1. José Saramago - Palabras para un Mundo Mejor
FEB10
AUTOR: José Saramago
TÍTULO: Palabras para un Mundo Mejor
EDITORIAL: Instituto Distrital de Cultura y Turismo (Primera edición)
AÑO: 2007
PÁGINAS: 63
RANK: 8/10
Por Alexander Peña Sáenz
En el año 2007, Bogotá se distinguió por haber sido la Capital Mundial del Libro; una campaña
impulsada por diversos organismos estatales que buscó promover en la ciudadanía la igualdad,
el conocimiento y el placer a través de la lecto-escritura. Por tal razón, se llevaron a cabo una
serie de eventos como la Feria Internacional del Libro, el lanzamiento de la colección Libro al
Viento, y la visita a Colombia del escritor portugués José Saramago (1922-), Premio Nobel de
Literatura en 1998.
El paso de este autor por nuestra ciudad constituyó un hecho importante, no sólo porque
demostró que Bogotá es una ciudad de gran riqueza cultural, sino también porque valoró los
esfuerzos de promoción lectora que vienen realizándose en los últimos años. Como homenaje a
esta grata visita se publicó el librillo Palabras para un Mundo Mejor, compilación que contiene
cuatro discursos pronunciados por Saramago, en los que se reflejan al menos dos
preocupaciones concretas: la crisis mundial causada por la desigualdad, el autoritarismo, la
globalización; y el nebuloso futuro de los libros y la literatura.
El libro abre con el discurso De Cómo el Personaje fue Maestro y el Autor Aprendiz,originalmente
pronunciado durante la ceremonia del Premio Nobel, y en el que nos cuenta la manera en que se
construyó como escritor desde su infancia, sus influencias y algunas reflexiones sobre su obra. El
siguiente texto, Reivindicación de los Derechos Humanos, nace durante el brindis de la cena
conmemorativa de aquel mismo Premio, y es, tanto una denuncia de las multinacionales y
pluricontinentales que irrespetan los derechos del hombre, como un llamado a los ciudadanos
del corriente para que tomemos iniciativas al respecto.
2. Nuestro Libro de Cada Día, tercer texto y, además, pregón de la Feria del Libro de Granada en
1999, pretende reivindicar la existencia del libro como un objeto que encierra toda una gama de
posibilidades del pensamiento humano. Finalmente, Este Mundo de la Injusticia Globalizada,
discurso que sirvió de clausura en el Foro Mundial Social en Porto Alegre en el año 2002,
reclama a la historia, a las democracias y a la sociedad en general, el respeto al derecho
fundamental de la justicia, hoy día en apariencia muerto. La idea de esta humilde reseña es
compartir con nuestros lectores, algunos de los apartes centrales de estos textos, que parecen
cobrar mucho valor para hacer de este mundo un lugar mejor.
De Cómo el Personaje fue Maestro y el Autor Aprendiz
En este primer discurso, José Saramago rememora su trayectoria vital: desde sus humildes días
de infancia, hasta la actualidad plagada de reconocimientos. La niñez de Saramago transcurrió
por allá en los años treintas, al lado de sus abuelos Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha, en la
aldea Azinhaga, en Ribatejo, Portugal. Fue una vida campesina, entregada a las labores propias
de la agricultura, cuidado y pastoreo de animales. No habían allí letras escritas; las gentes por lo
general eran analfabetas, pero no por ello inútiles. Nuestro autor considera sabias a las personas
de su aldea, quizá por saber cómo sobrevivir y vivir alegremente sin las preocupaciones de las
grandes urbes. Por ello, pese al analfabetismo, sus noches estuvieron llenas de la magia propia
de las historias y leyendas de sus antepasados.
Posteriormente, Saramago convertiría a sus abuelos, Jerónimo y Josefa, en personajes literarios,
recontando su existencia, y revaluando los instante más valiosos de su juventud, como una
forma de mantenerlos presentes en su memoria. Al convertir a esas personas de carne y hueso
en personajes literarios, estos mismos configuran la identidad de Saramago en tanto creador.
Entre los maestros del Nobel deben contarse, primero, un pintor mediocre, cuyo nombre
comienza con H., protagonista del libro Manual de Pintura y Caligrafía(1977). De él, nuestro
autor heredó “la honradez elemental de reconocer y acatar sin resentimientos ni frustraciones,
(sus) propios límites”, factor determinante a la hora explayarse en un mundo mucho más amplio
del que había conocido. Otra de sus influencias se plasma en la novela Levantado del
Suelo (1980), en la que se da cuenta del campesinado de Alentejo: la familia de los Mau-Tempo,
por ejemplo, gente real, se tradujo en personajes de ficción que permanecen intactos en los
recuerdos del autor y que le han enseñado a afrontar las adversidades estoicamente.
Por otra parte, Saramago se remonta al influjo de Luis Vaz de Camoens, literato portugués del
siglo XVI; un hombre que luchó contra su tiempo –como todos los poetas a los que se ha
considerado locos-, y que escribió una pieza teatral llamada ¿Qué Haré con este Libro?. La
humildad de este autor place a Saramago pues es interesante, en su opinión, querer saber para
qué servirán los libros que se van escribiendo e inquietarse sobre su permanencia en los tiempos
venideros.
Baltasar Mateus, Blimunda y Bartolomeu, tres locos portugueses del siglo XVIII que vivieron un
reinado de megalomanía e inquisición, también son figuras importantes en la obra de
Saramago. Memorial del Convento (1982) recoge la historia de estos hombres que, según el
autor, no está ausente de poesía:
3. “Además de la conversación de las mujeres, son los sueños los que sostienen al mundo en su
órbita. Pero son también los sueños los que le hacen una corona de lunas, por eso el cielo es el
resplandor que hay dentro de la cabeza de los hombres, si no es la cabeza de los hombres el
propio y único cielo” (Pág. 24)
Pero, el arte poético que aprendió Saramago durante su estancia en las bibliotecas públicas tiene
un sello definitorio: Fernando Nogueira Pessoa. Uno de sus versos pareció al mismo tiempo
influyente y cruel: “Sabio es el que se contenta con el espectáculo del mundo”. El aprendiz de
Pessoa le responde a este verso con la novela El Año de la Muerte de Ricardo Reis (1984), una
historia que se desarrolla en 1936, último año de vida del poeta, en medio de la ocupación de
Renania por los nazis, la guerra de Franco contra la República Española y la creación del
fascismo portugués de Salazar. En esta novela, Saramago responde a su poeta: “he ahí el
espectáculo del mundo, mi poeta de amarguras serenas y escepticismo elegante. Disfruta, goza,
contempla, ya que estar sentado es tu sabiduría…”
En esta línea, La Balsa de Piedra (1987) es también fruto del resentimiento colectivo portugués
por los desdenes de su historia. Allí, Saramago se plantea el desafío utópico de separar a
Portugal del resto de la Península Ibérica, e integrarse al sur, al otro lado del Atlántico, como
apoyo a la resistencia frente al sofocante dominio de los Estados Unidos. Es decir, propone una
Europa ética, compensadora de tanto abuso histórico sobre Suramérica. En este contexto, dos
mujeres, tres hombres y un perro se embarcan en la península flotante, buscándose a sí mismos
para la transformación. Según el autor, se trata de una revisión del futuro. En cambio, la
revisión del pasado viene en Historia del Cerco de Lisboa (1989); en ella, Raimundo Silva, un
revisionista histórico, al ver que la historia ya no es capaz de sorprender, la subvierte cambiando
los “sí” por los “no”, poniendo en duda la autoridad de las verdades históricas.
Más aún, la reflexión de Saramago alcanza los paradigmas más interiorizados. En El Evangelio
Según Jesucristo (1991) –ese libro polémico tantas veces tildado de blasfemo-, realiza una dura
crítica a la hipocresía y estatismo religiosos:
“Fue así como el aprendiz, ahora rodeado de personajes evangélicos, leyó, como si fuese la
primera vez, la descripción de la matanza de los inocentes y habiéndola leído, no comprendió.
No comprendió que pudiese haber mártires de una religión que aún tenía que esperar treinta
años para que su fundador pronunciase la primera palabra de ella, no comprendió que no
hubiese salvado la vida de los niños de Belén precisamente la única persona que lo podría haber
hecho, no comprendió la ausencia, en José, de un sentimiento mínimo de responsabilidad, de
remordimiento, de culpa o siquiera de curiosidad, después de volver de Egipto con su familia”
(Págs. 29-30)
En esta última novela, Jesús cargará con el remordimiento del mundo, situación que le permite
afirmar al autor: “hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo”. Y, finalmente, Ensayo
sobre la Ceguera (1995), novela que nace con el ánimo de recordar que la razón se usa para
humillar la vida, y que el hombre dejó de respetarse a sí mismo cuando perdió el respeto a sus
semejantes.
Reivindicación de los Derechos Humanos
En 1998 se cumplían cincuenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Estos derechos, considera Saramago, pueden ser desvirtuados o denegados en la acción política,
en la gestión económica y en la realidad social:
4. “La Declaración Universal generalmente está considerada por los poderes económicos y por los
poderes políticos, incluso cuando presumen de democráticos, como un documento cuya
importancia no va más allá del grado de buena conciencia que les proporciones” (Pág. 36)
Durante toda la existencia de los DDHH los gobiernos del mundo no se han esmerado por
cumplir moralmente las obligaciones a que éstos los impele:
“Las injusticias se multiplican en el mundo, las desigualdades se agravan, la ignorancia crece, la
miseria se expande. La misma esquizofrénica humanidad capaz de enviar instrumentos a un
planeta para estudiar la composición de sus rocas, asiste indiferente a la muerte de millones de
personas a causa del hambre. Se llega más fácilmente a Marte que a nuestro propio semejante”
(Pág. 36)
Los gobiernos no están haciendo lo suficiente para difundir y respetar los DDHH, posiblemente
porque quienes gobiernan realmente son las multinacionales cuyo poder no es para nada
democrático; pero tampoco la ciudadanía hace lo suficiente. La sola existencia de los DDHH no
sirve para nada, al contrario, requiere de una simétrica relación con los deberes
correspondientes y, como resalta Saramago: “el primer deber será exigir que esos derechos
sean no sólo reconocidos sino también respetados y satisfechos”.
Nuestro Libro de Cada Día
“Los libros son caros”, es la frase con la que se abre este pregón. Y se dice que los libros son
caros, porque es una de las razones más utilizada por quienes desean argumentar la no lectura.
Por un lado, los libros deberían ser caros, pues se componen de papel, de tinta, de la
sensibilidad del autor, de la competencia técnica del tipógrafo, del distribuidor, de las librerías…
Pero, por otro, el autor de un libro debería ser misionero, evitar tener casa, evitar caprichos, ya
que así quizá serían más baratos.
Ahora bien, debe tenerse en cuenta que “la lectura no es ninguna obligación. La lectura es una
devoción, es una pasión, es un amor.” Y si hay libros caros, para eso están las bibliotecas, o los
amigos: siempre habrá alguna forma de echar abajo la absurda excusa de que los libros son
caros. El que quiere leer algo, lo lee. Además existen formas de adquirir libros económicos; hay
librerías “de viejo” en donde se pueden encontrar maravillosos ejemplares por una muy poca
suma de dinero.
Viéndolo bien, el problema de fondo no radica en las posibilidades económicas de adquisición.
No. El problema realmente es de educación. Saramago se pregunta: “¿la escuela enseña a amar
al libro?”. Pareciera que poco se hace para cultivar esta pasión desde las instituciones
educativas. Las escuelas enseñan mal, de ahí el rótulo de analfabetismo funcional, gente que
nunca en su vida usa lo que aprendió en la escuela o incluso en la Universidad. Esto lleva a
pensar que los lectores siempre serán una minoría. En realidad pocos leen. Debería propiciarse
desde la escuela una fuerte intención socializadora del acto de leer:
“¿Por qué los lectores de un libro que se conocen y viven más o menos cerca no se reúnen para
hablar de ese libro después de haberlo leído? ¿Por qué tiene que ser la lectura siempre una
actividad solitaria? ¿Por qué no un intercambio entre lectores y libros? ¿Por qué no hablar de un
5. libro que se acaba de publicar o de un libro que forma parte de nuestra cultura y de nuestra
educación sentimental?” (Pág. 43)
Los libros existen para que sean conocidos, piden ser leídos, y si algún libro no da nada,
seguramente otro sí lo hará. Y, además, el trabajo del lector no es leer sólo lo que escriben sus
contemporáneos; Saramago invita a leer a grandes clásicos como Don Quijote de la Mancha; nos
dice: “importa mucho leer lo que se escribe, incluso para encontrar las contradicciones de lo que
se dijo ayer y lo que se está haciendo hoy.”
Este texto también contiene una crítica sobre los nuevos modos de leer: el libro electrónico, el
de la pantalla del ordenador y frente a la televisión, que según el autor, no requieren mucho
esfuerzo:
“Pero para leer si se necesita esfuerzo. Leer sí que es una batalla. Leer es un encuentro. Leer es
un auténtico diálogo entre mi sensibilidad y mi pensamiento y la sensibilidad y el pensamiento
del escritor. Leer es una relación” (Pág. 53)
Este Mundo de la Injusticia Globalizada
Un aldeano en Florencia hace más de cuatrocientos años proclamaba la muerte de la Justicia. El
aldeano protestaba porque un rico señor le venía cambiando de sitio los mojones de las lindes de
sus tierras, reduciendo la parcela del campesino. El pobre reclamó y se quejó ante las
autoridades, todo sin resultado. Sin nada más que hacer tocó las campanas de la iglesia
anunciando la muerte de la Justicia. Y la historia irremediablemente se ha venido repitiendo en
todos los rincones del mundo. Ante esto, Saramago alza su voz de reclamo:
“Si hubiese esa justicia, ni un solo ser humano más moriría de hambre o de tantas dolencias
incurables para unos y no para otros. Si hubiese esa justicia, la existencia no sería, para más de
la mitad de la humanidad, la condenación terrible que objetivamente ha sido” (59)
La Justicia debe estar protegida por la libertad y el derecho. La Declaración Universal de los
Derechos Humanos debe posibilitar la realización plena de Justicia. Resulta necesario examinar
si existe el tan mencionado gobierno del pueblo, y si para el pueblo es real y justo. Es urgente
promover un debate mundial sobre la democracia y las causas de su decadencia, sobre la
intervención de los ciudadanos en la vida política y social, sobre las relaciones entre los Estados
y el poder económico y financiero mundial.
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Biografía, historia, crítica, literatura y, por supuesto, reflexión social, es lo que nos
aporta Palabras para un Mundo mejor, un libro que no se agota con su primera lectura, sino que
puede releerse una y otra vez sacando siempre algo nuevo para pensar activamente. Para
finalizar esta ingeniosa frase de Saramago:
“Al contrario de lo que se cree, la primera lectura de un libro no lo agota, un libro es un
continente… El libro después de ser leído, es algo que se reorganiza, que se reconstituye, que
recupera lo que podemos llamar la virginidad de la palabra” (Pág. 45)