El matemático que inventó el ajedrez pidió como recompensa al rey de Persia un grano de trigo por la primera casilla del tablero, dos granos por la segunda, cuatro por la tercera y así sucesivamente doblando la cantidad cada vez. El cálculo final resultó en una cantidad tan grande de trigo que excedía toda la producción mundial en varios años, por lo que el rey no pudo cumplir su promesa de dar la recompensa.