1. Los transgénicos, una moneda al aire
Por Dulce Tania Gutiérrez Guadarrama
Para unos, los problemas de la desnutrición y el hambre mundial solo pueden resolverse
con la ayuda de los organismos genéticamente modificados (OGM). El mijo resistente a la sequía
y el camote vacunado contra los virus son solo dos de las armas que ofrecen las biotecnologías
para combatir el hambre. Aunque estos productos, generan esperanza para erradicar la falta de
alimentos en el mundo, no echemos las campanas al vuelo, ya que no se conoce todavía con
certeza el impacto que puedan tener en la salud de las personas. En este ensayo se abordarán
las repercusiones que tiene el cultivo de transgénicos en el medio ambiente, la salud y la
economía de las naciones.
Los promotores de los alimentos transgénicos destacan que estos productos tienen un
mayor rendimiento económico y de producción. Esto se debe a que poseen en sí mismos
toxinas que podrían ser modificadas para contrarrestar de manera específica a los insectos, lo
que reduciría costos en plaguicidas. Por otra parte, se asegura un aumento en la vida pos
cosecha, lo que garantiza un incremento del 30% en el rendimiento de la producción (Ortega,
2008). Además de la cantidad, con la modificación genética se puede lograr mayor calidad
nutrimental, lo cual es especialmente relevante en países pobres, cuyos recursos los llevan a
tener una alimentación poco variada, basada en arroz, frijol o maíz.
A pesar de sus aparentes bondades, el cultivo de semillas modificadas puede ser dañino
para el ecosistema. El tiempo que se ha dedicado al estudio de los efectos de estos productos
no es suficiente para garantizar al 100% su eficacia y seguridad, ya que, desde el inicio de las
investigaciones, los OGM han generado resistencia a los medicamentos conocidos, debido al
proceso de modificación genética. En España, se reportó que, en el afán de sobrevivir, algunos
insectos han presentado mutaciones en su genotipo debido a la siembra de alimentos
transgénicos, lo que les permite ser resistentes a los plaguicidas (Aparisi, 2004). Una mayor
resistencia genera la necesidad de desarrollar insecticidas más potentes, lo que implica un
riesgo inminente en el medio ambiente y en la salud de quienes habrán de tener contacto con el
pesticida.
2. El peligro no solo es para quien los cultiva, sino también para quien los consume, ya que
los transgénicos contienen químicos que ponen en riesgo la salud. Aunque los estudios sobre los
efectos de los OGM en el ser humano son escasos, nos podemos una idea con los resultados
que se han obtenido en la experimentación con animales. El científico Jeffrey Smith (2007)
reporta en su libro Ruleta Genética que las ratas que fueron alimentadas con papas
genéticamente modificadas, tenían riñones, corazones, cerebros y testículos más pequeños, que
las ratas alimentadas con papas no modificadas; también presentaron daños en el sistema
inmunológico y mostraron cambios estructurales en las células blancas de la sangre lo que las
hacía más vulnerables a las infecciones. Mientras se asegura que estos productos son 100%
seguros para el consumo del ser humano, se deberían etiquetar adecuadamente, para que la
población conscientemente tome la decisión de comprarlos o no.
Además de los daños al ecosistema y a la salud, la producción de OGM también presenta
riesgos económicos, ya que solo beneficia a las grandes empresas. Las patentes de estos
productos pertenecen a un puñado de multinacionales, que controlan el mercado y edifican en
torno a sus descubrimientos auténticas murallas de costos prohibitivos. En la década de los 60,
la creación de variedades de trigo y arroz de alto rendimiento duplicó la producción de
alimentos, pero estas semillas, ávidas en aditivos (riego, abonos, herbicidas y pesticidas)
beneficiaron sobre todo a los laboratorios de biogenética y a los inversionistas (Aparisi, 2004).
Supuestamente, la nueva generación de productos OGM, no necesitan de aditivos y pueden
cultivarse en zonas de condiciones extremas, pero si el acceso a las semillas milagrosas está bajo
el control de las multinacionales, si la información y los recursos financieros no están al alcance
de quienes los necesitan, las grandes empresas serán las únicas que se sigan beneficiando.
Aunque en principio, los alimentos transgénicos parecen ser la solución perfecta, la
realidad es otra y no puede ser ignorada. Con el avance de la tecnología los científicos han
podido alterar los genes de algunas especies para conseguir otras cualidades, sin embargo,
todavía no se tiene control sobre los efectos que esas alteraciones pueden causar en los seres
humanos, el ecosistema y la economía. Hay mucho que queda aún por descubrir con respecto a
los productos genéticamente modificados y sus efectos, de eso no hay duda, así que mientras
no contemos con los conocimientos, ni las normas, ni los recursos necesarios para tener un
3. control pleno sobre la producción y distribución de estos alimentos, el aventurarnos a abrir la
puerta a la revolución de los OGM, sería lanzar una moneda al aire.
REFERENCIAS
Aparisi, Angela. (2004). Alimentos Transgénicos y derecho humano a la salud. Recuperado de
www.aebioetica.org/rtf/05bioetica53.pd
Ortega, Refugio. (2008) Maíz transgénico: riesgos y beneficios. Recuperado de
www.revistauniversidad.uson.mx/revistas/22-22articulo%209.pdf
Smith, J. (2007) Genetic Roulette: The Documented Health Risks of Genetically Engineered Foods.
(n.d.)