1. LOUIS BRAILLE
Louis Braille, Coupvray-Panteón de Hombres Ilustres de París César Puente. Muy
Sr. Mío:
Soy un español, que vive doscientos años después de que usted hubiera nacido.
Soy, dicen en su piso, de donde empieza África, o del vecino enemigo, que casi
nunca los vecinos son amigos. Pero hay otras cosas que me unen a usted.
Louis Braille, Coupvray-Panteón de Hombres Ilustres de París
Soy un español, que vive doscientos años después de que usted hubiera nacido.
Soy, dicen en su piso, de donde empieza África, o del vecino enemigo, que casi
nunca los vecinos son amigos. Pero hay otras cosas que me unen a usted.
Por ejemplo, el hecho de compartir la falta de vista desde niño, y, sobre todo, el
hecho de que usted sea el culpable de que yo haya salido de la prehistoria, desde
que, en Pontevedra, La señorita Chon me enseñara las distintas formas de puntos
ideadas por un tal Luis Braille, y Don José Luis Placer me suspendiera un curso por
leer despacito despacito ese sistema. Recuerdo ese verano del primer y único
suspenso de curso, caminando y jugando en mi pueblo con otros niños, cuando
escuché leyendo a Roberto, a quien unos abuelos habían pedido que les leyese
unas noticias del periódico. Roberto leía como los locutores de la radio, y a mí me
gustó tanto su entonación y su ritmo que me hice el propósito de leer como él.
Ese verano, el curso siguiente, y otro curso con Don Manuel Vázquez, algún curso
más y veranos estuve empeñado en el propósito. Hasta que un día, tras leerle yo a
unos abuelos algún artículo de “Relieves Braille”, uno de ellos dijo: “Sin vista y todo,
ya quisiera leer Roberto como éste”. Lo que más me importó, desde luego, fue la
traducción francesa: objetivo conseguido. Habiendo llegado yo con usted a tal grado
de complicidad, permítame que, en adelante, comience a tutearle, adquiriendo así
entre los dos un vínculo casi por encima de la familiaridad y de la realidad más
rabiosamente personal. Pues incluso te imagino departiendo largo tiempo con Don
José Luis y Don Manuel, por los diversos locales de ese territorio vuestro,
navegando aquella magia que sólo los niños saben percibir, un momento antes de
que acabe el superhombre.
Eran, lo sabes mejor que yo, los que discurrían bajo los dedos puntos ordenados,
sencillamente ordenados. Aunque todos dijeran que se trataba de un sistema
complicado. Bueno; no todos. Mi padre, vidente, por ejemplo, que con un abecedario
y una pauta, y con las nociones de lectura y escritura que se tenían en los pueblos
2. más pequeños de la España de los años treinta, consiguió escribirme las cartas en
braille, aprendiendo él solo.