LA ECUACIÓN DEL NÚMERO PI EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS. Por JAVIER SOLIS ...
Algunas minucias del lenguaje
1. Algunas minucias del lenguaje
Autor: José G. Moreno de Alba
Primera edición, 1996
Primera reimpresión, 1997
Fondo de Cultura Económica
ISBN 968-16-5058-1
Impreso en México
Gramática y redacción
Ante la actual concepción que se tiene de la educación de los niños y jóvenes,
ante las presiones de la mal llamada crisis económica, que nos llevan a intentar
soluciones de carácter práctico e inmediato, no dejará de parecer a muchos
una posición francamente reaccionaria el que alguien abogue por la restitución
de los estudios gramaticales, sí, efectivamente, casi como se estilaban en el
siglo XIX y buena parte del XX. Las clases de español (lengua nacional, se le
llamaba antes) son hoy reducidas a los denominados talleres de lectura. Los
estudiantes ya no estudian gramática. Quizá esto sea lo conveniente y
recomendable; sin embargo me interesa pergeñar aquí una desesperada
defensa de la gramática, aunque evidentemente no exista una razonable
esperanza de éxito.
En primer lugar valdría la pena demostrar que la gramática es algo útil, porque
de otra manera, al menos para la mayoría, se volvería indefendible. Ojalá el
estudio de las artes, su disfrute, no tenga nunca necesidad de una análoga
demostración de utilidad práctica. Ojalá a nuestras futuras juventudes se les
sigan inculcando siempre nociones de música, de las artes plásticas, que
sigamos enseñándoles a apreciar la belleza, aunque de ello, en apariencia, no
se desprenda un beneficio tangible. Las ventajas de tales disciplinas son
mucho más importantes, pues sin duda contribuyen a formar seres más
humanos, más sensibles, y creo, más generosos y, definitivamente, más
felices.
Se me objetará de inmediato que no tengo derecho de ver en este dudoso arte
de la gramática las características de validez intrínseca de que gozan las artes
plásticas o la música. Será ciertamente difícil el razonamiento que demuestre
que la gramática hace feliz al que la estudia. No. Hay necesidad, lo reconozco,
de buscar justificaciones medianamente convincentes.
Antes de la avalancha del estructuralismo, del funcionalismo, del generativismo
y muchos otros ismos posteriores, se decía que la gramática era el arte que
nos enseñaba a leer, hablar y escribir con corrección un idioma cualquiera.
Esta definición no goza hoy de prestigio. Para los lingüistas es muy poco
técnica e imprecisa; para la mayoría de los mejores escritores es simplemente
falsa. El argumento en contrario es contundente: la mayoría de los mejores
2. escritores, los que son considerados modelos del bien escribir, los más
admirados y a veces hasta leídos, los más premiados, no sólo no estudiaron
gramática sino que generalmente se expresan de ella, si no con desprecio, sí al
menos con displicencia y no pocos con sorna y burla. Lo contrario es una
verdadera excepción. Más pareciera ir en desdoro de un escritor de fama el
que reconociera alguna utilidad que la gramática pudiera haber reportado a su
quehacer; si así fuera, más conveniente le parece no decirlo. Lo que debe
reconocerse es que los verdaderos buenos escritores son los que, quizá a su
pesar, en buena medida hacen la gramática, pues regulan, fijan la lengua, la
lengua escrita al menos. Las gramáticas normativas no hacen otra cosa que
observar, analizar, deducir reglas, de conformidad con el uso de que la lengua
hacen los buenos escritores.
Se preguntará de inmediato por qué los escritores no requirieron de gramática
para su escritura. Yo diría que desarrollaron, apoyados en su mayor o menor
genialidad, su propia gramática, esa que dice Chomsky que todos traemos en
el cerebro, con lecturas de otros escritores y con el ejercicio tenaz y
permanente.
Sin embargo los que no somos escritores pero que por necesidad tenemos que
escribir algo, un informe, una tesis, un reporte técnico, una carta, un reportaje,
una entrevista, ¿podríamos obtener alguna ayuda de la gramática? Creo
honradamente que sí. De ninguna manera hará de nosotros escritores
célebres, pero nos permitirá expresamos con mayor claridad y precisión.
Estoy convencido de que, si alguien distingue e identifica el sujeto y el
predicado, nunca los separará con una coma, error harto frecuente. El que
conozca cómo están constituidas las proposiciones adjetivas y cuáles son sus
clases no incurrirá en el uso indebido de un pronombre relativo por otro, sabrá
asimismo colocar la coma antes de las explicativas, y la evitará ante las
especificativas. Quien acuda, por ejemplo, a la sabia Gramática de Bello y a las
utilísimas notas de Cuervo, usará bien los gerundios, con lo que ganará no
tanto en elegancia cuanto en transparencia en la transmisión de sus ideas.
Cuando se conoce la complejísima estructura de una oración compuesta es
casi seguro que se evitarán los párrafos enormes y confusos. Quien tenga la
loable costumbre de consultar el diccionario se informará sobre la corrección o
propiedad de determinado vocablo y tratará de no usar extranjerismos. Más
relacionado con la gramática está el conocimiento de nuestras estructuras
lingüísticas que permitirá al estudioso huir de los frecuentes calcos semánticos
y sintácticos de lenguas ajenas, que inadvertidamente se cuelan con no poca
frecuencia en los escritos de muchos que desdeñan toda reflexión sobre
nuestra propia lengua.
Finalmente, conviene recordar que la gramática es, quizá más que otra cosa,
una espléndida disciplina mental, que nos enseña a ordenar nuestras ideas, a
jerarquizarlas, a relacionarlas. Estoy convencido de que, más que las reglas
sintácticas, más que las recetas de redacción, es el ejercicio de la inteligencia,
que está presente en todo estudio gramatical, el que más ayuda a la expresión
clara y precisa, a la comunicación oral o escrita inteligible. Ojalá nuestros niños
y jóvenes volvieran a estudiar rudimentos de gramática no sólo española, sino
3. latina y griega, pues les resultaría de gran beneficio para el sano desarrollo de
su inteligencia.
Fuente: http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/fondo2000/vol1/algunas-
minucias/html/3.html