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TRES TIPOS DE CANSANCIO.
“En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has
revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre,
y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré.
Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de
corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”.
1.- Queridos amigos:
¿Alguna vez se han sentido cansados en la vida? ¿Saben si alguna persona
querida se siente cansada? ¿Hay alguna situación que convierta la belleza de
la vida en una carga exhaustiva para alguien?
Al lanzarnos el Evangelio del día de hoy una invitación para que aquellos que
están cansados y fatigados se acerquen al Señor, no pude más que pensar, en
aquellos factores que comúnmente nos provocan cansancio en nuestra propia
vida.
2.- Sé que son muchas las situaciones que detonan cansancio en la vida de las
personas, pero el día de hoy, hablaré sólo de tres de las situaciones que nos
acarrean fatiga: las cargas prematuras, las cargas excesivas y la falta de
motivación.
3.- El primer elemento que puede y suele causar cansancio en el corazón de las
personas es el de la llegada repentina de las así llamadas cargas prematuras.
Se trata de pesos que quizá, a juicio de cualquier persona, no sean excesivos,
pero que no corresponden a la edad o a la etapa que vive la persona.
¿Te puedes imaginar a un niño que ante la ausencia de su padre, ya sea por
que ha muerto, o por que les ha abandonado o por que él es un desobligado,
haya tenido que asumir un rol o un papel al frente del hogar, para apoyar a su
madre en la responsabilidad ante sus hermanos?
Este niño que asume cargas y responsabilidades que no coinciden con su
tierna edad, irá acumulando cansancios, tanto por aquello que se le ha pedido,
como por las etapas de su vida que no ha vivido, y que jamás podrá vivir, salvo
con el riesgo de vivir esas fatídicas regresiones.
Decía Jean Piaget: “No se le pueden pedir peras al peral en flor”. Efectivamente todo
tiene su tiempo… Y la verdad es que hay tantos perales endebles a los que se
les ha forzado a dar unos frutos que no les correspondían o para los que no
estaban capacitados.
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¿Cuántos niños hay así entre nosotros? Son demasiados. ¡Más de los que te
imaginas! Y sin duda, caminan cansados por esas cargas prematuras que
súbitamente les asaltaron y que ¡no hubo de otra!, sino el asumirlas y el dar la
cara por los que han retirado la cara en la graciosa huida. Muchos de nuestros
niños mal llamados “de la calle”, se encuentran en esta situación.
4.- El segundo tipo de cansancios es aquel que es provocado por las cargas
excesivas. Y Se trata aquí, ya no de la antelación de responsabilidades, sino de
aquellos que bien pueden ser personas maduras y que su edad pudiera ser la
adecuada como para asumir una responsabilidad. Sin embargo, sobre sus
hombros se han descargado no una, sino dos o más responsabilidades, hasta
llegar al exceso y con ello detonar el cansancio.
Se trata de aquellos que bien pueden ser sumamente competentes en las
cualidades que Dios les ha dado y en los talentos que han sabido cultivar; sin
embargo, bien sea por la necesidad o por la falta de jerarquización o por las
pretensiones de vanagloria o por las aspiraciones de la propia o ajena codicia,
llegan a tener varios trabajos por realizar.
Esta carga excesiva, tarde o temprano, o más temprano que tarde se encarga
de cobrar su factura y entonces provoca cansancio y agobio en la vida de las
personas.
5.- Aunque pudiera no ser autoprovocado sino sólo y dolorosamente
padecido, tenemos que decir que también se incluye en los cansancios
provocados por las cargas excesivas el que experimentan aquellas personas
que tienen que sacar adelante una realidad en la que el contrato originalmente
fue diseñado para dos y rubricado por dos personas.
Se trata de aquellos que se subieron a la barca de la vida en la que iban a ir
acompañados por el esposo o por la esposa, y que de pronto se han quedado
solos al frente de la tripulación.
Sin duda, en esta situación se encuentran aquellos que han enviudado mientras
los hijos todavía son pequeños; sin embargo hoy quisiera referirme a aquellos
que repentinamente han visto, que cuando la barca se encuentra sumergida en
la furia de la tormenta, alguien de pronto se ha tirado por la borda o se ha
subido a la balsa de emergencia y se ha marchado, y le ha dejado abandonado
o abandonada al frente de una situación apremiante y de una tripulación al
borde del naufragio.
Se trata de aquellos que habiendo tenido un día un cónyuge, este no
comprendió que la labor del ser esposos y cónyuges era precisamente el llevar
los dos compartidamente el mismo yugo, es decir, la misma responsabilidad, la
misma tarea, un mismo quehacer. Entre los cónyuges uno apoya al otro, y
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cuando uno se siente cansado, se siente seguro porque sabe que el otro estará
listo, para sacar adelante el trabajo delegado por Dios.
Se trata de aquellos, que habiendo recibido en el día del matrimonio un
consorte, es decir, a aquel que contigo viviría la misma suerte. Aquel o aquella,
tu consorte, que estaría contigo en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en
la enfermedad, en los días gratos y en los días ingratos, en los momentos
fastos y en los nefastos, en esos episodios intensamente iluminados y en los
profundamente oscurecidos; de pronto te das cuenta, de que en el preciso
momento en que la vida presenta el rostro difícil, él o ella han claudicado, han
renunciado, se han alejado de tu vida.
Es aquí en donde sobreviene la más terrible de las fatigas.
Sin duda, también la carga es excesiva, para todos aquellos que tienen que
hacer el papel de padre y madre en un hogar en donde el otro emprendió la,
más que graciosa, vergonzosa huída.
Y sobreviene un desgaste adicional que provoca un cansancio, ante el trabajo
que suele tornarse en algunos momentos precisos como excesivo y
desalentador.
5.- Finalmente viene el tercer tipo de cansancios.
Quizá el cansancio más devastador y el más injusto de todos, es aquel que se
genera ante la falta de motivación, ante la ausencia de estímulos en la vida.
Se trata del cansancio que viven aquellas personas, que quizá en esta ocasión
ni sobrellevan cargas prematuras, ni tampoco se enfrentan a cargas excesivas.
Podríamos hablar de los quehaceres ordinarios, de lo que cada uno realiza en
la vida y que pertenece al así llamado campo de la rutina.
Se trata del padre de familia que tiene que trabajar, y que lo hace con
convicción y con gusto, sabiendo que el fruto de su trabajo es necesario para
que sus hijos tengan alimento, vestido, casa y educación.
Él no suele desfallecer, en sus esfuerzos, aún cuando tenga que vivir esos
periodos de la vida, en que el desgaste se vuelve intenso. Pero bien entiende
que los hijos tienen que sacar una carrera. Muchos padres de familia, se
esfuerzan para que el hijo estudie en un buen colegio, en ocasiones realiza
jornadas especiales para que los hijos puedan desplazarse a otros lugares,
para que los hijos vistan bien, que nada les falte, con la finalidad de que vayan
progresando en la vida y que les sea más favorecedora.
“-¡Es que ellos cumplen con su responsabilidad!-“, tienes razón los hijos al decirlo.
Pero,... lo verdaderamente lamentable suele ser esa falta de correspondencia
en la vida. Los hijos no tienen la educación para agradecer lo que se recibe,
ellos se han acostumbrado a verle partir al trabajo muy temprano por la mañana
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y cuando se va y cuando regresa ellos están dormidos, ellos no saben las
penurias que enfrenta. La palabra “gracias” no existe en el vocabulario de
muchos hijos de familia. Más aún, las exigencias están al orden del día. Y el
cansancio puede sobrevenir ante la falta de esas palabras y de esos gestos
gratificantes, y que son tan necesarios en la vida.
Ella, como madre de familia se desvive, todo lo tiene en orden, se preocupa por
tener el alimento en el momento oportuno, la ropa siempre está limpia y
planchada. Ella guisa, remienda, cura, cuida, se desvela, se desmañana, vive
noches de insomnio, asiste a juntas del colegio, le acompaña al catecismo,... y
muy frecuentemente tiene que trabajar algunas horas o hasta jornadas
completas fuera de la casa. Pero, nadie es capaz de decirle gracias y no pocas
veces, sale regañada, al principio por el esposo, y cuando los hijos crecen,
también por los hijos que reproducen los patrones de conducta que
aparentemente les convienen. Y, en esta vida, el cansancio suele venir
acompañado del desaliento, de la tristeza y de la lamentable experiencia de la
incomprensión.
6.- Hoy, nos dice el Señor: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados
por la carga, y yo los aliviaré”.
Sin lugar a dudas, uno sabe que la solución a estos cansancios, está en
nosotros, tanto los que los padecemos como los que los provocamos.
Una gran parte de la solución está en esa nuestra capacidad de asumir
nuestras responsabilidades, para no dejar a la deriva a aquellos que caminan
junto a nosotros o detrás de nosotros.
Aquí es importante también reconocer y ofrecer nuestro agradecimiento,
acompañado de la manifestación de afecto, para con aquellos a los que
injustamente privamos del estimulo de nuestras palabras y acciones.
6.- Pero, nosotros bien sabemos que hay cansancios en nuestra vida que
solamente encuentran su solución en el Señor, y que todo tipo de desgastes, en
la realidad, pueden ser iluminados solamente por Él.
El Señor nos dice que vayamos a Él, porque su yugo es suave y su carga es
ligera y bien podríamos cuestionar: ¿Cómo puede hablarnos el Señor de cargar
un yugo cuando Él mismo reconoce y menciona que venimos cansados,
fatigados y agobiados por la carga? ¿Acaso aparte del cansancio que me hace
complicada la existencia tengo que soportar otra coyunda?
Y, es precisamente esa la respuesta que el hombre no termina de comprender.
Todos sabemos que el yugo es llevado por dos personas y, si el Señor nos
invita a tomar su yugo, no es porque Él quiera cargarnos con otros pesos más
sobre nuestros hombros cansados, sino porque Él quiere llevar el peso de
nuestras angustias sobre sus hombros, junto conmigo y contigo.
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El yugo es siempre llevado por dos, y el Señor quiere llevar el yugo de nuestros
cansancios. Es, solamente entonces que el yugo se vuelve suave y nuestra
carga se vuelve ligera.
SÍSIFO: EL HOMBRE SIN DESCANSO.
“En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has
revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré.
1.- Muy queridos amigos:
En el segmento anterior, hablábamos sobre tres distintos tipos de cansancios: el
de las cargas prematuras, el de las cargas excesivas y el de la falta de
motivación.
No obstante, quisiera el día de hoy referirme a un cuarto tipo de cansancio: se
trata de aquel que se genera en el egoísmo de aquellas personas que no han
aprendido a jerarquizar los valores de la vida. Se trata de aquellos que nunca
veránsaciada su ambición de tener, de almacenar y de presumir.
2.- Se trata de todos esos nuevos esclavos que se sienten sabios y
entendidos y que no han llegado a comprender la sabiduría que brota de la
gente que no se ha olvidado de la virtud de la sencillez. No se trata de otra
esclavitud sino de aquella que trae puesto el disfraz de bella dama de compañía
de nuestras codicias, envidias y avaricias.
Diría Mahatma Gandhi que: “Las cadenas de oro son mucho peores que las de
hierro”.
Ya lo había dicho, con la misma elocuencia Rogerio Bacon: “El dinero es un buen
siervo pero es un pésimo amo”.
Acaso ¿Vivimos nuevas esclavitudes?
La verdad es que muchos parecemos aquel legendario Sísifo, que en la
mitología griega fue condenado por los dioses a hacer rodar sin cesar una roca
hasta la cumbre de una montaña, desde donde volvía a caer siempre por su
propio peso y así toda la vida ininterrumpidamente. ¿Toda la vida? Sí, toda la
vida…
3.- Pero, ¿Qué es un esclavo? Aunque te pueda provocar molestia e
indignación, para aquellos que esclavizan y para aquellos que se dejan
esclavizar: un esclavo puede definirse como “un instrumento animado”. Un objeto
que se mueve.
Y, estos seres animados que están insertos en un engranaje de producción,
han dejado de ser hombres para convertirse en instrumentos de sus empresas.
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Muchos ejecutivos, profesionistas egresados de nuestras magnificentes casas
de estudio, se han convertido en un “objeto útil”, y hasta poseen un valor
comercial: ellos son materia de compra, de inversión, de intercambio, de venta
y hasta de desecho; ellos son un instrumento que se adquiere, que se posee,
que se perfecciona y que se explota. El sujeto, la persona, el ser humano se ve
degradado. Se trata de actitudes atrofiadas en la humanidad, posesivas en lo
colectivo, explotadoras en lo particular y destructoras en lo familiar.
Al tratar a las personas como instrumentos o como cosas les degradamos, y al
dejarse tratar de esa manera se manifiesta que se ha perdido la propia
dignidad.
Friedrich Nietzsche en su libro: “La Gaya Ciencia” acusa a un hombre que ha
perdido el equilibrio y la dimensión de su ser humano:
“ Hay un salvajismo de indios en la manera en que los norteamericanos aspiran al dinero:
y su frenesí por el trabajo comienza a contaminar a la vieja Europa. Nos da vergüenza
entregarse al descanso, la reflexión dilatada nos provoca remordimientos. Pensamos con
el reloj en la mano, desayunamos con los ojos fijos en la cotización de la bolsa”.
¿Sabías tú que uno de los indicadores del inicio de la que fue la moderna era
industrial no fue otro sino el momento en que solemnemente las campanas del
reloj del pueblo de Nüremberg en el siglo XVI empezaron a percutir cada quince
minutos? Que,... ¿para qué?. Para señalizar los horarios laborales. ¡Este es el
así llamado: “hombre moderno”!
Hoy el hombre vive esclavizado por el trabajo, y ya no tiene tiempo ni para tener
un respiro. Muchos hombres piensan que el mundo se acaba el día que ellos
falten a laborar porque se van a ir de vacaciones con sus familias, ellos piensan
que la empresa sufrirá mucho el día en que ellos no asistan.
Y se equivocan: al menos este mundo no se acabará precisamente cuando tú
no vayas a trabajar, ni la empresa va a extrañarte mucho cuando un día ya no
vayas definitivamente, porque ellos mismos un día sin tocarse el corazón
prescindirán de tus servicios, pero quien sí te extraña ahora es tu familia y a
quien un día tu extrañarás es a tu familia. ¡Quizá demasiado tarde! Espero que
no sea así,...
4.- Recuerdo aquella narración del maestro León Tolstoi titulada “¿Cuánta
tierra necesita el hombre?”, en la cual, con ese genio sarcástico de nuestro
querido Tolstoi, dibujaba excelentemente en la alegoría de ese opúsculo al
hombre de su tiempo y de nuestro tiempo:
“Pakhom, el aldeano ruso, está firmemente convencido de que alcanzará la felicidad
cuando posea tantas tierras como las que abarcan las vastas posesiones de su vecino.
Aunque posee una familia y lo necesario para vivir, todos los días se asoma por la ventana
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y su mirada se pierde en el vasto horizonte sin llegar a percibir el límite de las posesiones
de su envidiado vecino.
Llega un día en que el vecino le ofrece tantas tierras como él mismo pueda alcanzar a
recorrer a la máxima velocidad y sin detenerse, desde el inicio del día hasta la puesta del
sol. Pakhom sacrifica sus posesiones a fin de dirigirse hasta el remoto lugar en donde le
han ofrecido iniciar con esa generosa oferta. Después de incontables penalidades, llega y
se prepara sin conciliar el sueño para su gran oportunidad al día siguiente. Se fija un
punto de partida. Pakhom al escuchar el disparo sale como si fuera él mismo un tiro a la
hora del alba. Corriendo bajo el sol de la mañana, no mira ni a derecha ni a izquierda; febril
corre bajo la luz cegadora, y el calor ardiente. Sin detenerse a comer o a descansar,
continúa su recorrido agobiante y abrumador. Y cuando el sol se pone, tambaleándose,
completa su recorrido. ¡Victoria! ¡Éxito! ¡Ha realizado el sueño de toda su vida!
Y cuando aquel hombre le dice que volteé a mirar todas sus posesiones, Pakhom voltea y
cae muerto. Es entonces que tiene toda la tierra que verdaderamente necesita un ser
humano: dos metros cuadrados”.
5.- ¿Te gustó o te incomodó? Ese es el genio de la ironía que tiene Tolstoi, y
en realidad esa es la ironía de los hombres de nuestro tiempo.
El hombre actual no sabe parar, no sabe hacer un alto, no sabe darse un
respiro. Los hombres no hemos aprendido a discernir sobre lo que nos es
estrictamente necesario. Y un día, cuando hemos recorrido y acumulado
aquello que tanto tiempo ambicionamos, nos damos cuenta de que hemos
caído desfallecidos.
Cuando un día, el hombre, tiene el dinero que siempre quiso tener en una
cuenta bancaria, se da cuenta de que la vida se le ha ido, que la familia ya no
se encuentra a su lado, que aquellos que realmente le amaban ya se han
marchado, cansados ellos mismos por sus tantas y frecuentes ausencias o
aceptando que para él ellos nunca fueron importantes.
Los hombres, hemos hipotecado nuestra propia vida, al dejar en el rincón del
olvido las diferentes dimensiones que componen nuestro existir. Hemos
renunciado a la sabiduría que proviene de Dios, quien, nos invita a tener en Él
nuestro discernimiento de la vida.
6.- La vida tiene momentos de tensión y de distensión, de preocupación y de
ocupación, de atención y de relajación.
Sin embargo, el hombre no puede vivir manteniendo la tensión de una continua
exigencia, so pena o corriendo el riesgo de cansarse y abandonarlo.
Hasta la tierra necesita su año sabático en el que no se siembre para recuperar
sus propiedades,… el cuerpo y también el alma necesitan del descanso, pero el
hombre se siente una máquina, y olvida que también la maquinaria necesita
mantenimiento.
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Nuestra historia es la historia de esos esclavos acostumbrados a sus yugos y a
sus cadenas, y que desprecian la libertad.
Este es el elemento arrastrado por el trabajo humano y que es el más
desconocido en la actualidad: Hoy el hombre no sabe descansar.
Los hombres hemos olvidado que nuestra vocación es la de ser “señores” y no
“esclavos” de las cosas. ¡Qué lástima que algunos, lejos de humanizar la
materia, hemos materializado lo humano!
7.- Y así, somos tantos los que con el afán de ganarnos la vida no tenemos
tiempo para vivir.
En la vida, somos demasiados los que hipotecamos la salud a costa de
despojar a nuestros cuerpos de las horas de descanso. Nos estamos enfilando
hacia la autodestrucción.
Hipotecamos nuestra vida, a costa de tener mayores alcances en nuestras
ambiciones laborales. Pensamos en nuestros logros siguientes, sin imaginar
que el mayor logro es el vivir otro día junto a las personas que amamos y que
verdaderamente nos aman, con la bendición de Dios.
Hipotecamos la familia. El tiempo y las atenciones que les corresponden a ellos
han entrado a las arcas laborales como garantía hipotecaria para firmar el
siguiente contrato comercial.
Hipotecamos la vida para adquirir formas de sobrevivencia suntuosas y
perfumadas, pero que nos despojan de la capacidad de una verdadera vida
digna.
Y es que sí alguien no sabe tomar un descanso… un día lo tomará en el más
incómodo de los hoteles… ¡La habitación de un hospital!
Hemos olvidado que el mejor de los logros en nuestra vida, más allá del color
del billete que traigo en la bolsa, es el poder apagar una velita más en ese
pastel que compartimos con aquellos que verdaderamente nos quieren y que
anhelan que tengamos tiempo también para ellos.
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EL DESCANSO EN EL SEÑOR.
“ En aquel tiempo, Jesús exclamó: “Vengan a mí, todos los que están fatigados
y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y
aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso,
porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”.
1.- “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los
aliviaré”.
Queridos amigos: Hay una referencia que no puedo ignorar en este domingo.
Este texto, nos ha sido propuesto sabiamente por la Santa Madre Iglesia, en la
celebración litúrgica de las exequias cristianas.
Se trata de ese momento en el que, cómo nos lo expresa el ritual completo de
los sacramentos: la comunidad cristiana celebra la muerte con esperanza. El
creyente, contra toda evidencia, muere confiado al igual que su Maestro: “En tus
manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).
2.- Hablemos sobre este tema de la muerte en referencia a este texto del
Evangelio.
A pesar de su mutismo, la muerte suele ser sumamente elocuente, es mucho
más que un dato, es un hecho que hace surgir legítimas preguntas sobre el ser
y el quehacer del hombre.
De esta manera, somos alegremente conscientes de que la vida cristiana es
contemplada como ese camino al que hemos sido enviados, y que tiene su
meta en la eternidad.
3.- Sólo que en el trayecto de la existencia, el cristiano, quien se sabe
peregrino en esta tierra y que tienen su morada en la eternidad, enfrenta una
serie de eventos que llevan la envoltura de la incertidumbre humana.
La vida se convierte en el trayecto y, al mismo tiempo, en la oportunidad que
nos abre las puertas de la vida eterna.
Esta vida tiene sus pruebas, las cuales nos ofrecen esa ocasión de actuar con
fortaleza y constancia, ejercitando la generosidad, la fe y la paciencia.
Sin embargo, las pruebas constituyen, en cierto modo, un peligro remoto de
pecado si no se tienen actitudes cristianas. Así por ejemplo, una grave
enfermedad puede constituir la ocasión de no aceptar la voluntad de Dios e
inducir al alma a la desesperación.
Nuestra vida tiene diferentes tipos de pruebas: hay pruebas físicas como el
dolor y la enfermedad; hay pruebas psíquicas como las angustias, los temores,
los miedos; y hay pruebas espirituales, las cuales pueden ser externas como
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los fracasos y las desilusiones, o bien pruebas espirituales internas como lo son
la aridez de la noche oscura en la vida espiritual.
Los cristianos sabemos que no se puede elegir a Cristo separándolo de la cruz
y, que solamente llegaremos al domingo de pascua después de asumir nuestro
viernes santo.
4.- Sin embargo, nuestra fidelidad en la vida cristiana suele ir acompañada
del cansancio humano, al cual la Iglesia quiere referir cuando a los fieles
difuntos les dice: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga,
y yo los aliviaré”. Y así concluye el sacerdote las oraciones ofrecidas por el
difunto con un: ¡Descanse en paz!
El Señor Jesucristo es contemplado como el Buen Pastor que lleva sobre sus
hombros a sus ovejas cansadas, pero que se han mantenido fieles hasta el
final, a pesar de tantas pruebas experimentadas en la vida.
Es el Señor el que les introduce sobre sus hombros al Reino en el que existen
verdes prados de eternidad, después de pasar por las cañadas oscuras de la
muerte.
5.- De esta manera, la Iglesia nos invita para que en medio del enigma y la
realidad tremenda de la muerte, se celebre la fe en el Dios que nos salva. El
Dios de Jesucristo a quien se le ha dado crédito, no es un Dios de muertos sino
de vivos. Él, fuente de la vida que se nos escapa, es la meta del hombre que
confía en Él.
En el corazón de la muerte, la Iglesia proclama su esperanza en la
resurrección. Mientras toda imaginación fracasa y se siente limitada ante la
realidad de la muerte, la Iglesia afirma que el hombre ha sido creado por Dios
para un destino feliz. La muerte corporal será vencida.
Ese Requiem en las piezas musicales que no es otra cosa sino una forma de
ponerle melodía al “¡Descanse en paz!” que pronunciamos o que imploramos,
en nuestros seres queridos no es tan sólo una referencia a la negación de los
trajines de esta vida, sino la afirmación rotunda del gozo de haber llegado a la
vida verdadera, en el que la perseverancia, a pesar de los cansancios de la
vida, se convierte en el boleto de entrada para la fiesta interminable con Aquel,
en quien encontramos verdadero descanso.
6.- Los creyentes aceptamos la muerte.- Pero confiamos en la victoria del
hombre sobre ella. Quien se haya enraizado y construido en la vida, no será
desarraigado ni destruido en la muerte.
Creer en Dios es también esperar en el amor que nos tiene. Dios sostiene la
vida de los muertos y cumple la intuición del mundo nuevo, ofreciéndonos una
existencia en el amor, la entrega y la comunión sin límites.
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La muerte no es, para el cristiano, el término sino que se convierte en un paso.
La muerte es el tránsito. La muerte se vuelve en liberación para entrar en una
situación de plenitud y de victoria. La muerte es el momento en el que se inicia
nuestra Pascua verdadera.
La muerte no es, en modo alguno, la última estación en el tranvía de la vida, los
cristianos sabemos que hay otra estación que se convierte en la verdadera
terminal.
Los bautizados sabemos que el sepulcro, es en la realidad la cuna de la nueva
vida y que el panteón no es más que un dormitorio en donde la vida se alista
para gozar del día sin ocaso.
Al tomarnos Cristo en sus brazos, sabemos que la muerte es el momento en
que el Calendario de la vida verdadera, en realidad empieza su curso. Y que la
muerte como Pascua del cristiano se convierte en la aurora de una realidad
totalmente nueva, en el primer día del gozo de la nueva creación. Se trata del
amanecer de la esperanza y de los primeros momentos de un nuevo día en la
eternidad.
Los cristianos, al día siguiente de la muerte de un ser querido, le debemos
llamar eternidad, y al tiempo en que celebramos la muerte debemos
contemplarlo como el nacimiento definitivo de quien amamos.
Para nuestros seres queridos que gozan de Cristo, la verdadera primavera ha
llegado, porque en Jesucristo, el árbol de la cruz ha florecido y tiene ahora
frutos, por lo que se ha convertido en el verdadero árbol de la vida.
7.- Hermanos muy queridos: la resurrección no es un absurdo, lo absurdo es
la sola muerte y la falta de esperanza en la eternidad. Lo absurdo es nuestra
falta de vida.
Lo absurdo es la terquedad de quienes, diciéndose cristianos, se empecinan en
creer que después de la muerte no hay vida, y con ello anulan la resurrección
de Cristo.
Lo absurdo, es esa forma de enseñar de quienes nos visitan, y que predican un
número reducido de redimidos, y a los demás los envían a una especie de
jardín terreno.
No aceptes el que le pongan limitaciones a la obra de Cristo, ni cambies la
eternidad por temporalidades, aunque sean muy bellas cuando te las platiquen.
No cambies la vida verdadera por esos remedos de felicidad.
La resurrección no es el retorno a una vida mortal. No se trata, solamente de un
fenómeno de regeneración celular, ni se trata de un reciclaje en una especie de
reencarnación, sino en una vida gloriosa y perfecta junto a Aquel que es la Vida
verdadera.
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8.- En Cristo, comprendemos que la muerte no es el término del existir sino
que se convierte en liberación. La muerte es la salida de un estado esclavizante
para poder entrar en una situación de plenitud y de victoria.
Los hijos de la Iglesia han adquirido en Cristo, el verdadero conocimiento en
torno al destino final del hombre. La muerte es vista con los ojos del resucitado.
La salvación eterna se encuentra solamente en Cristo Jesús.
Es por ello que la muerte ha sido vista por nuestros hermanos mayores en la fe,
los Santos, de una forma distinta. Le llamaron la hermana, la amiga, el final de
la espera, la salida del hotel de segunda, el amanecer en el que el Sol que nace
de lo alto nos introduce a un día imperecedero... La muerte ya no puede ser
vista como el enemigo.
Para los cristianos, la Resurrección es una “transformación gloriosa”, cosa que
no sucede con el sólo volver a la vida. No es un hecho obvio sino inaudito y
definitivo. La Resurrección es el dominio sobre la muerte, se trata de una
palabra que aclara una vida desconocida.
9.- Nuestra fe cristiana en la Resurrección, no se basa solamente en el
destino humano sino en la promesa divina. La Resurrección que esperamos es
el futuro de los creyentes, no la meta final de la humanidad.
Esperamos un futuro nuevo, no la reiteración del presente terreno ni el retorno a
un pasado original. Te reitero que no se trata de reciclajes o reencarnaciones,
sino de transformación gloriosa a imagen de Cristo.
10.- Los cristianos no podemos hablar de la muerte sin referir la Resurrección.
“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré”.
Se lee solemnemente en la fiesta del encuentro definitivo del cristiano con su
Señor, y es que sabemos que donde está el Pastor también estará su rebaño,
que allí en donde está Aquel que es la Cabeza esperamos estar aquellos que
formamos su cuerpo místico, que en donde está el único Hijo de naturaleza
estaremos aquellos que somos hijos por adopción.
Es por ello que los funerales serán siempre una celebración en la que se festeja
“el misterio pascual” y en la que se proclama la esperanza.
La muerte será siempre un desafío que nos dice constantemente que no
perdamos el tiempo.
“¡Dáles, Señor el descanso eterno!” ha mencionado el sacerdote… A lo que
ha respondido la comunidad de los creyentes: “Y luzca para él la luz perpetua”…
“¡Descanse en paz!”... reitera el clérigo… y todos respondemos: “”Que así sea”…
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JESÚS ES MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre,
y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré.
Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de
corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”.
1.- Muy queridos amigos:
“Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”
¿Sabes? Al leer, meditar y compartir el Evangelio de este domingo en el que
contemplamos el rostro amadísimo de Cristo, modelo de toda virtud,… me
estaba acordando de aquellas tres virtudes que considero que son necesarias
en la vida cotidiana de cada uno de nosotros en tres niveles: la paternidad, la
esponsaleidad y la religiosidad. ¡Sin lugar a dudas que hoy se nos estarían
indicando las de la religiosidad en ese rostro de Aquel que es manso y humilde
de corazón! No obstante te comparto estas tres ternas de virtudes.
¿Cuáles crees tú que sean las tres virtudes más importantes en la vida de los
padres de familia, cuáles en la vida de los esposos y cuáles en la vida cristiana
en general?
2.- Empecemos hablando de las tres virtudes que necesitan los padres
cristianos. ¿Cuáles consideras tú que sean? Te las enumero, ¡te pido mucha
atención! ¿no sé cuál numeración utilizar si los números ordinales o los
cardinales?, la verdad es que cualquier modalidad será buena con tal que no te
revuelvas, si quieres toma una libreta, una hoja, un papel, o aunque sea el
periódico, o hasta en tu Tablet o celular para que lo apuntes y para que no lo
olvides... ¿Estás listo?... ¿Estás lista?... Bueno, entonces los refiero a
continuación, voy a procurar no decirlos tan apresuradamente cómo para que
no se te pasen o que te puedan crear confusiones el lugar que pudieran ocupar
estas tres cualidades. La primera virtud que necesitan los padres cristianos es:
p-a-c-i-e-n-c-i-a; la segunda es pa-cien-cia y la tercera es paciencia. Espero que
no te hayas confundido.
Pues bien, ahora si te voy a pedir toda tu atención que me puedas ofrecer para
que redactes adecuadamente y no te vayas a equivocar. Apúntale bien,...
porque te voy a decir cuáles son las tres cualidades que estoy convencido de
que se necesitan en una relación esponsal, sí en la vida de todos los días en
los esposos. ¿Está lista la libreta y la pluma? ¿Estás bien sentado y apoyado
en esa especie de pupitre en esta nueva etapa de tu vida?,... pues bien la
primera virtud que se necesita en la vida de los esposos es la del r-e-s-p-e-t-o,
la segunda es la del res-pe-to y la tercera es la del respeto. ¡Qué! No te rías, lo
que te comparto es cosa sería.
13
Y ahora vayamos a nuestra vida cristiana ordinaria, y para ello hago mías las
palabras de san Agustín. ¿Qué cuáles son las tres cualidades que se necesitan
en la vida de un cristiano en su relación para con Dios? Nos dice San Agustín la
respuesta: “Si me preguntan qué es lo más esencial en la religión, les
responderé: lo primero es h-u-m-i-l-d-a-d; lo segundo, la hu-mil-dad, y lo
tercero, la humildad”. Y es que sin esta virtud no puede haber vida interior
verdadera. Todos los frutos serían sólo aparentes, incluso la oración, y hasta la
caridad. ¿A poco no?
3.- La justificación del presente comentario, tan “inusual” en un servidor, se
ubica en el hecho de que, la actitud contraria de la humildad es precisamente
esa soberbia con la que luchamos todos los días y el Señor nos propone su
ejemplo de mansedumbre. La soberbia es un vicio al que tú y yo somos
propensos y que puede detonar, aunque ni siquiera puedas imaginarlo, todo
tipo de pecado en nuestros corazones como los ha detonado desde el inicio de
nuestra historia, en la vida de nuestros primeros padres, y de todos sus
descendientes.
¿Sabes? En un sinfín de ocasiones uno llega a pensar que los soberbios son
aquellos que tienen sueños de grandeza y que sus horizontes son ilimitados,
pero no es así, los soberbios son aquellos que tienen los horizontes más
reducidos, y sus sueños suelen agotarse en ellos mismos. El orgulloso no
quiere ni puede, y por ello no logra mirar más allá de su persona, de sus
cualidades, de sus virtudes, de sus talentos. El suyo es un horizonte
empequeñecido porque es llanamente un horizonte sin Dios. Y en este
panorama ni siquiera aparecen los demás: no hay sitio para ellos.
El soberbio exige un trato especial para sí mismo, se cree que solamente él
tiene razón en las conversaciones, le agrada hacer gracias a causa del
desprecio de los otros.
4.- Me duele mucho tener que decirte lo siguiente, pero tengo que comentar
que cada día constato dolorosamente la certeza que destilan las siguientes
palabras de León Tolstoi, al que ya te refería al hablar de la historia de
Pakhom, el aldeano ruso: “Un hombre es como una fracción, cuyo numerador
corresponde a lo que él es, en tanto que el denominador es lo que cree ser. Cuanto mayor
es el denominador, tanto más pequeño es el valor de la fracción.” Y así sucede en
nuestra vida, a una mayor pretensión y presunción le corresponde una menor
constatación de lo real, o por lo menos de aquello que verdaderamente es
importante en nuestra vida.
El Señor se coloca como modelo de mansedumbre porque Él está
contraponiendo las actitudes del fariseísmo que han elaborado pesadísimas
cargas sobre los hombros de aquellos que al llegar al Señor vienen cansados y
agobiados por esa carga. Fíjate cómo actúa el orgulloso en nuestra vida.
14
5.- Mi muy querido Santo Tomás de Aquino elaboraba el perfil del soberbio
delineando sus rasgos en cuatro actitudes que todos solemos tener cuando nos
llenamos de vanidad: Primero, el Atribuirse a sí mismo los bienes que se han
recibido de Dios, no se da cuenta que son dones y que por lo tanto han sido
recibidos de parte del dador de todo bien; segundo, Creer que los bienes los
hemos recibido por nuestros propios méritos, se trata del borriquito que al entrar
a Jerusalén piensa que le están tapizando el piso por el que se desplaza a Él y
no a aquel que manso y humilde de corazón ingresa sobre su lomo; tercero, el
soberbio suele Presumir de bienes que no se poseen; y por último, el
jactancioso Desea el propio brillo a costa del desprecio de los otros, es más le
llega a molestar el hecho de que los demás tengan algo aunque no tengan todo
lo que él posee, quisiera tener la exclusividad de las cosas, de los dones y de
las virtudes, y, aunque tú no lo creas, hasta se llega a molestar con Dios por
haberle dado algo a los demás.
6.- Y es que, haz tú de saber, que la soberbia es uno de los vicios más
peligrosos, y su raíz se encuentra, no en otro lugar, sino en el amor propio
desordenado.
Comentará en uno de sus sermones san Agustín, algo que nos permite
contemplar la solución que Dios ha ofrecido a este exceso del corazón humano:
¡Tanto daño generó la soberbia humana, que necesitó de la humildad
divina para curarse! Y de esta manera aparece en el Evangelio el divino
rostro de Jesucristo, que es manso y humilde de corazón, y que nos pide no
vivir ensoberbecidos y que nos exhorta al cultivo de la humildad.
La humildad como virtud y como actitud brota de la constatación de que todo lo
que poseemos proviene de la mano generosa y providente del Dios que ha
querido ser humilde, emana de la capacidad que tengamos en reconocer que
no son nuestros méritos los que nos hacen acreedores de aquello que hemos
recibido, ¡simple y sencillamente Dios nos bendice de la misma manera
que nos creó: desde nuestra nada original!; la humildad se hace presente
cuando no somos presuntuosos sino realistas y cuando lo que hemos recibido
no nos hace sentir más que a los demás sino que estamos al servicio de los
demás; y, por último, la humildad es la virtud de aquel que goza cristianamente
con lo que posee y que es capaz de alegrarse con el hermano cuando ha sido
favorecido por la bondad de Dios.
La humildad nos permite estar a la par de aquellos que están junto a nosotros, y
no sentirse uno superior pero tampoco inferior, simple y sencillamente a la par
en dignidad y en necesidad que los demás.
7.- Te quería comentar sobre un pequeño libro de Shel Silverstein titulado
“La pieza faltante”, cuyo contenido nos puede ser de utilidad. Se nos narra la
historia de una rueda a la que le faltaba un pedazo, pues habían cortado de ella
15
un trozo triangular. Aquella rueda quería estar completa, sin que le faltara nada,
así que se fue a buscar la pieza que había perdido. Pero como estaba
incompleta y sólo podía rodar muy despacio, el realizar su búsqueda le permitió
reparar en las bellas flores que había en el camino; charló con las aves y
disfrutó placenteramente de los rayos del sol con quien entabló una sólida
amistad. Al efectuar su indagatoria fue encontrándose con montones de piezas,
pero fue constatando que ninguna de aquellas era la que le faltaba, así que las
fue haciendo a un lado y prosiguió su búsqueda denodada.
Y sucedió que un día encontró una pieza que le venía perfectamente. Entonces
se puso muy contenta, pues ya estaba completa, sin que nada le faltara. Y sin
perder tiempo se colocó aquel fragmento en su cuerpo y comenzó a rodar.
¡Estaba feliz y no podía ocultarlo! Volvió entonces a ser una rueda perfecta que
podía rodar con mucha rapidez... Tan rápidamente, que ya no veía las flores ni
charlaba con sus amigas las aves, ya no escuchaba ni experimentaba en su
rostro la dulce sensación de la suave brisa y ya no disfrutaba tampoco de la
amistad del sol. Cuando se dio cuenta de lo diferente que parecía el mundo
cuando rodaba tan de prisa, se detuvo, y después de una reflexión tomó una
decisión: dejó en la orilla del camino el pedazo que había encontrado y se alejó rodando
lentamente saludando a las flores, sonriéndole a las aves, y al sol...
La moraleja de este cuento de Shel Silverstein, es verdaderamente digna de
reflexión y de constatación, por extrañas razones, nos sentimos más completos
cuando nos falta algo en la vida. Voltea a tu alrededor y constata que el hombre
que lo tiene todo suele ser un hombre pobre en ciertos aspectos, y muy
frecuentemente en muchos: nunca sabrá lo que significa anhelar, tener
esperanzas, nutrir el alma con el sueño de algo mejor; ni tampoco conocerá la
experiencia de recibir de alguien que lo ama lo que siempre había deseado y no
tenía. El hombre que lo tiene todo, con muchísima frecuencia tiene los bolsillos
llenos pero el corazón vacío.
8.- Hay integridad en la persona que acepta sus limitaciones y tiene el
suficiente coraje para renunciar a sus sueños inalcanzables sin considerar que
por ello ha fracasado. Hay entereza en quien ha aprendido que es lo bastante
fuerte como para sufrir una tragedia y sobrevivir, que puede perder a un ser
querido y aún así sentirse completo. Que puede atravesar por la peor
experiencia y puede salir indemne.
Y aquí la propuesta cristiana no es otra sino la humildad, la aceptación de sí
mismo y la apertura a lo que el otro puede ofrecerme.
Recuerda: la virtud más importante en la religiosidad es primero: h-u-m-i-l-d-a-d,
segundo: hu-mil-dad y tercero: humildad.
Nos ha dicho el único que todo lo puede: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde
de corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”.
16

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Reflexión Padre Rogelio Narváez 09 julio

  • 1. TRES TIPOS DE CANSANCIO. “En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. 1.- Queridos amigos: ¿Alguna vez se han sentido cansados en la vida? ¿Saben si alguna persona querida se siente cansada? ¿Hay alguna situación que convierta la belleza de la vida en una carga exhaustiva para alguien? Al lanzarnos el Evangelio del día de hoy una invitación para que aquellos que están cansados y fatigados se acerquen al Señor, no pude más que pensar, en aquellos factores que comúnmente nos provocan cansancio en nuestra propia vida. 2.- Sé que son muchas las situaciones que detonan cansancio en la vida de las personas, pero el día de hoy, hablaré sólo de tres de las situaciones que nos acarrean fatiga: las cargas prematuras, las cargas excesivas y la falta de motivación. 3.- El primer elemento que puede y suele causar cansancio en el corazón de las personas es el de la llegada repentina de las así llamadas cargas prematuras. Se trata de pesos que quizá, a juicio de cualquier persona, no sean excesivos, pero que no corresponden a la edad o a la etapa que vive la persona. ¿Te puedes imaginar a un niño que ante la ausencia de su padre, ya sea por que ha muerto, o por que les ha abandonado o por que él es un desobligado, haya tenido que asumir un rol o un papel al frente del hogar, para apoyar a su madre en la responsabilidad ante sus hermanos? Este niño que asume cargas y responsabilidades que no coinciden con su tierna edad, irá acumulando cansancios, tanto por aquello que se le ha pedido, como por las etapas de su vida que no ha vivido, y que jamás podrá vivir, salvo con el riesgo de vivir esas fatídicas regresiones. Decía Jean Piaget: “No se le pueden pedir peras al peral en flor”. Efectivamente todo tiene su tiempo… Y la verdad es que hay tantos perales endebles a los que se les ha forzado a dar unos frutos que no les correspondían o para los que no estaban capacitados. 1
  • 2. ¿Cuántos niños hay así entre nosotros? Son demasiados. ¡Más de los que te imaginas! Y sin duda, caminan cansados por esas cargas prematuras que súbitamente les asaltaron y que ¡no hubo de otra!, sino el asumirlas y el dar la cara por los que han retirado la cara en la graciosa huida. Muchos de nuestros niños mal llamados “de la calle”, se encuentran en esta situación. 4.- El segundo tipo de cansancios es aquel que es provocado por las cargas excesivas. Y Se trata aquí, ya no de la antelación de responsabilidades, sino de aquellos que bien pueden ser personas maduras y que su edad pudiera ser la adecuada como para asumir una responsabilidad. Sin embargo, sobre sus hombros se han descargado no una, sino dos o más responsabilidades, hasta llegar al exceso y con ello detonar el cansancio. Se trata de aquellos que bien pueden ser sumamente competentes en las cualidades que Dios les ha dado y en los talentos que han sabido cultivar; sin embargo, bien sea por la necesidad o por la falta de jerarquización o por las pretensiones de vanagloria o por las aspiraciones de la propia o ajena codicia, llegan a tener varios trabajos por realizar. Esta carga excesiva, tarde o temprano, o más temprano que tarde se encarga de cobrar su factura y entonces provoca cansancio y agobio en la vida de las personas. 5.- Aunque pudiera no ser autoprovocado sino sólo y dolorosamente padecido, tenemos que decir que también se incluye en los cansancios provocados por las cargas excesivas el que experimentan aquellas personas que tienen que sacar adelante una realidad en la que el contrato originalmente fue diseñado para dos y rubricado por dos personas. Se trata de aquellos que se subieron a la barca de la vida en la que iban a ir acompañados por el esposo o por la esposa, y que de pronto se han quedado solos al frente de la tripulación. Sin duda, en esta situación se encuentran aquellos que han enviudado mientras los hijos todavía son pequeños; sin embargo hoy quisiera referirme a aquellos que repentinamente han visto, que cuando la barca se encuentra sumergida en la furia de la tormenta, alguien de pronto se ha tirado por la borda o se ha subido a la balsa de emergencia y se ha marchado, y le ha dejado abandonado o abandonada al frente de una situación apremiante y de una tripulación al borde del naufragio. Se trata de aquellos que habiendo tenido un día un cónyuge, este no comprendió que la labor del ser esposos y cónyuges era precisamente el llevar los dos compartidamente el mismo yugo, es decir, la misma responsabilidad, la misma tarea, un mismo quehacer. Entre los cónyuges uno apoya al otro, y 2
  • 3. cuando uno se siente cansado, se siente seguro porque sabe que el otro estará listo, para sacar adelante el trabajo delegado por Dios. Se trata de aquellos, que habiendo recibido en el día del matrimonio un consorte, es decir, a aquel que contigo viviría la misma suerte. Aquel o aquella, tu consorte, que estaría contigo en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, en los días gratos y en los días ingratos, en los momentos fastos y en los nefastos, en esos episodios intensamente iluminados y en los profundamente oscurecidos; de pronto te das cuenta, de que en el preciso momento en que la vida presenta el rostro difícil, él o ella han claudicado, han renunciado, se han alejado de tu vida. Es aquí en donde sobreviene la más terrible de las fatigas. Sin duda, también la carga es excesiva, para todos aquellos que tienen que hacer el papel de padre y madre en un hogar en donde el otro emprendió la, más que graciosa, vergonzosa huída. Y sobreviene un desgaste adicional que provoca un cansancio, ante el trabajo que suele tornarse en algunos momentos precisos como excesivo y desalentador. 5.- Finalmente viene el tercer tipo de cansancios. Quizá el cansancio más devastador y el más injusto de todos, es aquel que se genera ante la falta de motivación, ante la ausencia de estímulos en la vida. Se trata del cansancio que viven aquellas personas, que quizá en esta ocasión ni sobrellevan cargas prematuras, ni tampoco se enfrentan a cargas excesivas. Podríamos hablar de los quehaceres ordinarios, de lo que cada uno realiza en la vida y que pertenece al así llamado campo de la rutina. Se trata del padre de familia que tiene que trabajar, y que lo hace con convicción y con gusto, sabiendo que el fruto de su trabajo es necesario para que sus hijos tengan alimento, vestido, casa y educación. Él no suele desfallecer, en sus esfuerzos, aún cuando tenga que vivir esos periodos de la vida, en que el desgaste se vuelve intenso. Pero bien entiende que los hijos tienen que sacar una carrera. Muchos padres de familia, se esfuerzan para que el hijo estudie en un buen colegio, en ocasiones realiza jornadas especiales para que los hijos puedan desplazarse a otros lugares, para que los hijos vistan bien, que nada les falte, con la finalidad de que vayan progresando en la vida y que les sea más favorecedora. “-¡Es que ellos cumplen con su responsabilidad!-“, tienes razón los hijos al decirlo. Pero,... lo verdaderamente lamentable suele ser esa falta de correspondencia en la vida. Los hijos no tienen la educación para agradecer lo que se recibe, ellos se han acostumbrado a verle partir al trabajo muy temprano por la mañana 3
  • 4. y cuando se va y cuando regresa ellos están dormidos, ellos no saben las penurias que enfrenta. La palabra “gracias” no existe en el vocabulario de muchos hijos de familia. Más aún, las exigencias están al orden del día. Y el cansancio puede sobrevenir ante la falta de esas palabras y de esos gestos gratificantes, y que son tan necesarios en la vida. Ella, como madre de familia se desvive, todo lo tiene en orden, se preocupa por tener el alimento en el momento oportuno, la ropa siempre está limpia y planchada. Ella guisa, remienda, cura, cuida, se desvela, se desmañana, vive noches de insomnio, asiste a juntas del colegio, le acompaña al catecismo,... y muy frecuentemente tiene que trabajar algunas horas o hasta jornadas completas fuera de la casa. Pero, nadie es capaz de decirle gracias y no pocas veces, sale regañada, al principio por el esposo, y cuando los hijos crecen, también por los hijos que reproducen los patrones de conducta que aparentemente les convienen. Y, en esta vida, el cansancio suele venir acompañado del desaliento, de la tristeza y de la lamentable experiencia de la incomprensión. 6.- Hoy, nos dice el Señor: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré”. Sin lugar a dudas, uno sabe que la solución a estos cansancios, está en nosotros, tanto los que los padecemos como los que los provocamos. Una gran parte de la solución está en esa nuestra capacidad de asumir nuestras responsabilidades, para no dejar a la deriva a aquellos que caminan junto a nosotros o detrás de nosotros. Aquí es importante también reconocer y ofrecer nuestro agradecimiento, acompañado de la manifestación de afecto, para con aquellos a los que injustamente privamos del estimulo de nuestras palabras y acciones. 6.- Pero, nosotros bien sabemos que hay cansancios en nuestra vida que solamente encuentran su solución en el Señor, y que todo tipo de desgastes, en la realidad, pueden ser iluminados solamente por Él. El Señor nos dice que vayamos a Él, porque su yugo es suave y su carga es ligera y bien podríamos cuestionar: ¿Cómo puede hablarnos el Señor de cargar un yugo cuando Él mismo reconoce y menciona que venimos cansados, fatigados y agobiados por la carga? ¿Acaso aparte del cansancio que me hace complicada la existencia tengo que soportar otra coyunda? Y, es precisamente esa la respuesta que el hombre no termina de comprender. Todos sabemos que el yugo es llevado por dos personas y, si el Señor nos invita a tomar su yugo, no es porque Él quiera cargarnos con otros pesos más sobre nuestros hombros cansados, sino porque Él quiere llevar el peso de nuestras angustias sobre sus hombros, junto conmigo y contigo. 4
  • 5. El yugo es siempre llevado por dos, y el Señor quiere llevar el yugo de nuestros cansancios. Es, solamente entonces que el yugo se vuelve suave y nuestra carga se vuelve ligera. SÍSIFO: EL HOMBRE SIN DESCANSO. “En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. 1.- Muy queridos amigos: En el segmento anterior, hablábamos sobre tres distintos tipos de cansancios: el de las cargas prematuras, el de las cargas excesivas y el de la falta de motivación. No obstante, quisiera el día de hoy referirme a un cuarto tipo de cansancio: se trata de aquel que se genera en el egoísmo de aquellas personas que no han aprendido a jerarquizar los valores de la vida. Se trata de aquellos que nunca veránsaciada su ambición de tener, de almacenar y de presumir. 2.- Se trata de todos esos nuevos esclavos que se sienten sabios y entendidos y que no han llegado a comprender la sabiduría que brota de la gente que no se ha olvidado de la virtud de la sencillez. No se trata de otra esclavitud sino de aquella que trae puesto el disfraz de bella dama de compañía de nuestras codicias, envidias y avaricias. Diría Mahatma Gandhi que: “Las cadenas de oro son mucho peores que las de hierro”. Ya lo había dicho, con la misma elocuencia Rogerio Bacon: “El dinero es un buen siervo pero es un pésimo amo”. Acaso ¿Vivimos nuevas esclavitudes? La verdad es que muchos parecemos aquel legendario Sísifo, que en la mitología griega fue condenado por los dioses a hacer rodar sin cesar una roca hasta la cumbre de una montaña, desde donde volvía a caer siempre por su propio peso y así toda la vida ininterrumpidamente. ¿Toda la vida? Sí, toda la vida… 3.- Pero, ¿Qué es un esclavo? Aunque te pueda provocar molestia e indignación, para aquellos que esclavizan y para aquellos que se dejan esclavizar: un esclavo puede definirse como “un instrumento animado”. Un objeto que se mueve. Y, estos seres animados que están insertos en un engranaje de producción, han dejado de ser hombres para convertirse en instrumentos de sus empresas. 5
  • 6. Muchos ejecutivos, profesionistas egresados de nuestras magnificentes casas de estudio, se han convertido en un “objeto útil”, y hasta poseen un valor comercial: ellos son materia de compra, de inversión, de intercambio, de venta y hasta de desecho; ellos son un instrumento que se adquiere, que se posee, que se perfecciona y que se explota. El sujeto, la persona, el ser humano se ve degradado. Se trata de actitudes atrofiadas en la humanidad, posesivas en lo colectivo, explotadoras en lo particular y destructoras en lo familiar. Al tratar a las personas como instrumentos o como cosas les degradamos, y al dejarse tratar de esa manera se manifiesta que se ha perdido la propia dignidad. Friedrich Nietzsche en su libro: “La Gaya Ciencia” acusa a un hombre que ha perdido el equilibrio y la dimensión de su ser humano: “ Hay un salvajismo de indios en la manera en que los norteamericanos aspiran al dinero: y su frenesí por el trabajo comienza a contaminar a la vieja Europa. Nos da vergüenza entregarse al descanso, la reflexión dilatada nos provoca remordimientos. Pensamos con el reloj en la mano, desayunamos con los ojos fijos en la cotización de la bolsa”. ¿Sabías tú que uno de los indicadores del inicio de la que fue la moderna era industrial no fue otro sino el momento en que solemnemente las campanas del reloj del pueblo de Nüremberg en el siglo XVI empezaron a percutir cada quince minutos? Que,... ¿para qué?. Para señalizar los horarios laborales. ¡Este es el así llamado: “hombre moderno”! Hoy el hombre vive esclavizado por el trabajo, y ya no tiene tiempo ni para tener un respiro. Muchos hombres piensan que el mundo se acaba el día que ellos falten a laborar porque se van a ir de vacaciones con sus familias, ellos piensan que la empresa sufrirá mucho el día en que ellos no asistan. Y se equivocan: al menos este mundo no se acabará precisamente cuando tú no vayas a trabajar, ni la empresa va a extrañarte mucho cuando un día ya no vayas definitivamente, porque ellos mismos un día sin tocarse el corazón prescindirán de tus servicios, pero quien sí te extraña ahora es tu familia y a quien un día tu extrañarás es a tu familia. ¡Quizá demasiado tarde! Espero que no sea así,... 4.- Recuerdo aquella narración del maestro León Tolstoi titulada “¿Cuánta tierra necesita el hombre?”, en la cual, con ese genio sarcástico de nuestro querido Tolstoi, dibujaba excelentemente en la alegoría de ese opúsculo al hombre de su tiempo y de nuestro tiempo: “Pakhom, el aldeano ruso, está firmemente convencido de que alcanzará la felicidad cuando posea tantas tierras como las que abarcan las vastas posesiones de su vecino. Aunque posee una familia y lo necesario para vivir, todos los días se asoma por la ventana 6
  • 7. y su mirada se pierde en el vasto horizonte sin llegar a percibir el límite de las posesiones de su envidiado vecino. Llega un día en que el vecino le ofrece tantas tierras como él mismo pueda alcanzar a recorrer a la máxima velocidad y sin detenerse, desde el inicio del día hasta la puesta del sol. Pakhom sacrifica sus posesiones a fin de dirigirse hasta el remoto lugar en donde le han ofrecido iniciar con esa generosa oferta. Después de incontables penalidades, llega y se prepara sin conciliar el sueño para su gran oportunidad al día siguiente. Se fija un punto de partida. Pakhom al escuchar el disparo sale como si fuera él mismo un tiro a la hora del alba. Corriendo bajo el sol de la mañana, no mira ni a derecha ni a izquierda; febril corre bajo la luz cegadora, y el calor ardiente. Sin detenerse a comer o a descansar, continúa su recorrido agobiante y abrumador. Y cuando el sol se pone, tambaleándose, completa su recorrido. ¡Victoria! ¡Éxito! ¡Ha realizado el sueño de toda su vida! Y cuando aquel hombre le dice que volteé a mirar todas sus posesiones, Pakhom voltea y cae muerto. Es entonces que tiene toda la tierra que verdaderamente necesita un ser humano: dos metros cuadrados”. 5.- ¿Te gustó o te incomodó? Ese es el genio de la ironía que tiene Tolstoi, y en realidad esa es la ironía de los hombres de nuestro tiempo. El hombre actual no sabe parar, no sabe hacer un alto, no sabe darse un respiro. Los hombres no hemos aprendido a discernir sobre lo que nos es estrictamente necesario. Y un día, cuando hemos recorrido y acumulado aquello que tanto tiempo ambicionamos, nos damos cuenta de que hemos caído desfallecidos. Cuando un día, el hombre, tiene el dinero que siempre quiso tener en una cuenta bancaria, se da cuenta de que la vida se le ha ido, que la familia ya no se encuentra a su lado, que aquellos que realmente le amaban ya se han marchado, cansados ellos mismos por sus tantas y frecuentes ausencias o aceptando que para él ellos nunca fueron importantes. Los hombres, hemos hipotecado nuestra propia vida, al dejar en el rincón del olvido las diferentes dimensiones que componen nuestro existir. Hemos renunciado a la sabiduría que proviene de Dios, quien, nos invita a tener en Él nuestro discernimiento de la vida. 6.- La vida tiene momentos de tensión y de distensión, de preocupación y de ocupación, de atención y de relajación. Sin embargo, el hombre no puede vivir manteniendo la tensión de una continua exigencia, so pena o corriendo el riesgo de cansarse y abandonarlo. Hasta la tierra necesita su año sabático en el que no se siembre para recuperar sus propiedades,… el cuerpo y también el alma necesitan del descanso, pero el hombre se siente una máquina, y olvida que también la maquinaria necesita mantenimiento. 7
  • 8. Nuestra historia es la historia de esos esclavos acostumbrados a sus yugos y a sus cadenas, y que desprecian la libertad. Este es el elemento arrastrado por el trabajo humano y que es el más desconocido en la actualidad: Hoy el hombre no sabe descansar. Los hombres hemos olvidado que nuestra vocación es la de ser “señores” y no “esclavos” de las cosas. ¡Qué lástima que algunos, lejos de humanizar la materia, hemos materializado lo humano! 7.- Y así, somos tantos los que con el afán de ganarnos la vida no tenemos tiempo para vivir. En la vida, somos demasiados los que hipotecamos la salud a costa de despojar a nuestros cuerpos de las horas de descanso. Nos estamos enfilando hacia la autodestrucción. Hipotecamos nuestra vida, a costa de tener mayores alcances en nuestras ambiciones laborales. Pensamos en nuestros logros siguientes, sin imaginar que el mayor logro es el vivir otro día junto a las personas que amamos y que verdaderamente nos aman, con la bendición de Dios. Hipotecamos la familia. El tiempo y las atenciones que les corresponden a ellos han entrado a las arcas laborales como garantía hipotecaria para firmar el siguiente contrato comercial. Hipotecamos la vida para adquirir formas de sobrevivencia suntuosas y perfumadas, pero que nos despojan de la capacidad de una verdadera vida digna. Y es que sí alguien no sabe tomar un descanso… un día lo tomará en el más incómodo de los hoteles… ¡La habitación de un hospital! Hemos olvidado que el mejor de los logros en nuestra vida, más allá del color del billete que traigo en la bolsa, es el poder apagar una velita más en ese pastel que compartimos con aquellos que verdaderamente nos quieren y que anhelan que tengamos tiempo también para ellos. 8
  • 9. EL DESCANSO EN EL SEÑOR. “ En aquel tiempo, Jesús exclamó: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. 1.- “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré”. Queridos amigos: Hay una referencia que no puedo ignorar en este domingo. Este texto, nos ha sido propuesto sabiamente por la Santa Madre Iglesia, en la celebración litúrgica de las exequias cristianas. Se trata de ese momento en el que, cómo nos lo expresa el ritual completo de los sacramentos: la comunidad cristiana celebra la muerte con esperanza. El creyente, contra toda evidencia, muere confiado al igual que su Maestro: “En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). 2.- Hablemos sobre este tema de la muerte en referencia a este texto del Evangelio. A pesar de su mutismo, la muerte suele ser sumamente elocuente, es mucho más que un dato, es un hecho que hace surgir legítimas preguntas sobre el ser y el quehacer del hombre. De esta manera, somos alegremente conscientes de que la vida cristiana es contemplada como ese camino al que hemos sido enviados, y que tiene su meta en la eternidad. 3.- Sólo que en el trayecto de la existencia, el cristiano, quien se sabe peregrino en esta tierra y que tienen su morada en la eternidad, enfrenta una serie de eventos que llevan la envoltura de la incertidumbre humana. La vida se convierte en el trayecto y, al mismo tiempo, en la oportunidad que nos abre las puertas de la vida eterna. Esta vida tiene sus pruebas, las cuales nos ofrecen esa ocasión de actuar con fortaleza y constancia, ejercitando la generosidad, la fe y la paciencia. Sin embargo, las pruebas constituyen, en cierto modo, un peligro remoto de pecado si no se tienen actitudes cristianas. Así por ejemplo, una grave enfermedad puede constituir la ocasión de no aceptar la voluntad de Dios e inducir al alma a la desesperación. Nuestra vida tiene diferentes tipos de pruebas: hay pruebas físicas como el dolor y la enfermedad; hay pruebas psíquicas como las angustias, los temores, los miedos; y hay pruebas espirituales, las cuales pueden ser externas como 9
  • 10. los fracasos y las desilusiones, o bien pruebas espirituales internas como lo son la aridez de la noche oscura en la vida espiritual. Los cristianos sabemos que no se puede elegir a Cristo separándolo de la cruz y, que solamente llegaremos al domingo de pascua después de asumir nuestro viernes santo. 4.- Sin embargo, nuestra fidelidad en la vida cristiana suele ir acompañada del cansancio humano, al cual la Iglesia quiere referir cuando a los fieles difuntos les dice: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré”. Y así concluye el sacerdote las oraciones ofrecidas por el difunto con un: ¡Descanse en paz! El Señor Jesucristo es contemplado como el Buen Pastor que lleva sobre sus hombros a sus ovejas cansadas, pero que se han mantenido fieles hasta el final, a pesar de tantas pruebas experimentadas en la vida. Es el Señor el que les introduce sobre sus hombros al Reino en el que existen verdes prados de eternidad, después de pasar por las cañadas oscuras de la muerte. 5.- De esta manera, la Iglesia nos invita para que en medio del enigma y la realidad tremenda de la muerte, se celebre la fe en el Dios que nos salva. El Dios de Jesucristo a quien se le ha dado crédito, no es un Dios de muertos sino de vivos. Él, fuente de la vida que se nos escapa, es la meta del hombre que confía en Él. En el corazón de la muerte, la Iglesia proclama su esperanza en la resurrección. Mientras toda imaginación fracasa y se siente limitada ante la realidad de la muerte, la Iglesia afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz. La muerte corporal será vencida. Ese Requiem en las piezas musicales que no es otra cosa sino una forma de ponerle melodía al “¡Descanse en paz!” que pronunciamos o que imploramos, en nuestros seres queridos no es tan sólo una referencia a la negación de los trajines de esta vida, sino la afirmación rotunda del gozo de haber llegado a la vida verdadera, en el que la perseverancia, a pesar de los cansancios de la vida, se convierte en el boleto de entrada para la fiesta interminable con Aquel, en quien encontramos verdadero descanso. 6.- Los creyentes aceptamos la muerte.- Pero confiamos en la victoria del hombre sobre ella. Quien se haya enraizado y construido en la vida, no será desarraigado ni destruido en la muerte. Creer en Dios es también esperar en el amor que nos tiene. Dios sostiene la vida de los muertos y cumple la intuición del mundo nuevo, ofreciéndonos una existencia en el amor, la entrega y la comunión sin límites. 10
  • 11. La muerte no es, para el cristiano, el término sino que se convierte en un paso. La muerte es el tránsito. La muerte se vuelve en liberación para entrar en una situación de plenitud y de victoria. La muerte es el momento en el que se inicia nuestra Pascua verdadera. La muerte no es, en modo alguno, la última estación en el tranvía de la vida, los cristianos sabemos que hay otra estación que se convierte en la verdadera terminal. Los bautizados sabemos que el sepulcro, es en la realidad la cuna de la nueva vida y que el panteón no es más que un dormitorio en donde la vida se alista para gozar del día sin ocaso. Al tomarnos Cristo en sus brazos, sabemos que la muerte es el momento en que el Calendario de la vida verdadera, en realidad empieza su curso. Y que la muerte como Pascua del cristiano se convierte en la aurora de una realidad totalmente nueva, en el primer día del gozo de la nueva creación. Se trata del amanecer de la esperanza y de los primeros momentos de un nuevo día en la eternidad. Los cristianos, al día siguiente de la muerte de un ser querido, le debemos llamar eternidad, y al tiempo en que celebramos la muerte debemos contemplarlo como el nacimiento definitivo de quien amamos. Para nuestros seres queridos que gozan de Cristo, la verdadera primavera ha llegado, porque en Jesucristo, el árbol de la cruz ha florecido y tiene ahora frutos, por lo que se ha convertido en el verdadero árbol de la vida. 7.- Hermanos muy queridos: la resurrección no es un absurdo, lo absurdo es la sola muerte y la falta de esperanza en la eternidad. Lo absurdo es nuestra falta de vida. Lo absurdo es la terquedad de quienes, diciéndose cristianos, se empecinan en creer que después de la muerte no hay vida, y con ello anulan la resurrección de Cristo. Lo absurdo, es esa forma de enseñar de quienes nos visitan, y que predican un número reducido de redimidos, y a los demás los envían a una especie de jardín terreno. No aceptes el que le pongan limitaciones a la obra de Cristo, ni cambies la eternidad por temporalidades, aunque sean muy bellas cuando te las platiquen. No cambies la vida verdadera por esos remedos de felicidad. La resurrección no es el retorno a una vida mortal. No se trata, solamente de un fenómeno de regeneración celular, ni se trata de un reciclaje en una especie de reencarnación, sino en una vida gloriosa y perfecta junto a Aquel que es la Vida verdadera. 11
  • 12. 8.- En Cristo, comprendemos que la muerte no es el término del existir sino que se convierte en liberación. La muerte es la salida de un estado esclavizante para poder entrar en una situación de plenitud y de victoria. Los hijos de la Iglesia han adquirido en Cristo, el verdadero conocimiento en torno al destino final del hombre. La muerte es vista con los ojos del resucitado. La salvación eterna se encuentra solamente en Cristo Jesús. Es por ello que la muerte ha sido vista por nuestros hermanos mayores en la fe, los Santos, de una forma distinta. Le llamaron la hermana, la amiga, el final de la espera, la salida del hotel de segunda, el amanecer en el que el Sol que nace de lo alto nos introduce a un día imperecedero... La muerte ya no puede ser vista como el enemigo. Para los cristianos, la Resurrección es una “transformación gloriosa”, cosa que no sucede con el sólo volver a la vida. No es un hecho obvio sino inaudito y definitivo. La Resurrección es el dominio sobre la muerte, se trata de una palabra que aclara una vida desconocida. 9.- Nuestra fe cristiana en la Resurrección, no se basa solamente en el destino humano sino en la promesa divina. La Resurrección que esperamos es el futuro de los creyentes, no la meta final de la humanidad. Esperamos un futuro nuevo, no la reiteración del presente terreno ni el retorno a un pasado original. Te reitero que no se trata de reciclajes o reencarnaciones, sino de transformación gloriosa a imagen de Cristo. 10.- Los cristianos no podemos hablar de la muerte sin referir la Resurrección. “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré”. Se lee solemnemente en la fiesta del encuentro definitivo del cristiano con su Señor, y es que sabemos que donde está el Pastor también estará su rebaño, que allí en donde está Aquel que es la Cabeza esperamos estar aquellos que formamos su cuerpo místico, que en donde está el único Hijo de naturaleza estaremos aquellos que somos hijos por adopción. Es por ello que los funerales serán siempre una celebración en la que se festeja “el misterio pascual” y en la que se proclama la esperanza. La muerte será siempre un desafío que nos dice constantemente que no perdamos el tiempo. “¡Dáles, Señor el descanso eterno!” ha mencionado el sacerdote… A lo que ha respondido la comunidad de los creyentes: “Y luzca para él la luz perpetua”… “¡Descanse en paz!”... reitera el clérigo… y todos respondemos: “”Que así sea”… 12
  • 13. JESÚS ES MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. 1.- Muy queridos amigos: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” ¿Sabes? Al leer, meditar y compartir el Evangelio de este domingo en el que contemplamos el rostro amadísimo de Cristo, modelo de toda virtud,… me estaba acordando de aquellas tres virtudes que considero que son necesarias en la vida cotidiana de cada uno de nosotros en tres niveles: la paternidad, la esponsaleidad y la religiosidad. ¡Sin lugar a dudas que hoy se nos estarían indicando las de la religiosidad en ese rostro de Aquel que es manso y humilde de corazón! No obstante te comparto estas tres ternas de virtudes. ¿Cuáles crees tú que sean las tres virtudes más importantes en la vida de los padres de familia, cuáles en la vida de los esposos y cuáles en la vida cristiana en general? 2.- Empecemos hablando de las tres virtudes que necesitan los padres cristianos. ¿Cuáles consideras tú que sean? Te las enumero, ¡te pido mucha atención! ¿no sé cuál numeración utilizar si los números ordinales o los cardinales?, la verdad es que cualquier modalidad será buena con tal que no te revuelvas, si quieres toma una libreta, una hoja, un papel, o aunque sea el periódico, o hasta en tu Tablet o celular para que lo apuntes y para que no lo olvides... ¿Estás listo?... ¿Estás lista?... Bueno, entonces los refiero a continuación, voy a procurar no decirlos tan apresuradamente cómo para que no se te pasen o que te puedan crear confusiones el lugar que pudieran ocupar estas tres cualidades. La primera virtud que necesitan los padres cristianos es: p-a-c-i-e-n-c-i-a; la segunda es pa-cien-cia y la tercera es paciencia. Espero que no te hayas confundido. Pues bien, ahora si te voy a pedir toda tu atención que me puedas ofrecer para que redactes adecuadamente y no te vayas a equivocar. Apúntale bien,... porque te voy a decir cuáles son las tres cualidades que estoy convencido de que se necesitan en una relación esponsal, sí en la vida de todos los días en los esposos. ¿Está lista la libreta y la pluma? ¿Estás bien sentado y apoyado en esa especie de pupitre en esta nueva etapa de tu vida?,... pues bien la primera virtud que se necesita en la vida de los esposos es la del r-e-s-p-e-t-o, la segunda es la del res-pe-to y la tercera es la del respeto. ¡Qué! No te rías, lo que te comparto es cosa sería. 13
  • 14. Y ahora vayamos a nuestra vida cristiana ordinaria, y para ello hago mías las palabras de san Agustín. ¿Qué cuáles son las tres cualidades que se necesitan en la vida de un cristiano en su relación para con Dios? Nos dice San Agustín la respuesta: “Si me preguntan qué es lo más esencial en la religión, les responderé: lo primero es h-u-m-i-l-d-a-d; lo segundo, la hu-mil-dad, y lo tercero, la humildad”. Y es que sin esta virtud no puede haber vida interior verdadera. Todos los frutos serían sólo aparentes, incluso la oración, y hasta la caridad. ¿A poco no? 3.- La justificación del presente comentario, tan “inusual” en un servidor, se ubica en el hecho de que, la actitud contraria de la humildad es precisamente esa soberbia con la que luchamos todos los días y el Señor nos propone su ejemplo de mansedumbre. La soberbia es un vicio al que tú y yo somos propensos y que puede detonar, aunque ni siquiera puedas imaginarlo, todo tipo de pecado en nuestros corazones como los ha detonado desde el inicio de nuestra historia, en la vida de nuestros primeros padres, y de todos sus descendientes. ¿Sabes? En un sinfín de ocasiones uno llega a pensar que los soberbios son aquellos que tienen sueños de grandeza y que sus horizontes son ilimitados, pero no es así, los soberbios son aquellos que tienen los horizontes más reducidos, y sus sueños suelen agotarse en ellos mismos. El orgulloso no quiere ni puede, y por ello no logra mirar más allá de su persona, de sus cualidades, de sus virtudes, de sus talentos. El suyo es un horizonte empequeñecido porque es llanamente un horizonte sin Dios. Y en este panorama ni siquiera aparecen los demás: no hay sitio para ellos. El soberbio exige un trato especial para sí mismo, se cree que solamente él tiene razón en las conversaciones, le agrada hacer gracias a causa del desprecio de los otros. 4.- Me duele mucho tener que decirte lo siguiente, pero tengo que comentar que cada día constato dolorosamente la certeza que destilan las siguientes palabras de León Tolstoi, al que ya te refería al hablar de la historia de Pakhom, el aldeano ruso: “Un hombre es como una fracción, cuyo numerador corresponde a lo que él es, en tanto que el denominador es lo que cree ser. Cuanto mayor es el denominador, tanto más pequeño es el valor de la fracción.” Y así sucede en nuestra vida, a una mayor pretensión y presunción le corresponde una menor constatación de lo real, o por lo menos de aquello que verdaderamente es importante en nuestra vida. El Señor se coloca como modelo de mansedumbre porque Él está contraponiendo las actitudes del fariseísmo que han elaborado pesadísimas cargas sobre los hombros de aquellos que al llegar al Señor vienen cansados y agobiados por esa carga. Fíjate cómo actúa el orgulloso en nuestra vida. 14
  • 15. 5.- Mi muy querido Santo Tomás de Aquino elaboraba el perfil del soberbio delineando sus rasgos en cuatro actitudes que todos solemos tener cuando nos llenamos de vanidad: Primero, el Atribuirse a sí mismo los bienes que se han recibido de Dios, no se da cuenta que son dones y que por lo tanto han sido recibidos de parte del dador de todo bien; segundo, Creer que los bienes los hemos recibido por nuestros propios méritos, se trata del borriquito que al entrar a Jerusalén piensa que le están tapizando el piso por el que se desplaza a Él y no a aquel que manso y humilde de corazón ingresa sobre su lomo; tercero, el soberbio suele Presumir de bienes que no se poseen; y por último, el jactancioso Desea el propio brillo a costa del desprecio de los otros, es más le llega a molestar el hecho de que los demás tengan algo aunque no tengan todo lo que él posee, quisiera tener la exclusividad de las cosas, de los dones y de las virtudes, y, aunque tú no lo creas, hasta se llega a molestar con Dios por haberle dado algo a los demás. 6.- Y es que, haz tú de saber, que la soberbia es uno de los vicios más peligrosos, y su raíz se encuentra, no en otro lugar, sino en el amor propio desordenado. Comentará en uno de sus sermones san Agustín, algo que nos permite contemplar la solución que Dios ha ofrecido a este exceso del corazón humano: ¡Tanto daño generó la soberbia humana, que necesitó de la humildad divina para curarse! Y de esta manera aparece en el Evangelio el divino rostro de Jesucristo, que es manso y humilde de corazón, y que nos pide no vivir ensoberbecidos y que nos exhorta al cultivo de la humildad. La humildad como virtud y como actitud brota de la constatación de que todo lo que poseemos proviene de la mano generosa y providente del Dios que ha querido ser humilde, emana de la capacidad que tengamos en reconocer que no son nuestros méritos los que nos hacen acreedores de aquello que hemos recibido, ¡simple y sencillamente Dios nos bendice de la misma manera que nos creó: desde nuestra nada original!; la humildad se hace presente cuando no somos presuntuosos sino realistas y cuando lo que hemos recibido no nos hace sentir más que a los demás sino que estamos al servicio de los demás; y, por último, la humildad es la virtud de aquel que goza cristianamente con lo que posee y que es capaz de alegrarse con el hermano cuando ha sido favorecido por la bondad de Dios. La humildad nos permite estar a la par de aquellos que están junto a nosotros, y no sentirse uno superior pero tampoco inferior, simple y sencillamente a la par en dignidad y en necesidad que los demás. 7.- Te quería comentar sobre un pequeño libro de Shel Silverstein titulado “La pieza faltante”, cuyo contenido nos puede ser de utilidad. Se nos narra la historia de una rueda a la que le faltaba un pedazo, pues habían cortado de ella 15
  • 16. un trozo triangular. Aquella rueda quería estar completa, sin que le faltara nada, así que se fue a buscar la pieza que había perdido. Pero como estaba incompleta y sólo podía rodar muy despacio, el realizar su búsqueda le permitió reparar en las bellas flores que había en el camino; charló con las aves y disfrutó placenteramente de los rayos del sol con quien entabló una sólida amistad. Al efectuar su indagatoria fue encontrándose con montones de piezas, pero fue constatando que ninguna de aquellas era la que le faltaba, así que las fue haciendo a un lado y prosiguió su búsqueda denodada. Y sucedió que un día encontró una pieza que le venía perfectamente. Entonces se puso muy contenta, pues ya estaba completa, sin que nada le faltara. Y sin perder tiempo se colocó aquel fragmento en su cuerpo y comenzó a rodar. ¡Estaba feliz y no podía ocultarlo! Volvió entonces a ser una rueda perfecta que podía rodar con mucha rapidez... Tan rápidamente, que ya no veía las flores ni charlaba con sus amigas las aves, ya no escuchaba ni experimentaba en su rostro la dulce sensación de la suave brisa y ya no disfrutaba tampoco de la amistad del sol. Cuando se dio cuenta de lo diferente que parecía el mundo cuando rodaba tan de prisa, se detuvo, y después de una reflexión tomó una decisión: dejó en la orilla del camino el pedazo que había encontrado y se alejó rodando lentamente saludando a las flores, sonriéndole a las aves, y al sol... La moraleja de este cuento de Shel Silverstein, es verdaderamente digna de reflexión y de constatación, por extrañas razones, nos sentimos más completos cuando nos falta algo en la vida. Voltea a tu alrededor y constata que el hombre que lo tiene todo suele ser un hombre pobre en ciertos aspectos, y muy frecuentemente en muchos: nunca sabrá lo que significa anhelar, tener esperanzas, nutrir el alma con el sueño de algo mejor; ni tampoco conocerá la experiencia de recibir de alguien que lo ama lo que siempre había deseado y no tenía. El hombre que lo tiene todo, con muchísima frecuencia tiene los bolsillos llenos pero el corazón vacío. 8.- Hay integridad en la persona que acepta sus limitaciones y tiene el suficiente coraje para renunciar a sus sueños inalcanzables sin considerar que por ello ha fracasado. Hay entereza en quien ha aprendido que es lo bastante fuerte como para sufrir una tragedia y sobrevivir, que puede perder a un ser querido y aún así sentirse completo. Que puede atravesar por la peor experiencia y puede salir indemne. Y aquí la propuesta cristiana no es otra sino la humildad, la aceptación de sí mismo y la apertura a lo que el otro puede ofrecerme. Recuerda: la virtud más importante en la religiosidad es primero: h-u-m-i-l-d-a-d, segundo: hu-mil-dad y tercero: humildad. Nos ha dicho el único que todo lo puede: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. 16