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La experiencia de la vida en la perspectiva de la vida<br />Contenido<br /> HYPERLINK   quot;
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 Pulsiones de Vida<br /> HYPERLINK   quot;
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 Cap. I: agenciar, flujo y devenir. <br />         HYPERLINK   quot;
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 Agenciar en Deleuze<br />         HYPERLINK   quot;
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 Devenir experiencia<br /> HYPERLINK   quot;
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 La experiencia como coexistencia<br /> HYPERLINK   quot;
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 La experimentación como producción<br /> HYPERLINK   quot;
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 Una experiencia múltiple<br /> HYPERLINK   quot;
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 Cap. III: CsO: una multiplicidad audible, inmanencia<br />   HYPERLINK   quot;
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 El mundo del Cuerpo sin Órganos (CsO)<br />         HYPERLINK   quot;
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 Cuerpo sin Órganos<br />   HYPERLINK   quot;
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 El cuerpo como multiplicidad<br />       HYPERLINK   quot;
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 Desde cualquier punto: Cuerpo sin Órganos<br />   HYPERLINK   quot;
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1,96730,96756,0,,El mundo de la Inmanenciaquot;
 El mundo de la Inmanencia<br />Conclusión<br />La filosofía como experiencia de la vida<br />La experiencia de la vida en la perspectiva de la vida<br />Hacer un texto en nada es sencillo y máxime si se trata de algo valioso y trascendental para la proyección personal; aún más difícil cuando se trata con un estilo particular y no pocas veces tildado de esquizofrénico. Sin embargo la intención y la disposición espero ha de cambiar este cuadro aparentemente difuso. El sentido general es un trabajo serio e intelectual que nada desdice de otra investigación sometida bajo las rúbricas de otros estilos.<br />Conforme con esta explicación, pues considero necesaria, bajo los inevitables ataques que a ritmo de “buen filósofo” suelen darse, espero entonces iniciar y siempre iniciar esta investigación que usted, inestimable lector sabrá valorar bajo el flujo de sus apetencias espacio-temporales.<br />Sin más, el título que he considerado para este singular trabajo es: “La experiencia de la vida en la perspectiva deleuziana-guattariana”. Experiencia, porque fielmente define una vivencia como un acontecimiento ya de uno o de varios. Vida, porque se trata de usted, de mi, de nosotros y de aquello(s); en cada dimensión suceden cosas que fuerzan como mínimo un relato, un sentido, una expectativa, una sensación, una idea, un absurdo, en síntesis una experiencia. Perspectiva, porque no deja de ser una entre muchas miradas; un criterio que acompaña una percepción, un sentir o una intuición, tal vez una demostración. Deleuze-Guattari, porque para el camino se necesita de un(os) aliados y entre más avezados más rica la aventura, ni mucho menos tranquila y segura, al contrario, más tenebrosa y oscura, pero en definitiva rítmica y palpitante a cada paso; de entrada se está perdido: ya no se sabe quién apoya ¿Deleuze? ¿Guattari? Incluso ambos se ven perdidos, escriben a dúo y han dejado de ser cada uno, son un tercero. Aún así, espero librar las adversas situaciones a esta aventura, construyendo con ellas un reto a mis bien conocidos límites. El objetivo, afianzar un cuerpo con capacidad de afectar y que pueda llegar a ser una de sus múltiples experiencias.<br />Pulsiones de Vida<br />La investigación que nos acusa: “La experiencia de la vida en la perspectiva deleuziana”, intenta dar tratamiento a una mirada muy particular, como la de Deleuze en torno a las nociones de vida y experiencia. Alrededor de dichas nociones hacer referencia a conceptos que giran en la dinámica de una filosofía de la vida, tal vez sería más preciso, una filosofía de la diferencia que encarna cierta democracia de las acciones colectivas y cierta simpatía en torno al comportamiento humano en contexto.<br />Innumerables conceptos pueblan el territorio deleuziano, algunos de ellos bajo una máscara de extrañeza y hasta mística; sea el caso del Cuerpo sin órganos, de rizoma, máquina abstracta, máquina de guerra, desterritorialización, actual-virtual, agenciamiento, deseo, encuentro e incluso el de creación. Conceptos venidos de un encuentro, fruto de las idas y venidas del camino aventurado, así mismo de las proyecciones de un  pensamiento que no cesa de idear. Es de anotar, no están solos ni vienen de la exclusividad deleuziana; algunos son bloques que corresponden a una historia definida de la filosofía o nos vienen de algún campo disciplinar; otros, están acuñados en la frondosidad de un pensamiento a dúo donde se pierde el quién para dar lugar a cierto agenciamiento colectivo de deseo y de producción. <br /> A través de Deleuze se respira un aire denso y lleno de intensidades; como si la pausa y el descanso no tuviesen forma. Lo que expresa, acuña una posibilidad de crear; lo que recrea es afirmado por la consistencia de una corporeidad vital. Nada escapa a una relación o a un encuentro; cosas e ideas se cruzan sin cesar. Del choque de energías la emergencia se produce, nuevas formas e informaciones auspician motivos de indagación o de experimentación. Toda una inmersión en una experiencia que se configura en el propio cuerpo y se hace en un plano por doquier inmanente. De tal modo, la experiencia de la vida se enriquece en la superficie de los cuerpos, en la apuesta de un deseo o en la aventura de transformar los límites. <br />He ahí un encanto, sentir esta gama de experiencias en la frenética sensación de un todo que nos cruza. Toda una ontología de lo singular que atraviesa las esferas de lo mediático y lo local, para hincar las hordas de una multiplicidad no sólo de acontecimientos sino de devenires cuál más; esto es, siguiendo a Jakob Von Uexküll: Un mundo donde no existiría un orden de preponderancia o de más importancia que otro orden, en especial, en el mundo animal, sólo mundos en su devenir. <br />Bajo este matiz, la experiencia se configura en una dimensión de complejidad creciente; a la luz de los flujos de información y de encuentros que hacen posible no sólo la diversidad sino la interacción de formas y modos de ser diferenciados. La experiencia de la vida ya individual, ya colectiva se circunscribe a un mundo particular; mundo dado en una plenitud de elementos que lo configuran y a su vez lo llenan de identidad o de sentido. La filosofía deleuziana a mi modo de ver, describe los rasgos, las secuencias, las proyecciones y los entornos humanos en función de un acontecer del que se hace experiencia de tal modo, es factible la interacción de diversas miradas que soportan una lógica de la vida y de ello un análisis del comportamiento que supera las expectativas de la ciencia social en torno al mismo objetivo. Incluso, más allá de un fundamento, la permanente invitación al desarrollo de una vida intensa, que brilla por su propia fuerza y halla en el camino el aliciente suficiente para crear.<br />Que fuerza no llevan las palabras: “¡Experimenta en lugar de significar y de interpretar! ¡Encuentra tú mismo tus lugares, tus territorialidades, tus desterritorializaciones, tu régimen, tus líneas de fuga!”. Incitación-afirmación de un estilo que ha de pretender la dignificación del acontecimiento; la confirmación de una vida que se realiza eludiendo aquello que le cosifica. Cuanta fuerza en la idea de una experiencia que se ofrece a sí misma, en su desarrollo vital; no un esquema dibujado sino un mundo construido a velocidades dispares. No tratándose de encontrar un lugar y esperar allí que se desarrolle el mundo, se vive la mezcla y los tirones de fuerzas bien, no siempre en la misma dirección pero coexistentes en alguna función, en algún agenciamiento común. Líneas que se cruzan bifurcándose, para potencializar  emergencias que enriquecen no sólo las condiciones dadas sino instaurar nuevas formas y consistencias. <br />Experimentar no sería un lanzarse a la deriva, ni ser arrastrado ciegamente por el medio asociado; existe y en Deleuze tal vez sea un impulso vital, la resistencia a estados de muerte o a puntos de no retorno llamados “agujeros negros”. Inhibición, represión o pérdida es el resultado de caer en alguno de ellos. En sí, todo un peligro para el despliegue de fuerzas creativas o para las líneas de fuga. <br />La experiencia de la vida sería un contraste efecto camaleón, una vez inmerso en un medio se ofrece toda una coreografía en la cual no es factible no participar; se asume una posición como se dispone el ambiente a acciones que marcan tal o cual ruta.  <br />“Pero sobre todo no hay que creer que basta con distinguir masas y grupos exteriores en los que alguien participa o a los que pertenece, y los conjuntos internos que englobaría en sí mismo. La distinción no es en modo alguno de lo exterior y la de lo interior, siempre relativos y cambiantes, intercambiables, sino la de tipos de multiplicidades que coexisten, se combinan y desplazan –máquinas, engranajes, motores y elementos que intervienen en un determinado momento para formar un agenciamiento productor de enunciado: te amo (u otra cosa)-.”   <br />Con Deleuze y en algunos casos, Deleuze-Guattari, se afirma una condición imprescindible de multitud; la experiencia de la vida no tiene su origen en un punto determinado, sea la subjetivación o el intento de objetividad, se ofrece en un conjunto de fuerzas extrañas de las que participa el cuerpo como protagonista. He ahí, la mirada sobre lo biológico y los centros de percepción que configuran el sentido de alguna realidad; con ello, la posibilidad de pensar un estudio comparado del comportamiento humano con el mundo animal. Pues antes que otra cosa, un cuerpo que circula entre las cosas y los estados de las cosas. Aquel “[…] conjunto de válvulas, cámaras, esclusas, recipientes o vasos comunicantes […]” operando como un centro de vibración.<br />Se vive una experiencia pasando por una excitación corporal, claro está, de manera impersonal. Siempre la necesidad de otros impulsos y/o centros vibratorios. Toque perceptivo por doquier en “el mundo de las velocidades y de las lentitudes sin forma, sin sujeto, sin rostro”. Así, la experiencia es una construcción que partiendo de estados perceptivos se arriba a la sensación, al sentido y al acontecimiento. <br />Evocación de una ontología de la singularidad bajo la que se dimensiona un impulso vital, realizado en su particular devenir. El mundo que circunda dicha singularidad es una vivencia plena, una característica que fuerza a los individuos a salir de los arquetipos y de los medios de pasividad. La experiencia en la perspectiva deleuziana es activa, intensa e inherente a un plano de inmanencia. Los individuos se desenvuelven por una voluntad que arrastra y atrae energías que crean un mundo. “Somos desiertos, pero desiertos poblados de tribus, de faunas y de floras. Empleamos el tiempo en colocar esas tribus, en disponerlas de otra forma, en eliminar algunas, en hacer prosperar otras”. La vida de cada quien se juega a dicho nivel y la experiencia de cada quien se dimensiona en su afirmación de los límites y de sus prolongaciones. Un constante pasar por estados, Deleuze suele llamarle bloques, series o ritornelos. Una vida espasmódica o jadeante que cambia a cada tirón. “Nada de infinita reseña de interpretaciones siempre un poco sucias, sino proceso finitos de experimentación, protocolos de experiencia”. <br />Una apuesta, siempre una apuesta a través de un medio; hacerse a un territorio para tal vez después, no reconocerlo y agenciar otras esferas, “hacer un camino” aunque sea en el pensamiento. La experiencia de la vida se incorpora en un ser que vibra y arremete con fuerza y vivacidad, en un cruce turbulento y no siempre placido. Al contrario, demasiado nervio incluso para atreverse; sin embargo, parecería que comprenderlo es todo, no porque se parta de alguna parte o se llegue a parte alguna, sino porque el individuo se desinhibiría, se establece en un medio de relaciones afirmando su actualidad. De anotar, no es un proceso de vida egoísta; existen implicaciones que fuerzan las distribuciones y afrontarlas sería un constante reto. Las desterritorializaciones son un resultado de esa tensión que se produce y por lo que se asciende a las propias producciones. Una cuestión de arrojo matiza la experiencia de la vida en la perspectiva deleuziana; un pleno de energía que no siempre sabe lo que hace. <br />Frente ha dicho atrevimiento, el de la producción, el de la creación. ¿Qué fuerza procurar para producir una experiencia singular? Se nos ofrece todo un movimiento que configura de manera especial una filosofía de la vida por la que la intensidad de las acciones es primordial en el proceso de llegar a ser y en ello, el de instaurar un mundo en pleno de dignidad. Un acto mismo que invita en sí a su problematización. Por lo tanto, la experiencia de la vida en la perspectiva deleuzina-guattariana es confirmada sobre la pertinencia de una especie de acto puro, que sin desligarse de su medio, intensifica su hacer en el ser de un sentido.<br />Los temas abordados en el siguiente trabajo, apuntan en primera instancia, a un recorrido sobre algunos conceptos que nos dicen de una experiencia de la vida que se construye, no pocas veces, fuera de la línea de lo formal y lo pautado socialmente. Construcción vital que girando en torno a lo molar y lo molecular, fragua en el individuo sensaciones y pulsiones que le llevan, aunque sea como mera imagen del pensamiento, a las fronteras de un acto que le reivindica  en su condición vital.  De ahí, en el capítulo primero trataremos las nociones de agenciamiento, flujo y devenir como nociones que apuntan al modelo de un mundo abierto; un mundo por el que los comportamientos y actos van bajo el compas de ser y un hacer intenso. El capítulo dos, gira sobre la noción de experiencia y la de experimentación; conceptos que reflejan la intensión de los autores en la proyección de un individuo innovador y creador de ritmos que establecen conexiones en detrimento de procesos vitales que castran la vida. En el tercer  y último capítulo, el concepto de cuerpo sin órganos, como prevalencia de una experiencia que no se deja atrapar en la organización de los sistemas, las instituciones o las teorías que aminoran las propias potencias. Al igual, visualizar el mundo como mundo de la inmanencia por el cual la vida no sólo es percibida sino sentida en su máximo devenir. En la conclusión, una filosofía que se afirma como experiencia de un proceso de creación ligado a un mundo consistente, donde no se desconoce acciones y pulsiones de los sujetos que interactúan al paso de un impulso singular.  <br />Cap. I: agenciar, flujo y devenir. <br />    La filosofía deleuziana no puede ser comprendida como una totalidad del mundo. Sin embargo, gira sobre la totalidad, sobre un conjunto o estado de cosas que acontecen. Siendo, en la idea de un todo, la realidad una construcción comprendida e implicada. Coexistencia de entes comprendidos en una relación perpetua o lo que es lo mismo, en grados de proximidad indefinible, v, gr. la familia, la empresa, la política, el individuo o la educación, en una red que teje y entreteje diversos acontecimientos. Lo cual, implica, territorializar-desterritorializar, en una serie de eventos que se envuelven bajo el flujo de individuantes experiencias. Un todo que no es más que la superficie donde suceden las experiencias singulares y colectivas. <br />En el conjunto, como estado de cosas en una superficie, se establece una relación que finalmente termina desconociendo el afuera y el adentro1. Pues lo que hay es un pensamiento implicado, en la dinámica de un análisis de un mundo, no precisamente de un mundo estrictamente fundamentado, pero ¿Cómo se da dicha relación? ¿Cómo establecer principios a partir de un encuentro que se desconoce? ¿Cómo captar la experiencia de la vida donde no existe un fundamento? En tanto, “pensar nace de un azar, pensar es siempre circunstancial, relativo a un acontecimiento que sobreviene en el pensamiento”2.<br />    Así, nada más en Deleuze, para este trabajo de investigación, señalar la consistencia de la experiencia de la vida. Formas, modos, percepciones o desplazamientos implicados. Una experiencia, un evento que se traslapa en un  plano. No una discriminación descollante de los recovecos filosóficos de su obra. Primero, porque su filosofía no se determina, ni existe un punto sobre el cual, a partir de sí mismo se generen los otros. Segundo, porque de lo que se trata es del análisis de los elementos que aportan a una comprensión de la experiencia de la vida sin más pretensión que mostrar ¿Cómo la filosofía se convierte en insumo para comprender las fases que comprometen la vida humana en su vivencia? <br />    Captar lo que acontece en un cuadro susceptible de descripción; pensar la riqueza de la experiencia de la vida a la luz de la filosofía deleuziana es el objetivo inicial.  Para luego, en el proceso, buscar un “qué” códifica y señala, sí llegase a existir, dicha experiencia. En este sentido, el referente primario, pensando en conjunto, será el término “agenciamiento”, pues, emerge como “pivote” que fuerza a instituir la realidad en un plano y no en una trascendencia. Bien, en el sentido de un caso, de una experiencia o en el desplazamiento de una serie de momentos que forman una multiplicidad3; como si estuviésemos pensando en una plenitud. <br />Agenciar en Deleuze<br />    Agenciar implica desear. Por tal motivo, ambos conceptos irán de la mano en el despliegue de una filosofía de la experiencia de la vida.  No se piensa uno sin remitir a otro; en tanto, la filosofía deleuziana se hace en rizoma. En Mil mesetas se dirá que un rizoma se presenta como: “[...] Un sistema acentrado, no jerárquico y no significante, sin General, sin memoria organizadora o autómata central, definido únicamente por una circulación de estados”4. De ello, se puede comprender un algo donde algo pasa sin preconcepciones trascendentales o estamentos de orden significantes. Simbiosis de acontecimientos sin objeto y plan que se construyen en un plano inmanente. Lejos de lo que Deleuze-Guattari denominaran “los tres fantasmas: la carencia interior, lo trascendente superior y lo exterior aparente”5. Las cosas acontecen a velocidad extrema, a partir de lo cual la realidad se hace consistente. En razón de los cruzamientos o las trasparencias que posibilitan que las cosas se topen y se transformen en su encuentro. Presencia actual de un encuentro que trae en su seno lo virtual como un acto que potencializa la vida y la hace plausible a una superficie visible. Al menos, si entendemos que:<br />“Lo virtual ya no es la virtualidad caótica, sino la virtualidad que se ha vuelto consistente, una entidad que se forma en el plano de inmanencia que secciona el caos. Es lo que se llama el Acontecimiento, o la parte en todo lo que sucede de lo que escapa a su propia actualización. El acontecimiento no es el estado de cosas en absoluto, se actualiza en un estado de cosas, en un cuerpo, en una vivencia, pero tiene una parte tenebrosa y secreta que se resta o se suma a su actualización incesantemente: a la inversa del estado de cosas, no empieza ni acaba, sino que ha adquirido o conservado el movimiento infinito al que da consistencia. Es lo virtual lo que se distingue de lo actual, pero un virtual que ya no es caótico, que se ha vuelto consistente o real en el plano de inmanencia que lo arranca del caos” 6.<br />    Esto es7, la vida ni se hace ya ni es caótica en su ser, simple y llanamente la vida se crea como un evento siempre vitalizado en un plano de inmanencia. Creación dada, ahí, en el acontecimiento. Pero, como una forma recreada a partir de los flujos de deseo; en el motivo de agenciar sobre un fondo inmanente. Pues, agenciar es crear y se metaforsea en cada proceso de vida acontecido en el plano. Nada pasa por ser estático; todo es dinámico. Agenciar funciona en una gama de matices donde el deseo como dominancia construye mundo, en palabras deleuzianas, sentido. <br />Agenciar existe en un radio de acción implicado; ya singular, ya colectivamente y en su reciprocidad los afectos circulan. De ahí, una vivencia extrae del medio percepciones que le desbordan pues, nada se sabe lo que puede un cuerpo8. Entre otras, porque un “cuerpo no se define por la forma que lo determina, ni como una sustancia o un sujeto determinados, ni por los órganos que posee o las funciones que ejerce. […] Tan sólo afectos y movimientos locales, velocidades diferenciales”9; virtualidad que se repliega en una actualidad siempre impersonal. Agenciar se da en un movimiento, por ser implicado, no reducible en exclusivo a un yo. Llanamente, puede decirse, se focaliza en instancias con el poder de afectar y ser afectadas. El residir en uno u otro lugar, por ejemplo, implica la exposición a esto o aquello; se construye y se es construido. Se hace territorio en la medida de la posibilidad de su desterritorialización. Hoy aquí, mañana allí, en el fluir del deseo.<br />Los casos innumerables. ¿Quién no se ve, no sólo envuelto en el devenir del mundo sino, afectando y afectado en su experiencia vital? Tal vez suene a redundancia o excesiva confianza en los criterios deleuzianos pero, ¿cómo no considerar la actualidad y el proyecto al que estamos abocados10?  ¿Cómo no pensar en el movimiento trazado en cada desplazamiento y en la serie de implicaciones que se suceden? ¿Cómo no estimar finalmente, que “los agenciamientos son pasionales, son composiciones de deseo”11?<br />Flujos de deseo<br />    Fluir es una sentencia de orden vivencial. Impone vibraciones a cada acontecimiento; “sitúa” la vida en la experiencia12 y la refleja en una imagen que quiérase o no, impele afectos13. Pero un afecto en cuanto está en perenne relación, donde cosas y vivencias se cruzan al ritmo de un afuera que desborda todo interior. Fluir es la imagen que desborda toda noción de orden, sin caer apresuradamente en la idea de desorden, se nos ofrece el caosmos (o el carecimiento de límites) como el nicho del cual emerge el acontecimiento. Toda una ontología de la vida; las cosas y las vivencias se suceden sin designio, pero no por ello, no son producidas. Son en efecto, fruto de una fuerza que linda en la dimensión del sentido. <br />    La apuesta perceptiva de una experiencia de la vida en la perspectiva deleuziana se halla en este fluir seccionado en el plano de inmanencia; pues, “todo está permitido: lo único que cuenta es que el placer sea el flujo del propio deseo”14. Las cosas en el caosmos simplemente ocurren. Aunque, se dirimen para el mundo humano en la canalización del deseo. Tal vez, al ritmo de lo que Espinoza consideraba al respecto: “El deseo es el apetito acompañado de la conciencia del mismo […] Nosotros no intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque los juzguemos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos”15. <br />    Acaso no es un ejemplo palpable el hecho de vernos aquí o allá. Agenciando en un pleno de circunstancias que se hacen imperceptibles por la velocidad y la multiplicidad en que ocurren. Pero, en buena medida, decidibles al compas de un querer; construyendo un mundo y un sentido que deviene vida, a través de “[…] los agenciamientos multilineales o diagonales, que no son en modo alguno lo eterno, sino devenir, un poco de devenir en estado puro, transhistórico”16. Esto es, un acto en la aspiración de un deseo singular, que no pretende otra cosa que afirmar un agenciamiento en oposición a modelo alguno. Aunque entiéndase, el deseo no se des-inhibe del momento formal. Su pretensión, no creo sea ser indiferente al medio, al contrario, en su experiencia está envuelto. Actuar es fuerza envolvente que lleva al límite la propia circunstancia. Porque el “Universo no funciona por filiación. […] se desarrolla y se transforma por contagio”17. <br />La experiencia singular y/o colectiva fluye en proporción directa al encuentro. Nada pasa sin una intensidad (magnitud de una fuerza) que trastoca, moviliza o impele a indefinibles y no pocos desconcertantes actos. <br />  Un emblemático encuentro es el caso Hans o el pequeño Hans, en tanto instaura toda una tipificación del comportamiento y el intento de “sanear” lo que para la estructura social es susceptible de normalización: “dentro del más puro ejemplo del psicoanálisis infantil: no han cesado de romperle su rizoma, de emborronarle su mapa, de ponérselo al derecho, de bloquearle cualquier salida, hasta hacerle desear su propia vergüenza y su culpabilidad, hasta lograr enraizar en él la vergüenza y la culpabilidad”18. Con Hans, se nos ofrece la posibilidad de señalar una tensión. Hans intenta agenciar y el psicoanálisis le envuelve en la forma de su disciplina. En el saber cómo se debe actuar y disponer de sí en función de otros. El orden social señala el prototipo y el ideal de un mundo de perspectivas delimitadas. Agenciar aquí, es acompañar la sedimentación propia del quehacer psicoanalítico. Marcación unívoca de un territorio sobre el cual el mundo de la vida ha de trasegar. Reunión histórica que desborda la potencia creadora de las singularidades. Por lo que salir al paso, se convierte, entonces, en un acto creador que implica hallar sentido o un contrasentido a toda posesión involuntaria. <br />El problema, más allá de las fronteras de lo admitido y lo prohibido, está en que no se posibilita la canalización del propio deseo. Se le arropa con la sentencia significativa, bajo el envoltorio de lo conveniente y la estructura categórica. Quizás suene a denuncia e inconformismo, pero es una posición que asume cierta estetización de la experiencia en su dimensión vital. <br />¿Cómo no pensarse en el fluir de la vida, en tanto, se existe en camino? Bien puede subsistir una serie de contrasentidos que en sí desdibujan un panorama deseante, pero acaso, ¿Vivir no implica de por sí un peligro?  Tal vez esta sea el problema a dirimir ¿Cómo no caer en la anarquía o en la degradación de la propia vida, en el peligro a extraviar el sentido? Deleuze no fue ajeno a ésta percepción del peligro: “[…] el plan de consistencia no sólo corre el riesgo de ser traicionado o desviado bajo la influencia de otras causalidades que intervienen en ese agenciamiento, sino que el plan engendra sus propios peligros según los cuales se deshace a medida que se construye”19. <br />Aún a riesgo de perderse y de la sentencia de Badiou sobre la filosofía deleuziana al considerarla una filosofía de lo “anarco-deseante”20, la experiencia de la vida está inmersa en un fluir que escapa a nuestras consideraciones y para el caso, la filosofía de Deleuze nos posibilita comprender en la maraña de acontecimientos el sentido de dejar vivir, dejar pensar, dejar ser. <br />En Deleuze-Guattari existe un eco, después de pasar por los afectos en Espinosa, de la percepción del mundo como mundo en un conjunto21. Estados de cosas y vivencias se encuentran en interacción, pues no sólo se desea una cosa, se desea entre singularidades deviniendo. Por lo cual, “[…] devenir es el proceso del deseo. Ese principio de proximidad o de aproximación es muy particular, y no reintroduce ninguna analogía. Indica lo más rigurosamente posible una zona de entorno o de copresencia de una partícula, el movimiento que adquiere cualquier partícula cuando entra en esa zona”22. Se sucede o se acontece en un medio, en una multiplicidad. No se está ni lejana e inmediatamente solo. Por ende, se existe en un medio implicado, envuelto; donde cada cosa se halla en un plano de afectación. De tal manera, en una zona de encuentro donde ¿Quién no desea que las cosas circulen? <br />En síntesis, “el piojo es una “piojería”23, allí, existe una multiplicidad o un presente del afuera del deseo. O lo que es lo mismo, a pesar de la extrañeza de un mundo dominado-ordenado, el fluir de un cuerpo sin órganos24, tan fino y sutil como la experiencia de la vida. Augurio “cruel” de un estado de creación que admite dimensiones por las que pasa, incluso, hasta el prohibido prohibir.<br />Devenir experiencia<br />Un concepto que circula la filosofía deleuziana es el de experiencia; incluso considero, la condición plausible de toda consistencia fruto del cruce de fuerzas y afectos, está en la mira de una experiencia. Experiencia dada en un tiempo y en un espacio; para Deleuze el espacio es un plano de inmanencia, el tiempo una serie fragmentada de infinitos momentos. Así las cosas, la experiencia es una emergencia no venida de lo posible sino, de un despliegue de relaciones de fuerzas que instauran, a partir de la diferencia, territorios, desterritorializaciones, agenciamientos, creaciones, conceptos, perceptos y funtores, en últimas, mundo. ¿Cómo pensar este mundo a partir de las condiciones de experiencia? ¿Cómo pensar la experiencia en función del tiempo y del espacio? ¿Cómo comprender el en sí de la experiencia como acto de creación o de diferencia? Son las cuestiones a tratar en torno a una filosofía de la experiencia singular. <br />Existe experiencia en la consistencia “de los estratos que se refuerzan y se organizan, y que en los estratos el plan de consistencia actúa y se construye, ambas cosas fragmento a fragmento, golpe a golpe, operación tras operación”. Plena vinculación a una realidad que atraviesa los seres y de la cual no se escapa por capricho. Se está a plenitud de una vivencia, por lo demás, impregnada de fuerzas que hacen territorio que por momento tienden a perdurar a la luz de sus significancias y los pequeños terrores acentuados por doquier. Organización de elementos susceptibles de ordenar los cuerpos en una distribución sin par. Sin embargo, implicados en un tiempo, igualmente potencializados a su desterritorialización.<br />Experiencia de un significante que tiene “una sustancia, o el significante tiene un cuerpo que es Rostro (principios de los rasgos de rostridad, que constituye una reterritorialización)”; ser de la ley y de los modelos, personificación de los sistemas. Presencia de la impotencia del pensamiento en la figura de un tribunal de la razón. Cada instancia apetece un ser vertical atrapado en el obedecimiento a los patrones de la significancia. Mezcla de categorías en función de una ideología sedimentada. A lo que se invita, un acto de creación, “ser extranjero en su propia lengua”. Caminos dispares, el primero como un motivo seguro, el segundo como aventura de las conexiones y los encuentros.<br />El encuentro se asume como la pertinencia de un deseo; como una política de la sensación y del sentir. Hacer un mundo es la circunscripción de una individuación que no escatima esfuerzos en incorporarse como fuerza a las prácticas de la vida. He ahí, una experiencia de la circulación de las singularidades halladas en la superficie que toda lo soporta y lo admite. Cruce de experiencias que se confabulan en un conjunto para ofrecer un sentido de vida. Ya en el cine, la literatura, el arte, la ciencia o la filosofía, entre otras, se asume condiciones imperceptibles para los encuentros que figuraran las diferencias y las intensidades. Figúrese una experiencia en la que un encuentro es fortuito y la línea de la vida toma una variante indiscernible; tal vez, a través del cine, quizás a partir de un duelo o más aún, por medio de la enfermedad o en dinámicas incomprensibles. De lo que no escapa entonces el pensamiento:<br /> “pensar nunca será engendrado en el pensamiento si este no es, primero, afectado. Los tres conceptos, fuerzas, afuera y afecto, son solidarios: encontrar el afuera es siempre ser forzado, involuntariamente afectado; o más bien un afecto es involuntario por naturaleza puesto que viene del afuera, puesto que implica un encuentro, puesto que es el índice de una fuerza ejercida sobre el pensamiento desde el exterior”. <br />El afecto como experiencia impele a los cuerpos a determinado grado de intensidad; la práctica política es muestra de ello. Convergen fuerzas que se encuentran en intereses de los cuales emergen estrategias que finalmente se desbocan o se descarrilan ante la aparición de nuevas fuerzas. Cambio de rumbo a parajes atractivos o problemáticos pero vitales para su existencia. El encuentro no modela, obliga a pensar sintiendo transpiraciones. “Nada sabemos de un cuerpo mientras no sepamos lo que puede, es decir cuáles son sus afectos, cómo pueden o no componerse con otros afectos, con los afectos de otro cuerpo, ya sea para destruirlo o ser destruido por él, ya sea para intercambiar con él acciones y pasiones, ya sea para componer con él un cuerpo más potente”.<br />Espacio abierto por el que se atraviesan las experiencias y de las cuales no se sale incólume. Algo pasa y pasa desbordando las insinuaciones de la organización; ésta pretende reterritorializar a partir de un rostro pero en sí, despliega fuerzas que abren y dispersan desde su interior. De encuentros afectivos, los grupos minoritarios que fortalecen las democracias tarde o temprano tensan la cuerda y la obligan a ceder. Juego de fuerzas coexistentes que desconoce autoridades. Se desconoce no porque se les omita sino porque “estamos lejos de la producción filiativa, de la reproducción hereditaria”. El campo de fuerzas no permite más que unas conexiones dadas por contagio. Coordenadas de un desplazamiento activo e intempestivo.  Remisión a un “plan de consistencia ocupado por una inmensa máquina abstracta de agenciamientos infinitos”.<br />Un par de casos de esta circulación de fuerzas por las que la experiencia se nos ofrece por contagio y en buena medida se abstrae de la organización está en la frecuencia potencial de una minoría y el no surgimiento del líder de manada. En el primer caso Deleuze como teoría y descripción de consistencias coexistentes insta a una incursión en el juego de fuerzas cuando: “inspira un análisis de los espectáculos transexuales y de los vídeos alternativos según los términos de un “flujo de los cuerpos” y de un “teatro performativo” de la resistencia; o bien justificar un nuevo enfoque postfeminista de la anorexia en nombre de su “ética no reactiva” de la “negociación permanente”; más palpable en una corriente feminista antiesencialista que aprovecha el recurso antidualista deleuziano-guattariano (hombre-mujer, homo–hétero) para su afincamiento.  Ahora bien, con respecto al funcionamiento de manada Deleuze trae a colación: <br />“las bandas de los niños de Bogotá […] se reúnen y realizan los robos juntos, con botín colectivo, pero luego se dispersan, no permanecen juntos ni para dormir ni para comer; por otro lado y sobre todo, cada miembro de la banda está unido a uno, dos o tres miembros de la misma banda, por eso, en caso de desacuerdo con el jefe, no se irá sólo, siempre arrastrará consigo a sus aliados cuya marcha conjugada amenaza con desarticular toda la banda; por último hay un límite de edad difuso que hace que, hacia los quince años, forzosamente hay que dejar la banda, separarse de ella”. <br />Problema para las determinaciones y los relativismos; prefigurar un modo de ser bajo pretexto de la metástasis de ejercicios de control laborioso y continuo. Sacrificio del capricho de un yo que siente placer en la ordenación de un mundo perpetuamente distanciado a no ser en la suscripción a cierta impersonalidad acontecida. Se es fruto de un tiempo no fundado, primado por procesos inherentes a toda experiencia. Procesos del orden de la creación, la vitalidad y la abertura. Sensibilidad dispuesta al encuentro que nos señala la importancia de estar a la hora del mundo. Esto es, en una conexión que en buena medida impone sus dinámicas. Aun a pesar de la cuestión del cómo surge la intensidad efectiva para un acto de creación, cómo y dónde se despliega una fuerza desterritorializante.<br />Experiencia deleuziana que no se reduce a una descripción teórica de agenciamiento alguno, ni mucho menos a las formalizaciones proposicionales o a los deseos de sujetos colectivos, sino que se extiende al campo de un devenir animal en el que se muestra la predisposición biológica de los comportamientos y la fraternidad parental con mecanismos que van más allá de nuestra comprensión cognoscitiva a su vez, en franca lid con un devenir tiempo que permea los cuerpos en su peregrinaje y los disuelve en su duración. <br />El acontecimiento, es finalmente, la experiencia que desglosa toda descripción de las relaciones existentes. Dándose en un tiempo que implica las coexistencias, de las cuales, el acto de creación invocado, la insistencia en la diferencia y la negativa a lo trascendental emergen como condición vital; pues de lo contrario, sería presa fácil el pensamiento de mutismo e inacción y por ende, abstención involuntaria de las potencias del cuerpo que experimenta. Ya que “pensar es experimentar, pero la experimentación es siempre lo que se está haciendo: lo nuevo, lo destacable, lo interesante, que sustituyen a la apariencia de verdad y que son más exigentes que ella”. Un pensamiento no cubierto por emblemas que dicen de formas correctas de pensar sino, función de una experiencia contextual que obliga al pensamiento a una implicación presente y problemática. <br />Pensar no es un ejercicio teórico extremadamente figurado en los modelos de significancia, es la realización de una experiencia que se hace imperceptible en la sensación de lo impersonal. “No se piensa sin ser sensible a algo, a signos, a esto mejor que aquello […] Pensar comienza con la diferencia: “algo se distingue”, se hace signo, y se distingue como envuelto, implicado”. Estar en medio ¿Por qué motivos? ¿Con quién sí y con quién no? ¿En ésta u otra circunstancia? No es una cosa arbitraria y caprichosa. Se está arrastrado en un devenir por el que lo actual y lo virtual cobra vida en el en sí de la experiencia. Un poco volver al encuentro; en el acontecimiento nos hacemos pero en él los afectos y las fuerzas se amalgaman sin sospecha. Como si dijéramos, cierta inocencia cruza por nuestros caminos (líneas) o sentidos de vida. En términos deleuzianos es la máquina abstracta que hace de las suyas. “La máquina abstracta es la pura Función-Materia – el diagrama, independientemente de las formas y de las sustancias, de las expresiones y de los contenidos que va a distribuir”; función  comprendida como un hacer sobre algo, el pleno de la acción en torno a una materia  no formada por estar en proceso o en movimiento, por figurarse como elemento de una experiencia que tiende a ser.<br />Así las cosas, a la luz de la obra deleuziana pensamientos, afectos, fuerzas y variables intensivas o deseos, reposan en un círculo de sensaciones que de un modo u otro acontece a toda experiencia. Abstraerse aparece como una imposibilidad pues se está sometido al vaivén de un mundo en el cual no sólo lo dado es una pretensión personal sino, se existe en medio de estados, apetitos y deseos que desbordan las propias fuerzas, pues sólo se es un proyecto inacabado y como proyecto, cualquier emergencia puede acontecer, cualquier experiencia llena la amalgama de dimensiones por los que la vida se nos muestra.  <br />Cap. II: Experiencia<br />En sí de la experiencia en Deleuze<br />    El título de esta reflexión de por sí, invita a pensar en una visión de la vida sobre la base de una experiencia, de un acontecimiento que se nos ofrece. La vida como acto y potencia efervescente. En la perspectiva deleuziana, percibir los momentos que puntúan una filosofía que apunta propiamente a los procesos en los que la vida se implica en la vivencia singular. De la mano de los conceptos deleuzianos pensar las condiciones interactuantes y múltiples de los estados de cosas que nos atraviesan en una panorámica abierta y en continua diferencia. <br />    En este sentido, el intento es señalar la perspectiva de la vida bajo rasgos de una experiencia filosófica rica en vibraciones percibibles; donde en el devenir de la vida es tan válida una experiencia individual como colectiva, una del orden simple como la que acontece en excelsa complejidad, una vivencia que corta los ritmos del orden como la que se instaura en zonas de discernibilidad, no queriendo decir, se apuesta a un todo vale, al contrario, concomitante afirmación positiva de una vida en plena intensidad.<br />    Deleuze nos propone, entonces, una perspectiva de la vida intensa llena de matices que se insertan al campo de la experiencia sobre el fundamento de un plano de inmanencia que desconoce jerarquías en lo que implica el deseo como fuente emanante de realidad. Toda una gama de colores se imbrican en los conceptos deleuzianos en una relación funcional que desdice, finalmente, de esencias definitorias de un acontecer de la vida. <br />    Así, no se trata de un título, se trata, en definitiva, de una experiencia de escritura. Pero sobre todo, de afectos, deseos y conceptos en pro de una experiencia de la vida. <br />    Sí de afectos, existe un plano de inmanencia en las que las cosas suceden, se dimensionan en la medida en que unas y otras están en posesión de afectar y ser afectadas; nada pasa por no ser una experiencia de afectación. Siempre en una condición reciproca de percepción. El plano supone y superpone los afectos sin que ninguno sea un punto cumbre de los otros; como si dijéramos uno entre otros; ello, gracias a grados de implicaciones. De deseo, en la intensidad de figurar un mundo que puede bifurcar en las resonancias de un agenciamiento que implica de suyo, estado de cosas, enunciados, territorios y desterritorialidades. De conceptos, porque el pensamiento puebla el plano de inmanencia en una relación infinita donde las cosas acaecen como posibilidad virtual de ligar y desligar el deseo (Espinoza) a un acto del pensamiento. <br />    Ahora bien, cada uno de estos conceptos (afectos, deseos y conceptos) serán los que en últimas coquetean los elementos conjugantes en los conceptos de Experiencia, Vida y perspectiva en la mirada deleuziana. <br />En sí de la experiencia en Deleuze<br />    La obra filosófica de Deleuze hace rizoma1 con otras fuentes de índole estrictamente “no filosófica”: la literatura, la música, el cine, la pintura, el arte, la ciencia, la política, la economía, la biología o la geografía, entre otras cuestiones que atañen al espíritu humano. Cada una de ellas establece en sí una experiencia y en particular hacen puente con la filosofía, pero pareciese no fuera el caso con Deleuze. Como experiencia, son agenciamientos que se hacen en la dimensión de otros agenciamientos; un todo ligado por el cual sus momentos pasan. Nada es esencial, simple y llanamente las cosas pasan. <br />    En este pasar o como el mismo Deleuze señala en la vía de un agenciamiento “tarde o temprano, suceden cosas, y forman tal o tal agenciamiento según sus composiciones de velocidad”2. Cobra sentido el hecho de un suceder no venido de categoría alguna o consolidación conceptual consensuada; son acontecimientos que se atraviesan unos a otros o mejor, que se afectan en tanto multiplicidad co-existente. De ello, las cosas o estado de cosas se visualizan sin un foco unificador sin un centro que les ordena, están ahí en perenne movimiento, en la alternancia de un tiempo con sus respectivos ritmos.<br />    Un ejemplo es la mirada, las pulsaciones, las expectativas, el clima, los veredictos ocultos y plausibles, los estados de ánimo de quienes asistimos a un evento cualquiera. Un conjunto que de vez en vez brilla en los bordes, en el afuera, en su centro o en su imperceptibilidad; agenciado en una disposición, el evento vive un proceso por el cual pasan una serie inconmensurable de afectos que se implican en una serie de interangenciamientos. Más allá de un estado de conciencia o de inconsciencia, de sujetos o subjetividades, de formas o modelos, de patrones, ordenes o regularidades las cosas se enrollan y desenrollan; una maraña de acontecimientos percibibles afectando y agenciando vida.<br />    No conciencia ni inconsciencia como aclara Deleuze-Guattari: “Pues el inconsciente no hay que encontrarlo, hay que construirlo. Ya no hay una máquina dual conciencia-inconsciente puesto que el inconsciente está, o más bien se produce, allí donde va la conciencia arrastrada por el plan”3. No se obedece a los impulsos de una noción que causa o fundamenta procederes; las cosas suceden en un plano de inmanencia, en la superficie, en el pleno de una vivencia deseosa. He ahí el error del psicoanálisis, creer en la existencia de una explicación dual de los motivos que impulsan al acto. Para el caso de la droga, en la analítica referente del psicoanálisis; Deleuze-Guattari expresan en oposición: “ese esquema [del psicoanálisis] causal sigue siendo tributario de un plan de organización que nunca puede ser captado por sí mismo, que siempre tiene que deducirse de otra cosa, inferirse, sustraerse al sistema de percepción, y que recibe precisamente el nombre de Inconsciente”4, desconoce un sinnúmero de percepciones deseosas. Desconoce un agenciamiento que corre el riesgo de ser arrastrado por la finitud y la imposibilidad de desterritorializarse. <br />    En tanto un agenciamiento invoca un territorio, se hace en proceso y se percibe en su vivencia, en su multiplicidad: “Un agenciamiento es precisamente ese aumento de dimensiones en una multiplicidad que cambia necesariamente de naturaleza a medida que aumenta sus conexiones”5. No existiendo un espacio límite para confrontar una perspectiva bajo la particularidad de un punto referente. Agenciar implica un estado de cosas que se chocan y en el choque cruzan afectos que reterritorializan o desterritorializan a otros agenciamientos. Si reterritorializa afirma un estrato, le sedimenta, se le envuelve en una esfera cerrada, finalmente se agota en el plano; si los desterritorializa, se dispone a un devenir de apertura, un conjunto abierto que percibe otros territorios; en sí, un todo que crea.<br />    El problema de la droga o del drogadicto por ejemplo, es su fineza para con la muerte; el riesgo es perderse en su límite, no trastocarse en un estado de cosas que le exhorten al acto de crear o producir, la vivencia de la pasividad absoluta.<br /> <br />“Ya no somos, ya no es dueño de las velocidades. En lugar de construir un cuerpo sin órganos suficientemente rico y lleno para que pasen las intensidades, los drogadictos erigen un cuerpo vacío o vitrificado, o un cuerpo canceroso: la línea causal, la línea creadora o de fuga, se transforma inmediatamente en línea de muerte y de abolición”6.<br />Tal vez la droga o la bebida, incluso, en un momento dado es una posibilidad para la creación, pero, si no se vivencia un punto de fuga, una línea abstracta que atraviesa otros umbrales concluye en el aniquilamiento. La cuestión de un agenciamiento, hacerse en proceso; en la dinámica de una intensidad “que impulsa la desterritorialización cada vez más lejos”7. Toda una invitación a la vida en la persistencia de un camino, de un hacer contacto con otros devenires a la luz de una experiencia constructiva.<br />    La intensidad deviene fuerza en el impulso creador de un desear; por eso, desear es crear un agenciamiento, dirá Deleuze en sus diálogos con Claire Parnet en 1988. Se desea en la diferencia, en el encanto de un querer estar en posesión de las velocidades y las lentitudes en las que las cosas pasan; el deseo, se hace experiencia como intensidad. <br />“Cada vez que el deseo es traicionado, maldecido, arrancado de su campo de inmanencia, ahí hay un sacerdote. El sacerdote ha lanzado la triple maldición sobre el deseo: la de la ley negativa, la de la regla extrínseca, la del ideal trascendente. […] el sacerdote ha dicho: deseo es carencia […] el sacerdote ha relacionado el deseo con el placer. Pues hay sacerdotes hedonistas e incluso orgásticos.”8<br />    Desear arrastra y atrae el acto creador o la experiencia creadora. Impulsar un deseo en el afán de un agenciamiento deviniente parece la consigna deleuziana. Crear vida en un plano de consistencia en y a través de una miríada de acontecimientos susceptibles de instaurar cada uno de ellos un nuevo plano. La experiencia se afirma y confirma en cada uno de los múltiples agenciamientos; teniendo en cuenta, el plano de inmanencia obedece a tres virtudes: la indiscernibilidad, la imperceptibilidad y la impersonalidad. Lo que dice, la experiencia en Deleuze no se observa a la luz de un sujeto, se piensa en relación a una haecceidad o un algo individuado.<br />“Reducirse a una línea abstracta, a un trazo, para encontrar su zona de indiscernibilidad con otros trazos, y entrar así en la haecceidad como en la impersonalidad del creador. Entonces uno es como la hierba: ha creado una multitud, ha hecho de todo el mundo un devenir, puesto que ha creado un mundo necesariamente comunicante, puesto que ha suprimido de sí mismo todo lo que le impedía circular entre las cosas, y crecer en medio de ellas”9.<br />    Estar entre las cosas; no sólo verlas pasar sino, agenciar como haecceidad entre la multiplicidad de devenires. Pues, a cada cosa le corresponde una apertura a la realidad o al plano de inmanencia. <br />“Una estación, un invierno, un verano, una hora, una fecha, tienen una individualidad perfecta y que no carece de nada, aunque no se confunda con la de una cosa o de un sujeto. Son haecceidades, en el sentido de que en ellas todo es relación de movimiento y de reposo entre moléculas o partículas, poder de afectar y de ser afectado”.10<br />    Inserción de movimientos en un radio de acción sin dominador, la experiencia de la vida se fragua sin modelo aún a pesar de la necedad de estar en alguno. El orden lo inscribe el deseo en la proporción de la creación de su realidad; de una realidad que se hace imperceptible por su multiplicidad. Un caso traído a colación por Deleuze en los diálogos con Claire Parnet puede ilustrarlo: se desea cualquier cosa, demos por caso, se desea una mujer, pero no se desea como un simple objeto de deseo, se desea en un conjunto del cual hace parte el paisaje que le compone y con él la multiplicidad de afectos que le atraviesan, el acto de desear está implicado con un rostro11 y un paisaje del que escapan matices por las diversas velocidades y lentitudes que le integran o le pueden integrar12. <br />    Se tiene un deseo y con ello se construye un agenciamiento. La experiencia, como devenir o percibir, construye territorio en la afinada posibilidad de su desterritorialización con lo que deviene igualmente, una multiplicidad de perspectivas.<br />    Pensar en perspectiva implica, salir al paso de lo que puede o no puede acontecer en un estado de cosas, individuadas o colectivas. Percibir en diversos contextos los grados de afectación  es la tarea de un pensamiento para la velocidad y el dinamismo de la vida. Comprendiendo por vida, lo que en términos de Deleuze puede pensarse como el plano de inmanencia, puesto que: “Es el movimiento (la cara del movimiento) que se establece entre las partes de cada sistema y de un sistema al otro, que los atraviesa a todos, los agita y los somete a la condición que les impide ser absolutamente cerrados”13. <br />    Todo está allí, en un plano agitado y concomitante. No en unidad sino en el furor de una multiplicidad rizomática no arborescente. El plano se nos muestra como un devenir que resiste “heteróclitos” sentidos. <br />    El plano de inmanencia o de consistencia “es un plano geométrico, que ya no remite a un designio mental, sino a un dibujo abstracto14. Es un plano cuyas dimensiones no cesan de crecer, de acuerdo con lo que en él pasa, sin que por ello pierda nada de su planitud. Es, pues, un plan de proliferación, de poblamiento, de contagio […]”15. En tal sentido, en un plano como el que describe Deleuze no existe un arriba o un abajo, los diferentes devenires pueden ser pensados como puras perspectivas que de la mano del deseo, construye agenciamientos implicando la vida en toda una experiencia.<br />Experiencia, experimentación<br />Pensar la experiencia es pensar sobre la base de una existencia audible y vibratoria, en sí, en el plano de una especie de sensualidad reinante. Como sujetos de facultades y de conciencia, el mundo se nos aparece en la dinámica de una existencia, en la cual, existimos. Y es ante este hecho, que nos cubrimos por doquier de experiencia. Se comprenderá entonces, la experiencia es la cubierta para la danza. El plano de inmanencia en el que reina el acontecimiento de y para nuestras facultades, para nuestras potencias. Por consiguiente, el objetivo de esta reflexión apunta a visualizar este algo que nos atraviesa, este algo que nos sume en el pleno de la vida, pero también, de reojo, como un complemento,  como un sentido; en el intento de salir al paso o al peso de la experiencia y en lo sucesivo trayecto a la vivencia de experimentar. Huída o cuerda que vibra en el más de la intensidad. Punto para la creación y la ruptura con lo dado; ungimiento de las potencias que dormitan en el estrecho marco de la representación comunitaria. <br />Dos conceptos a ser analizados en la onda deleuziana con la finalidad de esclarecer puntos en común o muy al contrario la divergencia absoluta. En principio, la experiencia como un patrón del orden de lo común y la experimentación como emulo idílico.  El primero amparado en el grueso de la existencia, el segundo en la potestad de los elegidos. Para ello, la mirada de quién supo permanecer atado al mundo de la vida, Gilles Deleuze.<br />La experiencia como coexistencia<br />Puede llegar a ser de fácil comprensión la noción de experiencia, en tanto, se le considere un algo vivible por cualquier ser humano e incluso animal. Recordemos que ya Aristóteles se preocupa por el desarrollo de la experiencia en los animales y en los hombres, sobre todo en la fianza de la posesión humana, al decir: <br />“La experiencia se genera en los hombres a partir de la memoria [existente en algunos animales]: en efecto, una multitud de recuerdos del mismo asunto acaban por constituir la fuerza de una única experiencia. [En lo que sigue] La experiencia parece relativamente semejante a la ciencia y al arte, pero el hecho es que, en los hombres, la ciencia y el arte resultan de la experiencia.”16<br />Viene dada la experiencia como fuente de la que emana todo lo que de serio tiene para el espíritu humano. Cuestión ésta, que aún hoy puede considerarse con plena presteza, al menos si pensamos por doquier se estima de más valía poseer destreza y cierta experticia en algún tema u oficio que el no tenerlo. Quizás, no experiencia a partir del momento exclusivo de la memoria, pues el hábito no necesariamente es fruto del esfuerzo por retener sino, cierta mecanización inconsciente que por fuerza se desarrolla. Bien es una manera de comprender, en primera instancia el sentido de la experiencia, pero la investigación propuesta no encaja en la dinámica del ejercicio de una técnica o el despliegue de posibilidad de una episteme fundamentada en la codificación de unos datos que pasan por la corroboración. Se trata de pensar el concepto de experiencia como vivencia, tal vez lo que Deleuze serializa como el acontecimiento, a lo sumo, como el ejercicio de existir de por sí y en sí; aunque más aún, como presencia de un encuentro en plena implicación. Para tal fin, iniciaremos el análisis sobre la base de lo que a bien comprendía Hume al respecto, en tanto sí la obra de Deleuze es un sistema, Hume ha pasado por él; para concluir en la distancia deleuziana de la experimentación, en caso de que pueda existir tal distancia. <br />Hume, clásico representante del empirismo, es una invitación al desarrollo de una perspectiva alejada de la cercanía especulativa. El espíritu humano tiende con facilidad a perderse en los afanes del pensamiento y con ello, a la espontaneidad que recorre de un lugar a otro sin más pretensión que la de mostrarse y afirmarse sin bases fehacientes. Es entonces el proyecto humeano una perspectiva de la consistencia, de la concreción. Bien, podemos considerarle inmerso en la época del debate epistémico, podemos igualmente pensarle en la apuesta factual que intenta señalar los puntos de encuentro y de relación de lo existente.  <br />Frente al debate del momento humeano, se parte de una diferencia sustancial con respecto a la vivacidad de una experiencia cuando asevera:<br />“Todo el mundo admitirá sin reparos que hay una diferencia considerable entre las percepciones de la mente cuando un hombre siente el dolor que produce el calor excesivo o el placer que proporciona un calor moderado, y cuando posteriormente evoca en la mente esta sensación o la anticipa en su imaginación. Estas facultades podrían imitar o copiar las impresiones de los sentidos, pero nunca podrán alcanzar la fuerza o vivacidad de la experiencia [sentiment] inicial”17.<br />De lo cual es destacable el hecho de la fuente de la experiencia; primero en la remisión de un acontecer que da vida a la serie de cosas que afectan los cuerpos, segundo al instante en que se percibe la conexión entre un fenómeno dado y un quién que lo admite y lo siente. Por último, es clara la insistencia en la diferencia entre suponer y vivenciar. Suponer como simulacro de un posible, vivenciar o actualizar, como la realización de las potencias o las fuerzas dadas en los cuerpos o estado de cosas. De ahí la frase, se circula entre las cosas. Siendo así, Hume nos remite a un encuentro, al mundo de la bivalencia. Par de opuestos con el poder de afectar y ser afectado; mundo audible por el que circula el acontecer.<br />En el acontecimiento la experiencia se ofrece como una consistencia y no como idealidad. Pensados como seres de integralidad, lo ideal o la idea, tendrá su transformación en aras de no oponerla a una actualidad de la vivencia, esta ha de convertirse en lo virtual que ánima e inmediatiza el ayer como el mañana. Se pasa por un tiempo, y en la fracción del mismo, la contigüidad (Hume) que asume un pleno o un plano de inmanencia; el acto se intensifica en la mirada de lo que ha sido y lo que podría ser. No existe un ahora solitario. <br />Precisamente, porque las cosas están inmersas en el pasar. Un pasar sometido a las fuerzas que le arrastran de un lado a otro en la pertinencia de una estrecha relación, Hume establecía tres principios de conexión entre las ideas18: “Semejanza, contigüidad en el tiempo o en el espacio y causa o efecto”19. El suceder está inserto en una relación de la que deriva en primera instancia la factualidad de la experiencia y en ella, la disposición de una relación que nos lleva al límite de la vivencia. Consistencia que nos sume y asume en una materialidad compleja vista ya en la implicación de los cuerpos mezclados a la luz de los principios establecidos. El plano de la relación sumerge los cuerpos en la coexistencia, donde unos y otros indudablemente se afectan. <br />Si bien la condición de la relación es en parte la de necesidad, pues se involucra la experiencia en un círculo causal que implica la sucesión o la contigüidad no siempre perceptible, claro está, o dada en la incertidumbre de los acontecimientos. De dicha necesidad deriva la fundación20 de lo susceptible de ser conocido como también, la probabilidad de la certeza.  <br />El enfoque filosófico humeano motiva una mirada de la experiencia inmersa en el devenir de una multiplicidad que se arrastra y se proyecta sobre el encadenamiento de las cosas; a través de lo cual, impresiones y percepciones se deslizan en apoyo de lo evidente y conciso de la vida. Al punto, todas las cosas se sopesan sobre los mismos principios. Por ejemplo, alguna producción tiene su razón de ser en la producción de alguna otra cosa y así sucesivamente. “La producción pasada implica un poder; el poder implica una nueva producción; y la nueva producción es lo que inferimos a partir del poder y la producción pasada”21; finalmente, la continuidad se muestra como el carisma fundacional allí donde la duda emerge. Para Hume, la experiencia posee forma inferencial, y su contrario es una contradicción en tanto, aparecería como dispersión inconexa o una cuestión sin referente; pues, para que exista algo, ha de haber surgido de algo. <br />Principio de una experiencia dada entre las cosas, en el cruce y la emergencia de las mismas; en el plano de una superficie.  De lo que se desprende, la inmersión es asumida por el espíritu: “El espíritu sufre efectos. La relación no es lo que liga, sino lo que es ligado; la causalidad, por ejemplo, es pasión, impresión de reflexión; “efecto de la semejanza”. Es sentida. Es una percepción del espíritu, no una conclusión del entendimiento”,22  Señala Deleuze. Lo que para nuestro tema, la experiencia, más allá de la idea de necesidad de las conexiones o del principio de contigüidad, poco importa el problema de lo contiguo, la posibilidad de relaciones ideales, la captación causal; nos detenemos en la constitución de la experiencia que nos sumerge en el mundo de la vida, en el acontecimiento siempre implicado del reino de las experiencias. En el cómo se mueve el sujeto a través de una multiplicidad que le atomiza y a su vez, como individuo, permanente incitación a romper el huevo que le sujeta. Es decir, excitación de una experiencia en la intención de experimentar. <br />La experimentación como producción<br />Sentadas las bases (con Hume) para un mundo de la vida en relación; la experiencia se presenta en el orden de una explicación práctica. Nada pasa por el individuo que no esté circunscripto a un mundo en interacción. Dependencia a un pleno de momentos como a un pleno de espacios por el cual la vida de los individuos se va trazando y cruzando. No una pretensión histórica que prefigura las condiciones de una historia personal; menos aún, el capricho de un conjunto de estados mentales sin referencia a un medio por el que se construye las dimensiones y las perspectivas de mirada. Los esfuerzos individuales o las experiencias personales están sometidas al flujo de una existencia dada. No queriendo decir, se está preso de una cotidianidad en primacía de lo mediático; la experiencia, en función de alguna experimentación, considera la creación como el producto de una individuación del deseo que intenta hacer reino a saber de un mundo implicado en su medio. <br />Sí una experiencia está pensada como flujo de vivencias en un medio singular, Deleuze nos señala la noción de haecceidad como descripción del medio por el cual la actualidad de los individuos se construye y, por lo que se pasa, del estado de una experiencia al de experimentación23. En toda esta comunicación entre cuerpos que presuponen una mezcla de la que no se sale sin ser afectado, los sujetos experimentan una salida al círculo redundante de experiencias adscritas a un medio determinado; ello, si la fuerza del creador y el ánimo de producir avoca al individuo aún al punto de transformar la propia vida. Sea el caso de gobernantes, poetas, cineastas, músicos, filósofos, entre otros, que abandonan la estructura de su hacer, en pos de la aventura de la creación de un estilo muy particular, del querer más allá de los límites fijados por la disciplina, mostrar algún otro sentido. <br />“Raymond Roussel24 funda la comunicación de las series en una relación fonemática (“las bandas del viejo pillard” (saqueador), (las bandas del viejo billard” (billar) […], y colma toda la diferencia con una historia maravillosa en la que la serie significante p se junta con la historia significada b: historia tanto más enigmática cuanto, en este procedimiento en general, la serie significada puede permanecer oculta”25.<br />“Charles Péguy supo inventar todo un lenguaje, entre los más patológicos y estéticos que se puedan soñar, para decir como una singularidad se prolonga en una línea de puntos ordinarios, pero también se recupera en otra singularidad, se redistribuye en otro conjunto (las dos repeticiones, la mala y la buena, la que encadena y la que salva”26.<br />“De Nietzsche: Y el sujeto de este nuevo discurso, aunque ya no hay sujeto, no es el hombre o Dios, todavía menos el hombre en el lugar de Dios. Es esta singularidad libre, anónima y nómada que recorre tanto los hombres como las plantas y los animales independientemente de las materias de su individuación y de las formas de su personalidad; superhombre no quiere decir otra cosa, el tipo superior de todo lo que existe. Extraño discurso que renovaría la filosofía, y que finalmente trata el sentido no como predicado, como propiedad, sino como acontecimiento”.<br />“Uno de los intereses profundos de Castaneda, bajo la influencia de la droga o de otras cosas, y del cambio de atmósfera, es precisamente el de mostrar cómo el indio llega a combatir los mecanismos de interpretación para instaurar en su discípulo una semiótica presignificante o incluso un diagrama asignificante: ¡Para! ¡Me fatigas! ¡Experimenta en lugar de significar y de interpretar! ¡Encuentra tú mismo tus lugares, tus territorialidades, tus desterritorializaciones, tú régimen, tus líneas de fuga! ¡Semiotiza tú mismo en lugar de buscar en tu infancia prefabricada y en tu semiología de occidental…!<br />Un salir de la forma de lo emblemático en el afán de instaurar un sentir; un oponerse a lo extraño para invocar las fuerzas que animan desde lo más profundo una lógica de la sensación.  Cada uno de ellos, junto una centena de pensamientos y deseos minoritarios fraguan un tema de búsqueda y afirmación no pocas veces cubierto de ficción. Experimentar se acuña en el limbo de una experiencia común que supedita a los mortales a la reducción de una vida interpuesta por el medio mediático de la cotidianidad. <br />Estar imbuido en un modo de relaciones que somete a inclemencias ajenas al deseo no son en sí un camino; con Deleuze y Guattari la experiencia de la vida se nos muestra en pleno de un plano de inmanencia que acontece en un fluir. No un fluir alocado y azaroso, que dispone los cuerpos y las fuerzas según algún capricho desconocido. Se arranca del caos un mundo, tal como lo hace “[…] el arte, la ciencia, la filosofía exigen algo más: trazan planos en el caos”. La experiencia de los individuos no se abstrae de ello, al menos al nivel, del deseo de producción.<br />Experimentar apunta a la vivencia intensiva de un encuentro: “Encontrad vuestro cuerpo sin órganos, sed capaces de hacerlo, es una cuestión de vida o de muerte, de juventud o de vejez, de tristeza o de alegría. Todo se juega a ese nivel. (De ahí la sentencia) Sustituid la anamnesis por el olvido, la interpretación por la experimentación”. Atreverse a ser en medio de una multiplicidad que desconoce el reino de las sombras, el fenómeno del modelo y los prototipos genuinos; es volcarse a la creación de una experiencia de la vida rica en matices dónde experimentar incurre en un verdadero acto de afirmación.<br />Podría decirse, se afirma la experiencia en una experimentación productiva. Deleuze-Guattari “jerarquizan” la producción en la potencia de una experimentación que va al límite de las fuerzas y de ahí, los clásicos ejemplos en personajes que han creado (un estilo de excepción) en los diferentes escenarios del arte, la ciencia o la filosofía. <br />Una experiencia múltiple<br />Acecho es el concepto que contrasta en el devenir animal31. Toda una experiencia que desborda al organismo; vitalidad extensiva e intensiva que no se ajusta ni se somete sino que crea. La experiencia en esta instancia es creación y producción. Es el animal el prototipo bajo el cual es posible pensar la compleja relación con el mundo que anima lo humano: <br />“Pues, por un lado, las relaciones de los animales entre sí no sólo son objeto de ciencia, sino también objeto de sueño, objeto de simbolismo, objeto de arte o de poesía, objeto de práctica y de utilización práctica. Por otro, las relaciones de los animales entre sí pueden aparecer en relaciones del hombre con el animal, del hombre con la mujer, del hombre con el niño, del hombre con los elementos, del hombre con el universo físico y microfísico”32.<br />He allí la dimensión para pensar por analogía la experiencia de la vida. A los animales se asocia toda una fraternidad, un sexo, un peligro como un territorio al cual se ve abocado a salir o defender. En la vivencia animal se halla el rezagado como el impulsivo; el héroe como el solitario; el padre,  el hijo y la transmisión de técnicas de caza y supervivencia. A falta del símbolo las señales que construyen un mundo. A decir de Deleuze, es admirable la insistencia del animal en crear un mundo, cuestión que en muchos humanos no acontece; razón a favor del que posee el mundo de todos. <br />Del comportamiento animal se extrae una distribución de experiencias en las que podemos pensar en el en sí de la aventura de la desterritorialización, la territorialización o la reterritorialización. Su mundo es múltiple y lleno de adrenalina. En un estado salvaje como de expresa ternura, el animal señala el deseo de estar a la hora del mundo en su plenitud. Devenir animal, es la expresión de una vitalidad que no admite espacio para la no acción. Siempre en un terreno sometido al acontecimiento. Cualquier cosa sucede en su multiplicidad no dando lugar a la inacción. Todo exceso de confianza se paga con la muerte. La experiencia de hace viviente en la fuerza del deseo (cazar, copular, liderar, señalizar, comunicar, emigrar, entre otras).  Por consiguiente, se deviene animal cuando se crea un mundo; esto es, se hace de la vida una experiencia.  <br />Tal vez no sea desacertado pensar en el mundo de la vida sobre la base de un plano de inmanencia, plan de consistencia o Cuerpo sin Órganos33 pues, como en el mundo animal, la experiencia está presente en la construcción de una multiplicidad o en la idea de un agenciamiento colmado de afectos. Eterno acontecer que por su intensividad se nos hace imperceptible pero no menos susceptible  de ser llevado al límite del deseo (de producir, de saber, de reconocimiento, político, de trabajar, de transformar, sexual, artístico entre otros). Cada singularidad en su flujo crea mundo; no muy distante de la vivencia animal. <br />El paso a la sociedad, por ejemplo, no es espontanea; surge en medio de una dinámica afectiva bajo la primacía de un deseo colectivo por perseverar y protegerse. “El hecho de que el impulso cooperativo humano se reafirme tan intensa y repetidamente constituye el milagro de la supervivencia civilizada. Muchas fuerzas actúan contra él y, sin embargo, nunca deja de retornar a la superficie”34. Está inscrito en la naturaleza del animal humano tender al desarrollo de sus potencias y éstas, son del talante de una experiencia colectiva e impersonal. El Uno múltiple, como dirá Deleuze-Guattari: “No hay más que multiplicidades de multiplicidades que forman un mismo agenciamiento, que se manifiestan en el mismo agenciamiento: las manadas en las masas, y a la inversa”35.<br />Uno-múltiple, la experiencia cruza el plano de inmanencia. Se acontece en un lugar y bajo ciertos ritmos (ritornelos). Bien algunas facetas de la experiencia de la vida se sitúan en lo poético, en la ficción-ensoñación, en la mística, en la literatura, en la metáfora o en el cuento pero, no por tal, deja de ser una experiencia.  Cual devenir animal en el que siempre se está alerta; como si pensáramos y viviéramos en la rúbrica de un estado del arte permanente: percepción, creación, producción, juego e inventiva. <br />Abstraerse del mundo, estando en el mundo, no debería ser un ideal, quizás, ni una realidad. Puntal deleuziano para oponerse a lo trascendental:<br />“Carecemos del más mínimo motivo para pensar que los modos de existencia necesitan valores trascendentes que los comparen, los seleccionen y decidan que uno es “mejor” que otro. Al contrario, no hay más criterios que los inmanentes, y una posibilidad de vida se valora en sí misma por los movimientos que traza y por las intensidades que crea sobre un plano de inmanencia; lo que ni traza ni crea es desechado. Un modo de existencia es bueno, malo, noble o vulgar, lleno o vacío, independientemente del Bien y del Mal, y de todo valor trascendente: nunca hay más criterio que el tenor de la existencia, la intensificación de la vida”36.<br />Apostarse en un plano implica estar a la hora del mundo. Nadie más lo sabe que el que siente la presión de las velocidades que fraguan su “destino”. Estar al paso de las peripecias sociales o para ser más preciso, hacerse al clímax de lo básico. Tensión de cobertura que señala el movimiento del pensamiento en crear condiciones de subsistencia y existencia (digna). Día a día de un ser que intenta a toda costa llevar al límite su potencialidad. Ilusión de un camino, en muchos, esperanza de un mundo mejor al que con alegre calma experimentan la alegría trágica de la vida.<br />Nada dista de una vida animal que cubre su territorio con señales y, con alma y vida defiende el territorio al que se somete su mundo. La diferencia, un plano inmanente37 donde las fuerzas que actúan son de tipo Natural. Intensidad pura que sostiene el equilibrio; el caosmos38 de la experiencia de la vida. Allende, un mundo de turbulencias sociales que incrimina como festeja. La corrupción incrimina, olvidando otras intensidades por las que circulan experiencias rudas. La política festeja su espectáculo en la risa obscura e invisible de los dirigentes. Aunque no siendo activista político, tampoco puedo asegurar la intensidad que atraviesa dicho  agenciamiento. Pero, la insistencia en el espectáculo supone la pelea de niños en la que al final, nada pasa. En cambio, la experiencia implica pasar. El incriminado pasa por espacios fríos y desolados en compañía de los suyos. Siente en carne propia el espesor de la noche como el pliegue de sus entrañas.<br />Pasar, no existe otra historia en el plano de inmanencia o en la experiencia múltiple de la existencia. He ahí, que el pasar ya es un problema. Y sí algo trascendental se nos ofrece, es el tratamiento de este problema. ¿Cómo solucionar la discordia social? ¿Cómo “pedir un poco de orden para protegernos del caos”? 39<br />Una posible solución, intensificar la intensidad de las relaciones. Establecer conexiones que fuercen al pensamiento a salir de su mutismo. Crear y producir. Hacer del acontecimiento una oportunidad. Vivencia suma del grado cero de la escritura. En síntesis, llevar al límite la potencia del cuerpo. <br />La experiencia múltiple indica e implica vivir en el extremo de las fuerzas que estratifican un cuerpo. No tratándose de no estar; tratase de generar dinámicas de vida por las que se vibra, esto es, acontecer en un mundo. En el cual, frente al organismo, el CsO agita los diferentes devenires intensos. <br />La razón de esta mezcla de los cuerpos que proyecta las fuerzas que impulsan a un acto intensivo que no desconoce un mundo múltiple, pero que tampoco escatima esfuerzos para prolongar sus umbrales: “El CsO hace pasar intensidad es, las produce y las distribuye en un spatium a su vez intensivo, inextenso. Ni es espacio ni está en el espacio, es materia que ocupará el espacio en tal o tal grado, en el grado que corresponde a las intensidades producidas”40. En un más acá de los postulados y el deber ser de los principios que “orientan la vida de los sujetos” Deleuze afirma: “Es actualizar la potencia o devenir activo: está en juego la vida y su prolongación, pero también la razón y su proceso, una victoria sobre la muerte, puesto que no hay más inmortalidad que esta historia en el presente, no hay más vida que aquella que conecta y hace converger entornos”41, a los que con ahínco, en el pleno de la receptividad, la potencia y las múltiples experiencias, se vive un acto de creación.<br />Cap. III: CsO: una multiplicidad audible, inmanencia<br />El mundo del Cuerpo sin Órganos (CsO)<br />Cabe pensar en el concepto de cuerpo sin órganos como un concepto abstracto, difuso y, a primera vista, sin referencia alguna, a no ser en el campo de la poética o la literatura donde todo es posible. La siguiente reflexión, tiene entonces, como finalidad, circunscribir el CsO a su exégesis; como diría Deleuze, darle consistencia. Observarle en sus prolongaciones rizomáticas; explorarle a la luz del uso que de él se ha hecho y cubrirlo con la virtud que ánima al niño a seguir un juego comprensible. <br />Para tal fin, es fundamental considerar algunos elementos que dan vida al concepto en la propia obra de Deleuze y Guattari. Tomar algunas derivaciones ejemplificantes con sus respectivas aproximaciones enunciativas. Al paso, que se intentará contrastar dicha noción con los comentarios de los especialistas en la filosofía deleuzina1, en especial del CsO.  <br />Acercarse al concepto de CsO, implica abrir el camino a la riqueza subyacente al de experiencia. Por consiguiente, la deriva de la aproximación al CsO ha de arrojar alguna perspectiva a la dimensión en la que los seres humanos acontecemos.<br />Cuerpo sin Órganos<br />En la base del Cuerpo sin Órganos prefiguran poetas, cineastas, literatos, ficcionarios, científicos, políticas, archivos históricos, estratos, bifurcaciones, ritmos, desiertos como no pocos filósofos. Él, el CsO, es una “metáfora”. Una metáfora consistente. Poblada por una materia que como en el poema de Borges2, se agitan los cuerpos imaginarios, ambulantes, perspicaces, idolatras, enunciables, históricos, actuales como virtuales. En él, todo fluye, incluso, la imposición de un límite al pensamiento. <br />La mirada posa sobre un desierto en donde puede creerse, todo pasa.  Libremente se someten los cuerpos a las argucias del desierto; libremente se le mira con fervor o desprecio; plácidamente se muere en un desierto al que cualquier cosa ocurre y cualquier cosa se somete en su pleno acontecimiento. Ya está la imagen de desierto en clara confrontación con el pensador modelo al servicio de la forma-Estado: “Son los actos de un “pensador privado”, por oposición al profesor público: Kierkegard, Nietzsche, o incluso Chestov… Donde quiera que habiten, aparece la estepa o el desierto. Destruyen las imágenes”3. Incitación, vértigo, peligro, creación y atrevimiento, son las cualidades de lo que atraviesa lo establecido. En el medio, en el extremo, en todas partes el creador. El CsO, se sitúa en la instancia de la creación; imagen de una violencia que impele al pensamiento a salir de sí (logos-fundación4); de la forma-Estado. <br />No corresponde al CsO desconocer la producción humana plasmada en los anaqueles de la historia o en la idolatría institucional. Corresponde al CsO señalar la superficie sobre la cual se posa la experiencia de la vida. He allí, la idea de desierto. Superficie en la que se distribuyen toda una serie de acontecimientos susceptibles de conexión; en cuanto se le piensa como ecosistema y no como zona despoblada. Posibilidad de encuentro e imagen de riesgo permanente. Adentrarse en el desierto es adentrarse a la aventura de crear, no sin pocos temores a perderse. En él, todo es intensidad y devenir. En tanto, deviene su ser como cúmulo de fuerzas en acción; señal de una imagen de la que se espera cualquier eventualidad. <br />“El desierto de arena no sólo implica oasis, que son como puntos fijos, sino también vegetaciones rizomáticas, temporales y móviles en función de lluvias locales, y que determinan cambios de orientación de los trayectos.  El desierto de arena y el de hielo se describen en los mismos términos: en ellos ninguna línea separa la tierra y cielo; no existe distancia intermedia, perspectiva ni contorno, la visibilidad es limitada; y sin embargo, hay una topología extraordinariamente fina, que no se basa en puntos u objetos, sino en haecceidades, en conjuntos de relaciones (vientos, ondulaciones de la nieve o de la arena, canto de la arena o chasquido del hielo, cualidades táctiles de ambos); es un espacio táctil, o más bien “háptico”      [de contacto], y un espacio sonoro, mucho más que visual”5.<br />La imagen que proyecta el desierto es una imagen de vida; en un hacer se circula, por un hacer se pasa. Razón más para pensar cierta necesidad en la que cada cosa está implicada. Cualquier elemento varía el panorama; y ante la variación, constante enfrentarse; así, el terreno para crear y producir. Al caso que surge, se nos ofrece o se describe en conceptos con una consistencia; realidad en la que el desierto como superficie, sostiene toda experiencia. Azar, necesidad y contingencia se cruzan; el CsO deviene en producción e imagen6.<br />El CsO es entonces, un espacio para los acontecimientos y la fructificación de dimensiones. Se suceden experiencias a las que les cuesta escapar de otras experiencias. Medio implicado que desgarra cualquier intento por asfixiarle. De ahí que Deleuze-Guattari expresen: <br />“El enemigo es el organismo. El CsO no se opone a los órganos, sino a esa organización de los órganos que llamamos organismo. […] El organismo no es en modo alguno el cuerpo, el CsO, sino un estrato en el CsO, es decir un fenómeno de acumulación, de coagulación, de sedimentación que le impone formas, funciones, uniones, organizaciones dominantes y jerarquizadas, transcendencias organizadas para extraer de él un trabajo útil. Los estratos son ataduras, pinzas”7.<br />Se desaloja la identidad; bien el CsO lo soporta todo, se le indispone a un modo de ser. No se respeta el deseo que subyace a los agenciamientos. La vida misma aparece como propiedad en la disposición a las jerarquías y las categorizaciones. Comprendiéndose, no es tampoco verse en el vacío; en el camino de un agujero negro, donde la vida vuelca pérdida. Es pensarse y percibirse en el devenir de la existencia, en acto. He ahí el mundo del Cuerpo sin Órganos, la producción, la creación, la rizomatización de todas las existencias y potencias del medio acontecido.<br />Un punto referente que defina las condiciones en las que el devenir se produce va en contravía al espíritu creador. En su defecto, se acentúa en todo momento un trecho fluido y una imagen del desierto tan hostil y rica, como el medio para una fuerza creadora. Deleuze-Guattari apuntan al estimulo, a la intensidad. Constantemente incitan al pensamiento a salir de su inacción; incluso, lo anuncian: Ni una sola palabra que no lleve al vitalismo; al despliegue de energía. Así las cosas, devenir animal es la proposición bajo la que se soporta el deseo de creación.  <br />El animal vive su mundo como si una supra-consciencia (fuerza interna: Bergson) le llamara a vivir en intensidad.  Su deseo de supervivencia o de obtención de los medios para cuidar de su territorio lo hace extremadamente generoso para con la vida. Con vigilancia y astucia moviliza sus fuerzas y se aviene al acontecimiento. No espera un regalo, crea y asume las oportunidades. Sin más argucia que el ímpetu, se lanza al mundo en intimidad, lo hace suyo en plenitud. <br />“[…] sólo se deviene animal si se emite, por medios y elementos cualesquiera, corpúsculos que entran en la relación de movimiento y de reposo de las partículas animales, o, lo que viene a ser lo mismo, en la zona de entorno de la molécula animal. […] se trata del devenir animal en acto, de la producción del animal molecular (en cambio, el animal “real” está atrapado en su forma y su subjetividad molares)”8.<br />Participar de mundos dinámicos donde no queda sino vivir por derecho, es el reino y la invitación del devenir animal para el CsO. Hacerse copartícipe de una experiencia en la que sin analogía alguna, se intensifica cierta intimidad con el mundo. Cercanía con el mundo que se acuña en el concepto de “intensidad”. En el programa Deleuze-Guattari solo es viable pensar sobre la base de una experiencia que se problematiza y hace eco en la práctica de la vida. La intensidad formalizada en lo enunciable pero restablecida en lo producido es lo que afecta. El sonido por ejemplo en Jhon Cage, señala las pertinencias y las esperas del silencio que proyecta un síntoma, la “impaciencia”, lo “cómico” al igual, que la estadía o el beneplácito; pero no menos, es música. La mezcla rítmica de lo que acontece no está fundada, se crea en el proceso. Deleuze rescata de Cage9 la intensidad con la que presenta lo conocido como lo menos conocido en una geometría de la música acontecida en el deseo de la propia percepción. El CsO emerge como la dimensión para lo extraño y lo conocido en la plena simbiosis de las percepciones. <br />En torno a la percepción y en relación a una experiencia de una literatura menor, Deleuze-Guattari dirán: <br />“[…] entraremos por cualquier extremo, ninguno es mejor que otro, ninguna entrada tiene prioridad, incluso si es casi un callejón sin salida, un angosto sendero, un tubo sifón, etcétera. Buscaremos, eso sí, con qué otros puntos se conecta aquél por el cual entramos, qué encrucijadas y galerías hay que pasar para conectar dos puntos, cuál es el mapa del rizoma y cómo se modificaría inmediatamente si entráramos por otro punto. El principio de las entradas múltiples por sí solo impide la introducción del enemigo, el significante, y las tentativas de interpretar una obra que de hecho no se ofrece sino a la experimentación”10.<br />Existe una inmanencia al CsO y es su multiplicidad; las cosas se suceden de tal modo que no hay lugar para otra cuestión que no sea ésta experiencia que atraviesa los cuerpos y los prepara a la desterritorialización, a la apertura de sus conexiones11 afectivas. Recurrente en Deleuze-Guattari la imagen de un pensamiento que hace rizoma al infinito; ya sea en un acontecimiento como en una haecceidad, las conexiones se intensifican en la potencia de obrar o de crear. Frente al mundo de las conexiones afectivas las significancias que instituyen modelos y con ello, puesta a punto de un organismo que imposibilita la creación. En esta vía Eric Alliez dirá: “Cuerpo sin Órganos como un ataque al organismo en cuanto organización trascendente y como la alternativa inmanente del cuerpo, una alternativa que lo abre a conexiones y relaciones bio-filosóficamente indisociables de «un campo trascendental impersonal y pre-individual»”12. Toda una experiencia singular, dada en medio de unas relaciones e implicaciones que se agitan en un mismo plano. La condición de un unívoco plano para el CsO implica:<br /> “[…] un cuerpo vivo, tanto más vivo, tanto más bullicioso cuanto que ha hecho desaparecer el organismo y su organización. Unas pulgas de mar saltando en la playa. Las colonias de la piel. El cuerpo lleno sin órganos es un cuerpo poblado de multiplicidades”; en otro lugar de mil Mesetas se complementa: “Las líneas se inscriben en un Cuerpo sin Órganos, en el que todo se traza y huye, línea abstracta a su vez, sin figuras imaginarias ni funciones simbólicas: lo real del CsO. Así las cosas […] ¿Cuál es tu cuerpo sin órganos? ¿Cuáles son tus propias líneas, qué mapa estás haciendo y rehaciendo, qué línea abstracta vas a trazar, y a qué precio, para tí y para los demás? ¿Tu propia línea de fuga?”13<br />Consistencia del deseo en una superficie que sin menoscabo de las disciplinas, se explaya al mundo del acontecimiento, al mundo de la multiplicidad y la composición de los cuerpos. Sean cuerpos en poesía,  en literatura, en ciencia, en política, en la ficción, en el cine, en las matemáticas entre otras, la experiencia de la vida se circunscribe a una praxis de la potencia de obrar (virtualidad) en el acto (actualidad) mismo del crear e incluso del resistir.<br />Caso particular según Francois Cusset, del afloramiento de grupos minoritarios derivados de una teoría que intenta mover el espíritu al borde de la manada o en su defecto, desde el interior de la manada, al flujo de la creación; pues, antes que nada son: <br />“Portadores de una diferencia irreductible, las marginaciones sexuales, los contra-rituales de barrio, la opacidad de las obsesiones y todos los exilios interiores “trazan un plan de gran consistencia [que mina] el plan de organización del Mundo y de los Estados”: en otras palabras, hoy importa más que nunca confrontar una a una, y en la práctica, las categorías  de revolución y de mujer, las luchas sociales y las “clases afectivas”, o incluso las formas de vida y las solidaridades militantes lejanas, para favorecer esos agenciamientos inéditos merced a los cuales “un nuevo tipo de revolución se está volviendo posible”14<br />Resumen de un CsO que agita los cuerpos en su deseo y los lleva a los bordes de manada (como el mismo Deleuze suele decir), excitándoles a una reanimación de la fuerza que pulula en la infinita cadena de relaciones afectivas. Disponerse al propio deseo y con él construir agenciamientos, no de comodidad o placer, sino de producción, son en primera instancia, los “fines” de una vida impersonal que toma formas (cuál instancia geométrica) plausibles para el desarrollo de las potencias que hacen que la existencia vibre al ritmo de los espasmos de la misma; esto es, en el flujo de la experiencia.<br />El cuerpo como multiplicidad<br />El plano de inmanencia es el lugar común en donde se suceden las experiencias del mundo de la vida. Por él pasa lo actual como lo virtual; sensaciones, perspectivas, problemas, conceptos, producciones, devenires, afectos e intensidades. Todo a través de un cuerpo, bajo la concepción deleuziana, un Cuerpo sin Órganos. Y por él, cierta excitabilidad intensiva que impulsa la vida al límite.<br />Sí en el plano de inmanencia, el acontecimiento; entonces, se pasa por una experiencia en la multiplicidad acaecida en el cuerpo. Pasar, sólo pasar y hallaremos el devenir al que las haecceidades están adscritas. Cruzando este plano no encontraremos otra cosa que el deseo, cómo si a él nos debiésemos al considerar que la experiencia se sucede en la multiplicidad del cuerpo, al que sin reserva seducimos.<br />Comprendiendo que las cosas se nos ofrecen lejos de lo trascendental en la mirada deleuziana y son pensadas sin “supeditamientos”. Las cosas se hallan inscritas en un plano que se ejerce en su relación de fuerzas y no en la determinación de categoría alguna; están en la superficie fluida sin un centro ordenador. En su defecto, irrumpen como una infinita experiencia que se desglosa en la vivencia, en los afectos, en las intensidades, en las relaciones e implicaciones, en los cruzamientos conceptuales, en las máquinas de guerra y sus anomales, en la autonomía de una experiencia que pasa por lo liso antes que por lo estriado, por referenciar disposiciones circulantes en lo inmanente. En un todo sensible cuya fuerza deseosa reposa en una “no necesidad”. En un Cuerpo sin Órganos. Al menos cuando se cruza la pregunta ¿Se puede hacer lo que se quiera? ¿Se puede llevar la experiencia de la vida en un infinito que desconoce el límite? O ¿Cómo atrapar lo absoluto impersonal en una vivencia propiamente personal? <br />Desde cualquier punto: Cuerpo sin Órganos<br />¿Cómo abordar lo que nos desborda? Una maestra que tiene por tema la educación sexual, encuentra en los relatos de sus estudiantes cierto temor. Por un lado, descubre en las fantasías y vivencias de los adolescentes no sólo cierta incompetencia frente a la enunciación de una sexualidad del afuera sino, una extraña salivación que intenta disimular, por otro, a pesar de tan difusa sensación, se obstina por “orientar” algo que en el límite de sí, espera vivir. <br />“Orientando” fluctúa entre ser imagen o presencia de una vivencia; no sabe, pero espera en la línea de su agenciamiento, el momento propicio para realizarse en su deseo enmascarado, a sus ojos, tal vez, descarado. Confrontando su ser en la susceptibilidad de un cuerpo sin órganos.<br />Para Deleuze, “el Cuerpo sin Órganos: ya está en marcha desde el momento en que el cuerpo está harto de los órganos y quiere deshacerse de ellos, o bien los pierde”15. La maestra está en guerra. No acontece como norte sino, como perdida de horizonte. Por doquier, su cuerpo en silencio sufre y se divierte socarronamente. Los relatos y las ensoñaciones la fragmentan. En su experiencia de la vida el tiempo ha perdido temporalidad y con ello, desterritorializa un sentido a un sin sentido.<br />Enfrentada al deber de orientar, se percibe en su penumbra. Ama lo que hace en proporción directa a un estilo de vida, ahora impersonal. Su oficio interactúa con otras líneas, otros agenciamientos, dónde se desconoce quién es quién. Un poco la imperceptibilidad e indiscernibilidad llamada por Deleuze-Guattari: “Estar a la hora del mundo. […] reducirse a una línea abstracta, a un trazo, para encontrar su zona de indiscernibilidad con otros trazos, y entrar asi en la haecceidad como en la impersonalidad del creador”16; esto es, hacerse en el devenir de otras percepciones sin más necesidad que la de vivir. No se va contra el juego, se deja arrastrar en medio de lo indiscernible17 de la existencia. Claro está, no de cualquier manera. En el juego de fuerzas la existencia de una máquina abstracta precipita los agenciamientos a su infinita interconexión, en la que territorializaciones, desterritorializaciones y reterritorializaciones se relevan.<br />Ahora un pensamiento estratificado, vivenciado en la sedimentación de un cómo y un deber, a través de los cuales el deseo, sí desea, busca su punto de fuga. No substraerse al deseo; aun a costa  del riesgo que implica, es la llave del juego que abre la puerta al Cuerpo sin Órganos.<br />Pensar, sentir, actuar, son afines al estar en un estado que no posee más categoría que la de ser implicado. Acontece la experiencia del mundo en una fracción compartida. Nada fluctúa si no es en la dinámica de un mundo-producto.<br />Los estados de cosas suceden no más allá de este límite de sí, estar envueltos. Un Cuerpo sin Órganos es un plano de inmanencia para el cual no existe más necesidad que la de Ser. “El CsO es el campo de inmanencia del deseo, el plan de consistencia propio del deseo (justo donde el deseo se define como proceso de producción, sin referencia a ninguna instancia externa, carencia que vendría a socavarlo, placer que vendría a colmarlo)”18. Se construye en la producción; en el deseo de vivir al límite; ante todo, “El Cuerpo sin Órganos no hay quien lo consiga, no se puede conseguir, nunca se acaba de acceder a él, es un límite”19. Precisamente, porque no pre-existe una condición que le pueda conformar. En él, como inmanencia en la que se despliega la experiencia de la vida, la orientadora sexual, se inscribe en un agenciamiento que le arrastra a parajes de los cuales no tiene idea. El mundo le desborda. No se es dueño de un CsO, se está en el límite de la relación; por cierto, intensiva.<br />La intensidad es la matriz por las que experiencias y estados de cosas se conceden su espacio. Un todo interactuando, en una extraña impersonalidad co-afectada. Donde rige la fuerza en la que se impulsa y se vive al extremo. De ahí la sentencia: “[...] Anular los órganos, en cierto sentido encerrarlos, para que sus elementos liberados puedan entrar en nuevas relaciones en las que derivan el devenir-animal y la circulación de afectos […]”20. En la disposición de su liberación, vivir al máximo. Con la fuerza vital necesaria para darse cuenta de su necesidad; de su apremiante presteza para la acción, la creación y la producción. Pura intensidad, como quién por tres años no ve la luz del día sino, media hora por año. Anular, no tiene otra “significancia” que retrotraer todo de sí para impulsarlo a Ser. Disfrutar lo que se posee en proporción directa al desequilibrio que se genera; al éxtasis obtenido en la experiencia de un agenciamiento activo, intenso.<br />Bien la insistencia Deleuze-Guattari sobre lo esquizo, transformar, romper definitivamente con los preceptos del sacerdote21. Salir al paso de una orientación que actúa bajo el impulso del imperio del terror enunciativo. El mundo rebosa en seres aislados, en términos deleuzianos, no han anulado sus órganos, no han involucionado. Están ahí, impulsados a la vida, no impulsando experiencia, creación o producción, contagiosamente vida. La pura enajenación marxista, condensada en la cristalización de los sentidos; favor de otros y para otros. El CsO es una apuesta a la multiplicidad y un atentado contra la cosificación. Ser para otro sin ser para sí, “no tiene objeto”, bueno tal vez sí, uno entre tantos agenciamientos (aquí vendría bien considerar la noción de Aparato de Estado empleada en Mil Mesetas, por ahora, en espera de ser tratada).<br />Denuncia recalcitrante en un punto capital que reduce y esquematiza. No es por nada la crítica férrea al psicoanálisis por parte de los autores. Es el psicoanálisis la figura ejemplificante de este movimiento cosificador. Clarividencia de la institución, determinación de una vez y para siempre del comportamiento de la maestra. La maestra está enferma. ¿Por qué? Bueno, el psicoanálisis lo ha dicho. “Castración, castración, grita el espantajo psicoanalítico que siempre ha visto un agujero, un padre, un perro donde hay lobos, un individuo domesticado donde hay multiplicidades salvajes”22. Las cosas están en una multiplicidad afectiva; establecida en los cuerpos que tienen el poder de afectar y ser afectadas. La maestra es un cuerpo, recepciona e impele afectos; susodicho movimiento que crea e inventa mundos bajo la tutela del deseo; agitación imperceptible que desborda la disciplina, el modelo y la estandarización. Máxime, si nos frecuenta la idea: “No se sabe lo que puede un cuerpo”23.<br />Potencia de obrar de una multiplicidad de afectos en torno al CsO pues: “Es lo que queda cuando se ha suprimido todo. Y lo que se suprime es precisamente el fantasma, el conjunto de significancias y de subjetivaciones”24. Las instancias afectivas no se reducen unas en otras, existe vibración y flujos de deseo que llevan al cuerpo a la vivencia de un límite creador. Maestra y alumnos se cruzan en una experiencia afectiva; tal vez, extrañamente silenciosa, pero no por ello, imbuidas en una realidad sin más necesidad que la de sentir cierta legitimidad secreta. Secreta, porque las cosas suceden y se desarrollan por sí mismas en su multiplicidad. Desde cualquier punto s
La experiencia de la vida en la perspectiva de la vida1
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  • 1. La experiencia de la vida en la perspectiva de la vida<br />Contenido<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347247quot; quot; 1,140,158,0,,Pulsiones de Vidaquot; Pulsiones de Vida<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347264quot; quot; 1,9224,9260,0,,Cap. I: agenciar, flujo y deveniquot; Cap. I: agenciar, flujo y devenir. <br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347342quot; quot; 1,12040,12060,0,,Agenciar en Deleuzequot; Agenciar en Deleuze<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347360quot; quot; 1,16228,16244,0,,Flujos de deseoquot; Flujos de deseo<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347379quot; quot; 1,22813,22833,0,,Devenir experienciaquot; Devenir experiencia<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347402quot; quot; 1,33731,33752,0,,Cap. II: Experienciaquot; Cap. II: Experiencia<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347418quot; quot; 1,35864,35899,0,,En sí de la experiencia en Deleuquot; En sí de la experiencia en Deleuze<br /> HYPERLINK quot; _Hlk277517384quot; quot; 1,48617,48646,0,,Experiencia, experimentaciónquot; Experiencia, experimentación<br /> HYPERLINK quot; _Hlk269725191quot; quot; 1,50248,50281,0,,La experiencia como coexistenciaquot; La experiencia como coexistencia<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347492quot; quot; 1,58098,58133,0,,La experimentación como producciquot; La experimentación como producción<br /> HYPERLINK quot; _Hlk269724815quot; quot; 1,64079,64104,0,,Una experiencia múltiplequot; Una experiencia múltiple<br /> HYPERLINK quot; _Hlk290215600quot; quot; 1,75953,76006,0,,Cap. III: CsO: una multiplicidadquot; Cap. III: CsO: una multiplicidad audible, inmanencia<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347566quot; quot; 1,72539,72577,0,,El mundo del Cuerpo sin Órganos quot; El mundo del Cuerpo sin Órganos (CsO)<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287347589quot; quot; 1,73807,73826,0,,Cuerpo sin Órganosquot; Cuerpo sin Órganos<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287348034quot; quot; 1,85668,85697,0,,El cuerpo como multiplicidadquot; El cuerpo como multiplicidad<br /> HYPERLINK quot; _Hlk287348073quot; quot; 1,88267,88309,29,,Desde cualquier punto: Cuerpo siquot; Desde cualquier punto: Cuerpo sin Órganos<br /> HYPERLINK quot; _Hlk275333580quot; quot; 1,96730,96756,0,,El mundo de la Inmanenciaquot; El mundo de la Inmanencia<br />Conclusión<br />La filosofía como experiencia de la vida<br />La experiencia de la vida en la perspectiva de la vida<br />Hacer un texto en nada es sencillo y máxime si se trata de algo valioso y trascendental para la proyección personal; aún más difícil cuando se trata con un estilo particular y no pocas veces tildado de esquizofrénico. Sin embargo la intención y la disposición espero ha de cambiar este cuadro aparentemente difuso. El sentido general es un trabajo serio e intelectual que nada desdice de otra investigación sometida bajo las rúbricas de otros estilos.<br />Conforme con esta explicación, pues considero necesaria, bajo los inevitables ataques que a ritmo de “buen filósofo” suelen darse, espero entonces iniciar y siempre iniciar esta investigación que usted, inestimable lector sabrá valorar bajo el flujo de sus apetencias espacio-temporales.<br />Sin más, el título que he considerado para este singular trabajo es: “La experiencia de la vida en la perspectiva deleuziana-guattariana”. Experiencia, porque fielmente define una vivencia como un acontecimiento ya de uno o de varios. Vida, porque se trata de usted, de mi, de nosotros y de aquello(s); en cada dimensión suceden cosas que fuerzan como mínimo un relato, un sentido, una expectativa, una sensación, una idea, un absurdo, en síntesis una experiencia. Perspectiva, porque no deja de ser una entre muchas miradas; un criterio que acompaña una percepción, un sentir o una intuición, tal vez una demostración. Deleuze-Guattari, porque para el camino se necesita de un(os) aliados y entre más avezados más rica la aventura, ni mucho menos tranquila y segura, al contrario, más tenebrosa y oscura, pero en definitiva rítmica y palpitante a cada paso; de entrada se está perdido: ya no se sabe quién apoya ¿Deleuze? ¿Guattari? Incluso ambos se ven perdidos, escriben a dúo y han dejado de ser cada uno, son un tercero. Aún así, espero librar las adversas situaciones a esta aventura, construyendo con ellas un reto a mis bien conocidos límites. El objetivo, afianzar un cuerpo con capacidad de afectar y que pueda llegar a ser una de sus múltiples experiencias.<br />Pulsiones de Vida<br />La investigación que nos acusa: “La experiencia de la vida en la perspectiva deleuziana”, intenta dar tratamiento a una mirada muy particular, como la de Deleuze en torno a las nociones de vida y experiencia. Alrededor de dichas nociones hacer referencia a conceptos que giran en la dinámica de una filosofía de la vida, tal vez sería más preciso, una filosofía de la diferencia que encarna cierta democracia de las acciones colectivas y cierta simpatía en torno al comportamiento humano en contexto.<br />Innumerables conceptos pueblan el territorio deleuziano, algunos de ellos bajo una máscara de extrañeza y hasta mística; sea el caso del Cuerpo sin órganos, de rizoma, máquina abstracta, máquina de guerra, desterritorialización, actual-virtual, agenciamiento, deseo, encuentro e incluso el de creación. Conceptos venidos de un encuentro, fruto de las idas y venidas del camino aventurado, así mismo de las proyecciones de un pensamiento que no cesa de idear. Es de anotar, no están solos ni vienen de la exclusividad deleuziana; algunos son bloques que corresponden a una historia definida de la filosofía o nos vienen de algún campo disciplinar; otros, están acuñados en la frondosidad de un pensamiento a dúo donde se pierde el quién para dar lugar a cierto agenciamiento colectivo de deseo y de producción. <br /> A través de Deleuze se respira un aire denso y lleno de intensidades; como si la pausa y el descanso no tuviesen forma. Lo que expresa, acuña una posibilidad de crear; lo que recrea es afirmado por la consistencia de una corporeidad vital. Nada escapa a una relación o a un encuentro; cosas e ideas se cruzan sin cesar. Del choque de energías la emergencia se produce, nuevas formas e informaciones auspician motivos de indagación o de experimentación. Toda una inmersión en una experiencia que se configura en el propio cuerpo y se hace en un plano por doquier inmanente. De tal modo, la experiencia de la vida se enriquece en la superficie de los cuerpos, en la apuesta de un deseo o en la aventura de transformar los límites. <br />He ahí un encanto, sentir esta gama de experiencias en la frenética sensación de un todo que nos cruza. Toda una ontología de lo singular que atraviesa las esferas de lo mediático y lo local, para hincar las hordas de una multiplicidad no sólo de acontecimientos sino de devenires cuál más; esto es, siguiendo a Jakob Von Uexküll: Un mundo donde no existiría un orden de preponderancia o de más importancia que otro orden, en especial, en el mundo animal, sólo mundos en su devenir. <br />Bajo este matiz, la experiencia se configura en una dimensión de complejidad creciente; a la luz de los flujos de información y de encuentros que hacen posible no sólo la diversidad sino la interacción de formas y modos de ser diferenciados. La experiencia de la vida ya individual, ya colectiva se circunscribe a un mundo particular; mundo dado en una plenitud de elementos que lo configuran y a su vez lo llenan de identidad o de sentido. La filosofía deleuziana a mi modo de ver, describe los rasgos, las secuencias, las proyecciones y los entornos humanos en función de un acontecer del que se hace experiencia de tal modo, es factible la interacción de diversas miradas que soportan una lógica de la vida y de ello un análisis del comportamiento que supera las expectativas de la ciencia social en torno al mismo objetivo. Incluso, más allá de un fundamento, la permanente invitación al desarrollo de una vida intensa, que brilla por su propia fuerza y halla en el camino el aliciente suficiente para crear.<br />Que fuerza no llevan las palabras: “¡Experimenta en lugar de significar y de interpretar! ¡Encuentra tú mismo tus lugares, tus territorialidades, tus desterritorializaciones, tu régimen, tus líneas de fuga!”. Incitación-afirmación de un estilo que ha de pretender la dignificación del acontecimiento; la confirmación de una vida que se realiza eludiendo aquello que le cosifica. Cuanta fuerza en la idea de una experiencia que se ofrece a sí misma, en su desarrollo vital; no un esquema dibujado sino un mundo construido a velocidades dispares. No tratándose de encontrar un lugar y esperar allí que se desarrolle el mundo, se vive la mezcla y los tirones de fuerzas bien, no siempre en la misma dirección pero coexistentes en alguna función, en algún agenciamiento común. Líneas que se cruzan bifurcándose, para potencializar emergencias que enriquecen no sólo las condiciones dadas sino instaurar nuevas formas y consistencias. <br />Experimentar no sería un lanzarse a la deriva, ni ser arrastrado ciegamente por el medio asociado; existe y en Deleuze tal vez sea un impulso vital, la resistencia a estados de muerte o a puntos de no retorno llamados “agujeros negros”. Inhibición, represión o pérdida es el resultado de caer en alguno de ellos. En sí, todo un peligro para el despliegue de fuerzas creativas o para las líneas de fuga. <br />La experiencia de la vida sería un contraste efecto camaleón, una vez inmerso en un medio se ofrece toda una coreografía en la cual no es factible no participar; se asume una posición como se dispone el ambiente a acciones que marcan tal o cual ruta. <br />“Pero sobre todo no hay que creer que basta con distinguir masas y grupos exteriores en los que alguien participa o a los que pertenece, y los conjuntos internos que englobaría en sí mismo. La distinción no es en modo alguno de lo exterior y la de lo interior, siempre relativos y cambiantes, intercambiables, sino la de tipos de multiplicidades que coexisten, se combinan y desplazan –máquinas, engranajes, motores y elementos que intervienen en un determinado momento para formar un agenciamiento productor de enunciado: te amo (u otra cosa)-.” <br />Con Deleuze y en algunos casos, Deleuze-Guattari, se afirma una condición imprescindible de multitud; la experiencia de la vida no tiene su origen en un punto determinado, sea la subjetivación o el intento de objetividad, se ofrece en un conjunto de fuerzas extrañas de las que participa el cuerpo como protagonista. He ahí, la mirada sobre lo biológico y los centros de percepción que configuran el sentido de alguna realidad; con ello, la posibilidad de pensar un estudio comparado del comportamiento humano con el mundo animal. Pues antes que otra cosa, un cuerpo que circula entre las cosas y los estados de las cosas. Aquel “[…] conjunto de válvulas, cámaras, esclusas, recipientes o vasos comunicantes […]” operando como un centro de vibración.<br />Se vive una experiencia pasando por una excitación corporal, claro está, de manera impersonal. Siempre la necesidad de otros impulsos y/o centros vibratorios. Toque perceptivo por doquier en “el mundo de las velocidades y de las lentitudes sin forma, sin sujeto, sin rostro”. Así, la experiencia es una construcción que partiendo de estados perceptivos se arriba a la sensación, al sentido y al acontecimiento. <br />Evocación de una ontología de la singularidad bajo la que se dimensiona un impulso vital, realizado en su particular devenir. El mundo que circunda dicha singularidad es una vivencia plena, una característica que fuerza a los individuos a salir de los arquetipos y de los medios de pasividad. La experiencia en la perspectiva deleuziana es activa, intensa e inherente a un plano de inmanencia. Los individuos se desenvuelven por una voluntad que arrastra y atrae energías que crean un mundo. “Somos desiertos, pero desiertos poblados de tribus, de faunas y de floras. Empleamos el tiempo en colocar esas tribus, en disponerlas de otra forma, en eliminar algunas, en hacer prosperar otras”. La vida de cada quien se juega a dicho nivel y la experiencia de cada quien se dimensiona en su afirmación de los límites y de sus prolongaciones. Un constante pasar por estados, Deleuze suele llamarle bloques, series o ritornelos. Una vida espasmódica o jadeante que cambia a cada tirón. “Nada de infinita reseña de interpretaciones siempre un poco sucias, sino proceso finitos de experimentación, protocolos de experiencia”. <br />Una apuesta, siempre una apuesta a través de un medio; hacerse a un territorio para tal vez después, no reconocerlo y agenciar otras esferas, “hacer un camino” aunque sea en el pensamiento. La experiencia de la vida se incorpora en un ser que vibra y arremete con fuerza y vivacidad, en un cruce turbulento y no siempre placido. Al contrario, demasiado nervio incluso para atreverse; sin embargo, parecería que comprenderlo es todo, no porque se parta de alguna parte o se llegue a parte alguna, sino porque el individuo se desinhibiría, se establece en un medio de relaciones afirmando su actualidad. De anotar, no es un proceso de vida egoísta; existen implicaciones que fuerzan las distribuciones y afrontarlas sería un constante reto. Las desterritorializaciones son un resultado de esa tensión que se produce y por lo que se asciende a las propias producciones. Una cuestión de arrojo matiza la experiencia de la vida en la perspectiva deleuziana; un pleno de energía que no siempre sabe lo que hace. <br />Frente ha dicho atrevimiento, el de la producción, el de la creación. ¿Qué fuerza procurar para producir una experiencia singular? Se nos ofrece todo un movimiento que configura de manera especial una filosofía de la vida por la que la intensidad de las acciones es primordial en el proceso de llegar a ser y en ello, el de instaurar un mundo en pleno de dignidad. Un acto mismo que invita en sí a su problematización. Por lo tanto, la experiencia de la vida en la perspectiva deleuzina-guattariana es confirmada sobre la pertinencia de una especie de acto puro, que sin desligarse de su medio, intensifica su hacer en el ser de un sentido.<br />Los temas abordados en el siguiente trabajo, apuntan en primera instancia, a un recorrido sobre algunos conceptos que nos dicen de una experiencia de la vida que se construye, no pocas veces, fuera de la línea de lo formal y lo pautado socialmente. Construcción vital que girando en torno a lo molar y lo molecular, fragua en el individuo sensaciones y pulsiones que le llevan, aunque sea como mera imagen del pensamiento, a las fronteras de un acto que le reivindica en su condición vital. De ahí, en el capítulo primero trataremos las nociones de agenciamiento, flujo y devenir como nociones que apuntan al modelo de un mundo abierto; un mundo por el que los comportamientos y actos van bajo el compas de ser y un hacer intenso. El capítulo dos, gira sobre la noción de experiencia y la de experimentación; conceptos que reflejan la intensión de los autores en la proyección de un individuo innovador y creador de ritmos que establecen conexiones en detrimento de procesos vitales que castran la vida. En el tercer y último capítulo, el concepto de cuerpo sin órganos, como prevalencia de una experiencia que no se deja atrapar en la organización de los sistemas, las instituciones o las teorías que aminoran las propias potencias. Al igual, visualizar el mundo como mundo de la inmanencia por el cual la vida no sólo es percibida sino sentida en su máximo devenir. En la conclusión, una filosofía que se afirma como experiencia de un proceso de creación ligado a un mundo consistente, donde no se desconoce acciones y pulsiones de los sujetos que interactúan al paso de un impulso singular. <br />Cap. I: agenciar, flujo y devenir. <br /> La filosofía deleuziana no puede ser comprendida como una totalidad del mundo. Sin embargo, gira sobre la totalidad, sobre un conjunto o estado de cosas que acontecen. Siendo, en la idea de un todo, la realidad una construcción comprendida e implicada. Coexistencia de entes comprendidos en una relación perpetua o lo que es lo mismo, en grados de proximidad indefinible, v, gr. la familia, la empresa, la política, el individuo o la educación, en una red que teje y entreteje diversos acontecimientos. Lo cual, implica, territorializar-desterritorializar, en una serie de eventos que se envuelven bajo el flujo de individuantes experiencias. Un todo que no es más que la superficie donde suceden las experiencias singulares y colectivas. <br />En el conjunto, como estado de cosas en una superficie, se establece una relación que finalmente termina desconociendo el afuera y el adentro1. Pues lo que hay es un pensamiento implicado, en la dinámica de un análisis de un mundo, no precisamente de un mundo estrictamente fundamentado, pero ¿Cómo se da dicha relación? ¿Cómo establecer principios a partir de un encuentro que se desconoce? ¿Cómo captar la experiencia de la vida donde no existe un fundamento? En tanto, “pensar nace de un azar, pensar es siempre circunstancial, relativo a un acontecimiento que sobreviene en el pensamiento”2.<br /> Así, nada más en Deleuze, para este trabajo de investigación, señalar la consistencia de la experiencia de la vida. Formas, modos, percepciones o desplazamientos implicados. Una experiencia, un evento que se traslapa en un plano. No una discriminación descollante de los recovecos filosóficos de su obra. Primero, porque su filosofía no se determina, ni existe un punto sobre el cual, a partir de sí mismo se generen los otros. Segundo, porque de lo que se trata es del análisis de los elementos que aportan a una comprensión de la experiencia de la vida sin más pretensión que mostrar ¿Cómo la filosofía se convierte en insumo para comprender las fases que comprometen la vida humana en su vivencia? <br /> Captar lo que acontece en un cuadro susceptible de descripción; pensar la riqueza de la experiencia de la vida a la luz de la filosofía deleuziana es el objetivo inicial. Para luego, en el proceso, buscar un “qué” códifica y señala, sí llegase a existir, dicha experiencia. En este sentido, el referente primario, pensando en conjunto, será el término “agenciamiento”, pues, emerge como “pivote” que fuerza a instituir la realidad en un plano y no en una trascendencia. Bien, en el sentido de un caso, de una experiencia o en el desplazamiento de una serie de momentos que forman una multiplicidad3; como si estuviésemos pensando en una plenitud. <br />Agenciar en Deleuze<br /> Agenciar implica desear. Por tal motivo, ambos conceptos irán de la mano en el despliegue de una filosofía de la experiencia de la vida. No se piensa uno sin remitir a otro; en tanto, la filosofía deleuziana se hace en rizoma. En Mil mesetas se dirá que un rizoma se presenta como: “[...] Un sistema acentrado, no jerárquico y no significante, sin General, sin memoria organizadora o autómata central, definido únicamente por una circulación de estados”4. De ello, se puede comprender un algo donde algo pasa sin preconcepciones trascendentales o estamentos de orden significantes. Simbiosis de acontecimientos sin objeto y plan que se construyen en un plano inmanente. Lejos de lo que Deleuze-Guattari denominaran “los tres fantasmas: la carencia interior, lo trascendente superior y lo exterior aparente”5. Las cosas acontecen a velocidad extrema, a partir de lo cual la realidad se hace consistente. En razón de los cruzamientos o las trasparencias que posibilitan que las cosas se topen y se transformen en su encuentro. Presencia actual de un encuentro que trae en su seno lo virtual como un acto que potencializa la vida y la hace plausible a una superficie visible. Al menos, si entendemos que:<br />“Lo virtual ya no es la virtualidad caótica, sino la virtualidad que se ha vuelto consistente, una entidad que se forma en el plano de inmanencia que secciona el caos. Es lo que se llama el Acontecimiento, o la parte en todo lo que sucede de lo que escapa a su propia actualización. El acontecimiento no es el estado de cosas en absoluto, se actualiza en un estado de cosas, en un cuerpo, en una vivencia, pero tiene una parte tenebrosa y secreta que se resta o se suma a su actualización incesantemente: a la inversa del estado de cosas, no empieza ni acaba, sino que ha adquirido o conservado el movimiento infinito al que da consistencia. Es lo virtual lo que se distingue de lo actual, pero un virtual que ya no es caótico, que se ha vuelto consistente o real en el plano de inmanencia que lo arranca del caos” 6.<br /> Esto es7, la vida ni se hace ya ni es caótica en su ser, simple y llanamente la vida se crea como un evento siempre vitalizado en un plano de inmanencia. Creación dada, ahí, en el acontecimiento. Pero, como una forma recreada a partir de los flujos de deseo; en el motivo de agenciar sobre un fondo inmanente. Pues, agenciar es crear y se metaforsea en cada proceso de vida acontecido en el plano. Nada pasa por ser estático; todo es dinámico. Agenciar funciona en una gama de matices donde el deseo como dominancia construye mundo, en palabras deleuzianas, sentido. <br />Agenciar existe en un radio de acción implicado; ya singular, ya colectivamente y en su reciprocidad los afectos circulan. De ahí, una vivencia extrae del medio percepciones que le desbordan pues, nada se sabe lo que puede un cuerpo8. Entre otras, porque un “cuerpo no se define por la forma que lo determina, ni como una sustancia o un sujeto determinados, ni por los órganos que posee o las funciones que ejerce. […] Tan sólo afectos y movimientos locales, velocidades diferenciales”9; virtualidad que se repliega en una actualidad siempre impersonal. Agenciar se da en un movimiento, por ser implicado, no reducible en exclusivo a un yo. Llanamente, puede decirse, se focaliza en instancias con el poder de afectar y ser afectadas. El residir en uno u otro lugar, por ejemplo, implica la exposición a esto o aquello; se construye y se es construido. Se hace territorio en la medida de la posibilidad de su desterritorialización. Hoy aquí, mañana allí, en el fluir del deseo.<br />Los casos innumerables. ¿Quién no se ve, no sólo envuelto en el devenir del mundo sino, afectando y afectado en su experiencia vital? Tal vez suene a redundancia o excesiva confianza en los criterios deleuzianos pero, ¿cómo no considerar la actualidad y el proyecto al que estamos abocados10? ¿Cómo no pensar en el movimiento trazado en cada desplazamiento y en la serie de implicaciones que se suceden? ¿Cómo no estimar finalmente, que “los agenciamientos son pasionales, son composiciones de deseo”11?<br />Flujos de deseo<br /> Fluir es una sentencia de orden vivencial. Impone vibraciones a cada acontecimiento; “sitúa” la vida en la experiencia12 y la refleja en una imagen que quiérase o no, impele afectos13. Pero un afecto en cuanto está en perenne relación, donde cosas y vivencias se cruzan al ritmo de un afuera que desborda todo interior. Fluir es la imagen que desborda toda noción de orden, sin caer apresuradamente en la idea de desorden, se nos ofrece el caosmos (o el carecimiento de límites) como el nicho del cual emerge el acontecimiento. Toda una ontología de la vida; las cosas y las vivencias se suceden sin designio, pero no por ello, no son producidas. Son en efecto, fruto de una fuerza que linda en la dimensión del sentido. <br /> La apuesta perceptiva de una experiencia de la vida en la perspectiva deleuziana se halla en este fluir seccionado en el plano de inmanencia; pues, “todo está permitido: lo único que cuenta es que el placer sea el flujo del propio deseo”14. Las cosas en el caosmos simplemente ocurren. Aunque, se dirimen para el mundo humano en la canalización del deseo. Tal vez, al ritmo de lo que Espinoza consideraba al respecto: “El deseo es el apetito acompañado de la conciencia del mismo […] Nosotros no intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque los juzguemos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos”15. <br /> Acaso no es un ejemplo palpable el hecho de vernos aquí o allá. Agenciando en un pleno de circunstancias que se hacen imperceptibles por la velocidad y la multiplicidad en que ocurren. Pero, en buena medida, decidibles al compas de un querer; construyendo un mundo y un sentido que deviene vida, a través de “[…] los agenciamientos multilineales o diagonales, que no son en modo alguno lo eterno, sino devenir, un poco de devenir en estado puro, transhistórico”16. Esto es, un acto en la aspiración de un deseo singular, que no pretende otra cosa que afirmar un agenciamiento en oposición a modelo alguno. Aunque entiéndase, el deseo no se des-inhibe del momento formal. Su pretensión, no creo sea ser indiferente al medio, al contrario, en su experiencia está envuelto. Actuar es fuerza envolvente que lleva al límite la propia circunstancia. Porque el “Universo no funciona por filiación. […] se desarrolla y se transforma por contagio”17. <br />La experiencia singular y/o colectiva fluye en proporción directa al encuentro. Nada pasa sin una intensidad (magnitud de una fuerza) que trastoca, moviliza o impele a indefinibles y no pocos desconcertantes actos. <br /> Un emblemático encuentro es el caso Hans o el pequeño Hans, en tanto instaura toda una tipificación del comportamiento y el intento de “sanear” lo que para la estructura social es susceptible de normalización: “dentro del más puro ejemplo del psicoanálisis infantil: no han cesado de romperle su rizoma, de emborronarle su mapa, de ponérselo al derecho, de bloquearle cualquier salida, hasta hacerle desear su propia vergüenza y su culpabilidad, hasta lograr enraizar en él la vergüenza y la culpabilidad”18. Con Hans, se nos ofrece la posibilidad de señalar una tensión. Hans intenta agenciar y el psicoanálisis le envuelve en la forma de su disciplina. En el saber cómo se debe actuar y disponer de sí en función de otros. El orden social señala el prototipo y el ideal de un mundo de perspectivas delimitadas. Agenciar aquí, es acompañar la sedimentación propia del quehacer psicoanalítico. Marcación unívoca de un territorio sobre el cual el mundo de la vida ha de trasegar. Reunión histórica que desborda la potencia creadora de las singularidades. Por lo que salir al paso, se convierte, entonces, en un acto creador que implica hallar sentido o un contrasentido a toda posesión involuntaria. <br />El problema, más allá de las fronteras de lo admitido y lo prohibido, está en que no se posibilita la canalización del propio deseo. Se le arropa con la sentencia significativa, bajo el envoltorio de lo conveniente y la estructura categórica. Quizás suene a denuncia e inconformismo, pero es una posición que asume cierta estetización de la experiencia en su dimensión vital. <br />¿Cómo no pensarse en el fluir de la vida, en tanto, se existe en camino? Bien puede subsistir una serie de contrasentidos que en sí desdibujan un panorama deseante, pero acaso, ¿Vivir no implica de por sí un peligro? Tal vez esta sea el problema a dirimir ¿Cómo no caer en la anarquía o en la degradación de la propia vida, en el peligro a extraviar el sentido? Deleuze no fue ajeno a ésta percepción del peligro: “[…] el plan de consistencia no sólo corre el riesgo de ser traicionado o desviado bajo la influencia de otras causalidades que intervienen en ese agenciamiento, sino que el plan engendra sus propios peligros según los cuales se deshace a medida que se construye”19. <br />Aún a riesgo de perderse y de la sentencia de Badiou sobre la filosofía deleuziana al considerarla una filosofía de lo “anarco-deseante”20, la experiencia de la vida está inmersa en un fluir que escapa a nuestras consideraciones y para el caso, la filosofía de Deleuze nos posibilita comprender en la maraña de acontecimientos el sentido de dejar vivir, dejar pensar, dejar ser. <br />En Deleuze-Guattari existe un eco, después de pasar por los afectos en Espinosa, de la percepción del mundo como mundo en un conjunto21. Estados de cosas y vivencias se encuentran en interacción, pues no sólo se desea una cosa, se desea entre singularidades deviniendo. Por lo cual, “[…] devenir es el proceso del deseo. Ese principio de proximidad o de aproximación es muy particular, y no reintroduce ninguna analogía. Indica lo más rigurosamente posible una zona de entorno o de copresencia de una partícula, el movimiento que adquiere cualquier partícula cuando entra en esa zona”22. Se sucede o se acontece en un medio, en una multiplicidad. No se está ni lejana e inmediatamente solo. Por ende, se existe en un medio implicado, envuelto; donde cada cosa se halla en un plano de afectación. De tal manera, en una zona de encuentro donde ¿Quién no desea que las cosas circulen? <br />En síntesis, “el piojo es una “piojería”23, allí, existe una multiplicidad o un presente del afuera del deseo. O lo que es lo mismo, a pesar de la extrañeza de un mundo dominado-ordenado, el fluir de un cuerpo sin órganos24, tan fino y sutil como la experiencia de la vida. Augurio “cruel” de un estado de creación que admite dimensiones por las que pasa, incluso, hasta el prohibido prohibir.<br />Devenir experiencia<br />Un concepto que circula la filosofía deleuziana es el de experiencia; incluso considero, la condición plausible de toda consistencia fruto del cruce de fuerzas y afectos, está en la mira de una experiencia. Experiencia dada en un tiempo y en un espacio; para Deleuze el espacio es un plano de inmanencia, el tiempo una serie fragmentada de infinitos momentos. Así las cosas, la experiencia es una emergencia no venida de lo posible sino, de un despliegue de relaciones de fuerzas que instauran, a partir de la diferencia, territorios, desterritorializaciones, agenciamientos, creaciones, conceptos, perceptos y funtores, en últimas, mundo. ¿Cómo pensar este mundo a partir de las condiciones de experiencia? ¿Cómo pensar la experiencia en función del tiempo y del espacio? ¿Cómo comprender el en sí de la experiencia como acto de creación o de diferencia? Son las cuestiones a tratar en torno a una filosofía de la experiencia singular. <br />Existe experiencia en la consistencia “de los estratos que se refuerzan y se organizan, y que en los estratos el plan de consistencia actúa y se construye, ambas cosas fragmento a fragmento, golpe a golpe, operación tras operación”. Plena vinculación a una realidad que atraviesa los seres y de la cual no se escapa por capricho. Se está a plenitud de una vivencia, por lo demás, impregnada de fuerzas que hacen territorio que por momento tienden a perdurar a la luz de sus significancias y los pequeños terrores acentuados por doquier. Organización de elementos susceptibles de ordenar los cuerpos en una distribución sin par. Sin embargo, implicados en un tiempo, igualmente potencializados a su desterritorialización.<br />Experiencia de un significante que tiene “una sustancia, o el significante tiene un cuerpo que es Rostro (principios de los rasgos de rostridad, que constituye una reterritorialización)”; ser de la ley y de los modelos, personificación de los sistemas. Presencia de la impotencia del pensamiento en la figura de un tribunal de la razón. Cada instancia apetece un ser vertical atrapado en el obedecimiento a los patrones de la significancia. Mezcla de categorías en función de una ideología sedimentada. A lo que se invita, un acto de creación, “ser extranjero en su propia lengua”. Caminos dispares, el primero como un motivo seguro, el segundo como aventura de las conexiones y los encuentros.<br />El encuentro se asume como la pertinencia de un deseo; como una política de la sensación y del sentir. Hacer un mundo es la circunscripción de una individuación que no escatima esfuerzos en incorporarse como fuerza a las prácticas de la vida. He ahí, una experiencia de la circulación de las singularidades halladas en la superficie que toda lo soporta y lo admite. Cruce de experiencias que se confabulan en un conjunto para ofrecer un sentido de vida. Ya en el cine, la literatura, el arte, la ciencia o la filosofía, entre otras, se asume condiciones imperceptibles para los encuentros que figuraran las diferencias y las intensidades. Figúrese una experiencia en la que un encuentro es fortuito y la línea de la vida toma una variante indiscernible; tal vez, a través del cine, quizás a partir de un duelo o más aún, por medio de la enfermedad o en dinámicas incomprensibles. De lo que no escapa entonces el pensamiento:<br /> “pensar nunca será engendrado en el pensamiento si este no es, primero, afectado. Los tres conceptos, fuerzas, afuera y afecto, son solidarios: encontrar el afuera es siempre ser forzado, involuntariamente afectado; o más bien un afecto es involuntario por naturaleza puesto que viene del afuera, puesto que implica un encuentro, puesto que es el índice de una fuerza ejercida sobre el pensamiento desde el exterior”. <br />El afecto como experiencia impele a los cuerpos a determinado grado de intensidad; la práctica política es muestra de ello. Convergen fuerzas que se encuentran en intereses de los cuales emergen estrategias que finalmente se desbocan o se descarrilan ante la aparición de nuevas fuerzas. Cambio de rumbo a parajes atractivos o problemáticos pero vitales para su existencia. El encuentro no modela, obliga a pensar sintiendo transpiraciones. “Nada sabemos de un cuerpo mientras no sepamos lo que puede, es decir cuáles son sus afectos, cómo pueden o no componerse con otros afectos, con los afectos de otro cuerpo, ya sea para destruirlo o ser destruido por él, ya sea para intercambiar con él acciones y pasiones, ya sea para componer con él un cuerpo más potente”.<br />Espacio abierto por el que se atraviesan las experiencias y de las cuales no se sale incólume. Algo pasa y pasa desbordando las insinuaciones de la organización; ésta pretende reterritorializar a partir de un rostro pero en sí, despliega fuerzas que abren y dispersan desde su interior. De encuentros afectivos, los grupos minoritarios que fortalecen las democracias tarde o temprano tensan la cuerda y la obligan a ceder. Juego de fuerzas coexistentes que desconoce autoridades. Se desconoce no porque se les omita sino porque “estamos lejos de la producción filiativa, de la reproducción hereditaria”. El campo de fuerzas no permite más que unas conexiones dadas por contagio. Coordenadas de un desplazamiento activo e intempestivo. Remisión a un “plan de consistencia ocupado por una inmensa máquina abstracta de agenciamientos infinitos”.<br />Un par de casos de esta circulación de fuerzas por las que la experiencia se nos ofrece por contagio y en buena medida se abstrae de la organización está en la frecuencia potencial de una minoría y el no surgimiento del líder de manada. En el primer caso Deleuze como teoría y descripción de consistencias coexistentes insta a una incursión en el juego de fuerzas cuando: “inspira un análisis de los espectáculos transexuales y de los vídeos alternativos según los términos de un “flujo de los cuerpos” y de un “teatro performativo” de la resistencia; o bien justificar un nuevo enfoque postfeminista de la anorexia en nombre de su “ética no reactiva” de la “negociación permanente”; más palpable en una corriente feminista antiesencialista que aprovecha el recurso antidualista deleuziano-guattariano (hombre-mujer, homo–hétero) para su afincamiento. Ahora bien, con respecto al funcionamiento de manada Deleuze trae a colación: <br />“las bandas de los niños de Bogotá […] se reúnen y realizan los robos juntos, con botín colectivo, pero luego se dispersan, no permanecen juntos ni para dormir ni para comer; por otro lado y sobre todo, cada miembro de la banda está unido a uno, dos o tres miembros de la misma banda, por eso, en caso de desacuerdo con el jefe, no se irá sólo, siempre arrastrará consigo a sus aliados cuya marcha conjugada amenaza con desarticular toda la banda; por último hay un límite de edad difuso que hace que, hacia los quince años, forzosamente hay que dejar la banda, separarse de ella”. <br />Problema para las determinaciones y los relativismos; prefigurar un modo de ser bajo pretexto de la metástasis de ejercicios de control laborioso y continuo. Sacrificio del capricho de un yo que siente placer en la ordenación de un mundo perpetuamente distanciado a no ser en la suscripción a cierta impersonalidad acontecida. Se es fruto de un tiempo no fundado, primado por procesos inherentes a toda experiencia. Procesos del orden de la creación, la vitalidad y la abertura. Sensibilidad dispuesta al encuentro que nos señala la importancia de estar a la hora del mundo. Esto es, en una conexión que en buena medida impone sus dinámicas. Aun a pesar de la cuestión del cómo surge la intensidad efectiva para un acto de creación, cómo y dónde se despliega una fuerza desterritorializante.<br />Experiencia deleuziana que no se reduce a una descripción teórica de agenciamiento alguno, ni mucho menos a las formalizaciones proposicionales o a los deseos de sujetos colectivos, sino que se extiende al campo de un devenir animal en el que se muestra la predisposición biológica de los comportamientos y la fraternidad parental con mecanismos que van más allá de nuestra comprensión cognoscitiva a su vez, en franca lid con un devenir tiempo que permea los cuerpos en su peregrinaje y los disuelve en su duración. <br />El acontecimiento, es finalmente, la experiencia que desglosa toda descripción de las relaciones existentes. Dándose en un tiempo que implica las coexistencias, de las cuales, el acto de creación invocado, la insistencia en la diferencia y la negativa a lo trascendental emergen como condición vital; pues de lo contrario, sería presa fácil el pensamiento de mutismo e inacción y por ende, abstención involuntaria de las potencias del cuerpo que experimenta. Ya que “pensar es experimentar, pero la experimentación es siempre lo que se está haciendo: lo nuevo, lo destacable, lo interesante, que sustituyen a la apariencia de verdad y que son más exigentes que ella”. Un pensamiento no cubierto por emblemas que dicen de formas correctas de pensar sino, función de una experiencia contextual que obliga al pensamiento a una implicación presente y problemática. <br />Pensar no es un ejercicio teórico extremadamente figurado en los modelos de significancia, es la realización de una experiencia que se hace imperceptible en la sensación de lo impersonal. “No se piensa sin ser sensible a algo, a signos, a esto mejor que aquello […] Pensar comienza con la diferencia: “algo se distingue”, se hace signo, y se distingue como envuelto, implicado”. Estar en medio ¿Por qué motivos? ¿Con quién sí y con quién no? ¿En ésta u otra circunstancia? No es una cosa arbitraria y caprichosa. Se está arrastrado en un devenir por el que lo actual y lo virtual cobra vida en el en sí de la experiencia. Un poco volver al encuentro; en el acontecimiento nos hacemos pero en él los afectos y las fuerzas se amalgaman sin sospecha. Como si dijéramos, cierta inocencia cruza por nuestros caminos (líneas) o sentidos de vida. En términos deleuzianos es la máquina abstracta que hace de las suyas. “La máquina abstracta es la pura Función-Materia – el diagrama, independientemente de las formas y de las sustancias, de las expresiones y de los contenidos que va a distribuir”; función comprendida como un hacer sobre algo, el pleno de la acción en torno a una materia no formada por estar en proceso o en movimiento, por figurarse como elemento de una experiencia que tiende a ser.<br />Así las cosas, a la luz de la obra deleuziana pensamientos, afectos, fuerzas y variables intensivas o deseos, reposan en un círculo de sensaciones que de un modo u otro acontece a toda experiencia. Abstraerse aparece como una imposibilidad pues se está sometido al vaivén de un mundo en el cual no sólo lo dado es una pretensión personal sino, se existe en medio de estados, apetitos y deseos que desbordan las propias fuerzas, pues sólo se es un proyecto inacabado y como proyecto, cualquier emergencia puede acontecer, cualquier experiencia llena la amalgama de dimensiones por los que la vida se nos muestra. <br />Cap. II: Experiencia<br />En sí de la experiencia en Deleuze<br /> El título de esta reflexión de por sí, invita a pensar en una visión de la vida sobre la base de una experiencia, de un acontecimiento que se nos ofrece. La vida como acto y potencia efervescente. En la perspectiva deleuziana, percibir los momentos que puntúan una filosofía que apunta propiamente a los procesos en los que la vida se implica en la vivencia singular. De la mano de los conceptos deleuzianos pensar las condiciones interactuantes y múltiples de los estados de cosas que nos atraviesan en una panorámica abierta y en continua diferencia. <br /> En este sentido, el intento es señalar la perspectiva de la vida bajo rasgos de una experiencia filosófica rica en vibraciones percibibles; donde en el devenir de la vida es tan válida una experiencia individual como colectiva, una del orden simple como la que acontece en excelsa complejidad, una vivencia que corta los ritmos del orden como la que se instaura en zonas de discernibilidad, no queriendo decir, se apuesta a un todo vale, al contrario, concomitante afirmación positiva de una vida en plena intensidad.<br /> Deleuze nos propone, entonces, una perspectiva de la vida intensa llena de matices que se insertan al campo de la experiencia sobre el fundamento de un plano de inmanencia que desconoce jerarquías en lo que implica el deseo como fuente emanante de realidad. Toda una gama de colores se imbrican en los conceptos deleuzianos en una relación funcional que desdice, finalmente, de esencias definitorias de un acontecer de la vida. <br /> Así, no se trata de un título, se trata, en definitiva, de una experiencia de escritura. Pero sobre todo, de afectos, deseos y conceptos en pro de una experiencia de la vida. <br /> Sí de afectos, existe un plano de inmanencia en las que las cosas suceden, se dimensionan en la medida en que unas y otras están en posesión de afectar y ser afectadas; nada pasa por no ser una experiencia de afectación. Siempre en una condición reciproca de percepción. El plano supone y superpone los afectos sin que ninguno sea un punto cumbre de los otros; como si dijéramos uno entre otros; ello, gracias a grados de implicaciones. De deseo, en la intensidad de figurar un mundo que puede bifurcar en las resonancias de un agenciamiento que implica de suyo, estado de cosas, enunciados, territorios y desterritorialidades. De conceptos, porque el pensamiento puebla el plano de inmanencia en una relación infinita donde las cosas acaecen como posibilidad virtual de ligar y desligar el deseo (Espinoza) a un acto del pensamiento. <br /> Ahora bien, cada uno de estos conceptos (afectos, deseos y conceptos) serán los que en últimas coquetean los elementos conjugantes en los conceptos de Experiencia, Vida y perspectiva en la mirada deleuziana. <br />En sí de la experiencia en Deleuze<br /> La obra filosófica de Deleuze hace rizoma1 con otras fuentes de índole estrictamente “no filosófica”: la literatura, la música, el cine, la pintura, el arte, la ciencia, la política, la economía, la biología o la geografía, entre otras cuestiones que atañen al espíritu humano. Cada una de ellas establece en sí una experiencia y en particular hacen puente con la filosofía, pero pareciese no fuera el caso con Deleuze. Como experiencia, son agenciamientos que se hacen en la dimensión de otros agenciamientos; un todo ligado por el cual sus momentos pasan. Nada es esencial, simple y llanamente las cosas pasan. <br /> En este pasar o como el mismo Deleuze señala en la vía de un agenciamiento “tarde o temprano, suceden cosas, y forman tal o tal agenciamiento según sus composiciones de velocidad”2. Cobra sentido el hecho de un suceder no venido de categoría alguna o consolidación conceptual consensuada; son acontecimientos que se atraviesan unos a otros o mejor, que se afectan en tanto multiplicidad co-existente. De ello, las cosas o estado de cosas se visualizan sin un foco unificador sin un centro que les ordena, están ahí en perenne movimiento, en la alternancia de un tiempo con sus respectivos ritmos.<br /> Un ejemplo es la mirada, las pulsaciones, las expectativas, el clima, los veredictos ocultos y plausibles, los estados de ánimo de quienes asistimos a un evento cualquiera. Un conjunto que de vez en vez brilla en los bordes, en el afuera, en su centro o en su imperceptibilidad; agenciado en una disposición, el evento vive un proceso por el cual pasan una serie inconmensurable de afectos que se implican en una serie de interangenciamientos. Más allá de un estado de conciencia o de inconsciencia, de sujetos o subjetividades, de formas o modelos, de patrones, ordenes o regularidades las cosas se enrollan y desenrollan; una maraña de acontecimientos percibibles afectando y agenciando vida.<br /> No conciencia ni inconsciencia como aclara Deleuze-Guattari: “Pues el inconsciente no hay que encontrarlo, hay que construirlo. Ya no hay una máquina dual conciencia-inconsciente puesto que el inconsciente está, o más bien se produce, allí donde va la conciencia arrastrada por el plan”3. No se obedece a los impulsos de una noción que causa o fundamenta procederes; las cosas suceden en un plano de inmanencia, en la superficie, en el pleno de una vivencia deseosa. He ahí el error del psicoanálisis, creer en la existencia de una explicación dual de los motivos que impulsan al acto. Para el caso de la droga, en la analítica referente del psicoanálisis; Deleuze-Guattari expresan en oposición: “ese esquema [del psicoanálisis] causal sigue siendo tributario de un plan de organización que nunca puede ser captado por sí mismo, que siempre tiene que deducirse de otra cosa, inferirse, sustraerse al sistema de percepción, y que recibe precisamente el nombre de Inconsciente”4, desconoce un sinnúmero de percepciones deseosas. Desconoce un agenciamiento que corre el riesgo de ser arrastrado por la finitud y la imposibilidad de desterritorializarse. <br /> En tanto un agenciamiento invoca un territorio, se hace en proceso y se percibe en su vivencia, en su multiplicidad: “Un agenciamiento es precisamente ese aumento de dimensiones en una multiplicidad que cambia necesariamente de naturaleza a medida que aumenta sus conexiones”5. No existiendo un espacio límite para confrontar una perspectiva bajo la particularidad de un punto referente. Agenciar implica un estado de cosas que se chocan y en el choque cruzan afectos que reterritorializan o desterritorializan a otros agenciamientos. Si reterritorializa afirma un estrato, le sedimenta, se le envuelve en una esfera cerrada, finalmente se agota en el plano; si los desterritorializa, se dispone a un devenir de apertura, un conjunto abierto que percibe otros territorios; en sí, un todo que crea.<br /> El problema de la droga o del drogadicto por ejemplo, es su fineza para con la muerte; el riesgo es perderse en su límite, no trastocarse en un estado de cosas que le exhorten al acto de crear o producir, la vivencia de la pasividad absoluta.<br /> <br />“Ya no somos, ya no es dueño de las velocidades. En lugar de construir un cuerpo sin órganos suficientemente rico y lleno para que pasen las intensidades, los drogadictos erigen un cuerpo vacío o vitrificado, o un cuerpo canceroso: la línea causal, la línea creadora o de fuga, se transforma inmediatamente en línea de muerte y de abolición”6.<br />Tal vez la droga o la bebida, incluso, en un momento dado es una posibilidad para la creación, pero, si no se vivencia un punto de fuga, una línea abstracta que atraviesa otros umbrales concluye en el aniquilamiento. La cuestión de un agenciamiento, hacerse en proceso; en la dinámica de una intensidad “que impulsa la desterritorialización cada vez más lejos”7. Toda una invitación a la vida en la persistencia de un camino, de un hacer contacto con otros devenires a la luz de una experiencia constructiva.<br /> La intensidad deviene fuerza en el impulso creador de un desear; por eso, desear es crear un agenciamiento, dirá Deleuze en sus diálogos con Claire Parnet en 1988. Se desea en la diferencia, en el encanto de un querer estar en posesión de las velocidades y las lentitudes en las que las cosas pasan; el deseo, se hace experiencia como intensidad. <br />“Cada vez que el deseo es traicionado, maldecido, arrancado de su campo de inmanencia, ahí hay un sacerdote. El sacerdote ha lanzado la triple maldición sobre el deseo: la de la ley negativa, la de la regla extrínseca, la del ideal trascendente. […] el sacerdote ha dicho: deseo es carencia […] el sacerdote ha relacionado el deseo con el placer. Pues hay sacerdotes hedonistas e incluso orgásticos.”8<br /> Desear arrastra y atrae el acto creador o la experiencia creadora. Impulsar un deseo en el afán de un agenciamiento deviniente parece la consigna deleuziana. Crear vida en un plano de consistencia en y a través de una miríada de acontecimientos susceptibles de instaurar cada uno de ellos un nuevo plano. La experiencia se afirma y confirma en cada uno de los múltiples agenciamientos; teniendo en cuenta, el plano de inmanencia obedece a tres virtudes: la indiscernibilidad, la imperceptibilidad y la impersonalidad. Lo que dice, la experiencia en Deleuze no se observa a la luz de un sujeto, se piensa en relación a una haecceidad o un algo individuado.<br />“Reducirse a una línea abstracta, a un trazo, para encontrar su zona de indiscernibilidad con otros trazos, y entrar así en la haecceidad como en la impersonalidad del creador. Entonces uno es como la hierba: ha creado una multitud, ha hecho de todo el mundo un devenir, puesto que ha creado un mundo necesariamente comunicante, puesto que ha suprimido de sí mismo todo lo que le impedía circular entre las cosas, y crecer en medio de ellas”9.<br /> Estar entre las cosas; no sólo verlas pasar sino, agenciar como haecceidad entre la multiplicidad de devenires. Pues, a cada cosa le corresponde una apertura a la realidad o al plano de inmanencia. <br />“Una estación, un invierno, un verano, una hora, una fecha, tienen una individualidad perfecta y que no carece de nada, aunque no se confunda con la de una cosa o de un sujeto. Son haecceidades, en el sentido de que en ellas todo es relación de movimiento y de reposo entre moléculas o partículas, poder de afectar y de ser afectado”.10<br /> Inserción de movimientos en un radio de acción sin dominador, la experiencia de la vida se fragua sin modelo aún a pesar de la necedad de estar en alguno. El orden lo inscribe el deseo en la proporción de la creación de su realidad; de una realidad que se hace imperceptible por su multiplicidad. Un caso traído a colación por Deleuze en los diálogos con Claire Parnet puede ilustrarlo: se desea cualquier cosa, demos por caso, se desea una mujer, pero no se desea como un simple objeto de deseo, se desea en un conjunto del cual hace parte el paisaje que le compone y con él la multiplicidad de afectos que le atraviesan, el acto de desear está implicado con un rostro11 y un paisaje del que escapan matices por las diversas velocidades y lentitudes que le integran o le pueden integrar12. <br /> Se tiene un deseo y con ello se construye un agenciamiento. La experiencia, como devenir o percibir, construye territorio en la afinada posibilidad de su desterritorialización con lo que deviene igualmente, una multiplicidad de perspectivas.<br /> Pensar en perspectiva implica, salir al paso de lo que puede o no puede acontecer en un estado de cosas, individuadas o colectivas. Percibir en diversos contextos los grados de afectación es la tarea de un pensamiento para la velocidad y el dinamismo de la vida. Comprendiendo por vida, lo que en términos de Deleuze puede pensarse como el plano de inmanencia, puesto que: “Es el movimiento (la cara del movimiento) que se establece entre las partes de cada sistema y de un sistema al otro, que los atraviesa a todos, los agita y los somete a la condición que les impide ser absolutamente cerrados”13. <br /> Todo está allí, en un plano agitado y concomitante. No en unidad sino en el furor de una multiplicidad rizomática no arborescente. El plano se nos muestra como un devenir que resiste “heteróclitos” sentidos. <br /> El plano de inmanencia o de consistencia “es un plano geométrico, que ya no remite a un designio mental, sino a un dibujo abstracto14. Es un plano cuyas dimensiones no cesan de crecer, de acuerdo con lo que en él pasa, sin que por ello pierda nada de su planitud. Es, pues, un plan de proliferación, de poblamiento, de contagio […]”15. En tal sentido, en un plano como el que describe Deleuze no existe un arriba o un abajo, los diferentes devenires pueden ser pensados como puras perspectivas que de la mano del deseo, construye agenciamientos implicando la vida en toda una experiencia.<br />Experiencia, experimentación<br />Pensar la experiencia es pensar sobre la base de una existencia audible y vibratoria, en sí, en el plano de una especie de sensualidad reinante. Como sujetos de facultades y de conciencia, el mundo se nos aparece en la dinámica de una existencia, en la cual, existimos. Y es ante este hecho, que nos cubrimos por doquier de experiencia. Se comprenderá entonces, la experiencia es la cubierta para la danza. El plano de inmanencia en el que reina el acontecimiento de y para nuestras facultades, para nuestras potencias. Por consiguiente, el objetivo de esta reflexión apunta a visualizar este algo que nos atraviesa, este algo que nos sume en el pleno de la vida, pero también, de reojo, como un complemento, como un sentido; en el intento de salir al paso o al peso de la experiencia y en lo sucesivo trayecto a la vivencia de experimentar. Huída o cuerda que vibra en el más de la intensidad. Punto para la creación y la ruptura con lo dado; ungimiento de las potencias que dormitan en el estrecho marco de la representación comunitaria. <br />Dos conceptos a ser analizados en la onda deleuziana con la finalidad de esclarecer puntos en común o muy al contrario la divergencia absoluta. En principio, la experiencia como un patrón del orden de lo común y la experimentación como emulo idílico. El primero amparado en el grueso de la existencia, el segundo en la potestad de los elegidos. Para ello, la mirada de quién supo permanecer atado al mundo de la vida, Gilles Deleuze.<br />La experiencia como coexistencia<br />Puede llegar a ser de fácil comprensión la noción de experiencia, en tanto, se le considere un algo vivible por cualquier ser humano e incluso animal. Recordemos que ya Aristóteles se preocupa por el desarrollo de la experiencia en los animales y en los hombres, sobre todo en la fianza de la posesión humana, al decir: <br />“La experiencia se genera en los hombres a partir de la memoria [existente en algunos animales]: en efecto, una multitud de recuerdos del mismo asunto acaban por constituir la fuerza de una única experiencia. [En lo que sigue] La experiencia parece relativamente semejante a la ciencia y al arte, pero el hecho es que, en los hombres, la ciencia y el arte resultan de la experiencia.”16<br />Viene dada la experiencia como fuente de la que emana todo lo que de serio tiene para el espíritu humano. Cuestión ésta, que aún hoy puede considerarse con plena presteza, al menos si pensamos por doquier se estima de más valía poseer destreza y cierta experticia en algún tema u oficio que el no tenerlo. Quizás, no experiencia a partir del momento exclusivo de la memoria, pues el hábito no necesariamente es fruto del esfuerzo por retener sino, cierta mecanización inconsciente que por fuerza se desarrolla. Bien es una manera de comprender, en primera instancia el sentido de la experiencia, pero la investigación propuesta no encaja en la dinámica del ejercicio de una técnica o el despliegue de posibilidad de una episteme fundamentada en la codificación de unos datos que pasan por la corroboración. Se trata de pensar el concepto de experiencia como vivencia, tal vez lo que Deleuze serializa como el acontecimiento, a lo sumo, como el ejercicio de existir de por sí y en sí; aunque más aún, como presencia de un encuentro en plena implicación. Para tal fin, iniciaremos el análisis sobre la base de lo que a bien comprendía Hume al respecto, en tanto sí la obra de Deleuze es un sistema, Hume ha pasado por él; para concluir en la distancia deleuziana de la experimentación, en caso de que pueda existir tal distancia. <br />Hume, clásico representante del empirismo, es una invitación al desarrollo de una perspectiva alejada de la cercanía especulativa. El espíritu humano tiende con facilidad a perderse en los afanes del pensamiento y con ello, a la espontaneidad que recorre de un lugar a otro sin más pretensión que la de mostrarse y afirmarse sin bases fehacientes. Es entonces el proyecto humeano una perspectiva de la consistencia, de la concreción. Bien, podemos considerarle inmerso en la época del debate epistémico, podemos igualmente pensarle en la apuesta factual que intenta señalar los puntos de encuentro y de relación de lo existente. <br />Frente al debate del momento humeano, se parte de una diferencia sustancial con respecto a la vivacidad de una experiencia cuando asevera:<br />“Todo el mundo admitirá sin reparos que hay una diferencia considerable entre las percepciones de la mente cuando un hombre siente el dolor que produce el calor excesivo o el placer que proporciona un calor moderado, y cuando posteriormente evoca en la mente esta sensación o la anticipa en su imaginación. Estas facultades podrían imitar o copiar las impresiones de los sentidos, pero nunca podrán alcanzar la fuerza o vivacidad de la experiencia [sentiment] inicial”17.<br />De lo cual es destacable el hecho de la fuente de la experiencia; primero en la remisión de un acontecer que da vida a la serie de cosas que afectan los cuerpos, segundo al instante en que se percibe la conexión entre un fenómeno dado y un quién que lo admite y lo siente. Por último, es clara la insistencia en la diferencia entre suponer y vivenciar. Suponer como simulacro de un posible, vivenciar o actualizar, como la realización de las potencias o las fuerzas dadas en los cuerpos o estado de cosas. De ahí la frase, se circula entre las cosas. Siendo así, Hume nos remite a un encuentro, al mundo de la bivalencia. Par de opuestos con el poder de afectar y ser afectado; mundo audible por el que circula el acontecer.<br />En el acontecimiento la experiencia se ofrece como una consistencia y no como idealidad. Pensados como seres de integralidad, lo ideal o la idea, tendrá su transformación en aras de no oponerla a una actualidad de la vivencia, esta ha de convertirse en lo virtual que ánima e inmediatiza el ayer como el mañana. Se pasa por un tiempo, y en la fracción del mismo, la contigüidad (Hume) que asume un pleno o un plano de inmanencia; el acto se intensifica en la mirada de lo que ha sido y lo que podría ser. No existe un ahora solitario. <br />Precisamente, porque las cosas están inmersas en el pasar. Un pasar sometido a las fuerzas que le arrastran de un lado a otro en la pertinencia de una estrecha relación, Hume establecía tres principios de conexión entre las ideas18: “Semejanza, contigüidad en el tiempo o en el espacio y causa o efecto”19. El suceder está inserto en una relación de la que deriva en primera instancia la factualidad de la experiencia y en ella, la disposición de una relación que nos lleva al límite de la vivencia. Consistencia que nos sume y asume en una materialidad compleja vista ya en la implicación de los cuerpos mezclados a la luz de los principios establecidos. El plano de la relación sumerge los cuerpos en la coexistencia, donde unos y otros indudablemente se afectan. <br />Si bien la condición de la relación es en parte la de necesidad, pues se involucra la experiencia en un círculo causal que implica la sucesión o la contigüidad no siempre perceptible, claro está, o dada en la incertidumbre de los acontecimientos. De dicha necesidad deriva la fundación20 de lo susceptible de ser conocido como también, la probabilidad de la certeza. <br />El enfoque filosófico humeano motiva una mirada de la experiencia inmersa en el devenir de una multiplicidad que se arrastra y se proyecta sobre el encadenamiento de las cosas; a través de lo cual, impresiones y percepciones se deslizan en apoyo de lo evidente y conciso de la vida. Al punto, todas las cosas se sopesan sobre los mismos principios. Por ejemplo, alguna producción tiene su razón de ser en la producción de alguna otra cosa y así sucesivamente. “La producción pasada implica un poder; el poder implica una nueva producción; y la nueva producción es lo que inferimos a partir del poder y la producción pasada”21; finalmente, la continuidad se muestra como el carisma fundacional allí donde la duda emerge. Para Hume, la experiencia posee forma inferencial, y su contrario es una contradicción en tanto, aparecería como dispersión inconexa o una cuestión sin referente; pues, para que exista algo, ha de haber surgido de algo. <br />Principio de una experiencia dada entre las cosas, en el cruce y la emergencia de las mismas; en el plano de una superficie. De lo que se desprende, la inmersión es asumida por el espíritu: “El espíritu sufre efectos. La relación no es lo que liga, sino lo que es ligado; la causalidad, por ejemplo, es pasión, impresión de reflexión; “efecto de la semejanza”. Es sentida. Es una percepción del espíritu, no una conclusión del entendimiento”,22 Señala Deleuze. Lo que para nuestro tema, la experiencia, más allá de la idea de necesidad de las conexiones o del principio de contigüidad, poco importa el problema de lo contiguo, la posibilidad de relaciones ideales, la captación causal; nos detenemos en la constitución de la experiencia que nos sumerge en el mundo de la vida, en el acontecimiento siempre implicado del reino de las experiencias. En el cómo se mueve el sujeto a través de una multiplicidad que le atomiza y a su vez, como individuo, permanente incitación a romper el huevo que le sujeta. Es decir, excitación de una experiencia en la intención de experimentar. <br />La experimentación como producción<br />Sentadas las bases (con Hume) para un mundo de la vida en relación; la experiencia se presenta en el orden de una explicación práctica. Nada pasa por el individuo que no esté circunscripto a un mundo en interacción. Dependencia a un pleno de momentos como a un pleno de espacios por el cual la vida de los individuos se va trazando y cruzando. No una pretensión histórica que prefigura las condiciones de una historia personal; menos aún, el capricho de un conjunto de estados mentales sin referencia a un medio por el que se construye las dimensiones y las perspectivas de mirada. Los esfuerzos individuales o las experiencias personales están sometidas al flujo de una existencia dada. No queriendo decir, se está preso de una cotidianidad en primacía de lo mediático; la experiencia, en función de alguna experimentación, considera la creación como el producto de una individuación del deseo que intenta hacer reino a saber de un mundo implicado en su medio. <br />Sí una experiencia está pensada como flujo de vivencias en un medio singular, Deleuze nos señala la noción de haecceidad como descripción del medio por el cual la actualidad de los individuos se construye y, por lo que se pasa, del estado de una experiencia al de experimentación23. En toda esta comunicación entre cuerpos que presuponen una mezcla de la que no se sale sin ser afectado, los sujetos experimentan una salida al círculo redundante de experiencias adscritas a un medio determinado; ello, si la fuerza del creador y el ánimo de producir avoca al individuo aún al punto de transformar la propia vida. Sea el caso de gobernantes, poetas, cineastas, músicos, filósofos, entre otros, que abandonan la estructura de su hacer, en pos de la aventura de la creación de un estilo muy particular, del querer más allá de los límites fijados por la disciplina, mostrar algún otro sentido. <br />“Raymond Roussel24 funda la comunicación de las series en una relación fonemática (“las bandas del viejo pillard” (saqueador), (las bandas del viejo billard” (billar) […], y colma toda la diferencia con una historia maravillosa en la que la serie significante p se junta con la historia significada b: historia tanto más enigmática cuanto, en este procedimiento en general, la serie significada puede permanecer oculta”25.<br />“Charles Péguy supo inventar todo un lenguaje, entre los más patológicos y estéticos que se puedan soñar, para decir como una singularidad se prolonga en una línea de puntos ordinarios, pero también se recupera en otra singularidad, se redistribuye en otro conjunto (las dos repeticiones, la mala y la buena, la que encadena y la que salva”26.<br />“De Nietzsche: Y el sujeto de este nuevo discurso, aunque ya no hay sujeto, no es el hombre o Dios, todavía menos el hombre en el lugar de Dios. Es esta singularidad libre, anónima y nómada que recorre tanto los hombres como las plantas y los animales independientemente de las materias de su individuación y de las formas de su personalidad; superhombre no quiere decir otra cosa, el tipo superior de todo lo que existe. Extraño discurso que renovaría la filosofía, y que finalmente trata el sentido no como predicado, como propiedad, sino como acontecimiento”.<br />“Uno de los intereses profundos de Castaneda, bajo la influencia de la droga o de otras cosas, y del cambio de atmósfera, es precisamente el de mostrar cómo el indio llega a combatir los mecanismos de interpretación para instaurar en su discípulo una semiótica presignificante o incluso un diagrama asignificante: ¡Para! ¡Me fatigas! ¡Experimenta en lugar de significar y de interpretar! ¡Encuentra tú mismo tus lugares, tus territorialidades, tus desterritorializaciones, tú régimen, tus líneas de fuga! ¡Semiotiza tú mismo en lugar de buscar en tu infancia prefabricada y en tu semiología de occidental…!<br />Un salir de la forma de lo emblemático en el afán de instaurar un sentir; un oponerse a lo extraño para invocar las fuerzas que animan desde lo más profundo una lógica de la sensación. Cada uno de ellos, junto una centena de pensamientos y deseos minoritarios fraguan un tema de búsqueda y afirmación no pocas veces cubierto de ficción. Experimentar se acuña en el limbo de una experiencia común que supedita a los mortales a la reducción de una vida interpuesta por el medio mediático de la cotidianidad. <br />Estar imbuido en un modo de relaciones que somete a inclemencias ajenas al deseo no son en sí un camino; con Deleuze y Guattari la experiencia de la vida se nos muestra en pleno de un plano de inmanencia que acontece en un fluir. No un fluir alocado y azaroso, que dispone los cuerpos y las fuerzas según algún capricho desconocido. Se arranca del caos un mundo, tal como lo hace “[…] el arte, la ciencia, la filosofía exigen algo más: trazan planos en el caos”. La experiencia de los individuos no se abstrae de ello, al menos al nivel, del deseo de producción.<br />Experimentar apunta a la vivencia intensiva de un encuentro: “Encontrad vuestro cuerpo sin órganos, sed capaces de hacerlo, es una cuestión de vida o de muerte, de juventud o de vejez, de tristeza o de alegría. Todo se juega a ese nivel. (De ahí la sentencia) Sustituid la anamnesis por el olvido, la interpretación por la experimentación”. Atreverse a ser en medio de una multiplicidad que desconoce el reino de las sombras, el fenómeno del modelo y los prototipos genuinos; es volcarse a la creación de una experiencia de la vida rica en matices dónde experimentar incurre en un verdadero acto de afirmación.<br />Podría decirse, se afirma la experiencia en una experimentación productiva. Deleuze-Guattari “jerarquizan” la producción en la potencia de una experimentación que va al límite de las fuerzas y de ahí, los clásicos ejemplos en personajes que han creado (un estilo de excepción) en los diferentes escenarios del arte, la ciencia o la filosofía. <br />Una experiencia múltiple<br />Acecho es el concepto que contrasta en el devenir animal31. Toda una experiencia que desborda al organismo; vitalidad extensiva e intensiva que no se ajusta ni se somete sino que crea. La experiencia en esta instancia es creación y producción. Es el animal el prototipo bajo el cual es posible pensar la compleja relación con el mundo que anima lo humano: <br />“Pues, por un lado, las relaciones de los animales entre sí no sólo son objeto de ciencia, sino también objeto de sueño, objeto de simbolismo, objeto de arte o de poesía, objeto de práctica y de utilización práctica. Por otro, las relaciones de los animales entre sí pueden aparecer en relaciones del hombre con el animal, del hombre con la mujer, del hombre con el niño, del hombre con los elementos, del hombre con el universo físico y microfísico”32.<br />He allí la dimensión para pensar por analogía la experiencia de la vida. A los animales se asocia toda una fraternidad, un sexo, un peligro como un territorio al cual se ve abocado a salir o defender. En la vivencia animal se halla el rezagado como el impulsivo; el héroe como el solitario; el padre, el hijo y la transmisión de técnicas de caza y supervivencia. A falta del símbolo las señales que construyen un mundo. A decir de Deleuze, es admirable la insistencia del animal en crear un mundo, cuestión que en muchos humanos no acontece; razón a favor del que posee el mundo de todos. <br />Del comportamiento animal se extrae una distribución de experiencias en las que podemos pensar en el en sí de la aventura de la desterritorialización, la territorialización o la reterritorialización. Su mundo es múltiple y lleno de adrenalina. En un estado salvaje como de expresa ternura, el animal señala el deseo de estar a la hora del mundo en su plenitud. Devenir animal, es la expresión de una vitalidad que no admite espacio para la no acción. Siempre en un terreno sometido al acontecimiento. Cualquier cosa sucede en su multiplicidad no dando lugar a la inacción. Todo exceso de confianza se paga con la muerte. La experiencia de hace viviente en la fuerza del deseo (cazar, copular, liderar, señalizar, comunicar, emigrar, entre otras). Por consiguiente, se deviene animal cuando se crea un mundo; esto es, se hace de la vida una experiencia. <br />Tal vez no sea desacertado pensar en el mundo de la vida sobre la base de un plano de inmanencia, plan de consistencia o Cuerpo sin Órganos33 pues, como en el mundo animal, la experiencia está presente en la construcción de una multiplicidad o en la idea de un agenciamiento colmado de afectos. Eterno acontecer que por su intensividad se nos hace imperceptible pero no menos susceptible de ser llevado al límite del deseo (de producir, de saber, de reconocimiento, político, de trabajar, de transformar, sexual, artístico entre otros). Cada singularidad en su flujo crea mundo; no muy distante de la vivencia animal. <br />El paso a la sociedad, por ejemplo, no es espontanea; surge en medio de una dinámica afectiva bajo la primacía de un deseo colectivo por perseverar y protegerse. “El hecho de que el impulso cooperativo humano se reafirme tan intensa y repetidamente constituye el milagro de la supervivencia civilizada. Muchas fuerzas actúan contra él y, sin embargo, nunca deja de retornar a la superficie”34. Está inscrito en la naturaleza del animal humano tender al desarrollo de sus potencias y éstas, son del talante de una experiencia colectiva e impersonal. El Uno múltiple, como dirá Deleuze-Guattari: “No hay más que multiplicidades de multiplicidades que forman un mismo agenciamiento, que se manifiestan en el mismo agenciamiento: las manadas en las masas, y a la inversa”35.<br />Uno-múltiple, la experiencia cruza el plano de inmanencia. Se acontece en un lugar y bajo ciertos ritmos (ritornelos). Bien algunas facetas de la experiencia de la vida se sitúan en lo poético, en la ficción-ensoñación, en la mística, en la literatura, en la metáfora o en el cuento pero, no por tal, deja de ser una experiencia. Cual devenir animal en el que siempre se está alerta; como si pensáramos y viviéramos en la rúbrica de un estado del arte permanente: percepción, creación, producción, juego e inventiva. <br />Abstraerse del mundo, estando en el mundo, no debería ser un ideal, quizás, ni una realidad. Puntal deleuziano para oponerse a lo trascendental:<br />“Carecemos del más mínimo motivo para pensar que los modos de existencia necesitan valores trascendentes que los comparen, los seleccionen y decidan que uno es “mejor” que otro. Al contrario, no hay más criterios que los inmanentes, y una posibilidad de vida se valora en sí misma por los movimientos que traza y por las intensidades que crea sobre un plano de inmanencia; lo que ni traza ni crea es desechado. Un modo de existencia es bueno, malo, noble o vulgar, lleno o vacío, independientemente del Bien y del Mal, y de todo valor trascendente: nunca hay más criterio que el tenor de la existencia, la intensificación de la vida”36.<br />Apostarse en un plano implica estar a la hora del mundo. Nadie más lo sabe que el que siente la presión de las velocidades que fraguan su “destino”. Estar al paso de las peripecias sociales o para ser más preciso, hacerse al clímax de lo básico. Tensión de cobertura que señala el movimiento del pensamiento en crear condiciones de subsistencia y existencia (digna). Día a día de un ser que intenta a toda costa llevar al límite su potencialidad. Ilusión de un camino, en muchos, esperanza de un mundo mejor al que con alegre calma experimentan la alegría trágica de la vida.<br />Nada dista de una vida animal que cubre su territorio con señales y, con alma y vida defiende el territorio al que se somete su mundo. La diferencia, un plano inmanente37 donde las fuerzas que actúan son de tipo Natural. Intensidad pura que sostiene el equilibrio; el caosmos38 de la experiencia de la vida. Allende, un mundo de turbulencias sociales que incrimina como festeja. La corrupción incrimina, olvidando otras intensidades por las que circulan experiencias rudas. La política festeja su espectáculo en la risa obscura e invisible de los dirigentes. Aunque no siendo activista político, tampoco puedo asegurar la intensidad que atraviesa dicho agenciamiento. Pero, la insistencia en el espectáculo supone la pelea de niños en la que al final, nada pasa. En cambio, la experiencia implica pasar. El incriminado pasa por espacios fríos y desolados en compañía de los suyos. Siente en carne propia el espesor de la noche como el pliegue de sus entrañas.<br />Pasar, no existe otra historia en el plano de inmanencia o en la experiencia múltiple de la existencia. He ahí, que el pasar ya es un problema. Y sí algo trascendental se nos ofrece, es el tratamiento de este problema. ¿Cómo solucionar la discordia social? ¿Cómo “pedir un poco de orden para protegernos del caos”? 39<br />Una posible solución, intensificar la intensidad de las relaciones. Establecer conexiones que fuercen al pensamiento a salir de su mutismo. Crear y producir. Hacer del acontecimiento una oportunidad. Vivencia suma del grado cero de la escritura. En síntesis, llevar al límite la potencia del cuerpo. <br />La experiencia múltiple indica e implica vivir en el extremo de las fuerzas que estratifican un cuerpo. No tratándose de no estar; tratase de generar dinámicas de vida por las que se vibra, esto es, acontecer en un mundo. En el cual, frente al organismo, el CsO agita los diferentes devenires intensos. <br />La razón de esta mezcla de los cuerpos que proyecta las fuerzas que impulsan a un acto intensivo que no desconoce un mundo múltiple, pero que tampoco escatima esfuerzos para prolongar sus umbrales: “El CsO hace pasar intensidad es, las produce y las distribuye en un spatium a su vez intensivo, inextenso. Ni es espacio ni está en el espacio, es materia que ocupará el espacio en tal o tal grado, en el grado que corresponde a las intensidades producidas”40. En un más acá de los postulados y el deber ser de los principios que “orientan la vida de los sujetos” Deleuze afirma: “Es actualizar la potencia o devenir activo: está en juego la vida y su prolongación, pero también la razón y su proceso, una victoria sobre la muerte, puesto que no hay más inmortalidad que esta historia en el presente, no hay más vida que aquella que conecta y hace converger entornos”41, a los que con ahínco, en el pleno de la receptividad, la potencia y las múltiples experiencias, se vive un acto de creación.<br />Cap. III: CsO: una multiplicidad audible, inmanencia<br />El mundo del Cuerpo sin Órganos (CsO)<br />Cabe pensar en el concepto de cuerpo sin órganos como un concepto abstracto, difuso y, a primera vista, sin referencia alguna, a no ser en el campo de la poética o la literatura donde todo es posible. La siguiente reflexión, tiene entonces, como finalidad, circunscribir el CsO a su exégesis; como diría Deleuze, darle consistencia. Observarle en sus prolongaciones rizomáticas; explorarle a la luz del uso que de él se ha hecho y cubrirlo con la virtud que ánima al niño a seguir un juego comprensible. <br />Para tal fin, es fundamental considerar algunos elementos que dan vida al concepto en la propia obra de Deleuze y Guattari. Tomar algunas derivaciones ejemplificantes con sus respectivas aproximaciones enunciativas. Al paso, que se intentará contrastar dicha noción con los comentarios de los especialistas en la filosofía deleuzina1, en especial del CsO. <br />Acercarse al concepto de CsO, implica abrir el camino a la riqueza subyacente al de experiencia. Por consiguiente, la deriva de la aproximación al CsO ha de arrojar alguna perspectiva a la dimensión en la que los seres humanos acontecemos.<br />Cuerpo sin Órganos<br />En la base del Cuerpo sin Órganos prefiguran poetas, cineastas, literatos, ficcionarios, científicos, políticas, archivos históricos, estratos, bifurcaciones, ritmos, desiertos como no pocos filósofos. Él, el CsO, es una “metáfora”. Una metáfora consistente. Poblada por una materia que como en el poema de Borges2, se agitan los cuerpos imaginarios, ambulantes, perspicaces, idolatras, enunciables, históricos, actuales como virtuales. En él, todo fluye, incluso, la imposición de un límite al pensamiento. <br />La mirada posa sobre un desierto en donde puede creerse, todo pasa. Libremente se someten los cuerpos a las argucias del desierto; libremente se le mira con fervor o desprecio; plácidamente se muere en un desierto al que cualquier cosa ocurre y cualquier cosa se somete en su pleno acontecimiento. Ya está la imagen de desierto en clara confrontación con el pensador modelo al servicio de la forma-Estado: “Son los actos de un “pensador privado”, por oposición al profesor público: Kierkegard, Nietzsche, o incluso Chestov… Donde quiera que habiten, aparece la estepa o el desierto. Destruyen las imágenes”3. Incitación, vértigo, peligro, creación y atrevimiento, son las cualidades de lo que atraviesa lo establecido. En el medio, en el extremo, en todas partes el creador. El CsO, se sitúa en la instancia de la creación; imagen de una violencia que impele al pensamiento a salir de sí (logos-fundación4); de la forma-Estado. <br />No corresponde al CsO desconocer la producción humana plasmada en los anaqueles de la historia o en la idolatría institucional. Corresponde al CsO señalar la superficie sobre la cual se posa la experiencia de la vida. He allí, la idea de desierto. Superficie en la que se distribuyen toda una serie de acontecimientos susceptibles de conexión; en cuanto se le piensa como ecosistema y no como zona despoblada. Posibilidad de encuentro e imagen de riesgo permanente. Adentrarse en el desierto es adentrarse a la aventura de crear, no sin pocos temores a perderse. En él, todo es intensidad y devenir. En tanto, deviene su ser como cúmulo de fuerzas en acción; señal de una imagen de la que se espera cualquier eventualidad. <br />“El desierto de arena no sólo implica oasis, que son como puntos fijos, sino también vegetaciones rizomáticas, temporales y móviles en función de lluvias locales, y que determinan cambios de orientación de los trayectos. El desierto de arena y el de hielo se describen en los mismos términos: en ellos ninguna línea separa la tierra y cielo; no existe distancia intermedia, perspectiva ni contorno, la visibilidad es limitada; y sin embargo, hay una topología extraordinariamente fina, que no se basa en puntos u objetos, sino en haecceidades, en conjuntos de relaciones (vientos, ondulaciones de la nieve o de la arena, canto de la arena o chasquido del hielo, cualidades táctiles de ambos); es un espacio táctil, o más bien “háptico” [de contacto], y un espacio sonoro, mucho más que visual”5.<br />La imagen que proyecta el desierto es una imagen de vida; en un hacer se circula, por un hacer se pasa. Razón más para pensar cierta necesidad en la que cada cosa está implicada. Cualquier elemento varía el panorama; y ante la variación, constante enfrentarse; así, el terreno para crear y producir. Al caso que surge, se nos ofrece o se describe en conceptos con una consistencia; realidad en la que el desierto como superficie, sostiene toda experiencia. Azar, necesidad y contingencia se cruzan; el CsO deviene en producción e imagen6.<br />El CsO es entonces, un espacio para los acontecimientos y la fructificación de dimensiones. Se suceden experiencias a las que les cuesta escapar de otras experiencias. Medio implicado que desgarra cualquier intento por asfixiarle. De ahí que Deleuze-Guattari expresen: <br />“El enemigo es el organismo. El CsO no se opone a los órganos, sino a esa organización de los órganos que llamamos organismo. […] El organismo no es en modo alguno el cuerpo, el CsO, sino un estrato en el CsO, es decir un fenómeno de acumulación, de coagulación, de sedimentación que le impone formas, funciones, uniones, organizaciones dominantes y jerarquizadas, transcendencias organizadas para extraer de él un trabajo útil. Los estratos son ataduras, pinzas”7.<br />Se desaloja la identidad; bien el CsO lo soporta todo, se le indispone a un modo de ser. No se respeta el deseo que subyace a los agenciamientos. La vida misma aparece como propiedad en la disposición a las jerarquías y las categorizaciones. Comprendiéndose, no es tampoco verse en el vacío; en el camino de un agujero negro, donde la vida vuelca pérdida. Es pensarse y percibirse en el devenir de la existencia, en acto. He ahí el mundo del Cuerpo sin Órganos, la producción, la creación, la rizomatización de todas las existencias y potencias del medio acontecido.<br />Un punto referente que defina las condiciones en las que el devenir se produce va en contravía al espíritu creador. En su defecto, se acentúa en todo momento un trecho fluido y una imagen del desierto tan hostil y rica, como el medio para una fuerza creadora. Deleuze-Guattari apuntan al estimulo, a la intensidad. Constantemente incitan al pensamiento a salir de su inacción; incluso, lo anuncian: Ni una sola palabra que no lleve al vitalismo; al despliegue de energía. Así las cosas, devenir animal es la proposición bajo la que se soporta el deseo de creación. <br />El animal vive su mundo como si una supra-consciencia (fuerza interna: Bergson) le llamara a vivir en intensidad. Su deseo de supervivencia o de obtención de los medios para cuidar de su territorio lo hace extremadamente generoso para con la vida. Con vigilancia y astucia moviliza sus fuerzas y se aviene al acontecimiento. No espera un regalo, crea y asume las oportunidades. Sin más argucia que el ímpetu, se lanza al mundo en intimidad, lo hace suyo en plenitud. <br />“[…] sólo se deviene animal si se emite, por medios y elementos cualesquiera, corpúsculos que entran en la relación de movimiento y de reposo de las partículas animales, o, lo que viene a ser lo mismo, en la zona de entorno de la molécula animal. […] se trata del devenir animal en acto, de la producción del animal molecular (en cambio, el animal “real” está atrapado en su forma y su subjetividad molares)”8.<br />Participar de mundos dinámicos donde no queda sino vivir por derecho, es el reino y la invitación del devenir animal para el CsO. Hacerse copartícipe de una experiencia en la que sin analogía alguna, se intensifica cierta intimidad con el mundo. Cercanía con el mundo que se acuña en el concepto de “intensidad”. En el programa Deleuze-Guattari solo es viable pensar sobre la base de una experiencia que se problematiza y hace eco en la práctica de la vida. La intensidad formalizada en lo enunciable pero restablecida en lo producido es lo que afecta. El sonido por ejemplo en Jhon Cage, señala las pertinencias y las esperas del silencio que proyecta un síntoma, la “impaciencia”, lo “cómico” al igual, que la estadía o el beneplácito; pero no menos, es música. La mezcla rítmica de lo que acontece no está fundada, se crea en el proceso. Deleuze rescata de Cage9 la intensidad con la que presenta lo conocido como lo menos conocido en una geometría de la música acontecida en el deseo de la propia percepción. El CsO emerge como la dimensión para lo extraño y lo conocido en la plena simbiosis de las percepciones. <br />En torno a la percepción y en relación a una experiencia de una literatura menor, Deleuze-Guattari dirán: <br />“[…] entraremos por cualquier extremo, ninguno es mejor que otro, ninguna entrada tiene prioridad, incluso si es casi un callejón sin salida, un angosto sendero, un tubo sifón, etcétera. Buscaremos, eso sí, con qué otros puntos se conecta aquél por el cual entramos, qué encrucijadas y galerías hay que pasar para conectar dos puntos, cuál es el mapa del rizoma y cómo se modificaría inmediatamente si entráramos por otro punto. El principio de las entradas múltiples por sí solo impide la introducción del enemigo, el significante, y las tentativas de interpretar una obra que de hecho no se ofrece sino a la experimentación”10.<br />Existe una inmanencia al CsO y es su multiplicidad; las cosas se suceden de tal modo que no hay lugar para otra cuestión que no sea ésta experiencia que atraviesa los cuerpos y los prepara a la desterritorialización, a la apertura de sus conexiones11 afectivas. Recurrente en Deleuze-Guattari la imagen de un pensamiento que hace rizoma al infinito; ya sea en un acontecimiento como en una haecceidad, las conexiones se intensifican en la potencia de obrar o de crear. Frente al mundo de las conexiones afectivas las significancias que instituyen modelos y con ello, puesta a punto de un organismo que imposibilita la creación. En esta vía Eric Alliez dirá: “Cuerpo sin Órganos como un ataque al organismo en cuanto organización trascendente y como la alternativa inmanente del cuerpo, una alternativa que lo abre a conexiones y relaciones bio-filosóficamente indisociables de «un campo trascendental impersonal y pre-individual»”12. Toda una experiencia singular, dada en medio de unas relaciones e implicaciones que se agitan en un mismo plano. La condición de un unívoco plano para el CsO implica:<br /> “[…] un cuerpo vivo, tanto más vivo, tanto más bullicioso cuanto que ha hecho desaparecer el organismo y su organización. Unas pulgas de mar saltando en la playa. Las colonias de la piel. El cuerpo lleno sin órganos es un cuerpo poblado de multiplicidades”; en otro lugar de mil Mesetas se complementa: “Las líneas se inscriben en un Cuerpo sin Órganos, en el que todo se traza y huye, línea abstracta a su vez, sin figuras imaginarias ni funciones simbólicas: lo real del CsO. Así las cosas […] ¿Cuál es tu cuerpo sin órganos? ¿Cuáles son tus propias líneas, qué mapa estás haciendo y rehaciendo, qué línea abstracta vas a trazar, y a qué precio, para tí y para los demás? ¿Tu propia línea de fuga?”13<br />Consistencia del deseo en una superficie que sin menoscabo de las disciplinas, se explaya al mundo del acontecimiento, al mundo de la multiplicidad y la composición de los cuerpos. Sean cuerpos en poesía, en literatura, en ciencia, en política, en la ficción, en el cine, en las matemáticas entre otras, la experiencia de la vida se circunscribe a una praxis de la potencia de obrar (virtualidad) en el acto (actualidad) mismo del crear e incluso del resistir.<br />Caso particular según Francois Cusset, del afloramiento de grupos minoritarios derivados de una teoría que intenta mover el espíritu al borde de la manada o en su defecto, desde el interior de la manada, al flujo de la creación; pues, antes que nada son: <br />“Portadores de una diferencia irreductible, las marginaciones sexuales, los contra-rituales de barrio, la opacidad de las obsesiones y todos los exilios interiores “trazan un plan de gran consistencia [que mina] el plan de organización del Mundo y de los Estados”: en otras palabras, hoy importa más que nunca confrontar una a una, y en la práctica, las categorías de revolución y de mujer, las luchas sociales y las “clases afectivas”, o incluso las formas de vida y las solidaridades militantes lejanas, para favorecer esos agenciamientos inéditos merced a los cuales “un nuevo tipo de revolución se está volviendo posible”14<br />Resumen de un CsO que agita los cuerpos en su deseo y los lleva a los bordes de manada (como el mismo Deleuze suele decir), excitándoles a una reanimación de la fuerza que pulula en la infinita cadena de relaciones afectivas. Disponerse al propio deseo y con él construir agenciamientos, no de comodidad o placer, sino de producción, son en primera instancia, los “fines” de una vida impersonal que toma formas (cuál instancia geométrica) plausibles para el desarrollo de las potencias que hacen que la existencia vibre al ritmo de los espasmos de la misma; esto es, en el flujo de la experiencia.<br />El cuerpo como multiplicidad<br />El plano de inmanencia es el lugar común en donde se suceden las experiencias del mundo de la vida. Por él pasa lo actual como lo virtual; sensaciones, perspectivas, problemas, conceptos, producciones, devenires, afectos e intensidades. Todo a través de un cuerpo, bajo la concepción deleuziana, un Cuerpo sin Órganos. Y por él, cierta excitabilidad intensiva que impulsa la vida al límite.<br />Sí en el plano de inmanencia, el acontecimiento; entonces, se pasa por una experiencia en la multiplicidad acaecida en el cuerpo. Pasar, sólo pasar y hallaremos el devenir al que las haecceidades están adscritas. Cruzando este plano no encontraremos otra cosa que el deseo, cómo si a él nos debiésemos al considerar que la experiencia se sucede en la multiplicidad del cuerpo, al que sin reserva seducimos.<br />Comprendiendo que las cosas se nos ofrecen lejos de lo trascendental en la mirada deleuziana y son pensadas sin “supeditamientos”. Las cosas se hallan inscritas en un plano que se ejerce en su relación de fuerzas y no en la determinación de categoría alguna; están en la superficie fluida sin un centro ordenador. En su defecto, irrumpen como una infinita experiencia que se desglosa en la vivencia, en los afectos, en las intensidades, en las relaciones e implicaciones, en los cruzamientos conceptuales, en las máquinas de guerra y sus anomales, en la autonomía de una experiencia que pasa por lo liso antes que por lo estriado, por referenciar disposiciones circulantes en lo inmanente. En un todo sensible cuya fuerza deseosa reposa en una “no necesidad”. En un Cuerpo sin Órganos. Al menos cuando se cruza la pregunta ¿Se puede hacer lo que se quiera? ¿Se puede llevar la experiencia de la vida en un infinito que desconoce el límite? O ¿Cómo atrapar lo absoluto impersonal en una vivencia propiamente personal? <br />Desde cualquier punto: Cuerpo sin Órganos<br />¿Cómo abordar lo que nos desborda? Una maestra que tiene por tema la educación sexual, encuentra en los relatos de sus estudiantes cierto temor. Por un lado, descubre en las fantasías y vivencias de los adolescentes no sólo cierta incompetencia frente a la enunciación de una sexualidad del afuera sino, una extraña salivación que intenta disimular, por otro, a pesar de tan difusa sensación, se obstina por “orientar” algo que en el límite de sí, espera vivir. <br />“Orientando” fluctúa entre ser imagen o presencia de una vivencia; no sabe, pero espera en la línea de su agenciamiento, el momento propicio para realizarse en su deseo enmascarado, a sus ojos, tal vez, descarado. Confrontando su ser en la susceptibilidad de un cuerpo sin órganos.<br />Para Deleuze, “el Cuerpo sin Órganos: ya está en marcha desde el momento en que el cuerpo está harto de los órganos y quiere deshacerse de ellos, o bien los pierde”15. La maestra está en guerra. No acontece como norte sino, como perdida de horizonte. Por doquier, su cuerpo en silencio sufre y se divierte socarronamente. Los relatos y las ensoñaciones la fragmentan. En su experiencia de la vida el tiempo ha perdido temporalidad y con ello, desterritorializa un sentido a un sin sentido.<br />Enfrentada al deber de orientar, se percibe en su penumbra. Ama lo que hace en proporción directa a un estilo de vida, ahora impersonal. Su oficio interactúa con otras líneas, otros agenciamientos, dónde se desconoce quién es quién. Un poco la imperceptibilidad e indiscernibilidad llamada por Deleuze-Guattari: “Estar a la hora del mundo. […] reducirse a una línea abstracta, a un trazo, para encontrar su zona de indiscernibilidad con otros trazos, y entrar asi en la haecceidad como en la impersonalidad del creador”16; esto es, hacerse en el devenir de otras percepciones sin más necesidad que la de vivir. No se va contra el juego, se deja arrastrar en medio de lo indiscernible17 de la existencia. Claro está, no de cualquier manera. En el juego de fuerzas la existencia de una máquina abstracta precipita los agenciamientos a su infinita interconexión, en la que territorializaciones, desterritorializaciones y reterritorializaciones se relevan.<br />Ahora un pensamiento estratificado, vivenciado en la sedimentación de un cómo y un deber, a través de los cuales el deseo, sí desea, busca su punto de fuga. No substraerse al deseo; aun a costa del riesgo que implica, es la llave del juego que abre la puerta al Cuerpo sin Órganos.<br />Pensar, sentir, actuar, son afines al estar en un estado que no posee más categoría que la de ser implicado. Acontece la experiencia del mundo en una fracción compartida. Nada fluctúa si no es en la dinámica de un mundo-producto.<br />Los estados de cosas suceden no más allá de este límite de sí, estar envueltos. Un Cuerpo sin Órganos es un plano de inmanencia para el cual no existe más necesidad que la de Ser. “El CsO es el campo de inmanencia del deseo, el plan de consistencia propio del deseo (justo donde el deseo se define como proceso de producción, sin referencia a ninguna instancia externa, carencia que vendría a socavarlo, placer que vendría a colmarlo)”18. Se construye en la producción; en el deseo de vivir al límite; ante todo, “El Cuerpo sin Órganos no hay quien lo consiga, no se puede conseguir, nunca se acaba de acceder a él, es un límite”19. Precisamente, porque no pre-existe una condición que le pueda conformar. En él, como inmanencia en la que se despliega la experiencia de la vida, la orientadora sexual, se inscribe en un agenciamiento que le arrastra a parajes de los cuales no tiene idea. El mundo le desborda. No se es dueño de un CsO, se está en el límite de la relación; por cierto, intensiva.<br />La intensidad es la matriz por las que experiencias y estados de cosas se conceden su espacio. Un todo interactuando, en una extraña impersonalidad co-afectada. Donde rige la fuerza en la que se impulsa y se vive al extremo. De ahí la sentencia: “[...] Anular los órganos, en cierto sentido encerrarlos, para que sus elementos liberados puedan entrar en nuevas relaciones en las que derivan el devenir-animal y la circulación de afectos […]”20. En la disposición de su liberación, vivir al máximo. Con la fuerza vital necesaria para darse cuenta de su necesidad; de su apremiante presteza para la acción, la creación y la producción. Pura intensidad, como quién por tres años no ve la luz del día sino, media hora por año. Anular, no tiene otra “significancia” que retrotraer todo de sí para impulsarlo a Ser. Disfrutar lo que se posee en proporción directa al desequilibrio que se genera; al éxtasis obtenido en la experiencia de un agenciamiento activo, intenso.<br />Bien la insistencia Deleuze-Guattari sobre lo esquizo, transformar, romper definitivamente con los preceptos del sacerdote21. Salir al paso de una orientación que actúa bajo el impulso del imperio del terror enunciativo. El mundo rebosa en seres aislados, en términos deleuzianos, no han anulado sus órganos, no han involucionado. Están ahí, impulsados a la vida, no impulsando experiencia, creación o producción, contagiosamente vida. La pura enajenación marxista, condensada en la cristalización de los sentidos; favor de otros y para otros. El CsO es una apuesta a la multiplicidad y un atentado contra la cosificación. Ser para otro sin ser para sí, “no tiene objeto”, bueno tal vez sí, uno entre tantos agenciamientos (aquí vendría bien considerar la noción de Aparato de Estado empleada en Mil Mesetas, por ahora, en espera de ser tratada).<br />Denuncia recalcitrante en un punto capital que reduce y esquematiza. No es por nada la crítica férrea al psicoanálisis por parte de los autores. Es el psicoanálisis la figura ejemplificante de este movimiento cosificador. Clarividencia de la institución, determinación de una vez y para siempre del comportamiento de la maestra. La maestra está enferma. ¿Por qué? Bueno, el psicoanálisis lo ha dicho. “Castración, castración, grita el espantajo psicoanalítico que siempre ha visto un agujero, un padre, un perro donde hay lobos, un individuo domesticado donde hay multiplicidades salvajes”22. Las cosas están en una multiplicidad afectiva; establecida en los cuerpos que tienen el poder de afectar y ser afectadas. La maestra es un cuerpo, recepciona e impele afectos; susodicho movimiento que crea e inventa mundos bajo la tutela del deseo; agitación imperceptible que desborda la disciplina, el modelo y la estandarización. Máxime, si nos frecuenta la idea: “No se sabe lo que puede un cuerpo”23.<br />Potencia de obrar de una multiplicidad de afectos en torno al CsO pues: “Es lo que queda cuando se ha suprimido todo. Y lo que se suprime es precisamente el fantasma, el conjunto de significancias y de subjetivaciones”24. Las instancias afectivas no se reducen unas en otras, existe vibración y flujos de deseo que llevan al cuerpo a la vivencia de un límite creador. Maestra y alumnos se cruzan en una experiencia afectiva; tal vez, extrañamente silenciosa, pero no por ello, imbuidas en una realidad sin más necesidad que la de sentir cierta legitimidad secreta. Secreta, porque las cosas suceden y se desarrollan por sí mismas en su multiplicidad. Desde cualquier punto s