Realitat o fake news? – Què causa el canvi climàtic? - Modificacions dels pat...
Prueba de acentuación (1)
1. REDACCIÓN I PRUEBA DE ACENTUACIÓN 1
1.- Corregir los errores de acentuación.
Rafael Miranda desperto antes de las seis de la mañana y se sento en el filo de la cama.
Habia tenido dias dificiles: extrañaba a sus hijos y lo mataba la monotonia de su empleo de
vendedor en una tienda de televisores en Nueva York, pero ese martes amanecio de mejor
humor. Arned Azis, su patron, le habia autorizado unos dias para recuperarse de seis
semanas de trabajo sin descanso. Se lavo la cara y los dientes, se vistio, reviso los bolsillos
para asegurarse de que llevaba las llaves y la chapa que siempre lleva, y salio del
apartamento que rentaba en la avenida Roosevelt.
Lo acompañaba Jaime, un amigo mexicano con el que compartia cuarto. Abordaron el
metro, que a esa hora lleva en sus entrañas a ejecutivos de Wall Street, meseros, medicos y
albañiles.
Cuando el tren salio del tunel, la silueta de Manhattan emergio iluminada por un sol
otoñal. Habian planeado pasar unos dias en los casinos de Atlantic City. En el metro
intercambiaron opiniones sobre la empresa que elegirian para viajar: un par de ellas
obsequiaban cupones de 30 dolares en apuestas. Verian a dos amigas peruanas a las 8:30, a
tres calles del World Trade Center. Miranda estaba disfrazado de turista: camiseta, jeans y
zapatos deportivos.
Llegaron media hora antes. Miranda, 1,65 metros, piel chocolate y nariz aguileña, tenia
un cuerpo de luchador agil: la espalda ancha, brazos como tubos y un torax de cantante de
opera. Sintio hambre y camino a una tienda donde compro un cafe y un emparedado de
jamon y queso. Cuando regreso encontro a su amigo leyendo el New York Post. “Ya es
tarde y no aparecen estas mujeres, ¿vendran en camino?”, pregunto.
Los segundos siguientes fueron confusos: un rugido en el cielo, la panza de un avion
demasiado cerca, una explosion, un hongo de humo y fuego. Miranda creyo que se trataba
de una de esas peliculas que se filman en Nueva York. Años atras habia visto en las calles
de Manhattan una escena en la que Samuel L. Jackson volcaba una patrulla, pero el fuego y
los heridos eran tan reales que no parecian ficcion.
“¿Sera un truco de cine?”, pregunto en voz alta. Su amigo estaba mudo, con los ojos
desorbitados y las manos en la cabeza. La gente miraba los edificios verticales recortados
por un cielo sin nubes. Sobrevino un torbellino de papeles y pedazos de metal. Se alejaron
para ponerse a salvo y de pronto Miranda se detuvo. Su deber era acudir a las torres. Le
pidio a su amigo que convenciera a las peruanas de que lo esperaran: regresaria para ayudar
como bombero voluntario.