prohibición del incesto. El miedo al castigo y el principio
de realidad pone fin al conflicto edípico y los deseos del niño por el progenitor del
sexo opuesto son sustituidos por la identificación por el progenitor del mismo género.
Cuando el Complejo de Edipo se sepulta, alrededor de los 5 años, el niño no sólo ha
adquirido la identificación de género sino también la conciencia moral, es decir, se ha
instalado como instancia psíquica el Súper Yo, que supone la interiorización de las
normas y valores sociales.
Los años escolares: el Periodo de Latencia (6-12 años)
En la etapa de latencia se “adormece” la turbulencia afectiva característica del
preescolar.Desde el psicoanálisis se sostiene que las pulsiones sexuales sucumben ante
la represión al finalizar el Complejo de Edipo.Aquí la escuela cumple un rol fundamental.
Pensar el ingreso a la escuela es una cuestión clave en este momento del desarrollo que
marcará un antes y un después en las condiciones existencia de la vida cotidiana, tanto
del niño como de su familia. Con Freud diremos que el ingreso al llamado período de
latencia se caracteriza por la disminución del interés por las actividades sexuales y el
ocultamiento de aquellas que permanecen.Tomando relevancia el deseo de aprender
por encima de los intereses y la curiosidad sexuales previos la niña o niño invierten su
energía, ahora disponible, para descubrir aspectos del mundo en el que viven y para
integrarse en nuevos grupos sociales fuera del ámbito familiar.
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La exclusividad de la importancia de las figuras parentales queda acotada por
el conocimiento de otras personas y la relación con otras figuras de autoridad,
principalmente los maestros, que heredan la historia afectiva que tenían con sus
progenitores. En la “latencia” la energía pulsional no desaparece sino que se reorienta,
se desvía de la satisfacción sexual, y se aplica a otros fines como la construcción de
conocimiento y la socialización con el grupo de pares. El niño por lo tanto “sublima”
la satisfacción sexual de la pulsión y la reorienta hacia actividades que implican su
inserción como sujeto de la cultura, tales como el aprendizaje académico y social.
El niño desexualiza las relaciones de objeto, predominando la ternura a los deseos
sexuales y apareciendo los denominados“diques de contención” que implican el pudor,
el asco, la vergüenza y los sentimientos morales y estéticos.Así, lo sexual deja de ser
una conflictiva afectiva para el niño para dar paso a la curiosidad intelectual, expresada
en las actividades sublimatorias que posibilita la escuela.
1.1.2. La teoría de Erikson
Los años preescolares: hacia el logro de la autonomía y la iniciativa
Estadio II:Autonomía vs.Vergüenza/Duda
Este estadio, correspondiente a la primera infancia, abarca el segundo y tercer
año de vida del niño. El niño deberá lograr un equilibrio entre aquellas acciones que,
producto del desarrollo y maduración de ciertas capacidades,puede realizar de manera
más independiente y aquellas conductas en las cuales aún precisan del acompañamiento
y guía de los adultos.
En este momento evolutivo es posible observar algunos avances en torno al
desarrollo y crecimiento del niño fundamentalmente en lo que refiere a:
—
— Maduración y control muscular: que permiten al niño dar sus primeros pasos,
llevando esto al aprendizaje de su autonomía física (caminar, alimentarse, co-
menzar a vestirse solos, etc.), así como también el control de esfínteres y el
aprendizaje de la higiene.
—
— Progresos en relación con la capacidad de lenguaje: que posibilita al niño ex-
presar sus deseos, comunicarse con otros y manejarse de forma más indepen-
diente.
Es a partir de estos aprendizajes que se produce el desarrollo de la autonomía,
es decir, el niño empieza a autoexpresarse y a tener una mayor libertad física, de
locomoción y verbal. Se observa en esta fase un gran desarrollo psicológico y motor,
en función del cual el niño aprende a explorar el mundo y comienza a descubrir e
identificar objetos y a desarrollar una conducta propia, reconociendo que es capaz
de hacer cosas por sí mismo y que puede actuar de forma autónoma, a partir de lo
cual logra su primera emancipación (de la madre). De este modo, va quedando atrás
el convenio del niño de estar de acuerdo con su madre, acuerdo que caracterizó la
atmósfera de confianza mutua del primer estadio, el cual deberá quebrantarse en la
medida en que los niños sustituyan cada vez más el juicio de los adultos por el propio
(Posada y Gómez Ramírez, 1997).
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Bordignon (2005) señala que el logro de la autonomía constituye una conquista
muy importante para el niño, quien deja de ser un bebé absolutamente dependiente de
su madre para convertirse en un individuo ejecutor.Estos progresos en su desarrollo,se
asocian principalmente con el comienzo de sus primeros pasos y el inicio del lenguaje,
capacidades que le permiten a su vez solucionar problemas y comunicarse con el medio
que le rodea. Por otra parte, es necesario destacar que en este momento evolutivo el
niño evidencia un comportamiento oscilante entre docilidad y oposición, terquedad y
violencia, conductas de sumisión y un pensamiento más crítico y activo, acciones de
cooperación y terquedad. Dicha ambivalencia tiene que ver con la dinámica que se
da entre sus impulsos instintivos, las exigencias de la realidad y la formación de su yo.
Son las experiencias más tempranas de libre voluntad y deseo del niño lo que lleva a la
afirmación de su incipiente y rudimentario yo.
No obstante, Erikson plantea que para que se produzca el desarrollo de la
autonomía también es necesario el acompañamiento de los padres, cuyo rol es
fundamental debido a que el niño precisa sentirse aceptado por los miembros de su
familia,aceptación que será para él gratificante y le proporcionará mayor confianza para
afianzar su conducta autónoma.A su vez, sostiene que este comportamiento más libre
e independiente por parte del niño irá incrementando en etapas posteriores, lo cual le
permitirá llegar a ser alguien que puede desear libremente y orientarse por sí mismo.De
allí que la frase que identifica a este estadio es“Yo soy lo que puedo querer libremente”.Un
excesivo sentimiento de autoconfianza y/o la pérdida de autocontrol por parte del niño
en algunas situaciones generan inevitablemente en él sentimientos de vergüenza y duda,
los cuales producen la inhibición de la autoexpresión, la disminución de su autoestima,
sentimientos de desprotección e inseguridad respecto de las cualidades y competencias
ya adquiridas. Sin embargo, estos sentimientos de inseguridad son inevitables y hasta
necesarios para la formación de la conciencia moral, el sentido de justicia, la ley
y el orden, por tanto es preciso que el niño logre un equilibrio entre autonomía-
heteronomía, experiencias de amor-odio, cooperación-aislamiento, comportamientos
solidarios altruistas versus conductas egocéntricas y hostiles, entre otras.
La edad de dos años suele ser el momento en que el niño manifiesta más
claramente su necesidad de autonomía y cuando suele evidenciarse el cambio de un
niño dependiente y dócil a un niño más autónomo, libre y de temperamento fuerte.
La locomoción y el lenguaje permiten a los niños darse cuenta de que son seres
independientes, que pueden tener cierto control del contexto en el que viven para lo
cual poseen capacidades, habilidades y destrezas cada vez mayores, que son capaces
de exponer sus propias ideas, deseos, preferencias e interés y la manera que tienen
deprobar esto frecuentemente es mediante el “negativismo” (decir “No” en cada
oportunidad en la que no están de acuerdo para imponer su punto de vista u opinión)
(Robles Martinez, 2008).
De acuerdo con Bordignon (2005),es en los momentos en que surge la vergüenza
y la duda cuando los niños precisan recibir orientación y ayuda de otros, andamiaje
necesario para que se produzcan progresos en su desarrollo. Así, la presencia de los
padres y su apoyo brindado a los niños es fundamental para el ejercicio y aprendizaje de
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la autonomía, la autoexpresión, la superación de sentimientos de inseguridad, así como
también para la formación del deseo y el respeto por las normas de la sociedad en la
que vive. Es necesario que en esta etapa al mismo tiempo que los niños emprenden el
camino hacia su autonomía que los adultos estén presentes como figuras de andamiaje,
brindándoles un refugio seguro, a partir del cual puedan explorar y descubrir el mundo
y al cual puedan regresar por momentos para encontrar apoyo.Cuando el niño es capaz
de resolver de forma positiva el conflicto característico de esta etapa, emerge en él la
virtud de la voluntad definida por Erikson como “la determinación para desenvolverse y
actuar libremente, a pesar de la experiencia inevitable de la vergüenza y la duda”. La tarea
primordial de esta etapa es, entonces, la de alcanzar un cierto grado de autonomía,
pero aun conservando un toque de vergüenza y duda.
La resolución positiva de la dialéctica autonomía versus vergüenza-duda genera
la virtud de la voluntad de aprender,discernir y decidir en términos de autonomía física,
cognitiva y afectiva, así el contenido de la experiencia puede ser expresado como “yo
soy lo que puedo querer libremente”. La presencia de los padres es fundamental en
esta etapa para el ejercicio de la autonomía. Si papá y mamá (y los otros cuidadores
que entran en escena en esta época) permiten que el niño explore y manipule su
medio, desarrollará un sentido de autonomía o independencia. Los padres no deben
desalentarlo ni tampoco empujarlo demasiado.Se requiere,en este sentido,un equilibrio.
Se necesitan padres que sean “firmes pero tolerantes” en esta etapa. De esta manera,
el niño desarrollará tanto un autocontrol como una autoestima importantes.
Por otra parte,si los padres acuden de inmediato a sustituir las acciones dirigidas
a explorar y a ser independiente,el niño pronto se dará por vencido,asumiendo que no
puede hacer las cosas por sí mismo sintiéndose incapaz y desarrollando un sentido de
vergüenza y duda.Lo mismo ocurrirá si subestimamos sus esfuerzos o nos burlamos de
ellos.También hay otras formas de hacer que el niño se sienta avergonzado y dudoso.
Si le damos al niño una libertad sin restricciones con una ausencia de límites, o si le
ayudamos a hacer lo que él podría hacer solo, también le estamos diciendo que no es
lo suficientemente bueno.Si no somos lo suficientemente pacientes para esperar a que
el niño se ate los cordones de sus zapatos,nunca aprenderá a atárselos,asumiendo que
esto es demasiado difícil para aprenderlo y dándose por vencido muy pronto.
No obstante, como se mencionara, un poco de vergüenza y duda no solo es
inevitable, sino que incluso es bueno. Sin ello, se desarrollará lo que Erikson llama
impulsividad, una suerte de premeditación sin vergüenza que más tarde, en la niñez
tardía o incluso en la adultez, se manifestará como el lanzarse de cabeza a situaciones
sin considerar los límites y los atropellos que esto puede causar.Peor aún es demasiada
vergüenza y duda, lo que llevará al niño a desarrollar la malignidad que Erikson llama
compulsividad. La persona compulsiva siente que todo su ser está envuelto en las
tareas que lleva a cabo y por tanto todo debe hacerse correctamente. El seguir las
reglas de una forma precisa, evita que uno se equivoque, y se debe evitar cualquier
error a cualquier precio.
Por ello, si logramos un equilibrio apropiado y positivo entre la autonomía
y la vergüenza y la culpa, desarrollaremos la virtud de una voluntad poderosa o
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determinación. Una de las cosas más admirables (y frustrantes) de un niño de dos o
tres años es su determinación.Su mote es“puedo hacerlo”.Si preservamos ese“puedo
hacerlo” (con una apropiada modestia, para equilibrar) estaremos ayudando al niño a
enfrentar esta crisis exitosamente.
Estadio III: Iniciativa vs. Culpa
Erikson postula que entre los 3 y los 6 años la tensión evolutiva está entre el
polo de la iniciativa en contraposición con el de la culpabilidad. La autonomía ganada
en la etapa anterior conduce a experimentar nuevas capacidades y destrezas, en la
exploración del entorno circundante. Cuando los padres favorecen estas iniciativas,
los niños tienen mayores posibilidades de desarrollar sentimientos de autonomía, Por
el contrario, cuando las restricciones y las exigencias de autocontrol son excesivas,
los niños tienden a desarrollar sentimientos de culpa, relacionados con la falta de
aceptación de las normas establecidas por sus padres.
Para estimular la iniciativa los padres pueden animar a sus hijos a que lleven a
cabo sus ideas por sí mismos,alentando la fantasía,la curiosidad y la imaginación.Esta es
la época del juego pero no para una educación formal.Ahora el niño puede imaginarse,
como nunca antes, una situación futura, una que no es la realidad actual. La iniciativa es
el intento de hacer real lo irreal. La presencia de la tríada familiar es necesaria para la
formación de la capacidad de separación afectiva, de dar y recibir afecto a una tercera
persona, incluyendo la resolución del Complejo de Edipo. La virtud que surge de la
resolución positiva de la iniciativa versus la culpa es el propósito, el deseo de ser, de
hacer y de convivir, sintetizado en la expresión: “Yo soy lo que puedo imaginar que seré”.
El equilibrio entre la iniciativa y la culpa es significativo para el surgimiento de la
conciencia moral a partir de los valores internalizados en los procesos de aprendizaje,
en la iniciación del aprendizaje escolar, en la inserción social, a partir de prototipos
ideales representados por los padres, los adultos significativos y la sociedad. Pero no
siempre este equilibrio es fácil de lograr.Demasiada iniciativa y muy poca culpa significa
una tendencia maladaptativa que Erikson llama crueldad. La persona cruel toma la
iniciativa.Tiene sus planes, ya sea en materia de escuela, romance o política, o incluso
profesión. El problema es que no toma en cuenta a quién perjudica para lograr su
objetivo. Lo único importante es el logro mientras que el sentimiento de culpa pasa a
un segundo plano.La forma extrema de la crueldad es la sociopatía.La crueldad es mala
para los demás, pero relativamente fácil para la persona cruel. Peor para el sujeto es la
malignidad de culpa exagerada,lo cual Erikson llama inhibición.La persona inhibida no
probará cosa alguna,ya que“si no hay aventura,nada se pierde” y particularmente,nada
podrá ocurrir de lo que sentirse culpable.
En el niño, la crisis de iniciativa vs culpa implica la tercera crisis en el desarrollo
de la personalidad originada por la necesidad de manejar los sentimientos conflictivos
frente al yo. La iniciativa implica el impulso por “hacer” que entra en conflicto con el
deseo de aprobación y el“remordimiento” por sus equivocaciones.El niño de esta edad
buscará emprender, planear y llevar a cabo sus actividades pero la rigidez del súper-
yo lo hará sentirse culpable de sus objetivos, de sus planes y de sus acciones, cuando
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éstas no tienen la aprobación social. Por un lado, el comportamiento del niño se rige
por la exuberancia de probar cosas nuevas todo el tiempo, pero por el otro examina la
conveniencia de sus planes y acciones evaluando la posibilidad de desaprobaciones. En
esta etapa,los niños paulatinamente aprenden a equilibrar el sentido de responsabilidad
con la capacidad de gozar la vida. Cuando este motor por hacer se equilibra con la
culpa que genera la desaprobación, el niño desarrolla la virtud del “propósito”, que
implica el coraje de buscar y perseguir metas sin sentirse inhibido por el temor al
castigo. La curiosidad y el manejo del cuerpo le darán al niño la sensación de dominar
el mundo expresando permanentemente sus deseos al adulto de querer hacer las cosas
por sí solo.
“La iniciativa agrega a la autonomía la cualidad de la empresa, el planeamiento y el
“ataque” de una tarea por el mero hecho de estar activo y en movimiento, cuando
anteriormente el empecinamiento inspiraba la más de las veces actos de desafío o, por
lo menos, protestas de independencia” (Erikson,2002, pp. 77).
En esta etapa el niño descubre lo que él es capaz de hacer, su imaginación,
creatividad y expansión del lenguaje colaboran en ello,observándose,cuando la iniciativa
gana sobre la culpabilidad, un niño activo y decidido en sus planes y comportamientos.
Pero cuando la crisis iniciativa-culpa no se supera con éxito podremos observar niños
dudosos, con dificultades para decidir por sí mismos, temerosos y con sentimiento
de culpabilidad por aquello que realizan. El rol que juega la familia en esta etapa es
fundamental así como los valores y estilos educativos que ésta transmite en la crianza.
Si bien, a finales de la etapa comienzan a establecer relaciones de amistad verdadera
con sus pares, las relaciones fundamentales son con sus padres y el niño absorberá los
valores y actitudes del contexto en la que es educado.Al mismo tiempo, se produce
en estos años el proceso de tipificación sexual en el cual los niños van captando
mensajes de la sociedad acerca de cómo se deben diferenciar niños y niñas. Los niños
son recompensados por comportamientos de estereotipos del género (masculino o
femenino) al que pertenecen, que los padres creen apropiados, y son castigados por
comportamientos inapropiados.Al mismo tiempo que el niño va aprendiendo a través
de la obediencia y el castigo, aprende a evaluar de acuerdo a las consecuencias y va
formando sus primeros criterios morales.
El preescolar se mueve entre distintas fuerzas, se identifica, imita, aprende de
modelos y por otra parte busca diferenciarse,independizarse y desarrollar su autonomía.
Los años escolares
Estadio IV: Laboriosidad vs. Inferioridad
Para Erikson el niño con el ingreso escolar desarrolla el sentimiento de la industria
o laboriosidad. A esta edad los niños a través de la escuela reciben la “instrucción
sistemática”, desarrollándose los elementos fundamentales de la tecnología y la
apropiación cultural. El niño está gozoso del aprendizaje académico y desea demostrar
a los otros cuánto éxito está logrando en su tránsito por el conocimiento.En esta etapa,
el niño compite consigo mismo y con los demás; implica la entrada al mundo social y,