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La Divina Pastora. Bernardo Germán de Llorente (1732).
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2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
Antología poética. Federico Salvador Ramón
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
Recopilación y edición actualizada de
María Dolores Mira Gómez de Mercado
Antonio García Megía
Los poemas que recoge esta primera Antología Poética del Padre
Federico Salvador Ramón, han sido recopilados a partir de las
siguientes fuentes:
 Diario La Independencia, Almería. Varias fechas.
 Revista Mariana Esclava y Reina, Instinción (Almería) y Guadix
(Granada). Diferentes números y secciones.
 Antología de Poetas Almerienses con indicaciones bio-
bibliográficas, F. Castro Guisasola, Imprenta Belver, Almería,
1935.
 Ensayos literarios. Federico Salvador Ramón, Cordero
Hermanos, Almería, 1889.
 Poesías, Federico Salvador Ramón, Cordero Hermanos,
Almería, 1894.
 Archivo E.I.N. Madrid.
Texto manuscrito original del poema Buscando a Él, incluido en esta
antología.
Texto manuscrito original del poema ¡Estáis vencidos!, incluido en esta
antología.
Contenido
ARRULLO A LA DIVINA INFANTITA............................................ 13
A DIOS............................................................................................... 14
A MARÍA........................................................................................... 19
A SANTO TOMÁS DE AQUINO....................................................... 23
RECUERDOS....................................................................................... 33
LA PASTORA...................................................................................... 37
DESDE QUE MURIÓ MI MADRE..................................................... 40
ESPERANZA ....................................................................................... 40
AL NIÑO JESÚS.................................................................................. 41
UN ¡AY!, UNIVERSAL DOQUIER RESUENA ................................ 43
SEÑOR, QUE HABITAS A CELESTE ALTURA.............................. 44
A JERUSALÉN.................................................................................... 44
CÓMO SE LLEGA AL CIELO............................................................ 49
ILUSIÓN Y REALIDAD..................................................................... 52
ALDEA SANTA .................................................................................. 54
EPITAFIO............................................................................................. 57
DESAGRAVIO A LA DIVINA INFANTITA..................................... 57
ANTE MARÍA RECIÉN NACIDA ..................................................... 58
MI FLAQUEZA ................................................................................... 60
AMOR .................................................................................................. 62
BUSCANDO A ÉL............................................................................... 63
EL PRECIO DEL ALMA MORA........................................................ 65
EL ALMA Y EL ESPÍRITU DE LIVIANDAD................................... 65
CRISÁLIDA ES EL HOMBRE… ....................................................... 73
ERA YO NIÑO..................................................................................... 73
SIENTO EL AMOR ARDER AQUÍ EN MI PECHO.......................... 74
¡ACABA DE NACER! BENDITA SEA.............................................. 74
QUIERO AMARTE, JESÚS PORQUE ME AMAS............................ 75
ANÚDASE EL DOLOR EN MI GARGANTA................................... 75
PARA CONTARTE, OH MADRE, MIS AMORES ........................... 75
DÉJAME, OH DIOS, QUE LLORE MI FLAQUEZA......................... 76
TOCO A VECES EL VIOLÍN ............................................................. 76
ENTONCES, SÍ, SEÑORA DE MI ALMA......................................... 77
AL BUEN PASTOR............................................................................. 77
¿POR QUÉ ESTÁ LA NOCHE OBSCURA?...................................... 78
BIEN LO RECUERDAS TÚ, ERA YO NIÑO.................................... 79
¡ESTÁIS VENCIDOS!......................................................................... 80
Poemas
Antología poética de Federico Salvador Ramón
13
Antologíapoética
ARRULLO A LA DIVINA INFANTITA
Eres, Niña Inmaculada,
del Señor obra maestra
pues la fuerza de su diestra
quedó en tu ser plasmada,
Y porque fuiste formada
sin la culpa original,
eres Reina Universal,
y de mi vida Pastora,
Inmaculada Señora
líbranos de todo mal.
A ti me acojo, porque sé que me amas,
porque de Ti los beneficios brotan,
porque velas por mí,
porque las llamas de tu gran caridad,
nunca se agotan.
Aquí en tu corazón, Niña Divina,
vengo confiado, a remediar mis males,
y a buscar la segura medicina
que en Él encuentran siempre los mortales.
Dígnate, Madre amada, a hacerme fuerte,
que me venza a mí mismo, y sea sumiso,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
14
y asísteme en el trance de mi muerte
para volar contigo al paraíso.
Y, pues nos proteges tanto como verdadera Madre,
bendícenos desde el cielo,
y haz que nos bendiga el Padre,
el Hijo, y el Espíritu Santo.
A DIOS
ODA
Arrogancia sin nombre, intento vano
fuera cantar tus glorias sin tu ayuda;
deja, Señor, que a tu bondad acuda,
y aliénteme tu numen soberano.
Es ante Ti, la llama inspiradora,
cual débil luz que temblorosa espira;
pierde sus notas la vibrante lira;
y el sol es sombra ante tu luz creadora.
La majestad, oh Dios, que siempre veo
de tu Ser en los seres que has creado,
sobrecoge mi espíritu menguado,
que veces ¡ay!, desfallecido creo.
Por eso acudo a Ti como a la fuente
do aspira el alma vigoroso aliento,
que sublime del hombre el pensamiento,
y al corazón da paz y amor ardiente.
Rasga, Señor, la nube tenebrosa
do languidece el pensamiento mío,
y de mi lira al son, con fuerte brío
la gloria cantare que en Ti reposa.
Y al campas de los coros celestiales,
que bendice tu gloria eternamente,
brotado, como límpida corriente,
de mis labios acentos inmortales.
Y sonoras mi lira destemplada
sus notas lanzará luego a los vientos;
y llevada entre mágicos concentos
mi alma ¡oh Dios! te mirará extasiada.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
15
Y al unirse a los ángeles del ciclo
pulsando alegre lira diamantina,
el vívido fulgor de luz divina
nuevo horizonte mostrará a su vuelo.
Y extendiendo sus alas vaporosas
volará sobre mares de ambrosía;
y hallará cada vez más alegría,
más perfumes, más notas melodiosas.
¡Oh alma mía! ante tu Dios postrada
canta las glorias de su nombre santo;
y resuenen los ecos de tu canto
con claro son en la eternal morada.
Omnipotente es Dios. Los mundos crea;
y llena el cielo empíreo de querubes
y forma tempestades en las nubes;
y viva lumbre que doquier flamea.
Humillada a sus pies, cual fiel esclava,
mira el Señor la sierra de alta cumbre;
y enciende en su profundo viva lumbre,
que arroja el cráter en hirviente lava.
Cuando Él habla retumba pavorosa
su omnipotente voz, cual ronco trueno,
que conmueve del mundo el hondo
seno en la lóbrega noche tormentosa.
Si sonríe aparece la mañana dibujando
doquiera los carmines,
que muestran de la tierra los confines
circundados de aurea filigrana.
El sol enciende con la viva lumbre,
que destellan sus ojos eternales;
inflama las auroras boreales;
y el rayo es su mirar de pesadumbre.
Él suspira y las brisas perfumadas
a los valles descienden presurosas,
llevando entre sus alas vagarosas
los tiernos cantos de las bellas hadas.
Su paso por el haz de nuestra tierra,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
16
cabalgando en las nubes presuroso,
produce el terremoto pavoroso,
que encabrita las cumbres de la sierra.
Entre los pliegues de su eterno manto
lleva las sombras de la negra noche,
la aroma que la flor guarda en su broche
y el áureo talismán que enjuga el llanto.
Los juegos de sus manos poderosas
son los mundos que pueblan los espacios;
sus caprichos diamantes y topacios,
brisas, flores y aladas mariposas.
El abismo sonríe en su presencia;
y los ignotos senos de la nada
al sentir el calor de su mirada,
atestiguan de Dios la Omnipotencia.
Y engendran los espacios y los soles,
y las fieras, los bosques, y los mares,
y al hombre pensador, allá en los lares
del Edén esmaltado de arreboles.
A su inmenso poder nada resiste;
todo se humilla ante su voz creadora,
el volean, la tormenta aterradora,
los ángeles, los hombres, cuanto existe,
Él solo es el Eterno; a su presencia
surgen los mundos; y en rodar constante,
gira el sol y la estrella rutilante
de Dios cantando la eternal esencia.
Él contempla inmutable el paso airado
de mil generaciones que perecen;
y mira las naciones que florecen
sucumbir al vaivén inesperado.
Inmutable en su trono diamantino
todos los seres que se cambian mira;
la mariposa que entre flores gira,
y el arroyo que corre cristalino.
Nace el sol y se hunde en el ocaso;
las brillantes estrellas se oscurecen;
los titanes de ayer hoy desparecen;
Antología poética de Federico Salvador Ramón
17
todo marcha a su fin tras cada paso.
El reposo alcanzar es el anhelo
que a los seres agita; la mudanza
es imán que sostiene la esperanza
del hombre que afanoso busca el cielo.
El Sabio es ÉL Su ciencia soberana
a los seres marcó segura via;
linderos señaló a la mar bravía
y el Oriente do nace la mañana.
Solo el Señor penetra lo futuro;
del hombre siempre ve los pensamientos;
a todo presta vida y movimientos,
estables bases y marchar seguro.
Para Dios de cristal es nuestra frente
y el corazón que ama y enamora ...
Todo lo ve su luz escrutadora
el negro vicio y la virtud fulgente.
Lo que fue y lo *que es, le es evidente
su saber infinito nada ignora;
para Él el mañana es el ahora;
todo lo que ha de ser le está presente.
Siempre sabe lo mismo; que el progreso
es del hombre bastarda deficiencia,
nacida del pecado al embeleso,
que produjo en la humana inteligencia
de Adán y Lucifer el primer beso ....
Dios lo ve todo en su infinita esencia.
El universo poderoso rige;
al peso de su diestra todo cede,
Él es la Providencia; y des su sede
lo cuenta y mide todo y lo corrige.
Él dio a las aves la pintada pluma,
tiernos cantares y ligeras alas;
adornó el horizonte con mil galas;
y el mar festoneó de blanca espuma.
Pintó los valles, perfumó las flores,
cubrió de pieles la salvaje fiera;
esmaltó de rocío la pradera;
y en el iris dejó paz y colores.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
18
Al pez vistió de impermeable escama,
prestole remos y timón seguro;
y en el espacio incierto, frio, oscuro
puso del sol la inextinguible llama.
Él engendró en el seno de la tierra
la fuente que recorre el ancho campo;
y esmaltó de la nieve con el ampo
las empinadas cumbres de la sierra.
Él dio a las plantas savia bullidora
y fecundó sus gérmenes creadores,
para hacerlos brotar hojas y flores,
y ricos frutos, que la luz colora.
Él a todo, por modo muy distinto,
lo atiende con amor, que nada olvida;
por eso a cada ser diole un vida;
y a cada irracional le dio un instinto...
Y el hombre fue creado inteligente,
dotado de insaciable corazón;
y dio al ángel del cielo la intuición
en un destello de su eterna mente.
Por eso ¡oh Dios! exiges que te amen
los seres que sacaste de la nada
e iluminó la luz de tu mirada;
y quieres que en tu amor su pecho inflamen.
Mas aquellos que fueron más amados
de tu amor infinito, solos ellos
se ocultan de tu luz a los destellos,
para seguir senderos ignorados.
Sólo el hombre y el ángel te abandonan,
despreciando, Señor, tu santa ley;
y forman contra ti malvada grey;
y con flores del vicio se coronan.
¡Sólo el hombre! ¡Señor! ¡Cuánta amargura
al corazón agobia y entristece,
mirando a la impiedad que altiva crece,
maldiciendo tu Nombre en su locura!
¡Perdón, Señor!¡Perdón para el que osado
Antología poética de Federico Salvador Ramón
19
tu voluntad desprecia!¡Se clemente
con el que ingrato levantó su frente
y escupió contra Ti hiel de pecado!
¡Del hombre las injurias da al olvido,
y las mías también, Dios Soberano!...
¡No dejes sobre mí tu justa mano!...
¡No la dejes!, ¡oh no!, ¡yo te lo pido!...
¡Álzala por piedad! Cuanto he sufrido
bajo el yugo feroz del cruel tirano,
que me alagaba con deleite vano,
¡no lo olvides, Señor!¡Ya arrepentido
Vuelvo a tu seno..., mis pecados lloro...
y los odio, Señor, y los maldigo!...
¡Sólo a Ti amo y tu perdón imploro!...
¡Tu mano beso y tus miradas sigo!...
¡Oh mi Dios, yo te amo, yo te adoro!...
¡Tú eres mi dulce bien, yo te bendigo!
A MARÍA
ODA
Si lira divina
pulsaran mis manos,
cantara tus glorias
con célico son;
y en notas te diera
de grata armonía
mi fiel corazón.
Cantara amoroso
de tu amor de madre
los besos amantes,
que a todos nos das.
Tus dulces caricias.
Tus tiernos suspiros,
Tu puro mirar.
Y en ti, Madre hermosa,
cual Reina del cielo,
mirara tus gracias,
tu dicha y candor;
tu frente serena,
tus ojos manando
dulzura y amor;
Antología poética de Federico Salvador Ramón
20
tus labios de grana,
tu ardiente mejilla,
tu pecho de fuego,
tu boca de miel,
tu grata sonrisa,
los miles encantos,
que hay en tu ser.
Mas ya que no tengo
ni lira divina,
ni arpa sagrada,
ni angélica voz;
ni préstame acentos
el ave que vuela,
ni el tierno cantor;
pondré yo en mis versos
la dulce ambrosía
del hijo, que ama
a Madre sin par;
y ora entre risas,
ora entre lloros
haré mi cantar.
Para cantar tus glorias, Madre mía,
era preciso cántico eternal,
que por doquier llevara la armonía
de acento celestial.
Sonó este canto en los eternos lares;
un rey los escuchó, y en arpa santa
tus glorias, Madre, cariñoso canta
en la esposa inmortal de los cantares.
Canto de amor, que sin cesar resuena
del mundo entre la dulce melodía,
y que da al corazón paz y armonía,
y al mundo todo de ventura llena.
Eterno canto del Amor Divino,
que amando a la Mujer Inmaculada,
baja del cielo y toma su morada
en la orilla de arroyo cristalino.
Y allí entre idilios, que el amor inflama,
el amado y la amada se recrean,
mientras sus ojos puros centellean
rayos de amor de inextinguible llama.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
21
A la esposa sin cesar se mira
apacentar alegre sus corderos
y cruzar presurosa los oteros,
cual mariposa que entre flores gira.
Y allí su Amor la muestra su ternura
y con guirnaldas hechas de mil flores,
y suspiros de célicos amores
corona de su esposa la hermosura.
Y hasta el redil la sigue, y cuando llegan
y han dejado ya en calma su rebaño;
libres de todo daño,
en brazos de su amor los dos se entregan.
Y en lugar escondido;
en la noche serena y silenciosa,
en plática amorosa,
se cuentan sus amores al oído.
De ellos aprendió la blanda brisa
su grato murmurar
y la brillante aurora al despertar
a fingir en los ciclos la sonrisa.
Las aves aprendieron sus cantares
en los cantos de amor de los esposos;
y al tocar en sus labios ardorosos,
se templaron las brisas de los mares;
y al pasar el arroyo sonriente,
hízose juguetón en su corrida;
y los cielos tomaron luz y vida;
y el sol en su mirar fue más ardiente.
y por eso la esposa inmaculada
es en canto eternal siempre alabada
por las brisa, las aves y arroyuelos,
que elevan sus acordes a los cielos.
Ya no es María sólo una esperanza,
al mundo vino ya; y desde ahora
brilla más puro el oro de la aurora,
y la tormenta tornase bonanza.
Todo nos presta ya mayor consuelo.
Tiene la flor aromas más suaves
porque se acercan más al puro cielo.
El lirio de los valles delicado,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
22
la ofrecida por Dios, la virgen pura,
el más raro portento de hermosura,
el ameno vergel inmaculado,
crece ya entre los hombres; y sus flores,
que de su alma brotan a millares,
embalsaman del mundo nuestros lares
y seducen a Dios con sus colores.
Sonríe el mundo de ventura lleno;
ábrense las mansiones eternales;
y el Señor de los coros celestiales
de María desciende al puro seno.
Madre de nuestro Dios, yo te bendigo;
con respeto filial tus plantas beso;
y te pido que en placido embeleso
me lleves a gozar de Dios contigo.
Corre la noche silenciosa y fría;
turban la calma angélicos loores;
entonan villancicos los pastores;
ya está Jesús en brazos de María.
Con nosotros es Dios, bendito sea;
ante su excelsa majestad me postro;
y le pido, Señora, ver tu rostro,
cuya hermosura al mismo Dios recrea.
Madre del Hombre–Dios eres María,
delicias miles gozará tu alma;
y abrazando a tu hijo en dulce calma,
del cielo escucharas grata armonía.
Mas la dicha es fugaz, pasa ligera,
y arrastra en pos de sí todo su encanto;
y a ti te dejará... copioso llanto,
que en la cumbre del Gólgota te espera.
Amargo llanto, ¡ay! dolor profundo,
que traspase tu alma dolorida;
sufrimientos, que atraigan sin medida
las bondades de Dios sobre este mundo.
Al pensar en tu duelo mi alma llora,
mas entre tanto duelo y amargura,
te considero Madre de ternura
y del mundo inmortal Corredentora...
Antología poética de Federico Salvador Ramón
23
Ya no sé pulsar la triste lira,
ni entonar triste acorde sé tampoco,
y sólo miro en ti radiante foco,
que puro amor al corazón inspira.
Foco de luz, que sobre el hombre cae,
su corazón llenando de consuelo,
que nos lleva a nosotros hasta el cielo,
o que los cielos a nosotros trae.
Nos engendraste, Madre, entre dolores
y suspiros de amor y llanto ardiente;
calma por ellos el pesar que siente
el alma, que no gusta tus amores.
Madre de amor, pues que nos amas tanto,
como dolor sufriste en tu martirio;
llévanos de tu amor en el delirio.
a gozar del Señor tres veces santo.
Llévanos pronto, si, Madre adorada,
y el hombre, que te admira en el Calvario,
que te adore en eterno santuario,
de puros serafines coronada;
y cante sin cesar enamorado
con respeto filial y amor profundo,
a la que fue del mundo
tálamo Deiviril Inmaculado.
A SANTO TOMÁS DE AQUINO
ODA
Para cantar las glorias del coloso
que llegó de la ciencia a los confines,
sólo el divino acento melodioso
de alados querubines
a mi labio dará dulce armonía;
solo el Señor, que presta fortaleza,
pondrá en la lengua mía
los vibrantes acentos, que proclamen
la sin igual grandeza
del ingenio precoz, que en raudo vuelo,
dejando el mundo, remontose al cielo.
Allí también, Señor, llegar quisiera,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
24
quien pretende cantar himnos de gloria
al sabio y santo de inmortal memoria.
Mas arrogancia de la mente fuera,
exaltada por mágica quimera,
querer subir a la región divina
donde brilla de Dios la intensa llama,
que la mente ilumina
y do nace la luz que a Febo inflama.
A Ícaro imitando,
ya me creyera en la celeste altura
la lira divinal quizá pulsando;
cuando desechas de la mente mía
las vaporosas alas,
turbada ya mi débil fantasía,
perdidos sus colores y sus galas.
Bien pronto rodaría
envuelto en las ruinas de mí mismo
a las profundas simas del abismo.
Por eso ¡Oh Dios!, tu protección imploro...
Por eso sufro ¡ay! Por eso lloro....
Mas espero que venga desde el cielo
el acento sonoro,
que arrobándome en alas de mi anhelo,
dé vigor a mi mente,
fortalezca mi mano,
arranque de mi pecho temor vano
y de a mi alma inspiración ardiente...
Y aunque el rubor encienda mis mejillas
y no alcance siquiera a contemplarte,
Angélico Doctor, luz de la ciencia,
postrado de rodillas
y absorto en tu presencia,
me atreveré a cantarte.
Ocúltense la luz y sus fulgores
entre nubes de pálido arrebol;
porque brilla entre intensos resplandores
la luz que ha de eclipsar al mismo sol.
Enmudezcan los sabios de la tierra;
y hable sólo el ingenio soberano,
que entre los pliegues de su mente encierra
el misterioso arcano
Antología poética de Federico Salvador Ramón
25
del divino saber y del humano.
Mas vosotros gigantes de granito,
que os levantáis sobre el escueto monte,
y os perdéis en las ráfagas confusas
del lejano horizonte,
en ansias de llegar a lo infinito...
Vosotros, que abrazados fuertemente
claustros formáis de prodigiosa altura,
donde brotó cual cristalina fuente,
que corre bulliciosa en la espesura,
el germen de los sabios y los santos,
que en armoniosas notas
elevaron a Dios místicos cantos;
y descubrieron de la ciencia humana
las regiones ignotas,
escondidas tras áurea filigrana.
Vosotros... hablad, sí; pues fuisteis cuna
de los hombres tuvieron la fortuna,
de hallar la ciencia y la virtud unidas
en tan amante abrazo,
que parecían ser allí nacidas,
más bien que de los cielos desprendidas
por misterioso lazo.
Vosotros... contad, sí, claustros severos,
pues fuisteis de Tomas el primer nido,
sus amores primeros
d su niñez lo que se dio al olvido...
Su primera mirada de ternura,
su ingenua sencillez
en su precoz cordura;
y los claros destellos de su mente
que hacían refulgir su pura frente...
Referidnos su infancia,
sus juegos, si los tuvo sus antojos,
el mirar de sus ojos
y de su tierno pecho la fragancia,
Decidnos... mas, no, no; callad muy luego;
vuestras lenguas de piedra.
Sujetas por la yedra,
no hablarán a las almas con el fuego,
que las enciende en el amor sagrado
Antología poética de Federico Salvador Ramón
26
y disipa las nieblas del pasado.
Ya siento que la mía rauda ondea,
cual llama que flamea;
y en alas de su cuita
veloz cruza los montes y llanuras,
los valles y collados,
laberinto de bosques y espesuras,
los mares alterados;
y al parecer sin tino,
atrás dejando cuanto mira o toca,
llega a Monte Casino;
y allí grabadas en la dura roca
las huellas de Tomás advertir cree;
y en las piedras del santo monasterio
le parece que lee
de su santa niñez nuevo misterio.
Allí miro a Tomás enamorado
ante el ara sagrada,
alabando a Jesús Sacramentado
como alondra que trina enamorada...
Y allí vivir pretende...
Y allí suspira y cada vez más llora,
porque a Dios no comprende...
Y a su alma del todo no enamora
la confusa figura,
que lleva retratada
de su Dios; y por eso su alma pura
por doquiera se queja;
y aspira a más altura,
si el Señor de su lado más se aleja...
Y al querer alcanzarlo
y en lazos de su amor aprisionarlo,
exclama con ternura:
–Decidme quien es Dios
que conocerlo quiero,
pues si no lo conozco, no sé amarlo;
y si más no le amo ved que muero.
Mas no tarda el airado torbellino
en arrollar furioso
la dicha que a los hombres enamora.
No tarda..., llega pronto a su destino,
pero llega cual germen venenoso
Antología poética de Federico Salvador Ramón
27
que todo lo que toca lo desdora;
y enemigo del hombre y de su dicha,
cambia la paz en guerra;
y esparce la desdicha
por la haz espinosa de la tierra.
¡Cuántas veces llevados
por sus ondas errantes
nos parece marchar como gigantes...!
Y luego, ¡ay!, quedamos olvidados.
¡Cuántas veces creemos
que ya la gloria nuestra sien rodea
y divinos fulgores centellea,
cuando, súbito vemos,
del corazón brotar duros abrojos
que a las almas producen mil sonrojos!
¡Oh fiero torbellino!
¿Por qué te conjurabas
contra un niño inocente
y, rudo e inclemente,
sus divinos amores contrariabas?
¿Por qué, adusto y severo,
tornabas a su padre cariñoso;
y al hermano altanero
y soez al criado o desdeñoso?
¿Por qué cambias las flores en espinas?
¿Por qué la paz alteras?
¿Por qué a las ansias de Tomás divinas
opones mil quimeras?...
¿Te gozas dando a la virtud tormento?
¡Pues maldecido seas
y que jamás te veas
victorioso salir de tus intentos!...
Mas, ¡ah! ¿Por qué te agitas?
¿Acaso piensas en tu furia loca
arrastrar a Tomás hasta el abismo
do tú te precipitas?...
No se mueve la roca
donde el Señor descansa enamorado,
mientras está el Señor a su cuidado,
Como el genio del mal hermosa era;
su mejilla encendida,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
28
su pupila ardorosa;
y en sus labios de rosa
del vicio retratadas las ficciones
tenía, cual si fueren
doradas ilusiones
donde los hombres quieren
para siempre dejar sus corazones
Como fantasma que la mente sueña
llega a Tomás y osada lo provoca...
Mas, Tomás del Señor el nombre invoca
y a la impura mujer héroe desdeña.
Su hermosura, su gracia, todo es vano;
Tomás resiste con tenaz empeño;
y chispeante brilla ya en su mano
de viva lumbre un encendido leño,
¡Atrás, mujer impura!,
Tomás ha conseguido la victoria
y, al vencer tu locura, ·
ha llegado a la cumbre de la gloria.
¡Oh Angélico Tomás!, tu frente pura
a los ciclos levantas...
¡Oh alma mía!, vuela presurosa
humíllate a sus plantas
y contempla amorosa
el cuadro divinal, que representa
un trozo de la gloria desprendido
en un rayo de luz que lo sustenta;
un corazón de amores encendido
y un serafín hermoso
que ciñe de Tomás a la cintura
con divinal ternura
de la pureza el cíngulo glorioso
Esparciendo doquier luz y colores
el crepúsculo asoma esplendoroso;
ninguna niebla el horizonte empaña;
se alegra la cabaña;
y el arroyo sonríe bullicioso,
cantando sus amores
entre el musgo, y el césped, y las flores.
A merced de la luz que el aire llena
de fúlgido color y grato aroma,
se ve que allá en la almena
Antología poética de Federico Salvador Ramón
29
del castillo feudal de los Aquino,
que llega hasta los cielos atrevida,
asomado Tomás. Busca afanoso
si vino ya quien le guiará en su huida,
para encontrar por el mejor camino
en Dios grato reposo.
Como la arista leve
que de las auras al vaivén se mueve;
como rayo de luz que la alta estrella
entre nubes destella
y a la tierra desciende entre la bruma;
como ligera pluma
que a merced de los vientos es llevada...,
el tesoro de todos codiciado,
la prenda deseada,
Tomas se ha colocado
entre el cielo y la tierra
en su constante anhelo
de abandonar el campo de la guerra
para buscar el cielo
y la gloria inmortal, que han conseguido
los pocos sabios que en el mundo han sido.
Desciende ya, Tomás, tu planta pura
descanse sosegada ya en el suelo,
que de la religión el raudo vuelo
te dará paz segura,
y clara luz en la brillante altura
desciende, que de Dios la providencia
para ti ha preparado
un maestro prodigio de la ciencia,
de la virtud dechado,
que te enseñe a volar raudo y seguro
por el espacio incierto,
do viven los alados querubines;
y te acostumbre a andar con paso cierto
del humano saber por los confines.
¡Quién pudiera a tu lado
llegar del claustro a la mansión bendita,
donde el mundo aparece más menguado
y más amplia la bóveda infinita!
¡Quien pudiera contigo
volar por las regiones
donde la ciencia brilla...!
Antología poética de Federico Salvador Ramón
30
Mas, perdona, Tomás, no sé qué digo.
Mis palabras, engendro de ilusiones,
te sirven de mancilla...
¿Yo contigo volar?..., vana quimera...
¿Yo a tu lado aprender?..., fue desvarío...
De mí exaltadamente sueño era
o soberbia ambición del pecho mío.
Marcha tú por senderos ignorados
hasta llegar al templo de la gloria;
mientras yo canto amante
con sones destemplados
el cántico triunfal de tu victoria.
Ya te miro anhelante
buscando de la ciencia algún secreto
o a Dios pidiendo ayuda
para calmar tu pensamiento inquieto
que lucha con la duda.
Ya miro como vuelas
en brazos de la fe que tu alma inflama
y al mundo que te aclama
Angélico Doctor de las Escuelas.
La santa fe es tu escudo;
y tu espada cortante
es la gallarda pluma;
y el mugido que exhalas. ¡Oh buey mudo!,
para que al mundo espante,
la Teológica Suma.
Ella que sirve de segura guía
al que cruza afanoso
del humano saber la mar bravía
sirviéndole de foco luminoso;
ella que fue llevada
del saber en la espuma
y por quien dijo la legión impía.
–Yo destruiré la Iglesia
si alguien pudiera destruir la Suma –.
Mas el sol tiene ocaso y noche el día;
todo llega a su fin, todo se agota,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
31
perfumes y colores y armonía;
y la nave ligera que ahora flota,
luego se mira desvelada y rota.
Pero ya que en la tierra se oscurece
la luz que vivifica a los mortales,
otra luz más intensa resplandece,
que destella fulgores inmortales;
la luz clara, divina,
que brilla refulgente
de Cristo en la alba frente
y que a todos los hombres ilumina.
Y otra luz más allá también fulgura:
es fa luz de la gloria,
que al hombre da la última victoria,
mostrándole del ciclo la hermosura.
En esta luz pensando
con éxtasis bendito.
la vida de Tomás se va acabando:
Y mientras al Señor vuela su alma,
Jesús le ofrece del saber la palma
desde el cielo exclamando
con amor infinito:
–¡Qué bien de mí, Tomas, tu pluma ha escrito!
Ya es todo para ti frío y oscuro,
por eso raudo el vuelo
extiendes hacia el cielo,
y marchas, ¡ay!, al inmortal Seguro.
Ya suenan en la gloria
las alabanzas de tu nombre santo;
ya escucho de los ángeles el canto
que anuncia de tu mente la victoria.
Ya en pos de ti caminan
los que aman la ciencia;
y los veo de hinojos
caer en tu presencia
pidiéndote las luces que iluminan
del saber los senderos.
Ya veo que fulguran en tus ojos
los destellos primeros,
que muestran del Señor la pura esencia
Antología poética de Federico Salvador Ramón
32
a tu ingente y alada inteligencia.
Ya contemplo tu alma venturosa
en el cielo ocupar trono de nubes,
que forman los querubes
y circunda la luz esplendorosa...
Ya subir a los cielos mi alma quiere
y a la gloria llegar... ¡Ay!, que ventura
admirar de los cielos la hermosura
y de la gloria el bien que jamás muere.
Mas, ¡ah!, cuando me creo
alcanzar de la gloria la grandeza,
que se levanta veo,
cual fatídica sombra, mi flaqueza.
Y turbada mi mente desfallece
entre las nieblas del saber humano,
cual se oculta ante el astro soberano
la estrella que en la noche resplandece...
Mas, envuelto en las sombras de este mundo,
Santo Tomás gigante me parece,
que no tiene segundo,
que a los ingenios todos oscurece
y que derrama ciencia de sus labios,
como esparcen doquiera sus olores
las pintadas corolas de las flores.
Escabel de su gloria son los sabios
que el mundo más admira;
del humano saber y del divino
en torno suyo gira
el foco diamantino,
que luces mil destella,
para marcar con vivos resplandores
la suspirada huella
do se unen en placida armonía
del pensamiento humano los fulgores
y de Dios la eternal sabiduría.
Allí quiere llegar el alma mía
Soberano Doctor de los Doctores...
Allí quiere gustar de tus amores
y aspirar la ambrosía
Antología poética de Federico Salvador Ramón
33
de las célicas flores...
Allí quiero vivir; y en tu presencia
entonaré mis últimos cantares
al exhalar mi postrimer suspiro,
para volar en brazos de la ciencia
a los eternos lares,
donde vive mi Dios por quien deliro.
RECUERDOS
Son los recuerdos gigantes
que el alma nuestra engrandecen,
astros que en la triste noche
iluminan nuestra mente,
flores que del alma brotan
cuando la dicha se pierde,
cuerdas de célica lira
que sus armonías vuelven
a los tristes corazones
que su amargo cáliz beben.
Son los recuerdos la aurora
que se asoma por oriente,
y viste con áureas gasas
mares y montes de nieve,
Son los encantos del alma
los perfumes que adormecen
envolviendo el corazón
en gasa suave y tenue.
Son las horas de placer
que se llevó el tiempo aleve,
y que en instantes dichosos
acuden a nuestra mente,
cual doradas mariposas
que entre flores van y vienen.
Son los recuerdos ensueños
de ya pasados placeres,
que pasados nos deleitan
más que si fueran presentes.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
34
Son cual ríos cristalinos,
que en su límpida corriente
envueltas entre sus ondas
llevan las almas alegres
a un mar de dicha formado
de pasiones inocentes.
Así pensaba yo, cuando los años
volar veía cual ligeros sueños,
que luego pasan sin dejar al alma
las penas que al pasar nos dejan luego.
Así pensaba yo, cuando al arrullo
del amor de más puros embelesos,
pasábanse los días de mi vida
de paz angelical y dicha llenos.
¡Quién pudiera gozar tan solo un día
de aquellos que volaron ya tan lejos
y sentir de los labios de mi madre
como prueba de amor ardiente beso!
Cual tierno ruiseñor enamorado,
que apenas nace el sol en raudo vuelo
del aire ondea, cual flotante espuma,
y por montes y valles va ligero
cantando los amores de la aurora,
de las flores, las brisas y los cielos;
así mi corazón volar sentía,
cuando la infancia entre rosados velos
envolvía mi alma, como madre,
que al hijo de su amor arrulla en sueños.
¡Benditas, oh mi Dios, aquellas horas,
que impío se llevó ligero el tiempo!
Benditas sí, porque tu nombre santo
con amor lo guardaba yo en mi pecho,
como guardan las flores el rocío
quien pone en sus corolas blando céfiro,
¡Quien pudiera cual antes, siendo niño,
imitar juguetones arroyuelos,
y saltar y reír entre las flores
gozando sólo en infantiles juegos,
y correr desde el valle a la pradera
como marcha veloz herido ciervo;
Antología poética de Federico Salvador Ramón
35
entre flores vagar tras mariposas
que vaporosas van en leve vuelo,
velando con sus alas trasparentes
de la flor perfumada el puro seno;
en mis labios poner una sonrisa,
como la pura aurora de los cielos,
que derrama doquier grata ambrosía,
tenues colores y suave acento:
y lanzar de mis ojos inocentes
del alma candorosa los reflejos,
en mirada de ángel que retrata
del tierno corazón el mar sereno!
¡Horas dichosas, tan amadas sean
como son venturosos sus recuerdos!
¡Quién pudiera, Señor, como otras veces
a tus plantas llegar con dulce anhelo,
y no sentir sonrojo en las mejillas
ni lleno el corazón de amargo duelo,
sintiendo en cambio que del alma brotan
candorosos y puros pensamientos,
que suben cual doradas mariposas
a posarse ante el trono del Excelso;
y a los pies de mi Madre Inmaculada
poner guirnaldas de suspiros tiernos,
que exhalen el perfume delicado
que lanza el alma en inocentes besos!
Mas, ya no volverán aquellos días,
que vi volar como apacibles sueños,
que fingiendo engañosas ilusiones
sólo nos dejan su feliz recuerdo.
Ya no siento del alma los aromas
que vaporosos llegan a mi pecho,
para salir después en un suspiro,
cual blanca nube de oloroso incienso;
ya no siento rodar por mis mejillas
lágrimas tiernas de dolor sincero,
al ver a mi Jesús en la agonía
dando por mí su postrimer aliento.
Ya sólo siento lágrimas ardientes
al pensar en los días que se fueron,
y que no volverán acá en la tierra.
a prestarme sus gratos embelesos;
Antología poética de Federico Salvador Ramón
36
ya sólo llanto de mi pecho brota
de aquellos días al feliz recuerdo,
y mi alma jamás está tranquila,
la turba siempre el huracán violento
de las pasiones, y doquier desgracias
traiciones y dolor sólo me encuentro;
y cuando miro al cielo la congoja
siento rugir en mi agitado pecho,
cual mar embravecido que conmueve
del alma triste los tranquilos senos;
y si quiero gozar algún instante,
y acallar del dolor amargos ecos,
llanto copioso de mis ojos brota,
cual rocío benéfico del cielo;
pues llorando no más, el alma puede
hallar a su dolor algún consuelo.
Ya pasaron los días de la infancia
de puro amor y de inocentes juegos;
ya no siento del alma los encantos,
que alegres sonreían en mi pecho;
ni luces, ni perfumes, ni colores
tienen ya para mí grato embeleso;
ya todo es triste como negra noche;
ya todo es frio como helado cierzo;
se perdió la sonrisa, vino el llanto;
al placer sucedió dolor acerbo;
el pecado dio muerte a la inocencia,
dejole al corazón amargo duelo,
pasaron los recuerdos de la infancia,
son ya de triste noche mis recuerdos...
Cuando el hombre al Señor, altivo ofende
pierde la paz, le restan sufrimientos.
FE
¿Y por qué no creer? ¿No fuera vano
seguir creyendo errores mundanales,
y despreciar verdades eternales,
que tú, Señor me ofreces con tu mano?
¿No fuera proceder con juicio insano,
la razón preferir de los mortales
Antología poética de Federico Salvador Ramón
37
a tu Verbo, que coros celestiales
anima con su aliento soberano?
¡Oh, sí, Señor! En tu palabra fio.
Lo que a ella se oponga lo desdeño.
No sufra más el pensamiento mío
del error, que envilece, el duro ceño...
Yo tomaré en tu fe potente brío,
y a la Eterna Verdad por sumo dueño.
LA PASTORA
¡Qué ovejas las mías,
qué hermosas, qué blancas,
de armiño suave
parecen sus lanas!
Qué alegres recorten
oteros, cañadas
y verdes praderas
de pastos sembradas.
Su leche gustosa
la más regalada,
que se bebe hoy en esta cabaña.
Qué alegres si corren,
que alegres si balan;
seguras si suben
la cumbre empinada;
veloces cual ciervas
si bajan la falda
y al valle descienden,
que el arroyo esmalta,
las flores perfuman
y refresca el aura.
Mis fieles amigas,
mis ovejas blancas
comparten conmigo
las horas de calma,
que pasan ligeras,
cual sueños de hadas.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
38
El día pasamos
por crestas y faldas
alegres corriendo,
sin que apenas haya
quien turbe la dicha,
que risueña canta,
ora nazca el día,
en bella alborada;
ora el sol radiante
del fuego la llama
airado fulgure
en viva mirada;
ora el día envuelto
en flébiles gasas
se oculte ligero
tras de las montañas,
que al cielo sus cumbres
altivas levantan.
¡Qué hermosas ovejas
mis ovejas blancas!
Yo diera por ellas
la mitad del alma.
Mientras ellas corren
o doquiera pastan,
de flores silvestres
yo tejo guirnaldas,
que llevo gozosa
a la ermita santa
y al pie las coloco
de la Inmaculada,
que reina en los ciclos
y en esta cabaña;
do escucha de todos
la humilde plegaria,
y a todos nos llena
de salud y gracia.
Qué Madre tan pura
que buena, que santa;
siendo la Pastora
de todas las almas,
ha de sufrir mucho
viéndolas que marchan
por erradas sendas,
donde sólo hallan
Antología poética de Federico Salvador Ramón
39
pastos venenosos,
que matan las almas.
Si yo, Madre mía,
así extraviadas
viera mis ovejas...
¡qué triste llorara!
Te ruego que guardes
mis ovejas blancas,
y en cambio te ofrezco
amantes miradas,
y dulces suspiros
y amores del alma.
Cuando mis ovejas
ni corren, ni balan,
ni tienen peligro
allá en la majada...,
entonces, ¡oh dicha!,
qué alegre mi alma
cantares entona
de mística gracia,
que al Dios de los cielos
trasportan las auras.
Y luego dormida
quedo en la majada
entre mis ovejas,
que en paz ya descansan;
y alegre despierto
cuando la mañana
reflejos de oro
doquiera derrama,
y esparce graciosa
sus flotantes gasas;
y luces, y aromas
en los aires vagan;
y endechas las aves
trinadoras cantan.
Entonces despierto;
y arrobada el alma,
yo pastora humilde
de hinojos postrada,
al Dios de la gloria
mando mis plegarias;
Antología poética de Federico Salvador Ramón
40
y unida a las aves
entono baladas,
que van presurosas
con la alegre alba
cantando las glorias
de la Inmaculada.
DESDE QUE MURIÓ MI MADRE
¡Desde que murió mi madre
cuánto llevo padecido!
¡Ay madre!, pídele a Dios.
que no lo tenga en olvido.
Tus miradas, madre mía,
eran para mí un consuelo.
Dios te llevó de mi lado;
ya no miro más que al cielo.
Madre, con tanto sufrir,
y tan amargo llorar;
el alma tengo de luto,
y el corazón seco está.
¡Ay madre!, si revivieras
y me vinieras a ver...
a la tumba te volvieras
por no verme padecer.
ESPERANZA
¿En qué puedo esperar? ¿Hay en la tierra
algo, que pueda darme la ventura
a que aspira mi alma sin hartura?
¡Ah! No, no puede ser, el mundo aterra
si se toma por fin el bien que encierra.
La mañana, las flores, la hermosura,
Todo desaparece con presura...
Antología poética de Federico Salvador Ramón
41
¿El hombre? Sin cesar o peca, o yerra,
O mutable en sus juicios nos olvida.
¿Pues en qué esperaré? Si, el mundo todo
no me puede saciar porque es de lodo.
¿Dónde está mi esperanza apetecida?
¿Dónde está quien me colme de consuelos?...
En donde mora Dios allá en los cielos.
AL NIÑO JESÚS
Por los collados
siempre cantando,
cual triste alondra
correr se ve.
¡Ay! Di zagala,
por qué suspiras.
¡Ay! Di porqué.
Porque mi Amado
de mí se aleja,
siempre que canto
he de llorar.
Porque lo veo,
siempre si lloro
he de cantar.
Cuando se aleja
que triste llanto
por mis mejillas
siento correr;
porque es mi Amado
mi dicha toda,
mi dulce bien.
Como las auras,
que vaporosas
entre las flores
volando van,
llevan perfumes
entre sus alas
Antología poética de Federico Salvador Ramón
42
hasta la mar.
Así mi Amado
cuando se acerca,
de aromas llena
mi corazón,
que lo embriagan
que lo adormecen
de puro amor.
Siempre arrobada
por sus encantos,
siempre a su lado
quisiera estar;
porque es tan bello,
¡ay!, que su ausencia
me matará.
Tiene en sus ojos
azul de cielo,
y armiño limpio
mi Amado bien;
y me parece
su linda boca
panal de miel.
Son sus palabras
tan cariñosas,
hablan al alma
tan santo amor,
que me extasían,
que me arrebatan
el corazón.
Su frente es tersa
como las conchas,
que allá en su seno
guarda la mar;
y yo suspiro,
porque no puedo
irla a besar.
Son sus mejillas
como las rosas,
que a la pradera
prestan carmín...
Antología poética de Federico Salvador Ramón
43
Allí está el fuego
de sus amores...
Allí está…, allí.
Por eso lloro
cuando se aleja,
por eso pienso
desfallecer.
Porque es muy bello,
porque es muy puro
mi amado bien.
Porque la noche
siento que llega
siempre que Él corre
lejos de mí;
y si me falta
su luz divina,
pienso morir.
Por eso corro
por los collados,
y los oteros
cruzo veloz;
porque me falta
del alma mía
el claro sol.
¡Ay!, quien pudiera
de sus amores
tan regalados
siempre gustar.
¡Ay!, quien pudiera
de sus miradas
ser el imán.
UN ¡AY!, UNIVERSAL DOQUIER RESUENA
Un ¡ay!, universal doquier resuena,
que lleva al corazón miedo y espanto,
suspiros de dolor, lúgubre llanto,
tristes gemidos de sentida pena.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
44
¡El placer!, vano canto de sirena,
que al hombre alaga con mentido encanto;
finge delicias, para dar en tanto
la copa de ponzoña, que envenena.
¡La gloria! Es ilusión, si no es divina,
que guarda mil abrojos en su seno
y conduce a la mísera ruina,
aunque se muestre con mirar sereno.
Del mundo es el pecado y sus pesares;
virtud y paz de los Eternos Lares.
SEÑOR, QUE HABITAS A CELESTE ALTURA
Señor, que habitas a celeste altura,
La sien ornada de fragantes flores,
Teniendo entre los santos tus amores,
Y tu dicha eternal, y paz segura.
Tu que tras guerra sin descanso y dura
Ansías coronarnos vencedores,
Danos bríos de fuertes gladiadores
Para vencer luchando con bravura.
Ayúdanos, Señor, se nuestro escudo
En esta lid, do tanto más avanza
El que más fiel te sigue en la pelea.
¡Que no temamos al combate rudo!
¡Que venzamos, Señor! Que así se alcanza,
Eterna paz en divinal presea.
A JERUSALÉN
Al M. l. SR. D.R. D. Modesto Badal Romero, Arcipreste
de la Santa Iglesia Catedral de Almería y Rector del Seminario
Conciliar San Indalecio, en prueba del cariño que le profeso.
¡Has triunfado; por fin le has dado muerte...!,
al Hombre Dios crucificado alzas
sobre el Gólgota tétrico y sombrío;
y alegre ves su sangre tan preciada
de su cuerpo manando gota a gota...
Antología poética de Federico Salvador Ramón
45
¡Y no se mueve a compasión tu alma!
¡Tiembla, Jerusalén, en tu locura!
Despreciada hás de ser por ser ingrata.
Vivió contigo el sol de la justicia,
sus rayos amorosos te prestaba,
y no viste su luz o la rehusaste;
y eterna noche oscureció tu alma.
Despreciaste su amor santo y sincero
y odiada habrás de ser, ¡maldita raza!
No quisiste tomar de sus tesoros
las preseas valiosas de la gracia,
y siempre en pos de miserables bienes
habrás de caminar pobre y avara.
No quisiste subir a lo más alto
del alcázar del cielo, a las moradas
do reina Dios con esplendor inmenso;
preferiste la tierra que te alaga,
y en tu ambición rastrera y miserable
perdiste con tu Dios tu cara patria.
A Jesús Hombre y Dios menospreciaste
y cerraste tu oído a sus palabras...
pues bien, escucha ahora, torpe pueblo,
a otro Jesús que tu ruina aclama.
¡Cuántas veces el hombre acá en la vida,
entre flores que huella con su planta
vive, sin deleitarse en sus perfumes
ni admirar sus colores y sus gracias,
para verse después, cuando se acerca
de otra vida sin fin la alegre alba,
de eternos sinsabores rodeado
punzantes espinas que taladran!
Así eres tú, Jerusalén deicida.
Una flor sus perfumes te brindaba,
y tú soberbia, miserable o loca
ajaste su corola pura y santa.
Ahora, Jerusalén, solo te restan
espinas de las flores despreciadas;
que llegarán certeras a clavarse
en lo más escondido de tu alma.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
46
Apréstate a salvar hoy a tu pueblo,
Sanedrín defensor de las infamias;
en tu ayuda a Caifás invoca ahora.
Hijos malditos en maldita raza:
las armas empuñad, y como buenos
a morir o vencer por vuestra patria
presurosos corred a la pelea;
y en triunfando del águila romana,
el mundo a conquistar id, sin demora;
pues vencisteis al Dios de la venganza.
Mas, ¿cómo lo has de hacer, cobarde pueblo,
si en tu pecho villano sólo guardas
el vil placer de atormentar al débil
para gozarte luego en tal hazaña?
¿Por ventura, la sierpe cautelosa
podrá arrostrar con calma la mirada
del valiente león que la examina
para mejor lanzarse a triturarla?
¡Jerusalén maldita, tiembla y llora!
que ante ti el huracán ya se desata
que te habrá de envolver entre su furia
y te habrá de arroyar cual frágil caña.
Sola te ves y sin amparo alguno;
la sangre del Cordero derramada
pesa ya sobre ti; pues lo has querido,
fuerza es que Dios se apreste a la venganza.
Mira en tu derredor, cobarde pueblo,
contempla absorto al águila romana,
que llega sobre ti con furia loca
ansiosa de clavar en ti sus garras.
Mírala, ya se acerca, sangre pide;
su aspecto es fiero y a vencer se lanza;
oro bruñido su cabeza cubre;
sus garras son de puntas aceradas,
y sus alas potentes, cuál no otras,
son como el fuego, que doquier arrasan.
Y de placer su corazón hastiado
se complace en la sangre derramada,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
47
y busca airada do clavar su pico
para dejar la hiel de sus entrañas.
¡Tiembla, Jerusalén, ante tu muerte!
Y a las garras del águila romana
ciñen tu cuello con hercúlea fuerza
y te harán sucumbir, ¡maldita raza!
Vuelve hoy sobre ti; gentío inmenso
trémulo de pavor llena tus plazas,
y Tito lo domina y aprisiona
ciñéndolo brioso con sus lanzas.
El ángel de la guerra llega airado
blandiendo altivo su encendida espada,
y los deicidas que en tu seno habitan
entre sí cruda guerra se declaran.
Triste será tu fin; pues a tus puertas
el hambre descarnada se abalanza,
y extendiendo su horror entre tus gentes
con insólita fuerza las amaga. ·
Terrible es tu dolor, tu muerte cierta;
de Tito crece la guerrera rabia,
y el fuerte, en tanto, por salvar su vida
por mezquino manjar al débil mata.
Y lo que es más horror; la madre misma,
que diera por su hijo hasta su alma.
y le amamanta con el puro néctar
que elabora feliz en sus entrañas,
arrebatada por el hambre fiera,
y en horroroso vértigo anegada,
el fruto de su amor mira convulsa,
carcajada feroz su pecho lanza,
sus miembros desmayados toman brío,
del duro suelo delirante salta,
y cogiéndolo fiera, palpitante,
lo hiere, lo destroza, lo desgarra,
y asido a él como a manjar sabroso,
con loca rapidez el hambre sacia.
¡Tiembla, Jerusalén!, que ya el romano
dio el grito precursor de la batalla,
y altivos sus soldados, e invencibles,
por todas partes tus murallas saltan.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
48
Aquí el anciano suplicante llora
implorando perdón que nunca alcanza,
ante el rudo romano que potente
con mano firme siega su garganta.
Allá la madre de dolor transida
ve a su hijo morir; y su mirada
ora sigue al espíritu que vuela,
ora pinta la angustia de su alma,
cuando el primer soldado que la mira
en sus entrañas clava ruda lanza.
Y el tierno infante que olvidado queda
y no sucumbe ante la férrea espada,
nutriéndose en la sangre de su madre
halla en ella un veneno que le mata.
¡Todo es desolación, todo ruina,
muerte por doquier todo lo arrasa!
y cuando crece el belicoso encono,
y ya victoria los romanos cantan,
cual si las nubes rayos despidiesen
o el sol a los judíos abrasara,
así se ven caer torres y almenas,
y tras ellas las víctimas humanas.
El incendio voraz doquiera llega
destruyéndolo todo con su llama,
y el guerrero romano ya rendido
o no encontrando en quien saciar su saña,
henchido del placer de la victoria
sobre su inerte victima descansa.
Vestido el día de carmín y oro
entre quebradas nubes se desata,
y Tito despertando de su sueño,
absorto queda entre ruinas tantas.
Todo se destruyó, Tito, hasta el templo
do se encuentra consuelo para el alma;
mas no te admire, el hombre desde hoy
disipando las nieblas que le embargan,
admirará de Dios la omnipotencia
y las obras valiosas de la gracia,
y miles templos alzará en su nombre,
desde los cuales, como nube santa,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
49
lleguen a Dios, que espera cariñoso,
como amante pastor de nuestras almas,
las lágrimas del hombre arrepentido
y del manso y humilde la plegaria.
CÓMO SE LLEGA AL CIELO
A mi maestro, tan querido como respetado,
D. Andrés Díaz Saldaña, Catedrático del Instituto de Almería,
en testimonio del firmísimo amor que le profeso
I
Crisálida es el hombre cuando nace;
más tarde mariposa;
y luego cuando yace,
alma ante Dios y cuerpo en una fosa.
II
Nace el niño y es sol
de gratos embelesos;
y su pura mejilla reverbera
los más amantes besos.
Las auras le saludan a porfía;
las aves y las flores
sus trinos dan al niño y sus colores;
él a todos en cambio da alegría,
y el maternal regazo, en donde mora
en el cielo trueca luego,
pues al cielo de Dios bien lo remeda
un niño que al mirar todo lo dora,
una madre que vela sus sonrisas,
y un ángel puro de celestes alas,
que al plegarlas agita dulces brisas,
que llevan al Señor en raudos giros
los besos de la madre,
y del niño inocente los suspiros.
Cielo santo y cielo de ventura,
¿quién sabe qué le espera?
Tal vez fugaz cual nube vaporosa
vuele a hundirse en un lago de tristura,
cuando el niño se muestre mariposa!
Ángel puro que en el mundo apenas
si pudiste posar tu tierna planta;
Antología poética de Federico Salvador Ramón
50
del mundo teme las doradas redes,
antes que en ellas prisionero quedes…
Con los ángeles sigue sonriendo;
con otros niños, crisálidas también,
sigue jugando alegre y afanoso,
y no quieras saber, ángel hermoso,
cómo cede laureles el gran mundo
al que en el lucha por llevar la palma;
pues si de aquestos triunfos algo queda,
es la mentira con su falso brillo,
y el corazón sin calma.
Nada envidies que el mundo haya otorgado.
Preocúpente tan sólo
tus juegos de soldado.
Y mientras yo, del uno al otro polo,
pregonaré con esforzado acento
las glorias inmortales y sin cuento
de tu espada de caña.
Pues si gloriosas son las que indomables
vencen mundos y asaltan precipicios,
la tuya no lo es menos:
pues con ella detienes la inocencia
en tus ojos tranquilos y serenos.
Por eso quiero dar
a tus batallas pompa,
y hacer lucir la fuerza de tu brazo;
y si alcanzo a sonar la épica trompa,
mientras me anima tu infantil pelea,
ensalzado por mí será tu nombre
con tanto afán de sublimar tus gracias,
que absorto quede el mundo,
al mirarlo esculpido en la alta cumbre
y en el inmenso mar y en lo profundo.
III
¡Cuán hermosa Dios mío, es la inocencia!
¿Por qué el hombre ha pecado,
condenándose ciego
a vivir desterrado,
y a luchar con ardor y sin reposo,
si debe en la virtud fundar su ciencia?
Antología poética de Federico Salvador Ramón
51
¿Por qué, Dios mío, al hombre,
en llegando a cumplir los doce años,
tantos peligros por doquier le asaltan
y tantos desengaños?
¿Quién podrá dirigir con buen acierto
esa ráfaga súbita, asombrosa,
que unida a nuestra alma venturosa,
en mágico concierto
la cambia en mariposa?
¿Y quién podrá saciar su hidropesía,
el ansia de gozar casi infinita
que siente el corazón, cuando palpita
a impulsos de la gloria que ya ansia.
Nunca el corazón podrá estar harto
mientras viva esta vida de pesares.
¿Mas, quién podrá calmar los mil azares·
que siente un corazón y sus desvelos?
Sólo una madre que al mirar los cielos
en ellos ve la patria de la gloria.
Sólo una madre, sí,
pues es un ser que encierra dicha tanta,
que al mismo Dios encanta
con tan gratos amores,
que al venir de los cielos a la tierra,
en un seno purísimo de Virgen
guardó sus esplendores.
Dichosa la crisálida
que llega a mariposa,
y junto a ella escucha
que su madre la dice cariñosa:
Mira al cielo. Allí está lo infinito...
Aquí verás estrecha sepultura;
allí reside lo que nunca pasa;
aquí se encuentra lo que poco dura.
Mira, hijo mío, que la vida es breve
y llena de tormentos,
y que los más gigantes pensamientos
su tumba hallaron al chocar más leve.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
52
Ama siempre la luz;
huye el pecado que desdora el alma,
que hace perder al corazón la calma,
y aparta de la cruz.
Sea tu vida honrada y virtuosa;
imita de los santos el ejemplo,
y, huyendo siempre el mundanal ruido,
ten corno a nido el templo;
que si vives así, es bien seguro
que si el inundo desecha tu memoria,
en el cielo te esperan los querubes
para cantar amores en la gloria.
IV
Crisálida que llega a mariposa,
y de su madre escucha estos consejos;
en llegando a mirar, aunque de lejos,
ese inmenso horizonte de ventura
que su madre le muestra,
a luchar láncese con gran premura;
y despreciando cual gigante airado,
del mundo los encantos pasajeros,
en santa calma mirará que llegan
de sus días mortales los postreros,
y al cielo volará su noble alma
ansiosa del laurel de la victoria;
y cuando diga Dios
–Tuya es la palma–
orlada se verá de eterna gloria.
V
Y allí viviendo alegre y venturosa,
esperará sin cuita, ni desvelos,
que raudo se levante hasta los cielos
su cuerpo sepultado en breve fosa,
ILUSIÓN Y REALIDAD
A mi hermano Francisco
Que es la vida una ilusión,
vano sueño, fantasía,
quimera de un solo día,
delirio de la razón,
nos dice el sabio y el necio.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
53
Pero si se entiende mal
este adagio, es infernal,
y nos merece desprecio;
pues si en este mundo hubiera
tan sólo caprichos vanos:
¿Cómo vivieran ufanos,
los que cuerdos se creyeran?
¿Cómo cantarán los hombres
de otros hombres las victorias,
y sublimarán sus glorias
y eternizarán sus nombres?
¿Cómo entonces concebir
que haya en el mundo desvelos
tanto afán, tantos anhelos...
para soñar y morir?
Esto sí que es ilusión.
No lucha el hombre y se afana
para ver luego, mañana,
vacío su corazón.
No aspira el hombre a la gloria
que se agita allá en su alma,
por alcanzar vana palma,
o ser un mito en la historia.
Ni despreciando su vida,
cruza montes, surca mares,
do sólo encuentra pesares
por una ilusión perdida.
Ni en lucha tenaz y ruda
medita el sabio anhelante
o algún problema gigante,
o en solventar una duda
para hallar que son quimeras
las reflexiones del mundo,
o que el mirar más profundo
es vagar por las esferas.
¿Y quién a decir se atreve
que es del mundo una ilusión,
dar impulso al corazón
Antología poética de Federico Salvador Ramón
54
por la brisa que se mueve
ligera al cielo, y constante,
y que en sus pliegues sutiles,
las flores conduce a miles
al Señor bueno y amante?
¡Flores que brotan del alma,
cuando se juntan en ella
la gracia de Dios, tan bella,
y de la virtud la palma!
¿Por qué no serán delirios
del mundo los sinsabores,
y fantasmas los dolores,
y quimeras los martirios?
Pero, ¡ah!, que acá en la tierra
es el sufrir lo real,
es la dicha lo ideal,
y el amor es cruda guerra;
y hace la vida ilusión
el que anhelando su bien,
mira en el mundo un edén
o la dicha en la pasión,
ALDEA SANTA
A mi querido amigo D. Joaquín Peralta
I
Sobre la falda de un monte
se reclina humilde y bella,
una aldea deliciosa
por lo fértil y lo amena.
La cubre un cielo sin nubes,
la ciñe graciosa vega;
allá en su cima, la cruz
airosa y altiva ostenta,
y a su pie, ligero corre
un riachuelo que la besa,
cantando tiernos amores,
murmurando blandas quejas.
II
El sol desde sus reales,
ostentando cabellera
más refulgente que nunca,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
55
orlada de ricas perlas,
hace que la negra noche
se refugie en sus cavernas;
la brisa pasa suave
murmurando grata endecha;
los arroyuelos murmuran,
los pájaros aletean,
vístense de oro los montes,
de verdura las riberas,
y la pastora sencilla
canta alegre allá en la sierra,
mientras van brincando riscos
las baladoras ovejas.
III
Algo extraordinario ocurre
hoy en la pequeña aldea;
sus calles están vestidas
con aromáticas yerbas;
un arco todo de flores
y de listones de seda,
se alza gracioso y sencillo
en la puerta de la Iglesia;
y el tío Antón, que es alcalde
exclusivo de la aldea,
de lustrina colorada
ha plantado una bandera
en la casa-ayuntamiento,
que sobre todas impera.
IV
Ya en la plaza están los mozos
vestidos de ropa nueva,
y las mozas van llegando
ufanas y placenteras;
a estas siguen los muchachos
símbolo de la inocencia,
y van tan alegres ellos...
que junto a ellos no hay penas,
V
¿Por qué abandonan sus casas
los vecinos de la aldea,
y se olvidan del arado,
y visten blanca calceta,
ancha faja colorada,
pantalón a media pierna,
chaqueta corta y ceñida
y la clásica montera?
Antología poética de Federico Salvador Ramón
56
¿Por qué? Porque hoy es día
cual ningún otro de fiesta;
porque van a reiterar
del bautismo las promesas;
porque como son de Cristo
aman, tanto su bandera,
que por él no perderían
ni palacios ni riquezas...
pero sus vidas por Cristo
sonriendo las perdieran,
VI
Ya están todos impacientes
porque no están en la Iglesia,
cuando con acento alegre
se oye hablar de esta manera;
–¡Qué guapo viene el tío Antón!
–¡Pues no digo la alcaldesa!
Vaya un refajo que trae...,
¡parece toda una reina!
nadie en el pueblo es más guapa,
en diciendo que se arregla.
–La vida les guarde Dios:
que hacen muy buena pareja,
VII
El tío Antón que este día
la vara de alcalde lleva,
avanza majestuoso,
y la gente le rodea,
y alzando la vara dice:
–Marchemos para la Iglesia;
y los muchachos que canten
lo mismo que en la novena.
Todosmarchan en silencio, cuando
las coplas empiezan:
«¡Oh María, Madre mía!
¡Oh Consuelo del mortal...»
VIII
El amor brilla
en sus miradas,
que van veladas
por la humildad;
Antología poética de Federico Salvador Ramón
57
y a Dios amantes
van anhelantes
a contemplar.
¡Gloría, Dios mío
gloría a la aldea,
que ante Tu nombre
rinde su amor!
Paz y contento
dales por cuna,
llena de gracias
su corazón;
rico perfume
su ambiente sea,
blandas sus auras,
puro su sol.
¡Y allá en los cielos
trono de gloría
dales en premio
de tanto amor...!
EPITAFIO
A mi difunta madre (Q. E. P. D.)
Ayer eras, madre mía,
la delicia de tu hogar;
hoy ya, tras losa muy fría,
llevaron a sepultar
con tu cuerpo mi alegría.
Sólo me queda un consuelo,
que viene a calmar mi llanto:
y es que tu muerte fue un vuelo,
para llegar al Dios santo,
y rogar por mí en el Cielo.
DESAGRAVIO A LA DIVINA INFANTITA
Siento el amor arder aquí en mi pecho,
siento herido tu honor por mano impía,
satisfacción exijo a quien te ultraja
y con desdén responde, Excelsa Niña.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
58
Y vengarte es preciso, pues manchado
no ha de quedar tu honor, por vida mía.
¿Pero cómo he de hacer para vengarte?
¿Cuál es el modo que mejor estimas
para quedar de agravios satisfecha
y en tu culto y honor del todo limpia?
¿Quieres acaso que al malvado impío
la lengua arranque con mis manos mismas,
y que al cieno la arroje por inmunda,
y que allí de gusanos sea comida?
¿Quieres que lave con su sangre aleve
la injuria que te hizo en su osadía.
Pero, ¿qué es lo que digo, Reina Excelsa?
El amor que te tengo es quien delira.
Yo te quiero vengar, pero a tu modo,
con blando amor y mano que acaricia.
Yo te quiero vengar porque te amo,
y el verdadero amor se sacrifica,
por eso yo te ofrezco en represalias
mi lengua y sangre ruin, toda mi vida...
Mas como nada basta al desagravio
de lo que darte puedo, Reina mía,
haz tú que te amen los que no te aman,
y que amándote mucho siempre vivan.
ANTE MARÍA RECIÉN NACIDA
¡Acaba de nacer! ¡Bendita sea
la Reina Inmaculada de los cielos!
La secular promesa del Altísimo
hase tornado de esperanza en hecho...
¿Y no se para el sol a contemplarla?
¿Y la luz no le teje manto regio?
Antología poética de Federico Salvador Ramón
59
¿Ni su frente circundan las estrellas?
¿Ni la luna le rinde acatamiento?
¿Cómo es eso, Señor, que ante María
absorto no se postra el firmamento...?
¿Y ni brisas, ni flores ni ambrosías
vuelvan a saturarse de su aliento?
¿Ni los mares saludan a su estrella?
¿Ni murmura su nombre el arroyuelo?
¿Ni le envía la aurora sus fulgores?
¿Ni las aves le entonan sus gorjeos?
¿Ni de hinojos se postra ante su cuna
aclamándola Reina el orbe entero?
¿Por qué será, Señor? ¿Por qué así escondes
a la Reina sin par del universo?
¿Y a los hombres no abrasan los volcanes
que de la Niña arden en el pecho?
¿Y viven en las sombras de la muerte
ante la aurora del Divino Verbo?
¿Y Abraham y Elías duermen en el limbo?
¿Y los ángeles callan en el cielo?
¿Y el mismo Dios absorto ante su obra
callado está con célico embeleso?...
Lección divina: el Cielo nos enseña
que lo sublime en sí tiene su asiento;
y lo que nadie a comprender alcanza
no lo puede alabar sino el silencio.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
60
MI FLAQUEZA
Déjame, ¡oh Dios!, que llore mi flaqueza
con llanto eterno y lágrimas amargas,
labios míos, cerraros a la risa;
pecho débil, no cantes, calla, calla.
¿En qué puedes gozarte si has caído
mil veces, mil, como la frágil caña,
al empuje del viento? Si doquiera
has dado testimonio de ser flaca,
justo es que llores tu flaqueza ahora
y te vistas de duelo, pobre alma.
Tú que subir quisiste hasta la gloria
en la fuerza fiada de tus alas;
tú que a tus pies quisiste verlo todo
y alzarte sobre todos como el águila;
tú que llevar creíste sobre el hombro
un mundo ingente, como son tus ansias;
tú que en tu mente fulgurar miraste
ideas salvadoras, por lo santas;
tú que al mundo tuviste por juguete
y por cosa muy vil lo despreciaras,
si alientos no sintieras en tu pecho
para llevarlo a Dios. ¡Ay! Tu arrogancia
te ha perdido mil veces, alma mía.
Llórala sin cesar, llórala alma.
¡Cuántas veces pasé junto al caído
y con desprecio lo miró mi alma!
¡Cuántas veces al pobre que caía
violento puse sobre él mi planta!
¡Cuántas veces fingí que habían caído
los que serenos sobre mí se alzaban;
y el nombre despreciaba de los héroes;
y a los santos y sabios tuve en nada, ·
menoscabando de ellos los triunfos,
cual si así sobre ellos me encumbrara;
y ahora veo con triste desengaño
que la mayor flaqueza está en mi alma!
Antología poética de Federico Salvador Ramón
61
Por eso es justo que, si no vosotros,
grandes, a quienes tuve yo por nada,
porque jamás fue dada a la grandeza
en el vil y pequeño hacer venganza,
surjan del cieno sabandijas viles
que escupan sus ponzoñas a mi cara,
y que todos me burlen y desprecien,
y mi soberbia humillen insensata;
y que de afrenta vil y de ignominia
lleve mi altiva frente ruda marca,
y que me aclamen rey de la flaqueza,
dándome por cetro débil caña,
la corona de espinas y por manto
púrpura vil muy rota y muy manchada;
que ésta la imagen es de mi flaqueza,
y, si en ella yo siempre me mirara,
aprendiera a pensar que soy un rey
nacido en el rigor de la desgracia,
pobre de bienes y de carne enferma,
de mente obscura y de potencia flaca,
pues apenas nací ya mi enemigo
esclavo me miró bajo sus plantas.
Este soy yo, Señor, mas tú me hiciste
fuerte como gigante con tu gracia,
y a luchar y vencer tú me enseñaste
por mí librando colosal batalla.
Y sé que siempre venceré a tu lado,
y que lejos de tí nada se alcanza,
y que todo es flaqueza en esta vida,
jactancia de poder y gloria vana.
Por eso, mi Jesús, ni un sol o instante
quiero sin ti luchar. Tú eres el arma
que me da fortaleza. Tú me defiendes
de todos los enemigos de mi alma;
ante ti todos huyen y yo esclavo
dejo ser de ellos. Tú me agiganta,
los honores, riquezas y placeres
quiero arrancar de mí como nonadas,
no teniendo por pérdida sus goces,
y en tu cruz nada más buscar ganancia.
Lejos de mí, flaquezas enervantes,
sueños de gloria que mentidos pasan...
Antología poética de Federico Salvador Ramón
62
Ven tú, Jesús, sobre mi alma reina,
que servirte es reinar en firme calma.
AMOR
A la Divina Infantita
Quiero amarte, Señora, con locura;
y es mi afán tan prolijo
que cuanto más te amo más quisiera
y todo sin amarte me es esquivo.
Para cantarte, ¡ay Madre!, mis amores
al aura le robara los suspiros,
a la aurora sus risas
y al arroyo sus lánguidos gemidos;
arrullos a la alondra enamorada
y al ruiseñor sus trinos;
y del poeta imitara las estrofas
que, en éxtasis divino,
cantaron a las damas de sus sueños
los bardos peregrinos;
y la música mágica aprendiera
que, en céltico deliquios,
entona el serafín en liras de oro
ante Dios Uno v Trino.
Yo te amara, Señora, cual te amaron
tus más caros amigos,
y te diera mi amor con la ternura
de aquel santo melifluo,
que gustara en tus pechos virginales
el néctar suave que bebiera Cristo.
¡Quién pudiera sentir el amor puro
del alma de Domingo
y el seráfico ardor que en llama viva
abrasó a San Francisco!
Del Penitente de Manresa quiero
la firmeza y el brío,
y el celo de Teresa San Elías,
y, con santo delirio,
marte cual te amaron
los que volaron a poblar los nidos
de claustros y desiertos
Antología poética de Federico Salvador Ramón
63
para saciar amores infinitos.
Cuanto juntos te amaron los más santos
quiero amarte, Señora, y aún mezquino
me parece este amor que emular debe
el amor infinito de tu Cristo.
BUSCANDO A ÉL
A mis hijas
Te busqué, mi Jesús, entre las flores,
y a través de perfumes y colores,
hallarte me creí..., pero marchitas
al verlas luego, aumenté mis cuitas,
porque, en verdad, desdice mucho amarte
y entre flores ajadas contemplarte…
Quise hallarte, Jesús, sobre las olas
y en mis brazos asirte, y, a mis solas
del ancho mar en la región ingente,
darte a gustar mi amor inmenso, ardiente,
como volcán que incendios mil amaga
y que el unísono piélago no apaga...
Más, ¡ay!, que el huracán furioso azota
y amenaza dejar mi barca rota
contra cualquier peñasco de la playa.
Y en este duro trance, ¿quién se halla
capaz de regalarse en tus amores,
tan ajenos a penas y rigores?...
En la umbría del bosque pensé hallarte,
y, a su sombra, mi alma regalarte.
Y sentí de tu amor el embeleso,
y de la blanda brisa el suave beso.
Y arrobos que mi frente acariciaban
entre rumor de hojas que temblaban,
y murmurios de arroyos que corrían,
y tu Nombre mil veces repetían...
Pero luego las hojas se secaron,
y también los arroyos se callaron.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
64
Y las brisas rozando con los troncos
ayes cantaban con acentos roncos,
y entre arroyos sin agua, y hojas duras,
y brisas que sollozan desventuras,
¿quién contempla tus ojos de paloma
y aspira de tu boca el suave aroma?
Quise hallarte en el fondo de mi pecho
y en él de amores preparar el lecho,
do mi alma, cual loca enamorada,
viviera cabe a ti, siempre extasiada,
sin más solicitud ni más cuidados
que llevar uno a uno muy contados
de tu amor los suspiros deleitosos...
Mas, detened los ímpetus furiosos
de ese buitre voraz de las pasiones,
que se agitan sin freno y sin razones,
y turban y confunden y oscurecen,
y la paz arrebatan y enflaquecen,
y manchan y corrompen y seducen,
y nos llevan al vicio y nos conducen
de un lodazal a otro más inmundo,
de un abismo a otro abismo más profundo.
Y en este duro y apurado trance,
¿quién se lanza de amor al suave lance?
¡Ay, Jesús de mi alma, dueño mío!
Es la vida sin ti cruel desvarío,
y soportar no puedo ni un instante
vivir en este mundo, y anhelante
quiero morar contigo eternamente
sin las humanas sombras de la mente,
sin sentir de mi alma la flaqueza
y del burdo sentido la bajeza.
Líbrame de las ansias y temores
de no corresponder a tus amores
y de perderte acaso... ¡Dura suerte!
Mándame, mi Jesús, antes la muerte.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
65
EL PRECIO DEL ALMA MORA
Vienes, Jesús, a mi tan escondido
y tan celado ,¡ay!, a mi sentido,
que si de ti mi alma no supiera,
jamás mi corazón a ti sintiera.
Y es que vienes a mí Sacramentado
y en místicos cendales tan velado,
que, si la fe de ti no me enseñara,
cual la vista, la mente te ignorara.
Y, sin duda, que así es lo conveniente
para el amor mostrar quien bien lo siente,
y, por eso, Jesús Eucaristía,
yo quisiera ocultar la vida mía
del mundo a todo engaño, y en tus llagas
escondido vivir, pues, más me halagas
con mirra de tu amor, tú Pastor mío,
que el mundo con su loco desvarío.
Y, si mi amor mostrar a otros quisiera,
yo también para ellos me escondiera,
y anonadado, humilde, agradecido,
les diera el sustento y el vestido,
y el descanso, y la paz, y la alegría,
y mi sangre, ¡ay mi Dios!, yo les daba,
si para ellos era algún consuelo,
como yo con la tuya compro el cielo.
EL ALMA Y EL ESPÍRITU DE LIVIANDAD
A la Santa Madre de la Esclavitud dedico esta meditación
para que ella la ofrezca, avalorándola, a nuestros hijos.
Preludios
Permite ¡gran Dios! que este mortal te adore
y de hinojos te pida, ¡oh Rey Excelso!,
perdón de sus pecados y clemencia
para no ser tratado cual merezco;
pues si así, ¡ay mi Dios!, conmigo hicieras
¿qué me pudieras dar más que el Infierno?
Según es tu bondad así me trata
Antología poética de Federico Salvador Ramón
66
que por ella, Señor, seguro espero
para mi mente luz, ya que sin ella
no te conocerá mi pensamiento,
y si no te conozco no te amo,
y sin tu amor, mi Dios, vivir no quiero.
Y si por mí, Señor, no me escuchares,
por María y Jesús oye este ruego,
que balbuciente torna la vergüenza
y amante brota del contrito pecho.
Punto primero
¿Qué pretendes de mí, si no te amo?
Huye de mí que tanto te aborrezco.
Si contigo jamás he de aliarme,
¿por qué, goces me brindas, lisonjero?
Y si sabes que a muerte te he jurado
odio sin fin, ¿por qué con tanto empeño
me buscas, y me halagas, y me incitas
a quedar de tus gustos prisionero?
Y si es poco mi odio a convencerte
de que jamás conmigo harás concierto,
¿no te mueven, ¡oh cruel!, a huir al punto
mi indiferencia y mi total desprecio?
Huye de mí, amigo fementido,
tus fingidos deleites yo detesto,
pues eres vil y engañador insano
que muy suave atraes, pero luego
de lepra inmunda lo inficionas todo
y todo bien abrasas en tu incendio.
Secas del corazón el amor puro
y arrancas de la mente el pensamiento
que en solo Dios encuentra su descanso,
alas y luz, y fuerzas y sosiego.
Turbas el corazón, y al más robusto
lo arrastras a tu antojo como a un ebrio,
y, cruel y engañador, lo precipitas
de un mal a otro peor: del barro al cieno.
Que otras veces fui tuyo, me replicas;
bien lo sé y no lo olvido en mi tormento,
que hartas lágrimas tengo derramadas
Antología poética de Federico Salvador Ramón
67
que el perdón de Jesús me merecieron
y lavaron con mirra de amarguras
la inmunda llaga de mi débil pecho.
Ya sé cuánto me cuestan tus deleites,
por eso sé que los vendes a buen precio,
que por uno te di miles congojas
y pocas, a mi ver, te parecieron.
De mí te aparta, engañador aleve,
que, pensar que te acercas, me da miedo,
porque sé que mintiendo mil encantos
y ofreciendo deleites, das veneno.
Mas, ¡ay!, ya sé, por triste desventura,
que no me dejarás por un momento
y que siempre, vencido o victorioso,
firme estarás en tu menguado intento
de vencerme por fuerza o por astucia
hasta hacerme en tus redes prisionero.
Mas es tu empeño vano, inmundo espíritu,
que si venirme a mí siempre siguiendo
no te cansa jamás, a mí tampoco
me cansará de ti vivir huyendo.
Y si es verdad que al fin has conseguido
por doquiera tener trono y asiento
y que, fuerte y procaz, aliados tienes
en la calle, en la plaza, en el paseo,
en la escuela, en las artes y en la ciencia;
en libros y revistas y libelos,
en vestidos, adornos y caprichos,
en músicas, saraos y conciertos,
en los ojos que enciendes con tu lumbre
y en la boca que besa con tus besos,
en el talle que oprimes cual tirano
y en los contornos de abultados senos,
en el afeite que en los rostros pones
y en el andar suave o desenvuelto,
y en todo cuanto miro y cuanto toco
hay algo siempre del letal beleño
con que a todos seduces y cautivas
en esclavos trocándolos muy luego.
También lo es, espíritu nefando,
que hay en la tierra aún grandes desiertos
Antología poética de Federico Salvador Ramón
68
y agrestes sierras con nevadas cumbres
dó en la roca el Señor cavó aposentos,
y la nieve tus fuegos refrigera
y liviandad en rocas no hace asiento.
Y huyendo la ocasión huiré el pecado
y dejaré burlado tu deseo.
Mas, ¡ay!, mi Dios que adonde quier me sigue
este cruel enemigo en raudo vuelo
y se alimenta de mi propia carne,
y fuerzas cobra con mi propio sueño,
y si yo me regalo, se regala,
y mis goces le dan vigor y aliento.
Mas yo, Señor, castigaré mí carne,
siempre regateándole el sosiego,
y a dura servidumbre reducida,
solo ayunos tendrá por alimento
y dura disciplina por regalo,
y puntas de cilicio para freno,
y daré de mi sangre, sí es preciso,
y en duro lecho dormirán mis miembros.
Y así con privaciones por defensa
y por armas rigores y tormentos
conseguiré vencer a mi enemigo
y tener mis deleites en el cielo.
Punto Segundo
Mas, ¡ay, Señor!, ¿es que deliro acaso?
¿Es ensueño quizás, o estoy despierto?
¿Quién me hace ver tantos fantasmas
y me hace sentir lo que no quiero?
¿Quién presenta a mi loca fantasía
las escenas del báquico concierto
donde la liviandad triunfante ostenta
las gracias y hermosura de su imperio,
envolviendo, entre gasas vaporosas,
las centellas que inflaman mil incendios?
Y haciéndose mirar entre fulgores
que deslumbran con mágico embeleso,
y haciéndose seguir de mil bacantes
que danzan al compás de sus conciertos,
y de otras mil que pulsan suaves cítaras,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
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y de otras mil y mil que el triunfo eterno
del amor terrenal cantan sin tregua
y vuelan por doquier siempre esparciendo
perfume embriagador al aire tenue
y hojas de rosa al inclemente suelo,
mientras ella con tules vaporosos
finge cubrir el nacarado seno
y en blandos almohadones recostada
con lánguido mirar y ademán cierto,
deja escapar doquier con lazos varios
del amor terrenal alados genios
que seducen, que halagan, que cautivan,
que no tornan jamás sin prisioneros.
¡Ay de aquél que, atraído blandamente
de esta visión, siquiera unos momentos
se detiene a mirar! ¡Ay del que incauto
a luchar se lanzara cuerpo a cuerpo!
Vencido en la demanda pronto viera
cuanto es débil o cuanto es inexperto;
porque, quien huye aquí, solo es valiente,
y la lucha es cobarde fingimiento.
Hay que huir, sí, Señor, huir al punto,
apartando veloz el pensamiento
de bastardas visiones, meditando
el triste estado de mi cuerpo muerto
que aquesto es realidad y aquello otro
es fantasma no más y fingimiento.
Miro a la muerte descarnada y fría
horrible estatua de, negruzcos huesos,
de lo terrible lo más terribilísimo,
tan fea como es feo mi esqueleto.
Por cuna y aguijón tuvo el pecado,
por alas el dolor y el sufrimiento,
y aparejó por fin para la carne
sin luz y sin calor sepulcro estrecho,
y en él se corrompió la carne impura
y en la podre bañáronse los huesos;
y gusanos nacieron de mí carne
y en ella, ¡ay!, hallaron su sustento;
y por fin en mi fosa los gusanos
al rigor de la muerte sucumbieron
restando allí de mí no más que el polvo
Antología poética de Federico Salvador Ramón
70
de los gusanos y un montón de huesos.
Es también nido donde huir se pueden
los fantasmas inmundos y quiméricos
el calabozo aquel donde Pilato,
injusto y cruel, mandó que el Rey del cielo
fuera azotado. ¡Oh mansión dichosa!,
do la sangre del justo empapó el suelo.
Las espaldas desnudas, y encorvado,
y atado a una columna está el Cordero,
y el sangriento crujir agudo suena
de los azotes. ¡Oh verdugos fieros!
¿Por qué en varas trocáis vuestros cordeles?
¿Por qué atáis al cordel garfios de hierro
y así azotáis al inocente cuerpo,
haciendo en él tan inhumano estrago
que descarnado habéis todos sus huesos?
¿No os mueve a compasión su sangre pura?
¿Queréis darle la muerte en tal tormento?...
Yo sufro Jesús mío al verte herido,
y, al verte coronado, me estremezco,
y tus clavos se clavan en mis carnes
y creo que tu cruz sobre mí siento,
y, al mirarte caer, yo bien quisiera
ayudarte a llevar el duro leño,
y, al mirarte espirar, la vida mía
infundirte quisiera con mi aliento;
y muriendo por Ti, Rey de mi vida,
hallar la vida en el seguro puerto,
porque es cierto, Señor, que solo entonces
decir podré que me salvé del riesgo
de ser esclavo, por quedar vencido,
de mi enemigo en el terrible cerco.
Punto Tercero
Bien lo sé, ¡ay mi Dios!, que aún no nos basta
para no ser en redes prisioneros,
por liviandad tejidas, huir del mundo,
ni al castigo entregar el propio cuerpo,
ni a la imaginación desenfrenada
de muerte o de Pasión forjarle frenos.
Que esto no basta, no, ¡oh cruda guerra!,
para alcanzar del todo el vencimiento
Antología poética de Federico Salvador Ramón
71
de este enemigo cruel que muchas veces
me arrastra al mal y ni sentirlo puedo
y tanto se me esconde que me incita
y ni sé dónde estriba, ni lo veo.
Nada hay exterior que me seduzca
y hay en mi carne paz y gran sosiego,
y está mi fantasía tan sin nubes
como en noche estrellada miro el cielo
y, esto no obstante, ¡ay Dios!, la mente mía
arrastrada se ve con tal esfuerzo
a buscar del deleite los encantos
y a correr de los goces al encuentro,
que allá en lo íntimo, ¡ay!, del alma mía,
digo a voces que no, que no lo quiero
y siento que me llevan de la mano
a topar lo mismo que detesto.
Y huir quisiera y lo procuro en vano
que, sin saber por qué, huir no puedo;
que me siento las fuerzas embargadas
como rapaz a quien asalta el miedo.
Y si intento correr, ni un paso avanzo
que la pendiente que subir pretendo,
sobre ser empinada, me parece
ser tan resbaladiza, que no puedo
ni un solo paso dar. ¡Oh Dios!, me ayuda
que, en trance donde el alma se ve en riesgo
tan inminente y grave, le es debido
del poder de tu brazo aquel esfuerzo
con que al alma libertas del pecado
y humillas, cuando quieres, al soberbio.
Y Tú también me ayudas, Jesús mío,
y al pronunciar tu nombre, cierto espero
salir triunfante en la terrible lucha
do, sin tus fuerzas, todos perecemos,
y todos caen, sí Tú no los confortas,
cual hojas secas que arrebata el viento.
Tú me ayudas también ¡Excelsa Reina!
conforta mi flaqueza con tu aliento
y haz que la llama, ¡ay!, que me circunda
no me abrase voraz entre su fuego.
Y que la fuerza que arrastrarme quiere
Antología poética de Federico Salvador Ramón
72
de su impotencia sienta los efectos
mirando que la fuerza de tu brazo
tú, Señora, la prestas a mí pecho
haciéndole tan fuerte que imposible
será vencerme con tan gran esfuerzo.
Y entonces sí, Señora de mi alma,
entonces cantaré loor eterno
a Tí que eres la Reina sin mancilla
y a tu corte de vírgenes del cielo.
Entonces cantaré, no al son de liras
ni arrebatado en alas de mi estro,
ni subiendo al Olimpo misterioso
a escuchar de las musas el concento,
ni a los murmurios del arroyo blando
ni pediré ya más sus armonías
al rítmico rodar del Universo,
que yo, para cantar la gloría excelsa
de la Pureza santa, solo quiero
vivir postrado ante la amada cuna
de la Reina Divina de los cielos
y fingir que la estrecho entre mis brazos
y que blando la atraigo hacia mi pecho
y que aspiro el aliento de su boca
y que en sus ojos con los míos bebo
el candor virginal de su alma pura
que en su mirada tiene fiel reflejo;
y sentir los latidos armoniosos
de su fiel corazón, cual suave eco
de los golpes de Dios acompasados,
que forja Él mismo su divino templo,
y entre tanto, de vírgenes aladas,
blandos oír los célicos acentos
de aquel cantar que siempre se repite,
y nunca cansa porque siempre es nuevo.
Afectos
Oh Reina de mi alma, en Ti confío,
de tu amor virginal todo lo espero,
la defensa de aqueste mi enemigo
y el poder de luchar con todo esfuerzo.
Y, por Ti defendido y alentado,
poderlo todo es poco y nada temo.
Tú, como a Inés, del fuego me liberta,
y Tú, como a Lucía, dame alientos
Antología poética de Federico Salvador Ramón
73
a fin de que la castidad amada,
halle siempre su nido acá en mi pecho.
CRISÁLIDA ES EL HOMBRE…
Crisálida es el hombre, cuando nace;
más tarde, mariposa;
y luego, cuando yace,
alma ante Dios y cuerpo en una fosa.
Nace el niño, y es solo primavera
de gratos embelesos;
y su pura mejilla reverbera
los más amantes besos.
Las auras le saludan a porfía;
las aves y las flores
sus trinos dan al niño y sus colores;
él a todos en cambio da alegría
y en cielo luego trueca
el maternal regazo, en donde mora;
pues al cielo de Dios bien lo remedan
un niño, que al mirar todo lo dora,
una madre, que vela sus sonrisas,
y un ángel puro de celestes alas,
que al plegarlas agita dulces brisas,
que llevan al Señor en raudos giros
los besos de la madre
y del niño inocente los suspiros.
Cielo sereno o cierta desventura
¿quién sabe qué le espera?
Tal vez, fugaz, cual nube vaporosa,
vuele a hundirse en un lago de tristura,
cuando el niño se muestre mariposa.
ERA YO NIÑO
...Era yo niño,
muy niño todavía,
al pie de tus altares repetía
Antología poética de Federico Salvador Ramón
74
con infantil cariño,
las plegarias de amor del alma mía.
Mi madre me guiaba
hasta tu santo templo;
ella rezaba mucho y a su ejemplo,
dicen que, sin cansarme, yo rezaba.
¡Con qué santo embeleso
recuerdo todavía
cuando al salir del templo, madre mía,
en mi frente estampabas dulce beso.
SIENTO EL AMOR ARDER AQUÍ EN MI PECHO
¡Siento el amor arder aquí en mi pecho!
¡Siento herido tu honor por mano impía!
¡Es preciso vengarte, pues manchado,
no ha de quedar tu honor, por vida mía!
¿Quieres acaso, que al malvado impío
la lengua arranque con mis manos mismas?
¿Pero qué es lo que digo, Reina excelsa?
yo te quiero vengar porque te amo
y el verdadero amor se sacrifica,
¡por eso yo te ofrendo en represalias
mi lengua ruin, mi sangre con mi vida!
¡ACABA DE NACER! BENDITA SEA
¡Acaba de nacer! Bendita sea
la Reina Inmaculada de los Cielos;
la secular promesa del Altísimo
hase tornado de promesa en hecho.
¿Y no se para el Sol a contemplarla?
¿Y la luz no le teje manto regio?
¿Cómo es eso, Señor, que ante María
absorto no se postra el universo?
Antología poética de Federico Salvador Ramón
75
QUIERO AMARTE, JESÚS PORQUE ME AMAS
Quiero amarte, Jesús porque me amas,
y tras Ti quiero ir, porque me llamas,
e iré Señor, sin desmayar un punto,
siempre a tu lado y a tu Cruz muy junto.
ANÚDASE EL DOLOR EN MI GARGANTA
Anúdase el dolor en mi garganta
e inúndase mi pecho de amargura
al contemplarte Madre dolorida,
por siete espadas, sin piedad, herida
y esas espadas son ¡ay!, mis pecados;
que yo quisiera, Madre, ver borrados.
PARA CONTARTE, OH MADRE, MIS AMORES
Para contarte, oh Madre, mis amores,
al aura le robara los suspiros,
a la aurora sus risas,
al arroyo sus lánguidos gemidos,
arrullos a la alondra enamorada,
al ruiseñor, sus trinos,
del poeta imitará las estrofas
que en éxtasis divino,
cantaron a las damas de sus sueños
los bardos peregrinos
y la música mágica aprendiera
que, en célicos deliquios
entona el serafín, en lira de oro
ante Dios Uno y Trino.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
76
DÉJAME, OH DIOS, QUE LLORE MI FLAQUEZA
¡Déjame, oh Dios, que llore mi flaqueza
con llanto eterno y lágrimas amargas!
¡Helado el corazón, secos los ojos,
lejos de ti, vagué, Madre del alma,
al borde del abismo o sobre abrojos,
con paso incierto y con mentida calma!
TOCO A VECES EL VIOLÍN
Toco a veces el violín
y otras veces el violón,
juego, brinco, lloro y río,
y me burlo hasta del sol.
Porque has de saber amigo,
y muy querido lector,
que tú, sin duda eres tú,
y que yo también soy yo.
Y pienso yo que tú eres
más feliz que un día de sol,
rico, guapo, sabio, atento…,
y tan ajeno al dolor,
que nunca tuviste pena,
ni pasaste el sarampión.
Y por eso caro amigo,
te diré para inter nos,
que vives muy regalado
y harto de satisfacción,
olvidado de los pobres,
y de si comen, o no,
sin acordarte que eres
de ellos administrador.
Y que ellos tiemblan de frío
y tú sudas de calor,
y ellos lloran y tú ríes,
y ellos ayunan, tú no,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
77
y ellos... vamos que te digo,
que eso me lo manda Dios,
que tú te comas la molla
y el hueso lo roiga yo.
ENTONCES, SÍ, SEÑORA DE MI ALMA
¡Entonces, sí, Señora de mi alma,
perdona si atrevido, te lo exijo,
porque no dará Dios la eterna palma
a quién Tú no presentes como hijo!
AL BUEN PASTOR
Pastorcico, Pastorcico,
que vienes de mi alma en pos,
Pastorcico, no te canses,
que yo te daré mi amor.
Quiero amarte, no te apenes,
te entrego mi corazón,
y si en él algo no es tuyo
con tu fuego abrásalo.
Poco o mucho, lo que tenga,
todo es tuvo, Buen Pastor,
y por extender tu reino,
te doy mi hacienda y mi honor,
y mi salud y mi vida,
y cuanto en el mundo soy,
y tras Ti iré sin descanso,
y de tus silbos en pos,
despreciado, humilde y pobre,
por ganarte un corazón.
¡Ay Pastor! Si he de ofenderte
antes muera de dolor
y por lo que te he ofendido
perdón te pido, perdón.
Antología poética de Federico Salvador Ramón
78
¿POR QUÉ ESTÁ LA NOCHE OBSCURA?
¿Por qué está la noche obscura
y por doquiera tropiezo?
¿Por qué son tantos mis pasos
y es inseguro el sendero?
¿Por qué abrasado no vivo
del divino amor al fuego?
No detenedme, no; dejadme libre
que pueda yo buscar con noble anhelo
el amor de mi alma que he perdido
quedándome del mundo prisionero.
¿Mas, dónde estás, Señor, que apenas oigo
en lejano rumor tu dulce acento?
Tus huellas, ¿dónde están, dónde tu aprisco?
¡Ay, Divino Pastor, ya no te encuentro!
¡Qué apartado de Ti vivo, Rey mío!
¿Cómo puedo vivir de Ti tan lejos,
desorientado, solo y entre abrojos
que me desgarran sin piedad el pecho?
Dame tu luz, Jesús, por las espinas,
que coronan tu frente, te lo ruego,
y si por mí no quieres, por tu Madre
no abandones, Señor, a un pobre ciego.
¿Es acaso. Jesús mío
que mi endurecido pecho
aún no se ha abierto del todo
como debe haberse abierto?
¿Es que, ruin mi corazón,
hase guardado allá dentro
algo, Jesús, que te impide
tener en él tu aposento?
Pues si tal fuera, Señor,
Antología poética de Federico Salvador Ramón
79
lo que sea lo detesto,
todo lo odia mi alma
si a Ti no te da contento.
Y si pretendes de mí
algo que ignoro, de cierto
que yo lo sepa, Señor,
y será hecho al momento.
Pues por tu amor, Jesús mío,
y en tu amor, todo lo puedo.
Poco te debo amar, Jesús del alma,
pues no me diste a gustar de tus dolores,
yo no quiero, Señor, vivir en calma
porque así no se prueban tus amores.
BIEN LO RECUERDAS TÚ, ERA YO NIÑO
Bien lo recuerdas Tú; era yo niño,
muy niño todavía,
al pie de tus altares repetía,
con infantil cariño
las plegarias de amor del alma mía.
Mi madre me guiaba
hasta tu santo templo,
ella rezaba mucho,
y a su ejemplo
dicen que, sin cansarme, yo rezaba.
¡Con qué santo embeleso
recuerdo todavía,
cuando al salir del templo, madre mía,
en mi mejilla dabas dulce beso.
Murió mi madre ya, murió,
y en llanto trocarse, ¡ay!,
debiera mi alegría.
Mas, la pena trocose dulce encanto
en brazos de María
al cobijarme con su hermoso manto.
Lloré su muerte, mas, no fue mucho;
Antología poética de Federico Salvador Ramón
80
al altar de María corrí luego:
aun me parece que en mi alma escucho
las palabras de amor que santo fuego
en mi pecho encendían.
–-Sé mío–, me dijiste.
–-Tuyo seré–, mis labios repetían.
Y desde entonces, madre de mi alma,
he vivido sin ti, pero con calma.
Mas, pensar que perdiera yo a María,
no lo puede sufrir el alma mía.
Porque tú me enseñaste que con Ella
el alma vive celestial ventura;
la clara luz de divinal estrella,
y el santo obrar de la virtud más pura.
Ella es la fe, la mágica esperanza,
la caridad ardiente,
todo en Ella se alcanza
hasta el gozar de Dios eternamente.
¡ESTÁIS VENCIDOS!
Gigante eras ayer, hoy un pigmeo,
antes deslumbrador, sombrío ahora,
tus encantos pasaron como nieblas
deshechas por la aurora.
¡Oh mundo vil y, como tal, cobarde!,
tu arma es la ruindad, tu escudo el dolor,
si envileces triunfas, si no huyes
despavorido y solo.
Huye lejos de mí, fantasma vano,
mi corazón no es tuyo ni ser puede,
Dios habita ya en él, y no es dudoso
que por Él la victoria siempre quede.
Vuela lejos de mí, lejos, muy lejos,
allá donde tus furias se desatan.
Derechos de autor registrados
2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
Antología poética. Federico Salvador Ramón
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
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Antología poética. Federico Salvador Ramón

  • 1.
  • 2. En portada: La Divina Pastora. Bernardo Germán de Llorente (1732). Derechos de autor registrados 2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado. Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña Antología poética. Federico Salvador Ramón Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La Inmaculada Niña. http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
  • 3. Recopilación y edición actualizada de María Dolores Mira Gómez de Mercado Antonio García Megía
  • 4.
  • 5. Los poemas que recoge esta primera Antología Poética del Padre Federico Salvador Ramón, han sido recopilados a partir de las siguientes fuentes:  Diario La Independencia, Almería. Varias fechas.  Revista Mariana Esclava y Reina, Instinción (Almería) y Guadix (Granada). Diferentes números y secciones.  Antología de Poetas Almerienses con indicaciones bio- bibliográficas, F. Castro Guisasola, Imprenta Belver, Almería, 1935.  Ensayos literarios. Federico Salvador Ramón, Cordero Hermanos, Almería, 1889.  Poesías, Federico Salvador Ramón, Cordero Hermanos, Almería, 1894.  Archivo E.I.N. Madrid.
  • 6.
  • 7. Texto manuscrito original del poema Buscando a Él, incluido en esta antología.
  • 8. Texto manuscrito original del poema ¡Estáis vencidos!, incluido en esta antología.
  • 9. Contenido ARRULLO A LA DIVINA INFANTITA............................................ 13 A DIOS............................................................................................... 14 A MARÍA........................................................................................... 19 A SANTO TOMÁS DE AQUINO....................................................... 23 RECUERDOS....................................................................................... 33 LA PASTORA...................................................................................... 37 DESDE QUE MURIÓ MI MADRE..................................................... 40 ESPERANZA ....................................................................................... 40 AL NIÑO JESÚS.................................................................................. 41 UN ¡AY!, UNIVERSAL DOQUIER RESUENA ................................ 43 SEÑOR, QUE HABITAS A CELESTE ALTURA.............................. 44 A JERUSALÉN.................................................................................... 44 CÓMO SE LLEGA AL CIELO............................................................ 49 ILUSIÓN Y REALIDAD..................................................................... 52 ALDEA SANTA .................................................................................. 54 EPITAFIO............................................................................................. 57 DESAGRAVIO A LA DIVINA INFANTITA..................................... 57 ANTE MARÍA RECIÉN NACIDA ..................................................... 58 MI FLAQUEZA ................................................................................... 60 AMOR .................................................................................................. 62 BUSCANDO A ÉL............................................................................... 63 EL PRECIO DEL ALMA MORA........................................................ 65 EL ALMA Y EL ESPÍRITU DE LIVIANDAD................................... 65
  • 10. CRISÁLIDA ES EL HOMBRE… ....................................................... 73 ERA YO NIÑO..................................................................................... 73 SIENTO EL AMOR ARDER AQUÍ EN MI PECHO.......................... 74 ¡ACABA DE NACER! BENDITA SEA.............................................. 74 QUIERO AMARTE, JESÚS PORQUE ME AMAS............................ 75 ANÚDASE EL DOLOR EN MI GARGANTA................................... 75 PARA CONTARTE, OH MADRE, MIS AMORES ........................... 75 DÉJAME, OH DIOS, QUE LLORE MI FLAQUEZA......................... 76 TOCO A VECES EL VIOLÍN ............................................................. 76 ENTONCES, SÍ, SEÑORA DE MI ALMA......................................... 77 AL BUEN PASTOR............................................................................. 77 ¿POR QUÉ ESTÁ LA NOCHE OBSCURA?...................................... 78 BIEN LO RECUERDAS TÚ, ERA YO NIÑO.................................... 79 ¡ESTÁIS VENCIDOS!......................................................................... 80
  • 12.
  • 13. Antología poética de Federico Salvador Ramón 13 Antologíapoética ARRULLO A LA DIVINA INFANTITA Eres, Niña Inmaculada, del Señor obra maestra pues la fuerza de su diestra quedó en tu ser plasmada, Y porque fuiste formada sin la culpa original, eres Reina Universal, y de mi vida Pastora, Inmaculada Señora líbranos de todo mal. A ti me acojo, porque sé que me amas, porque de Ti los beneficios brotan, porque velas por mí, porque las llamas de tu gran caridad, nunca se agotan. Aquí en tu corazón, Niña Divina, vengo confiado, a remediar mis males, y a buscar la segura medicina que en Él encuentran siempre los mortales. Dígnate, Madre amada, a hacerme fuerte, que me venza a mí mismo, y sea sumiso,
  • 14. Antología poética de Federico Salvador Ramón 14 y asísteme en el trance de mi muerte para volar contigo al paraíso. Y, pues nos proteges tanto como verdadera Madre, bendícenos desde el cielo, y haz que nos bendiga el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. A DIOS ODA Arrogancia sin nombre, intento vano fuera cantar tus glorias sin tu ayuda; deja, Señor, que a tu bondad acuda, y aliénteme tu numen soberano. Es ante Ti, la llama inspiradora, cual débil luz que temblorosa espira; pierde sus notas la vibrante lira; y el sol es sombra ante tu luz creadora. La majestad, oh Dios, que siempre veo de tu Ser en los seres que has creado, sobrecoge mi espíritu menguado, que veces ¡ay!, desfallecido creo. Por eso acudo a Ti como a la fuente do aspira el alma vigoroso aliento, que sublime del hombre el pensamiento, y al corazón da paz y amor ardiente. Rasga, Señor, la nube tenebrosa do languidece el pensamiento mío, y de mi lira al son, con fuerte brío la gloria cantare que en Ti reposa. Y al campas de los coros celestiales, que bendice tu gloria eternamente, brotado, como límpida corriente, de mis labios acentos inmortales. Y sonoras mi lira destemplada sus notas lanzará luego a los vientos; y llevada entre mágicos concentos mi alma ¡oh Dios! te mirará extasiada.
  • 15. Antología poética de Federico Salvador Ramón 15 Y al unirse a los ángeles del ciclo pulsando alegre lira diamantina, el vívido fulgor de luz divina nuevo horizonte mostrará a su vuelo. Y extendiendo sus alas vaporosas volará sobre mares de ambrosía; y hallará cada vez más alegría, más perfumes, más notas melodiosas. ¡Oh alma mía! ante tu Dios postrada canta las glorias de su nombre santo; y resuenen los ecos de tu canto con claro son en la eternal morada. Omnipotente es Dios. Los mundos crea; y llena el cielo empíreo de querubes y forma tempestades en las nubes; y viva lumbre que doquier flamea. Humillada a sus pies, cual fiel esclava, mira el Señor la sierra de alta cumbre; y enciende en su profundo viva lumbre, que arroja el cráter en hirviente lava. Cuando Él habla retumba pavorosa su omnipotente voz, cual ronco trueno, que conmueve del mundo el hondo seno en la lóbrega noche tormentosa. Si sonríe aparece la mañana dibujando doquiera los carmines, que muestran de la tierra los confines circundados de aurea filigrana. El sol enciende con la viva lumbre, que destellan sus ojos eternales; inflama las auroras boreales; y el rayo es su mirar de pesadumbre. Él suspira y las brisas perfumadas a los valles descienden presurosas, llevando entre sus alas vagarosas los tiernos cantos de las bellas hadas. Su paso por el haz de nuestra tierra,
  • 16. Antología poética de Federico Salvador Ramón 16 cabalgando en las nubes presuroso, produce el terremoto pavoroso, que encabrita las cumbres de la sierra. Entre los pliegues de su eterno manto lleva las sombras de la negra noche, la aroma que la flor guarda en su broche y el áureo talismán que enjuga el llanto. Los juegos de sus manos poderosas son los mundos que pueblan los espacios; sus caprichos diamantes y topacios, brisas, flores y aladas mariposas. El abismo sonríe en su presencia; y los ignotos senos de la nada al sentir el calor de su mirada, atestiguan de Dios la Omnipotencia. Y engendran los espacios y los soles, y las fieras, los bosques, y los mares, y al hombre pensador, allá en los lares del Edén esmaltado de arreboles. A su inmenso poder nada resiste; todo se humilla ante su voz creadora, el volean, la tormenta aterradora, los ángeles, los hombres, cuanto existe, Él solo es el Eterno; a su presencia surgen los mundos; y en rodar constante, gira el sol y la estrella rutilante de Dios cantando la eternal esencia. Él contempla inmutable el paso airado de mil generaciones que perecen; y mira las naciones que florecen sucumbir al vaivén inesperado. Inmutable en su trono diamantino todos los seres que se cambian mira; la mariposa que entre flores gira, y el arroyo que corre cristalino. Nace el sol y se hunde en el ocaso; las brillantes estrellas se oscurecen; los titanes de ayer hoy desparecen;
  • 17. Antología poética de Federico Salvador Ramón 17 todo marcha a su fin tras cada paso. El reposo alcanzar es el anhelo que a los seres agita; la mudanza es imán que sostiene la esperanza del hombre que afanoso busca el cielo. El Sabio es ÉL Su ciencia soberana a los seres marcó segura via; linderos señaló a la mar bravía y el Oriente do nace la mañana. Solo el Señor penetra lo futuro; del hombre siempre ve los pensamientos; a todo presta vida y movimientos, estables bases y marchar seguro. Para Dios de cristal es nuestra frente y el corazón que ama y enamora ... Todo lo ve su luz escrutadora el negro vicio y la virtud fulgente. Lo que fue y lo *que es, le es evidente su saber infinito nada ignora; para Él el mañana es el ahora; todo lo que ha de ser le está presente. Siempre sabe lo mismo; que el progreso es del hombre bastarda deficiencia, nacida del pecado al embeleso, que produjo en la humana inteligencia de Adán y Lucifer el primer beso .... Dios lo ve todo en su infinita esencia. El universo poderoso rige; al peso de su diestra todo cede, Él es la Providencia; y des su sede lo cuenta y mide todo y lo corrige. Él dio a las aves la pintada pluma, tiernos cantares y ligeras alas; adornó el horizonte con mil galas; y el mar festoneó de blanca espuma. Pintó los valles, perfumó las flores, cubrió de pieles la salvaje fiera; esmaltó de rocío la pradera; y en el iris dejó paz y colores.
  • 18. Antología poética de Federico Salvador Ramón 18 Al pez vistió de impermeable escama, prestole remos y timón seguro; y en el espacio incierto, frio, oscuro puso del sol la inextinguible llama. Él engendró en el seno de la tierra la fuente que recorre el ancho campo; y esmaltó de la nieve con el ampo las empinadas cumbres de la sierra. Él dio a las plantas savia bullidora y fecundó sus gérmenes creadores, para hacerlos brotar hojas y flores, y ricos frutos, que la luz colora. Él a todo, por modo muy distinto, lo atiende con amor, que nada olvida; por eso a cada ser diole un vida; y a cada irracional le dio un instinto... Y el hombre fue creado inteligente, dotado de insaciable corazón; y dio al ángel del cielo la intuición en un destello de su eterna mente. Por eso ¡oh Dios! exiges que te amen los seres que sacaste de la nada e iluminó la luz de tu mirada; y quieres que en tu amor su pecho inflamen. Mas aquellos que fueron más amados de tu amor infinito, solos ellos se ocultan de tu luz a los destellos, para seguir senderos ignorados. Sólo el hombre y el ángel te abandonan, despreciando, Señor, tu santa ley; y forman contra ti malvada grey; y con flores del vicio se coronan. ¡Sólo el hombre! ¡Señor! ¡Cuánta amargura al corazón agobia y entristece, mirando a la impiedad que altiva crece, maldiciendo tu Nombre en su locura! ¡Perdón, Señor!¡Perdón para el que osado
  • 19. Antología poética de Federico Salvador Ramón 19 tu voluntad desprecia!¡Se clemente con el que ingrato levantó su frente y escupió contra Ti hiel de pecado! ¡Del hombre las injurias da al olvido, y las mías también, Dios Soberano!... ¡No dejes sobre mí tu justa mano!... ¡No la dejes!, ¡oh no!, ¡yo te lo pido!... ¡Álzala por piedad! Cuanto he sufrido bajo el yugo feroz del cruel tirano, que me alagaba con deleite vano, ¡no lo olvides, Señor!¡Ya arrepentido Vuelvo a tu seno..., mis pecados lloro... y los odio, Señor, y los maldigo!... ¡Sólo a Ti amo y tu perdón imploro!... ¡Tu mano beso y tus miradas sigo!... ¡Oh mi Dios, yo te amo, yo te adoro!... ¡Tú eres mi dulce bien, yo te bendigo! A MARÍA ODA Si lira divina pulsaran mis manos, cantara tus glorias con célico son; y en notas te diera de grata armonía mi fiel corazón. Cantara amoroso de tu amor de madre los besos amantes, que a todos nos das. Tus dulces caricias. Tus tiernos suspiros, Tu puro mirar. Y en ti, Madre hermosa, cual Reina del cielo, mirara tus gracias, tu dicha y candor; tu frente serena, tus ojos manando dulzura y amor;
  • 20. Antología poética de Federico Salvador Ramón 20 tus labios de grana, tu ardiente mejilla, tu pecho de fuego, tu boca de miel, tu grata sonrisa, los miles encantos, que hay en tu ser. Mas ya que no tengo ni lira divina, ni arpa sagrada, ni angélica voz; ni préstame acentos el ave que vuela, ni el tierno cantor; pondré yo en mis versos la dulce ambrosía del hijo, que ama a Madre sin par; y ora entre risas, ora entre lloros haré mi cantar. Para cantar tus glorias, Madre mía, era preciso cántico eternal, que por doquier llevara la armonía de acento celestial. Sonó este canto en los eternos lares; un rey los escuchó, y en arpa santa tus glorias, Madre, cariñoso canta en la esposa inmortal de los cantares. Canto de amor, que sin cesar resuena del mundo entre la dulce melodía, y que da al corazón paz y armonía, y al mundo todo de ventura llena. Eterno canto del Amor Divino, que amando a la Mujer Inmaculada, baja del cielo y toma su morada en la orilla de arroyo cristalino. Y allí entre idilios, que el amor inflama, el amado y la amada se recrean, mientras sus ojos puros centellean rayos de amor de inextinguible llama.
  • 21. Antología poética de Federico Salvador Ramón 21 A la esposa sin cesar se mira apacentar alegre sus corderos y cruzar presurosa los oteros, cual mariposa que entre flores gira. Y allí su Amor la muestra su ternura y con guirnaldas hechas de mil flores, y suspiros de célicos amores corona de su esposa la hermosura. Y hasta el redil la sigue, y cuando llegan y han dejado ya en calma su rebaño; libres de todo daño, en brazos de su amor los dos se entregan. Y en lugar escondido; en la noche serena y silenciosa, en plática amorosa, se cuentan sus amores al oído. De ellos aprendió la blanda brisa su grato murmurar y la brillante aurora al despertar a fingir en los ciclos la sonrisa. Las aves aprendieron sus cantares en los cantos de amor de los esposos; y al tocar en sus labios ardorosos, se templaron las brisas de los mares; y al pasar el arroyo sonriente, hízose juguetón en su corrida; y los cielos tomaron luz y vida; y el sol en su mirar fue más ardiente. y por eso la esposa inmaculada es en canto eternal siempre alabada por las brisa, las aves y arroyuelos, que elevan sus acordes a los cielos. Ya no es María sólo una esperanza, al mundo vino ya; y desde ahora brilla más puro el oro de la aurora, y la tormenta tornase bonanza. Todo nos presta ya mayor consuelo. Tiene la flor aromas más suaves porque se acercan más al puro cielo. El lirio de los valles delicado,
  • 22. Antología poética de Federico Salvador Ramón 22 la ofrecida por Dios, la virgen pura, el más raro portento de hermosura, el ameno vergel inmaculado, crece ya entre los hombres; y sus flores, que de su alma brotan a millares, embalsaman del mundo nuestros lares y seducen a Dios con sus colores. Sonríe el mundo de ventura lleno; ábrense las mansiones eternales; y el Señor de los coros celestiales de María desciende al puro seno. Madre de nuestro Dios, yo te bendigo; con respeto filial tus plantas beso; y te pido que en placido embeleso me lleves a gozar de Dios contigo. Corre la noche silenciosa y fría; turban la calma angélicos loores; entonan villancicos los pastores; ya está Jesús en brazos de María. Con nosotros es Dios, bendito sea; ante su excelsa majestad me postro; y le pido, Señora, ver tu rostro, cuya hermosura al mismo Dios recrea. Madre del Hombre–Dios eres María, delicias miles gozará tu alma; y abrazando a tu hijo en dulce calma, del cielo escucharas grata armonía. Mas la dicha es fugaz, pasa ligera, y arrastra en pos de sí todo su encanto; y a ti te dejará... copioso llanto, que en la cumbre del Gólgota te espera. Amargo llanto, ¡ay! dolor profundo, que traspase tu alma dolorida; sufrimientos, que atraigan sin medida las bondades de Dios sobre este mundo. Al pensar en tu duelo mi alma llora, mas entre tanto duelo y amargura, te considero Madre de ternura y del mundo inmortal Corredentora...
  • 23. Antología poética de Federico Salvador Ramón 23 Ya no sé pulsar la triste lira, ni entonar triste acorde sé tampoco, y sólo miro en ti radiante foco, que puro amor al corazón inspira. Foco de luz, que sobre el hombre cae, su corazón llenando de consuelo, que nos lleva a nosotros hasta el cielo, o que los cielos a nosotros trae. Nos engendraste, Madre, entre dolores y suspiros de amor y llanto ardiente; calma por ellos el pesar que siente el alma, que no gusta tus amores. Madre de amor, pues que nos amas tanto, como dolor sufriste en tu martirio; llévanos de tu amor en el delirio. a gozar del Señor tres veces santo. Llévanos pronto, si, Madre adorada, y el hombre, que te admira en el Calvario, que te adore en eterno santuario, de puros serafines coronada; y cante sin cesar enamorado con respeto filial y amor profundo, a la que fue del mundo tálamo Deiviril Inmaculado. A SANTO TOMÁS DE AQUINO ODA Para cantar las glorias del coloso que llegó de la ciencia a los confines, sólo el divino acento melodioso de alados querubines a mi labio dará dulce armonía; solo el Señor, que presta fortaleza, pondrá en la lengua mía los vibrantes acentos, que proclamen la sin igual grandeza del ingenio precoz, que en raudo vuelo, dejando el mundo, remontose al cielo. Allí también, Señor, llegar quisiera,
  • 24. Antología poética de Federico Salvador Ramón 24 quien pretende cantar himnos de gloria al sabio y santo de inmortal memoria. Mas arrogancia de la mente fuera, exaltada por mágica quimera, querer subir a la región divina donde brilla de Dios la intensa llama, que la mente ilumina y do nace la luz que a Febo inflama. A Ícaro imitando, ya me creyera en la celeste altura la lira divinal quizá pulsando; cuando desechas de la mente mía las vaporosas alas, turbada ya mi débil fantasía, perdidos sus colores y sus galas. Bien pronto rodaría envuelto en las ruinas de mí mismo a las profundas simas del abismo. Por eso ¡Oh Dios!, tu protección imploro... Por eso sufro ¡ay! Por eso lloro.... Mas espero que venga desde el cielo el acento sonoro, que arrobándome en alas de mi anhelo, dé vigor a mi mente, fortalezca mi mano, arranque de mi pecho temor vano y de a mi alma inspiración ardiente... Y aunque el rubor encienda mis mejillas y no alcance siquiera a contemplarte, Angélico Doctor, luz de la ciencia, postrado de rodillas y absorto en tu presencia, me atreveré a cantarte. Ocúltense la luz y sus fulgores entre nubes de pálido arrebol; porque brilla entre intensos resplandores la luz que ha de eclipsar al mismo sol. Enmudezcan los sabios de la tierra; y hable sólo el ingenio soberano, que entre los pliegues de su mente encierra el misterioso arcano
  • 25. Antología poética de Federico Salvador Ramón 25 del divino saber y del humano. Mas vosotros gigantes de granito, que os levantáis sobre el escueto monte, y os perdéis en las ráfagas confusas del lejano horizonte, en ansias de llegar a lo infinito... Vosotros, que abrazados fuertemente claustros formáis de prodigiosa altura, donde brotó cual cristalina fuente, que corre bulliciosa en la espesura, el germen de los sabios y los santos, que en armoniosas notas elevaron a Dios místicos cantos; y descubrieron de la ciencia humana las regiones ignotas, escondidas tras áurea filigrana. Vosotros... hablad, sí; pues fuisteis cuna de los hombres tuvieron la fortuna, de hallar la ciencia y la virtud unidas en tan amante abrazo, que parecían ser allí nacidas, más bien que de los cielos desprendidas por misterioso lazo. Vosotros... contad, sí, claustros severos, pues fuisteis de Tomas el primer nido, sus amores primeros d su niñez lo que se dio al olvido... Su primera mirada de ternura, su ingenua sencillez en su precoz cordura; y los claros destellos de su mente que hacían refulgir su pura frente... Referidnos su infancia, sus juegos, si los tuvo sus antojos, el mirar de sus ojos y de su tierno pecho la fragancia, Decidnos... mas, no, no; callad muy luego; vuestras lenguas de piedra. Sujetas por la yedra, no hablarán a las almas con el fuego, que las enciende en el amor sagrado
  • 26. Antología poética de Federico Salvador Ramón 26 y disipa las nieblas del pasado. Ya siento que la mía rauda ondea, cual llama que flamea; y en alas de su cuita veloz cruza los montes y llanuras, los valles y collados, laberinto de bosques y espesuras, los mares alterados; y al parecer sin tino, atrás dejando cuanto mira o toca, llega a Monte Casino; y allí grabadas en la dura roca las huellas de Tomás advertir cree; y en las piedras del santo monasterio le parece que lee de su santa niñez nuevo misterio. Allí miro a Tomás enamorado ante el ara sagrada, alabando a Jesús Sacramentado como alondra que trina enamorada... Y allí vivir pretende... Y allí suspira y cada vez más llora, porque a Dios no comprende... Y a su alma del todo no enamora la confusa figura, que lleva retratada de su Dios; y por eso su alma pura por doquiera se queja; y aspira a más altura, si el Señor de su lado más se aleja... Y al querer alcanzarlo y en lazos de su amor aprisionarlo, exclama con ternura: –Decidme quien es Dios que conocerlo quiero, pues si no lo conozco, no sé amarlo; y si más no le amo ved que muero. Mas no tarda el airado torbellino en arrollar furioso la dicha que a los hombres enamora. No tarda..., llega pronto a su destino, pero llega cual germen venenoso
  • 27. Antología poética de Federico Salvador Ramón 27 que todo lo que toca lo desdora; y enemigo del hombre y de su dicha, cambia la paz en guerra; y esparce la desdicha por la haz espinosa de la tierra. ¡Cuántas veces llevados por sus ondas errantes nos parece marchar como gigantes...! Y luego, ¡ay!, quedamos olvidados. ¡Cuántas veces creemos que ya la gloria nuestra sien rodea y divinos fulgores centellea, cuando, súbito vemos, del corazón brotar duros abrojos que a las almas producen mil sonrojos! ¡Oh fiero torbellino! ¿Por qué te conjurabas contra un niño inocente y, rudo e inclemente, sus divinos amores contrariabas? ¿Por qué, adusto y severo, tornabas a su padre cariñoso; y al hermano altanero y soez al criado o desdeñoso? ¿Por qué cambias las flores en espinas? ¿Por qué la paz alteras? ¿Por qué a las ansias de Tomás divinas opones mil quimeras?... ¿Te gozas dando a la virtud tormento? ¡Pues maldecido seas y que jamás te veas victorioso salir de tus intentos!... Mas, ¡ah! ¿Por qué te agitas? ¿Acaso piensas en tu furia loca arrastrar a Tomás hasta el abismo do tú te precipitas?... No se mueve la roca donde el Señor descansa enamorado, mientras está el Señor a su cuidado, Como el genio del mal hermosa era; su mejilla encendida,
  • 28. Antología poética de Federico Salvador Ramón 28 su pupila ardorosa; y en sus labios de rosa del vicio retratadas las ficciones tenía, cual si fueren doradas ilusiones donde los hombres quieren para siempre dejar sus corazones Como fantasma que la mente sueña llega a Tomás y osada lo provoca... Mas, Tomás del Señor el nombre invoca y a la impura mujer héroe desdeña. Su hermosura, su gracia, todo es vano; Tomás resiste con tenaz empeño; y chispeante brilla ya en su mano de viva lumbre un encendido leño, ¡Atrás, mujer impura!, Tomás ha conseguido la victoria y, al vencer tu locura, · ha llegado a la cumbre de la gloria. ¡Oh Angélico Tomás!, tu frente pura a los ciclos levantas... ¡Oh alma mía!, vuela presurosa humíllate a sus plantas y contempla amorosa el cuadro divinal, que representa un trozo de la gloria desprendido en un rayo de luz que lo sustenta; un corazón de amores encendido y un serafín hermoso que ciñe de Tomás a la cintura con divinal ternura de la pureza el cíngulo glorioso Esparciendo doquier luz y colores el crepúsculo asoma esplendoroso; ninguna niebla el horizonte empaña; se alegra la cabaña; y el arroyo sonríe bullicioso, cantando sus amores entre el musgo, y el césped, y las flores. A merced de la luz que el aire llena de fúlgido color y grato aroma, se ve que allá en la almena
  • 29. Antología poética de Federico Salvador Ramón 29 del castillo feudal de los Aquino, que llega hasta los cielos atrevida, asomado Tomás. Busca afanoso si vino ya quien le guiará en su huida, para encontrar por el mejor camino en Dios grato reposo. Como la arista leve que de las auras al vaivén se mueve; como rayo de luz que la alta estrella entre nubes destella y a la tierra desciende entre la bruma; como ligera pluma que a merced de los vientos es llevada..., el tesoro de todos codiciado, la prenda deseada, Tomas se ha colocado entre el cielo y la tierra en su constante anhelo de abandonar el campo de la guerra para buscar el cielo y la gloria inmortal, que han conseguido los pocos sabios que en el mundo han sido. Desciende ya, Tomás, tu planta pura descanse sosegada ya en el suelo, que de la religión el raudo vuelo te dará paz segura, y clara luz en la brillante altura desciende, que de Dios la providencia para ti ha preparado un maestro prodigio de la ciencia, de la virtud dechado, que te enseñe a volar raudo y seguro por el espacio incierto, do viven los alados querubines; y te acostumbre a andar con paso cierto del humano saber por los confines. ¡Quién pudiera a tu lado llegar del claustro a la mansión bendita, donde el mundo aparece más menguado y más amplia la bóveda infinita! ¡Quien pudiera contigo volar por las regiones donde la ciencia brilla...!
  • 30. Antología poética de Federico Salvador Ramón 30 Mas, perdona, Tomás, no sé qué digo. Mis palabras, engendro de ilusiones, te sirven de mancilla... ¿Yo contigo volar?..., vana quimera... ¿Yo a tu lado aprender?..., fue desvarío... De mí exaltadamente sueño era o soberbia ambición del pecho mío. Marcha tú por senderos ignorados hasta llegar al templo de la gloria; mientras yo canto amante con sones destemplados el cántico triunfal de tu victoria. Ya te miro anhelante buscando de la ciencia algún secreto o a Dios pidiendo ayuda para calmar tu pensamiento inquieto que lucha con la duda. Ya miro como vuelas en brazos de la fe que tu alma inflama y al mundo que te aclama Angélico Doctor de las Escuelas. La santa fe es tu escudo; y tu espada cortante es la gallarda pluma; y el mugido que exhalas. ¡Oh buey mudo!, para que al mundo espante, la Teológica Suma. Ella que sirve de segura guía al que cruza afanoso del humano saber la mar bravía sirviéndole de foco luminoso; ella que fue llevada del saber en la espuma y por quien dijo la legión impía. –Yo destruiré la Iglesia si alguien pudiera destruir la Suma –. Mas el sol tiene ocaso y noche el día; todo llega a su fin, todo se agota,
  • 31. Antología poética de Federico Salvador Ramón 31 perfumes y colores y armonía; y la nave ligera que ahora flota, luego se mira desvelada y rota. Pero ya que en la tierra se oscurece la luz que vivifica a los mortales, otra luz más intensa resplandece, que destella fulgores inmortales; la luz clara, divina, que brilla refulgente de Cristo en la alba frente y que a todos los hombres ilumina. Y otra luz más allá también fulgura: es fa luz de la gloria, que al hombre da la última victoria, mostrándole del ciclo la hermosura. En esta luz pensando con éxtasis bendito. la vida de Tomás se va acabando: Y mientras al Señor vuela su alma, Jesús le ofrece del saber la palma desde el cielo exclamando con amor infinito: –¡Qué bien de mí, Tomas, tu pluma ha escrito! Ya es todo para ti frío y oscuro, por eso raudo el vuelo extiendes hacia el cielo, y marchas, ¡ay!, al inmortal Seguro. Ya suenan en la gloria las alabanzas de tu nombre santo; ya escucho de los ángeles el canto que anuncia de tu mente la victoria. Ya en pos de ti caminan los que aman la ciencia; y los veo de hinojos caer en tu presencia pidiéndote las luces que iluminan del saber los senderos. Ya veo que fulguran en tus ojos los destellos primeros, que muestran del Señor la pura esencia
  • 32. Antología poética de Federico Salvador Ramón 32 a tu ingente y alada inteligencia. Ya contemplo tu alma venturosa en el cielo ocupar trono de nubes, que forman los querubes y circunda la luz esplendorosa... Ya subir a los cielos mi alma quiere y a la gloria llegar... ¡Ay!, que ventura admirar de los cielos la hermosura y de la gloria el bien que jamás muere. Mas, ¡ah!, cuando me creo alcanzar de la gloria la grandeza, que se levanta veo, cual fatídica sombra, mi flaqueza. Y turbada mi mente desfallece entre las nieblas del saber humano, cual se oculta ante el astro soberano la estrella que en la noche resplandece... Mas, envuelto en las sombras de este mundo, Santo Tomás gigante me parece, que no tiene segundo, que a los ingenios todos oscurece y que derrama ciencia de sus labios, como esparcen doquiera sus olores las pintadas corolas de las flores. Escabel de su gloria son los sabios que el mundo más admira; del humano saber y del divino en torno suyo gira el foco diamantino, que luces mil destella, para marcar con vivos resplandores la suspirada huella do se unen en placida armonía del pensamiento humano los fulgores y de Dios la eternal sabiduría. Allí quiere llegar el alma mía Soberano Doctor de los Doctores... Allí quiere gustar de tus amores y aspirar la ambrosía
  • 33. Antología poética de Federico Salvador Ramón 33 de las célicas flores... Allí quiero vivir; y en tu presencia entonaré mis últimos cantares al exhalar mi postrimer suspiro, para volar en brazos de la ciencia a los eternos lares, donde vive mi Dios por quien deliro. RECUERDOS Son los recuerdos gigantes que el alma nuestra engrandecen, astros que en la triste noche iluminan nuestra mente, flores que del alma brotan cuando la dicha se pierde, cuerdas de célica lira que sus armonías vuelven a los tristes corazones que su amargo cáliz beben. Son los recuerdos la aurora que se asoma por oriente, y viste con áureas gasas mares y montes de nieve, Son los encantos del alma los perfumes que adormecen envolviendo el corazón en gasa suave y tenue. Son las horas de placer que se llevó el tiempo aleve, y que en instantes dichosos acuden a nuestra mente, cual doradas mariposas que entre flores van y vienen. Son los recuerdos ensueños de ya pasados placeres, que pasados nos deleitan más que si fueran presentes.
  • 34. Antología poética de Federico Salvador Ramón 34 Son cual ríos cristalinos, que en su límpida corriente envueltas entre sus ondas llevan las almas alegres a un mar de dicha formado de pasiones inocentes. Así pensaba yo, cuando los años volar veía cual ligeros sueños, que luego pasan sin dejar al alma las penas que al pasar nos dejan luego. Así pensaba yo, cuando al arrullo del amor de más puros embelesos, pasábanse los días de mi vida de paz angelical y dicha llenos. ¡Quién pudiera gozar tan solo un día de aquellos que volaron ya tan lejos y sentir de los labios de mi madre como prueba de amor ardiente beso! Cual tierno ruiseñor enamorado, que apenas nace el sol en raudo vuelo del aire ondea, cual flotante espuma, y por montes y valles va ligero cantando los amores de la aurora, de las flores, las brisas y los cielos; así mi corazón volar sentía, cuando la infancia entre rosados velos envolvía mi alma, como madre, que al hijo de su amor arrulla en sueños. ¡Benditas, oh mi Dios, aquellas horas, que impío se llevó ligero el tiempo! Benditas sí, porque tu nombre santo con amor lo guardaba yo en mi pecho, como guardan las flores el rocío quien pone en sus corolas blando céfiro, ¡Quien pudiera cual antes, siendo niño, imitar juguetones arroyuelos, y saltar y reír entre las flores gozando sólo en infantiles juegos, y correr desde el valle a la pradera como marcha veloz herido ciervo;
  • 35. Antología poética de Federico Salvador Ramón 35 entre flores vagar tras mariposas que vaporosas van en leve vuelo, velando con sus alas trasparentes de la flor perfumada el puro seno; en mis labios poner una sonrisa, como la pura aurora de los cielos, que derrama doquier grata ambrosía, tenues colores y suave acento: y lanzar de mis ojos inocentes del alma candorosa los reflejos, en mirada de ángel que retrata del tierno corazón el mar sereno! ¡Horas dichosas, tan amadas sean como son venturosos sus recuerdos! ¡Quién pudiera, Señor, como otras veces a tus plantas llegar con dulce anhelo, y no sentir sonrojo en las mejillas ni lleno el corazón de amargo duelo, sintiendo en cambio que del alma brotan candorosos y puros pensamientos, que suben cual doradas mariposas a posarse ante el trono del Excelso; y a los pies de mi Madre Inmaculada poner guirnaldas de suspiros tiernos, que exhalen el perfume delicado que lanza el alma en inocentes besos! Mas, ya no volverán aquellos días, que vi volar como apacibles sueños, que fingiendo engañosas ilusiones sólo nos dejan su feliz recuerdo. Ya no siento del alma los aromas que vaporosos llegan a mi pecho, para salir después en un suspiro, cual blanca nube de oloroso incienso; ya no siento rodar por mis mejillas lágrimas tiernas de dolor sincero, al ver a mi Jesús en la agonía dando por mí su postrimer aliento. Ya sólo siento lágrimas ardientes al pensar en los días que se fueron, y que no volverán acá en la tierra. a prestarme sus gratos embelesos;
  • 36. Antología poética de Federico Salvador Ramón 36 ya sólo llanto de mi pecho brota de aquellos días al feliz recuerdo, y mi alma jamás está tranquila, la turba siempre el huracán violento de las pasiones, y doquier desgracias traiciones y dolor sólo me encuentro; y cuando miro al cielo la congoja siento rugir en mi agitado pecho, cual mar embravecido que conmueve del alma triste los tranquilos senos; y si quiero gozar algún instante, y acallar del dolor amargos ecos, llanto copioso de mis ojos brota, cual rocío benéfico del cielo; pues llorando no más, el alma puede hallar a su dolor algún consuelo. Ya pasaron los días de la infancia de puro amor y de inocentes juegos; ya no siento del alma los encantos, que alegres sonreían en mi pecho; ni luces, ni perfumes, ni colores tienen ya para mí grato embeleso; ya todo es triste como negra noche; ya todo es frio como helado cierzo; se perdió la sonrisa, vino el llanto; al placer sucedió dolor acerbo; el pecado dio muerte a la inocencia, dejole al corazón amargo duelo, pasaron los recuerdos de la infancia, son ya de triste noche mis recuerdos... Cuando el hombre al Señor, altivo ofende pierde la paz, le restan sufrimientos. FE ¿Y por qué no creer? ¿No fuera vano seguir creyendo errores mundanales, y despreciar verdades eternales, que tú, Señor me ofreces con tu mano? ¿No fuera proceder con juicio insano, la razón preferir de los mortales
  • 37. Antología poética de Federico Salvador Ramón 37 a tu Verbo, que coros celestiales anima con su aliento soberano? ¡Oh, sí, Señor! En tu palabra fio. Lo que a ella se oponga lo desdeño. No sufra más el pensamiento mío del error, que envilece, el duro ceño... Yo tomaré en tu fe potente brío, y a la Eterna Verdad por sumo dueño. LA PASTORA ¡Qué ovejas las mías, qué hermosas, qué blancas, de armiño suave parecen sus lanas! Qué alegres recorten oteros, cañadas y verdes praderas de pastos sembradas. Su leche gustosa la más regalada, que se bebe hoy en esta cabaña. Qué alegres si corren, que alegres si balan; seguras si suben la cumbre empinada; veloces cual ciervas si bajan la falda y al valle descienden, que el arroyo esmalta, las flores perfuman y refresca el aura. Mis fieles amigas, mis ovejas blancas comparten conmigo las horas de calma, que pasan ligeras, cual sueños de hadas.
  • 38. Antología poética de Federico Salvador Ramón 38 El día pasamos por crestas y faldas alegres corriendo, sin que apenas haya quien turbe la dicha, que risueña canta, ora nazca el día, en bella alborada; ora el sol radiante del fuego la llama airado fulgure en viva mirada; ora el día envuelto en flébiles gasas se oculte ligero tras de las montañas, que al cielo sus cumbres altivas levantan. ¡Qué hermosas ovejas mis ovejas blancas! Yo diera por ellas la mitad del alma. Mientras ellas corren o doquiera pastan, de flores silvestres yo tejo guirnaldas, que llevo gozosa a la ermita santa y al pie las coloco de la Inmaculada, que reina en los ciclos y en esta cabaña; do escucha de todos la humilde plegaria, y a todos nos llena de salud y gracia. Qué Madre tan pura que buena, que santa; siendo la Pastora de todas las almas, ha de sufrir mucho viéndolas que marchan por erradas sendas, donde sólo hallan
  • 39. Antología poética de Federico Salvador Ramón 39 pastos venenosos, que matan las almas. Si yo, Madre mía, así extraviadas viera mis ovejas... ¡qué triste llorara! Te ruego que guardes mis ovejas blancas, y en cambio te ofrezco amantes miradas, y dulces suspiros y amores del alma. Cuando mis ovejas ni corren, ni balan, ni tienen peligro allá en la majada..., entonces, ¡oh dicha!, qué alegre mi alma cantares entona de mística gracia, que al Dios de los cielos trasportan las auras. Y luego dormida quedo en la majada entre mis ovejas, que en paz ya descansan; y alegre despierto cuando la mañana reflejos de oro doquiera derrama, y esparce graciosa sus flotantes gasas; y luces, y aromas en los aires vagan; y endechas las aves trinadoras cantan. Entonces despierto; y arrobada el alma, yo pastora humilde de hinojos postrada, al Dios de la gloria mando mis plegarias;
  • 40. Antología poética de Federico Salvador Ramón 40 y unida a las aves entono baladas, que van presurosas con la alegre alba cantando las glorias de la Inmaculada. DESDE QUE MURIÓ MI MADRE ¡Desde que murió mi madre cuánto llevo padecido! ¡Ay madre!, pídele a Dios. que no lo tenga en olvido. Tus miradas, madre mía, eran para mí un consuelo. Dios te llevó de mi lado; ya no miro más que al cielo. Madre, con tanto sufrir, y tan amargo llorar; el alma tengo de luto, y el corazón seco está. ¡Ay madre!, si revivieras y me vinieras a ver... a la tumba te volvieras por no verme padecer. ESPERANZA ¿En qué puedo esperar? ¿Hay en la tierra algo, que pueda darme la ventura a que aspira mi alma sin hartura? ¡Ah! No, no puede ser, el mundo aterra si se toma por fin el bien que encierra. La mañana, las flores, la hermosura, Todo desaparece con presura...
  • 41. Antología poética de Federico Salvador Ramón 41 ¿El hombre? Sin cesar o peca, o yerra, O mutable en sus juicios nos olvida. ¿Pues en qué esperaré? Si, el mundo todo no me puede saciar porque es de lodo. ¿Dónde está mi esperanza apetecida? ¿Dónde está quien me colme de consuelos?... En donde mora Dios allá en los cielos. AL NIÑO JESÚS Por los collados siempre cantando, cual triste alondra correr se ve. ¡Ay! Di zagala, por qué suspiras. ¡Ay! Di porqué. Porque mi Amado de mí se aleja, siempre que canto he de llorar. Porque lo veo, siempre si lloro he de cantar. Cuando se aleja que triste llanto por mis mejillas siento correr; porque es mi Amado mi dicha toda, mi dulce bien. Como las auras, que vaporosas entre las flores volando van, llevan perfumes entre sus alas
  • 42. Antología poética de Federico Salvador Ramón 42 hasta la mar. Así mi Amado cuando se acerca, de aromas llena mi corazón, que lo embriagan que lo adormecen de puro amor. Siempre arrobada por sus encantos, siempre a su lado quisiera estar; porque es tan bello, ¡ay!, que su ausencia me matará. Tiene en sus ojos azul de cielo, y armiño limpio mi Amado bien; y me parece su linda boca panal de miel. Son sus palabras tan cariñosas, hablan al alma tan santo amor, que me extasían, que me arrebatan el corazón. Su frente es tersa como las conchas, que allá en su seno guarda la mar; y yo suspiro, porque no puedo irla a besar. Son sus mejillas como las rosas, que a la pradera prestan carmín...
  • 43. Antología poética de Federico Salvador Ramón 43 Allí está el fuego de sus amores... Allí está…, allí. Por eso lloro cuando se aleja, por eso pienso desfallecer. Porque es muy bello, porque es muy puro mi amado bien. Porque la noche siento que llega siempre que Él corre lejos de mí; y si me falta su luz divina, pienso morir. Por eso corro por los collados, y los oteros cruzo veloz; porque me falta del alma mía el claro sol. ¡Ay!, quien pudiera de sus amores tan regalados siempre gustar. ¡Ay!, quien pudiera de sus miradas ser el imán. UN ¡AY!, UNIVERSAL DOQUIER RESUENA Un ¡ay!, universal doquier resuena, que lleva al corazón miedo y espanto, suspiros de dolor, lúgubre llanto, tristes gemidos de sentida pena.
  • 44. Antología poética de Federico Salvador Ramón 44 ¡El placer!, vano canto de sirena, que al hombre alaga con mentido encanto; finge delicias, para dar en tanto la copa de ponzoña, que envenena. ¡La gloria! Es ilusión, si no es divina, que guarda mil abrojos en su seno y conduce a la mísera ruina, aunque se muestre con mirar sereno. Del mundo es el pecado y sus pesares; virtud y paz de los Eternos Lares. SEÑOR, QUE HABITAS A CELESTE ALTURA Señor, que habitas a celeste altura, La sien ornada de fragantes flores, Teniendo entre los santos tus amores, Y tu dicha eternal, y paz segura. Tu que tras guerra sin descanso y dura Ansías coronarnos vencedores, Danos bríos de fuertes gladiadores Para vencer luchando con bravura. Ayúdanos, Señor, se nuestro escudo En esta lid, do tanto más avanza El que más fiel te sigue en la pelea. ¡Que no temamos al combate rudo! ¡Que venzamos, Señor! Que así se alcanza, Eterna paz en divinal presea. A JERUSALÉN Al M. l. SR. D.R. D. Modesto Badal Romero, Arcipreste de la Santa Iglesia Catedral de Almería y Rector del Seminario Conciliar San Indalecio, en prueba del cariño que le profeso. ¡Has triunfado; por fin le has dado muerte...!, al Hombre Dios crucificado alzas sobre el Gólgota tétrico y sombrío; y alegre ves su sangre tan preciada de su cuerpo manando gota a gota...
  • 45. Antología poética de Federico Salvador Ramón 45 ¡Y no se mueve a compasión tu alma! ¡Tiembla, Jerusalén, en tu locura! Despreciada hás de ser por ser ingrata. Vivió contigo el sol de la justicia, sus rayos amorosos te prestaba, y no viste su luz o la rehusaste; y eterna noche oscureció tu alma. Despreciaste su amor santo y sincero y odiada habrás de ser, ¡maldita raza! No quisiste tomar de sus tesoros las preseas valiosas de la gracia, y siempre en pos de miserables bienes habrás de caminar pobre y avara. No quisiste subir a lo más alto del alcázar del cielo, a las moradas do reina Dios con esplendor inmenso; preferiste la tierra que te alaga, y en tu ambición rastrera y miserable perdiste con tu Dios tu cara patria. A Jesús Hombre y Dios menospreciaste y cerraste tu oído a sus palabras... pues bien, escucha ahora, torpe pueblo, a otro Jesús que tu ruina aclama. ¡Cuántas veces el hombre acá en la vida, entre flores que huella con su planta vive, sin deleitarse en sus perfumes ni admirar sus colores y sus gracias, para verse después, cuando se acerca de otra vida sin fin la alegre alba, de eternos sinsabores rodeado punzantes espinas que taladran! Así eres tú, Jerusalén deicida. Una flor sus perfumes te brindaba, y tú soberbia, miserable o loca ajaste su corola pura y santa. Ahora, Jerusalén, solo te restan espinas de las flores despreciadas; que llegarán certeras a clavarse en lo más escondido de tu alma.
  • 46. Antología poética de Federico Salvador Ramón 46 Apréstate a salvar hoy a tu pueblo, Sanedrín defensor de las infamias; en tu ayuda a Caifás invoca ahora. Hijos malditos en maldita raza: las armas empuñad, y como buenos a morir o vencer por vuestra patria presurosos corred a la pelea; y en triunfando del águila romana, el mundo a conquistar id, sin demora; pues vencisteis al Dios de la venganza. Mas, ¿cómo lo has de hacer, cobarde pueblo, si en tu pecho villano sólo guardas el vil placer de atormentar al débil para gozarte luego en tal hazaña? ¿Por ventura, la sierpe cautelosa podrá arrostrar con calma la mirada del valiente león que la examina para mejor lanzarse a triturarla? ¡Jerusalén maldita, tiembla y llora! que ante ti el huracán ya se desata que te habrá de envolver entre su furia y te habrá de arroyar cual frágil caña. Sola te ves y sin amparo alguno; la sangre del Cordero derramada pesa ya sobre ti; pues lo has querido, fuerza es que Dios se apreste a la venganza. Mira en tu derredor, cobarde pueblo, contempla absorto al águila romana, que llega sobre ti con furia loca ansiosa de clavar en ti sus garras. Mírala, ya se acerca, sangre pide; su aspecto es fiero y a vencer se lanza; oro bruñido su cabeza cubre; sus garras son de puntas aceradas, y sus alas potentes, cuál no otras, son como el fuego, que doquier arrasan. Y de placer su corazón hastiado se complace en la sangre derramada,
  • 47. Antología poética de Federico Salvador Ramón 47 y busca airada do clavar su pico para dejar la hiel de sus entrañas. ¡Tiembla, Jerusalén, ante tu muerte! Y a las garras del águila romana ciñen tu cuello con hercúlea fuerza y te harán sucumbir, ¡maldita raza! Vuelve hoy sobre ti; gentío inmenso trémulo de pavor llena tus plazas, y Tito lo domina y aprisiona ciñéndolo brioso con sus lanzas. El ángel de la guerra llega airado blandiendo altivo su encendida espada, y los deicidas que en tu seno habitan entre sí cruda guerra se declaran. Triste será tu fin; pues a tus puertas el hambre descarnada se abalanza, y extendiendo su horror entre tus gentes con insólita fuerza las amaga. · Terrible es tu dolor, tu muerte cierta; de Tito crece la guerrera rabia, y el fuerte, en tanto, por salvar su vida por mezquino manjar al débil mata. Y lo que es más horror; la madre misma, que diera por su hijo hasta su alma. y le amamanta con el puro néctar que elabora feliz en sus entrañas, arrebatada por el hambre fiera, y en horroroso vértigo anegada, el fruto de su amor mira convulsa, carcajada feroz su pecho lanza, sus miembros desmayados toman brío, del duro suelo delirante salta, y cogiéndolo fiera, palpitante, lo hiere, lo destroza, lo desgarra, y asido a él como a manjar sabroso, con loca rapidez el hambre sacia. ¡Tiembla, Jerusalén!, que ya el romano dio el grito precursor de la batalla, y altivos sus soldados, e invencibles, por todas partes tus murallas saltan.
  • 48. Antología poética de Federico Salvador Ramón 48 Aquí el anciano suplicante llora implorando perdón que nunca alcanza, ante el rudo romano que potente con mano firme siega su garganta. Allá la madre de dolor transida ve a su hijo morir; y su mirada ora sigue al espíritu que vuela, ora pinta la angustia de su alma, cuando el primer soldado que la mira en sus entrañas clava ruda lanza. Y el tierno infante que olvidado queda y no sucumbe ante la férrea espada, nutriéndose en la sangre de su madre halla en ella un veneno que le mata. ¡Todo es desolación, todo ruina, muerte por doquier todo lo arrasa! y cuando crece el belicoso encono, y ya victoria los romanos cantan, cual si las nubes rayos despidiesen o el sol a los judíos abrasara, así se ven caer torres y almenas, y tras ellas las víctimas humanas. El incendio voraz doquiera llega destruyéndolo todo con su llama, y el guerrero romano ya rendido o no encontrando en quien saciar su saña, henchido del placer de la victoria sobre su inerte victima descansa. Vestido el día de carmín y oro entre quebradas nubes se desata, y Tito despertando de su sueño, absorto queda entre ruinas tantas. Todo se destruyó, Tito, hasta el templo do se encuentra consuelo para el alma; mas no te admire, el hombre desde hoy disipando las nieblas que le embargan, admirará de Dios la omnipotencia y las obras valiosas de la gracia, y miles templos alzará en su nombre, desde los cuales, como nube santa,
  • 49. Antología poética de Federico Salvador Ramón 49 lleguen a Dios, que espera cariñoso, como amante pastor de nuestras almas, las lágrimas del hombre arrepentido y del manso y humilde la plegaria. CÓMO SE LLEGA AL CIELO A mi maestro, tan querido como respetado, D. Andrés Díaz Saldaña, Catedrático del Instituto de Almería, en testimonio del firmísimo amor que le profeso I Crisálida es el hombre cuando nace; más tarde mariposa; y luego cuando yace, alma ante Dios y cuerpo en una fosa. II Nace el niño y es sol de gratos embelesos; y su pura mejilla reverbera los más amantes besos. Las auras le saludan a porfía; las aves y las flores sus trinos dan al niño y sus colores; él a todos en cambio da alegría, y el maternal regazo, en donde mora en el cielo trueca luego, pues al cielo de Dios bien lo remeda un niño que al mirar todo lo dora, una madre que vela sus sonrisas, y un ángel puro de celestes alas, que al plegarlas agita dulces brisas, que llevan al Señor en raudos giros los besos de la madre, y del niño inocente los suspiros. Cielo santo y cielo de ventura, ¿quién sabe qué le espera? Tal vez fugaz cual nube vaporosa vuele a hundirse en un lago de tristura, cuando el niño se muestre mariposa! Ángel puro que en el mundo apenas si pudiste posar tu tierna planta;
  • 50. Antología poética de Federico Salvador Ramón 50 del mundo teme las doradas redes, antes que en ellas prisionero quedes… Con los ángeles sigue sonriendo; con otros niños, crisálidas también, sigue jugando alegre y afanoso, y no quieras saber, ángel hermoso, cómo cede laureles el gran mundo al que en el lucha por llevar la palma; pues si de aquestos triunfos algo queda, es la mentira con su falso brillo, y el corazón sin calma. Nada envidies que el mundo haya otorgado. Preocúpente tan sólo tus juegos de soldado. Y mientras yo, del uno al otro polo, pregonaré con esforzado acento las glorias inmortales y sin cuento de tu espada de caña. Pues si gloriosas son las que indomables vencen mundos y asaltan precipicios, la tuya no lo es menos: pues con ella detienes la inocencia en tus ojos tranquilos y serenos. Por eso quiero dar a tus batallas pompa, y hacer lucir la fuerza de tu brazo; y si alcanzo a sonar la épica trompa, mientras me anima tu infantil pelea, ensalzado por mí será tu nombre con tanto afán de sublimar tus gracias, que absorto quede el mundo, al mirarlo esculpido en la alta cumbre y en el inmenso mar y en lo profundo. III ¡Cuán hermosa Dios mío, es la inocencia! ¿Por qué el hombre ha pecado, condenándose ciego a vivir desterrado, y a luchar con ardor y sin reposo, si debe en la virtud fundar su ciencia?
  • 51. Antología poética de Federico Salvador Ramón 51 ¿Por qué, Dios mío, al hombre, en llegando a cumplir los doce años, tantos peligros por doquier le asaltan y tantos desengaños? ¿Quién podrá dirigir con buen acierto esa ráfaga súbita, asombrosa, que unida a nuestra alma venturosa, en mágico concierto la cambia en mariposa? ¿Y quién podrá saciar su hidropesía, el ansia de gozar casi infinita que siente el corazón, cuando palpita a impulsos de la gloria que ya ansia. Nunca el corazón podrá estar harto mientras viva esta vida de pesares. ¿Mas, quién podrá calmar los mil azares· que siente un corazón y sus desvelos? Sólo una madre que al mirar los cielos en ellos ve la patria de la gloria. Sólo una madre, sí, pues es un ser que encierra dicha tanta, que al mismo Dios encanta con tan gratos amores, que al venir de los cielos a la tierra, en un seno purísimo de Virgen guardó sus esplendores. Dichosa la crisálida que llega a mariposa, y junto a ella escucha que su madre la dice cariñosa: Mira al cielo. Allí está lo infinito... Aquí verás estrecha sepultura; allí reside lo que nunca pasa; aquí se encuentra lo que poco dura. Mira, hijo mío, que la vida es breve y llena de tormentos, y que los más gigantes pensamientos su tumba hallaron al chocar más leve.
  • 52. Antología poética de Federico Salvador Ramón 52 Ama siempre la luz; huye el pecado que desdora el alma, que hace perder al corazón la calma, y aparta de la cruz. Sea tu vida honrada y virtuosa; imita de los santos el ejemplo, y, huyendo siempre el mundanal ruido, ten corno a nido el templo; que si vives así, es bien seguro que si el inundo desecha tu memoria, en el cielo te esperan los querubes para cantar amores en la gloria. IV Crisálida que llega a mariposa, y de su madre escucha estos consejos; en llegando a mirar, aunque de lejos, ese inmenso horizonte de ventura que su madre le muestra, a luchar láncese con gran premura; y despreciando cual gigante airado, del mundo los encantos pasajeros, en santa calma mirará que llegan de sus días mortales los postreros, y al cielo volará su noble alma ansiosa del laurel de la victoria; y cuando diga Dios –Tuya es la palma– orlada se verá de eterna gloria. V Y allí viviendo alegre y venturosa, esperará sin cuita, ni desvelos, que raudo se levante hasta los cielos su cuerpo sepultado en breve fosa, ILUSIÓN Y REALIDAD A mi hermano Francisco Que es la vida una ilusión, vano sueño, fantasía, quimera de un solo día, delirio de la razón, nos dice el sabio y el necio.
  • 53. Antología poética de Federico Salvador Ramón 53 Pero si se entiende mal este adagio, es infernal, y nos merece desprecio; pues si en este mundo hubiera tan sólo caprichos vanos: ¿Cómo vivieran ufanos, los que cuerdos se creyeran? ¿Cómo cantarán los hombres de otros hombres las victorias, y sublimarán sus glorias y eternizarán sus nombres? ¿Cómo entonces concebir que haya en el mundo desvelos tanto afán, tantos anhelos... para soñar y morir? Esto sí que es ilusión. No lucha el hombre y se afana para ver luego, mañana, vacío su corazón. No aspira el hombre a la gloria que se agita allá en su alma, por alcanzar vana palma, o ser un mito en la historia. Ni despreciando su vida, cruza montes, surca mares, do sólo encuentra pesares por una ilusión perdida. Ni en lucha tenaz y ruda medita el sabio anhelante o algún problema gigante, o en solventar una duda para hallar que son quimeras las reflexiones del mundo, o que el mirar más profundo es vagar por las esferas. ¿Y quién a decir se atreve que es del mundo una ilusión, dar impulso al corazón
  • 54. Antología poética de Federico Salvador Ramón 54 por la brisa que se mueve ligera al cielo, y constante, y que en sus pliegues sutiles, las flores conduce a miles al Señor bueno y amante? ¡Flores que brotan del alma, cuando se juntan en ella la gracia de Dios, tan bella, y de la virtud la palma! ¿Por qué no serán delirios del mundo los sinsabores, y fantasmas los dolores, y quimeras los martirios? Pero, ¡ah!, que acá en la tierra es el sufrir lo real, es la dicha lo ideal, y el amor es cruda guerra; y hace la vida ilusión el que anhelando su bien, mira en el mundo un edén o la dicha en la pasión, ALDEA SANTA A mi querido amigo D. Joaquín Peralta I Sobre la falda de un monte se reclina humilde y bella, una aldea deliciosa por lo fértil y lo amena. La cubre un cielo sin nubes, la ciñe graciosa vega; allá en su cima, la cruz airosa y altiva ostenta, y a su pie, ligero corre un riachuelo que la besa, cantando tiernos amores, murmurando blandas quejas. II El sol desde sus reales, ostentando cabellera más refulgente que nunca,
  • 55. Antología poética de Federico Salvador Ramón 55 orlada de ricas perlas, hace que la negra noche se refugie en sus cavernas; la brisa pasa suave murmurando grata endecha; los arroyuelos murmuran, los pájaros aletean, vístense de oro los montes, de verdura las riberas, y la pastora sencilla canta alegre allá en la sierra, mientras van brincando riscos las baladoras ovejas. III Algo extraordinario ocurre hoy en la pequeña aldea; sus calles están vestidas con aromáticas yerbas; un arco todo de flores y de listones de seda, se alza gracioso y sencillo en la puerta de la Iglesia; y el tío Antón, que es alcalde exclusivo de la aldea, de lustrina colorada ha plantado una bandera en la casa-ayuntamiento, que sobre todas impera. IV Ya en la plaza están los mozos vestidos de ropa nueva, y las mozas van llegando ufanas y placenteras; a estas siguen los muchachos símbolo de la inocencia, y van tan alegres ellos... que junto a ellos no hay penas, V ¿Por qué abandonan sus casas los vecinos de la aldea, y se olvidan del arado, y visten blanca calceta, ancha faja colorada, pantalón a media pierna, chaqueta corta y ceñida y la clásica montera?
  • 56. Antología poética de Federico Salvador Ramón 56 ¿Por qué? Porque hoy es día cual ningún otro de fiesta; porque van a reiterar del bautismo las promesas; porque como son de Cristo aman, tanto su bandera, que por él no perderían ni palacios ni riquezas... pero sus vidas por Cristo sonriendo las perdieran, VI Ya están todos impacientes porque no están en la Iglesia, cuando con acento alegre se oye hablar de esta manera; –¡Qué guapo viene el tío Antón! –¡Pues no digo la alcaldesa! Vaya un refajo que trae..., ¡parece toda una reina! nadie en el pueblo es más guapa, en diciendo que se arregla. –La vida les guarde Dios: que hacen muy buena pareja, VII El tío Antón que este día la vara de alcalde lleva, avanza majestuoso, y la gente le rodea, y alzando la vara dice: –Marchemos para la Iglesia; y los muchachos que canten lo mismo que en la novena. Todosmarchan en silencio, cuando las coplas empiezan: «¡Oh María, Madre mía! ¡Oh Consuelo del mortal...» VIII El amor brilla en sus miradas, que van veladas por la humildad;
  • 57. Antología poética de Federico Salvador Ramón 57 y a Dios amantes van anhelantes a contemplar. ¡Gloría, Dios mío gloría a la aldea, que ante Tu nombre rinde su amor! Paz y contento dales por cuna, llena de gracias su corazón; rico perfume su ambiente sea, blandas sus auras, puro su sol. ¡Y allá en los cielos trono de gloría dales en premio de tanto amor...! EPITAFIO A mi difunta madre (Q. E. P. D.) Ayer eras, madre mía, la delicia de tu hogar; hoy ya, tras losa muy fría, llevaron a sepultar con tu cuerpo mi alegría. Sólo me queda un consuelo, que viene a calmar mi llanto: y es que tu muerte fue un vuelo, para llegar al Dios santo, y rogar por mí en el Cielo. DESAGRAVIO A LA DIVINA INFANTITA Siento el amor arder aquí en mi pecho, siento herido tu honor por mano impía, satisfacción exijo a quien te ultraja y con desdén responde, Excelsa Niña.
  • 58. Antología poética de Federico Salvador Ramón 58 Y vengarte es preciso, pues manchado no ha de quedar tu honor, por vida mía. ¿Pero cómo he de hacer para vengarte? ¿Cuál es el modo que mejor estimas para quedar de agravios satisfecha y en tu culto y honor del todo limpia? ¿Quieres acaso que al malvado impío la lengua arranque con mis manos mismas, y que al cieno la arroje por inmunda, y que allí de gusanos sea comida? ¿Quieres que lave con su sangre aleve la injuria que te hizo en su osadía. Pero, ¿qué es lo que digo, Reina Excelsa? El amor que te tengo es quien delira. Yo te quiero vengar, pero a tu modo, con blando amor y mano que acaricia. Yo te quiero vengar porque te amo, y el verdadero amor se sacrifica, por eso yo te ofrezco en represalias mi lengua y sangre ruin, toda mi vida... Mas como nada basta al desagravio de lo que darte puedo, Reina mía, haz tú que te amen los que no te aman, y que amándote mucho siempre vivan. ANTE MARÍA RECIÉN NACIDA ¡Acaba de nacer! ¡Bendita sea la Reina Inmaculada de los cielos! La secular promesa del Altísimo hase tornado de esperanza en hecho... ¿Y no se para el sol a contemplarla? ¿Y la luz no le teje manto regio?
  • 59. Antología poética de Federico Salvador Ramón 59 ¿Ni su frente circundan las estrellas? ¿Ni la luna le rinde acatamiento? ¿Cómo es eso, Señor, que ante María absorto no se postra el firmamento...? ¿Y ni brisas, ni flores ni ambrosías vuelvan a saturarse de su aliento? ¿Ni los mares saludan a su estrella? ¿Ni murmura su nombre el arroyuelo? ¿Ni le envía la aurora sus fulgores? ¿Ni las aves le entonan sus gorjeos? ¿Ni de hinojos se postra ante su cuna aclamándola Reina el orbe entero? ¿Por qué será, Señor? ¿Por qué así escondes a la Reina sin par del universo? ¿Y a los hombres no abrasan los volcanes que de la Niña arden en el pecho? ¿Y viven en las sombras de la muerte ante la aurora del Divino Verbo? ¿Y Abraham y Elías duermen en el limbo? ¿Y los ángeles callan en el cielo? ¿Y el mismo Dios absorto ante su obra callado está con célico embeleso?... Lección divina: el Cielo nos enseña que lo sublime en sí tiene su asiento; y lo que nadie a comprender alcanza no lo puede alabar sino el silencio.
  • 60. Antología poética de Federico Salvador Ramón 60 MI FLAQUEZA Déjame, ¡oh Dios!, que llore mi flaqueza con llanto eterno y lágrimas amargas, labios míos, cerraros a la risa; pecho débil, no cantes, calla, calla. ¿En qué puedes gozarte si has caído mil veces, mil, como la frágil caña, al empuje del viento? Si doquiera has dado testimonio de ser flaca, justo es que llores tu flaqueza ahora y te vistas de duelo, pobre alma. Tú que subir quisiste hasta la gloria en la fuerza fiada de tus alas; tú que a tus pies quisiste verlo todo y alzarte sobre todos como el águila; tú que llevar creíste sobre el hombro un mundo ingente, como son tus ansias; tú que en tu mente fulgurar miraste ideas salvadoras, por lo santas; tú que al mundo tuviste por juguete y por cosa muy vil lo despreciaras, si alientos no sintieras en tu pecho para llevarlo a Dios. ¡Ay! Tu arrogancia te ha perdido mil veces, alma mía. Llórala sin cesar, llórala alma. ¡Cuántas veces pasé junto al caído y con desprecio lo miró mi alma! ¡Cuántas veces al pobre que caía violento puse sobre él mi planta! ¡Cuántas veces fingí que habían caído los que serenos sobre mí se alzaban; y el nombre despreciaba de los héroes; y a los santos y sabios tuve en nada, · menoscabando de ellos los triunfos, cual si así sobre ellos me encumbrara; y ahora veo con triste desengaño que la mayor flaqueza está en mi alma!
  • 61. Antología poética de Federico Salvador Ramón 61 Por eso es justo que, si no vosotros, grandes, a quienes tuve yo por nada, porque jamás fue dada a la grandeza en el vil y pequeño hacer venganza, surjan del cieno sabandijas viles que escupan sus ponzoñas a mi cara, y que todos me burlen y desprecien, y mi soberbia humillen insensata; y que de afrenta vil y de ignominia lleve mi altiva frente ruda marca, y que me aclamen rey de la flaqueza, dándome por cetro débil caña, la corona de espinas y por manto púrpura vil muy rota y muy manchada; que ésta la imagen es de mi flaqueza, y, si en ella yo siempre me mirara, aprendiera a pensar que soy un rey nacido en el rigor de la desgracia, pobre de bienes y de carne enferma, de mente obscura y de potencia flaca, pues apenas nací ya mi enemigo esclavo me miró bajo sus plantas. Este soy yo, Señor, mas tú me hiciste fuerte como gigante con tu gracia, y a luchar y vencer tú me enseñaste por mí librando colosal batalla. Y sé que siempre venceré a tu lado, y que lejos de tí nada se alcanza, y que todo es flaqueza en esta vida, jactancia de poder y gloria vana. Por eso, mi Jesús, ni un sol o instante quiero sin ti luchar. Tú eres el arma que me da fortaleza. Tú me defiendes de todos los enemigos de mi alma; ante ti todos huyen y yo esclavo dejo ser de ellos. Tú me agiganta, los honores, riquezas y placeres quiero arrancar de mí como nonadas, no teniendo por pérdida sus goces, y en tu cruz nada más buscar ganancia. Lejos de mí, flaquezas enervantes, sueños de gloria que mentidos pasan...
  • 62. Antología poética de Federico Salvador Ramón 62 Ven tú, Jesús, sobre mi alma reina, que servirte es reinar en firme calma. AMOR A la Divina Infantita Quiero amarte, Señora, con locura; y es mi afán tan prolijo que cuanto más te amo más quisiera y todo sin amarte me es esquivo. Para cantarte, ¡ay Madre!, mis amores al aura le robara los suspiros, a la aurora sus risas y al arroyo sus lánguidos gemidos; arrullos a la alondra enamorada y al ruiseñor sus trinos; y del poeta imitara las estrofas que, en éxtasis divino, cantaron a las damas de sus sueños los bardos peregrinos; y la música mágica aprendiera que, en céltico deliquios, entona el serafín en liras de oro ante Dios Uno v Trino. Yo te amara, Señora, cual te amaron tus más caros amigos, y te diera mi amor con la ternura de aquel santo melifluo, que gustara en tus pechos virginales el néctar suave que bebiera Cristo. ¡Quién pudiera sentir el amor puro del alma de Domingo y el seráfico ardor que en llama viva abrasó a San Francisco! Del Penitente de Manresa quiero la firmeza y el brío, y el celo de Teresa San Elías, y, con santo delirio, marte cual te amaron los que volaron a poblar los nidos de claustros y desiertos
  • 63. Antología poética de Federico Salvador Ramón 63 para saciar amores infinitos. Cuanto juntos te amaron los más santos quiero amarte, Señora, y aún mezquino me parece este amor que emular debe el amor infinito de tu Cristo. BUSCANDO A ÉL A mis hijas Te busqué, mi Jesús, entre las flores, y a través de perfumes y colores, hallarte me creí..., pero marchitas al verlas luego, aumenté mis cuitas, porque, en verdad, desdice mucho amarte y entre flores ajadas contemplarte… Quise hallarte, Jesús, sobre las olas y en mis brazos asirte, y, a mis solas del ancho mar en la región ingente, darte a gustar mi amor inmenso, ardiente, como volcán que incendios mil amaga y que el unísono piélago no apaga... Más, ¡ay!, que el huracán furioso azota y amenaza dejar mi barca rota contra cualquier peñasco de la playa. Y en este duro trance, ¿quién se halla capaz de regalarse en tus amores, tan ajenos a penas y rigores?... En la umbría del bosque pensé hallarte, y, a su sombra, mi alma regalarte. Y sentí de tu amor el embeleso, y de la blanda brisa el suave beso. Y arrobos que mi frente acariciaban entre rumor de hojas que temblaban, y murmurios de arroyos que corrían, y tu Nombre mil veces repetían... Pero luego las hojas se secaron, y también los arroyos se callaron.
  • 64. Antología poética de Federico Salvador Ramón 64 Y las brisas rozando con los troncos ayes cantaban con acentos roncos, y entre arroyos sin agua, y hojas duras, y brisas que sollozan desventuras, ¿quién contempla tus ojos de paloma y aspira de tu boca el suave aroma? Quise hallarte en el fondo de mi pecho y en él de amores preparar el lecho, do mi alma, cual loca enamorada, viviera cabe a ti, siempre extasiada, sin más solicitud ni más cuidados que llevar uno a uno muy contados de tu amor los suspiros deleitosos... Mas, detened los ímpetus furiosos de ese buitre voraz de las pasiones, que se agitan sin freno y sin razones, y turban y confunden y oscurecen, y la paz arrebatan y enflaquecen, y manchan y corrompen y seducen, y nos llevan al vicio y nos conducen de un lodazal a otro más inmundo, de un abismo a otro abismo más profundo. Y en este duro y apurado trance, ¿quién se lanza de amor al suave lance? ¡Ay, Jesús de mi alma, dueño mío! Es la vida sin ti cruel desvarío, y soportar no puedo ni un instante vivir en este mundo, y anhelante quiero morar contigo eternamente sin las humanas sombras de la mente, sin sentir de mi alma la flaqueza y del burdo sentido la bajeza. Líbrame de las ansias y temores de no corresponder a tus amores y de perderte acaso... ¡Dura suerte! Mándame, mi Jesús, antes la muerte.
  • 65. Antología poética de Federico Salvador Ramón 65 EL PRECIO DEL ALMA MORA Vienes, Jesús, a mi tan escondido y tan celado ,¡ay!, a mi sentido, que si de ti mi alma no supiera, jamás mi corazón a ti sintiera. Y es que vienes a mí Sacramentado y en místicos cendales tan velado, que, si la fe de ti no me enseñara, cual la vista, la mente te ignorara. Y, sin duda, que así es lo conveniente para el amor mostrar quien bien lo siente, y, por eso, Jesús Eucaristía, yo quisiera ocultar la vida mía del mundo a todo engaño, y en tus llagas escondido vivir, pues, más me halagas con mirra de tu amor, tú Pastor mío, que el mundo con su loco desvarío. Y, si mi amor mostrar a otros quisiera, yo también para ellos me escondiera, y anonadado, humilde, agradecido, les diera el sustento y el vestido, y el descanso, y la paz, y la alegría, y mi sangre, ¡ay mi Dios!, yo les daba, si para ellos era algún consuelo, como yo con la tuya compro el cielo. EL ALMA Y EL ESPÍRITU DE LIVIANDAD A la Santa Madre de la Esclavitud dedico esta meditación para que ella la ofrezca, avalorándola, a nuestros hijos. Preludios Permite ¡gran Dios! que este mortal te adore y de hinojos te pida, ¡oh Rey Excelso!, perdón de sus pecados y clemencia para no ser tratado cual merezco; pues si así, ¡ay mi Dios!, conmigo hicieras ¿qué me pudieras dar más que el Infierno? Según es tu bondad así me trata
  • 66. Antología poética de Federico Salvador Ramón 66 que por ella, Señor, seguro espero para mi mente luz, ya que sin ella no te conocerá mi pensamiento, y si no te conozco no te amo, y sin tu amor, mi Dios, vivir no quiero. Y si por mí, Señor, no me escuchares, por María y Jesús oye este ruego, que balbuciente torna la vergüenza y amante brota del contrito pecho. Punto primero ¿Qué pretendes de mí, si no te amo? Huye de mí que tanto te aborrezco. Si contigo jamás he de aliarme, ¿por qué, goces me brindas, lisonjero? Y si sabes que a muerte te he jurado odio sin fin, ¿por qué con tanto empeño me buscas, y me halagas, y me incitas a quedar de tus gustos prisionero? Y si es poco mi odio a convencerte de que jamás conmigo harás concierto, ¿no te mueven, ¡oh cruel!, a huir al punto mi indiferencia y mi total desprecio? Huye de mí, amigo fementido, tus fingidos deleites yo detesto, pues eres vil y engañador insano que muy suave atraes, pero luego de lepra inmunda lo inficionas todo y todo bien abrasas en tu incendio. Secas del corazón el amor puro y arrancas de la mente el pensamiento que en solo Dios encuentra su descanso, alas y luz, y fuerzas y sosiego. Turbas el corazón, y al más robusto lo arrastras a tu antojo como a un ebrio, y, cruel y engañador, lo precipitas de un mal a otro peor: del barro al cieno. Que otras veces fui tuyo, me replicas; bien lo sé y no lo olvido en mi tormento, que hartas lágrimas tengo derramadas
  • 67. Antología poética de Federico Salvador Ramón 67 que el perdón de Jesús me merecieron y lavaron con mirra de amarguras la inmunda llaga de mi débil pecho. Ya sé cuánto me cuestan tus deleites, por eso sé que los vendes a buen precio, que por uno te di miles congojas y pocas, a mi ver, te parecieron. De mí te aparta, engañador aleve, que, pensar que te acercas, me da miedo, porque sé que mintiendo mil encantos y ofreciendo deleites, das veneno. Mas, ¡ay!, ya sé, por triste desventura, que no me dejarás por un momento y que siempre, vencido o victorioso, firme estarás en tu menguado intento de vencerme por fuerza o por astucia hasta hacerme en tus redes prisionero. Mas es tu empeño vano, inmundo espíritu, que si venirme a mí siempre siguiendo no te cansa jamás, a mí tampoco me cansará de ti vivir huyendo. Y si es verdad que al fin has conseguido por doquiera tener trono y asiento y que, fuerte y procaz, aliados tienes en la calle, en la plaza, en el paseo, en la escuela, en las artes y en la ciencia; en libros y revistas y libelos, en vestidos, adornos y caprichos, en músicas, saraos y conciertos, en los ojos que enciendes con tu lumbre y en la boca que besa con tus besos, en el talle que oprimes cual tirano y en los contornos de abultados senos, en el afeite que en los rostros pones y en el andar suave o desenvuelto, y en todo cuanto miro y cuanto toco hay algo siempre del letal beleño con que a todos seduces y cautivas en esclavos trocándolos muy luego. También lo es, espíritu nefando, que hay en la tierra aún grandes desiertos
  • 68. Antología poética de Federico Salvador Ramón 68 y agrestes sierras con nevadas cumbres dó en la roca el Señor cavó aposentos, y la nieve tus fuegos refrigera y liviandad en rocas no hace asiento. Y huyendo la ocasión huiré el pecado y dejaré burlado tu deseo. Mas, ¡ay!, mi Dios que adonde quier me sigue este cruel enemigo en raudo vuelo y se alimenta de mi propia carne, y fuerzas cobra con mi propio sueño, y si yo me regalo, se regala, y mis goces le dan vigor y aliento. Mas yo, Señor, castigaré mí carne, siempre regateándole el sosiego, y a dura servidumbre reducida, solo ayunos tendrá por alimento y dura disciplina por regalo, y puntas de cilicio para freno, y daré de mi sangre, sí es preciso, y en duro lecho dormirán mis miembros. Y así con privaciones por defensa y por armas rigores y tormentos conseguiré vencer a mi enemigo y tener mis deleites en el cielo. Punto Segundo Mas, ¡ay, Señor!, ¿es que deliro acaso? ¿Es ensueño quizás, o estoy despierto? ¿Quién me hace ver tantos fantasmas y me hace sentir lo que no quiero? ¿Quién presenta a mi loca fantasía las escenas del báquico concierto donde la liviandad triunfante ostenta las gracias y hermosura de su imperio, envolviendo, entre gasas vaporosas, las centellas que inflaman mil incendios? Y haciéndose mirar entre fulgores que deslumbran con mágico embeleso, y haciéndose seguir de mil bacantes que danzan al compás de sus conciertos, y de otras mil que pulsan suaves cítaras,
  • 69. Antología poética de Federico Salvador Ramón 69 y de otras mil y mil que el triunfo eterno del amor terrenal cantan sin tregua y vuelan por doquier siempre esparciendo perfume embriagador al aire tenue y hojas de rosa al inclemente suelo, mientras ella con tules vaporosos finge cubrir el nacarado seno y en blandos almohadones recostada con lánguido mirar y ademán cierto, deja escapar doquier con lazos varios del amor terrenal alados genios que seducen, que halagan, que cautivan, que no tornan jamás sin prisioneros. ¡Ay de aquél que, atraído blandamente de esta visión, siquiera unos momentos se detiene a mirar! ¡Ay del que incauto a luchar se lanzara cuerpo a cuerpo! Vencido en la demanda pronto viera cuanto es débil o cuanto es inexperto; porque, quien huye aquí, solo es valiente, y la lucha es cobarde fingimiento. Hay que huir, sí, Señor, huir al punto, apartando veloz el pensamiento de bastardas visiones, meditando el triste estado de mi cuerpo muerto que aquesto es realidad y aquello otro es fantasma no más y fingimiento. Miro a la muerte descarnada y fría horrible estatua de, negruzcos huesos, de lo terrible lo más terribilísimo, tan fea como es feo mi esqueleto. Por cuna y aguijón tuvo el pecado, por alas el dolor y el sufrimiento, y aparejó por fin para la carne sin luz y sin calor sepulcro estrecho, y en él se corrompió la carne impura y en la podre bañáronse los huesos; y gusanos nacieron de mí carne y en ella, ¡ay!, hallaron su sustento; y por fin en mi fosa los gusanos al rigor de la muerte sucumbieron restando allí de mí no más que el polvo
  • 70. Antología poética de Federico Salvador Ramón 70 de los gusanos y un montón de huesos. Es también nido donde huir se pueden los fantasmas inmundos y quiméricos el calabozo aquel donde Pilato, injusto y cruel, mandó que el Rey del cielo fuera azotado. ¡Oh mansión dichosa!, do la sangre del justo empapó el suelo. Las espaldas desnudas, y encorvado, y atado a una columna está el Cordero, y el sangriento crujir agudo suena de los azotes. ¡Oh verdugos fieros! ¿Por qué en varas trocáis vuestros cordeles? ¿Por qué atáis al cordel garfios de hierro y así azotáis al inocente cuerpo, haciendo en él tan inhumano estrago que descarnado habéis todos sus huesos? ¿No os mueve a compasión su sangre pura? ¿Queréis darle la muerte en tal tormento?... Yo sufro Jesús mío al verte herido, y, al verte coronado, me estremezco, y tus clavos se clavan en mis carnes y creo que tu cruz sobre mí siento, y, al mirarte caer, yo bien quisiera ayudarte a llevar el duro leño, y, al mirarte espirar, la vida mía infundirte quisiera con mi aliento; y muriendo por Ti, Rey de mi vida, hallar la vida en el seguro puerto, porque es cierto, Señor, que solo entonces decir podré que me salvé del riesgo de ser esclavo, por quedar vencido, de mi enemigo en el terrible cerco. Punto Tercero Bien lo sé, ¡ay mi Dios!, que aún no nos basta para no ser en redes prisioneros, por liviandad tejidas, huir del mundo, ni al castigo entregar el propio cuerpo, ni a la imaginación desenfrenada de muerte o de Pasión forjarle frenos. Que esto no basta, no, ¡oh cruda guerra!, para alcanzar del todo el vencimiento
  • 71. Antología poética de Federico Salvador Ramón 71 de este enemigo cruel que muchas veces me arrastra al mal y ni sentirlo puedo y tanto se me esconde que me incita y ni sé dónde estriba, ni lo veo. Nada hay exterior que me seduzca y hay en mi carne paz y gran sosiego, y está mi fantasía tan sin nubes como en noche estrellada miro el cielo y, esto no obstante, ¡ay Dios!, la mente mía arrastrada se ve con tal esfuerzo a buscar del deleite los encantos y a correr de los goces al encuentro, que allá en lo íntimo, ¡ay!, del alma mía, digo a voces que no, que no lo quiero y siento que me llevan de la mano a topar lo mismo que detesto. Y huir quisiera y lo procuro en vano que, sin saber por qué, huir no puedo; que me siento las fuerzas embargadas como rapaz a quien asalta el miedo. Y si intento correr, ni un paso avanzo que la pendiente que subir pretendo, sobre ser empinada, me parece ser tan resbaladiza, que no puedo ni un solo paso dar. ¡Oh Dios!, me ayuda que, en trance donde el alma se ve en riesgo tan inminente y grave, le es debido del poder de tu brazo aquel esfuerzo con que al alma libertas del pecado y humillas, cuando quieres, al soberbio. Y Tú también me ayudas, Jesús mío, y al pronunciar tu nombre, cierto espero salir triunfante en la terrible lucha do, sin tus fuerzas, todos perecemos, y todos caen, sí Tú no los confortas, cual hojas secas que arrebata el viento. Tú me ayudas también ¡Excelsa Reina! conforta mi flaqueza con tu aliento y haz que la llama, ¡ay!, que me circunda no me abrase voraz entre su fuego. Y que la fuerza que arrastrarme quiere
  • 72. Antología poética de Federico Salvador Ramón 72 de su impotencia sienta los efectos mirando que la fuerza de tu brazo tú, Señora, la prestas a mí pecho haciéndole tan fuerte que imposible será vencerme con tan gran esfuerzo. Y entonces sí, Señora de mi alma, entonces cantaré loor eterno a Tí que eres la Reina sin mancilla y a tu corte de vírgenes del cielo. Entonces cantaré, no al son de liras ni arrebatado en alas de mi estro, ni subiendo al Olimpo misterioso a escuchar de las musas el concento, ni a los murmurios del arroyo blando ni pediré ya más sus armonías al rítmico rodar del Universo, que yo, para cantar la gloría excelsa de la Pureza santa, solo quiero vivir postrado ante la amada cuna de la Reina Divina de los cielos y fingir que la estrecho entre mis brazos y que blando la atraigo hacia mi pecho y que aspiro el aliento de su boca y que en sus ojos con los míos bebo el candor virginal de su alma pura que en su mirada tiene fiel reflejo; y sentir los latidos armoniosos de su fiel corazón, cual suave eco de los golpes de Dios acompasados, que forja Él mismo su divino templo, y entre tanto, de vírgenes aladas, blandos oír los célicos acentos de aquel cantar que siempre se repite, y nunca cansa porque siempre es nuevo. Afectos Oh Reina de mi alma, en Ti confío, de tu amor virginal todo lo espero, la defensa de aqueste mi enemigo y el poder de luchar con todo esfuerzo. Y, por Ti defendido y alentado, poderlo todo es poco y nada temo. Tú, como a Inés, del fuego me liberta, y Tú, como a Lucía, dame alientos
  • 73. Antología poética de Federico Salvador Ramón 73 a fin de que la castidad amada, halle siempre su nido acá en mi pecho. CRISÁLIDA ES EL HOMBRE… Crisálida es el hombre, cuando nace; más tarde, mariposa; y luego, cuando yace, alma ante Dios y cuerpo en una fosa. Nace el niño, y es solo primavera de gratos embelesos; y su pura mejilla reverbera los más amantes besos. Las auras le saludan a porfía; las aves y las flores sus trinos dan al niño y sus colores; él a todos en cambio da alegría y en cielo luego trueca el maternal regazo, en donde mora; pues al cielo de Dios bien lo remedan un niño, que al mirar todo lo dora, una madre, que vela sus sonrisas, y un ángel puro de celestes alas, que al plegarlas agita dulces brisas, que llevan al Señor en raudos giros los besos de la madre y del niño inocente los suspiros. Cielo sereno o cierta desventura ¿quién sabe qué le espera? Tal vez, fugaz, cual nube vaporosa, vuele a hundirse en un lago de tristura, cuando el niño se muestre mariposa. ERA YO NIÑO ...Era yo niño, muy niño todavía, al pie de tus altares repetía
  • 74. Antología poética de Federico Salvador Ramón 74 con infantil cariño, las plegarias de amor del alma mía. Mi madre me guiaba hasta tu santo templo; ella rezaba mucho y a su ejemplo, dicen que, sin cansarme, yo rezaba. ¡Con qué santo embeleso recuerdo todavía cuando al salir del templo, madre mía, en mi frente estampabas dulce beso. SIENTO EL AMOR ARDER AQUÍ EN MI PECHO ¡Siento el amor arder aquí en mi pecho! ¡Siento herido tu honor por mano impía! ¡Es preciso vengarte, pues manchado, no ha de quedar tu honor, por vida mía! ¿Quieres acaso, que al malvado impío la lengua arranque con mis manos mismas? ¿Pero qué es lo que digo, Reina excelsa? yo te quiero vengar porque te amo y el verdadero amor se sacrifica, ¡por eso yo te ofrendo en represalias mi lengua ruin, mi sangre con mi vida! ¡ACABA DE NACER! BENDITA SEA ¡Acaba de nacer! Bendita sea la Reina Inmaculada de los Cielos; la secular promesa del Altísimo hase tornado de promesa en hecho. ¿Y no se para el Sol a contemplarla? ¿Y la luz no le teje manto regio? ¿Cómo es eso, Señor, que ante María absorto no se postra el universo?
  • 75. Antología poética de Federico Salvador Ramón 75 QUIERO AMARTE, JESÚS PORQUE ME AMAS Quiero amarte, Jesús porque me amas, y tras Ti quiero ir, porque me llamas, e iré Señor, sin desmayar un punto, siempre a tu lado y a tu Cruz muy junto. ANÚDASE EL DOLOR EN MI GARGANTA Anúdase el dolor en mi garganta e inúndase mi pecho de amargura al contemplarte Madre dolorida, por siete espadas, sin piedad, herida y esas espadas son ¡ay!, mis pecados; que yo quisiera, Madre, ver borrados. PARA CONTARTE, OH MADRE, MIS AMORES Para contarte, oh Madre, mis amores, al aura le robara los suspiros, a la aurora sus risas, al arroyo sus lánguidos gemidos, arrullos a la alondra enamorada, al ruiseñor, sus trinos, del poeta imitará las estrofas que en éxtasis divino, cantaron a las damas de sus sueños los bardos peregrinos y la música mágica aprendiera que, en célicos deliquios entona el serafín, en lira de oro ante Dios Uno y Trino.
  • 76. Antología poética de Federico Salvador Ramón 76 DÉJAME, OH DIOS, QUE LLORE MI FLAQUEZA ¡Déjame, oh Dios, que llore mi flaqueza con llanto eterno y lágrimas amargas! ¡Helado el corazón, secos los ojos, lejos de ti, vagué, Madre del alma, al borde del abismo o sobre abrojos, con paso incierto y con mentida calma! TOCO A VECES EL VIOLÍN Toco a veces el violín y otras veces el violón, juego, brinco, lloro y río, y me burlo hasta del sol. Porque has de saber amigo, y muy querido lector, que tú, sin duda eres tú, y que yo también soy yo. Y pienso yo que tú eres más feliz que un día de sol, rico, guapo, sabio, atento…, y tan ajeno al dolor, que nunca tuviste pena, ni pasaste el sarampión. Y por eso caro amigo, te diré para inter nos, que vives muy regalado y harto de satisfacción, olvidado de los pobres, y de si comen, o no, sin acordarte que eres de ellos administrador. Y que ellos tiemblan de frío y tú sudas de calor, y ellos lloran y tú ríes, y ellos ayunan, tú no,
  • 77. Antología poética de Federico Salvador Ramón 77 y ellos... vamos que te digo, que eso me lo manda Dios, que tú te comas la molla y el hueso lo roiga yo. ENTONCES, SÍ, SEÑORA DE MI ALMA ¡Entonces, sí, Señora de mi alma, perdona si atrevido, te lo exijo, porque no dará Dios la eterna palma a quién Tú no presentes como hijo! AL BUEN PASTOR Pastorcico, Pastorcico, que vienes de mi alma en pos, Pastorcico, no te canses, que yo te daré mi amor. Quiero amarte, no te apenes, te entrego mi corazón, y si en él algo no es tuyo con tu fuego abrásalo. Poco o mucho, lo que tenga, todo es tuvo, Buen Pastor, y por extender tu reino, te doy mi hacienda y mi honor, y mi salud y mi vida, y cuanto en el mundo soy, y tras Ti iré sin descanso, y de tus silbos en pos, despreciado, humilde y pobre, por ganarte un corazón. ¡Ay Pastor! Si he de ofenderte antes muera de dolor y por lo que te he ofendido perdón te pido, perdón.
  • 78. Antología poética de Federico Salvador Ramón 78 ¿POR QUÉ ESTÁ LA NOCHE OBSCURA? ¿Por qué está la noche obscura y por doquiera tropiezo? ¿Por qué son tantos mis pasos y es inseguro el sendero? ¿Por qué abrasado no vivo del divino amor al fuego? No detenedme, no; dejadme libre que pueda yo buscar con noble anhelo el amor de mi alma que he perdido quedándome del mundo prisionero. ¿Mas, dónde estás, Señor, que apenas oigo en lejano rumor tu dulce acento? Tus huellas, ¿dónde están, dónde tu aprisco? ¡Ay, Divino Pastor, ya no te encuentro! ¡Qué apartado de Ti vivo, Rey mío! ¿Cómo puedo vivir de Ti tan lejos, desorientado, solo y entre abrojos que me desgarran sin piedad el pecho? Dame tu luz, Jesús, por las espinas, que coronan tu frente, te lo ruego, y si por mí no quieres, por tu Madre no abandones, Señor, a un pobre ciego. ¿Es acaso. Jesús mío que mi endurecido pecho aún no se ha abierto del todo como debe haberse abierto? ¿Es que, ruin mi corazón, hase guardado allá dentro algo, Jesús, que te impide tener en él tu aposento? Pues si tal fuera, Señor,
  • 79. Antología poética de Federico Salvador Ramón 79 lo que sea lo detesto, todo lo odia mi alma si a Ti no te da contento. Y si pretendes de mí algo que ignoro, de cierto que yo lo sepa, Señor, y será hecho al momento. Pues por tu amor, Jesús mío, y en tu amor, todo lo puedo. Poco te debo amar, Jesús del alma, pues no me diste a gustar de tus dolores, yo no quiero, Señor, vivir en calma porque así no se prueban tus amores. BIEN LO RECUERDAS TÚ, ERA YO NIÑO Bien lo recuerdas Tú; era yo niño, muy niño todavía, al pie de tus altares repetía, con infantil cariño las plegarias de amor del alma mía. Mi madre me guiaba hasta tu santo templo, ella rezaba mucho, y a su ejemplo dicen que, sin cansarme, yo rezaba. ¡Con qué santo embeleso recuerdo todavía, cuando al salir del templo, madre mía, en mi mejilla dabas dulce beso. Murió mi madre ya, murió, y en llanto trocarse, ¡ay!, debiera mi alegría. Mas, la pena trocose dulce encanto en brazos de María al cobijarme con su hermoso manto. Lloré su muerte, mas, no fue mucho;
  • 80. Antología poética de Federico Salvador Ramón 80 al altar de María corrí luego: aun me parece que en mi alma escucho las palabras de amor que santo fuego en mi pecho encendían. –-Sé mío–, me dijiste. –-Tuyo seré–, mis labios repetían. Y desde entonces, madre de mi alma, he vivido sin ti, pero con calma. Mas, pensar que perdiera yo a María, no lo puede sufrir el alma mía. Porque tú me enseñaste que con Ella el alma vive celestial ventura; la clara luz de divinal estrella, y el santo obrar de la virtud más pura. Ella es la fe, la mágica esperanza, la caridad ardiente, todo en Ella se alcanza hasta el gozar de Dios eternamente. ¡ESTÁIS VENCIDOS! Gigante eras ayer, hoy un pigmeo, antes deslumbrador, sombrío ahora, tus encantos pasaron como nieblas deshechas por la aurora. ¡Oh mundo vil y, como tal, cobarde!, tu arma es la ruindad, tu escudo el dolor, si envileces triunfas, si no huyes despavorido y solo. Huye lejos de mí, fantasma vano, mi corazón no es tuyo ni ser puede, Dios habita ya en él, y no es dudoso que por Él la victoria siempre quede. Vuela lejos de mí, lejos, muy lejos, allá donde tus furias se desatan.
  • 81. Derechos de autor registrados 2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado. Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña Antología poética. Federico Salvador Ramón Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La Inmaculada Niña. http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com